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E D IC IO N E S A R G E N T IN A S " C O N D O R ”
C O L E C C I O N
EL MUNDO DE HOY - Vol. VIII

. R O D O L F O y JU LIO IR A Z U S T A

LA ARGENTINA Y
EL IMPERIALISMO
BRITANICO
LOS ESLABONES DE UNA CADENA •'

Av

AGENTES ENCLUSIVOS PARA LA VENTA:


E D IT O R IA L T O R
RIO DE JANEIRO 760 ' BUENOS AIRES
.Este libro estaba terminado a fines de 1933, antes
que los decretos del Poder Ejecutivo nacional sobre el
precio mínimo para los cereales y el régimen de los
cambios modificaran asaz la materia que tratamos. E l
tedio por la obra acabada, el interés por una nueva en
PREFACIO gestación, nos liarían imposible emprender la tarea de
eliminar de este libro toda traza de anacronismo en las
partes que más directamente se relacionan con la actua­
lidad. Lo creemos innecesario. Nuestro juicio definiti­
vo sobre el fondo del asunto no ha sido informado por
la realidad posterior a su formación.
La desvalorización del peso, corrección de las venta­
jas otorgadas a Inglaterra en los aforos, es pequeña en
relación con la cotización de la libra. Y el respaldo de
nuestra moneda en la 'Inglesa da a las relaciones comer­
ciales anglo-argentinas una estabilidad que es la mejor
garantía de dichas ventajas. Ellas son tan enormes que
los mismos diarias financieros de Londres las creen in­
justas.
De todos modos, la política financiera inaugurada por
el sucesor del doctor Hueyo, cualquiera sea su insufi­
ciencia, revela una sensibilidad por los intereses vitales
del país de que el secretario nombrado había carecido en
absoluto, y nos obliga a señalar en el haber del ejecu-

7
R O D O L F O y J U L I O I R A Z U S T A L A A R G E N T IN A X E L IM PERIALISMO B RITANICO
- 1.......... ------ -i. - 1 --i-..- . v „ , ., " v

tivo nacional un comienzo de feliz rectificación de los además, imponer normas para la navegación de los ríos
errores criticados en el curso de este libro. Esa rectifi- interiores ai'gentinos, tentativas sustentadas en afanosos
.cactón se ha manifestado en una rama gubernativa mu­ empeños por seis misiones diplomáticas consecutivas, las
cho más importante que la de hacieiida; en la concep­ t que tuvieron al fin que someterse ante la indomable re-
ción de la política exterior. Gomo para resarcirnos de • sistencia del gobierno de Rosas, en nombre de la pleni­
las necedades proferidas a cada paso por el canciller o tud del dominio y jurisdicción nacional en los ríos, den­
los embajadores extraordinarios, el ministro del interior tro de los mismos principios que la Europa había consa­
aprovechó la ocasión de inaugurar un monumento a don grado en el Congreso de Yiena, período histórico cuyo
Bernardo de Irigoyen para levantar el tono del gobier­ epílogo fué el más amplio y solemne reconocimiento de
no a que pertenece al tocar la historia diplomática de nuestra soberanía en los mismos parlamentos de los paí­
la nación. En un-pasaje referente a la iniciación de don ses que nos presionaban con sus escuadras, la consagra­
B ernardo en la vi da dip lomát ica, dij o : ción de la tesis argentina en honrosos tratados, y el ho­
“Esa iniciación... se producía en circunstancias en menaje a nuestro pabellón con una salva de veintiún ca­
que ¡a política de las naciones de Europa se mostraba ñonazos”.
impulsada por propósitos imperialistas; en que Rober­ El lector verá más adelante que el pasaje citado llena
to Pecl en la Cámara de los Comunesf en Inglaterra, y el vacío más sensible en el diálogo londinense (que nos­
Thiers en el Parlamento francés habían proclamado el otros llamamos inverosímil) sobre las relaciones anglo-
principio de la fuerza y do las intervenciones armadas 'argentinas. Pero esa aspecto de rectificación de las-recien­
como norma de gobierno en las relaciones de esos Esta­ tes declaraciones de nuestra cancillería y sus represen­
dos con la Argentina y naciones de América. Eran los tantes en el extranjero, no es el único importante en las
días de olvido y negación de las normas jurídicas, en palabras del doctor Meló. Ellas son, además, extraordi­
que el Comodoro Purvis, al comando de una escuadra narias por otro motivo. Con ellas es la primera vez que
inglesa en la bahía de Montevideo había producido el un miembro del P. E. N. se sitúa conscientemente en el
atropello de detener y apresar, sin notificación previa j terreno nacional, y formula un juicio desapasionado sobre
de hospitalidad, naves argentinas al comando de Broum, I la política exterior del gobornante más discutido de nues-
agravando ese atentado con una audaz rectificación del i ira historia. Ellas son tanto mas significativas cuanto
solemne reconocimiento de la independencia, pronun­ que parecen resultar de un criterio firme y permanente,
ciado veinte años antes por Jorge Ganning, dando como pues, emanan del mismo hombre que prohibió la circu­
excusa que existían precedentes del gobierno británico lación en nuestro país de las estampillas con que Ingla­
de no admitir a los nuevos puertos de Sud América •— terra conmemoraba el centenario de su incautación de las
expresión con que nos denominaba — como potencias au­ Malvinas, por un decreto que fué la única respuesta dig­
torizadas para el ejercicio de tan alto e importante de­ na a las reiteradas groserías inglesas de 1933 contra nos­
recho como el del bloqueo. Be agregaron a estosf otros otros.
dios igualmente amenazantes, aquellos en que Gran Bre­
taña y Francia concentraban escuadras en el Iíío de la Marzo de 1934.
Plata, el que querían usar como mar libre, pretendiendo,

8 9
Capítulo I
ERRORES CORRIENTES SOBRE LA NEGOCIA­
CION DIPLOMATICA

PR IM ER A PA R T E Una misión de reciprocidad diplomática no era


incompatible con gestiones encaminadas a conciliar los
LA MISION ROCA intereses comerciales de ambos pueblos. Muy por el
contrarío correspondía perfectamente a la retribución
de ía visita que nos hiciera el príncipe de Gales con
objeto de inaugurar la exposición de industrias bri­
tánicas en Buenos Aires. Convenía que la embajada
de la República tratara de aprovechar la cordialidad
de relaciones entre ambos Estados para iniciar con­
versaciones destinadas a defender nuestro comercio
de exportación, bastante castigado por la definición
del proteccionismo en todo el mundo, y últimamente
sacxúfieado a las necesidades del imperialismo británi­
co. Sólo que, estas gestiones de índole «comercial no
debían ser lo esencial de la embajada,: como lo dejó
traslucir el gobierno en ocasión de su envío, sino una
parte accesoria, snpedítada al buen manteníento de las
relaciones diplomáticas en el terreno puramente poli-

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R O D O L F O *Y J U L I O I R Á Z U S T A L A A R G E N T IN A 7 E L IM PER IALISM O BR ITAN IC O

. tico, vale decir, las relaciones de Estado a Estado, cu­ extranjero radicado en el país, 'y aún de la nrodnc-
ya armonía era necesario conservar aún por encima ‘cion nacional. JET equivoco sobre el carácter de la mi­
de las dificultades económicas. entre el mercado ar­ sión," no "podía menos que perjudicar las relaciones
gentino y el mercado inglés, diplomáticas sin beneficiar proporcionalmente a las re­
í Conviene dilucidar aquí una confusión muy frecucn- laciones económicas.
r te en nuestro país sobre las relaciones diplomáticas,
1 Está muy difundida 3a idea de que los asuntos de Es­
tado ganan con ser equiparados a los negocios corner-
I ciales. Esto proviene de que, no teniendo la Repúbli­
ca política internacional o propiamente hablando: po­
lítica, lo económico prima en nuestros asuntos públi­
cos. Esta ^concepción se acomoda perfectamente de to­
do lo que no sea el progreso material. Se acomoda so-
■ bre todo con 3a idiosincrasia, oligarquía enemiga por
tradición de todo esfuerzo político que signifique un
sacrificio momentáneo en previsión de futuros bene-
í fie ios. Es lo que nos precipita frecuentemente en una
situación de dependencia muy poco propicia, para la
defensa, de nuestros intereses.
Que las transacciones comerciales, deben someterse
a 1a. política de un Estado, a los intereses permanen­
tes de un pueblo,, que muchas v£ees se contraponen a
los de su propio comercio, lo está demostrando la po­
lítica del gobierno de S. M. Británica, preocupado de
salvar la estructura del Imperio aún a costa del pecu­
lio de algunos de sus nacionales empeñados en explo­
taciones comerciales radicadas fuera de su órbita po­
li tic-a. Los gobernantes británicos representan los in­
tereses generales del Imperio, sin subordinarlos a los
intereses ocasionales de sus, súbditos.
[ En cambio, nuestros actuales gobernantes represen­
tan al país en su aspecto de mercado, con el exclusivo
criterio que lo hiciera una corporación de intereses eco­
nómicos, consorcio de comercio mixto o sindicato in­
ternacional. No los intereses del pueblo argentino, que
a veces puecI^^TLfenrTdúníosEjRerc^cs^del comercio"

14 15
IU ARGENTINA 7 EL IMPERIALISMO ; BRITANICO

que el de la constnicción definitiva. El único que pa­


rece haber tenido un atisbo de lo que es la maniobra
diplomática fué el Dr. de Tomaso, quien habría de­
clarado a un legislador argentino que la misión Boca
debió ir a Londres con una ley de carnes ya votada.
Eso no era gran cosa, pero revela una exacta noción
del método a seguir en la oportunidad. El gobierno
parece no haber tenido ni idea de tal método o plpn,
despachando a sus delegados con una "sola carta, la
rebaja del arancel. . *
Tampoco tenían los ingleses mucho que ofrecer. Y
fué tal vez debido a ello que en un principio mostra­
ron tanta repugnancia por la negociación proyectada.
No podían imaginarse que en estos momentos hubiese
Capítulo II un Estado dispuesto a otorgar ninguna ventaja api£-
ciable a cambio de lo poco que ellos estaban en pose­
ELEMENTOS DE DA NEGOCIACION DE 1933 sión de ofrecer. Pero nuestro miedo ante las amenazas
implícitas o explícitas de los acuerdos imperiales, des­
pertó en ellos la voluntad de negociar.
Por lo que ha mostrado un incidente posterior en­ Y aquí llegamos al círculo vicioso en que estábamos
tre el jefe de otra embajada extraordinaria y el mi­ al insistir (1) en nuestro deseo de ir a Londres. Núes-,
nistro Saavedra Lamas, la imprevisión y-falta de se­ tro miedo, al facilitar la negociación, la había plan­
riedad de nuestras últimas actividades diplomáticas teado en el terreno de las amenazas, y al mismo tiem­
han sido absolutas. Se sabe positivamente que la misión po nos impedía afrontarla como era debido en el te­
Koea partió ignorando que uno de los principales asun­ rreno en que se hallaba planteada. Intimidados, era 1
tos qiíe plantearían los ingleses sería el de los cambios. difícil que usáramos la intimidación como arma diplo­
(Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados 19 de mática. Ahora bien, sin ésta no podíamos contrarres- í
julio de 1933). Iba muy mal preparada %en aquello ta r los efectos de Ottawa.
que sus mismos organizadores habían contribuido a ¿Que fuera grosería insistir en la negociación comer-
presentar como fundamental, es decir la parte con er- nial e ir a Londres revestidos de una armadura de
cial. compromisos legales tan pesada como la que se ha­
Casi no llevaba elementos de negociación. El difun­ bían calzado los ingleses? Tal vez. Lo cierto es que
to Dr. de Tomaso había indicado bastante bien el mí­
nimum a defender. Pero ni él, ni el ex ministro Hueyo,
(1) El canciller Saavedra Lamas deciará al diputado Noble que el
ni el canciller Saavedra Lamas habían combinado una .gabinete británico, habí«, en nn principio, ‘‘considerado'* inconveniente
superestructura de exigencias destinadas a proteger -el carácter comercial que se quería dar &la embajada del Dr. Roca. (Diario
de sesiones, 19 de julio 1933).
aquel mínimum, como para construir un edificio se
levanta primero un .andamiaje cuyo volumen es mayor 17

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n o D OL F O r J VITO 1B A Z V S TA
LA ARGENTINA 7 EL IMPERIALISMO 'BRITANICO
participar en el torneo sin ella era ir a un desastre
seguró. Involuntaria o deliberada, la amenaza del li­ procidad comercial sin denunciar temporariamente sus
bre cambio imperial no podía ser contrarrestada por compromisos financieros con el acreedor; no debe re­
nosotros sino con amenazas inversas, de proteccionis­ nunciar a la ventaja que tiene en la balanza de pagos.
mo, de nacionalismo económico. Antes que afrontar la Inglaterra ha. invertido en nuestro país grandes sumas
negociación en la forma que lo hicimos, era preferible de dinero. Usos capitales vinieron con el propósito
quedarnos en casa, tomar las represalias a que nos de valorizar sus riquezas naturales y por lo tanto de
provocaba la conferencia de Ottawa, y esperar. Qui­ rescatar sus intereses en productos que nuestro suelo
zás no hubiese pasado mucho tiempo sin que nos in­ había de producir. Como no venían a explotar minas
vitaran a negociar, en ver de tener que insistir para de oro, no podían exigir que sus capitales se multi­
conseguirlo, con la ventaja resultante de la diferen­ plicaran metálicamente. De otra parte, lo que traje­
cia de condiciones en que hubiésemos abordado la dis­ ron no fué oro, sino hierro, en rieles, máquinas e ins­
cusión. . trumentos de toda especie, que han servido para la
De esas previas medidas internas que en Londres explotación de nuestro suelo, que da cereales y carne.
nos hubieran servido como elementos de negociación, No podemos pagar en oro el interés y las amortiza­
la ley de carnes de que hablaba el Dr. de Tomase no ciones de un capital que hemos recibido en hierro, aun­
era la única. Había muchas otras que, en forma de que aquél y no este metal sea la medida de los valo­
leyes proyectadas o votadas o de propósitos guberna­ res aceptada en el intercambio mundial.. Si el Reino *
tivos, bien combinados, eran un juego diplomático for­ Unido no nos compra, es obvio que no podemos pa­
midable. Así una ley de transportes, un régimen clel garle la deuda que tenemos contraída con él. Pero
combustible, un plan de transformación de la econo­ nuestro gobierno había vedado de antemano el uso de
mía nacional, (con el anuncio de un posible monopolio tal carta, porque en los meses que precedieron a la
oficial de elaboración de carne exportable y un deci­ partida de la misión Roca había multiplicado decla­
dido proteccionismo a la manufactura argentina), y raciones de que el pago de la deuda exterior era intan­
el silencio en vez de las declaraciones prodigadas por gible.
el presidente Justo y el ex-ministro lluevo sobre la A las restricciones de Ottawa había que responder
intangibilidad de nuestra política financiera. A an con la amenaza de transformar la economía nacional.
entregador le hubiera costado perder la partida con El monopolio de Estado o el régimen mixto de capi­
un juego así. tal oficial y de particulares argentinos en la elabora­
Sobre no ser buen jugador, como se verá más ade­ ción de carne expoliable es lo único que le puede dar
lante, el Dr. Roca no llevaba nada de eso, al contra­ al país el control del precio de su carne. Si a ello se
rio. Fué despachado con las manos vacías, o casi. Lo agrega el fomento por todos los medios de la indus­
único que podía ofrecer era una rebaja en los dere­ tria fabril, se puede aumentar el consumo interno al
chos aduaneros, es decir, el ofrecimiento más absurdo mismo tiempo que disminuye automáticamente la pro­
que puede hacer un país como el nuestro. Un país ducción de carne, basta el punto de que ya no sea
deudor no debe hoy aceptar el jmineipio de la reci­ una amenaza el posible retiro del cliente inglés.
De querer maniobrar, había que acelerar el movi-
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19
RODOLFO T JULIO IRAZUSTA
miento natural contrario a los capitales británicos in­
vertidos en el país por medio de planes concordantes T{A ARGENTINA Y EL IM PEEI-áXISHO BRITANICO
sobre el. régimen del transporte y del combustible. La
rebaja de los fletes ferroviarios junto con la protec­ Tal método ee debió no solamente a la preparación. (
ción aduanera al petróleo hubieran surtido efectoe tal de la embajada, sino también a la elección del personal
vez mágicos. que debía desempeñarla,
Sobre ser las exigencias del momento económico que --------------- - : - ..................... ..... • '" * * * * * * » ■ * * » * & '

atravesamos, esas medidas hubieran servido de mone­


da de cambio en Londres. Por su abandono se podía
exigir veutajas positivas, al menos firmes, no como
esa única retribución negativa y por añadidura ilusoria,
que obtuvimos en la garantía de cuota mínima condi­
cionada, como no lo está lo que dimos. Si el plan de
negociación no daba resultado, nos volvíamos a apli­
carlo. y después veríamos.
Lejos de prepararse a la negociación con un plan
racional, el gobierno despachó a sus negociadores a
ofrecer concesiones en una transacción planteada so­
bre la base de las restricciones; Si creía deshonroso el
procedimiento de abultar el precio para luego rebajar,
ql valor del artículo, lo era mucho más ofrecer gratis
su mercadería para luego exigir un precio por olla.
En este segundo procedimiento hay la vergüenza del
absurdo.
El plan de la maniobra argentina estaba tan indi­
cado que la otra parte se aplicó a impedirnos realizar-
\ la en una futura negociación. La actitud borreguil con
que nos presentamos en Londres despertaría eF apeti­
to de los ingleses, quienes a poco andar, abusando del
terror que inspiraban a. nuestros negociadores, les
arrancarían de las manos todas las cartas de nuestro
f juego, que ellos conocen mejor que nosotros. Y lo que
pudo ser el plan de una espléndida maniobra diplomá­
tica sirvió para dirigir la operación de afianzar nues­
tra servidumbre. I'

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21
IO. ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

política concordante con esa creencia general. El pre­


sente gobierno parece utilizar especialmente a la frac­
ción oligárquica de la concordancia en lo que es más
de la competencia de la oligarquía: la diplomacia.
Tanto los jefes como los subalternos respectivos de las
dos embajadas extraordinarias enviadas ante los go­
biernos de S.S. M.M. Británica e Italiana, son en su
mayoría miembros de la Adeja^oligarquía dirigente del
paí s,_Olí gar quí a, d es'plázada .de Ja. direcclchi'jdé‘!los n e-
gocios públicos .argentinos por la.„ley..SáenzjReña de
1912 y restaurada en el poder por la revolución do
1930. Sus nombres rememoran tiempos idos, dan idea
C apítulo I I I
de la permanencia, del órgano vivo necesario para di­
rigir esa larga vida que es la historia diplomática do
LA ELECCION EEL PERSONAL un país.
Sin adelantar juicio sobre el resultado de ese ensa­
yo, resultado que será comprensible para todos cuan­
| El nombramiento del Adce presidente Roca como do hayamos avanzado más en este estudio de uno de
embajador especial ante el gobierno de S. M. B., pro- sus casos concretos, analizaremos en el terreno racio­
J dujo en el país excelente impresión. Todos convinie­ nal la política de restauración oligárquica. La opera­
ron en que, si las circunstancias lo permitían, nadie ción en sí er'a defendible. El medio tradicional de 3a
sería mus apto para tornarlas £a\rorables que el ilus­ oligarquía para dar permanencia al órgano director
tre político cordobés, cuya, reputación de capacidad de una institución que aspira a vivir más que un hom­
estaba por encima de la discusión, aún entre su« pro­ bre es tan natural que tiende a establecerse clandes­
pios enemigos. Si alguien pudo atreverse a dudar del tinamente donde no se le reconoce estatuto legal; las
valor intelectual del ex-gobernador y la información - mismas democracias no lo pueden eliminar. Ilav oli­
actual del político, no llegó nunca a sospechar que garcas de comité como hay oligarcas de Palacio. Pero
careciera de destreza protocolar, de presencia de ánL la institución más natural, sacada de su quicio, se
mo. cualidades inherentes a su condición de hombre vuelve absurda.
de mundo. No obstante su largo alejamiento de los Fuera de la consideración, histórica, que es el supre­
asuntos públicos, se creyó que no le costaría ponerse mo criterio para decidir el mejor sistema político en
al tanto do su delicada misión en el trayecto del viaje, determinado momento, en determinado país, dos con­
rescatando la falla de práctica reciente con sólo dar diciones parecen indispensables para utilizar a la olí;
juego a sus reflejos gubernamentales de hombre edu­ garquía como régimen de gobierno. Donde ella tiene
cado en las alturas del poder. estatuto legal, sus miembros pueden ser llamados en
Su nombramiento respondía de otra parte, a una cuanto tales ’a las tareas del gobierno, sin tener en
RODOLFO T JULI O I R' Á Z ü S T A IxA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITÁNICO

cucntn su situación particular en la sociedad. Esta no Las consecuencias del equivocado sistema seguido I
puede ofrecer ninguna ventaja susceptible de volverse por el gobierno en la elección del personal llegarían
contra el interés general, oficialmente identificado con lejos. Bajo capa, se habla de faltas muy graves come­
el de su clase. Donde ella no tiene estatuto legal, los tidas durante la negociación por uno de los delegados.
oligarcas no pueden ser utilizados sino individualmen­ Pero sin necesidad de acudir a conjeturas sobre lo in­
te, con suma prudencia en la consideración de las con­ confesable, lo confesado prueba que como debía suce­
diciones personales. Con mayor razón en nna repúbli­ der, los hechos respondieron al error de principio.
ca democrática, después de un largo período de domi­ Desde el día de la partida hasta el del regreso, los Oli­
nación popular de sufragio universal, sucedido por una garcas se comportaron de acuerdo a la falsa posición
restauración empírica de mano torpe, que no ha he­ en que los colocaba la absurda elección del gobierno.
cho sino ahondar el abismo entre la plebe y la oligar-J Los ingleses hallarían en nuestra delegación los raejo- ¡
quía, sin asegurarle a ésta la permanencia en el man-1 res instrumentos para su maniobra diplomática, manio­
do con la reforma de los medios de constituir el poder. bra que, como se verá en el capitulo siguiente, se ins­
Esa interinidad en la función pública es un peligro pira, al revés de la nuestra, en la primacía de lo-po­
demasiado evidente para que nos detengamos a seña­ lítico sobre lo económico.
lar sus posibilidades de perjuicio al interés general.
Con ligereza de escolares que acabaran de leer acer­
ca de Yenecia y Roma, los liberales instalados en la..
Casa Rosada se lanzaron a la tarea de restaurar a la
vieja oligarquía argentina en el ejercicio de la más
importante función de Estado, no sólo olvidando la
historia funesta de la misma — lo que sería perdona-1
ble, dado que ella no se ha escrito más que en forma
de panegírico — sino hasta, los principios elementales
de una operación de esa especie. Así nombraron a los
componentes de la misión Roca sólo cuidando que,
además de su cualidad genérica, fuesen de la relación
personal del príncipe de Gales. No advirtieron que,
dada la situación política del país, el carácter de ami­
gos de los ingleses es más permanente en nuestros oli­
garcas que el de representantes del Estado argentino.
I3e tal modo, la amistad principesca, que en condicio­
nes normales podía haber sido beneficiosa, era peligro­
sísima, siendo muy humano que los negociadores ar­
gentinos sacrificaran lo .^transitorio — la investidura
oficial — a lo permanente — la situación persona!L
25
JUA. ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
ir­
se brinda sin mezquindad. Pero el honor del agasajo
ha de pagarlo caro quien no lo merezca, y sobre todo
quien crea no merecerlo.
Por los conceptos que el jefe de nuestra misión
emitió en sus discursos de Londres no es dudoso que
habría de cualquier manera oído ein sobresalto los que
le dijo el príncipe de Gales,, aunque uno de los cola­
boradores del primero no le hubiese preparado el te­
rreno al segundo. Pero sí lo es que se los dijera sin era
preparación. Los ingleses son prudentes, conocen al­
gunos reflejos de nuestro patriotismo, no están para
crearse dificultades de ninguna especie en un mundo
C apítulo IV ya bastante caótico, para no obrar sobre seguro aún
con los pequeños. Siempre habrían tratado de situar
LA POLITICA DE LOS INGLESES la discusión en el terreno político en que se desempe­
ñan con tanta destreza. Pero probablemente no agre­
garan al bluff el insulto, como lo hicieron ante las
Los in"loses, para quienes la economía es tan im­ facilidades que les brindaban nuestros propios repre­
portante que con su solo manejo lian logrado el mila­ sentantes. Las increíbles declaraciones del doctor Ro­
gro de alimentar un pueblo de cuarenta y ocho millo­ ca, tal vez quedaran unilaterales, como el caso curio­
nes de habitantes domiciliados en un territorio que es­ so en la historia diplomática de un embajador que de­
casamente podría sustentar a treinta, dejan decir lo fiende hasta con la inexactitud la posición de la parte
que se quiera, pero empiezan por la política. Para ellos contraria a Ja que ól representa en la negociación. Pe­
la jerarquía internacional es una abundante fuente ro no habrían sido el eco de las insolencias que nos
de recursos. De manera que, cuando so les habla de eran dirigidas, ni quedado como prueba do una extra­
comercio, responden: amistad tradicional, y cuando ña incapacidad de reacción en el hombre que parecía
se les invita a coordinar intereses invocan anteriores más indicado para sentir la dignidad de representar
protecciones, generosidades y entusiasmos, que los in­ al pueblo argentino.
terlocutores deben tener en cuenta de antemano. Pa­ ¿Por qué iban los ingleses a cuidar su vocabulario
ra los ingleses, lo primero es que se reconozca su ran­ y ahorrarnos esas insolencias que, pudiendo, les diri­
go imperial, que se les rinda el homenaje debido a su gen a los grandes, y de las que sacan tanto provecho,
grandeza, y si posible, sumisa pleitesía. cuando los mismos miembros de nuestra delegación bm
Bien saben que el sometimiento voluntario de Ios- inspiraban?
inferiores por propia cbnfesión, los lleva de una ma­ Desde antes de llegar a Inglaterra, el representante
nera u otra a entregar la bolsa. Claro está que el ha­ de la finaliza, inglesa en Buenos Aires que era transi­
lago personal con los representantes de las cafrerías toriamente miembro del cuerpo diplomático argentino

20
n OD OL F O y JULI O I Ii A Z U S 7. A ARGENTINA Y EL IMPERÍÁLI8MO BUITANWO

como componente de la delegación presidida por el se­ cía política, era deducida lógicamente. La dependen­
ñor Boca, empezó n preparar el terreno para las con­ cia económica reconocida gratuitamente por nuestro
versaciones de Londres al gasto de fias empleadores delegado, invitaba a los voceros del interés inglés a
| permanentes. En Pan, habiendo concedido una entre­ exigir la dependencia política.
vista a un corresponsal de la “United Trefís”, entre La declaración de sir Heriberto Samuel fue seguida
otras inexactitudes indignas de un diplomático argen­ por una campaña periodística de impresionante serie­
tino, le declaró la enormidad siguiente: “La Argenti­ dad. Importantísimos órganos británicos, reputados )
na se parece a un importante dominio británico”, por su habitual ponderación, discutían el asunto de
f “Comparación poco feliz”, comento “La Prensa”, nuestra posición respecto de Inglaterra y su similitud
con una moderación diplomática de que había careci­ con la de los Dominios, en un tono científico que sólo
do el personaje que diera motivo a ese comentario. se usa para comentar las relaciones de un Imperio cotí
Otros periódicos de la capital reaccionaron, en forma las partes del globo aún colonizable, no las relaciones
{ igualmente moderada. Esa actitud de la prenfia argen­ de un Estado soberano con otro Estado soberano.
tina facilitaba la tarea de nuestra cancillería, que de Todo eso era obra de los particulares británicos, y en
haber cumplido con su deber de llamar al imprudente, rigor no había derecho a atribuirle ninguna participa­
no apareciera cediendo a reclamos patrioteros, siem­ ción en ella al gobierno de S, M. B., no obstante el há­
pre molestos en fieme jan tes circunstancias. S u falta de bito común en 3a prensa inglesa de ser dócil a ln¡s
sobresalto patriótico, dio a los interesados en prepa­ exigencias de la diplomacia imperial, y de no entorpe­
rar el terreno de las conversaciones de Londres al gus­ cer sus actividades con manifestáronos extempo'rá-
to de los ingleses,-la, seguridad do que'fius maniobras nea.s.
dejarían indiferente al gobierno argentino. El carácter oficial de la maniobra empezó a defí- i
No bien llegada nncetra delegación a su destino so nirse con la publicación hecha por el gobierno britá­
oyó en Londres una voz que retomaba el tema inicia­ nico, cuando la delegación argentina llegaba a Lon­
do on Paiu y lo enriquecía como al conjuro de un di­ dres, de estampillas conmemorativas deLcentenario de
rector de orquesta. Esta vez no rc trataba de un miem­ su asalto a las l\Ialvinas, y se confirmaría el discurso
bro de la delegación argentina, sino de im alto perso­ pronunciado por el Príncipe de Gales en el Club Ar­
naje británico, ex gobernador de Palestina y miem­ gentino de aquella capital, discurso que comentamos
bro del Parlamento Inglés. Como en el caso del pri­ a continuación.
mero, tampoco en el del segundo era posible suponer
ligereza o irreflexión. La inspiración común a que am­
bos obedecían era tanto más aparente,
j Ese alto personaje británico decía que nuestro país,
para obtener ventajas comerciales, debía convertirse
| en una colonia inglesa. La derivación de la dependen­
cia económica reconocida por. uno de nuestros delega­
dos, sin protesta de nuestra cancillería, a la dependen-

23 29
t
i
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

Roca, no como al representante de un Estado sobera­


no, sino de la facción que en una colonia es partidaria
de la dominación imperial. Cada frase, cada línea, ca- 1
da palabra de aquel discurso extraordinario se enca­
minaba a ese fin. Para eliminar todo error en nuestra
interpretación, no comentaremos sino la parte del
mismo que fue pronunciada en inglés. Será imposible
alegarnos en su disculpa la circunstancia especial de
la falta de dominio del orador sobre la lengua en que
se expresaba.
Entrando en materia de modo superior plantea uno \
de los temas de las discusiones previas a la conferen­
cia de Londres, el de la “ininterrumpida amistad” en­
C apítulo \ tre la Inglaterra y la Argentina, habilísimainente pa­
ra los fines que se proponía. Da como terminadas de- \
EL DIALOGO INVEROSIMIL: LA VOZ finitiyamente. las mayores dificultades entre ambos
países un mes después de la violenta toma de posesión
de las Malvinas por la corbeta de guerra “Olio” d e‘
. admiración producida por la oratoria del Prín­ S. M. B, el Id de enero de 1833: “Febrero de 1033 será
cipe de Gales durante los actos protocolares del veci- — elijo — un mes importante, hasta decisivo en la
Jiinienlo de la misión Roen, era justificada, sob|rc to- historia de las relaciones anglo-argentinas”. Por el
t 0 ^ t?sdc el punto de vista literario. Pero no por las "momento no avalúa sino en un siglo la inintcrrnpción
inzones que entonces circularon entre nosotros. de esas relaciones.
jn °^ra mondra de ese período de la oratoria priii-
• pesca fué sin ^disputa el discurso pronunciado por “A menudo es peligroso profundizar los tiempos
porla¡(^ ofrecer la demostración liceha pasados, porque las viejas querellas pueden volver a
siV 1° Argentino de Londres a la delegación pre- la superficie, pero en nuestro caso podemos mirar a
un'¡f a *^flr
'! *lícza
^ r - ’Edio A. Roca. Ese discurso no fu
diplomática, O'
Para darleT ubicación ,aproxi­
los cien últimos años y considerar con gran placer la,
mada en m , larga amistad existente ente Oran Bretaña y la Repú­
que L £<jncro literario que le corresponde, hay blica Argentina, porque no se hallará en ellos ningú \
Aend^Cn*Rar Cn a^ llnüs discursos de recepción de la motivo de lamentación y solamente motivos para es-
Cll lf Gnila Francesa, discursos de refinada perfidia, tar orgullosos”.
lleno10] rcc^PÍeiidario se le ofrece un ramo de flores
pj c ? ^Pinas artísticamente disimuladas. Lo primero que salta a la vista en ese párrafo es
Preeed rJi1CI^C c^c realizó entonces el milagro sin la peregrina ocurrencia de fechar eí afianzamiento de
nes <J11ÍC8 on ]QS anales diplomáticos de las rclacio- una amistad internacional, posterior a dificultades su-
11 rc países libres, de recibir a su amigo el Dr.
30 31
R O D O L F O Y J U L I O l li A Z U E T A

peradas, al mes de producirse el hecho más desagra­ L A A R G E N T IN A Y E L IM PERIALISMO BRITANICO


dable en las relaciones de los dos países en cuestión:
la violenta toma de posesión por aquél cuyo represen­ Con ese “oírnos”, el príncipe se asocia a las enor­
tante fija esa fecha arbitraria, de una legítima pro­
piedad del otro. El tratado de 1825, que en ocasiones midades proferidas por sus compatriotas como parti­
se invoca para ilustrar la antigüedad de las relacio­ culares. Simulando no querer. hablar más de nuestra
supuesta deuda política, empiezan por hacerlo al am­
nes anglo-argentinas, no servía como punto de arran­ paro de una preterición. Y desarrolla el tema con ru­
que para la “amistad ininterrumpida’'. La toma de Jas da franqueza, después de un reconocimiento de nues­
Malvinas era interrupción demasiado violenta. tra independencia que por sí sólo sería una descorte­
En segundo lugar, la fcelia elegida por el príncipe sía, pero que precedido del párrafo ya trascripto' es
de Gales corresponde exclusivamente a expensas de una ofensiva concesión.
nuestra susceptibilidad, a las exigencias de la retóri­
ca, y a las del orgullo británico. Redondea la cifra de “ Considero, en efecto, a la Argentina como una nación |
años que se necesitan para dar a esa. supuesta “amis­ cuya independencia (todo lo independiente que una nación
tad ininterrumpida” el bello epíteto de secular. Y so­ puede ser) y cuya liberación de las influencias ancestrales
bre todo, autoriza ai actual heredero del trono bri­ son hechos cumplidos”.
tánico a decir que en osos cien años de relación entre
el Imperio y nuestra República “no se h allará... nin­ La reserva sobre “todo lo independiente que una na- j
gún motivo de lamentación y solamente motivos para ción puede ser”, es por lo menos una inconveniencia;
\ estar orgullosos”. Para los ingleses es así. Antes de dos diplomáticos no se reúnen para hablar de filoso­
esa fecha no podían decir lo mismo, pues aún no se fía, sino de política. ¿Qué nombre darle cuando lo dice
hahi.au desquitado con jas Malvinas de las humilla- el representante de la nación que pretende haber ayu­
| cienes de 1808. Nuestro caso es simétricamente opues­ dado al de la nación ayudada? Pero lo que la vuelve
to, pues todavía no hemos tenido desquite territorial todavía más ofensiva es que dicha reserva se aplique
de la liumillación de 1833. a un reconocimiento de nuestra independencia cali­
Usando con la misma destreza las figuras retóricas ficada por la “liberación de las influencias ancestra­
que la filosofía de la historia, el príncipe de Gales con­ les”. El desarrollo que sigue sobre el papel desempe­
tinúa con otro tema de propaganda inglesa anterior ñado por los ingleses en esta parte de América, precisa
a la Conferencia: el de nuestra deuda política: más el verdadero significado del aparente elogio del
príncipe de Gales.
“ Pero no estamos aquí para discutir lo pasado. Es el por­
venir ]o que nos interesa, y especialmente el porvenir de las ífEntrevemos el revuelo de las grandes civilizaciones en
relaciones anglo-argentinas. Mis amigos argentinos acaba­ la América del Sur, “ territorios” donde podemos tener él
rán por estar fatigados a fuerza de “ oírnos” hablar de la ■orgullo de haber aparecido en hora temprana como campeo-'
historia inglesa, de la política inglesa y del papel desem­ nes de la libertad y de las instituciones libres. No podemos
peñado por nosotros en el desarrollo de su país“ . menos que pensar en ese notable continente, cuya geografía
es tan majestuosa y cuya historia será tan magnífica” .

