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"El Filum Del Padre: De La Religión Del Padre Al Sinthome"

(*) Reunión Lacanoamericana De Psicoanálisis. 2011.-

Silvia Amigo

Lejos de considerar al síntoma una anomalía, una entidad mórbida a eliminar, el psicoanálisis
lo consideró siempre no sólo como portador de una verdad cifrada. Sino que al llamarlo Freud
“formación de compromiso”, frágil pero fundamental piedra de apoyo del sujeto para
sostenerse en una transacción entre la moción pulsional incestuosa y el corte que a esa
moción el síntoma paradojalmente propone, como función de corte, en ese compromiso Freud
ya avizoraba su carácter paterno, estabilizante. Hipnosis o cualquier psicoterapia, incluidas allí
las novísimas neurociencias y sus terapias conductivo-comportamentales, se separan sin
remedio del psicoanálisis dado que éste no se propone erradicar el síntoma, sino llevar a cabo
otra operación sobre el síntoma, que intentaremos cernir.
Estas reflexiones van en el mismo sentido en que se apoyaba Freud cuando afirmaba que
cuando se presentan los espíritus del averno, no hay que despedirlos sin interrogarlos.
1)Examinemos al primer hito de lo que hemos denominado el filum del padre
En su época de la consigna del “retorno a Freud”, allá por 1953, en su De una cuestión
preliminar… Lacan marcó para siempre una discontinuidad entre las psicosis y otras
estructuras introduciendo su primera formalización del padre, esa que para Freud era función
de corte que estaba articulada en la trama del síntoma. El maestro francés estaba aún
marcado fuertemente por la lingüística estructural. Nos referimos a la archiconocida metáfora
paterna.
Su teorización del caso Schreber en el seminario III sigue la línea de este escrito fundante.
Apenas un año después, en el seminario IV, acudirá otra vez, para explicar la zoofobia de
Juanito, a la metáfora. Y explícitamente indicará que el significante Pferd, caballo, y el
sintagma wegen dem Pferd , “a causa del caballo” constituían para el pequeño la entrada en
la neurosis, dado el carácter totémico, paterno, del animal en que toma pie el significante de la
fobia permitiendo hacer aparecer al objeto materno como perdido, como causa de una
búsqueda deseante. Aparece la metáfora creando síntoma allí donde había un apego a la
madre desde la perversión polimorfa. Síntoma y metáfora paterna quedan pues enlazados,
solidarizados en Lacan.
Surge entonces la pregunta de todas las preguntas: ¿Qué es un padre? ¿Un señor que

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engendró un niño con la madre? ¿Un significante que hace metáfora? ¿El síntoma mismo?
Entonces… si provisoriamente afirmáramos que fuera el síntoma mismo: por qué el deseo
legítimo del analizante de librarse de las molestias que le apareja? Y dentro de la
metapsicología del propio Lacan… Se trata de un retorno a Freud para volver a la cuestión del
Padre, dejada de lado tanto por el post-freudismo de le Ego-psycology y el del kleinismo? O
de poder ir más lejos que el padre, resolviendo los impasses que la religión del padre (así
llamaron Freud y Lacan a la neurosis en su sentido “patológico”) impuso al maestro vienés
para eternizar el fin del análisis? Creemos que lo uno no va sin lo otro, que sin el retorno al
padre, no podría postularse un más allá.
2)Encaremos un segundo momento en el recorrido del filum del padre.
Hacia la época del seminario XI, Lacan logifica la función del padre, sin abandonar nunca la
cuestión de la metáfora paterna, al introducir el par ordenado S1 ->S2, en cuyo intervalo y por
acción de la extracción de S1, cae el objeto de goce, el a.
En su seminario XVII, El revés del psicoanálisis, despliega al máximo la estructura lógica de la
función castradora de S1: Afirma “… Al emitirse hacia los medios de goce (S2) que son lo que
se llama el saber, el significante maître, no sólo induce sino que determina la castración”.
En este mismo seminario donde sustrae de la lingüística a la función paterna para adentrarla
en la lógica, Lacan recuerda con fuerza que, a pesar de esta logificación, y a diferencia de la
ciencia, el psicoanálisis no puede permitirse prescindir del mito. La lógica deja lugar también a
los mitos del padre. El mito del padre omnipotente es un fantasma necesario del neurótico
resumible en la fórmula “mi padre me pega”, magistralmente detectada por Freud en los
análisis que conducía. Desde ese fantasma podrán formarse los síntomas que responden por
la función paterna con el añadido del apego “religioso” a esa figura.
Henos aquí ante una juntura que vuelve a convocar por ejemplo al ya proverbial caballo de
Juanito, síntoma que hace entonces las veces de metáfora que le faltaba, y también S1,
núcleo del ideal del yo de ese niño. Significante puntuador del mundo que lo circunda, pero
también tótem extraído de los libros de cuentos.
El síntoma sigue insistiendo, como mix (es metafórico, es rasgo unario, participa del mito) en
cuya trama se enhebra el nombre del padre. En ese mix, como veremos más adelante, está
también aquello que no se deja cifrar, metaforizar, unarizar.
3)Y ahora, encaremos un tercer hito en el filum del padre.
Más adelante, alrededor del seminario XIX, Lacan intenta construir una lógica del sujeto que
incluya para la neurosis el sine qua non de la castración y la sexuación concomitante.
Encuentra su formulación definitiva en Encore. Allí retoma el significante F?, ese que dividía al
Otro en la metáfora paterna, ahora como función, la función fálica. Pero el maestro hace que
el universal “para todo x F x”, se asegure en un límite delimitado por su negación: “existe un
x que dice no a Fx”.
Esta existencia que dice no escribe al proto-padre del fantasma, donde vuelve a colocar Lacan
el mix exquisitamente analítico de mito y estructura lógica. El S1, el uno excepcional, el uno
fuera de serie que dice que no a la circulación de goce fálico entre el Otro y su producto es

