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VIOLACIONES PROCESALES.

IMPUGNACIÓN

D. El amparo directo o uní-instancial procede contra los citados fallos definitivos, tanto por
violaciones cometidas en ellos, como por infracciones habidas durante la secuela del
procedimiento correspondiente, siempre que estas infracciones hayan afectado a las defensas del
quejoso trascendiendo al resultado del fallo. De lo anterior se deduce que dicho tipo
procedimental del juicio de amparo se traduce en un medio de control de la legalidad sustantiva y
de la legalidad procesal, para enmendar los errores "in iudkandon e "in procedendo", que se
hubiesen cometido en los juicios civiles, penales, administrativos o del trabajo.

E. Debe hacerse la importante advertencia de que los actos procesales en dichos juicios y en sí
mismos o aisladamente considerados, nunca son impugnables en la vía constitucional, sino solo al
través de la resolución definitiva que se dicte en el procedimiento correspondiente, salvo que tales
actos sean de "imposible reparación" o afecten a sujetos distintos de las partes, en cuyos casos
procede el amparo indirecto o bi-instancial, es decir, ante un Juez de Distrito, como expusimos en
otra ocasión.

F. Hemos afirmado que las violaciones procesales que se registren en un juicio civil, penal,
administrativo o del trabajo, -para que sean reclamables en amparo directo o uni-instancial a
través del fallo definitivo que en ellos se pronuncie, deben ser substanciales, es decir, deben
trascender al· resultado de dicho fallo, según lo establece el artículo 158 de la Ley de Amparo.
Ahora bien, este ordenamiento, en sus artículos 159 y 160, consagra las hipótesis en que se
consideran "violadas las leyes del procedimiento y que se afectan las defensas del quejoso" en los
juicios civiles, laborales, administrativos y penales, respectivamente, otorgando a la Suprema
Corte y a los Tribunales Colegiados de Circuito amplia facultad para apreciar, fuera de los
supuestos específicos legalmente previstos y por analogía con éstos, los casos en que se
produzcan dichos fenómenos (frac. XI del art. 159 y frac. XVII del arto 160).

G. Para impugnar en amparo directo o uni-ínstancial las violaciones cometidas durante la secuela
del procedimiento, el agraviado tiene la obligación de preparar el ejercicio de la acción
constitucional respectiva, que deberá deducir contra el fallo definitivo. Esta obligación solo opera
tratándose de los juicios civiles (lato sensu), según lo establece él artículo 161 de la Ley de
Amparo. La preparación estriba en impugnar el acto dentro del juicio en que se haya cometido la
violación procesal mediante el recurso ordinario procedente y dentro del término legalmente
señalado (frac. I de dicho art.: 161); y si tal acto no es impugnable por ningún recurso ordinario o si
éste fuere desechado o declarado improcedente, "deberá de invocar la violación como agravio de
la segunda instancia, si se cometió en la primera" (frac. II del propio precepto).'" La preparación
del amparo directo, que, repetimos, sólo debe formularse los juicios civiles, no se exige cuando en
éstos la controversia haya versado sobre acciones del estado civil o que afecten al orden o a la
estabilidad de la familia (último párrafo de dicho artículo 161)

LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO POR CONSENTIMIENTO TÁCITO EXPRESO DL ACTO


RECLAMADO.

La causa de improcedencia del juicio de amparo que toma como base este criterio está contenida
en las fracciones XI y XII del artículo 73 de la Ley de Amparo.

. La primera de ellas dice: "El juicio de amparo es improcedente: XI. Contra actos consentidos
expresamente o por manifestaciones de voluntad que entrañen ese consentimiento"::

Ahora bien, ¿qué se entiende por consentimiento expreso de un acto? A este respecto debemos
recurrir a la consideración que sobre el particular hace el Código Civil, el cual, en su artículo 1803
dice:

"el consentimiento es expreso cuando se manifiesta verbalmente, por escrito o por signos
inequívocos.”