32 Si algo quieren decir estas palabras inauditas es que f


iv
'\ 33
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
RODOLFO t JULI O 1RAZUSTA

los ingleses nos niegan el derecho de invocar como nir dependa de la carne, y por lo tanto de Inglaterra.
nuestros los siglos de civilización española anteriores El papel que nos atribuye el príncipe de Gales, de
a la organización del Estado argentino como indepen­ país que ni en previsión de enormes ventajas futuras
diente; que ellos nos pusieron en el camino que nos puede afrontar nunca una negociación dispuesto a sa­
llevará a una civilización gen niñamente argentina, li­ crificar la tercera parte, o el todo, de su comercio in­
bre de “influencias ancestrales’'; que las magnificen­ ternacional, cuadra con la humillante concepción acer­
cias de nuestra historia no son del tipo de civilización ca de la dependencia de nuestro futuro. Lo>s países \
a que los ingleses nos dejan aspirar, civilización pu­ que no juegan su presente no pueden ganar el porve­
ramente material y cuantitativa. Esta segunda inten­ nir. Si somos lo que somos, es porque algunas veces, I
ción de las palabras del príncipe de Galas se descubre en 1808 y 1845, jugamos precisamente contra quien
más claramente en las que transcribimos a continua­ hoy nos dice que dependemos de él, un presente que
ción : ahora es nuestro glorioso pasado, \y ganamos!
Era ese glorioso pasado nuestro lo que el príncipe f
“ Pero si los acontecimientos siguen ese curso para la Ar­ de Gales debía ocultar, para realizar con éxito la ope­
gentina, espero y creo que será gracias a la cooperación de ración de situar una discusión económica en el terre­
nuestros dos países, porque una vigorosa civilización no pue­ mo político, y en éste invocar para su país una supe­
de existir sin una base material segura. Por ejemplo, es rioridad que, si es de alguno de los dos, es nuestra
exacto decir que el porvenir de la Nación Argentina depen­ — “sans nulle vanité”. A esta altura de su discurso lo
de de la carne. Ahora bien ; el porvenir do la carne argen­ creyó logrado de tal modo, que se atrevió a decir, aho­
tina depende quizás enteramente de los mercados del Peino
Unido.“ ra sin restricción de ninguna clase respecto al pasado:
“acabo de decir que la historia de la amistad an.trio-
Esta afirmación es falsa, do toda falsedad, si se ana­ argentina no contenía ninguna nube”. Se nos podría
liza a la luz de las estadísticas. Pero no lo es si se la objetar que esta afirmación está regida por la reserva
interpreta de acuerdo eou el pensamiento general que cronológica del comienzo. Pero como esa reserva era
\ circula en el discurso del principe de Gales. Eos pro­ arbitraria, es aquí tan inaceptable como allá, Si las 1
ductos, entre ellos la carne, que colocamos en Tnglate- palabras significan algo, la amistad anglo-argentína
rrra, no representan más que el 30 por ciento de nues­ tuvo, entro 1833 y 1933, nubes, como las había tenido
tras exportaciones. Y el porvenir de un país de tan­ antes de la fecha inicial fijada por el príncipe de Ga­
tos re cursos como el nuestro no puede depender de les. Tuvo una interrupción de varios años. Sufrió un \
¡uno solo de sus clientes. Pero si no tenemos previsión verdadero temporal, puesto que el conflicto surgido
| pi voluntad para reformar nuestro régimen económico en 1843, que fué una guerra en forma, terminaría seis
de relativa dependencia del cliente inglés, y segui­ años después, por la convención Southern-Arana de
mos, como hasta ahora, afrontando las negociaciones 1849. Ahora bien, desechada por el príncipe la fecha
comerciales con la misma resolución de ceder a las racional de 1825 y por la historia argentina la fecha
veladas amenazas de quien las hace para mantenernos arbitraria de 1833, el estribillo de la “ininterrumpida
en la actual situación, será cierto que nuestro porve­

34 35
RODOLFO r J ULI O i R A Z ü S T A.

amistad” anglo-argentina debe ser explicado por los


supuestos del discurso que comentamos,
t Hay mi sentido en que ese estribillo es la pura ex-
\ presión de la verdad. En éste, que el príncipe se dirigía
al Dr. Roca, no como al representante de un Estado
soberano, sino como al jefe de la facción que en un
país internacionalizado es partidaria de la dominación
| británica. La amistad que no ha tenido nubes es la de
f Inglaterra con la Argentina de la oligarquía, es decir,
del partido (primero una minoría ele ideólogos, luego
varias generaciones de gobernantes) que no lia cesado
de renegar de las “influencias ancestrales” y de los
períodos en que el país fuera gobernado por otros par- Capítulo YI
| tidos. Algunos oligarcas han dicho en voz alta lo que
todos ellos piensan por lo bajo, que la Argentina debe EL ECO
lamentar su éxito de 1806-8 y 1843-49 contra los ingle­
ses, que hay solución de continuidad entre el Estado
colonial y el Estado argentino; que es nacional el rei­ El verdadero sentido del diálogo inverosímil se acla­
nado antipatriótico de sus antecesores unitarios en ra en la respuesta del Dr. Roca más que en el discur­
el destierro, durante los 20 años del interregno, rosista. so del príncipe de Gales. Este debía tener en cuenta
La Argentina de esos hombres, se considera indepen­ las exigencias del orgullo británico. Antes de haber
diente sólo en cuanto lo es de las “influencias ances­ dado satisfacción a ese orgullo, no podía hablar de
trales”, pero sometida en cuanto los intereses económi­ “amistad sin nubes”. Después, era difícil precisar el
cos, lo único oue ella tiene en cuenta, nos unen a In- sentido en que ello es cierto sin reservas, porque la
glaierra el que ésta nos diera, con sus pretensiones, operación de tratar al representante de una facción,
ocasión de hacer las mayores afirmaciones de nuestra y de una facción enfeudada al extranjero, requería
ocasión de hacer las mayores afirmaciones de nues­ suma delicadeza.
tra existencia política; los oligarcas le deben gratitud El Dr. Roca no tenía ninguno de esos inconvenien­
por lo que ella hizo para ayudarlos a establecer y tes. Bastábale seguir la tendencia del régimen que sus
afianzar su impopular dominación entre nosotros. En­ predecesores impusieron al país para dar a su impe­
tre esas dos tradiciones tan opuestas, es natural que rial interlocutor la respuesta que el discurso de éste
el diálogo de uno de los representantes permanentes había tratado de provocar.
del Estado inglés y un miembro de la oligarquía en. Dejando para el capítulo siguiente discutir la exac­
temporaria representación del Estado argentino, se titud de los conceptos vertidos por nuestro embaja­
volviera una glorificación de la segunda, con absoluta dor, los haremos conocer. Su discurso del Club Argen­
preseindencía de la primera. tino se leyó con tanta distracción que es como si fue­
ra inédito. Su esencial similitud, en los temas funda-
36
37
j

R odolfo Y j v l i o i ñ a_ zusTA lui ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO B R IT A N I C O

t ral es”, ¿.no habría que agradecer al mismo agente, co­


mentales, con las declaraciones del agente de Ja finan- mo otro acto de la .mioma obra libertadora, el rapto
za inglesa en Buenos Aires, que era miembro de nues­ de las Malvinas, parte de esa herencia del Imperio co­
tra delegación, dejó indiferentes a los que el último lonial español, tan repudiable como el inglés es digno
conmoviera en su patriotismo, de admiración?
t Para transe subirlos en el orden de su importancia, Es lo que hace el Dr. Roca al invocar, con toda la
el primero de esos conceptos no es más que uno de los autoridad de su representación oficial, como antece­
lugares comunes acerca de las relaciones anglo-argen- dente de las relacione« anglo-argentinas, la« transgre­
tinns :
siones a la legislación aduanera de aquella época. Lo 1
| ''Hasta los tiempos tic pesiarse nuestra independencia re­ que 1c preocupa no es la dignidad del Estado argenti­
móntase ¡a ejecutoría de los vínculos de mutuo aprecio .y no, heredero de S. M. 0., sino la dignidad de la .facción,
común^ interés que se han ido forjando entre británicos y que entre nosotros reniega de las influencian ancestra­
argentinos’ les y lianta de una parte de la historia argentina como
Demasiado sencillo para un hombre ansio« o de dar
país independiente. Así oyó sin pestañear que los in- (
gloses vinieron aquí "en hora temprana como cam­
su medida y justificar la restauración de Ja oligarquía.
peones de la libertad y de las instituciones libres” y
Lo que sigue en mucho más complicado;
que la "historia de la amistad anglo-argentina no con­
| "A pesar de las barreras coloniales opuestas, al libro trá­ tenía ninguna nube”, expresiones que si tienen algún
fico, los vebnos británicos transportaron los productos pri­ sentido es el de que las invasiones de 180(1 y 1808 no
marios do nuestra ganadería basta los puertos ele Europa, fueron tentativas de conquista, ni la intervención de
surgiendo por su esfuerzo el cmnoreio británico Humado a 1845 un atentado contra nuestra soberanía, sino en arri­
tan grande y fecundo desenvolvimiento’’.
bos casos Ja desinteresada ayuda de Inglaterra para
No bagamos hincapié en el error de atribuir a esos libertarnos de la tiranía española o de la tiranía re­
veleros una carga que no era la suya, pues más que sista. Sin haber aceptado explícitamente esa interpre­
llevar nuestras exportaciones, ellos traían la mnnufac- tación, el Dr. Roca la aceptó implícitamente, al ron un­
\ tura que importábamos de Inglaterra. ¿Que decir de tarse sin reservas a la época del coloniaje para bocear
esa elevación del contrabando a la categoría de ejecu­ los orígenes de la amistad anglo-argentina. No liega
toria de una amistad internacional? a lamentar el éxito de 1808, Pero en uno de sus res­
| El deseo de hablar como historiador, no como esta­ ponsos a los versículos del príncipe de Gales, precisa
dista, ha llevado al Dr. Roca a decir una enormidad los conceptos sobre la cruzada libertadora de los in­
l jurídica. ¿En qué posición deja al Estado que repre­ gleses en América y nuestra independencia condicio­
senta para invocar, en el orden territorial, en sus re­ nada por la liberación de influencias ancestrales, con.
clamaciones sobre las Malvina«, esa herencia española un desarrollo sobre la influencia del genio sajón en
1 que él repudia en el orden fiscal? Si el contrabando el alma latina de nuestra cultura aún incipiente — in­
con el Estado colonial fué bueno, siu duda por ha­ fluencia que no ha existido más que en la fantasía del
bernos ayudado a liberarnos de "las influencias anees- Dr. Roca.

38 39
- r
RODOLFO Y 3 UL i o i h ' az u s t a LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

Sobre la duración de las relaciones anglo-argentinas, jj histórica a que pertenece el Dr. Roca, Muchos argenti- \
nuestro vice parecía babor llegado a la enormidad- jj nos de todas las facciones, extraviados por la enseñan- :
..cumbre, al summum de lo que un politiquero de origen f za oficial instituida por aquella, padecen la misma in- f
faccioso, de espíritu faccioso, en temporaria represen- I sensibilidad.
tación legal de un gran pueblo, puede decir con olvi- jj Pero, donde el Dr. Roca superaría a todos los pro- j
do de la dignidad de este último. Sin embargo, no fué j- fesionales argentinos de la genuflexión ante el extran­
así. Se superaría al tratar del carácter de esas reía- jj jero, fué al tratar el tema de nuestra deuda política
dones. ..-i con Inglaterra. El Ingar común sobre nuestra supues- \
No aludimos a su versión, corregida y aumentada, ta dependencia económica, sobre nuestra participación
del tema empezado en Francia por uno de sus subal­ de esa índole en el Imperio británico, no satisfacía ei .
ternos, y magníficamente aprovechado por la prensa afán de exhibicionismo intelectual que consume al Dr.
imperialista de Inglaterra y por el príncipe de Gales, Roca como a los demás oligarcas, afán originado en
sobre la semejanza de nuestra situación con la de los la necesidad de justificar la restauración de su parti­
Dominios británicos m£s importantes; versión que en do en el poder a raíz de la revolución de 1930. Ahora \
el discurso del Dr. Fosa reza como sigue; iban a ver la diferencia que había para tratar con el
extranjero, entre las rudezas nada protocolares del .
caudillo de la plebe y los finos modales de un gran
f “ La geografía política no siempre logra en nuestros tiem­
pos imponer sus límites territoriales a la actividad de la eeo- oligarca. Así fué como el Dr. Roca dió con algo qüe
\ nomía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de no se le había ocurrido a ninguno de los anteriores re­
‘ celosa personalidad (¿ I) que la Argentina, por su inter­ presentantes del Estado argentino hablando en el ex­
dependencia recíproca, es, desde el punto de vista económi­ tranjero al representante de otro Estado. Ei párrafo
co, una parte integrante del Imperio Británico” . único dice así:
“La. Prensa” había agotado el caudal de su indigna­ “ Inglaterra, como la llamamos familiarmente, ha sido \
ción patriótica, lanzado el último dardo sin punta de nuestra primera amiga, que “ nos tendió la mano hasta ase­
su arsenal critico, al calificar do “comparación poco gurar nuestra independencia”, cuando todo se conjuraba
en nuestra contra, y que nos prestó la ayuda de sus capi­
feliz” la del Subalterno. Para la del jefe no le quedaba tales “ cuando” en los pasos iniciales de nuestra adolescen­
ni un epíteto. Y eso que el último habló con más pre­ cia “ apenas éramos dignos de su confianza” .
cisión, en el país ante cuyo gobierno la misión estaba -r
acreditada, dirigiéndose al heredero al trono de ese L Esa enormidad, cuya exactitud discutiremos “in ex­
país, mientras el primero lo había hecho como partí- '■} tenso” en otro capítulo, quedarla mal en labios de utl
cular, hablando con un simple repórter antes que la \ argentino “ebrio” o “dormido”. En lá de un oligarca
j misión hubiese comenzado sus actividades oficíales. El ; es en cambio de una perfecta adecuación. Ocupa en
agravio que aquellas comparaciones implican para el j el discurso del Dr. Roca el lugar correspondiente al
honor de la Nación no es poco sensible sólo para los j del concepto análogo en el del príncipe de Gales. Por­
Demócratas Nacionales, nombre actual de la facción _ que es la característica de este diálogo entre los re-
i
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40
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y 2t O B O L F O JULIO I R A Z Ü S T A

rr^
Z A A R G E N T IN A Y E L IMPE RIALISMO BRITANICO
presentantes de dos naciones distintas, que los temas
-enunciados o insinuados por el interlocutor que habló argentino hubiera podido, sin faltar a las reglas di­
en primer término, son regularmente repetidos, cuan­ O plomáticas, tachar en el del príncipe de Gales aque­
do no ampliados, por el que habló en segundo termino, llos pasajes que implicaran juicios demasiado persona­
viniendo los dos a decir lo mismo, como si los dos les sobre nuestra historia. Pero el Dr. Roca ha demos- J
hombres de Estado representaran la misma nación. trado ser oligarca antes que argentino.
Donde el príncipe de Gales había aludido a la supuesta Ésa opción es tan terminante que le hace descono­
deuda política que tenemos con Inglaterra, el Dr. Ro­ cer hasta la mecánica del .imperialismo. Con su rendi­
ca aclara que ella consistió en “asegurarnos la Inde­ miento colonial habrá ganado para sí la buena volun­
pendencia3’; donde el uno había enaltecido a los cam­ tad de un príncipe; para su país no ganaría ni un
peones ingleses" de la libertad y de las instituciones lugar ventajoso en el concierto imperial británico.
libres en América, el otro precisa: “las luminosas en­ Nunca se insistirá demasiado sobre la enormidad |
señanzas de vuestro pasado que jalonan los más gran­ consistente en qne un embajador de tal importancia
des estadistas y los más elocuente oradores de que se contribuya voluntariamente a disminuir la jerarquía
guarde memoria“ ; donde el primero habla de un siglo del Estado que representa, a desnaturalizar las glorias
de amistad sin nubes, el otro se remonta un cuarto del pueblo a que pertenece, a fortalecer la mistifica­
de siglo más arriba en busca de los orígenes de esa ción sistemática que niega a su raza y a su cultura
amistad, llegando hasta el contrabando inglés contra un rango eminente en el mundo civilizado. Considera­
el monopolio español; donde el representante del Im­ da desde el punto de vista patriótico la actitud del
perio había afirmado silogísticamente que, por la car­ señor Roca sólo puede ser calificada de inverosímil,
ne, nuestro porvenir depende de Inglaterra, el repre­ pues sólo la inverosimilitud podría salvarla de una
sentante de la República reconoce que “la Argenti- condenación más enérgica y grave. Pero si se tiene l
na, . . es, desde el punto de vista económico, una parte en cuenta el propósito inmediato de entablar negocia­
Integrante del Imperio Británico“ ; donde el inglés ciones que involucraban cuantiosos intereses privados
había hablado de nuestro futuro Horacio (como si no y públicos, la ineficacia del negociador surge espon­
tuviéramos poetas; líricos tan grandes como los de táneamente de la posición por él adoptada. En efecto, \
cualquiera otra nación), el argentino habla de nues­ ¿quién que pretenda sostener con eficacia su derecho
tra “cultura incipiente“. Hasta el audaz tema del prín­ y preservar su haber comenzará por cubrirse de in­
cipe de Gales al decir que nuestra “historia será tan dignidad, atribuyendo suma virtud a su contrincante,
magnífica“, tiene muda correspondencia en el discur­ con olvido de la propia y de la verdad? ¿Cómo podrá,
so del Dr. Roca. Su falta absoluta de trémolos patrió­ quien tan fácilmente decide la índole de las relacio­
ticos constrasta con el abuso do ellos que luciera su nes anteriormente mantenidas con la otra parte, esta­
interlocutor. blecer claramente la legitimidad de las ventajas que
La fundamental similitud entre los dos di.scur ios solicita para la suya? Más adelante haremos ver las |
revela que, como en todos esos casos hubo previa co­ consecuencias' materiales de la actitud espiritual en
municación recíproca de los mismos. Un representante que se colocara nuestro negociador antes de empezar „
la negociación.
42 *
43 ;
JUA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITÁNICO

baga a fuerza de entusiasmo (aunque siempre sería


preferible un tranquilo conocimiento de los hechas).
Sobre todo cuando el consenso público lo declara fun­
dado.
Tampoco quedaría mal en boca de un personaje ofi­
cial de cualquier categoría, hablando aquí o en el ex­
tranjero, ninguna de las ilustraciones vulgares de la
amistad anglo-argentina citadas anteriormente, salvo
torpezas imprevisibles en el establecimiento de reglas
generales, aunque por desgracia muy previsibles den­
tro de la habitual, y al parecer, irremediable incom­
petencia de nuestros equipos dirigentes.
Pero antes de comprometer a su país reconociendo
C apítulo VII . una deuda política, un diplomático debe no sólo usar
de la mayor prudencia en la expresión de ideas origi­
PARALELO SOBRE LA GRATITUD ESTADUAL nales, sino basta revisar los lugares comunes de apa­
riencia más obvia. Sin aceptar literalmente, en su-for-I
ma paradógieg, el aforismo de un embajador inglés
1 Es un lugar común en la universidad, en la prensa, del siglo XVII, sir Enrique "Wotton, de que un diplo­
en la calle, que tenemos una deuda política con In- mático es una persona enviada a mentir en el extran-
1 glaIerra. No podemos por ahora distraernos en mos­ jero en beneficio de su país, es evidente que no debe
trar cómo se ha formado y fortalecido ese concepto. ir a proclamar una verdad que pueda perjudicarlo.
I Lo que lias interesa es comprobar su existencia y ge­ Si el Dr. Roca se hubiese limitado a recordar a Can-1
neralidad y examinar su exactitud. ning y decir que mientras se le erige en .Buenos Aires
J Como no hay .sermón sin San Agustín, no hay escri­ 3a estatua que se merece, ól había ido a inclinarse
to u oración do hombre público o privado, sobre la ante su tumba, no ?tendríamos nadaj qite objetarle.
amistad anglo-argentina que olvide el nombre de Can- Arrastrado por el demonio del exhibicionismo, fran- 1
I ning. A continuación, el texto evoca a Rodrigue?: Pe- queó el límite de toda prudencia. Queriendo lucir co­
{ ña. Lord fítrangford, cí empréstito de 1824, el tratado lores inusitados, en el estilo diplomático, abandonó la
de 1825, la mediación de lord Ponisonbv entre el Bra­ grisalla protocolar por el rojo vivo de la discusión
sil y nuestro país, la de Mandcville entre el mismo y histórica. Así al nombrar a Canning, en yez de moti- ^
Francia, etc.,,ele., etc. Todo eso está muy bien y ador­ var su admiración con una vaguedad, recordó la opi­
na las expresiones de benevolencia protocolar con una nión de un "célebre historiador argentino" que ha di- -5
de las potencias mundiales que lia tenido con la Ar­ cho de aquél "que debiera figurar entre los libertado­
gentina más estrecha y antigua "relación'1. En boca res de nuestra América".
de particulares, no hay inconveniente para que el man­ Canning fuá el gestor del reconocimiento de la in- j
tenimiento de las biienan relacionen internacionales se
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44
B O D O TJ F O x J U L I O I R A Z Ü S T A lO. A R G EN TI N A T E L 'IMPERIALISMO BRITA NIC O

dependencia argentina por Inglaterra, una de las pri­ declaración”. Sin embargo, ¿figura Vergennes entre
meras potencias mundiales que lo hiciesen, de donde los libertadores de: Norte América? Aunque figurara,
| la importancia de aquel acto y de su autor. Su memo­ el acto de Canning no es tan acreedor a nuestra gra­
ria debe, sin duda, ser considerada por todo argen­ titud como el de Vergennes a la de'los norteamerica­
tino como la de los personajes principales que han in­ nos. En tercer lugar, el texto mismo del documento
tervenido en los hechos salientes de la amistad anglo- designado como reconocimiento de la República Ar­
| argentina. Pero, de ahí a reconocerlo como uno de gentina por S. M. B., documento firmado por Canning
nuestros libertadores hay un abismo que no debe fran­ en 1823, no es un reconocimiento de la Independencia1,
quearse sino sobre el puente de la más sólida verdad sino la simple formalidad con que se acredita un cón­
| histórica. £Tuvo el reconocimiento de la independen­ sul comercial en un territorio donde la soberanía este
cia argentina por Inglaterra la importancia que se le aún en discusión o dividida, como los cónsules que las
asigna para reclamar hacia su gestor una gratitud de potencias europeas acreditaban ante las dependencias
carácter tan sagrado como la que se debe a los líber- del Imperio Otomano, aún reconociendo el dominio
\ tadores? Veamos. eminente de la Sublime Puerta sobre aquéllas.
j En primer lugar no fue un hecho aislado en la po­ Entre el documento d el'15 de diciembre de 1823 y
lítica del ministro ingles de relaciones exteriores, sino el tratado del 2 de febrero de 1825, que es el verda­
uno de los tantos que lo caracterizaron a paxvtir de su dero reconocimiento del gobierno de Buenos Aires, hay
vuelta al ministerio en 1822. Esa política tuvo sus nada menos que la batalla de Ay acucho, es decir, la
motivos, principalmente europeos, que no es del caso extinción del último foco de resistencia española en
í examinar. Pero indudablemente no se debe a una es­ América.
pecial consideración por nosotros, a un acto gracioso El reconocimiento nos dio lo que dan habitualmente
] que obligue nuestra gratitud. En segundo lugar, la esos instrumentos de derecho público, cierto estatuto
fecha del reconocimiento, posterior en tres lustros a legal entre las naciones libres. Pero su falta no nos
nuestra revolución, y en dos a nuestra declaración de podía quitar lo que habíamos obtenido gracias a la
Indepedencia, exhibe de parte de Inglaterra una pru­ perseverancia de nuestros políticos, a la inteligencia
dencia que tiene muy poco que ver con la generosi­ de nuestros generales, al esfuerzo de nuestros solda­
dad. Todavía hasta 1814 se puede alegar.en disculpa dos — el grado de existencia nacional alcanzado has­
de su prudencia, la alianza con España, en contra de ta entonces por el. país. Decir que éste le debe en algo \
Napoleón, y el resultado aún dudoso de nuestro mo­ su libertad al gestor del reconocimiento de su inde­
vimiento revolucionario. Pero a partir ele 1816, nues­ pendencia es como decir que el padre de un niño no
tra decisión de independizarnos fue irrevocable, y la es el que lo engendra sino el empleado del registro
alianza con España, que fuera un obstáculo al reco­ civil que lo inscribe en el acta de los nacimientos.
nocimiento, había cesado a la caída de Napoleón.. Aho­ No contento con esa cita desdichada, el .Dr, Roca $
ra bien, Francia reconoció la independencia de las co­ agregó de su propia cosecha, que Inglaterra nos ayudó
lonias norteamericanas a las pocas semanas de la de­ “hasta asegurarnos la independencia”. Y esto es mu- f
claración hecha por ellas, “y por el solo hecho de la eho más grave. Antes de establecer en qué corusistió
46 47
' RODOLFO Y J ULI O' I RA Z USTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

esa ayuda, conviene sentar ciertos pañncipios sobre tector. Pero es evidente que pueden variar al infinito
j 3a gratitud estadual. Rara vez un Estado ayuda a una entre la gratitud recíproca y la gratitud unilateral,
parte'de otro a disgregarse de este último, es decir, según sea el balance de los e*sfuerzos comunes. Y va
a independizarse, si no está directamente interesado de suyo que en ningún caso, ni en el de una deuda
| en la operación. Así, Inglaterra nos ayudó por dispu­ politica cuantiosa, la gratitud puede distraer al eman­
tarle a España el dominio del mundo, ludia que en cipado de la preocupación por sn propia dignidad.
aquella época estaba aún indecisa. Antea de querer Nosotros podríamos reclamar, con más derecho que
libertarnos de España non había querido esclavos de ningún otro pueblo, la gratitud ilimitada de los que
ella misma. Francia ayudó a las colonias norteameri­ libertamos, porque hicimos todo, o casi todo, lo que
canas a independizarse de Inglaterra, porque ésta le se hizo en esas magnas empresas libertadoras. El in­
había quitado el Canadá veinte años antes, precisa­ dicio más aparente : era nuestro el capitán que ganó
mente para defender a sus coljúiias -de la presión las guerras de Chile y el Perú. Y mientras Lafayette,
francesa. Ese desquite fue preparado con esmero por cuyo nombre simboliza- lía ayuda francesa] a. Norte
Luis XV y Luis XVI, quienes en ese breve plazo crea­ América, estaba a las órdenes de Wàshington, San
ron una marina tan poderosa como la del rival inglés. Martín tenía bajo sus órdenes a O’Higgins.
En la guerra de la independencia norteamericana era ¿Fué.ilimitada esa gratitud? Pero, dejando de lado
tal vez mayor el interés directo de Francia que el de un caso que admite especiales determinaciones, y del
\ los colonos de Nueva Inglaterra. Nosotros mismos, que -cual sólo debemos hablar con modestia, por tratarse
ayudamos a Chile y Perú a independizarse, lo lucimos de servicios entre hermanos, analicemos otros dos, que
por solidaridad americana, pero también para asegu­ se prestan a un ajustado paralelo sobre la gratitud
estadual. Las semejanzas y las diferencias entre la
rar nuestra propia independencia, que peligraba ayuda de Francia a las colonias inglesas y la de In­
mientras el Perú fuera español. glaterra a las colonias española*?, en las respectivas
| De otra parte, es muy raro que la ayuda ajena val­ guerras de emancipación, son muy ilustrativas.
ga más que el esfuerzo propio del pueblo que se inde- Ambas potencias europeas ayudaron "a las colonias
| pendíza. A los pueblos que no tienen la energía ni los •americanas del norte y del sur a constituirse en Esta­
medios necesarios para ser libres, no hay quien pueda dos independientes, después de haber intentado arre­
asegurarles la independencia. batárselas a las respectivas metrópolis. En ambos ca­
| Ahora bien, si hay un país que no depende de ningún sos es muy problemático el desinterés con que proce­
otro, que puede encarar con serenidad la perspectiva dieron las potencias europeas con nosotros y con nues­
de las más peligrosas coaliciones y creer asegurada su tros primos del norte. Pero, hay una cosa, en que la
independencia mientras él mismo lo quiera, es el nues- •ayuda de una y otra difieren fundamentalmente, en
| tro. El pasado es lam ejor garantía de nuestro porve-1* ■el modo de operación y en la cantidad, Y eso es lo
nir. . .' i que debe graduar la diferencia entre la gratitud de lai
^ Esas consideraciones, que podrían llamarse de físi­ Argentina a Inglaterra, y de Norte América a Fran­
ca política, no excluyen todo sentimiento de las rela­ cia.
ciones entre el país emancipado y sü interesado pro-
49
48
R O D O L F O __ t JULI O IRAZUSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
El carácter particular de la iniciativa de Lafayette
Norte América que la independencia de ésta fué ase­
a f a v o r de los insurgentes americanos ha podido ex­
traviar acerca de la ayuda oficial de Francia a Norte gurada por aquélla? Quisiéramos ver un ejemplo.
Frente a eso, ¿cuál fué la contribución inglesa a la
América, por el hábito que tiene el espíritu moderno
de descansar en los hechos salientes de las carreras in­ independencia argentina? Desde lat insurrección popu­
lar contra Napoleón en la península ibérica, Inglate­
dividuales, descuidando la historia general, de mirar
los árboles y no ver el bosque. Lafayette partió sin rra era aliada de España; el tratado formal de alianza
entre los dos países, firmado por Canning y los repre­
duda clandestinamente, hasta perseguido por las au­ sentantes' de la Junta de Cádiz, es del 16 de enero de
toridades francesas a pedido del embajador británico
1809. Como si entre esta fecha y 1806-1808 no hubiera
en París. Pero la ayuda secreta del Estado francés 'ocurrido un vuelco total de la situación política, In­
era anterior, no sólo a la expedición, sino al proyecto glaterra en el Río de la Plata siguió por la intriga
mismo de Lafayette; y la ayuda pública fué posterior la maniobra que había empezado por la guerra. Antes
apenas en un año. Francia mandó su primer contin­ combatía de frente a la aliada de Napoleón; ahora
gente oficial de socorro a los rebeldes americanos en combatía en la sombra a su propia aliada. En esas con­
cuanto éstos declararon la Independencia, es decir, en diciones no podía ayudarnos, como no nos ayudó, efec­
1778: doce barcos de línea y seis fragatas. Poco des­ tivamente. En los momentos difíciles no nos diú ofi­
pués, el segundo: una expedición con cuatro mil hom­ cialmente ni un barco, ni un arma, ni un subsidio, ni
bres de desembarco. Y así sucesivamente hasta el fin un hombre. Sus consejos de prudencia retardaron la f
de las hostilidades en 1781. Lafayette había sido un declaración de nuestra voluntad de separarnos de E s­
simple voluntario francés; los otros héroes que sim­ paña, y terminada su alianza con ella, no hizo por no­
bolizan la ayuda de Francia a Norte América (Fstaing, sotros más de lo que había hecho antes. El primer |
Rochambeau, de Grasse) eran enviados oficiales del empréstito que nos acordó es ele 1824, posterior en ca­
gobierno de Luis X V I , al mando de tropas oficiales. torce años al 25 de Mayo, en ocho al 9 de Julio, El i
Reconocimiento de la independencia proclamada por reconocimiento de la independencia vino en 1824, cuan­
las colonias en 1778, declaración de guerra a la Metró­ do nuestro propio esfuerzo la había hecho irrevocable,
poli en 1770, envío de escuadras, ejército, dineros: cuando habíamos libertado a dos pueblos hermanos,
eso puede llamarse .“asegurar la independencia” de un A cambio de sus buenas palabras y de sus consejos de
país. Eso es lo que Francia hizo por Norte América. moderación; la supresión de las barreras aduaneras
La derrota infligida por 'Washington a Cornwallis en colonialjes, le; permitió extraer del país millones de
1781 fué final porque la escuadra de Grasse dominaba moneda metálica en pago de los artículos manufactu­
el mar, impidiendo el aprovisionamiento y el reembar­ rados con quemos inundara; y del famoso empréstito
co del poderoso ejército inglés .sitiado en Yorh Town. cobró regularmente los intereses todo el siglo pasado,
¿Cuál fué la recompensa de Francia? La pérdida ca­ salvo en los períodos de conflictos provocados por ella
si total de las sumas prestadas durante la lucha a su misma, no por nosotros. -
aliado. ¿Habrá tenido Francia la satisfacción poste­ Subvenciones a los “preeuxsosfes”, cartas de lord;
rior de oír en boca de un alto personaje oficial' de Strangford a nuestros jefes revolucionarios, sin duda

50
RODOLFO T JULI O IRA ZÜSTA T

contribuyeron en algo a nuestra emancipación. Pero


son hechos que pertenecen a las “partes vergonzosas
de la sombra”, que diría Shakespeare, y no pueden
invocarse ni para reclamar ni para reconocer gratitud
entre los Estados. Si en su especie son inconfesables,
indignos de figurar en la cuenta de una empresa li­
bertadora, en cantidad están infinitamente por debajo
del interés que rindieron, en resultados mediatos e in­
mediatos a la política británica. ir

Capítulo VIII

VERDADERA HISTORIA DE LAS RELACIONES


AN GLO-ARGENTINAS

Por si esa explicación del negocio redondo, poco


menos que gratuito, realizado por Inglaterra al inter­
venir en nuestra emancipación, no bastara, recorde­
mos la historia posterior de nuestras relaciones inter­
nacionales: veremos que, de esas intervenciones gene­
ralmente interesadas, una de las más interesadas ha
sido la inglesa en el Río de la Plata. De los quilates de
su amistad tuvimos la cifra al año del tratado de 1825.
Las maniobras de lord Ponsoby, su embajador en |
el Río de la Piafa y el Janeiro, fueron causa impor­
tantísima entre las que nos ocasionaron la pr^dlda de­
finitiva de la Provincia, cuyo rescate fuera el objetivo
qne nos había llevado a Ituzaingó. Suya fue la pri- )
mera sugestión de la independencia oriental como solu­
ción de la guerra argentino-brasilera. Demostrando I
admirable conocimiento de los hombree y del país,
lord Ponsoby sugería a Lavalleja el separatismo y a
Kivadavia las dificultades de la unión. Tocándole a

63
RODOLFO y JULI O 1RAZUSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

cada uno su lado débil, consiguió que ambos abando­ gura en los discursos londinenses de nuestro extraor­
naran, cada uno en. sentido opuesto, las repugnancias dinario embajador, mostró en efecto conocernos muy
- que en un principio les eran comunes ante la horrenda bien, aprovechando la crisis de la autoridad en 3829
sugestión, su maniobra obedecía a indicaciones oficia­ para protestar “contra el decreto argentino que reor­
les del gobierno inglés. ganizaba el comando de las Malvinas”. (El actual prín­
\ Fiel a su política de no dejar el control de las gran­ cipe de Gales, igual conocedor de nuestro país, ha sa­
des cuencas fluviales en manos de un solo Estado —■ bido aprovechar un momento semejante para decir­
cuando no era ella la que ejercía el control, — .Ingla­ nos ciertas cosas). La primera gobernación de liosas, l
terra aprovechó la coyuntura de nuestras disenciones con las facultades extraordinarias, explica el compás
con el Brasil e hizo todo lo que dependió de ella para de espera en la maniobra británica, como las circuns­
dividir ribereños, preparándose el terreno para luego tancias en que aquél abandonó el poder en 1832 ex­
despojar a cada uno de ellos de la respectiva mitad plican el sincronismo (veinte días de diferencia) entre
^ de soberanía. “Divide et impera”. Aunque no con las la transmisión del mando en Buenos Aires y la toma
mismas circunstancias agravantes, pues el tratado que del Puerto Soledad por el comandante Onslow, Du- I
firmó con nosotros no fué de alianza, sino simplemen­ rantc la espera la preparación había continuado, pues
te de amistad, hizo con nosotros, en plazo casi tan mientras la flota de guerra se hacía la mano en des­
breve, lo que había hecho con España, contribuir a embarcos bélicos en los puntos vulnerables de la costa
amputarnos después de habernos anestesiado con su americana, las expediciones científicas — como la de
firma. Fitzroy y Darwin, — además de explorar el terreno,
j De- la consideración que le merecía el Estado cuya probaban los reflejos patrióticos del gobierno argen­
1 independencia acababa de reconocer, reconocimiento tino, izando banderas británicas en islas de nuestra
que le agradece hasta hoy con tanto servilismo como dependencia, pretendiendo desembarcar en violación
un acto libertador, un vicepresidente argentino, nos de la cuarentena. El cañón del puerto indicó, el 2 de
dio la primera advertencia arrebatándonos las Malvi­ agosto de 1832, que todavía no había llegado la hora
nas en 1833. La conquista de bases navales en los pun­ esperada. El 8 de diciembre se elegía a Balcarce como
tos estratégicos de las rutas oceánicas era para ella sucesor de Rosas, después de alternativas que mostra­
más importante que el respeto de la fe eterna jurada ron la división del partido federal dominante en dos
en los tratados. En verdad no podemos jactarnos de fracciones, la del mandatario saliente, partidaria del
haber conseguido que Inglaterra derogara en honor gobierno fuerte, y la del mandatario entrante, parti­
nuestro sus principios. Que el tratado de 1825 no al­ dario de las formas regulares, circunstancia que el su­
teró en lo más mínimo sus planes de expansión marí­ cesor de Mr. YToobine Parish no podía ignorar. Y el
tima, lo prueba la esmerada preparación del asalto 1* de enero de 1833 Inglaterra se apoderaba de las
de 1833. Uno de esos “amigos” ingleses de la Argen­ Malvinas. Si había asegurado la independencia argen­
tina cuyo conocimiento de nuestras casas deja boqui­ tina, era sin duda respecto de los otros Estados, no
abiertos a los que encaran fas relaciones internaciona­ de ella misma.
les con criterio literario, Mr. "Woobine Parish, que £i- Diez años más tarde, creyó llegado el momento de |

5Í 55
R O D O L F O y J V L I O I R ' A Z U S T A L A AR G E N T IN A Y E L IM PER IAL ISM O BRITANICO

sometemos definitivamente, desconociéndonos el .de­ Martín a Mr. Diekson, el recuerdo del contraste su­
recho de bloquear los puertos de un país que nos ha­ frido en 1808, y seis años de valor argentino perleuadie-
bía declarado la guerra, apresando nuestra escuadra, ron a Inglaterra la inutilidad de sus esfuerzos. La
arriando de nuestros mástiles el glorioso pabellón azul convención SouthernsArana reconoció la justicia- de
y blanco, entregando nuestros buques al enemigo, y nuestra causa. Después de seis años de lucha, nuestro \
rehusando declararse en estado de beligerancia con gobierno hacía aceptar en 1849 la posición defendida
'nosotros después de sus enormes atentados contra el por 61 en 1843, y sobre dos puntos esenciales del con­
derecho de las naciones. Empezó por motivar su inter­ flicto ganaba terreno. Las primeras bases de arreglo |¡
vención con la defensa de la pacífica navegación, de postulaban el carácter internacional del río Uruguay
los ríos — límites, para luego reclamar la libre nave­ y la devolución del saludo inglés a nuestra baiulera;
gación de nuestros rígs interiores. Al mismo tiempo el arreglo definitivo internacionalizaba el río límite
que en la cuenca del San Lorenzo negaba a los yan­ respecto de los dos Estados ribereños, pero no de los
quis, linderos en el curso superior de ese río, la líbre demás países, y no estipulaba la devolución del saludo.
navegación, pretendía que las aguas de los tres prin-. Durante las variadas fases del conflicto, durante las f
cipa!es componentes de la cuenca píntense, fueran de­ diversas misiones que hicieron desfilar por la “gran
clarados internacionales. Al mismo tiempo que reco­ aldea” ilustres nombres de la diplomacia mundial del
nocía a Portugal el derecho de conceder o negar el siglo XIX, nuestro gobierno dio más. de una vez ría.,
cabotaje extranjero en los puertos de sus colonias, impresión de hacer girar la discusión sobre minucias
nos lo negaba a nosotros, en los puertos principales gramaticales, sobre x'ialabras. Por ellas parecía saeri- $
de nuestro territorio. Con la misma habilidad que los fíear los cuantiosos intereses materiales del comercio
fines, variaba los medios. Después de haber declara­ trabado por el largo bloqueo en aras de viejos ídolos,
do repetidas veces, por boca de sus embajadores y como especies preciosas quemadas ájfite carcomidas .
ministros de Estado, que en 1828 no había garantiza­ imágenes de palo. Al final se vio. que “soberanía”,. |
do la independencia oriental, en 1845, decía que sí, “bandera”, nos devolvían con creces las realidades
para sentar sus reales en un país cuya independencia u sustanciales que habíamos sacrificado en su honor. La |
no estaba amenazada.. Así, para garantizar la inde­ ■Igran afluencia de capitales extranjeros empezó en­
pendencia uruguaya de la presión argentina, usurpó tonces; y como aceptaron venir sin condiciones, se
ella misma la soberanía del país que pretendía de- nacionalizaron. A»$í lo prueba el hecho de que en esa I
j íender. Ei arriendo de ía aduana de Montevideo, el época los capitales ingleses venían con nombres pro­
desembarco de tropas y armas, la batería Purvis, la pios que dieron origen a grandes familias argentinas,
dependencia del gobierno uruguayo de los interven­ mientras en épocas posteriores vinieron anónimamen­
tores europeos, son hechos tan evidentes que no sólo te. en forma de sociedades cuyas sedes siguen siendo
. no fueron negados, sino que han sido invocados como extranjeras y cuyas utilidades salen del país. Si lo j
gloria de la alianza de la oligarquía ríoplatcnse con que ahora es sangría, entonces fue transfusión, se de­
Inglaterra. bió a nuestra firme voluntad de ser soberanos, a la
\ El cañón de Obligadot la luminosa carta de Sari garantía que ofrece todo Estado seguro de sí mismo.

56 57
R O D O L F O' y J ü L 10 I R A Z U■S T A

.Aliora bien, nunca hemos manifestado' esa voluntad de


un modo más inequívoco que contra Inglaterra, cuya
presión de conquista ha sido continua en el Río de la
Plata, y única nación a la que le ganamos dos guerras.
Lejos de ayudarnos "hasta asegurar nuestra inde­
pendencia'’, puédese decir sin sombra de espíritu de
contradicción, que nuestra independencia se ha asegu­
rado contra la voluntad de Inglaterra.

