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CIUDADANÍA Y ESTADO SOCIAL EN ITLIA: ACCIÓN

SINDICAL Y POLÍTICAS DE GOBIERNO EN LOS


AÑOS SESENTA Y SETENTA

Ignacio Masulli

Los límites de la acción reformadora de los gobiernos de centro-


izquierda y las dificultades con que se encontraron los promotores e esta
alianza para la realización de sus propósitos, han sido estudiados desde
muchos puntos de vista1 Ciertamente no puede ser subestimado el
cambio de clima político giro marcó respecto a los años precedentes 2
Pero es precisamente una valoración atenta de los elementos novedosos
de aquella etapa política lo que induce a interrogarse sobre las razones
de sus escasos frutos.

Para entrar en el tema específico remarcaré algunos aspectos que me


parecen particularmente significativos a los fines de este breve análisis

Pero primero cabe remarcar el importante retardo con el que se


pusieron en acción las políticas de reforma. Los quince años que separan
la promulgación de la Constitución y la primera y crucial fase de la
reconstrucción posbélica fue de un sustancial inmovilismo.
Existía una exigencia de llevar adelante reformas de estructura capaces
de corregir los graves desequilibrios económicos, tanto regionales como
po sector, que se habían acumulado en el tiempo3

Ya no se podía demorar la eliminación de las largas franjas de trazo


social y cultural que persistían aún en muchas regiones del país.

En relación a la reforma del Estado, la declaración constitucional


esperaba aún ser aplicada en aspectos de no secundaria importancia; el
nuevo ordenamiento ya no era compatible con la permanencia de
instituciones y leyes pertenecientes al régimen fascista

1
La falta de solución y el agravamiento de estos problemas constituía una
especie de incrustación dura sobre las que se superponían las
contradicciones derivadas de las transformaciones recientes en la
economía y la sociedad italianas.

El extraordinario desarrollo económico de la segunda mitad de los años


50' y los rimeros 60’, la organización social y de los sistemas de vida
(familiar, habitacional, de los consumos de los transportes, de las
comunicaciones, etc.), que habían interesado principalmente al ámbito
urbano y las regiones centro-septentrionales, requerían reformas
capaces de gobernar el proceso de modernización y, al mismo tiempo,
afrontar viejos problemas a esa altura inaplazables.

Lo mismo, valía para los límites y los anacronismos de las políticas


sociales4

Como sabemos, la centro-izquierda debutó con dos medidas


9importantes: La nacionalización de la industria eléctrica y la extensión
de la obligación escolar hasta los trece años. Pero las otras reformas
previstas por el gobierno Fanfani 5, y todas las declaradas como
“absolutamente prioritarias” del primer gobierno Moro 6, como la reforma
fiscal, urbanística, de las políticas agrícolas, las pensiones, fueron
abandonadas o bloqueadas en el término de menos de dos años. No es
simple comprender la facilidad con la cual estos propósitos fueron
sacrificados frente a las primeras resistencias conservadoras
manifestadas en el seno de la misma mayoría o externas al Parlamento.
Como explicar una política de continuos aplazos y sustanciales
renuncias, como la que caracterizó a los sucesivos gobiernos de Moro de
1964 a 1968?

Aún los intentos de programación económica, que sin embargo


constituían el nervio de los proyectos de reforma de la coalición, fueron
rápidamente desatendidos.

La nota explicativa presentada en 1962 por Ugo La Malfa, Ministro de


balance del gobierno Fanfani, denunciaba los desequilibrios regionales y

2
sectoriales del desarrollo de los años 50’, Contenía una lúcida crítica de
las distorsiones del modelo de consumo que se estaba afirmando en
Italia y favorecía ala ámbito privado, mientras aún faltaba
infraestructura pública para las necesidades colectivas y era intolerable
la ineficiencia de los servicios sociales existentes. La falta de casas,
transportes, escuelas, hospitales, estaba destinada a hacer crecer los
reclamos de salario directo (especialmente en las áreas urbanas y de
inmigración), ala punto de comprometer las limitadas posibilidades de
desarrollo7

El documento evidenciaba un nexo importante entre política económica


y política social. Se le proponía a los sindicatos una contención o una
reducción de los salarios a cambio de otras formas de rédito real a
realizar, precisamente a través de las reformas y con recursos públicos.

Estos temas fueron retomados en el primer proyecto de Plan Quinquenal


del ministro de Balance Antonio Giolitti, en 1964. El documento encontró
muy fuertes resistencias en los sectores moderados y mayoritarios de la
alianza así como en gran parte del mundo empresarial. 8

Luego de la grave crisis política de aquel año, el nuevo Ministro de


Balance, Giovanni Pieraccini redactó un segundo proyecto, más limitado.
Pero también éste, aprobado luego de dos años de trabajosa discusión
parlamentaria, quedó en letra muerta.

En realidad, se puede decir que desde 1963 se fue delineando una


política económica claramente deflacionista y de restricción crediticia.
Era el producto de una cuerdo entre la Banca de Italia y el Ministerio del
Tesoro que se consolidó y conoció una notable continuidad en los años
siguientes.9

En cuanto a las políticas sociales, mientras los intentos de reformar la


salud y la asistencia sobre la base de prestaciones universalistas
quedaban en la letra del Plan Pieraccini, las leyes operantes continuaban
siendo las anteriores a la guerra. A éstas se le habían agregado las
medidas tomadas por los gobiernos de centro en los años 50’, medidas

3
que, en la mayor parte de los casos estaban inspiradas bajo la lógica de
una política “particularista” y clientelar”10

En cuanto a la reforma provisional, fue mencionada en las declaraciones


programáticas del primer gobierno Moro, pero otra vez quedó en buenas
intenciones. Por lo tanto, cuáles fueron las razones del casi completo
naufragio de los proyectos reformistas de la centro-izquierda?

Sin desmerecer otras respuestas que se le ha dado a estos interrogantes


11
y , si se quiere, precisamente dándolas por incorporadas, yo prestaría
atención a dos aspectos específicamente históricos.

Un elemento me parece que habría que buscarlo en lagunas


características de fondo del bloque social y del sistema de poder
construidos por la DC en la posguerra.

Un aspecto significativo de éste bloque social consistía en el carácter


complejo y variado de los grupos y los intereses que connotaban los
sectores dominantes. Aún con diferencias, éstos se apoyaban
mutuamente, sin una competencia abierta o grandes conflictos internos
Incluso los ricos y poderosos de muy reciente formación que habían
alcanzado el vértice de la jerarquía social, lo habían hecho a través de
procesos de cooptación y asimilación que no habían provocado traumas
ni cambios de posiciones.

La segunda característica se refiere a los sectores medios. Son bien


conocidos los aspectos cuantitativos y cualitativos de su crecimiento
patológico con respectos a otros estratos de la estructura social italiana
en el período entre las dos guerras y después. El carácter
extremadamente compuesto de estos sectores, se debía a la adhesión
de los grupos más tradicionales (trabajadores autónomos, comerciantes,
artesanos tanto de las zonas rurales como urbanas, empleados de las
administraciones pública y privada) y al hecho que a éstos se la habían
ido agregando segmentos cada vez más numerosos de empleados de la
más variada formación y trabajadores de los servicios. 12 Por esta razón,
en lo que refiere a los sectores medios, las condiciones sociales y os

4
posicionamientos políticos habían cambiado notablemente en relación a
los veinte años del fascismo. Lo que no quita que permaneciesen
algunos elementos de continuidad que, en relación ala tema tratado no
fueron de poco peso. Los sectores medios fueron el objetivo principal y,
a su vez, instrumento eficaz de la construcción clientelar de las políticas
sociales durante el fascismo. En la posguerra y en los primeros años
Cincuenta, la situación era muy distinta, pero la obligación de reforzar y
extender el la adhesión política de los sectores medios, encontraba en el
“particularismo clientelar” el instrumento más fácil y disponible para
obtener el consenso. Esta situación alentó la permanencia, en una parte
por lo menos de los sectores medios, de un comportamiento parasitario,
acompañado de una buena dosis de oportunismo político.

No faltaron también ciertos estratos significativos de los sectores medios


que por situación social y experiencia política, se aliaron con la clase
trabajadora. Pero creo que se puede acordar con Sylos Labini, cuando
afirma que en los años de la centros-izquierda una parte no menor de ls
pequeña burguesía mostró diferencias o abierta aversión frente a una
política de reformas.13

Estos elementos, que continuaban caracterizando al bloque social


reconstituido en la segunda posguerra, ayudan a comprender la lógica
que conformaba el poder democristiano. En realidad no era posible
ningún intento serio de corrección a raíz de los desequilibrios derivados
de las contradicciones del desarrollo capitalista y la estructura social que
se había afirmado en Italia. Los correctivos de este tipo habrían debido
apoyarse sobre interese y cambios de relaciones de fuerza entre grupos
sociales. Habrían llevado a dañar intereses constituidos; habrían
comportado contraposiciones entre grupos y sectores diversos;
presuponían la voluntad y la capacidad de modificar las relaciones
sociales existentes.

Todo esto habría desatado conflictos y cambios internos en un bloque


social que la DC conservaba y extendía sí, pero sin querer comprometer
la adhesión y sus características constitutivas. La alianza con los

5
socialistas tenía el propósito de una ulterior ampliación de aquel cuadro
de relaciones sociales, no de un cambio radical.

