El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen mesoamericano que honra a los
difuntos. Se lleva a cabo en dos días: el 1 de noviembre es dedicado al alma de los niños y el 2 de noviembre a la de los adultos.
La creencia popular es que las almas de los seres queridos
regresan de ultratumba durante el Día de Muertos y, por eso, debemos ayudarlos en su camino de regreso. Las ofrendas cumplen un papel importante en este proceso, ya que guían a las almas en su camino hacia nuestro mundo. El elemento más representativo de esta festividad son los altares con sus ofrendas. Tradicionalmente los altares tienen niveles, y dependiendo de las costumbres familiares se usan dos, tres o siete niveles. Los altares de dos niveles representan la división del cielo y de la tierra; los de tres niveles representan el cielo, la tierra y el inframundo y el de siete, representa los niveles que debe atravesar el alma para poder llegar al lugar de su descanso espiritual. En los altares se incluyen, entre otras cosas, comidas y bebidas predilectas de los difuntos, flores de cempasúchil, velas, incienso, calaveritas de azúcar, Pan de Muerto y fotografías de los difuntos.
Una parte muy importante de esta tradición implica
visitar los cementerios. Ya sea durante el día o la noche, las familias acuden y colocan velas sobre las tumbas como una forma de iluminar el camino de las almas en su regreso a casa. Algunas familias pernoctan en los panteones. Durante las veladas se suelen contratar grupos musicales que interpretan las canciones preferidas de los difuntos al pie de su sepulcro.
En México se percibe a la muerte de una manera muy peculiar, pues los
mexicanos utilizan la sátira para burlarse de ella. Un ejemplo de esta expresión es la famosa “Catrina”: una calavera popularizada por el grabador y caricaturista José Guadalupe Posadas. Tradicionalmente, la Catrina porta la vestimenta de una dama de la alta sociedad, como muestra de la presencia de la muerte en la cotidianidad de todos los estratos sociales.