Вы находитесь на странице: 1из 18

DOI: 10.22199/S07181043.1999.0018.

00008

Estudios Atacam eños N° 18 - 1999

El Camino del Inca en la cuenca superior del río Loa,


desierto de Atacama, norte de C hile1

V A R IN IA V A R E L A G.2

RESUMEN Introducción

La red vial incaica es la mayor evidencia arqueo­ Sin lugar a dudas los estudios monográficos más
lógica de la prehistoria americana. Ha sido cono­ importantes y completos que se han realizado hasta
cida a través de crónicas tempranas, libros, apun­ el momento en relación a la red vial incaica, son
tes de viajeros y también por la tradición oral de los publicados por John Hyslop. En su trabajo de
los pueblos de raigambre originaria. Ellos han 1992, el autor reúne sistemáticamente una gran
conocido su existencia y uso desde los tiempos cantidad de información a través de fuentes bi­
“mítico-históricos” del Inca. Este trabajo quiere bliográficas modernas, coloniales, y en especial
dar a conocer los avances arqueológicos realiza­ de sus propias investigaciones en terreno. Sus tra­
dos en un pequeño segmento de la red vial incaica, bajos incluyeron doce tramos del citado sistema
ubicado en las quebradas altas de la provincia de vial, los que abarcaron algunas pequeñas regio­
El Loa, en la II Región de Antofagasta (Chile), a nes de Argentina, B olivia, Chile, Perú y Ecuador.
partir de un enfoque etnoarqueológico. Estos tramos fueron ubicados dentro de un mapa
general, donde se reconocen los dos troncales ha­
ABSTRACT cia el sur del Cuzco, los dos hacia el norte y nu­
merosos caminos secundarios y transversales. Para
The inca road is the must important archaeological Hyslop, muchos de los caminos en los Andes son
evidence of the precolumbian America. Its been de data preincaica y posteriormente fueron inte­
described in early chronicles, books, and travellers grados a la red planificada del Inca. Para su inves­
notes. Evidence of this road are still present until tigación definió como camino inca a “...cualquier
now in the oral tradition of the original ethnic ruta que exhiba o no elementos formales de cons­
groups. They know abouts its existence and use, trucción, que fue usada en tiempos del Imperio y
since historical and mythical times of the Inca. By que estuviera relacionada a edificios y/o asenta­
m eans o f a th e o re tic a l fram e, fo cu s in mientos cuyas funciones estuvieran vinculadas al
ethnoarcheology, the aim o f this paper is to manejo del Estado Inca.” (1992:32). Esta defini­
communicate the new archaeological evidences ción descansa en parte en dos hechos: la inexis­
found in a small segment of the Inca highway, tencia de una técnica de construcción inequívoca
located in the high gorges of El Loa province, que los defina y en una buena evidencia histórica.
inland Antofagasta, Chile. Dentro de esta caracterización el autor omite en
forma intencional todas aquellas rutas preincaicas
que no fueron utilizadas por el imperio, y aque­
llos caminos locales que pudieron haber funcio­
nado en época del Tawantinsuyu, pero que no fue­
1 Proyectos FO N D EC Y T 1970528, 1000148 y 1011006.
ron usados para asuntos del Estado.
2 M useo C hileno de A rte Precolom bino. Casilla 3687, San­
tiago. Por otro lado, cuando Hyslop hace explícitas sus

89
reservas hacia el uso de las anotaciones de infor­ El Camino del Collao
mantes locales, argumentando que en muchas par­
tes de los Andes existe “...una tendencia a deno­ Ideológicamente el Inca
minar ‘inca’ cualquier senda o camino antiguo, tér­
mino que en general puede tomar el significado “asociaba sus caminos con la división concep­
de muy ‘antiguo,’” sin embargo señala también tual del espacio y la sociedad. Los caminos cons­
que un campesino indígena puede dar datos muy tituían un medio de concebir y expresar su propio
precisos y detallados. concepto de una geografía cu ltu ra l’’ (Hyslop
1992: 19).
Metodología
Son numerosos los documentos etnohistóricos que
La revisión bibliográfica de cronistas, viajeros y nos dan noticias acerca de la red vial incaica y de
arqueólogos, permitió la recopilación de antece­ la división de los cuatro caminos que salían del
dentes para una primera aproximación a la carac­ Cuzco a cada una de las cuatro particiones del Im­
terización y funcionamiento del camino del Inca p e rio , e n tre m uch o s e stá n P e d ro P iz a rro
en el norte de Chile. Conjuntamente, el estudio de (1986[1572]), G uam án Pom a de Ayala (1993
fotografías aéreas, mapas y cartas geográficas del [1616]) y Vázquez de Espinoza (1948[1629]: 516):
Loa Superior nos aportaron en la observación de
la topografía, los caminos y senderos demarcados “1499. De la ciudad salían quatro Caminos Rea­
y la toponimia. En este sentido, el significado de les principales para las quatro partes de su impe­
los nombres de los lugares, es con frecuencia una rio según los quatro vientos; El que salia a la parte
referencia útil para sugerir la presencia incaica. del norte hazia Lima Quito y demas prouincias de
Así observamos en distintos mapas (Bertrand 1885 abajo, llamaban Chinchasuio. A el que salia por
en ad elan te) y cartas g eo g ráficas, nom bres la parte del poniente a las provincias Aymaraes,
q u e c h u a s y e s p a ñ o liz a c io n e s , ta le s com o Collaguas, Condesuios, y Arequipa, llamaban
Atahualpa, Chac Inga, Copacoya, Incahuasi, Los Cuntisuio, y los Españoles Condesuios, A l que
Altos del Inca, Portezuelo del Inca, etc. salia por la parte del sur al Collao, y a todas las
prouincias que va a La paz, Charcas, Potosí, con
Otra fuente de gran importancia se constituyó en todas las prouincias de arriba, y Reyno de Chile
la historia oral, donde los relatos relacionados al llamaban Collasuio, que los Españoles llaman
tema de los senderos fueron analizados bajo la Camino del Collao. A el camino que salia al orien­
perspectiva de la organización de una prospección te llamaban Antisuio, que los Españoles llaman
arqueológica. Se abordó en forma sistemática y Camino de los Andes” (p. 516)
prudente la memoria histórica de los descendien­ En relación al camino del Collasuyu, Raffino se­
tes de los pueblos originarios con la convicción y ñala que:
experiencia de que es un conocimiento muy va­
lioso y útil para la interpretación arqueológica, en “There are two principal roads, both essentially
este caso específico para la caracterización, fun­ north to south runningfrom Cuzco either side o f
cionamiento y significación ideológica y simbóli­ the cordillera: the mountain road wich traverses
ca de los caminos dentro del Tawantinsuyu (Cas­ the Bolivian altiplano and then into northwestern
tro y Varela 2000). Luego de cruzar las informa­ Argentina; and the Coastal road from Cuzco vía
ciones obtenidas a través de la arqueología, carto­ Arica crosses the Atacama desert and into the
grafía, etnografía y etnohistoria-historia se reali­ temperature regions o f the Chile as fa r as the
zaron breves reconocimientos en senderos y ca­ Cachapoal Valley. A part fro m these there are
minos, los que fueron acompañados de registro various altemative trans-andean routes linking the
fotográfico, recolecciones superficiales y de lo­ 2 dorsal roads and a number o f other fronterier
calización de puntos con la utilización del Siste­ roads’’ (1995: 38)
ma de Posicionamiento Geográfico (GPS).
Al respecto A. R. González (1980: 43) remitién­
dose a los estudios de Strabe acerca del camino
del inca en Noroeste argentino (NOA), plantea que