Por lo tanto, el sistema de poder democristiano admitía sólo una serie


de compensaciones posteriores de los desequilibrios producidos. De
aquí, la razón principal de una política corporativa y clientelar, que se
reproducía en nuevas formas y en un contexto social y político distinto
que en el fascismo.

Muchas concesiones podían haberse hecho, el gasto público podía


destinarse al peso de las políticas asistenciales siempre muy costosas,
con tal que el cuadro de relaciones sociales y las razones y modos de su
fortaleza no fueran tocados.

El resultado, en realidad muy magro, de los gobierno de centro-


izquierda representaba el límite máximos alcanzable en base al bloque
social y ala sistema de poder construidos y gobernados por la DC.
Tampoco era practicable una alternativa política que superase las
exclusión de área gubernamental del partido comunista y las fuerasa
sociales que éste representaba.

Tal hipótesis hubiera comportado por un lado la exigencia de reformas


reales e impracticables, por el otro, generaba un vacío político. Las
fuerzas políticas que habían sido excluidas de una mediación o un
equilibrio político más avanzado, debían encontrar otros caminos para
conseguir sus objetivos. Y encontraron espacio para hacerlo
presentándolos en términos generales que se verificaron en las
demandas de modernización y reformas necesarias para todo el país.

Esto constituye una premisa y una precondición política del ciclo de


luchas de 1968-1972

Valiéndome de la teoría de los sistemas complejos 14, se puede decir que


la irrupción de una conflictividad tan intensa, capas de una notable
expansión y durabilidad, es explicable sólo por la concurrencia de
factores diversos y antes independientes entre sí. Cito algunos:

6
El “neocapitalismo de los consumos" estaba produciendo nuevos
desequilibrios (territoriales, por sector e intrasectoriales) y
desigualdades sociales.

- Habían ocurrido reestructuraciones técnico-productivas y


reorganizaciones laborales que referían, a su vez, a tipologías
industriales distintas y diferentes niveles de “modernización”.

- Frente a una economía en recuperación, el gobierno prolongó mas allá


de lo necesario una política deflacionista y reductiva del crédito, con
objetivos de reequilibrio entre el capital y el trabajo, más que por
razones estrictamente económicas.

- La ocupación global estaba estancada y alacanzaba aduras penas los


niveles del 63’.

- Segmentos cada vez más extensos o de nueva formación de los


sectores medios en la industria o en el sector terciario experimentaron
un empobrecimiento “relativo” de su condición social.

Continuaba, aunque más lentamente, la emigración del Sur al Norte. La


nueva oleada se superpuso la de la segunda mitad de los años 50’ y
principios de los 60’. Y esta vez no se trataba sólo de los trabajadores
más pobres, sino también de habitantes de las ciudades o personas que
habían hecho ya la experiencia de la emigración ala exterior.

- Para los primeros como para los segundos, estaba clara la conciencia
de los derechos sociales de ciudadanía.

- las condiciones de vida (ambientales, habitacionales, higiénicas) en los


cetros históricos y en las periferias de las ciudades eran particularmente
indigentes. También estaban atrasados el sistema de transportes y los
servicios urbanos en general.

Los obreros comunes, constituidos en su mayoría por inmigrantes del


Sur, del primer período, habían ya estrechado relaciones con la "vieja
guardia" de los obreros sindicalizados y politizados. Los inmigrantes de

7
la segunda oleada encontraron, desde este punto de vista, el terreno ya
preparado.

- El sindicato advertía la necesidad de desarrollar de manera adecuada


su iniciativa en la contratación empresarial y esto llevó rápidamente a
nuevos modos de representación obrera dentro de las fábricas. -
Persistía una fractura difícil de subsanar debida a la división de la
representación sindical y política de los trabajadores y a la perjudicial
exclusión de una parte importante de éstos de gobernar el país.

Tanto el movimiento estudiantil como el movimiento obrero habían


experimentado desde hacía algunos años, nuevas formas de
conflictividad y maduraban nuevas concepciones y percepciones de las
reivindicaciones y los derechos (tanto sociales como civiles y políticos)

Estaban naciendo nuevas formas de autoorganización social, política y


cultural que tendían a proyectarse por fuera de los lugares de estudio y
de trabajo.

Todos estos elementos, antes separados entre sí, convergieron,


interactuaron de distintos modos.

El fenómeno fue bien visible en el accionar rápido y tumultuoso y por


algunos elementos inéditos que la nueva fase de conflictividad mostró
desde el principio.

En este sentido, uno de los primeros elemento a remarcar cosiste en el


carácter para nada casual de la interacción, o mejor dicho del vínculo
entre luchas estudiantiles y obreras ya en los primeros años 60’ y luego
en el 68’—69’. En ambos movimientos existió una tensión hacia el
cambio radical de los modelos sociales y culturales.

Otra característica, que toca muy de cerca de las políticas sociales, se


debía a que en la nueva fase de conflictividad, a las luchas por el cambio
en las condiciones de trabajo se le agregaron objetivos referentes a las
reformas de estructura.

8
El frente de lucha se amplificó rápidamente, involucrando de manera
cada vez más amplia grupos y categorías no sólo de obreros y no sólo
de la industria, extendiéndose también geográficamente y sobre todo
expresando en poco tiempo una fuerte carga política.

Como sabemos, fue éste un contundente ciclo de luchas con una fase
culminante que va de 1968 a 1972, que no desapareció en el corto plazo
y que dejó huellas profundas en la historia del país Sobre el período
existe una literatura muy vasta15

El movimiento de luchas de aquellos años tubo, en realidad, un carácter


muy complejo. Y que es sólo comprensible si se tiene en cuenta esta
complejidad e interacción de factores a la que hacíamos referencia.

El factor economico fue importante y se puede fácilmente acordar con


quién, en términos bastante generales, remarcaba que se debió a los
efectos sociales de una importante reestructuración capitalista, que se
afirmó por lo menos desde mediados de los años sesenta 16. En términos
más precisos, es ciertamente útil recordar que en el período 1963-1969,
se asistió a una fracasada sinergia entre inversión y expansión de la
producción, por lo tanto se llevó a cabo una reestructuración que hizo
impacto esencialmente en la reorganización del trabajo. Se redefinieron
turnos, horas extras y movilidades, sometiendo a los trabajadores
intensas formas de explotación y otorgando a los empresarios un más
amplio control sobre la dinámica salarial. La reacción, sustancialmente
resistente por parte de los trabajadores no se hizo esperar: Se ha
hablado de “huelga del trabajo”17

Pero junto a las razones más específicas y directas de la lucha de los


trabajadores existían otros objetivos reivindicativos y razones de
conflicto que se entrelazaron, llevando la situación a una dinámica aún
más explosiva.

Se trata de los componentes de las luchas estudiantiles, que


precisamente por su carácter de revolución cultural y de contraposición
generacional, eran portadoras de objetivos radicales y claramente

9
alternativos ala ordenamiento social. Otro caso claro son los objetivos
provenientes del movimiento feminista. Aunque sea muy brevemente,
conviene relevar que no se trató sólo de “sujetos” y movimientos que
convergieron, reforzándose y/o creando relaciones de alianza. Bastaría
una análisis un tanto más profundo para observar como algunos modos
reivindicativos de derechos y de afirmación de valores, propios de un
grupo se encontraban también en los otros.

Menos notorio, o al menos no suficientemente remarcado, es otro


componente, no subestimable, de aquella interacción de factores
diversos: E impulso, también éste presente desde hacía tiempo, pero
que alcanzó un punto de maduración y conciencia, de la afirmación de la
dimensión local o regional. Esta afirmación también llevó a la
reivindicación de espacios de democracia y a formas de sociabilidad
sinergéticas respecto a las otras.

Estas fueron las características y las razones por las cuales este
complejo movimiento colectivo se desplegó de manera nueva, más
amplia y profunda, involucrando y trayendo efectos de cambio en las
mentalidades, en las costumbres y en los modelos de cultura. Queda
claro que las alianzas, las relaciones aunque específicas,
determinándose en las luchas concretas, las nuevas formas de
vinculación y potenciamiento recíproco, mostraron y amplificaron este
efecto de aura del movimiento. Pero lo que importa remarcar es que a
partir de esta característica de complejidad y multiplicidad deriva el
hecho que nos encontramos frente a luchas muy radicales, in algunos
casos con episodios subversivos, con una alta tasa de politización, como
no se vieron en la Italia de la inmediata posguerra. Se trató, en suma,
de una conflictividad tendiente a ampliarse geográficamente y en
relación a las fuerzas involucradas, a renacer con tenacidad en sus
objetivos y capas de una notable duración.

Por lo tanto son muchas las características a relevar de aquel


movimiento y el discurso se alargaría. Remarcaré solo algunos datos.

10
El rol central en la organización de aquellas luchas lo desarrolló la CGIL.
Como también es innegable que en el logro de algunos importantes
objetivos de welfare fue significativa la acción del Partido Comunista y el
Socialista.

Aún en los años precedentes, comprendidos los de mayor debilidad, la


estrategia sindical de la CGIL , no había dejado nunca de movilizar a los
trabajadores en las luchas por las reformas. Pero sobre todo teniendo en
cuenta las condiciones de debilidad y las dificultades en las que se
encontraba el sindicato en el último período, en particular hacia la mitad
de los años 60’, sorprende aún más el desencadenante imprevisto, la
fuerza impetuosa que tubo la nueva fase conflictiva desde el inicio y el
fuerte relanzamiento que representó para la misma iniciativa sindical.

