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LAS ENFERMEDADES DEL ALMA: EFECTOS DE LA CONSTITUCIÓN DEL

SUJETO Y SU DESEO

Elaborado por Andrea Mojica


Psicóloga-psicoanalista
Docente

Las contribuciones de Freud en el escenario clínico europeo del siglo XIX y su


particular interés en la histeria, en contraposición a la actitud displicente de la
medicina, ha dejado una huella profunda en el campo fundado inicialmente por la
psiquiatría y hoy por hoy sigue aportando a la comprensión de la subjetividad y la
intervención sobre el sufrimiento humano. Si bien en la actualidad hay fuertes
cuestionamientos a la terapia psicoanalítica y a su propuesta sobre la estructura y
funcionamiento del aparato psíquico, es innegable que el psicoanálisis como
práctica, como teoría, como ética y como método de investigación supuso una
revolución cultural e intelectual que ha atravesado todos los órdenes.
Con la publicación de la Interpretación de los sueños en 1900 Freud le puso
fecha a un descubrimiento que ya se anticipaba en trabajos anteriores y que sin
duda transformó radicalmente el abordaje psicológico del ser humano. Desde que
inició su ejercicio como médico del alma, Freud no dejó de interrogar los
fundamentos de su teorización, lo cual lo llevó a retractarse de algunos de sus
planteamientos cuando la evidencia clínica le mostró otros caminos, pero también
le permitió avanzar en sus reflexiones a pesar de la oposición de la misma
comunidad psicoanalítica, como sucedió con sus desarrollos sobre la pulsión de
muerte. Su obra, que sigue siendo el referente principal para las aproximaciones
psicoanalíticas contemporáneas, está enteramente atravesada por una
preocupación clínica que trascendió lo individual y se proyectó al análisis de las
lógicas sociales y de la cultura.
El presente texto toma como punto de partida el pensamiento freudiano para
desplegar los cimientos de lo que será la nosología psicoanalítica, haciendo énfasis
en la relación entre estructura, síntoma y mecanismo psíquico. Posteriormente se
hará un breve repaso por la propuesta de Jacques Lacan, uno de los autores más
representativos en la escena psicoanalítica luego de la muerte de Freud, y
finalmente se presentarán algunas de las discusiones clínicas más relevantes de
nuestra época, referidas particularmente a la clínica borderline y los llamados
síntomas contemporáneos.

¿Enfermedades del alma? El encuentro freudiano con las nosologías clínicas


De entrada, cabe decir que aun cuando muy tempranamente Freud (1895)
formuló distinciones nosológicas, estas fueron una derivación secundaria de su
propósito principal, que fue la construcción de una conceptualización general de la
vida psíquica y el establecimiento de un tratamiento “ya sea de perturbaciones
anímicas o corporales— con recursos que de manera primaria e inmediata
(influyeran) sobre lo anímico del hombre” (Freud, 1890; p. 115). Freud critica el
desconocimiento de la ciencia médica de su época sobre el poder de la palabra y la
reducción de lo anímico como un derivado orgánico sin ninguna importancia causal.
En sus palabras:
La relación entre lo corporal y lo anímico (en el animal tanto como en el
hombre) es de acción recíproca; pero en el pasado el otro costado de la
relación, la acción de lo anímico sobre el cuerpo halló poco favor a los ojos de
los médicos. Parecieron temer que, si se concedía cierta autonomía a la vida
anímica, dejarían de pisar el seguro terreo de la ciencia (p. 116).