C apítulo IX

LA AMISTAD INTERNACIONAL

Sería interpretar muy mal nuestro pensamiento,


creer que la discusión anterior tenía por objeto criti­
car al señor Roca por no haber diebo en Londres al­
gunas de las verdades que hemos tratado de estable­
cer. No. Es sabido que "toute verité n’est pas bonne á
dire", mucho menos en el terreno diplomático, donde
el arte consiste en callar los hechos enojosos para
crear los provechosos. Pero jactarse es una cosa, y
disminuirse, otra muy diferente.
; Se podría decir “a priori”, sin conocer al dedillo la
historia universal, que no hay amistad internacional
sin nubes. De los cas,os más conocidos, de largas luchas
entre países vecinos, para quienes, la amistad parece­
ría más natural, se deducen con poca imaginación to­
dos los demás. Siendo do que rige la historia política
de las-naciones el- interés, objetivo por esencia parti­
cular, variable en el tiempo y en el espacio, no es
extraño que cada.;una de ellas, en uno u otro momen­
to de su vida, haya tenido conflictos‘eon las otras. Pe-
53 59
ZU ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
RODOLFO Y JULIO I n A ZusTA
den obstaculizar la nueva amistad basada en una só­
ro eso estado de lucha perenne en que se llalla el mun­ lida combinación de intereses presentes.
do, sobre todo desde que hay naciones, no excluye la Basta volver la espalda al pasado y la cara al por­
amistad mtoinacional, Lo único que hace es condicio- venir. Pero, indudablemente, para ello no es necesa­
j narla. Entre los individuos ella es condicionada por el rio que ninguno de los dos nuevos amigos, viejos ene­
sentimiento; entre las mociones por el interés; aunque migos, se deprima en beneficio del otro, porque es
dejando a salvo las normas morales cuyo resneto no difícil que ninguno de los dos haya cambiado de ac­
se excusa' en ninguna clase de acción. Quiere decir titud por caridad, por perdonar las ofensas. La mutua
que, así como im hombre sacrifica hasta sn vida por necesidad es lo que produce esos cambios conmovedo­
el amigo, un país no lo debe hacer por el suyo si no res. Ahora bien, el que se achica da al otro, la seusa- |
media un pacto solemne que estipule literalmente el ción de que esa necesidad fue unilateral, de donde es
sacrificio. fácil que resulte un sentimiento contrario al de la
Todo eso parecerá dcsagradal.de, indigno del nombre amistad. Esta se cimenta en la fuerza más que en la f
que decora uno de los rnás bellos sentimientos huma­ debilidad de los interesados.
nos. Pero es así. Y es lo que explica las rarezas apa­ Si ha habido excepción a esa regla de la amistad
rentes de la amistad internacional, rarezas de que está internacional, no es la nuestra con Inglaterra. Al con­
( llena la historia de las naciones viejas. Para no citar trario. Con ella tuvimos dificultades mayores que con
sino los casos más clásicos, la alianza anglo-francesa ningún otro país, tenemos aún pendiente una grave
de la ultima guerra cerró entre los dos países un ciclo cuestión internacional. Se puede decir que hemos afir­
varias veces secular de luchas a muerte, desde la épo­ mado nuestra independencia resistiendo a sus tentati­
ca de Juana de Arco, cuando los ingleses tuvieron en vas de colonización. Pero eso no es, no ha sido un
su poder la mitad del territorio francés, junto con su. obstáculo, para que seamos amigos. Cuando Inglate­
capital, hasta la de Napoleón, cuando este amenazó rra se convenció de que esta parte de América del
el corazón del enemigo tradicional con su campamento Sur no era ya colonizable, sus súbditas no dejaron de
de Boulogne; el establecimiento de los Borbcmes de venir con sus capitales o sus habilidades profesiona­
España, seguido por el vuelco de las alianzas, trans­ les. En vez de reclamar privilegios de metropolitanos,
formó en amistad de las casas de Francia y de Aus­ se avinieron a ser particulares en un país extranjero,
tria, la rivalidad por la supremacía continental que sujetos a la legislación de ese país. No teniendo por
duraba desde el nacimiento de las naciones modernas; qué rechazar ese cambio de procedimiento, abrimos
el imperialismo napoleónico interrumpió la enemistad a su buena voluntad las puertas que habíamos cerra­
tradicional entre España e Inglaterra, que databa de do a sus imposiciones. Y nunca fuimos con ella me­
la época de la “Invencible”, uniendo a los dos viejos jores amigos que al día siguiente de nuestra mayor
enemigos a pesar de haber entre ellos la cuenta pen- resistencia.
I diente de Gibraltar. En todos esos casos, la baraja­ Pero esos hechos dan la pauta de lo que debe ser
dura de los intereses políticos ha hecho salir del mis­ nuestra amistad. No sólo por orgullo es inaceptable
mo mazo dos juegos sucesivamente distintos. Y por que nuestra actitud con ella sea humilde, cuando so-
crecidos que sean los recuerdos desagradables, no pue­
61
60
RODOLFO r JULI O IRA ZÜSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

mos de los pocos países que le lían resistido. También muy aptos para sufrir la suerte de los países de esa
por necesidad. ■En cuando demos la impresión do índole.
ser mansos corderitos, el apetito del lobo se desperta­ La conciencia sobre la firmeza de nuestra indepen­
rá. Equivocado sería creer que haya plazo proscripto dencia es santa y buena. Mejor es buscar los medios
para las pretensiones de Inglaterra. Los o dienta y de conservarla a toda costa. Medios morales, medios
cuatro años transcurridos desde el último conflicto materiales. Orgullo y fuerza. Esta última es indis])en­
anglo-argentino, para nosotros son muchos, para ella sable, pero sola no bastaría para prevenir la renova­
muy pocos, Después de un compás de espera, por largo ción de las tentativas de colonización que se repitie­
que oca, sabe retomar su acción imperialista, no bien ron durante todo el curso de nuestro proceso forma-
se le presenta nueva oportunidad contra una presa co­ tivo. Hay que agregarle el tono que convenza de nues­
diciada de antiguo, como hizo con las Malvinas, que tra decisión de usarla para defender nuestra indepen­
volvió a ocupar "sesenta años después de haberlas eva­ dencia, no sólo de nuestra antigua metrópoli, sino
cuado previo reconocimiento de la soberanía española también “de todo otro poder de la tierra”, como dice
sobre las mismas, la declaración del 9 de Julio de 1816.
f Confiar en que esos métodos están excluidos de un Sin hacer el papel de la rana que reventó por emu-f
J mundo regenerado, sería peligrosa ilusión. Cuando en lar al toro, no tenemos por qué humillamos ante na­
el Senado de "Washington se atreven a proponer que die, ni reconocer a nadie deudas políticas que no he­
Francia ceda sus colonias americanas en pago de sus mos contraído, que no reconocen ni los que de veras
deudas de guerra; cuando Alemania reclama no sólo son deudores. Mucho menos en nuestras relaciones con.
la devolución de sus antiguas colonias, como lo hizo Inglaterra, cuya secular obsesión por la Pampa, cuya
desembozadamente al abrirse la reciente conferencia tradicional codicia de tierras solares, fecundas en pro­
económica mundial, sino también, aunque con más em­ ductos espontáneos, de tráfico fácil, puede sernos útil,
bozo, los territorios europeos que le quitó el tratado pero, también peligrosa, según la cara que le mostre­
de Veraniles; cuando Japón se apodera de la Manchu- mos. Si afable, pero digna, nos tratará como amigos;
ria ante la indiferencia del mundo; cuando los países si sumisa, como a inferiores. Porque no puede haber 1
sobrepoblados de Europa no ocultan sus deseos de ámistad sino entre iguales, por lo menos de corazón.
hallar salidas para sus excesos de población, pero sin
abandonar su soberanía sobre todos sus súbditos, no
es el momento de creer que sólo nosotros estamos a
exibierto de lo imperialismos renovados que.traen in­
quieto al mundo. Especialmente después de haber si­
do objeto de invitaciones como la de sir Heriberto
\ Samuel. Sin la voluntad de una metrópoli, tenemos una >
extraña tranquilidad de metropolitanos, junto con la
| fnás asombrosa curiosidad por el exotismo. No adver­
timos que Europa nos considera exóticos a nosotros,

62 63
. £
ZA ARGENTINA. 7 EL IMPERIALISMO BRITANICO

ra recibida, en instituciones oficiales, semi-ofíciales o


particulares, Palacio ele las corporaciones, Municipali­
dad, Bolsa de Comercio, etc., etc., la conversación pro­
seguía en los términos inverosímiles planteados desde
el principio. Los ingleses hablaban de lo que su país
ha hecho por nosotros, primero de la “ayuda” que
nos prestaron cuando la emancipación, después, de la
inversión de capitales en nuestro país. Y los argenti­
nos hablaban... de lo mismo.
Repetimos, la inverosimilitud no consistió, por par­
te de nuestros representantes, en abundar sobre la
C apítulo X grandeza británica, grandeza que sería desdoroso ne­
gar; que reviste formas de tan rica variedad, que ape­
EL CRITERIO DE LOS DELEGADOS ARGENTINOS la a tan opuestos ideales. La purísima inspiración de
sus poetas isabelinos y románticos, el admirable empi­
rismo de sus escritores políticos, la límpida elegancia
| El método seguido por nuestros negociadores se ba­ ■de sus hitoriadores y ensayistas, daban amplia materia
sa en una concepción diametralmente opuesta de la para elogios sin reservas. El error comenzaba al equi­
j amistad internacional. Abandonando las reglas más parar las actividades en que Inglaterra alcanzara los
elementales del estilo diplomático, no sólo abordaron más altos niveles de la historia a las actividades en
con ciega confianza a los representantes de la otra que ella no ha pasado de una modesta medianía —
por ejemplo, en hablar de sus filósofos a la par de
parte sino que se pusieron a cantar las loas de la ge­
mis poetas — y en darle la primacía en el arte de re­
nerosidad inglesa con olvido absoluto del interés ar­
gir pueblos, en que ella tuviera tantos émulos, como
gentino, Como las negociadores ingleses no abandona­
el pueblo ilustre dei cual descendemos y los comunes
ron aquellas reglas, y defendieron exclusivamente la
ascendientes de la humanidad civilizada, Grecia y Ro­
posición de su propio país, el diálogo en vez de amis­
ma. No eran nuestros representantes, entre los de to­
tad diplomática, parecía de amor; pero de amor a lo
do el orbe, los más indicados para hacer del imperia­
Moliere. Como en las comedias de ese autor, mientras
lismo británico la singular alabanza que hicieron de él
el amante olvidado de sí mismo, se perdía en la con­
los miembros de nuestra embajada extraordinaria.
templación de la amada, ésta, sin corresponder, no
Pero esa falta de información y de mesura en el
pensaba sino en sí misma. Así, los representantes in­
elogio del mérito ajeno, fué agravada por el olvido
gleses hablaban exclusivamente del mérito ingles, y los
constante, total, absoluto de nuestro propio mérito.
representantes argentinos también.
l ra que los ingleses no tuvieron una sola palabra de
El diálogo del Club Argentino dio la pauta para
recuerdo para nuestro glorioso pasado, ¿por qué no
todos los demás/Dondequiera que nuestra misión fue-
3a dijeron nuestros representantes? Ya que los ingle-
64 65
R O D O L F O y J U L I O I R A Z U S T A LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

ses hablaban de lo que ban hecho por nosotros, ¿por encama el señor Roca. Esa legislación, la más liberal \
qué nuestros representantes no hablaron de lo que del mundo, con que nos martillean los oídos, debió
nosotros hemos hecho por Inglaterra? ** servir como carta de nuestro juego diplomático, repar
| A la jactancia política de quienes se decían liberta­ rar una pequeña parte de los males que causara a la
dores de pueblos podían haber respondido con otra se­ nación. La radicación de los directorios fuera del país,
mejante, ya que la desigualdad de fuerzas entre los el fuero especial dentro de él, las condiciones suma­
interlocutores se compensaba con lo paradógico de la mente favorables de las concesiones, la tasa del inte­
afirmación inglesa y la evidencia resaltante que hubie- rés más elevada que en ninguna otra parte, junto con
| ra tenido la afirmación argentina. Al elogio del impe­ ochenta años de orden al amparo del cual los col oca-
rialismo británico debieron agregar una exaltación de dores extranjeros han rescatado varias veces sus ca­
la generosa tradición diplomática argentina, que en pitales, forman nn activo capaz de equilibrar todos los
un sentido opuesto nos honra entre todos los pueblos pasivos que nos quieren presentar.
tanto como el imperialismo a los británicos. Dadas las Pero eso no era todo. Con Inglaterra tenemos una
dificultades que tuvimos con ese imperialismo, recor­ cuenta especial en que nuestros créditos son muy fuer­
dar nuestro culto por el ai'bitraje, era aludir a ellas tes. Frente a las inversiones inglesas en la argentina
sin indiscreción. están las inversiones argentinas en Inglaterra. Duran­
Por sus antecedentes políticos, una delegación pre­ te muchos años hemos invertido ingentes sumas de di­
sidida por el señor Poca no podía argüir, para amino­ nero en animales de procedencia británica, ..en repro­
rar la deuda de gratitud que los eolocadores ingleses ductores bovinos, ovinos y equinos, cuya aplicación
reclaman en todo momento, que sus capitales emi>eza- se refería casi exclusivamente al comercio con el Rei­
) ron a venir sin ser llamados. Das dilucidaciones ante­ no Unido. Rara ese comercio se preparó nuestra ga­
riores han mostrado que el jefe de nuestra delegación nadería; a ese comercio se dedicó el mayor esfuerzo
renegaba de la tradición colonial y del periodo del de nuestra industria, abandonando. o poco menos el
gobierno rosista, como si creyera que en el primer perfeccionamiento de las especies del país, preferidas
caso, no había Estado argentino, y que, en el segundo, por el consumo del país, más aptas para la exportación
el gobierno argentino estaba idealmente repartido en­ a los países europeos y sobre todo para la industria
tre los emigrados residentes en Chile, Uruguay y Bra- transformadora de índole saladeril, industria más per­
j sil. Ko podía pues, decirles a los ingleses que su deseo manente y universal, completamente abandonada por
de invertir capitales en nuestro suelo era anterior a el comercio del frío a que nos invitaba el cliente in­
ningún llamado, puesto que desde temprano dieron fa­ glés. Tal inversión, hecha inmoderadamente y sin los
mosos aldabonazos en nuestra puerta y al fracasar con recaudos necesarios, acentuó, al iniciarse, nuestra de-
los cañones volvieron con la sonrisa, sin condiciones pendencia del mercado británico, que ahora rehúsa el
. de ninguna especie. contacto con nuestra producción por razones de índo­
I En cambio, pudo hacer valer de modo superior las le política que nuestros gobernantes, imbuidos de la
garantías y privilegios que dieron al capital extranje­ primacía de lo económico, no supieron prever nz con­
ro los fundadores del régimen, cuya tradición política trarrestar.

60 67
RODOLFO r JULIO iBAZUSTA
*
Está claro que esa operación fuó comercial, no sen­
timental. ¿No pasa lo mismo con la correspondiente
inversión de capitales ingleses en la Argentina? De
reclamarnos gratitud por ella, podemos reclamar con
igual derecho gratitud por nuestra inversión de capi­
tales en Inglaterra.
Nuestros negociadores desdeñaron el uso de todas
esas cartas del juego argentino de un modo que no
es posible de críticas de detalle. Un tratado clásico de
estilo diplomático nos serviría para juagar desaciertos
protocolares, indiscreciones, que también se cometie­
ron. Pero no nos serviría para juzgar la conducta ge­
neral de nuestra misión, porque esos tratados se basan
en el supuesto de que los diplomáticos defenderán la C a pítu lo XI
posición del país que representan. Sus reglas de pru­
dencia tienen por objeto moderar los exaltados senti­ LA NEGOCIACION
mientos patrióticos que se atribuyen implícitamente a
los embajadores, enseñarles a insinuarlo todo sin de­
cir nada directamente, a ser cortés'sin humillarse, y La penosa negociación terminada por el convenio^
a defender los intereses que les están encomendados es más difícil de seguir que las actividades prelimina­
sin grosería para la otra parte. Do que no pueden res de cortesía y protocolo. Loe discursos públicos se
prescribir es moderación en el elogio de la posición transmitían con bastante regularidad, a medida que
contraria, o defensa de la propia posición. Esto ya de eran pronunciados. Las discusiones comerciales no po­
suyo, y aquello no es siquiera concebible. dían, por su misma índole, ser entregadas a la publi­
, En este sentido, la misión Boca dio muestras de ex­ cidad. Hasta que no pase cierto tiempo, su relación
traordinaria originalidad. Es difícil que la hifetoria estenográfica no será conocida. Los resúmenes que los
diplomática registre nada semejante al caso de estos negociadores de una y otra parte facilitaban a la pren­
embajadores que desdeñando hablar del país que re­ sa, eran forzosamente reservados e incompletos. De
presentaban se dedicaron exclusivamente al elogio del manera que el juicio sobre el desempeño de nuestros
país con cuyos representantes debían negociar sobre representantes en este período de la misión no puede
intereses muy contrapuestos, de tal modo que en esa ser tan categórico como lo ha sido sobr'e los prelimi­
negociación anglo-argentina, todos parecían ingleses nares, como lo será sobre el tratado. Pero la línea ge­
y nadie argentino. La causa de ese extraordinario fe­ neral de la negociación es relativamente fácil de se­
nómeno se explicará en los capítulos finales; su resul­ guir, por lo menos para relacionarla con la conducta
tado desde el punto de vista de nuestro interés, en de aquellos, hasta el momento de iniciarse las discu­
el próximo. siones comerciales. Y los debates del Congreso argen­
tino revelaron ciertos detalles que pueden servir de
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69
RODOLFO r J V D I (7 IRAZUST A L a a r g e n t i n a y e l i m p e r i a l i smo b r i t á n i c o

jalones para el establecimiento científico de esa línea. taba era defender firmemente nuestras posiciones du­
Nuestra misión salió dispuesta a pedir una ventaja rante la negociación. Si fuimos a Londres, quiere de- (
para las exportaciones de carne a Inglaterra. No se cir que la defensa nos parecía posible, como lo «3.
sabía lo que llevaba encargo de ofrecer. Pero so su­ Alas ¿podían resistir durante la negociación quienes
ponía que el gobierno 3e habría dado algún elemento se habían entregado antes de negociar? La resistencia
apreeiable de negociación. En su defecto, parecía con­ les era tanto más difícil cuanto que el contraste entre
fiarse en que la amistad del príncipe de Gales, de las sonrisas con que fueran acogidos en las recepcio­
que disfrutaban casi todos los componentes de la mi­ nes mundanas y la seriedad que presentaba la discu­
sión, obraría milagros. Suponiéndole al principe de sión comercial, debió tomarlos de sorpresa. Los abra­
’ Gales la mayor buena voluntad toda ella no bastara zos habían sido en ensayo de la estrangulación; las,
a remediar la' deplorable posición en que habían que­ víctimas estaban desprevenidas ante lo inesperado del
dado nuestros intereses después de las declaraciones ataque.
obsecuentes de los diplomáticos “argentinos”. Debien­ La objeción inglesa sobre nuestra balanza comercial
do tanto, ¿cómo podíamos solicitar ventajas? Tenía­ favorable, era ridicula. Podría hablarse de paridad
mos que darlas, para ponernos al día. Todo lo que dié­ a restablecer en ese terreno si nuestra balanza de pa­
ramos sería poco para saldar la deuda que nuestros gos no nos fueran tan desfavorable con Inglaterra.
negociadores reconocieron antes de iniciar la negocia­ Nuestros representantes bosquejaron la respuesta ade­
ción, cuada. Pero sin duda no con la fuerza necesaria. Por­
j -Así fue como, cuando todos creían que la discusión que ai final, el tratado sancionó la tendencia a un ab­
empezaría sobre el asunto que interesaba a la Argen­ surdo equilibrio en el intercambio comercial, con -las
tin a el cable nos enteró de que los primeros asuntos ventajas correspondiente en la tasa del arancel sin la
\{ tratados serían los que interesaban a Inglaterra. El ventaja correspondiente que en vano pretendimos so­
..vuelco de la situación sorprendió a todo el mundo, bre la cifra de la cuota asignada a la carne argentina
menos a los que habían seguido atentamente las acti­ por la conferencia de Ottawa. Pero es claro, un sim­
vidades preliminares de nuestra misión y conocen el ple recuerdo de los reconocimientos de gratitud he­
valor que en diplomacia tienen palabras de más o pa- chos por nuestros negociadores habrá bastado a los
| labras de menos. Las increíbles confesiones de depen­ ingleses para imponer'su exigencia. Cuando llegue el
dencia económica, de deuda política, hechas por nues­ momento en que nos paguen todo el precio de nues­
tros delegados, del jefe hasta el último subalterno no tros cereales y nuestras carnes con sus artículos ma­
podíaii tener otro resultado que el reconocimiento de nufacturados, y tengamos que recurrir a la alquimia
la misma primacía del interés británico en la discusión para seguir haciendo el servicio de los capitales in­
comercial. gleses con oro en lugar de especies, todavía no habre­
No es todo. Era difícil que#el orden de los asuntos mos pagado la enorme deuda que reconocimos.-Desde
no nos perjudicara; se necesita mucha habilidad para este punto ele vista, la objeción inglesa era irrebatible.
negociar en condiciones favorables con Inglaterra, que . De los debates en el Senado argentino quedan para I
f sobra de entrada a potencias mayores. Lo que impor- la historia dos muestras de la derrota sistemática, to-
■ ?
■ 71' ■
70
% OE OL E O. T JULIO I n' A Z V sT A _ LA ARGENTINA 7 EL IMPERIALISMO BRITANICO

tal, de la posición argentina durante las conversado- redacción definitiva que la incluye, es pues otro triun­
| nes de Londres. El Dr. Lisandro de la Torre leyó en fo de los ingleses. Esa frase incidental, cuya impoi*-
la Cámara Alta un telegrama del canciller al jefe de • tancia negó obstinadamente nuestro mundo oficial,
la misión, pidiéndole que tratara de obtener la inclu­ aparece ahora como un obstáculo a la utilización del
sión en la cláusula segunda del ort. I 9 del tratado la 10 por ciento de la cuota por la industria argentina.
frase sobre el nivel remunerativo de precios. Esa in­ El.actual ministro de Agricultura acaba de afirmar lo
clusión liabría significado que las “circunstancias im­ contrario de lo que dijo el interino, doctor Alvara­
previstas” quedaban condicionadas por el “nivel remu­ do, en el debate del Senado sobre la ratificación.
nerativo de los precios“ ; que las reservas sobre el mí­ Cierto, ja responsabilidad del contraste total sufrido (
nimum de la carne enfriada, que como luego veremos,, en Londres es de los poderes ejecutivo y legislativo ar­
son dos. se reducirían a una sola, a la menos grave por gentinos, que homologaron lo pactado por nuestros ne­
su alca neo menor y su menor imprecisión. Pero los ne­ gociadores, en vez de rechazarlo. Pero sus causas no
gociadores ingleses mantuvieron la absoluta dexvincu­ residen únicamente en la insuficiencia con que el go­
lación entre la reserva de la cláusula primera, referente bierno argentino afrontara la negociación.. La forma |
al “'nivel de precios remunerativos”, y la reserva de en que nuestros delegados se desempeñaron durante
la cláusula segunda, referente a las “circunstancias toda ella fue decisiva en el desastroso resultado. Bas­
imprevistas”. Y su criterio prevaleció en la redacción ta comparar las exigencias de otra parte pobrísimas,
definitiva. de algunos miembros del Ejecutivo Nacional, con los
Lo mismo sucedió con el artículo 3* del protocolo. documentos firmados por el Dr. Roca, para apreciar
Perdido en 1932 el pleito sobre el control de la cuota la absoluta nulidad (más bien nocividad) de la inter­
argentina por el gobierno argentino, el Dr, de Tomaso vención personal de los negociadores argentinos. Esa
se esforzó por obtener en las negociaciones de 1933 intervención estaba condenada al fracaso desde las
el mayor tanto por ciento que fuera posible para la primeras declaraciones de los componentes de la mi­
industria nacional dentro de la cuota. En vez del 15 sión Roca; creemos quedos capítulos anteriores de es­
por ciento que nos asigna el tratado, cifra que inclu­ te libro no dejan duda al respecto.
ye el 5 por ciento que va tenían los frigoríficos nacio­
nales de Gualeguaychú y de la Municipalidad de la
Capital, el ministro de Agricultura de entonces pre­
tendía el 15 o el 20 por ciento, con exclusión de la par­
te de la cuota de que disponían aquéllos. Pretendía
un 5 o 10 por ciento más de lo que se consiguió. Pero
la derrota argentina del artículo 39 del protocolo que
hizo conocer el senador De la Torre no comportaba la '
frase incidental, sobre la no persecución de fines de
primordial “beneficio privado”, en las empresas ar­
gentinas que se dedican a la elaboración de carne. La

72
C a p ít u l o I

CARACTERISTICAS GENERALES
S E G U N D A PA R T E
Salta a la vista la enmarañada redacción de algu­
EL T R A T A D O nas de sus partes. Cierto, el estilo de los documentos
diplomáticos no ha tenido nunca fama de claro ni de
correcto. Mas el de este tratado realiza como pocos,
en algunas cláusulas, el ideal cuya norma establece el
dicho que se atribuye a Taíleyrand, maestro en el gé­
nero, de que “la palabra se le dio al hombre para dis­
frazar su pensamiento”. Ahora bien, da la casualidad
-que esas oscuridades se hallan en las cláusulas refe­
rentes a lo que recibe la Argentina, mientras 3o que
recibe Inglaterra se halla establecido en cláusulas diá­
fanas, meridianas.
Otra de las características del documento firmado en
X/ondres el L de mayo de 1933 es su abundancia en
consideraciones generales ajenas a un escueto inter­
cambio de concesiones particulares recíprocas. Esto
podría aparecer como respondiendo a la moda, si se
tienen en cuenta otros documentos recientes de la di­
plomacia nueva, cuyo tono singularmente filosófico e
RODOLFO t JULI O IRAZÜSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

iluminado contrasta con el positivo y concreto de la ñor aquí ausente (“la earne depende de los mercados
antigua. Lo desagradable es. que toda esa filosofía po­ del Reino Unido”), y la conclusión del silogismo, que
lítica o económica sea unilateral y se refiere exclusi­ la primera vez apareciera, no en el discurso del prín­
vamente a nuestro país, sin los correspondientes jui­ cipe inglés, sino en el de nuestro vicepresidente de la
cios sobre la política y la economía inglesas que serían República (“la Argentina es, desde el punto de vista
necesarios para dar lleno cumplimiento al “do ut des”, económico, una parte integrante del Imperio Británi­
a la equivalencia que es principio de los tratados de co”). Así reconstruía Cuvier, con un solo hueso fósil, t
amistad entre las naciones. Así, la frase incidental del da forma de animales de especies extinguidas.
artículo 1 *, por la que el Reino Unido reconoce “la } Aquella frase permite reconstruir artificialmente el |
importancia de la carne “chilled” en la vida econó­ I esqueleto de nuestra antediluviana dependencia de la
mica de la Argentina”, podía haberse suprimido sin ! economía británica. En el mundo actual somos econó- I
alterar 3a esencia del artículo. Es un juicio de los in­ Tilicamente una especie de las que no se ven más que
gleses sobre nuestra economía, sin correspondencia en en los museos, como el plesiosaurio en la zoología.
un juicio nuestro sobre la economía de los ingleses. Cuando en todos los países, hasta en los peor dotados \
Esa irrelevantc consideración no tiene otro fin que por la naturaleza, la economía unilateral está en ban­
el de hacerle un lugarcito en el tratado al tema prin­ carrota, profesamos de nuevo la fe en ella. El pacto 1
cipal ele las conversaciones preliminares. El agente de Roca, antes de comprometernos por un tiempo a no
la finaliza inglesa en Buenos Aires, que era miembro evolucionar hacia la economía compleja, hacia el equi­
de la delegación argentina, había dicho que nos pare­ librio entre la producción de materias primas y de
cíanlas a un dominio británico. El príncipe de Gales, manufacturas, descarta como mala esa evolución.
que la Argentina depende de la carne, y la carne del El reconocimiento, por Inglaterra de la importancia
que la carne “chilled” tiene en la vida económica de
J
mercado inglés, premisas de un silogismo trunco cuya
conclusión era fácil adivinar. El Dr. Roca había he­ la Argentina, lleva implícita nuestra profesión de fe
cho clara esa conclusión, diciendo; “La Argentina es, sobre lo mismo.
desde el punto de vista económico, una parte integran­ Ahora bien, la economía pastoril es lo que nos hace i
te del Imperio Británico”. Las “comparaciones poco dependientes de Inglaterra. Esa dependencia fué ma­
felices” de nuestros representantes eran inadmisibles yor hace un siglo, pues entonces le vendíamos rauchó
en un documento de derecho público. El silogismo menos de lo que le comprábamos. Teníamos con ella
trunco deí príncipe inglés, de intención aún muy cla­ balanza de comercio desfavorable. Al contraer el,em­
ra. Desfigurajido la premisa inarof como el autor del préstito de 1824, la tuvimos también de pagos. Y así,
silogismo suprimiera la conclusión “le tour ctait joié”. el tratado de 1825 pudo basarse sobre el principio de
| Con ese resto desfigurado ("la importancia de la car­ la libertad de comercio, sobre la absoluta reciproci­
ne “chilled” en la vida económica .de la Argentina”), dad de derechos, sin que la ventaja fuera en los he­
los entendidos podrían reconstruir por medio de la chos iguales para ambas partes. La libertad de co­
imaginación el verdadero aspecto de la premisa mayor mercio era dominio inglés y esclavitud argentina.
(“la Argentina depende de la carne” ), la premisa me- El siglo transcurrido desde entonces provocó modifi-

T8
* w ••
r
RODOLFO t JULIO IRAZUST A
L A A R G EN TI N A Y E L IMPER IALISMO B R I T A N I C O
«aciones substanciales en esa situación. La fuerza de ¡f
las cosas primero restableció el equilibrio, para luego o nacionalismo económico. Y en lo que derogamos al li­
darnos una ventaja. El aumento de nuestra capacidad beralismo profesado, unilateralmente, en algunas partes
productiva 7 el encarecimiento de la manufactura in­ del tratado, lo hacemos para asegurar mejor las venta­
glesa, habían tornado favorable para nosotros ía ba­ jas sin compensación que damos a Inglaterra, como
lanza del comercio anglo-argentino. La ventaja ingle­ p. e. en el asunto de los cambios.
sa en ía balanza de pagos se veía amenazada por el k Las cláusulas dispositivas no merecen comentario, pues
progreso científico allí donde las inversiones del capi­ no difieren de las que son de estilo en todos los docu­
tal británico en la Argentina son más considerables. mentos de esa especie, y exhiben una rara claridad do
Esa marcha natural de las cosas ofrecía la perspectiva í;■ expresión en un texto por otra parte tan oscuro. Lo úni­
de nuestra próxima liberación. Las sanciones oficiales co digno de observación es la cláusula relativa a la au­
empezaron a obedecer, de una y otra parte, a las exi­ tenticidad de las dos redacciones, la castellana y la
gencias de la realidad, y el término de esa evolución se 2'
inglesa. La unidad de texto, la especificación de cuál
veía próximo en la forzosa disminución del comercio de los dos hará fe en caso de divergencia, facilita evi­
| anglo-argentino. De pronto, las elementales medidas dentemente la interpretación. Ahora bien, en un trata­
tomadas por el Imperio Británico para afrontar aque- do en que las únicas cláusulas de difícil interpretación
\ lia situación hacen temblar a nuestros gobernantes. El serán las referentes a lo que se nos da, la doble autenti­
{ temor a lo nuevo les hace encarar todos los sacrificios cidad, lejos de ser una concesión a nuestra pequenez,
para salvar la rutina. Y el panorama se transfigura. sería un instrumento para abusar de ella.
Cuando parecíamos estar más cerca de la libertad, vol­
vemos a caer en una negra servidumbre,
| Es por la fidelidad a un hecho político, no a un prin­
cipio económico, que el tratado de 1933 continua el de
| 1825. En efecto, es la dependencia argentina de Ingla-
' térra, no la libertad de comercio, lo que ambos esta-
j blecen. Los medios varían, el fin es el mismo. En el de
1825, la dependencia se establecía por la libertad de
v ( comercio aceptada por las dos partes. En el de 1933, por
un régimen total de economía dirigida de parte de los
, ingleses; y de parte nuestra, por un régimen mixto, de
liberalismo e intervencionismo, calculado para resta­
blecer artificialmente las condiciones naturales clesfa-
\ vorables de hace un siglo. Así es cómo, mientras Ingla­
terra se reserva los medios de seguir su política de li­
brecambio imperial, ‘nosotros no nos reservamos nada i' . , . * te
'equivalente para contrarrestarla con el proteccionismo, - ' • ; ' ;

80
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

la Metrópoli del Imperio eierta libertad para negociar*


con los países ajenos a la Sociedad de las Naciones-Bri­
tánicas. Mientras los dominios se ponen en condiciones
de proveer a todo el consumo del Reino Unido, éste
quedaba con un margen de importación extra-imperial
que le es indispensable. La cláusula que lo estipula es
elástica, como la evolución que provee. Ahora bien, den­
tro de ese margen, ¿hemos conseguido el máximo? Los
números contestan que no. ¿Hemos conseguido siquiera
un aumento? Tampoco. Sí el tratado contiene para noso­
tros una ventaja, ella no está pues en el aumento que
creíamos conseguir, síno en una promesa de no reducir
C apítulo II las importaciones de carne argentina en Inglaterra.
Luego, ventaja negativa, que contrasta con la ventaja
LA CUOTA DEL “CHILLED” positiva que a cambio de ella concedemos. Para que el
trato fuera parejo, a esa promesa de no reduier la cuo­
ta de importación, debimos corresponder de una simple
Contrariamente al orden en que durante las negocia­ promesa de no aumentar el arancel sobre los productos
ciones fueron discutidos los asuntos, lo que se nos da de manufactura británica.
ocupa lugar de preferencia en el tratado. El artículo ¿Estará la ventaja en la intangibilidad de la cuota
I 9 se refiere al problema de la carne, cuya solución era de importación establecida en el tratado? Sería imposi­
el motivo declarado de la misión comercial anexa a la ble demostrarlo. El enunciado sobre el asunto arranca
embajada extraordinaria. Ese pasaje del último al pri­ de modo categórico: “El gobierno del Reino Unido, re­
mer lugar parecería desmentir las quejas formuladas conociendo la importancia de la carne “cbilled” en la vi­
en el presente libro, sobre la constante ineptitud de da económica de la Argentina, no impondrá restricción
nuestros negociadores. ¿Qué importa que el asunto dis­ a las importaciones de carne “chilled” de la Argentina
cutido en primer término fuera, a raíz de la excesiva en el Reino Unido, en ningún trimestre, menos de la
deferencia de nuestros representantes, el que interesa­ cantidad importada correspondiente al trimestre termi­
ba a la otra parte, si al final obtendríamos la compen­ nado el 30 de julio de 1932”, Dejemos de lado el ex­
sación de orgullo y de interés que significa el artículo
traño, modo de reconocer la susodicha importancia de
primero del convenio dedicado al problema de la car­ la earne “chilled” en la vida económica de la Argenti­
ne? Precedencia por precedencia, ¿no es mejor la de­
finitiva? na con una simple promesa de no restringuir más las
¿Hemos obtenido una ventaja? Veamos. Es público importaciones de ese artículo, promesa que ya veremos
V notorio que al partir Ja misión Roca, se esperaba con­ a lo que se reduce. Lo notable es la reserva que viene
seguir un aumento para la importación de carne argen­ inmediatamente a continuación del párrafo transcripto;
tina en Inglaterra. La conferencia de Ottawa dejaba a la restricción no se impondrá, “a menos que, y única-

82
R OD OL F O r JULI O IRAZUSTA LA ARGENTINA X EL IMPERIALISMO BRITANICO
mente en tai caso, hasta donde crea el gobierno del Ilei~ segunda del artículo primero ?' Esa asociación de intere­
no Unido, después de consultar y cambiar todas las in­ ses no es absoluta. Podríamos confiar en que la resis­
formaciones pertinentes con el gobierno argentino, que tencia de los dominios a macizas reducciones de sus cuo­
crea necesario a fin de asegurar un nivel de precios re­ tas nos asegurarían contra una. reducción mayor que la
munerativos en el mercado del Reino Unido". La cláu­ del 10 por ciento, ilimitada, si la amenaza de las reduc­
sula primera parece limitar al 10 por ciento la reduc­ ciones fuera idéntica para ellos y para nosotros Des­
ción facultativa del gobierno británico, que el 'diasta graciadamente no lo es. Los “embarques experimenta­
donde crea.,, necesario a fin de asegurar un nivel de les" quedan siempre a salvo de toda contingencia. La
precios remunerativos’' hacía temer ilimitada. Luego reducción del 10 por ciento, prevista para defender los
la cifra de importación del 30 de julio de 1932 no es precios remunerativos, y la reducción 10 por ciento, an­
intangible, y cuando menos puede ser reducida en un te “circunstancias imprevistas" los exceptúan. El día
diez por ciento. Nuestra ventaja no está pues en el que, pu di endo sustituir nuestros productos, la sociedad
monto de la cuota fijado una vez por todas en una cifra de naciones británicas quisiera cerrarnos el mercado del
grande o pequeña, pero al fin intangible. Reino Unido, la conferencia internacional previa a la
¿Estará en la seguridad absoluta de que ese diez por reducción, estipulada en el convenio del V de mayo,
ciento será el último límite de la reducción La negati­ establecería solemnemente un ínfimo tanto por ciento
va es terminante en la segunda cláusula del artículo igual para todos, dominios, Argentina y demás países
primero: “Si, debido a circunstancias imprevistas, el exportadores de carne. Y al otro día, o paulatinamente,
gobierno del Reino Unido considerase necesario que las los “embarques experimentales” podrían devolver a los
importaciones de la Argentina, de carne “chilled", de­ dominios lo que les había quitado la conferencia, y aca­
bieran reducirse en cualquier año en una cantidad ma­ so asignarles lo que se quitara a los exportadores no per­
yor que el 10 por ciento menos que la cantidad impor­ tenecientes a la sociedad de naciones británicas. No hay
tada en el año terminado el 30 de junio de 1932, con­ pues en la equiparación con los dominios, ninguna ab­
sultará con el gobierno argentino y con los gobiernos soluta seguridad que signifique para nosotros una ven­
de le« otros principales países exportadores de carnes taja, a cambio de la cual damos la rebaja de los aran­
(incluso aquellos que son parte de la sociedad de- na­ celes.
ciones británicas) con objeto de hacer arreglos' para El trueque de una realidad por una promesa ya se-1
la reducción de las importaciones de carnes “chilled" ría imprudente en un mundo que varía tan fundamen­
y congeladas de todos los países productores". Luego, tal y rápidamente, cuyo ritmo quebrado hace ilusoria
tampoco hay seguridad de que el 10 por ciento será el toda garantía de estabilización. No sólo porque según
último limito de la reducción. el fabulista latino “nunquam est f idelis cum potente
¿Estará nuestra ventaja, negativa, pero firme, en al­ societas", y porque ya sabemos cómo respeta Inglate­
guna parteí ¿Estará en haber asociado nuestro interés rra los'tratados, cuando están en juego sus intereses,
con el de los dominios, cuyas cuotas serían reducidas a la sino porque la buena fe misma no podría nada contra
par de la nuestra, caso de que ésta debiera ser reducida la instabilidad de las cosas. Ventaja es hoy, únicamen- j
en más del 10 por ciento, como lo establece la cláusula te, la ventaja inmediata, positiva, concreta. Lo demás

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B OB O L F O t JULI O IBAZJJSTA

es cuento. Pero, ya que nuestra debilidad o lo que- fue­


ra, nos impidió obtener un aumento de la cuota a cam­
bio de la rebaja del arancel, una cifra-fija de no reduc­
ción, por baja que fuera, habría significado, con todos
los riesgos de la instabilidad mundial, una promesa de
relativa estabilización, una ventaja aunque negativa.
Ahora bien, el tratado no nos da ni eso. Inglaterra po­
dría .sustituir nuestra producción entera por la de los
dominios, y ganarnos legalmente cualquier pleito que
le moviéramos ante la corte de la Haya.

