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EL RENACIMIENTO ITALIANO

HUMANISMO RESUMEN
CARACTERÍSTICAS
Durante la Edad Media el saber estaba estrechamente vinculado con la religión. Muy pocos,
aparte de los eclesiásticos, sabían leer y escribir. En su mayor parte el saber estuvo influido
por las enseñanzas de la Iglesia, las cuales raras veces eran cuestionadas.
El Renacimiento fue la época en que los hombres buscaron nuevas ideas. Muchos retornaron
a las ideas de los griegos y romanos. Los grandes artistas del Renacimiento, como Leonardo
de Vinci y Miguel Ángel, siguieron los ejemplos grecorromanos en sus magníficas pinturas y
estatuas. Arquitectos como Bramante diseñaron edificios con columnas y arcos tomados de
Grecia y Roma, respectivamente. También floreció el comercio en el Renacimiento. Una nueva
clase de riqueza —la de los ricos mercaderes— apareció y estos hombres se sintieron
orgullosos de sus logros. Pidieron a muchos artistas que pintaran sus retratos y los de los
miembros de su familia. Con este nuevo interés por los retratos la pintura se hizo cada vez
más realista.

El gran erudito Desiderio Erasmo empezó a estudiar la Biblia bajo un nuevo aspecto,
renovando de ese modo los estudios religiosos. Erasmo creía que los hombres tenían una
enorme fuerza y capacidad para mejorar la vida en la Tierra.

La ciencia y el saber popular


De esta manera la gente empezó a estudiar cada vez más el mundo que la rodeaba y a
explicarse, asimismo, lo que veía en el cielo. En 1543 un astrónomo polaco, Nicolás Copérnico,
sugirió que la Tierra era redonda y giraba sobre su eje y que también giraba en torno del Sol.
Hasta ese momento la gente creía que nuestro planeta no se movía, que era el centro del
Universo y que el Sol, La Luna , los planetas y las estrellas se movían a su alrededor. El cielo,
morada de Dios, era perfecto e inmodificable.
A algunos hombres de la Iglesia no les agradaron las nuevas ideas de I: s astrónomos porque
parecían contradecir la Biblia. En realidad no sucedía tal cosa, ya que la ciencia y la religión
no se oponen. En 1572 un astrónomo danés, Tico Brahe. vio que el cielo “inmodificable”
cambiaba ante sus ojos cuando observó estallar una estrella. Y cuando el astrónomo italiano
Galileo Galilei contempló el cielo nocturno con su nuevo telescopio se convenció de que
Copérnico tenía razón.
Entre los años 1300 y 1600 la vida en Europa sufrió grandes cambios. Fue una nueva etapa
del pensamiento y déla cultura y se la denomina Renacimiento. Fue un período de
sorprendentes inventos en el mundo de la ciencia. Se desarrolló la imprenta, se hicieron
descubrimientos astronómicos, hombres osados se dedicaron a explorar mares desconocidos
y la pintura, la escultura, la arquitectura y la literatura también se transformaron de manera
asombrosa. Pero fue también una era de violencia, pobreza, hambre y enfermedades.

Hendrick Willem Van Look en su libro “La Historia de la Humanidad”, explica de la siguiente
manera el fenómeno del Renacimiento Italiano: “.…fue [el renacimiento] algo parecido a «la fiebre de
la bicicleta» o «la fiebre del automóvil». Un día alguien inventó la bicicleta. Una gente que durante cientos de miles
de años se había tenido que desplazar lentamente, de repente se volvió loca con la idea de rodar rápidamente de un
sitio a otro. Más tarde, un mecánico inteligente construyó el primer automóvil. Ya no era necesario pedalear y
pedalear con gran fatiga. Sólo había que sentarse en el coche y dejar que las gotitas de gasolina hicieran su trabajo.
Todo el mundo quería un automóvil y hablaba de marcas de coches, de motores, de carburadores, de kilometraje y
de aceite. El mundo entero sufre la fiebre del automóvil, y los niños aprenden a decir «coche» antes que «mamá» o
«papá».

