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La “segunda independencia”: de Allende a Pinochet

Abstract: Aunque la épica de la independencia, con las figuras de O´Higgins, Carrera y


Rodríguez, han sido una constante en el discurso de identidad nacional, la retórica
refundacional que imperó en Chile entre 1970-1990, primero con la Unidad Popular, y
después con la dictadura de Augusto Pinochet, hicieron un uso particularmente intensivo
de esta narrativa. Ambos períodos albergaron ideologías opuestas, en los que se
reformuló constantemente la idea de una nueva independencia.

Autor: Diego Escobedo, estudiante de historia y periodista de la Pontificia Universidad


Católica de Chile. Correo: diescobedo@uc.cl

Palabras clave: Independencia, O´Higgins, Allende, Pinochet, Memoria

La idea de una “segunda independencia” en América Latina surge poco después del
período comprendido entre 1810-1823, vale decir el de la “primera independencia”. En el
caso chileno, el primero en hablar de “segunda independencia” fue el ministro Diego
Portales para referirse a la guerra contra la confederación Perú-Boliviana (1836-1839).
Conflicto que fue crucial en la consolidación del Estado chileno y de la identidad nacional1.
Posteriormente, el concepto fue retomado en 1844 por los intelectuales José Victorino
Lastarria y Francisco Bilbao. Ambos manifestaron “la misma preocupación por pasar de
una cultura de las armas (Primera Independencia) a una de las letras (Segunda
Independencia), para alcanzar la emancipación (espiritual, literaria, cultural) y construir
una literatura latinoamericana propia, que permita valorizar a América Latina”2.

La consigna volvió a dar vueltas entre los intelectuales con ocasión de los centenarios de
cada república latinoamericana en 1910. Pero recobró fuerza a mediados de los ´60, tras
el triunfo de la Revolución Cubana. Fidel Castro buscó expandir la revolución a lo largo de
América Latina bajo la consigna de realizar la “segunda independencia”, que concretara la

1 Gabriel Cid, “Nacionalizando la “segunda independencia” chilena. Fiestas y discurso cívico-religiosos en torno a la
guerra contra la confederación Perú-Boliviana, 1836-1851”, en Bicentenario. Revista de historia de Chile y América, Vol.
7, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2008, p.8.
2 Javier Pinedo, “El concepto Segunda Independencia en la historia de las ideas en América Latina: Una Mirada desde el

Bicentenario”, en Atenea, N° 502, Concepción, Instituto de Estudios Humanísticos de la Universidad de Talca, 2010,
p.155.
independencia de estas naciones del neocolonialismo y el imperialismo yankee3. Discurso
que hizo eco en la izquierda chilena y que, asimismo, sería reciclado posteriormente por
la derecha del mismo país.

Unidad Popular: de O´Higgins a Manuel Rodríguez

En la misma línea, Salvador Allende llegó a la presidencia de la república en 1970 con su


proyecto de la “vía chilena al socialismo”. En su primer discurso, tras la victoria en las
urnas, arengó a sus adherentes declarando “somos los herederos de los padres de la
patria y juntos haremos la segunda independencia: la independencia económica de
Chile”4. Con esto, Allende tenía su objetivo puesto en una causa que terminó siendo
aprobada por unanimidad en el congreso en 1971: la nacionalización del cobre.

No obstante, el proyecto de la Unidad Popular no se limitó a chilenizar el “sueldo de


Chile”, hasta ese entonces en manos de privados norteamericanos. Aunque pacífico en el
papel, Allende buscó realizar la revolución marxista dentro de la institucionalidad y el
marco legal de la constitución, lo que implicaba romper eventualmente con el
ordenamiento jurídico y económico, mediante una nueva constitución y constantes
expropiaciones. En medio de un clima de creciente tensión y conflicto, el mandatario trató
distintas formas de llegar a acuerdos, y recurrió también a figuras que concitaran la
unidad nacional.

En este contexto, Allende rebautizó al Parque Cousiño con el nombre aún vigente de
Parque O´Higgins. La interpretación tradicional de este acto es que el apellido Cousiño se
asociaba a una familia burguesa, una de las fortunas más grandes de la historia de Chile,
en una época en que el gobierno buscaba combatir la desigualdad mediante la
redistribución de las riquezas. No obstante, tampoco hay que olvidar que este espíritu
refundacional, también buscaba entroncar con la gesta independentista, y el nombre de
O´Higgins, en su calidad de padre de la patria, era un símbolo de unidad para los
chilenos. Asimismo, es interesante señalar ciertos puntos en común entre ambos líderes.
Mientras que Allende era masón, O´Higgins pertenecía (al igual que Bolívar y otros
próceres latinoamericanos) a una logia de inspiración masónica, la Logia Lautarina. Punto
que el mismo Allende planteó en un discurso ante la Gran Logia de Colombia durante su

3 Tanya Harmer, Chile y la Guerra fría interamericana, Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2013, p.57
4 Mario Amorós, Allende, la biografía, Santiago, Ediciones B, 2013, p.277.
visita al país cafetero5. Asimismo, el prócer de la independencia emprendió un gobierno
de corte liberal, cuyas reformas fueron fuertemente rechazadas por la elite conservadora.
Estos elementos en común, motivaron a que el presidente socialista se identificara con el
general chillanejo, al cual aludió en distintos discursos. Algo que terminó criticando la
oposición al gobierno, en boca del senador Juan Hamilton durante una intervención en el
congreso: “Reiteradamente y con poco respeto por los valores históricos, la Unidad
Popular ha comparado al Presidente Allende con Bernardo O´Higgins y Balmaceda”6.