Con esta lógica, Freud denuncia la inutilidad de tratar alteraciones como la


histeria en los mismos términos que se trataría una enfermedad del estómago o del
corazón. Al abordar estos estados, que en su época recibieron el nombre de
nerviosidad, reivindica la necesidad de estudiar el papel fundamental de los
procesos anímicos y su relación con el cuerpo1, justificando la relevancia del estudio
de lo patológico por sus aportes para la comprensión de los procesos normales.
Lo anterior contraría la atribución que desde diferentes sectores se ha hecho
al psicoanálisis en términos de la psicopatologización de la subjetividad. Como se
pone de presente en las consideraciones sobre los sueños, los lapsus, los chistes y
otras manifestaciones cotidianas, el psicoanálisis propone que los mismos procesos
que están en la base de la formación de síntomas también son responsables de la
generación de estos fenómenos. Dicho en otras palabras: no hay diferencias en la
construcción de la subjetividad de las llamadas personas neuróticas y las personas
normales. Bajo esa premisa, el objeto del abordaje psicoanalítico recaerá en el
proceso de constitución del sujeto, las condiciones que precipitan su expresión a
través de manifestaciones cargadas de malestar y la manera de intervenir para
garantizar su curación o al menos la generación de formas alterativas de
exteriorización.
Es aquí donde el inconsciente entra en escena como proceso psíquico
fundamental en la causación de las neurosis, que surge gracias a la eficacia de una
serie de mecanismos y/o maniobras defensivas del yo destinadas a mantener el
equilibrio del aparato psíquico y la integralidad de la persona. Esta primera
formulación, decantada a partir del trabajo freudiano con pacientes histéricos,
supone asumir la subjetividad como una estructura conformada por diferentes
sistemas que interactúan activamente y que funcionan bajo un principio de equilibrio
orientado a la autoconservación y a la eliminación de la mayor cantidad de tensiones
posibles. Desde esta perspectiva, el Yo vendría siendo el componente de esa
estructuradonde se coordinan todos los procesos cognitivos del sujeto y que, en
concordancia con este principio, habría desarrollado una serie de estrategias para
mantener la estabilidad de todo el aparato, mediando permanentemente entre la
persona y el mundo exterior. En esta dinámica, la generación de síntomas o
alteraciones anímicas es resultado de la expulsión de aquellas representaciones
(recuerdos, vivencias y pensamientos) que debido a su alta intensidad afectiva (o
muy dolorosa o muy placentera) generan tensión al interior del Yo y son
potencialmente conflictivas. Estos contenidos son reprimidos, es decir, son
separados de la consciencia y conforman un segundo sistema (lo inconsciente) que

1 El más cotidiano y corriente ejemplo deinfluencia anímica sobre el cuerpo, que cualquiera puede
observar, es la llamada «expresión de las emociones». Casi todos los estados anímicos que puede
tener un hombre se exteriorizan en la tensión y relajación de sus músculos faciales, la actitud de sus
ojos, el aflujo sanguíneo a su piel, el modo de empleo de su aparato fonador, y en las posturas de
sus miembros, sobre todo de las manos (Freud, 1890; p. 118).
permanentemente pugnarán por reintegrarse al lugar del que fueron removidos. En
virtud del trabajo de filtrado del Yo, estos contenidos son “obligados” a tomar otras
formas para poder superar esta censura, manifestándose a través de formas
simbólicas alternativas, percibidas como cuerpos extraños, que el sujeto no
reconoce como propias y que son fuentes de malestar.
La comprensión del síntoma como un producto del sujeto, que reintroduce una
tensión afectiva rechazada previamente y cuya forma presente es símbolo de las
condiciones y los significados que originalmente generaron dicho conflicto lleva a
Freud a replantear las clasificaciones nosológicas de su época, diferenciando dos
grandes tipos de neurosis como se muestra en el gráfico 1.

Neurastenia

Neurosis
Neurosis de
angustia

Primera nosología
Histeria
freudiana

Representaciones
obsesivas
Neuropsicosis

Fobias

Psicosis
alucinatorias

Gráfico 1. Primera nosología freudiana construida a partir de las formulaciones del autor consignadas
en los textos Neuropsicosis de defensa y Nuevas puntualizaciones a las neuropsicosis de defensa
(ver Garzón, 1996).