Capítulo III

LOS CAMBIOS

La primera reflexión que sugiere el artículo segundo \


del tratado Roea-Ruñciman es el contraste existeute en­
tre el proteccionismo que él comporta y las profosionbíi
de fe librecambista con que fuera defendido entre nos­
otros, No señalamos la contradicción por preciosismo \
logístico, sino porque ella encubre una realidad contra­
ria a los intereses del país. ■
Desde el punto de vista técnico, nada más inconcebi­
ble que la aceptación por la Argentina" de dos Rases de '*
trato tan inconciliables como la reciprocidad comercial,
y las facilidades de giro con el mayor acreedor. En ca­
pítulos anteriores analizamos el carácter de los créditos
ingleses sobre la Argentina. De ello resu/ta evidente
que su cobro jio era posible, sino en especies. Si durante
la regular operación del libre cambio mundial en el si­
glo XIX pudimos hacer frente, con el producto de nues­
tras ventas a otros países, a la desventaja en que estu­
vimos respecto de'.Inglaterra en las balanzas comercial
y de pagos, ahora no es lo mismo. La crisis ha despojá- f

' \ 82,
88
O '■P O i F O ■ t - J ü L I O I E A Z ü S XA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
*
do a las relaciones económicas internacionales de todo Runciman, netamente ventajoso para Inglaterra, es di­
artificio reduciéndolas a su realidad de trueque. Y lia fícil no suponer qué dichas exigencias no difirieron en
sido Inglaterra, no la Argentina, quien ha empezado el calidad no en tamaño, de las que fueron aceptadas.
reajuste de la apariencia con la esencia. La ruptura del Es aventurado creerse más conocedor de los intere­
orden económico había sorprendido al intercambio an- ses de un país extranjero que él mismo. Pero franca­
glo-argentino con una ventaja comercial para nosotros mente, ¿podía Inglaterra obtener una. ventaja mayor
que superaba con creces, la desventaja financiera. Una que el privilegio sobre los demás países en el giro, com­
vez pagados los intereses de la deuda' con Inglaterra, binado con un interés de 4 por ciento para la parte no
nos quedaba un excedente de giros sobre Londres que licuable de sus créditos congelados, garantías renova­
nos permitía afrontar déficits de intercambio con otros das para la situación de sus capitales y la rebaja del
países. Con la regulación de sus importaciones de la Ar­ arancel ? Dentro del sistema que ha prevalecido, no.
gentina, Inglaterra había tendido a subsanar ese des­ Dentro de otro sistema, sí.
equilibrio, perjudicial a sus intereses en la actual si­ La total licuefacción de los créditos congelados, y la
tuación del mundo. supresión. del control del cambio, habrían conspirado,
Comprarnos únicamente lo necesario para' cobrarse por la consiguiente depreciación de nuestra moneda,
los intereses de sus créditos sobre nosotros, era elemen- contra la exportación británica, objetivo de da rebaja
t tal de su parte. arancelaria. Pero esa no es la única dirección que pu­
De la nuestra, lo elemental era mantener ese equili­ dieron tomar las exigencias, declaradas inaceptables de
brio a toda costa, sin permitirle romperse a nuestras los ingleses. Hay la posibilidad de un zarpazo al oro
expensas. Si Inglaterra decía: comprar para que nos argentino. Desde el traslado de oro. consentido por el
paguen; nosotros deberíamos responder: pagar para que gobierno’ provisional, el depósito restante _en la Caja
nos compren. El pacto Roca-Runciman no ha respetado de Conversión es una presa indicada para la codicia de
esos principios elementales de equidad, Y antes de acor­ las potencias que se preparan a la lucha por la hege­
dar a Inglaterra rebajas arancelarias inspiradas en un monía monetaria mundial. Y una exigencia de esa es­
principio de reciprocidad comercial, que con ella es ab­ pecie era “a priori” más concordante que ninguna otra
surdo, le da garantías para la defensa de los capitales con la política implicada en Ottawa, de abandono del
, invertidos en la Argentina, y facilidades para el cobro mercado argentino y de los capitales ingleses inverti­
de los intereses devengados por esos capitales. dos en nuestro país. De otra parte, a cambio de lo poca
El artículo 29 del tratado se refiere únicamente a lo que nos podían dar, no podían pretender lo que obtuvie­
último. El tironeo habido én Londres sobre el asunto ron, pero sí una ventaja limitada, con precedentes cer­
de los-cambios ha hecho creer que la fórmula registra­ canos en nuestra política financiera. Tomado aislada­
da en esta parte de los documentos fué una transacción. mente, el privilegio sobre los giros es inferior a la li­
Se ha dicho que las exigencias inglesas sobre el punto quidación en oro de todos los créditos* congelados. Pe­
eran desmedidas, y que ellas no triunfaron. Pero no se ro como pieza del sistema que forma el tratado, es su­
ha dicho cuáles fueron esas exigencias. Dada la armo-, perior. La entrega del saldo de nuestro metálico no !;
nía"existente entre todas las partes del pacto Roca- hubiese sido tan perniciosa como el reforzamienloh de

88
R O D O L F O r J U L I O 1 JL£AJL A LA ARGENTINA T EL IMPERIALISMO BRITANICO
Ja dependencia económica de Inglaterra que ha preva­
lecido en los acuerdos de 1933. permite al gobierno afrontar el déficit de este año y
■„Sean cuales fueren las exigencias inglesas durante la del que viene, continuar su política financiera, y absor­
negociación, el arreglo sobre los cambios está en concor­ ber por un tiempo más la importación facilitada por el
dancia con la rebaja del arancel y los privilegios eco­ artículo 39 y varias cláusulas del protocolo.
nómicos acordados a Inglaterra por el protocolo.
Para apreciar debidamente las facilidades de giro es­
tablecidas en el artículo 2o, no hay qué olvidar que la
cifra de los créditos congelados no fué analizada ni
objeto de negociación, y que el protocolo elimina la po­
sibilidad de un análisis, de una negociación de esa es­
pecie. Ahora bien, dadas las ganancias leoninas pasa­
das y presentes, del capital británico invertido en el
país, la estabilidad de esa situación y su adopción co­
mo base de cálculo para el giro, significa que los ingle­
ses tendrán facilidades para sacar de nuestro país un
interés módico respecto al mercado sudamericano, pero
más alto que el corriente en Europa. Lo que es una ex­
cepción en el mundo entero.
El saldo no transferiblc, la excrecencia usuraria, que
no podría transferirse'sin la ruina de nuestra moneda,
queda legalizado en forma de empréstito a oro, apun­
tala por un año más al peso, cuya estabilidad es pieza
importante del sistema implantado por el convenio, y
abulta la cifra del embargo inglés sobre nuestra eco­
nomía.
El gobierno del cambio, punto que constituye excep­
ción al liberalismo unilateral de nuestra posición en el
resto del tratado, asegura ¡a. efectividad de las otras
ventajas que damos a Inglaterra' Lo mismo pasa con
el empréstito, cuyo tipo de interés resulta exagerado
para préstamos exteriores en el resto del mundo, que
no revela crédito del gobierno, '(pues el empréstito a
oro es signo de descrédito), que rio es riqueza venida
al país, (sino riqueza sobre cuya futura salida debíase
negociar) que no es una ventaja para el país, pero que

90
91
Zyá ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITÁNICO

en épocas bonancibles, de librecambio nniversal, en quo


la cláusula de nación más favorecida no perseguía la
reciprocidad bilateral, sino favorecer el movimiento na­
tural de las cosas económicas hacia un sistema de com­
pensación mundial, como el “clearing” de una plaza
bancaria. La cláusula de la nación más favorecida era
un sistema de abatimiento de .las murallas aduaneras,
en un mundo económicamente pacificado. Los actuales
convenios de reciprocidad presuponen la guerra econó­
mica, y no pueden planearse sino como bocas de apro­
visionamiento indispensables en una fortaleza sitiada.
Esas bocas deben ser tanto más restringidas cuanto ma­
yor es el peligro y la necesidad de conservar el resto
C apítulo IV
de la muralla; y en lo posible tapadas por lo que pasa
LA RECAJA DEL ARANCEL por ellas. No de otra manera en las fortalezas de verdad
que un río atraviesa se trata de que la corriente llene
el vano de las tomas de agua.
Sordo a los clamores de alarma que llenan el ám- \
Antes que el perjuicio, el absurdo. Entablar negocia­
hito del país, el gobierno sigue hoy la misma política
ciones sobre la base de una rebaja del arancel sin de­ que ayer, como si en el mundo no pasara nada. Y si í
nunciar previamente todos los tratados que contienen advierte un cambio del estado de paz al de guerra, pro­
la cláusula de la nación más favorecida, solo se le pue­
cede como lo habría hecho el país europeo que, en la
de ocurrir a un canciller que celebra convenios de reci­ última conflagración, al ser invadido, hubiese manifes­
procidad sobre indemnización por accidentes de trabajo tado su firme voluntad de no defenderse hasta después
con países que tienen en el nuestro cientos de miles de de probar que no era responsable, prueba que a los vein­
súbditos y que a su vez, o nunca han visto la cara de te años del acontecimiento aún está en discusión. Hasta f
un argentino, o le prohibirían la entrada al que quisie­ que no haya abatido el último resto de nuestras men­
ra hacerlo como obrero. guadas fortificaciones aduaneras, el gobierno no creerá
El resultado del reciente convenio provisorio con estar en condiciones de probar que su responsabilidad
Chile, que por darle a este una ganancia de seis rail es nula en la evolución proteccionista que se opera en
pesos oro con la rebaja del avalúo a la salsa de tomate, el mundo; y parece dispuesto a hacer que el país cuya
le produjo a Italia, que no tenía nada que ver en el vida le está encomendada sucumba como mártir del li­
asunto, una ventaja seis o siete veces mayor, nos da la brecambio, convertido de sistema económico en ídolo
medida del que tendrá para nosotros el convenio adicio­ religioso.
nal Fraser-Saavcdra Lamas. Así fuimos a Londres a negociar una ventaja para
Hace años que la opinión ilustrada del país clamaba nuestras carnes ofreciendo,. como única moneda de
por la denuncia de los tratados de comercio celebrados
93
.92
RODOLFO y JULI O IRAZUSTA
LA ARGENTINA. Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
cambio, lo que no podíamos ofrecer sin-el riesgo de ver­
nos inundados por la producción de todos-los países noeimientos de deudas económicas y políticas que no
que han tratado con nosotros, y de constituirnos en el existen, o tuvieron compensación, los miembros del
último mercado libre del mundo. ejecutiva nacional se colocaron en una posición igual­
Ese absurdo de principio estaba agravado por la cir­ mente desfavorable con sus ditirambos al convenio en
cunstancia de que más de la mitad de los artículos que los debates de la ratificación. Por su parte el gobier­
importamos de Inglaterra búllanse .'libree de derecho, no británico salvaba ese escollo obteniendo una rati­
mientras los que tienen avalúos forman un arancel por ficación automática, sin oposición parlamentaria que
lo común más liberal que los derechos preferenciales lo obligara a defender el tratado como una victoria
que sus propios dominios acuerdan al Reino Unido. La comercial, mientras la oposición periodística y calle­
mayor liberalidad otorgada tendrá repercusiones de­ jera le servía de instrumento para reclamar nuevas
sastrosas sobre la industria argentina. El ministro de ventajas. Gobierno y opinión pública procedían lo
Tomaso había recomendado a nuestros negociadores re­ mismo que los negociadores británicos; excepeional-
cordar constantemente la cláusula de la nación más fa­ mente locuaces sobre lo que nos han dado en el curso
vorecida antes de conceder ninguna rebaja arancelaria. de la historia y según ellos nos siguen dando, estaban
Pero sin la denuncia del tratado de 1825, ¿cómo nego­ mudos sobre lo que les ha reportado nuestro país
ciar cuando, sobre la situación de favor que sus produc­ »Si a ello agregamos que el deseo de hacer algo a cual­
tos tienen en nuestra aduana, los ingleses pedían el oro quier costa, era siempre el mismo de nuestra parte;
y el moro? Durante los viajes del embajador Malbrán, que la ruptura de una negociación tan adelantada era
sus exigencias habían ido aumentando constantemente, muy difícil para un' país pequeño, sobre todo gober­
hasta parecerle excesivas a ese diplomático, cuyo an- nado por hombres que así lo creen, y ni siquiera fá­
glofilia fie puso de manifiesto en la discusión de 1932 cil para los países grandes que no tengan alma impe­
sobre el control de la cuota. Para conseguir algo había rial; que, como lo demostraremos más adelanto, nues­
que ceder al exceso mismo. Ahora bien, nuestros delega­ tros negociadores dejaron a los ingleses, sin reservar­
dos dicen haber conseguido una ventaja enorme, la es­ nos nada equivalente, un maravilloso instrumento de
tabilidad para la producción ganadera argentina. Fun­ presión que los ministros de S. M. B. utilizaron, el re­
dada o no, esa creencia debía llevarlos a otorgar con­ sultado del convenio arancelario que se firmó en Bue­
cesiones que compensaran en importancia aquella ven­ nos Aires no tiene nada de extraño.
taja. Es lo que hicieron. Sus consecuencias no podrán apreciarse exactamente
Que el convenio adicional decisivo quedara pen­ sino eon el tiempo. Por el momento debemos limitar­
diente nos favorecería muy poco. Nada significó que nos a las conjeturas. Por desgracia, conjeturas basa­
esta discusión se realizara en Buenos Aires, como la das en hechos desfavorables conocidos. La recauda­
otra se había realizado en Londres, Porque la nego­ ción fiscal sufrirá con la rebaja arancelaria una mer­
ciación fue planteada en los mismos términos aquí que ma de doce millones de pesos anuales, .según declara­
allá. Gomo los miembros de ja misión Roea se habían ciones del ex ministro Huevo al diputado Noble. Los
creado una posición difícil por sus imprudentes reco- industriales han sido parcos en palabras respecto a
las repercusiones del convenio sobre sus intereses. Pe­
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95
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
RODOLFO T J U L I O ___ I R A Z U S T A
to en que la vuelta a los aforos de 1930 no lesiona los
ro la opinión de que la industria argentina quedará pa­ intereses fiscales ni de la industria argentina. Si la
ralizada en su estado actual no lia sido refutada'. rebaja del arancel que otorgamos a Inglaterra provo­
La ventaja comercial obtenida por Inglaterra fuá ca, por sí sola o por la cláusula de la nación más fa­
apreciada por un perito británico en dos millones y vorecida, la ruina de nuestra balanza comercial o
medio de pesos oro el primer año completo de vigencia de nuestras industrias y el aumento de la desocupa­
del tratado, cinco millones en el segundo y aumentos ción, el tratado no nos deja para reparar el desastre,
aún mayores "en cada año sucesivo”. Cálculo dema­ un medio legal equivalente al que se reserva la otra
siado prudente. Las dos últimas. (I) estadísticas ofi­ parte para defender su ganadería y la de sus domi­
ciales argentinas sobre el comercio exterior revelan nios, y hasta fomentarla. Esa chocante desigualdad
que las importaciones de procedencia británica han au­ entre las posibilidades de acción de uno y otro con­
mentado en más de siete millones de pesos oro en el tratante no puede servir de fundamento a una sincera
solo mes de octubre, primero de la vigencia del trata­ política de amistad. Prueba además fehacientemente
do. (Ver “La Nación” y “La Prensa” del 28 de octu­ que, si para una de las dos partes la ventaja es alea­
bre y del 23 de noviembre de 1933). Si tenemos en toria, para la otra es segura.
cuenta que el saldo favorable de nuestro comercio ex­
terior era en 1932 de 180.000.000 de pesos oro, de
88.000.000 en los nueve primeros meses, y en el. últi­
mo ha bajado a 84.000.000, es fácil prever que en me­
nos de un año llegará a cero. Las empréstitos del go­
bierno le permiten al país absorber la importación, que
aumenta casi tan rápidamente como disminuye su ex­
portación, que disminuye catastróficamente. Todo ello,
para garantizar la cuota del “chilled”.
Pero esa garantía, única ventaja conseguida, está
limitada por reservan cpie la vuelven ilusoria. Y esas
reservas no tienen correspondencia eu lo que se refie­
re a la rebaja del arancel, lo que hace real, definitiva,
nuestra donación. El gobierno británico podría redu­
cir la cuota de importación hasta donde quisiera para
conservar un"nivel de precios remunerativos o afron­
ta r circunstancias imprevistas. Todo sería cuestión
de habilidad, lo que no podemos esperar que falte a
aquel gobierno. El nuestro, con habilidad o sin ella,
no podría mover el arancel una vez hallado el pim-
(1) Esto eo ©scribfn en dicicmbr# de 1033.
97
"66
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

resto de lo pactado. De otra parte, su texto la tiene


mucho mayor.
En ninguna de sus cláusulas se determina con pre­
cisión cuál es su alcance jurídico. La palabra que ter*
mina el proemio en que los plenipotenciarios se dicen
debidamente autorizados por sus gobiernos respecti­
vos, es “declaran”. Luego el gobierno británico “se
compromete” por las elásulas 5 y 9, y el argentino por
la número 6. Lo demás son declaraciones de “inten­
ción”, “propósito”, etc. ¿Por qué esa diferencia en la
fuerza dada a los diversos enunciados? Evidentemente
C apítulo Y no es lo mismo declararse comprometido o dispuesto
a hacer una cosa. La cláusula final no aclara la confu­
sión anterior, pues si bien es cierto que incluye los
El PROTOCOLO
párrafos del protocolo en “el conjunto de dicha con­
vención” es para asignarle una vigencia provisional
a partir de la fecha en que se firmaron en Londres am­
Deliberadamente evitamos mezclar '.el análisis Reí
bos documentos.
tratado con el análisis del protocolo, a no ser en lo En esa imprecisión hay un grave peligro, originado
indispensable para Ja interpretación de aquel. Por lo en la desproporción de fuerzas entre las partes contra­
común, los protocolos son las actas verbales, de las tantes.'S i alguna seguridad hay para las pequeñas $
conferencias entre los plenipotenciarios.- Si no pudie­ potencias que tratan con las grandes es la precisión de
ran tener otro alcance, hubiéramos considerado el pro­ las estipulaciones. Porque los medios de maniobra que
tocolo que se firmó el D de mayo al mismo tiempo que son las obscuridades de los textos diplomáticos no son
el convenio nnglo-argchtino, como prueba documental utilizados sino por las últimas, rara vez por las pri­
de la conducta errónea seguida por nuestros delegados meras.
antes de la firma del instrumento de derecho, en el La voluntad de presionamos es ya visible de parte
capítulo que dedicarnos a la negociación. Esa conduc­ de los ingleses en un detalle a que aludimos varias
ta previa no compromete al país sino hasta donde in­ veces en capítulos precedentes. Uno de los raros “com­
fluye en ía redacción del tratado. Todo lo demás son promisos” estipula dos en él era el referente a la tre­
palabras de negociadores falibles, que pueden ser des­ gua aduanera hasta tanto se concluía el convenio su­
autorizados por sus respectivos gobiernos. plementario de que habla el artículo tercero del tra s­
Pero como los protocolos pueden Tener más aloanco lado. Ahora bien, mientras el compromiso era recípro­
jurídico, y el que comentamos parece el perfecciona­ co en todo lo que respecta al arancel, Inglaterra se
miento, no la preparación, del convenio del 1 ° de ma­ comprometía, durante las negociaciones, a no impo­
yo, corresponde asignarle tanta importancia como al ner limitaciones cuantitativas al trigo, maíz, lino, afre-
98 09
RODOLFO y JULI O i UA Z ü S T A
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
cho, lana y otros productos, pero dejaba a la carne
fuera de la lista de e.se compromiso. Siendo lo capital se ve que no es así, porque los artículos 3? y 49 entre­
para nosotros la cuota del “chilled”, como para ello» gan el control absoluto de ese comercio a una de las
el tipo del aforo, al reservarse el derecho de aumentar partes, disminuyendo la posición de la otra aún allí
las limitaciones cuantitativas a la importación de donde ella parecía de igualdad. Inglaterra acordará
nuestra carne mientras nosotros acordábamos tregua los permisos de importación de nuestra carne; ¿por
aduanera absoluta, Inglaterra lia tenido durante la« qué el protocolo no da al Estado argentino la facul­
negociaciones .sobre el convenio arancelario un medio tad de acordar todos los permisos de importación de
de presión de que la Argentina ha carecido. Ese sólo artículos ingleses manufacturados?; porque en esto,
hecho bastaría para demostrar el interés británico por como en lo demás, no hay la equivalencia en las conce­
la sanción def convenio que tanto nos perjudica. Más siones que es indispensable para caracterizar los pac­
adelante veremos que el medio de presión fué utilizado. tos de amistad entre las naciones.
Las desigualdades en el texto hacen prever otras El 59, a socapa de una ventaja para nosotros, es en
mayores en la eventual interpretación. El prococolo realidad una desventaja. Pues si bien empieza esta­
podrá no ser obligatorio para Inglaterra; para la Ar­ bleciendo el compromiso, por parte de Inglaterra, de
gentina lo será de seguro. Aunque la obligatoriedad no restringir la importación de menudencias, acaba
fuera igual para ambas partes, no adelantaríamos gran con una salvedad que es una restricción. La “rela­
cosa., pues la desproporción entre lo que obtenemos y ción normal” entre las menudencias y las otras car­
lo que damos es mayor en el protocolo que en el tra­ nes importadas, de la Argentina” hace caer nuestras
tado. En éste dábamos hechos, en aquél damos dere­ exportaciones en aquel renglón, de tres a nno. Antes
chos, que según su mayor o menor alcance jurídico, exportábamos las menudencias no sólo de los anima­
aún no determinado, pueden acarrearnos pérdidas ma­ les sacrificados para la elaboración del “chilled” y
teriales sin compensación, incalculables si se las com­ otras carnes destinadas a Inglaterra, sino también de
para a las consentidas por el tratado. El protocolo es­ un número de reses mayor, correspondiente a los ani­
tá destinado a ponernos en condiciones más desfavo­ males consumidos en el país. En adelante no podremos
rables que las actuales, a empeorar dentro de tres exportar sino las menudencias de las reses que van a
años el mal negocio que significa la transacción de Smithfield, lo que implica una terrible disminución
1933. para nosotros.
El Art. V establece una garantía de buena voluntad El artículo 69, salvo la norma para la rebaja del
del Estado argentino para con los capitales británi­ arancel eri los productos que pagan impuestos, se re­
cos invertidos en nuestro país, garantía que no puede fiere a la hulla, de modo tan especial que debe llamar
tener reciprocidad porque no hay capitales argentinos la atención. No sólo el gobierno argentino declara su
permanentemente invertidos en Inglaterra. propósito de mantener libre de derechos la entrada
El 2* parecería un acuerdo legítimo de los des Es­ de ese producto, sino también estudiar con Inglate­
tados para investigar el comercio de carnes que afec­ rra el medio de conservarle en situación en el país.
ta por igual a sus respectivos países. Pero en seguida- Sobre esto dejaremos el comentario para el capítulo (
en que estudiaremos el alcance general y la, importan-
100
101
RODQLF q Y J U L I O I n A Z ü S T A

cía del convenio para el futuro. Sobre lo primero ob­


servaremos lo que debimos repetir tantas veces, la fal­
ta de reciprocidad en los compromisos. El-carbón ha
descendido en la categoría de los combustibles al mis­
ino nivel que la carne congelada eri la de los alimen­
tos. Y el tratado que no acuerda a ¿fita ningún favor,
dejando la cifra de las limitaciones cuantitativas al
arbitrio del gobierno inglés, mantiene libre la entra­
da del carbón en la Argentina, y se preocupa por bu
suerte a expensas de nuestro progreso industrial. '
El artículo 8* establece las intenciones del gobierno
británico respecto de los productos secundarios de la
exportación argentina al mercado inglés. Inglaterra Capítulo VI
estabiliza los aforos y promete buena voluntad en el es­
tablecimiento de limitaciones cuantitativas que afec­ AL REGRESO BE LA MISION
ten a productos de procedencia argentina. La desigual­
dad entre ese tratamiento-y la rebaja de arancel que
nosotros le acordamos quiere compensar la estabiliza­ Sean las que fueren las posteriores jactancias de
ción de la cuota del “chilled”. ¿Cuántas veces habrá nuestros negociadores, sus primeras declaraciones re­
que compensar esa estabilidad ilusoria? Tendencia a vestían singular modestia. El Dr. Roca dijo que, “eso
la reciprocidad comercial, facilidades de giro, privi­ era todo lo que había podido conseguir”. La frase no
legios al capital británico Invertido en el país ¿no son era muy digna. Si el ejemplo de los grandes oradores
demasiadas compensaciones? ingleses lo hubiera inspirado en proporción con la ad­
Los abandonos de soberanía, más abundantes en el miración que profesó por ellos, el Dr. Roca habría sen­
protocolo que en el tratado tornarán cada vez más tido que antes de llegar a aquella declaración era pre­
desfavorables para nosotros las, cifras a que se reduce ferible no concluir nada. Porque como dijo lord Chat-
la transacción. A cada plazo trienal de negociación pa­ tam en el debate de 1771 sobre las Malvinas, cuando
ra renovar el convenio, la desventaja de nuestra po­ una gran nación está en inferioridad de condiciones,
sición habrá aumentado progresivamente, con movi­ no debe negociar.
miento uniforme acelerado. Y el negocio será cada vez De todos modos, la modestia del embajador extraor­
más ruinoso. dinario estaba más de acuerdo con la realidad que el
optimismo de sm panegiristas locales. Por una varie­
dad de motivos tan extraordinaria como la investidu­
ra del diplomático cuya obra les servía de pretexto,
se produjo entre los representantes de la opinión “más
autorizada” del país una conmovedora unanimidad

10'¿ 103
1i O D O L F O r J U L I O I R A Z V S T A 7<A ARGENTINA X EL IMPERIALISMO BRITANICO.

Unos por ¿mistad personal hacia el Dr. Iíoca, otros cía en actos de franqueza poco diplomática. La presión
por hacer de cualquier cosa un triunfo del gobierno» por medio de continuas reducciones de la cuota 'de im­
los de más allá por amor a la política financiera del portación de carne enfriada, cuando la opinión argen­
ex ministro Hueyo, que creían consolidadas por la con­ tina confiaba en la tregua provisoria estipulada en el
c lu s ió n del c o n v e n io , quienes hasta el día a n t e r io r .se
protocolo, era ejercida sin miramientos y hasta confe­
habían estado combatiendo recíprocamente, y debían sada. Aquí había pasado inadvertido que el gobierno
reanudar la lucha al día siguiente, hicieron una tregua inglés tenía derecho a hacer reducciones durante 4la
momentánea, para formar un coro de. alabanzas algo negociación; y en vez de enojarse con sus negociado­
desentonadas, pero que levantaron el ánimo deprimi­ res, que habían consentido a la otra parte esa ven­
do de quienes no las esperaban. Las partituras giraban taja sin reservarse una equivalente, la opinión argen­
alrededor de "las quejas de la opinión británica, tan tina se la tomaba con los ingleses, que no hacían más
unánimes (decíase) como la satisfacción de la nuestra. que emplear, en defensa de sus intereses, el arma que
El argumento no podía convencer sino a quienes ig­ el documento firmado el I o de mayo lee daba.
noraran la economía del orgullo inglés, al que todo le Un telegrama de Herbert Moore a “La Prensa”, deí
parece poco. El pueblo que en el siglo XVIII recibiera 12 de julio de 1933, exhibe al desnudo la situación:
como catástrofe nacional un tratado que le daba el do­ “Las relaciones angío-argentinas, después de haber j a ­
minio de tres continentes, no podía celebrar como un sado por un período de cordialidad que casi no tie­
éxito el que su gobierno acababa de suscribir con unos ne precedentes, se están acercando a una crisis a causa \
antípodas que no se entregaban del todo. del enojoso problema de las tarifas, que está poniendo
Pero sirvió para preparar la apoteosis con bamba­ en peligro la suerte del convenio comercial anglo-
linas de la Bolsa de Comercio. Como al salir de un tea­ argentino. El ministro de Agricultura, mayor ‘W alter
tro, ilusionados por la serenidad del ambiente en que Elliot, durante el discurso que pronunció ayer en la
se desarrollara una ficción idílica, nos sorprende una Cámara de los Comunes, ya hizo notar que serían inevi­
lluvia tempestuosa, las noticias que empezaron a lle­ tables nuevas reducciones en las cuotas para importa­
gar de Londres sobre las ulterioridades.de la negocia­ ción de carnes enfriadas, y esto, agregado a otras in­
ción sobrecogieron el ánimo de quienes creyeron que dicaciones de carácter oficial, ha contribuido a produ­
la realidad no estaba en la calle sino en el rieníe esce­ cir cierta inquietud, aunque “se considera que están
nario de la Bolsa de Comercio. destinados a ejercer cierta presión sobre el gobierno
Nos habían dicho que el gobierno inglés no tenía in­ argentino a fin de que apresure la conclusión del acuer­
terés en un tratado (pie nos daba tantas ventajas, arran­ do sobre concesiones arancelarias”. Y en otro telegra­
cadas por la habilidad de nuestros negociadores. Y ma del mismo día: “De fuente autorizada se sabe que
ahora resultaba que ese Ínteres era enorme, al parecer el gobierno británico está descontento con la faBa de
mayor que el de nuestro propio gobierno. Día a día el progreso en las conversaciones sobre el acuerdo de ta­
cable nos comunicaba la ansiedad de los inglesen por rifas anglo-argentino y que está preparando mayores
la conclusión definitiva del acuerdo, supeditada a la restricciones en las cuotas de importación de carne du­
firma del convenio arancelario. Esa ansiedad sé tradu- rante el ultimo trimestre del año en curso, debido, “os

104 105
RODOLFO t JULIO IRAZUSTA RODOLFO t JULIO IRAZÜSTA
tensiblcmcnte”, a la situación de los precios "aunque aflojada del ministro británico de comercio, que el 19
de buena fuente se asegure que los mismos están desti­ de julio declaró a Villarreal que "había previsto la
nados a ejercer presión sobre el gobierno argentino posibilidad de extender el plazo acordado para la ra­
para acelerar el acuerdo suplementario de tarifas. tificación”, el Ejecutivo apuró los trámites y obtuvo
Créese que el Ministerio de Comercio notificará den­
tro de pocos días a la embajada argentina que consi­ la sanción legislativa, después de sacrificar mi pruden­
te Dr. Hueyo.
dera necesario que se rebajen las importaciones a la
Gran Bretaña de carne vacuna enfriada para la prime­
ra mitad del último trimestre del año en un 20 ó 25
por ciento por debajo de la cuota máxima de Ottawa,
pero insinuando al mismo tiempo su disposición de re­
ducir las importaciones solamente en un 15 por cien­
to durante el trimestre citado si la Argentina conclu­
ye .satisfactoriamente el acuerdo sobre tarifas. Se ha­
ce notar que si los ingleses restringen las importacio­
nes de carnes durante la primera mitad del últñno tri­
mestre de este año en un 25 por ciento, todavía po­
drían, durante la segunda parte del mismo, imponer
una nueva restricción del 8 por ciento, sin violar,
en su opinión, el convenio anglo- argentino y sin ne­
cesidad tampoco de imponer reducciones similares a
los dominios. Naturalmente que todo esto se entiende
desde el punto de vista de que el de agosto esté
completamente concluida la convención; pero “si así
no sucediera, es evidente que los británicos podrían
reducir Jas cuotas para las carnes argentinas en una
medida ilimitada”. ("Na Prensa”, jueves 13 de julio
de 1033).
Las amenazas brutales .eran alternadas con palabras
de conciliación que denotaban la ansiedad del gabine­
te de Londres por el perfeccionamiento del convenio.
Las sonrisas de Kunciman, sucediendo a los frunci­
mientos del ceño del coronel Elliot, serían tan irresis­
tibles para nuestro gobierno como las alternativas de
brutalidad dulzura de Hércules para Grifa Ha. Sin
detenerse a reflexionar sobre la importancia de la

100 LO
107
1¡A ARGENTINA Y EL ■IMPERIALISMO BRITANICO

atrás. El equilibrio, del presupuesto, único fin de aque­


lla política, se decía asegurado. Todo comunicado del
Ministerio de Hacienda era en aquellos días un bole­
tín de triunfo. Pues bien, fue precisamente en ese mo­
mento que cayó el Dr. Hueyo. Su renuncia no señaló
un cambio de rumbo en la política financiera del go­
bierno, la que por varios meses siguió siendo la misma, (
y el misterio que se mantuvo alrededor de sus causas
no permitió saber si ella se debía a alguna tremenda
irregularidad del ministro saliente. La ingrata posi­
ción en que la despedida, que parecía un despido, lo
dejaba, arrancó a la clásica discreción del Dr. Hueyo,
C apítulo Y II tal vez por añadidura solicitada, una declaración qua
era una queja: "He caído con mi bandera. La misma
LA RATIFICACION que ha defendido el señor presidente de la República".
Esa frase marcial trasunta la amargura de verse su­
plantado en el momento que, para los círculos oficia­
La Cámara de Diputados empezó a discutir* el acuer­ les, era del triunfo; el carácter inconfesable del moti­
do del V de mayo en su sesión del 18 de julio de 1933. vo de la suplantación, también. Pero no en desdoro del
El Dr. Iíueyo acababa de renunciar la'cartera de Ha­ Dr. Hueyo. . ' ( *
cienda. Y no obstante una tentativa socialista para El misterio que la prensa, en sus seccioúes de infor­
postergar el debate, este se realizó sin la presencia del mación local, renunciaba a desentrañar, se aclaraba
ministro cuya colaboración era indispensable, dada la en la^ sección telegramas del exterior. El 18 de julio
índole comercial del documento que estaba a conside­ Herbert Moore comunicaba desde Londres al gran ma­
ración de la Cámara. El interino .de la cartera no apa­ tutino de que es corresponsal: “Existe aquí una infor- '
reció en el Congreso basta la discusión del asunto en mación de que los británicos han ampliado sus deman­
el Senado. das de reducción de aranceles cuando iniciaron sus
En los días inmediatamente anteriores a su renuncia conversaciones y que esto tuvo como resultado una
el Dr. lluevo había parecido mejor afianzado que nun­ firme oposición del ministro de Hacienda", Y en otro
ca en su puesto. Su política triunfaba. El indecible sa­ telegrama del mismo día: “En muchos círculos de esta
crificio exigido a la economía del país en provecho de capital se admite como probable que las demandas
su estructura financiera daba los frutos que podía “británicas en favor de una reducción de los aforo« pre*
dar. La defensa de la moneda argentina le valía a nues­ cipitaron la crisis del gabinete argentino, que originó
tro Estado una ganancia de treinta millones por dife­ la renuncia del ministro de Hacienda, doctor Alberto
rencias de cambio en el pago de la deuda con Norte­ Hueyo”. (“La Prensa”, ID de julio de 1933).
américa, cuyo dólar venía depreciándose desde meses El tono de la política sobre el asunto estaba dado

IOS \
109

.I;
RODOLFO . í JULI O I R A Z U S T A I*i ARGENTINA 7 EL IMPERIALISMO BRITANICO

* por la conducta de los negociadores y por las condicio­ ción de la patente de patriotismo otorgada al Dr. Ro* #
nes en que el Ejecutivo Nacional iníciabá el debate ca, patente que el miembro de la internacional no po­
en el Congreso, El gobierno, evidentemente impresio­ día otorgar sin evidente falsificación del cuño, el lí­
nado por el escandaloso “bluff” de los ingleses, sacri­ der socialista pronunció en este debate uno de sus me­
ficaba su ministro de Hacienda. Y la mayoría parla­ jores discursos. Denunció los peligros del control, del (
mentaria estaba decidida a cubrir a.'eu jefe, Dr, Roca, comercio de carnes por Inglaterra, la violación de las
- quien con su conducta al frente de la embajada era leyes sobre el monopolio por la entrega del 85 por cien­
el que había fomentado el “bluff”. Y así se inició el to de la cuota a los frigoríficos extranjeros, la reite­
f paradógieo debate en que Los llamados demócratas rada protesta de las sociedades rurales argentinas con- *¡
nacionales y socialista« argentinos hablaban como tra la conferencia de fletes que neutraliza el juego de
• „miembros de una internacional, y los miembros decla­ la oferta y la demanda, el absurdo de reducir los aran­
rados de la internacional, como vulgares “patriotas”, celes sin previa denuncia de todos los tratados que
de interés nacional y soberanía. contienen la cláusula de nación más favorecida, el pe­
En la Cámara de Diputados, el ministro informante, ligro de tarifas pr'eferenciales implicado en un acuer­
afiliado al partido que preside un azucarero, apareció do arancelario tan mal planteado, el escándalo de es­
*como librecambista al reconocer que podríamos indus­ tabilizar la abusiva situación de los capitales ingleses ‘
trializarnos, pero que el costo de nuestra industria invertidos en el país, la violación del tratado de 1825
“resultaría ele vaciísimo e inaceptable para nuestro pue­ por los acuerdos de Ottawa, etc., etc. Mas por sobre f
blo” ; y; defendió el control de la cuota de importación esa cerrada discusión de los hechos, en que por otra
de carne por lo« ingleses basándose en los argumentos parte el médico socialista estuvo mejor que todos los
del gabinete de Doadres. Y fue el primero en lanzar abogados que intervinieron en el debate en las dos
a la circulación el bonito argumento jurídico de que ramas del Congreso, el doctor Repetto fué el único que
la estipulación contractual a favor de otro país de se acercó al verdadero punto de vista desde el cual se
, un derecho que el nuestro no había ejercido no ora un debe encarar el pacto Roca, y tuvo unos arranques de
' abandono. Con el mismo fundamento se podría decir realismo político inusitados en el mundo oficial, y es­
que la soberanía inglesa sobre las Malvinas y su actual pecialmente en el sector socialista de ese mundo: “Con­
posesión de ellas, son la misma cosa. viene pensar en el porvenir y evitar las “ataduras irre­
Obedeciendo a la ley de ese rigodón parlamentario, mediables” ; “en presencia de los acontecimientos ac­
.el líder socialista, con olvido de sus principios, ocupa­ tuales, del mundo, especialmente de los económicos, lo
ba la posición que abandonaba el conservador, como que importa defender .no son los intereses más inme­
éste ocupaba la posición que dejaba el socialista. El diatos, sino mantener algunas vías abiertas para dar*
Dr. Repetto se mostraba por un momento insensible nos una colocación en el porvenir”. (“Diario de Sesio­
al interés del consumidor local, y preocupado por la nes”, 18. de julio de 1933). Dejemos de lado el juicio
amenaza a la industria fabril argentina; a la inversa de las intenciones del líder socialista. Pero el hecho de I
del Dr. Escobar, apoyaba su exposición en las razo- que en ese debate el buen sentido y el patriotismo es­
| nes del ministro argentino de agricultura. Con oxcep- tuvieron de su parte, da la medida de lo que es el eon-

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LA ARGENTEA' t - E L IMPERIALISMO 'BRITANICO
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greso'“nacionalista” salido.de la revolución de septiem­ • . .v p #'
bre. to. Sería vano buschri"eh su *defensa del ^pacto Roca
El vocero del otro sector de la oposición fue rico una respuesta a las „-objeciones formuladas por 1¿
en revelaciones sobre el desarrollo de la negociación. oposición. Las palabras de nuestro canciller nunca tie~
Apárte' de la comparación entre el. diverso tratamiento nen nada que ver con la realidad. Pero de entre ellas
acordado 'por Inglaterra a Dinamarca y a sus domi­ hay que destacar dos frases que en concordancia rjeón
nios, a quienes cede el absoluto control de sus cuotas otras de los delegados extraordinarios, exhiben el cri­
terio que rige nuestras relaciones exteriores, es decir,
’ respectivas, mientras no« rehúsa a nosotros el control la verdadera política argentina; “Estamos en una
de la nuestra, el Dr. Noble no hizo fíino dar informes “¿olorosa” dependencia de los mercados exteriores” ;
sobre los entretelónos de la misión, informes que por / “Y de ahí, señor presidente, cómo sin intervención
no haber sido negados, quedan para la historia y ya nuestra, sin tener voz ni voto en esa conferencia (de
"hemos homologado en precedentes pasajes de este li­ Ottavza), la palabra del primer ministro inglés nos
bro. defiende y limita los,efectos a que conducirían ris as­
Sólo sus autores podían defender el monstruoso en­ piraciones de los dominios”. ‘(“Diario ele Sesiones”,
gendro. En primer lugar habló el ministro de Beíacio- 19 de julio de 1933). Tiene razón el Dr. Saavedra La­
| nes Exteriores. El Dr. Saavedra Lamas es iniciador mas en estar engreído de la novedad de su diplomacia;
entre nosotros de la diplomacia ante el objetivo foto­ nunca ha hablado de ese modo un canciller argentino.
gráfico. Cultiva el tratado por el tratado como los Del Dr. Miguel Angel Cárcano ninguna definición
decadentes finiseculares cultivaban el arte por el ar- mejor ni tal vez más agradable para él que la siguien­
¡| te. Cree que la política de los países es materia para te: es un suh-Saavedra Lamas. Así tampoco podía le­
la teorización jurídica, y no que la teorización jurí­ vantar las objeciones de la oposición. Y puesto entre t
dica sea el instrumental de la política. No dormirá la espada y la pared por el 1 ider Socialista, confesó
hasta no haber salido en los rotograbaclos de la pren­ que la piedra angular del convenio era de cartón pin­
sa modernísima tantas veces como un Briand o un tado. Interrogado sobre el carácter de esa garantía
Maedonald, sentado a las mesas de cancillería, cala­ de un mínimum de exportación de carne enfriada a
das las gafas doctoriles, empuñando la pluma histó­ cambio de la cual se consintieron enormes ventajas
rica, para firmar un documento cuyo contenido blan­ efectivas, el Dr. Cárcano contestó: “si lee mi expo­
co o negro sobre el mismo asunto es lo de menos. Co- sición verá que “no” hay una garantía “si” los precios
fino buen loro de facultad nos dio en la Cámara lo que bajan”. (“Diario (fe Sesiones”, 19 de julio de 1933).
nos daría en el Senado; una acabada exhibición de En el Senado se repitió en miniatura parecida esce­
psitacismo. Hablaba correctamente, sin una duda. Pe­ na. El miembro informante, como el de la Cámara,
ro. tan sin expresión que parecía no tener ni sospecha con su lección aprendida de.memoria, olvidada en cuan­
de ló que decía. Y en el centón oratorio con que nos to. dicha, después de soltar enormidades sopladas, no
regaló ni un solo texto era digno de repetición. El Dr. intervino más en el debate. Los .viejos ideólogos de la
Saavedra Lamas* no h a ‘tenido la suerte que le enseña­ izquierda,• como salidos de un baño de'realismo juve­
ran un poema de Víctor Hugo, como al loro deí cucu­ nil, limpios de los sistemas y prejuicios que malogra-
lí 2 313
A,
RODOLFO y JULI O IUAZUSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

ran sus largas vidas, dieron al Congreso una lección Señaló la entrega de la soberanía argentina estipula­
de buen sentido y patriotismo, no por tardía menos da 'en las cláusulas primera y tercera del protocolo,
admirable. El canciller con la misma intrepidez que Pero en tono frío, sin emoción verdaderamente patrió-1
en ln Cámara, repitió en el Senado que lo negro era tica. Su caricatura del estetismo diplomático, de la pac-
blanco, y su mayoría regimentada, emulando a los "ge* tomanía ministerial, fue magnífica. La invectiva, eP
nuflexos” del año 30, votó como si le hubiera creído. sarcasmo hubieran sido más políticos que aquella iro­
Del discurso del Dr. Rothe bastará citar dos frases nía demasiado fina.
que exhibe el espíritu de vencido antes de pelear con Di ó la nota emocionante el anciano Dr. Matienzo,
que encaró la negociación, de otra parte realizada con quien recordó algunas partes de la historia verdadera
el mismo espíritu: "la situación nueva planteada por de las relaciones anglo-argentinas y usó la palabra
“la transformación de la política económica internacio­ soberanía no.como arma de oposición, sino como ex­
nal de la Gran Bretaña”, constituye un hecho promi­ presión de una realidad sentida hondamente por 61.
nente” ; "Gran Bretaña ha dejado de ser un mercado Fue el único, entre todos los representantes de las dos
abierto”. Y catorce líneas más abajo; "Nuestro país razas del gobierno mezclados al asunto, que habló co­
constituye un organismo económico con caracteres pe­ mo estadista. Por desgracia su elocución hesitante no
culiares "inmodificahles”. Será "siempre” una nación daba la noción exacta de la importancia que tenía su
en que las actividades agrícolas ganaderas primen so­ discurso. i
bre los demás”. ("Diario de Sesiones”, 27 de julio de De otra parte, si alguna vez la razón sirvió para dar )
1933). Ese criterio es el mismo que ha inspirado a vuelta una mayoría parlamentaria, no podía ser en as-
nuestros delegados en Londres y a nuestros gobernan­ te caso. Por los motivos enunciados en el capítulo an-\
tes en Buenos Aires. Demócrata^ cuanto se quiera. terior, la “concordancia” hallhba en el pacto Roca
¿Nacional? Bello nacionalismo que abre la boca ante nna de sus bases más sólidas; y la misma oposición
la ajena libertad de movimientos y a ojos cerrados nos no sabía ni podía oponerse como era debido. El Con- \
condena a nosotros a una eternidad pastoril. greso salido de la revolución no se apasiona por los
Multiplicando declaraciones de un oportunismo que asuntos del carácter internacional, por graves que sean.
contrastaba con su lia bit nal rigidez de principios, sí Más bien los aprovecha para evitar las discusiones de \
no de conducta política, el Dr. Lisandro de la Torre política interna y jugar al juego parlamentario con
pulverizó el tratado nnglo-argentino, discutiéndolo la serenidad que le permita mantener las complicida­
punto por punto en cí terreno de los hechos. Además des post-revolueionarias.
demostró, el retroceso general de la posición argenti­ La forma en que se acabó por ratificar el acuerdo
na. del mínimum reclamado por nuestro país antes de arancelario esencial reveló al desnudo toda esa farsa.
las conversaciones de Londres, a las concesiones otor­ El canciller había incitado al Congreso a ratificar- los
gadas por nuestros negociadores en aquella capital; documentos firmados en Londres, minimizando la im­
y el triunfo no menos general del gobierno 1)ritan ico, portancia de la primera ratificación con el argumento ’
cuyas pretensiones anteriores a la negociación queda­ de que más tarde, al discutirse el documento que se
ron satisfechas por el 'convenio en su casi totalidad. firmaría en Buenos Aires, habría tiempo para apre-

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RODOLFO y JULIO I 11 A Z U S T A
ciar toda la transacción con más espacio y conocimien­
to de causa. Llegado el momento, el P. E. obtuvo de su
Congrego la ratificación del acuerdo arancelario en
cuarenta y ocho horas, en las últimas sesiones del pe­
ríodo ordinario de 1933. Esa es la palabra de un ca
ballero en el gobierno.

