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LA ALUCINACION
Y LOS
RECURSOS LITERARIOS
EN LAS
NOVELAS DE REINALDO ARENAS
COLECCION POLYMITA
LA ALUCINACION
Y LOS
RECURSOS LITERARIOS
en las
NOVELAS DE REINALDO ARENAS
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EDICIONES UNIVERSAL
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https://archive.org/details/laalucinacionyloOOIugo
INTRODUCCION
7
to de la más reciente novelística cubana. Es así que empieza a surgir y
cobrar forma el presente estudio.
8
mera y que como la del campo procura aislarlo y cuyos poderes, esta
vez de naturaleza política, se materializan y configuran en el “servicio
secreto” y los “encubiertos” que como el Abuelo y la Madre en el pasa¬
do, procuran desautorizar y anular su expresión creadora.
Es ante esta situación vital de asedio y anulación artística constan¬
te que el autor sufre agónicamente por toda su vida, que descubre que
los únicos momentos de su existencia en que ha podido ser feliz han
sido aquéllos en que subjetivamente ha soñado la realidad de otro
modo, es decir, en que ha usado el recurso de la alucinación para
transformar el mundo. Es entonces cuando descubre y cristaliza como
escritor, ahora durante el período revolucionario, la posibilidad de
transformar la alucinación en un punto de vista literario, en una pers¬
pectiva de enfoque, o sea, en una óptica desde la que se puede ver y
representar el mundo de otra manera. De este modo, convierte la alu¬
cinación en su principio básico de formalización narrativa desde el que
todas las concepciones que se realicen sobre la realidad se revelarán
alucinantes, evanescentes y ambiguas, como queda patentizado en to¬
das y cada una de sus novelas.
9
que en todos los casos organiza y le provee unidad a una serie de ele¬
mentos estructurantes que se repiten una y otra vez en las diferentes
novelas: un personaje problemático que siempre concibe el mundo alu¬
cinadamente, que vive frente a una circunstancia enclaustrante, donde
siempre aparecen unos seres (el Abítelo, el ejército, el estado, la igle¬
sia, la revolución) que lo persiguen, lo acosan y le destruyen su litera¬
tura, circunstancia y seres de los que siempre está procurando ale¬
jarse, huir o escapar sin terminar nunca por lograrlo.
Consideraciones preliminares
10
tructuras combinatorias clásico-populares, el estructuralismo forma¬
lista, el dialogismo bajtiniano y sobre todo, la consciencia de la exis¬
tencia de “la obra abierta”. Por otro lado, hay que tener muy en cuenta
el instintivo rechazo por parte del autor de muchas de las exigencias
del gusto literario profundamente arraigadas en la tradición clásica,
así como cierta preferencia natural por una multitud de nociones na¬
rrativas cuyos orígenes hay que buscarlos en los dominios de la tradi¬
ción cómica y literaria popular. Lograr este objetivo es uno de los pro¬
pósitos básicos de mi análisis.
Los capítulos
11
novela polifónica”, es un análisis primordialmente bajtiniano de la am¬
biciosa estructuración polifónica y del ingenioso juego de las voces
narrativas como instrumento comunicador del relato y, así mismo, del
mensaje del autor; quien mediante un complejo juego de recursos na¬
rrativos procura relatarnos toda la triste historia de su grupo familiar.
El capítulo quinto, “Lo paródico y lo carnavalesco en El mundo aluci¬
nante", como su título lo sugiere, es una consideración de la formali¬
dad paródica y de naturaleza carnavalesca de que se vale Arenas para
disfrazar el desengaño revolucionario que nos transmite como mensaje
a través de la figura de Fray Servando Teresa de Mier.
En el capítulo sexto, “Otra vez el mar: una novela en dos versiones”,
me propongo demostrar que más que una novela, en este relato lo que
tenemos son dos versiones sobre unos mismos sucesos: uno en prosa
y otro en verso; por lo tanto, dos relatos, el de la Mujer y el del Marido,
mediante los cuales el Narrador busca plantearnos el problema de la
persecución de los escritores, de los artistas y de los homosexuales por
parte del nuevo gobierno revolucionario.
Para finalizar, concluiré mi investigación con el capítulo séptimo,
“Conclusión”. El mismo va dirigido a establecer que aun cuando las
novelas de Reinaldo Arenas ostentan estructuras invertebradas como
Celestino antes del alba, polifónicas como El palacio de las blanquísi¬
mas mofetas o paródicas como El mundo alucinante y Otra vez el mar,
como ha quedado demostrado a través del desarrollo de mi trabajo, el
principio generatriz de su formalidad englobante, lo que le imprime ese
carácter evanescente, ilusorio y de espejismo, que tanto dificulta su
lectura y, más aún, su comprensión, es la alucinación. Alucinación
que por ser coincidente con la visión del mundo de ciertos marginados
sociales de Cuba, ha podido transformarse en obra literaria al im¬
primirle Arenas a la misma forma novelesca. El mismo va dirigido tam¬
bién a señalar la colaboración del autor con Alejo Carpentier, Severo
Sarduy y Guillermo Cabrera Infante, en la conformación del discurso
para la expresión del alma nacional cubana, así mismo a distinguir su
destacada participación en la elaboración del discurso novelístico ba¬
rroco, especialmente del barroco lúdico y a reconocer, en fin, la impor¬
tancia de su obra en la transformación de la más reciente poética no¬
velesca cubana.
No podría dar por terminada esta introducción sin antes manifestar
mi más sincero agradecimiento al Dr. Federico Acevedo, quien con sus
dotes de crítico de buen cuño me ha guiado y dirigido en el arte de
orientar el pensamiento, de organizar mis ideas, y muy especialmente,
de expresarlas con sencillez, precisión y claridad. Sería injusto pasar
por alto la considerable colaboración, consejo y ayuda del Dr. Enrique
Laguerre, así como de su Curso de Literatura Antillana, del mismo
modo la desinteresada y entusiasta cooperación de la Dra. Esther
Melón, como de su Curso de Investigación doctoral; a todos ellos mi
más expresivas gracias. Debo, además, manifestar mi gratitud a la
Sra. Aida Rivera de Román, quien tuvo a su cargo la labor de leer y
12
mecanografiar el manuscrito. A todos ellos mis más preciados recuer¬
dos.
NOTA
13
CAPITULO I
...La novela empieza a ser una gran novela (Proust, Kafka, Joyce...)
cuando deja de parecerse a una novela; es decir: cuando nacida de
una novelística posible, nueva, disparada hacia nuevos ámbitos,
dotada de medios de indagación y exploración que pueden plas¬
marse — no siempre sucede — en logros perdurables. Todas las
grandes novelas de nuestra época comenzaron por hacer exclamar
al lector: “Esto no es una novela!”. Alejo Carpentier. Tientos y dife¬
rencias, La Habana, Ediciones Unión, 1966, p. 13.
14
se. Es la época de la epopeya (...) Ser y Destino, aventura y
perfeccionamiento, vida y esencia son entonces conceptos
idénticos3.
15
Y el nuevo hombre de Platón, el sabio, mediante su activa
cognición y su mirada creadora de esencia, no sólo desen¬
mascara al héroe (trágico), sino que reconoce el oscuro peli¬
gro vencido y transfigura al héroe superándole.7
16
La imagen del mundo fundada en la Totalidad desapareció para
siempre, según señala Mircea Eliade en su libro Lo sagrado y lo profa¬
no11, y en el mundo abandonado por los dioses ha desaparecido la ar¬
monía universal. Está presente el hombre y el mundo de los tiempos
originales, pero, ahora, todo aparece como incompleto, fragmentado e
inacabado. Las dos formas literarias que mejor expresan tanto a la “ci¬
vilización cerrada” como a la “civilización abierta”, pertenecen al géne¬
ro épico y éstas son, respectivamente, la epopeya y la novela. Y es que
las dos partes constitutivas del género épico lo son el héroe y el mun¬
do. Por ello, Goldmann afirma que las grandes formas épicas:
17
da. La aspiración a esa Totalidad se convierte ahora en el motor impul
sor de la acción del héroe en el mundo.
18
como psicología de los héroes de la novela: esos héroes es¬
tán siempre en búsqueda13.
19
No en el sentido de los formalistas rusos, sino en tanto que
zona y campo de la percepción de los valores y de la repre¬
sentación del mundo.16
20
manecer absolutamente invariables — es, como si fuera, re¬
creado, convirtiéndose en un objeto cualitativamente dife¬
rente para la consciencia que crea en el mismo. En este
mundo activamente políglota, se establecen nuevas relacio¬
nes entre lenguaje y su objeto (esto es, el mundo real) — y
este fenómeno aparece cargado de enormes consecuencias
para todos los géneros ya culminados que se han venido de¬
sarrollando a través de eras de monoglossia cerradas y sor¬
das. Por contraste con los géneros mayores, la novela emer¬
ge y madura precisamente cuando la actividad externa e in¬
terna de la poliglossia ha alcanzado el punto culminante de
su actividad; este es su elemento natural. La novela puede
entonces asumir el liderato en el proceso de desarrollar y re¬
novar la literatura en su dimensión lingüística y estilísti¬
ca.18
21
terrelacionarse con los demás dentro de una co-existencia
pacífica y armoniosa. Ante la presencia de la novela, todos
los demás géneros de algún modo cobran diferente resonan¬
cia. Una extensa batalla para la novelización de los otros
géneros ha comenzado, una batalla para sumergirlos dentro
de una zona de contacto con la realidad. El curso de esta lu¬
cha ha sido complejo y tortuoso.20
22
Fue de este modo, y resulta imposible cambiarlo: la tradi¬
ción del pasado es sagrada. No existe ninguna conciencia de
una relatividad posible del pasado.22
Esa distancia hace que lo relatado por el poema épico esté fuera del
alcance de la mano y de la acción de los hombres. Exige reverencia y
solemnidad de aquel que se acerca a él.
Esta característica de la epopeya la hace extensiva Bajtin a todos
los géneros serios de la antigüedad, ya que se construyen en una zona
de representación lejana, fuera de contacto con el presente de su com¬
posición y de su público.
El género de la novela, por el contrario, se sitúa en el presente, es lo
que Bajtin llama “la zona de contacto mayor con el presente”, es decir,
con un tiempo que a diferencia del pasado absoluto, es uno inacabado
y siempre en evolución. Por eso, Bajtin, contrario a Lukács, separa al
género de la novela del de la epopeya y le busca otra genealogía, otras
raíces, en géneros que denomina “serio-cómicos” Se trata de géneros
que se desarrollan en el presente inacabado. Entre otros, menciona los
diálogos socráticos (como géneros), la sátira romana (Horacio, Juve-
nal), la literatura de simposio (los banquetes), la sátira menípea [El Sa-
tiricón de Petronio) y los diálogos como los de Lucius. Estos, centrados
en el presente inacabado, con la risa y el habla popular destruyen la
distancia épica. Del diálogo socrático, Bajtin retiene el carácter de
conversación oral de los mismos, así como la mezcla de lo serio-cómico
en el personaje del tonto popular que no entiende y el sabio que pro¬
duce la imagen ambivalente del “sabio ignorante”. Señala también la
autoglorificación ambivalente del que dice “saber más que los demás,
ya que sabe que no sabe nada”.
La risa y la ironía socrática acercan el mundo y lo tratan sin temor.
Por último, la consecución de la verdad relativa presente en un diálogo
23
es de vital importancia para Bajtin. Se trata de la búsqueda de la ver¬
dad, del proceso mayeútico mediante el cual dos interlocutores colabo¬
ran en producir una verdad que ninguno de los dos poseía anterior¬
mente y una vez producida esa verdad, continua manteniendo un ca¬
rácter relativo.
La sátira menípea es más soez que el diálogo socrático. Pero aparece
en ella, además, una problemática aguda y un elemento de fantasía
utópica. Ese elemento apunta hacia el futuro. Es decir, que la sátira
menípea se desarrolla en una temporalidad de dos tiempos: el presente
y el futuro.
Comparación
24
de las formas literarias adecuadas. El significado de las “condiciones
histórico-filosóficas” no sólo exige la creación de una forma precisa y
concreta, adecuada a ella, sino que también planea las técnicas y los
recursos literarios utilizados. De esta manera, Lukács crea un sistema
perfectamente adecuado y fundado en el principio de identidad entre
tres niveles distintos:
25
detallado de las técnicas y los recursos literarios empleados en la com¬
posición de la obra. En su libro The Formal Method. in Literary Scholar-
ship (1928)26 una atención particular es otorgada al estudio del len¬
guaje y a la formación de los discursos novelísticos. Pero ni el lengua¬
je, ni las técnicas, ni los recursos literarios empleados están supedita¬
dos a una significación externa que los utiliza para expresarse. La obra
produce sus significados, a la vez, desde adentro, o sea, desde sí mis¬
ma, y, desde afuera, es decir, desde el ambiente ideológico amplio en el
que actúan los hombres.
La literatura es una de las partes independientes de la realidad
ideológica que nos rodea, ocupando un lugar especial dentro de la mis¬
ma bajo la forma definida y organizada de trabajos filosóficos con sus
propias y especificas estructuras. La estructura literaria, como cada
estructura ideológica, refracta la resurgente realidad socioeconómica,
y lo hace a su modo. Pero, al mismo tiempo, la literatura, en su propio
“contenido” refleja y refracta las reflexiones y las refracciones de otras
esferas ideológicas (la ética, la epistemología, las doctrinas políticas,
las religiosas, etc.). Es decir, dentro de su “contenido” la literatura re¬
fleja la totalidad del horizonte ideológico del cual ella misma forma
parte.27
La obra literaria se encuentra inmersa en el ambiente ideológico y
es determinada por el proceso socio-económico al igual que todas las
demás ideologías; pero, a diferencia de éstas es capaz de reflejar y ex¬
presar las demás ideologías. Dice Bajtin:
26
Es decir, que la obra de literatura se encuentra determinada por la
infraestructura económica, como lo están las demás ideologías. Pero
además puede reflejar y refractar todo el ambiente ideológico que ro¬
dea la actividad humana en un momento dado. Pero, contrario al pen¬
samiento de Lukács, no reproduce meramente ideologías, valores, éti¬
ca, etc. ya establecidas, sino que las anticipa ya que al dirigirse al re¬
presentar a un hombre concreto inmerso en la actividad social puede
alcanzar a representar el proceso de la producción de ideologías en el
momento en que estas comienzan a organizarse. Por último, todo en la
acción o fábula de la obra proviene de materiales refractados ideológi¬
camente. Al respecto, Bajtin señala:
27
sarrollo y la formalización progresiva de su concepto acerca de la nove¬
la.
En términos de estudios concretos la teoría de Bajtin culmina con
su libro sobre Rabelais: La cultura popular en la Edad Media y el Re¬
nacimiento (1971).31
El segundo apartado con el que Bajtin con su teoría se opone a la de
Lukács es el de la cultura popular. Bajtin establece una genealogía di¬
ferente a la de Lukács para mostrar el origen de la novela. Se trata de
las obras literarias generadas por la cultura popular. El concepto bási¬
co ahora es el del “carnaval”. Esa actividad pagana y popular genera
sus propias manifestaciones culturales y Bajtin describe ese proceso,
respecto a la literatura, como una de “carnavalización” de la obra lite¬
raria. Para ello estudia no sólo la significación fundamental del carna¬
val como una des-in-tronización, o vuelta al revés del mundo oficial
que domina la vida cotidiana de los hombres a lo largo de un año na¬
tural, sino también los recursos específicos que esa carnavalización
genera en la obra literaria; la risa, el léxico soez, los personajes e imá¬
genes de las fiestas populares, la posición y las partes del cuerpo que
predominan, lo grotesco y las exageraciones gastronómicas y de todo
tipo.
Se trata para Bajtin de una segunda vida o corriente subterránea
que periódicamente irrumpe y subvierte el orden establecido por la
cultura oficial y dominante de una época.
Conclusión
28
es el que Bajtin estudia. No debe entenderse, sin embargo, cualquier
manera de construir del pueblo, sino aquella libre formalización con la
que éste organiza su obra y cuyos “formatos” y “arreglos” no armoni¬
zan adecuadamente con el conjunto de principios, normas y estructu¬
ras que una élite con sensibilidad aristotélica ha establecido para esos
fines, pero que también van dirigidos a conseguir formalmente un or¬
den capaz de recoger una visión adecuada del hombre y su tiempo. De
más está decir, que estas manifestaciones artísticas de naturaleza po¬
pular como la sátira menipea, la comedia y la novela, que marginaron
los gustos oficiales del mundo antiguo, siguieron existiendo y desarro¬
llándose con una dinámica extraordinaria en el gusto de aquellos sec¬
tores populares que con su patrocinio contribuyeron a mantenerlas vi¬
vas a través del tiempo; iniciándose así toda una historia de la litera¬
tura marginada, es decir, de la literatura “no oficial” como es el caso
de la historia de la novela.
29
Leyes de Indias la prohibieron en América mediante Cédulas Reales
(1531, 1536, 1543). Malón de Chaide, Melchor Cano, y el mismo Va-
léry la despreciaron contemporáneamente porque “atentaba contra las
buenas costumbres” y, todavía en nuestra época, ahora con ojos dis¬
tintos, Sartre la reconoce “como enemiga de los órdenes establecidos” y
Mao Tze Tung “como un instrumento revolucionario”.32
Sabemos que comenzó a desarrollarse entre los géneros marginales
de la época helénica,33 sin embargo, “lo que llamamos hoy ficción no¬
velesca no tiene propiamente lugar en la literatura europea hasta los
tiempos de Cervantes”.34 Pues aunque se pueden distinguir cuatro pe¬
ríodos históricos como las eras en las que ha prevalecido el género de
la narración extensa,35 a saber: el Período Helénico,36 la tardía Edad
Media,37 el Renacimiento38 y la segunda parte del siglo XVIII,39 no es
hasta entrado el siglo XIX cuando se empieza a considerar la novela
como un género literario digno de figurar junto a la alta literatura.40
Razón por la cual Alejo Carpentier coincide con Bajtin al considerar
las manifestaciones greco-latinas como precedentes (pre-novelas) del
género y no como novelas, por cuanto las mismas, no significaron pro¬
bablemente novelas ni constituyeron formalmente un género.41 Tan
variada y confusa ha sido la visión que en distintos momentos se ha
tenido de la narración extensa que en diferentes períodos históricos se
le ha denominado de diversa manera: así, los antiguos la concibieron
como “drama-histórico”, el período medieval como “relaciones” y
“romances” y el Renacimiento como “historias” y “novelas”42. Inseguri¬
dad nominal que se prolongará pasando el siglo XVII y el XVIII hasta
el siglo XIX, momento en que por primera vez se procura definir, no
sin muchas dificultades, lo que es una novela.43
El problema de la unidad del género narrativo lo formuló original¬
mente, ya a fines del siglo pasado un novelista tan lúcido como Guy de
Maupassant:
Y luego añade:
30
de Dumas; Madame Bouary, de Flaubert; M. de Camor, de
Feuillet, y Germinal, de Zola? ¿Cuál de esas obras es una
novela? ¿Cuáles son esas famosas reglas según las cuales
una historia escrita debería llevar otro nombre? ¿De dónde
vienen? ¿Quien las estableció? ¿En virtud de qué principios
de qué autoridad y de qué razonamientos?44
31
de la sociedad capitalista. De ahí, por ejemplo, la estima que Marx y
Engels sentían por la obra de Balzac, a pesar de las opiniones monár¬
quicas de este último. Cristalizan entonces como los típicos de la gran
novela ciertos temas, cierta manera ordenada de narrar, cierto tipo de
personajes, una trama lógica y coherente, es decir, se consigue cierto
grado de plenitud y de desarrollo dentro de una determinada tenden¬
cia. Ésta es la novela que pretende aproximar la literatura a la reali¬
dad de la manera más directa e inmediata como si se tratase de un
realismo fotográfico.
Las novelas de Stendhal El rojo y el negro (1830) y La cartuja de Par-
rria (1839), la de Balzac Eugenia Grandet (1829) y El Padre Goriot
(1834), la de Dickens Las aventuras del Sr. Pickwick (1832) y David
Cooperfield (1850), la de Tolstoi La guerra y la paz (1869) y Ana
Karenina (1877) y la de Galdós Fortunata y Jacinta (1887) y Misericor¬
dia (1897), entre otras, pretenden representar la realidad de la manera
más exacta posible.
En verdad, la novela realista del siglo XIX alcanzó tal grado de supe¬
ración por el camino de las formas clásicas que prácticamente agotó
casi todas sus posibilidades de perpetuar y proyectarse hacia el futu¬
ro. Si analizamos detenidamente, observaremos que a lo largo del siglo
XIX, salvando las diferencias, se suceden, con más o menos ordenada
coherencia, la novela del realismo subjetivo, la novela costumbrista, el
realismo galdosiano y el naturalismo zolesco, representando cada caso
una distinta etapa de una misma tendencia realista en evolución.
Sin embargo, este apogeo de la novela realista eclipsó pero no impi¬
dió, el desarrollo de una tendencia opuesta llamada a desempeñar una
función de gran importancia a finales del siglo XIX y durante el trans¬
curso del siglo XX.
La revolución de 1848 en Europa, a la que Marx se refiere en su Ma¬
nifiesto Comunista del mismo año como “... (el) fantasma que recorre a
Europa”,51 se encuentra en el origen de un cambio profundo en la ma¬
nera misma de producir la literatura. Esa revolución reveló que la bur¬
guesía había cesado de ser la clase revolucionaria que desde sus oríge¬
nes había sido. La irrupción del proletariado en la historia, como fuer¬
za política, social y cultural autónoma, establecerá ahora los límites
revolucionarios de la clase social burguesa y la obliga a asumir una
actitud defensiva y apologética del orden existente. A través de este su¬
ceso histórico, los valores de la burguesía que durante siglos fueron
considerados universales aparecen ahora como valores parciales que
desempeñan una función ideológica y pretenden justificar la domina¬
ción que ejerce esa clase social sobre el resto de la sociedad.
En El grado cero de las escritura (1953), Roland Barthes estudió las
consecuencias que sobre la creación literaria tuvo este acontecimiento
histórico.52 A partir del mismo, el escritor burgués ya no puede re¬
clamar de manera espontánea e ingenua, la universalidad de unos va¬
lores cuya función se encuentra reducida a la de justificar el orden es¬
tablecido. “El asalto al cielo” que representó la Comuna de París
32
(1871), primera conquista del poder político por la clase proletaria,
culmina con ese proceso de crítica radical de los valores de la bur¬
guesía.
Ambos acontecimientos históricos muestran el carácter parcial de
los valores del Humanismo Ilustrado del siglo XVIII y revelan la mani¬
pulación que de ellos hizo la burguesía en su afán por mantenerse en
el poder.
Para el propósito de nuestro estudio la principal consecuencia lite¬
raria de estos sucesos es la pérdida de la categoría de la Totalidad.
Lukács, como vimos, nos había advertido que la novela, contrario a la
epopeya en la que la Totalidad aparece de manera tangible y evidente,
debía postular la Totalidad como exigencia, como deber-ser. Luego de
los sucesos de 1848 y 1871, esa exigencia hace crisis, ya que desapa¬
rece la universalidad de los valores que la sustentaban. El escritor
burgués que hasta entonces había fungido como el intérprete de un
mundo estable y armonioso, del que se consideraba asimismo pleno
usufructuario y máximo representante, deja de ser el portador de los
valores universales y ya no puede siquiera aspirar a ellos. La imagen
íntegra de su mundo que había concebido si no como eterno, al menos
duradero según “la idea del progreso continuo” forjada por la mentali¬
dad de la Ilustración del siglo XVIII, se resquebrajó, con lo cual se per¬
día la correspondencia entre un sentido pleno y global, aunque fuese
bajo la forma de la exigencia, del deber-ser, y no de una realidad pal¬
pable, y las formas literarias aptas para expresarlo. La relación entre
el hombre y el mundo cambió. Ahora el mundo reaparece como ina¬
cabado, incompleto, fragmentado, en constante proceso de formación
que nunca culmina porque es terreno de la lucha de clases.
La lucha de clases que se intensifica a lo largo del siglo XIX, permi¬
tió que la clase proletaria reivindicase para sí la posibilidad de un nue¬
vo orden político, social y cultural. Esa clase y los escritores que, aun
no perteneciendo a ella se aliaron a la misma, postularon y defendie¬
ron nuevamente una Totalidad, esta vez como producto de una revolu¬
ción que acabaría para siempre con la división de la sociedad en cla¬
ses.
La tendencia fundamental de la evolución literaria a fines del siglo
XIX y durante la primera mitad del siglo XX estuvo representada, sin
embargo, por escritores pertenecientes a la burguesía o a la pequeña
burguesía. Esos escritores no adoptaron el punto de vista del proleta¬
riado, ni su concepción del mundo, aún cuando varios de ellos
simpatizaron y hasta militaron junto al proletariado en sus luchas rei-
vindicadoras. En todo caso, no adoptaron la exigencia de la Totalidad
del proletariado que por naturaleza les era ajena. Tampoco podían exi¬
girla a nombre de unos valores que, si bien les resultaban compatibles
por naturaleza, le reconocían la falsedad de su universalismo como la
manipulación a la que fueron sometidos por el orden burgués y el po¬
der político imperante.
La literatura que produjeron fue una literatura crítica de esos valo-
33
res, sin que por ello necesariamente, adoptaran la consciencia de la
clase proletaria. El principal ataque lo dirigieron contra el principio
aristotélico de la “mimesis”, es decir, de la representación de la reali¬
dad de acuerdo a la exigencia de verosimilitud.
34
raux. El segundo comprende a Kafka, Musil, La nausea de
Sartre y El extranjero de Camus. A la próxima etapa, la del
capitalismo de organización, corresponde la desaparición
del héroe, del individuo y el predominio del mundo de los
objetos. Ilustran esta situación las novelas de Robbe-Grillet
y el “nouveau román trancáis”. Ambas etapas encuadran,
además, expresión filosófica. La primera en el existencialis-
mo (Heidegger, Sartre, etc.) La segunda, en el estructuralis-
mo y el predominio de la estructura sobre el individuo.55
35
con personalidades desarticuladas y “exista cierto predominio de la
narración desorganizada y de naturaleza sicológica”.61
Este cambio ha resultado profundamente significativo para la “polí¬
tica” de la novela presente pues desarticuló no solamente la forma or¬
ganizada y coherente de la novela tradicional, sino también los puntos
de vista personales y, ordenados por “las tomas” impersonales y las
imágenes situacionales de índole cinematográfica; así como el tiempo
objetivo y cronometrable cedió el paso a un tiempo subjetivo, elástico e
inmedible. Inclusive el personaje dejó de ser “el hombre de carne y
hueso” de Unamuno62 para convertirse en “el actante”63 sin nombre
que escuchamos pensando. En fin, la caoticidad descrita por el Entro¬
pismo y “el Zen”64 explicado en términos mentales por la sicología,65
ha pasado a ocupar lugar de faro orientador de la novela moderna, la
cual procura aprovechar su capacidad icónica para transformarse a sí
misma en el caos de la vida humana.66 Por lo tanto, acierta Ernesto
Sábato al señalar que “no existía tanto en sí una crisis de la novela co¬
mo una verdadera novela de la crisis del hombre contemporáneo”.67 La
caoticidad no es en sí característica de la novela propiamente, sino la
del mundo del cual la novela constituye, en todo caso, una imagen.
Federico Acevedo considera que el rompimiento con el principio de
la mimesis aristotélica no genera una crisis en la literatura en general,
ni en la novela en particular, sino en la explicación sociológica tal y
como la ofreció Goldmann, y que tiene por fundamento el concepto de
visión del mundo y de su génesis en el grupo social. Dice Acevedo:
36
son portadores de valores universales. Su obra queda
“abierta” a múltiples interpretaciones. ¿Puede el concepto de
visión del mundo dar cuenta de esas transformaciones?
La exigencia de fijar la significación de la creación cultural
es cada vez más imperiosa, pero la estrategia ya no puede
ser, al menos no siempre, la del grupo social y la de la vi¬
sión del mundo fundada en el principio de la representa¬
ción.68
37
gastadas de los períodos literarios anteriores, situación que R. M. Al-
bérez ha denominado “la rebelión de los escritores”.72
38
reflejar una visión de un mundo que se presenta como fragmentado e
inacabado en una multiplicidad de aspectos. Se sobreentiende que
una poética de esta naturaleza carezca de un canon preescrito, como
de una serie de normas determinantes del quehacer creativo como lo
han patentizado las escuelas de crítica literaria contemporáneas.
Define Eco entonces como “obras abiertas”, aquellas creaciones que
se apoyan en “la poética de la sugerencia y de lo inacabado”, como la
poesía de Mallarmé que lleva como objetivo estimular la imaginación
del lector, sin ofrecerle nunca, de una vez y por todas, el sentido últi¬
mo de lo que se está expresando. Carácter sugeridor y abierto que para
Mallarmé “contenía el encanto de la poesía”.74
Dentro de una categoría semejante analiza Eco los símbolos en las
obras de Franz Kafka, toda vez que esta simbología apunta continua e
ineludiblemente hacia una estructuración abierta, pues el poeta luego
de plasmar literariamente su código de símbolos los deja bajo la tutela
del lector para que éste los interprete y consiga su significado.
Según Eco, también la poética dramática de Bertolt Brecht se puede
definir, como la poesía de Mallarmé y las novelas de Kafka, por su ca¬
rácter abierto, aunque por razones, distintas: La dramaturgia de
Brecht — dice Eco — en sus expresiones más rigurosas no elabora so¬
luciones; será el espectador el que saque las conclusiones críticas de lo
que ha visto”.75 Brecht procuraba con su teatro hacer reflexionar al es¬
pectador respecto a ciertos problemas de la realidad social que necesi¬
taban solución y a movilizarlos hacia posibles soluciones mediante
una acción revolucionaria.
Sin embargo, será el Ulises de Joyce, el modelo literario por antono¬
masia de la obra abierta para Eco. Cada lector puede comenzar esta
novela por donde le plazca y deberá él mismo encontrarle sentido a
una estructura sumamente compleja y que es concebida como “una
máquina de generar interpretaciones”.76
Este llamado del novelista al lector para que complete la obra con¬
virtiéndolo en su colaborador y cómplice, esta permisibilidad para que
recoja los fragmentos de la obra en ciernes como en un rompecabezas
y construya la imagen, este reorganizar los episodios desordenados y
proveerle discurso lógico a la trama, así como que descifre los símbolos
del código de la obra para imprimirles su sentido; este, en fin, no im¬
ponerle al lector una verdad u orden categórico, permitiéndole que
contribuya en el acto creador e interpretativo de la obra haciendo má¬
ximo uso de su libertad es lo que le da sentido a la apertura de la pie¬
za tal y como la concibe Eco. Por lo tanto, una obra abierta apunta
siempre a un “otro” (colaborador, cómplice)77 para que termine de
construir, organizar, decodificar, en fin, finalizar la obra en alguno o
en varios de sus aspectos; siempre bajo la noción de que el objeto ar¬
tístico es creado como un campo de posibilidades infinitas.78
39
La novela: un género abierto
Quizás el género que más polémicas ha suscitado, por ser con toda
probabilidad el más abierto en la época contemporánea y el que mejor
se presta para realizar más cambios y mejores arreglos es el de la
novela. Y esto, porque la novela, “como género imperialista” en el decir
de Vargas Llosa, puede invadir de diferentes modos y maneras los do¬
minios de la historia, de la epopeya y de la poesía, al mismo tiempo
que absorbiendo una múltiple diversidad de elementos ajenos de diver¬
sa naturaleza procedentes del folklore, de la subliteratura y de los jue¬
gos, está capacitada para cumplir también con intenciones y ambicio¬
nes de géneros lúdicos y de entretenimientos como los “rompecabe¬
zas”, los “móviles” y los “montajes”.79
Hay que considerar, por otro lado, que la novela siempre ha sido un
género con una capacidad revitalizadora increíble, que se renueva
constantemente, que siempre ha estado evolucionando y que, no im¬
porta en la época que se le estudie y analice, siempre lo que se estudia
y analiza es sencillamente una etapa dentro de su propio desarrollo.
