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EDUCACIÓN | 4/15/2019 3:12:00 PM


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¡Gracias, Antanas! VIDEOS MÁS VISTOS

Por Julián De Zubiría*

El pedagogo Julián De Zubiría rinde homenaje a Antanas por haber impulsado un cambio cultural al
"Bogotá es una ciudad extremadamente generosa":
articular pedagogía, moral y política. Asegura que el país estará pendiente de sobre
Navarro la decisión del Consejo de
su candidatura

Estado sobre su curul, pero muy especialmente, de seguir recibiendo las enseñanzas del profesor
Mockus.
Desde el cielo: Bogotá
La última entrevista de sin trancones, como
Alan García siempre quiso vivirla

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 "Quiero expresarle al profesor Mockus las gracias in nitas por el aporte que ha hecho al cambio cultural en Colombia y espero que podamos seguir
aprendiendo de sus enseñanzas". Foto: Cortesía Julián De Zubiría Samper

Antanas Mockus ha sido el padre de la cultura ciudadana y el gestor


de un cambio cultural en el país. Puso a soñar a toda una Nación en que
era posible articular la pedagogía, la moral y la política. También ha sido
defensor incansable del principio sagrado de la vida y de la necesidad de
fortalecer la regulación social.

Como pedagogo, hizo parte del Grupo Federicci, el cual dio una dura
batalla contra la tecnología educativa que el Ministerio de Educación
Nacional (MEN) quería imponer en los años ochenta. Al ganarla, se
convirtió en un referente obligado del naciente Movimiento
Pedagógico Nacional.

Como lósofo y matemático, se convirtió en rector de la Universidad


Nacional, entidad en la cual intentó llevar a cabo una profunda
reforma nanciera y pedagógica. A nivel nanciero, elevó
considerablemente el pago de los estratos más altos de la población que
se vinculaban a la universidad.

A nivel académico, buscó disminuir el enciclopedismo, aumentar la


exibilidad y la contextualización en la universidad, para ponerla al frente
de las nuevas tendencias pedagógicas; hizo todo lo posible para que los
estudiantes dominaran las gramáticas básicas de la academia y para que
la actividad recayera en mayor medida en su trabajo autónomo. Aun así, la
reforma quedó a mitad de camino y en este terreno todavía estamos
pendientes de culminar su tarea; en especial, hay que reconocer que las
universidades siguen en deuda con la sociedad en la formación de
mejores ciudadanos.

Para leer: Proyecto de vida: asignatura pendiente en las universidades


colombianas

Para los años noventa ya era muy reconocido en el medio intelectual


y quiso aprovechar su liderazgo académico para lanzarse a la política,
con el n de enseñar a los colombianos a convivir pací camente y a
respetar la vida y las leyes. El cambio cultural que ha promovido a lo
largo de su vida sigue siendo muy incipiente en el país. Por ello, no hay
duda: su tarea política todavía está inconclusa.

El Consejo de Estado acaba de anular su curul en el Senado. Lo


paradójico es que, previamente, otra sala del mismo Consejo, y con
exactamente la misma información, lo había rati cado en el cargo. No
me corresponde a mí analizar el proceso jurídico en el que está inmerso,
sino destacar su invaluable papel como formador de mejores ciudadanos.
En consecuencia, a ello dedicaré estas notas.

La tesis central de Antanas es que en Colombia existe un divorcio entre ley,


la moral y la cultura, y que, debido a ello, hay aprobación cultural y/o
moral de acciones ilegales y hay reprobación moral o cultural de algunas
de las obligaciones legales de los ciudadanos.

El divorcio entre los tres sistemas de regulación se expresa en


acciones ilegales pero avaladas y aprobadas moral y culturalmente
(por ejemplo, la evasión de impuestos), y hay acciones ilegales,
reconocidas como moralmente inaceptables, pero culturalmente
aceptadas (como, por ejemplo, el paramilitarismo y el narcotrá co).
Colombia ha sido un buen ejemplo de ambas prácticas.

