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LA EDUCACIÓN PARA EL SIGLO XXI

TODA UNA VIDA PARA APRENDER

por RICARDO DÍEZ-HOCHLEITNER

Extracto de Fuentes UNESCO, Abril 1996

Enseñar a conocer, a hacer, a vivir juntos, a ser: cualquier proyecto educativo para el
siglo XXI tendría que incluir esas cuatro misiones, y favorecer su acceso a lo largo de la
vida. Falta mucho para eso... Este hilo conductor del «Informe Delors», presentado el 11 de
abril, es el alma de este tema central, donde se presentan experiencias que confirman sus
propuestas. Se inicia con el retrato de un artista sexagenario que transmite su sabiduría a
los niños. En Estados Unidos, los más pequeños aprenden la tolerancia; en el Alto Egipto,
las escuelas primarias se adaptan a las limitaciones y necesidades locales. La educación es
enseñar un oficio a los adolescentes, como la hostelería en Jamaica. Pero también a los
adultos: en Tailandia, los hombres de negocios ayudan a los campesinos a convertirse en
pequeños empresarios y en la antigua Alemania del Este las mujeres encuentran un lugar en
la economía de mercado.

La publicación, del "Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo


XXI" patrocinado por la UNESCO no podía ser más oportuno. El siglo que está a punto de concluir
ha estado cargado de inmensas paradojas, entre grandes males, extraordinarios logros y no pocas
esperanzas inalcanzadas. Marcado por dos guerras mundiales, por genocidios espantosos, por la
acelerada degradación de la biosfera o por la miseria de una masa de marginados del creciente
bienestar de los ricos, también ha sido el siglo del mayor progreso científico y tecnológico y el de la
Declaración universal de los derechos humanos.

Ahora, sin embargo, las razones para la esperanza de un futuro mejor son abundantes ante
el conocimiento disponible, siempre y cuando cooperemos todos para que fructifiquen. Para ello es
preciso profundizar y extender el saber, además de vivir acordes con valores éticos y morales,
comenzando por una auténtica solidaridad y tolerancia. Tal ha sido siempre la convicción profunda
de los educadores y de cuantos han tratado y tratan de trabajar honestamente en favor de la paz y
del bienestar de los pueblos: ésta es la línea inspiradora del Informe.

La educación ha sido reconocida siempre, aunque con diversos grados de la percepción,


como factor esencial para la plena realización personal, así como para el progreso y desarrollo de la
respectiva sociedad. Pero los años sesenta fueron particularmente propicios a las inversiones en
educación. La formación de capital humano fue reconocida por aquel entonces, prioritaria para el
desarrollo económico. El correlativo desarrollo social, espoleado por la democratización y la
igualdad de oportunidades, así como el más o menos continuo crecimiento económico, crearon una
progresiva demanda de servicios educativos en todos los niveles.

ALTIBAJOS

En ese empeño, las iniciativas y las acciones locales e internacionales fueron innumerables.
Los logros también han sido considerables en su conjunto, aunque marcados por profundos
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altibajos, ante el cúmulo y dada la gravedad de otras urgencias inmediatas. Esa realidad cambiante
no ha dejado ver siempre, a todos los responsables, la absoluta prioridad que debía acordarse en
favor de un esfuerzo continuado de formación, aprendizaje, investigación y especialización puesto al
alcance de todos cuantos tienen el talento, la capacidad, y la voluntad perseverante de acceder y
aprovechar tales oportunidades.

Aunque el Informe no lo recalca, lo cierto es que, durante estas últimas décadas, ha sido
relativamente frecuente la extensión masiva de niveles y modalidades de enseñanza, la planificación
de sistemas educativos en pro de una mayor democracia e igualdad o las reformas educativas
globales y ambiciosas vinculadas al propósito de la calidad educativa y al principio de una educación
permanente (continuada), a lo largo de la vida, dentro de una visión prospectiva del modelo de
sociedad deseable para un futuro próximo. Eso ha sido así pese a la asignación muy dispar e
irregular de los recursos necesarios y pese a la atención desigual de los muchos y muy complejos
aspectos y problemas de ese conjunto, estrecha y necesariamente interrelacionado, que constituyen
el mundo del saber y de la educación, inseparablemente vinculado, a su vez, a toda la problemática
mundial y a sus posibles soluciones alternativas.