Capítulo T ill

SIGNIFICADO DE TODA LA TRANSACCION

Por no volverse con las manos vacías, el Dr. Roca


tomó lo que le ponían en ellas. Eran coruscantes pa­
pel itos, que lo mismo parecían servir para la ondula­
ción de una cabellera femenina que para un lance de
Carnaval. Separados eran, frágiles; unidos podían sus­
tituir la vieja trenza, medio deshecha por el tiempo,
de privilegios y concesiones, con que Inglaterra nos
tenía ligados a su interés. La misma tenacidad de los
negociadores ingleses para sostener e imponer, entre
todas sus exigencias, algunas frasecitas de aspecto in­
significante, era ya indicio de la importancia dada por
aquéllos a las ambigüedades que nuestro canciller qui­
so hacer pasar como simple curiosidad del confuso es­
tilo sajón. Animado por el mismo espíritu que eí Dr.
Saavedra Lamas, los delegados argentinos en Londres
no habían concebido ninguna sospecha ante aquella
tenacidad, aceptando a ojos cerrados las duras condi­
ciones que la explicable avidez británica les impuso.
Inconcientemente o no, lo que la misión Roca nos P
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R O D O L F O y J U L I O I R A Z Ü S T A LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

lia traído son nuevas ligaduras destinadas a mantener proseguir su liberación del comercio mundial y pre­
y si posible reforzar nuestra dependencia de la'Gran pararse al gran destino que la naturaleza le promete
Bretaña, dependencia que la evolución natural de las en Sud América, es explicable el malhumor inicial del
cosas económicas y políticas en nuestro país y en el gabinete de Londres ante el proyecto de una misión
f mundo habían debilitado. Tara no citar sino dos ca­ comercial argentina. Era inconcebible que ésta pudie­
sos de ese. proceso de liberación, el desarrollo comer­ ra ir a ofrecer algo más que pleitesía y rendimientos
cial de los medios de transporte inventados por la in­ de amor platónico a cambio de las ventajas a que po­
dustria más moderna, amenazaba la primacía del fe­ día aspirar en la modificación de las grandes líneas
rrocarril, baluarte del capital inglés entre nosotros. de la nueva economía británica.
1 Y eí progresivo aumento de la explotación petrolífera El contraste entre aquel desvío de los ingleses por
nacional, amenazaba la importación del carbón. Ahora la negociación y la subsiguiente ansiedad por su per­
bien; cu esos dos puntos de la economía argentina se feccionamiento se debe a las insospechadas perspecti­
jugaba el porvenir, en nuestro país, del imperialis­ vas que, a poco de llegar, abrieron en Londres los
mo económico inglés. Este mismo, parecía de an­ miembros de nuestra embajada, realmente extraordi­
temano aceptar esa derrota, parcial. Inglaterra, des­ naria. El grado de espíritu colonial de los diplomáti­
pués de resistirse heroicamente, durante varias confe­ cos argentinos debió escapar a las previsiones unás li­
rencias imperiales, a no interesarse por la *suertc de los sonjeras del gabinete británico. Este no podía rehu­
capitales invertidos en la Argentina, preparándose a sarse a una negociación que la delirante anglo-manía
libertarse de nuestros productos alimenticios, acabó por de aquéllos le presentaba bajo los auspicios más fa­
ceder a las exigencias coloniales. Y en la última con­ vorables. El resultado justificaría el cambio de acti­
ferencia de Gttawa, empezó sus preparativos impo­ tud inglesa.
niendo cuotas a la carne argentina y un arancel ai Nosotros le dimos a Inglaterra: una rebaja arance- |
trigo, cosa esta última que en 1930 Maedonald había la ría que sus propios dominios no le otorgarán jamás,
declarado absolutamente imposible. Esa nueva políti­ aceptación sin discusión previa de la cifra de sus cré­
ca, decidida en última instancia por la crisis mundial ditos congelados, estabilización de éstos en un emprés-*
que había separado las dos últimas sesiones de la Me­ tito a oro, privilegio de giro, control poco menos que
sa Redonda. sancionaba, con su amenaza a la indus­ absoluto de la industria frigorífica argentina, bene­
tria frigorífica ríoplatensc/ la renuncia a defender a volencia para sus capitales invertidos aquí (es decir*
toda costa los capitales británicos invertidos en nues­ tranquilidad para sus ferrocarriles), régimen de ex­
tro país. Era la política del buen sentido y de la hora. cepción para su hulla, etc., etc. Inglaterra nos dio una I
Como esa política no era de mala intención, y como promesa de estabilizar nuestra cuota de “chilled”, pe­
Jos gobernantes ingleses no podían suponer que en ro con tantas reservas que si lo necesita o lo quiero
un mundo como el actual, cuya unidad económica ha t podría reducirla a cero.
sido rota por la crisis y el resurgimiento de los nació-j No habiendo contraído un compromiso incondicional,
nalismos y los imperialismos, la Argentina desprecia es difícil que Inglaterra acuerde a la Argentina el
la ocasión, que le ofrecía la fuerza de las cosas, de suplemento de buena voluntad extra-contractual en

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RODOLFO y JULI O I U A Z V S X A. Z>A ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITÁNICO

que reside la única garantía posible para nosotros. permisos de importación al Reino Unido. En lo ma­
Nuestros sacrificios unilaterales, lejos de impedir, fa­ terial, el peor aspecto de la entrega del control de
cilitan la evolución inglesa hacia el librecambio impe­ nuestra industria frigorífica es la imposibilidad de per­
rial o proteccionismo británico, que amenaza a nues­ seguir primordialmente, en las empresas nacionales de
tra exportación de carne. Respetada en el convenio elaboración de carne, fines dé^beneficio privado. Se
mismo, esa evolución se hará sobre una base cuyos- nos dirá que el capital argentino tiene todo el resto
mejores elementos proporcionamos nosotros. Un pri­ del comercio de la carne en el país para intentar la
mer término, Inglaterra puede llegar a la ecuación: creación de la industria frigorífica nacional. Pero es
manufactura por carne, para luego dar el oro que an­ evidente que la contestación no vale. El comeruio de
tes pagaba por aquélla a sus propios productores en la carne es gran negocio en nuestro país únicamente
primas a la. ganadería o a los dominios para embar­ en el renglón de la carne enfriada. Y sólo en ese ren­
ques experimentales; pudiéndose decir que nosotros glón podrá nuestro capital privado animarse a entrar
mismos subvencionamos la competencia contra noso­ en el comercio de la carne en una escala que le permi­
tros. En segundo término, durante la evolución hacia tiera después, como obra patriótica y menos intere­
la prescindencia de nuestra carne, se asegura la can­ sada, abarcar la industria en todo el ámbito del país.
tidad de ésta que necesite para su consumo. Si el ex­ Ahora bien, el gran negocio es imposible sin la perse­
perimento de provisión colonial no resulta, siempre cución de fines de primordial beneficio privado. Y la
estará a tiempo para volver a nuestros productos ali­ protección del gobierno apenas bastaría para despertar
menticios, los que, por no haber nosotros intentado la el espíritu de empresa en quienes encararan la indus­
correspondiente evolución inversa, de prescindir pro­ tria frigorífica como negocio.
gresivamente del mercado inglés, le ofrecerán la mis­ Esa diferencia entre la libertad de maniobra ingle­
ma o mayor baratura que antes, según los resultados sa y las ataduras argentinas que sanciona el pacto Ro­
partíales del experimento imperial. Si éste resulta, ca es más sensible si cabe en el aspecto arancelario
dentro de tres años estaremos en peor situación que del mismo. Siendo para nosotros la cuota de “chilled”
hoy para negociar la renovación del convenio o ante lo más importante y para Inglaterra la rebaja del aran­
xtn mercado cuyo cierre -definitivo habría permitido cel, no es verdadera reciprocidad que nos prometan
preparar en su faz técnica la reserva de las “circuns­ fijar en su estado actual firmes concesiones en el te­
tancias imprevistas”. rreno de los aforos. La reciprocidad hubiérase hallado
La evolución correspondiente de la industria frigo­ en el establecimiento, en lo que depende del gobierno
rífica argentina, hacia la prescindencia del mercado inglés y no de la oferta y la demanda, de un mínimum
inglés, es imposible dentro de los compromisos con­ intangible de importación de carne argentina en In­
traídos por nosotros con Inglaterra. No tanto por la glaterra, como se ha establecido un máximum intan­
mala voluntad manifiesta de nuestro gobierno contra gible de aforo a los productos de manufactura inglesa
ella o la pequenez del margen consentido a la explo­ importados en la Argentina. A falta de eso, la rebaja
tación nacional, por lo demás sujeta a la dichosa bue­ arancelaria consentida-por nosotros hubiera sido acep­
na voluntad inglesa por su facultad de conceder los table con reservas equivalentes a las del “nivel remn-

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RODOLFO r JULI O IRAZUSTA I,A ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
Ji era ti vo de precios” y “circunstancias i mprevi sí as” del
artículo primero del tratado. Esas reservas podían ha­ de los casos dentro de tres años), significa que no po­
berse referido a la defensa de la industria y necesi­ dremos adquirir nuestros vestidos fuera del país y
dades fiscales argentinas, no, como lo hace el artícu­ estaremos en peores condiciones que hoy para fabri­
lo 3? del tratado, para indicar el “modos operandi” carlos nosotros mismos.
de nuestra parte en la preparación del convenio aran­ Como si el abatimiento de la muralla aduanera no
celario, sino para conservar un medio de maniobra bastase, la operación sobre cambios tiende al mismo
equivalente al que conservan los ingleses sobre la cuo­ fin. La descongelación, de los créditos excepcional en
ta del "chilled”. el mando, no es la única ventaja que obtiene Inglate­
Esa inferioridad se conjuga con la ya señalada en rra. El empréstito a oro, que significa enorme sacrifi­
las estipulaciones sobre el comercio de carne para ha­ cio para nuestro país, le servirá a nuestro gobierno
cer irremediable nuestra inmovilidad frente a la es- para seguir con su política financiera, que es uno de
J pléndida libertad de movimientos inglesa. De todos los los cimientos del tratado. Llegando a tiempo para su­
expedientes imaginables para prepararnos a prescin­ plir la progresiva disminución de las entradas fiscales
dir del mercado inglés, prescindencia que un día pue­ y hacer frente a un presupuesto que no disminuye en
de ser forzosa, es el aumento del consumo interno. Y proporción, el empréstito será un tópico de efecto mo­
este sólo se puede obtener en los momentos actuales, mentáneo sobre la lepra deficitaria. Servirá para de­
con el aumento del trabajo por medio de la industria­ fender la moneda por un tiempo más. Ahora bien, la
lización del país; no industrialización absoluta, sino estabilización del peso, frente a una libra fluctuante
tendencia a la armonía económica entre la manufactu­ mas con firme tendencia a la baja, significa; de nues­
ra y los productos fáciles del agro argentino. Ahora tra parte, renuncia a la mejor defensa contra la im­
bien, suponiendo que el acuerdo arancelario no lesione portación, y de la de ellos, “dumping” monetario. La
la situación actual de la industria fabril argentina, depreciación de la libra abarata cada día más el cos­
esa situación no permite su desarrollo ,en la medida que to de la producción británica, lo que sumado a la re­
es necesaria para apuntalar la evolución de la indus­ baja de nuestros aranceles es una doble prima a la
tria de elaboración do carnes hacia la independencia importación de esa procedencia; de otro lado, la pro­
respecto del mercado inglés. gresiva disminución en el exterior, del poder adquisi­
/.Es seguro que el pacto Roca no lesionará ninguna tivo de la moneda inglesa conspira contra nuestra ex­
de las industrias fabriles afianzadas a favor de la pa­ portación de carne enfriada.
ralización del intercambio mundial en los último.« años, Dejando para otra ocasión el examen de lo que nos
como lo afirma el Dr. Cáncano en su boletín de triun­ lia costado la benevolencia hacia el capital extranjero,
fo posterior a la conclusión del acuerdo arancelario? especialmente británico, el compromiso de continuar
Por lo pronto, parece que la del tejido está muy ame­ esa política es ahora mucho más indefendible que en
nazada. Y la amenaza al tejido significa, para cuan­ el pasado. Antes pudo servir para atraer capitales, que |
do tengamos que guardarnos los saldos exportables de vinieron en condiciones de privilegio abusivo, y es­
carne y do cereales (como puede suceder en el mejor quilmaron al país, pero que en parte valorizaron su
riqueza natural. Ahora ya no servirá sino para salvar |

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^ RODOLFO y JULIO 1RAZUSTA jM- 'ARGENTINA 7 EL IMPERIALISMO BRITANICO

lo que sea 'salvable de los beneficios de aquel abuso. situación que dicen atravesar. Se sabe que el interés
Seguirá permitiendo y facilitando a los ferrocarriles declarado por ellas no está calculado sobre un capital
ingleses, por ejemplo, la percepción de un interes ex­ real ni sobre una ganancia bruta. ¿Cómo es que ni en
cepcional en el mundo, y si se aprueba la ley sobre las épocas de mayor prosperidad no declararon ganan­
coordinación de los transporten se combatirá artifi­ cias mayores al interés mínimo que les garantizaba el
cialmente la competencia natural de los vehículos mo­ gobierno argentino? ¿Cómo es que en los momentos
dernos. Un directorio de Londres ya reclama la para­ de mayor depresión de la crisis actual siguieron pa­
lización de construcciones del Ferrocarril del Estado gando al gobierno inglés el impuesto a la renta?
que afecten zonas de influencia de un ferrocarril ex­ Suponiendo que las quejas sean justificadas, que la
tranjero. Pero ni con los mayores sacrificios se atrae- módica ganancia declarada por las compañías com­
$ rán nuevos capitales del Reino Unido.,En lo referente prenda las ingentes sumas enviadas a Londres en con­
al crédito exterior se puede asegurar que la política cepto de impuestos, el compromiso de benevolencia
rige a la economía. El canciller inglés declaró en la significa renunciar a sugerirles que modernicen su ex­
Conferencia Económica Mundial de Londres, que para plotación, y que lejos de esperar mayor tolerancia a
nuevos créditos, sería necesario crear cierto control su rutina, deben hacer todo lo necesario por rebajar
del país prestamista sobre el país emprestador, como las tarifas, sustituyendo el viejo combustible por el
única manera de devolver al publico suseriptor la con­ más moderno. Se sabe que, donde los ferrocarriles usan
petróleo, hacen por parte baja una economía del 50 por
fianza perdida, agregando: "Por el momento, no nos ciento. La benevolencia prometida en el protocolo sig­
debemos ocupar de nuevos préstamos sino de asegu­ nifica la renuncia del Estado a intervenir para que
rar el -pago de los ya efectuados”. La benevolencia una preciosa posibilidad se realice en beneficio de la
hacia los capitales británicos puede servir para este industria argentina: la rebaja de los fletes basta don­
último objeto, no para el primero. de lo permita la economía hacedera en el combustible.
En combinación con el trasnochado compromiso an­ El régimen de privilegio prometido al carbón ani­
terior, el de mantener libre de derechos la entrada y quila uno de los medios para fomentar la producción
estudiar el modo de conservarle al carbón inglés su de petróleo nacional. La protección contra la compe­
situación actual en el mercado argentino, paraliza tencia del bajo precio de la hulla inglesa podría dar
nuestras industrias de toda especie en el afligen te es­ gran impulso a Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Por
tado que es hoy el de ellas. La ganadería y la agricul­ lo pronto se obtendría la rebaja en los fletes con sólo
tura deben perder toda esperanza alivio por ese la­ obligar de ese modo a los ferrocarriles a cambiar do
do y la manufactura en pañales, de un vasto desarro­ combustible, sobre la base del precio actual del petró­
llo. gracias a la rebaja de los fletes. leo en el país. La rebaja de los fletes, más la carestía
La benevolencia significa renunciar al análisis de artificial del carbón, fomentaría la evolución de toda
las quejas de los ferrocarriles extranjeros sobre la ale­ la industria fabril hacia el consumo del combustible
gada disminución de sus ganancias. nacional. Y terminada esa evolución podría volverse
La falta de dividendos que alegan casi todas las al régimen librecambista en el combustible, sin temor
compañías, no basta para demostrar la angustia de la
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124
R O D O L F O y J JJ L I O I R A Z Ü S T A
ZtA A R G EN TI N A Y E L IM PERIALISMO B R I T A N I C O 1

a la competencia del carbón inglés, con una forzosa do Inglaterra misma tiende a sustituir el carbón de
rebaja mayor en el precio del petróleo nacional, y las la isla por el petróleo colonial para modernizar su in­
naturales ventajas suplementarias para la indos tria. dustria y abaratar el costo de producción de su ma­
Tan halagüeñas perspectivas quedan en suspenso, nufactura. Y así de lo demás.
no sólo debido a la manifiesta mala voluntad o falta No pudiendo probar que tan ingentes sacrificios ha­
de iniciativa de todos nuestros gobiernos, sino a los llen compensación firme en los acuerdos concluidos,
compromisos recientemente contraídos con Inglaterra. los defensores de éstos dicen que eran necesarios para
Durante tres años quedamos empantanados en nuestra conservar esa benevolencia extraeontracfual de In­
rutina económica, en situación peor que la de antes, glaterra en que, repetimos, reside toda la garantía ar­
porque ahora liemos renunciado solemnemente a salir gentina. Y ei argumento parece mejor que todos lo»
del pantano. Para ello somos alternativamente libre­ anteriores. El doctor Saavedra Lamas aludió al infor­
cambistas y proteccionistas, siempre a contrapelo. Fo­ me del doctor Roca sobre las grandes posibilidades
mentamos el intercambio comercial, pero defendemos que tenía el gobierno inglés para prescindir, si lo que­
la moneda, ambas cosas en beneficio exclusivo de In­ ría, de nuestra carne. Esas posibilidades existen. Pero
glaterra y perjuicio nuestro. Damos a. aquélla una ven­ no en. la medida que da el informe aludido y aquí es­
taja arancelaria sobre la base de la reducción, no de tamos en el verdadero terreno de la discusión.
la preferencia, como hacen los dominios, para cada Que Inglaterra tendiera a prescindir inmediatamen­
uno de los cuales la manufactura nacional es intangi­ te de nuestros productos si no íbamos a ofrecerle las
ble; y con nuestro Hbrecambismo industrial le permi­ ventajas que le dimos; que lo consiguiera, si no có­
timos a Inglaterra afianzar industrias nuevas que ella modamente, con la sumisión del consumidor inglés, es
fomenta con artificio por medio de la protección. .Acep­ posible. Pero no probable. Entre la conferencia de
tamos el principio de la igualdad comercial y el de Ottawa y el anuncio de nuestra misión comercial, m
asegurar la suerte de los capitales del mayor acree­ actitud no había sido hostil; la forma en que había
dor, lo que es contradictorio. No teniendo capital pro­ defendido en Ottawa su libertad de movimientos para
pio es absurdo obligarnos a recibir manufactura por proseguir el intercambio extraimperial (el 70 por cien­
materia prima y a la vez dar seguridades a la .cartera to de su comercio exterior) denotaba su propósito de
de créditos; somos el único país deudor del mundo no encerrarse en un sistema fijo, y que su evolución
que se compromete a cumplir más de lo que le admi­ hacia el proteccionismo no podía perjudicarnos inme­
ten como pago en especie. Confirmamos nuestra clásica diatamente, sino a la larga; las reducciones de la cuo­
benevolencia para con los capitales británicos inver­ ta de nuestra carne enfriada no llevaban el ritmo que
tidos en el país en el mismo convenio que confirma tomaron después.
la mala voluntad inglesa para con los productos ar­ La aceleración del movimiento en las reducciones de­
gentinos. de que Inglaterra trata de prescindir por bióse con toda evidencia a la primera intuición del
medio de los “embarques experimentales”. Nos com­ gabinete de Londres sobre lo que podía sacar de n u e s ­
prometemos a seguir importando en lo posible la mis­ tro miedo. Obtenidas esas ventajas es probable que su
ma cantidad de carbón inglés que basta ahora, cuan­ evolución hacia el consumo de productos alimenticios

127 :
RODOLFO t JULIO IRAZUSTA LA ARGENTINA Y til IMPERIALISMO BRITANICO
*T ’
coloniales sea nías lenta, ¿Es seguro1? Y sobre todo, lo tendría que ser absoluta; no como la participación en
que es esencial, ¿detendrá Inglaterra esa evolución de­ el Imperio de un gran dominio semilibre, si no como
bido a aquellas ventajas? la de una dependencia directa de la Corona. No están- f
Depende. Si la situación mundial mejora de modo do ya Inglaterra en situación de jugarse en cada po­
jl sensible, es probable que sí. Si, como en de prever, sesión por la primacía en el mundo, como hace un si­
la (situación mundial empeora, es casi seguro que no. glo, sólo se sacrificará por aquellas que estén dentro
Ahora bien, en el primer caso no necesitábamos hacer de la órbita de los puntos vítales para su política im­
concesiones para seguir teniendo la buena voluntad do perial, como Sud Africa y la India. Ahora bien, noso- ^
Inglaterra; su propio interés nos la aseguraba En el tros quedamos fuera de esa órbita, porque Inglaterra
segundo caso, las inmensas concesiones que le otorga­ parece haber renunciado a intervenir en la política
mos sin compensación no nos valdrán de nada; el in­ del Pacífico, el otro gran aspecto de la situación mun­
terés es superior a la buena voluntad. dial. Y esa participación de la Argentina en el Impo I
j| Basta observar el celo con que Inglaterra defiende rio Británico al 'estilo de los dominios que es el ideal
su libertad de movimientos ante el confuso porvenir confesado de tantos oligarcas, no nos valdría la soli­
inmediato para convencernos de la importancia de su citud de la ansiada Metrópoli en un momento de apu­
maniobra, y de la torpeza que hay en fiarse con ella ro. La dependencia directa de la Corona tal vez sí. 1
no ya de garantías extracontractuales, sino hasta de Pero Inglaterra sabe demasiado que no es hora de
contratos que no se basen en una perfecta combinación cultivar el germen del colonialismo en un país inde­
de intereses. Frente a los dominios, Inglaterra defen­ pendiente. Lejos de sacrificarse para engolosinarnos
dió su libertad de comerciar fuera de la sociedad de con los beneficios del régimen imperial, aprovechará
naciones británicas; frente a la Argentina y otros paí­ hasta donde pueda las enormes ventajas que le hemos
ses extranjeros defendió su libertad de evolucionar có­ otorgado, y nos volverá la espalda cuando no podamos
mo y cuándo le convenga hacia el proteccionismo im­ darle nada más, tirará la cáscara, después de haber
perial. Este último es para ella un sacrificio que, en chupado la naranja. Si dentro de unos años, la anar- ^
previsión de circunstancias peores, encara como un quía del mundo llega a extremos imprevisibles, y vuel­
mal menor. Si la situación mundial no se agrava, ella ve la época de las conquistas, estaremos más a 3u mer­
querría haber perdido lo menos posible a causa d ejas ced cuanto más nos haya debilitado. - •.
infracciones impuestas por el momento a su clásico Esos peligros resultan exclusivamente de las atadu­
liberalismo. Pero si la situación mundial sigue empe­ ras que nos impone el pacto Roca. Antesvide.;, éste la
orando, las exigencias del proteccionismo imperial, que maniobra inglesa no nos amenazaba más aé lo que.
son más políticas que económicas, se acentuarán. To­ nos amenaza ahora; después del tratado la maniobra v,
das nuestras concesiones presentes y futuras, salvo la .seguirá el curso que- Inglaterra crea necesario y noso­
entrega total de nuestra soberanía, serían en el último tros no podremos contrarrestarla debido a nuestro com­
caso previsto, vanas para evitar el retiro del cliente promiso de inmovilidad. Antes que ésto, era preferi­
inglés. ble no hacer nada y dejar las cosas como estaban. No j
( Para que la entrega fuera materialmente provechosa, os que el momento no fuera favorable para negociar* \

128
R O D O L F O v J U L I O l Ii A Z ü '$ T A

j Al contrario. La situación de Inglaterra es difícil, y


una negociación argentina bien dirigida tai vez pu­
diera haber invertido el resultado de la negociación
|j de 1933. Para ello precisaba ir a Londres con la firme
decisión de maniobrar y de triunfar. La empresa no
era ni pequeña ni fácil. Era más seguro cruzarse de
brazos antes que moverlos sin el espíritu de intentar y
í algo grande aunque difícil. Pero, (y aquí está la ex­
plicación de la forma desastrosa en que se concluye­
ron los convenios), más imposible que ganarle o em­
patarle a Inglaterra una negociación, era que ío in­
tentaran los oligarcas que fueron a negociar con ella, j,
como lo verá el que leyere la historia de la oligarquía {
argentina, que liemos escrito a guisa de conclusión. ^
TERCERA PA R T E

H I S T O R I A DE L A
O L I G A R Q U I A
A R G E N T I N A

130
LA OLIGARQUIA EN EL GOBIERNO

La materia de estos capítulos exigiría un volumen.


Pero el libro a que damos fin con ellos quedaría in­
concluso sin una historia, por resumida que sea, de
la oligarquía. Los errores cometidos por la misión Ro- i
ca y por la cancillería argentina, son tan enormes que
no se pueden explicar por la simple ecuación personal.
Fuerzas mayores que la incapacidad intelectual o mo- !
ral han gravitado sobre los actuales dirigentes y agen­
tes de nuestra diplomacia, moviendo sus inteligencias
' a la palabra errónea, sus voluntades a la solución ca­
tastrófica. Personas que el consenso universal tiene í
por capaces no pueden haber tan mal representado al
país sino por una causa que las trasciende. Esa causa í
es la historia de la oligarquía.
Sin esa histeria, los finos modales del fc)r. Roca ha­
rían de él un buen diplomático; los conocimientos téc­
nicos del doctor Saavedra Lamas harían de él un buen
amanuense de Relaciones Exteriores. Con esa historia,
& . necesitaban un talento que no tienen para servir a ,
i*
L Í> ' " 133 '
R OD O L F O y JULI O IRAZUSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANIC'Ó
i nuestro país como es debido. Si los “hombres serios, mienzo para una tradición que estaba destinada, luego
asesorados por los mejores expertos de que podía dis­ de una expiación de cinco lustros, a regir el país du­
poner el país” (como dijo el diputado Cárcano), si rante más de medio siglo.
esos hombres concluyeron los pactos anglo-argentinos ■4 Él 7 de febrero de 1826 los rivadavianos exaltaban 1
de 1933, quiere decir que la capacidad no es decisiva a su jefe a la presidencia de la Be pública. Para com­
| en la política. Mucho más que la simple capacidad y ) prender todo el significado de ese hecho precisa no
j aún que el talento lo c.s la posición. La posición de * solo considerarlo en relación con las circunstancias
nuestros recientes negociadores estaba determinada por bien determinadas de aquel momento, sino también re­
la historia. montarse a los antecedentes de Eivadavia. Este perte- i
| Dijimos en su lugar que nuestras objeciones al em­ necia, dentro del partido metropolitano euyos hombres
pico de los oligarcas en la diplomacia no eran de prin­ ee habían turnado en el gobierno a partir del 25 de
cipio. Tampoco lo son al régimen en sí. Nuestras ob- : mayo, a la fracción que podría llamarse del progreso,
i jecionos son en ambos casos históricas. Porque, como en oposición a la que podría llamarse de la independen-
j hay oligarquías benéficas, las hay perniciosas. Y si las • cía. El principio de ésta era “patriotismo sobre "todo” ;
de Poma, Vonecia e Inglaterra hicieron la grandeza el de aquélla, “habilidad o riqueza”. Admitamos que
de esos países, las de Grecia por ejemplo facilitaron motivos personales movieron a López (el del “Himno” '),
la dominación romana en la clásica península, que llega a hablar de revolución y contrarrevolución,
j Si la asociación oficial de la oligarquía con el pue­ a establecer aquella nomenclatura de los partidos ar­
blo argentino es posterior a 1852, el período más im­ gentinos de 1810 a 1830. Los hechos, la confirman. Ya
portante de su historia es el do su formación anterior antes de preponderar en la dirección política del país,
| n aquella fecha. Aquella asociación de medio siglo le Eivadavia se había señalado por la mayor importan­
■ha permitido remedar la apariencia de una tradición cia que daba al régimen interno sobre el problema de
i nacional. La historia de su formación en el extranjero la soberanía. En comunidad de ideas con Manuel Jo- t
le restituye su verdadero carácter, totalmente opuesto sé García, Eivadavia estaba dispuesto a aceptar un
a dicha apariencia. príncipe extranjero, el protectorado de un país exó­
j En cnanto es posible fijar con precisión el naci­ tico o la vuelta a la_ colonia, con tal de conservar cier­
miento de lo.s seres morales, la oligarquía argentina tas libertades de orden civil y económico que le pare­
^ vio la luz el 7 de febrero de 1826. Ese día, las diferen­ cían más importantes que la existencia política de la
cias existentes desde el 25 de Mayo en el viejo parti­ nación. Después de 1820 se hizo más claro su propósi­
do que había hecho la revolución, se definieron en to. Frente a la invasión portuguesa en la Banda -Orien­
una escisión irreconciliable. Una de sus dos fracciones tal procurada por su camarada García, mostró abso­
.se apoderó del gobierno por una conjuración de asam­ luta indiferencia, fuá sordo a los clamores de auxilio
blea, un verdadero golpe de Estado. Las circunstan­ formulados por el Cabildo de Montevideo. Para la
cias injustificables en que se realizara la operación guerra de la independencia, aún inconclusa, rehusó sis­
lucieron de sus autores un grupo de cómplices, en vez temáticamente el aporte pecuniario de Buenos Aires,
'de correligionarios. Y esa’ complicidad era un mal eo- mientras dilapidaba el dinero en obras edilicias de una
134
A oD O L F* O r ‘ "J U L 1 0 L R A Z U S T A
- * h A
LA ARGENTINA Y ' B L I M P E R I A L I S M O 'BRITANICO ^

inconciencia que, San, Martín satirizó con ¿listísima vellanos, otro de los graneles alumbrados, consistente
acrimonia. Y fueron sus partidarios los que en el con­ en dar a la agricultura preferencia-sobre la industria,
greso de 1825 hicieron abandono de nuestros derechos fabril. Con lo cual España abandonó la lucha por el
al territorio comprendido en la antigua presidencia de predominio comercial en América, que en adelante ha­
Charcas, sin exigir compensación alguna, sin tomar bía do ganar poco a poco su rival Inglaterra. Las ide?s
ningún recaudo contra ulteriores conflictos de fronte­ que informan la política de Carlos III (cuyo reinado
ra. se consideró como una época.de progreso esplendoro­
$-■' Rivadavia consideró siempre errónea la políti'-a do so) pro cedían de naciones enemigas de España. No es
f expansión adoptada el 25 de Mayo. Para él, la revolu­ extraño que el torpe injerto secara el árbol de su im­
ción debía restringirse para cobrar eficacia, jmesto que perio. Aquellos hombres cultísimos, que habían impues- $
la extensión del país y el' estado de los espíritus no to despóticamente el progreso, provocaron la ruina de
permitían comenzar de inmediato el progreso en todas su patria. .La declinación del.poderío español facilitó
} partes,. Reduciéndolo a la capital, se fortalecería' el la emancipación de los pueblos americanos que set ha­
k núcleo progresista que había de ejemplarizar al resto llaban bajo su dependencia. Y los argentinos debería­
\ de América. Instituciones perfectas, no una gran na­ mos agradecer a quienes la provocaron, si* ellos mis­
ción, era lo 'que él trataba de fundar. mos no hubiesen sembrado la semilla de los desastres
Su reformismo era bastante retrógrado. Se emparen­ que acompañaron a nuestra independencia. En el pro- í
taba menos con el de los jacobinos, casi contemporá­ ceso de ésta, Rivadavia fué de los primeros que adop­
neos suyos, que con el de los alumbrados, pertenecien- taron conscientemente la política de abandono en que
| tes a las generaciones anteriores. Cuando ya había pa- habían caído inconscientemente los cultísimos asesores
) sado Napoleón, Rivadavia estaba en Carlos III. Este de Carlos III. *
monarca, cuya política nos toca tan de cerca, permitió Esa filiación es la única que puede explicar su mo­
la primera experiencia moderna de la aplicación de dalidad espiritual. Los alumbrados planeaban refor­
\ la ideología a la cosa pública. Los hombres de que fie mas sin calcular sus contragolpes políticos;* y cuando
rodeó, un grupo de aristócratas poseídos por el espí- los percibían, sin tenerlos en cuenta. Los jacobinos eran
i ritu del siglo’ XVIII, inquieto y escéptico, transforma­ tan reformistas como los alumbrados, pero no se dete­
ron al Estado que fuera paladín de la Iglesia, en el nían ante las inconsecuencias para enmendar a tienta*
| primer Estado anticlerical de Occidente. Aranda; Flo- los desastres causados por sus reformas. A su modo, $
ridablanca, Patino, fueron los gestores de expulsión los jacobinos eran patriotas sobre todo. Los alumbra-1
de los jesuítas! expulsión que tanto interesaba a. la dos no. Y Rivadavia como los alumbrados. Su ca.racte-1.
masonería, británica y aí gobierno portugués, cuya se­ rística más notable es la impermeabilidad a las leccio- y
cular ambición de llegar hasta el Plata hallaba el ma­ nes de la experiencia. Desde el principio inoportuna, !v
yor obstáculo en las "Misiones de la Compañía. La ini­ su conducta fué rectilínea hasta el fin. Los obstáculos
ciación de esa-política de ideas coincide con el abando­ que la realidad le oponía lo hacían caer; pero él no se 1
no de la política de prestigio. Su complemento en el desviaba de su.cainino.
terreno económico es la reforma preconizada por J o -t El primer fracaso de la política prineipista antes
* *
136 *- * ** * 137
R O D O L F O v J U L I O I 11 A. Z U S X A LA ARG EN TINA Y EL IMPE RIALISMO BRITANICO