En esta propuesta, por un lado, se mantiene el grupo de las neurosis


entendidas como enfermedades del sistema nervioso, incluyendo la neurastenia de
Beard2 y la neurosis de angustia3. Por otro lado, se abre el grupo de las
neuropsicosis (o psiconeurosis) definidas por tener una causalidad psíquica (el
conflicto inconsciente) y que incluye a la histeria, la obsesión, la fobia (también
llamada histeria de angustia) y las psicosis alucinatorias. Cada uno de estos tipos
se diferencia por el mecanismo de defensa utilizado por el Yo para manejar el
conflicto psíquico; en el caso de la histeria se trata de la conversión (la inervación
del afecto conflictivo en el cuerpo), en la obsesión el desplazamiento (separación
de la representación conflictiva y desplazamiento del afecto que la acompaña en

2 George Miller Beard postuló el concepto de neurastenia en 1879 para designar estados difusos de
ansiedad, cansancio extremo, depresión y malestar general sin causa orgánica identificable.
3 Con esto Freud afirma su tesis de la relación intrínseca entre procesos corporales y anímicos,

trascendiendo el dualismo cartesiano y reconociendo el alcance del afecto de angustia.


otra representación que no tiene conexión), en la fobia la simbolización (trasposición
del afecto a un objeto que simbólicamente sustituye al objeto causante del conflicto)
y en la psicosis de una forma de represión extrema que supone la pérdida de un
fragmento de la realizad objetiva. El recurso a uno u otro mecanismo de defensa
dependerá de la historia de vida del sujeto, el carácter de sus vivencias infantiles e
incluso de la constitución familiar.

Introducción de narcisismo y la reconceptualización de las relaciones entre el


yo y los objetos
El trabajo clínico sobre las psicosis y la hipocondría, el análisis de los vínculos
amorosos (incluyendo la transferencia psicoanalítica) y la pregunta por la
conformación del Yo llevan a Freud (1914) a introducir dentro de su edificio teórico
el concepto de narcisismo, con lo cual se reconoce tanto al Yo como a los demás
objetos afectivos como objetos erotizados y cargados con grandes montos de libido.
El narcisismo no solo designará el momento en que el bebé logra diferenciarse del
otro materno, identifica a su cuerpo como una totalidad y se ubica como centro de
la vida afectiva de sus padres (su majestad el bebé); a partir de ese momento hará
referencia a la libido depositada en el Yo en contraposición a la libido de objeto,
valga decir al afecto puesto en objetos externos a sí mismo, los padres en primera
instancia y luego amigos, familiares y parejas. En este nuevo contexto teórico y
clínico (ver gráfico 2), la constitución de los vínculos entre el Yo y los objetos se
erige como un tema central para abordar el bienestar y el sufrimiento psíquico, al
punto de entender la formación del síntoma como una formación sustitutiva de la
satisfacción con los objetos obstaculizada por la configuración singular de dichos
vínculos y objetos en el sujeto.

Neurastenia
Neurosis actuales Neurosis de angustia
Neurosis de guerra
Hipocondría

Segunda
nosología
freudiana Psicosis alucinatorias
Neurosis narcisistas
Parafrenia
Paranoia
Psicosis maniacodepresiva

Histeria
Neurosis de Neurosis obsesiva
transferencia Fobia

Gráfico 2. Segunda nosología freudiana construida a partir de las formulaciones del autor
consignadas en los textos Introducción del narcisismo y Dinámica de la transferencia (ver Garzón,
1996).
A esta altura Freud postula una causalidad psíquica para todas las
alteraciones subjetivas e incluirá un criterio temporal para diferenciar las neurosis
actuales (manifestaciones sintomáticas causadas por una vivencia disruptiva y muy
intensa que sobrepasa las defensas y las capacidades del Yo para mantener su
integridad) de los otros grupos de neurosis, cuyo desarrollo está asociado a la
conformación de un conflicto psíquico arraigado en la historia de la constitución del
sujeto. El mecanismo psíquico responsable de las neurosis de transferencia y
narcisistas corresponde al desarrollo del Yo y de la libido y los mecanismos de
fijación y regresión. Así, en las neurosis narcisistas las vivencias hiperintensas en
los primeros momentos del desarrollo psicosexual del niño suponen una primacía
de la libido narcisista y una fijación en la oralidad como forma de vinculación con el
mundo y consigo mismos. En las neurosis de transferencia, si bien prima la libido
de objeto la fijación en la analidad (obsesión) y en la fase fálica (histeria y fobia) la
imposibilidad de satisfacción con los objetos reales (las figuras parentales) lleva a
la introversión de dicha libido sobre las formaciones de la fantasía y la formación de
síntomas como satisfacciones sustitutivas a la frustración. Esta dinámica libidinal no
sólo orienta la intervención del analista, sino que también permite entender por qué
las personas son tan reacias a abandonar sus síntomas a pesar del sufrimiento que
conllevan.

