Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Jeremy Robbins**
Introducción
Con el término “litigio estratégico” haré referencia a las acciones
legales que tienen como objetivo generar un cambio social. Es decir,
quiero referirme al uso del litigio para resolver problemas que usual-
mente estamos acostumbrados a resolver dentro del proceso político.
A diferencia del concepto clásico de litigio, en el cual éste no resulta
más que una herramienta para la resolución de conflictos entre dos
personas, el litigio estratégico posee un objetivo más amplio, ya que
pretende generar un cambio en la relación entre el Estado y sus ciu-
dadanos.
En su disidencia parcial en el caso “Verbitsky, Horacio s/hábeas
corpus”, en el cual se discutía el problema de hacinamiento en las cárce-
les bonaerenses, el juez Fayt notó que “los jueces competentes no
podrán ir más allá de sus propias facultades, que no son tan amplias
como para acordar una solución total, armónica y definitiva en lo
inmediato”1. Fayt no estaba haciendo referencia a los límites legales
de lo que pueden hacer los jueces como producto de la división de
poderes, sino a los límites políticos y pragmáticos de sus facultades.
Fayt no estaba preocupado por cuestiones normativas, sino por cues-
73
Doctrina
2 Otros han expresado sentimientos parecidos a los del Fayt sobre el caso “Ver-
bitsky” y los límites del Poder Judicial para solucionar el problema carcelario. Ver, por
ejemplo, Christian Courtis, El caso “Verbitsky”: ¿nuevos rumbos en el control judicial de la
actividad de los poderes políticos?, en Colapso del sistema carcelario, Centro de Estudios Lega-
les y Sociales (CELS), 2005, p. 115; “Sobre la cuestión de la división de poderes, la dis-
cusión central planteada es la del alcance de las facultades de la judicatura en el diseño
concreto de un remedio para el caso. Uno de los puntos debatidos –aunque no el único–
es la capacidad del Poder Judicial para establecer una solución detallada que tenga en
consideración todos los factores en juego, y para llevarla a cabo. Al Poder Judicial le
corresponde establecer las pautas a las que debe ajustarse la situación para respetar los
derechos y principios en juego. La administración debe articular la actividad destinada
a superar la violación denunciada con el cumplimiento de otros deberes a su cargo”.
74 Jeremy Robbins
Doctrina
76 Jeremy Robbins
Doctrina
78 Jeremy Robbins
Doctrina
6 Para una discusión sobre estos temas ver, por ejemplo, Carlos Nino, Fundamen-
tos de Derecho Constitucional (1992); Cass R. Sunstein, One Case at a Time: Judicial Minima-
lism on the Supreme Court (1999); John Hart Ely, Democracy and Distrust (1980); Alexan-
der M. Bickel, The Least Dangerous Branch: The Supreme Court at the Bar of Politics (1962).
que ostenta. En el nivel más básico, cuando hablamos del capital polí-
tico del poder judicial, estamos refiriéndonos a su legitimidad actual,
a su capacidad de adoptar decisiones independientes que sean respe-
tadas por la sociedad o por los otros poderes. Entonces, para medir el
capital político hay que conocer tanto el nivel de independencia de la
Corte como la voluntad de la población y de los otros poderes para
cumplir con sus decisiones.
Hay al menos dos tipos de independencia de la justicia, la inde-
pendencia de decisiones y la independencia institucional7. El primero
tiene que ver con la imparcialidad de los jueces y el segundo está rela-
cionado con su poder de generar decisiones que serán acatadas. La
independencia de decisiones habla del prejuicio o preferencia de los
jueces, mientras la independencia institucional habla de la influencia
de fuerzas exteriores a ellos. Si una corte no posee suficiente inde-
pendencia institucional, pero sí ostenta un alto grado de independen-
cia en sus decisiones, no obstante ser débil podrá en un futuro ganar
la independencia institucional y establecerse como un poder más fuer-
te, como más adelante mostraré que ocurrió en el famoso precedente
“Marbury v. Madison”. Pero si a una Corte le faltan ambos tipos de
independencia, esta Corte será impotente.
Los dos tipos de independencia están interrelacionados. Ni la
independencia de decisión depende exclusivamente de la voluntad de
los jueces, ni la independencia institucional depende sólo de la volun-
tad de poderes exteriores. Ambos, los jueces y los otros poderes, ejer-
cen su influencia sobre ambos tipos de independencia. Si los jueces se
establecen como una fuerza independiente, será más difícil para los
otros poderes influirlos. La hipótesis que quiero defender aquí es que
si una corte emite fallos que afirman su independencia y éstos son res-
petados por los otros poderes, verá incrementado su capital político, lo
que le permitirá más adelante poder tomar decisiones contrarias a los
intereses de los otros poderes.
Como expondré en el tercer capítulo, la CSJN de la Argentina ha
sufrido a lo largo de su historia la falta de ambos tipos de indepen-
dencia. Con postulaciones como las acontecidas durante el gobierno
de Menem, cuyos jueces fueron más notables por su amistad con el
presidente que por sus calificaciones académicas8, frecuentemente los
7 Para una buena discusión de la diferencia entre los dos tipos de independencia,
ver Charles Gardner Geyh y Emily Field Van Tassel, Symposium: The Independence of the
Judicial Branco in the New Republic, 74 Chi.-Kent L. Rev. 31 (1998).
8 Ver, por ejemplo, Diana Kapiszewski, La Corte Suprema y la política constitucional
en la Argentina post-Menem, en “Revista Jurídica de la Universidad de Palermo”,
www.palermo. edu.ar/derecho/PDF/06_juridica01.pdf.
80 Jeremy Robbins
Doctrina
9 Véase En la Corte hay diferencias sobre cómo cubrir las vacantes, en “La Nación”,
9/11/2006.