En el país ha sido ampliamente aceptada y justi cada la evasión de


impuestos, bajo la idea de que no tiene sentido pagar tributos, ya que
éstos, según la subcultura dominante, “serán robados” y terminarán en
manos de “políticos corruptos”.

Colombia también es muy buen ejemplo de la tolerancia con la


ilegalidad, si se tiene en cuenta, por ejemplo, que cerca del 41% de la
población llegó a considerar como un “mal menor” el paramilitarismo,
pese a las masacres, las desapariciones, el uso criminal de la
motosierra y la expropiación de cerca de 9 millones de hectáreas.
Tierras que fueron despojadas a pequeños campesinos, en lo que se
podría llamar una reforma agraria, pero hecha al revés y que tristemente
nos ha convertido en uno de los tres países del mundo con mayor
concentración de la tierra en pocas manos.

Como puede verse, nuestra cultura ha estado profunda y estructuralmente


marcada por la convivencia con el narcotrá co, la ilegalidad y el con icto
armado. Ante los ojos de todos, y muy especialmente del Estado, las
ma as de narcotra cantes se apropiaron de tierras, empresas, clubes
deportivos, miembros de la justicia e incluso, de algunos sectores de los
partidos políticos, a quienes llegaron con enorme frecuencia a nanciar
sus campañas.

La sociedad y sectores del Estado, convivieron por décadas en contubernio


con el narcotrá co. Es así como el propio Estado creó la Cuenta Especial
de Cambios para bene ciarse de los recursos provenientes de las
transacciones de dólares y pesos en el Banco de la República. La
población fue mucho más brillante cuando la denominó la “Ventanilla
siniestra”; es decir, una cuenta inventada por el propio Estado para
bene ciarse del lavado de dinero de las ma as.

Muy sabiamente, Antanas concluyó que se había generalizado una


“cultura del atajo” o del éxito fácil, profundamente admirada y
valorada por los ciudadanos.

Para profundizar: ¿Cómo cambiar la cultura del avivato?

La pregunta, en este contexto, es cómo reestablecer la unión entre la ley, la


moral y la cultura. ¿Cómo superar las actitudes condescendientes de la
población ante la ilegalidad? ¿Cómo disminuir la convivencia consentida
con el paramilitarismo y el narcotrá co? Estas fueron las preguntas que
tuvieron que ser abordadas por Antanas cuando llegó en dos ocasiones a
la alcaldía de Bogotá.

La re exión de Mockus lo condujo a buscar mayor respeto por la ley y


a fortalecer los sistemas de regulación social. La armonización que
buscó Mockus implicaba, necesariamente, generalizar el rechazo moral y
cultural a las acciones ilegales, a los sobornos, al contrabando, a las
pirámides económicas y la evasión, entre otros.

Cultura Ciudadana fue un conjunto de programas y proyectos que


expresaron la prioridad del gobierno en Bogotá de mejorar la convivencia
ciudadana por la vía de un cambio comportamental consciente. Se trató
de proteger la vida en todos los contextos; de allí el uso del cinturón de
seguridad en el carro, de las cebras y puentes peatonales o el conjunto de
medidas para disminuir el uso de armas o la prohibición de la pólvora en
manos inexpertas.

Estas medidas siempre estaban acompañadas de mecanismos de control


de social y de actos simbólicos. La macro idea que subyace a estos
programas es que “la vida es sagrada” y que, por ello, hay que hacer todos
los esfuerzos posibles desde el Estado por defenderla. Este principio, fue
acompañado por otro derivado: “los recursos públicos son sagrados”. En
consecuencia, también hay que hacer todo lo posible por cuidarlos.

Sin duda, hay impactos muy importantes de las medidas adoptadas


por Mockus en las dos alcaldías, lo que permitió, desde la primera,
reducir signi cativamente las tasas de homicidios de 72 (1994) a 51 por
100.000 habitantes (1997), y de 25 a 20 por 100.000 la tasa de muertes
violentas en accidentes de tránsito.