El cambio de nombre vino acompañado de una reinauguración que incluyó la construcción


de “El Pueblito” en la zona norponiente del mismo parque. El sector, que incluía
restoranes, discoteques, ramadas y centros de exposiciones, buscó generar un jardín
“abierto al pueblo por el gobierno del pueblo”, alejándose de la connotación aristocrática
(los barrios Beauchef y República aledaños eran habitados por la clase alta santiaguina)
que tenía el parque. No es menor que dentro de la reinauguración, se pavimentó la
“elipse” donde se realiza la tradicional Parada Militar, con lo cual Allende buscó reforzar
su frágil relación con las Fuerzas Armadas, dando al parque el nombre del fundador de la
Escuela Militar. Tampoco es menor que detrás de esta remodelación, estuvieron asesores
cubanos responsables del Parque Lenin en La Habana, con lo cual la estética
antiburguesa, y revolucionaria, es adaptada y ligada al imaginario independentista criollo7.

En regiones, cabe destacar el caso del Parque Monumental Bernardo O´Higgins de


Chillán Viejo. La obra fue inaugurada en febrero de 1973, y se emplazó donde
originalmente estaba la casa donde vivió O´Higgins. El parque, diseñado por el arquitecto
Carlos Martner, cuenta hasta la actualidad con un mural de la destacada artista nacional
María Martner (hermana del arquitecto), donde se narran tres episodios de la vida del
prócer, además de una estatua ecuestre del general y un mausoleo donde reposan los
restos de su madre y hermana. Aunque no fue una iniciativa del Estado, sino gestado por
una fundación dirigida por Alfonso Lagos (director del diario local La Discusión)8, no es
casualidad la fecha en que logró concretarse el proyecto, en 1971. Cuando en Chile
imperaba un clima de efervescencia artística, revolucionaria y refundacional con una clara

5 Juan Gonzalo Rocha, Allende, masón, Santiago, Sudamericana, 2000, p.188.


6
Arturo Fontaine, Todos querían la revolución. Chile 1964-1973, Santiago, Zig-Zag, 2000, p.143.
7 Pía Montealegre, Jardín para el pueblo. El imaginario de la Unidad Popular en el Parque O’Higgins. Santiago: tesis para
optar al grado de Magister en Desarrollo Urbano, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2010, p.128.
8 “Mural de María Martner ubicado en el Parque Monumental Bernardo O´Higgins de Chillán Viejo” en Consejo de

Monumentos Nacionales de Chile. Disponible en: http://www.monumentos.cl/monumentos/monumentos-


historicos/mural-maria-martner-ubicado-parque-monumental-bernardo-ohiggins
inspiración ohigginiana. Tampoco es menor el hecho de que María Martner era muy
cercana al poeta Pablo Neruda, en cuyas casas desarrolló buena parte de su trabajo.

Pero O´Higgins no fue el único prócer reciclado por la Unidad Popular. José Miguel
Carrera contó con un billete propio, el de mil escudos, donde figuraba su imagen junto a
unos versos de Pablo Neruda del Canto General: "Dijiste libertad antes que nadie/Cuando
el susurro iba de Piedra en Piedra/ Escondido en los patios, Humillado". Nuevamente
apreciamos el concepto de libertad, ligado a la independencia, en el discurso oficialista,
ahora expresado a través de los versos del vate comunista9.

El premio nobel de literatura de Neruda en 1971 fue sólo uno más de los logros de la
Unidad Popular en el área de las artes. En términos culturales, ésta significó una época
de enorme creatividad y producción artística. El cine no escapó de este boom, como
podemos apreciar en el Manifiesto de los cineastas de la Unidad Popular (1970). En dicho
texto, el cineasta Miguel Littin destacó la importancia de las luchas sociales y de los
próceres de la Independencia como "herencia legítima y necesaria para enfrentar el
presente y proyectar el futuro"10.