Es en sí un género muy proteico y presentista, diseñado para captar la
significación esencial de cada época.
NOTAS
40
12. Lucien Goldmann. “Introducción a los primeros escritos de Georg Lukács”
en Teoría de la novela, Op. cit., p. 156.
13. Lukács. Teoría, Op. cit. p. 56.
14. Katerina Clark y Michael Holquist. Mijail Bajtin, Massachusetts, Harvard
University Press, 1984, p. 275. En adelante, todos los citados al presente texto
corresponderán a la presente edición. La traducción del inglés al español de los
mismos es nuestra.
15. Loe cit., p. 275.
16. Mijail Bajtin. “Epic and Novel” en Dialogic Imagination, Texas University
Press, 1981, p. 28. En adelante, todos los citados del presente texto correspon¬
derán a la presente edición. La traducción del inglés al español de los mismos
es nuestra.
17. Clark y Holquist. Mijail, Op. cit., p. 276.
18. Bajtin. Dialogic, Op. cit., p. 12.
19. Ibid., p. 5.
20. Ibid., p. 39.
21. Loe. cit., p. 39.
22. Ibid., p. 15.
23. Ibid., p. 17.
24. Ibid., p. 26.
25. Ibid., p. 11.
26. P.N. Medvedev y M.M. Bajtin. The Formal Method in Literary Scholarship,
A. Critical Introduction to Sociological Poetics, trans. by Albert J. Wehrle, Balti¬
more, The John Hopkins University Press, 1978. En adelante, todos los citados
del presente texto corresponderán a la presente edición. La traducción del in¬
glés al español de los mismos es nuestra.
27. Ibid., pp. 16-17.
28. Loe. cit., p. 16.
29. Ibid., p. 18.
30. Ibid., p. 17.
31. Mijail M. Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento,
Barcelona, Barra! Editores, 1971.
32. Jean Paul Sartre. ¿Qué es la literatura? Buenos Aires, Lozada, 1950. Para
Mao, Merle Goldman. “The Fall of Chou Yang” en China Quaterly, No. 27 (July-
Sept., 1966), p. 132.
33. Estamos denominando “géneros marginales” a todas aquellas expresiones
artísticas del mundo antiguo que por su naturaleza serio-cómica y vulgar, así
como por representar escenas sexuales y costumbres de mal gusto fueron ex¬
cluidos del canon clásico aristotélico como la comedia, la sátira menípea y el
drama histórico o “novela griega”.
34. Wendell Barret. The Traditions oj the European Literature, Vol. I, New
York, Frederick Ungar Publishing Co., 1964, p. 299.
35. Bajtin. Dialogic, Op. cit., p. 5.
36. Es notable la cantidad de narraciones extensas de índole novelesca en es¬
ta época. Valga mencionar El Satiricón de Petronio (S. I) y El asno de oro de
Apuleyo (S. II) entre las romanas y La vida de Apolonio de Tyro de Filóstrato (S.
II) y Dafne y Cloe de Longo (S. Vj entre las griegas. Para el estudio de éstas y
41
otras producciones narrativas como precedentes de la novela contemporánea
cfr. a Arthur Heisermann. The Novel Before the Novel, Chicago University Press,
1977 y a Carlos García Gual. Los orígenes de la novela, Madrid, Istmo, 1972.
37. En el período medieval también hubo una considerable proliferación de
novelas de varios tipos predominando notablemente las novelas amatorias, de
aventuras y las de caballería. Son famosas, entre otras, y de considerable in¬
fluencia posterior Perceval o La historia del calix sagrado de Chretien Des Tro-
yes (S. XII) y Tristán e Isolda de Gottfried Von Straburg (S. XIII). Para una
muestra, quizás de las más importantes, véanse las recogidas en la Colección
The Medieval Romances, edited by Roger Sherman Loomis, New York, The Mod-
ern Library, Random House, 1957.
38. El Renacimiento constituye uno de los períodos privilegiados para la nove¬
la. Es el momento en que hace aparición Pantagruel (1534) y Gargantáa (1534)
de Rabelais, seguidas por el Lazarillo de Tormes (1554), hecho históricamente
significativo para la historia del género, por cuanto, con la misma no sólo se
inicia el género picaresco, sino también, la corriente de la novela moderna.
Inmediatamente después surge La historia del buscón llamado don Pablos
(1603) de Francisco de Quevedo, culminando con La famosa historia del Inge¬
nioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) de Miguel de Cervantes Saave-
dra.
39. Durante el siglo XVIII se produjo cierta reducción y empobrecimiento del
género de la novela quizás por no entrar dentro del gusto y de la preferencia
del estilo Neo-clásico. Las novelas en las manos de los clásicos se “formaliza¬
ron” lo que permitió a diferentes escritores usarlas con diversos fines. Surgen
así novelas paródico-burlescas como El pastor extravagante (1627) de Charles
Sorel y el Cándido (1759) de Voltaire que pasan juicio sobre los mundos fan¬
tásticos que se representaba la imaginación barroca. Por otro lado, la novela se
torna filosófica en la creación más seria como el Emilio (1762) de Rousseau y
Jacobo el Fatalista (1769) de Diderot. Sin embargo, en Inglaterra se produjeron
notables obras de ficción como el Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe, Cla-
rissa (1747) de Samuel Richardson y el Tom Jones (1749) de Henry Fielding.
Reconocimiento a este auge en la novela del siglo XVIII inglés es la obra de Ian
Watt. The Rise of the novel, California University Press, 1957.
40. La preocupación contemporánea por el problema de la definición y la ca¬
racterización de la novela empieza a perfilarse ya a mediado del siglo XVIII,
cuando Henry Fielding procura definir el género en su preámbulo a Tom Jones
(1749). Acción que repetirá Rousseau en su “Prólogo” a La nueva Eloísa (1761),
Christoph Martin Wiedland en su Agathon (1767), Johann Cari Wezel en su To¬
bías Knout (1773) y que culminará con las reflexiones de Friedrich Von Blan-
kenburg en su Versuch Uber den Román en 1774. Para la caracterización de la
novela según estos autores y en este momento cfr. a Bajtin. Dialogic, op. cit., p.
10. Sin embargo, serán los escritores del siglo XIX los responsables de procu¬
rarle una definición al género dentro de la concepción narrativa correspondien¬
te al Realismo decimonónico.
41. Alejo Carpentier."Problemática de la actual novela latinoamericana” en
Tientos y Diferencias, Montevideo, Arca, 1967. Ruth El Fasar en su libro From
Novel to Romance: A Study of Cervantes’s Novel Ejemplares, Baltimore, John
42
Hopkins University Press, 1974, sostiene la teoría de que todavía en los tiem¬
pos de Cervantes los escritores realizaban sus obras “descubriendo y experi¬
mentando”, pues aún, carecían de conciencia clara sobre muchos géneros
incluyendo, entre estos, la novela.
42. Las variantes nominales del género en distintos momentos históricos pa¬
recen confirmar la teoría anterior.
43. Las retóricas antiguas como las poéticas normativas perdieron vigencia en
el siglo XIX ante la indiferencia y el desdén de los románticos. De este modo, al
recatalogarse contemporáneamente el quehacer literario y evaluarse las obras
creativas por sus valores artísticos y al margen de cualquier discriminación ca¬
nónica clásica, la novela, por sus virtudes, pasa a ocupar un lugar privilegiado
dentro de la jerarquía de los géneros literarios modernos.
44. Guy de Maupassant. “Prólogo” a Fierre et Jean, Paris, Le Livre de Poche,
1971, pp. 6-7.
45. Camilo José Cela. “Prólogo” a Mrs. Caldwell habla con su hijo, Barcelona,
Ediciones Destino, 1958, p. 9.
46. Cito de Mariano Baquero Goyanes. Proceso de la novela actual, Madrid,
Rialph S. A., 1963, p. 98.
47. Pío Baroja. “Prólogo” a La nave de los locos, Obras, Vol. IV, Madrid Biblio¬
teca Nueva, 1948, p. 324.
48. José Ortega y Gasset. “Ideas sobre la novela” en Obras Completas, Vol, III,
Madrid, Revista de Occidente, 1962, p.389
49. Mijail Bajtin. “Prólogo” a Dialogic Imagination, Op. cit., p. XXVHI.
50. Carpentier, Op. cit., pp. 10-11.
51. Karl Marx. Manifiesto Comunista, México Ediciones de Cultura Popular,
1972, p.89. Este cambio social que transformará la visión del mundo en la
época contemporánea también la documenta muy acertadamente Ortega y
Gasset, en su libro La rebelión de las masas, Revista de Occidente, 1975. Véa¬
se particularmente el ensayo “¿Quién manda en el mundo?”.
52. Roland Barthes. El grado cero de la escritura, México, Siglo XXI, 1978.
53. Para las concepciones sobre el teatro de Brecht, así como de su crítica al
mimetismo aristotélico, véase su obra “A Little Organum for the Theatre” en
Brecht on Theatre, New York, Hill and Wank, 1964.
54. Lucien Goldman. “Introducción a la problemática de una sociología de la
novela”. Para una sociología de la novela. Madrid, Editorial Ayuso, 1975.
55. Federico Acevedo. “De la representación a la significación” en La Torre,
Año XXXIV, Nos. 131, 132, 133, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1986,
p. 355.
56. Véase el ensayo “La deshumanización del arte” de José Ortega y Gasset
en Lecturas Españolas, Vol. II, edición de Carmen Rodríguez y Emelina
Guzmán. Madrid, Playor, 1974, pp. 406-419.
57. Vladimir Weile. Ensayo sobre el destino actual de las artes y las ciencias,
Buenos Aires, Emecé Editores, 1943. Para la crisis de la novela, vea además a
Michel Raimond. La Crise du Román, París, Corti, 1960.
58. El Entropismo es un concepto estéticamente adaptado de las ciencias quí¬
mico-físicas que describe la tendencia de un sistema natural a mantenerse o
aumentar su desorden. Se habla de un “entropismo positivo” o “negativo” seg-
43
ún el fenómeno se desplace desde un orden hacia un estado de desorden o vi¬
ceversa. En las artes contemporáneas, se está empleando para describir la ten¬
dencia artística que se está desplazando desde un estado de orden, típico del
clasicismo, hacia estado de desorden coincidentes con las expresiones más na¬
turales y libertinas del arte vanguardista actual. Una descripción más detalla¬
da sobre este particular la realiza Umberto Eco en su Obra abierta, Barcelona,
Planeta, 1985, especialmente, en el ensayo “Apertura, información, comunica¬
ción”, pp. 120-171.
59. Baquero Goyanes describe este cambio como “el de las novelas de un
mundo aparte por las novelas de nuestro mundo”. Proceso de la novela actual,
Madrid, Rialph S.A., 1963, p. 76.
60. El “desorden” estructural de la novela sicológica implica “su forma” pues¬
to que esta composición incoherente y discontinua sólo procura mantener la
sensación de confusión típica de los procesos mentales no verbales. De este
modo, el lector recibe la impresión de que está escuchando el pensamiento
mismo del personaje. Así lo entiende R, Humphrey. La corriente de la conscien¬
cia en la novela moderna. Editorial Universitaria de Chile, 1969,p. 89.
61. Agnes y Germán Gullón. Teoría de la novela, Madrid, Taurus, 1974, p. 81.
Para el tema vea Edel León. The Psychological Novel, New York, Grosset, Dun-
lamp, 1964.
62. Los antiguos no conocían personajes sino “actuantes”. El personaje “per¬
sona” reina en la literatura burguesa y en la “literatura personal” de interés
unamuniano. El culto al “personalismo” explica el pronunciado uso del nombre
propio: Ricardo, Sofía, Esteban, Angélica. La reacción contra esta tendencia,
sobre todo, patrocinada por la crítica marxista fomentará el “impersonalismo” y
apelará al empleo de los pronombres ya personales o genéricos como sustitutos
de los nombres de los personajes: El, Ella, la Mujer, el Marido... Michel Butor.
“El uso de los pronombres personales en la novela” en Sobre literatura, Vol. II,
Barcelona, Seix Barral, 1967, pp. 77-93.
63. A. J. Greimas al estudiar la tipología actancial del sujeto interpreta al per¬
sonaje literario desde una perspectiva teóricamente gramatical al verlo como el
sujeto del gran discurso predicativo que es la obra literaria. Vea a Roland Bar-
thes. Análisis estructural del relato, Buenos Aires, Editorial Tiempo Contempo¬
ráneo, 1972, p. 13 y ss.
64. La filosofía existencial de origen japonés el “Zen” que rechaza el orden
establecido patrocinando una creación artística individualista y anárquica ha
influenciado notablemente en la literatura reciente, especialmente en la expre¬
sión de tipo hippie y beatnik. Su ideólogo más notable en los Estados Unidos
es Daisetz Teitaro Susuki. Su rechazo de la lógica, de la razón y la norma como
su patrocinio de la improvisación, del desorden, en fin, del anarquismo artísti¬
co lo asemejan al Entropismo. Alien Ginsberg, uno de sus más grandes cultiva¬
dores, influenció en la literatura cubana a través de la tertulia “El Puente” di¬
suelta por el régimen revolucionario. Eco realiza un estudio sobre el mismo
analizándolo desde su perspectiva completamente “abierta”. Véase el ensayo
“El Zen y el occidente” en su Obra abierta, Op. cit., pp. 224-246.
65. El fluir de la consciencia humana funciona desordenadamente. Este con¬
tenido caótico de la consciencia tiene que ser integrado en una cierta estructu-
44
ra para ser entendido lógicamente que es la labor de la sicología. Jean Piaget.
“Las estructuras sicológicas” en El Estructuralismo, Barcelona, Ediciones Or-
bis, S.A., 1974, pp. 47-62. Para el novelista de la corriente de la consciencia,
como para el sicólogo, el problema de la forma consiste en cómo poner orden
en el desorden mental. El escritor debe, de alguna manera, atenerse a estruc¬
turar ese material para lo cual se han tenido que inventar ciertos convenciona¬
lismos: discursos infinitos de palabras, frases y oraciones en serie sin divisio¬
nes formales, sin signos de puntuación, creando los espacios de silencio con
segmentos de página en blanco... pero siempre conservando un forma que pro¬
duzca la sensación de incoherencia y de discontinuidad. Humphrey. La corrien¬
te, Op. cit., p. 98. Para una descripción completa vea preferiblemente a E. Du-
jardin, Monologue Interview, París, Messein, 1931.
66. El signo icónico es aquel que como imagen posee las propiedades exactas
de sus denotados. Entenderemos por capacidad icónica, la facultad que posee
la materia artística para transformarse exactamente en lo que pretende deno¬
tar, por ejemplo: la estatua; de este modo, la forma de la obra novelesca corres¬
ponderá con la visión de la realidad histórica que pretende denotar y que co¬
rresponde con la imagen del mundo que tiene el autor; así cuando la realidad
sea absurda, la forma de la obra será absurda, cuando aquella sea caótica,
caótica... Para un análisis del signo icónico en comparación con el signo y el
símbolo vea Antonio Prieto. Morfología de la novela, Barcelona, Planeta, 1974,
pp. 138 y ss.
67. Ernesto Sabato. Sobre héroes y tumbas, Buenos Aires, Editorial Sudame¬
ricana, 1966, p. 468.
68. Acevedo. “De la representación”, Op. cit, pp. 357-358.
69. Para la concepción del Formalismo como arte de la composición literaria
vea Tzvetan Todorov. Qu est-ce que le estructuralisme”? en Poétique 2, Paris
Seuil, Col. Points, 1973. Para otras concepciones semejantes cfr. Paul Valéry.
“The Opening Lecture of the Course in Poetics” en The Collected Works, Vol. 13,
New York, Bollingen Foundation, 1964, pp. 89 y ss. y Umberto Eco. Obra abier¬
ta, Op. cit., p. 32 y passim.
70. El término “Estructuralismo” debemos entenderlo como el conjunto de re¬
laciones de que se vale el novelista para crear “la forma” de su novela. Así en¬
tendido, resulta preferible el término “formalismo” para la descripción de las
formas completas y acabadas. De este modo, el primer término quedaría dentro
del dominio de la actividad creadora del artista y la segunda correspondería al
dominio del crítico literario al describir la formalidad de la obra. Vea al respec¬
to el análisis de Piaget. Estructuralismo, Op. cit., p. 10 y Antonio Prieto, Morfolo¬
gía, Op. cit., p. 75.
71. Esta actitud de desobediencia del escritor actual es el tema y el contenido
del libro de R.M. Albérez. La rebelión de los escritores de hoy, Buenos Aires,
Emecé Editores, 1953.
72. Esta posición de los escritores de hoy es categórica e implica, entre otras
cosas, no permitir ningún dirigismo ideológico, cultural ni estético. Dicha acti¬
tud surge, en parte, motivada por la ruptura ideológica y artística de las Van¬
guardias con la concepción burguesa del arte (la mimesis aristotélica), sobre
45
todo, al percatarse que los valores de estos habían perdido su vigencia y su
universalidad.
73. Eco. La obra abierta, Op. cit., “Introducción”, p. III.
74. Eco. La obra abierta, Op. cit., p. 70.
75. Ibid., p. 74.
76. Ibid., pp. 72-73.
77. Esta función asignada al lector contemporáneo de colaborar en la crea¬
ción de la obra literaria la estudia detenidamente J. M. Castellet en La hora del
lector, Barcelona, Seix Barral, 1956.
78. Eco. La obra abierta, Op. cit., p. 75. Si la novela actual no está en sincro¬
nía con ningún grupo social que aspire a lo “universal”, no existe una visión
“oficial” del mundo, por lo tanto, la obra abierta le provee la oportunidad al
destinatario de forjarse la suya. Lo que implica, por otro lado, el reconocimien¬
to por parte del autor de su imposibilidad para trasmitir un mensaje privilegia¬
do del cual es pleno depositario.
79. Hacemos referencia a los “modelos para armar”, donde el autor rechaza la
existencia de una visión privilegiada del mundo (la del autor) y permite al lec¬
tor “hacerse” su obra, como 62 modelo para armar (1980) de Julio Cortazar; así
como a las narraciones que por su naturaleza confusa y laberíntica le proveen
al lector “instrucciones y especificaciones” sobre cómo organizar y realizar la
lectura del texto como Los amos benévolos (1977) de Enrique Laguerre; como a
los relatos que se formalizan mediante el empleo de “arreglos combinatorios” y
“formatos lúdicos” como Tres tristes tigres (1964) de Guillermo Gabrera Infan¬
te.
46
CAPITULO II
47
tral, delimitado por líneas simétricas y ángulos cerrados que conver¬
gen en el centro, de modo que más bien sugiere una idea de eternidad
esencial y de quietud que de instantaneidad y movimiento.
La forma barroca es, en cambio, dinámica, tiende a una indetermi¬
nación de los efectos en su juego de llenos y vacíos, de luz y de som¬
bra, con sus curvas, sus líneas quebradas, sus ángulos de las inclina¬
ciones más diversas y sugiere una dilatación progresiva del espacio. La
búsqueda por las figuras de lo móvil y lo ilusorio se hace de manera
que las masas plásticas barrocas nunca permitan una visión privile¬
giada, frontal, definida, sino que induzcan al observador a cambiar de
posición continuamente para ver la obra bajo aspectos siempre nue¬
vos, como si estuviera en continua mutación. Esto se debe a que el
arte barroco rompe la imagen de totalidad única e integral del Renaci¬
miento para crear en su lugar una serie de imágenes múltiples que
desplaza la mirada desde una figura centralizada hacia una posibili¬
dad infinita de visiones marginales.3 Por ejemplo: la representación
pictórica religiosa del barroco, contrariamente a la representación me¬
dieval o renacentista que se figura como una totalidad cerrada y donde
la figura central (Dios) es el eje centralizador de los demás planos, se
concibe como una representación abierta y replegada, que al marginar
(o excluir) el vértice central y organizador (la figura de Dios) replega
nuestra atención hacia el exceso de figuras de su contorno, extravian¬
do nuestra visión de la totalidad en la periferia del lienzo sin permitir¬
nos nunca materializar una imagen. El caso es que casi nunca pode¬
mos conformarnos una idea o una visión de la totalidad que se nos
quiere representar sobre el plano.
Si la espiritualidad barroca se ve como una de las más claras mani¬
festaciones de la cultura y de la sensibilidad modernas, es porque
aquí, por primera vez, el hombre se sustrae a la costumbre del canon
(garantizada por el orden cósmico y por la estabilidad de las esencias)
y se encuentra, tanto en el arte como en la ciencia, frente a un mundo
en movimiento que requiere actos de invención para comprenderlos.
La poética del asombro, del ingenio, de la metáfora que nos llega
con el barroco, tiende en el fondo, más allá de la apariencia sofistica¬
da, a establecer esta tarea inventora del hombre nuevo que ve en la
obra de arte no un objeto fundado en relaciones evidentes para gozarlo
como hermoso, sino un misterio a investigar, una tarea a perseguir, un
estímulo a la vivacidad de la imaginación.4
El Barroco en América
48
ricana. De esta manera, “el barroco americanizado” avanza hacia com¬
plicaciones y artificios distintos de los que se imponían en Europa. Sir¬
va de ejemplo entre los trabajos del indio Kondori,
Fue tan profunda esta asimilación que cuatro de las ocho obras
maestras de la arquitectura barroca en el mundo se encuentran en
América: el Sagrario de la Catedral de México, el Colegio de los Jesuí¬
tas en Tepotzotlán, el Convento de Santa Rosa en Querétaro y la Igle¬
sia de San Sebastián de Santa Prisca, en Taxco.6 Lo propio podríamos
decir de la producción literaria barroca americana al mencionar auto¬
res como Juan de Espinosa y Medrano (peruano), Carlos de Siguenza y
Góngora (mexicano), Pedro de Peralta y Barnuevo (peruano), Bernardo
Domínguez Camargo (colombiano) y, muy especialmente. Sor Juana
Inés de la Cruz.7
Con el tiempo este estilo barroco americanizado refluyó sobre Espa¬
ña y Francia, como lo reconocen los críticos españoles Enrique Diez-
Canedo y Juan de la Encina,8 así como el francés Le Corbusier quien
adoptó para la iglesia de Ronchamp el mismo criterio arquitectónico
usado en las capillas abiertas de Puebla en México.9 Como veremos, el
barroco no constituyó propiamente
49
El Neo-barroco en Cuba
50
carácter sincrético.19 La combinación de ambos elementos será la fór¬
mula a seguir por los demás novelistas de Hispanoamérica. Destaca
más aún Carpentier, el propósito de unlversalizar lo americano bus¬
cando dentro de nuestros contextos ideológicos, musicales, religiosos y
rituales, los elementos que aún dentro del mundo indígena y africano
son correspondientes a las culturas y civilizaciones antiguas más
avanzadas como la griega y la romana.20
Esta definición de la identidad americana es políticamente significa¬
tiva en la medida en que dentro del contexto neo-colonial define un
concepto nacional y es rico funcionalmente por cuanto permite la crea¬
ción de obras ricas y bellas 21 Por otro lado, hay que señalar la impor¬
tancia de los contextos artísticos como medios de conocer nuestra
América, “como instrumento de conocimiento” de nuestro real mundo
maravilloso.
Comprenderemos que la génesis de este movimiento barroco cubano
corre paralela, por un lado, con el devenir de la pretendida consolida¬
ción político-cultural cubana y, por el otro, con el desarrollo único y
auténtico de su literatura nacional. De este modo, se patentiza un “ir
de la mano” entre el devenir de la consciencia política nacional y el de¬
venir de la consciencia artística, cultural y literaria. La obra que mejor
recoge este proceso, casi de principio a fin, es la obra novelística de
Alejo Carpentier. Este primer instante del barroco cubano, como ve¬
mos, es serio, grave, investigativo y conocedor.
Una vez acaecida la Revolución Cubana (1959) se produce una nue¬
va modalidad literaria del barroco cubano igualmente significativa pe¬
ro de “rompimiento”, y como consecuencia de un cambio en la visión
de la realidad al establecerse y consolidarse el estado y la ideología
marxista. Nos referimos al “barroco lúdico”, cuya complejidad reside a
priori más bien en la estructuración y la técnica y que se diferencia del
anterior por modificarle su visión del mundo.22 En la medida en que
se consolida y se desarrolla el estado y evoluciona hacia un estado to¬
talitario se va produciendo un barroco mucho más jocoso, caricatures¬
co, burlón y lúdico. Un barroco que responde a un desencanto o de¬
sengaño revolucionario en lo político, como se manifestará a través de
las últimas obras de Alejo Carpentier, más específicamente, en
Concierto barroco (1974) y en El mando alucinante (1969) de Reinaldo
Arenas.
Cuando Fernández Retamar, en el 1961, señala que la Vanguardia
intelectual quedó retrasada con relación a la Vanguardia política no
hace otra cosa que reconocer la brecha que se produjo entre éstas al
no desarrollarse una actividad intelectual paralela y simultánea que
patrocinara mediante sus creaciones artísticas la evolución ideológica
y la acción revolucionaria.23 Todo consecuencia del mínimo respaldo
que había recibido la revolución por parte de los sectores intelectuales
y artísticos cubanos. En pocas palabras, el discurso político nacional y
el discurso artístico literario que parecían, hasta entonces, cogidos de
la mano se distancian, enemistándose.
51
En este segundo momento del barroco cubano, se sustituiría la vi¬
sión seria de la historia por una visión relativa y jocosa de la misma.
El interés de las estructuras barrocas por el detalle descriptivo y exce¬
sivo de las hojas, de las yerbas, de los ríos y de los árboles de Carpen-
tier dejará paso a las técnicas carnavalescas, a la multiplicidad de las
voces, de los argumentos, de las transformaciones, al “choteo”, al “re¬
lajo” y a la alucinación.24 En este período predominará el “conceptis¬
mo” típico de Quevedo: coger asuntos serios en broma, jugar con los
conceptos, relajar con las ideas, vacilar con las creencias y con las pa¬
labras. Este es el momento del”desengaño conceptista” y del “humor
negro”.
Aunque en algunas de estas obras predominará un alto sentido del
humor, en sí, las mismas constituyen una crítica seria del estado cu¬
bano moderno y del fracaso del “mesianismo” revolucionario. A este
período histórico corresponde la producción novelística de Reinaldo
Arenas.
La novela de Reinaldo Arenas no solamente representa una de las
narrativas más importantes de la novelística caribeña, sino también
una de las más prolíficas, más originales y más universales. Es un es¬
critor que se nos impone como modelo de la narración contemporánea
por sus particulares maneras de ver el mundo, por sus novedosas es¬
tructuraciones y, más aún, por su considerable maestría en el dominio
de las técnicas elaboradas y complejas. Ya la crítica no duda que sus
narraciones se han ganado un sitial de prestigio entre la enorme pro¬
ducción novelística hispanoamericana.
Contrario a la equívoca creencia, ya por cierto bastante generaliza¬
da, respecto a que el éxito de la narración de este escritor se deba al
triunfo de la revolución fidelista,25 la cual sin duda le sirvió de agente
catalítico y, hasta cierto punto, publicitario, es indispensable
reconocer que su novela ha triunfado por sus propios méritos así como
por su valores estéticos intrínsecos.
Como es bien sabido, desde la década de 1920 y de 1930 se venía
perfilando en Cuba un florecimiento cultural y literario que propulsa¬
ba, por un lado, la búsqueda de un discurso político encaminado a di¬
rigir el futuro de la nación y, por el otro, un discurso artístico capaz de
recoger la expresión nacional y la “cubanía”. Como propulsor de este
sentimiento figuraba Alejo Carpentier, quien acompañado de Rubén
Martínez Villena, Emilio Ballagas, Jorge Mañach, Juan Marinello, Eu¬
genio Florit y Carlos Montenegro conforman una promoción vanguar¬
dista “Los Minoristas” quienes se agruparán en torno a la revista Avan¬
ce (1927-1930).
52
1902 es elegido Estrada Palma primer presidente de la re¬
cién amañada república. Nos referimos a la acción política
que culminó en la llamada “Protesta de los Trece” (1923), in¬
trépido pliego de cargos donde se denunciaban públicamen¬
te las corrupciones y vanalidades del gobierno y cuya signi¬
ficación moral ya no sería olvidada.26
53
La poética de Reinaldo Arenas
*
54
lo que explica que dentro de ciertos formatos de apariencia más o me¬
nos tradicionales, tómese el ejemplo de El mundo alucinante, puedan
aparecer aberraciones como relatos con tres comienzos o tres finales,
personajes que se pueden desdoblar en otros o bilocarse en sí mismos,
así como trasladarse de Europa a América de un salto. Tampoco debe
sorprendernos encontrar personajes que odian a su madre y desearían
que se muriera o animales que se transforman en personas, como figu¬
ras históricas compartiendo con personajes ficticios, pues, algunas
obras de Arenas constituyen una especie de “adynatas”36, donde cabe
de todo y donde todo puede ser posible.
La conceptualización de la novela de Reinaldo Arenas podríamos de¬
cir entonces que es el resultado de una combinación y una mezcla ar¬
moniosa entre los principios, las estrategias y los recursos literarios
que gobiernan la construcción de la novela según el canon clásico y el
canon popular, descansando siempre para la organización de la forma
sobre un “formato” de naturaleza abierta. El mismo autor ha
confesado que “lo que caracteriza su obra como a la literatura cubana
más reciente es el eclecticismo”.37
55
La idea de la novela de Reinaldo Arenas se apoya filosóficamente so¬
bre el principio dialéctico de carácter lukacsiano, pues, en todas las
obras del autor Celestino antes del alba. El palacio de las blanquísimas
mofetas. El mundo alucinante y Otra vez el mar siempre aparece un
personaje Celestino, Fortunato, Fray Servando o Héctor — en una si¬
tuación problemática con su circunstancia, que, en todos los casos,
cada uno de ellos, que es al mismo tiempo el escritor, trata de superar
(evadir) ya con la imaginación; yéndose a la Sierra como
revolucionario; fugándose constantemente o mediante el suicidio.
