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papeles

CRISTIANISME I JUSTÍCIA
La revolución
de los cuidados
El 8 de marzo y la «cuidadanía»

Suplemento del Cuaderno n. 213 de CJ - (n. 247) - Marzo 2019


Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona - 93 317 23 38 - info@fespinal.com
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Ajustar el ritmo... de ser un delito». Entre la primera y la


segunda parte de la manifestación algu-
Empiezo mi reflexión con un relato, por- nas personas hacían de puente entre am-
que creo que los relatos como las imáge- bas. Entre ellas una mujer activista con
nes con frecuencia ejemplifican mejor la su hijo, un niño muy inquieto de un año,
realidad que cualquier discurso. Aconte- que combinaba sus carreras en la marcha
ció durante una manifestación de apoyo desafiando al cinturón de seguridad de
a las personas refugiadas convocada bajo la policía con sus juegos y el reclamo de
el lema «Queremos acoger ¡ya!». Un he- los brazos de su madre. En uno de esos
cho imperceptible, que no recogió nin- reclamos la mujer le cogió en brazos y
guna cámara ni ningún periodista, pero el chico empezó a buscarle el pecho sin
sumamente elocuente para el tema que encontrarlo, por lo que empezó a llorar
tratamos aquí. La manifestación estaba con fuerza.
dividida en dos partes. La primera iba en- Entre el nerviosismo de la manifesta-
cabezada por las grandes ONGs, sindica- ción y el intento de la mujer de no per-
tos, algunas personalidades políticas y un der el ritmo de la marcha ni bloquear a
pequeño número de personas migrantes. los que venían detrás, madre e hijo no
La segunda, por otro tipo de colectivos, encontraban la postura adecuada para el
menos institucionalizados, a la cabeza de amamantamiento y el niño lloraba cada
ellos iban los manteros y lateros con una vez con más fuerza. Por fin la mujer se
pancarta denunciando las agresiones de paró y eso alteró el ritmo del grupo de
la policía municipal: «Sobrevivir no pue- manteros, produciéndose un cierto caos
entre quienes llevaban la pancarta, has- to global, transfronterizo y transcultural
ta que Babu, uno de ellos grito al resto: que planta cara al orden patriarcal, racis-
«Hay que pararse ¿no veis que este niño ta, capitalista, colonizador y depredador
tiene hambre y que su madre no puede que violenta los cuerpos de las mujeres
darle de comer?». Los manteros se para- y el de la tierra con feminicidios y con el
ron y la mujer y el pequeño por fin pu- expolio de los recursos del planeta.
dieron coordinar bien sus movimientos. Los nuevos feminismos forman parte
El niño se agarró bien al pecho, dejó de de un proceso de transformación radi-
llorar y la marcha siguió nuevamente su cal de las sociedades, de las culturas, de
ritmo. Este gesto del grupo de manteros la economía, de las relaciones, etc. Pro-
y lateros de ajustar su ritmo y parar du- ponen, en definitiva, otra forma de ver,
rante unos minutos la marcha por darle entender y estar en el mundo, más allá de
prioridad a la necesidad de cuidados de las impuestas por el poder hegemónico:
esta mujer y su hijo me parece sumamen- un nuevo «sentido común» en el que en
te gráfico y creo que puede ser una buena nombre de las diferencias (de clase, de
metáfora del reclamo que tantas mujeres raza, de género…) no se legitime la des-
y hombres hacemos de que el cuidado y igualdad, el empobrecimiento ni ninguna
la sostenibilidad de la vida ocupe, el cen- forma de violencia contra las mujeres.