90
los caminos principales o reales tenían por objeto
Sibaya
relacionar las diferentes regiones de la provincia
y conducir a Chile, y por tanto, de éstos partían Vegas de Saoaya
ramales o caminos secundarios que atravesaban
Co Inca
los principales pasos cordilleranos como por ejem­ Collacagua
plo: Cerro del Potro, Portezuelo del Inca y el Paso
Pica
de Valeriano. El camino real del NO A correría por
el valle Calchaquí hasta el paso de San Francisco
\ Coposa
para llegar a Copiapó, y este mismo tendría otro
ramal principal paralelo que seguiría hacia el sur
por La Rioja, Fátima, San Juan hasta el paso de \ Ujina
C o lla g u a s i
Uspallata. Al m ismo tram o se refiere Raffino
(1995) que seguiría desde Calchaquí a Yocavil, ¡l Am¡nchá;Ollagüe
Hualfín, Abaucán y valle de La Troya al Este del
valle de Copiapó.
\Quillagua
Núfiez (1981) y Santoro (1983) señalan que se­ Port. del Inca
gún las fuentes etnohistóricas el camino costero Cerro Colorado Co. Chao. Inca Ü Co. del Inca
que se extendía desde Tumbes por toda la costa
desértica del Perú, se internaba en el Collasuyu \ Q u e b ra d a C h u g ch u g

por el desierto del norte de Chile, hacia los pies


Atahualpal'
de las altas montañas, eludiendo las inhóspitas Chuquicamata'. “ “ rniu
Puente de Chacanee \ <1
condiciones desérticas. M ás específicam ente
lio Loa-— _^ \ C a l a m a j \
Núñez señala, “...para internarse en el desierto del
! \*s
norte de Chile por las quebradas de Tarapacá y \ ! J \ 'fTambó Salado?
seguir por el despoblado de Atacama para unirse \\ { //_fr \\ \i Licancabun
\
i X^jCaiargg, Volcán Variques

al otro camino en Copiapó” (1981:51). Por su lado


Santoro (1983) analiza un tramo de 130 km de i/
¿ Co. del
largo, de un camino que une Tacna con el valle de . Quimal \> Toconao
Volcán Pili
Codpa, en la localidad serrana de Socoroma, y que
correspondería a un segmento del mismo camino
1
3
2
real que atravesaba las tierras bajas del Collasuyu. oSocaire
is>Peine
Antecedentes del camino del Inca en Atacama i oCerro Miñiques

Co de Incahuasi
Por las notas de Bertrand (1885), Le Paige (1958- Vega de
de Ir
Incahuasi
Salar de
le In
Incahuasi
59), Mostny (1949), Muñoz (1894), Niemeyer y
Rivera (1983), San Román (1896), entre otros, Volcán Pular
sabemos que el tramo más conocido del camino
del Inca en la II Región, es el que une San Pedro i/
de Atacama con Copiapó (Figura 1). En la década Salar
í
de los '80, tuvieron lugar dos expediciones arqueo­ Punta | Vn Llullaillaco
Negra
lógicas a este segmento en las que participaron Je
Niemeyer, Hyslop, Núñez y Rivera, entre otros. / • Topónimos directamente relacionados al Inca.

La primera expedición abarcó de Peine a la agua­ I p Núñez 1981; Niemeyer y Rivera 1983; Hyslop 1984.
—— Santiago Muñoz, 1884.
i Camino tentativo del autor anterior.
da de Puquios y la segunda de allí a la quebrada ------- Francisco San Román, 1886.
Alejandro Bertrand, 1885.
El Juncal. El resultado de estas expediciones fue / Camino según informantes de Bertrand.

el reconocimiento de varias estructuras tipo tam­


bo, chaskiwasi, refugios y paravientos. Los sitios
4 °
Grete Mostny, 1949. (Camino al norte según informantes).
Gustavo Le Paige, 1958 - 9
Victoria Castro, 1992.
José Berenguer, 1994.
o Sitios arqueológicos asociados al Inca.
más importantes detectados fueron los tambos de ® Puente de Chacanee.
ESCALA 1 1.000.000
Peine, M eteorito, aguada de Puquios, río Frío y
Figura 1. Red vial incaica, norte de Chile

91
quebrada de Vaquillas y los tambillos el Cráter y “...se reúnen los dos brazos con caudal compe­
Neurara (Hyslop 1984 y 1992, Hyslop y Rivera tente de agua más hondo que la estatura de un
1984, Niemeyer y Rivera 1983 y Núñez 1981). hombre, p o r cuya causa hay dos puentes fo rm a ­
dos de fajina sobre pedestales de piedra ’’ (Cañete
O tro segm ento descrito es el enunciado por y Domínguez 1974[1791]: 245-6; Nota de Horacio
Mostny (1949) en las ruinas del Pukara de Turi, a Larraín: “puentes de fajina”, construidos con ha­
cuya información se suman relatos recopilados por ces de rama y gramíneas resistentes, amarradas
la misma investigadora, los que informan que el fuertemente entre sí.).
camino seguiría hacia el norte por Cebollar en la
ribera occidental del Salar de Ascotán, Miño, Nuevos aportes sobre el Camino del Inca en el
Aguada y Pampa de Ujina; al Oeste del cerro Pa­ desierto de Atacama
bellón del Inca, Cerros de Quelcocha y de Quisma
(?) por la parte alta de la Laguna del Guaseo, Pam­ Entre 1997 y 1998 se prospectó un tramo del ca­
pa de Sacaya y entre los cerros Piga, Lupe Grande mino del Inca que probablemente sería parte de
y Lupe Chico a Sibaya. Le Paige (1958-59 :79) una ruta troncal que vendría desde territorio boli­
hace m ención del dom inio incaico en la zona viano, pasando los límites políticos actuales, inte­
atacameña señalando que éste grando el camino de Colana por el norte (Castro
1992), el abra de Cupo, la pampa de Pacaitato cer­
“...se manifestó en Atacama, no p o r una nueva cana al sitio Topayín del Período Intermedio Tar­
red de caminos ya que éstos existían, sino p o r un dío, el Pukara de Turi, la confluencia de los ríos
perfeccionamiento y una orientación centralista. ” Caspana y Salado, la estancia de Pila, confluencia
del Caspana con el Pedregal, la instalación incaica
En el mismo trabajo describe la red de caminos de Cerro Verde y el pueblo de Caspana. De allí el
del área, que en uno de sus segmentos se corres­ camino seguiría a San Pedro de Atacama, pasan­
pondería con el tramo prospectado durante el pre­ do por la quebrada de Incahuasi, Altos de Lari, el
sente estudio. río Likan o Salado, y alrededores de los pueblos
de Río Grande y San Bartolo (Figuras 1 y 2).
Posteriormente, Castro (1992: 146) refiriéndose a
nuevos registros de sitios incas en la región del Colana
Loa, subregión del río San Pedro, anota el camino
de Colana con cierta prudencia en su asociación Empezando de norte a sur, fueron infructuosos los
con el Inca, localizán d o lo a 4.200 m .snm y deseos de incorporar en este tramo la supuesta
caracterizándolo como posta incaica de la quebrada Chac-Inga señalada
por Bertrand (1885) y cuya traducción literal se­
“...un camino de aproximadamente 2 m de ancho, ría “puente del Inca.” De igual modo, la prospec­
despejado de piedras con tramos empedrados y ción pedestre de Cupo-Colana fue fallida debido
obras de retención. El camino asciende hacia las a la existencia de numerosos campos minados, sólo
pampas y portezuelos limítrofes con Bolivia y ha­ algunos señalizados con un pequeño cartel circu­
cia el sur enfrenta el abra de Cupo y la hondona­ lar sin inscripciones. Entonces, cruzamos el abra
da que se form a entre el cerro Chao y Paniri, pu- de Cupo por un camino en muy mal estado para
diendo alcanzar p o r esos puntos hasta Turi, en la llegar a una gran explanada de vegas secas, pol­
subregión del río Salado. ” vorientas, blancas y donde el viento se elevaba en
grandes y estéticos remolinos. Nos situamos en­
Finalmente, Berenguer (1994) recorre un tramo tre los Ojos de San Pedro y las vegas de Inacaliri,
de unos 10 km entre la quebrada de la Cañada y el hacia el norte teníamos los cerros de Lay-Lay y
sitio Cerro Colorado 1, al W del cauce superior hacia el Este los de Colana, y en la pampa en esta
del río Loa (Castro 1992). últim a dirección una instalación m odular de
Codelco. En la explanada vimos varios de aque­
Asimismo, cabe mencionar la posible existencia llos pequeños letreros. Una vez en la quebrada de
de un puente incaico en Chacanee, Loa Medio. Colana, que separa los cerros de Lay-Lay con el
Aquí cordón homónimo, continuamos hasta donde el