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una letra y la vez la escritura de un mito. Explicita: “… hay un significante (F) que induce el
goce y otro (S1), que lo detiene.”
En el vaivén de este goce imprescindible y su detención necesaria, Lacan vuelve a la carga
con el síntoma, ya que S1, el existe uno que dice que no a F?de x, ocupa el lugar del Padre, y
a la vez el del síntoma.
En este formuleo adelanta además, y este gesto escritural delinea ya su “más allá del padre”
de la religión neurótica; que ni el padre ni el S1 pueden recubrirlo todo. Pues no todo es
recubrible por Fy S1. La feminidad, y esto es crucial, es planteada como fuera del universo
(hors univers) del padre y su cara síntoma. En esta tercera escritura del padre se escribe ya
un no-todo del padre, algo real que el padre no puede recubrir, y que está también articulado
en el síntoma.
En esos seminarios, y esto no es casual, va introduciendo tímidamente la escritura de los
nudos borromeos.
4)Vamos ahora a encarar el cuarto ítem del filum del padre.
Nombre del padre, metáfora paterna, S1, fórmulas de la sexuación, y escritura borromea,
quedan explícitamente solidarizados dado que en el seminario XXII (R.S.I), afirma que el
Nombre del Padre y sus diversas emergencias ( F ?y su límite S1; y el no todo escribible de la
inexistencia del quien dice no), equivalen al anudamiento borromeo. Pero sólo al borromeo, en
el cual, en nombre del padre, ninguna cuerda-toro se arroga el derecho de interpenetrar,
anulándolo, el agujero central de cualquier otra. En ese nudo colocará, ahora explícitamente,
como nombres del padre, a inhibición, síntoma, y angustia.
Observando con detenimiento la escritura del nudo, resultará que el síntoma es chillido de lo
real, cuando quiere violarse su agujero F, siendo él mismo (el síntoma) el S1 que limita al
goce fálico. No podría ser de otra manera, puesto que la función paterna es habitualmente
desfalleciente y debe ser suplida por el síntoma. Es por ese desfallecimiento que el neurótico
vive haciendo nombre del padre con inhibiciones, síntomas, o angustias.
Este tramo de reflexiones sobre lo que Lacan llama el filum, el hilo y la filiación del padre,
demuestra como padre y síntoma están estrechamente ligados y por qué el psicoanálisis se
ha negado tozudamente a su erradicación psicoterapéutica, neurolingüística, hipnótica,
química, conductual, y aún quirúrgica.
Resultaría enormemente largo, a pesar de resultar apasionante, que en esta ocasión nos
extendiéramos en el intento de desentrañar el por qué de las idas y vueltas que da Lacan en
cuanto a definirse acerca de si el nudo borromeo alcanza para sostenerse con tres
consistencias, o precisa de una cuarta a la que llama sigma, nombre del padre, realidad
psíquica, o sinthome, que una a las otras tres apenas apiladas.
Propondremos una lectura que para esta ocasión deberá saltear los eslabones que resultarían
necesarios desde el punto de vista nodal para colegir el pasaje de síntoma a sinthome,
esperando respetar al menos los eslabones esenciales.
Lacan indica que al fin del análisis, y esto es una novedad absoluta, deberá producirse una
identificación, a la cual a mi cuenta y riesgo propondré llamar “cuarta identificación”. Se trata