En el siglo XIV, los italianos se volvieron locos con los maravillosos objetos que desenterraban
del mundo romano. Este entusiasmo pronto se extendió por Europa occidental. El día en que
se encontraba un nuevo manuscrito se convertía en fiesta nacional. Si alguien escribía una
gramática se hacía tan famoso como hoy un presentador de televisión.
A los humanistas, los estudiosos que dedicaban su tiempo y energía al estudio de la
humanidad —en vez de mal invertir sus horas en indagaciones teológicas infructuosas—, se
les tenía un mayor respeto y se les hacía mayores honores que a un héroe que acababa de
conquistar las islas Caníbales.”…

A mediados del s. XV, Europa, devastada por la peste y por las guerras, había quedado cultural
y políticamente rezagada respecto a otras partes del mundo. Sin embargo, en Italia por
entonces comenzó una extraordinaria revolución artística y literaria que resonaría durante
siglos, mientras que las monarquías cada vez más centralizadas de España, Francia e
Inglaterra se disponían a construir imperios globales.

El Renacimiento europeo fue un movimiento muy amplio, que se originó en Italia, en la


primera mitad del s. XV y que se inspiraba en un interés renovado por el mundo clásico. Dio
lugar a extraordinarios avances en el arte, la arquitectura y la literatura. La prospera clase
burguesa se convirtió en mecenas de las mismas artes, lo que dio mayor libertad a los
artistas, al tiempo que la aparición la imprenta permitió la rápida difusión de las ideas.
EL RENACIMIENTO ITALIANO: «Renacimiento» es el término que resume los logros culturales
que los italianos realizaron en los siglos XIV y XV. En realidad hubo varios «renaceres» de la
enseñanza, la cultura y el arte clásicos. En el siglo XII, por ejemplo, se renovó el interés por
las escrituras de Aristóteles.
Sin embargo, el Renacimiento italiano tal vez sea más conocido por la cantidad de hitos
artísticos, arquitectónicos y culturales que registró. Las acaudaladas ciudades-estado
ocupaban una posición geográfica y financiera excelente para acunar el «Renacimiento».
Por las ciudades del norte no solo circulaban los artículos comerciales que se importaban de
África del Norte y Asia, sino también bienes culturales y conocimiento. Desde Constantinopla,
España y el mundo árabe llegaban textos clásicos y saberes matemáticos y científicos.
Además, la proximidad de las ciudades-estado a los restos de la Antigua Roma les permitía
analizar in situ los estilos artísticos y arquitectónicos.

Uno de los núcleos del Renacimiento italiano fue Florencia, gobernada por la poderosa familia
Medici, mecenas, entre otros, del artista y escultor Miguel Ángel. Otros artistas renacentistas
destacados fueron Donatello, Botticelli, Rafael y Leonardo da Vinci.

En el campo de la literatura, Petrarca fue en gran parte responsable del surgimiento del
humanismo, una escuela de pensamiento que aseguraba que el ser humano era
intrínsecamente bueno, en oposición a la Iglesia, que lo concebía como un pecador que debe
ser redimido. Otras plumas ilustres fueron Dante, autor de La divina comedia, y Boccaccio,
cuyo Decamerón inspiró muchos relatos de Shakespeare.

La arquitectura renacentista también estuvo influida por el clasicismo; se construyeron


espléndidos edificios en Florencia, Venecia, Milán y Roma. Las columnas como motivos
decorativos de fachadas y las cúpulas proliferaron. Entre los edificios renacentistas clave
destacan el Duomo de Florencia y la basílica de San Pedro en Roma.

Esta actitud se puso de manifiesto en los siglos XV y XVI, en el Renacimiento, con el auge de
las letras, las artes y el pensamiento. Quienes empezaron a utilizar este término perseguían
el objetivo de recuperar el pasado clásico, griego y romano.

RENACIMIENTO EN ITALIA: Este cambio de mentalidad, que tuvo su origen en Italia, recibió un impulso cuando
el canciller florentino Coluccio Salutati (1331-1406) comenzó a promover a su ciudad-estado como capital intelectual
de Europa. En 1396 invitó a Manuel Crysoloras, erudito de Constantinopla, a enseñar griego en Florencia. Cuando la
ciudad cayó en 1453 en manos de los turcos otomanos, muchos estudiosos orientales viajaron a Occidente, llevando
consigo el saber griego y la tradición filosófica.
La condición social relacionada con el conocimiento fue valorada por otro líder florentino, el
banquero, filántropo y estadista Cosimo de Medici (1389-1464), quien fue uno de los mecenas
de la Academia platónica de Florencia (fundada por Salutati), en donde eruditos tales como
Marsilio Ficino (1433-1499) y el conde Giovanni Pico de la Mirándola (1463-1494), filósofo,
trabajaban para reconciliar el cristianismo con las ideas recién descubiertas de la filosofía
griega y romana.
En este empeño, Pico de la Mirándola mezcló la escuela estoica griega y romana con material de
la Cabala judía (tradición filosófica y literaria enraizada en el empeño de conocer los
insondables secretos de la existencia) y fuentes islámicas para construir su humanismo
cristiano, según el cual todas las empresas intelectuales y creativas de la humanidad forman
parte de Dios.