10 Ver Iaryczower, Spiller y Tomasi, Un enfoque estratégico para entender el comporta-
miento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cit. Nota que el Senado del presidente
Kirchner recientemente achicó el número de jueces a cinco. Véase Ya es ley: la Corte
Suprema tendrá menos miembros, en “La Nación”, 30/11/2006.
11 Hay que notar que no es una cuestión de blanco o negro. Durante la época de
Alfonsín, la CSJN fue independiente del poder político sólo hasta cierto punto, ya que
todavía mantenía fuertes vínculos con el presidente. El hecho es que esta integración de
la Corte mostró en varios momentos un genuino interés por constituirse en un fuerte
referente institucional.
12 Feliz Frankfurter expresó su teoría en la disidencia del caso “Baker v. Carr”,
369 U.S. 186, 267 (1962), cuando argumentó que la Corte debe cuidarse de no entro-
meterse en conflictos políticos. Frankfurter notó: “la indiferencia a los límites inhe-
rentes en el ejercicio efectivo del ‘Poder Judicial’ de la Corte … posiblemente puede ser
perjudicial para la posición de la Corte como el órgano último de la ‘Ley suprema de la
Tierra’ en la serie enorme de problemas legales, frecuentemente enredados fuertemen-
te con el sentimiento popular, sobre los cuales esta Corte deben pronunciarse. La auto-
ridad de la Corte –sin monedero ni espada– depende en última estancia de la confianza
pública basada en su sanción moral” (“Disregard of inherent limits in the effective exercise of
the Court’s ‘judicial Power’ … may well impair the Court’s position as the ultimate organ of ‘the
supreme Law of the Land’ in that vast range of legal problems, often strongly entangled in popu-
lar feeling, on which this Court must pronounce. The Court’s authority –possessed of neither the
purse nor the sword– ultimately rests on sustained public confidence in its moral sanction”); véase
también Alexander Bickel, The Least Dangerous Branch (1962); Jesse H. Choper, Judicial
Review and the National Political Process (1980).
13 La Corte Suprema de los Estados Unidos tiene decidido que no va a entrome-
terse en cuestiones políticas, pero ha sido bastante difícil discernir exactamente qué es
una cuestión política. La Corte dijo que hay dos racionalidades dominantes para deter-
minar si una cuestión es “política”; primero, si es una cuestión que ha sido “asignada”
a los otros poderes y, segundo, si es un tipo de cuestión que es susceptible de una deter-
minación judicial. Véase “Baker v. Carr”, 369 U.S. 186, 222 (1962). Esta definición es
muy vaga y ha resultado en una doctrina bastante inconsistente, por lo que resulta difí-
cil describir lógicamente cómo se diferencian muchos de los casos “políticos” de los casos
que son justiciables. Ver Richard H. Fallon Jr., Judicially Manageable Standards and Cons-
titutional Meaning, 119 Harv. L. Rev. 1274, 1285-97 (2006).
14 Para Choper, el deseo de dejar de decidir los casos que trata de separaciones de
poderes y federalismo vino de una preocupación pragmática. Quería que la Corte aban-
donara estos casos para que guardara el máximo capital político posible para usarlo en
la defensa de derechos civiles. Es decir, Choper reconocía que la Corte tenía suficiente
capital político para decidir estos casos, pero pensaba que era un gasto de recursos que
serían mejor utilizados en proteger los derechos fundamentales. Ver Jesse H. Choper,
Judicial Review and the National Political Process (1980).
15 Bickel temía los efectos antidemocráticos de un Poder Judicial activo que inva-
lidara las decisiones de una mayoría. Por razones democráticas, Bickel quería que la
Corte no decidiera casos que podían ser decididos por la población o sus representantes
elegidos. Tenía dudas sobre la sabiduría de “Marbury v. Madison” y, no obstante reco-
nocer la necesidad del control judicial en una democracia, pensaba que éste sólo debía
ser usado para invalidar una ley democrática cuando era absolutamente necesario. Ver
Alexander Bickel, The Least Dangerous Branch (1962).
16 “Bush v. Gore”, 531 U.S. 98 (2000).
82 Jeremy Robbins
Doctrina
84 Jeremy Robbins
Doctrina
23 Para constatar la existencia de este mito en la doctrina argentina ver, por ejem-
plo, Adolfo Roberto Vázquez, El control de constitucionalidad de las leyes en la República
Argentina, en “La Ley”, 1997-F-1159, en donde apunta que el caso de “Marbury”: “creó
pretorianamente el sistema de control de constitucionalidad de aquel país”; también
María Milicic y Víctor Corvalán, Reflexiones sobre el rol de los jueces en el estado de derecho,
en “La Ley”, Sup. Penal, agosto de 2005, p. 12, donde afirman: “Aparece en el diseño
norteamericano un Poder Judicial fuerte, diseñado como un poder político dentro del
sistema de organización del Estado, con una Corte Suprema cuyas atribuciones no eran
del todo claras y que a partir del caso ‘Marbury vs. Madison’ consolidó su atribución de
control en relación a los otros dos poderes del Estado”.
86 Jeremy Robbins
Doctrina
Suprema), y entregadas a los nuevos jueces para ser válidas. Por una
equivocación en la entrega de las comisiones, algunas nunca fueron
recibidas antes de que Jefferson asumiera la presidencia el próximo
día. Jefferson ordenó a su nuevo Secretario de Estado, James Madi-
son, que detuviera las comisiones que aún no habían sido entregadas.
Una de las comisiones detenidas fue la de la Justicia de Paz de William
Marbury.
El nuevo Congreso, controlado por los Republicanos, revocó la
Ley de regulación del Poder Judicial de 1801 y sancionó su propia Ley
del Poder Judicial en 1802. Para asegurar que la Corte Suprema no
declarara inconstitucionales sus actos, una de las provisiones de la Ley
del Poder Judicial de 1802 fue cancelar las sesiones de la Corte Supre-
ma de 1802. Entonces, Marbury tuvo que esperar hasta 1803 para que
la Corte decidiera su caso.