De los factores, a cuya interacción le atribuiría un carácter inédito y


explosivo de las luchas del 68’ al 72’, dos merecen ser subrayados de
modo particular. Éstos constituyeron importantes aspectos de fuerza
para trabajadores y sindicatos.

El primero consiste en la relativa facilidad con la cual la mayoría de los


obreros comunes, constituida en gran parte por inmigrantes del Sur de
Italia, se aliaron con las aristocracias obreras, integradas por
trabajadores mas viejos y calificados, que estaban también más
sindicalizados y politizados.

Esta alianza se verificó antes y más fácilmente de lo que se suele


afirmar, en las grandes fábricas de las ciudades industriales, pero
involucró también a sectores más tradicionales y a otras áreas de la
producción industrial de la Italia Septentrional. El fenómeno abarcó
tanto a los trabajadores inmigrados afines de los años 50’ y principios
de los 60’, como a los de la segunda oleada del 67’-68’.

0Obviamente, esta alianza no se cimentó rápidamente a la llegada de


los primeros inmigrantes del Sur. En el seno mismo del sindicato, en el
comienzo, se registro escepticismo y diferencias, pero una vez ya
trabajando codo a codo, en la gran fábrica así como en otras realidades

11
laborales, la comunidad de intereses fue rápidamente percibida y
prevaleció. Por su parte, habían factores objetivos que incitaban al
entendimiento y la solidaridad de los dos estratos e trabajadores.

Esta alianza fue, no diría determinada, pero sí favorecida por el proceso


de reestructuración técnico-productivo en curso en esos años en casi
todas las ramas del sector secundario. Los nuevos modos de
organización del trabajo que de allí derivaron, no sólo implicaron una
importante absorción de mano de obra no calificada como la de los
inmigrados, sino que la ulterior mecanización de las distintas fases del
proceso productivo permitió la intensificación de los ritmos de trabajo,
una más intensa organización de los turnos y favoreció la difusión del
destajo. Todo esto caracterizó la contratación del obrero común, pero
golpeó también y en el mismo momento a los obreros calificados, con un
efecto de descalificación y de empeoramiento de las condiciones
laborales para todos. El hecho que se movilizaran tanto los obreros de
los establecimientos FIAT de Turín, como los de los textiles de Valdagno,
que en las huelgas participaran secciones enteras a pleno, sin distinción
de jerarquía interna, que a los obreros se les uniesen incluso los
técnicos y los empleados y que los objetivos fuesen los mismos y en
forma recurrente, dependió precisamente de estos factores 18

El segundo elemento consiste en la relevancia que se le dio a la


contratación a nivel empresarial. No hay aquí espacio para recordar,
aunque fuera sumariamente, los precedentes de un antiguo debate
dentro y fuera de la CGIL, sobre las implicaciones de la estrategia
sindical debidas al primado que se le asignaba a la contratación a nivel
nacional por categoría, para algunos, o a la importancia que se le
atribuía, para otros, a la contratación local o a nivel empresarial. En
este debate se implicaban cuestiones incluso teóricas, comenzando por
lo referente a la neutralidad o no de la técnica.

No hay duda que a la luz de las transformaciones técnico-productivas


más recientes, la exigencia, ya advertida en aquel tiempo, de una

12
iniciativa sindical más incisiva y sistemática en el plano de los contratos
por empresa, fue perseguida con decisión.

Las consecuencias fueron importantes: La elección de los delegados por


sección, los consejos de fábrica y su apertura a los no inscriptos en el
sindicato. Se trató de elementos que determinaron un desarrollo de la
democracia en los lugares de trabajo y ala interior del sindicato,
favoreciendo entre otros aspectos los replanteos organizativos. Éstos
tuvieron al menos dos efectos estratégicos: 1) permitieron individualizar
reivindicaciones y objetivos más adecuados y correspondientes a las
transformaciones del proceso productivo, permitiendo ala sindicato salir
de un atraso costoso; 2) Posibilitaron ganar nuevos campos para la
iniciativa, como el de las condiciones ambientales, higiénicas y
referentes a los problemas de salud dentro de las fábricas, problema
que rápidamente se proyectó también afuera de ellas.

El crecimiento de la dimensión horizontal y local de las luchas,


complementarias y no antitéticas con las vertical-nacionales, permitió
vincular reivindicaciones y objetivos referentes también a los
trabajadores fuera de las fábricas.

El problema de las condiciones higiénico-sanitarias y de salud en los


lugares de trabajo –por ejemplo- se pensó evidentemente también por
fuera y en términos más generales. 19 De la misma manera se conectaba
a otros problemas, en primer lugar el habitacional. Ambos problemas
siempre fueron urgentes para los trabajadores inmigrados. Se sabe que
los inmigrantes de cualquier país y período, a fin de trabajar deben
adaptarse a condiciones habitacionales y sanitarias degradantes y
penosas. Esto mismo encontramos en el caso de los inmigrantes
meridionales en el triángulo industrial y otros distritos del Norte. Pero en
este caso eran ciudadanos italianos y como tales detentores de derechos
reconocidos por la Constitución: Trabajo, casa, salud, educación. Lo cual
contribuyó a aumentar la fuerza de las luyas en pro de las reformas. Por
lo tanto, las reivindicaciones de servicios y prestaciones esenciales y
características del Estado social se entrelazaban estrechamente a os

13
objetivos de lucha más inmediatamente conectados a las relaciones y
condiciones de trabajo20 Un elemento de conexión derivó de la
connotación altamente igualitaria que caracterizó a las reivindicaciones
más avanzadas: Objetivos como el encuadramiento único, la plataforma
común entre obreros y empleados, la abolición de las jaulas salariales,
favorecieron la definición de un sujeto unitario, protagonista de
reivindicaciones y conflictos aún por fuera de la fábrica 21 Representó una
condición esencial del carácter político de muchas huelgas, como las
referentes a los alquileres, las casa y las 150 horas. Creo que pocas
veces en la historia de la Europa Occidental de la segunda posguerra,
las reformas del Estado Social se encontraron tan en el centro de una
aguda y prolongada fase de conflictividad social. Quisiera dar sólo
algunos ejemplos: En marzo del 68’ se llevó a cabo una huelga general
por el aumento de las jubilaciones.

En el verano del 69’ se organizó una huelga en la Mirafiori por el


mejoramiento de las condiciones de trabajo, que desembocó en
asambleas organizadas junto a los estudiantes en la Facultad de
medicina.

En julio del mismo año se realizó la huelga general contra lo oneroso de


los alquileres organizada por los sindicatos confederales, que concluyó
con los violentos enfrentamientos en la Avenida Traiano en Turín.

En el curso de éstas luchas se verificó un alza y un desarrollo de la


capacidad organizativa tanto de la CGIL como de la CISL. El compromiso
en el otoño caliente llevó a una acción cada vez más convergente entre
ellas y a la cual se le sumó en un cierto punto también la UIL 22 Otra
importante consecuencia fue una mayor autonomía de las
organizaciones sindicales en relación a los partidos.

Entre las luchas más importantes del otoño caliente y del período
siguiente, debe recordarse las de la renovación de los contratos de los
metalmecánicos que involucró a un millón y medio de obreros y se
caracterizó por numerosos conflictos y agitaciones en las fábricas. En
diciembre del 69’ e conflicto se cerraba con el logro de importantes

14
objetivos: Aumentos salariales iguales para todas las categorías,
semana laboral de cuarenta horas, concesiones particulares para los
trabajadores estudiantes y derechos de organización de asambleas en
las fábricas.23

Podría decirse que el liderazgo del sindicato se reafirmó claramente


también a nivel de fábrica.

A las luchas por la renovación de los contratos de los metalmecánicos le


siguió las de los químicos, las de la construcción y los ferroviarios. La
conflictividad no se remitió sólo y principalmente a las mayores
empresas, rápidamente ésta se extendió también a las más pequeñas.

El frente de conflictividad abarcó también importantes categorías del


sector terciario: Técnicos y empleados de distintos servicios, pero
también categorías particulares como los carteros, los docentes,
enfermeros y funcionarios de la administración estatal. En relación a
estos últimos, era recurrente la reivindicación de una mayor democracia
en los lugares de trabajo y una mayor eficiencia de las administraciones
en las que se trabajaba. El halo de las agitaciones alcanzó para
involucrar trabajadores de actividades más reducidas: Albergues,
negocios, bares, etc.

Pero resulta más importante aún remarcar que la firma de los contratos
a nivel nacional no significó la pacificación y el rápido retorno de la
normalidad en las fábricas.

