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Hacia una mejora de la formación de formadores ocupacionales

HACIA UNA MEJORA DE LA FORMACIÓN DE FORMADORES OCUPACIONALES

Pérez Ferrando, Mª Vicenta


De León y Huertas, Carlota
Olivares García, María de los Ángeles
Arias Blanco, Vanesa
Facultad de Ciencias de la Educación
Universidad de Córdoba

INTRODUCCIÓN
La comunicación que presentamos nace de los resultados obtenidos en la investigación
realizada por el Grupo HUM-310 de la Junta de Andalucía, denominada “La Formación
Ocupacional: hacia la inserción laboral de la juventud de Córdoba” (Pérez Ferrando et al.,
2004). Dicho trabajo se centra en analizar la situación de la formación ocupacional que recibe
la juventud cordobesa y, de manera especial, aquellos jóvenes que abandonaron la escuela
obligatoria a edades tempranas sin completar la etapa de Educación Secundaria Obligatoria.
De este análisis se desprende, en primer lugar, la escasez de oferta formativa para este perfil
de jóvenes con bajos niveles de cualificación. En concreto, y básicamente, los programas
formativos a los que accede esta población -en la ciudad de Córdoba- son Escuelas Taller,
Casas de Oficios y Experiencias Mixtas de Formación y Empleo.
Igualmente, y centrándonos en el objeto de esta ponencia, entre las conclusiones extraídas de
esta investigación se ponen en evidencia notables carencias en la formación psicopedagógica
de los monitores y monitoras que participan en estos programas formativos. En este sentido,
consideramos que la formación inicial de estos técnicos está excesivamente vinculada a su
cualificación profesional en un determinado oficio y no se repara en la formación que han de
adquirir como educadores para abarcar otros ámbitos de formación necesarios que favorezcan
no sólo la transición de esta población al trabajo sino su inserción social.
LA FIGURA DEL FORMADOR OCUPACIONAL
Si nos atenemos a las competencias profesionales descritas en el Real Decreto 7646/1997 de
31 de octubre, por el que se establece el certificado de profesionalidad de la ocupación de
formador ocupacional, las funciones que ha de desempeñar este profesional giran
fundamentalmente en torno a labores de planificación, enseñanza, coordinación, gestión y
evaluación del proceso de formación profesional de los destinatarios. Sin embargo, nosotros
partimos de una concepción más amplia de la figura del formador ocupacional.
Compartimos el enfoque planteado por Ferrández Arenaz et al. (2000), en el que considera al
formador ocupacional como un educador de personas adultas puesto que los destinatarios
forman parte de la población activa desempleada. Ciertamente, la principal consecuencia que
se deriva de este enfoque, es la ampliación de tareas a desarrollar por este profesional y, por
ende, nuevas necesidades formativas de naturaleza psicopedagógica.
CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN EL PERFIL DEL FORMADOR OCUPACIONAL
Ya hemos citado previamente dos de las características que mejor definen en la actualidad al
formador ocupacional: por un lado, al estar su formación inicial ligada a una determinada
carrera y experiencia profesional, se produce una gran heterogeneidad y diversidad de
preparación previa en estos profesionales (Marzo y Figueras, 1990). Y, por otro lado, la ya
comentada deficiente formación para el desempeño de la función docente (Seisdedos y Maciá,
1995). Estos mismos autores citan otros rasgos que ayudan a definir el perfil de este
profesional:
a. Normalmente, poseen una cualificación ajustada a la materia que han de impartir.
b. Carecen de conocimientos psicopedagógicos.
c. No poseen estrategias sistematizadas de evaluación y reflexión sobre su propia
práctica.

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IV Congreso de formación para el trabajo. Zaragoza, 9-11 de Noviembre 2005