Cualquier caso que se mire y de cualquier manera que se le vea, en
todas las obras de Arenas nos topamos con un protagonista en busca
de su destino personal y cuya interioridad (el alma), al igual que su
sensibilidad, se encuentran en franca oposición con una circunstancia
(el mundo) que no le permite realizarse, ni tan siquiera expresar
libremente sus pensamientos. Por lo cual, la única opción que tiene el
personaje es la sublimación, la huida o la evasión de la realidad
mediante su conversión en obra literaria. En todas estas obras nos
encontramos siempre con un héroe cuya alma, en el decir de Lukács,
“le queda o muy amplia o muy estrecha al mundo en que está
situado”.43
Arenas, cuando se proyecta en sus protagonistas, cumple en cierta
medida con una necesidad biográfica que constituye el primer elemen¬
to de la unidad dialéctica: la estructura subjetiva (el alma). El ambien¬
te hostil y campesino de Celestino, la convivencia familiar de Fortuna¬
to, la realidad eclesiástica de Fray Servando y el ambiente de persecu¬
ción contra los homosexuales de Héctor, constituyen el segundo ele¬
mento de la unidad: la estructura objetiva (el mundo). Ambas
estructuras son interdependientes y constituyen, por un lado, el agón
o las fuerzas en tensión del conflicto, y, por el otro, la cronología histó-
rico-social de la vida del autor en sus relatos.
Comprenderemos que las novelas de Reinaldo Arenas son en princi¬
pio el producto de sus insatisfacciones y sus rebeliones contra esa rea¬
lidad que le tocó vivir, producidas por las inquietudes y el hastío de un
alma sensible que tiene que vivir dentro de un dominio que, según sus
propias palabras, “es un infierno” y con el cual no puede establecer re¬
lación de tipo alguno que le permita orientar su destino personal hacia
una realidad de naturaleza superior. Por estas razones, sus novelas
quedan encuadradas como en un juego social de aspiraciones escapa¬
torias mediante las cuales estas dimensiones imaginarias, fantasiosas
y alucinantes se transforman para los protagonistas en una imagen
del mundo equilibrada y armoniosa, superior al que virtualmente vi¬
ven. De esta manera, cada una de sus novelas se nos manifiesta como
un intento de solución por la vía literaria, de cada uno de los estados
problemáticos presentados en cada novela que, en última instancia,
vienen a reducirse a uno sólo y el mismo: la superación del ambiente
para poder realizarse, sin conseguirlo...
De esta forma, antagonizando y luchando contra su ambiente, supe-
56
rándolo como Celestino, a través de la escritura y la palabra que brota¬
ban del silencio, Arenas consigue, quizás sin proponérselo o ya propo¬
niéndoselo, tres logros, a cual más importante de los tres: por un lado,
denunciar el estado de injusticias y vilipendios que tuvo que sufrir, y,
por el otro, todavía más importante aun, hacerse escritor, salvarse e
inmortalizarse mediante el poder mágico de la palabra. Así Arenas
consigue la inmortalidad como Celestino, a través de su realización li¬
teraria que se conforma con los mismos elementos de su entorno que
pretenden destruirlo 44 De este modo, la novela se convierte en sus
manos en un instrumento para autorrealizarse, al mismo tiempo que
la desdobla en un mecanismo destructor que aniquila las fuerzas que
se oponen, ejemplificando con su obra el poder constructivo—
destructivo de su obra literaria. En fin, su obra consigue todavía un
tercer logro; la virtud de permanecer como una denuncia, como un
cuadro de época, como un testimonio o mejor, “como una venganza
que el tiempo no borrará jamás, con lo cual quedo satisfecho”— dice
Arenas.
De manera que la novela de Arenas se nos manifiesta como una res¬
puesta del escritor hacia su circunstancia que podría aparecer repre¬
sentada por un núcleo de poder, dependiendo la obra, en el Abuelo, la
familia, la revolución y el Régimen marxista del 26 de julio.
Todo esto se consigue mediante un diverso y diferente conjunto de
principios estructurales, estrategias y elementos de la más variada na¬
turaleza, que al ensamblarse indiscriminada y combinatoriamente
dentro de unas formas novelísticas de índole abierta producen unas
composiciones un tanto desordenadas, caóticas, en fin, abarrocadas,
coincidentes con la visión alucinante e infernal que sobre el mundo
tiene el autor.
Reinaldo Arenas, siguiendo la ruta hacia la consecusión de un dis¬
curso literario auténticamente cubano, iniciada por Alejo Carpentier, y
más tarde delineada por José Lezama Lima y Severo Sarduy, se vale
como ellos para la formalización de su obra de los principios de dos
sistemas estéticos: la modalidad abarrocada, compleja y artificiosa,
por un lado, y, por el otro, de las formas abiertas y desatadas según
las teoriza Umberto Eco, pero matizándolas con lo carnavalesco de un
sentido eufórico y lúdico, con lo cual contribuye a definir una especie
de “barroco lúdico”, moderno, alegre y humorístico.
A nuestro parecer está más cerca del barroco caricaturesco, concep¬
tista y humorístico del Quevedo del Buscón que de la línea culterana y
aristócrata de Góngora, el poeta de Las Soledades. El manejo de las
formas, la articulación de las estructuras, así como el uso de los ele¬
mentos, lo hermanan más con los métodos del Guillermo Cabrera In¬
fante, de Tres tristes tigres (1965), que con los del Alejo Carpentier del
Siglo de las luces (1962).
El enmarañamiento de las formas barrocas Arenas lo consigue me¬
diante la conjugación de cuatro principios del barroco; 1. la estructu-
57
ración artificiosa; 2. el empleo del conceptismo metafórico; 3. la carica-
turización de la realidad y 4. los efectos alucinatorios.
Por estructuración artificiosa debemos entender el grado de comple¬
jidad final del discurso novelesco después de acabado, y resultado de
una formalidad desarticulada de los elementos, como en Celestino an¬
tes del alba; o de un entramado múltiple, polifónico y alternado como
en El palacio de las blanquísimas mofetas; como de una parodia cuyas
acciones, capítulos y personajes se niegan, afirman o contradicen los
unos a los otros como en El mundo alucinante; así como de una doble
visión literaria sobre unos hechos que se entrelazan y se distancian,
negándose entre sí sin cobrar nunca vigencia histórica o literaria
ninguna de las dos como en Otra vez el mar, es decir, denominamos
estructuración artificiosa, al grado de abarrocamiento del formato re¬
sultante de la articulación y la trabazón de todos los elementos en la
realización del despliegue discursivo de los mismos.
Como Quevedo, Reinaldo Arenas emplea el conceptismo y los recur¬
sos metafóricos con propósitos semejantes y parecidos a los del autor
del Buscón, por lo cual lo debemos asociar, más que con la belleza de
la imagen y la expresión refinada, con la sutileza del pensar las expre¬
siones y la agudeza en el decirlas, interpretándolo (el conceptismo) co¬
mo una serie de asociaciones ingeniosas de las ideas y las palabras
con otras ideas y palabras, así como con la misma realidad, tras las
cuales muchas de las veces “enmascara” una sátira, una burla o algu¬
na crítica al mundo exterior. Este conceptismo se encuentra disemina¬
do través de todo el texto de sus obras, acentuándose más en El mun¬
do alucinante y en Otra vez el mar. En todas sus novelas, Arenas con-
ceptualiza lúdicamente, entre otros casos, la revolución fidelista, los
personajes oficiales, sus acciones y el estado marxista a través de me¬
táforas ingeniosas y juegos de palabras con propósitos burlescos y ri-
diculizadores que resultan, en fin, destructivos y aniquiladores.
La caricaturización de la realidad como uno de los notables recursos
del barroco, la utiliza Arenas en sus obras mayormente con dos propó¬
sitos primordiales: en primer lugar, para burlarse de los acontecimien¬
tos históricos como de los personajes reales, es decir, para denigrarlos
y, en segundo, para camuflagear y enmascarar aquellas “verdades” cu¬
ya directa alusión, interpretación y entendimiento podría acarrearle
serios problemas con el sistema y sus correspondientes represalias.
Este recurso lo utiliza considerablemente en todas y cada una de sus
novelas, caricaturizando al Abuelo, a la Madre, a la Revolución, a Nico¬
lás Guillén...
Los efectos de la alucinación que desvirtúan cualquier exclusiva y
privilegiada visión objetiva de la realidad, se manifiestan de varias for¬
mas y maneras (imágenes, voces, sueños) en todas las novelas de Rei¬
naldo Arenas. En las mismas, siempre aparece un personaje principal,
el Narrador, quien, como protagonista y punto de vista único, es
responsable de transmitirnos su visión del mundo. Este personaje que
por diferentes razones aparece alucinando en las distintas novelas, Ce-
58
lestino por su imaginación infantil, Fortunato moribundo. Fray Ser¬
vando pronosticando imaginariamente su futuro y Héctor previamente
al suicidio, nos transmite por lo mismo una imagen alucinada del
mundo. Como no siempre este personaje está alucinado, sino que tam¬
bién por momentos piensa cuerdamente, vacila, imagina y sueña, en¬
tremezcla las imágenes de su verdadera vigilia con las de su alucino-
sis, con las de su imaginación y con las de sus sueños, creándose así
un auténtico mundo confuso y alucinante, verdaderamente complejo;
donde unas realidades chocan unas con las otras, ya para negarse, re¬
chazarse o afirmarse. Lo que explica el porqué en los textos, los
capítulos, los mismos sucesos recontados de distinta manera en un
mismo capítulo, los personajes de la realidad, el sueño y la fantasía...
se niegan, se rechazan y se afirman unos a otros, creándonos la sensa¬
ción de un mundo irreal y evanescente, donde no se puede distinguir
entre los eventos reales de los imaginarios y los del ensueño.
Del mismo modo, al no haber linderos que limiten las fronteras de
uno y otro dominio, los personajes de una y otra realidad comparten,
dialogan y se desplazan conviviendo juntos, lo que explica los casos de
desdoblamiento (un personaje se convierte en otro, Celestino), de du¬
plicación (el personaje habla con otro que es él mismo, Fray Servando),
de bilocación (encuentro de un personaje en lugares distintos al mis¬
mo tiempo, Fray Servando) y de posesión (un personaje manifestándo¬
se a través de la voz de otro, Adolfina en Fortunato).
En ocasiones, el efecto alucinante solamente es visual, en otras es
exclusivamente auditivo, dándose ocasiones donde se presentan am¬
bas formas simultáneamente y los protagonistas, de una forma u otra,
escuchan las voces y ven a sus familiares muertos compartiendo con
ellos sin preocuparse por establecer las distancias entre una realidad y
la otra.
Todo este barroquismo descansa con toda su eminente complejidad
sobre cuatro formas pertenecientes a las composiciones abiertas, a sa¬
ber: 1. la que Eco denomina “la estructura ausente” en Celestino antes
del alba, 2. la estructura “coral” (“a voces”) o polifónica, según la con¬
cepción bajtiniana en El palacio de las blanquísimas mofetas, 3. la es¬
tructuración paródico burlesca y serio-cómica perteneciente al canon
popular tradicional en El mundo alucinante y la estructura de las ver¬
siones paródicas que se afirman y contradicen en Otra vez el mar.
Estas estructuraciones proveen un margen que permite interpretar la
obra completa o ciertos segmentos de la misma de varias maneras di¬
ferentes. Lo mismo podría decirse de su lectura, pues, el lector podría
realizar este acercamiento de varias formas, muy especialmente, en el
caso de Celestino antes del alba que es un caso de estructura ausente,
y en Otra vez el mar que se presta para distintas lecturas.
La estructuración abierta es la que también justifica, apoyándose en
un principio carnavalesco respecto a la relación vida-muerte, que los
personajes mueran y vuelvan a vivir como que continúen existiendo en
otra novela. En estas narraciones ninguna acción, como sus persona-
59
jes, finaliza, pues, las mismas, de una forma u otra, tienen continua¬
ción. Por lo mismo, al perderse la consciencia de un principio y un fi¬
nal aparecen obras como Celestino antes del alba con varios finales y
El mando alucinante con varios comienzos y par de finales como si el
autor se estuviera burlando de estos principios existenciales. Cuando,
en verdad, lo que hace es patentizar la relatividad de estas concepcio¬
nes tradicionales.
Las formas abiertas, por otro lado, alteran del mismo modo la no¬
ción del tiempo histórico y del espacio físico convirtiendo estas catego¬
rías en un espacio-tiempo de naturaleza continuo-eterna, lo que le per¬
mite a personajes de una época y de un país convivir con otros de
tiempos y países diferentes. Por lo que no debe alarmarnos el encon¬
trar personajes reales e históricos compartiendo con personajes del
mundo de la ficción novelesca (Fray Servando con Orlando) o a Cabre¬
ra infante y Lezama Lima entre los revolucionarios mexicanos de épo¬
cas pasadas, así como al narrador hablando con Celestino, un perso¬
naje proveniente de su fantasía.
De esta manera, mediante una combinación de los principios y ca¬
racteres del barroco montados sobre una serie de estructuras abiertas
y carnavalescas, Arenas elabora y confecciona sus novelas.
Según la obra que se considere, unas serán más complejas y hermé¬
ticas por su artificiosa estructuración; otras apoyarán su grado de
complejidad en la ideología y en la conceptualización y otras resulta¬
rán difíciles de entender al enmascarar carnavalescamente la realidad
histórica detrás de un mundo caricaturizado. Sin embargo, los cuatro
carácteres del barroco, los encontramos integrados, en unas más y en
otras menos, en todas las novelas del autor. De este modo, encontra¬
mos que ciertas novelas caracterizan más su fisonomía por una acen¬
tuación mayor de algún rasgo particular del barroco que las otras: así
Celestino antes del alba y El palacio de las blanquísimas mofetas, re¬
sultarán difíciles de entender por su estructuración; la primera porque
no la tiene y la segunda por su compleja trabazón polifónica. En El
mundo alucinante, aunque de estructura más sencilla (la del viaje),
predomina el conceptismo, la caricaturización y el enmascaramiento
de la realidad. La dificultad de Otra vez el mar surge tanto de la redu¬
plicación como del cuadro paródico caricaturesco de la Segunda Parte.
Su composición está arreglada de tal manera que hace obligatoria la
lectura de las dos partes, pues las elipsis de una y otra se complemen¬
tan mediante la lectura especulativa de las dos, labor que tiene que
realizar extraliterariamente el lector.
Como podemos observar, la narrativa de Reinaldo Arenas, como la
de Cabrera Infante, es decir, “el barroco lúdico”, pasa a formar parte
del gran discurso literario cubano de naturaleza compleja y abarraca¬
da que ya habíamos visto en la obra de Alejo Carpentier, Virgilio Piñe-
ra, Lezama Lima y Severo Sarduy.
De esta manera, la importancia y el significado de la obra novelísti¬
ca de Reinaldo Arenas reside dentro del contexto actual de la novela
60
cubana primordialmente en dos aspectos, uno literario y otro histórico:
por un lado, en que constituye un paso de avance dentro del formalis¬
mo estructural de la novela contemporánea nacional y, por el otro, en
que recoge un episodio reciente y desgarrador de la historia del pueblo
cubano mediante un relato novelesco de la vida del autor que se trans¬
forma en un testimonio histórico.
NOTAS
61
16. La teoría de Severo Sarduy sobre el barroco se encuentra en su libro Ba¬
rroco, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1974.
17. Entre otros: Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, José Lezama Lima y Severo
Sarduy.
18. Federico Acevedo. “Novedad y permanencia en Concierto barroco” en Re¬
vista de Estudios Hispánicos, (número dedicado a Alejo Carpentier Facultad de
Humanidades, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1983, p. 115.
19. Carpentier, Tientos, Op. cit., pp. 40-41.
20. Ibid., p. 39.
21. Vea Acevedo, “La transformation” en Cahier du Monde, Op. cit, p. 24.
22. Federico Acevedo evidencia esta transformación del barroco que venimos
describiendo en la misma obra de Carpentier, particularmente, en su novela
Concierto Barroco (1974). Dice: “El estilo barroco, liberado de su antiguo deber-
ser, se encuentra permeado por un elemento lúdico que relativiza la historia a
través del acercamiento, en apariencia arbitrario, de las cosas más diversas y
le otorga al relato una dimensión propia de la literatura fantástica; “concierto
algo loco”, como nos lo describió el autor, en todo caso, arbitrario en relación a
lo “serio” de sus obras anteriores”. “Novedad y permanencia”... Op. cit, p. 116.
23. La situación que produjo este distanciamiento aparece descrita por K. S.
Karol en Los guerrilleros en el pod.er, trad. de Jordi María, Barcelona, Barra!
Editores, 1972, pp. 262-267. Seymour Mentón también recoge el incidente ci¬
tando parte del texto anterior en La natrativa de la revolución cubana, Madrid,
Playor, 1978, pp. 128-132.
24. Acevedo. “Novedad y permanencia”..., Op. cit., p. 117.
25. Arenas fue seleccionado por el régimen revolucionario como un ejemplo
de los escritores que “se hicieron dentro de la revolución”, especialmente, por
su relato La vieja Roso. (1966). Su negación a colaborar con el régimen marxis-
ta le acarreó una serie de problemas que culminaron con su exilio. Valga seña¬
lar que Arenas se considera “revolucionario” y fue defensor de la revolución fi-
delista hasta que Fidel instaura un gobierno marxista. Según su opinión, “fue
exiliado por el Marxismo y no por la revolución”. Entrevista con el autor el día
5 de marzo de 1984 en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
26. J. M. Caballero. La narrativa de la revolución cubana, Madrid, Alianza
Editorial, 1971, p.12.
27. La labor patriótica realizada en Cuba por este grupo de intelectuales es
comparable a la llevada a cabo en España por el grupo “regeneracionista espa¬
ñol de 1898 y a la “generación del 30” en Puerto Rico, aunque con definiciones
y respuestas significativamente diferentes. Véase la tesis de Roberto Fernández
Valledor. Identificación nacional y sociedad en la ensayística cubana y puerto¬
rriqueña (1920-1940) (Mañach, Marinello, Pedreira y Blanco) presentada ante
el Comité Graduado de la Universidad de Puerto Rico en diciembre de 1986.
28. Ambrosio Fornet. “Reevaluaciones: el movimiento cultural del 30” en Ca¬
sa Las Américas, (Ene.-Feb., 1967), La Habana.
29. Estas influencias, generalmente, llegan al país a través de intelectuales
cubanos que realizaban largas estadías de estudio o diplomacia en países ex¬
tranjeros: Carpentier en París, Félix P. Rodríguez en Italia, Virgilio Piñera en
62
Buenos Aires, Calvert Casey en Maryland, Humberto Arenas en Canadá, Ed¬
mundo Desnoes en Venezuela, etc.
30. Según Julio Miranda. Virgilio Piñera inicia el “absurdo” en Cuba en 1942
con su pieza teatral Electra Garrigó continuando con sus Cuentos fríos (1956) y
en La novela carne de René (1962). cfr. Antología del nuevo cuento cubano, Ca¬
racas, D. Fuentes, 1969.
31. Véase a Seymour Mentón. La narrativa, Op. cit., p. 48.
32. Mariano Baquero Goyanes. ¿Qué es la novela?, Buenos Aires, Editorial
Columba, 1961, p. 11.
33. Esta fusión, que no es exclusiva de nuestra época, ocurre en la novela a
partir del siglo XVI, cuando los narradores entremezclaban los géneros, los me¬
tros y los elementos dando lugar a formas híbridas que sentarán las bases de
la narración contemporánea. Por ejemplo, en El Quijote se mezcla la ficción con
los relatos costumbristas, la historia y el folklore. Lo mismo podría decirse del
Lazarillo, Gargantúa, etc.
34. Entiéndase “eclecticismo” en el sentido de escoger y reunir lo mejor de la
doctrina de varios sistemas ideológicos y artísticos para crear uno superior.
35. Aunque para nosotros es un relato, para Arenas es “una narración más
extensa que el relato pero más corta que la novela”. Según su opinión, “esta
forma supera la narración breve al permitir trabajar más a fondo no solamente
el asunto sino también los personajes y la trama desplegándola sobre un am¬
biente más amplio”. Esta opinión, a nuestro entender, invade ya los dominios
de la novela. Quizás sea importante destacar que la narración ocupa veintitrés
páginas en el texto y se puele leer completo de una vez.
36. Virgilio cultivaba una forma literaria, “la adynata”, que se caracterizaba
por la libertad con que mezclaba los asuntos y los elementos más diversos y
variados. Curtius lo describe como “la mezcla de los imposibles”. Esta forma
sienta las bases para lo que Bajtin denominará “el mundo al revés” en las for¬
mas carnavalescas. Cfr. Ernst Curtius. European Literature and the Latín Mid-
dle Ages, Princeton University Press, 1953, p. 96 y passim. y Mijail Bajtin. Pro-
blems of Dostovesky poetics, tran. R. W. Rotsel, Ann Arbor, Ardis, 1973, espe¬
cialmente, el capítulo IV sobre los carácteres del género. De aquí, Bajtin deriva¬
rá “la regla de inclusividad del género” para la novela. “The rule of genre
inclusiveness”.
37. Rita Molinero. “Entrevista con Reinaldo Arenas” en Quimera, No. 17 (mar¬
zo, 1982), pp. 19-23, cita p. 23.
38. Entrevista con el autor, el día 5 de marzo de 1984 en la Universidad de
Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
39. Perla Rozancvaic. “Entrevista con Reinaldo Arenas” en Hispanoamericana,
X, No. 28 (1981), pp. 41-48, cita p. 45.
40. Loe cit p. 45.
41. Molinero. “Entrevista”, Op. cit, p. 22.
42. La escritura desatada no depende de ligámenes ni trabas; permite que el
autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes
que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la
oratoria”. Miguel de Cervantes. El Quijote, Parte I, Capítulo 47.
63
43. Véase la Segunda parte de La teoría de la novela de Lukacs para una tipo¬
logía de la novela según la relación entre el alma del héroe respecto al mundo.
Buenos Aires, Ediciones Siglo XX, 1974, pp. 89-121.
44. Este triunfo parcial del escritor lo denomina Lukacs “trascendencia”. Es
decir, la superación del escritor (narrador) tras la búsqueda de los valores posi¬
tivos. Teoría, Op. cit., pp.82-85.
64
CAPÍTULO m
LA ESTRUCTURA. AUSENTE EN
CELESTINO ANTES DEL ALBA
Introducción
65
con la referencia al momento anterior al amanecer, intervalo de tiempo
que por su naturaleza intermedia entre el día y la noche adquiere valor
connotativo de período propicio para la creación literaria; es decir, mien¬
tras que en el primer título se alude a la figura del escritor, Celestino, y se
la sitúa temporalmente en el momento mismo de la creación “antes del
alba”; en Cantando en el pozo, por el contrario, se identifica la creación
poética como una actividad de autocontemplación creadora, como una es¬
pecie de autorealización, llevado a cabo por el poeta ante el espejo líquido
del pozo del que surge su canto;5 es decir, mientras se observa en el pozo,
el protagonista recoge e interpreta “las voces” que como ecos repiten su
pasado y los va convirtiendo en su memoria en una serie infinita y desor¬
denada de recuerdos que van transformándose paulatinamente en novela.
66
tir de esta comprobación. De este modo, Reinaldo Arenas fija definitiva¬
mente el texto de la obra que ahora nos ocupa.8
La estructura ausente
Y en sueños dicen que fui hasta el pozo y que me asomé por so¬
bre el brocal. Y que allí me quedé, esperando a que mi madre
me agarrara —como la otra vez —, momentos antes de caer al
vacío, (p. 225).
toda la acción de este relato aparece montada sobre una estructura re¬
trospectiva y desorganizada11 de fluir de la consciencia.12 Suponemos que
al comenzar la obra, mientras Celestino se observa en el pozo, los ruidos
que provienen de éste despiertan en él la capacidad evocadora de su cons¬
ciencia, así recoge e interpreta las “voces” que salen del brocal, y que como
ecos, repiten su pasado, y los va convirtiendo en una serie infinita y desor¬
denada de recuerdos alucinados que a medida que pasan por su mente
conforman el Corpus de la narración.
Todos los acontecimientos de esta obra aparecen estructurados como
una serie de episodios inconexos, desarticulados y yuxtapuestos que se
67
hilvanan los unos con los otros por la exclusiva presencia del protagonis¬
ta-autor que los imagina mientras los recuerda.13 Al parecer, casi toda la
novela es un recuerdo alucinante de su infancia que pasa ante los ojos de
su memoria, probablemente ya adulta,14 en forma de recuerdos e imáge¬
nes. Aparecen en el texo varios episodios que sugieren la posibilidad de
que el Celestino que recuerda su vida, como en la presentación de la suya
el Lazarillo de Tormes, sea el adulto y no el niño quien relata su historia.
68
sodios que mayor impacto causaron a su vida dejando su personalidad
marcada para siempre. Sobre este hecho de que la novela no posee arqui¬
tectura alguna ni siquiera una historia propiamente hablando, nos señala
el autor:
69
cribiendo poesías en los troncos de las matas, pues nos vamos
a quedar viviendo en medio de un desierto, (p. 44).
Celestino antes del alba está configurada dentro del principio construc¬
tivo que corresponde a la novela de espacio, que expone un mundo múlti¬
ple y abierto, donde no existe ninguna hilación temporal.28 Es una novela
abierta, carente de forma y sin ataduras29 que sigue literalmente el con¬
cepto novelístico del autor y que tan bien describiese técnicamente Um-
berto Eco, en su libro La obra abierta (1965).30
La imaginación salvadora
70
do con los muertos, pero también creyendo sus engaños, sublimando sus
frustraciones, pero siempre manteniendo sus esperanzas.
71
frente al horror? ... el niño no cuenta para defenderse más que
con la imaginación; y esto le es suficiente para que no perezca,
para que su mundo no sea destruido, porque, no podemos olvi¬
darlo, la imaginación es maravillosa, es un formidable don, que
en último caso sería el esencial y definitivo rasgo que diferen¬
ciaría al hombre del resto de las bestias.33
«
Todos los que han leído esta novela parten de la premisa de considerar
que la realidad inmediata de que habla el Narrador es una de tragedia y
horror, “es un verdadero infierno” en palabras del autor, quien reconoce
en Celestino parte de su infancia.34
72
<£t
73
de este modo la. perspetiva de la obra. Se podría decir que la alucinación
asimismo patentiza, al transformar una simple y humilde realidad en otra
más descabellada o fabulosa, los sentimientos de afecto o rechazo de Ce¬
lestino hacia su ambiente como hacia los seres que le rodean. El odio ha¬
cia el abuelo hace que lo caricaturice,
4
La alucinación, por otro lado, provee para que Celestino pueda satifacer
sus necesidades, sus vacíos, su soledad. Careciendo de juguetes se imagi¬
na que las botellas son personas que viven en un castillo de tierra roja (p.
98), como las tías no venían en Navidades se inventa las visitas y las fies¬
tas navideñas (p. 102), como no tenía un compañero con quien jugar se
inventa a Celestino a su imagen y semejanza (p. 220), es decir, todo lo que
no tenía se lo autoproveía imaginariamente.
74
Esta virtud transformadora de la realidad que asimismo provee la aluci¬
nación la utiliza Arenas para realizar cambios y transformaciones increí¬
bles en la personalidad de sus personajes. Este poder metamorfoseador le
permite a la imaginación de Celestino transformar a su madre en sapo (p.
43), luego en una mata de maíz (p. 61), entonces, cuando el aguacero, en
relámpago (p. 74) y hasta en bruja (p. 141).40
El argumento
La novela empieza en media res. Tan pronto comenzamos a leer nos da¬
mos cuenta de que se trata de un niño campesino que vive con su madre
en la casa de los abuelos y que tiene un afán increíble por escribir pero,
sobre todo, es poseedor de una fantástica imaginación con la cual distor-
ciona la realidad, hasta el extremo que lleva al lector a creer sus falseda¬
des y a poner en duda la misma verdad.
75
estructuración, Arenas nos va dejando ciertas pistas, claves y cauces no¬
velísticos con los cuales encauza su materia narrativa y nos provee orien¬
tación para su lectura y sentido para su mejor comprensión.41 Casi empe¬
zando el relato, tras Celestino partir en dos una largartija cuya parte fron¬
tal siguió corriendo mientras la otra se quedó brincando frente a sí; su
madre le arrojó una piedra que según el muchacho: “Mi cabeza se ha
abierto en dos mitades, y una ha salido corriendo mientras la otra se que¬
da frente a mi madre. Bailando. Bailando. Bailando”, (p. 14). Repite con
su imaginación la experiencia suya con la lagartija, pero ahora, colocán¬
dose él y su madre en el de los protagonistas. Con esta imagen alucinante
se nos está ofreciendo una clave introductoria de interpretación para el
desarrollo subsiguiente de la novela: la distorción alucinante de la reali¬
dad.42 Existen insistentes sugerencias de realidades no concretas para
despojar al lector de cualquier intento de interpretación convencional: —
“Apaga la luz. Para apagarla debo encenderla primero”, (p. 92), otra, “Del
monte vienen las vacas, vestidas de blanco. De blanco las vacas del mon¬
te. Vienen”, (p. 132).
El lector encuentra que el discurso narrativo ofrece, de variadas mane¬
ras, ciertas claves o señales que orientan la lectura respecto a las digresio¬
nes del Narrador al relatar la historia. A veces, con estilo indirecto y el
cambio verbal al pasado. Por ejemplo, en una de tantas ocasiones en que
se coloca en el techo de la casa, recuerda el funeral de sus primos porque
siente su soledad, siente añoranza de los tiempos idos, de la compañía de
la muchachada alegre y juguetona. La repetición de la palabra “cruces”
tres veces (p. 14), indica el salto introspectivo y la anécdota de aquel triste
momento viene dada en pretérito, y luego dice: “Pero ahora debo dejar de
pensar en esas cosas y ver cómo me bajo del techo”, (p. 15). “Ya sé — con¬
tinúa — iré por entre las canales de zinc como si fuera un gato”, (p. 15). Y
mucho más adelante, después de haberse internado en otras complejas
disquisiciones, regresa a aquel punto en que estaba tratando de bajar del
techo por las canales (p. 20). Aquí ha utilizado, entonces, otro recurso pa¬
ra enlazar situaciones, el de conectar una secuencia que había quedado
interrumpida. Lo mismo hace cuando se tira en el primer yerbazal que en¬
cuentra en el Sao, donde lo pican los abujes (p. 23). Aquí su mente se bi¬
furca entre el recuerdo del episodio de la prima Eulogia cuando se perdió
en ese mismo lugar, y la fantasía de que las nubes han destruido la casa y
él no salvó a su madre. La realidad inmediata se hace evidente por la pica¬
dura de los abujes (p. 280) que llegan a treparle por la cara. Además, las
amenazas de su madre con la garrocha cuyo filo acerado sentía y le pro¬
ducía casi un placer físico, se desvanecen como la imagen de ella y no de¬
jan señal de un rasguño.43
76
blanco entre los párrafos que indican las fugas mentales o silencios del
narrador.
—¡Celestino ¡Celestino!
—¡El hijo de Carmelina se ha vuelto loco —
—¡Se ha vuelto loco! ¡Se ha vuelto loco!
—Esta haciendo garabatos en los troncos de las matas.