92
Copo
PROSPECCION 1997

• Turi Pukara
\

Figura 2. Prospección arqueológica realizada en 1997

93
camino se corta por un gran portón de fierro seña­ servamos alfarería del Intermedio Tardío, Tardía,
lizado Codelco. Continuam os a pie siguiendo Colonial temprana, loza y etnográfica. Nos devol­
aguas arriba por la quebrada. Por ambas vertien­ vemos por el mismo camino hasta la bifurcación
tes observamos la existencia de postación que nos y retomamos el que mostraba mayor tránsito. Este
sugirió no salimos de estos deslindes. Toda el agua se interna quebrada adentro desdibujándose y don­
de la quebrada está entubada y observamos muy de comenzamos a ver numerosas estructuras, un
poca flora y fauna. En la vertiente norte e inme­ asentamiento tipo estancia, entre la que destaca
diatamente al costado del camino vehicular, nos una habitación con el vano y dintel intacto, con
encontramos con la Cueva Chica que en la carta poyo interior y que recuerda a algunas estructuras
geográfica estaría indicada en la vertiente opues­ de Aldea Talikuna en Caspana. Encontramos ma­
ta. Aquí vemos las paredes tiznadas del alero, con terial prehispánico tardío y moderno en superfi­
una profusión de petroglifos entre los que desta­ cie. Inmediatamente al Este, donde las estructu­
can figuras identificadas como “vulvas.” Sobre y ras se hacen de mayor tamaño, observamos un ta­
a los costados de ellas hay otras irreconocibles, ller lítico, cuya principal materia prima es la cal­
fracciones de camélidos e inscripciones de 1952, cedonia. Aquí la curiosidad nos atrapa y decidi­
1954 y 1966. De la cerámica de superficie reco­ mos guiamos por las huellas dejadas por el paso
nocimos aquella roja alisada de Turi (Varela 1992), de las llamas para adentramos quebrada arriba,
fragmentos de pasta con mica sin y con revesti­ donde nuevamente ya no existe la protección de
miento rojo, semejante a la cerámica del cemen­ Codelco. La quebrada se com ienza a estrechar
terio Los Abuelos de Caspana y un fragmento de fuertemente donde vemos las últimas estructuras
aspecto temprano con antiplástico muy grueso. El tipo corral. La pendiente se hace fuerte y en el
escaso material se mezcla con basura subactual y costado sur de la quebrada se nos presenta la Cue­
moderna. Dos estructuras adosadas a la pared del va Grande, señalizada en la carta geográfica co­
alero, de muro simple y con gran cantidad de ar­ rrectamente. El techo está muy desmoronado, parte
gamasa entre las piedras, terminan por caracteri­ de las paredes muy tiznadas, se ve pintura roja en
zar la cueva. Seguimos subiendo hasta ver una un sector bajo pero fue imposible reconocer algu­
bifurcación y allí tomamos el ramal menos transi­ na figura. Unos pocos metros más arriba vemos
tado que se dirige hacia el norte por una fuerte un primer tramo de camino empedrado, en muy
pendiente de arena y ripio. En superficie, aislado, malas condiciones de conservación. Su ancho no
encontramos un fragmento cerámico altiplánico supera los 3 m y ocupa buena parte del ancho de
Tardío (Hedionda local sensu Uribe 1996). Lle­ la base de la quebrada. En partes ésta se estrecha
gamos hasta un portón similar al del inicio, lo cru­ tanto que el camino desaparece por el correr de
zamos y subimos la última abra. Al costado NO las aguas lluvia, en otros sectores donde se ensan­
vemos otro camino que nos llama la atención, se­ cha en ocasiones sube pequeños lomajes para vol­
ñalizado en ambos costados por hileras de piedras ver a caer al cauce. Observamos en varios otros
medianas a grandes y cubierto completamente de puntos muros de contención que afirman la recta
arena. El sector donde nos encontramos ya está del camino que se conduce en “SSS” aguas arri­
fuera del terreno de Codelco, no hay señalizacio­ ba. Ya eran pasadas las seis de la tarde, cuando
nes y consideramos arriesgado distanciarnos del llegamos a un sector donde se ensancha la que­
sendero vehicular. De esta abra miramos hacia el brada, y donde se observa una pendiente arenosa
norte la pampa de la Cachimba y el portezuelo que permite un paso orientado al norte, sin em­
que comunicaría esta explanada con la septentrio­ bargo la quebrada sigue en dirección SE, donde el
nal pampa de la Apacheta. En dirección contraria perfil de ella deja ver uno de los cerros del cordón
a este camino registramos un pequeño sitio, con­ de Colana marcado por caminos rectos diagonales
formado por tres estructuras de piedra, de planta que suben hasta casi la cima. En estos caminos se
subcircular, bajas, con diámetro entre los 2,3 y 1,8 alcanzan a ver muros de contención de muy bue­
m, y adyacentes a afloramientos rocosos. La dis­ na construcción que en conjunto con lo que he­
tribución de los desechos abarcan hasta unos 6 u mos recorrido, nos hacen pensar más bien en un
8 m del camino. Lo denominamos sitio Del Vi­ camino llaretero que en un tramo de los caminos
drio por la gran cantidad de trabajo de desbaste incaicos. Nos devolvemos sin haber unido en te­
encontrado en esta materia prima. Además, ob­ rreno, el camino de la quebrada con aquellos o