d. Poseen habilidades y destrezas en su campo profesional careciendo, en algunos


casos, de destrezas vinculadas al ámbito de las nuevas tecnologías.
e. Al existir tanta diversidad en el perfil de formador ocupacional, no poseen una
conciencia clara de colectivo profesional.
No obstante, y a pesar de destacar en estas características más aspectos negativos que
positivos, creemos que se está produciendo progresivamente una transformación en la figura
del formador por dos fenómenos sociales de gran envergadura: la gran expansión y auge de la
formación profesional ocupacional y continua de los trabajadores y trabajadoras y la relevancia
que adquiere, hoy más que nunca, el aprendizaje a lo largo de la vida de la ciudadanía. Estos
dos fenómenos dan lugar a un mayor reconocimiento de la profesión de formador que se
traduce en numerosas acciones para la formación inicial, reciclaje y especialización de estos
profesionales.
Remitiéndonos nuevamente al trabajo de investigación realizado por el Grupo HUM-310, y
como continuación al mismo, se realizó un estudio de caso en el programa de Experiencias
Mixtas de Formación y Empleo en la ciudad de Córdoba (2003) –como parte de un proyecto de
tesis doctoral- a lo largo de siete meses donde fue posible analizar detenidamente el perfil de
los monitores de los cursos incluidos en este programa. No debemos olvidar que el perfil de los
destinatarios del programa de Experiencias Mixtas eran jóvenes menores de 25 años, sin
empleo anterior y con bajos niveles de cualificación.
Según los responsables del programa que fueron entrevistados, los rasgos básicos que deben
definir a los monitores de los cursos en el programa de Experiencias Mixtas de Formación y
Empleo son: ser conocedor del mercado laboral, ser educador, constituirse en modelo de
conducta para el alumnado y ser animador. Junto a estas características, estos profesionales
deben poseer también algunas cualidades, actitudes y valores imprescindibles ya expresadas
por Tejada y Pont (2001) y constatadas en el trabajo de campo de la investigación:
conocimiento del entorno sociolaboral, capacidad de reflexión sobre la práctica, capacidad de
adaptación a los cambios, tolerancia a la incertidumbre, al riesgo y a la inseguridad, capacidad
de iniciativa y toma de decisiones y compromiso ético-profesional. Quizá, en este último estudio
vuelven a confirmarse ciertas carencias en el ámbito pedagógico que se manifiestan,
fundamentalmente, en una falta de planificación previa y de sistematicidad en las actuaciones
llevadas a cabo en la práctica docente.
FUNCIONES DEL FORMADOR OCUPACIONAL
Volviendo a la concepción del formador ocupacional como educador de personas adultas, las
funciones que éste desempeña consisten en (Arandia Loroño, 1997):
a. Detectar y diagnosticar necesidades reales y potenciales de la población destinataria.
b. Planificar de forma colectiva, generando a posteriori procesos de reflexión conjunta.
c. Orientar y facilitar los aprendizajes teniendo como referente las competencias,
experiencias y conocimientos previos del alumnado y, como fin, el crecimiento personal
e inserción sociolaboral del mismo.
d. Gestionar y facilitar los recursos humanos, materiales y funcionales necesarios en el
proceso formativo.
e. Estimular la participación e implicación de la población destinataria.
f. Animar situaciones socioeducativas.
Como podemos comprobar, las tareas enumeradas responden a un enfoque sociocrítico del
proceso de formación puesto que se considera al sujeto como verdadero protagonista activo de
su aprendizaje y, en definitiva, de su desarrollo profesional y personal.
En el estudio de caso realizado en el programa de Experiencias Mixtas de Formación y Empleo
(2003) –ya citado anteriormente-, fue posible analizar detenidamente cada una de estas
funciones por parte de los monitores de los cursos incluidos en el programa. Dichas funciones
se concretan en las siguientes tareas:

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Hacia una mejora de la formación de formadores ocupacionales

1. Conocimiento y detección de las principales problemáticas del colectivo destinatario del


programa.
2. Poner en contacto al alumnado con el mercado de trabajo.
3. Seguimiento y promoción de la inserción laboral del alumnado.
4. Promover la igualdad de oportunidades en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
5. Planificación, seguimiento y evaluación del proceso de aprendizaje.
PRINCIPALES DIFICULTADES EN EL DESEMPEÑO DE SU TRABAJO
Bajo nuestro punto de vista, actualmente, son numerosos los obstáculos que encuentra el
formador ocupacional en su labor cotidiana y que impiden que las funciones mencionadas
anteriormente puedan ser desempeñadas adecuadamente. Arandia Loroño (1997) resume
estas dificultades o trabas en los siguientes puntos:
a. La inestabilidad laboral, fruto de una tendencia clara por parte de las entidades a una
contratación temporal. Esta realidad genera incertidumbre en los formadores y por
tanto, malestar en el desarrollo de su labor profesional.
b. El exceso de burocracia al que se ven sometidos estos profesionales en muchos
casos, limitando su autonomía de acción, sus iniciativas, sus propuestas de innovación
y mejora, etc.
c. El carácter puntual de las actuaciones formativas, lo que impide el logro de muchos
objetivos planteados a medio-largo plazo, el desarrollo de un trabajo coordinado a nivel
interno y externo, etc.
d. La no existencia de cauces interinstitucionales que faciliten y apoyen el trabajo
realizado por el formador y el logro de los objetivos propuestos.
e. La necesidad no satisfecha de ampliar su formación en distintos ámbitos.
f. La creencia errónea de que en este ámbito de formación no reglada, es suficiente una
experiencia docente previa y no es necesaria una formación continua y específica para
trabajar con la población destinataria.
PROPUESTAS DE MEJORA
Ante las dificultades mencionadas, exponemos a continuación algunas de las propuestas que
consideramos más importantes para mejorar el trabajo desempeñado por los formadores y
mejorar, en esta línea, la calidad de la formación ocupacional.
¾ La Administración debe tomar conciencia de la importancia de la formación didáctica
de los formadores. Para ello debe garantizar el número de cursos necesarios donde
se aborden la adquisición de estrategias relacionadas con:
• Tareas de planificación: diseño de una metodología donde se enfatice la
participación, colaboración e implicación del alumnado; adaptación de
contenidos, actividades y recursos a las capacidades y necesidades de los
destinatarios; etc.
• La dinámica de aula: dinamización de grupos, resolución de conflictos,
normas de funcionamiento en el grupo-clase, tratamiento de errores y
distracciones, etc.
• Tareas de evaluación: cómo llevar a la práctica un proceso de evaluación
diagnóstica, formativa y sumativa; cómo evaluar desde un punto de vista
crítico la propia práctica docente y cómo utilizar esa tarea de reflexión para
una transformación y mejora del proceso formativo.
• Tareas de gestión y coordinación en las distintas actuaciones.
¾ En el proceso de selección de monitores ocupacionales, es interesante incorporar
requisitos de acceso como los siguientes: conocimiento acerca del mercado laboral
en general y de la situación del sector profesional en cuestión, en particular.

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IV Congreso de formación para el trabajo. Zaragoza, 9-11 de Noviembre 2005

Igualmente, es interesante evaluar en dicho proceso de selección la formación y


experiencias previas en el ámbito docente.
¾ Finalmente, consideramos que la Administración Pública debe garantizar los medios
necesarios para otorgar estabilidad a las actuaciones formativas emprendidas, sobre
todo, apostando por la estabilidad de los contratos de los técnicos.

BIBLIOGRAFÍA
• ARANDIA, M. (1997) Los educadores de personas adultas y su formación ante un
mundo en cambio, en Cabello Martínez, M.J. (Coord.), Didáctica y Educación de
Personas Adultas, Málaga: Aljibe, 131-153.
• FERRÁNDEZ, A., TEJADA, J., JURADO, P., NAVÍO, A. Y RUIZ, C. (2000) El formador
de Formación Profesional y Ocupacional, Barcelona: Octaedro.
• MARZO, A. Y FIGUERAS, J.M. (1990) Educación de Adultos. Situación actual y
perspectivas, Cuadernos de Educación, 3, Barcelona: ICE-Horsori.
• PÉREZ FERRANDO, M. V., DE LEÓN Y HUERTAS, C., LÓPEZ CALVO, A., LÓPEZ
CALVO, L., LUENGO GARCÍA, J., OLIVARES GARCÍA, M.A. ET AL. (2004) La
formación ocupacional: hacia la inserción laboral de la juventud de Córdoba,
Córdoba: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba.
• SEISDEDOS, C. Y MACIÁ, L. (1995) El rol del profesor de formación ocupacional como
animador al empleo. Herramientas. Revista de Formación para el Empleo, vol. 1,
37, 28-32.
• TEJADA, J. Y PONT, E. (2001) La calidad en los programas de formación de
formadores, en AA.VV. (Eds.), Formación, trabajo y certificación: Nuevas
perspectivas del trabajo y cambio en la formación. III Congreso de Formación
Ocupacional, Zaragoza: Grupo CIFO-IFES, 37-66.

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