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de la postulación del fin del análisis como la identificación al síntoma. Cambiando su propia
teoría de la necesidad de atravesar todo plano identificatorio, Lacan va a introducir a esta
altura de su enseñanza, unos años después de emitida la proposición del 9-10-67, una teoría
diferente de la del atravesamiento del fantasma. Pero no se trata de que abandone o
“supere” su anterior hipótesis del fin del análisis como atravesamiento del fantasma. En
realidad el analizante que arribe a ese fin, habrá debido horadar las garantías que tomaba en
su fantasma: esto es, en la potencia del padre del goce construido allí.
Este horadamiento, o travesía del fantasma, se articula necesariamente a lo que más arriba
me atreví a llamar cuarta identificación, identificación ya no a lo que fuera del Otro, sino
identificación al propio síntoma. Para lo cual es imprescindible comprender que no es lo
mismo padecer un síntoma que haberse identificado a la hebra de padre que el sujeto hiló con
sus propios recursos y que el síntoma atesora, y encontrar además un savoir faire avec con lo
que en el síntoma no se avino a dejarse cifrar por el padre, la parte mal dicha, maldita de goce
que encierra el síntoma y constituye su goce específico, su “beneficio primario”.
Adelantaremos esta hipótesis: sólo si se ha desobstruido el tapón fantasmático, sólo entonces
se podrá arribar a desgajar una hebra sutil, mínima, de Nombre del Padre, que estaba tejida
en la trama sintomal. Esta hebra, que había sido urdida por el propio sujeto para compensar el
desfallecimiento de la función del padre, devendrá la base de una identificación a algo que
resulta una producción propia del sujeto. Este sutil hilo constituye una respuesta subjetiva
arrancada de la transacción, del compromiso del que formaba parte. Hebra que logra, luego
de eta “cuarta identificación”, bien decir lo que estaba mal dicho y gozar de otro modo.
En el sinthome, que resulta de esta cuarta identificación, ya no se tratara del padre exterior,
fuera lo que fuera, ni aún del fantasmático, ese que golpea, sino aquel que el propio sujeto, no
sin el padre aún desfalleciente, logró escribir como trazo paterno para bordear su causa de
deseo y su goce.
Volvamos a la travesía del fantasma: el agujero desobstruido del fantasma atravesado
torbellinea, traga, y escupe una nominación nueva, un invento sinthomático que, sirviéndose
de la hebra de padre extraída de la textura del síntoma, se dirija por fuera de la caja paterna,
pero no sin haberse servido del tambaleante padre, y así se transforme en un invento propio
que sostenga las cuerdas de modo borromeo, más allá de la religión del Padre.
De lograrse alcanzar este fin, el sujeto habrá podido aprender a savoir y faire avec. ¿Saber
hacer con qué? Con el goce excedentario, mal dicho, con el que hacía compromiso en el
síntoma.
El sujeto habrá hecho en transferencia el tránsito entre síntoma y sinthome.
Para ello habrá debido deshacer el nudo de 3, momento de máxima desrealización hacia el fin
del análisis, desanudándolo para re-anudarse la estructura con un cuarto borromeo. El
resultado será el de una senti-mentalidad neurótica de fin de análisis.
No se trata de la misma situación cuando el cuarto que sostiene las cuerdas es no borromeo,
sino remiendo de un lapsus de nudo. En ese caso se habrá creado un ego-sinthome no
borromeo. La mentalidad se sostendrá, sí, pero no se tratará de una mentalidad borromea,

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neurótica. Se tratará de una sentimentalidad incapaz de transmitir el falo, que está F sub cero,
y lo seguirá estando después del remiendo, lo que aparejará sin dudas problemas insolubles
en la transmisión del falo hacia la descendencia. Amén de bizarrerías notorias en el lazo
social.
Lejos de ello, el sinthome borromeo, permite asegurar a la vez una exquisita singularidad,
dado que supone un invento que sostenga el lazo social, permitiendo a la vez la posibilidad de
la transmisión del falo y su función a la descendencia. El sinthome, hace lazo a la vez social,
generacional, e intenta un posible lazo entre los sexos.

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