94
Figura 3. Alero y taller Utico del sitio Ojos de Cupo

aquel que vemos en el cerro de Colana. este volumen) (Figura 3). Aguas abajo y a pocos
metros, sobre la ladera izquierda comenzamos a
Cupo-Fort Henry-Pacaitato ver numerosos aleritos que se van sucediendo, cada
uno con un pircado exterior. Poseen ocupación pro­
En la vega de Turi, el camino que viene del Pukara longada desde el Intermedio Tardío hasta tiempos
al norte continúa hacia el ojo de agua y de allí a actuales. Distinguimos casi 30 paneles de arte ru­
Cupo, pasando por Topayín, precisamente por la pestre, petroglifos de estilo Kalina (Alto Loa), pin­
vega de Pacaitato. El camino de vehículos hasta turas en rojo sem ejantes a las del río Salado,
su bifurcación con el que va a Paniri, asentamien­ caravaneros en colores amarillo, verde y rojo,
to agrícola del Intermedio Tardío, está sobre un petroglifos modernos de camiones que me recuer­
arenal y coincidiría con el camino del Inca. De dan los hallados en el Alto Loa, cabezas de llamos
allí hacia el abra de Cupo sigue muy pedregoso con cuerpo serpentiforme en color naranjo, figu­
según nos han señalado y nos señalarían de igual ras serpenteantes circunscritas en un subcírculo
manera en Cupo. Una vez aquí, buscamos alguién semejantes a las de Turi y el Salado, y unos pocos
para preguntar acerca de unas pinturas rupestres petroglifos de camélidos rígidos en técnica de
que en Santiago habíamos conocido a través del picoteo que hem os asociado con la presencia
padre mercedario Jorge Astrosa, el entonces di­ incaica. Nuestro recorrido por los campamentos
rector del museo de la congregación, que algunos de Los Ojos de Cupo nos cobró toda la tarde, y el
años residió en Calama. Siguiendo las ejemplares regreso fue en vehículo, dejando pendiente el re­
indicaciones de una viejita del lugar, encontramos conocimiento a pie de este tramo. Pasando el ca­
las nacientes de la aguada que riega los cultivos mino que corta hacia el pueblo de Cupo, vemos
de Cupo. En una pequeña entrada de la quebrada otro ancho que más adelante se nos vuelve a cru­
hay tres aleros altos con techos de lajas andesíticas, zar. La viejita de Cupo nos había señalado éste
muchas de ellas fueron ocupadas para la confec­ para bajar hasta las vegas de Pacaitato y luego a
ción de palas líticas, de formas semejantes a las Turi, “viene de San Pedro (Inacaliri)”, nos dijo.
que conocemos en la región (Uribe y Carrasco en El camino vehicular Turi-Cupo pasa por el NO

95
del cerrito de Topayín, y entre éste y unas estruc­ mas dejan el camino con una concavidad pareja
turas de piedra de planta rectangular que en oca­ en el centro. Lo seguimos hasta llegar a un leve
siones pasadas quisimos ver. Nos bajamos para alto donde distinguimos una acumulación de pie­
recorrer el lugar, algunas de las estructuras pre­ dras desmoronada. El camino es débil, de sustrato
sentaban radier que había sido roto ex profeso. aún arenoso y se ensancha levemente mientras
En superficie, la cantidad de latas, vainas de fusil, subimos hasta donde encontramos otra acumula­
vidrios y unas trincheras militares excavadas so­ ción baja y derrumbada, con unas piedras que su­
bre un pequeño promontorio tras las estructuras, gieren dudosamente otras dos estructuras peque­
nos delatan que estas construcciones debieron per­ ñas. En este hito encontramos un fragmento de
tenecer a las instalaciones del antiguo Fort Henry, cerámica de pasta colada que hemos incluido den­
guarnición del ejército. O tras estarían en los tro de la familia altiplánica asociada al Inca. Ha­
faldeos mismos del cerro Topayín. En el promon­ cia el Este, en la segunda cota de mayor altura,
torio recolectam os cerám ica etnográfica y roja vemos otras cuatro estructuras semejantes, desor­
alisada de Turi, en los sectores más bajos también denadas y derrumbadas. Hacemos un reconoci­
hallamos vidrio lila, cerámica altiplánica tardía, miento sin observar material cultural en superfi­
una preforma de punta de proyectil, algunos frag­ cie. Seguimos el trazado, pasando por la única
mentos de malaquita y basuras múltiples. quebradita de nuestro itinerario Turi-El Encuen­
tro. Por aquí bajó el agua, dejando evidentes hue­
Turi-El Encuentro-Pila llas de su paso. El cam ino está borrado y lo
retomamos una vez pasando la quebradita, cuan­
Salimos antes de medio día de la casa de M aría do el terreno nuevamente se hace plano. Más ade­
Berna en las estancias de los baños de Turi. El lante cruzamos un antiguo sendero vehicular, pa­
camino, según señala Virginia, hija de María, es ralelo a una antigua tubería, es ancho, recto y está
recto y está muy borrado, como apenas lo distin­ muy cubierto de arena. Unos cientos de metros
guimos en la carta aérea. Subimos al Pukara de más adelante pasa el actual camino de la cañería
Turi por la quebradita del oeste, frente a los corra­ Toconce-Ayquina. Unos 15 a 20 m antes de llegar
les de Virginia y en la entrada a la cancha de la a la “huella” Toconce-Ayquina, como los lugare­
kallanka del sitio, nos señala un camino que ha­ ños llaman al camino vehicular, vemos dos hitos
bría hecho Domingo Berna para traer agua desde o acumulaciones de piedras nuevamente derrum­
frente de sus corrales. Este camino bordea y llega badas, distantes unos 10 m entre sí y por donde
por detrás del gentilar, justo atravesando el cami­ pasa el camino por el que vamos. Nuevamente,
no inca indicado ya por Mostny en 1949 (Figura no encontramos material cultural en superficie.
4). Seguimos hacia el sur donde se va desdibujando Seguimos ahora unos pocos metros por el camino
el camino y en la parte mejor conservada se apre­ de autos, para retomar hacia un costado el sende­
cia el despeje del terreno de las rocas más gran­ ro que baja al río Salado. Desde aquí se ve “El
des, quedando éstas alineadas en ambos bordes. Algarrobal” de la confluencia de este río con el
Bajamos por un sector más o menos despejado y Caspana y bajamos por un estrecho sendero que
que está cubierto de arena fina y blanca hasta el dibuja un zig-zag, con un rústico muro de conten­
plano. Adelante no se distingue camino alguno, ción. Cruzando el río, hallamos petroglifos de dos
aquí la superficie es arenosa y corre viento gran llamos lineales rígidos, delante de uno de los pa­
parte del día. Virginia señala que debemos llegar neles más grandes y abigarrados del Encuentro
en línea recta a una “llave de la cañería”, desde (Gallardo et al. 1999). Ahora el camino sube por
donde saldría el camino tropero que va hacia El la ladera contraria de la quebrada, haciéndose muy
Encuentro. Ciertamente, aquí el camino presenta notorio, blan q u ecin o y desg astan d o la ro ca
cierta socavación en el sustrato arenoso, es estre­ ignimbrítica. Antes de llegar a la cima el camino
cho y en ocasiones se bifurca para volver a en­ corta una estructura tipo corral. No hay material
contrarse más adelante. En las partes más anchas cultural en superficie. Continuamos hacia la cima
no sobrepasa los 1,8 m. Virginia señala que los por este marcado camino que en ocasiones fácil­
burros al caminar van dejando una huella más pro­ mente alcanza los 5 m de ancho. Llegamos a un
funda que las llamas, haciendo pequeñas ondula­ encuentro de caminos, donde uno baja hacia la
ciones que señalan los pasos, mientras que las lla­ quebrada del Salado y pareciera coincidir con una

96
Figura 4. Camino detrás de la cancha y kallanka del Pukara de Turi

Figura 5. Bajada en zig-zag del río Salado

escala en zig-zag, con un espectacular pircado que tual en superficie. Su vano de entrada está abierto
después podríam os identificar tentativam ente hacia los 42° NE.
como Tchapolkolo. Seguimos camino hacia Pila,
por un trazado recto y ancho, que se va volviendo Tchapolkolo3-Pila-Cerro Verde-Caspana
arenoso. A unos 12 m pendiente abajo, hacia el
Salado, registramos restos de un muro de aproxi­ Aproximadamente a 1 km aguas arriba del En­
madamente 8 m de largo en dirección E-W y com­ cuentro Salado-Caspana bajamos por la “escale­
pletamente derrumbado que señala un terraplén. ra” de Tchapolkolo. Esta bajada aprovecha de piso
Tampoco presenta material cultural en superficie. un afloramiento rocoso del talud de la quebrada.
Finalmente, llegamos por el camino a la Capilla
de Pila, hoy en mal estado de conservación y con 3 Se ve la necesidad de corroborar este topónim o en un próxi­
cerámica, mortero, deshechos líticos y basura ac­ mo terreno.