Lo que ha faltado sobre todo, una y otra vez, según también coincide el Informe, ha sido una
visión amplia, unos objetivos prioritarios bien definidos, realismo en las estrategias y tácticas de la
ejecución de los planes, autonomía suficiente de los centros educativos para el logro de una calidad
total, medios financieros y materiales adecuados, aprovechamiento sensato de las nuevas
tecnologías disponibles, actitud positiva y responsable en favor de la creatividad y de la innovación.
Tampoco han predominado el buen sentido necesario para adaptar todo ello a la identidad cultural y
a las legítimas aspiraciones modelo de convivencia y progreso de cada sociedad, en el marco de
una cooperación internacional activa y operante.

A mi modo de ver, la razón de tantas limitaciones y dificultades recurrentes es la falta de una


conciencia política, social y económica de la opinión pública y de sus líderes sobre el papel decisivo
que juegan los bienes de la educación para resolver los problemas mundiales más candentes y para
lograr las respectivas metas nacionales más ambiciosas deseables a medio plazo, gracias a
medidas, métodos y modalidades concretos y diferenciados para cada caso. Para ello hubiera sido
esencial e indispensable promover y mantener un debate vivo, continuo, profundo, realista y directo
entre todos los interlocutores (padres, alumnos, educadores, sectores productivos, administración,
líderes religiosos, políticos, empresariales, sindicales...). Un debate sin altibajos oportunistas, que
fuera aportando soluciones adaptadas a las cambiantes circunstancias, y que hubiera permitido
evaluaciones cuantitativas y cualitativas periódicas objetivas a fin de retroalimentar las sucesivas
mejoras y modificaciones. Tales empeños debían partir, en cualquier caso, de una propuesta
referencial coherente. En España, por ejemplo, un Libro Blanco definió las orientaciones de la
reforma global del sistema educativo, la cual se acometió en 1969 en aras de una educación
permanente. Más aún y sobre todo, así se concibió el Informe "Aprender a ser" de la Comisión de la
UNESCO, que presidió Edgar Faure (1972), en base al cual se perfilaron reformas en no pocos
países. Pero, en aquel entonces el enfoque fue más limitado y oportunista, dada la coyuntura de
revueltas universitarias, de marcado énfasis político, ante una sociedad «desarrollista» que se
proyectaba linealmente con escasa imaginación hacia el futuro.

NADA ES SEGURO

Le desafío de nuestro tiempo es mucho más amplio. Estamos probablemente ante el


surgimiento de una nueva era, de una nueva civilización en la que el trabajo es el bien más preciado
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en vez de una maldición divina, en la que las comunicaciones (los multimedia y el ciberespacio)
ponen al alcance de todos una información casi inabarcable, en la que todo se globaliza mientras
crece el conflicto con lo más próximo y local de cada cultura, y en la que casi todo es posible y nada
es cierto.

Ante estos desafíos el Informe plantea con razón, no sólo una inmensa tarea educativa social y
personal de cara al siglo XXI para formular y asumir nuevos conceptos de desarrollo y progreso (a la
vez éticos, eficaces y viables) sino también un gran esfuerzo político, empresarial y cultural para
lograr que cada sociedad adopte modelos de desarrollo acordes a su situación. Además, se necesita
una educación que contribuya eficazmente a la convivencia democrática, a la tolerancia y al espíritu
de solidaridad y de cooperación, tanto más ante un mundo en rápido y profundo cambio y dada la
creciente independencia de los países, tal y como venimos insistiendo en el seno del Club de Roma.

La tarea es inmensamente difícil, tanto más que, si bien la educación ha coadyuvado de


manera indiscutible a la ruptura con el pasado (al contribuir de forma decisiva a las grandes
transformaciones sociales, al desarrollo económico y al progreso científico y tecnológico) la
educación misma, en cambio, no ha roto nunca dramáticamente con éste, ni siquiera en el caso de
las grandes reformas educativas llevadas a cabo con algún éxito. Por lo tanto, la educación vive en
el pasado, porque el presente en el que se desenvuelve es ya profundamente diferente de la
realidad en respuesta a la cual ha sido concebida. Es urgente, por tanto, al menos la adaptación
flexible de la educación a las características de nuestra época además de acometer un gran
esfuerzo prospectivo, con un horizonte de unos veinticinco años, que facilite una visión de la
sociedad futura que es deseable y posible construir.