En el otoño del 70’ se asistió a oro importante ciclo de luchas. Y en


muchos casos la iniciativa partió a nivel de fábrica para asumir luego
proporciones más amplias. Entre los objetivos recurrentes estaban la
abolición de las categorías más bajas de los obreros, el encuadramiento
único y la adopción de una única escala salarial para los obreros y
empleados. A su vez adquirían cada vez mayor difusión las
reivindicaciones de mayor representatividad y democracia en las
empresas.24

15
Entre el 70’ y el 71’, primero CGIL y luego las otras centrales sindicales
impulsaron d4e manera decisiva la organización de los consejos de
fábrica. Estos permitían una ampliación de la representación de los
trabajadores, con un mayor número de delegados y un sensible
aumento de su capacidad de negociación en las empresas. El resultado
fue un vinculación más estrecha entre la masa de trabajadores y los
sindicatos.25

En el término de algunos años éstas vieron aumentar considerablemente


el número de sus inscritos. La CGIL pasó de 2.420430 inscritos en 1967
a 3.435.405 en 1973, la CISL, en los mismos años, pasó de 1.515.306 a
2.214.199.26

Tampoco cabe duda que él desarrollo de las luchas influyeron también


en las relaciones políticas de fuerza. Las elecciones de 1968
encontraron a una DC sustancialmente constante con el 39, 1 %; el PCI
alcanzó el 26,9 %; el PSIUP obtuvo el 4,4 %; mientras que el PSU, con
el 14,5 %, registraba una caída con respecto a los resultados globales
obtenidos por el PSI y el PSIUP en las elecciones precedentes 27
Durante el período 1968-1972 se sucedieron una serie de gobiernos de
centro-izquierda, en realidad con pocas ambiciones y escasa eficiencia.
La fórmula estaba ya vacía de un efectivo contenido reformista. El
fracaso del diseño de modernización había mostrado todo los límites de
una cultura programática

A todo esto se le agregaban importantes límites de organización y


funcionalidad del aparato estatal, cuya fracasada reforma privaba de
instrumentos esenciales. También desde este unto de vista, retornaba
un defecto histórico de la política italiana consistente en la “debilidad en
28
la organización de grandes procesos decisionales y administrativos”.

Sin embargo, la movilización ocurrida por las reformas sociales y las


reivindicaciones que a éste propósito propusieron las organizaciones y
asociaciones de distinta manera vinculadas a los partidos de gobierno,
obligaron al PSI y ala misma DC a encontrar un nivel de mediación
política minimamente aceptable.

16
Estas reivindicaciones se relacionaron con la la impostergable reforma
del ordenamiento regional y el reforzamiento de las autonomías locales.
La ley de 1970 instituía finalmente las regiones con estatuto ordinario.

El movimiento colectivo había expresado también un fuerte impulso


hacia la descentralización. El las exigencias de servicios y prestaciones
de salud y asistenciales así como en las de reforma fiscal, emergían
repetidamente reivindicaciones de transferencia a las comunidades
locales, y por lo tanto los ciudadanos y sus representantes, en las tareas
de dirección y gestión de políticas públicas de modo de poder
efectivamente corresponder a la demanda social.

Dicho más en general, se afirmaba una nueva concepción de las


reivindicaciones y los derechos tanto sociales como políticos y civiles.
Esto explica también las movilizaciones que levaron a la ley de Divorcio
en 1970 y luego ala victoria en el referéndum de 1974. En esta lucha,
como sabemos, les siguieron otras importantes conquistas: la reforma
del derecho de familia de 1975, la extensión del voto a los dieciocho
años y en 1979, la ley sobre la interrupción voluntaria de los embarazos.
Estos hechos indujeron a remarcar el efecto importante y duradero que
el movimiento iniciado en 1968 teniendo en ele plano cultural de las
costumbre y de la laicización de las posiciones políticas. En la interacción
de impulsos y factores distintos, que ya hemos subrayado, las
reivindicaciones propias del movimiento feminista terminaron
confluyendo con instancias e modernización impostergables en una
sociedad y capitalismo maduro. Por su parte es importante notar que
para éstos caminos, se crearon espacios de conciencia y acción políticas
útiles para vincular las instancias colectivas a la expresión de
29
necesidades privadas.

De todos modos deben considerarse como más conectadas alas luchas e


los trabajadores, las principales reivindicaciones atinentes a los derechos
de ciudadanía social. Desde este punto de vista, la más importante
conquista de estos años fue la reforma provisional de 1969. La manera
con la que se alcanzó la previsión, es un caso típico de relación entre

17
una fuerte presión desde la base que se había establecido entre acción
sindical y política gubernamental. La huela general del 7 de marzo de
1968, que indicábamos poco antes, no era sólo la culminación de una
larga y tenaz acción reivindicativa; también fue producto de la desilusión
de los límites de la ley del 18 de marzo de 1968 30 A pesar de algunos
elementos innovadores introducidos en el enunciado, desilusionaba su
carácter aproximativo e improvisado. Se trataba una vez más, de una
enésima ley marco e claras intenciones electoralistas: Basta pensar que
en el primer artículo el gobierno solicitaba un ulterior prórroga para
efectivización de una serie de presupuestos ya previstos por una ley ya
promulgada en 1965. La desilusión le dio continuidad y llevó ala
reforzamiento de la presión sindical, hasta una nueva huelga general el
5 de febrero de 1969. Finalmente, fue esta presión, junto a la
determinación del ministro socialista Giacomo Brandolini y al sostén del
Partido Comunista, que se logró cambiar el rumbo.31

La nueva ley preveía que luego de cuarenta años de trabajo se podía


recibir el 74% del salario medio de los últimos cinco años. Se preveía
también la indexación de las jubilaciones en base la costo de vida. Y se
establecía una jubilación social para todos los ciudadanos por encima de
los 65 años privados de otros beneficios. El criterio era la devolución a
os sujetos titulares del derecho a la jubilación todo el capital
contributivo recaudado entre la población activa. Poco después se
establecería la jubilación por ancianidad para trabajadores con 35 años
de contribución y, en casos particulares, de menos. 32 Sin embargo, en el
término de pocos años, el mecanismo se demostró frágil y afectado por
la restricción de la base contributiva.33

Otra importante conquista del período fue el Estatuto de los


Trabajadores (1970). Éste fue el fruto tanto de las importantes e
insistentes reivindicaciones en materia de democracia, derechos
sindicales y cambios en las relaciones entre capital y trabajo, como de la
acción parlamentaria de los partidos de izquierda. 34

18
Entre los derechos más relevantes reconocido por el Estatuto de los
Trabajadores, estaba el de asamblea dentro de los lugares de trabajo, el
reconocimiento de las organizaciones sindicales, la tutela sindical para
los trabajadores peligrosos y la prohibición de licenciamientos
injustificados.

Un instrumento destinado a tener un importante utilización en los años


siguientes fue la obtención del Fondo de Desempleo. Reconsiderando
una medida fascista, la ley de 1968 autorizaba el fondo de desempleo
para intervenciones en caso de suspensión o reducción del horario de
trabajo debido a crisis económicas o reestructuraciones empresariales.
El fondo, cercano al 80% del salario, podía ser renovado varias veces.
Desde 1972 fue posible extender la cobertura por tiempo indeterminado.
En cambio, en el caso de desocupación por largo plazo, al no poder ser
vinculada a un trabajo anterior, el subsidio por desempleo era irrisorio.
La laguna era aún más visible por el hecho de contribuir, por otra parte,
a la patológica y clientelar propagación de pensiones por invalidez. 35

También la reforma del fondo (ley de octubre de 1971) fue el fruto de


luchas sindicales. En noviembre de 1969 se convocó a una huelga sobre
el problema habitacional y las Confederaciones de trabajadores
comenzaron tratativas con el gobierno prolongándose las mismos
durante todo 1970 y 1971 e intercalándose con otras huelgas. 36

La ley preveía la competencia de regiones y entes locales en las obras


públicas, la expropiación de áreas de utilización pública y un nuevo plan
de construcciones. Pero resultó muy confusa y de difícil aplicación.37

Otras iniciativas de los sindicatos por medidas significativas en el ámbito


de la salud, escolar y los transportes tuvieron un éxito menor y no
alcanzaron a concretarse.

La reforma fiscal tuvo algún progreso con la introducción en los años


1971-1973 con la tasación progresiva referente ala conjunto de la
población trabajadora, pero los términos, como se vio rápidamente,

19
permitían numerosos fenómenos de evasión y elusión por parte de los
trabajadores autónomos.

El objetivo, en gran medida fracasado de una reforma fiscal adecuada,


tuvo un peso determinante en la evolución del welfare italiano Se ha
remarcado que el carácter más o menos avanzado de un sistema de
welfare y su eficiencia están estrechamente conectados al sistema fiscal
y que esto "el espejo principal del funcionamiento en cualquier país de la
relación ciudadanos-instituciones"38

Podemos agregar que la ausencia de una reforma fiscal se vinculaba a


otra difícil reforma: la del Estado y la administración pública. Esta era la
principal razón del déficit público, al que contribuía también la
exposición de los gastos en sectores muy amplios de los repartos
estatales. Pero una parte importante se debía a los gastos sociales que,
impostadas y gestionados del modo ya indicado, estaban siempre
sujetos a despilfarros.

Analizando las sumas de los diversos resultados legislativos, podemos


decir que el reformismo de los años 68’-72’ fue el más activo de la
historia de la República, precisamente porque fue sostenido por un
fuerte impulso desde abajo y por una sistemática acción sindical.

Los planteos sindicales a través de las luchas y las negociaciones con el


gobierno, no siempre y no en forma sencilla se anudaron y convergieron
de modo sinérgico con las iniciativas parlamentarias, aún de los partidos
de izquierda. Estos resultados se pueden considerar el máximo fruto
posible de la mediación política en esas circunstancias. Podemos decir
que, por un lado, fueron más avanzados respecto a los equilibrios del
sistema de alianzas sociales y políticas desarrolladas hasta el 68’,
mientras que por otra parte, estaban subdimensionados con respecto a
los impulsos expresados por el movimiento colectivo y ala clima social y
político alcanzado entre el 68’ y el 72’.39 La CGIL, con el aporte de otras
confederaciones, relevó un rol relevante adaptándose a las
reivindicaciones de los movimientos espontáneos y autorganizados y
acompañando de algún modo su impulso. Su acción fue sostenida por el

20
PCI y el PSI, especialmente por los socialistas en su mayoría
desilusionados por la experiencia de la centro-izquierda y más
vinculados al sindicato. Estos partidos, desarrollaron un rol para nada
secundario en el trabajo legislativo de la reforma provisional y en la
puesta en funcionamiento del Estatuto de los Trabajadores.