La exitosa experiencia de Bogotá quiso llevarse al país en lo que se conoce


como el movimiento de la “Ola verde”. Miles de jóvenes y artistas se
volcaron a las calles y a las urnas en defensa de una nueva manera de
hacer política: más transparente, más participativa y más ciudadana. En
2010, estuvieron relativamente cerca de llegar al poder. Sin embargo, el
“país político”, como lo llamaba Jorge Eliécer Gaitán, no lo permitió.

Con la asesoría de J. J. Rendón, personaje especializado en propaganda


negra y en difundir falsos rumores en campañas electorales, el uribismo
se burló de Mockus al denominarlo “profesor”, en un país en el que los
docentes están profundamente estigmatizados y desprestigiados,
precisamente por la clase política; y se volvió a burlar al preguntarle si era
o no creyente.

Como buen lósofo, tuvo que re exionar su respuesta. El “país


político” se unió en su contra y lo venció. Una vez más, la clase política
volvió a manipular a una población que lee muy poco, que entiende
todavía menos y que es muy temerosa. En eso momento, el “país político”
asustó al “país nacional” con la idea de que podía llegar a la presidencia
un profesor ateo y quien, para completar, era un “caballo discapacitado”,
como lo llamó el propio Álvaro Uribe, cuando se hicieron públicos los
primeros síntomas del Parkinson que comenzaba a padecer. Por “enésima
vez” la clase política, altamente ligada a la corrupción y la ilegalidad, logró
retener el poder.

En un país en el que el largo con icto armado destruyó la con anza


que tenemos hacia los otros, nos sigue haciendo falta Antanas
Mockus para seguir impulsando las competencias ciudadanas en la
población. En un país en el que un sector muy in uyente de la clase
política se especializó en debilitar las instituciones, incendiar de odio,
promover la ira y la sed de venganza, sigue haciendo mucha falta un
político que enfatice la educación y el cambio cultural, como lo ha hecho
Antanas a lo largo de la historia.

Le puede interesar: El cambio cultural que Colombia necesita

La Nación necesita que pasemos la página de la violencia para poder


enfrentar los grandes problemas que tenemos como sociedad. Somos uno
de los países más inequitativos del mundo.

Somos un país enfermo de intolerancia y sed de venganza. Para


enfrentar estos retos se requiere de políticos que contribuyan a la
convivencia pací ca, que respeten y valoren la pluralidad y las
diferencias. Hasta este momento, Antanas Mockus es, como político,
de lejos, el que mejor lo ha hecho. Precisamente por eso no es casual
que los abogados que demandaron su elección provengan de un partido
cuya totalidad de representantes en el Congreso fueran destituidos por
nexos comprobados con el paramilitarismo: Convergencia Ciudadana.
Ahora quieren ganar en los estrados los votos que no obtuvieron en las
urnas.

No estoy seguro si se rati cará la primera o la segunda decisión del


Consejo de Estado. En cualquier caso, tengo muy claro que la Nación está
en inmensa deuda con Antanas. De él aprendimos que la vida es sagrada,
que los cambios culturales son los más profundos, que la pedagogía y los
actos simbólicos son las armas más importantes para cambiar las
sociedades, y que la ética debe estar presente en todo proyecto político.

Por todo ello y por mucho más, quiero expresarle al profesor Mockus
las gracias in nitas por el aporte que ha hecho al cambio cultural en
Colombia y espero que podamos seguir aprendiendo de sus
enseñanzas. Como docente y como ciudadano, tengo que reconocer que
muchas veces Antanas me ha inspirado y espero que lo siga haciendo; y
que también lo haga con miles y miles de docentes, de artistas e
intelectuales y con millones de ciudadanos que conforman las próximas
generaciones de colombianos.

*Director del Instituto Alberto Merani y Consultor en educación


(@juliandezubiria)

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