De ahí que uno de los principales proyectos cinematográficos del gobierno de Allende, a
cargo de Patricio Guzmán, fue un film sobre el guerrillero Manuel Rodríguez, el héroe
independentista con quien la izquierda sentía mayor afinidad. Por algo, en 1964, cuando
se compuso la música incidental de la película muda El Húsar de la Muerte (1925), el
encargado de su realización fue el músico Sergio Ortega, miembro del grupo
Quilapayún11. No obstante, debido a la falta de recursos de la estatal Chile Films, y la
grave situación económica del país, Guzmán debió centrar sus esfuerzos en grabar el
documental La Batalla de Chile. “Asediados por diferentes frentes, los cineastas cercanos
a la UP habían visto en Manuel Rodríguez -el líder de la resistencia contra la reconquista
española- un tropo de su propia situación”12.

9 Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Silva Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en Chile 1973-1989, Santiago, Ocho
libros, 2012, p.66.
10 Ignacio Del Valle y Julien Belem, “Independencia y cine histórico en Argentina, Cuba y Chile (1968-1976):

Reinterpretando el mito nacional” en Cinémas d´Amérique Latine, N°18, Touluse, Presses Universitaires du Midi, 2010,
p.14.
11 Eliana Jara y Carmen Maturana, “Acercamiento a cuatro creaciones relativas a Manuel Rodríguez desde la crítica

periodística de la época del cine mudo y de la era pre cinematográfica” en Comunicación y medios, N°26, Santiago,
Instituto de Comunicación e Imagen. Universidad de Chile, 2012, p.104.
12Del Valle y Julien Belem, op. cit., p.14.
En suma, el proyecto ideológico de la Unidad Popular buscó hacer el link con la lucha que
encabezaron O´Higgins, Carrera y Rodríguez, reinterpretando la independencia como el
antecedente fundacional que legitimaba el proyecto de revolución socialista de su
gobierno. De ahí que Salvador Allende, durante la clase inaugural del año académico de
1972 en la Universidad de Concepción, criticó a “algunos revolucionarios que no sienten
el contenido de nuestra propia historia, que no les dan los valores reales que tienen a los
hombres que en esos momentos hicieron posible una lucha para nuestra independencia,
que no vibran con las gestas heroicas, que nacieron de la pujanza del pueblo, a través de
O´Higgins, los Carrera y Manuel Rodríguez, guerrillero del pueblo que ha hecho posible el
perfil nacional que desde entonces tenemos”13.

No hay que olvidar que la consigna de la “segunda independencia” tuvo su correlato de


forma bastante explícita a nivel artístico-cultural. Basta con mencionar el caso de un mural
de la Brigada Ramona Parra donde se leía "Los gorilas, la burguesía y los yanquis no
pueden impedir la segunda independencia", y otro donde se consignaba “el pueblo sigue
explotado a pesar de la independencia”. El mensaje era claro: había llegado el momento
de la independencia definitiva. “En Chile, ubicado en la periferia del sistema-mundo
capitalista, el proyecto de liberación sociocultural de la izquierda estaba profundamente
teñido de una crítica a la dependencia y al imperialismo”14.

Y es que este gobierno venía antecedido por el movimiento de la Nueva Canción Chilena
y el Nuevo Cine Chileno, donde realizadores de ambas plataformas, musical y
audiovisual, trabajaron sobre la base de un profundo compromiso social con el espíritu
revolucionario imperante, y promulgaron la necesidad de que esta independencia
económica se tradujera también en una independencia cultural (tema que trascendería
hasta la década de los ´80, cuando Los Prisioneros sacaron la canción “Independencia
cultural”). El grupo Inti Illimani, por ejemplo, incluyó en su álbum Viva Chile! una canción
titulada La segunda independencia. Entre sus estrofas, se escuchan los versos “Que los
países hermanos/ de Centroamérica y sur/ borren las sombras del norte/ a ramalazos de
luz”15. Aquí se evidencia la dimensión latinoamericana de esta lucha, resaltando la

13 Amorós, op. cit., p.404.


14 Martín Bowen, "El proyecto sociocultural de la izquierda chilena durante la Unidad Popular. Crítica, verdad e
inmunología política", en Nuevo Mundo Mundos Nuevos (en línea), Debates, publicado el 21 de enero de 2008,
consultado el 5 de junio de 2018. URL: http://journals.openedition.org/nuevomundo/13732
15 Inti Illimani, “La segunda independencia”, canción de Rubén Lena, en Viva Chile!, Roma, I Dischi Dello Zodiaco, 1973.
solidaridad y hermandad regional en contra de la dominación económica y cultural de los
Estados Unidos.

Cabe agregar que este esfuerzo refundacional, de generar discursos revolucionarios


herederos de la revolución independentista, fue común a todo el continente, y vino a
fortalecer los lazos de cooperación de la izquierda latinoamericana. Nuevamente Inti
Illimani nos da un ejemplo al respecto cuando, en 1969, lanzaron la canción Simón
Bolívar, compuesta por el uruguayo Rubén Lena. Allí no sólo se hace un homenaje al
libertador de Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Bolivia, sino que también al
padre de la patria de Uruguay, José Artigas, pues en la estrofa final se escucha: “en el sur
la voz amiga/ es la voz de José Artigas /que también tenía razón. Personaje a quien Lena
le dedicó posteriormente un tema propio, A Don José, hoy declarado himno popular
uruguayo16.