Aplicada esta idea a la materia de amparo, un acto de autoridad se entiende consentido


expresamente cuando se ha manifestado por arte del agraviado una adhesión a él, ya sea verbal o
por escrito o traducida en signos también inequívocos. Desde luego, la prueba de la existencia de
ese consentimiento de un acto de autoridad es difícil y casi imposible de recabarse, puesto que, de
no existir: una declaración escrita que contenga la mencionada adhesión de parte del quejoso, y
que en la mayoría de los casos no tiene lugar, el consentimiento expreso verbal o por signos
inequívocos no .puede demostrarse sin dificultad en juicio. Por todas estas razones, estimamos
que el consentimiento expreso de un acto reclamado, tal como está aquél reputado en el Código
Civil, en la práctica es un factor de difícil comprobación para fundar en él la improcedencia del,
juicio de amparo.

Además del consentimiento expreso, la fracción XI del artículo 73 de la Ley de Amparo alude a una
especie de consentimiento presuntivo, al disponer que es improcedente el juicio de amparo contra
actos que hayan sido consentidos mediante manifestaciones de voluntad que entrañen un
consentimiento. Como se puede inferir, en esta hipótesis se trata de un consentimiento
presuntivo o tácito respecto del acto reclamado, si se toma en cuenta el concepto que en 10
concerniente consigna el artículo 1803 del código civil que establece:

"el consentimiento tácito resultará de hechos o actos que lo presupongan o que autoricen a
presumirlo".
En materia de amparo, el consentimiento mencionado se traducirá en la realización de hechos por
parte del agraviado que indiquen principalmente su disposición de cumplir el acto o la ley
reclamados.

Desde luego. dicha realización debe ser voluntaria, producto del libre arbitrio del agraviado,
exenta de coacción de cualquier naturaleza, pues de lo contrario. Lógicamente no habría lugar a
hablar de consentimiento. ya que éste, por esencia, es un fenómeno netamente volitivo e
intencional.

La fracción XII del artículo 73 e de Am aro encierra otra hipótesis de consentimiento tácito, distinta
a la anterior, como factor generador de la improcedencia del juicio de amparo. Dice al respecto la
mencionada fracción, en su párrafo primero.

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Como se ve. el consentimiento tácito estriba' en el caso de esta fracción en la no promoción de la


acción de amparo dentro del término legal establecido por los artículos 21 y 22 de la Ley
Reglamentaria de los artículos 103 y 107 constitucionales.

Mas esta circunstancia de índole negativa no solamente engendra la especie de consentimiento


tácito a que se refiere la citada fracción XII, sino que propiamente equivale a la pérdida de la
acción de amparo por expiración del plazo legal dentro del cual se debió haber intentado, o, lo que
es lo mismo, siguiendo la terminología de los procesalistas modernos, a la preclusión de la acción
de amparo.

Esta hipótesis de improcedencia legal sólo tiene lugar en aquellos juicios de amparo cuya
interposición requiere un término especial. que es lo que sucede en la generalidad de los casos
pero es inaplicable e inoperante cuando los actos-reclamados consisten en el peligro de privación
de la vida, ataques a la libertad deportación destierro o cualquiera de los prohibidos por el artículo
22 constitucional,-Ya que la impugnación de los mismos mediante la acción de amparo no está
sujeta a tiempo fijo para su realización (fracción II del artículo 22 de la Ley de Amparo).'
PRINCIPIO DE DEFINITIVIDAD

En conclusión, cuando el principio de definitividad del juicio de amparo se manifiesta en la


exigencia u obligación para el agraviado de promover previamente los recursos o medios legales
ordinarios de impugnación del aeto reclamado, en materia penal, y en los casos previstos
concretamente, la causa de improcedencia que se deriva de su inobservancia sufre notorias
salvedades como ya dijimos; por el contrario, si la improcedencia. de la acción de amparo emana
de que ésta y el recurso o medio de defensa ordinario coexisten en cuanto a su iniciación y
substanciación- procesales, las mencionadas salvedades no tienen lugar. según se desprende de la
tesis jurisprudencial invocada.