97
Sobre la roca se han elevado muros de contención subida del camino que va a Toconce vemos una
que dibujan un zig-zag hasta llegar al nivel del río apacheta que mide 1 m de diámetro y 1,6 de alto.
(Figura 5). La anchura máxima de cada uno de En las inmediaciones recolectamos cerámica Yavi-
estos “escalones” es de aproximadamente 6 m y La Paya y roja revestida de Turi. En la cima de la
la mínima de 3 m. El pircado es de grandes bolones otra ribera del río vemos otra apacheta de dimen­
y de aparejo celular a rústico, sin embargo a dis­ siones semejantes. En Cerro Verde el camino tie­
tancia se observa como un conjunto de gran fac­ ne un ancho de casi 2 m y se dibuja muy desgasta­
tura, y está cortado por un muro de contención do en línea recta hacia arriba. En el costado oeste
que sostiene una cañería y el camino vehicular encontramos otra acumulación de piedras de 90
actual. Pasando el río comenzamos a subir por un cm de diámetro y 70 cm de alto, desde allí se mira
camino labrado en la roca ignimbrítica, hacia un la apacheta del otro lado de la quebrada. Al mis­
costado hay una pequeña estructura en “U ” con mo costado del camino y frente a las construccio­
un pircado bajo de 55 cm de altura y abierta a los nes subactuales que Julián Colamar llamara “La
45° NE. No hay material cultural en superficie. Ig le sia ” y donde lleg a el cam ino v e h icu lar
Seguimos el camino en “S” y junto al costado Este Caspana-Cerro Verde, encontramos otra más de
registramos una acumulación de piedras de 1 m estas estructuras de 60 cm de diámetro y 50 cm de
de diámetro y 90 cm de alto. El camino continúa altura. Seguimos por la huella hasta donde hay dos
ascendiendo recto e inclinado y en superficie ve­ ramales diagonales, el de mano derecha vuelve
mos uno que otro fragmento rojo alisado de Turi unos pocos metros más adelante a empalmar con
y partes de herraduras de muías. Llegamos hasta el de vehículos y el otro continúa como sendero
donde hay un pequeño alero que mira al norte, en hacia una quebrada seca. Tomamos por este últi­
su interior hay estiércol de mulares y no se ve mo, que sigue paralelo a la quebrada a una cota
material en superficie. Unos metros más arriba del más bien alta. Adelante encontramos un pequeño
alero converge este camino con el que se inicia en muro de contención del camino de 2,4 m de largo
El Algarrobal. Desde allí continuamos hacia Pila. y 45 cm de ancho. Y unos metros aún más adelan­
Al costado oeste del camino se ve un promontorio te hay otro de similares dimensiones. Continua­
o pequeño cerrito negro, en cuyos faldeos hay es­ mos camino hacia Caspana, hasta dos conjuntos
casos fragmentos de cerámica Ayquina y arriba de piedras amontonadas de 1,3 y 1,2 m de diáme­
algunos de filiación altiplánica Tardía (Uribe tro, dispuestos uno a cada lado del camino y dis­
1996), pero no hay ningún tipo de estructura. Con­ tante entre sí 1,2 m. Hay poco material cultural en
tinuamos hasta la Capilla de Pila donde el camino superficie, cerámica roja revestida Inca-local y una
baja a la terraza ribereña de la confluencia del moneda de los años setenta. Cientos de metros más
Caspana y Pila, como mencionan los lugareños a adelante el camino empalma nuevamente con la
la Quebrada del Pedregal, por un sector de arenal huella que llega al Pueblo Viejo de Caspana.
donde hay gran cantidad de desechos (Figura 6).
En la margen Este del camino hay un panel con Cementerio de Los Abuelos-capilla del alto de
una gran llama y una pequeña ave en su interior Caspana-Incahuasi
(G allardo et al. 1999:63). U na vez abajo, se
intersecta con la huella vehicular que parece cor­ El gran camino de subida por el farellón sur de la
tar la estancia de la señora Salvatierra. Ahora la quebrada de Caspana es el que posee mayor tra­
única vía alternativa es continuar por dicho cami­ bajo de ingeniería de todos los recorridos. Actual­
no, cruzar el agua y pasar el arte rupestre “moder­ m ente este cam ino parte del Pueblo Viejo de
no” que incluye al personaje Condorito, hasta la Caspana, pasa cortando el Cem enterio de Los
mitad de la subida donde el camino antiguo se A b u e lo s, p o r el te rc io su p e rio r, y sube
aparta siguiendo paralelo al de vehículos y se in­ sostenidamente en línea recta el talud de la que­
terna por el talud de la quebrada del Caspana, ha­ brada. Se encuentra libre de piedras, con un
cia la siguiente confluencia de éste con el río Cur­ sustrato arenoso y su ancho es más o menos regu­
te. El camino conduce a una estancia actual, si­ lar alcanzando los 3 m. Sobre el cuarto superior
tuada en la mitad del talud, y desde allí seguimos de este camino, comienza a asomar el cascajo del
hasta el encuentro de ríos, hacia el sitio de Cerro suelo ignimbrítico y se observa una escalinata la­
Verde. Bajo el sendero del Curte y enfrentando la brada en la roca de pequeños peldaños hoy des-