—¡Está loco de remate! —
—¡Qué vergüenza! ¡Dios mío! ¡A mi nada más me pasan estas
cosas!
—¡Que vergüenza! (p. 17).
77
Aunque la gente dice que es mentira y que en esta casa no hay
ni un rincón donde se pueda respirar. Pero sí lo hay: yo me voy
algunas veces, cuando estoy muy furioso, para la esquina del
corredor, donde en un tiempo hubo una ventana grande con
rejas de hierro y ahora solamente quedan las rejas pegadas a la
pared. Me voy para esa esquina, debajo del panal de avispas
bravas. Y me siento en el quicio del corredor. Yo me quedo allí
sin hacer bulla y sin moverme casi para no enfurecer a las
avispas. Y empiezo a sentirme muy tranquilo. Yo no sé por qué
será. Quizás sea porque es un lugar lleno de hojas verdes. Pues
la enredadera de yuca-yedra, que está en ese rincón, ha crecido
bastante y la mata de pensamiento chino ya está más grande
que yo. Sí: debe ser porque hay muchas matas y uno casi se
confunde entre tantas hojas y tallos y se va sintiendo mejor. Y
cuando llueve, ese rincón del corredor es más bonito todavía
porque los capullos de los tulipanes se llenan de agua y cuan¬
do se les sacude el agua le cae a uno arriba, tan fría y fresca
que cualquiera diría que son pedazos de granizo. Una vez,
abuela se metió debajo de los capullos de tulipanes y yo los sa¬
cudí. Y le cayó un chapurrón congelado en la cabeza. Menos
mal que yo eché a correr, porque si no, la muy desgraciada y
mal agradecida, me hubiera sembrado junto con los tulipa¬
nes... Se puso tan brava que quería cortar las matas arrende al
suelo. Pero en ese momento llegaba abuelo del monte. Y, por
llevarle la contraria a abuela (ya que a él no le importan las
matas y le da lo mismo que en el corredor haya una de tulipán
o una de guao), le dijo: “Cuidado con tocar una de esas matas”.
Y por ahí empezó la bronca, (p. 29)
78
Sin embargo, aparecen diálogos cuyos hablantes pueden ser identifica¬
dos por el contenido de sus parlamentos aún cuando el autor no los iden¬
tifica por sus nombres. En el siguiente sabemos que lo sostienen la hija y
la madre.
—Dios te perdone...
—¡Vaya Dios a la mierda!
—Dios mío. No tengo una hija sino una yegua.
—Los hijos salen a sus padres... — ¡Fresca!
—¡Burra!
—¡Burra serás tú, perjura y loca! (pp. 49-50).
El recurso de la intertextualidad
Aserrín aserran
los maderos de San Juan
los de Juan piden pan
los de Enrique alfeñique (p. 46)44
79
Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo.
Bendito sea el fruto de tu vientre. Santa María, Madre de Dios.
Madre de Dios. Madre de Dios... (p. 175). que tampoco llega a
su fin porque Celestino le había arrancado la página al libro de
oraciones.47
»
1. Poemas “La Arena” y “La Aurora Cercana” del libro El jardín de las cari¬
cias. Según la traducción, del árabe al francés, realizada por Franz Tous-
saint.
80
mienzo es de Wei Choan. El final es de Ts’in Koan, poeta de los Son, apo¬
dado Chao Yeou. (Solamente se muestra una parte del poema), (p. 205)
Usa la repetición para conseguir el efecto vocativo del que llama a otra
persona: “—¡Celestino!, ¡Celestino! (p. 19); “—¡Eulogia!, ¡Eulogia!; “—Madre
mía!, ¡Madre mía! (p. 27); “—¡Animal!, —¡Animal!” (p. 171); “¡Viejo!, ¡Viejo!”
(p. 150); para crear la sensación de repetición de pensamientos que se re¬
vuelven en la consciencia: “¡Hijo de matojo!, ¡Hijo de matojo!, ¡Hijo de ma-
tojo” (p. 39); “Verraco, verraco, verraco” (p. 141); “¡Se nos muere!, ¡Se nos
muere!, ¡Se nos muere!” (p. 66); como medida de cantidad e intensidad;
para describir la cantidad de muertos en el cementerio repite la palabra:
“¡Y cruces! ¡Y cruces! ¡Y cruces!” (p. 14); de intensidad, la madre al des¬
cribir a su hija: “Si la pobre — que Dios la bendijera tan puta, Ay, tan
puta. Ay, tan puta, Ay, tan puta” (p. 49); para medir la duración de una
conversación en la cocina: “Ahora oigo cómo murmullan en la cocina. Ha¬
blan. Hablan. Hablan”, (p. 97).
Encontramos que las repeticiones se podrían clasificar en cortas, inter¬
medias y largas. Entre las cortas podríamos señalar la que mide la preo¬
cupación de la madre por el nieto al morir su hija Carmelina: “¡Ay! ¡del
muchacho! ¡Ay del muchacho! ¡ay del muchacho!” (p. 49); entre las de ex¬
tensión intermedia la que ordena disponer de Celestino tirándolo al pozo
cuando la familia decide matarlo: “¡Tírenlo al pozo! ¡Tírenlo al pozo! ¡Tíren¬
lo al pozo!” (p. 130), y las largas como la que comenta la gente cuando el
Abuelo con el hacha le abre la cabeza a Celestino: “¡Estaba muerto! ¡Esta¬
ba muerto! ¡Estaba muerto! ¡Estaba muerto” que se repite de una página a
la otra cincuenta y ocho veces, (pp. 159-160).
La repetición que se dá con mayor empeño en la obra, tanto así que
embarga toda la novela, es el sonido del corte del hacha del Abuelo derri¬
bando los árboles, destruyendo la poesía que Celestino había dejado gra¬
bada en su corteza y en sus hojas: “Hachas, hachas, hachas, hachas, ha¬
chas, hachas”.50
El elemento poético
81
tras de las nubes, y entre las hojas altas de las matas de caña-
fístulas... Qué olor tan agradable queda después de un aguace¬
ro... Yo nunca antes me había dado cuenta de esas cosas. Me
di entonces. Y tragué aire por la nariz y la boca. Y volví a lle¬
narme la barriga de olor y de aire. Ya el sol no saldría, porque
había demasiadas nubes. Pero aún estaba claro, (p. 18).
82
4üh<
Esto explica por qué en más de una ocasión Celestino aparece con los
brazos abiertos, como un mártir, con una estaca clavada en el pecho (p.
202), otras con las yaguas escritas debajo del brazo y varios lápices de
carpintero clavados en su estómago (p. 17) y, en una tercera ocasión, tira¬
do de bruces con un troncón clavado en el pecho (p. 167). Sin lugar a du¬
das, Celestino es también el simbolo de las penas y el dolor que sufría en
su carne el Narrador del relato.52
83
el recuerdo amable de algunos momentos de ternura y la ve hermosa y
dulce, pero otras veces la ve como una arpía.
Podría plantearse el hecho de que verdaderamente Celestino nunca ha
visto a su madre, o quizás sí, cuando era muy pequeño y todavía no com¬
prendía el mundo. Lo que explica la imagen que aún conservaba en su
memoria de una mujer colgando del techo y que era su madre, (p. 151).
De otro modo, habría que pensar que las dos imágenes que Celestino
guarda en su memoria de la madre podrían ser resultado de su propia ilu¬
sión. ¿Será la imagen de la madre severa y castigadora una deformación
grotesca de la madre real, y la otra, la de la madre cariñosa, una idealiza¬
ción de cómo él quisiera que fuera su madre? Hay que tener en cuenta
que el día que ella se le acercó y le pasó la mano por la cabeza “había
mucha neblina (p. 32) y la neblina oculta las cosas feas y hace que todo se
vea mejor.” (p. 32).
Por esto, Celestino prefería que “el sol nunca saliese para vivir siempre
entre ese neblinal”. El nombre de Celestino (de Celeste) asimismo cobra
significado de esa preferencia suya por la oscuridad del alba, pues es pre¬
cisamente durante ese período cuando los cuerpos celestes se manifiestan
y brillan, entre el neblinal, con todo su encanto poético, con todo su es¬
plendor; difuminándose paulatinamente con la puesta del sol. “El alba” es
el período de tiempo cuando las cosas, con la neblina, “se ven más boni¬
tas , por lo tanto, es el momento más propicio para que Celestino, el poe¬
ta, exprese su canto.53
84
La novela Celestino antes del alba es, entonces, un relato que narra las
vicisitudes del poeta que procura buscar y conseguir, dentro de un habitat
adverso a su vocación, la oportunidad y el momento propicio para expre¬
sar su mensaje. No se equivoca el editor de la última edición (1982) al co¬
mentar su página introductoria: “La novela es una defensa de la libertad y
de la imaginación en un mundo conminado por la barbarie, la persecución
y la ignorancia”.54
85
En esta dimensión constructiva, el pozo funciona como fuente de reflexión
que le brinda al Narrador la oportunidad de constituir su propia imagen
mediante el acto de verse como otro y aprehender esa totalidad que es él
mismo... La voz del narrador se convierte (entonces) en centro de referen¬
cia interna de todo el sistema narrativo.60
86
Tal deseo se evidencia destacadamente al redactarse la narración en
una “forma abierta”, como una serie de experiencias alucinadas, desata¬
das y sin orden. Así mismo, en la proliferación de pensamientos, espacios
en blanco, notas al calce, poemas de diferentes procedencias, epígrafes y
finales que aparecen en el texto y que se convierten en parte del código
textual.
También los personajes se ven afectados por esta intención diferencia-
dora que los identifica como agregados verbales sometidos solamente a las
leyes de su constitución textual. Estos nos recuerdan el problema de
aquellos personajes de Pirandello en su cuento La tragedia d’ un personag-
gio (1913) cuya tragedia consistía en que al ser “fijados” en la obra no po¬
dían cambiar jamás. Son “personajes planos” que se escuchan pero que
no se ven. Los conocemos por la forma como actúan y por lo que los de¬
más, incluyendo al Narrador, dicen de ellos.63
87
mejantes, un distanciamiento, una pretensión diferenciad ora. Al inscribir
con su cuchillo su interminable poema en el tronco de los árboles, Celesti¬
no toma una posición social que lo separa del resto de la comunidad.
De nuevo has vuelto a escribir poesías. Esta vez con más furia
que antes, ahora todo el barrio sabe quién eres. Ya no tienes
escapatoria. Abuelo dice que se le cae la cara de vergüenza al
pensar que a uno de sus nietos le haya dado por esas cosas.
88
A través del encuentro de estas dos fuerzas igualmente violentas mate¬
rializadas en “el cuchillo” de Celestino y en “el hacha” del Abuelo, se de¬
nuncia la lucha y la existencia del escritor como figura marginada dentro
de la sociedad agrícola que procura destruirlo.
NOTAS
1. Nimia Montenegro. “El espejismo del texto: reflexiones sobre Cantando en el po¬
zo, de Reinaldo Arenas”. Conferencia dictada en el Encuentro Caribeño auspiciado
por la Universidad Interamericana, Recinto de Río Piedras, el día 8 de marzo de
1985. En adelante, al hacer referencia a la presente disertación, citaremos: Monte¬
negro. “El espejismo”.
2. Reinaldo Arenas. Celestino antes del alba. La Habana, Unión, 1967. La novela
originalmente recibió la primer mención honorífica en un Certamen de la U.N.E.A.
(1965) por un jurado presidido por Alejo Carpentier.
3. Reinaldo Arenas. Cantando en el pozo, Barcelona, Argos Vergara, 1982.
89
4. Montenegro. “El espejismo”.
5 Es I3.ment3.ble que Montenegro no haya llevado analíticamente esta observa¬
ción a sus últimas consecuencias aunque se comprende por tratarse de una confe¬
rencia; sin embargo, su señalamiento es considerablemente importante para des¬
cubrir la clave interpretativa de cómo se produjo este texto. Montenegro. “El espe¬
jismo”.
6. La estructura del diálogo con el espejo tiene un origen muy antiguo. Trazar su
evolución nos llevaría muy lejos. Baste señalar para nuestro propósito que la ver¬
sión más popularmente conocida quizás sea la que proviene del relato de Narciso
mirándose en la fuente. El recurso es muy conocido en el arte literario. De niños
recordamos su uso en el cuento Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carol.
Shakespeare definió el teatro como “un espejo donde a menudo nos vemos a noso¬
tros mismos”. En la poesía, Antonio Machado, en sus Proverbios y cantares, escri¬
be: “Más busca en tu espejo al otro / al otro que va contigo”. Alfonso Reyes tam¬
bién escribe algo parecido; “Cuántos somos? Dos por lo menos: uno que va, otro
que viene. Mientras uno vive, otro lo contempla vivir. El hombre es el hombre y el
espejo”. La experiencia literaria, Buenos Aires, 1942, p. 98. En el género novelesco,
Camilo José Cela, en su obra San Camilo (1936), se vale de este recurso. En la no¬
vela, el espejo ante el que se sitúa el protagonista tiene un papel real y alucinato-
rio. Para un estudio sicológico de este efecto del espejo sobre la conformación del
“yo”, véase a F. Lacan. “Le stade du miroir comme formateur de la foction du Je.”
en Escrits, Seuil, París, 1960.
7. Montenegro. “El espejismo”.
8. Reinaldo Arenas. Celestino antes del alba, Caracas, Monte Avila Editores,
1980. En adelante, todas las referencias a esta obra corresponderán a esta edición
y se marcarán con el número de la página entre paréntesis.
9. Hacemos referencia al grupo que integran, entre otros: Severo Sarduy, José Le-
zama Lima, Virgilio Piñera y Guillermo Cabrera Infante.
10. Resulta conveniente señalar en este momento que por razones de conveniencia
y comodidad en la realización de nuestro análisis, como por los enfoques de nues¬
tro estudio seguiremos prefiriendo el título original de Celestino antes del alba, so¬
bre el reciente epígrafe de Cantando en el pozo.
11. Consideramos en este estudio el concepto “estructura” como la forma y mane¬
ra en que aparecen organizados los elementos que integran una novela caracteriza¬
dos por su inseparabilidad, según entendido por R. S. Crane. ‘The Concept of Plot
and the Plot for Tom Jones” en Critics and Criticism, Chicago University Press,
1952, pp. 616-617.
12. R. Humphrey realiza un notable estudio al respecto en su libro La corriente de
la consciencia en la novela moderna, Chile, Editorial Universitaria de Chile, 1969.
13. Este “desorden” es y supone el orden estructural de la novela. Para esta “es¬
tructura del desorden” vea a Mariano Baquero Goyanes. La estructura de la novela
actual, Barcelona, Planeta, 1970, p. 155. Umberto Eco estudia este fenómeno de la
adecuación de las formas en su correspondencia con los contenidos y, al mismo
tiempo, cómo estos, hasta cierto punto, son el factor determinante en la modela¬
ción de aquellos en su obra Las formas del contenido, Barcelona, Lumen, 1970.
14. La lectura de estos apartados nos sugiere el comienzo de la novela como si tu¬
viera un orden lógico; sin embargo, en Celestino antes del alba, estos episodios que
90
suponen un tiempo presente desde el que se recuerda el pasado aparecen disuel¬
tos hacia el medio de la narración: lo que es comprensible dentro de una obra sin
estructuración coherente.
15. Reflexiones similares a la nuestra realiza Gullón, respecto a otros textos de se¬
mejantes naturaleza en su Teoría de la novela (Aproximaciones Hispánicas), Ma¬
drid, Taurus, 1941, 1. 156.
16. Ibid., p. 94. Para la teoría de las estructuras ausentes u obras sin estructuras,
véase particularmente a Umberto Eco. La estructura ausente, Barcelona, Lumen,
1975.
17. En sí es un espacio síquico, un universo espaciotemporal en que las imágenes
del pasado conviven con las presencias, no menos reales, no menos irreales, de los
fantasmas de ese pretérito. George Poulet. La Metamorphoses du cercle. Pión, Pa¬
rís, 1961, p. 255 y todavía mejor, Joseph Frank. “Spacial Form in Modem Litera-
ture” en The Widening Lyre, Bloomington, 1968, pp. 3-60. W. Kayser clasifica las
novelas en tres categorías: “de acontecimiento”, las “de personajes” y “las de espa¬
cio”. A esta última pertenecería Celestino. La interpretación de la obra literaria, Ma¬
drid, 1954. Vea además Michel Butor.”L’espace du román” en Sobre literatura,
Barcelona, Seix Barral, 1967. vol. I.
18. Arenas coloca los episodios de la narración unos en relación con los otros me¬
diante fórmulas de ambientación que nos sugieren una idea del tiempo: “Estamos
en la época del desyerbe del maíz...” (p. 54); “Este es el mes de agosto y llueve
siempre...” (p. 72); “Al fin ha llegado la noche buena...” (p. 179). Aunque resulta un
tanto difícil hilar estas fórmulas de ambientación para crear una continuidad que
lo relacione con el tiempo histórico y lógico del calendario y el cronómetro, no deja
de sugerimos, colocadas en orden, la sensación de continuidad temporal relacio¬
nada con el fluir del tiempo anual. Para este tipo de estructuración temporal en la
novela compleja vea Roland Boumeuf. La novela (trad. de L’Univers du román de
Enric Sulla), 2da. ed., México, Editorial Ariel, 1981.
19. W. James estudia sicológicamente el fenómeno en The Principies of Psychology,
New York, Henry Holt, 1980, Vol. 1, p. 239.
20. R. Humphrey, Op. cit., p. 13. Para sostener la forma de la estructura ausente.
Arenas apoya su relato sobre la concepción del mundo de una mentalidad infantil,
la cual se caracteriza por carecer de una consciencia clara de las formas, así como
del tiempo y el espacio. Vea Jean Piaget. The Psychology of the Child. New York.
Basic Books. 1969.
21. Perla Rozencvaig. “Entrevista con Reinaldo Arenas” en Hispanoamérica, X, No.
28 (1981), pp. 41-48. Coincide Arenas considerablemente con la concepción de la
novela de Robbe-Grillet: “una novela sin trama, sin personajes ni argumentos”. La
consideración de Grillet sobre la novela aparece en su libro Pour un nouveau ro¬
mán, París, Gallimard, 1964. No llega Arenas al extremo de pretender una novela
que correspondiendo con la pintura abstracta sea no figurativa y antiépica, es de¬
cir, de las que Olivier de Magny describe, al criticar a Robbe-Grillet, como “román
de l’homme absent”.
22. Gullón, Op. cit, p. 156.
23. Entiende Humphrey que éste es el propósito principal de todos los que em¬
plean este método. Op. cit., p. 25.
24. Ibid., p. 48. Algunas obras literarias están formalizadas en correspondencia
91
con las estructuras de la mente hasta el punto que algunos sicólogos han visuali¬
zado la expresión literaria como una exteriorización de los estados mentales. En¬
tran dentro de esta consideración las novelas de fluir de la consciencia que estudia
Humphrey.
25. Según el concepto de “novela abierta” que posee Arenas, el lector puede “aden¬
trarse en esta novela como se adentra en una sabana, por cualquier lugar, puede
empezar lo mismo por el principio que por el final”. Rosencvaig. Entrevista, Op. cit.
26. Comentario al texto de Celestino antes del alba en la edición Monte Avila Edi¬
tores, Caracas, 1980.
27. Como es bien sabido, el monólogo interior dirigido tiene la virtud de ser una
especie de diálogo no pronunciado, donde el que piensa da la sensación de estarse
dirigiendo a alguien que recibe sus mensajes. Es una especie de comunicación
telepática. Vea Antonio Prieto. Morfología de la novela, Barcelona, Planeta, 1975, p.
33.
28. El desarrollar una acción dentro de un espacio (geografía) parcialmente divor¬
ciada del tiempo pudiera parecer a prima facie en la novela moderna una carac¬
terística de las antiguas epopeyas que todavía sobrevive en la narrativa actual; sin
embargo, debe reconocerse que en las novelas del fluir de la consciencia este dis-
tanciamiento del tiempo sugiere más bien un rasgo esencial del fenómeno mental y
es su incesante fluir fuera de las nociones temporales.
29. Nos referimos a la “escritura desatada” en el sentido cervantino; aquella que no
depende de ligámenes ni trabas, es decir, con completa libertad estructural, que
“permite que el autor pueda mostrarse “épico, lírico, trágico, cómico, con todas
aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la
poesía y de la oratoria”. Cervantes. El Quijote, Parte I, Cap. 47.
30. Umberto Eco. La obra abierta, Barcelona, Seix Barral, 1965. Lo mismo trata R.
M. Albéres. “Román ouvert, román fermé” en Les nouvelles litteraires. No. 1802,
(April, 1962).
31. Carmelo Salvatierra. “El neobarroco de la narrativa latinoamericana desde el
análisis introspectivo de sus protagonistas” en El Barroco en América, Vol. 10, XVII
Congreso del Instituto de Literatura Iberoamericana, Madrid, 1978, Ed. Cultura
Hispánica Iberoamericana de Cooperación, p. 369. Opinaba, del mismo modo,
Unamuno que “el curso de la historia (de la vida) es un proceso constante de aspi¬
ración hacia un ideal imaginario de sí mismo que nosotros fabricamos (como Ce¬
lestino ser escritor), de esta manera-continúa-cada hombre es la criatura de una
leyenda, ya oral o escrita”. Cómo se hace una novela, Buenos Aires, alba, 1927, p.
149.
32. La estructura de “búsqueda y persecución” aparece diseñada por Mariano Ba-
quero Goyanes, en su libro La estructura de la novela actual, Barcelona, Planeta,
1970. Con este relato del escritor tras su oficio, inicia Arenas una línea estructural
de búsqueda en su narrativa que se prolongará al resto de sus novelas. En todas
la obras de este autor se repetirá, como una constante temática, el tema de un es¬
critor que lucha continuamente contra un ambiente adverso para materializar su
canto en obra literaria. Si particularizamos un tanto nuestra atención a este hecho
nos percataremos que la novela ciertamente posee una estructura de búsqueda.
De principio a fin, la narración tiene como asunto precisamente el tránsito del niño
que procura hacerse poeta.
92
33. Reinaldo Arenas. “Celestino y yo”, Unión, Revista de la UNEAC, No. 3, Año 9
(julio - septiembre, 1967), p. 117).
34. Rozencvaig. Entrevista, Op. cit.
35. Arenas."Celestino y yo”, p. 118. En esta confesión del autor se patentiza la na¬
turaleza sicológica de la novela.
36. “La imaginación eidética” es la capacidad de algunas personas para transfor¬
mar las concepciones intelectuales en imágenes con la precisión de una cámara fo¬
tográfica muy corriente entre los niños y los artistas. Franz Boas lo considera un
rasgo arcaico de la raza y típico de la infancia y de los pueblos primitivos. Web¬
ster’s Third New International Dictionary, Chicago, Britannica, 1981, p. 727. El fe¬
nómeno explica el caso alucinatorio de la creación artística, ej. Charles Dickens, y
la creación imaginativa de “un compañero” cuando los niños sufren de soledad.
Consiste en sentir, oir y ver sus pensamientos. Esta capacidad se pierde progresi¬
vamente con la madurez.
37. “La Alucinosis” es la sicosis caracterizada por frecuentes alucinaciones que
suele presentarse acompañada de manía persecutoria. Diccionario Enciclopédico
Salvat, Barcelona, Salvat Editores, S.A., 1976, Vol. I, p. 132.
38. La alucinación se da cuando las fantasías creadas por la mente se interponen
dentro de los hechos reales de tal manera que, el que las sufre, no pudiendo dis¬
tinguir y discriminarlas respecto a la realidad, las acepta como experiencias de la
vida real. Los cambios de la personalidad o desdoblamientos entran dentro de al¬
gunas características de alucinosis. Estos son los casos que la sicología popular
coloca en la categoría de “locos”. Los casos alucinatorios se estudian dentro de las
categorías oníricas como los sueños despiertos. Enciclopedia Britannica, Michigan,
Britannica, 1985, Vol. 25, p. 492 y Vol. 27, p. 307.
39. Reinaldo Arenas reconoce personalmente que muchas influencias de natu¬
raleza fabulística en sus obras provienen “de su afición por la lectura de las “tiras
cómicas” y los “muñequitos” (“Cartoons”) donde las criaturas de la naturaleza vi¬
ven un estado de comunión”. Rita Molinero. “Entrevista con Reinaldo Arenas”, Qui¬
mera, No. 17 (marzo, 1982), p. 22.
40. La mentalidad eidética infantil, como la de los primitivos, los capacita para me-
tamorfosear la naturaleza a su capricho como lo hace Celestino.
41. Gullón. Op. cit, p. 158. Humphrey señala que “en las narraciones del fluir de
la consciencia los escritores utilizan imágenes, símbolos y datos para convencer al
lector de la autenticidad del proceso mental que aparece ante sus ojos en forma
desarticulada y caótica autentificándose así la estructura de ese discurso como si¬
cológico. Humphrey, cit., p. 93.
42. Según nuestro mejor entender, con esta primera imagen alucinatoria, el autor
ya nos anuncia la estrategia que continuará repitiéndose a través del discurso na¬
rrativo y nos la provee como clave para orientamos en la lectura.
43. Esther Sánchez - Grey Alba. “Un acercamiento a Celestino antes del alba”.
Conferencia leída en Eastem Kentucky University, el 10 de octubre de 1981 en el
XXI Congreso de Mountain Interstate Foreign Language Conference.
44. El título del poema es Los maderos de San Juan.
45. La oración corresponde a un verso de El burro flautista.
46. Lucas XI: 2.
47. La oración Ave María.
93
48. Este duendecillo hace varias apariciones a través del transcurso de la acción,
véanse las páginas 109, 128, 198, 223-224.
49. La canción propiamente es un juego folklórico de niñas que todavía, sobre todo
en nuestros campos, se continúa practicando. Nuestros niños lo llaman “Ambos a
dos”.
50. La palabra hacha aparece simulando un hacha cientodieciocho veces en la pá¬
gina 87 del texto.
51. Reinaldo Arenas. “Celestino y yo”. Op.cit., p. 118.
52. Celestino es una proyección multifacética del Narrador: Celestino es el escritor,
es también el compañero de juegos, es el Duende (especie de Angel de la guarda),
es el Primo y, también, esa parte del yo que recibe con resignación todos los casti¬
gos. Obsérvese que en el transcurso de la obra es Celestino esa parte del yo del
Narrador que estoicamente recibe los castigos sin inmutarse.
53. Instante de mucha neblina, cuando las cosas se ven diferentes y mucho más
bonitas. Es el momento del día, según el texto, preferido por Celestino para escri¬
bir su interminable poema en el tronco de los árboles.
54. Reinaldo Arenas. Véase la “Introducción” a Cantando en el pozo, Barcelona, Ar¬
gos Vergara, 1982.
55. Nivia Montenegro señala la probabilidad de que Arenas haya tomado en consi¬
deración el mito de Narciso mirándose sobre el espejo de la fuente al reflexionar la
creación de esta obra. Montenegro. El espejismo.
56. Téngase presente que originalmente cuando Narciso fue a la fuente se dirigió a
buscar su ser, recurso del que se vale Arenas para acercarse a su pasado en busca
de su infancia. Para Unamuno, la función de la creación artística es en último aná¬
lisis ayudar al creador a descubrirse a sí mismo, a crearse. “Prólogo” a Tres nove¬
las ejemplares y un prólogo, Madrid, Espasa Calpe, 1920.
57. Gullón, Op. cit., p. 154.
58. La autoproyección o la inclusión de un artista dentro de su obra fue costumbre
muy popular entre los pintores y escritores del Renacimiento. Se han realizado
algunos estudios sobre este particular en la literatura. José M. Cossio. Lope, perso¬
naje en sus comedias, Madrid, Real Academia, 1948: Roy Temple House. “Lope de
Vega y un drama nuevo”, Romanic Review, XIII (1922), pp. 84-87.
59. La realidad novelística como una “situación imaginaria” la analiza filosófica¬
mente Félix Martínez Bonati, en su obra La estructura de la obra literaria, Barcelo¬
na, Seix Barra, 1972.
60. Montenegro. El espejismo.
61. A estas experiencias es que hace alusión Alejo Carpentier, cuando reconoce
que una visión, un ruido, un sabor o un olor tienen la facultad de remontamos al
recuerdo y la evocación de experiencias que hemos vivido antes dándonos la sen¬
sación de que se podría repetir. Alejo Carpentier. Los pasos perdidos, México,
Compañía General de Ediciones S. A, 1970, pp. 73, 83 passim. Enciclopedia Britá¬
nica, Michigan, Britannica, 1985, Vol. 25, p. 492.
62. Arenas. Celestino y yo”. Op. cit., p. 177. La actitud no es exclusiva; también es
compartida por otros escritores actuales. R. M. Albérez, La rebelión de los escrito¬
res de hoy, Buenos Aires, EMECE, 1953. Arenas confiesa su propósito renovador
del género novelesco en su “Entrevista con Perla Rozencvaig”. Véase Op. cit., p. 43.
94
63. E. M. Foster. Aspects oj the novel, Harcourt, Brace and World, Inc., 1955, p.
67.
64. Montenegro. El espejismo.
65. Ibid.
66. Ibid.
67. Ibid
95
CAPÍTULO TV
Introducción
96
mo de su estructuración “coral” y su despliegue “a voces”; análisis que re¬
dundará, sin duda, de algún beneficio para aquellos lectores que se intere¬
sen en familiarizarse con esta obra, en fin, nos interesa primordialmente
abrir una brecha que viabilice de una manera más fácil el acceso a la in¬
terpretación y a la comprensión de la novela.
El argumento
97
Posteriormente a esta relación, encinta, desengañada y frustrada de la
vida, se suicida pegándose fuego.
Las relaciones familiares de “bestias”, junto al fracaso agrícola en el
campo, a la quiebra de la venduta en el pueblo, al cierre de la empacadora
de guayaba, a la derrota vital de los protagonistas que no logran realizar¬
se, a la revolución que limita la salida de la casa, la transportación, los ne¬
gocios, estrangulando así la vida civil... convierten la existencia de esta fa¬
milia en un infierno. Fortunato, cansado de este enclaustramiento y guia¬
do por Lencho, se va a la Sierra Maestra para hacerse guerrillero. Tras ser
rechazado por carecer de armas, decide apuñalar a un “casquito” (militar)
para quitarle el rifle. En este intento es detenido, interrogado y, tras ser
torturado sin poder ofrecer información alguna, lo dejan “huir” para ejecu¬
tarlo justificadamente por la espalda en un supuesto intento de fuga. En
el suelo, desangrándose pretendiendo llegar a su casa, bajo la mirada de
los tres soldados que esperan el desenlace, recordó la historia de su fami¬
lia, la de cada uno, vida por vida.8
El titulo
98
ñada, imaginando que un coro de príncipes la perseguía, escoltándola y
seduciéndola.
Otro pasaje que concretiza más esta relación entre el contenido y el tí¬
tulo se encuentra en la Tercera Parte titulada “Función”. Aquí, Adolfina,
todavía usando el recurso de su imaginación se autoproclama reina:
Como podemos observar, son los mismos personajes los que identifican
(aunque imaginariamente) la casa familiar, como “el Palacio” donde acon¬
tecen los hechos de la historia, es decir, el título marca el perímetro dentro
del cual ocurren los sucesos de la novela.