Es muy importante advertir, por otra parte, que el hecho de no entablar la revisión fiscal contra las
sentencias que dicta el Tribunal Fiscal de la Federación. no excluye el derecho del causante para
interponer contra ellas el juicio de amparo. Así lo ha sostenido la Suprema Corte, argumentando
que, como los fallos que recaen a dicho recurso se pronuncian por ella misma y siendo
improcedente el amparo contra sus actos en los términos del artículo 73. fracción l. de la Ley de la
materia (que ya estudiarnos). Sería ilógico y absurdo que se obligara a los particulares a agotar.
previamente al juicio constitucional, la indicada revisión.

El principio de la definitividad del juicio de amparo supone el agotamiento previo y necesario de


los recursos que la ley que rige el acto reclamado establece-para atacarlo, bien sea modificándolo
confirmándolo o revocándolo de tal suerte que existiendo dicho medio ordinario de impugnación
sin que lo interpongas el quejoso, el amparo es improcedente.

El principio mencionado se fundamenta en la naturaleza misma del amparo. En efecto, como


advertimos en otra oportunidad, éste es un medio extraordinario, sui géneris, como ya lo ha hecho
notar la Suprema Corte, de invalidar los actos de las autoridades, en las distintas hipótesis de su
procedencia, lo cual significa que sólo prospera en casos excepcionales, cuando ya se hayan
recorrido todas las jurisdicciones y competencias, a virtud del ejercicio de los recursos ordinarios.
Por consiguiente, si existiera la posibilidad de entablar simultánea o potestativamente un recurso
ordinario y el juicio de amparo para impugnar un acto de autoridad, con evidencia se
desnaturalizaría la Índole jurídica del segundo, al considerarlo como un medio común de defensa.
Si el amparo es el arma jurídica suprema de que dispone la persona para proteger sus derechos
fundamentales contra la actuación inconstitucional e ilegal de las autoridades del Estado, si su
ejercicio provoca la realización de las más altas funciones jurisdiccionales desplegadas por los
tribunales federales, es lógico que, antes de intentarlo, se deduzcan por el interesado todos
aquellos medios comunes u ordinarios de invalidación de! acto reclamado que sólo se ataca
directamente, en su origen, en sí mismo, por nuestra institución controladora, cuando la
legislación que lo norma no brinda al afectado ningún medio legal de reparación.

De acuerdo con lo anteriormente expresado, el principio de definitividad del juicio de amparo


implica la obligación del agraviado. consistente en agotar, previamente a la interposición de la
acción constitucional, los recursos ordinarios (lato sensu) tendientes a revocar o modificar los
actos lesivos. Ahora bien; tales recursos, cuya no promoción, hace improcedente el juicio de
garantías deben tener una existencia legal, es decir, deben estar previstos en la ley normativa del
acto que se impugne.
Por ende, aun cuando haya costumbre, como en muchos casos, de Impugnar un acto por algún
medio no establecido legalmente, el hecho de que el agraviado no intente éste, no es óbice para
que ejercite la acción constitucional contra la conductora autoritaria lesiva.
Por otra parte, para que tenga obligación el quejoso de agotar previamente al ejercido de la acción
constitucional un recurso ordinario legalmente existente con el objeto de impugnar el acto que lo
agravie debe existir entre éste y aquél una relación directa de idoneidad, es decir, que el medio
común de defensa esté previsto por la ley rectora del acto en forma expresa para combatir a éste
y no que por analogía se considere a dicho recurso como procedente para tal efecto.

Así lo ha sostenido la Suprema Corte en una tesis que establece: "Por DO haberse agotado
recursos, el juicio de amparo solo puede declararse improcedente si resulta indudable, de los
términos de la ley que esos recursos se establecieron para combatir actos de idéntica naturaleza
que los reclamados, y no únicamente para combatir actos que tienen con éste ciertas semejanzas
o que provienen de la misma autoridad.

Además. el recurso ordinario, cuyo ejercicio previo al amparo deba ser un requisito que el
agraviado satisfaga antes de acudir a la justicia Federal debe tener lugar legalmente dentro del
procedimiento judicial del cual emane el acto impugnado, por lo que, cuando los daños y
perjuicios que se causen a una persona puedan ser reparados', por algún otro medio jurídico que
importe una acción diversa de la que dio motivo a dicho procedimiento, el juicio constitucional
procede aunque no se hubiere esgrimido con antelación tal defensa.

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