Las organizaciones sindicales salieron de esta extraordinaria prueba con


una ampliación significativa de su propia base, la creación de
instituciones y espacios reales de democracia en los lugares de trabajo y
con la conciencia de haber desarrollado un rol determinante en reformas
que permitían una mayor justicia social. DE conjunto, no era poco para
un balance de cinco años.

He remarcado el carácter extraordinario de la conflictividad social en los


años 1968-1972 y el peso que tubo en la historia de la sociedad y a vida
política del País. Estoy convencido que debe considerarse como la fase
culminante y crítica de un proceso de crisis y transformación de la
sociedad italiana comenzado a fines de los años cincuenta y marcado
por elementos profundamente innovadores. Pero me resulta difícil
concordar con la representación de un proceso de grandes cambios
desplegándose de modo progresivo y lineal por más de quince años y
luego interrumpido por la crisis de principios de los años setenta. Como
sin la crisi hubiera sido posible un proceso de modernización de la
sociedad italiana completamente coherente y de conjunto.

No subestimo la dinámica y la fuerza explosiva de dicho proceso, ero


este estuvo fuertemente condicionado por los límites históricos de un
bloque social y de un sistema político de cuya morfología no se podía
prescindir.

Pero a esta consideración se le debe agregar otra. El hecho que no se


logró desde el final de la guerra y durante casi todos los años sesenta,
aún con la experiencia de la centro-izquierda, poner en acción una
reforma promovida por el gobierno y que sólo gracias a una
conflictividad social alta y evidente se destrabaron conquistas de relieve
vinculadas a las políticas sociales. Estos resultados fueron el fruto de un

21
movimiento antagonista y de una larga batalla sindical que encontró
respaldo en la acción política de los partidos mayoritarios de la izquierda
y en una parte del movimiento católico.

El proceso cobra más evidencia con otra particularidad del caso italiano.
La ausencia de un pacto social estipulado luego de la Segunda Guerra
Mundial. En otros países, las bases más profundas del "compromiso
keynesiano" entre desarrollo económico y ampliación de la democracia
(acompañado con la creación de una sólida red de protección social), se
apoyó sobre la renegociación de un pacto social que permitió renovar y
solidificar la relación entre el Estado y los ciudadanos.40

En nuestro país eso no fue posible por cuatro graves hiatos. El primero
provocado por el quiebre institucional y político ente el Norte y el Sur
en la crisis del 43’-45’. El segundo por el aplacamiento de los resultados
políticos del movimiento de liberación. El tercero refiere a la dura
reacción, opuesta por todos los medios, al movimiento campesino y
obrero en el Mezzogiorno y en el Valle Pagano. Y el cuarto derivaba de
las divisiones de Yalta y de la exclusión del Partido Comunista y buena
parte de las clases trabajadoras de la posibilidad de subir al gobierno del
país.

Dadas estas premisa, es difícil observar de qué manera se pudiese


concebir una ampliación efectiva de la democracia y una expresión
generalizada de los derechos de ciudadanía social.

Esto para nada disminuye el peso y las graves consecuencias de la crisis


económica y social abierta en los primeros años setenta.

La misma golpeó severamente a Italia. En nuestro país también se


verificó un período de recesión prolongado, intercalado por breves
recuperaciones, pero con una parábola descendente inequívoca.
Recesión acompañada por una tasa inflacionaria particularmente alta y
difícil de poner bajo control. En estas condiciones, el único que creció
casi exclusivamente fue el sector sumergido de la economía; mientras
tanto se asistía a un fuerte aumento del déficit público (con un gasto

22
que del 38% del PBI en 1970 pasó al 43,5% en 1973, para alcanzar
luego el 55% en 1982).41

Indudablemente, el hecho que creciera sólo el sector sumergido de la


economía, no favoreció a un progreso ulterior de las conquistas
alcanzadas en la regularización de las relaciones laborales. Por otra
parte, el aumento del déficit público opuso ulteriores obstáculos y
dificultades al empleo de políticas sociales.

La crisis mostró también que las conquistas obtenidas sobre la base de


una movilización reivindicativa de la base podían consolidarse y
desarrollarse ulteriormente sólo con el mantenimiento de relaciones de
fuerza favorables. Cuando éstas cambiaron a favor de los empresarios, a
continuación de la crisis económica y a las respuestas que a esta se
dieron tanto los patrones, como el gobierno, el impulso de una política
de reformas disminuyó notablemente.

Por lo tanto, es útil observar los límites propios de las transformaciones


que correspondieron a la economía y a la sociedad italianas en el
período 58’-72’ y su reflejo político.

El sindicato desarrolló una función integradora, presionando por una


política que estaba ausente, pero esta función tuvo su precio, porque se
convertía en sustituta de las acciones propias del sindicato. Por su parte,
una lucha sindical puede ser muy radical y cargada de legitimidad
política, ejerciendo presión para discutir las relaciones sociales, pero
para que éstas se modifiquen es necesario una lucha y sus resultados
estrictamente políticos. Por lo tanto la acción sindical fu incisiva, pero
limitada: los resultados no podían ser más que parciales.

Esto cabe también para las interpretaciones que han asignado a las
luchas sindicales un peso determinante en las realizaciones del welfare
state.

Para el caso italiano en el período examinado, atribuyo al sindicato un


peso notable y un rol primario para alcanzar resultados de política

23
social. Sin embargo, cómo no observar e esos mismos resultados los
límites del modo por el cual se habían alcanzado? Límites de una
contribución insuficiente por parte de las fuerzas políticas y por lo tanto
con un resultado menos global y menos sólido que el que podría haberse
logrado en caso que hubiese sido realizado en el plano político.

Entre el 73’ y el 76’ los sindicatos fueron puestos a la defensiva. Los


problemas principales derivaron de la inflación que erosionaba las
conquistas salariales obtenidas, y de una desocupación cada vez más
preocupante. Al cierre de las fábricas debido a la recesión y a la crisis de
los beneficios se le agregaron los efectos de una cada vez más frecuente
extranjrerización de las actividades productivas.

El acuerdo sobre la coyuntura, alcanzado por los sindicatos en el 75’,


podía ser presentado como una conquista significativa, pero ya
respondía a una lógica evidentemente defensiva. La protección de los
salarios y estipendios de los trabajadores dependía también de otros
factores, comenzando por la evolución de las relaciones de fuerza entre
organizaciones de trabajadores y empresarios. Y no cabe duda que éstos
reconquistaron rápidamente el terreno a partir del restablecimiento de
su plena autoridad al interior de las fábricas.42

La crisis económica erosionó ulteriormente los márgenes de intervención


para la legislatura social. Por lo tanto, en estas condiciones resultó aún
más fácil la acción de freno y condicionamiento de los componentes más
conservadores de la DC y los partidos gubernamentales.

Sin embargo, las exigencias de continuar en el camino de las reformas,


respondiendo a las necesidades efectivas de gran parte de la población,
las insatisfacciones por la política económica del gobierno que retomaba
las habituales recetas restrictivas y que, unida a las respuestas de los
empresarios ante la crisis de ganancias, agravaba la desocupación, no
tardaron en hacerse sentir. Contribuyeron a una clara orientación
electoral hacia la izquierda: En las elecciones regionales del 75’ el PCI
alcanzó el 33% de los votos, el PSI el 12% y la DC descendió al 35%. La

24
orientación fue confirmada en 1976: el PCI alcanzó el 34,4%, el PSI el
10%, la DC subió al 38% pero parecía un límite insuperable.43

El partido de la mayoría o podía no tener en cuenta estos hechos y


responder en términos antagonistas a la política de compromisos
histórico que el PCI había teorizado ya desde el 73’ y que retomó en el
76 frente a las nuevas condiciones políticas. SE inauguró así la etapa de
los gobiernos de unidad nacional desde el 76’ al 79’.

En el plano de la reforma del Estado el resultado fue una más


consistente transferencia de poderes a las Regiones en base a la ley 382
del 75’, pero puesta en práctica en el 77’, luego de una prolongada
batalla parlamentaria. No debe sorprendernos que esta batalla
encontrara en la primera fila a los partidos de izquierda, pero también
contribuyeron los grupos católicos y liberal democráticos que desde
hacía tiempo sostenían la exigencia, ya madurada de poner manos a al
obra ala ordenamiento regional.

No obstante es significativo que también esta batalla alcanzase su


coronación después de un largo proceso de movilización y
reivindicaciones del movimiento colectivo a favor de la descentralización
en las comunidades locales de la dirección y gestión de las políticas
públicas que pudiesen responder mejor a las necesidades sociales.

Esta exigencia había sido expresada repetidamente luego de la ley que


instituía las Regiones de 1970, incluyendo las referencias a las
delegaciones de funciones de salud y asistencia social. Sólo la miopía de
los partidos moderados y la Confindustria impidió ver la manera como
en este terreno habría sido posible descargar una parte d4e las
tensiones sociales acumuladas por esos años.

En materia de política económica, se conocía el interés de la gran


industria de buscar la adhesión del PCI y los sindicatos para hacer frente
a los problemas impuestos por la crisis. En el congreso de la EUR de
febrero del 78’ se aprobó la línea propuesta por Luciano Lama, favorable
a una limitación de los salarios, a un aumento de la productividad y a

25
una mayor movilidad de los obreros, a cambio de la reducción de la
desocupación y una mayor atención a los problemas del Mezzogiorno.