El complejo de Edipo y castración como organizador de la nosología


psicoanalítica
La tercera nosología freudiana se consolida luego de los planteamientos sobre
el papel central del padre en la cultura, las sociedades humanas y la constitución
subjetiva. Si bien Freud ya había colegido el papel central del complejo de Edipo y
la elección de los padres como modelo de amor y satisfacción erótica en la primera
infancia, hacia el final de su obra, entre 1924 y 1926, el reconocimiento de la
centralidad de la pulsión de muerte y la castración (simbólica) van a suponer un
cambio sustancial en su concepción sobre las neurosis de transferencia y las
neurosis narcisistas. Al establecer a la castración (más precisamente a la respuesta
frente a la castración) como mecanismo psíquico explicativo, la propuesta clínica
freudiana se reorganiza dando lugar a tres grandes estructuras adicionales a las
neurosis actuales: neurosis, psicosis y perversión, que subsumen las otrora
neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas (ver gráfico 3).
En la neurosis, la vivencia del complejo de castración es conflictiva ya sea por
la resistencia del sujeto a abandonar sus objetos primarios (neurosis obsesiva), la
intervención de las figuras parentales (histeria) o la imposibilidad de asumir la
castración materna (fobia). En la psicosis hay una negación del complejo de Edipo
y castración, el niño permanece en una relación diádica con la madre lo cual afecta
el establecimiento de los límites entre el yo, la realidad objetiva y su realidad
psíquica. En el caso de la perversión, la denegación de la intervención paterna y de
la castración materna conlleva al establecimiento de una subjetividad afirmada su
particular modalidad de satisfacción erótica de espaldas al mandato cultural y social.
Neurosis de guerra

Neurosis de
angustia
Neurosis actuales
Hipocondría

Neurastenia

Tercera nosología freudiana


Paranoia

Psicosis Esquizofrenia

Melancolía

Histeria

Neurosis Obsesión

Fobia

Perversión Fetichismo

Gráfico 3. Tercera nosología freudiana construida a partir de las formulaciones del autor consignadas
en los textos Neurosis y Psicosis, la pérdida de la realidad en neurosis y psicosis e Inhibición, síntoma
y angustia (ver Garzón, 1996).