Dictadura Militar: refundando la refundación

Ya desde antes del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, que el emergente
gremialismo liderado por Jaime Guzmán llamaba a las Fuerzas Armadas a intervenir, pero
no para reponer el orden institucional anterior, sino para instaurar uno totalmente nuevo.
Tesis que terminó imponiéndose en el nuevo gobierno17.

Tras derrocar a Allende, la Junta Militar encabezada por el general Augusto Pinochet,
recibió una primera oleada de colaboradores civiles que emitió la “Declaración de
principios del gobierno de Chile” en octubre de 1973. En ella, se clamaba por un gobierno
nacionalista, y un Estado portaliano y autoritario. Su lucha antimarxista no sólo estaba
orientada a la reconstrucción moral y material de la nación, sino que también a “cambiar la
mentalidad de los chilenos”. Dicha declaración se presentaba como “irreformable, lo que
acentúa su carácter de fundacional”18. Si bien dicha declaración no fue asumida en su
totalidad por la Junta, sí hizo eco del espíritu refundacional que rodeaba al cambio de
régimen: la construcción de un nuevo Chile pasaba por la destrucción del otro. De ahí que
para el primer aniversario del golpe de Estado en 1974, Pinochet declaró en un discurso
que “por primera vez en este siglo, Chile tiene un gobierno únicamente nacional [que] se

16 Horacio Salinas, La canción en el sombrero: historia de la música de Inti-Illimani, Santiago, Catalonia, 2013, p.89.
17 José Manuel Castro, Jaime Guzmán, ideas y política 1946-1973. Corporativismo, gremialismo y anticomunismo,
Volumen I, Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2016, p.188.
18 Raúl Retting (presidente de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación), Informe de la Comisión de Verdad y

Reconciliación. Tomo I. Santiago, Ministerio del Interior, 1991, p.42.


contrapone al gobierno de los partidos o de clase, en que nuestro país se ha debatido
virtualmente desde 1891”. Dicho discurso fue redactado por Álvaro Puga, para muchos el
“cuarto miembro de la Junta”, quien llegó a decirle a Pinochet poco después del golpe “mi
general, esto que estamos haciendo es una revolución. Un cambio brusco. Un antes y un
después en la historia, eso tenemos que tenerlo claro”. Aunque Pinochet se mostró
incómodo con la palabra “revolución”, terminó por aceptar la idea de fondo19.

Según declaró Puga en entrevistas, él incluyó el concepto de la “segunda independencia”


en el discurso de la dictadura. En la misma línea, ordenó poner en el edificio Diego
Portales (ex UNCTAD III), las fechas 1810 – 1973 sobre un fondo de cobre para el acto de
la Declaración de Principios del Gobierno de Chile en marzo de 1974. Así, la historia
recordaría a las dos grandes juntas: la Junta Nacional de Gobierno de 1810, preludio de la
libertad del imperio español, y la Junta Militar de 1973, que emprendió la “liberación
nacional” del marxismo-leninismo. Más adelante, e inspirándose en un acto realizado en
homenaje al general San Martín en Buenos Aires, Puga puso la idea de construir la “llama
de la libertad” frente a La Moneda20.

Esta declaración fue redactada por el mismo Puga y Jaime Guzmán. Y es que los
gremialistas, junto a los Chicago Boys, constituyeron una segunda oleada de
colaboradores que le dieron sustrato ideológico y programático al discurso refundacional
de la dictadura. El proyecto del nuevo Chile ya estaba escrito, sólo faltaba la gesta
independentista que lo legitimara.

Esta vez la independencia no era del imperio español, ni del imperialismo yankee, sino del
marxismo internacional. La guerra era contra el terrorismo y los grupos subversivos
financiados por Cuba y la Unión Soviética, y la Unidad Popular el oscuro pasado con el
que había que romper. Pocas figuras históricas del antiguo Chile se salvaron, la más
conocida, era nuevamente el general Bernardo O´Higgins. “Como pocas veces Chile se
pobló de bustos con su figura y calles con su nombre. No hubo ninguna otra personalidad
–de uniforme o civil– que estuviera a la altura, a excepción de una que estaba viva y
gobernaba el país con celo y personalismo”21.

19 Juan Cristóbal Peña, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Santiago, DeBolsillo, 2013, p.108.
20 Ibid., p.108-109.
21 Juan Cristóbal Peña, “Pinochet detrás de los lentes”, en Dossier, N° 21, Santiago, Facultad de Comunicación y Letra.

Universidad Diego Portales, 2013, p.12.