98
Figura 6. Camino El Encuentro a Pila

Figura 7. Escalera labrada en piedra, en camino de


Caspana al alto de la capilla

99
gastados por el tránsito (Figura 7). Después de un producto de una quiebra ritual. Continuando, en
viraje de aproximadamente 80°, la superficie se el camino se van sucediendo estructuras simila­
convierte en un camino empedrado que en un vasto res, a cortas distancias unas de otras, una de las
trecho necesita relleno y contención para conti­ cuales presenta alrededor cerámica Ayquina, des­
nuar hasta la explanada del alto. Se llega a esta baste lítico y un fragmento de vidrio negro puli­
explanada por medio de otra ancha escalinata for­ do. Otra la observamos en un pequeño bajo are­
mada por piedras de regulares tamaños muy bien noso y ocupa las piedras redondeadas del lugar.
encajadas. Arriba en la meseta hay una capilla con Hay fragmentos líticos. Intersectando la huella que
una gran cancha rectangular y en ella un altar con va hacia el Tatio nuestro sendero se hace también
una cruz, lugar donde hoy peregrinan los lugare­ el de vehículos y en la siguiente estructura derrum­
ños en ocasión de sus festividades, en especial de bada encontramos cerámica decorada negro so­
la Virgen de la Candelaria, patrona de la comuni­ bre rojo, quebrada in situ. Para este amontona­
dad. Del vértice SE de la cancha, sale un pequeño miento se ha usado la piedra redondeada escogida
sendero que llega hasta el sitio de Aldea Talikuna, del lugar y al continuar seguimos viendo en am­
aproximadamente a 1,5 km en línea recta desde la bos lados del camino estructuras semejantes y sin
capilla y bajando previamente por la Quebrada material cultural en superficie. Seguimos por este
Seca. Los lugares por donde se bajan a las que­ camino hasta retomar el de baquiano, el que sale
bradas suelen estar señalizados por hitos o peque­ al SO. Pasamos frente de la estancia de Marta
ñas acumulaciones de piedras. En sentido contra­ Panire cercana a una pequeña quebradita con agua.
rio, hacia Incahuasi el camino está señalizado en El camino sube por la ignimbrita, marcando el
la carta geográfica como un sendero y se ve níti­ sendero hasta una punta, para allí bajar hacia la
damente en la fotografía aérea. Se cruza y corta quebrada de Incahuasi, pero distante del sitio ar­
en varias partes con el camino vehicular o huella queológico y aguas abajo unos 2000 m aproxima­
que une Caspana con Chiu-Chiu. En la última in­ damente. En otra temporada recorrimos el cami­
tersección de ambos caminos, su ancho es de no que uniera el sitio arqueológico de Incahuasi-
aproximadamente 2,5 m y se eleva unos 2 m por Inca con el segmento anteriormente descrito. Des­
sobre el nivel de la huella. El camino está limpio de el sitio se observa en el talud Este, una subida
de piedras, muy marcado, evidenciando un arduo con algunos quiebres en zig-zag. Para tomarlo
tráfico. En una cantera explotada de liparita blan­ debemos pasar el complejo agrohidráulico (Adán
ca y a unos 200 m al norte del camino vemos una y Uribe 1997: 550), cruzar el cauce y llegar a una
apacheta junto a una estructura en “U”, semejan­ débil senda de no más de 50 cm de ancho, con
te a la que encontráramos en una prospección de evidencias de uso actual. En frente está el campa­
los faldeos de los Morros de Cablor. La abertura mento minero actual con dos grandes bloques de
de la estructura se orienta en 130° y al costado de roca mineral, negro-verdosa, donde también hay
la apacheta hay basura actual quemada. Pasamos un camino con muro de contención que desapare­
por la primera quebrada donde el camino tiene un ce circularmente, para seguir la huella por el pe­
pircado hacia un costado, que lo recorre más o ñón desgastado, hacia aguas abajo. Comenzamos
menos paralelo y luego lo cruza, aquí mide 3,5 m a subir la ladera por un camino poco transitado y
de ancho y se dirige en 320° a la quebrada de entre rocas con cristalizaciones de magnesio, hie­
Incahuasi. Hay una apacheta desmoronada en la rro oligisto y hematita en distintos grados de con­
margen inmediata del oeste, de 60 cm de alto y de creción y pureza. El camino sube recto en diago­
1.2 a l ,5 m de diámetro. Unos pocos metros más nal para quebrarse en 60° más o menos y hacien­
adelante y aproximadamente unos 150 m hacia el do escalera de la roca natural. Al costado inferior
norte del camino, encontramos unas estructuras del camino se acumulan las rocas de mayor tama­
tipo paraviento asociados a dos corrales miniatu­ ño y al costado opuesto se ha socavado extrayen­
ras. En los alrededores hay desechos líticos. Más do tierra y piedras del cerro. Se devuelve en zig­
adelante hay otra estructura desmoronada de unos zag dando la espalda a los cerros Cablor y Chita y
3.2 m de largo y sobre el derrumbre hay un pe­ tras una pequeña curva llegamos al alto. El ancho
queño amontonamiento de piedras y numerosos del camino aquí es de más de 3 m, se despeja de
fragmentos cerámicos alisados rojos y grises de piedras mayores en los costados y comenzamos a
Turi que sugieren ser de una misma pieza, quizás ver otras acumulaciones de piedras semejantes a

100
las descritas en el primer segmento de este cami­ tención-contención y el empedrado del camino
no. Hacia el SO del mismo hay una estructura Cementerio Los Abuelos-capilla del alto.” Este
mayor desmoronada que en un costado tiene una camino ha sido ocupado continuamente por la
huella que termina en hitos geodésicos. Junto a gente de la comunidad, especialmente en momen­
estos hitos encontramos un fragmento de mortero tos de fiestas religiosas donde peregrinan con sus
hondo, otro entero más burdo y profundo junto imágenes sagradas, en andas, hacia la capilla del
con restos líticos variados. El camino continúa por alto. El buen estado de conservación que hoy
la huella hasta una bifurcación peatonal que con­ muestra seguramente se debe a trabajos de man­
tinuamos y que en un trecho más lejano vuelve a tención y restauración por parte de la comunidad.
cortarse por el camino de autos que va hacia la Existen muchos antecedentes de limpieza de ca­
mina de Incahuasi, continuando ortogonalmente minos en los Andes y también en los relatos de
sobre un sustrato arenoso con despeje de piedras Francisco Saire, caspaneño, quien nos contara que
hacia los costados y que finalmente llega a la mis­ anualm ente se hacía la lim pieza del cam ino
ma estancia de M arta Panire. Caspana-Río Grande en comunidad y compartido
entre ambos pueblos (Castro y Varela 2000). Acer­
Conclusiones y proyecciones ca de las escalinatas en los caminos incaicos,
Hyslop (1992) señala que son de distintas varie­
Hemos unido mediante antiguos caminos los si­ dades y usualmente están hechas de piedras co­
tios arqueológicos incas del territorio comprendi­ munes que pueden o no tener algún trabajo, y que
do por el río Salado, Turi-Cerro Verde-Caspana- junto con los trazados en zig-zag son las dos for­
Incahuasi, siguiendo una dirección general aproxi­ mas de encarar las pendientes de gran inclinación.
mada NO-SE, y logrando así un primer reconoci­ Por otro lado, las escalinatas con los peldaños ta­
miento de la red vial incaica en la zona. El cami­ llados en la roca, como el segmento más bajo de
no atraviesa una geografía de quebradas altas, en­ la escalera de Caspana, no fueron reconocidos por
tre los 3.250 y 3.500 m.snm, pasando por superfi­ Hyslop en los caminos del dominio imperial al
cies de diferentes características: (a) por arenales, sur del lago Titicaca. Acerca de los trazados en
hacia el Norte y especialmente hacia el SE del zig-zag, agrega que son relativamente comunes
Pukara de Turi, donde el trazado difícilmente se desde Ecuador hasta Argentina y existen prefe­
reconoce debido a la acción del viento sobre el rentemente en caminos sin construcciones forma­
plano y algunos hitos o amontonamientos bajos les. La combinación de caminos en pendientes
de piedras sirven de señalizadores de su trayecto; cuesta arriba y cuesta abajo con pendientes late­
(b) sobre rocas donde el tráfico se manifiesta por rales han sido solucionados en la vialidad incaica
la erosión y desgaste del suelo de liparitas o con muros de contención con trazos en zig-zag,
ignimbritas, especialmente en el tramo El Encuen­ ejemplo que Hyslop cita a través de los estudios
tro-Pila y en el sector de Cerro Verde, y (c) por de K. Stothert en el área boliviana. La bajada en
lugares areno-pedregosos donde el despeje de pie­ zig-zag de Tchapolkolo se ajustaría teóricamente
dras va marcando la trayectoria, como es en el a este patrón incaico de solución de caminos en
sector de Cupo, Pukara de Turi, norte de Pila y de un sector sobre suelo de rocas y con combinación
allí a Cerro Verde y el tramo Caspana-Incahuasi. de pendientes laterales con pendiente cuesta arri-
En ninguno de estos casos las piedras sacadas fue­ ba-cuesta abajo. Los hitos o amontonamientos de
ron ocupadas para construir un muro lateral, ni piedras, señalizadores del camino, en los tramos
para demarcar los límites adyacentes, sino que Turi-El Encuentro y Cerro Verde-Caspana son
fueron removidas y tiradas lejos de los bordes. Es otros elementos descritos por Hyslop (1992) y
justamente este último tipo de camino que Hyslop Niemeyer y Rivera (1983) que se asocian al cami­
(1993: 63) señala estar bien ejemplificado por tra­ no incaico de Atacama, así como otras pequeñas
mos en la red vial incaica que atraviesa el desierto estructuras en “U” y paravientos en forma de coma
de Atacama. que hemos registrado especialmente en el tramo
Caspana-Incahuasi. Para los dos últimos tipos de
Por otro lado, existen otros elementos formales estructuras, si bien las dimensiones y formas ge­
de construcción que nos sugieren la obra de inge­ nerales son semejantes a las del salar de Atacama,
niería incaica, como la escalera, los muros de re­ éstas difieren en que las primeras presentan una