Jacques Lacan y la reformulación de la noción de estructura clínica


A la muerte de Freud y en el contexto de la segunda guerra mundial muchos
analistas emigraron a Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Suramérica y aunque
en general mantuvieron su vinculación con la Asociación Psicoanalítica
Internacional (IPA por sus siglas en inglés) fundada por Freud y liderada por su hija
Ana, se dieron profundos cambios en las formulaciones teóricas sobre el aparato
psíquico, las estructuras clínicas y la intervención analítica. Uno de los autores que
más resonancia ha tenido en el ámbito clínico y psicoanalítico a nivel general ha
sido Jacques Lacan, un analista francés que revitaliza la propuesta freudiana y la
sintoniza con los desarrollos de la lingüística y la antropología de la época.
Lacan se enfoca principalmente en las tres grandes estructuras freudianas,
afina el planteamiento del mecanismo psíquico en cada una de ellas y se interesa
por profundizar en los aspectos que las diferencian entre sí. A lo largo de su obra
abordará este tema desde diferentes perspectivas, siempre destacando que los
síntomas son respuestas que el sujeto construye frente a lo inefable de la sexualidad
y la muerte. En este sentido, Lacan sigue a Freud al asumir el síntoma en su doble
dimensión: como una satisfacción sustitutiva y como un mensaje, una manifestación
que dice algo de la construcción del deseo singular que anima al sujeto y mantiene
activa su búsqueda de otros objetos y formas de realización. Cabe resaltar aquí que
tanto en la conceptualización lacaniana como en la última nosología freudiana es
claro que no existe una normalidad o una estructura ideal contrapuesta a estas tres
formaciones clínicas. En el marco de estas tres posibilidades de constitución
subjetiva cada uno teje el camino de su satisfacción erótica, su relación con los otros
y con la cultura y las expresiones de su malestar. La estructura determina las
posibilidades de formación sintomática de un sujeto y, a su vez, los síntomas nos
dan pistas para identificar el mecanismo de conformación de la estructura y de
intervención clínica.
En el caso de la neurosis, la represión se instituye como el mecanismo
psíquico a través del cual el sujeto se posiciona en relación con el deseo de la
madre, la intervención ordenadora del padre y su propia aspiración a la satisfacción
con los objetos parentales (valga decir, el Edipo). El neurótico atraviesa el Edipo,
renuncia a sus padres como objetos de amor y deseo, se somete a la ley cultural y
del padre, pero lo hace de manera fallida, con dificultades, con tensiones, por eso
reprime ese proceso.
 En la obsesión, la madre no permite suficientemente la entrada del padre (lo
desvaloriza, deslegitima su autoridad). Por ello, aunque su intervención permite
la separación necesaria entre madre e hijo, de tal manera que el hijo pueda
buscar su satisfacción con otros objetos fuera del espacio familiar, los vestigios
de ese temprano vínculo edípico hiperintenso y la vivencia del padre como un
padre castigador por parte del hijo resuenan en la manera en que este se
relaciona con otros y consigo mismo a lo largo de la vida.
 En la histeria, la madre no establece un vínculo de deseo suficientemente fuerte
con su hijo ni con la figura paterna que encarna la ley cultural. Esto supone, para
el niño, múltiples dificultades en su constitución como sujeto deseante, que lo
llevan simultáneamente a desafiar a la figura paterna (y a todos los objetos que
ponga en su lugar) y a buscar su amor y su aprobación.
 Para Lacan la fobia no es propiamente una estructura sino un síntoma, que
tomará matices distintos según la estructura subjetiva de quien la desarrolle. El
síntoma fóbico aparece principalmente como una respuesta defensiva del sujeto
frente a la posibilidad de ser tomado como objeto por parte del Otro materno.

En la psicosis, el mecanismo psíquico es la forclusión de la función paterna,


esto es, que la figura paterna nunca se inscribe en la constelación psíquica del niño
porque la madre no permite su intervención. En la psicosis no tiene lugar el
atravesamiento del complejo de Edipo, el niño no se constituye en un sujeto
deseante sino que permanece anclado como objeto de la madre.
 En la esquizofrenia el niño es ubicado por la madre como su objeto de goce de
una manera bizarra, desorganizada, avasallante y terrorífica. El equizofrénico
está a la sombra de una ley arbitraria y absoluta, la ley del deseo materno, que
imposibilita la consolidación del cuerpo como soporte mas o menos estable de la
unidad yoica.
 En la paranoia, las modulaciones del deseo materno posibilitan que el niño logre
establecer una diferenciación entre su yo y el mundo exterior, pero en la medida
en que no se permite la intervención de una ley exterior que ponga distancia entre
madre e hijo este no logra constituirse plenamente en un sujeto deseante. El
paranoico vive a merced de ese deseo materno que le retorna como delirio de
persecución en la relación con los demás y con su propio cuerpo.
 En la melancolía el niño es tomado por la madre como un objeto al que le atribuye
una significación absoluta de desecho. Al no intervenir el padre como ley exterior
el niño nunca logra dialectizar ese significado materno y esa vivencia vaciada de
vitalidad comanda su relación con el mundo, con la vida y consigo mismo