tro de la cultura, la teología, la economía, Reclaman una economía cuyo centro
la política, etc, en lugar del capital o los sea el cuidado y no el capital. Desde esta
mercados o la defensa de statu quo. perspectiva, la reivindicación que hacen
de la reorganización social del cuidado no
constituye la vuelta a ningún tipo de esen-
La «cuarta ola del feminismo» cialismo, sino que plantea la urgencia del
sostenimiento de la vida más allá de los
En el contexto de este 8 de marzo y la mandatos de género y de la división se-
segunda huelga general de mujeres con- xual del trabajo. «El cuidado» como valor
vocada en todo el Estado, estamos siendo y «los cuidados» como aquellas acciones
contemporáneos y contemporáneas de la que permiten, por un lado, que la vida
«cuarta ola del feminismo»,1 caracteriza- se sostenga y, por otro, la reproducción
da por la deconstrucción del sujeto muje- social exigen la superación de una com-
res, la diversidad y la interseccionalidad; prensión de las mujeres «como cuidado-
esto es, por una fuerte conciencia de que ras por naturaleza y renombrar la natura-
la opresión que sufre más de la mitad leza masculina desde el cuidado».2
de la humanidad está atravesada por des-
igualdades y precariedades que sitúan
a las mujeres en lugares muy diversos El cuidado como la esencia
frente al patriarcado, el trabajo asalaria- de lo humano
do, los cuidados, el consumo, el ejerci-
cio de los derechos, la formación…, por La mitología clásica narra que en la for-
las diferencias de raza, clase, lugar de mación del ser humano interactuaron dos
procedencia, edad y orientación sexual. dioses primordiales: la tierra (Gea), que
Los nuevos feminismos y, entre ellos, las le dio cuerpo y belleza, y el cielo (Ura-
teologías feministas, constituyen un gri- no), que le otorgó vida y energía. Sin
embargo, para que el ser humano pudie- Los cuidados: trincheras
se vivir como tal y mantener unido en sí permanentes de la vida5
mismo el cielo y la tierra –es decir, es-
píritu y trascendencia, materialidad e in- La investigadora Carolina León define
manencia–, debería ser acompañado por los cuidados como «trincheras perma-
el cuidado durante todo el tiempo de su nentes». En un libro con ese mismo nom-
vida. El cuidado es, por tanto, la esencia bre, nos urge a desordenar el mundo y a
de lo humano. Sin cuidado no hay vida. alumbrarlo más allá de los roles asigna-
Sin embargo, las culturas y sociedades dos y los mandatos de género, a partir de
occidentales presentan un gran déficit de preguntas incómodas que nos desafían a
cuidados. El capitalismo, con su racio- encontrar respuestas alternativas que nos
nalidad instrumental, su antropología in- satisfagan a más de la mitad –todavía in-
dividualista y autosuficiente, su modelo visible– de la humanidad, que seguimos
de desarrollo competitivo, depredador y siendo las mujeres. Todo ello para poner
excluyente, violenta las relaciones entre la vida en el centro y «sacar los cuidados
las personas y, con la naturaleza, impone a la plaza pública». Preguntas como las
un modo de ser y estar en el mundo que siguientes: ¿quién hace política, teolo-
bien puede denominarse «la dictadura del gía, economía, filosofía y para qué y para
modo de ser trabajo».3 Este modo se opo- quiénes?, ¿quién cuida?, ¿por qué se ve
ne radicalmente a otra forma de estar en una cosa y no la otra?, ¿por qué unos suje-
el mundo que es el «modo de ser cuida- tos son tan visibles y otros tan poco?, ¿es
do». En el primero, la vida se mide según la política únicamente lo que se ve?, ¿qué
criterios cuantitativos de eficacia y efi- sucede con lo que no se muestra?, ¿por
ciencia, y los espacios y tiempos se orga- qué se siguen manteniendo tan separados
nizan a merced de los intereses de la pro- los campos léxico de palabras como «re-
ductividad y el crecimiento económico. volución», «política», «organización»,
Su lógica es la instrumentalización de la «activismo», «militancia», frente al de
naturaleza, el expolio de la casa común, «cuidados», «reproducción», «vida»,
la negación de la vulnerabilidad del ser «afectos», «sostenimiento»? Si la historia
humano y las relaciones de interdepen- todavía está demasiado identificada con
dencia. En consecuencia, sus efectos no las guerras y los relatos de los vencedo-
son solo la injusticia social, la inequidad res y las vanguardias, los cuidados son la
de género y la crisis de sostenibilidad del retaguardia donde se expone y amalgama
planeta, sino también una tremenda sole- el sostenimiento de la vida. Son las «trin-
dad e infelicidad humana, porque el in- cheras permanentes» donde se llevan a
dividualismo y la competencia terminan cabo las tareas que el sistema mantiene
por ser una fábrica imparable de soledad invisibles y ocultas, vinculadas a lo coti-
y de vacío. diano y a la materialidad, y que nos hacen
Frente a este modo de ser y estar en estar dispuestos y dispuestas al mundo.