La estructura narrativa
99
res: la Primera Parte consiste de un monólogo expositivo o recapitulador
que lleva como epígrafe “Prólogo y Epílogo”; la Segunda Parte se compone
de un apartado narrativo titulado “Hablan las criaturas de queja” y cinco
capítulos monologados denominados “agonías”, y la Tercera Parte, se divi¬
de en dos secciones; una de naturaleza dramática titulada “Función” y
una Sexta Agonía.10 A pesar de todas estas divisiones, la acción del relato
transcurre con un desarrollo progresivo, continuándose, pasando de un
capítulo a otro, lo que crea en el lector cierta sensación de linealidad aún
cuando la trama ofrezca cierta dificultad de seguimiento y de interpreta¬
ción.
La historia de cada individuo no es narrada por el autor en su totalidad
y de una sola vez; sino, más bien, fragmentada y paralelamente alternada
por etapas con la descripción que los demás personajes hacen de sus res¬
pectivas vidas. Este sistema de contar una historia a base de fragmentos
que se alternan, paralelamente y por etapas con otros fragmentos, de
igual categoría, transforman la dirección lineal y continua del argumento
en uno irregular y discontinuo, lo que convierte el acto de la lectura en
una experiencia un tanto laberíntica. Aunque cada personaje cuenta su
vida personal distanciado de los demás, como si los otros no existieran; al
unísono y de conjunto, componen la historia familiar que constituye la no¬
vela.
100
gizar las múltiples historias del discurso de su novela y articularlas me¬
diante el recurso del “montaje paralelo”14 y alternado15, valiéndose, para
tal fin, de un encadenamiento”16 donde cada personaje habla por turnos y
“engastadas”17 todas las historias dentro del pensamiento moribundo de
Fortunato que le sirve de encuadre señalando el principio y el final. De
este modo, Arenas transforma el monólogo final de Fortunato en la base
sobre la que se apoyan en su continuo discurrir las demás historias y, así
mismo, en el discurso con el cual se cuenta la relación.18
Otro recurso estructurador de considerable importancia formante en
toda esta orquestación “a voces” es la presencia de un narrador que trata
de darle coherencia a todo ese concierto de gritos, de dolor y de locura que
es esta novela.19 Ese narrador, “esa voz” que en la obra es muy difícil de
constatarle su procedencia y que hace las veces de un autor omnisciente
es, según Arenas, la consciencia del pueblo de Holguín,
una personificación del pueblo que también conoce del sufrimiento, el do¬
lor y la desesperación de sus habitantes.
101
Tratando de embaucarlo a uno a estas alturas. Descarados, lo
que tiene que hacer uno es ponerse a trabajar.
Ay, Dios mío, que prueba tan terrible. Que prueba tan terrible
me has deparado. Ahora esa bestia la ha cogido con los Testi¬
gos de Jehová, y se pasa la vida echando maldiciones y dicien¬
do barbaridades. Que destino, Señor. Y yo, que soy testigo de
Jehová. ¡Ay, sí él se entera es capaz de ahorcarme! Protégeme,
Dios... Que daño le habrá hecho esa pobre gente. ¡Sálvame!
El monólogo de Fortunato
102
De esta manera, en ciertos momentos de lucidez dentro de su trance
agónico recobra su memoria para encontrarse a sí mismo, desangrándose
sobre las yerbas del campo, con las espaldas abaleadas y reconociendo
que ya no podría regresar a su casa;
Pero si tan solo pudieras, óyeme, llegar hasta allí, donde co¬
mienza el cercado, termina el camino y hay una explanada y
luego un bajio... (p. 43).
103
creador origina una confluencia de personalidad mediante la cual la voz
del autor se encama en Fortunato. Así, Fortunato se convierte en el narra¬
dor del relato sin dejar de ser la voz del autor. De este modo se entiende
que en el monólogo final de Fortunato respecto a la responsabilidad de
testimoniar el dolor de su familia, de ser su vocero, se siga escuchando la
voz de Arenas; por cuanto la novela contituye un discurso de doble voz.
104
tiendo en una evolución homofónica de una conciencia sencilla. Las voces
contituyen esos actores en los cuales esa conciencia se ha dividido.29
Por esto, “la función de un buen escritor, la del que procura presentar
un cuadro bastante complejo y fiel de la realidad, es la de presentar la
realidad desde el mayor número de perspectivas posibles,31 desde una
perspectiva “polivisional” De este modo, el elemento de autoreflexión vital
que motiva el desdoblamiento de la conciencia de Fortunato en otros per¬
sonajes tras una más amplia concepción de la realidad, no es simplemen¬
te una técnica de la novela misma, de modo que ésta llega a ser esencial¬
mente la teoría sobre la realidad del autor convertida en novela.
105
velística correspondiente, el mundo de Arenas puede parecer caótico y la
construcción de la novela como un conglomerado de materiales ajenos y
principios de diseño incompatibles. Sin embargo, la organización, su con¬
sistencia y su unidad solamente se esclarece a la luz de su tarea artística
vista desde una estructura formulada como polifónica.33
Aunque la acción de la novela aparece configurada ante los ojos del lec¬
tor como una serie de múltiples monólogos que se van expresando parale¬
la y alternadamente por etapas dentro de un monólogo mayor, de natura¬
leza formante, el de Fortunato, que sirve para darle formalidad y dirección
externa; estructuralmente, la obra parece haber sido construida siguiendo
el diseño “para voces”, tipo coral, polifónico; donde, como si el canto fuera
épico, cada cantante interpreta su parte del canto pero que, de conjunto al
unísono, todas las voces conforman la historia, formalizan el discurso de
la novela.
Obsérvese que en el capítulo pnmero, que hace las veces de “Introito” a
la narración y titulado “Prólogo y Epílogo”, las voces de todos los partici¬
pantes aparecen confluyendo, como buscando forma para expresarse, en
la mente moribunda de Fortunato. El capítulo constituye de por sí un “leif
motiv”, una exposición, un resumen y una recapitulación de la obra.34
Del capítulo segundo y en adelante, al encontrar el coro de voces la vía
de su expresión individual y propia, el Narrador adolescente compartirá el
punto de vista de la obra con una serie prolífera de narradores, destacán¬
dose, entre éstas, la voz narradora del pueblo de Holguín. Es la voz que no
pertenece a la familia y que como un narrador omnisciente se distancia de
los hechos que cuenta mediante el recurso de la tercera persona.35 Es una
voz y una conciencia adicional en la novela. Su función primordial es im¬
primirle orientación y coherencia interna al fluir del discurso narrativo.36
El discurso de la novela se orientará desde aquí hacia un punto culmi¬
nante que coincide en la Tercera Parte; “Función” con la búsqueda del cu¬
chillo por parte de Fortunato, la soledad alucinante de espíritus, muertos
y visiones de don Polo y Jacinta, y la inmolación por fuego de Adolfina.37
106
Los niveles narrativos
107
informativos. Pero, por otro lado su mejor entendimiento propicia un ma¬
yor acercamiento a la obra al facilitársenos su lectura. Fuera del capítulo
inicial “Prólogo y Epílogo” que presenta un monólogo babélico y caótico, a
página entera, de Fortunato, donde todas las lenguas se mezclan indiscri¬
minadamente; y, del capítulo titulado “Función” (Tercera Parte), donde las
visiones alucinantes del Abuelo y Adolfina se personalizan dialogando dra¬
máticamente con ellos; el resto de la novela se vale del mismo patrón al
distribuir el material informativo sobre la página. Desde la Segunda Parte
y en adelante, la narración que provee “el narrador omnisciente” y que re¬
presenta en el texto la consciencia del pueblo de Holguin aparecerá en ter¬
cera persona gramatical y formando una columna informativa al margen
derecho de la página.
108
OBSTRUIDO EL ACUEDUCTO ¡Virgen santísima, el negro se alejó!
Y EL FLUIDO ELECTRICO Me miró como se mira a un pedazo
EN JIGUANÍ de palo, me ayudó a incorporar, me
preguntó cómo me sentía —yo dán¬
Un destacamento de rebeldes al man¬ dole las gracias, yo trato de prolongar
do del teniente Roberto tumbó varios la conversación — y sin más me dio la
postes del tendido eléctrico y obs¬ espalda. ¿Qué me falta, qué debo
truyó el acueducto de Jiguaní. Avanz¬ hacer que no hice? Dios mío, tendré
aron por la carretera por distintos mal aliento, estaré mal maquillada.
puntos e hicieron explotar una po¬ Ay, si tuviera una crema de las
tente bomba, sosteniendo a la vez un buenas seguro que a esta hora hu¬
tiroteo con el ejercito de la tiranía, sin biera conseguido. Y estas manos, y
que estos se atrevieran a salir del estas piernas, y este, condenado
cuartel pelo que por mucho que me lo bata
siempre parece un ciprés achurra¬
do... ¡Qué barbaridad! Nada. Nada
todavía, (p. 308)
109
Toco la mata de anoncillos y no la toco. Me doy una pedrada en
la cara y no la siento. Que es esto que la gente no conoce. Que
es esto que yo voy desconociendo. Me abrazo y siento que no
hay nadie. Entonces camino por encima de las matas altas, pe¬
ro ellas ni caso me hacen, (p. 164)
4
110
la constante preocupación de las muchachas “por acostarse con un hom¬
bre”, “tener un marido”, “hacerse de una casa”...
Queda al margen Fortunato, quien, aunque no trabajaba gran cosa, y
no coincidía ideológicamente con los otros, comprendía y sufría la vida y
los fracasos de los demás miembros de la familia, mucho más que ellos,
hasta el extremo, que convirtiéndose en el intérprete de su dolor, encontró
el significado de su vida.
111
to, de horizonte invariable. Y era como si siempre estuviera en
el mismo sitio. Al cabo de un tiempo se sentó sobre aquella re¬
gión inhóspita. (p. 117).
112
También Celia, dentro de sus alucinaciones, se encuentra con Fortunato,
quien también estaba muerto:
113
Más adelante en el diálogo, Digna vuelve a insistir:
Pero dime, ¿es verdad que yo soy tan fea? — Díselo tú — le or¬
dena mi madre a Dios. ¡Horrible! ¡Horrible! — va repitiendo el
viejo hasta que mi madre lo deja de patear.
i
Y los dos se pierden más arriba de las nubes, (p. 123). La enfermedad
de Digna fue empeorando hasta que le dio por subirse al techo con las pa¬
lomas de Fortunato, por empezar a creerse paloma:
Celia. ¿No han visto cruzar por aquí a una gallina con las patas
amarradas? La pobre, la ando buscado para desatárselas, (p.
350).
114
Una Bestia. Y la yerba empieza a crecer y crecer.
115
bregar con el tiempo, hiciera uso de la concepción eisteiniana de “espacio
tiempo",52 que implica la inseparabilidad del tiempo y el espacio. No es
que el tiempo físico de la acción se transforme en un tiempo discontinuo o
irregular, es que el mismo aparece fragmentado en correspondencia con la
fragmentación de la acción y el espacio a que pertenece. Esto se puede evi¬
denciar al observar que en ciertos momentos el tiempo de un episodio co¬
mo su espacio correspondiente que a uno le parece consumado se reac¬
tualizan posteriormente al continuar la acción. Es decir, que entonces el
tiempo y el espacio de la acción tienen cierta relación de reciprocidad y se¬
guimiento pero se presentan en el texto paralela y alternadamente frag¬
mentados siguiendo el formato con que Fortunato narra la acción.
Hay, sin embargo, una gran diferencia de perspectiva entre el tiempo y
el espacio de la acción narrada y el tiempo y el espacio desde el que se
cuenta la acción por el narrador. El primer espacio-tiempo que correspon¬
de a la historia de la familia y que se remonta al siglo pasado aparece in¬
serto dentro de un espacio-tiempo muy breve (de cinco horas) que coincide
con el intervalo espacio-temporal que le tomó a Fortunato recontar la his¬
toria, es decir, un tiempo y una historia larga y extensa aparece esencial¬
mente sintetizado dentro de un tiempo y un episodio relativamente breve.
Desde que Fortunato como único narrador posible se diluye en una espe¬
cie de coro de narradores,53 constituyéndose así en un narrador múltiple,
el tiempo del Narrador con todas sus voces es simultáneo con el episodio
de su muerte y coincidente con el enclaustramiento de Adolfina en el ba¬
ño. Esta circunstancia crea una perspectiva temporal uniforme. Este mo¬
mento viene a ser el presente desde el que se narra la acción y todas las
demás secciones de la acción son automáticamente convertidas en el pa¬
sado narrado. La introducción de esta perspectiva en el arreglo temporal
de la novela determina la dirección del argumento. Mientras el tiempo de
la acción procede desde el pasado hacia el presente, la dirección del argu¬
mento es al revés éste procede desde el presente hacia el pasado.54
Este intérvalo mide así mismo el tiempo que estuvo Fortunato desan¬
grándose hasta morir sobre las yerbas del campo. Le dispararon por la
tarde, cuando todavía podía ver las bandadas de los pájaros y disfrutar de
la tenue luz del atardecer, (p.43). Cuando por la noche, los tres hombres
que lo seguían apagaron la luz de su linterna, ya Fortunato había termi¬
nado de contar la historia de la familia.
Como habremos podido observar, El palacio de las blanquísimas mofe-
116
tas (1980), manifiesta una formatividad “a voces”, de tipo “coral” y de na¬
turaleza polifónica. En la misma, el autor se vale de la facultad proteica de
Fortunato, quien asumiendo particularizadamente la personalidad de ca¬
da miembro de la familia, cuenta su historia. Aunque la novela presenta la
vida de cada personaje por separado, aisladamente, el conjunto de las
mismas, en su totalidad, resume la historia del grupo, es decir, que la no¬
vela consiste de una historia donde cada personaje tiene la oportunidad
de contar su vida.
NOTAS
117
7. El termino “agonía”, como hemos indicado antes, hace referencia según las
propias palabras de Arenas “a los cinco infiernos (edades) que ha tenido que sufrir
en el transcuro de su existencia”. Obsérvese el empleo del término “agonía” en la
novela que estudiamos como título de los capítulos.
8. La novela no aparece en el texto tan sencilla como nuestro resumen. Ésta apa¬
rece deformada por todas esas operaciones c)ue conlleva el proceso de la estruc¬
turación literaria, por lo tanto, la única manera de hacerla comprensible es me¬
diante un proceso de reconstrucción. Éste solamente lo suministramos para pro¬
veer una base contenidista sobre la cual basar nuestra teorización del texto.
9. Si de la casa, las mujeres se fueron con sus pretendientes, la única que anda¬
ba de noche desnuda con su novio era Onérica. Adolfina, la noche que salió tras
un hombre lucía un escote exagerado pero iba vestida. La visión parece una hipér¬
bole de Fortunato. Sin embargo, valga señalar que la familia del autor se componía
de doce mujeres todas hijas del Abuelo. Sumaban trece con Jacinta. El único va¬
rón fue Reinaldo. Por eso él comenta que se crió en un “matriarcado” donde el po¬
der lo ostentaban las mujeres pues el Abuelo a penas hablaba. Molinero. Entrevis¬
ta. Op. cit., p. 21.
10. La inclusión de elementos dramáticos o teatrales en una novela se ha utilizado
con cierta frecuencia. El fenómeno lo ha estudiado con cierto detenimiento Luciano
E. García. “De la novela a la obra teatral” con relación a la novela de Galdós. Cua¬
dernos Hispanoamericanos Nos. 250-251-252. Madrid, (octubre, 1970, enero,
1971). Manuel Alvar estudia el mismo tema “Novela y teatro en Galos”. Proemio, I,
2 (septiembre, 1970), pp. 157-202.
11. “A solo” es el italianismo con el que se define una interpretación musical por
un ejecutante o cantante sin acompañamiento. “Para una sola voz”. Nuevo pequeño
Larousse, París, Larousse, 1950, p. 894.
12. Rozencvaig. Entrevista a Reinaldo Arenas, cit
13. “A voces” es el termino musical con el que denominamos una pieza musical
que se compone para ser interpretada por un coro. Nuevo Pequeño Larousse, Op.
cit, p. 995. Para propósito de nuestro estudio, lo utilizaremos con el sentido lite¬
rario que le atribuyó Mijail Bajtin al estudiar la poética novelística de Fyodor Dos-
toievskys en su obra Problems of Dostoievsky Poetics, (trad. R. W. Rotsel), Ardis,
1973. En adelante, para los efectos de citar este texto apuntaremos: Bajtin. Prob¬
lems e inmediatamente el número de la página correspondiente.
14. El Montaje paralelo” es el concepto cinematográfico para el recurso de montar
historias diferentes de forma alternada dentro de una secuencia. La influencia del
cine en la novela la estudió Claude Edmonde Magny. L’age du román americain,
Seuil, Pans, 1948, especialmente, la primera parte I.
15. La Alternancia” es el término literario que se usa como sinónimo de “montaje
paralelo . Véase a Roland Boumeuf. La novela, (trad. de L’univers du román por
Enríe Sulla), 2da. ed., Editorial Ariel, México, 1982, p. 86.
16. el Encadenamiento” sencillalmente implica tomar cada narrador la palabra
por tumos de acuerdo con un orden preestablecido. Loe. cit., p. 86.
Tanto la alternancia como “el encadenamiento” crean el arreglo que conocemos
como contrapunto , entendiendo éste como el arte de combinar diversas voces
con distintas historias dentro de un mismo discurso expresivo. Es recurso de las
estructuras polifónicas. El contrapunto, como vemos, es uno de los recursos bási-
118
eos empleados por Arenas en la composición de esta novela. Para una descripción
musical véase a Joseph Machlis. The Enjoyment of Music, New York, W. W. Norton
y Company, 1963, p. 264.
17. El término “engastar” según el arte del montaje es encajar una cosa dentro de
otra que le sirve de recipiente: se engasta una esmeralda en oro. Nuevo pequeño
Larousse, cit., p. 379. Literariamente, se entiende la inserción de una historia den¬
tro de otra. Loe. cit., p. 86.
18. El único fenómeno dialógico que existe en la novela es el diálogo mental de
Fortunato con sí mismo al recordar imitando a cada miembro de su familia. Esta
imitación se realiza mediante el fenómeno del desdoblamiento de la voz donde se
percibe que la voz del referente (personaje) solamente asordina la voz del hablante
(Fortunato). De este modo, Arenas le ha transferido a la segunda voz del diálogo in¬
terior de Fortunato la tarea de contar la historia. Este desplazamiento de su voz
por la de otra persona mediante transiciones imperceptibles difumina temporal¬
mente la presencia del protagonista creando la sensación dialógica de que el per¬
sonaje habla consigo mismo, sin embargo, la acción no va más allá de los límites
de una sola consciencia, desde que los personajes no son más que las voces en
que esa consciencia se ha dividido. Por lo tanto, los personajes no son propia¬
mente gente sino más bien recuerdos. Para cómo conseguir “la voz” de una voz de
otra voz véase a Cándido Pérez Gallego. Morfonovelística, Madrid, Fundamentos,
1973. Información sobre cómo la voz del escritor adquiere espacialización en la
novela la provee Wayne C. Booth. The Rhetoríc of Fiction, Chicago University Press,
1968, pp. 455 y ss.
19. Entiéndese “orquestación” como el arte de instrumentar una obra musical.
Nuevo Diccionario Larousse, Op. cit., p. 706. Para nuestro propósito el arte de ins¬
trumentar una obra literaria.
20. Perla Rozencvaig. Entrevista, Op. cit., p. 47.
21. ‘The form of a confessional self-utteranee”, Bajtin. Problems. Op. cit., p. 45.
22. Para un detallado análisis de contextos literarios semánticos como pausas, si¬
lencios, espacios en blanco, etc. como portadores o no de significados: véase a J.
Mukarovsky. The Word and the Verbal Art. New Haven, Yale University Press,
1977, pp. 44-45.
23. El “Solipsismo” es la doctrina metafísica que considera como única existencia
la consciencia propia o el “yo”. Entendemos por “reclusión solipsística” el encerra¬
miento de un personaje dentro de su propio ser como de su mundo tal y cómo él lo
concibe.
24. “La novela polifónica” o aquella compuesta “para voces”, según Bajtin, comen¬
zó con las novelas de Fyodor Dostoievsky. Se entiende por “polifónica”, la narra¬
ción en la cual el asunto es contado por distintas voces que con el mismo rango y
jerarquía hacen las veces de un narrador múltiple. El conjunto de las voces, aun¬
que por separado podrían constituir historias individuales y singulares, de conjun¬
to conforman el corpus de la novela. Aparenta ser una traslación de las estructu¬
ras formantes de la composición musical al estructuralismo literario. Para una
descripción de la misma, consúltese a M. Bajtin. Problems of Dostoievskys poetics.
Infra n. 13. Para la composición polifónica musical. Machlis. The Enjoyment, Op.
cit., p. 264.
25. Debemos tener presente que la visión infernal del mundo de Arenas actúa co-
119
mo principio genético de la obra y ciertamente determina la forma de sus novelas
y, es lo que, en último análisis, también determina su contenido, es decir, la visión
del mundo del autor es la ideología determinante de la forma y el contenido de su
obra. De este modo, existiendo una coincidencia sobre la visión del mundo entre el
pensamiento de Fortunato y el del autor que, en primera instancia es el mismo,
desdoblado mediante el acto creador, es lógico suponer que Fortunato como repre¬
sentante privilegiado de la consciencia del autor visualice el mundo a su modo.
Arenas ha sustituido su voz por la de Fortunato en un intento por proporcionarle
al relato una mayor sensación de imparcialidad, de neutralidad narrativa, de aleja¬
miento de los hechos.
Para un estudio de este principio de sustituir la voz del narrador difuminándola a
través de una figura intermediaria, véase a Mariano Baquero Goyanes. “Cervantes,
Balzac y la voz”, Atlántida, No. 6 (noviembre - diciembre, 1963).
Existen varios episodios aislados en el transcurso de la novela que ponen de mani¬
fiesto el hecho de que es Fortunato quien imita a los demás miembros de la fami¬
lia: “Fue entonces cuando escondido tras la prensa de maíz comenzó a imitar a
Adolfina, comenzó a engolar la voz y a protestar como el Abuelo, y comenzó a pe¬
lear con el tono apretado y rabioso de la Abuela”, (pp. 46-47), cfr. pp. 117, 228-
229, 262, 391.
26. Obsérvese que Fortunato reconoce que él es quien “les había otorgado una voz,
un modo de expresar el estupor, una dimensión de espanto... había sido él quien
había realizado las transfiguraciones. Había cumplido con su oficio de intérprete,
de escudriñador, de vocero. El encargado de dar testimonio...” (pp. 262 y 391).
27. Entiéndase por consciencia intermediaria la que exteriormente emplea el nove¬
lista para expresar su visión del mundo disolviéndose en ella, pero también para
efectos internos de la acción, la consciencia que lo ve todo incluso las otras cons¬
ciencias. Rene Welleck y Austin Warren. Teoría literaria, 4ta. ed., versión española
de J. M. Gimeno, Madrid, Gredos, 1981, p. 269.
28. Nótese que los monólogos que resumen la vida de Fortunato se dan engasta¬
dos dentro del conjunto del discurrir de los demás pensamientos de la familia; sin
embargo, estos con los demás aparecen insertados paralelamente dentro del mo¬
nólogo final de Fortunato que le provee forma a la novela. Por esta razón formal es
que todas las partes de la novela empiezan y finalizan con el pensamiento agoni¬
zante de Fortunato. La narración de la historia dura el tiempo que le tomó morirse
al muchacho.
29. Véase infra n. 18.
30. Reinaldo Arenas. “Celestino y yo”, Unión - revista de la U.E.A.C., No. 3, Año 9,
(julio-septiembre, 1967), p. 117; también reitera esta filosofía en “Fray Servando,
víctima infatigable”, Diario Las Amérícas, Miami, 21 de abril de 1981, p. 13. Esta
interpretación de Arenas sobre la realidad es coincidente en líneas generales con la
de Ortega y Gasset, sobre todo, en aquello de “Yo soy yo y mi circunstancia.
31. Arenas “Celestino y yo”, Ibid., p. 118.
32. El enfoque polivisional” tiene la virtud de recoger varios aspectos de una mis¬
ma realidad en un solo tiro de camara. Literariamente, también se conoce como
“forma de poliedro”. Baquero Goyanes. Estructura, Op. cit., p. 163.
33. Según nuestro mejor entender, El palacio de las blanquísimas mofetas no es
una novela desordenada ni de esetructura caótica. Sí es una obra compleja, pero
120
su artificiosidad resulta y es consecuencia de la pluralidad de narradores, así
como de la organización paralela y alternada de contrapunto, en que las voces es¬
tán orquestadas, en fin, de su composición polifónica.
34. Al “Leif-motiv” o “tema principal”, Wagner lo llamó “tema básico”; son temas re¬
currentes a través de una composición musical que ostentan significados específi¬
cos sugiriendo ya personas, sentimientos, ideas, paisajes etc. y que sufren varia¬
ciones y desarrollo como motivos de una sinfonía. Machlis. The Enjoyment, Op.
cit., pp. 163-64.
35. Durante el transcurso de la novela, Arenas utiliza básicamente las tres perso¬
nas gramaticales al narrar dependiendo del efecto que interese conseguir. Usa el
yo dialógico para los monólogos en los cuales los personajes hablan con sí mis¬
mos; usa la tercera persona cada vez que la consciencia del pueblo de Holguín na¬
rra parcialmente la historia y, usa la segunda persona para dialogar con sí mismo:
“Si piensas que ya no hay salvación, si te detienes y piensas, si por un instante va¬
cilas, pereces. Oye el órgano, oye ese estruendo minucioso, oye esa perpetua hu¬
millación. Oye y escapa. Corre...” (p. 222). Es decir, usa las personas gramaticales
con sentido lógico; el yo como confesión, la tercera persona para dar testimonio
histórico y el tú para dialogar. Robert Pingaud estudia este recurso del empleo de
las tres personas en sus artículo “Je, vous, il”, Esprit, París, (juillet, 1958).
36. Si el monólogo final de Fortunato es la base sobre la que exteriormente se en¬
gastan las historias de la familia, la voz narrativa del pueblo de Holguín es la que
le imprime coherencia interna. Estos dos recursos actúan como los soportes bási¬
cos que sostienen la estructura novelesca del Palacio de las blanquísimas mofetas.
37. Téngase presente que la búsqueda del cuchillo por parte de Fortunato; el grado
de senilidad alcanzado por don Polo y la inmolación de Adolfina, marcan el punto
culminante de la obra. Dar con este punto resulta un tanto trabajoso por cuanto
en esta obra el desenlace siempre está a la vista, sin embargo, gracias precisamen¬
te a ese hecho es que Arenas pudo imprimirle ese aire de contrapunto a la obra y
esa consecuencia e hilación de vaivén haciendo que los incidentes y en particular
el tono general propendan por todos lados al desarrollo del plan trazado. Este prin¬
cipio estructurante, escribir con el desenlace siempre a la vista, lo sugería a sus
colegas Edgar A. Poe. Filosofía de la composición, (trad. de Francisco Susanna),
Barcelona, Apolo, 1946, p. 43.
38. Esta identificación de Fortunato con el intérprete del dolor y la agonía de su fa¬
milia a niveles textuales, rebasa los mismos para proyectar la misma relación entre
el novelista y la novela. Fortunato no es nada más ni nada menos que una proyec¬
ción del novelista.
39. Las tres partes en que está dividida la novela se abren con el pensamiento ago¬
nizante de Fortunato y se cierran con su reflexión sobre la mosca que está posada
sobre su nariz. De la misma manera, todas las seis agonías comienzan con la pro¬
longación del pensamiento del joven moribundo cerrándose en el capítulo final.
40. Perla Rozencvaig. Entrevista, Op. cit., 47.
41. La novela está saturada de anuncios de periódicos, noticias radiales, propa¬
ganda comercial, consejos de belleza... todos dirigidos a ambientar la acción dentro
de la época. Toda esta documentación que constituyen los contextos extraliterarios
son muy útiles, pues nos proveen información que nos ayuda a entender mejor el
periodo histórico. Por ejemplo: las fechas de los acontecimientos son marcadores
121
de tiempo; por los comunicados sabemos de las relaciones del gobierno de Batista
con Washington (p. 310); del avance de las tropas rebeldes (p. 336); de las pelícu¬
las que se exhibían entonces (p. 340); de las cremas de belleza que usaban las mu¬
jeres (p. 308); de los consejos de refinamiento al caminar (p. 314), etc. Welleck co¬
menta las influencias de los géneros cotidianos como contextos en los géneros su¬
periores en su Teoría literaria, Op. cit., p. 283.
42. Michel Butor comenta algunos usos semejantes de la página, así como las glo¬
sas marginales, la presentación díptica, los espacios en blanco... en Sobre literatu¬
ra, Vol. II, Barcelona, Seix Barral (Biblioteca Breve), 2da. ed., 1967, p. 148 y ss.
43. Quizá no esté demás señalar que la intertextualización de documentos no lite¬
rarios (noticias de periódicos, anuncios de cine, propaganda medicinal) que Arenas
inserta dentro de su novela son originales extraídos de la realidad histórica cuba¬
na; así de recortes de periódico, de libros de belleza, de programas de cine...
44. Aunque Mukarovsky (The word) analiza el significado del espacio en blanco lo
hace desde una perspectiva discursiva más cercana a la lingüística. Es Butor
quien conceptualiza el espacio en blanco a base de su longitud para medir interva¬
los temporales largos o cortos. Butor. Sobre literatura, Vol. II, Op. cit., p. 148 y ss.
También estudia “los espacios” y “líneas sin escribir” como reguladores textuales
de tiempo. L. Dolezel. “A scheme of narrative time”, Semiotics of Art: Prague School
Contributions, ed. L. Matejka e I. Titunik (Cambridge, Mass. M.I.T. Press, 1976),
pp. 209-217.
45. Bajtin comenta el tema partiendo del texto de B. M. Engelgardt. Dostoieusky’s
Ideological novel. Bajtin. Problems Op. cit., p. 19.
46. No se pase por alto el hecho de que “las agonías” de cada capítulo, aunque
ciertamente sirven de medidor de la muerte progresiva de Fortunato (cada una
presenta un período temporal diferente), el título y su efecto se hace también ex¬
tensivo a los demás personajes que son asimismo “agonistas" dentro del episodio.
47. Es de suma importancia quizás aclarar que la alucinosis no es una enferme¬
dad sino más bien un síntoma de algún trastorno mental. Tampoco, necesaria¬
mente, es un fenómeno privativo de los enfermos mentales, pues puede sufrirla
cualquier persona. Basta con que el ser humano sea expuesto a ciertas experien¬
cias traumáticas o alteraciones químicas de su organismo para que se manifiesten.
Algunos siquiatras lo consideran entre “los sueños despiertos”.
48. En esta novela, cada “personaje” que narra su vida constituye un desdobla¬
miento de la personalidad de Fortunato que tiene la virtud de “transformarse’ en
cada uno de los miembros de su familia.