En la perversión, el mecanismo psíquico es la denegación de la función


paterna y la castración. En la dinámica familiar la ley paterna interviene separando
al niño de su madre, pero este decide rechazar esta separación, desconociendo la
castración materna y asumiéndose como objeto que viene a completar y sostener a
la madre. El perverso mantiene sin conflicto el vínculo edípico (sin realizarlo
sexualmente) a costa de trasgredir la ley cultural, lo cual tiene efectos en su relación
con los otros, a quienes toma como puros objetos de goce y con la sociedad, porque
su forma de goce puede llevar a confrontaciones directas con el sistema normativo.
Es importante destacar el lugar que Lacan le da al autismo, considerado como
un caso en que el niño no alcanza a entrar en relación con la madre como un objeto
de su deseo y por lo tanto no logra humanizarse lo suficiente como para acceder a
la dinámica edípica o convertirse en pareja de su figura materna. Para el
psicoanálisis las viscisitudes afectivas y vinculares de los propios padres en algunos
momentos de la vida se asocian con la emergencia de estas condiciones, que no le
permiten al recién nacido contar con los recursos simbólicos necesarios.
La constitución del sujeto como neurótico, psicótico o perverso depende de su
historia de vida, sus elecciones conscientes e inconscientes, su vivencia con
respecto a sus figuras paternas (no necesariamente sus padres biológicos) y la
manera en que estas intervienen para permitirse construir su propio deseo. Lo
anterior permite entender que en una misma familia podamos encontrar personas
con estructuras y trayectorias subjetivas muy distintas.

La clínica psicoanalítica hoy. Algunos debates contemporáneos.


A más de 100 años del descubrimiento del inconsciente, el panorama en el
psicoanálisis muestra una gran diversidad de planteamientos nosológicos, que, si
bien mantienen cierta coherencia con los postulados freudianos, también marcan
distancias importantes y cuestionan el desarrollo de la clínica en la actualidad. Para
efectos de este texto se identifican dos de estos debates: la diferenciación entre
psicosis y neurosis, que ha llevado al establecimiento de estructuras borderline
(Kernberg, S.F.) también llamadas psicosis ordinarias o locuras histéricas, y la
formulación de nuevos síntomas, que darían cuenta de fenómenos como las
adicciones, en donde pareciera que no hay una estructura psíquica definida y donde
la fuerza de la adhesión de la persona al objeto de su adicción obstruye la posibilidad
de intervención a través de la palabra y el establecimiento del vínculo terapéutico.
En los últimos años, hay una creciente discusión que cuestiona la posibilidad
de hacer un diagnóstico estructural, como los propuestos por Freud y Lacan, a partir
de casos en donde el nivel de funcionalidad del sujeto, los síntomas que presenta y
el tipo de relaciones establecidas no puede ser explicado enteramente por los
mecanismos psíquicos establecidos para uno u otro caso. Algunos autores
proponen, bajo la lógica de la continuidad entre lo normal y lo patológico, que habría
una continuidad entre psicosis y neurosis y que los casos borderline
corresponderían a procesos de constitución subjetiva que quedan a medio camino
entre uno y otro polo. Otros autores, más cercanos a los planteamientos lacanianos
como Jacques Alain Miller (2004) señalan que más que un continuismo, se trata de
que las estructuras y los síntomas han venido transformándose con el discurso de
la época, por ende, el problema de los inclasificables requiere mayor rigurosidad en
el ejercicio clínico y una renovación de los planteamientos teóricos sobre los
mecanismos psíquicos.
En este escenario, vale la pena volver sobre el caso clínico y abrir espacios
de discusión que permitan poner a cielo abierto estas reflexiones y hallazgos,
motivando el análisis entre diferentes posturas para enriquecer el ejercicio
interventivo y reconociendo el efecto de la cultura, las nuevas formas de la familia y
de las condiciones socioeconómicas actuales (los efectos en el discurso capitalista,
por ejemplo) en las manifestaciones sintomáticas contemporáneas.

Referencias

Freud, S. (1890). Tratamiento psíquico, tratamiento del alma. Obras completas


T. I. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1895). Las neuropsicosis de defensa. Obras completas T. III.
Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. Obras completas T. XIV. Buenos
Aires: Amorrortu.
Garzón, M. (1996). Nosologías freudianas. En: Cuadernos de clínica No. 1.
Introducción a la clínica estructural. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Kernberg, O. (S.F.). El Diagnóstico Estructural y la Entrevista Estructural para
los Trastornos de Personalidad. Documento de trabajo recuperado de la
fuente: https://tuvntana.files.wordpress.com/2015/06/apunte-el-diagnostico-
estructural-y-la-entrevista-estructural-para-los-trastornos-de-la-personalidad-
otto-kernberg.pdf
Miller, J-A. (2004). Las psicosis ordinarias. Buenos Aires: ICBA-Paidós.

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