el mundo, el «modo de ser cuidado» es el Los cuidados comprenden todas
mejor antídoto contra la indiferencia y el aquellas actividades que desarrollamos
olvido de la alteridad; el mejor antídoto para atender o apoyar a otras personas
contra el frágil equilibrio del planeta y de de manera tanto física como emocional
nuestras vulnerables vidas.4 para sobrevivir cada día. Tienen una di-
mensión material directa, pero también voluntaria como si se profesionalizan. El
emocional y relacional. Cuidar es gestio- caso más paradigmático es el de las traba-
nar y atender cotidianamente la vida y la jadoras del hogar, excluidas del Estatuto
salud, hacerse cargo del bienestar físico de los trabajadores y de la plena integra-
y emocional de los cuerpos, del propio y ción en la Seguridad Social, hecho que
del de los otros y otras. En este sentido, las organizaciones de trabajadoras del
hay personas que tienen necesidades de hogar vienen reivindicando desde hace
cuidados, intensivas y/o especializadas, décadas. Sin cuidados no hay vida, pero
que a menudo no pueden resolver por sí la vida de muchísimas mujeres es insos-
mismas (niñas, niños, personas en situa- tenible por su falta de reconocimiento y
ción de dependencia, etc.). Pero las per- de derechos. Otro dato que resulta enor-
sonas que no tienen dichas necesidades memente ejemplificador es que en Espa-
intensivas también precisan de un nivel ña el 82% de las personas que cuidan a
de cuidado cotidiano (gestión de la salud personas dependientes son mujeres. Al
y bienestar físico y afectivo). Nos referi- mismo tiempo, las mujeres duplican a
mos a aquellas personas que, en princi- los hombres en el tiempo dedicado a las
pio, podrían cuidar de sí mismas, aunque tareas domésticas (26,5 horas más a la
no siempre lo hagan (hombres que de- semana) tengan hijos o no, y tanto si tra-
penden de que su esposa les lave la ropa, bajan en casa como fuera de ella. Sin cui-
compre y cocine alimentos, etc.; perso- dados no hay vida, pero paradójicamente
nas que contratan a una empleada del ho- «cuidar no llena un currículo», no otorga
gar para que realice estas actividades co- prestigio. En nuestro mundo, lo político
tidianas…). Los cuidados, por tanto, son sigue la lógica de la aparición y la mate-
una necesidad de todas las personas en rialidad de la vida permanece escondida.
todos los momentos del ciclo vital, aun-
que esa necesidad tenga peculiaridades
distintas. Los cuidados atraviesan la vida La necesidad de radicalizar
y abren un debate que en términos filosó- y revolucionar los cuidados
ficos se refiere a comprender el cuidado
como parte de la vida humana o, por el El ecofeminismo y la economía feminista
contrario, como excepción de ella. En de- han sacado los cuidados del espacio de
finitiva, asumir la vulnerabilidad y la de- lo íntimo para ubicarlos en la plaza pú-
pendencia de los cuerpos como elemento blica, urgiéndonos a revolucionarlos y a
constitutivo de la existencia o como entes pasar de la ciudadanía a la «cuidadanía»;
aislados en sí dentro de un marco de ab- es decir, un sistema de relaciones y reor-
soluta autonomía e independencia corpo- ganización social que pone en el centro
ral y subjetiva.6 la sostenibilidad de la vida y el cuidado
como una categoría relacional y política
sin la cual la vida no es posible. Pero,
Feminizados e invisibilizados ¿qué entendemos por «sostenibilidad de
la vida» desde la economía feminista?