HUMANISMO ITALIANO: El humanismo renacentista fue un movimiento intelectual


relacionado con el estudio de las obras literarias de la Grecia y Roma clásicas. Los humanistas
estudiaron las artes liberales —gramática, retórica, poesía, filosofía moral o ética e historia
basados en los escritos de la Grecia y la Roma antiguas. Éstos son los temas que llamamos
Humanidades.
La importancia central de las preocupaciones literarias del humanismo renacentista se
manifiesta en la condición profesional o en las ocupaciones de los humanistas. Algunos eran
maestros de humanidades en las escuelas secundarias o en las universidades, donde daban
conferencias ocasionalmente, o tenían cargos permanentes, a menudo, como profesores de
retórica.
Otros servían de secretarios en las cancillerías de las ciudades-estado italianos, o en las cortes
de los príncipes o papas. Todas estas ocupaciones eran en gran medida seculares, y la mayoría
de los humanistas eran seglares, más que miembros
del clero.
Petrarca (1304-1374) el padre del humanismo renacentista
italiano, hizo más que cualquier otra persona del siglo
XIV para alentar el desarrollo del humanismo
renacentista. Fue el primer intelectual en caracterizar
la Edad Media como un periodo de oscuridad,
promoviendo la errada creencia de que la cultura
medieval ignoró la antigüedad clásica.
El interés de Petrarca en los clásicos lo condujo a una
búsqueda de manuscritos latinos olvidados y puso en
movimiento una exploración de las bibliotecas
monásticas por toda Europa. En su preocupación por
los clásicos y su contenido secular, Petrarca se preocupó a veces de si daba la suficiente
atención a el príncipe del lenguaje”.
En Florencia, el movimiento humanista renacentista tomó un nuevo rumbo, se volvió
estrechamente vinculado al espíritu y orgullo florentino y dio lugar a lo que un moderno
erudito califico de “humanismo cívico”.

En Florencia, los intelectuales, en cambio, empezaban a adquirir un nuevo punto de vista


sobre su papel. El hombre de estado e intelectual romano, Cicerón, se convirtió en su
modelo. El humanismo cívico reflejaba los valores de la sociedad urbana del Renacimiento
italiano. Los humanistas llegaron a creer que el estudio de humanidades se podría poner al
servicio del estado. No es accidental que los humanistas sirvieran al estado como cancilleres,
consejeros o asesores.
Durante la Edad Media, el arte tenía una función religiosa. Las iglesias eran las principales
compradoras de las creaciones de los artistas y las obras servían para difundir o reforzar sus
enseñanzas. Con el crecimiento de la autoridad de los príncipes y con el mayor poder
adquisitivo de los burgueses, se Integraron al mundo del arte otros temas y objetivos.
Dado que los humanistas resaltaban al hombre y la naturaleza, esos fueron los principales
temas también en las obras de arte, Nuevas temáticas, entre ellas el interés por reproducir
el cuerpo humano con todas sus características, tuvieron como consecuencia obras de arte
que parecían verdaderos tratados sobre anatomía humana. Si bien durante la primera etapa,
el siglo XV, se mantuvieron las temáticas religiosas, paulatinamente fueron resaltándose los
elementos de la naturaleza y las temáticas relacionadas con la vida cotidiana de los hombres
y mujeres comunes.
Las nuevas actividades artísticas requerían de nuevas fuentes de financiación (ya no era la
Iglesia la única que encargaba las obras). Así, surgió la figura de los mecenas, ricos
burgueses, príncipes o nobles, que tomaban bajo su protección a algún artista talentoso y
financiaban su obra. El mecenazgo era, al mismo tiempo, una forma de aumentar el propio
prestigio de los protectores. Los Médicis, fueron unos de los mecenas más importantes y
pertenecían a la familia gobernante de la ciudad italiana de Florencia.