49. Para “Alucinosis eideística”, consúltese el capítulo III, infra nota 36.
50. Usamos el concepto “circunstancias especiales” por cuanto los muertos sola¬
mente se manifiestan en la imaginación de los personajes que tienen su mente
desequilibrada sin ser percibidos por aquellos que todavía se consideraban cuer¬
dos como Jacinta. En el capítulo “Función” (Tercera Parte) fuera de que Adolfína
regresó tarde de buscar un hombre, de que el Abuelo todavía a esa hora estaba de¬
lirando y de que Fortunato regresó a buscar el cuchillo con el consabido encuentro
familiar, en sí, no ocurrió nada más. Todos los demás acontecimientos de la llega¬
da de los Príncipes, la coronación de Adolfina, el regreso de Celia y Digna, el diá¬
logo del Abuelo con los Demonios y las Bestias, etc. Todos estos sucesos fueron
imaginarios. Solamente tuvieron existencia en la conciencia de Adolfina y del
122
Abuelo. Este vaivén entre la realidad y el mundo de la imaginación se patentiza
claramente en el texto con expresiones como: “Todo vuelve a tomar su forma acos¬
tumbrada”. (p. 362). (Adolfina atiende por un momento al coro de príncipes pero
en seguida vuelve a la realidad) (p. 364); Todo vuelve de nuevo a la realidad, (p.
367).
51. Dentro de la demarcación “Vida de los Muertos”, los monólogos correspondien¬
tes a los muertos no ofrecen posibilidad de confundirse con los de los vivos y vice¬
versa. Sin embargo, algunos monólogos de los Muertos fuera de esta delimitación
existen mediante la evocación de los personajes vivos como cuando Celia llamaba
a Esther o el Abuelo considera imaginariamente que Digna está durmiendo con los
nenes en el cuarto.
52. Albert Einstein consideraba que el tiempo solamente se puede concebir como
un fenómeno proyectándolo sobre el espacio y que el uno no es concebible sin el
otro. Por eso, creó la concepción “tiempo-espacio”. Enciclopedia Britannica, (Macro-
paedia), Vol. 28, Michigan Britannica, 1985, p. 660.
53. Mariano Baquero Goyanes. Estudia este aspecto en Qué es la novela, Buenos
Aires, Editorial Columba, 1961, p. 40.
54. Nótese que hacemos distinción respecto a la dirección temporal de la acción y
del argumento. La primera alude al movimiento progresivo en que ocurren los he¬
chos; la segunda, al movimiento que sufren los hechos al ser narrados.
55. El “tiempo de crisis” es aquel que se caracteriza porque inserta un tiempo largo
de acción dentro de un “tiempo” narrativo breve, es decir, el tiempo de la acción
narrada es más largo que el tiempo que se toma el narrarla. Para la diferencia de
“tiempo” y “tempo” en la novela, véase a Mariano Baquero Goyanes. “Tiempo y
Tempo en la novela”, Arbor, Núms. 33-34, (1948).
El insistente llamado que hace la madre de Adolfina para que abra la puerta del
baño a través de la obra es un marcador de tiempo. Así a las dos horas y media (p.
210), a las tres horas (p. 245), a las cinco horas (p. 366)...
123
CAPÍTULO V
LO CARNAVALESCO Y LO PARÓDICO EN
EL MUNDO ALUCINANTE
Introducción
124
volucionario de destrucción-construcción; y, en último lugar, para com¬
plementar el sentido y el significado de los análisis anteriores, señalare¬
mos algunos “episodios semióticos”3 operantes en la narración mediante
los cuales el autor formaliza el discurso y concretiza su mensaje.
Consideraciones preliminares
125
mensaje del autor, interpretando este “orden paródico” como una “estruc¬
tura significante (signo) y al comunicado del autor como su significación”.8
126
fiesta”,13 oficializa e impone valores marginales como normas a seguirse,
lo que liberaliza las incursiones de los escritores hacia el tratamiento de
escenas eróticas, hacia las combinaciones de sucesos imposibles, hacia si¬
tuaciones de desacralización de modelos literarios, o hacia actitudes tanto
burlescas como satíricas contra figuras que representan el poder civil, reli¬
gioso, político o militar, en pocas palabras: hacia las representaciones ofi¬
ciales del sistema establecido.
Estas “situaciones exclusivas” creadas por el carnaval, y consideradas
por el lector común como aberraciones artísticas, salvan su posición den¬
tro del arte, en la cultura y en la sociedad gracias al poder de instrumen-
talizarse como medios de comunicación posible y así a su permeabilidad
para absorber, contener y comunicar un mensaje.14
Lo que sí es de considerable importancia señalar para nuestro estudio,
por cuanto justifica el aprovechamiento del principio carnavalesco en la
elaboración de la novela El mundo alucinante, es que el carnaval crea “un
momento privilegiado”, una “situación de exclusividad” la denomina Baj-
tin,15 donde el autor puede hacer y decir, sobre todo “decir”, lo que quiera
sin temor a que lo censuren o lo castiguen, es hasta cierto punto, una
“situación de inmunidad”;16 que en última instancia, también provee los
disfraces y las caretas necesarias para ocultar ciertos mensajes que en
otras situaciones ordinarias sería muy arriesgado expresar con sinceridad.
Es en esta “situación exclusiva” que representa El mundo alucinante,
donde se instala Reinaldo Arenas para crear y comunicar su mensaje (de
desengaño) respecto a la consolidación de la revolución cubana, es en este
momento privilegiado donde se ponen a prueba sus ideas políticas y artís¬
ticas y en donde se conjugan sus posturas límites en cuanto a la situación
nacional.17 En otras palabras, Arenas aprovecha el margen y la frecuencia
para subvertir valores establecidos que provee la novela carnavalesca para
articular en forma de relato su desacuerdo con la revolución instituciona¬
lizada y, por ende con el orden establecido y sus valores oficiales. Como
podrá observarse, el principio carnavalesco de degradar valores oficiales se
corresponde con el propósito velado y original del autor para criticar los
valores del nuevo régimen del 26 de julio; así Arenas recurre al discurso
carnavalesco para expresar el sentido de la situación concreta en que se
encuentra Cuba.18
Por otro lado, de esta novela de Reinaldo Arenas también podría decirse
lo que Emir Rodríguez Monegal comentara respecto a las narraciones car¬
navalescas de Borges, en el sentido
127
gaño de Fray Servando-Arenas para con la revolución; también desarrolla,
precisamente mediante su forma estructural paródica, un discurso crítico
y polémico dirigido a desacralizar la narración tradicional (Las Memorias
de Fray Servando), así como la narración pre-revolucionaria {El siglo de las
luces de Alejo Carpentier). Esta situación exclusiva que representa El mun¬
do alucinante, le provee la oportunidad a Reinaldo Arenas para conjugar
sus novedosas ideas artísticas, así como para plantear sus concepciones
vanguardistas en cuanto a la creación de una nueva literatura nacional.
De este modo, Arenas consigue desarrollar un nuevo tipo de barroco (el lú-
dico) que descansa enormemente en la intertextualidad y la parodia para
concentrar un discurso crítico hacia la novela contemporánea misma, ha¬
ciéndose realidad aquel comentario de Ortega y Gasset sobre que
128
Los recursos literarios
La parodia y la intertextualidad
La parodia
129
cerse al del primer texto se confunde y oculta en él, se disfraza del otro al
diluirse en el mismo.26
En la “imitación”, el autor en su afán por igualar al texto ideal sigue to¬
das las directrices establecidas por el texto anterior y que determinan la
forma-contenido, lo que reduce la distancia intertextual hasta el extremo
que borra los linderos diferenciadores entre ambos. “La estilización,” por el
contrario, copia el delineamiento externo de la obra a parodiarse pero mo¬
difica la parte interior, es decir, establece un contenido variado y diverso,
lo que acentúa los caracteres diferenciadores. De este modo, la parodia-es¬
tilizada aunque subraya las semejanzas se destaca más por las diferencias
como sucede en El mundo alucinante.
El mecanismo paródico funciona siempre presentando un seudo-texto
en el lugar de otro texto original y clásico.27 El texto reciente (el paródico)
y que es el presente para el lector, representa una “imitación” o una “es¬
tilización”, ya seria o cómico-burlesca, pero siempre caricaturizada de un
texto clásico anterior y que se encuentra ausente (el texto parodiado). Este
texto paródico aprovecha su presencia frente al lector para dignificar o
para degradar al texto parodiado; pero, siempre guardando una relación
intertextual y recíproca que los identifica y los distingue. El texto paródico
por lo general aparece deliberadamente, ya como un texto superior, si su
intención es degradar al pretexto; o como uno inferior si procura reivindi¬
carlo. Siempre el texto paródico reprentará un texto crítico, enjuiciador y
evaluativo del texto parodiado, como que siempre constituirá, del mismo
modo, una imagen y no necesariamente una réplica exacta del mismo.28
130
La intertextualidad
131
trucción de la vida de un ser ausente (el fraile) y en una desfiguración de
la vida de su propio autor.34 Estableciéndose así la clave paródica de la
novela: Arenas, al tiempo que reescribe Las Memorias de Fray Servando,
desfigura e inserta dentro de las mismas parcialmente su vida.35
Este momento es el que también marca el instante en que se borra el
tiempo histórico y cuando se crea el tiempo del discurso literario, creándo¬
se una distancia temporal completamente distinta y que será regido en
adelante, y hasta el final de la novela, por la imaginación. La conclusión
de la carta nos devuelve a la historia, al tiempo del narrador, al escenario
de esa otra retórica que tiene la costumbre desagradable de transformarse
en acción, la política, cuando el autor le comunica a Fray Servando sobre
el papel que desempeñará en El mundo alucinante.
Este ser y no ser Servando por parte del narrador se continuará mani¬
festando a través de todos los episodios del texto creando, en algunas oca¬
siones, la confusión respecto a quién realmente está contando la historia.
En todos los casos, este vaivén de la personalidad del narrador forma par¬
te integral del juego narrativo dirigido a crear la sensación de evanescen-
cia y alucinación.
Cuando leemos la novela como acto seguido a una detenida lectura de
Las Memorias de Fray Servando, y después de establecer lo que René Jara
denomina el “nivel referencial” en contraposición con el “nivel de la ver¬
sión observaremos que generalmente cuando Arenas trabaja con el “nivel
referencial remite nuestra atención a sucesos que le ocurrieron verdade¬
ramente a Fray Servando:
132
mientras que al trabajar con el “nivel novelesco” remite a sucesos relacio¬
nados con el autor.
o cuando regresa a España sobre una enorme ballena blanca que nos re¬
cuerda a la Moby Dick de Melville.
La ballena, furiosa tal vez por el calor tan agobiante, había tro¬
pezado con el barco, zambulliéndolo de un aletazo. La veía aho¬
ra tendida sobre el agua, como descansando un instante de la
fácil labor. Era muy blanca, y cuando me acerqué a ella y me
encaramé sobre su lomo, echando maldiciones muy bajas, ni
cuenta se dio. Ni tampoco cuando me acosté y me puse a des¬
cansar hasta quedarme completamente dormido. Y de esta for¬
ma me desperté al ser alcanzado por una ola sobre las piedras
enormes del puerto de Cádiz... (p. 58).
133
hacer ruido en este sitio hecho para ia tristeza. Te he de dejar
solo en este lugar dónde no sabría qué hacer, ni qué pensar ni
siquiera como escapar, (p. 60-61)
i
134
Ya en el agua le dije adiós a todos y me encomendé a las bes¬
tias de las profundidades, que me veían descender con mi ne¬
gra indumentaria, y huían asustadas, estrellándose en el fon¬
do. Por ese trance estaba, cuando siento que alguien se arroja
al agua, y veo el pelo y la cara de Orlando que ya se me acerca.
Pero, cual no sería mi sorpresa al ver su cuerpo desnudo, pues
si es cierto que no se diferenciaba del de una mujer por la for¬
ma, por su sexo sí ganaba diferencia. (...) La vi sonreír y estirar
las manos y tomé impulso. Y eché a nadar, lo más rápido que
pude (siempre por el fondo del oceáno). (...) Y cuando al fin
emergí, sacando la cabeza, me vi frente a las costas de Améri¬
ca. (pp. 186-187).
Y así fue que lo vi sacar una sevillana del mismo redondel del
ombligo, donde nadie podía sospechar que pudiese guardarle y,
con ella, se apareó a la muía, y de una sola rajadura le cortó la
vena más gruesa, la que llega hasta el corazón, y colocando la
boca en el orificio, se puso a beber la sangre del animal, que ja¬
deaba y trataba de huir sin poder lograrlo. Venga usted y beba,
me gritaba sacando la boca de la vena cortada por donde salía
a borbotones un chorro de sangre espesa. (122).
Por otro lado, hay que reconocer también que aparecen algunos episo¬
dios históricos del pasado que tienen contenidos históricos en el presente.
Los mismos funcionan como “disfraces” y sirven para “enmascarar” ciertas
verdades de la realidad cubana contemporánea que, de otra manera, no se
hubiesen podido expresar. A Borunda, el intelectual mexicano del siglo
XVIII, no le permitieron publicar ciertos documentos importantes en La
Gaceta de México, que es también una revista contemporánea de la Haba¬
na para la cual escribía Reinaldo Arenas.
135
men actual cubano procura coartar la libertad de hombres libres, como
Fray Servando.
136
Además, como dijéramos anteriormente, Arenas no solamente aprove¬
cha la intertextualidad de El mundo alucínate para trasmitir como mensa¬
je su desengaño respecto a la revolución cubana y describir al mismo
tiempo, aunque de una manera velada, la situación nacional; sino que
también la emplea para subvertir los modelos narrativos tradicionales pre-
rrevolucionarios y, al mismo tiempo, establecer las bases para la creación
de una nueva poética narrativa cubana. Es esta intención renovadora la
que justifica la orientación paródico crítica con que nos presenta dentro
del contexto de Las Memorias de Fray Servando y, por consiguiente, de El
mundo alucinante, una parodia velada y polémica contra El siglo de las lu¬
ces (1962) de Alejo Carpentier; una marcada presencia conceptual y ca-
racterológica proveniente de La Expresión Americana (1957) de José Leza-
ma Lima, así como una indirecta referencialidad a la publicación y conse¬
cuentes resultados de Tres Tristes Tigres (1971) de Guillermo Cabrera In¬
fante y, hasta el primer caso Padilla y la publicación del libro Fuera de
Juego (1969). De este modo, El mundo alucinante se convierte así, como
obra carnavalesca, en un espacio donde se dan cita diferentes ideologías
de preceptiva literaria; pero más aún, el espacio de la novela convierte en
un dominio donde se destronizan unas ideologías preceptivas narrativas y
se entronizan unas novedosas, radicales, y por lo mismo, más revolucio¬
narias.
Como bien sabemos, Reinaldo Arenas, reconociendo en El siglo de las
luces y en la figura de Alejo Carpentier el modelo narrativo por excelencia
del período prerevolucionario, aprovecha su parodia en El mundo alucinan¬
te para diluir o negar esa modelación literaria dentro del contexto revolu¬
cionario de su novela a los fines de neutralizarlos y poder concretizar un
nuevo discurso narrativo que denominaremos “barroco lúdico”. Arenas
emplea burlonamente el estilo barroco de El siglo de las luces para realizar
una descripción elaborada y compleja del Palacio Presidencial en Ciudad
de México donde por casualidad Fray Servando alcanzó a ver en el jardín a
un hombre que se le pareció precisamente a Carpentier;
137
las espinas de los nopales, la variedad de piedras que pulula¬
ban en el jardín y los diferentes registros de un cernícalo que
planeaba chillando sobre su cabeza atraído por el brillo de la
calvicie. Fray Servando volvió a golpearlo. Pero el escritor per¬
manecía como en un estado de gracia. “Diez mil espinas de una
pulgada”, decía. “Ocho doceles corintios”, repetía ahora. “Mil
quinientas aldabas de bronce”, bramaba. Y seguía anotando,
murmurando, en otro mundo, (p. 222).
138
ban a voz en cuello sus productos y las prostitutas ejecutaban
su oficio con gran soltura junto a las columnas del portal. Con
tristeza dirigió otra vez la vista al padre, quien, emocionado, se¬
guía predicando, (p. 225).
En este episodio, “el barco” muy bien podría simbolizar el dominio revo¬
lucionario que, ante los peligros que la asechan: “la tormenta”, requiere
una militancia completa y no puede tolerar apologetas precisamente de
las fuerzas destructivas que la amenazan: “el mar”. Razón por la cual,
aparentemente, los revolucionarios arrojan a Cabrera Infante al agua.
139
darás que cuando pediste su muerte, esa solicitud no te fue
concedida, (p.245).
La cita alude al libro Fuera del juego (premiado en 1968 por UNEAC),
de Heberto Padilla, el poeta “anacrónico”, que “no entra en el juego” de la
revolución alineada y que tantos problemas le acarreó al autor.
Por último, encontramos asimismo dentro de la intertextualidad de El
mundo alucinante, la parodia en forma de cita textual de otro texto. Los
fragmentos provienen de diversas procedencias prevaleciendo los extraídos
de su propia Apología.
Por otro lado, también los encontramos de procedencia ajena, pero inte¬
grados dentro del texto novelesco formalizando parte de su textura corpo¬
ral. De la Historia de las Indias de Nueva España y Islas de Tierra Firme
del Padre Diego Durand, Arenas pone en boca de Fray Servando las si¬
guientes palabras:
140
tal paraíso? Y si no existe, ¿por qué tratar de inventarlo? ¿Para
qué engañarnos? ¿Acaso hemos hallado el lugar que nos ha
sido prometido? ¿Acaso ya hemos visto el consuelo y el descan¬
so? ¿Acaso ya no hay más que desear? (p. 232).
Lo mismo hace con las siguientes del Quijote mientras Fray Servando
dialoga con el rico norteamericano cuya fortuna le resultaba una gran mo¬
lestia:
...mi afán era saber dónde era la raya de Francia. “Esta es”, me
dijo el arriero, señalándome a un arroyito muy pequeño y so¬
mero. Lo pasé, me apee y me tendí de bruces en el suelo. “¿Qué
hace usted? “, me dijo él. “He pasado el Rubicón — le respondí
—: no soy emigrado sino mexicano, y no traigo sino este pasa¬
porte (...) de México para España.” (p. 124).
141
(...)”Todo perece por ley universal”, dijo. “Aun este mundo tan
bello y tan brillante que habitamos”... (Teocalli de Cholula,
1820). (p. 228).
i
Aunque algunos críticos (Volek, Jara) han visto con sobradísima razón
teórica la inserción de estos elementos ajenos dentro del hilo narrrativo
como fuerzas exógenas, que desfiguran y desvirtúan la conformación paró¬
dica ideal de la obra respecto a la autobiografía de Fray Servando, no po¬
demos negar que muchos de ellos, como los episodios del Romanticismo,
la visita a la Bruja y la seducción de Madame de Staél, crean y promueven
cierta atmósfera de época, es decir, contribuyen a matizar la circunstancia
histórica en un relato que prácticamente carece de suficientes marcadores
temporales.41
142
y los episodios) la misma historia de Fray Servando Teresa de Mier, y en lo
interno, una biografía novelada, donde la imaginación artística (ficción)
suple no lo que necesariamente ocurrió, sino lo que a Reinaldo Arenas le
hubiese gustado que hubiera ocurrido.46
Podríamos concluir, entonces, que Arenas aprovecha el contexto de El
mundo alucinante como crisol desde el cual, además de narrar su vida me¬
diante la relación de las visicitudes del dominico mexicano, de crear una
realidad novelesca extraordinariamente alucinante, y expresar, así mismo,
su desengaño para con la revolución cubana, para parodiar la narración
tradicional prerevolucionaria mediante su integración a un discurso na¬
rrativo que la niega, con lo cual pretende postular las bases para una nue¬
va poética narrativa.
La camavalización
143
plaza a la conciencia del personaje (yo) y ahí se queda a lo largo
de la obra (desdoblándose en sus modalidades tú y él). Tene¬
mos entonces tres versiones y diversiones equivalentes, igual¬
mente poco fiables, llenas de imaginación paranoica, contradic¬
toria. El paradigma desplegado en los tres capítulos número 1
(y los tres capítulos número 2) se sintagmatiza y se narrativiza
en los siguientes.49
144
Las voces
145
Servando desde la distancia de su “conciencia”, de su “doble” como desde
su posición de narrador.
146
este lugar. Pensando. Dándole vueltas al sol y agazapándote
detrás de los tallos para que no te achicharre, (p. 14).
Pero lo más importante, todas las voces surgen como desde una misma
persona, “el narrador”, quien aprovecha el uso de las voces para identifi¬
carse o distanciarse de Servando como del lector creando la impresión, a
veces, de que quien habla es el fraile y otras el narrador. Todavía, en cier¬
tas ocasiones, dejamos de escuchar tanto al uno como al otro y nos en¬
contramos escuchando al fraile hablando con sí mismo mediante un des¬
doblamiento de su personalidad, donde el “tú” está en el mismo nivel del
“yo”.
147
ve de vehículo comunicador.53 Este fenómeno queda más explícito
aquellos episodios donde las ideas del narrador confluyen con las del fi
le, sobre todo, en su criterio coincidente con su desengaño para con la
volución.
148
“De ahí viene la paradoja — prosigue Bajtin - que los protagonistas sue¬
len ser personajes históricos o legendarios, pero que no hay otro género li¬
terario donde la invención y la fantasía tengan mayor libertad”.57 De ahí
proviene también la ambivalencia del tiempo y del espacio carnavalesco:
estos aparecen como separados del tiempo y del espacio histórico concre¬
to, pero a la vez, están vinculados con la más ardiente realidad. “En la sá¬
tira menípea — apunta Bajtin — la fantasía más desenfrenada y la idea fi¬
losófica existen en una unidad orgánica y artística indisoluble”.58
149
que Bajtin denomina “la polémica encubierta”.59 En la obra esta polémica
aparece doblemente encubierta por el juego de la alusión implícita y por el
disfraz carnavalesco.
150
nal y luego, muy importante y principalísimo, en el Gran Con¬
cilio Nacional, convocado por él para establecer el culto católi¬
co... Pero no tardé mucho en desengañarme de aquel la¬
dronzuelo. Y cuando se hizo coronar emperador, junto con su
mujerzuela, yo me llené de temores, que confirmé enseguida al
ver que el pueblo había logrado cambiar de gobernante, pero
con ello no había hecho más que cambiar de tiranía, (p. 151)
...si todo hubiera salido tal como debió haber salido, ¿se hubi¬
era. logrado acaso la felicidad?... (...) ¿Serán los demás, los que
nos odian y quieren destruimos menos mezquinos que noso-
tros?... (p. 147).61
151
Lo más terrible es que El Provinvial no me ha dejado ni un li¬
bro, y ¡qué puedo hacer yo preso sin un libro!... Ni siquiera el
breviario para poder pasar el día y la noche hojeándolo, pues
es muy poco mi dormir. Y ando de una esquina a otra de la cel¬
da ocurriéndome miles de ideas que llegan y se dispersan en
seguida por no poder llevarlas al papel, pues también eso me lo
han negado con furia, (p. 44).
152
ñoras de muchísimo lustre y empinado copete... El abate termi¬
naba siempre aquellas reuniones con un recuento del pasado,
una evocación al guillotinamiento del Rey, y luego una sesión
de llanto. 142).
También se hace referencia a las vicisitudes que sufren los malos poe¬
tas que “desafinan” respecto a los demás admiradores del Señor Presiden¬
te:
153
El capítulo 34 representa en su totalidad una parodia del estilo artifi¬
cioso, elaborado, minucioso; en una palabra, abarrocado de Alejo Carpen-
tier, particularmente la descripción detallada del Palacio Presidencial (p.
216 y ss.), en cuyos jardines aparece un poeta cuya escritura evoca la de
Carpentier.
154
el otro pilar de la revolución, el nacionalista, y se sitúan, por ello, en rup¬
tura con el propio proceso revolucionario.
155
esté orientada hacia llevar a cabo la revolución comenzada sobre todo diri¬
gida hacia la plena liberación del hombre.63
Por otro lado, hay que reconocer que la crítica expresada en El mundo
alucinante no se limita a ser exclusivamente una filosofía política, y de he¬
cho propiamente no lo es. El caso cubano es solamente un ingrediente
más, quizás el más importante, usado para matizar la verdadera crítica
del autor al fracaso de la revolución universal en su digno propósito de
conseguir la realización de un nuevo y mejor mundo para el hombre.64
Fray Servando, como el narrador, está defraudado con la revolución pero
en términos universales, por lo que en la novela todas las revoluciones del
mundo se nivelan pareciendo ser la misma.65
El mundo alucinante trasciende la realidad americana para convertirse
en una alegoría de la realidad del mundo, máxime cuando observamos
que el desengaño de Fray Servando es consecuencia de no haber podido
encontrar ni establecer la utopía que buscaba en este mundo: un lugar de
libertad y justicia para el hombre.66 Sí, estaba desengañado con la revolu¬
ción, pero en la medida en que ésta, en ninguna parte del mundo, había
podido como instrumento de poder cumplir con este postulado. Razón por
la cual el fraile ataca despiadadamente en Francia a Napoléon, como a su
nuevo gobierno:
156
permanente contra fuerzas retrógradas que se le oponían.68 Esta búsque¬
da lo lleva a conocer la universal infamia del hombre que en todos los
países (México, España, Francia, Italia, Inglaterra, Cuba y Estados
Unidos) y en todos los tiempos ha sido la misma.
Cualquier lugar que el fraile abandona como a cualquier sitio que llega,
independientemente del continente o país a que pertenezca, le presenta
nuevamente la misma situación: las mismas ciudades con las mismas ca¬
lles, la misma justicia con los mismos perseguidores, la misma revolución
con las mismas faltas, las mismas prisiones con las mismas huidas. . . Y
es que Servando, como en las sátiras menípeas y como el hombre de todos
los tiempos y de todos los países anda tras una utopía, tras un mundo
ideal de felicidad y de justicia. Sin embargo, el mundo que recorre el pro¬
tagonista resulta ser más bien una “distopía”69 dice Volek:, pues el mundo
alucinante se le transforma incesantemente en una magna prisión, disfra¬
zada de formas diferentes (la Naturaleza, la sociedad, los países, la Mente)
de la cual no parece haber escape.
157
do son realidad, lo que explica, en parte, el título de El mundo alucinan¬
te”, tanto para la recepción del personaje como para la del lector.
Todo el cuerpo episódico de la obra aparece enmarcado entre dos ora¬
ciones que funcionan como linderos limitantes de la acción. La primera
oración es con la que comienza el relato “Venimos del corojal” (p. 11), que
como marcador de tiempo indica la ipfancia de Servando, y la otra, que
aparece a los efectos de finalizar la narración: “Y luego volviste a Monter¬
rey, pues ya eras un muchacho. Y emprendiste el regreso a la casa, desde
el corojal”. (p. 249). Por lo tanto, Servando, el chico, imaginó todos los su¬
cesos pues en verdad nunca fue a ningún sitio. Comprenderemos por qué
él viene a darse cuenta con nosotros, ya al final de la novela, primero que
la prisión real es el mundo (en el cual él se encuentra aprisionado) y se¬
gundo que es su mente de la cual solamente puede escaparse a través de
la imaginación; lo que explica el título.
Desde esta perspectiva podemos ver que los equívocos, incluyendo el
lenguaje, que hacen de las cosas ilusiones, como el cambio pronominal
(yo-tú-él) que nos crea la sensación de que hay un narrador, así como los
capítulos que se afirman, se niegan y se contradicen, van dirigidos a in¬
fundir en el lector una sensación alucinante.
La novela presenta, pues, un “viaje interior” que solamente ocurre en la
mente alucinada y delirante de un chico mexicano, Servando, que se fue
una vez para el corojal y regresó quizás pensando que ya era un mucha¬
cho. En el intérvalo entre la ida y el regreso del corojal se desencadena el
conjunto de episodios de ensueño y visiones pesadillescas que constituyen
el cuerpo de la novela.
El mundo alucinante surge así ante nuestros ojos como una novela car¬
navalesca, como una parodización estilizada, serio-burlesca inspirada so¬
bre las Memorias de Fray Servando Teresa de Mier, de cuya relación se
aprovecha Reinaldo Arenas para insertar en la misma, de forma alegórica,
su desengaño con la revolución del ‘59 que, como la francesa y la mexica¬
na, así como todas las revoluciones del mundo, no han sido capaces de
cristalizar los ideales más sagrados de justicia y libertad para el hombre.
NOTAS
158
Piedras, el 2 de marzo de 1984. En lo sucesivo, citaremos Volek. “La camavaliza-
ción” para hacer referencia al presente texto.
3. Denominaremos de este modo aquellos segmentos alegóricos de la narración
en cuyo interior se ocultan y se enmascaran sucesos de la vida real que nosotros
podemos descifrar mediante la interpretación de las claves que dentro de su textu¬
ra disimula el autor. Volveremos al tema en el apartado correspondiente.
4. Fray Servando Teresa de Mier. Memorias, México, Editorial Porrúa, 1971, Vols.
Iy II.
5. Para Mukarovsky, el aspecto semántico de un episodio narrativo individual no
solamente se deriva de la esfera o dominio del cual procede el episodio, sino tam¬
bién de su confrontación con los otros episodios que les rodean y que aparecen
formando con ellos un juego textual significativo. Esa estructuración especial de
episodios cuando crean una unidad sintagmática de conjunto se convierte en un
discurso, en una expresión semiótica. El significado que se produce de la interpre¬
tación total de los elementos sintagmatizados es la “acumulación semántica” o
“sintactic meaning”. Coincide Mukarovsky con Prieto, al éste señalar que “un signo
adquiere su valor y su significación dentro de los límites funcionales de su contex¬
to.”
Aplicamos al discurso literario la conceptualización de “acumulación semántica”
que teoriza Mukarovsky para el discurso lingüístico al analizar “la dinámica se¬
mántica de los contextos” dentro de la sintaxis del discurso oracional. Para
Mukarovksy vea The Word and the Verbal Art, New Haven, Yale University Press,
1977, pp. 44-45. Para el citado de Antonio Prieto. Morfología de la novela, Barcelo¬
na, Planeta, 1975, p. 112.
6. “Yo buscaba también un poco dar una realidad determinada y padecida por mí
a través del personaje”. Rita Molinero. “Entrevista con Reinaldo Arenas” en Quime¬
ra, No. 17 (marzo, 1982) pp. 19-23. Para el “desencanto con la revolución” vea Am-
brose Gondon, “Ripping Ribaldry and Pouncing Puns: the two lifes of Friar Ser¬
vando”, Review (Spring, 1973), pp. 40-44.
