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EN CONTEXTO
LUIS ESPINOZA SOTO
ABSTRACT. The objective of this work is to summarize the historical and social
influences of Darwin’s theory presented in On the Origin of Species by Means of
Natural Selection. I highlight the concept of “science” as used in the scientific
revolution, a calling to explain how natural elements function regarding ob-
servable causes. “Natural theology” will share its functionalist approach with
Darwin’s theory. The Age of Enlightenment and the French Revolution will
shape a belligerent political climate, in which the new ideas on transformation
will be related to the revolt against the established social order (reflected in the
1829-1830 debates between Cuvier and Geoffoy). In England, the core of the
Industrial Revolution, biological ideas were specially considered from a social
viewpoint. Finally, I will mention some biographical elements of Darwin, his
liberal family atmosphere, the places he visited during his journey, the political
economy of his times, and his relations to practical livestock breeders.
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo central del presente escrito es intentar reunir y sintetizar
algunos de los elementos históricos y culturales que influyeron en la
conformación de la teoría presentada por Charles Darwin (1809-1882) en
Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación
de las razas favorecidas en la lucha por la existencia (1859). Ello lo veo necesario
por, al menos, cuatro razones entrelazadas:
1. Por la estructura misma del libro. Si bien la tarea primordial de la obra
es fundamentar (con un gran contingente de hechos) la hipótesis de la
modificación de las especies por selección natural y sus implicaciones
conceptuales en diferentes disciplinas (botánica, paleontología, sistemáti-
ca, psicología humana, etología, etc.), también busca señalar las críticas y
dificultades, tanto propias como las de hipótesis rivales (evolución lamarc-
kiana, teología natural o creacionismo). En no pocas ocasiones, la línea
El primer capítulo del Génesis dice que Dios creó primero los cielos y la Tierra,
luego las plantas y los animales, y finalmente los seres humanos, todo ello en
seis días. Se dice que todos los tipos de plantas y animales se reproducen “según
su especie”. Si se lee literalmente esto, esto excluye la evolución de una
“especie” de planta o animal a otra. Con respecto a los seres humanos, el relato
afirma que Dios los creó expresamente a su propia imagen y semejanza. El
segundo capítulo del Génesis contiene un relato alternativo de la creación, en
el que el orden de aparición de las formas de vida en la Tierra se invierte en
cierto modo, pero con un énfasis similar en la creación divina de los seres
humanos. Es realmente en este segundo relato donde se presenta por primera
vez a Adán y Eva como progenitores de la raza humana, tras haberlos formado
Dios de manera directa como hombre y mujer (Larson, 2007, pag. 27).
fenómenos, con la creencia de que es justamente Dios quien creó las leyes
que los posibilitan.
Se suele señalar a John Ray (1627-1705) en su libro Sabiduría de Dios
manifestada en la obra de la Creación (1691) junto a William Paley (1743-1805)
en Teología natural, o evidencia de la existencia y atributos de la divinidad (1802)
como dos de los más grandes defensores de la teología natural y el famoso
“razonamiento basado en el diseño”. En esencia, éste plantea que en el
mundo vivo existen estructuras tan complejas y bien adaptadas a sus
funciones orgánicas (pensemos en cuán complejo es el ojo para cumplir
su tarea) que la mejor explicación posible es aceptar un Dios inteligente y
creador. En este sentido, Paley introduce la analogía entre un caminante,
quien se encuentra en una playa un reloj (un naturalista que observa un
animal con estructuras adaptadas para una función valiosa en su medio)
y por su complicado diseño y buen funcionamiento es imposible que surja