RASGOS DEL ARTE EN EL RENACIMIENTO ITALIANO: Las artes plásticas renacentistas


resaltaban la belleza y la armonía de la naturaleza y del hombre. De la observación y el
estudio de éstas, y con el espíritu del hombre que puede, por sí mismo, comprender cada vez
más al mundo, los artistas comenzaron a realizar estudios sistemáticos que les permitieran
perfeccionar sus obras, e incluso escribir tratados sobre cómo debían ser éstas. En la
escultura, se comenzaron a cuidar las proporciones armoniosas del cuerpo humano.
En la arquitectura, se introdujeron elementos grecorromanos: arcos de medio punto,
columnas, cúpulas, entre otros. En la pintura, comenzaron a cobrar importancia la proporción,
las relaciones con el mundo de la geometría, nociones de simetría y perspectiva. Así, por
ejemplo, además del alto y el ancho, empezaron a verse en las obras imágenes que sugerían
la “profundidad”, en diversos planos
HISTORIA DE FLORENCIA EN EL
RENACIMIENTO
LORENZO DE MÉDICIS Y MAQUIAVELO

A partir de 1300 se observan en Europa ciertas tendencias generales que marcan un nuevo giro, un interés
reavivado por las tradiciones de la antigüedad clásica y un nuevo espíritu de humanismo en el manejo de los
asuntos.

Florencia, ciudad-estado
El sistema feudal, que había sustituido al gobierno centralizado del Imperio Romano, empezó a
perder terreno con el apogeo de las ciudades, donde existía una clase independiente de ciudadanos
mercaderes y gremios de artesanos que estaba creando una nueva civilización.
El nuevo poder basado en la industria urbana estaba en cierto modo desplazando a los señores
feudales del pasado. Italia, en su etapa de luchas entre el imperio y el papado, carecía de un gobierno
central. Por ello, presenció el nacimiento de gran número de ciudades-estado, desde las
insignificantes hasta las que alcanzaron importancia internacional. Entre estas últimas, Florencia fue
una de las más destacadas.

Durante mucho tiempo Florencia ocupa un lugar preeminente en la historia europea, especialmente
desde mediados del siglo XII hasta principios del XVI. Se vio envuelta en la lucha entre el papa y el
emperador desde el siglo XI. Fue en ella donde las facciones rivales recibieron los nombres
de güelfos y gibelinos a principios del siglo XII, aunque en esencia estos nombres familiares indicaban
simplemente las fuentes de las que ambos partidos buscaban apoyo para sus propios intereses.
Hubo largas y complicadas luchas entre los dos partidos, y las alineaciones de las ciudades-estado y
los grandes poderes cambiaban una y otra vez. Mientras tanto, Florencia obtuvo un gobierno
republicano que sufrió muchos cambios, pero que se estructuraba básicamente en dos consejos, un
organismo integrado por representantes de los gremios que cambiaba cada dos meses, un capitán,
un magistrado imperial y un ministro de justicia. En la práctica, esta organización no era tan
democrática como parece.

Los derechos políticos no llegaban de hecho a los estamentos más bajos, ni a los habitantes de las
ciudades o distritos dependientes. En el siglo XIV Florencia se había convertido en un centro
comercial poderoso, famoso por sus actividades bancadas internacionales y su industria textil,
primero con la lana y posteriormente con la seda y el brocado. Sus conexiones con Oriente la
ayudaron a prolongar su influencia cuando el Mediterráneo dejó de tenerimportancia económica.
En su política exterior, Florencia estaba en general enfrentada al imperio y por ello inició unas
relaciones más estrechas con Francia, que durante mucho tiempo había apoyado a los papas
contra la Alemania imperial.

Lorenzo el Magnífico
En el siglo XV, la ciudad quedó bajo el control de la poderosa familia de banqueros de los Médicis,
que ejerció un poder prácticamente absoluto. El más famoso fue Lorenzo (1449-92), que gobernó
desde 1478 hasta su muerte. Su abuelo Cosme se había mantenido en el poder por medio de
gobiernos provisionales de cinco años que elegían a todos los funcionarios y obedecían sus
instrucciones. Lorenzo siguió el mismo sistema.