7. La aparición de El mundo alucinante (1968) coincide con el período crítico y de
fricción entre el Régimen transformado del 26 de julio y los escritores y artistas cu¬
banos; momento que se caracterizó por la actitud cada vez más dirigente y amor¬
dazante del sistema y la búsqueda de nuevas formas de expresión veladas por par¬
te de los artistas. Este hecho histórico resulta determinante en la formulación
estructural de la novela que estudiamos. Esta situación se prolongó por varios
años, pues, “las palabras a los intelectuales de Castro fueron expresadas los días
16, 23 y 30 de junio de 1961 ante el Consejo Nacional de Cultura y todavía el mie¬
do de los escritores a la censura estaba presente en el 1963, vea Loló de la Tómen¬
te. “La política cultural y los escritores y artistas cubanos”, Cuadernos Americanos,
22, No. 5 (sept.-oct.., 1963), p. 81. El que “el escritor debe contribuir con la revolu¬
ción” sigue siendo aún una exigencia en el 1968, Granma Weekly Review (octubre
27, 1968), p. 8 y todavía, un ciño después: “aquel (escritor) que no cumpla con el
deber de defender a la nación será castigado por ese delito”, —advierte Guillén.
Granma Weekly Review (Diciembre 7, 1969), p. 9. Consúltese, además, a J. Mari-
nello. “Sobre nuestra crítica literaria” en Vida universitaria, No. 219 (mayo-junio,
1970), p. 48. El mundo alucinante (1969) es un ejemplo clásico de cómo, ante si¬
tuaciones amenazantes y de censura los escritores disimulan su mensaje mediante
159
una trasformación de su código y de su discurso artístico. Así mismo podríamos
mencionar los casos de Tres Tristes Tigres (1967), de Guillermo Cabrera Infante,
Fuera de Juego (1969), de Heberto Padilla y Siete contra Tebas (1969) de Antón
Arrufat.
8. El orden de los sucesos total o parcial de una obra literaria, tal y como aparece
organizado, formula una “estructura significante” de la cual el lector infiere un dis¬
curso que debe decodificar e interpretar. El entendimiento final e interpretación, es
decir, la recepción del mensaje del autor, constituye la significación. Véase la refle¬
xión de Mukarovsky sobre “Significación sintáctica” en The Word and the Verbal
Art, Op. cit., infra n. 8.
9. El “acronismo” es el recurso de la caracterización que consiste en proveer mar¬
gen de contemporaneidad y convivencia a personajes de períodos históricos dis¬
tintos. Vea Antonio Prieto. Morfología, Op. cit., p. 450.
10. Mijail Bajtin. Problems of Dostoevsky Poetics, trad. de R. W. Rotsel, Ann Arbor,
Ardis, 1973. En adelante abreviaremos Problems y cada referencia de este texto,
así como todas nuestras citas corresponderán con la presente edición.
11. Mijail Bajtin. Rabelais y la cultura popular, trad. de Julio Forcat y Cesar Con-
roy, Barcelona, Barral Editores, 1971.
12. Para una descripción de la “camavalización” como un proceso de coronación y
descoronación social, véase a Mijail Bajtin, en el texto anteriormente citado sobre
Rabelais. La camavalización, como dialogismo y polifonía, aplicada al arte literario
es tratada por Bajtin en su libro dedicado a Dostoevsky.
13. “La situación de fiesta” de Mardi-Gras tendría su correspondencia literaria
dentro del intervalo de tiempo y espacio de una novela carnavalesca. Esta viene a
convertirse en “the camival square”, la plaza del carnaval. Esta circunstancia, co¬
mo la celebración del carnaval, es temporal y breve, pero suficiente para virar el
mundo al revés “the world upside down”. Bajtin. Problems, p. 105.
14. Obsérvese que el “libertinaje” de las formas carnavalescas propone estructuras
“desordenadas” y construcciones azarosas, sin embargo, al sintagmatizarse “su de¬
sorden” implica “su orden”.
15. Bajtin. Problems, Op. cit., p. 94.
16. Situación equivalente a la del discurso alusivo, paródico e irónico del tradicio¬
nal bufón cortesano, quien desde su posición relativamente inmune, ataca los vi¬
cios de la corte. Esta figura entrará en la literatura posterior realizando diferentes
papeles: el gracioso, el escudero, el sirviente, el acompañante del señor, etc.; siem¬
pre conservando su distancia privilegiada para criticar y satirizar. Vea de Bajtin.
Las formas e imágenes de la fiesta popular” en Rabelais, Cap. III, Op. cit., pp.
177-249. Para la influencia de estos personajes en la literatura vea de Miguel He¬
rrero García Génesis de la figura de donaire” en Revista de Filología Española,
XXV, 1941 y de S. E. Leavitt. “Notes on the gracioso as a Dramatic Critic” en Stu-
dies in Philology, Royster Memorial Studies, XXVIII, 1931.
17. Colocar a un personaje dentro de una “situación exclusiva” dónde tendrá que
probar la veracidad o la falsedad de su verdad es una característica típica de las
sátiras menípeas. Éstas constituyen, hasta cierto punto, uno de los antecedentes
más importantes, según la teoría de Bajtin, de las novelas carnavalescas. Bajtin.
Problems, Op. cit., pp. 92-94 y passim.
18. Yo quería -- dice Arenas, casi de una forma alegórica, dar una determinada vi-
160
sión de la época actual”. Rita Molinero. “Entrevista con Reinaldo Arenas” en Qui¬
mera, No. 17 (marzo, 1982), pp. 19-23.
19. Emir Rodríguez Monegal. “Carnaval, antropofagia, parodia” en Revista Ibero¬
americana, Vol. XLV, Nos. 108-109, Julio-Diciembre, 1979, pp. 401-412.
20. José Ortega y Gasset. “Ideas sobre la novela” en Meditaciones del Quijote, Ma¬
drid, Espasa, Calpe, 1942.
21. Volek. “La camavalización”. Op. cit.
22. Ibid.
23. Sobre el ejercicio retórico de la “reescritura” como escritura del texto de Are¬
nas, véase a Alicia Borinsky. “Reescribir y escribir: Arenas, Menard, Borges, Cer¬
vantes, Fray Servando” en Revista Iberoamericana, Nos. 92-93, (1975), pp. 605-
616.
24. Nuestra reflexión sobre la parodia como un recurso literario elabora y amplía el
delineamiento diseñado por un breve trabajo al respecto de Emir Rodríguez Mone¬
gal “La parodia en la nueva novela Iberoamericana” que presentó como conferencia
en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, el 23 de febrero de 1981.
Vea, también de Monegal, el ensayo ‘The Tradition of Laughter” en Review (July-
December, 1985), pp. 3-6.
25. Monegal, Ibid.
26. Bajtin establece una comparación entre la “imitación” y la “parodia estilizada”
en el sentido lingüístico en The Dialogic Imagination, Austin, Texas University
Press, 1982, p. 303. Véase para una mejor descripción aplicada a la literatura su
otro libro Problems, Op. cit., p. 157 y ss.
27. ...”behind the narrator story, we read a second story, the author’s stoiy’. Ibid.,
pp. 314-315. “The author makes use of another persorís word for the expression of
his own intentions”. — sostiene Bajtin. Ibid., p. 162. Por lo tanto, el texto de Las
Memorias de Fray Servando, constituye más respecto al Mundo alucinante un “mo¬
delo” que un “prototipo”.
28. En la “imitación” se relata la misma historia del pretexto, en la “estilización” se
escucha una historia diferenciada de la original. Para Bajtin, la “estilización” es
una “imagen” contrario a la “imitación” que constituye una “réplica”. Loe. cit., p.
315.
29. Según Bajtin, la novela carnavalesca no desacredita ni rebaja los grandes y no¬
bles ideales. Ibid., p. 56. No se olvide que el carnaval es un rito montado sobre el
principio de morir para renacer.
30. René Jara tiene a su haber un artículo sobre la intertextualidad en El mundo
alucinante. “Aspectos de la intertextualidad en El mundo Alucinante” en Texto Crí¬
tico, No. 13, (1979), pp. 219-235.
31. Jonathan Culler. “Apostrophe, the pursuit. of Signs”, Semiotics, Literature, De-
construction, Ithaca Comell University Press, 1981, p. 141.
32. La carta introductoria, técnicamente, no persigue otro propósito que justificar
la ficción que se va a desencadenar después. Julio Ortega analiza el caso de la car¬
ta en este sentido. Véase su artículo The Dazzling World of Friar Servando” En Re¬
view (Spring, 1973).
33. Cito a través de Alfred J. Mac Adam. “La vocación literaria de Reinaldo Arenas”
en Linden Lañe Magazine, Vol. I, No. 4 (octubre-diciembre, 1982), pp. 9-10.
161
34. “Autobiography as De-facement’, M.N.L., Vol. 94, No. 5, (December, 1979), pp.
919-930, esp. 928.
35. Este recurso del autor, insertar directa o indirectamente parte de su vida den¬
tro de su obra, es una práctica muy generalizada en el arte literario como en el pic¬
tórico. Baste mencionar dos ejemplos paródicos, ya clásicos y muy conocidos de
este fenómeno: Milton en su obra Samson refiere su vida a través de una leyenda
hebrea tratada como tragedia griega. Rembrandt, en su cuadro “Bethsheba”, cuen¬
ta sus relaciones amorosas con Hendrickje Stoffels muy similares a las del rey
David con Bethsheba. Para nuestro comentario sobre Milton vea a René Wellek y
Austin Warren. Teoría literaria, Madrid, Gredos, 1981, pp. 95-96 y 271; para Rem¬
brandt, John Brophy. The Figure of the Nude, Special edition for Abbot Universal
LTD. Weert (The Netherlands), Smeets Publishing Co. (s.f.), p. 155.
36. Este ser o no ser Servando forma parte del juego alucinatorio a través de la no¬
vela. Obsérvese que la alucinación es el principio regidor de la óptica de la obra, lo
que explica que los enunciados de todos los tipos se afirmen, nieguen o contradi¬
gan entre sí para conseguir el efecto evanescente.
37. Seguimos el texto de Las Memorias citado anteriormente en la nota 4.
38. Fray Servando. Memorias, Vol. I, Op. cit., p. 116.
39. Ibid., Vol. II, p. 254.
40. Ibid., pp. 17-18.
41. Arenas coincide con Bajtin al comentar el concepto “time-space” en el sentido
de que existen ciertas categorías representables que sugieren tiempo y espacio, es
decir, época y lugar. Véase Bajtin. Dialogic, Op. cit., p. 250 L. Dolezel realiza un in¬
teresante estudio sobre el tema de los “reguladores del tiempo textual” en “A
Scheme of Narrative Time” en Semiotics of Art: The Fragüe School Contributions, Se-
lected Writings, edited by Peter Steiner and published by Texas University Press,
pp. 209-217. De hecho, emplea el término “sign-time” que es coincidente con los
criterios de Bajtin en el sentido de que existen ciertas categorías representables
dentro de la narración que funcionan como “textual-time regulators”. De este mo¬
do, ciertos muebles, ciertos vestidos, ciertas maneras de conducirse un personaje
nos sugieren cierta sensación de temporalidad, de época.
42. Una descripción sobre la estructura del viaje como patrón estructural la reali¬
za Mariano Baquero Goyanes, en La estructura de la novela actual, Barcelona, Pla¬
neta, 1970.
43. Arenas se limita a tomar el “itinerario” del viaje de Fray Servando, es decir, la
descripción del camino que indica los lugares por donde se ha de pasar, pues mu¬
cho del contenido de los episodios es resultado de la imaginación del autor. El iti¬
nerario aparece desplegado a través de todo el relato en forma de títulos de los ca¬
pítulos. Como todas las novelas de aventuras requieren una estructura espacial,
los capítulos llevan títulos de los diferentes lugares donde la acción se desarrolla.
En El mundo alucinante esta forma de dividir se convierte en una convención que
facilita la variedad de la parodia así como la descripción hiperbólica de los suce¬
sos.
44. Jara. Op. cit.
45. Entendemos por novela ideológica aquella que se mantiene ligada a los proble¬
mas ideológicos contemporáneos a su época como El mundo Alucinante. Mariano
162
Baquero opina como nosotros. ¿Qué es la novela?, Buenos Aires, Editorial Colum¬
ba, 1961, p. 32.
46. Para Forster, parte de “la función del escritor al escribir una novela es revelar
los aspectos inéditos de la vida”. E. M. Forster. Aspects oj the Novel, Harcourt,
Brace and World, Inc., 1955, p. 45. Arenas cumple el postulado aristotélico que
definía la literatura como el ejercicio literario que “presenta la vida no como nece¬
sariamente es sino como debería ser”. Aristóteles. La Poética, trad. de Francisco P.
Samaranch, Madrid, Aguilar, 1972, p. 88.
47. El término “Mardi-gras” es el nombre que se le dá a los festivales que culminan
con el último martes que precede al miércoles de ceniza que da inicio a la Cuares¬
ma. Es un ambiente caracterizado por la alegría y la fiesta del goce y el deleite car-
navelesco. Sus fiestas y desfiles pueden durar varios días y representan el goce y el
disfrute de la vida. Webster Diccionary, Chicago, Britannica Press, 1981, Vol. II,
pp. 1380-1381.
48. Aunque para los efectos prácticos de la lectura se hayan leído seis capítulos
para los de la novela sólo son dos.
49. Volek. “La camavalización”, Op. cit.,
50. Aparecen a lo largo de la novela tres capítulos 1, tres 2, tres 7 y dos 27.
51. Volek. “La camavalización”, Op. cit.
52. Para una explicación semejante a la nuestra, véase el trabajo de Cándido Pérez
Gallego. Morfonovelística, Madrid, Fundamentos, 1973, sobre “cómo se llega de
una voz a otra voz, a otra voz”; voz que no sólo “narra”, sino que “dialoga” y “con¬
fiesa”. Explica, además, cómo el autor consigue alcanzar un punto, como Arenas,
en el que la lectura de los demás sea al mismo tiempo, el propio lenguaje del na¬
rrador y el pensamiento del personaje. Del mismo modo, cfr. el capítulo V de Bajtin
en Problems, Op. cit., pp. 150-153.
53. Ibid., p. 153 y Dialogic, Op. cit., p. 324.
54. Bajtin. Problems. Op. cit., p. 104.
55. Loe. cit., p. 94.
56. Ibid., p. 93.
57. Ibid., p. 94.
58. Ibid., pp. 163-164.
59. Loe. cit., p. 162-164.
60. Volek. “La camavalización”, Op. cit.
61. Obsérvese la actitud escéptica y negativa respeto a los resultados de la revolu¬
ción asumida por Servando, para quien, de cualquier modo que hubiese terminado
el conflicto, no hubiera traído como resultado la felicidad.
62. Volek. “La camavalización”, Op. cit.
63. Agnes y Germán Gullón. Teoría de la novela, Madrid, Taums, 1974, p. 56.
64. Dice Rita Molinero: “La novela es el pesimismo social del hombre que sencilla¬
mente está en contra del acontecer oficial de la historia”. Entrevista”, Op. cit.
65. William Vesterman justifica el que todas las ciudades, todas las calles y todas
las prisiones por donde desfila Fray Servando son las mismas por ser realidades
producidas por la mente de un niño que a penas conoce el mundo. “Going no
place with Arenas” en Review (Spring, 1973), pp. 49-51.
66. La búsqueda de la utopía por Servando la estudia Julio Ortega en Relato de la
163
Utopía: notas sobre la narrativa cubana de la revolución. Barcelona, La Gaya Cien¬
cia, 1973, pp. 217-226.
67. Según Seymor Mentón, “Servando condena a Napoleón y a Iturbide por haber
traicionado los ideales que alimentaron sus respectivas revoluciones haciendo alu¬
sión a la cubana”. La narración de la revolución cubana, Madrid, Playor, 1978, p.
107.
68. La dedicatoria “A Camila Henríquez Ureña y a Virgilio Piñera por la honradez
intelectual de ambos” como los pensamientos” en pago de vuestro valor” que sirven
de lema a la novela subrayan la actitud de resistencia que tuvieron que asumir los
escritores cubanos frente al dirigismo cultural de los años 60’s.
69. Volek. “La camavalización”, Op. cit.
70. Vesterman. “Going no place”, Op. cit.
71. Con la oración de la página 249 del final, la obra vuelve hacia el principio.
164
CAPITULO VI
Introducción
Señalaba Severo Sarduy no hace mucho que Otra vez el mar (1982)1 de
Reinaldo Arenas, era según su mejor entender, la mejor y más completa
novela del autor y que, probablemente, junto con Paradiso (1966) de Leza-
ma Lima, representaban no solamente las dos obras más ambiciosas de la
novelística cubana actual, sino también las dos novelas más cubanas, en
todo el sentido de la palabra, de los últimos años.2 Su parecer de aquel
entonces manifiesta haber sido muy acertado si pensamos que actual¬
mente Otra vez el mar se ha convertido en una de las novelas mas leídas y
estudiadas de la novelística cubana contemporánea.3
165
composición” y “recomposición” por ser coincidente con el principio carna¬
valesco de “destrucción” y “reconstrucción” de que se vale el autor.7 En
primer lugar, y para efectos de organización metodológica, estudiaremos la
modelación del viaje hacia la muerte como la estructura formante del dis¬
curso general de la novela.8 En segundo lugar, destacaremos cómo el con¬
tenido de la obra que está inserto en este viaje final, se expresa “a dúo”
bifurcándose en dos versiones de una misma experiencia vacacional en
una playa de Guanabacoa.9 Y en tercer lugar, procuraremos establecer al¬
gunas relaciones entre la Primera y la Segunda versión del texto a fin de
dejar establecido que esta novela no es nada más ni nada menos que una
excursión del lenguaje en forma de protesta que se convierte en “un libro”
cuya Segunda versión anula y obsoletiza la Primera por tratarse de “un
texto inexistente” ai mismo tiempo que se nos desvanece a sí mismo como
el único texto posible precisamente en el instante en que Héctor se preci¬
pita por el abismo sin haber escrito ninguna de las dos. Por último, finali¬
zaremos destacando el encomiable aprovechamiento por parte del autor de
todo este arreglo artístico y alegórico para formalizar “su grito” de protesta
en forma de testimonio y de denuncia respecto al “Infierno cubano” creado
por la Revolución.10
Las Partes
166
su pensamiento, mientras su esposa lo observa ensimismado y
aparentemente hablando solo.
167
y locura?... Morir —¿Jamás soñar? — Morir— ¿Tal vez quedar?
Tal vez, antes de partir, estampar definitivamente eso que no
nos permiten jamás decir y somos: Nuestro unánime, intrans¬
ferible grito. Morir... (p. 387).
Lo cierto es que Otra vez el mar es una narración que presenta ante
nuestra consideración el conflicto que tiene el artista cubano entre su ex¬
presión creadora y la represión amordazante que surge al encontrarse en
circunstancias de naturaleza opresivas.13 El artista, ante tales circunstan¬
cias, máxime si es homosexual y peor aún si pretende criticar “el Infierno”
en que se encuentra, que es el caso de Héctor, necesita formalizar su pro¬
testa, su denuncia, su testimonio... Y, ¿cómo lograrlo dentro de tales cir¬
cunstancias? En el texto el protagonista aprovecha este intérvalo temporal
de un viaje de regreso entre la playa de Guanabacoa y la Habana para re¬
flexionar sobre las dos posibles formas que podría imprimirle a su discur¬
so si se decidiera por escribirlo, es decir, que nosotros a través de la lectu¬
ra asistimos al momento mismo de la formulación de los dos discursos po¬
sibles.
El asunto
Pasando por alto esta diferenciación entre las Partes en que se divide el
texto, el argumento de la novela se podría resumir así: En su regreso a ca¬
sa, una mujer, cuyo nombre desconocemos, evoca en un fluir de la cons¬
ciencia unas vacaciones con su esposo, un frustrado escritor homosexual
y su hijo en una playa habanera. La narración presenta lo que ocurre,
imaginan, sueñan o creen que sucede todos los personajes de la novela:
así Héctor, mientras piensa “su Canto”, observa al joven adolescente pavo¬
nearse a su alrededor; su esposa lo cela, se baña en la playa y cuida al ñi¬
ño; el niño duerme, grita, toma leche y sonríe; la anciana madre del ado-
168
leseen te cuida a su hijo mientras teje y prepara la comida para éste. Así,
entre recelos y dudas, deseos y pasiones ocultas, transcurren los seis días
de vacaciones de esta familia que se cierran con el accidente automovilísti¬
co el último día, cuando el auto que manejaba Héctor se va por el precipi¬
cio.
La Segunda Parte de la novela representa el texto del “gran Canto de
protesta” que Héctor se ha venido forjando paulatina y silenciosamente
desde el principio de la acción. Como contenido, los seis cantos correspon¬
den a los momentos de silencio y de reflexión que ensimismaban a este
personaje en la Primera Parte. El Canto en general está dedicado a expre¬
sar “un grito de protesta” contra el sistema de vida imperante en la Cuba
post-revolucionaria pasando vista sobre aquellos aspectos más afectados
de la existencia: así, la escasez de los productos de primera necesidad, las
restricciones de las libertades humanas, la censura artística e intelectual,
la persecución de los homosexuales y su marginación a los centros de re¬
habilitación, el dirigismo ideológico, cultural y político de matices marxis-
tas, las infinitas colas para recibir “la cuota” de los alimentos, los privile¬
gios del sistema y del poder... Todo esto contado de una forma satírica,
burlesca y mordaz. También esta parte se cierra con el accidente automo¬
vilístico en que Héctor se va por el abismo pero con la excepción de que en
esta ocasión él viaja solo.
169
la Habana coincidiendo esta vez con el viaje suicida del protagonista,
quien se sacrifica junto con su familia.
Este patrón de hechos se repite del mismo modo en la Segunda Parte con
la variante de que en esta ocasión y ya al final de la novela, Héctor recono¬
ce que “viaja solo como siempre en su carro...” (p. 418), recalcando: “Hasta
la última hora la fantasía y el ritmo”, (p. 418).
La estructura del viaje permea toda la obra, satura y traspasa todo el
contenido formalizándolo: el formato general de la obra descansa sobre un
viaje, se realiza un viaje de vacaciones a la playa, en Guanabacoa se viaja
a Guanabo, así mismo al altiplano y a la playa, con la memoria la esposa
y Héctor viajan al pasado y al futuro... Todas las acciones de la obra están
marcadas por el paradigma del viaje.
170
en verso; por momentos entrecruzándose pero las más de las veces distan¬
ciándose. El pensamiento de ambos narradores se remonta al pasado (su
infancia, adolescencia, matrimonio) o al futuro (cataclismos, ambiciones,
tiranías perfectas) regresando siempre al presente que lo constituye el via¬
je de regreso y que aparece postulado por el pensamiento de Octavio Paz
en la primera página: “La memoria es un presente que no termina nunca
de pasar”. Hasta que en las últimas páginas ambas voces convergen for¬
mando una sola voz, inconfundible, es la voz de Héctor que marcha hacia
la liberación-destrucción.
Como podrá observarse, las dos versiones de ios hechos que virtual¬
mente formalizaron la mujer y Héctor de una manera simultánea, alterna¬
da y paralela durante el transcurso del viaje entre Guanabacoa y la Ha¬
bana aparecen organizados en las páginas del texto impreso por separado
como Primera Parte y Segunda Parte. Distancia que crea la sensación
mientras no se ha leído la obra, de que los hechos descritos en la Segunda
Parte ocurrieron con posteridad o son diferentes a los de la Primera.
Cuando lo cierto es que “los cantos” de Héctor que constituyen en la pa¬
ginación del libro la Segunda Parte del texto son en sí el contenido que lle¬
na los intérvalos de silencio y ensimismamiento del mismo en la Primera
Parte.15 Pues, siempre que la mujer observaba a Héctor en silencio, ensi¬
mismado o lo sorprendía haciendo gestos o hablando solo, era porque es¬
taba formalizando su grito, buscándole expresión, componiendo su canto.
171
aludidos siguiendo, más o menos, el mismo patrón en la Segunda, a veces
con simples pensamientos: “Alta y solitaria, alta y solitaria”. (Primer día,
p. 15; Cantar Primero, p. 200); “He aquí el sitio en llamas”. (Primer día, p.
31; Cantar Primero, p. 211); “Pero sobre todo, la calma”. (Primer día, p.
13; Cantar Primero, p. 228) y así sucesivamente. De este modo vemos co¬
rrespondientemente, en cada apartado, a la esposa y a Héctor cuando el
primer día ambos, aunque de distinta manera, contemplan el mar; la lle¬
gada del joven adolescente y su madre; las idas y regresos del matrimonio
junto al mar; los repetidos acercamientos del joven a Héctor y su conse¬
cuente encuentro sexual; el aguacero de los últimos días; el suicidio del jo¬
ven homosexual desengañado; el regreso de la esposa y Héctor a la Haba¬
na; cerrándose ambos relatos con el accidente automovilístico al chocar
contra el muro.
Existen considerables diferencias de contenido entre la una y la otra
parte, por lo cual las podríamos catalogar de versiones distintas. Las dos
versiones representan diferentes interpretaciones del mundo de dos seres
completamente distintos y con diversos intereses aunque el modelo es¬
tructural que regimenta y delinea el orden en que acontecen los episodios
es prácticamente el mismo. La mayor diferencia entre una parte respecto a
la otra, además del contenido, es de naturaleza formal y retórica; la Prime¬
ra Parte está narrada en prosa y la Segunda en verso, por tratarse la Pri¬
mera Parte de una novela en sí con todas sus virtudes y privilegios y la Se¬
gunda de un Canto propiamente poético y nominalmente lírico.16 En sí, el
Canto de Héctor, que aparece como Segunda Parte se supone inserto en la
Primera, lo que nos presentaría una novela con dos puntos de vista aun¬
que aparezcan por separado en la paginación del libro. Este distancia-
miento formal entre las Partes lo puede deducir el lector, siempre buscan¬
do la integridad original de la obra y de una manera parcial, mediante la
lectura.
Entre las posibles formas de lectura para abordar una obra literaria de
esta naturaleza, tratándose de Otra vez el mar nos parecen más recomen¬
dables dos; la lineal y la alterna. Quizás la alterna sea la más conveniente
por cuanto patrocina la reorganización de los textos de una forma aproxi¬
mada a cómo fueron originalmente concebidos; así se leería un día de la
Primera Parte con el correspondiente Canto de la Segunda Parte y así has¬
ta el final. Resultaría en una lectura integradora. La forma lineal nos pare¬
ce contraproducente, ya que ésta acentuaría más la impresión diferencia-
dora entre las versiones y desintegraría la sensación de concepción totali¬
zadora de la lectura alterna.17
172
anula la Primera por tratarse de un texto “inexistente” al mismo tiempo
que se nos disuelve a sí misma como único texto posible precisamente en
el instante en que su creador se va por un abismo sin haber escrito ningu¬
na de las dos.
Una simple lectura de la Primera Parte de esta novela nos revela un
texto cotidiano, común y corriente, en una palabra: tradicional. La narra¬
ción aparece regida por las normas literarias que regularmente utilizan to¬
dos los escritores de estilo conservador. En sí consiste de un larguísimo
monólogo dividido en seis días sin otras divisiones que los correspondien¬
tes atardeceres que aparecen señalados en el texto por espacios de la pági¬
na en blanco, (pp. 28, 91, 113, 158 y 187). En la obra una mujer, en su
regreso a su casa en la Habana, evoca en un fluir de la consciencia unas
vacaciones de seis días con su esposo, un frustrado escritor homosexual y
su hijo en una playa de la región de Guanabacoa. El relato se cierra con
un accidente automovilístico, cuando el auto que conducía Héctor, el ma¬
rido, se va por un precipicio en las cercanías de la capital. Como podemos
ver, la novela es un texto mimético y tradicional que relata más que las vi¬
cisitudes, las desavenencias conyugales de un matrimonio en la Cuba re¬
volucionaria.
Muy diferente es, sin embargo, la Segunda Parte de esta novela. Este
apartado se nos presenta como “un Canto de Protesta”, cuya textura na¬
rrativa revela todos los carácteres de un Canto poético. Su naturaleza mis¬
ma la hace muy diferente a la Primera Parte.
La narración se abre con un hombre, Héctor, que apostrofando al mar
en lo que podría considerarse el exordio del Canto, implora:
Mar de la Furia,
escucha ahora mi grito
de hijo desesperado,
pues seguro estoy de que ellos
no me van a dar tiempo
para que lo repita, (p. 199).
Pero tú cantarás
óyelo bien,
tú le retorcerás el cuello a los pavorreales
173
y tú te meterás en el culo el campanilleo dominical
de los heladeros
tú alimentarás con arsénico a los últimos parientes de
“La Antigua Esperanza”,
tú lanzarás “los zapatitos de rosa” al zarzal en
llamas.
Tú denunciarás ante los guardacostas a la
que pesca en el mar.
• « •
Este “Ars poética” en el cual se oyen claros ecos del arte poética anti¬
modernista del mexicano Enrique González Martínez, articula un deseo de
retorcer, es decir, subvertir o destronar la tradición lírica cubana para fus¬
tigar también en un discurso agresivo y violento a todo aquel que trate de
silenciar su canto.18 Este “ars poética” constituye un acto de desobedien¬
cia, un reto, una falta de respeto a todo un sistema artístico establecido
que oculta tras sus bellas palabras toda una situación de pobreza, limita¬
ciones e injusticias sociales19. Héctor reconoce que expresar su canto, en
verdad, era muy peligroso. Por eso pregunta a su esposa:
174
De aquí y en adelante, el poema se desencadena como un grito de do¬
lor, de desahogo y de protesta dirigido a exponer “la porción del horror que
han tenido que sufrir” (p. 387) aquellos que por sus maneras de ser homo¬
sexual, sus convicciones artísticas o sus posiciones ideológicas no han po¬
dido armonizar con el sistema de vida creado por la revolución. Los seis
Cantos, aunque conservan de manera resumida la organización episódica
de la Primera Parte, son en sí portadores de una serie de visiones críticas:
la escasez de alimentos de primera necesidad, la limitación de las liberta¬
des del individuo, la reglamentación de la tabulación y de la expresión lite¬
raria, la marginación del homosexual a los centros de rehabilitación... que
de conjunto crean una visión infernal de la vida cubana bajo el gobierno
transformado del 26 de julio.