desde el mero azar o por causas naturales (como podría serlo, aparente-
mente, una piedra), pues cada uno de sus elementos fueron “puestos” para
cumplir con el buen funcionamiento del organismo y, si las diferentes
partes hubiesen tenido diferente forma, lugar u orden, no podría cumplir
tal propósito. De este modo, se hace necesaria la existencia de un relojero
consciente (Dios) para explicar la complejidad del funcionamiento del
mundo natural. Debemos también tener en cuenta la profunda influencia
de Platón (la idea de esencia) y Aristóteles (la idea de especie) en la filosofía
cristiana, pues, relativo a los seres orgánicos, se creía en la existencia de un
eidos o “forma”, trascendente a las representaciones imperfectas que se dan
en la realidad. Estas “esencias inmutables” habrían sido creadas por Dios
de acuerdo con un plan prestablecido, que supone una graduación desde
los objetos inanimados (carácter físico) a las formas más altas (carácter
espiritual). Dado que los humanos tenemos ambas, nuestro lugar es entre
los animales y los ángeles. En ello consiste la eterna, perfecta y muy
antropocéntrica “escalera del ser” (Futuyma, 2005, pag. 4)
Si bien se suele tachar de confrontativa la conjunción ciencia y religión
(con el caso paradigmático de Galileo) se puede señalar que la creencia en
que el mundo fue creado a partir de un plan divino, y que podríamos
descubrirlo, motivó varias investigaciones científicas. Carlos Linneo (1707-
1778), padre de la nomenclatura zoológica moderna, en su Sistema natural,
en tres reinos de la naturaleza, según clases, órdenes, géneros y especies, con
características, diferencias, sinónimos, lugares (1735), realizó exhaustivas cla-
sificaciones entre plantas y animales, esperanzado de encontrar el patrón
divino (Futuyma, 2005, pag. 4). Bowler agrega los siguientes ejemplos:
dos de sus tierras, las recuperaron en los primeros años del siglo XIX al
comprarlas con nombres falsos. En ocasiones, los miembros de esta clase se
hacían eco de las demandas de campesinos y artesanos que veían destruidas
sus antiguas formas de vida y sus tradiciones con el advenimiento de la
producción industrial y la destrucción de los lazos comunitarios ancestrales en
el campo y la ciudad. Así, algunos de los movimientos de protesta de campe-
sinos y artesanos —que proliferaron entre 1815 y 1830, y luego en la década de
los 1840s— fueron encabezados y utilizados por la vieja aristocracia con el fin
de recuperar sus privilegios perdidos. Asimismo, el clero seguía teniendo gran
influencia sobre el campesinado y la aristocracia: en general, las regiones
dominadas por la Iglesia católica en Francia (el sur y el centro) eran profunda-
mente promonárquicas y antiburguesas, mientras que las zonas protestantes
del norte y el este eran profundamente anticlericales y republicanas (Suárez,
1998, pag. 159).
V. FORMACIÓN DE PROFESIONALES
E INFLUENCIA DE LOS BIÓLOGOS FRANCESES
En la Europa del siglo XVIII y aun en la primera mitad del siglo XIX, el
ejercicio de cargos públicos o profesiones no requería de educación previa
en universidades o centros de enseñanza reconocidos, y era común que
los aristócratas los heredaran, es decir, imperaba un sistema donde el
individuo ocupaba su posición según su riqueza, estatus social o convic-
ciones religiosas. En Inglaterra, el grupo aristócrata acostumbraba estudiar
en las universidades anglicanas de Oxford y Cambridge, y controlaban,
entre otros, el Colegio Real de Cirujanos y el de Medicina, que ejercía un
“monopolio” de la enseñanza de la medicina en los hospitales. Poseer tales
puestos políticos era clave para mantenerse como clase influyente, que era
un obstáculo para las políticas modernas impulsadas por sectores liberales.
En contraste, las clases medias asistían a la Universidad de Edimburgo o
bien a escuelas privadas de medicina en Londres, para luego de realizar
alguna estancia corta en París.