Lorenzo era el típico gobernante del Renacimiento: inteligente, versátil, enérgico, seguro de sí mismo,
escéptico en materias religiosas y con la única idea de perseguir el interés del estado allí donde lo
veía. Era entendido en las artes literarias y consciente de la evolución artística y científica de su
tiempo; astuto y de múltiples recursos como hombre de estado, tan versado en la diplomacia como
en la guerra, juzgaba a los hombres con sutileza y estaba decidido a consolidar la posición de su
familia

Por encima de todo, desarrolló una política que dio a Florencia un papel importante en el equilibrio
del poder europeo. Lorenzo era una de esas figuras que trascienden a la pura vida humana que rigió
los destinos de Europa durante el Alto Renacimiento. Por algo se le llamó «el Magnífico».

Cuando, a los veinte años de edad, tuvo que asumir la carga de la vida política, Lorenzo estaba algo
reacio a renunciar a su libre existencia de amigo de los artistas y eruditos. Sin embargo, era
demasiado listo para tratar de eludir su responsabilidad. Como él decía, «se puede malvivir siendo
hombre rico en Florencia si no se tiene poder en el gobierno».

Su poder llegó a ser virtual-mente absoluto cuando, en 1480, sustituyó el consejo quinquenal por uno
permanente integrado por sus propios hombres. Ello significaba el fin de las libertades democráticas
del pasado, sustituidas por un despotismo firme, a veces benevolente.

Aunque Lorenzo no conocía freno en la persecución de los intereses de estado y se interfería en las
vidas privadas de los ciudadanos cuando le parecía, durante su reinado se mantuvo el orden más
que nunca. Ello favoreció enormemente la expansión de los negocios y la industria, así corno el
estudio y las artes.
En realidad, en materia de status civil, los florentinos habían avanzado más que nadie hacia aquella
igualdad pregonada por la Ilustración tres siglos más tarde, que se convertiría en el grito de batalla
de la Revolución Francesa. Al principio, Lorenzo se enfrentó con el Papa Sixto IV y fue derrotado en
guerra. Fue capaz de cerrar en parte esta brecha porque’ la amenaza de una invasión extranjera, por
parte de Turquía o de Francia, hacía esencial la colaboración. En adelante se mantuvo en términos
amistosos con Roma, asegurándose el capelo cardenalicio para su hijo menor, Giovanni, que más
tarde sería el Papa León X.
En cuanto a Francia, su política era hipócrita. Se vio forzado a mantener relaciones cordiales, porque
de ello dependía la prosperidad del comercio florentino en aquel país. Pero al mismo tiempo estaba
decidido a no dejar entrar a los invasores. En 1494, dos años después de su muerte, se iniciaron una
serie de incursiones francesas que debilitaron grandemente a Italia y acabaron dejando gran parte de
la misma bajo la influencia de los Habsburgo españoles durante dos siglos.

Cosme Médicis había estimulado la creación de una academia platónica en Florencia bajo la dirección
de Ficino, el gran erudito y traductor de Platón. Lorenzo apoyó decisivamente la academia y fue amigo
y mecenas de los eruditos, entre ellos de Poliziano y Pico della Mirándola. Florencia se convirtió en
refugio de muchos eruditos griegos que habían huido tras la caída de Constantinopla, en 1453. Todas
las grandes figuras artísticas de la época encontraron apoyo presto e inteligente en Lorenzo. Entre
ellas se encontraban el arquitecto Alberti (1404-72) y los pintores Botticelli (1444-1510), Leonardo da
Vinci (1452-1519) y Miguel Ángel (1475-1564).
Para nosotros, la Primavera de Botticelli tiene una belleza serena y armoniosa, pero para Lorenzo
Pierfrancesco, el joven patrono que la encargó, significaba mucho más. Venus, con sus guirnaldas de flores,
simboliza la Humanitas, el ideal de todo el ser humano basado en las enseñanzas de la antigüedad.

Al mismo tiempo, la universidad de Florencia se convirtió en centro de un renovado espíritu de estudio


clásico. El humanismo de este período no sólo inauguró el estudio de la filología clásica crítica, sino
que también fomentó la producción de libros y la creación de bibliotecas, que promocionaron el
aprendizaje en general.

Aunque el poder e influencia de la Iglesia seguía siendo importante, se formó una nueva actitud que
estaba más acorde con el enfoque del pasado clásico. Puede decirse que la política nunca había
estado realmente motivada por otra cosa que no fuera el interés, quizás en ocasiones bajo una
delgada capa de aspecto cristiano.