Cuando la Corte finalmente decidió el caso de “Marbury”, lo deci-
dió con el conocimiento que el Congreso ya lo había censurado por un
año, y si decidía en contra de los Republicanos lo mejor que podría
pasar era que los Republicanos ignoraran esa orden. Lo más grave que
podía pasar era un juicio político contra el juez Samuel Chase, lo que
ocurrió de todos modos24.
Solamente en este contexto podemos entender el fallo de “Mar-
bury” como un intento de un poder judicial débil y amenazado por
luchar por su propia existencia. La Corte tuvo pocas buenas opciones.
Si no hacía nada, habría sido visto como un cuerpo impotente que no
podía defenderse contra un ataque directo a su independencia (v. gr.,
la cancelación de su mandato de 1802). Por otro lado, si reprendía a
los Republicanos y ordenaba que se entregaran las comisiones, sin
duda la orden no sería respetada y probablemente sería denunciado el
juez Samuel Chase.
Entonces, ¿qué hizo la Corte en realidad? Si bien estamos acos-
tumbrados a decir que “Marbury” estableció la revisión judicial, lo
cierto es que la revisión judicial fue contemplada desde la ratificación
de la Constitución y la primera Ley del Poder Judicial aprobada por el
Congreso en 178925. Tampoco podemos decir con toda sinceridad que
24 Ver Sanford Levinson y Jack M. Balkin, What are the Facts of Marbury v. Madi-
son?, borrador para ser publicado en Constitutional Commentary, 2003, www.yale.edu/
lawweb/jbalkin/articles/whatarethefactsofmarbury1.pdf, p. 6; Mark A. Graber, The Scholars-
hip of Sanford Levinson: Establishing Judicial Review: Marbury and the Judicial Act of 1789, 38
Tulsa L. Rev. 609, 618 (2003).
25 Ver Alexander Hamilton, The Federalist Papers 78; Saikrishna B. Prakash y John
C. Yoo, The Origins of Judicial Review, 70 U. Chi. L. Rev. 887 (2003).
88 Jeremy Robbins
Doctrina
28 Ver Graber, The Scholarship of Sanford Levinson: Establishing Judicial Review: Mar-
bury and the Judicial Act of 1789, cit. (“Judicial review survived in the new partisan political
universe brought forth by the Revolution of 1800 because the Marshall Court, while continuing to
make anti-partisan noises, used the judicial power only when doing so advanced policies preferred
by at least some members of the dominant Jeffersonian coalition. Judicial review in 1803 and
afterwards was a means for advancing various political interests, not a device for checking natio-
nal majorities”).
29 Ver Levinson y Balkin, What are the Facts of Marbury v. Madison?, cit., p. 18 (“an
important part of the work of courts is to achieve good consequences through a careful combina-
tion of judicial assertion and judicial restraint ; through knowing when to intervene and when
to stay aloof, when to goad the political branches into action and when to avoid creating unneces-
sary strife and risk backlash and reaction”); ver, también, Graber, The Scholarship of Sanford
Levinson: Establishing Judicial Review: Marbury and the Judicial Act of 1789, cit., donde se
destaca: “La decision judicial por la cual la justicia carece de jurisdicción suficiente para
proveer una orden escrita habilitando a Marbury a obtener su comisión ilustra como la
justicia estratégicamente manipula la ley para evitar tomar decisiones que podrían
dañar el prestigio y el poder del sistema judicial” (“The judicial ruling that the Justices lac-
ked the jurisdiction necessary to issue a writ entitling Marbury to his commission illustrates how
Justices strategically manipulate law to avoid making decisions that might damage judicial pres-
tige and power”).
90 Jeremy Robbins
Doctrina
Lo que está muy claro es que cualquier éxito que pueda atribuír-
sele a “Brown” no se debe ni a su lógica o a su razonamiento legal. Al
contrario, existe un consenso en que la justificación dada para soste-
ner lo resuelto es, en el mejor de los casos, poco convincente35 y, en
el peor de los casos, implícitamente racista por la forma en que presu-
me la inferioridad de los afroamericanos36.
Entonces, si “Brown” no es un éxito ni por la integración de las
escuelas ni por su razonamiento legal, ¿por qué debemos celebrar la
decisión de la Corte en el caso? Ésta es una pregunta que no se res-
ponde fácilmente. No obstante, si aceptamos que “Brown” es un éxito,
solamente podemos hacerlo a partir de entender cómo la Corte existe
en el sistema político y cómo maneja su propio capital político37. La
importancia de entender a la Corte y a “Brown” de esta manera es que
permite a los adherentes del litigio estratégico un mejor entendimien-
to sobre el abordaje y los límites de estas acciones. Entonces, para
empezar a entender “Brown”, hay que entender en qué situación se
encontraban la sociedad y la Corte en 1954.
Para 1954, las escuelas no eran las únicas instituciones con segre-
gación. Casi todas las instituciones de la sociedad, desde los hospitales
92 Jeremy Robbins
Doctrina
hasta los cementerios, los hoteles, los parques, y los baños públicos,
estaban segregadas. Pero sin duda, la institución más importante que
sufría este problema era el casamiento. En casi todos los estados (con
excepción de Vermont) existían leyes criminalizando el casamiento
entre personas de diferentes razas. Para ese año, leyes de este tipo eran
habituales en el sur de los Estados Unidos. El miedo a la unión de
razas era tan fuerte que incluso una prominente teoría postulaba que
“sólo una gota” de sangre de una persona afroamericana bastaba para
hacer a alguien afroamericano. Es decir, si alguien tenía aún un único
antepasado afroamericano, sería visto como tal por los demás. Este
temor a la mezcla de razas era fundamental en el pensamiento de
muchos ciudadanos blancos del sur, y hay de hecho suficiente evi-
dencia que muestra que cualquier intento de cambio con relación a
estas leyes hubiese aparejado una fuerte oposición e incluso violencia.