101
hilada y las segundas doble hilada. de Le Paige (1958-59), por cuyos faldeos pasaría
el sendero que se dirige a Cupo, Topayín y Turi, y
En relación al material cultural recolectado en la hacia el oriente a tierras bolivianas. Ahora hacia
superficie de las estructuras, vemos que sustan­ el sur, los colegas Uribe y Carrasco hicieron un
cialmente se diferencia de las recolecciones he­ primer reconocimiento pasando por Yerba Buena
chas por Niemeyer y Rivera (1983) en dos aspec­ y L ikan, e n co n tran d o en e ste ú ltim o lu gar
tos muy significativos: (a) ausencia de fragmen­ petroglifos de felinos moteados semejante a los
tos cerámicos propiamente incaicos, sólo en una identificados en el río Salado asignados al perío­
estructura se halló fragmentos rojo alisados de Turi do Tardío (Gallardo et al. 1999).
y en otra cerámica decorada negro sobre rojo; (b)
mucho menor presencia de material cultural, que Como se ve, no cabe dudas que los caminos sir­
en su mayoría corresponde a desechos líticos grue­ vieron para unir lugares poblados, de interés eco­
sos, que recuerdan a la industria lítica del Forma- nómico, de peregrinaje, sagrados, y finalmente
tivo. En este sentido, el estudio de caminos exige como símbolo omnipresente del poder y autori­
extenderse a regiones mucho más amplias que las dad del Estado Inca. En relación a esto Núñez
aquí recorridas, es así que se vuelve interesante (1981) opina que “la construcción del camino
incorporar zonas más distantes como la subregión incaico en el norte de Chile está relacionada con
del río San Pedro y el Alto Loa hacia el norte, y la la conquista misma del territorio”, y cuestiona la
cuenca del salar de Atacama hacia el sur, con el teoría de la red vial preexistente de Le Paige (1958-
objeto de integrar a través de la red vial segmen­ 59), señalando que parte de esta red fue construida
tos del territorio bajo el dom inio im perial y con posterioridad a la dominación incaica. Esta
visualizar a través de ella su organización territo­ aseveración lamentablemente no ofrece mayores
rial. detalles, pero en lo que concierne al segmento por
nosotros prospectado vemos que este camino une
En relación a ésto, es que se muestra de gran inte­ sitios de filiación incaica hoy bien documentados
rés el sitio arqueológico que denominamos Ojos e incluso otros más antiguos. En este sentido,
de Cupo. Este yacimiento parece ser un importan­ Núñez le resta importancia a las rutas del tráfico
te lugar de campamento, seguramente utilizado caravanero preincaico que durante siglos mantu­
desde tiempos muy remotos a juzgar por la pre­ vo com unicados los pueblos de Atacam a, con
sencia de arte rupestre del Arcaico Tardío y For- Tarapacá, Bolivia, el Noroeste Argentino y regio­
mativo. Asimismo, otros estilos de arte rupestre nes meridionales. Al respecto, pero más específi­
presentes en el sitio y el material cerámico de su­ cos son Niemeyer y Rivera (1983) quienes al re­
perficie nos señalan la presencia de población lo­ ferirse al camino del Inca en el sector comprendi­
cal durante los períodos Intermedio Tardío y Tar­ do entre Peine y Juncal señalan:
dío. La presencia de loza, vidrio, latas conserveras
y petroglifos de camiones, extienden su ocupación “...aparece como una responsabilidad inca, puesto
a períodos históricos y actuales. Geográficamente que no se han encontrado restos de cultura mate­
esta abra conecta la subregión del río Salado con rial de época anterior, correspondiendo todos ellos
la del río San Pedro, donde existen otras eviden­ a elementos de influencia inca, inca propiamente
cias del Tawantinsuyu (Castro 1992). El sitio se tal, y aún de desarrollos locales de época incaica
manifiesta con gran potencial para aportar en el como es la cerámica descrita, los pocos objetos
co n o c im ie n to de la m o v ilid a d p o b la c io n a l líticos y la “manopla ” de cobre. El camino en este
interregional, si consideramos además su locali­ sector se vincula a ramales ubicados siempre ha­
zación en relación al paso cordillerano que conecta cia el Este y que se dirigen a explotaciones mine­
esta subregión del Alto Loa con la zona altiplánica ras o a santuarios, como al Llullaillaco, Salín,
m eridional boliviana, específicam ente con las Socompa. ”
cuencas hidrográficas del Lípez y Quetena. Por
otro lado, tenemos las informaciones vertidas por
Por otro lado, Hyslop (1992: 94) plantea que el
Bertrand (1885) en relación a la “posta” incaica
camino incaico que atraviesa el desierto de Ata-
de la rinconada Chac-Inga, pasando el Cerro Lay-
cama es un buen ejemplo de un trazado realizado
Lay. Este mismo cerro es señalado en la red vial
con fines administrativos:

102
"Constituía la ruta más corta entre el Cuzco y la por una combinación de factores geográficos y cul­
importante región central de Chile. Debió tener turales
poca importancia desde el punto de vista militar,
puesto que el agua es sumamente escasa, lo que “las influencias culturales más importantes fu e ­
hubiera hecho muy difícil sino imposible la mar­ ron, por lo general, las zonas de alta densidad
cha de ejércitos. Las tropas que se enviaban a la poblacional y/o donde se desarrollaban activida­
región central de Chile lo hacían p o r la vertiente des de interés específico para los Incas, acá defi­
oriental de los A ndes." nidas simplemente como religiosas, militares, ad­
ministrativas y económicas. ”
Sin embargo, a este segmento de un “troncal” que
estaría documentado desde Peine hasta Copiapó, Así los centros de población preincaicas fueron
se le anexaron otra cantidad de ramales de impor­ factores que influyeron la dirección de la red vial
tancia económica, administrativa y religiosa, como imperial, también sus caminos, cuya construcción
nos sugiere el tram o prospectado Cupo-Turi- debió ser una importante actividad si pensamos
Caspana-Incahuasi, y gran parte de ellos, coinci­ en unir zonas ecológicamente distintas, a través
diendo con caminos preexistentes que unían po­ de relaciones económicas complementarias, como
blaciones locales del Intermedio Tardío. Además sucediera en los Andes desde tiempos antiguos.
los sitios localizados en el Alto Loa (Castro 1992) En el futuro, por lo tanto, sería interesante incor­
y el segmento del camino inca aledaño al curso porar al segmento prospectado, al menos dos si­
del río Loa hacia el norte (Berenguer 1994), ha­ tios del Período Intermedio Tardío, uno de gran
cen pensar que quizás la continuación del incañan im portancia agrícola como Paniri, y Likan de
o capacñan de fuerza administrativa, menciona­ Toconce por su importancia poblacional (Aldunate
do por Hyslop (1993) para el tramo Peine-Juncal, y Castro 1981).
siguió aquellos rumbos. Y en este sentido es que
se tendría que encontrar o descartar en terreno la Agradecimientos
unión más lógica entre estos dos tramos, quizás
vía Incaguasi del Alto Loa, Atahualpa, Chuquica- Comprometen mis más sinceros agradecimientos
mata, Quimal, como lo sugiere tentativamente Mu­ mis colegas y amigos Victoria Castro, Mauricio
ñoz (Varela 1999 Ms). O, simplemente suponer U ribe, L eonor A dán, P a tric ia A yala, C arlos
una estrategia complementaria de construcción y Carrasco y la etnohistoriadora Viviana Manríquez.
uso, en la cual se incorpora la “infraestructura” Quiero además agradecer muy especialmente a la
preexistente, especialmente cuando tiene relación am iga y baquiana V irginia Panire de Turi, a
con aspectos económicos como la explotación Jerónima Salvatierra, Francisco Saire de Caspana,
agrícola y minera, y en otras ocasiones el domi­ al p a d re Jo rg e A stro sa de la co m u n id ad
nio se remarca en la construcción de caminos nue­ mercedaria, a don Luis Zambrano baquiano y cho­
vos que van dejando huella junto con la incorpo­ fer de la zona, y a Pilar Alliende por su constante
ración de nuevos territorios. incentivo.