Se acordó una parcial reestructuración de la escala móvil y se


alcanzaron acuerdos a nivel de empresa sobre movilidad y
productividad. Esto contribuyó a una caída de la inflación y a un
aumento de las exportaciones con un alza parcial 44 Pero el sindicato
obtuvo muy poco para paliar la desocupación y políticas para el
Mezzogiorno.

A su vez se retomó el problema habitacional. En efecto, luego de la


respuesta parcial que representó la ley del 71’ (sobre obra pública,
poderes a los entes locales e igualdad de y tasas e los entes públicos)
que había tenido una difícil aplicación, tres leyes fueron paradas: En
enero del 77’ sobre la edificación de los suelos; en julio del 78’ sobre la
igualdad de los impuestos también para edificación privada y en agosto
del mismo año sobre el plan de edificaciones residenciales.

En 1975 se reforzó garantía jubilatoria con una doble adecuación: En


referencia al costo de vida y ala dinámica del os salarios del sector
secundario. La medida, que en un primer momento refería a los
dependientes del sector privado, fue extendida al sector público 45

En diciembre del 78’ fue finalmente aprobada la ley que instituía el


Servicio de Salud Nacional.46

Como se sabemos antes de ésta, la asistencia de salud se confiaba a un


conglomerado de entes asistenciales que proveían a los distintos
estratos de trabajadores dependientes, tanto públicos como privados, y
cajas de ayuda mutua de agricultores, comerciantes y artesanos, así
como de otros entes menores para grupos particulares.

La reforma de 1978 era el fruto de tres dinámicas: 1) la política de


descentralización basada en la transferencia de poderes a las Regiones;
2) las protestas del movimiento colectivo contra los intereses de un
sistema de salud y seguridad caracterizado por una arbitraria

26
combinación entre lo público y lo privado; 3) la progresiva y veloz caída
de los entes mutuales hasta su colapso financiero (sólo
47
momentáneamente detenido por la ley Mariotti de 1968).

Las características principales del nuevo sistema contemplaban: El


criterio universalista de las prestaciones; el sistema de financiamiento
mixto, basado en las contribuciones provisionales de los trabajadores
dependientes, los sectores calificados (en menor medida) de
trabajadores autónomos y financiamientos niveladores del Estado; la
igualdad de la prestación; la participación de los ciudadanos en los
procesos decisionales. Al Estado también le competían tareas de
programación nacional. A las Regiones se le reconocían mayores
poderes: Legislación y programación de las intervenciones, gestión y
control del gasto, empleo, programación y gestión del personal. A los
USL, entes territoriales comunales o de barrios en las grandes ciudades,
se le confió tareas operativas.

El SSN se puso en acción sólo recién en 1980. Proveía, en los distintos


aspectos de la asistencia sanitaria para todos los ciudadanos, con
prestaciones de carácter universalista. No obstante, tampoco esta ley
logró eliminar los desequilibrios entre el Norte y el Sur y encontró
numerosos fracasos y problemas debido a despilfarros y reparticiones
políticas.48

La semi-participación de los comunistas en los gobiernos de solidaridad


nacional no conllevó reformas de estructura y profundas correcciones.
Se encontraron también con límites de fondo debidos a la estructura de
las relaciones sociales y las constantes del sistema político.

Las confederaciones estaban a la defensiva por la crisis económica y por


haber firmado, de manera ilusoria, acuerdos “protectores” de las
condiciones y las relaciones laborales.

Pero precisamente por estos motivos, no se puede hablar de un


movimiento de protesta y movilización social que, comenzado en el 68’-
69’, habría sido frenado sólo por dos factores externos: El terrorismo y

27
una inadecuada mediación política de las organizaciones sindicales y los
partidos de izquierda.

En relación al terrorismo es indudable el pesado condicionamiento que


ejerció en la vida política del país, pero es necesario también recordar la
importante y reiterada movilización de masas que hubo en defensa de
las instituciones democráticas. En cuanto ala mediación política del
sindicato y la izquierda, encontraron grandes dificultades para responder
a las presiones y contradicciones que dada la situación, especialmente
en los años 70', eran muy difíciles de resolver en el plano de las
relaciones sociales.

Es necesario en todo caso admitir, que en el período 75’-78’ hubo un


conjunto de iniciativas y aún de resultados comparables solo con los del
69’-73’.

Algunas de estas leyes pretendieron ser efectivamente correctivas, pero


fueron desatendidas. Los motivos, aún una vez más, hay que buscarlos
en las características de la estructura social y el subsistema económico,
en los condicionamientos y oposiciones de fuerzas políticas moderadas y
de importantes grupos empresarios, así como en los arraigados defectos
e insuficiencias del funcionamiento del Estado y la administración
pública.

Sin embargo, desde fines de los años setenta y gracias a las reformas
mayores realizadas en 1969-1972 y 1976-1979, Italia se dotó de un
adecuado sistema de seguridad social, aunque con límites y resultados
parciales.

Se obtuvieron muchas realizaciones en el plano local. Las


administraciones locales en las regiones rojas y/o en importante
comunas, ya antes, pero mucho más después de la ley del 75',
introdujeron una nueva articulación de las tareas entre Estado, Regiones
y Comunas, realizando aspectos importantes de una política de welfare.
Estructuras educativas para la infancia y paraescolares, transportes,
construcciones económicas y populares, salvaguardia y saneamiento de

28
los centros históricos, conservación del medio ambiente y servicios
urbanos, fueron resultados que mejoraron la calidad de vida de los
ciudadanos. La buena administración local tubo también un efecto
secundario ala favorecer mejores prestaciones e igualdad en los
servicios previstos por las leyes nacionales: Por ejemplo determinar el
nivel de la salud pública.

Sin embargo ante la insistencia de las resistencias y los


condicionamientos de la política nacional, los comunistas extrajeron las
consecuencias de un limitado balance del apoyo dado la gobierno y
desde el inicio del 79’ pasaron a la política de la alternativa democrática.

Los veinte años se cerraban, emblemáticamente con una política de


reestructuraciones muy dura en los lugares de trabajo, acompañada de
despidos en masa. Una vez más la señal partía de la FIAT, que en
septiembre de 1980 anunció el pase al fondo de desempleo de 24.000
obreros. Estaba previsto que sólo la mitad de éstos volviesen atrabajar
después de 15 meses. A continuación, otros 14.000 obreros fueros
despedidos. Comenzó así una dura lucha que, un mes después, se
observó por primera vez una gran manifestación de dirigentes,
capataces, empleados y obreros que se posicionaron contra la huelga.
Esta “marcha” cerraba todo un período de luchas y reformas muy
deseadas, reivindicadas por un movimiento colectivo que había
expresado también una nueva concepción de la ciudadanía social.

NOTAS

29
1 Entre los numerosos estudios de la experiencia de la centro-izquierda, cito sintéticamente C. DI
TORO - A. ILLUMINATI, Prima e dopo il centro-sinistra, Roma, Ideologie, 1970; G. TAMBURRANO,
Storia e cronaca del centro-sinistra, Milano, Rizzoli, 1971; F. TADDEI, “I partiti all’appuntamento
del centro-sinistra”, en Storia della società italiana, XXIV, Milano, Teti, 1990.

2 Para el debate al interior del mundo católico que precedió y preparó aquella alianza, véase el
Pri-mo Congresso nazionale di studio sulla Democrazia Cristiana, San Pellegrino Terme, 13-16
settembre 1961, Roma, 1961. Tambien véase los Atti dell’VIII Congresso nazionale della DC,
Roma, 1963 y los del XXXV Congresso Nazionale del PSI, Roma, 25-29 ottobre 1963, Milano,
1964. Por otra parte se confrontacon las consideraciones de R. LOMBARDI, “Riforme e rivoluzione
dopo la seconda guerra mondiale”, en Riforme e rivoluzione nella storia contemporanea, a cura di
G. QUAZZA, Torino, Einaudi, 1977.

3 Cfr.R. MORANDI, Democrazia diretta e riforme di struttura, Torino, Einaudi, 1975; P.


GINSBORG, “Le riforme di struttura nel dibattito degli anni Cinquanta e Sessanta”, en Studi
storici, 1992, 2-3, pp.653-668; F. DE FELICE, “Nazione e sviluppo. Un nodo non sciolto”, in Storia
dell’Italia repubblicana, II, 1, Torino, Einaudi, 1995.

4 Sobre el tema específico véase entre otros, “COMITATO DI STUDIO PER LA SICUREZZA SO-
CIALE”, Per un sistema di sicurezza sociale in Italia, Bologna, il Mulino, 1965; S. DELOGU,

Sanità pubblica, sicurezza sociale e programmazione economica, Torino, Einaudi, 1967; F.

REVIGLIO, Saggio sulla sicurezza sociale in relazione allo sviluppo economico, Milano, Giuffrè,

1967; I servizi sociali tra programmazione e partecipazione, Angeli, Milano, 1976.

5 Para algunos pasajes claves del discursos programático de Ammitore Fanfani véanse las
Actas Parlamentarias [de ahora en adelante AP], Camera dei Deputati, legislatura III,

Discussioni, XXVIII, pp. 27612 y siguientes.

6 Sobre el programa del primer gobierno de Moro véase las AP, Camera dei Deputati,
Legislatura IV, Discussioni, IV, tornata del 12 dicembre 1963, pp. 3952-3964.