En esta encrucijada es evidente, como señala el Informe, que el sistema educativo y de


aprendizaje que escoja cada país debe depender esencialmente de la sociedad que los
conciudadanos deseen para ellos mismos. Asimismo, la formación, el aprendizaje y el
entrenamiento de los futuros docentes de esa educación permanente renovada deben tener muy en
cuenta sus propios derechos y responsabilidades.

Los seres humanos, y en especial los más jóvenes, queremos ser dueños de nuestro destino.
El futuro lo podemos y debemos tomar en nuestras propias manos, desde nuestros derechos,
empezando por asumir todos nuestros deberes. En ese empeño necesitamos estar informados,
disponer de conocimientos básicos interdisciplinarios y del conocimiento más avanzado en el campo
de nuestra respectiva vocación y afanes concretos, siempre espoleados por el saber y la cultura
universal. El hombre moderno sabe que necesita criterios para vivir en armonía con los valores que
proclama.

Para ello, para poder ser plenamente hombre y convivir en paz, libertad y progreso en el siglo
XXI, necesitamos educación, es decir aprendizaje, formación y profesionalización, además de
adquirir hábitos y actitudes positivas. Y para que así sea, la sociedad en la que vivimos (empezando
por la familia, la empresa, los gobiernos, las instituciones culturales, científicas y educativas) tiene
que estar convencida del necesario esfuerzo colectivo para que cada cual y todos a la vez podamos
hacer realidad ese sueño, esa esperanza, ese derecho, y esa oportunidad.

Pero sólo un debate abierto y continuo puede mover la voluntad política para lograr los
recursos humanos y materiales, instaurar la sociedad del conocimiento y hacer del capital humano
(hombres en los que se ha invertido para que dispongan de mejores bienes del espíritu) el principal
recurso del planeta.
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Ese debate universal necesario, esa revolución humana global es la que puede y debe surgir
en torno al Informe "Educar para el siglo XXI" que ha elaborado con extraordinario acierto la
Comisión presidida por Jacques Delors, en un alarde de omni-comprensividad, amplio análisis,
apretada síntesis, visión a largo plazo e inspiración humanista, junto con el más exquisito respeto a
la gran diversidad de circunstancias y culturas.

LOS QUINCE DE LA COMISIÓN

Constituida oficialmente a comienzos de 1993, la Comisión Internacional sobre la Educación


para el Siglo XXI redactó su informe tras ocho reuniones plenarias y ocho sesiones de grupos de
trabajo. Presidida por Jacques Delors (Francia), ex presidente de la Comisión Europea, está
compuesta por 14 miembros: In'am Al-Mufti (Jordania), especialista de la condición femenina; Isao
Amagi (Japón), especialista de educación; Roberto Carneiro (Portugal), presidente de TVI
(Televisão Independente); Fay Chung (Zimbabwe), ex ministra de Educación; Bronislaw Geremek
(Polonia), historiador, diputado de la Dieta polaca; William Gorham (Estados Unidos), especialista de
política pública; Aleksandra Kornhauser (Eslovenia), directora del Centro Internacional de Estudios
Químicos de Lubliana; Michael Manley (Jamaica), ex primer ministro; Maricela Padrón Quedo
(Venezuela), socióloga, ex ministra de Familia; Marie-Angélique Savané (Senegal), socióloga; Karan
Singh (India), diplomático y varias veces ministro; Rodolfo Stavenhagen (México), investigador en
ciencias políticas y sociales, Myong Won Suhr (República de Corea), ex ministro de educación; Zhou
Nanzhao (China), especialista de educación.

B IOGRAF ÍA DEL AUTOR

RICARDO DÍEZ- HOCHLEITNER

Miembro del personal de la UNESCO (1958-1968), Director del


Departamento de Planificación y de Financiamiento de la Educación
(1964-1968), Miembro del Consejo Ejecutivo de la UNESCO (1970-
1976), y Presidente Ejecutivo de la Comisión Nacional Española
(1969-1974). Adscrito por la UNESCO fue igualmente primer Director
de la Educación en el Banco Mundial (BIRD). Vicepresidente de la
Fundación Santillana y Presidente del Club de Roma.

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