Al llegar el Renacimiento, una fuerte tendencia secular invadió la propia Iglesia, que a su vez provocó
el movimiento de reforma del siglo XV. Mientras tanto, Florencia produjo una notable figura de brillo
momentáneo, peculiarmente fuera de su tiempo, en parte un místico medieval y en parte un profeta
de reforma: el fraile dominico Savonarola (1452-1498).
Savonarola ejerció un considerable poder político en Florencia durante un tiempo, aprovechándose de la
oportunidad para predicar el establecimiento de un estado cristiano ideal. Pronto se volvieron las tornas y fue
torturado y quemado con otros dos dominicos en la plaza pública.

Este asceta osado e intransigente se oponía al racionalismo escéptico de la época y al lujo terrenal
de la cultura contemporánea. Condenó, en particular, la tradicional magnificencia de la corte papal.
Savonarola fue llamado al lecho de muerte de Lorenzo. Según la leyenda, el fraile negó al tirano la
absolución porque Lorenzo no quiso restaurar la libertad democrática de la ciudad.

La actitud de Savonarola hacia Roma se hizo claramente hostil cuando fue elegido, en 1492, el Papa
Borgia Alejandro VI. Alejandro no era ni más ni menos que un producto típico del Renacimiento: frío,
realista, práctico, libre de fanatismos y que no se arredraba ante nada. Lo que más le molestaba de
Savonarola no era su celo reformador, sino el hecho de que el fraile estaba a favor de los franceses.
En 1494, Carlos VIII había invadido Italia. La familia Médicis había sido expulsada de Florencia y la
ciudad se salvó de los invasores en gran parte debido a la influencia de Savonarola. El Papa, ayudado
por el emperador, España y Vene-cia, obligó a Carlos a volver a Francia y acto seguido se volvió
contra Florencia, donde Savonarola había logrado una influencia política decisiva.

Sin embargo, la exageración puritana de los sermones del fraile no estaba a la altura de la época. En
el carnaval de 1497 había organizado una «quema de vanidades» en la que fueron destruidos gran
cantidad de libros y otros objetos por su indecencia y frivolidad. La reacción se produjo y finalmente
el Papa consiguió que Savonarola fuera llevado a juicio y condenado por hereje.

Se le arrancó una confesión mediante torturas, como era costumbre, aunque posteriormente se
retractó de cuanto había dicho. Con otros dos frailes fue ahorcado y quemado delante del
Ayuntamiento, en 1498. Lodo el asunto era, en realidad, una cuestión política; sirvió para aplacar a
Roma y también para afirmar la independencia de Florencia, puesto que la demanda de extradición
del fraile por parte del Papa Alejandro fue denegada.
Lorenzo el Magnífico, el déspota benigno, gobernó Florencia de 1478 a 1492 e hizo de ella una fuerza digna
de tenerse en cuenta en los asuntos europeos. El fanático fraile Savonarola denunció la corrupción de la
Iglesia y el Estado en vehementes sermones que provocaron la ira del Papa.
Maquiavelo
La situación política era ahora muy inestable. Luis XII de Francia obtuvo la licencia papal para casarse
con la esposa de su difunto hermano, a fin de recuperar el poder sobre Inglaterra. Por otra parte, se
comprometió a apoyar a César Borgia en sus ambiciones territoriales sobre la Italia central. En 1501
la presión francesa salvó a Florencia de las amenazas de César.
En 1502 los florentinos eligieron a Piero Soderini como ministro de justicia vitalicio para proporcionar
al estado cierta estabilidad. Al año siguiente, Alejandro Borgia murió de fiebres y, antes de que César
Borgia se recuperara de la misma enfermedad, sus conquistas habían pasado a manos del nuevo
Papa, Julio II. César murió en España en 1507.

