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“a cuxtunco Delos todavia. Con frecuencia, los marinos que van a Bfira desde Trecén, la ciudad de Janto™, te han avis- tado en el golfo Sarénico, pero al volver de ffira ya no te han visto; corrias th por el ripido cauce del estrecho Euripo ¥ de olas ruidosas, y, en la misma jor- nada, rebuyendo las aguas del mar Calefdico ¥, nadaste hasta el cabo Sunidn de los Atenienses, 0 hasta Quios, © hasta los promontorios, bafiados por el agua, de la {sla Partenia —pues atin no era Samos—, donde te die- ron hospitalidad las ninfas Micalésides”, vecinas de Anceo™, Pero cuando ofreciste tu suelo como lugar natal para Apolo, los navegantes te impusieron el nom- bre de Delos a cambio del de Asteria, porque ya no sureabas las aguas invisible” a sus ojos y habias echa- do raices en las olas del mar Egeo. Y no temblaste ante Hera furiosa, Rugia ésta terri- Dblemente contra todas las parturientas que daban hijos ‘a Zeus, y, especialmente, contra Leto, la uiniea que estaba destinada a dar a Zeus un hijo mAs querido que Ares. Asi, ella misma estaba en acecho, desde den- ‘tro del éter, izritada hasta lo indecible, negando todo asilo a Leto, torturada por los dolores. Tenia, ademés, dos guardianes que vigilaban Ia tierra: uno, el impe- tuoso Ares, guardaba con sus armas el continente, apostado sobre la alta cumbre del Hemo® Tracio, ‘mientras sus caballos acampaban en el antro de siete recodos de Béreas; el otro centinela era la hija de ness 6 Taumante” y vigilaba las escarpadas islas, encaramada sobre el Mimante, Allf permanecian, y amenazaban a cuantas ciudades se aproximaba Leto, prohibiéndoles que Ja recibieran, La rehuyé Arcadia; la rehuy6 el 70 Partenio, montafia consagrada a Auge”; la rehuyé des. puss el viejo Féneo™; Ia rehuyé todo el pals de Pélo- pe® situado junto al Istmo, a excepcidn del Egialo™ y Argos: no Piso Leto aquellos senderos, pues el Ina- 07 pertenecia a Hera; en la misma carrera de rechazo 75, iba la tierra Aonia, y la seguian Dirce y Estrofia® Ievando de la mano a su padre Ismeno™, el de negros guijarros; y, mucho més atrés, les seguia el Asopo** de pesadas rodillas, desde que fue alcanzado por un ray, Profundamente conmovida, Melia, la ninfa del lugar, se retiré del coro, y sus mejillas empalidecie- 00 ron cuando vio estremecerse la cabellera del Helicén™, angustiada por Ja encina cuya vida es su vida. Diosas mias, Musas, decid: gnacieron realmente las encinas al mismo tiempo que las ninfas? «Las ninfas se ale. gran cuando Ia luvia hace crecer las encinas; las nin- as % Iris, ta mensajera de los doses. 2 Moate costero de Asia Menor, cercano a Ia isla de Qulos. > All, en Arcadia, Auge, hija de Ale, rey de Tegea, dio a ‘Tlefo, hijo de Heraces. & beeuenuuy Zeus amé a Egina, hija de Asopo. Bete persiguié al sede. tor, y Zeus lo fulmind, Desde entonces las aguas del ASOD srrastran carbones ‘O° La ainfa del fresno, uns driade local Beocia. 4 Monte de Beocia donde se rendla calto'a Apolo y a lat Musas, Su scabellerar son los Grboles, como es natural, aos 9 100 6 ccautaaco fas loran cuando las encinas pierden sus hojas.» Apolo, todavia en el seno materno, se encoleriz6 terriblemente con ellas® y, sin que fueran vanas sus amenazas con tra Tebas, dijo:

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