Ahora O´Higgins no era sólo una figura que conciliara la unidad y el patriotismo de los
chilenos. Y las celebraciones del bicentenario del nacimiento del prócer cayeron como
anillo al dedo al régimen. Pinochet, al autonombrarse Capitán General, y trasladar los
restos del libertador- un 20 de agosto de 1979- en una pomposa ceremonia a la Cripta de
la Patria frente a La Moneda, y bajo la Llama de la Libertad (ambas construidas por su
régimen), buscaba establecer un inexorable paralelo entre su lucha y la que libró el prócer
chillanejo. Los dos capitanes generales pelearon una guerra de independencia. Las de
1810 y 1973. “Esas dos fechas representaban una cosa bien concreta: Chile tenía dos
libertadores que, lejos de competir, se complementaban de maravillas”22.

Quizás donde mejor se manifestó esto fue en la numismática. El cambio de régimen


económico en Chile implicó, entre otras cosas, el fin del escudo y el surgimiento de la
moneda de diez pesos, la cual contó con dos versiones que fueron emitidas de forma
paralela. En una de ellas, vemos al rostro del Libertador Bernardo O´Higgins, y en la otra,
la mujer alada, representación de la libertad, rompiendo sus cadenas y la fecha “11-IX-
1973”, reforzando así la correlación entre las dos independencias.

Como era de esperarse, el billete de Carrera con los versos de Neruda fue suprimido por
la dictadura. No obstante, los versos del vate fueron incorporados en el efímero billete de
cinco mil escudos, también con la efigie de José Miguel Carrera. Esta aparente
contradicción, se da en el contexto del duelo nacional decretado por la muerte de Neruda,
pero también puede ser interpretado como una forma de resaltar la idea de “liberación
nacional”. Para Errázuriz, “este texto se mantiene como una trágica ironía después del
golpe, posiblemente como un intento de justificar que el alzamiento en armas fue en
respuesta a un llamado a voces del pueblo (‘Cuando el susurro iba de piedra en
piedra’)”23. No por nada, una de las canciones favoritas del régimen, y que de hecho fue
cantada durante la inauguración de la Llama de la Libertad el 11 de septiembre de 1975,
fue Libre, del español Nino Bravo. La libertad ya no era de la opresión capitalista-
imperialista, sino del marxismo internacional, y del régimen proto-totalitario que estaba
gestando la UP.

Si bien no se siguió una política cultural definida o constante en el tiempo, los primeros
tres años del régimen estuvieron caracterizados por el uso intensivo de la Editorial

22 Idem.
23 Luis Hernán Errázuriz y Gonzalo Silva Quijada, El Golpe Estético. Dictadura militar en Chile 1973-1989, Santiago, Ocho
libros, 2012, p.23.
Nacional Gabriela Mistral (ex Quimantú), donde se buscó mitificar el 11 de septiembre
como un día “heroico y festivo”, uno más dentro de las celebraciones del mes de la patria,
sólo una semana antes del 18 de septiembre. A través de la producción de la misma
editorial (libros y suplementos) se buscó explicar a la población la necesidad del golpe,
detonador de una “segunda independencia”, y del proyecto refundacional y mesiánico
llevado a cabo por las Fuerzas Armadas “herederas del legado independentista
ohigginiano, de acuerdo al pensamiento conservador, nacionalista y militarista”24.

Los símbolos perdidos

El quiebre institucional de 1973 vino acompañado de una serie de profanaciones de los


símbolos y reliquias de la independencia. Los casos más lamentables son los de la piocha
de O´Higgins, el sable del libertador, y el acta de la independencia.

La primera, símbolo del poder de los presidentes chilenos, se perdió durante el


bombardeo a La Moneda, al igual que el sable de O´Higgins, por lo que Pinochet ordenó
forjar réplicas de ambos en base a fotografías. El acta de independencia corrió una suerte
aún más trágica. El documento fundacional de la república (firmado simbólicamente por
O´Higgins y sus ministros recién en 1832, durante el gobierno de Joaquín Prieto) fue
destruido en medio del ataque a La Moneda. No obstante, el acta contaba con una réplica
estampada en una placa de bronce. Un símbolo de poder no menor al acta original, y es
que durante el siglo XIX, se acostumbraba que el presidente de la república desfilara con
la placa en brazos. Se sabe que Pinochet la ubicó en un pedestal junto a su escritorio en
su oficina en La Moneda, para posteriormente llevársela una vez terminada la dictadura.
Desde entonces que su paradero es un misterio25.

Mejor suerte corrió el diario de José Miguel Carrera. Si bien no estaba en La Moneda al
momento del golpe, se le creyó perdido durante mucho tiempo, hasta que Pinochet
declaró a un historiador que el diario lo tenía “muy guardado en mi velador. Lo tengo
como libro de consulta”. Tras varias presiones para que Pinochet entregara el libro a la
DIBAM, el general finalmente lo cedió en 2005, un año antes de su muerte26. Así, el
“príncipe de los caminos” perdió su billete, pero recuperó su diario.