De alguna manera, la decisión en “Brown” trató tanto de la cues-
tión del casamiento como de las escuelas. En esencia, la pregunta en
“Brown” fue la misma pregunta de “Plessy v. Ferguson”38 de 1896. En
“Plessy”, la Corte Suprema decidió que la separación de las razas en
los trenes –ya que a los afroamericanos se les permitía sólo viajar en
tercera clase– no violaba la Constitución. Allí la Corte creó el famoso
estándar “separados pero iguales”. A la luz de “Plessy”, la pregunta
que contestó la Corte en “Brown” no solamente se refirió a la situa-
ción de las escuelas separadas, sino que abarcó a la separación de razas
practicada por la mayoría de las instituciones del Estado. Si decidía
que la segregación era inconstitucional, la implicancia sería que todas
las instituciones separadas, y especialmente la institución del casa-
miento, también lo serían.
Existe evidencia de que los ministros de la Corte anticiparon la
violenta oposición que supondría su decisión de integrar las escue-
las39. Si también trataban de anular las restantes leyes que consagra-
ban la segregación en hospitales, buses, restaurantes, y otras institu-
ciones, parece bastante claro que la decisión no habría sido respetada
porque, además de la previsible resistencia que ello generaría en el
sur, la Corte tampoco contaba con un poder ejecutivo ni un congreso
dispuestos a obligar a los estados de la unión a cumplir con la orden40.
94 Jeremy Robbins
Doctrina
43 “Giles v. Harris”, 189 U.S. 475 (1903), citado en Pildes, Democracy, Anti-Demo-
cracy, and the Canon, citado.
44 Ibídem.
45 “Brown v. Board of Education”, 347 U.S. 483, 495 (1954).
96 Jeremy Robbins
Doctrina
98 Jeremy Robbins
Doctrina
71 Ver Williams, Brown v. Board of Education Fifty Years Later: What Makes for Great-
ness in a Legal Opinion?, cit.: “La elección de palabras del fallo Brown fue vista por
muchas juntas escolares sureñas como una invitación a resistir, pararse y demorar”
(“Brown II’s choice of words was viewed by many Southern school boards as an open-ended invi-
tation to resist, stall and delay”).
72 Eskridge, Jr., Public Law from the Bottom Up, cit.: “La decisión de la Corte en 1955
fue que revertir inmediatamente la segregación no era posible, y su formula de ‘a toda
velocidad deliberada’ buscaba darles discreción a los tribunales inferiores para tener ali-
vio político” (“The Court’s judgment in 1955 was that immediate desegregation was not possi-
ble, and its ‘all deliberate speed’ formulation sought to give lower courts discretion to tailor relief
politically”).
73 Como nota Jack Balkin, “aunque ‘Brown v. Board of Education’ costó la Corte
Suprema un monto considerable de capital político en el Sur a la corta, a la larga la deci-
sión bruñía la reputación de la Corte considerablemente en la nación en general”. Jack
El desafío para una Corte a la que le falta capital político para obli-
gar a los otros poderes a que cumplan con sus órdenes, entonces, es
dictar un fallo que logre modificar el debate y que lo incentive. Debe
liderar, pero debe ser prudente, puesto que si no correrá el riesgo de
que la sociedad no recoja el guante. Debe pensar en cómo puede pro-
mover un debate que resulte capaz, en última instancia, de provocar
el cambio deseado.
M. Balkin, Essay: Bush v. Gore and the Boundary Between Law and Politics, 110 Yale L.J.
1407 (2001). Ver también Siegel, Equality Talk: Antisubordination and Anticlassification
Values in Constitutional Struggles over “Brown”, cit.: “Cuando ‘Brown v. Board of Educa-
tion’ prohibió la segregación racial en la educación pública, inauguró un gran debate
sobre la igualdad de ciudadanía y federalismo que duró hasta la segunda mitad del siglo
veinte. El caso reverbera con conflicto acerca de las posibilidades –y los límites– del
derechos constitucional”).
74 “Verbitsky, Horacio s/hábeas corpus”, citado.
75 Por una discusión de “Verbitsky” y el art. 43, CN, ver Courtis, El caso “Verbitsky”:
¿nuevos rumbos en el control judicial de la actividad de los poderes políticos?, cit.; Mariano H.
Espósito, Control de constitucionalidad en el caso “Verbitsky”, ElDial.com, 21/11/2005.
tico para hacer que los otros poderes y la sociedad cumplan con su
orden. Si no puede lograrlo, debe pensar de un modo más estratégico.
Para ello debe examinar si puede ejercer su influencia a través de una
decisión que instale y promueva un debate que redunde en la defensa
de ese derecho por parte de los otros poderes políticos, y a la vez esta-
blezca a la Corte como un cuerpo capaz de defenderlo en el futuro.
La habilidad de hacer que los otros poderes y la sociedad cumplan
con sus decisiones depende principalmente del capital político de la
Corte, pero también de la visión que la sociedad tenga del tema (nóte-
se cómo la Corte estadounidense estuvo dispuesta a decidir “Brown”
pero no estuvo dispuesta a decidir “Naim”, el caso sobre el casamien-
to) y de la percepción de los otros poderes (nótese cómo la Corte esta-
dounidense era más cautelosa en los años 50, cuando el presidente
Eisenhower rehuía involucrarse en el debate, pero empezó a ejercer
una mayor actividad en los años 60 cuando los presidentes demostra-
ban una voluntad cierta de combatir el racismo institucional).
“Verbitsky” es un buen caso para analizar la capacidad de la CSJN
para influir en el debate y liderar cambios sociales, ya que el éxito o
el fracaso dependerán fuertemente de su propio capital político y de la
fuerza de su decisión. Es un hecho que el tema de las cárceles es un
asunto en que los poderes ejecutivo y legislativo se han mostrado poco
interesados en resolver. Entonces, la primera pregunta para entender
lo decidido por la CSJN en “Verbitsky” es si ella contaba con el capital
político suficiente para solucionar el problema de la sobrepoblación en
forma directa (ello presuponiendo que una solución directa a un pro-
blema tan estructural aún existe)76. Es decir, hay que determinar si la
76 Alguna gente, inclusive los mismos abogados del Centro de Estudios Legales y
Sociales que llevaron el caso “Verbitsky”, han comentado al autor que tienen dudas
acerca de que exista una solución directa al problema. Ellos argumentan que el proble-
ma es tan estructural y de tal magnitud que ninguna Corte del mundo podría solucio-
narlo directamente. Aun si una Corte poseyera el capital político para dejar en libertad
a bastantes presos como para solucionar el problema del hacinamiento hoy, problemas
similares persistirían en el futuro.
Esta crítica es fuerte. Es cierto que el problema carcelario requiere cambios estruc-
turales en las prácticas y en el pensamiento tanto del poder político como de la socie-
dad, y que este cambio no puede producirse inmediatamente. Pero ni el hecho de que
el problema sea estructural y gravísimo, ni que no pueda solucionarse todo en lo inme-
diato, implica asegurar que no hay medidas y acciones que una Corte puede imple-
mentar para enfrentarlos directamente. Por ejemplo, muchos países del mundo utilizan
un sistema de fianzas por el cual se permite que la mayoría de los internos mantengan
su libertad hasta tanto reciban su condena. En la Argentina existen las fianzas, pero no
son utilizadas frecuentemente. Si la CSJN gozara de suficiente capital político, podría
haber ordenado que se implemente un sistema así de inmediato. Este orden tendría
rápidos efectos para reducir los problemas derivados de la utilización de la prisión pre-
ventiva. Igualmente, en algunos países del mundo existen leyes de speedy trial,
según las cuales si un procesado no recibe su condena en un tiempo determinado, no
puede ser condenado. En los Estados Unidos, estas leyes son imposiciones constitucio-
nales. De modo similar, si la CSJN tuviera bastante capital político, podría decir que la
Constitución demanda que los juicios finalicen en un determinado período. Estos dos
ejemplos, el sistema de fianzas y las leyes de speedy trial, son ejemplos de algunas medi-
das directas que una Corte con suficiente capital político puede implementar para solu-
cionar en forma directa algunos de los problemas derivados del hacinamiento carcelario.
Lo importante es que existen medidas que pueden solucionar en forma directa los
problemas que resultan del hacinamiento carcelario y que la CSJN no tiene el capital
político para ordenarlas. En este contexto, en la siguiente parte del artículo se analiza-
rá cómo la CSJN trató el tema y cómo podría haberlo hecho de una mejor manera.
77 Ver la discusión de la disidencia parcial del juez Fayt en el apartado III. 1.
78 Un juez de ejecución ha comentado al autor que hay una disminución de alre-
dedor de mil personas en prisión preventiva, pero esto no soluciona el problema de
hacinamiento, y no hay evidencia de que las prácticas que de él resultan hayan cam-
biado. A su vez, el fallo habría sido uno de los factores que motivaron una reforma de
la ley penal de la provincia de Buenos Aires, pero no resulta claro si esta revisión ha
mejorado las condiciones de detención.
79 Ver el apartado III. 2 para una discusión sobre qué es exactamente lo que orde-
nó y lo que no ordenó la CSJN en “Verbitsky”.
80 Hay que notar que el análisis que se presenta en este artículo, por razones de
espacio, va a ser bastante superficial ya que se limita a los miembros de la Corte. Como
nota Alejandro Carrió, hay otros cuerpos que ejercen una considerable influencia sobre
el trabajo de la CSJN, como los secretarios del Tribunal o los secretarios y prosecretarios
letrados, que también deben ser analizados para tener una visión completa del funcio-
namiento del Tribunal. Al menos en cuanto a ello, este análisis va a resultar incomple-
to. Ver Alejandro Carrió, La Corte Suprema y su independencia, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1996, p. 26.
81 Ver Roberto Bergalli, Estado democrático y cuestión judicial, De Palma, Buenos
Aires, 1984, ps. 39-44, quien señala la influencia de la Constitución de los Estados Uni-
dos en el pensamiento de Juan B. Alberdi, especialmente en relación al Poder Judicial,
para el cual “todos los elementos definitorios de su jerarquía como poder o cúspide del
poder, en el Estado federal, son idénticos en una y otra Constitución” (p. 40).
82 Ver por ejemplo, Carrió, La Corte Suprema y su independencia, cit., p. 11, donde
se observa, en relación al balance de los poderes: “con excepción quizás de los primeros
períodos de actuación del Alto Tribunal y de algún otro más reciente, el balance gene-
ral no es bueno para nuestra Corte”); Bergalli, Estado democrático y cuestión judicial, cit.,
ps. 54 y 56, hace referencia al “falso marco de división de poderes” en la Argentina, y
agrega: “la experiencia de más de cincuenta años de gobierno de facto, removiendo a jue-
ces de derecho, ha demostrado la endeblez de la garantía constitucional de indepen-
dencia del Poder Judicial argentino”); Carlos H. Acuña, La dinámica político-institucional
de la reforma judicial en Argentina, VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Refor-
ma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, ps. 8-11, octubre de
2002, unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/CLAD/clad0043310.pdf (notando que
la CSJN ha sido “ineficiente, cuando no corrupta. Dependiente de la voluntad del Eje-
cutivo, es un poder que no asegura ni la igualdad ante la ley ni facilita el funciona-
miento de los mercados. En definitiva, el Poder Judicial en América Latina goza de una
imagen deteriorada que ya no encuentra la explicación de sus problemas en su com-
promiso con las necesidades de los poderosos”).
83 Por una discusión de esa época de la CSJN, ver Carrió, La Corte Suprema y su
independencia, cit., ps. 43-50; Eduardo Oteiza, La Corte Suprema: entre la justicia sin políti-
ca y la política sin justicia, Platense, 1994, p. 39.
84 Iaryczower, Spiller y Tommasi, Un enfoque estratégico para entender el comporta-
miento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cit.; véase, también, Gil Lavedra, Inde-
pendencia judicial: una cuestión prioritaria, citado.
85 Aunque la Constitución de la nación argentina, en el artículo 110, garantiza:
“los jueces de la Corte Suprema y de los tribunales inferiores de la Nación conservarán
sus empleos mientras dure su buena conducta, y recibirán por sus servicios una com-
pensación que determinará la ley, y que no podrá ser disminuida en manera alguna,
mientras permaneciesen en sus funciones”, en la práctica, los presidentes frecuente-
mente han ignorado este postulado. Para una discusión de la influencia de Perón
sobre la Corte, ver Bergalli, Estado democrático y cuestión judicial, cit., p. 83; Carrió, La
Corte Suprema y su independencia, cit., ps. 44-58; G. Helmke, Judicial Decision-Marking
and Strategic Defection: Court-Executive Relations in Argentina, 1976-1995, ponencia para
ser presentada en la Conference on the Scientific Study of Judicial Politics, Texas
A&M University, octubre 21-23, 1999, www.law.nyu.edu/lawcourts/pubs/workingpaperar
chive/helmke99.pdf. Para una discusión de la influencia de Menem sobre la Corte ver
Acuña, La dinámica político-institucional de la reforma judicial en Argentina, citado.
86 Ver Bergalli, Estado democrático y cuestión judicial, cit., p. 61.
87 Ídem, p. 79.
88 Ídem, p. 88; “ha sido responsable la jurisprudencia, en especial la de la Corte
Suprema, cuya doctrina al respecto [a personas privadas de su libertad} sólo varió en los
últimos tiempos en las palabras, mientras en sustancia continuó siendo la misma, lo
cual, como también se afirmó en el mencionado Informe de la CIDH … ha provocado
que el derecho de ‘hábeas corpus’ se viera frustrado en el país”).
89 Mientras originalmente en la CSJN había cinco miembros, el número fue
aumentado a siete durante la presidencia de Frondizi en 1958, ocho años después fue
reducido a cinco durante el golpe militar, cambió a nueve en 1990 por el presidente
Menem, y fue nuevamente reducido a cinco miembros por el actual presidente Kirch-
ner. Ver, en general, Gregorio Badeni, El número de jueces de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación, en “La Ley”, Sup. Actualidad, nº1, 28/11/2006; Carrió, La Corte Suprema y su
independencia, citado.
Cuando Menem propuso aumentar la CSJN a nueve miembros para ubicar a sus
aliados en la Corte, los actuales jueces intentaron detenerlo. Cuatro miembros de la
CSJN dictaron la Acordada 44/89 en oposición a la reforma. Pero la realidad es que esta-
ban incapacitados de frenarla, y pasó por el Congreso sin ningún sobresalto. Véase Otei-
za, La Corte Suprema: entre la justicia sin política y la política sin justicia, cit., p. 40; Carrió, La
Corte Suprema y su independencia, cit., ps. 153-155.
90 Bergalli, Estado democrático y cuestión judicial, cit.; Acuña, La dinámica político-ins-
titucional de la reforma judicial en Argentina, citado.
91 Ídem, p. 80.
100 Ver No prevé la Casa Rosada completar la Corte Suprema, en “La Nación”,
9/11/2006. Eventualmente, el presidente decidió achicar la Corte de nueve a cinco
miembros. Véase Ya es ley: la Corte Suprema tendrá menos miembros, en “La Nación”,
30/11/2006.
101 Ver por ejemplo, Preocupa a la Corte que Kirchner sume tanto poder. El tribunal
aspira a convertirse en un referente institucional, en “La Nación”, 15/10/2006, aquí se seña-
la que un juez de la Corte Suprema declaró: “El país está enfermo de hiperpresidencia-
lismo y el Gobierno se sorprende con nuestro activismo. No entiende que tenemos un
perfil profundamente social. Y les molesta que les ganemos la iniciativa política”; Más
presión de la Corte para que se defina el número de sus miembros, en “La Nación”, 8/11/2006;
Lorenzetti dijo que la finalidad de su función es “fortalecer al Poder Judicial, pues la Jus-
ticia estuvo en crisis, pero creo que desde hace unos años la gente nota un quiebre, un
cambio, y queremos liderar ese camino. Además, la Corte debe ejercer el gobierno del
Poder Judicial”. “Lorenzetti: ‘No puede pretenderse que ahora resolvamos todo en dos
meses’. El presidente del tribunal dijo a La Nación que las mejoras se notarán con tiem-
po”, en “La Nación”, 11/11/2006.
102 “Sejean c/Zaks de Sejean”, Fallos 308:2268 (1986).
103 “Verbitsky, Horacio s/hábeas corpus”, cit., disidencia parcial del juez Carlos S.
Fayt.
104 “Bazterrica, Gustavo M.”, citado.
105 Acuña, La dinámica político-institucional de la reforma judicial en Argentina, citado.
106 “Lorenzetti: ‘No puede pretenderse que ahora resolvamos todo en dos meses’.