Concordamos con Hyslop (1993: 99) que el tra­


zado de los caminos incaicos estuvo determinado

103
BIBLIOGRAFIA

AD AN , L.. y M. URIBE. Cambios en el uso del espacio en los nes de la Sociedad A rgentina de A n ­
1997 períodos agroalfareros: Un ejem plo en trop ología, T om o XIV. N °l: 63-82,
la ecozona de quebradas altas, localidad Buenos Aires.
de Caspana (Prov. del Loa, II Región).
A ctas del II C ongreso N acional de GUAMAN POMA DE AYALA, F. N ueva coronica y buen
Antropología Chilena Tomo II, pp 541- 1993 [16161 gobierno. Franklin Pease, (Ed.) Fondo
555, Santiago. de Cultura Económ ica, 3 vols. Sección
de O bras de H istoria, Lima.
ALDUNATE, C., y V. CASTRO. Las chullpa de Toconce y
1981 su r e la c ió n co n el p o b la m ie n to HYSLOP, J. The Inca road system. Academic Press,
altiplánico en el Loa Superior. Perío­ 1984 Inc. Orlando, Florida.
do Tardío. Tesis de grado de Licencia­
do en Filosofía con m ención en Prehis­ 1992 Q hapaqñam . El sistem a vial incaico.
toria y A rqueología, U niversidad de Instituto Andino de Estudios A rqueoló­
Chile, Santiago. gicos, Petróleos del Perú, Epígrafe S.A.
(Eds.), Lima.
BERENGUER. J. Recientes hallazgos de evidencias incai-
1994 cas en el sector Santa Bárbara, Alto Loa. HYSLOP, J„ y M. RIVERA. An expedition on the Inca road
B oletín de la S ocied ad C hilena de 1984 in the A tacam a desert. A rchaeology
Arqueología 18: 10-18, Santiago. vol. 37, N°6: 33-39.

BERTRAND, A. M em oria sobre las cordilleras del de- LE PAIGE, G. Antiguas culturas atacam eñas en la cor­
1885 sierto de Atacam a y rejiones lim ítro­ 1958-59 dillera chilena. Epoca Neolítica. A na­
fes, presentada al Señor M inistro del les de la U n iv ersid a d C atólica de
Interior. Im prenta Nacional, Santiago. Valparaíso 4-5, Valparaíso.

CAÑ ETE y DOM INGUEZ, P. V. Docum ento N° 2 del Partido MOSTNY, G. Ciudades atacameñas. Boletín del M u­
1974[ 1791] de Atacam a, con notas y bibliografía de 1949 seo N a cio n a l de H isto ria N atu ral
Horacio Larraín. Norte G rande vol. 1, Tomo XXIV: 125-211, Santiago.
N°2: 243-251, Instituto Geográfico, Uni­
versidad Católica de Chile, Santiago. M U ÑOZ, S. Jeografía descriptiva de las provin­
1894 cias de A tacam a y Antofagasta. Im ­
CASTRO, V. Nuevos registros de la presencia inca en prenta G utem berg, Santiago.
1992 la provincia de El Loa. Gaceta Arqueo­
lógica Andina vol. VI, N °21:139-154, NIEM EYER, H „ y M. RIVERA. El C am ino del Inca en el
Lima. 1983 despoblado de Atacama. Boletín de Pre­
historia de Chile 9: 91-193, Santiago.
CASTRO, V., y V. VARELA. A sí sabían contar. Oralidad 3:
1991 16-27, Anuario para el rescate de la tra­ NUNEZ, P. El cam ino del Inca. Creces, vol. 2, N°
dición oral de Am érica Latina y el Cari­ 1981 10: 49-57, Santiago.
be, UNESCO, La Habana.
PIZARRO, P Relación del descubrim iento y con­
2000 La dim ensión cerem onial en los cam i­ 1986 [1572] quista de los R einos del Perú. Pon­
nos del Inca. Una reflexión desde la et­ tificia U niversidad C atólica del Perú,
nografía. Actas de XIV Congreso N a­ Fondo Editorial, Lima.
cion al de A rq u eología C hilena pp.
815-839, Copiapó. RAFFINO, R. Inca Road research and A lm agro’s route
1995 b e tw e e n A rg e n tin a an d C h ile .
GA LLARDO, F„ C. SIN CLA IRE y C. SILVA. Arte rupestre, Tawantinsuyu 1: 36-45, B rolga Press
1999 em plazam iento y paisaje en la cordille­ Pty Ltda, Sidney.
ra del desierto de Atacama. Arte rupes­
tre en los Andes de Capricornio, pp. SAN ROM AN, F. Desierto y cordilleras de Atacama.
57-96. M useo Chileno de Arte Preco­ 1896 Im prenta N acional, Santiago.
lombino y Banco Santiago, Santiago.
SANTORO, C. C am ino del Inca en la sierra de Arica.
GONZALEZ, A.R. Patrones de asentamiento incaico en una 1983 Chungara 10: 47-55, Arica.
1980 p r o v in c ia m a rg in a l d el Im p e rio .
Implicaciones socio-culturales. Relacio- URIBE, M. Religión y poder en los Andes del Loa:

104
1996 Una reflexión desde la alfarería. Me- VARELA, V. D e Turi pueblo de gentiles a Toconce
m oria para optar al Título de Arqueólo- 1992 pueblo de alfareros. Tesis para optar al
go, Facultad de Ciencias Sociales, De­ Título de Arqueólogo, Facultad de Cien­
partam ento de Antropología, U niversi­ cias S ociales, U niversidad de C hile.
dad de Chile, Santiago. Santiago.

VASQUEZ DE ESPINOZA, A. Com pendio y descripción de 1999 Ms E l C am ino del Inca en las quebradas al­
1948[1629] las Indias Occidentales. Transcrito del tas de la provincia de El Loa, Chile. E n­
m anuscrito original por Charles Upson viado a Chungara. Arica.
C lark, S m ith so n ia n M iscellan eou s
Collections, Vol. 108, Washington.

105

Вам также может понравиться