que patriótica no comprometió b u nombro tanto como e l Al final de ese período la indiada se había corrido
de García, el procurador de la invasión portuguesa. hasta Quilines. El invasor de la. Banda Oriental pre­
La abdicación directorial, causa de disgregación del sionaba sobre las provincias del litoral. La independen­
país como la de Carlos IV lo había fiido del Imperio, cia se consumaba sin participación de Buenos Aires,
tenía la aprobación de Bivadavia. Pero no estaba uni­ es decir, del pueblo que tan gloriosamente la había
da a su nombre. Lejos de perjudicarle, permitióle rea­ empezado. El control de la política americana esca­
lizar la ansiada experiencia al amparo del localismo paba de las manos a que correspondía por derecho pro­
♦subsiguiente a la caída de Pueyrredón. pio. _ * / ,
La Arcadia feliz que Pivadavia intentó realizar de Pivadavia no salió del gobierno en .1824 tan desai­
1S21 a .1824 no tenía nada de original. Los alumbrados radamente como lo merecía. Pero la nueva administra­
habían convertido al país más árido de Europa en ción señaló un cambio de rumbo en la política pro- ;
productor y exportador de materias alimenticias. Na­ píamente dicha, es decir, de fronteras, y una escisión
da semejante en el servil imitador criollo. En vez de en el partido ministerial. Las Heras activó la guerra
transformar radicalmente la economía del país, pero •contra los indios y empezó la preparación de un ejér­
en sentido contrario al do los alumbrados (como aquí cito destinado a operar en la Banda Oriental en el
lo exigía oscuramente la reacción popular) el progre­ momento oportuno. Ahora bien, lejos de resignarse’a f
sismo despótico de Pivadavia consistió en acentuar el dejar el gobierno en poder de aquellos que parecían
f sistema de sus modelos. Adornar el entrepuerto comer­ más a tono con las circunstancias, los riva da víanos se
cial que habían hecho de Buenos Aires las reformas aprestaron a reconquistarlo-por cualquier medio. Y así i
de Carlos III, y abandonar el interior del país a su lo hicieron el 7 de febrero de 1826 del modo ilegítimo
triste suerte, tal la obra económica de Pivadavia. que dijimos al principio de este capítulo.
I Con la misma fidelidad que en eí terreno económico En el hecho, el escándalo consistió en que fueran
siguió las huellas del liberalismo en el terreno espiri- los pacifistas a pesar de todo, loe partidarios del re­
1 tuaí. Sin detenerse a considerar que el momento no nunciamiento n la integridad territorial, los'enemigos
era el más oportuno, pues la independencia nacional declarados de la guerra nacional, los fautores de la
no estaba consolidada, ni establecida la posesión del guerra religiosa, quienes tomaron el poder cuando el -
territorio ocupado por los infieles ni garantizada la país estaba empeñado en.su primera lucha extranje­
♦seguridad interior, Pivadavia se dedica a reformar la ra, y no podía volverse atrás sin incalculable desme­
religión del país, descuidando aquellos problemas que dro de su interés y de su honor. Era como si en 1914,1
involucraban la existencia misma del Estado. Con esa en Francia, el gabinete de unión nacional, en vez de
política no sólo atentaba a las reglas del buen sentido; constituirse bajo el signo ‘de los patriotas, hubiera
prevenía contra sí a la opinión del país que ambiciona­ quedado bajo la presidencia xde Jaurés, partidario de
ba mandar desde una magistratura suprema. Esa tor­ la huelga general frente al enemigo.
peza no sería de las que menos contribuyeron a impe­ En derecho, el escándalo consistió en que hombres
dirle conservarse en el poder cuando su famosa pre­ ¿i quienes la moral y la ley no se les caían de la boca,
sidencia. Tiolaran tan descaradamente a ambas. Crear el poder
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L A A R G E N T IN A X EL IMPER IALIS MO BBTTANICO


i RODOLFO t J ü Lr O i RAZVSTA

ejecutivo permanente antes de constituir al país era a acentuar, donde el ascendiente personal, basado en
flagrante violación de la ley fundamental del Congre­ la superioridad del individuo sobre sus semejantes del
so. Persuadir a los porteños a quienes algunas pro­ modo más elemental: fuerza, destreza, prudencia, sim­
vincias habían confiado sus representaciones, que trai­ patía, donde las condiciones físicas: lentitud de las
cionaran los intereses de aquéllas, era el colmo de la comunicaciones, aislamiento de muchos distritos, etc.,
deslealtad, hacían dificultosa la difusión de una popularidad na­
j Con todo, la creación del ejecutivo nacional era una cional, Rivadavia supuso fácilmente asequible la crea­
operación oportuna, si se piensa que el momento de ción de condiciones diametralmente opuestas. Antes de \
conseguirlo se puso a trabajar como si la autoridad'’
unión patriótica era el más propicio para restaurar el
Estado. Una vez triunfante en 3a frontera oriental, el impersonal fuese un hecho. .Un congreso de doctores j
Estado podía terminar fácilmente su ^organización al para aplicar en el país las leyes de Londres o Berlín,
llegadas en las iiltimas gacetas, un presidente de to­
amparo del prestigio y la fuerza de un ejercito victo-
ga, falto de toda popularidad; el gobierno ideal a plu­
| rioso. Lo que no podía ser más inoportuno era la sus­ mazos, cuando la espada era el primer instrumento del
titución de Las Heras, perfectamente a la altura do gobierno.
las circunstancias, por Rivadavia, hombre de partido, Rivadavia poseía notables cualidades de índole ci- 1
sin antecedentes de negociador, hábil en el terreno ins­ vil. Su pretensión de dejarle al país un corpus institu- I
titucional, pero sin aptitudes de organizador militar. cional era justificada. En sí, los decretos del “Registro
En aquellas circunstancias el gobierno era la materia oficial” que llevan su firma, son de lo mejor que su
de Las Heras, y no era la de Rivadavia. Sus propios época podía ofrecernos. Entristece reflexionar que los
antecedentes en la política constitucional del país no decretos del famoso ministerio eran contemporáneos de
lo indicaban al último para hacer triunfar la maniobra la ocupación portuguesa en la Banda Oriental y la
que intentaron sus partidarios. No teniendo la ley de última faz de la lucha por la independencia, de las
su parte, el hombre que por cuatro años había obsta­ cuales Rivadavia hizo abstracción. Pero los de la Pre­
culizado la reunión del congreso, que en 1821 había sidencia revelan una desesperante tozudez. De 1326 a
ridiculizado las pretensiones de los aspirantes a una 1827, .su literatura, considerada en relación con las cir­
magistratura suprema, estaba en malas condiciones cunstancias exteriores e interiores, resulta de una me­
para hacerse aceptar en ella, diocridad repugnante.
| Un político verdadero podía vencer esos inconve­ No es todo. Las dificultades internas se las creó el
nientes. /,Lo era Rivadavia? Antes de alegar el resul­ mismo. Mientras estuvo Las Heras, las provincias con-
tado. que dice lo contrario, analicemos su conducta. \ tribuyeron a la guerra con una generosidad reveíado-
J Rivadavia no quería el gobierno para sacar al país de- ! ra del sentimiento nacional unánime. No es seguro que
las dificultades en que se hallaba, por los medios que | siguieran contribuyendo al producirse la sustitución
requerían esas dificultades, sino para continuar su [ de Las Heras por Rivadavia sí éste no las provoca. Lo
obra de literatura institucional, para seguir progre- 1 cierto es que Rivadavia provocó a las provincias.
i san do en el papel, aunque retrogradando en la reali- | El golpe de mano con que Lamadrid se apoderó del
J dad. En un país cuyo localismo él había contribuido
1&
140
RODOLFO y JULIO 1RAZUST A .LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

gobierno de Tucumán con las fuerzas reclutadas para m La sugestión del inglés fué tomando cuerpo a medi­
Üfc
fefe'
el ejército nacional de la Banda Oriental, había sido da que nuestras tropas redoblaban sus éxitos. Desde
un acto preliminar de la maniobra que exaltó a Riva- el punto de vista nacional el ilogismo. era tremendo.
davia a la presidencia. La mayoría rivadaviana del fteri Pues la independencia uruguaya hubiera sido admisi­
Congreso no acordó a Las Heras el castigo solicitado ble como transacción entre la fuerza del Brasil y el
por éste de su desleal servidor. El presidente apoyó m}i derecho de la Argentina, no cuando nosotros tenía­
con dinero y armas la Liga del Norte constituida por mos a la vez el derecho y la fuerza. Pero desde el pun-i
Lamadrid. Las amenazas proferidas contra los caudi­ to de vista rivadaviano la solución era lógica. Si la riA
llos provinciales en cartas cambiadas entre Lamadrid queza era lo primero, la guerra civil que había entor­
y los agentes del ejecutivo nacional fueron intercep­ pecido la vigorosa prosecución de la guerra, extranje­
tadas, circularon de una parte amenazada a otra. T ra y la guerra civil, la opción por la última era im­
el país ardió. puesta por el principio del sistema rivadaviano. La te-\
Los despilfarros edilicios o culturales, la provocación nacidad con que se asía al poder cuando su conserva­
de la guerra civil, no eran los medios de apoyar sóli­ ción le era tan difícil, la inocencia con qne identifica­
damente la acción exterior. El ejército formado por ba su persona con el orden y la oposición con la anar­
Las rieras era el mejor que había conocido el continen­ quía, la obcecación que lo llevaba a preferir la des­
te. Pero convenía mejorarlo aún más, dada la impor­ honra y la amputación de la patria al abandono de la
tancia del enemigo. Sus triunfos fueron brillantes. Pe­ lucha por sus principios, son de una perfecta conse­
ro el gobierno le había quitado los medios de explotar cuencia con las circunstancias en que llegara al poder
debidamente la victoria. La lucha civil provocada por un año antes. La idea de la independencia oriental,
él no le permitió a Rivadavia mandar a la Banda Orien­ proveniente del gobierno inglés, debía parecerle de
tal los dos mil infantes con que el general en jefe se una adecuación irresistible. La colaboración inglesa
comprometía a decidir la guerra en el terreno donde era pieza maestra de su sistema. Cartas suyas a los her­
ella se desarrollaba después de Itazaingó. manos Hullet, de Londres, anteriores a- la creación
Los errores de Rivadavia no pararon ahí; pensaba del ejecutivo~permanente, harían creer que la.s conce­
en la paz. Escuchaba consejos de paz al- mismo tiempo siones de Minas fueron la causa primera de la aventura
que se colocaba torpemente en situación de no poder presidencial. Su embajada de 1824-26 a Inglaterra des­
| ganar la guerra. El "amigo” inglés, lord Ponsonby, í'tf'jy ató ese torrente de especulación que nos ha dejado
ministro de S. M. B, en el Plata ..y que no hacía más IJi; pulidos guijarros en bellas narraciones de viajes de
que trasmitir las ideas de su gobierno, sugería solucio­ tff'los agentes comerciales británicos. Sus compromisos
nar el conflicto argentino-brasilero erigiendo en la con el extranjero coincidían demasiado con su concep-
| Banda Oriental nn listado independiente. A Inglate­ ppeión de la política argentina para que la guerra, acci-
rra le interesaba debilitar el Estado poseedor de las |g|';|dente imprevisto que había perturbado sus madurados
ricas tierras que baila" el Plata; explotar a dos estados pipianes, no le pareciera evitable a cualquier precio, so­
débiles es más fácil que explotar a uno solo. El des­ mbre todo el que indicaba Inglaterra.
quite de 1806-S era & «se precio. Por su inoportunidad, por la personalidad del negó- í
■i

RODOLFO Y JULIO IRAZUSTA LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO '


i
ciador, 3a misión García nos puso en peores condicio­ disponerse a modificarla con el tiempo, el arrepenti­
nes de las en que estábamos. Dió al Embajador una miento y la expiación, se aprestaron con diabólica to­
noción de nuestras dificultades internas más exacta zudez a reanudar l a . lucha por cualquier medio. La j
de la que podía tener por conjetura o fuentes de segun­ marca infamante que la opinión_les aplicara como a '
da mano. El carácter de fachada de nuestra ventaja rebaño sarnoso, era para ellos un signo de distinción.
militar era reconocido por los interesados en ocultar­ En vez de disgregarse a la soledad Me la penitencia, (
lo. La personalidad de García representaba la inva­ estrecharon las filas en un haz de reinciden tes. La \
sión portuguesa, es decir, la devolución de la Banda complicidad en el error, había dado nacimiento al nú­
Oriental al Imperio. Rivadavia no podía ignorar que cleo originario de la oligarquía. La complicidad en el |
su comisionado era hombre tan sistemático como él crimen habían de robustecerlo y acrecentarlo.
ni hasta dónde son capaces de llegar los ideólogos pa­
ra dar realidad a sus quimeras. Pero si renunció des­
pués, ¿por qué no renunció antes de mandar ni Ja ­
neiro a García? Si sólo vio la enormidad de la políti­
ca oriental en que desde antes comulgaba con García,
al sentir la unánime reacción del pueblo,, y hasta del
ejército, frente a la convención celebrada por su corre­
ligionario, su ceguera lo inhabilita para los intereses
partidarios lo mismo que para la gestión de los inte­
reses nacionales.
| Esa montaña de errores, que nuestra historia ha es- |
camoteado en parte, debió aparecer a los contemporá- i
neos en una perspectiva muy similar a la en que hc-
| mos tratado de presentarla. Los “inmensos males” cau-
<sados por Rivadavia y sus satélites, no le constaban
X sólo a O’Higgins, como se lo escribía San Martín en
r 1829, sino a todo el mundo. Por la forma en que se
encaramaron al poder, y por la inaudita torpeza con
A.qne lo ejercieron, aquellos hombres quedaban en una
i postura irremediable. Eran las más ambiciosas, se
creían los mejores (en cierto sentido con fundamento)
y habían fracasado como nadie antes que ellos, de un
modo que les cerraba herméticamente el porvenir. Sus
1 antiguos correligionarios los abandonaban. No, eco no
* era posible. El cielo y la tierra se equivocaban, pero
ellos tenían razón. Lejos de aceptar bu triste suerte, o

144 145
mm
£ .
RODOLFO y \ J V LIO 'IRAz'üST'A
í
La elección del instrumento revela él conocimiento
de los hombres que tenían los rivadavianos. Sabían po-
1 "v eo de psicología colectiva pero mucho de psicología
‘ individual. La ambición e inquietud de Lavalle, que
no había respetado la autoridad de un hombre de la
situación anterior, como“Al ve ar, era fácilmente infla­
mable contra el discutido sucesor de Rivadavia y don-
Vicente López.
• La obra maestra de la intriga rivadavíana fue peí*- |
suadir a un patriota como Lavalle que ellos, los paci­
fistas, los hombres de la política de renunciamiento y
abandono, eran los amigos del ejército, y sus enemigos
C apítulo II* los otros, los constantes partidarios de la^gruerra con­
tra el invasor de la Banda Oriental. Ese prodigio de ter~{
LA PRIMERA EMIGRACION •giversación pinta a las claras la índole de sus procedi­
mientos, y la habilidad hecha de inescrupulosidad que
ponían al servicio de sus intereses personales, en^ con­
Ineptos en el gobierno, los rivadavianos eran habilí­ traste con la rigidez inepta que les hacía deservir los
simos en la oposición. Habilísimos e inescrupulosos. intereses del país cuando les tocaba gobernarlo.
Teóricamente eran campeones del orden legal, consti­ Dorrego tenía antecedentes muy mezclados, era de-
tucional. Prácticamente hadan todo lo contrario. Fue­ , masiado hombre de partido para 1 tener toda la apro­
se la intriga o el motín, nada les repugnaba para el bación de los jefes militares que dejara la facción de­
logro de sus fines. Así atropellaron arteramente en rrocada. Pero a la inversa de los rivadavianos, su acier­
1825 a los gobiernos provinciales con la fuerza reclu­ to en el gobierno había sido tan indiscutible como dis­
tada' por Lamadrid con destino al ejercito de opera­ cutible fuera su conducta en la oposición. “Procax otii,
ciones en la Banda Oriental. Así traicionaron como potestate temperatior”. La energía e inteligericia con
diputados al Congreso de 1826 el mandato de los pue- que tomo al país en eí punto desastroso donde lo de-
blosy la ley orgánica del propio cuerpo, que Ies orde­ * jara Rivadavia y lo puso en condiciones de rectificar
naba no variar el estado de las cosas hasta que no se la paz vergonzosa de García, fueron admirables. Lle­
dictara la Constitución, y crearon el ejecutivo perma­ vando de frente las operaciones militares y la nego­
nente antes de ocuparse en aquélla. Así atropellaron ciación habían obtenido en un año sorprendentes re­
el l 9 de diciembre de 1828 las instituciones que ellos, sultados. No es extraño que se ignorara la maestría
mismos habían perfeccionado y que funcionaban más con que había conducido la negociación diplomática
o menos regularmente hacía, ocho años consecutivos, que precedió a la convención de 1828. Negociación mo­
para recuperar el gobierno que no habían sabido con­ delo que puede haberse igualado mas no superado en
servar. nuestra historia diplomática, ni aún en el ministerio
—t
146 K>

RODOLFO Y JULIO I R A Z' U S T A
LA AB GENTINA Y FL IMPERIALISMO BRITANICO
clásico de don Felipe Arana. Pero entre los instiga­
dores de Lavalle, un Agüero, el hombre que al despedir A' no aceptaban resigna clámente el fusil o el palo civili­
a García en 1827 le dijera que la paz “a todo trance”
„ era la única salvación de los hombres de 1823, no tenía zadores. ¿Cómo los jefes del ejército vencedor del Bra­
sil no podían con los caudillos? ¿Cómo los veteranos
derecho a criticar la paz firmada por Borrego. Las de las fuerzas regulares no podían con la montonera?
ventajas obtenidas por éste sobre las condiciones acep­ La misma ineficacia que les hacía perder provmeias
tadas por aquellos eran todo lo enormes que podían de la patria en condiciones ventajosísimas, les hacía
ser: Independencia de la Banda Oriental en vez del perder el gobierno teniendo en la mano el mejor ins­
compromiso de desmantelar las fortificaciones que trumento de dominación.
construyéramos en ella durante la guerra. Ninguna La emigración de los rivadavianos en masa empezó í
cláusula financiera en vez de la unilateral indemniza­ mucho antes que el control de la situación pasara to- •
ción al Brasil por las presas que le habían hecho nues­ talmente de Lavalle a Rosas. En cierto momento La-
tros corsarios. valle no veía salida sino en la conciliación; para las
j Las reticencias con que empujaron a Lavado a la rivadavianos la conciliación con 'los “vándalos” era
ejecución de Borrego y a la asunción por el instru­ “inverificable”. No sólo porque seguían fieles al espí­
mento de la responsabilidad que correspondía a los ritu de 1823, sino también porque empezaban a adver­
instigadores, fueron de mía habilidad trágica, verda- tir que sus errores les hacían cada día más imposible
] deramente shakespeareana. Más felices que Yago, lo­ \ reconciliarse con la opinión pública. El despotismo í
graron (pie el improvisado Otelo se encadenara para | ilustrado, la transformación forzosa de un país «ató-
siempre a ellos por el eslabón de una complicidad acep­ i lico en país liberal, el establecimiento de la factoría a
tada, en vez de castigar en sí mismo la culpa ajena
como el ejecutor de la inocente Besdémona.
J expensas de la nación, eran siempre los imperativos de
' su conciencia. Pero cada vez era más visible que la I
f Pero si en la oposición tenían la omnímoda libertad realización de ese programa; reforma religiosa, unidad
del error, en el gobierno estaban atados por sus ante­ a palos, abandono de la integridad territorial, moti­
cedentes a una política de fracaso. Besde la aventura nes civilizadores, era resistida en cada detalle por la
presidencial estaban condenados a repetir los métodos opinión pública. Entre ellos y la mayoría, entre los im- (
\ que la experiencia desautorizaba. Todo paso que daban perativos de su conciencia y el interés del país no había
aumentaba su culpa, y cada vez les era más necesario conciliación posible. La primera negativa de Lavalle a (
ponerse a cubierto del castigo del modo que más los seguir esa conducta extrema, fue la señal para la emi­
acercaba a él. La lucha contra sus enemigos interiores, gración de los rivadavianos. A raíz de Rivadavia y i
que bajo Pivadavia fuera más de hechos que de pa­ Agüero, emigraron seiscientas personas en dos días.
labras, era bajo Lavalle más de palabras que, de he­ Tenían un refugio. La factoría formada por ínter- ¡
chos. Lavalle obedecía a sus consejos facciosos, fusi­ vención de los ingleses y cedida por su culpa, sería
lando, deportando, anulando a los opositores. Pero no el baluarte de' operaciones contra este lado del estua­
en la medida que ellos deseaban, no en proporción con rio. Poco después, Lavalle, antes de entregarse defi­
sus furiosas declamaciones contra los “vándalos” que nitivamente, como si entreviera una larga expiación
. para los hombres con quienes' se había comprometido,
148 j

y '■* * ; 149
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' RODOLFO y J V L I O___1 n A Z U S T A ■■ "■' v A
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BBITJMCO,

les repartió el día antes de irse los dineros públi­ ta ; los que se felicitan de la creación del Estado coji­
cos, “para ponerlos a cubierto de las vicisitudes de las nete, como los más obcecados que lamentan el esfuer­
disenciones civiles”. zo por amparar del Brasil a una provincia que dicen
Bl Estado en cuya formación habían tenido tanta nos era desafecta, olvidan la gravedad infinitamente
parte se estaba organizando de acuerdo al espíritu de mayor que entonces revestía para nosotros la segrega­
su origen. Rivera le había copado a Lavalleja la pri­ ción, bajo cualquier forma — independencia o devolu­
mera presidencia constitucional de la nueva repúbli­ ción a su reciente conquistador — de aquel pedazo
ca, y como debía suceder, empezó de entrada a manio- de la patria. L a . provincia oriental era entonces más \
l brnr contra la Argentina. Porque Rivera, el individua­ grande que Buenos Aires, que apenas llegaba al Sa­
lista más perfecto que haya existido en el Plata, y que lado; y ante su vecina en lucha con el interior debía
según el giro de su interés estuviera vuelta a vuelta en creerse más poderosa. Por■lo que el Brasil ha ganado
contra o a favor de su patria chica o del Brasil, fue con la independencia de aquella provincia (varios te­
el más constante enemigo'interior o exterior de la pa­ rritorios y una primacía continental indudable durante
tria grande. Al Emperador, que alia por el ano 20 lo el siglo XIX y parte del XX), no se necesita mucha ima­
hiciera barón de Tacuarembó y lo sentara en la dieta ginación para calcular lo que le hubiera valido no per­
de Río, el pardejón lo servía o lo traicionaba, según su derla en 1828. Tal vez sería hoy realidad el sueño de
conveniencia. Extraño fenómeno, en carácter o situa­ aquel gran diplomático portugués del siglo XVIII, don
ción tan instable, la única constante de Rivera fue no Luis da Cunha, de un imperio lusitano que abarcase en
servir, ni por conveniencia personal, a la República su franja al Uruguay, el Entre Ríos, Corrientes y el
Argentina. Nadie pues más indicado que él para ini­ Paraguay. Pero hasta un eaudillejo como Rivera se ba­
ciar los gobiernos independientes del país cuya fun­ hía mareado con la independencia oriental. Y desde su
dación obedecía al propósito de debilitar el Estado, presidencia hasta su muerte, soñó con engrandecer el
susceptible de volverse poderoso, que tenía el control nuevo Estado a expensas de la Argentina. En esa ope­
de la cu enea del Plata. Y en efecto, Rivera no había ración se complicaron los rivadavianos.
calentado el sillón presidencial cuando ya intrigaba ¿Ceguera? ¿Rencor? ¿Un poco de ambas cosas? Sea
contra la antigua metrópoli de su país, organizan rio un de ello lo que fuere, esa complicidad no puede juzgarse
espionaje en la parte vulnerable de la frontera, la Me- con la misma severidad que merecen las posteriores
sopofamia. alianzas de los emigrados con el extranjero; era impo­
Sin esperar el fin de la tentativa de Paz en el inte­ sible que la política del Plata quedara de un día para
rior, rale decir, antes de ver si el problema argentino otro como en compartimentos estancos, siendo dirigida
se solucionaba a gusto de ellos por medios argentinos, por hombres nacidos bajo la misma bandera, que ha­
los emigrados en el Uruguay se aprestaron a secundar blaban la misma lengua y hacían una vida común. Has-í
la maniobra de Rivera contra nuestro país. Los cpie juz­ ta aquí la emigración era enconada, falta de espíritu
gan la segregación de la Banda Oriental con la tran­ patriótico, pero no había llegado a los extremos de ob­
quilidad histórica que les permite el actual desequili­ cecación que se verían muy pronto. Y el ojo por ojo t
brio de fuerzas entre ambos Estados ribereños del Pla- que Rosas, con su imaginación bíblica empezó a aplicar t

151,
RODOLFO y JULIO I R A Z tl S T A L A A R G E N T IN A Y E L IMPERIALISMO BRITANICO
' — - ■ 1 ‘ * .í
después de la eliminación de La valle y de Paz, no les elección legal “si fuese favorable“., o el movimiento qtxe
dejaba otra esperanza de retomo triunfante que la opo­ ha de efectuar el cambio Asi no lo fuese” (Vera,rel can­
sición armada. __ : didato opositor), será ayudado por toda la emigración...
La misión que Rivera asignó por el momento a los Es imposible que la elección si fuese adversa no d é ...
emigrados era la de anarquizar el litoral y el interior motivos o pretextos para el movimiento, o si no 'que los
de la Confederación Argentina, influyendo sobre las invente. No hay que pararse en pelillos como jamás se
personas que en'esos lugares les quedaban adictas. Lo­ pararon nuestros enemigos. Que alegue eoaeión, temor
grado es?e objeto, Rivera podría atacar a Buenos Ai- o intrigas en las elecciones; o si no, defectos o críme­
| res. Entonces empezó esa correspondencia que, de 1830 nes personales de Bchagüe o de su sucesor, haciendo
a 1850, fue incesante entre Montevideo y los focos de resaltar la poderosa íeela de que hace años que Entre
f oposición en la Argentina. Sostenida alternativa o su­ Ríos es siervo de Santa B e .. . En cuanto a política in­
cesivamente, por los emigrados más talentosos.de dos terior que proclame la ley, la seguridad, la libertad.,
generaciones, esa correspondencia forma un cuerpo li­ A este respecto debe convenirse con Ereñú acerca de
terario más digno de rivalizar con la diplomacia vene­ un punto, importante. ¿Qué se hace con la legislatura?
ciana que la literatura gubernativa de.los liberales con La opinión de los amigos (Carril y Agüero) es que si i
las ordenanzas de S.S. M.M. española ó francesa. La creen no contar con sus miembros, no se acuerden de
diferencia de mérito, es sobre todo notable en las pro­ ella para nada, pero sin decir que¡ la disuelven. Pero
ducciones de los viejos unitarios, Carril y Agüero,, por - si. cuentan con una. mayoría segura, agarrarse de ella
ejemplo. Entre los ponderosos decretos y oficios de los al.instante; convocarla con pompa y urgencia; instruir­
ex in ini st ros de Rivadavia y las medulosas y vivaces es­ la dedo hecho y de los motivos, y depositar en ella el
quelas de intriga a Ricardo López Jordán y otros do­ gobierno poniendo a sus disposiciones la fuerza; seguro
nes, bav un abismo. Quitadas la peluca dieciochesca y' de que será elegido el que ellos quieran. Así se da a la
la toga doctoril, a calva limpia y en mangas de camisa, cosa un aire de dignidad y legalidad y se compromete
exhibían una-destreza en la forma y'el pensamiento de - a todos, .. En cuanto a la política exterior, es más deli­
que hasta entonces habían carecido. La viveza criolla, neado pero más importante. Debe anunciar su gobierno
dejada en libertad, los acercaba a Maquiaveló más que a todas"las provincias, proclamando la paz, la tranqui­
/sus conocimientos unilaterales al patrón de política eu­ lidad, la decisión -de sostener la independencia de su
ropea que antes procuraban remedar. ¡Desgraciado pro- provincia y la necesidad de constituir la- nación. Este
\ gresol Para combatir a la patria, desplegaban un ta- último Je conquistará la voluntad de la casi totali­
^ lento (pie no habían tenido para servirla. Así, hay más dad de los gobiernos y populizará eu* causa.... Hasta
'filosofía en la carta de Lavalle a Chilavert sobre los aquí las advertencias de aquellos amigos que “he co-
métodos para revolucionar a Entre Ríos que en todo rpiado literalmente”. Concluyo advirtiendo, a usted que
el “Registro oficial“ del 21 al 24 y del 26 al 27. Y Lava- : el centro de la dirección está en. Montevideo, que yo no
lie no hacía más que copiar literalmente los conceptos tengo parte alguna directiva, y que es allá donde se
-de Carril y Agüero. •debe ocurrir todos los casos en que se necesiten luces.
i La pieza es digna de transcripción: “Terminada la Yo me reservo para mi rol natural que es ejecutar”.

152
R O D O L F O y J U LI O I R A Z U S T A
¿A ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
Ocioso señalar las diferencias reveladas por esa car­
sirvieron a Rosas 'de escalones para llegar a la suma del
ta en el credo unitario al cabo de una década. Esas di­ poder. Pero con aquella acción los emigrados eeharonu
ferencias están más en la letra que en el espíritu, pues
lo que abora se atrevían a decir antes lo hacían. Pero las bases del triunfo posterior, cercenaron en más de j
es indudable que el cambio ‘experimentado por su pro­ la mitad la obra constructora del mayor estadista na- '
cional, y prepararon la servidumbre argentina del ex­
paganda era grande. Hasta entonces habían liablado de tranjero que les era indispensable para gobernar a sus
orden y de progreso, como sus modelos los inventores compatriotas.
del despotismo ilustrado; ahora hablan de libertad. An­ . El éxito más inmediato obtenido por los emigrados
tes so quejaban de la anarquía; ahora declamaban con­
tra el despotismo. Antes soñaban con un rey extranjero fue en el orden de la política interna uruguajm. El pri­
mer cambio presidencial en la vecina república bahía
que los ayudara a afianzar su impopular dominación;
ahora soñaban con el levantamiento anárquico de los exaltado al poder a don Manuel Oribe. ¿Desvió del pue-
pueblos a su favor. blo hacia Rivera? ¿Equivocación de Rivera sobre la
lealtad con que Oribe lo sirviese en la represión de las
Su maquiavelismo había sido siempre el mismo; siem­ tentativas revolucionarias de La valle ja? ¿Prescind encía
pre en beneficio propio y perjuicio de la patria. Pero electoral del mandatario saliente? ¿Inconsciencia de éste
antes era sólo obrado, cuando más hablado; ahora, tam­ sobre las consecuencias de la elección del entrante? Po­
bién escrito. Cuando estaban en el gobierno, la ducti­ co importa. Lo cierto es que Oribe no siguió, no podía
lidad partidaria, en contraste con la camisa de fuerza seguir la política de Rivera. Los emigrados argentinos
que pretendían calzarlo al país para entregarlo al ex­ contribuyeron a la tarea de voltearlo.
tranjero, les resultaba inconfesable ; ahora que estaban Oribe era un patriota. Lo había sido en la patria gran­
en la oposición la dominación extranjera que creían de ; continuaba siéndolo en la patria chica. Mientras Ri­
condición indispensable de la riqueza podía establecer­ vera traicionaba a los argentinos-o se rendía al Empe­
se al grito de ¡libertad! Y con el oportunismo que per­ rador Oribe peleaba junto a aquéllos en el Cerrito y en
mite Maquiavelo, para los mismos fines cambiaron los Ituzaingo. La independencia oriental debió ser para él
medios. un desgarramiento. Vicente Fidel López cuenta haberle
La habilísima acción de los emigrados no había de oído decir al final de su vida, que él siempre había sido
dar fruto« tempranos. Por lo pronto habían hallado la porteño de corazón. Sea de ello lo que fuere, había que­
horma de su zapato. En nuestro país empezaba a desta­ dado al servicio de su patria chica y obedecido al intri­
carse la personalidad de un hombre.que, sobre tener el gante cuyos móviles y métodos no podía ignorar (pero
arrastre popular de los caudillos provinciales que ja­ que de un modo u otro era su jefe legal), con lealtad de
quearon a Rivadavia y el patriotismo inflamado de un caballero y de soldado.
San Martín o un Dorrego, . tenía tan férrea voluntad Con todo, la política internacional de Rivera no po­
para el bien de la patria Como los rivadavianos para día menos de parecerle suicida. La idea de engrandecer •
su mal, y era más inteligente y culto que todo« ellos {f al Uruguay a expensas de la Argentina no favorecería^; ■ -
juntos. Las mismas tentativas de los emigrados por más que al Brasil. Quien había conocido en la confra- \
delatar en nuestro país una conflagración general, le ternidad del heroísmo la fibra argentina debía encarar &'] ¡~
154
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
V OV OL F O t JULIO IRAZUSTA
refugio a loe experimentadores amenazados. Tal la ló- |
como muy difícil la operación que Rivera creía tan fá­ gica de ese monstruoso fenómeno prolongado hasta nues-
cil. Y 3a guerra entre los Estados ríoplatenses a que gitros días, que hace amigos de los oligarcas, descendien-
conducían los actos de su antecesor no podía tener otro lltes directos de los emigrados, a los peores enemigos de «
resultado que el debilitamiento de aquellos dos, y el for­ nuestro país en el Uruguay, y por el contrario enemi- *
talecimiento del Brasil. Y con la fuerza renovada del gos suyos a los mejores amigos que la Argentina tuvie­
mismo, su apetito voraz, rebelde a la distétíea de los tra­ ra en aquel país.
tados. Ante la opción forzosa por una u otra alianza, Precisamente cuando Oribe asumió el poder e i m p r i ­
tampoco podía un patriota uruguayo dudar entre el im­ mió a la política internacional uruguaya el cambio que
perialismo brasilero y la generosidad argentina. Corno dijimos, la situación de los emigrados argentinos se
no había dudado Lavalleja en cnanto se le pasaron los volvía cada vez más desesperada. Rosas acababa de con­
humos de la borrachera orientalista que le hizo agarrar seguir la suma del poder público. Y ellos ya habían te­
lord Ponsonby. El cambio de rumbo en la política in­ nido tiempo de comprender lo que eso significaba. El
ternacional uruguaya fue inmediato a la asunción del entendimiento argentino-uruguayo era en tales condi­
mando por el sucesor de Rivera. ciones más intolerable, que punca. La lucha contra Ori­
' Pero el argentinismo de Oribe era inconciliable con be más urgente que contra el mismo Rosas. En esa lu­
el interes de los emigrados argentinos. Si la amistad cha sellaron una alianza con Rivera y los agentes fran­
ríoplatense era la base de la grandeza Argentina y de ceses. Y vencieron. El triunfo así obtenido daría a la
la grandeza uruguaya, su enemistad era condición in­ emigración nuevo carácter, que señalaba una etapa im­
dispensable para la grandeza de los emigrados. Aquella portante en la formación de la oligarquía.
amistad no podía edificarse sino sobre el cese de la
utilización por un Estado de los opositores del otro, co­
mo elemento de maniobra contra aquél. Y esa manio­
bra era la única razón de ser de loe rivadavianos. La
'unión ríoplatense era la fuerza de los dos países-y la
ruina de los emigrados, pero la debilidad ríoplatense.
Y éstos habían optado mucho tiempo hacía entre el in­
terés nacional y el interés personal o partidario. Esa
opción no era sólo exigencia de la oportunidad. Tenía
los caracteres de lo eterno. La desunión ríoplatense, ai
mismo tiempo que colmaba las ambiciones brasileras,
facilitaba la realización del programa rivadaviano, la
transformación de los dos países ribereños según el es­
píritu de 1823. Debilitados, estos católicos países ofre­
cerían menos resistencia al experimento de transfor­
marlos en especies de factorías protestantes. Y ei algu­
no de ellos reaccionaba violentamente, el otro ofrecía
157
256
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO ,

tación para el diablo, eran almas dignas de comprar.