El presidente del tribunal dijo a La Nación que las mejoras se notarán con tiempo”, en
“La Nación”, 11/11/2006.
una solución que respete los derechos de los internos. Para lograr ello,
la CSJN tendrá que encontrar un argumento moral y legal que cam-
bie el debate y la erija en un cuerpo capaz y dispuesto a defender los
derechos fundamentales. Este sendero es frágil. Si la CSJN emite una
decisión muy fuerte, corre el riesgo de que la sociedad no esté lista
para el debate y no acepte la decisión (como probablemente hubiese
pasado si en 1954 la Corte Suprema de los Estados Unidos hubiese
declarado la inconstitucionalidad de las leyes contra el casamiento
entre personas de diferentes razas), y también corre el riesgo de que
los otros poderes políticos reaccionen en contra de su decisión (como
pasó en el caso comentado anteriormente “Cía. Dock Sud de Buenos
Aires”, en el que Perón llevó un juicio político contra todos los miem-
bro de la CSJN excepto uno, en represalia por el fallo). En un país
donde el poder ejecutivo ha iniciado una gran cantidad de juicios polí-
ticos y ha cambiado varias veces el número de miembros de la Corte,
el temor a hacer demasiado y provocar una reacción en su contra es
algo que debe ser tenido en cuenta.
En este contexto, la CSJN debe ser fuerte en su mensaje pero fle-
xible en sus medidas. Es decir, si quiere dar impulso al debate, debe
sugerir una idea moral y legal que encuentre eco en la sociedad, pero
a su vez debe asumir la posibilidad de que los cambios no se produz-
can inmediatamente. Por ejemplo, en “Brown” la Corte estadouni-
dense sentenció que “separados pero iguales es inherentemente desi-
gual”. Como nota Paul Finkelman, aún no habiendo provocado la
integración inmediata de las escuelas, ““Brown” puso en marcha las
fuerzas que eliminaron la segregación”107. Aunque ni la racionalidad
del fallo ni las medidas para solucionar el problema eran claras, el
mensaje de igualdad resultaba incontrastable. Esta es la lección que
debe dejarnos “Brown”. Si la CSJN está usando sus poderes para
influir en el debate en lugar de utilizar sus poderes de obligar al cum-
plimiento, el mensaje que transmite el fallo es tan o más importante
que las resoluciones en ese sentido. De forma similar, al analizar “Ver-
bitsky” el mensaje del caso será tanto o más trascendente que la lógi-
ca legal o los remedios que sugiere, porque es el mensaje que motiva-
rá y orientará los cambios en el debate.
Hay tener en cuenta que, en razón de lo reciente de la decisión,
no puede analizarse la fuerza del mensaje de “Verbitsky” con el mismo
107 Finkelman, Book Review: Civil Rights in Historical Context: In Defense of Brown:
From Jim Crow to Civil Rights: The Supreme Court and the Struggle for Racial Equality. By
Michael J. Klarman, cit., donde realza: “‘Brown’ motorizó las fuerzas que eliminaron la
segregación” (“‘Brown’ set into motion the forces that eliminated segregation”).
108 Finkelman, Book Review: Civil Rights in Historical Context: In Defense of Brown:
From Jim Crow to Civil Rights: The Supreme Court and the Struggle for Racial Equality. By
Michael J. Klarman, citado.
109 No quiero disminuir la importancia de este hecho por dos razones. Primero,
la decisión redundó directamente en una reforma que quizás no sea ideal, pero que
cuando menos intentó cambiar las prácticas carcelarias en una manera positiva. Segun-
do, antes de esta decisión no era claro que la CSJN tenía el poder de ordenar al Poder
Legislativo provincial que reformara sus leyes. En la manera que este orden no provo-
có resistencia, y como resultado de ello, el Poder Legislativo provincial cambió su ley;
en algún sentido “Verbitsky” hizo lo mismo que la Corte estadounidense en “Marbury”:
sugirió tener un poder que es obvio que no tenía, y, en la medida en que se dio cum-
plimiento al fallo, se estableció que realmente tenía ese poder.
110 “Verbitsky, Horacio s/hábeas corpus”, citado.
111 Ibídem.
112 El hecho de que la CSJN tuviera que destacar que la situación no fue contro-
vertida tiene que ver con una realidad procedimental del fallo que también explica bas-
tante los límites de la decisión. Por llegar a la CSJN por una cuestión técnica –esto es la
discusión sobre si el artículo 43 de la Constitución contempla un hábeas corpus colecti-
vo y correctivo–, la CSJN no podía avocarse a analizar el fondo del caso. El CELS argu-
mentó que la importancia del caso ameritaba una decisión especial, en que la Corte
podía decidir las cuestiones de fondo; esto fue aceptado por la mayoría pero no por el
juez Fayt. Ver “Verbitsky, Horacio s/hábeas corpus”, cit., disidencia parcial del juez Car-
los S. Fayt.
solución. Debe hacer todo lo que esté a su alcance para que la socie-
dad encuentre una solución favorable.
El segundo problema, en estrecha relación con el primero, es que
el fallo busca crear consensos. Si se mira al éxito de “Brown” en pro-
mover debate, éste no es que haya permitido lograr consensos. Por el
contrario, su éxito es que puso de manifiesto el conflicto y propuso
ideas con la fuerza suficiente para dirigir las soluciones.
Esto sugiere que la CSJN no trató de motivar ni direccionar el
debate, sólo que no lo hizo en una manera eficaz. Por ejemplo, en su
segundo punto resolutorio declaró que “las Reglas Mínimas para el
tratamiento de Reclusos de las Naciones Unidas, recogidas por la ley
24.660, configuran las pautas fundamentales a las que debe adecuar-
se toda la detención”. Pero esta declaración sugiere más dudas que
certezas. ¿Cuáles son las Reglas Mínimas? ¿Por qué deben aplicarse
estos estándares y no otros? ¿En qué situaciones se aplican las
Reglas?115.