El Colegio Real de Cirujanos, en 1822-24, modificó su reglamento y dejó
de aceptar los certificados que ofrecían las escuelas privadas, pues ellas y
los maestros ajenos a la aristocracia habían causado una disminución en
el número de pupilos y pacientes en los hospitales controlados. Como
consecuencia, aumentaron los estudiantes escoceses e ingleses que viaja-
ron a París para obtener su certificación profesional (de 30 en 1815, a 200
en 1828 (Desmond, 1992, citado por Suárez, pag. 165)) con lo que se
difundieron tanto en la Universidad de Edimburgo, como en la de Lon-
dres, las ideas de los autores franceses Jean Baptiste de Lamarck (1744-
1829) y Geoffroy Saint Hilaire (1772-1844). Lamarck, en su Filosofía zoológica
(1802) formula la primera teoría de la evolución biológica, la cual, según
Larson (2007, pags. 60-63), se puede sintetizar del siguiente modo:
1. Los organismos vivos se generaron espontáneamente a partir de una
fuerza o fluido vital. La vida, entonces, no es una propiedad de la
materia misma, sino de su organización, pero todavía referida sólo a
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Los debates se prolongaron por dos meses, ante auditorios llenos de estudian-
tes parisinos e ingleses, así como de representantes de las distintas facciones
de la sociedad: monárquicos y liberales, radicales y conservadores. Es de
imaginarse que, dada la temperatura política del momento (previo al estallido
de la Revolución), el debate adquiría fuertes implicaciones. Aquí estaban en
lucha una concepción progresista del cambio natural (Geoffroy), contra una
concepción fijista que apelaba a la intervención directa de una voluntad
superior para dar cuenta del orden natural (Cuvier) (Suárez, pag. 169).
A partir de la década de los 1830s, y hasta bien entrado el siglo XIX, las ideas
de Geoffroy fueron tomadas como bandera de los movimientos progresistas
liberales en Inglaterra, y muchos transformistas (como Richard Owen) se
apoyaron en ellas. Sabemos que la anatomía de Geoffroy era de un gran
atractivo para los médicos y pensadores liberales convencidos de que la natu-
raleza, como la sociedad, estaba regida por las leyes del cambio continuo y
ordenado. Un cambio que se concebía como progresivo y uniforme, y que
llevaría a la sociedad —como a la naturaleza— de las formas más simples de
existencia a las más complejas (Suárez, pag. 169).
ESPINOZA SOTO / "EL ORIGEN" EN CONTEXTO / 59
Pese a ser una metáfora totalmente abstracta de las interacciones entre los
seres vivos, ha sido interpretada generalmente como una lucha, una
confrontación sangrienta donde la competencia es la regla inherente de la
evolución. Basándose en los escritos de autores rusos referentes a la
evolución (puntualmente a Piotr Kropotkin), Gould señala que la selección
natural podría también ser tomada como la cooperación entre organismos
para sobrevivir, al ser el apoyo mutuo el principal mecanismo evolutivo,
no la competencia directa. En este sentido, existirían dos tipos de compe-
tencia, aquella entre organismos por la obtención de recursos y aquella
entre el conjunto de organismos (y sus relaciones recíprocas) en pos de
sobrevivir en algún ambiente, que lleva a la cooperación. ¿Por qué Darwin
—y autores ingleses como Huxley— destacan el papel competitivo de la
selección natural, por sobre la ayuda mutua? Gould nos dice lo siguiente:
Lo que destaca Gould es que, según Todes, una diferencia esencial entre
el pensamiento de Darwin y su discípulo evolutivo Kropotokin fue el
ambiente que observaron. Mientras la selva sobrepoblada era un terreno
propicio para la competencia y la falta de recursos por la alta población,
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Si bien la evidencia de que Darwin leyó a Smith es indirecta, debe notarse que
Smith fue el único autor en hablar de divergencia de caracteres: es la división del
trabajo la que altera el carácter (esto es, la ocupación u oficio de los trabajado-
res), no el carácter el que genera la división del trabajo. Así formulado, el
principio de Adam Smith parece cercano a la noción darwiniana de que la
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CONCLUSIÓN
A lo largo del escrito he intentado sintetizar algunas de las influencias
sociales dentro del contexto histórico bajo el cual se gestó el pensamiento
darwiniano. No es una lista completa, y claramente su tratamiento es
superficial, pero la creo útil para analizar el complejo papel epistémico-so-
cial de los productos científicos. ¿Deja de ser su teoría “científica” porque
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NOTAS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS