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Como hemos señalado, las características generales de la química analítica fueron

establecidas a mediados del siglo pasado. Los métodos gravimétricos eran preferidos, por
lo general, a los volumétricos y el empleo del soplete era común en los laboratorios.

Autores como Heinrich Rose (1795-1864) y Karl R. Fresenius (1818-1897) publicaron


influyentes obras durante estos años, que establecieron las características generales de la
disciplina.

Karl R. Fresenius creó también un importante laboratorio dedicado a la enseñanza de la


química analítica y a la realización de análisis químicos para diversas instituciones estatales
e industrias químicas.

El desarrollo de los métodos instrumentales de análisis químico se produjo en el último


cuarto de siglo, gracias al establecimiento de una serie de correlaciones entre las
propiedades físicas y la composición química. Los trabajos de Robert Wilhelm Eberhard
Bunsen y Gustav Robert Kirchhoff establecieron las bases de la espectroscopia e hicieron
posible el descubrimiento de numerosos elementos.

En los últimos veinticinco años del siglo XIX, el análisis químico cuantitativo, se reducía
principalmente a los métodos gravimétricos y volumétricos y en menor proporción a la
colorimetría y a la gasometría.

Otros aspectos importantes para la realización de las gravimetrías fueron la invención, por Robert
Wilhelm Bunsen en 1855, de un mechero de gas adecuado al uso en el laboratorio, que se
acompañó del desarrollo de estufas de gas, hornos y muflas en la segunda mitad del siglo XIX y del
crisol filtrante en 1878 por Frank Austin Gooch (1852-1929) en la Universidad de Yale, que resultó
una mejora importante en el manejo de los precipitados difíciles de separar.

Se considera que Karl Remigius Fresenius (1818-1897) fue el impulsor del análisis químico en
general y del Gravimétrico en particular durante la segunda mitad del siglo XIX.

El primer tratado sobre la volumetría fue escrito por Karl Heinrich Schwarz (1824-1890) y
publicado en Braunschweig en 1850 con el título “Praktische Anleitung zu Maasanalysen”. Era un
texto bastante pequeño, destinado a los análisis industriales en el que solo mencionaba la bureta
diseñada por Gay Lussac.

Una aplicación relacionada con las agua minerales fue la de Alphonse Du Pasquier, (1793-1848),
que utilizó, por primera vez en 1840, una solución patrón de yodo para valorar el sulfhídrico
contenido en las aguas, utilizando el almidón como indicador. Utilizó un dispositivo que llamó
sulfhidrómetro, que consistía en un tubo graduado de vidrio con una salida capilar en el fondo y la
parte superior cerrada con un tapón que al quitarlo permitía a la solución fluir del capilar gota a
gota.
Nuevos instrumentos ópticos, como el colorímetro o el polarímetro, simplificaron e hicieron
mucho más rápidos una gran cantidad de análisis de importancia industrial. Las leyes
electroquímicas establecidas por Faraday y los medicamentos se basan muy bien, las
investigaciones de autores como O. Wolcott Gibbs (1822-1908) y la creación de laboratorios
de investigación como el de Alexander Classen (1843-1934) permitieron que las técnicas
de análisis electroquímico ganaran importancia en los últimos años del siglo XIX. En los
años veinte de este siglo, el polaco Jaroslav Heyrovsky (1890-1967) estableció las bases
de la polarografía que, más adelante, se convirtió en una técnica de análisis muy importante
de determinados iones y fue también empleada para el estudio de la naturaleza de los
solutos y los mecanismos de reacción en disolución. Otra de las técnicas importantes que
iniciaron su andadura en esos primeros años del siglo XX fue la cromatografía que se
desarrolló enormemente en las décadas posteriores. El siglo XX estuvo también
caracterizado por la llegada de nuevos instrumentos como el pH-metro y el gran desarrollo
de los métodos espectroscópicos, particularmente la espectroscopia infrarroja y
la resonancia magnética nuclear, que tuvieron una gran aplicación en muchas áreas de la
química, especialmente en química orgánica.

La química analítica ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de la ciencia.


Así, en 1894 Friedrich Wilhelm Ostwald escribió.

La química analítica, o el arte de reconocer diferentes sustancias y determinar sus


componentes, ocupa un lugar destacado en las aplicaciones de la ciencia, ya que nos
permite contestar las preguntas que surgen al emplear cualquiera de los procesos
químicos para fines técnicos o científicos. Por su gran importancia, la química analítica se
cultiva desde los inicios de la historia de la química y sus logros abarcan gran parte del
trabajo cuantitativo en todos los ámbitos de la ciencia.

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