7 Nota presentata al Parlamento dal ministro al Bilancio, On. Ugo La Malfa, 22 gennaio 1962,
en “MINISTERO DEL BILANCIO”, Problemi e prospettive dello sviluppo economico italiano,

Roma, 1962, reeditada como Nota aggiuntiva su problemi e prospettive dello sviluppo

economico e della programmazione in Italia, Roma, 1973.


8 A. GIOLITTI, Esposizione economica e finanziaria pronunziata al Senato della Repubblica il
28 aprile 1964, Roma, Istituto Poligrafico dello stato, 1964. Para los documentos referentes a

la programación económica, vénse los volúmenes publicados por el “MINISTERO DEL

BILANCIO E DELLA PROGRAMMAZIONE ECONOMICA”, La programmazione economica in Italia,

Roma, 1967. Sobre las distintas posiciones en relación a la programación, veáse C.

NAPOLEONI, “Squilibri economici e programmazione in Italia”, en La Rivista trimestrale, 1962,

3, pp. 199-212; G. FUÀ - P. SYLOS LABINI, Idee per la programmazione economica, Bari,

Laterza, 1963; G. AMENDOLA, Classe operaia e programma-zione democratica, Roma, Editori

Riuniti, 1966; S. LOMBARDINI, La programmazione. Idee, esperienze, problemi, Torino,

Einaudi, 1967; G. RUFFOLO, Rapporto sulla programmazione, Bari, Laterza, 1973. Sobre las

posiciones sostenidas a favor del sindicato, véase los documentos producidos por las dos

mayores organizaciones: CGIL e programmazione economica, Roma, Editrice Sindacale

Italiana, 1964; La CISL e la programmazione dello sviluppo, Roma, 1964. Véase también el

estudio de V. VALLI, Programmmazione e sindacato in Italia, Milano, Angeli, 1970.

9 Las grandes líneas están expuestas en G. CARLI, “L’azione monetaria per la ripresa degli
investimenti e i suoi limiti”, en Bancaria, 1964. Para una posición claramente crítica, cfr. C.

NAPOLEONI, Salari e politica sindacale nella relazione di Carli, en La Rivista Trimestrale, 1963;

F. INDOVINA, “La linea di politica economica del Governatore Carli”, in Problemi del

Socialismo, 1963.

10 La definición, como queda claro es de M. PACI, que cdeasrrolla las razones en varios
trabajos: véase entre otros, “Il sistema italiano di welfare fra tradizione clientelare e

prospettive di reforma”, en Welfare State all’italiana, comp. por U. ASCOLI, Bari, Laterza,

1984.

11 Véase entre otros G. RUFFOLO, Riforme e controriforme, Bari, Laterza, 1975; A. ARDIGÒ,
Crisi di governabilità e mondi vitali, Bologna, Cappelli, 1980; D. PRETI, “Uno Stato sociale

senza riforme”, en Italia contemporanea, 1992, 176.


12 Compárese, a propósito de los datos y las consideraciones, con P. SYLOS LABINI, Saggio
sulle classi sociali, Bari, Laterza, 1975.

13 Ibid., pp. 83-90 e passim.

14 Sobre la utilidad de los sistemas complejos en las ciencias sociales y en particular sobre
las ventajas metodológicas que pueden aplicarse en el análisis histórico, véase I. MASULLI, La

storia e le forme, Roma, Editori Riuniti, 1991, capp. V e VI.

15 Entre los numerosos trabajos, me limito a recordar el sistemático análisis hecho en Lotte
operaie e sindacato in Italia (1968-1972), compilado por A. PIZZORNO, Bologna, il Mulino,

1974-1978, la interpretación de A. GIGLIOBIANCO - M. SALVATI, Il maggio francese e

l’autunno caldo italiano: la risposta di due borghesie, Bologna, il Mulino, 1980, el ensayo de S.

TARROW, “I movimenti degli anni ’60 in Italia e Francia e la transizione al capitalismo

maturo”, en Stato e mercato, 1984, 12. Por otra parte véase las resientes contribuciones

publicadas bajo el título "Millenovecentosessantnove” en Parolechiave, 1998, 18.

16 S. TARROW, Democrazia e disordine, Roma-Bari, Laterza, 1987.

17 M. SALVATI, Economia e politica in Italia dal dopoguerra ad oggi, Milano, Garzanti, 1984,
pp. 96 y siguientes.

18 Sobre las características y las experiencias de aquella intensa conflictividad véanse, sobre
todo las consideraciones y las referencias bibliográfico-documentales de V. FOA, Sindacati e

lotte operaie (1943-1973), Torino, Loescher, 1976, pp. 160- 234. Sobre las luchas en las

grandes fábricas, véase los documentos y ensayos publicados en "Classe", 1970, 2, en


particular: E. PIETROPAOLO sobre la Pirelli (pp. 67-134), G. PUPILLO sobre la Marzotto (pp.

37-56) y la recopilación documental Le lotte alla Fiat (pp. 153 y siguientes). Siempre sobre la

FIAT, cabe mencionar E. GUI - E. GUIDI, “La contrattazione aziendale alla Fiat”, en Rassegna

sindacale, 1-5 maggio 1968; V. RIESER, “Cronaca della lotta alla Fiat”, in Quaderni piacentini,

1969, 38. Acerca de las luchas de la Valdagno deben recordarse también, L. MENEGHELLI, “La

collera che abbatte le statue”, en Rassegna sindacale, 1-5 maggio 1968; T. MERLIN,

Avanguardia di classe e politica delle alleanze, Roma, Editori Riuniti, 1969. También sobre la

Pirelli, cfr. M. SCLAVI, Lotta di classe e organizzazione operaia, Milano, Mazzotta, 1974.

19 Cfr. L’ambiente di lavoro, comp. por di G. MARRI - I. ODDONE, Roma, Editrice Sindacale
Italiana, 1967; G. GUIDI - A. BRONZINO - L. GERMANETTO, Fiat, struttura aziendale e
organizzazione dello sfruttamento, Milano, Mazzotta, 1974; A. DINA, “Un’esperienza di
movimento politico di massa: le lotte interne alla Fiat (fine giugno ’68 - giugno ’69)”, en Classe,
1970, 2, pp. 133-150.

20 La particular percepción que los trabajadores inmigrantes tenían de las contradicciones en


relación a las condiciones de vida, más que de trabajo favoreció a la conciencia sindical y

política de muchos de ellos. Sobre estos aspectos en particular véase cfr. M. PACI, “Migrazioni

interne e mercato capitalistico del lavoro”, en Problemi del socialismo, 1970, 47; R. AGLIETA -

G. BIANCHI e P. BRANDINI-MERLI, I delegati operai, Roma, Coines, 1970; G. BAGLIONI,

Sindacalismo e protesta operaia, Milano, Angeli, 1973.

21 Cfr. G. GOZZINI, “Le interpretazioni”, en Millenovecentosessantanove,..., cit., p. 43.

22 A propósito, véase la reconstrucción de las principales etapas de aquel proceso hecho por
la CGIL, “L’unità sindícale”, en Quaderni di rassegna sindacale, 1971, 29; y la entrevista a L.

LAMA, “Dieci anni di processo unitario”, ibid.

23 Sobre los reclamos y los resultados del conflicto de los contratos de los metalmecánicos de
1969, véase cfr. Movimento sindacale e contrattazione collettiva, 1945-1971, Milano, Angeli,

1973, pp. 149-162.


24 Sobre las luchas globales del período, véase G. GIUGNI, “L’autunno caldo”, en il Mulino,
1970, 207; Id., Gli anni della conflittualità permanente, Milano, Angeli, 1976; I. REGALIA - M.

REGINI - E. REYNERI, “Conflitti di lavoro e relazioni industriali in Italia. 1968-1975”, en

Conflitti in Europa. Lotte di classe, sindacati e Stato dopo il ’68, comp. por C. CROUCH - A.

PIZZORNO, Milano, ETAS Libri, 1977, pp. 1-74; R. ANTINOLFI, La crisi economica

italiana,1969-1973, Bari, De Donato, 1974.

25 Sobre las nuevas organizaciones de base, veáse A. AGOSTI, “Documenti per una
discussione sui delegati operai”, en Classe, 1970, 2, pp. 243-276; S. GARAVINI, “Le nuove

strutture democratiche in fabbrica e la politica rivendicativa”, en Problemi del socialismo,

1970, 43; T. TREU, Sindacato e rappresentanze aziendali, Bologna, il Mulino, 1971; G.

SALVARANI - A. BONIFAZI, Le nuove strutture del sindacato, Milano, Angeli, 1973; Delegati e

consigli di fabbrica in Italia, Milano, Angeli, 1974. Véase también el documento ciclostilado en

la “Seconda conferenza unitaria dei metalmeccanici Fim-Fiom-Uilm”, en Il lavoratore

metallurgico, 10 marzo 1971.

26 S. TURONE, Storia del sindacato in Italia, Bari, Laterza, 1975; I. REGALIA - M. REGINI - E.
REYNERI, “Conflitti di lavoro e relazioni industriali in Italia”, cit...., p. 71.

27 P. GINSBORG, Storia d’Italia dal dopoguerra ad oggi. Società e politica 1943-1988, Torino,
Einaudi, 1989, p. 441.

28 M. SALVATI, Economia e politica in Italia,..., cit., p. 74.

29 Cfr. Al respecto algunas observaciones de S. LANARO, Storia dell’Italia repubblicana,


Venezia, Marsilio, 1992, pp. 361 y siguientes. Entre los distintos estudios que tratan del

aporte del movimiento feminista a la renovación de las políticas sociales y, por esta vía, a la

ampliación de la ciudadanía, véanse T. TREU, Lavoro femminile e uguaglianza, Bari, De

Donato, 1977; M.V. BALLESTRERO, Dalla tutela alla parità, Bologna, il Mulino, 1979; Y.

ERGAS, “Politica sociale e movimento feminista”, en il Mulino, año?, 277, pp. 671-684; Id.,

“Allargamento della cittadinanza e governo del conflitto: le politiche sociali negli anni Settanta
in Italia”, en Stato e mercato, 1982, 6.

30 Tales límites están, por su lado documentadas por posiciones filo gubernamentales: por
ejemplo véase las críticas contenidas en algunos artículos en la revista Previdenza sociale,

1968, III, V; así como en los relevamientos aparecidos en los debates parlamentarios: AP,

Camera dei Deputati, Legislatura IV, Discussioni, XLIII, tornata dal 22 febbraio al 9 marzo

1968.

31 Para una breve reseña de los sostenedores y actores de la reforma véase BRODOLINI, cfr.
“Confindustria contro i pensionati”, en L’Unità, 9 febbraio 1969; “Il Governo approva la

riforma delle pensioni”, en Avanti!, 16 febbraio 1969; “Questa la legge per le pensioni”, en

Avanti!, 20 febbraio 1969; G. MEDUSA, La riforma delle pensioni, en Mondoperaio, febbraio

1969, XXIII, 2; “CGIL e UIL: migliorare la legge sulle pensioni”, en L'Unità, 21 febbraio 1969.

Cfr., Por su parte, el debate parlamentario: AP, Camera dei Deputati, Legislatura V,

Discussioni, VI, en particular la vuelta del 21 marzo y la aprobación conclusiva del 29 marzo

de 1969, pp. 5963-5994, 5998-6059. Para una valoración y reconstrucción histórica, véase,

G. REGONINI, “Stato e sindacati nella formazione della politica della sicurezza sociale. Il caso

delle pensioni”, en Quaderni della Fondazione G.G. Feltrinelli, 1980, 10; M. REGINI - G.

REGONINI, La politica delle pensioni in Italia: il ruolo del sindacato, en Giornale di diritto del

lavoro e delle relazioni industriali, 1981, 10, pp. 217-242; La società neocorporativa, comp.

por M. MARAFFI, Bologna, il Mulino, 1983.

32 No faltó el énfasis de las “novedades” de principio introducidas en la reforma Cfr., al


respecto, G. DI MARINO, “La sicurezza sociale nella lotta per le riforme di struttura”, en

Critica marxista, maggio-giugno 1969, VII, 3, pp. 64 y siguientes. Sobre la superación que la

ley n. 153 de 1969 marcaba con respecto ala antigua, han insistido M. PACI, “Onde lunghe

nello sviluppo dei dei moderni sistemi di welfare”, en Stato e mercato, 1982, 6; ID., “La

politica sociale in Italia”, en Quaderni di rassegna sindacale, 1985, pp.114-115; A. CIOCCA,

“Il sistema della previdenza e le sue riforme”, en Lo stato sociale in Italia, comp. por E.
BARTOCCI, Roma, Donzelli, 1995. Aunque no han faltado consideraciones críticas como la de

M. FERRERA, Modelli di solidarietà. Politica e riforme sociali nelle democrazie, Bologna, il

Mulino, 1993, p. 267.

33 D. FAUSTO, Il sistema italiano di sicurezza sociale, Bologna, il Mulino, 1978; Il deficit


pubblico: origini e problemi, comp. por E. GERELLI - E. MAJOCCHI, Milano, Angeli, 1984.

34 Para la reconstrucción en detalle de la experiencia y la valoración del resultado


particularmente avanzado, véase el indispensable texto de G. GIUGNI, Il sindacato tra

contratti e riforme, 1969 -1973, Bari, De Donato, 1973 y el libro de E. STOLFI, Da una parte

sola, Milano, Longanesi, 1976. Cfr. Por otra parte, T. TREU, L’uso politico dello Statuto dei

lavoratori, Bologna, Il Mulino, 1975.

35 N. NEGRI - C. SARACENO, Le politiche contro la povertà in Italia, Bologna, il Mulino, 1996;


F. GIROTTI, Welfare State. Storia, modelli e critica, Roma, Carocci, 1998, pp. 292-293.

36 M. ACHILLI, Casa: vertenza di massa, Padova, Marsilio, 1972; Città e conflitto sociale, Milano,
Angeli, 1972; Le lotte per la casa in Italia, comp. por A. DAOLIO, Milano, 1974.

37 S. POTENZA, Riforma della casa, in Lo spreco edilizio, comp. por F. INDOVINA, Venezia,
Marsilio, 1978; F. FERRARESI - A. TOSI, “Crisi della città e politica urbana”, en La crisi
italiana, comp. por L. GRAZIANO - S. TARROW, Torino, Einaudi, 1979, pp. 567 e seguenti.

38 M. SALVATI, “Intervento su ‘Lo Stato sociale in Italia’: caratteri originali e motivi di una
crisi”, en Passato e presente, 1994, 32, p. 22.
39 Sobre el rol e los partidos y los sindicatos, váese M. BARBAGLI - P.C. CORBETTA, “Base
sociale del PCI e movimenti collettivi”, en La politica nell’Italia che cambia, comp. por A.

MARTINELLI - G. PASQUINO, Milano, Feltrinelli, 1978, pp. 144-170; M. FEDELE, Classi e

partiti negli anni settanta, Roma, Editori Riuniti, 1979; M. BARBAGLI - P.C. CORBETTA,

“L’elettorato, l’organizzazione del PCI e i movimenti”, en il Mulino, 1980, 269, pp. 467-490; I

ceti medi in Italia, comp. por C. CARBONI, Bari, Laterza, 1981; M. PACI, “Il partito di massa

di fronte alla de-strutturazione dell’ordine di classe e alla crisi di motivazione”, en Governare

la democrazia, comp. por S. BELLIGNI, Milano, Angeli, 1981, pp. 99-108; S. TARROW, “I

movimenti sindacali: che cosa sono, quando hanno suceso”, en Laboratorio politico, 1982, II,

1, pp. 121-153.

40 Para algunos elementos de análisis comparado, véase The Comparative History of Public
Policies, edited by F.G. CASTLES, Oxford, Oxford University Press, 1989; C. BALDWIN, The

Politics of Social Solidarity. Class Bases of the European Welfare States, 1875-1975,

Cambridge, Cambridge University Press, 1990; G. ESPING-ANDERSEN, The Three Worlds of

Welfare Capitalism, New York, Polity Press, 1990.

41 - M. SALVATI, Economia e politica in Italia, cit., p. 124.

42 I. REGALIA,” Le politiche del lavoro”, en Welfare State all’italiana, cit....; Stato e


regolazione sociale. Nuove prospettive del caso italiano, comp. por P. LANGE - M. REGINI,

Bologna, il Mulino, 1987; M. REGINI, Confini mobili. La costruzione dell’economia fra politica e

società, Bologna, il Mulino, 1991; E. PUGLIESE, Sociologia della disoccupazione, Bologna, il

Mulino, 1993.

43 P. GINSBORG, Storia d’Italia dal dopoguerra ad oggi, cit., pp. 501, 505.

44 M. SALVATI, Economia e politica in Italia, cit., pp. 146 y siguientes


45 O. CASTELLINO, Il labirinto delle pensioni, Bologna, Il Mulino, 1976; R. STEFANELLI, Il
sistema previdenza. Storia e problemi di riforma, Bari, De Donato, 1977; A. FORNI, Il pianeta

previdenza, Bari De Donato, 1979; F. GIROTTI, Welfare State, cit., pp. 289-292.

46 Después de un largo trabajo parlamentario la ley fue aprobada con 381 votos favorables y
77 en contra, por todos los partidos de centro y de izquierda; cfr. AP, Camera dei Deputati,

legislatura VII, Discussioni, XXVI, tornata dal 16 al 23 dicembre 1978, p. 26165.

47 Sobre la reforma del sistema de salud y sus antecedentes y us puntos de partida, véase
Rapporto Perkoff: salute ed organizzazione nel servizio sanitario nazionale, comp. por G.

FREDDI, Bologna, il Mulino, 1984; A. PIPERNO, La politica sanitaria in Italia. Tra continuità e

cambiamento, Bologna, il Mulino, 1987; G. BERLINGUER, Storia e politica della salute, Milano,

Angeli, 1991; A. CORCIONE, “Risorse e diritti sociali nel sistema sanitario”, en Lo Stato sociale

in Italia..., citata.

48 Sobre los distintos puntos que se presentaron para la aplicación de la reforma y después,
veáse M. CAMMELLI, “Strategia e congiuntura: il finanziamento del Servizio Sanitario

Nazionale”, en il Mulino, 1981, 278; F. CAVAZZUTI, “Il nocciolo duro della reforma”, ibid.; G.

PASTORI, “L'attuazione del Servizio Sanitario Nazionale nei primi anni della reforma”, ibid.; S.

GIANNINI, “La spesa sanitaria”, en Quaderni di Rassegna sindacale, 1982, 45; G. DE CESARE,

“Riforma della riforma?”, en Quaderni di Rassegna sindícale, 1984, 56.

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