Desde 1498 Florencia contaba entre sus diplomáticos con Nicolás Maquiavelo (1469-1527), un astuto
observador y negociador, versado en los clásicos latinos y hombre de gran visión política. En 1506
propuso un nuevo sistema para una milicia nacional, para sustituir a las turbas mercenarias y sus
capitanes. En la guerra contra Francia en 1510, Florencia permaneció neutral. Los franceses, aunque
vencieron en Rávena, tuvieron que volver a Francia dejando a Florencia abandonada a su suerte. Su
milicia no era enemigo para los aliados españoles del Papa. En 1512 los Médicis fueron restaurados
en Florencia.
Maquiavelo, considerado erróneamente como sospechoso de complicidad contra los Médicis, fue
obligado a abandonar su puesto en 1513. Su fama se debe a sus escritos políticos. Familiarizado con
muchas cortes de Italia y del extranjero, conocía a los hombres que estaban en el poder y captaba
algunos de los problemas prácticos de la política. Su tratado más importante, El príncipe, no le sirvió,
como él esperaba, para recuperar el favor de los Médicis, pero sí le hizo mun-dialmente famoso.

En su libro, el autor señala los métodos que un gobernante debe adoptar a fin de establecerse y
afincarse. Lo que necesita es el poder, ejercido sin ningún miramiento. Para lograr el éxito el
gobernante no debe pararse ante la violencia.

El fin justifica los medios y, aunque es bueno estimular la creencia en la moralidad con fines
disciplinarios, el gobernante no necesita atenerse a esas creencias, aunque puede acatarlas
externamente si ello sirve a sus propósitos. En gran medida, el gobernante descrito por Maquiavelo
había estado personificado por César Borgia.

Lo que el autor esperaba era un príncipe que lograra en Italia la unidad nacional que estaba surgiendo
con la monarquía absoluta de Francia. Para él era totalmente evidente la necesidad de un hombreque
ejerciera el poder con decisión y sin escrúpulos, para unificar las numerosas ciudades-estado de Italia
enzarzadas en contiendas. Pero su opinión no fue compartida por la mayoría, que le acusó de hombre
inmoral y sin escrúpulos.

Estas aspiraciones nacionales fueron incitadas por el lado más oscuro del Renacimiento italiano. A
pesar de los grandes logros de ese período y de la magnificencia de las familias rectoras, la totalidad
del país había entrado en su decadencia política. El resultado fue una especie de indiferencia moral,
que estimulaba la práctica desaprensiva de la política, haciendo casi una virtud del mal que surgía de
las condiciones prevalecientes.

¿Cuál fue la causa de esta decadencia? Maquiavelo había expresado repetidas veces su opinión
sobre el particular. Se creía por lo general en aquel tiempo que la culpa era en gran parte del papado.
En la lucha entre el emperador y el papa no se logró ninguna solución política decisiva.

En cierto sentido, el imperio había perdido la batalla política en Italia; el papado no tuvo la suficiente
fuerza para proporcionarle dirección política, pero sí para solicitar ayuda extranjera, provocando de
este modo una interminable serie de incursiones de ejércitos extranjeros, con los consiguientes
horrores y depredaciones en el campo. Mientras tanto, el papa se comportaba como cualquier otro
gobernante italiano, impidiendo una auténtica unificación política.

La obra de Maquiavelo no es tanto una teoría política como un examen de cómo crecen y decaen los
diversos tipos de estado, y cómo debe proceder un gobernante para asegurarse el mantenimiento
duradero del poder. De hecho, trata del aspecto de la vida política más cercano a su propia
experiencia, es decir, la diplomacia. Desde el punto de vista de la práctica política, la acusación de
inmoralidad que a veces se le ha formulado, tanto por sus ofendidos contemporáneos como por
generaciones posteriores, no está enteramente justificada. Más que recomendar ciertas prácticas, lo
que hace es señalar métodos para lograr ciertos fines; métodos, es cierto, que rozan, cuando no se
enfrentan abiertamente, a la moral tradicional.

En cierto sentido, Maquiavelo llega más lejos que las críticas del poder papal por parte de los clérigos.
No sólo se oponía al papado tal como estaba entonces, sino también al ideal que representaba. A
este respecto, es un auténtico representante del Renacimiento. Lo que admiraba eran las virtudes
morales, no de la ética cristiana, sino de la antigua república romana en su período de apogeo.

Está claro que las lecciones prácticas de la política maquiavélica han tenido, en su totalidad o en
parte, una aplicación universal, particularmente en los regímenes totalitarios o dictatoriales. Sin
embargo, la postura maquiavélica es unilateral, pues descuida la influencia positiva de otros factores
de los que también depende el poder. Escritores humanistas como Tomás Moro presentan una
concepción más amplia, justa y equitativa de la práctica política.

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