Loe ri va da víanos habían hecho perder a Buenos Aires J
el prestigio legítimo que le dieran, primero su resisten­
cia a las invasiones inglesas, luego sus campañas de ex­
pansión continental. A raíz de la independencia uru- |
guaj-a procurada por aquéllos, el extranjero ya no con­
sideraría a la Metrópoli del Plata como a una ciudad
orgullosa, dispuesta al sacrificio para mantener su li­
bertad, sino como a una factoría, más celosa de su,in­
terés que de su honor. ¡Cuánto se engañaba! Por un
momento pareció tener razón. Y esa apariencia lo lanzó
a la empresa de recolonización que pudo ser fatal para
Capítulo III la independencia americana y que al fin de cuentas la
desmedró.
DEL DESPOTISMO ILUSTRADO A LA La actividad de los agentes ingleses y franceses en
PROPAGANDA LIBERTARIA la crisis de 1829 fue vuelo de caranchos alrededor de
un animal enfermo en medio del campo,. Los picotazos
de sus reclamaciones incesantes aturdían más de lo que
La pérdida de la Banda Oriental por la Argentina ya lo estaban a Lavalle y sus ministros. Aprovechando
tuvo 'consecuencias gravísimas para la causa americana. la deplorable situación interna de ese gobierno efímero,
Tales consecuencias no se originaron en el contraste en los franceses arrancaron concesiones sobre la condición
cuanto tal sufrido por la República. Un contraste pue­ del extranjero en el país; los ingleses bosquejaron su
do ser enmendado más tarde o más temprano por un opei ación contra las Malvinas. Sus métodos carecían de
país fuerte, rico y de graneles perspectivas. Se origina­ amenidad. El jefe de la escuadra francesa, para presio­
ron en el instrumento de maniobra que ofrecía la diplo­ nar al gobierno, habíase apoderado de unos barcos ar­
macia mundiaPla actitud de espíritu adoptada por los gentinos surtos en el puerto. Y la prensa liberal no ha­
argentinos culpables de la pérdida de la Banda Orlen- llaba civilizado el procedimiento, como lo hallaría lue­
I tal al ser eliminado« del poder. Esos argentinos repu­ go cuando por idéntico motivo se repitiera contra Ro­
diados por su antiguo partido, organizados como pan­ sas. Pero el gobierno había quedado inerte ante el in­
dilla de cómplices, resueltos a vender su alma al dia­ sulto y dejado sin efecto la aplicación de la ley de 1821 *
blo para salvar el inmediato porvenir de sus personas, sobre el servicio militar de los extranjeros domiciliados
eran tan capaces como Fausto de interesarlo a concluir en el país.
¡¡ el negocio. No obstante sus errores, conservaban el La primera gobernación de Rosas interrumpiría por
I prestigio de la inteligencia. La revolución de diciembre algún tiempo esas maniobras. No había pasado un año,
probó el influjo que seguían teniendo sobre una insti­ ni definídose la lueha contra Paz en el interior, cuando el
tución tan importante como eí ejército. Eran una ten­ nuevo gobierno de Buenos Aires ya le contestaba al ex-

153 159
M O D ÓL F O y J ü LI O IRAZUSTA1 ÉA Mr EÉNTII^A Y ÉL IMPERIALISMO BRITANICO

gociós ál único hombre capaz de atajarle'el pahu?o, sea


tranjero como gobierno de un Estado soberano. Había que quisiese1 poner al menos el plazo de un período le-‘
dado nuevo vigor a la ley de 1821 porque ella establece gal entre su atropello y la vuelta1 del único vengador
un principio un ¿versal mente aceptado, el de imponer a posible, Inglaterra se apresuró a tomar las Malvinas nú I
los extranjeros domiciliados deberes correspondientes bien Rosas dejara el' gobierno en 1832. El cálculo fué
a las ventajas de que disfrutan, el servicio militar como acertado hasta donde le convenía a Inglaterra. Rosas \
contraparte del derecho de propiedad. La misma autori­ volvió al poder. Mas antes de reparar el daño sufrido j
dad invocada por el cónsul francés, la de Vattel, .proba­ por el país en su ausencia, debió atender a un problema
ba el acuerdo de la ley de 1821 con el derecho de las na­ mucho más urgente, la existencia misma de la patria. El \
ciones, y reconocía la legitimidad del servicio militar, rescate inmediato de las Malvinas era imposible por
no de los transeúntes, pero sí de los residentes extranje­ las condiciones en que el asaltante realizó la operación.
ros. La convención Rodrigo ez-Yetancourt. de 1829 era Su rescate mediato sería dificultado, hecho imposible t
nula, no sólo porque el primero representaba a un go­ por otras fuerzas contrarias a nuestro país, empeñadas
bierno ilegal, sino también ¡jorque el segundo era un en una maniobra diferente de la inglesa.
jefe de-escuadra sin investidura diplomática. El aban­ División de la soberanía sobre la cuenca platease, va­
dono del territorio por los franceses que no quisieran le decir, debilidad de los Estados ribereños, con proba- ■
cumplir la ley de 1821 era la solución de emergencia bilidades multiplicadas de libre navegación de “jure”,
que el gobierno de Buenos Aires podía ofrecer. y control del Estrecho de Magallanes, los triunfos de
Tal lenguaje habría apagado definitivamente la lla­ lord Ponsonby y de'*Woodbine Parish le bastaban de
ma colonizadora que animaba a los agentes europeos si momento a Inglaterra. Ambas operaciones eran de una
la Banda Oriental no hubiese sido ya independiente, si técnica perfecta. La de 1828 nos había debilitado, cer­
la emigración no hubiera tenido ese refugio. Desde Mon­ cenándonos los medios de defensa y rescate de la presa
tevideo, aquélla anarquizaba el litoral y el interior de que debía quitarnos la de 1833. Pero como ninguna de
la Confederación y llevaba sus intrigas hasta el seno ellas había interrumpido el tráfico anglo Margentino, en­
del partido gobernante en Buenos Aires. La forma en tre las dos combinaban las necesidades del interés con
que Rosas devolvió las facultades extraordinarias, di­ las exigencias del orgullo británico, herido por nosotros
ciendo que él las creía siempre necesarias pero que en 1806-8. Si encaraba ulteriores operaciones sobre estos*-j
su ministerio era unánime contra ellas, su salida del territorios, no sería Inglaterra la que aumentara de in­
gobierno a raíz de esa disidencia, no eran ajenas a la mediato la presión contra Buenos Aires. Conocía mies- p
acción, aunque fuere de presencia, de los emigrados en tra fibra, los sobresaltos de nuestro patriotismo; que'
Montevideo. Repudiándolos, sus antiguos correligiona­ otro hiciera el trabajo previo aún necesario para co­
rios. y hasta muchos federales cultos, temían sus ana­ lonizar definitivamente. *
temas, que ahora no se dirigían contra la anarquía sino Ese otro existía. Era Francia. No se comprendería una t
contra el despotismo. La agravación del problema ar­ palabra del conflicto franco-argentino' de 1838, ni la
gentino devolvería sus esperanzas al espíritu coloniza­ —intervención anglo-franeesa de 1843:a 1849-50 (hechos
dor de los agentes europeos. ^ -que ejercieran tau profunda influencia en la historia
Sea que creyera definitivamente eliminado de los ne-

1 G0
yq,'¡q
RODOLFO t JULIO IZAZVSTA
••. 7 -y L A A R G E N T I N A Y E L IM PER IAL ISM O BRITANICO
de la oligarquía argentina y en el destino de nuestra
patria), si no se relacionaran esos hechos con la histo­
ria de Francia en la primera mitad del siglo XIX. Las -conflicto entre las dos tendencia*? antagónicas que lu­
reclamaciones que sus agentes venían interponiendo des­ chaban en Francia.
de 1829 con varia fortuna y permanente injusticia, no Desde el primer día, Luis XVIII, aunque deseoso de
eran fruto del capricho. Respondían a un sistema visi­ \ lá paz que era" condición del re*stablecimiento material
ble en la repetición del pretexto, escrito en la geogra- , y humano de su pueblo, había cuidado de preparar (en
\ fía y en la historia de ambos mundos. Era el sistema de> sentido latino), la guerra que es la mejor salvaguarda
expansión de un país cuyas fuerzas renovadas recla­ de aquélla. Cuando el belicismo de Francia' despertó
maban objetos sobre qué ejercitarse. El agotamiento de ! con las fuerzas que le devolviera la Restauración, el país
1815, de las guerras napoleónicas, había cesado en la estaba listo para cualquier empresa. Al hacerse sentir
paz de las dos restauraciones. Olvidado el precio de la primera necesidad dé una transacción, tenía medios
| la gloria militar, se añoraba su embriaguez. "Francia de expansión mundial. Su escuadra rivalizaba con la
j se aburre”, decía Lamartine. Sentíase con la fuerzas ne­ • de Inglaterra. Su prosperidad económica era la mayor
cesarias para divertirse. de Europa. Y así de los demás.
i El pueblo francés soñaba con desquitarse de 1815 en A poco se vi ó un maravilloso despliegue de escuadras
Europa. Los borbones restaurados, pacifistas cu Europa, y banderas blancas (después del cambio *de dinastía,
distrajeron ese ansia de desquite hacia el resto del mun­ tricolores), que abarcó todos los mares y todos los con­
do. Esa luelia entre el pacifismo de los reyes y el beli­ tinentes, revelando otra vez al mundo la fuerza fran­
cismo del pueblo es la historia de las monarquías de cesa. En cada punto neurálgico del globo, donde an­
Borbón y de Orleans, de 1815 a 1848. La revolución de tes no había.más'que una estación naval, la inglesa,
julio es más puente que zanja entre los dos. Las líneas , en adelante hubo otra, de la nueva potencia marítima.
fundamentales de la política internacional no variaron La. nación que a raíz de la Revolución y Trafalgar
de Luis XVIII y Carlos X a Luis Felipe. Las empresas quedara literalmente sin un buque, y en inferioridad
coloniales empezadas por el último Borbón, fueron se­ de condiciones por treinta años, había alcanzado a su
guidas. rematadas y ampliadas por el de Orleans. El antigua rival. Su nueva luna de miel con fel mar le pro-
concierto europeo, condición de la monarquía restaura­ q duela una embriaguez que contrastaba con la sensatez
da, fné respetado por la monarquía burguesa de 1830. ■ de la expansión inglesa, resultado de sus ininterrum-
Luis XVIII y Carlos X habían.sido fieles al espíritu de pidas-nupcias con el dominio. Al revés de Inglaterra,
la Santa Alianza; Luis mereció por su pacifismo en T “satisfecha con la sustancia, desdeñosa de la apariencia,
Europa el sobrenombre de Napoleón de la paz. Tampo­ v Francia daba la impresión de pagarse más de la apa-
co variaría durante esos dos períodos la tendencia fun­ ' rieneia que de la sustancia. Con todo, en esa locura
damental de la oposición, belicosa basta en sus seeío- bahía método. Sus errores no'fueron tan numerosos
t res más izquierdistas. Nosotros, como' cualquier parte como sus aciertos. . - . ,
colonizable del mundo, pagaríamos los platos rotos del La acción consular y diplomática secundaba la de
'los marinos. El Ministerio de Relaciones Exteriores da-
ba orden a sus agentes, con las instrucciones más opor-
162
t . tunas para cada caso, de sacar en todas partes el ma­

lea
R O D O L F O r J U L I O I R A Z U S T A
' ; L A A R G E N T I N A Y E L IM PE R IA L ISM O BRITANICO
yor partido posible del menor incidente. Fueron re­
vueltas los archivo« de la gloriosa historia colonial emigrados debían sentirse cómodos con los nativos del
francesa, en busca de viejos documentos .que, permitie­ país que era para ellos una segunda o tercera patria.
ran renovar pretensiones. El sistema de'expansión no Unos y otros habían probablemente pasado por las mis* \
era todo lo explícito que debía en el texto de las ins­ mas evoluciones de pensamiento, del revolucionftrismo
trucciones. Pero era sobreentendido qne los agentes jacobino o napoleónico al conserva tismo de la Santa
gozaban de una libertad mayor que la que les asignaba Alianza, de éste al liberalismo de julio. De otra parte
la letra de aquellas. había tan estrecha relación entre la política argentina
i Es de imaginar la tentación experimentada por los de los emigrados y la' intromisión francesa en Améri­
colegas y compatriotas de quienes andaban buscando ca, que antes de ver el completo desarrollo de ésta,
gloria en los desiertos de Africa o las selvas de Asia, aquéllos de los emigrados cuyo patriotismo era equivo­
ante la llanura única en el mundo por ,su calidad en la cado pero indudable no podían concebir ninguna sos­
extensión, limitada por el Polo y el trópico, los Andes pecha. El incremento de la intromisión europea, con la \
y el Océano. El debilitamiento de los Estados ríopla- venida de los franceses, era fruto de la política rivada-
1:cuses parecía dejar librado el bello territorio al pri­ viana de prosperidad antes que de patriotismo, de aban-
mer ocupante. Un cnipujoncito a la fuerza de las co­ I dono de la política por el comercio, como si ésta no de-
sas, y la corona se enriquecía con una joya inimita­ Í pendiera de aquélla para ser beneficiosa a un país. El 1
ble, Fomentar la desunión entre ambos Estados ribere­ aislamiento de 1821, la cesión del Alto-Perú en 1825,
ños. Isacor pie en el más chico para luego volverse con­ la sustitución de la guerra extranjera por la guerra
tra el más grande, arguyendo el viejo pretexto y mos­ civil en 1826, la pérdida de la Banda Oriental, habían
trando los barcos, era la maniobra visible, hasta para sido el precio de la gran obra edilieia, institucional,
j un novicio. La colaboración de los agentes franceses cultural, de los hombres de 1823. Los capitales que ve-J
con Rivera y los emigrados argentinos estaba escrita nían a la zaga de los barcos de guerra europeos hacia
de antemano en los antecedentes de cada colaborador, nuestras playas no podían menos de seguir persuadien­
como la conjunción estelar en las órbitas de estrellas do a esos hombres que ellos tenían razón y que nuestro
hoy separadas, destinadas a unirse mañana. El ignaro país se había, equivocado al expulsarlos de su seno. Las \
mulato orillero no era la mejor compañía para las lu­ Malvinas, perdidas en 1833, estaban tan lejos. El blo­
minarias de la emigración argentina, mucho mono-: pa­ queo de Montevideo por los franceses para derrocar a
rados marinos o diplomáticos franceses, algunos de ellos -Oribe sitiado del lado terrestre por Rivera, era un acto
pertenecientes al Faubourg Saint Germain. Aunque he­ puramente civilizador, puesto que preservaba la divi­
teroclítica, la reunión era de una lógica perfecta. sión ríoplátense, condición de la existencia de los emi­
| La afinidad entre las puntas del ángulo era mayor grados y de la prosperidad y el progreso que ellos re­
que la de cada una de ellas con el vórtice que las unía. presentaban. La confraternidad del triunfo sobre Oribe
1 No era solo la posición lo que acercaba a los emigrados entre Rivera, Lavalle, que decidió la batalla del Pal­
t argentinos de los agentes franceses. Había también la mar, y Leblanc, jefe de la. escuadra francesa, debió ser :
• comunidad espiritual. Hijos espirituales ele Financia, los tan placida como espontánea había sido la colabora­
ción de las tres fuerzas.
164
i/ifc-
RODOLFO y J U L I O IRAZÜSTÁ
LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
I Pero las cabeza« da lo« rivadavíanos eran abismos
( insondable« de inconsciencia. La segunda parte de la
rio por imponer una fe cuyo triunfo era a ese solo pre­
maniobra francesa en el Plata hirió en bu patriotismo
cio. Salidos de los colegios fundados por los hombres \
a algunos de los que habían contribuido al éxito de la
de 1823, nutridos en los mismos principios, habían de­
i primera. No habían visto la relación entre ambas. La jado a aquéllos muy atrás con sólo sacar de las pre­
' toma de Martín García arrancó a Juan Cruz Yarela misas rivadavianas las consecuencias últimas. La pro­
j acentos heroicos de épocas remotas. Agüero pensaba pia deducción y el pensamiento ajeno, llegado en las
f sobre el asunto lo mismo que Posas. Lavalle condenó últimas gacetas, los habían llevado a la negación de
’ severamente a los compatriotas suyos que hacían el “las leyes eternas del patriotismo” de que hablaba La-
j juego del enemigo. “Estos hombres”, escribía a Ohila- valle. negación implícita en el pensamiento de Rivada-
veri el héroe de Junín, “estos hombres, conducidos por via. Más que una teoría, política, sus ideas eran una |
un interés propio muy mal entendido, quieren trastor­ religión, la religión del progreso y la civilización. No ^
nar las le}'es eternas del patriotismo, el honor y el buen la civilización de la cruz, carcomida y condenada a la
sentido; pero confío en que toda la emigración prefe­ disolución, sino la del capital extranjero, el progreso
rirá que la “Revista” la llame estúpida, a que su pa­ material en todas sus manifestaciones. Poseídos de la
tria la maldiga mañana con el dictado de vil traidora. intolerancia correspondiente a su ardor, habían rehusa­
Hay también una cuestión muy grave. El general Ri­ do su colaboración al hombre que, con amplitud de
vera piensa invadir él en persona al territorio argenti­ miras, invitaba a esos jóvenes recién salidos del colegio
no. Este punto no quisiera tocarlo, pero Y. tiene un a acompañarlo en su obra de restauración, no sólo po­
pecho argentino y sentirá todo lo que yo siento... si lítica sino cultural. No dependió de Rosas que la fuer­
se realizan las ideas de hoy, es decir, si llega el caso za de aquellas inteligencias no se canalizara en bene­
de llevar la guerra a nuestra patria, los pabellones ficio de la patria. Pero la canalización de ese sentido
. francés y Oriental, entonces haremos nuestro deber”, era imposible. Porque, de no ceder sus miembros uno \
j Meses después haría todo lo contrario. por uno a los halagos de la temprana disfínción, y evo­
| En este momento críti*eo} en esta “junctura rorum” lucionar, el espíritu de la Asociación de Mayo era
en que se 'jugaba el destino de la patria, en que la inconciliable con el espíritu de la Restauración. Esta I
emigración, núcleo de ha oligarquía destinada a gober­ se basaba en los principios tradicionales del orden.
nar el país, pudo volverse atrás, en que el corazón es­ Aquélla en el trastorno de esos principios. El arraigo 1 *
tuvo a punto de rectificar lás desviaciones de la cabeza, nacional del Restaurador ofuscaba a unos jóvenes que *
surge la nueva generación de emigrados, resuelta a im- no vivían sino con la imaginación puesta en el extran- A*¡ ¡
j pedirle á la vieja su reconciliación con el país. Y 16 jero. Lá Suma del Poder no les repugnaba sin duda. L,“ [
consigue. ' '*' tanto como la índole del que disponía de pila, y sobre h, í
\ La “Revista” a qiie aludía Lavalle en su carta a Chi- todo el uso a que la destinaba. Tal vez Ies pareciera,f *;*>,;
lavert era redactada por un núcleo de jóvenes, los más bello emplear la fuerza, *encarcelar; Afusilar, pero nc>L
capaces en la nueva generación ríoplatense/ emigrados como lo hacía Rosas, para* que el país nofse disolviera ;Óc- M
voluntarios poseídos, de un verdadero deóeo de marti- en- una ‘serie 'de republiquetas, -'sino; qomo^Rivad.avía y; [\
Lavalle 'n a r á i W f l W f l f l í i r 'f l t i r í m u í fu aR f» VÍV vitv Rrdrí 'm in+ív'SJilSK lll
1G6
í
RODOLFO y ,J U L I O I R A Z U S T A
XA A R G E N T IN A X E L ' IM PERIALISMO BRITANICO

del país im núcleo de vida europea,, cortado por el pa­ conducta, Francia representaba la barbarie. Y vice ver­
iren de París o de Londres, de preferencia 3o último,, j* sa.
bien libre, es decir; bien protestante, bien civilizado, es ]■ En ningún momento el gobierno argentino qne debió
i
decir, bien extranjero. .afrontar' el penoso conflicto se apartó de la justicia,
JBI conflicto franco-argentino no fué siquiera dilema

t
la seriedad, el buen sentido y el deseoBde conciliación
ara ellos. Con rara unanimidad vieron en él un con­ con la otra par.tc. Alegaba el acuerdo ,de la ley que
flicto entre la civilización y la barbarie. ¿Podía ser du­ había dado origen al conflicto con el derecho de las
dosa la opción? Los que no se habían ido, tomaron el naciones, sin rehusarse a discutir el punto diplomáti­
camino del voluntario destierro, o se dedicaron a' zapar camente. Ofrecía satisfacciones sobre los hechos recla­
en el interior la fuerza del bárbaro que ^.resistía a los f mados negando el reconocimiento del derecho siíf pre­
.civilizados representantes de Francia. Los que ya es­ via discusión con nn representante debidamente auto­
taban en Montevideo, consiguieron poner las principios rizado, no con un simple cónsul sin investidura diplo­
- ..y.
,de acuerdo con el hecho de la emigración, precipitar a mática o nn jefe de escuadra. Francia quería arrancar­
sus maestros, los viejos emigrados, en una alianza 'con nos a la fuerza privilegios que ella no da hoy mismo
los enemigos .de la patria. Suya fué la obra de conver­ sin compensación, como el derecho de propiedad para
tir en un trío, el dúo Rivera-Leblanc. La anarquía el extranjero sin las obligaciones de los nacionales, y
.uruguaya y .el imperialismo francés iban del brazo. La la cláusula de nación más favorecida que el Reino Uni­
| traición argentina se unió a la comitiva. En tres días do tenía por un tratado de reciprocidad formal absolu­
La val le fué persuadido por Varela, a dejar sus escrú­ ta. Y contra la ley de las naciones nos bloqueaba sin* ,
pulos de meses antes; y su partida en los barcos fran­ previa declaración de guerra, y nos quería imponer una’
ceses fué facilitada por. Andrés Lamas, el niño mimado discusión diplomática con4 nn agente cuya investidura ’
\ ,de Rivera. La oligarquía en formación revestía nuevo militar era la negación de la diplomacia. El atentada
i -carácter. era tan claro, que no podía suponérselo destinado’ a ob­
f .Por clara .que fuese para los flamantes emigrados, tener los derechos reclamados, sino un pretexto pqVa !'
redactores .de la ¿'Revista”, la naturaleza del conflicto una empresa de conquista. El pretexto era más incon­
entre la civilización y la barbarie, debieron hacer pro­ sistente que el abanicazo del bey de Argel al cónsul
digios de dialéctica para disuadir a sus tona patriotas de Francia, abanicazo que fué el primer episodio de la ■ j
( de ver el asunto ai revés. Porque Jo' curioso es que, colonización francesa en todo- el Africa del Norte /íy ;F
considerado desde cualquier punto de vista, el conflicto No obstante el carácter expansivo de la agresión
parecía .realmente entre la barbarie y la civilización/ francesa, probado por su simultaneidad con otras en*
pero invirtiendo las etiquetas que los emigrados ponían América, Africa, Asia, los emigrados tomaron las ar~l: ^
a cada una de las partes. Francia podía aparecer repre­ mas contra su patria, junto a los agresores dé la mis- f
sentando a ja civilización sólo en el caso de que la civi­ ma. Recibieron oro en pago del nefando servicio. Y si- l,
lización fuese una misma cosa con ella; si era un prin­ guieron creyéndose los mejores argentinos. Rosa? de-1
cipio que fa trascendía, y al cual .debiera. ajustar su. f en di a las leyes fundadas por los ri va davíanos en aque­
llos puntos en que representaban los principios indis- V
■-% m

•.’:í,
Jl O D O L F O v J ü Z l O I K A Z Ü S T A

cutidos del derecho de las naciones, y los agentes fran­


ceses procedían como los piratas argelinos. Pero Rosas
era la barbarie y Francia la civilización, abstracción
1 hecha de lo que él y ella hacían. Desde entonces los
emigrados quedaron condenados a dar a la reverencia
por el oro y las personas de los extranjeros y al des­
precio por las personas y la pobreza de los criollos, los
caracteres de una verdadera teología.
El triunfo de la causa argentina por la convención
Mnckau*. Arana de 1840, hizo fracasar el segundo tiem­
po de la maniobra francesa en el Plata. Pero no anu­
laría los resultados del primero. Los franceses habían 1 ^ /7 Capítulo IV
hecho pie en Montevideo; la tentativa colonizadora se­
guiría. La alianza de los emigrados con los franceses EL GOBIERNO IN PARTIBUS
también. Y del mismo modo el enriquecimiento de la
ideología oligárquica.
Error, Crimen, Traición. Grados de la pendiente que \
"bajaba el grupo de facciosos de 1823, ahora acompa­
ñados por los de 1838. Debían ir aún más abajo. De \
simples instrumentos contra su patria se convertirían
en los agentes más encarnizados contra ella. Indicarían ^
ellos mismos sus puntos vulnerables, el plan de su des-
membración. Algunos se harían completamente extran- J :
jeros. Lo que no les impediría volver en la hora del
triunfo a gobernarla, después de veinte años de des­
naturalización.
Al salir del país, los jóvenes de 1838, estaban ani­
mados de un espíritu verdaderamente heroico. Que no
hallaran el martirio no prueba que no salieran a bus-'
cario. Pero en la división de América, el destierro po­
lítico no era, como en los continentes unidos, una po- *
hre alternativa de la pena correspondiente al delito de ,v
lesa majestad o al copo perdido en el juego de la lucha . r
•civil, un simple derecho de asilo. Nada de eso. San
Martín había encontrado en la Europa de-* la Santa ¡ •

::r v :, ‘ 171 - ; •
170 '
i ; ■. =-;í-r;1y ■ r:
■E A ~ 'J H U £ m $ l i r A Y E i;- IMPER IALIS MO BRITÁNICO j
n ó v o l r o y j u l ro i n a z v s t a
'
ingles es y franceses. .El protegido es en este caso elr.
Alianza un bloque hostil. Debiendo vivir de Europa,, mejor lazo de unión entre los protectores, ' -
no habría podido hacer otra cosa que mendigar, y hu­ Florencio Várela es utilizado por los agentes euro­
biera conocido “si come sa di fíale ií pane altrui”, como peos que' ya tenían decidida una intervención conjunta,
exclamó otro gran exilado. en el Río de la Plata, para explicar a los gabinetes de
Da acogida que tuvieron los jóvenes porteños de 1838 Londres y París, las ventajas de aquella. Nada más
en Montevideo Jfn¿ totalmente diversa. El odio a liosas justo que el acuerdo angl.o-francés posterior al conflicto
era uno de los valore« más cotizados en la plaza. Mu­ vsohre la cuestión de Méhemct Alí, se volviera contra
cho más el mismo odio, servido por una pluma capaz el gobierno que estaba amenazando detener el progre­
de comunicarlo a los otro«. En vez del mendrugo dado so del imperialismo europeo en America.
de limosna, sin lástima, al ser inadaptable en su país La emigración argentina, aliada del imperialismo eu­
que no debe ser bien recibido en ninguna parte de un ropeo, se encarga de abogar esta cansa contra su país.
mundo armónico, la corona cívica, el aplauso caluroso Inglaterra no había mirado con buenos ojos la intro­
a esas ideas cuya circulación está prohibida enfrente, misión francesa de 1838. No por amor a la independen­
que aquí tienen libre curso. cia de estos países, sino por la amenaza a uno de rus
Buenos Aires no les negaba el éxito a condición de buenos mercados. Pero había sido impotente contra
no atacar el orden establecido. En Montevideo podían ella.
atacar el orden establecido cu Buenos Aires (no el Rosas no tuvo la suerte del sultán de Constan tino pía
establecido en Montevideo; ninguna libertad contra la que provocó la unión de Inglaterra, de Rusia, de Pru-
| libertad), y tener éxito. Ni los emigrados franceses de- sia y de Austria, para protegerlo contra Mehemet AH
1789 a 1815, ni los emigrados rusos de autes o después: ayudado por Francia. Debió salvarse solo. Nuestra ami­
de la guerra han tenido la libertad de movimientos, la ga no hizo más que contemplar la contienda, acompa­
consideración, el aplauso de que disfrutaron los jóvcr ñarnos con su simpatía (hecha de interés), proporcio­
| nes porteños de 1838 en los países vecinos. Entre el des­ nar el terreno neutral y descorchar el champaña con
tierro de Sarmiento, de Albcrdi, y el de Chateaubriand, que se abriera, a bordo de uno de sus barcos, la nego­
de Trotzkv o Bculiaeff, ¡qué diferencia! 1 ciación franco-argentina de 1840.
A poco de obtener sus primeros éxitos cu la prensa, Hasta que la locura, heroica del liberalismo francés
serían utilizados en la diplomacia. Para Francia, la con­ no amotinó a Europa contra Francia, Inglaterra debió
vención .Mnckau-Arnna no había fiido más que un com­ alimentar serios temores, (agravados por la impoten­
pás de espera. Inglaterra misma, riendo el giro que to­ cia) sobre la suerte que amenazaba, a su gran mercado
maban los acontecimientos a raíz de esa convención del Plata. La convención Mackau-Arana primero, lue­
que ella había en parle procurado, se inquietaba. Rosas go" su propio acuerdo con Francia, vuelta a Ja razón
no se contentaba con parar la maniobra extranjera. La por la prudencia de Luis Felipe, alejaron la posibilidad
contestaba. Los imperialismos europeos, que se anda­ de. que su rival la sustituyera violentamente en el co­
ban estorbando, fíe ponen de acuerdo. La emigración mercio ríoplatense. En condiciones iguales, de penetra­
exulta. En vez de dos protectores rivales, en adelante ción simplemente económica, Inglaterra no podía temer
no tendrá, máfi que uno solo en la unión de los agentes
173
172
3", :i ■ . : j¡-.; íí-f'V
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B i t A R G E N T I N A F E L IM P E R I A L I S M O ' BRITANICO:
It b D OLF O t JULIO IRA Z U8 TA
H íij,actividad, mantendrá la guerra civil civil en un punto muy;
la competencia de Francia. Carlos III y los rivadavianos conveniente. Si Paz consigue atravesar
atraves el Paraná antes
liabían hecho de este país un tributario natural de In­ ; que Oribe y Pacheco, vencedores de Lavalle y Lama-,
tflííSVr^í- arid, de vuelta del Norte y de Cuyo■ respectivamente, se
glaterra ; la reciprocidad formal de trato con él le bas­
taba para obtener un beneficio mayor que por ¡a dómi- reúnan, su triunfo sobre cada uno de ellos en detalle''
f nación de derecho. Francia no podía aspirar a lo mis­ L g L e s posible; y la organización de un régimen liberal, sin
mo; su estructura económica no se lo permitía. ;|>£L/;la intromisión francesa y sin prevenciones contra la pe-
Pero si al reves dé Francia, Inglaterra se contentaba l.nétración británica, comercial y. pacífica. Sorpresa: Fe-
con la penetración comercial, y se alegraba de nues­ 'fe-L; rré le quita a Paz el ejército correntino antes que el
tra resistencia a la penetración política mientras no d|§r*L vencedor de Caaguazú explote su triunfo pasando el Pa-
había llegado cí momento que esperaba ella misma, no [ffgy 'raná. Había que impedir a todo trance el aniquila mi en-
podía tampoco mirar con buenos ojos que pasáramos sfeí2 to del ejército correntino-uruguayo de la Mesopotamia,
de la defensiva a la ofensiva. Si no deseó el hundimien­ ahora mandado por un ex carpintero deseoso de emu­
to del Estado porteño que por el momento aseguraba lar a Naj) oleón y el torpe intrigante que nunca había
un mínimum de orden a su comercio, el contraataque ganado una batalla. Mandeville trata de averiguar por
argentino sobre el foco de las agresiones en la otra ban­ dónde piensa Oribe invadir a Entre Ríos. Pero Rosas,
da, comprometía los resultados obtenidos por ella en B¡í sobre aviso, devuelve astucia por astucia. ¡Malo! Oribe,
1 1828 y 1833. Era inquietante. después de atravesar el Paraná por un sitio clifevente
Para medir la distancia que va de la actitud inglesa del que se hiciera creer a Mandeville, aniquila a Rive­
de 1838 a la de 18-12, imaginemos las reflexiones que ra, Ferré y consortes* en la batalla de Arroyo Grande.
pudo hacer el representante británico en Buenos Aires, ¡Peor! Oribe atraviesa el río Uruguay y pone sitio a
desde la segunda gobernación de Rosas basta la época Montevideo.
a que hemos llegado. Rosas sube en 1835 con la suma Esa reacción de la fuerza argentina contra la agre­
del poder, pero la consolidación del orden le dará tra­ sión de Francia 3" la conflagración interna y externa
bajo. La guerra contra Bolivia es la primera manifesta­ descargada por ella, sobrepasaba las aspiraciones ingle­
ción de una nueva política internacional argentina; el sas, era de mu3f malos augurios para el mantenimiento
veto a la unión del Alto con el Bajo Perú, es un golpe de la debilidad ríoplatense. El espectro de una gran po­
maestro. Mas el derrocamiento de Oribe le impedirá tencia sudamericana, (similar a la que había surgido
a Rosas proseguir sus éxitos internacionales por el lado en sus antiguas colonias del Nuevo Mundo), que había
del Paraguay. La agresión francesa, combinada con la movido a Inglaterra a proponer desde 1826, la inde­
sublevación de la Mesopotamiá, la coalición del Norte, pendencia oriental, se concretaba de modo alarmante.
la revolución del Sur, la conjuración de Buenos Aires y La fuerza de Rosas, la habilidad de su maniobra, ame-f
la invasión de Lavallc amenazan favorecer demasiado nazaban los ulteriores progresos del imperialismo euro­
a la potencia rival. peo en América.
Suerte que Rosas resiste, pero sin duda para quedar / La conducta que esos hechos le inspiraron a Mande-
postrado. El nuevo ejército que Corrientes pone en pie, B ; ville fué tan clásicamente inglesa, tan digna de un su-
mandado por el mejor general argentino entonces en il-L1 '
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RODOLFO y JULIO I R A Z U S- T A LA ■
arg en tin a y e l im perialism o británico
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ce.sor de 1 Woodbinc Parish y lord Ponsonby, que' se
unió al represeuíaníc francés para ofrecer a Posas una Alvear, Manuel Moreno, Sarratea, Guido), que aprove­
mediación preñada de amenazas, antes que Oribe hu­ chaba las 'disensiones civiles de Francia e Inglaterra,
biese derrotado a Rivera en Arroyo Grande, es decir, como estas aprovechaban al papel de intermediarios en­
cuando el enemigo que non había declarado la guerra tre los consulados de Montevideo y los palacios de
ocupaba todavía una provincia de la Confederación, YYhitehall y las Tullerías. Pudieron entonces mostrar
cuando la invasión de la Banda Oriental era una hipó­ su valer intelectual, probar ante los únicos jueces que
tesis supeditada a la condición aleatoria de una batalla =ellos admitían su pretensión de ser los mejores argen­
no ganada todavía. La sorpresa que tal conducta de tinos, de merecer el gobierno por derecho propio: todo
contra su país. Y arel a. di ó los materiales con que Thiers i
Mandoville causara en el campo de los emigrados, que alimentaba la llama de su elocuencia sobre las bellezas
la deseaban, pero la creían absolutamente imposible, naturales de la Banda Oriental, con cuya descripción
desde que Mande villa pasaba por el mejor amigo y pro­ mostraba el precio reservado a la cruzada libertadora
teo for de Rosas, confirnói el carácter forzase de aque­ de Francia en América. El más exaltado partidario eu-
lla conducta, su fidelidad a la línea fundamental de Topeo de la intervención abogaba, no por una inocente
la política británica en el Río de la Plata. operación de policía, sino x>or el protectorado sobre la
A la mediación amenazante de los diplomáticos de Banda Oriental. El enano sonoro que en 1830 había es- \
Francia y de Inglaterra siguieron los insultos de pa­ camoteado el fruto de la revolución a los republicanos
labra y de hecho de sus hombres de armas, su partici­ y que en 1870, al vencer a la'comuna de París, haría
pación en ln defensa de Montevideo, “el principio de fusilar 7.000 prisioneros, quería proteger a Montevideo
no reconocer a los nuevos puertos de Sud América co­ del sanguinario caudillo de Buenos Aires, más para
mo potencias marítimas autorizadas para el ejercicio quedarse con ella. }Qué mucho, si Varela iba más lejos!
de tan alto e importante derecho como el del bloqueo”, El gran publicista político desplegó ante Guizot y lord
los atentados del “salvaje comodoro inglés Purvis” con­ Aberden, su plan mirífico para atomizar el territorio del
tra la escuadra y el pabellón argentinos, el paso de la antiguo virreynato del Río de la Plata en una polva­
mediación a las reclamaciones, la negación de nuestra reda de Estados. Mostraba las coyunturas con la habi­
soberanía sobre los ríos interiores o para legislar sobre lidad de un “maitre dTiotel” indicando cómo se des­
la condición del extranjero en el país, la transforma­ posta un ave. Aquí la Mesopotamia, segregada de la
ción de Montevideo en una especie de Argel o Túnez, Confederación y constituida en Estado semilibre bajo
etc., etc., etc. el protectorado francés; allá el Paraguay, con su in­
Para estrechar o mantener el acuerdo de los gabine­ dependencia reconocida, más allá las Misiones Orienta­
tes metropolitanos, acuerdo que no podía ser tan ajus­ les, cedidas al Brasil para que la cuña de la división
tado o perenne como el de los agentes que aquí reac- Tioplatense no añoje nunca. Buenos Aires, esa aldea I
| clonaban ante el mismo estímulo de los hechos, Qmra con pujos de metrópoli imperial, reducida a la" impo­
contrarrestar en Europa la acción diplomática de Ro­ tencia para siempre. Entre esas jurisdiciones territoria­
sas, servido por las mejores cabezas de la aristocracia les, la navegación bien libre en una cuenca internacio­
revolucionaria, del patriciado argentino (San Martín, nalizada. Régimen civil de excepción para los extran-
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R O D O L F I r J V LI O IE A Z V S T A
L A AMGEN T I N A Y E L IM PER IAL ISM O BRITANICO
I jeros en el interior de cada Estadillo. El fantasma del
gran Estado posible en las Provincias Unidas del río loa europeos aflojar la presión de esa tenaza que basta­
de la Plata, émulo do los Estados Unidos de Norte ba a extirpar el mal de América? Tal probabilidad des­
América, definitivamente exorcizado. esperaba a los emigrados.
( Mientras Várela, de vuelta de Europa, desarrollaba Nuestro país los comprendía cada día menos, la una­
su plan en la prensa emigrada con la fría impasibili­ nimidad alrededor del jefe legal hacíase siempre ma­
dad satánica, con el aplomo en el absurdo de un Swift, yor, la resistencia más fácil, la perspectiva de un triun­
Sarmiento lo sustituía en la tarea de persuadir a los fo opositor más remota. Era la seguridad de la conde­
gabinetes de París y de Londres que el empleo más nación histórica, .más temible para ánimovs esforzados
noble y civilizador que podía darse a la fuerza europea como aquellos, que la vida violenta que llevaban.
era matar en el huevo el germen de una grande ar- Abora la lucha no había sido como en 1840, en el se­
} gentinn. Salvo la cesión de la Patagonia a Chile, Sar­ no del país, toda de hermanos contra hermanos, mien­
miento no podía agregar mucho al pian de renuncias tras los franceses miraban desde el río. Paz no tuvo
territoriales bosquejado por el experto Varela. Pero tiempo de medirse con Urquiza, y la reducción de Ma­
con su genio literario era capaz de tocar mejor que dariaga no costó mucho trabajo. En cambio, los anglo-
nadie los resortes morales que movieron a continuar’la franeeses pudieron darse cuenta que aquí no se entra­
intervención. Francia no podía ceder, porque los insiti- ba como en Asia o Africa. Combate de Obligado. ¿Y
tos recibidos por ella del sucio bárbaro porteño man­ las campañas de la Banda Oriental, que parece destina­
cillaban su honor. Las “leyes eternas del patriotismo’* da a contemplar la invencibilidad del brazo argentino
que para la Argentina no regían, debían ser inviolables cuando la cabeza que debe regirlo manda bien? Ahora,
para Francia, que era la civilización. pocos episodios ingratos, como la huida desesperada del
El frenesí antinacional de los emigrados redoblaba noble La va He. La respuesta a los ultrajes del extran­
a medida que se iban quedando más solos. Su concepto jero, el castigo del más pérfido y constante enemigo de
de “las leyes eternas del patriotismo“ se .hacía cada la patria, del caudillejo que simboliza tan extrañamen­
vez irías contrario al de sus propios maestros, los inven­ te la cruzada civilizadora de los europeos.
tores, de aquel sentimiento, los revolucionarios france­ Horror, Los representantes de la cultura tratan de t
ses del 89. Retornaban a la teología. La opción por un igual a igual con el caudillo de la Pampa. No pudien- J
principio en vez de una cosa, es teológica. Se basa en do conquistar a Buenos Aires como a Argel, ni impo­
el principio de que el espíritu es superior a la materia. nerle un régimen como el de las capitulaciones en Tur­
^ Pero ¿cuál era el principio espiritual esgrimido contra. quía o el de las embajadas con barrio de extraterrito­
la integridad del territorio patrio? El de la civiliza- rialidad, como en China, ni siquiera un gobierno de
i eión. ¿Qué civilización? “La civilización es la escoba”,. amigos, se resignan a reconocerle; todos los atributos
| decía Sarmiento en 1845. Del Jado contrario estaban eí de la soberanía internacional, el derecho de legislar
patriotismo incondieionado y la cruz, es decir, la bar- como soberano sobre la navegación de sus ríos interio­
l barie. Civilización de la escoba y barbarie del patrio- res, sobre la condición del extranjero en su propio se- >
t tismo y la cruz. Esa antítesis era una tenaza. ¿Podían no. Europa se persuade que por exótico y lejano que {
t, sea un territorio, cuando su Estado respeta la cruz no
178 *
RODOLFO y JULIO IR A Z US TA
L A A R G E N T I N A Y E L IMPER IALIS MO BRITANICO
es susceptible de ser más cultivado, ni por lo tanto
\ colonizadle como cualquier territorio pagano. Aquellos silera, cuando ello parecía imposible, “hic *opus, bic
años de 1849 y 1850 ven decidirse el destino de Amé- labor”.
■ rica del Sur. Los emigrados la realizaron. ■
Si el. gobierno argentino caía en la épica contienda, Los peligros corridos por la Confederación habían si­
los otros gobiernos sudamericanos hubieran conocido do comunes con el Imperio. Este hubiese difícilmente
la misma suerte que le esperaba a aquél con el triunfo arrostrado como aquélla, airosamente, la agresión cu-,
de las grandes potencias de la codicia europea. La ropea en combinación con su desorden interno. Sus cos­
amenaza que todos conocimos entonces de la servidum­ tas más vulnerables, su cohesión política menor, su ma­
bre efectiva, la ignominia, que sólo conoció Montevideo, terial humano, tanto más inferior, no le hubiese per­
del interventor siempre al lado del representante for­ mitido el esfuerzo maravilloso del gobierno bonaerense.
mal de la soberanía, como el uniforme ele general fran­ El Brasil habíase beneficiado como el resto de Amé­
cés junto a las blancas vestiduras de un rey marroquí rica, de la heroica resistencia argentina. Aunque sus
o tunecino que aún hoy se ven en la prensa ilustrada, posesiones no fueran tan codiciables para la coloniza­
\ se disipan corno una pesadilla al despertar. Los frutos ción europea como las fértiles llanuras del Plata, pro­
del triunfo obtenido al promediar el siglo, se perdieron tegidas como estaban por la insalubridad del clima y
| en parte poco después. Nos quedaría lo suficiente para la proliferación africana, corriera algún riesgo su im­
libertarnos del todo cuando lo queramos. perial soberanía si los poderosos Estados de la Mancha
Para los emigrados la situación presentaba muy otro hubiesen obtenido el logro de sus aspiraciones. De ahí
aspecto. El definitivo reconocimiento de la independen­ su neutralidad durante la lucha entre la Confederación,
cia argentina era la caída de Montevideo, el fin de los y los europeos. Terminada ella como convenía a la cau­
subsidios y hasta de los resobados argumentos sobre sa americana y al Brasil, el problema consistía para
civilización y barbarie. La perspectiva de un fin oscuro éste en lo siguiente: reanudar su propia intervención
en vez del retorno triunfal en la escuadra anglo-fran­ en el Plata, sustituir a los europeos en la tarea de im­
ees a, con- un desembarco en Buenos Aires conquistada, pedir la formación de un gran Estado en la desembo­
a merced de los vencedores. Para los menos esforzados, cadura de la cuenca maravillosa, en el momento más
en el mejor de los casos, la amnistía humillante. Para oportuno para esa formación. Desembarazado de sus
los impenitentes el destierro definitivo, la agonía entre dificultades con las grandes potencias, Posas, cuya po­
añoranza de paisajes vistos en la niñez y dudas sobre lítica de integración territorial era conocida, no podía
J el juicio de la posteridad. Pero cuando parecían más tardar en volverse contra el Brasil y sus constantes in- -
próximos a la derrota final, estaban en realidad más tentos de atomizar el territorio del antiguo virreynato. í- t
cerca del triunfo. Haber visto claro en aquellos mo­ Su ejército veterano y poderoso sería destinado a im­
mentos, haber procedido con serenidad en el corto tiem- pedir la segregación del Paraguay, y a ocupar las Mi­
ro restante, fueron una obra maestra de voluntad e in~ siones Orientales indispensables a la defensa de la in­
I teligencia. Sustituir a la intervención europea, la bra- dependencia Oriental, y a nuestra propia seguridad vul­
nerable por el lado del país hermano. Aunque la ex- ’^
pansión argentina nunca fue injusta, el Brasil podía fjh
180 *
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RODOLFO Ar JULIO 1R A ZV S T A LA ARGENTINA Y, EL IMPERIALISMO 'BRITANICO
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temer que, como complemento del gran Estado que de­ *-■ ■ : >?. %
seaba formar, Rasas le devolviera maniobra por ma­ pre el levantamiento de barreras arancelarias, la pro­
niobra, atomizando sus territorios del Sur, hacía tiem­ tección de la industria nacional, la defensa del metá­
po anarquizados. lico. . Por añadidura el cierre de los ríos, necesidad J
El problema era de difícil solución. La pieza que te­ de la política internacional, medio de presión contra el
nían los ajedrecistas de Río era una sola: Montevideo. separatismo paraguayo, perjudicaba a la provincia de
| Y empezaron a utilizarla con la habilidad que caracte­ su primer lugarteniente, caudillo progresista, ansioso
riza a la política brasilera, política que ha hecho un de valorizar el territorio del pueblo que mandaba, con
solo Estado de territorios dispares, un conquistador de arraigo local in discutido y prestigio nacional de gran
un país débil, como la cabeza suele hacer de un cuerpo guerrero. De otra parte la prolongada dictadura había
prematuramente enfermizo un hombre longevo. tenido efecto doble. Sobre el mismo dictador; causado
Poro ¿habría sido tan eficaz su política, tan serena de tan largo y difícil esfuerzo. Sobre la. opinión. El es­
su acción en aquel momento difícil de 1850 de no tener píritu del siglo, infiltrándose por el resquicio de las
la ayuda espontánea de los emigrados " argentinos? simples transcripciones con que las gacetas oficiales
¿Quién sino éstos podían indicar ocultas debilidades en creían anonadar a sus adversarios, habíala trabajado
la situación argentina? Suponer el debilitamiento con­ y extraviado sobre el rango de los problemas. Después
siguiente a una lucha larga ora fácil. ¿Cómo prever, ba­ de la lucha por la independencia/ contra los europeos,
jo las apariencias de la salud (las manifestaciones de el mismo Urquiza vería menos claramente la necesidad
los pueblos Confederados a favor de su jefe), los gér­ cíe subordinar por más tiempo la economía a la políti­
menes latentes de disolución? ¿Cómo ver de lejos los ca. Por ese lado, el.régimen menos político que comer- 1
puntos más vulnerables del cuerpo cansado? eial, propugnado por las mejores cabezas argentinas,
| Rosas no había transformado la economía del país. debió empezar a seducirlo, hasta desatar en él esa pa^;.
Había aprovechado el privilegio concedido a Buenos síón constitucíonalista que tan extrañamente contrasta 4
Aires por el régimen de Carlos III y los ri va daría nos. con su genio autoritario y sus procedimientos dictato­
No, como estos últimos, sólo en mejoras edilicias, para riales, aún después de Caseros.
la metrópoli, .sino también en pagar la unidad nacional, Esas o parecidas razones debieron los-*emigrados dar­
comprando a los caudillos pobres y costeando todas las le al Brasil para precipitar todavía más'su decisión, ya
( guerras necesarias con los recursos de su aduana. Re­ casi tomada. Va reía, el 1artista de la traición, había 1
formar la economía, redactar la constitución, antes de muerto poco antes en trance equívoco. Pero tenía un \
realizar la unidad nacional, hubiese sido poner la ea- sucesor: Andrés Lamas, el abuelo de nuestro presente
\ rreta delante de los bueyes. Y..61 no era pueblerino co­ canciller. Lamas era el hombre qtxe como estadista rio-
iné Ri va da vía, sino hombre ’de campo, que sabe cómo plateóse distinguióse por lo bien que conocía y procu­
se ata una carreta. Pero su buen sentido no bastaba raba los intereses del Brasil. Nadie más indicado que
para acallar la grita de los pueblos, que^ venía de an­ él para ofrecer al Emperador, en nombre de la emL...
tes y no había cesado durante los quince años de su' gración, el compromiso de satisfacer todas las ambicio- c
gobierno. Una que otra 'provincia interior pedía siein- nes de aquél a cambio de la ayuda para restituirse ella
en el gobierno de la Confederación. El fué el dignó, í
1S2
11 O P O L F O " y J U L I O I R A Z Ü S T A l,A ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
%
promotor de esos tratados que nos liarían perder la argentinos dieron al Brasil la libre navegación de nues­
provincia del Paraguay, el resultado de los triunfos tros ríos mientras el Brasil se la negaba al Uruguay
obtenidos sobre Francia e Inglaterra, que abrían la en aguas donde a éste le correspondía por los princi­
puerta a la segregación de Entre Píos y Corrientes, pios más inconclusos del derecho internacional y fun­
que le permitirían al Brasil desquitarse de Ituzaingo daron el principio de la ocupación como título de pro­
con una entrada triunfal de sus tropas en Buenos Aires. piedad al misnio tiempo que decían instituir el reinado
Para colmo de ignominia, por aquellos tratados nos de la justicia y de la razón. De nn gobierno sin camb­
comprometíamos a ..pagarle ai Brasil el precio de su ras, en una plaza sitiada el Brasil obtuvo por la inti-.
operación de policía, único pretexto de su pérfida in­ midaeión la ratificación de aquel tratado. Las dudas'
tervención, la cual, si requerida por el tratado de 1828 sobre su validez, le costaron la presidencia aL primer
era de su debed', y si no, de su interés, más resaltante. mandatario constitucional uruguayo,, después de Case­
Pero el trabajo de Lamas no paró en eso. Bajo su fe ros, Giró, derrocado por amaños entre la oposición lo­
de “caballero”, se compz-ometió verbalmente a pagar cal y la legación del Brasil. La “pacificación” seguiría
además por la ayuda en 3a moneda corriente en que con los mismos métodos por muchos años. No era sólo
se cobraba el Brasil, que si no tenía interesen comercia­ ansia de prestigio. Había también interés. Las gran­
les, conservaba intacta su hereditaria codicia territo­ des maniobras diplomáticas de los emigrados, le per­
rial. Entre quejas de jugar su popularidad, con una mitirían al Brasil redondear sus territorios de yerba,
precipitación que nada justifica en materia tan grave, producto del que éramos y somos el mayor consumidor
violando la ley de las naciones, firmó un tratado de mundial y por el que somos tributarios del extranjero
límites uruguayo-brasilero sin participación de la Ar­ por derecho de conquista. El nombre de Lamas está
gentina, que no podía faltar en semejante arreglo. Ade­ asociado a una etapa de esa operación.
más de cobrar el mantenimiento de sus tropas inter­
ventoras, el Brasil recibía otro precio en una moneda
que el tratado de 1828 excluía taxativamente, la cesión
de territorios del Estado protegido al Estado protec­
tor, pues aquel inaudito tratado de límites cedía al Bra­
sil territorios uruguayos y la soberanía entera sobre
aguas comunes a los dos pueblos, Pero la parte más
característica de aquel, arreglo entre “caballeros” es el
reparto de tierras que no les pertenecían ni a una ni
a otra parte, el reparto de las Misiones Orientales, so­
bre, las cuales jamás habíamos renunciado a nuestros
derechos ni el Brasil tenido otro título (por confesión,
propia) que el hecho de la ocupación.
Así fue como protestando mentirosamente inaugurar
de aquel modo nefando, una era nueva, los emigrados