Esta Segunda Parte no constituye, en modo alguno, una reproducción
exacta de la Primera. Sí existe una duplicación, lo que explica la génesis
del título “Otra vez el mar”, pero con mediación, ya que la mimesis del pro¬
ducto, lo que tenemos en la Primera Parte, le cede el paso a la mimesis del
proceso en la Segunda Parte.21 Se ofrece ahora en un texto autoconscien-
te, la génesis del relato sobre la pareja, poniéndose al descubierto por me¬
dio de un complejo truco narrativo su calidad de escritura y el hecho de
que lo que se relata en la Primera Parte es una fantasía y no un relato real
como se le hace suponer al lector hasta el final de la novela. En esta na¬
rración, la Segunda Parte obsoletiza la Primera al presentarla como un
texto inexistente para luego de presentarse a sí misma como el único y au¬
téntico Canto de Héctor desvanecerse también sin haberse convertido en
literatura22
De este modo pasamos, mediante el filtro del carnaval (descoronación-
coronación), de una manifestación mimé tica y tradicional a una poética y
alegórica. Sin identificarse, el hablante de la Segunda Parte, a medida que
genera otros textos
se va revelando ante la consideración del lector como un ser que está atra¬
vesando situaciones difíciles por ser un escritor homosexual en un país
que prohíbe todo tipo de expresión individual, tanto artística como sexual,
que sea incompatible con las normas imperantes:
175
tuando una lectura especular del propio texto uniforme, en otras pala¬
bras, desaparece el texto lineal y en su lugar coloca un texto reflexivo que
obliga al lector a considerar cada Parte en el contexto de la otra para apre¬
hender la novela en su totalidad.23
176
las reglas del decoro. Las dos partes conforman correspondientemente el
anverso y el reverso de un mismo canon novelístico, la antítesis entre la
literatura y la antiliteratura, el conflicto histórico entre el canon clásico
frente al canon popular; conflicto que se manifiesta con restricciones y li¬
bertades, silencios y delaciones, abstenciones y expresión.25
Es revelador entonces señalar que la Primera Parte se coloca dentro de
la tradición, dentro de una posición artística cuyos valores sancionados
por la sociedad aparecen manifiestos en una escritura igualmente restric¬
tiva y que en el libro se presenta como un texto mimético con limitaciones
cognocitivas de un narrador que no tiene alcance a las interioridades de
Héctor como héroe problemático, mientras que la Segunda Parte al recha¬
zar tal tradición hace explícito lo que se escamotea en la Primera emplean¬
do una escritura subversiva, antitradicional y un texto autoconsciente.26
Por esta razón, Otra vez el mar nos invita a formular una relación entre
sexo y texto porque, como se ha visto, a las limitaciones tanto sexuales co¬
mo narrativas de la Primera Parte se contraponen las correspondientes li¬
bertades de la Segunda. En ésta rechazan las convenciones genéricas tan¬
to sexuales como literarias, además esto se reafirma a través de la especu-
laridad de las dos partes; especularidad que nos incita a realizar un cotejo
de dos diatribas de Héctor que se duplican casi textualmente con la cu¬
riosa variante que en la Primera Parte, Héctor se ocupa de la situación
marginada del escritor en Cuba y que su eco en la Segunda trata sobre la
situación del homosexual.27 De este modo, en la obra Otra vez el mar la
homosexualidad llega a convertirse en un instrumento metafórico. Ser ho¬
mosexual y ser artista conllevan las mismas dificultades dado que en
Cuba se reprimen de igual manera la expresión sexual como la artística.
Y, si se dan en un ser las dos características, peor. Para existir, entonces,
hay que someterse al sistema o al menos silenciar toda manifestación
sexual o artística desautorizada. Esto queda ejemplificado en la figura de
Héctor, escritor homosexual que literariamente se autocensura y sexual-
mente se reprime en la Primera Parte.
177
mente, quiere justificar su sencilla, esplendida, pero estereoti¬
pada, condición humana, (pp. 230-231).
178
necesita encontrar otra manera de expresar lo que él llama su “furia mun¬
dana”. Por esto, Héctor estaba preparando su gran canto, pero al negárse¬
le a su grito una existencia por la escritura, opta por grabarlo en las mu¬
rallas contra las cuales estrella su auto. Héctor muere pensando en “si
prevalecerá el testimonio de su muerte, en si será legible”. El suicidio le
proporciona la única oportunidad de componer y de convertirse a la vez en
su último y más trascendental texto. De hecho, el silencio elocuente de
este texto corporal, el suicidio de Héctor, nos remite a otro silencio igual¬
mente elocuente, el texto corporal que es Otra vez el mar, un texto imagi¬
nado que se queda supuestamente en la inmaterialidad del silencio. Héc¬
tor y su muerte se convierten en emblemas del escritor y de la labor crea¬
dora en Cuba, preocupación que organiza esta novela de Reinaldo Are¬
nas.30
Todo este monumental discurso novelístico que constituye Otra vez el
mar se convierte, especialmente la Segunda Parte, en un enorme lienzo del
que se aprovecha Héctor para pintar un cuadro de la situación del pueblo
cubano bajo el sistema de vida establecido por el gobierno revolucionario,
pero muy particularmente, de la situación existencial del escritor homo¬
sexual perseguido y marginado.
En todos los casos, la situación del pueblo cubano es tratada de forma
generalizada, es decir, el pueblo es presentado como personaje colectivo y
referencial que se singulariza participando siempre dentro de ciertos perí¬
metros establecidos por la relación de la historia de la familia de Héctor,
los sueños e imaginaciones de su mujer o como comunes acompañantes
de sus vacaciones en la playa. Siempre sus acciones llegan al lector a tra¬
vés de uno de los narradores intermediarios: ya la esposa y ya de Héctor;
quienes lo observan, lo evocan o lo recuerdan. De esta manera, lo vemos a
través de todo el relato haciendo la revolución (p. 52) o cansados en la fila
formando la cola del pan (p. 116); ya manifestando sus necesidades vi¬
tales 121 y ss.); como viajando en el ómnibus (p. 137); lo mismo vacacio-
nando en la playa como paseando por las calles desiertas...
Tanto en la Primera Parte como en la Segunda, la situación del pueblo
es utilizada como trasfondo histórico sobre el que se proyectan los casos
particulares de la familia de Héctor, así como la situación del escritor ho¬
mosexual, es decir, lo esencial para la novela es plasmar la situación del
pueblo en general y la del escritor homosexual en particular. En la novela
se conjuga un análisis del desgarramiento de la historia personal que pro¬
voca la revolución en la historia colectiva. La historia personal es la de
Héctor y la colectiva es la de todos los cubanos desde el triunfo de la revo¬
lución fidelista.31
En la Primera Parte, el personaje de Héctor representa el caso del escri¬
tor marginado, del que ha decidido no volver a escribir (p. 177), del que
prefiere “silenciarse” por temor a ser víctima de las represalias del sistema.
Por eso dice Héctor, en una de las pocas ocasiones en que habla con su
esposa:
179
mundo! ¡Pero hay miedo! Es tanto el miedo que —nadie se atre¬
ve a manifestarlo, (p. 108).
180
machos que tras acosarlo despiadadamente, lo asesinan a navajasos
(Cantar VI).
181
realidad literaria cubana que, como Héctor, piensa los cantos pero no los
escribe.
NOTAS
182
mo parte integral de la Primera, por poseer una visión del mundo completamente
diferente, así como por estar construida siguiendo diversos cánones poéticos, po¬
dríamos considerarla como “una versión ” distinta, categoría que no podría negár¬
sele aun cuando apareciesen integradas la una con la otra.
10. Llama la atención del lector la considerable sensación dantesca de Infierno a
que hace alusión constantemente el narrador: el Cantar esta dividido en “cantos”,
hay una isla en llamas, los meses del año son doce infiernos...
11. La localización del comienzo de cada día, por cuanto los epígrafes titulares es¬
tán integrados como oraciones corrientes dentro del texto, hay que buscarlos siem¬
pre por el índice el cual nos indica la página.
12. La Segunda Parte de la novela constituye una “reconstrucción de los hechos
que anula y obsoletiza la Primera. Aquella es una novela censurada, que calla y es¬
conde; la Segunda es un grito de protesta que acusa y desvela. Para este principio
carnavalesco de “destrucción y “reconstrución”, vea Mijail Bajtin. Problems of
Dostoevsky Poetics, trad. R. W. Rotsel, Ardis, 1973, Cap. IV.
13. Debemos destacar el hecho de que si fue cierto que el período entre 1965 al
1970 se caracterizó por la sistemática persecución del homosexual, por el silencia-
miento de ciertos escritores y por la clausura de algunos centros artísticos, tam¬
bién marca, por otro lado, el momento en que la producción literaria cubana al¬
canza las últimas tendencias de la literatura hispanoamericana. Véase el estudio
de S. Mentón sobre este momento en La Narrativa, Op. cit., p. 48.
14. El “punto de vista hermafrodita” en el escritor homosexual, como Héctor, el na¬
rrador de la obra, reúne las virtudes de los dos sexos. Esto hace posible que el
punto de vista narrativo se desdoble asexuándose en dos voces: la de la mujer y la
de Héctor volviendo, al final de la novela, a reencontrarse en una sola voz. Esta ca¬
pacidad del narrador homosexual para desdoblarse en una voz femenina y al mis¬
mo tiempo masculina es lo que denominamos “punto de vista hermafrodita”.
15. La inserción del pensamiento de Héctor dentro del pensamiento de su mujer,
es decir, de la Segunda Parte en el interior de la Primera hubiese producido una
estructura sumamente compleja pero no necesariamente imposible. La razón que
motivó al autor a presentar las partes por separado fue la de destacar “la protesta”,
“la denuncia” y “el testimonio”, al mismo tiempo que conseguía denunciar una lite¬
ratura tradicional, reglamentada y moral que escondía la miseria, la persecución y
la injusticia. Lo que también explica la diferenciación entre la Primera y la Segun¬
da Parte.
16. En la antigua retórica, la prosa tenía menos valor artístico que el verso. Del
mismo modo, se llama “autor” al escritor en verso. La prosa era utilizada para rea¬
lizar “ejercicios retóricos” y para aprender a escribir. Las obras más importantes se
escribían en verso. Transcribir una obra de la prosa al verso era dignificarla, rea¬
lizarla... Se podrá inferir el juego de este tratamiento en esta obra por parte del au¬
tor. Emst Curtius. European Literature and the Latín Middle Ages. Princeton Uni-
versity Press, 1953, p. 51 y s.
17. Como lectores activos, lo más que podemos hacer para devolverle a la obra una
estructura que se aproxime a su concepción original, es la lectura alterna. Esta
forma integra un poco más los textos al acercar alternadamente el pensamiento de
Héctor al de su esposa.
18. J. Olivares. “Otra vez el mar o el desenmascaramiento de una novela”, Confe-
183
renda dictada en el Encuentro Caribeño, auspiciado por la Universidad Interame-
ricana, Recinto de Río Piedras, el 2 de marzo de 1984.
19. Textualmente, el narrador establece una especie de división entre una literatu¬
ra tradicional, canónica, moral, es decir, “oficial” y una literatura subversiva, libre
indecorosa y “no oficial”. Bien es sabido que la moral revolucionaria no toleraba
este tipo de expresión literaria. Ya en 1963. Rogelio Luis Bravet había criticado el
lenguaje obsceno de Los muertos andan solos (1962) de Juan Arcocha. Bohemia
(Enero 11, 1963), p. 18. •
20. No existe ningún critero valido que sirva para establecer qué es o no poético.
Hasta hoy este principio se evalúa siguiendo las directrices estéticas establecidas
por el canon clásico y el “buen gusto” instaurado por éste. Roland Barthes estudia
el caso: “¿Existe una escritura poética?”, El grado de cero de la escritura, Lerici,
Milán, 1960. Conocemos dos textos que estudian “lo feo” y “lo obsceno” estética¬
mente: de Karl Rosenkranz, La estética de lo feo, Khonissbers, Gebrhuder Born-
trhaser, 1853 y de Guido Almansi, La estética de la obsceno, Torino, G. Einaudi,
1974.
21. Olivares, “Otra vez...”, Op. cit.
22. Al perderse la probabilidad de literaturizarse de la Primera Parte, el lector pien¬
sa que el Canto de Héctor será el texto posible para desengañarse luego al ente¬
rarse que tampoco éste se escribió, es decir, ninguno de los dos textos alcanzó la
forma de la literatura metaforizándose así el problema de la producción literaria
del escritor homosexual en Cuba.
23. “Otra vez...”. Op. cit
24. Olivares, “Otra vez...”, Op. cit. No todas las obras que aparecen citadas al pie
de la página, rasgo exclusivo de la Segunda Parte, van dirigidas a esclarecer el tex¬
to de este modo. El narrador también aprovecha estos fragmentos con otros propó¬
sitos, a saber: para crear el ambiente nocturno en un momento dado cita la natu¬
raleza de José Martí (p. 281); al evidenciar la histórica explotación de la isla de Cu¬
ba señala el caso de la Duquesa de Merlin (p. 207); así mismo, para retratar la
situación de pasividad de la sociedad cubana actual cita de Walt Whitman (p.
293), etc.
25. Las dos partes de esta novela nos presenta un encuentro entre lo que se ha da¬
do con llamar hoy “la literatura” y “la antiliteratura”, que no parece ser otra cosa
que un choque entre el canon clásico y el canon popular, es decir, entre el gusto
refinado y el gusto popular... Una descripción de este fenómeno nos llevaría muy
lejos, véase los trabajos ya clásicos en este aspecto de Mijail Bajtin. Problems of
Dostoevskys Poetics, trad. R. W. Rotsel, Ardis, 1973, Cap. IV, Rabelais y la cultura
popular en la Edad Media, Barcelona, Barral Editores, 1971.
26. Como el objetivo del narrador es “atacar”, “agredir” y “ofender” no puede valer¬
se del canon sofisticado y delicado de la tradición clásica, por lo que recurre al ca¬
non popular donde están las palabras necesarias e indispensables para la conse-
cusión de su objetivo. Para el uso de palabras y expresiones burlescas con el pro¬
pósito de “rebajar” y “denigrar”, vea Mijail Bajtin. Rabelais, Cap. II, Op. cit., p. 131
y ss.
27. Como se habrá venido observando, todas las partes de la Primera sección de la
novela tiene su correspondiente en la Segunda. Héctor, el escritor marginado de la
Primera Parte del texto, se corresponde con el homosexual de la Segunda. La Se-
184
gunda personalidad del protagonista es la extraversión del hombre introvertido de
la Primera.
28. Olivares, “Otra vez...”, Op. cit.
29. Ibid.
30. El silencio en esta novela cobra un sentido metafórico al pasar a simbolizar la
realidad artística cubana que es de dónde surge y dónde se queda el canto de Héc¬
tor. Este silencio tiene un sentido extraliterario y marca el punto de origen y de di-
fumación del mensaje de la obra. Como se desprende del texto, el mensaje nunca
consiguió expresión literaria ni materialización alguna.
31. “Contraportada” de Otra vez el mar (1982) de Reinaldo Arenas, Barcelona, Ar¬
gos Vergara, 1982.
185
CONCLUSION
186
sia, el estado y la revolución tanto en Europa como en América en El mun¬
do alucinante; la persecución de escritores y artistas y la intolerancia ha¬
cia los homosexuales en Otra vez el mar.
En segundo lugar, la alucinación también le provee un margen, en este
caso a los personajes cubanos que participan en las narraciones, para ale¬
jarse, escaparse o distanciarse de esa angustiosa y asfixiante realidad que
tienen que sufrir, es decir, para establecer una distancia provisional, sal¬
vadora que les permita momentáneamente tolerar su circunstancia, como
lo podemos observar en Celestino antes del alba y en El palacio de las
blanquísimas mofetas; así como para manejar, dentro de esa realidad
amenazante, situaciones vitales verdaderamente difíciles de acoso, vilipen¬
dio y aprehensión, como las de Fray Servando en El mundo alucinante y
las de Héctor en Otra vez el mar. La alucinación logra, de este modo, en la
obra de Reinaldo Arenas, captar y aprehender la ansiedad que tortura la
mente de los asediados, y en su producción novelística todos los protago¬
nistas son asediados, en su deseo y afán por escapar de una realidad que
los estrangula.
En tercer lugar, Arenas asimismo le saca partido a la alucinación al
utilizarla como un disfraz o una máscara para disimular, esconder o dis¬
frazar parodias críticas contra otras creaciones literarias, así como carica-
turizaciones y burlas contra el sistema político. En el primer caso, sabe¬
mos que Arenas emplea la alucinación para enmascarar ataques velados
dirigidos a desacralizar la literatura tradicional, tanto en prosa (Fray Ser¬
vando, Carpentier, Lezama Lima), como en verso (Martí, Heredia, Avella¬
neda) para ir asentando de este modo sus intereses por una nueva poética
novelística cubana. Baste recordar la alucinante parodia de las Memorias
de Fray Servando y la caricatura paródico-estilística del Siglo de las luces
en El mundo alucinante, así como la burla grotesca iconoclasta contra la
poesía de Heredia, Avellaneda y Martí, en su “ars poética” de Otra vez el
mar. Aunque en todas las novelas de Arenas aflora el tema político, donde
mejor se patentizan sus ataques al sistema es en El mundo alucinante y en
Otra vez el mar. En la primera, la alucinación enmascara y disfraza un
ataque y un desengaño del autor respecto a la revolución fidelista y en la
segunda, se ataca nuevamente a la misma, ahora, para defender al es¬
critor cubano que es perseguido por ser escritor y, más aún por ser homo¬
sexual.
Por último, la alucinación en las novelas de Arenas tiene una conside¬
rable función estructurante y formal que es importante no pasar por alto.
Para Arenas, la alucinación como fenómeno sicológico real se puede inter¬
pretar literariamente como la óptica o punto de vista natural desde el cual
los marginados conciben el mundo. Así entendido, desde que todas las
concepciones de la realidad que cristalizan sus personajes se realizan des¬
de esta perspectiva es natural que siempre se traduzcan así en visiones
equívocas del mundo. Pero lo más importante aquí es que Arenas, al hacer
este descubrimiento, procura a través de su obra aprehender e interpretar
la visión que del mundo tienen los marginados por el régimen cubano en
su genuino deseo por captar una realidad social que le resulta hostil e
187
inhóspita. Visto de este modo, entendemos que para Arenas, la alucina¬
ción no solamente significa un recurso o una estrategia eficaz, sino tam¬
bién una posible perspectiva desde la cual ha concebido su realidad.
188
■o
Estructura y Revolución
189
tranque creado por el encuentro antagónico e irreconciliable entre los
principios y directrices señalados por el sistema y las convicciones innego¬
ciables de los artistas y los escritores. Como era de esperarse, muchos lite¬
ratos que compartían y simpatizaban con el nuevo régimen (Carpentier,
Vitier, Guillen), apoyaron los supuestos revolucionarios aun cuando sus
producciones literarias no respondían a un estricto canon ideológico.
Otros personajes del mundo literario y artístico de comprobado renombre
(Carlos Franqui, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy) se opusieron y
rechazaron estos dictámenes por considerar que los mismos transgredían
los más elementales principios de la libertad y la expresión artística. Este
hecho histórico resultará un factor determinante y constituirá un agente
catalítico en el descubrimiento, la reformulación, y la práctica de nuevas
estructuras, estrategias y recursos artísticos-literarios creados por los
escritores disidentes virtualmente para esconder, disimular y enmascarar,
tanto las expresiones, los mensajes, como las realidades críticas presenta¬
das en sus textos. Es en este momento de búsqueda, descubrimiento y
experimentación con nuevas formas en el que Reinaldo Arenas descubre,
las infinitas posibilidades artísticas del recurso de la alucinación como
punto de vista, estructura y forma literaria, la cual al ser apoyada por los
principios y los recursos del barroco y las formas abiertas, producen unos
“formatos” un tanto complejos y difíciles de entender, ideales para expre¬
sarse dentro de una circunstancia donde el disimular o no un mensaje li¬
terario podría ser la diferencia entre la libertad o la reclusión, el paredón o
el exilio. Es dentro de este período de cambio y actualización de las técni¬
cas novelescas vigentes a tono con las exigencias del momento que surge
la producción narrativa de Reinaldo Arenas, es en este momento cuando
su contribución transformadora de la novela tradicional hacia las formas
alucinantes, abarrocadas y abiertas en la poética novelística cubana cobra
relevancia, y dentro de la misma, su obra adquiere sentido de patrón y de
modelo.
Arenas aprovecha con una habilidad extraordinaria las virtudes eva¬
nescentes y transfiguradoras de la óptica alucinante, los excesos y los en¬
marañamientos del barroco, así como los “formatos abiertos” para de una
manera combinatoria y sincrética crear un discurso novelesco que como
evanescente se afirme y se niegue, que como barroco resulte caricatures¬
co, complejo y extravagante, y que como “forma abierta”, sugiera signos y
mensajes que otro tenga que interpretar.
De este modo, la obra novelística de Reinaldo Arenas se constituye en
un ejemplo clásico de cómo ante situaciones amenazantes y de censura
oficial, los escritores disimulan su mensaje y sus contenidos mediante
una transformación de su código y una elaboración sofisticada de su dis¬
curso artístico.
190
4»
191
volucionaria, con sus excesos y abusos será el blanco de los ataques de
Otra vez el mar.
Como se puede observar, a través de su obra Reinaldo Arenas consigue
múltiples propósitos: narra su vida, describe la historia del pueblo cuba¬
no, historia la vida civil durante el período revolucionario y hace literatura
novelesca.
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
LIBROS
NOVELAS
Celestino antes del alba (1967) La Habana: UNEAC. Otras ediciones: Bue¬
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Diógenes. (2a. ed., 1973; 3ra. ed., 1978). Otras ediciones: Buenos
Aires: Editorial Brújula, 1969; Buenos Aires: Editorial Tiempo Con¬
temporáneo, 1970; Barcelona: Editorial Montesinos, 1981 (no repro¬
duce la importante nota aclaratoria del autor); Caracas: Monte Avila
Editores, C.A., 1982. (Incluye el prólogo “Fray Servando, víctima in¬
fatigable”, pp. 13-17, fechado en Caracas, julio 13 de 1980).
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Seuil, 1969; Hallucinations, tr. Gordon Brotherston. London:
Jonathan Cape, 1971; New York: Harper & Row, 1971; Harmond-
sworth: Penguin Books, 1976; The Rl-Fated Peregrinations of Fray
Servando. New York: Avon, 1987; Wahnwilzige Welt, Ein Abenteuer-
roman, tr. Monika López. Frankfurt: Surhkamp Verlag, 1982; O
Mondo Alucinante. Lisboa: Publicares Don Quixote, 1971; tr. Paulo
193
Octaviarlo Terra. Rio de Janeiro: Francisco Alves Editora, 1984.
También ha sido traducido al holandés, italiano y japonés.
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ediciones: Barcelona: Argos Vergara, 1983.
Traducciones: Le palais des tres Manches mouffettes, tr. Didier
Coste. París: Editions du Seuil, 1975: Der Palast der blustenweissen
Stinktiere, tr. Monika López. Darmstadt: Hermann Luchterhand Ver-
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Traducciones: Encoré une fois la mer, tr. de l’espagnol (cubain) par
Gérard Pina et Flora Compagne. París: Editions du Seuil, 1984;
Farewell to the Sea, tr. Andrew Hurley. New York: Viking Penguin,
1986; Penguin Books, 1987.
Arturo, la estrella más brillante (1984) Barcelona: Montesinos.
Traducciones: Arturo l’etoile la plus brillante, tr. Didier Coste. París:
Editions du Seuil, 1984.
La loma del Angel (1987) Miami: Mariel Press, (septiembre). (Versión libre
de Cecilia Valdés o La loma del Angel de Cirilo Villaverde).
Traducciones: Graveyard of the Angels, tr. Alfred J. MacAdam. New
York: Avon Books, 1987. (Palabras de contraportada de Octavio Paz).
LIBROS DE CUENTOS
Con los ojos cerrados (1972) Montevideo: Editorial Arca. (Incluye los si¬
guientes cuentos: “Comienza el desfile”, “Con los ojos cerrados”, “La
vieja Rosa”, “A la sombra de la mata de almendras”, “Los heridos”,
“El reino de Alipio”, “El hijo y la madre”, “Bestial entre las flores”).
La vieja Rosa (1980) Caracas: Editorial Cruz del Sur. (Incluida en Con los
ojos cerrados).
Termina el desfile (1981) Barcelona: Seix Barral. (Incluye los cuentos de
Con los ojos cerrados y el cuento titular). Otras ediciones: Barcelona:
Plaza & Janés Editores, S.A., Biblioteca Letras del Exilio, 1986. (In¬
cluye un prólogo sin titulo de Jaume Pont).
POEMAS
194
LIBRO DE ENSAYOS
TEATRO
ADAPTACIONES
195
FRAGMENTOS DE NOVELAS
CUENTOS
“La punta del arcoiris”, “Soledad”, “La puesta del sol”, (1965) Unión (La
Habana), Año 4, No. 1 (enero-marzo), pp. 113-119.
“Con los ojos cerrados”, (1966) Unión, La Habana, Año 5, No. 4 (octubre-
diciembre), pp. 12-15. (Incluido en Con los ojos cerrados y Termina el
desfile. Recogido en: J. M. Caballero Bonald, ed, Narrativa cubana de
la Revolución. Madrid: Alianza Editorial, 1968, pp. 249-255. Versión
196
4»
197
POEMAS
PROSA DISPERSA
1967
1968
198
quez, ed. Peter Erle. Madrid: Taurus Ediciones, 1981, pp. 51-58. Leí¬
do en la Universidad de La Habana en 1968).
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Habana: Casa de las Américas, 1969, pp. 60-63. Leído en la Univer¬
sidad de La Habana en 1967).
“Benítez entra al juego”, Unión, II, pp. 146-152. (Sobre Antonio Benítez Ro¬
jo, Tute de reyes).
“María y persecución en José Martí”, La Gaceta de Cuba, Año 6, No. 66
(julio-agosto), pp. 13-16. (Conferencia leída en la Universidad de La
Habana en 1969).
“Carta a revista Mundo Nuevo”, La Gaceta de Cuba, Año 6, No. 66 (julio-
agosto), p. 16. (Repudiando reproducción de fragmentos de Celestino
antes del alba en la revista. Reproducido, con aclaración, en Necesi¬
dad de libertad, pp. 34 y 39).
“Bajo el signo de enero”, La Gaceta de Cuba, Año 7, No. 67 (septiembre-oc¬
tubre), p. 20. (Sobre José Lorenzo Fuentes, Viento de enero).
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Américas, Año 9, Nos. 51-52 (noviembre-febrero, 1968-1969), pp.
119 y 164.
1969
1970
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11. (sobre Onelio Jorge Cardoso. Abrir y cerrar los ojos).
“El reino de la imagen”, La Gaceta de Cuba, Año 8, No. 88 (diciembre), pp.
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Año 1, No. 1 (primavera 1983), pp. 20-22, sobre José Lezama Lima.
También en Necesidad de libertad bajo “Lezama o el reino de la ima¬
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1971
199
1980
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No. 3 (marzo), p. 13-14.
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nio), pp. 197-219. (Versión completa de la reseña sobre Edmundo
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(New York), Año 7, No. 4 (abril), pp. 11-12. (El mismo trabajo ante¬
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por los editores, una denuncia contra Roger Raúl Salas Pascual).
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2 (abril-junio), p. 15. (Sobre Enrique Labrador Ruiz).
“El sol racionado”, Linden Lañe Magazine, Vol. I, No. 2 (abril-junio), pp.
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mal), p. 33. (Contrarréplica a la embajada cubana en París en reac-
201
ción a entrevista de R. O. Giesbert. Ver Giesbert, Franz-Olivier bajo
“Entrevista” y García, Armando en la “Bibliografía crítica sobre Are¬
nas”).
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lero, Madrid: Editorial Playor, pp. 7-9. (Antes en “Valero: Desde un
oscuro ángulo”, The Dispatch, N.J. (Sección Ahora, enero 20, 1981),
p. 3; “Poemas: el ángulo se ilumina”, Noticias de Arte (New York),
Año 6, No. 2 (Febrero, 1981), p. 10; “un poeta de la angustia existen¬
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marzo de 1981), p. 3; y en “Roberto Valero, una voz nueva del exilio
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1982 (Una página sin numerar).
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202
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Reproducido un fragmento como “Las seis muertes de Virgilio Piñe¬
ra”, El Universal (Caracas), Año LXXTV, No. 26, 778, 4to. cuerpo, (do¬
mingo, 8 de enero de 1984), pp. 1-2. Recogido en Necesidad de liber¬
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editores).
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10. (Cuadro segundo de la obra Un extraño rurr, rurr..., en prepara¬
ción en aquellos momentos; ahora recogido en Persecución).
1984
203
“Improper Context”, The Village Voice (8 de mayo), p. 3. (Contesta la rese¬
ña de J. Hoberman al film “Improper Conduct” de Néstor Alemendros
y Orlando Jiménez, publicada en The Village Voice, (April 17, 1984);
le sigue respuesta de J. Hoberman, pp. 3, 33).
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91-100).
“Carta abierta a Joseph Papp..”, Mariel (New York), Año II, No. 6, (verano),
p. 35. (Firmada por más de 80 escritores y artistas cubanos en el
exilio motivados por la discriminación que sufrieron los cubanos exi¬
liados en el Festival Latino de Nueva York).
1985
“Martí ante el bosque encantado”, Mariel (New York), Año 2, No. 8 (invier¬
no), pp. 4-5. (Firmado “New York, agosto de 1983”, recogido en Nece¬
sidad de libertad, pp. 56-61. Conferencia leída en el Congreso “El
Caribe: Encuentro Cultural”, marzo 1984, Universidad Interamerica-
na de San Juan, Puerto Rico).
“La última página”, Mariel (Nueva York), Año 2, No. 8 (invierno), p. 40.
(Firmado por el Consejo de Editores).
“Exhortaciones para leer a Juan Abreu”, prólogo a Libro de las exhortacio¬
nes al amor de Juan Abreu. Madrid: Editorial Playor, pp. 5-12. (Tes¬
timonio sobre vida en Cuba. También en la “Introducción” (p. 17)
Abreu menciona algunas obras de Arenas perdidas, otras salvadas,
reescritas o memorizadas).
“Escuchando a Enrique Labrador Ruiz”, Mariel (Miami), Año 1, Vol. 2, p.
23, sin fecha. (Reseña de Labrador Ruiz... tal cual. Conversaciones
con Reinaldo Sánchez, Miami: Hispanoarnerican Books, 1985).
“Cortázar un año antes de su muerte”, Noticias de Arte, Año X, No. 3 (mar¬
zo), p. 9.
“Carta abierta a la opinión pública”, Noticias de Arte (New York), (diciem¬
bre), p. 9.
1986
1987
“Meza, the Harbinger”, The Miami Repórter, (June), Vol. 1, No. 2, p. 10.
(Reproducido en Noticias de Arte, Nueva York (septiembre de 1987),
p. 13, como “Meza, el precursor”. Breve artículo sobre Ramón Mesa y
en especial de su novela Mi tío el empleado (1887).
204
“Did the Virgin Punish the Pope!”, The Miami Repórter, Miami, (october),
Vol. 1, No. 7, pp. 8-9.
“Prólogo al canto de las arenas”, Noticias de arte (Nueva York), (septiem¬
bre), p. 8. (Homenaje a Jorge Camacho, este texto aparecerá en un
catálogo de Camacho para una exposición en París. Fechado en Lis¬
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“Comentario”, Noticias de Arte (Nueva York), (septiembre), p. 16. (Breve co¬
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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN .7
CAPÍTULO I
Hacia una teoría de la novela. 14
CAPÍTULO II
La idea de la novela de Reinaldo Arenas .47
CAPÍTULO III
La estructura ausente en Celestino antes del alba .65
CAPÍTULO IV
El palacio de las blanquísimas mofetas: Una novela polifónica .96
CAPÍTULO V
Lo carnavalesco y lo paródico en El mundo alucinante. 124
CAPÍTULO VI
Otra vez el mar: una novela en dos versiones. 165
CONCLUCIÓN . 186
BIBLIOGRAFÍA . 193
0320 894 5