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Enseñar a conocer, a hacer, a vivir juntos, a ser: cualquier proyecto educativo para el
siglo XXI tendría que incluir esas cuatro misiones, y favorecer su acceso a lo largo de la
vida. Falta mucho para eso... Este hilo conductor del «Informe Delors», presentado el 11 de
abril, es el alma de este tema central, donde se presentan experiencias que confirman sus
propuestas. Se inicia con el retrato de un artista sexagenario que transmite su sabiduría a
los niños. En Estados Unidos, los más pequeños aprenden la tolerancia; en el Alto Egipto,
las escuelas primarias se adaptan a las limitaciones y necesidades locales. La educación es
enseñar un oficio a los adolescentes, como la hostelería en Jamaica. Pero también a los
adultos: en Tailandia, los hombres de negocios ayudan a los campesinos a convertirse en
pequeños empresarios y en la antigua Alemania del Este las mujeres encuentran un lugar en
la economía de mercado.
Ahora, sin embargo, las razones para la esperanza de un futuro mejor son abundantes ante
el conocimiento disponible, siempre y cuando cooperemos todos para que fructifiquen. Para ello es
preciso profundizar y extender el saber, además de vivir acordes con valores éticos y morales,
comenzando por una auténtica solidaridad y tolerancia. Tal ha sido siempre la convicción profunda
de los educadores y de cuantos han tratado y tratan de trabajar honestamente en favor de la paz y
del bienestar de los pueblos: ésta es la línea inspiradora del Informe.
ALTIBAJOS
En ese empeño, las iniciativas y las acciones locales e internacionales fueron innumerables.
Los logros también han sido considerables en su conjunto, aunque marcados por profundos
2.
altibajos, ante el cúmulo y dada la gravedad de otras urgencias inmediatas. Esa realidad cambiante
no ha dejado ver siempre, a todos los responsables, la absoluta prioridad que debía acordarse en
favor de un esfuerzo continuado de formación, aprendizaje, investigación y especialización puesto al
alcance de todos cuantos tienen el talento, la capacidad, y la voluntad perseverante de acceder y
aprovechar tales oportunidades.
Aunque el Informe no lo recalca, lo cierto es que, durante estas últimas décadas, ha sido
relativamente frecuente la extensión masiva de niveles y modalidades de enseñanza, la planificación
de sistemas educativos en pro de una mayor democracia e igualdad o las reformas educativas
globales y ambiciosas vinculadas al propósito de la calidad educativa y al principio de una educación
permanente (continuada), a lo largo de la vida, dentro de una visión prospectiva del modelo de
sociedad deseable para un futuro próximo. Eso ha sido así pese a la asignación muy dispar e
irregular de los recursos necesarios y pese a la atención desigual de los muchos y muy complejos
aspectos y problemas de ese conjunto, estrecha y necesariamente interrelacionado, que constituyen
el mundo del saber y de la educación, inseparablemente vinculado, a su vez, a toda la problemática
mundial y a sus posibles soluciones alternativas.
Lo que ha faltado sobre todo, una y otra vez, según también coincide el Informe, ha sido una
visión amplia, unos objetivos prioritarios bien definidos, realismo en las estrategias y tácticas de la
ejecución de los planes, autonomía suficiente de los centros educativos para el logro de una calidad
total, medios financieros y materiales adecuados, aprovechamiento sensato de las nuevas
tecnologías disponibles, actitud positiva y responsable en favor de la creatividad y de la innovación.
Tampoco han predominado el buen sentido necesario para adaptar todo ello a la identidad cultural y
a las legítimas aspiraciones modelo de convivencia y progreso de cada sociedad, en el marco de
una cooperación internacional activa y operante.
NADA ES SEGURO
en vez de una maldición divina, en la que las comunicaciones (los multimedia y el ciberespacio)
ponen al alcance de todos una información casi inabarcable, en la que todo se globaliza mientras
crece el conflicto con lo más próximo y local de cada cultura, y en la que casi todo es posible y nada
es cierto.
Ante estos desafíos el Informe plantea con razón, no sólo una inmensa tarea educativa social y
personal de cara al siglo XXI para formular y asumir nuevos conceptos de desarrollo y progreso (a la
vez éticos, eficaces y viables) sino también un gran esfuerzo político, empresarial y cultural para
lograr que cada sociedad adopte modelos de desarrollo acordes a su situación. Además, se necesita
una educación que contribuya eficazmente a la convivencia democrática, a la tolerancia y al espíritu
de solidaridad y de cooperación, tanto más ante un mundo en rápido y profundo cambio y dada la
creciente independencia de los países, tal y como venimos insistiendo en el seno del Club de Roma.
Los seres humanos, y en especial los más jóvenes, queremos ser dueños de nuestro destino.
El futuro lo podemos y debemos tomar en nuestras propias manos, desde nuestros derechos,
empezando por asumir todos nuestros deberes. En ese empeño necesitamos estar informados,
disponer de conocimientos básicos interdisciplinarios y del conocimiento más avanzado en el campo
de nuestra respectiva vocación y afanes concretos, siempre espoleados por el saber y la cultura
universal. El hombre moderno sabe que necesita criterios para vivir en armonía con los valores que
proclama.
Para ello, para poder ser plenamente hombre y convivir en paz, libertad y progreso en el siglo
XXI, necesitamos educación, es decir aprendizaje, formación y profesionalización, además de
adquirir hábitos y actitudes positivas. Y para que así sea, la sociedad en la que vivimos (empezando
por la familia, la empresa, los gobiernos, las instituciones culturales, científicas y educativas) tiene
que estar convencida del necesario esfuerzo colectivo para que cada cual y todos a la vez podamos
hacer realidad ese sueño, esa esperanza, ese derecho, y esa oportunidad.
Pero sólo un debate abierto y continuo puede mover la voluntad política para lograr los
recursos humanos y materiales, instaurar la sociedad del conocimiento y hacer del capital humano
(hombres en los que se ha invertido para que dispongan de mejores bienes del espíritu) el principal
recurso del planeta.
4.
Ese debate universal necesario, esa revolución humana global es la que puede y debe surgir
en torno al Informe "Educar para el siglo XXI" que ha elaborado con extraordinario acierto la
Comisión presidida por Jacques Delors, en un alarde de omni-comprensividad, amplio análisis,
apretada síntesis, visión a largo plazo e inspiración humanista, junto con el más exquisito respeto a
la gran diversidad de circunstancias y culturas.