24 Isabel Jara, “Graficar una "Segunda Independencia": El Régimen Militar Chileno y las ilustraciones de la Editorial
Nacional Gabriela Mistral (1973-1976)”, en Historia, N°44, Santiago, Instituto de Historia. Pontificia Universidad Católica
de Chile, vol. 1, enero-junio, 2011, p.161.
25 Juan Cristóbal Peña, La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, Santiago, DeBolsillo, 2013, p.200.
26 Ibid., 108-109.
La reliquia de la independencia que vivió el periplo más complicado fue la bandera chilena
sobre la que se juró la independencia, el 12 de febrero de 1818. Dicha bandera
permaneció en el Museo Histórico Nacional hasta que fue robada por el comando Javiera
Carrera del Movimiento Izquierdista Revolucionario (MIR) en marzo de 1980.

El hecho enfureció a las autoridades de la época, pero por más esfuerzos que hizo la
dictadura, nunca logró ubicar el preciado objeto, y los miristas anunciaron que lo
mantendrían bajo su poder “hasta que Chile sea democrático de nuevo”. Fue recién en
2003, poco después de la conmemoración de los 30 años del golpe, que el ex secretario
general del MIR, Andrés Pascal Allende, devolvió el objeto al museo, a través de
familiares de Detenidos Desaparecidos, en una ceremonia pública27.

La carga histórica y metafórica de esta sustracción es más que evidente. El MIR vino a
cuestionar el discurso independentista de Pinochet. Él no vino a liberar Chile, sino todo lo
contrario. Y los símbolos de la gesta de 1810 debían ser usados en contra suya, no dejar
que la dictadura se apropiara de ellos.

El nombre Javiera Carrera, quien según la tradición bordó la bandera de la Patria Vieja,
no era azaroso; del mismo modo que otro grupo guerrillero, el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez (FPMR), escogió el nombre de la figura del prócer por la carga simbólica que
implicaba. El patrono del grupo guerrillero no podía ser otro que un guerrillero, maestro
del disfraz y del contraespionaje durante la Reconquista. Así como la derecha pinochetista
interrumpió bruscamente el primer gobierno marxista de Chile, la invasión de 1813 barrió
con el primer gobierno nacional en la historia de Chile. El imperio español recuperando
terreno, al igual que el imperialismo yankee. Y al igual que hace más de siglo y medio,
debía ser una situación transitoria. La etapa más oscura de la noche antes del amanecer,
y que Rodríguez logró vencer, así como la guerrilla marxista lograría vencer a la
dictadura, bajo la lógica del MIR.

Las consonancias son mayores de lo que parecen: en vida Rodríguez buscó empoderar a
las bases populares y fue un gran crítico del autoritarismo del gobierno de O´Higgins, lo
que motivó, según se cree, que fuera asesinado por orden del director supremo. Para
muchos se convirtió en el “primer detenido desaparecido de la historia”, por la
incertidumbre que ronda sobre la autenticidad de sus restos ubicados oficialmente en el

27Alejandra Matus, “El saludo del MIR a la bandera”, en Los archivos del cardenal. Casos reales, Andrea Insunza y Javier
Ortega editores. Santiago, Catalonia, 2011, pág 27-34.
Cementerio General28. Una trágica sincronía que actualizaba el mito de la independencia:
el Capitán General (Pinochet/O´Higgins), quien gobierna con puño de hierro, y no tolera la
rebeldía, ordena acribillar a Manuel Rodríguez (guerrillero/guerrilla). El círculo estaba
completo, y el final debía ser el mismo: Pinochet debía renunciar, o ser eliminado.

Por lo menos ese era el diagnóstico del FPMR y del MIR. Del cual se desprendía su
estrategia: establecer una guerrilla urbana que, mediante actos terroristas desestabilizara
la dictadura y generara un levantamiento popular en su contra, tal y como ocurrió a fines
de la Reconquista. Esto último no ocurrió, pero los miristas pudieron darse el lujo de fijar,
simbólicamente, cuándo se acabó la dictadura. No fue con la transición pactada iniciada
en 1990, sino recién en 2003 cuando Chile fue “democrático de nuevo”, en pleno gobierno
del socialista Ricardo Lagos, y ad portas de la reforma a la constitución de 2005.

Conclusiones

En retrospectiva, podemos apreciar que la figura de Manuel Rodríguez fue


tradicionalmente la favorita de la izquierda, incluso desde antes de la Unidad Popular. En
lo que respecta al llamado “padre de la patria”, Bernardo O´Higgins, llama la atención lo
bipolar de su figura. Una que ha sido manoseada tanto por la izquierda como por la
derecha chilena29. Bajo la óptica de Allende, O´Higgins fue primero que todo un
revolucionario, que le dio a Chile la independencia política; así como él, también
revolucionario, luchaba por la independencia económica. Con el golpe, fue otra la
interpretación histórica que se le imprimió a su legado. La admiración de Pinochet hacia
O´Higgins terminó opacando por completo las simpatías de la Unidad Popular hacia el
prócer, asociándolo hasta el día de hoy al dictador derechista. De ahí que el Partido
Comunista acusara desde el exilio, en 1979, que “para poder aparecer como
continuadores de O’Higgins, los fascistas deben mostrar una versión totalmente unilateral
del héroe. Solo subrayan su papel de soldado. Castran de su vida, acción y pensamiento
aspectos que ilustran su inalterable posición progresista y revolucionaria”30.