En este sentido, el mensaje de la CSJN es ambiguo. Si quiere pro-
mover el debate, no puede sólo sostener que la situación es inconsti-
tucional y que deben aplicarse las Reglas Mínimas. Debe definir exac-
tamente qué es inconstitucional y por qué lo es. Es decir, si quiere que
el fallo tenga influencia no sólo en cambiar una ley, sino también en
cambiar el eje del diálogo y las concepciones que permiten que estas
violaciones ocurran, no basta con invalidar leyes inconstitucionales,
sino que hace falta explicar bien por qué son inconstitucionales. El
hacinamiento es un gran problema en las cárceles, pero no es el único.
Como nota la CSJN, también existen problemas de falta de alimento,
de acceso a salud, de acceso a la educación, y de acceso al trabajo. Por
no adentrarse a analizar las cuestiones de fondo que hacen al hacina-
miento, no promovió el debate sobre por qué encarcelamos gente y
qué derechos deben tener los internos.
Algunos de los puntos resolutivos del fallo resultan muy útiles
para crear un ámbito para el cambio. Por ejemplo, el punto resolutivo
5 ordena:
115 Ver, por ejemplo, Salt, Marcos G., El derecho a condiciones carcelarias dignas: ¿un
nuevo modelo de control judicial? Certezas y dudas a propósito de un fallo trascendente de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
116 Más que ser imprudente, académicos como Marcos Salt, María Milicia y Víc-
tor Corvalán sugieren que quizá también sea inconstitucional por la forma en que viola
la separación de poderes. Ver, por ejemplo, Salt, El derecho a condiciones carcelarias dignas,
cit.; Milicic y Corvalán, Reflexiones sobre el rol de los jueces en el estado de derecho, cit., p. 12.
Esta orden podría ser dada juntamente con otras órdenes que la
CSJN emitió como la de frenar inmediatamente la detención de jóve-
nes y enfermos en la comisarías.
121 La Convención dice: “toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se
presuma la inocencia de toda persona acusada”. Convención Interamericana sobre
Derechos Humanos (1969), art. 8.2.
122 Convención Interamericana sobre Derechos Humanos (1969), art. 7.5.
123 “Jorge Alberto Giménez v. Argentina”, Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, Informe 12/96, Argentina, caso 11.245, 1/3/1996, www.cidh.oas.org/annualrep
/95spain/cap.III.argentina11.245.htm.
124 Ídem, párr. 84, citado.
125 Ídem, párr. 86, citado.
aun sin esta adentrarse en esta discusión “Verbitsky” logró una muy
importante reforma del Código Procesal Penal en relación al instituto
de la prisión preventiva, pero los cambios hasta este momento han
sido bastante limitados127. Una discusión más amplia acerca de por
qué encarcelamos ciudadanos no solamente ayudaría a abogar por
reformas progresivas en la prisión preventiva, sino que también indu-
ciría a propugnar reformas a mayor escala en el resto del sistema car-
celario.
Pero además de ser una lección de cómo la CSJN debe abordar un
tema específico como la prisión preventiva, “Brown” y la experiencia
estadounidense sugieren cuáles son los temas que la CSJN debe elegir.
Una corte con capital político limitado va a enfrentar casos en que
tanto las medidas dictadas para ser aplicadas al caso concreto (una
orden de liberar a ciertos internos) como el establecimiento de pautas
generales (la conclusión de que el hacinamiento viola el artículo 18 de
la Constitución) corren el riesgo de sufrir represalias tanto de parte del
poder ejecutivo como del legislativo. Aun si el poder ejecutivo no res-
pondiera de manera tan drástica como lo hizo Perón, promoviendo los
juicios políticos contra los jueces, bien podría tomar medidas más
tenues con el fin de ejercer presión, como lo ha hecho el presidente
Kirchner al no cubrir las vacantes. O podría, simplemente, ignorar las
órdenes de la CSJN, dificultando el logro del cambio social.
La CSJN deberá evaluar todos los riesgos antes de tomar estas
decisiones. En determinadas ocasiones, valdrá la pena tomar una deci-
sión que, o bien provocará represalias, o bien no será cumplida, si la
CSJN cree que en definitiva la sociedad la aceptará, y que la decisión
ayudará a motorizar las fuerzas de cambio en la sociedad, además de
contribuir a aumentar su capital político. Éste fue el tipo de profecía
moral que exhibió la Corte Suprema de los Estados Unidos en
“Brown”, y que se rehusó a mostrar en “Dred Scott”.
Pero en otros casos en que la sociedad no esté lista para un cam-
bio del debate, una decisión en ese sentido quizá le cueste mucho a la
Corte y acarree una oposición peligrosa que dificulte más aún el cam-
bio progresivo. Aun en estos casos, la CSJN tiene una opción positiva.
A veces hay que retroceder un poco para tomar impulso. A la CSJN
llegan miles de causas cada año. Aunque tiene que pronunciarse sobre
cada una de ellas, tiene el poder de decidir en cuáles se involucrará
IV. Conclusión
La CSJN logró mucho en “Verbitsky”, pero por no hacer suficien-
te hincapié en su poder de influir en el diálogo social, no logró tanto
como podría haberlo hecho. Especialmente con un poder judicial que
carece de altos niveles de capital político, el poder de influir en el diá-
logo y lograr cambios de forma indirecta puede ser tanto y aun más
fuerte que el poder de ordenar cambios directamente. Este poder
puede ser utilizado aun cuando los poderes ejecutivo y legislativo no
estén dispuestos a colaborar con el cumplimiento del fallo, y aun
cuando la sociedad no está lista para un debate sobre el tema. Además,
es un poder que permite ir al fondo de los problemas sociales más
arraigados. Si la CSJN se concentra en cómo mantener, fortalecer y
aumentar su capital político, puede asumir un rol más trascendente en
la defensa de derechos fundamentales, y erigirse como un importante
contrapeso para evitar la vulneración de estos derechos por el accio-
nar de los demás poderes.