184
LA ARGENTINA T EL IMPERIALISMO BRITANICO

eos invocada por el conde de Provenza. Ellos eran los


mejores, hiciesen lo que hicieran. Su árbol debía juz­
garse en sí mismo, no por sus frutos. Lo que habían he­
cho y dicho en el destierro estaba bien, y había que
continuarlo de vuelta en el país. Con la soberbia con­
siguiente al principio en virtud del cual reclamaran y
obtuvieran el gobierno, velaron por el cumplimiento
absoluto del programa formulado en la oposición.
Urquiza, no que tuviese remordimientos, sino porque
en el servicio publico adquiriera un sentido del interés
nacional, rectificaba espontáneamente, en cada acto, en
cada palabra y hasta en cada silencio, los efectos de
Capítulo V
la triple alianza. Se adelantó a la ocupación brasilera
de la Banda Oriental, realizando sólo la campaña con­
LA RESTAURACION BE 1852 Y SUS tra Oribe. Durante la ofensiva sobre Buenos Aires hizo
lo que pudo por evitar al suelo patrio la apariencia
CONSECUENCIAS
del ultraje implicada en la presencia de soldados ex­
tranjeros. Destrataba a los jefes cariocas. Hablaba con
Los emigrados ilegaban al gobierno con su pasado altivez del emperador. Aconsejaba al gobierno de Mon­
lleno de estupros y compromisos. Gran parte de su ac­ tevideo negarse a la ratificación del tratado de lími­
ción era irremediable. Mucho podía aún remediarse. tes firmado por Lamas y el canciller brasilero, ratifi­
cación que el Brasil quería arrancar por la. fuerza, in­
Ellos no estaban en condiciones tan buenas como los
emigrados franceses, que no habían comprometido ja­ timando a los orientales. Sarmiento, testigo de esas co­
sas, no cabía en sí de rabia. Odiaba en. Urquiza 3o que
más pensamientos contrarios al ínteres fundamental ex­
terior de Francia, Mas el conde de Provenza, paradig­ Chateaubriand admiraba en Luis XVIII. ¡Qué diferen­
ma de la soberanía en el destierro, había amenazado al cia entre la caria de Yungay o la “Campaña en el ejér­
país en sus proclamas de pretendiente con la vuelta al cito grande aliado” y las “Memorias de Ultratumba” !;
antiguo régimen. Cuando la monarquía, fue restaurada, “Durante la permanencia de Luis XVIII en Compiegne,
debió dejar sin efecto el desconocimiento de los dere­ dice Chateubriand en un pasaje de aquéllas, Alejandro
chos de compradores de bienes nacionales, de la igual­ de Rusia había ido a visitarlo, Luis XVIII hiriólo con
dad ante la ley, etc., etc. La ofuscación opositora mue­ su altivez... En París,-cuando Luis XVIII acordaba
ve siempre a errores que es un deber del patriotismo a los monarcas triunfantes el honor de sentarlos a su
rectificar en el gobierno. mesa, pasaba sin miramientos antes que los princi­
La soberanía ideal de los emigrados se basaba en un pes, cuyos soldados acampaban en, el patio del Lou-
principio menos susceptible de guiar a tales rectifica­ vre,,. Como Sarmiento no podía sufrir en Urquiza ac­
ciones que la tradición de mil anos de servicios públí- titudes semejantes, pronto se apartó de él. A su lado

1 86
■ yf RODOLFO t JULIO IRA ZV 8 TA %A ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO

— quedaban Gutiérrez, Carril y muchos otros, velando por que habría sido según la fe de los tratados”, como dice
' la realización del programa de 1823 y 1838, uno de sus propios hijos, Oliveira Lima, la opción no
Los compromisos de hacer lo posible por obtener del era difícil para un patriota argentino ni para un buen
futuro gobierno Confederado el reconocimiento de la americano. La ¡mimacía continental del Brasil ha en­
indepenciencia paraguaya, la libre navegación de Jos venenado las fuentes del derecho internacional sudame­
ríos y el pago del subsidio al ejército argentino, más ricano, al establecerse sobre la aceptación de la ocupa­
los gastos de la ocupación imperial eran formales. Y ción como título de propiedad territorial. De primal’
Urquiza no podía volverse atrás sobre ellos, como no la Argentina, el continente no hubiese presenciado las
lo hizo. Ultrapasó sus atribuciones cumpliéndolos por guerras de conquista que vinieron a continuación.
decretos del gobierno provisorio. Pero sobre lo que no La emigración restaurada en el poder tenía otras coT
estaba comprometido, sino sólo amenazado, ¿cómo no sas en que pensar. No tanto la constitución, como el
resistir al espíritu de 3a alianza? La perdida de la ven­ cumplimiento de los dictados del extranjero. Lo que
taja obtenida por las convenciones de 1849 y 50 eii no habían obtenido los cañones ingleses y franceses,
la parte más delicada de nuestra política internacio­ fue cedido bajo el mentiroso pretexto de federalismo
nal, es decir, el problema oriental, era de suyo enor­ a la americana. La Confederación Argentina existía
me. Oribe era la gran carta de la armonía rioplatense, desde veinte años antes y su dispositivo político permi­
exclusión hecha de medios ingratos, ¿a qué agravar la tía la esperanza de completar la obra unificadora hasta
pérdida? Resistir a la cesión de las Misiones Orienta­ los límites naturales del país. Pero no era precisamen­
les era conservar un elemento de reacción. De donde te esa Confederación la que se iba a poner en la carti­
los esfuerzos de Urquiza por no dar el alcance de un lla imprescindible. Se trataba de destruir el federalismo
reconocimiento de los derechos brasileros a la garan­ vernáculo para sustituirlo con el remedo del federa­
tía del tratado de límites firmado por Lamas, el distan- lismo norteamericano. A la disposición racional y pro­
ciamiento de los gobiernos de Río y Paraná. porcionada de los distintos miembros de la Confedera­
Peña y Vicente F. López obstaculizaron la reacción ción que hubiera sido conveniente poner en la ley, ha­
de Urquiza cuanto pudieron como diplomáticos de la bía que preferir la uniformidad formal de los Estados,
Confederación. Los emigrados no sólo no veían clara­ y al principio de interés había que sustituirlo con el
mente, ni siquiera intuían como Urquiza que el proble­ de justicia. Las libertades vigentes en la gran república
ma Oriental era más importante que la pérdida de una norteamericana, en ningún sentido eran tan amplias
provincia o las franquicias otorgadas al universo por como las que se adoptaron aquí.
la Constitución. Allí estaba la paz de América y por Los Estados del viejo continente, veían ál gran Es­
ende su prosperidad. Lo que el patriotismo ingenuo sen­ tado americano absorberles su sangre y sus capitales
tía es demostrable por la razón. Entro la primacía de sin esperanza de retorno. En el Plata, las libertades
un Estado que podía ser fuerte con la sola voluntad de ofrecidas al extranjero no anulaban su condición de tal.
conservar lo que le pertenecía por derecho, cuya gene­ Un extranjero en los Estados Unidos, para ser propie­
rosidad está escrita en el mapa, y la de un Estado tario de bienes raíces había de renunciar a su naciona­
conquistador, '‘bien poco semejante en extensión a lo lidad. Aquí quedaba siempre al amparo de su cónsul.

.188 ... ,V! .189


R O D O L F O y J U L I O I R A Z V S T A LA ARGENTINA X EL IMPERIALISMO BRITANICO :

“Los criollos no tienen cónsul”, fue el comentario más del 11 de Septiembre, no bien aquel se hubo embarcado :
profundo de la Constitución del 53. Significaba la con­ para Santa Pe. Reducidos a juzgar “excelentes pero;
dición de vasallaje a que se reducía al pueblo argentino. abusivos y usurpadores de autoridad” los decretos d e l'
En los Estados Unidos nadie tiene cónsul, el hijo del gobierno provisorio de la Confederación, comprometie­
país conserva allá bu predominio; aquí abdica de su ron la unidad del país por una querella liliputiense, en
derecho natural, El instrumento que en el Norte servía la cual de otra parte tomarían, cuando^ el control de
para extenderse basta el Pacífico, basta el golfo de la autoridad nacional pasara a manos de ellos, la po­
Méjico, basta la extrema Al asir a, que'de un pequeño sición que habían combatido. Su principal tarea fué
núcleo de colonos establecidos en la costa del Atlán­ jugar a la Convención, con un Luis XVI en efigie y sin
tico hacía el Senado de un Imperio, se usaba en el acordarse.de la frontera, pues la indiada reconquistó
Plata para perder el dominio legítimo sobre el río epo- parte del terreno perdido del 33 al 52.
nimo, para sancionar la amputación definitiva de tres Después de Pavón, los emigrados podían detenerse
provincias. en la pendiente que bajaban. El gobierno del Paraná
Aunque los decretos del gobierno provisorio y la cons­ había realizado la parte más desagradable del progra­
titución eran poco menos que simples transcripciones ma aliancísta, cumplido los compromisos ineludibles,
del “Comercio del Plata” y “Argirópolis”, los puros de aquellos cuyo ineumplimjento hubiese provocado difi­
la emigración no estaban conformes. El sobreviviente de cultades argentino-brasileras que el país no podía afron­
tar al otro día de Caseros. Era el momento de dar má­
la era rivadaviana, el consejero de Lavalle/ Carril, ha­
bía cedido de su rugosidad primitiva a las caricias de quina atrás, de volver a la senda de una política na­
la experiencia; más vale' tarde que nunca. El lema de cionalista. El espíritu conciliador de Mitre permitía ’
los más jóvenes era todo o nada. Para ellos la unidad esa esperanza. Pero los exaltados que lo rodeaban eran !
nacional no tenía ninguna importancia si no se efectua­ una amenaza para los sobrevivientes del régimen rosis-
ta, que cometieron la torpeza de dar el pretexto de­
ba bajo su dominación. Por gobernar ellos, que era de seado para aplastarlos, levantándose en armas contra
lo que se trataba, plantearon una nueva segregación. el gobierno salido de Pavón. Nombrado director de la
Segregación tanto más grave que las anteriores. No po­ guerra, Sarmiento la llevó arbitrariamente, fusilando
dían tolerar el gobierno del caudillo que se había pres­ sin juicio previo al jefe de la. rebelión y haciendo expo­
tado a su designios. Cumplida, su obra, éste debía abdi­ ner su cabeza en una plaza durante ocho días, como un
car en manos de los emigrados. El no era un puro. Ha­ Oribe cualquiera. Por lo visto la civilización consistía
bía servido a la nación en sús grandes conflictos, había en fusilar y la barbarie en degollar. Para justificar su .
perseguido al pardejón. Rivera, aniquilado sus huestes procedimiento, y las desavenencias con Mitre, que no lo
en India Muerta y manda dolo a arreglar cuentas con había autorizado, es'eribió “Los caudillos”, la mejor de­
el emperador en Río de Janeiro. ¡Su más pura gloria! fensa hecha hasta hoy de los métodos de Rosas, por
| Con un pleito sobre la forma del acuerdo de San Ni­ razones que valen más para su caso que para el de Sar­
colás y una intensa propaganda liberal contra algunos miento.
actos dictatoriales del vencedor de Caseros, prepararon Esos acontecimientos no daban ocasión de hacer so-
el ambiente de Buenos Aíres, e hicieron la revolución

190 191
RODOLFO T J ULI O I R A Z XJ S T A
XA »ARGENTINA X JÚL IMPERIALISMO BRITÁNICO
bre los fines de la política la misma rectificación que
Sarmiento, guiado inconscientemente por el criterio de tradicionalismo latino español; nada de catolicismo.
la autoridad personal, había hecho sobre los medios. Una caricatura de loe Estados Unidos, pero despojada
Las complicaciones internacionales hallaron a Mitre mal de orgullo, de potencialidad, de ambición. La libertad
preparado para ver' claramente. Gomo podía ocurrí ír­ en la debilidad, vale decir, la fuerza del extranjero.
sele, rodeado como estaba de los puros de la emigra­ Conteste criterio, había que crear categorías de juicio
ción, reprimir la insolencia de la intromisión brasilera contrarias al pensamiento tradicional de la humanidad.
en el Uruguay? Lo que el error de Mitre empezara, fuó Para ser patriota sería menester haber luchado contra
completado por la soberbia de López. Y el doloroso su país aliado al enemigo. Los planfletarios de Monte­
conflicto con los hermanos se hizo inevitable. video o de Chile, identificados durante años con el in­
Pero la fidelidad de Mitre al espíritu de la triple terés extranjero, serían los grandes escritores naciona­
alianza no les bastaba a los emigrados puros. Mitre era les, aunque no todos hubiesen tenido el genio literario
patrióla. Su prestigio de general victorioso, un peligro del presidente de la República. Estadistas eminentes se­
para el régimen que ellos pensaban establecer. Había rían aquellos que habían asociado su nombre a la pér­
que. realizar sin asco el máximo programa de la emi­ dida de ima provincia o desencadenado una. guerra ci­
gración. En la república ideal a establecerse en esta vil, y grandes generales, los triunfadores en luchas fra­
parte del universo, había que trastrocar los valores mo­ tricidas.
rales y las nociones del intelecto, desnacionalizar a los Ese espíritu necesitaba un cuerpo. Los emigrados
t argentinos de modo sistemático. Y Mitre sería un obs- ajustan los resortes de la oligarquía. A ese primer
11 aculo. Era preciso quebrar su influencia. grupo se agregan muchos elementos de la alianza ac­
| Como Rivadavia, Sarmiento fué encaramado a la pri­ cidental con los federales de Urquiza, pero no de los
mera magistratura por una combinación de camarilla más calificados. Coneuríren luego |los viejos núcleos
fortalecida por la ausencia. Así como, "mientras Las unitarios del interior, que vivieron agazapados, amena­
Heras se ocupaba en la guerra, los partidários de Ri­ zantes, bajo el gobierno de Rosas. Data de entonces la
vadavia preparaban la presidencia de este, cuando gran inmigración mediterránea a Buenos Aires. Al mis­
Mitre estaba en el Paraguay, en campaña, los par­ mo tiempo ingresan multitud de aventureros de todo
tida riots de Sarmiento organizaron y lograron imponer origen extranjero, europeos y americanos. Los orienta­
»su candidatura. Nada más lógico. Había que continuar les pululan en el grupo directivo de la República Ar­
1 a. obra de 1823, perfeccionándola con el espíritu de gentina, eximidos del compromiso de proeurar la uni­
1838 y 1845. Y Sarmiento era la quintesencia del emi- dad. Su misión es asegurar la independencia de la Ban­
\ grado. Para prevenir reacciones patrióticas como aque­ da Oriental, de que se enorgullecen dominando en Bue­
lla de que fuó víctima la monarquía francesa restaura­ nos Aires. Así Andrés Lamas, el gran enemigo de la
da en 1815, acusada de haber vuelto al país en los fur­ unión del Plata, cuyo nombre simboliza el avasallamien­
gones del extranjero, había que sistematizar el antipa­ to de Montevideo por el Brasil, es uno le los personajes
triotismo, cambiar totalmente el país, su índole, sus más influyentes del Estado argentino. Se le encarga
j costumbres, sus ideas, su religión, su carácter. Nada de “construir” la historia del país que había contribuido
a despedazar. Se le confían los archivos nacionales, de

193
R O D O L F O 7 J V L I O l R A Z V S. T A
’ -rJ »»1 LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO >
cuya expurgaeión había de salir inmaculada la actua­
ción de los emigrados y tinta en sangre la memoria Unidos, de mentalidad opuesta al espíritu nacional y
de los defensores de la nación. El volumen de las “Me­ de muy escasa jerarquía intelectual. Con ayuda de losj
morias” de Paz q u e trata de la factoría de Montevideo, clérigos de procedencia exótica, en su mayor parte an-
es traspapelado. La “nueva Troya” no debía ser sino glo-sajones, destinados a sustituir en la dirección de 1&
heroica. El servicio prestado a la civilización sexúa re­ juventud a los curas criollos o latinos, el laicismo como
compensado por la patria, la cual debía olvidar pasiva­ religión de Estado se afirma en la enseñanza.
mente los servicios a ella prestados, los sacrificios rea­ En la administración se introduce el espíritu contra- |
lizados en su nombre. La traición debía no ser traición, rio a las costumbres populares, la repugnancia por todo
pero el castigo de ésta queda como crimen inexpiable. lo que fuera genuinamente criollo. El régimen econó­
El deliberado silencio de Mitre, e n s u s grandes obras, mico destinado a complementar el político, es más ab­
sobre la época dolorosa, era un desafío al espíritu de surdo que éste. País productor de materias primas, adop­
la emigración. Parecía reacio a llevar los conceptos de tamos el sistema propio del más grande país consumi­
la polémica a la historia. Se cierra el camino de la re­ dor y transformador, de la gran nación imperial. Como
elección. el federalismo es a la yanqui, el comercialismo es a la
Al conglomerado anterior se agregan de inmediato inglesa. En vez de fomentar la población de la cam-J
los comerciantes ingleses, franceses, a quienes el pre­ paña que había de proveer como sola fuente de recur­
dominio de los factores económicos buscado por la cons- sos a todo el organismo nacional, se fomenta el desarro­
i titución da un poder exorbitante. El patriciado argenti- » llo de las ciudades. En vez de privilegiar al campesino \
no desaparece de la vida pública como factor prepon- j se deprime oficialmente su condición rústica parango­
derante. El principio aristocrático de los servicios pres- m nada con 1a. cultura del ciudadano, en general parasi­
fados al país es sustituido: por el favor del extranjero, tario. Por la ley del número prevalece en el Estado la \
por la gloria que da el renunciamiento a la grandeza población de la ciudad numerosa y compacta, en vez
nacional. La gloria de las armas es sustituida por el de la población campesina, escasa y dispersa. El Estado i
prestigio de las carreras liberales. El agio, la especu- cae en manos de profesionales y funcionarios. Pero los "
í laeión, prevalecen sobre la industria. La nación renun­ legistas criollos quedan reducidos a la apariencia del
cia a su prestigio, disimula sus más excelsas glorias. La poder, al mero usufructo de las posiciones oficiales. El
última gran manifestación del heroísmo nacional se extranjero domina por los profesionales influyentes
oculta para agradar a los amigos ingleses y franceses, que tiene a su servicio, reclutados entre las notabili­
quienes no corresponden uniformemente, pues en París dades del partido gobernante. El régimen financiero,
se exhibe aún hoy una bandera de Obligado, y este nom­ basado en la primacía del comercio sobre la producción,
bre adorna la estación de una línea del subterráneo de deja en manos del primero la ganancia líquida del país.
la Ciudad Luz. * Hay crédito comercial, pero no hay crédito agrario.
j Para consolidarse la oligarquía busca, el prestigio de Este último se organiza por medio del comercio, que
la inteligencia ; introduce escritores y maestros protes­ a su vez vive del crédito oficial. Y como el comercio es
tantes o agnósticos de Francia, Alemania, los Estados . en su inmensa mayoría extranjero, la ganancia corres­
ponde al extranjero. Ese mismo comercio extranjero I
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R O D O L F O T J U L I O I R A Z V S T A
■ di■-i*- í-líjífííiíj"'■
í'tf?! ' LA ARGENTINA *T EL IMPERIALISMO BRITANICO
sostiene la prensa que influye en la cosa pública. El
extranjero nos domina con nuestros propios medios. Una empresa genuinamente nacional pudo variar las )
^ Bég-imen inhumano que consiste en la libertad del ex- condiciones de la política impuesta al país por la oligar­
J tranjero y el sometimiento del criollo. Aquél había de quía de Sarmiento y Avellaneda, si el hombre que lá*
explotar al país con sus capitales al mismo tiempo que cumplió con tan buen éxito hubiese realizado una ac­
»imponía sus ideas; éste había de transformarse total- ción concordante con:1 a índole del prestigio que llevó
j mente de acuerdo a los cánones de la civilización. Para al gobierno. Optó en cambio por continuar la política í
subsistir ese gobierno q Ue contaba con la animadver­ de sus antecesores inmediatos, aunque entreviera en su
sión popular, organizó una policía cuya misión primor- paseo por la Pampa, cuál era el servicio de la nación.
. dial era la de realizar la parodia electoral periódica. Porque fué el general R-oea quien consolidó la-oligar-1
I La oligarquía cobraría sus servicios muy módicamente qnía, oligarquía conservadora de la doctrina de Sarmien­
\ con el usufructo de las posiciones públicas. Siquiera su to y Avellaneda. Estos dieron el contenido, el general
rapacidad hubiese sido mayor, no dejara todo el pro­ Roca mejoró el continente, agregándole el gran presti­
vecho de la explotación intensa del país al extranjero. gio de su acción militar, adorno que le faltaba a la oli­
\ Jamás el pueblo argentino sancionó con su aproba- garquía para remedar la verdadera naturalización. En \
i ción ese estado de cosas. Ese régimen no fue en mo­ efecto, el general Roca agregó a la ideología de Sarmien­
mento alguno mayoritario, como lo había sido el de Ro­ to el prestigio de la conquista del desierto. Esta obra )
sas. El pueblo de Buenos Aires sintió antes que ninguno tenía significado grandioso. Era la terminación de una \
la usurpación de soberanía que tal organización signifi- empresa secular, identificada con la ocupación de Amé­
| eabn. La historia de los primeros años de la oligarquía rica por la raza blanca, con la difusión del cristianismo,
en el gobierno no es otra cosa que su coastante esfuer­ con el establecimiento de la cultura europea representa­
zo por sofocar las rebeldías populares. Las explosiones da por una de sus más ilustres ramas, el Estado espa­
que a partir de la presidencia Avellaneda se reiterarían ñol, soldado de la Iglesia. Esa epopeya, de las mayores
regularmente a cada renovación de autoridades, mues­ que vieron los siglos, tuvo en sus varios episodios, dis­
tran la disconformidad del pueblo con el gobierno oli- tintas manifestaciones. Pronta y cabal en Méjico y Pe­
j gárquico. Esas generaciones habían nacido y crecido rú en lo que se refiere a la cristianización y al dominio,
en un período de gloria nacional, viviente aún en la quedó pendiente en el extremo austral de Sud América,
tradición oral, que sólo acabaría con el tiempo, median­ donde había de operarse en toda su magnificencia. Por­
te el trabajo de la historia falsificada por los emigra­ que si en los viejos imperios indígenas su triunfo fué
dos y difundida por loíluaeMros'exóticos de reciente dorado e inmediato, en las pampas australes se reserva­
importación. Cuando pasó de este mundo la genera­ ba la condición complementaria que había de afianzar
ción que había oído el cañón de Obligado y la salva el dominio de la raza blanca. La tardanza no agregaría
desagraviante de los ingleses, la oligarquía pudo ereer- sólo sacrificios; permitió su máximo desarrollo. El fi­
\ se definitivamente afianzada. La ulterior reacción de nal lógico de la gran empresa comenzada tres siglos an­
! las masas populares sería inocua debido al espíritu an­ tes debía significar el mayor prestigio para su realiza­
tipatriótico inculcado a las nuevas generaciones. dor.. La cruenta lucha de los blancos en nombre de Dios |
con los infieles irreductibles tenía el carácter de üna
196
RODOLFO y JULIO I R A Z US T A LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO
í ■
| cruzada por el orden clásico. El prestigio que le díó ha­ su p r e s id e n c ia n e g á n d o s e a que la R e p ú b lic a partici­
berla terminado púsolo el general Roca al servicio de para en la guerra de las democracias y de la libertad
la ideología revolucionaria, cuyos designios ocultos no contra el oscurantismo y el militarismo. A continuación j
eran otros que la descristianización del país y el descré- causó el escándalo de la opinión liberal rehusando la
■dito de la raza que había realizado la magna empresa. colaboración argentina a la Liga de las Naciones.
\ El estallido del noventa fué una reacción contra los Esa rectificación fué absolutamente empírica. El cau- j
agravios inferidos a la sociedad por la oligarquía. El dillo popular no supo retomar el hilo de la gran diplo­
general Roca había entregado el poder a los elementos macia anterior al 52, poniéndola al día. Tenía el instin­
que le ayudaron a consumar la política antirreligiosa. to más que la idea de una política internacional. Carecía
Aquel brillante núcleo de escépticos fanfarrones del de expedientes. Y la oligarquía había destruido hasta
inmoralismo, ignoraba la condición artificial de su do­ el último vestigio de una tradición diplomática propia .
minación. Incurrió en excesos que sus predecesores ha­ del país. En la política religiosa, no fué capaz, a pesar \
bían sabido evitar con prudente hipocresía. La caída de de varias tentativas locales de sus partidarios, de su­
los "dnndies” de la política detuvo algún tiempo el primir la escuela laica. Pero impidió el divorcio, y la 1
"progreso ideológico” que, sin el traspié del &0 hubiera vigencia de una constitución provincial atea que sirvió
llegado a extremos incalculables. de pauta a las que se votaron después de su caída.
La instabilidad gubernamental subsiguiente sugirió El sucesor, también surgido de comicios libres, lejos |
a los proceres de la oligarquía la oportunidad de legi­ de proseguir la feliz rectificación comenzada por el cau­
timar el estado de cosas con la aquiescencia popular. dillo popular en la política internacional y en la políti­
El experimento debía continuar el proceso histórico ca religiosa, dió máquina atrás, sobre todo en lo prime­
iniciado oficialmente en 1823, proseguido "in partibus” ro, como en los peores tiempos del soso y denigrante
de esa focha a 1852, y vigorosamente aplicado desde en­ pacifismo promotor de guerras de la oligarquía. En cam­
tonces, Creían haber tomado sobradas precauciones, por bio, dotó al país de un armamento militar admirable,
medio de su instrumento escolar, contra el caudillismo impensado correctivo de aquella funesta diplomacia.
j clásico de origen hispano. La democracia debía admitir Uno y otro presidentes populares, sin sospechar siquie- ]
su papel de continuadora y aceptar los principios esta- ra el sentido de lo que hacían a exigencias de su situa­
\ blecidos por el liberalismo. Debía ser laica y perfeccio- ción de mandatarios genuinamente nacionales, dejaron
j nista, progresista y anticlerical. Las previsiones falla- intacta el armazón de dominio antipopular de sus ante­
| ron en gran parte. El demos criollo plebiscitó de entra­ cesores. Continuaron tolerando el liberalismo ideológico ]
da a un caudillo autoritario y absorbente y no manifes- y el comercialismo extranjerizante, con lo cual la oli­
f tó ningún fastidio por los curas. Pero, contrariamente garquía desalojada del gobierno mantuvo el control de
a lo que esperaban losóexperimentadorés, falló en su las finanzas y el manejo de la opinión pública por me­
gestión administrativa, que puede ser ofrecida como un dio de la prensa. Sus aciertos de política internacional,
1 ejemplo de ineptitud. Ot.ra. de las cosas inesperadas por religiosa o militar no se tradujeron en ninguna medida
* los oligarcas: el caudillo mayoritario salió teniendo ideas trascendente destinada a enmendar la organización da­
\ muy particulares sobre política internacional. Comenzó da al país por el liberalismo. Así las cosas, los despüfa-

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,21 Ó D O. L E O y J U L I O ■.1 11 A Z M- S T JL LA ARGENTINA Y EL IMPERIALISMO BRITANICO -


' rr'oñ administrativos inherentes a la democracia, más la economía oligárquica hasta los hijos del extranjero
.visibles que los susodichos aciertos, dieron por tierra amante del país, establecido en él. Los privilegios con
eon el regimen popular. que se lo atrajo no son trasmisibles de padre a hijo, E1‘
| ' Quisiéronlo o no sus promotores o sus jefes, la revo­ interés del extranjero consiste eu no nacionalizarse. La
lución de septiembre resultó lo má's parecido que darse oligarquía no ha hecho del país una potencia económica,
pudiera a una restauración de la oligarquía. Termina­ sino un sujeto de especulación. Su restauración ha agra­
do el. interregno democrático, la política interrumpida vado el caso.
en 1916 continuaba su curso lógico. El pacifismo sis­ La continuación de la oligarquía argentina en sus .vie­
temático recobra fiu antiguo prestigio 7 la Nación se jos errores, no obstante las-transformaciones del país
doblega ante el extranjero, abdicando de su soberanía. $ y del mundo,, provienen de su origen. Si los errores ori­
La Cámara de Diputados vota leyes socialistas: se vuel­ ginarios no hubiesen sido más que de hecho, el ejercicio
ve al fraude electoral. Aunque se dicta la ley de nuevas prolongado del gobierno los habría corregido. Eran so­
diócesis, se'glorifica a Kivndavia, primer reformador bre todo de principio. Ahora bien, la doctrina es el me­
religioso del país, y a Sarmiento, creador de la escuela jor instrumento para una tradición, mas para una tra­
sin Dios; dición intelectual, no práctica, y verdadera no falsa co­
La política económica de la oligarquía se hace toda­ mo la que ella sustenta. Ese carácter primordialmente
vía más sistemática. Estimulados por su vinculación con ideológico de la oligarquía convierte en vicio las virtu­
los intereses extranjeros, con los cuales en ningún mo­ des del sistema, superior en abstracto al sistema .demo­
mento perdieron contacto, los oligarcas vuelven sobre crático. La fidelidad al ejemplo de los mayores, que con
los pasos espontáneamente dados por el país hacia su una'historia diferente de la que tiene la oligarquía ar­
liberación económica. Comercialismo y progreso ideoló­ gentina, sería útil además de honrosa, se vuelve catas- (
gico, resumen su programa. Continúan hoy con el pro­ i trófica. Dada la historia que hemos narrado, el empleo
gresismo ya rancio de Carlos III, que se reduce al anti- de los oligarcas en la diplomacia era lo menos indicado,
clericalismo en el orden espiritual y ni régimen agríco­ {y su comportamiento difícilmente podía diferir del que
la en el orden económico. En un mundo convertido a ha sido. Eso explica que hombres reputados como muy
la autarquía económica, el internacionalismo de los oli­ competentes y capaces cometieran los errores que enu­
garcas amenaza convertirnos en la última presa del ca­ meramos en la primera parte. Un talento que no demos­
pitalismo universal, perseguido o vigilado en el resto del traron les hubiera permitido evitar la gravitación del
globo; en ci último campo de maniobra de que dispone pasado. La ansiada rectificación del espíritu oligárqui- '
"la; riqueza- anónima y vagabunda”, y que en los últi­ co queda para otra ocasión, si ella es posible. El saldo
mos años ha beneficiado de un privilegio abusivo en un de sus manifestaciones en 1933 es lamentable. Los pac­
país como el nuestro. tos firmados, no son tan graves como las declaraciones
El progreso material, obra específica de 1 a. oligarquía, que los acompañaran, las más deprimentes hechas por.
ha comprometido nuestra .independencia, no ha dejado representantes del país en todo el curso .de su historia. ;
al país la parte que le correspondía en el producto de
su explotación intensiva. Noy sufren el contragolpe de Julio-diciembre de 1933. . .

1- F IN
’ 200 201 ,
Pág.
Segunda parte
E L TRATADO
Prefacio
’ ................... 7 L — Características generales ........... . 77
- t ’ *
I I . — L a cuota (lci “chilled” .................................. 33
Primera parte III. — Los cam bios .... .............................................. 87
IV . —L a rebaja del a ra n c e l...... .................... 92
LA M IS IO N BOCA V . —E l protocolo ........................... 98
V I, — Al regreso de la misión ................ . 103
I .' — - E r r o r e s c o r r ie n t e s s o b r e la n e g o c ia c ió n d i­ V IL —L a ratificación ..................... ........... . 108
p lo m á tic a . . . . . . . . . . . . * .............. .................. *. 13 V I I I .— S ig n ifica d o de toda la transacción 117
I I . — E l e m e n t o s d e la n e g o c ia c ió n d e 1 9 3 3 . . . . . . 16
III. — La e le c c ió n d e l p erso n a l ........ . . . . . . . . . . . 22 Tercera parte
IV . — La p o lític a d e lo s in g le s e s ......... ...................... 26
H I S T O R IA D E L A OLIGARQUIA ARGENTINA
V .— E l d iá lo g o inY ersím ii : la voz .............................. 30
V I .— E l eco . . . . . . . . . . i ' .................................................... 37
V I I .— P a r a le lo so b r e la g r a titu d esta d u a l ............. ■ éi I.— L a oligarquía en el gobierno...... ......... 133
V I I I .— V erd ad ero H i s t o r i a d e l a s r e la c io n e s a n g lo -
II,— La prim era emigración ........... . 14G
a r g e n tin a s ........................................... .. ............. * ............. 53
I I I . — Del despotismo ilustrado a la propaganda
I X .— L a a m is ta d in te r n a c io n a l ................................... 59
libertaria ........................ ................... 153
X . — E l c r i t e r i o d e l o s d e l e g a d o s a r g e n t in o s . . . . 61
IV . — El gobierno "in partibus” .................. 171
V.— La restauración de 1852 y sus consecuencias 18G
X I .— La n e g o c ia c ió n .................... ........................ 69

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