Así como O´Higgins era el Padre de la Patria, Pinochet debía ser el Padre del nuevo
Chile. En su afán por equipararse con el libertador, se tendió a descuidar la figura de otro

28 Jorge Baradit, Historia secreta de Chile, Santiago, Sudamericana, 2015, p.41-52.


29 Ulises Cárcamo y Cristián Guerrero, “Bernardo O´Higgins. Entre izquierda y derecha. Su figura y legado en Chile: 1970-
2008”, en Cuadernos de Historia, N° 39, Santiago, 2013.
30 Joaquín Gutiérrez Castro, “Bernardo O´Higgins entre el altar y el exilio: uso y abuso de la memoria del héroe en la

reinvención del imaginario nacional chileno durante la dictadura militar (1978-1979)”, en Seminario Simon Collier 2016,
Santiago, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2017, p.202.
prócer de la independencia, José Miguel Carrera, para muchos el verdadero padre de la
patria, cuyo legado ya había sido puesto en segundo plano (tras la figura de O´Higgins)
por distintos gobiernos, incluso desde antes de la Unidad Popular31.

Tampoco sobrevivió la dimensión latinoamericanista de esta lucha. Figuras como Bolívar


y José Martí, antes revolucionarios aliados, pasaron al olvido. La nueva “segunda
independencia” se contrajo a las fronteras chilenas en su afán nacionalista.

Destacar que mientras que la Unidad Popular llegó al gobierno con un programa definido
de refundación del país, el de la dictadura se fue forjando en el camino. Fue gracias a las
gestiones de Álvaro Puga y la segunda oleada de colaboradores civiles del régimen que
se pudo definir, recién en 1974, su proyecto para la nación. El slogan de la “segunda
independencia”, fue vaciado de contenido, e instrumentalizado en favor de la dictadura.

Arturo Fontaine señala en su libro Todos querían la revolución, que hacia los ´60, la
pregunta no era si la revolución vendría o no. La pregunta era cuándo. Fue justamente
con la intención de contener a la revolución marxista, que la derecha terminó apoyando al
programa de la “revolución en libertad” de Frei Montalva en 1964. No obstante, contrario a
lo que se esperaba, lejos de contenerla, la revolución en libertad terminó arando el camino
a la vía chilena al socialismo32. Un proyecto que apostaba por estar a la altura de la
revolución de 1810, que consagró la independencia de Chile. La de Allende no podía ser
cualquier revolución, tenía que ser ni más ni menos que una independencia.

Pero tras sólo tres años, el concepto de “independencia” fue resignificado, cambiando el
enemigo o potencia extranjera que amenazaba la soberanía nacional (de Estados Unidos
a la Unión Soviética); al igual que la noción de “libertad”, que ya no era libertad en
términos políticos, sino libertad económica. Concepto introducido por la revolución
neoliberal que significó el desembarco de los Chicago Boys al gobierno y la
despolitización de la sociedad que promulgaba el gremialismo de Jaime Guzmán. Lo que
habría permitido, a la larga, el despegue económico de Chile, y una lucha más eficaz
contra la pobreza, como sostiene el excandidato presidencial gremialista Joaquín Lavín en
su libro Chile: revolución silenciosa33. Así, la “revolución” finalmente no fue marxista, sino
neoliberalista. Y la nueva “independencia” de Chile, fue del marxismo internacional.

31 Julio Alemparte, Carrera y Freire, Santiago, Nascimento, 1965, p.8-19.


32 Fontaine, op. cit., p.12.
33 Joaquín Lavín, Chile: revolución silenciosa, Santiago, Zig Zag, 1987.
La destrucción de las tradicionales reliquias de la independencia viene a ser una señal
bastante potente del país que se acabó el 11 de septiembre de 1973, pero también,
contrario a lo que predicaba Pinochet, de la libertad que los chilenos perdieron. Así como
Pinochet se apropió indebidamente de objetos patrimoniales, que constituían verdaderos
símbolos de poder, los guerrilleros también robaron un objeto con una significación de
alcance nacional. Ambos, a su manera, se habían robado la libertad. Ambos definían, a su
merced, cuándo terminaría la guerra y cuándo se consolidaría la independencia. Ya el
Partido Comunista acusaba a fines de los ´70 que el “traidor” Pinochet, al haber
bombardeado al Palacio de Gobierno, y haber provocado la destrucción de la Declaración
de Independencia de Chile, escrita “de puño y letra” por O´Higgins, no era digno de
presentarse como heredero de su legado. Es más, su presencia y gobierno eran
considerados por el PC como una “atroz ofensa a la memoria de O’Higgins”. De ahí que el
verdadero homenaje al prócer, de carácter urgente para la colectividad, debía ser “limpiar
de Pinochet y su camarilla fascista a las fuerzas armadas chilenas”34.

Aunque la ultraizquierda terminó renegando de la figura de O´Higgins, y abrazando la de


Rodríguez, los comunistas insistieron en su reivindicación para el Bicentenario del prócer
chillanejo. Al grado de extender la metáfora señalando a Allende como el verdadero
equivalente de O´Higgins, puesto que ambos fueron derrocados por presión de la
oligarquía conservadora. Mientras que Pinochet, su opuesto por antonomasia, sería más
parecido a “Marcó del Pont, su esbirro san Bruno y el jefe militar realista amotinado contra
la república Tomas de Figueroa”35.

En nuestro continente, son varios los gobiernos, civiles y militares, que han abusado y
reciclado el discurso independentista en un afán por legitimar sus proyectos
refundacionales, como algo revolucionario, pero al mismo tiempo coherente con una
tradición que apela a la esencia misma de la nación. Una suerte de batalla o
“independencia” que quedó inconclusa a principios del siglo XIX, y que el actual gobierno
viene a concluir, cerrando el ciclo. Lo que ha llevado a resucitar la memoria de próceres
independentistas en distintos contextos históricos. San Martín ha sido usado tanto por
peronistas como izquierdistas y hasta por la dictadura de 1966 en Argentina36, y en la
actualidad Simón Bolívar es el gran gurú y caballo de batalla de la Revolución Bolivariana

34 Gutiérrez, op. cit., 204.


35 Gutiérrez, op. cit., 205.
36 Diana Paladino, César Maranghello y Lyne Strouc, “San Martín en el cine: Representaciones del siglo XX”,

En Cinémas d´Amérique Latine, N°18, Touluse, Presses Universitaires du Midi, 2010, p.29-37.
en Venezuela37. “La obsesión por la historia”, como la ha llamado Andrés Oppenheimer,
es común a lo largo de Latinoamérica, y cobra especial fuerza con gobiernos de corte
populista, convirtiendo en una práctica común el “pasear ataúdes” de líderes como Perón,
Bolívar, Alfaro, Artigas y Morazán, junto con proyectos de erigir a cada prócer nuevos
mausoleos38. Rituales similares al traslado que organizó Pinochet de los restos de
O´Higgins, desde el Cementerio General, pasando por el Templo Votivo de Maipú, hasta
la nueva Cripta de la Patria. Si bien este vicio refundacional, o incluso de “necrofilia”
política es algo que nuestro país parece haber superado, también nos dejó varios asuntos
sin resolver.

Para Elizabeth Jelin, todos los relatos nacionales son selectivos. Se escogen a los héroes
que después saldrán en los libros escolares. Y también “se constituyen en los blancos
para intentos de reformas, revisionismo y relatos alternativos”. Pues la historia tiende a
ser la de los vencedores, pero también habrá “relatos disidentes como resistencia al
poder”39. Quien compare al Chile del 4 de septiembre de 1970, con el del 11 de marzo de
1990 podrá apreciar un cambio sustancial. El país es radicalmente distinto, una auténtica
revolución (o contrarevolución) se llevó a cabo entremedio. Miles de muertos cayeron en
el camino. Militares y guerrilleros se batieron en enfrentamientos a lo largo del país. ¿Fue
una guerra? ¿una independencia? ¿una reconquista? ¿la ganamos o la perdimos?

El período referido es sin lugar a dudas el más complejo en la historia de Chile, junto con
el detonado por la Primera Junta Nacional de gobierno en 1810, y ha concitado como
ningún otro la atención de historiadores y aún de aficionados40. El sentido discursivo que
se le dio al primer proceso (1810-1818), fue bastante fácil de narrar a la hora de plasmarlo
en los libros escolares. El segundo (1970-1990), dado su naturaleza bipolar y
contradictoria, tardará mucho más en cuajar en un discurso oficial que logre concitar una
narrativa unánime. En cuanto a la noción de “segunda independencia”, dada la conflictiva
connotación que le dio Pinochet, y el fracaso que significó para la Unidad Popular, lo más
probable es que sea destinada, junto con los amarillentos borradores de los discursos
donde figuraba, al baúl de los recuerdos.

37 Bernardo Subercaseux, Simón Bolívar y la Carta de Jamaica, Santiago, LOM Ediciones, 2016, p.59-66.
38 Andrés Oppenheimer, ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro,
Buenos Aires, Debate, 2010, p.32-37.
39 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI, 2002, p.41.
40 Joaquín Fernandois, La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular, Santiago, Centro

de Estudios Públicos (CEP), 2013, p.17 (introducción).


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