Históricamente, los cuidados se han fe- Nos referimos a «condiciones de posibi-
minizado y, por eso, invisibilizado y de- lidad de vidas que merezcan la pena ser
valuado, tanto si se realizan de manera vividas»,7 ya que la propia noción hege-
mónica (patriarcal y capitalista) de esta lación interior conmigo mismo, con los
aspiración resulta perversa; perversa por- demás, con Dios y con la tierra. Cuando
que la vida que se ofrece como ideal es- todas estas relaciones son descuidadas,
cinde vida y naturaleza, porque identifica cuando la justicia ya no habita en la tie-
los valores asociados a la masculinidad rra, la Biblia nos dice que la vida está en
con lo propiamente humano e impone un peligro» (Laudato si’ 69).
sueño loco de autosuficiencia; perversa Para ello necesitamos revisar críti-
porque identifica bienestar con consumo camente la concepción de la ciudadanía
en permanente crecimiento y progreso, heredada de Occidente, que parte de un
porque es una noción de vida no univer- modelo que es blanco, varón, burgués y
salizable e irrespetuosa con la diferencia, propietario, y de una división sexual del
porque se sustenta en una noción de vida trabajo y mandatos de género que asigna
en la que se acepta que «una vidas valgan quien cuida y quien debe ser cuidado. Un
más que otras» y porque la diversidad mandato de género que ubica los cuida-
sexual y de género se constriñe en aras dos en los ámbitos privados y los natura-
de garantizar sujetos invisibilizados que liza como una cuestión de mujeres, que
asumen la responsabilidad de sostener la lo hacen todo por amor y que genera sub-
vida en un sistema que la ataca. jetividades cómplices difíciles de cues-
La reivindicación de la «cuidadanía» tionar. Es urgente desmontar esta femi-
supone reconocer el cuidado como esen- nización de los cuidados y el imaginario
cia de lo humano, desfeminizándolo y re- patriarcal y capitalista que lo sostiene: el
descubriéndolo como un valor universal. de un sujeto autónomo, independiente y
Cuidado y ternura constituyen un orden suficiente que niega su interdependencia,
alternativo al de la explotación y la domi- sin Ubuntu, como dicen las teologías ne-
nación, y están vinculados a la razón y la gras surafricanas, que niega la vulnerabi-
justicia cordial más que a la razón instru- lidad que nos constituye como humanos
mental, su lógica y su justicia. Desde la y nos hace seres con necesidad de recibir
creación, las personas somos posibilidad cuidados y ofrecerlos.
y carencia, vulnerabilidad y potencia, por La «cuidadanía» es una apuesta por la
eso necesitamos del cuidado: para ser, revolución de los cuidados. Una apuesta
para existir y superar la ley de la entro- por el cuidado mutuo, no jerárquico, sin
pía, que es la fuerza del desgaste natural privilegios y que incluye el cuidado de la
de las cosas. Por eso «des-cuidar», «des- tierra y la comunidad cósmica. Esta revo-
cuidarnos» nos embrutece y termina con- lución consiste, en términos de Silvia Fe-
virtiéndonos en generadores y generado- dericci,8 en politizar la vulnerabilidad y
ras de depredación y violencia. Por otro recolectivizar los procesos de reproduc-
lado, cuidar baja a las personas a su pro- ción. Mientras los cuidados se realicen
pia fragilidad y nos hace salir de la fan- en el terreno de lo privado, estos estarán
tasía capitalista de la suficiencia. Como instalados en el género y en la clase. Por
nos recuerda también el papa Francisco: ello es fundamental llevar la lucha de los
«El descuido en el empeño de cultivar y cuidados fuera de la cocina y el dormito-
mantener una relación adecuada con el rio, y trasladarla a las calles. Ningún mo-
vecino, hacia el cual tengo el deber de vimiento puede mantenerse si no pone la
cuidado y de la custodia, destruye mi re- reproducción de aquellos y aquellas que
en él participan en su eje central. Por eso y con cada ser de la creación. Cuando
es urgente «una política pública de cui- investimos el cuidado de afecto y nos re-
dados», que asuma la responsabilidad de lacionamos desde «la razón cordial» aca-
todas las personas e instituciones en la bamos reconociendo la prioridad del ser
reproducción y la cooperación colectiva sobre el ser útil (Laudato si’ 69). En cam-
del cuidado de la materialidad y la vulne- bio, la ausencia y la devaluación del cui-
rabilidad. Si no se hace de ellas un asunto dado provoca el crecimiento del número
compartido, un asunto público, se segui- de mujeres y hombres empobrecidos en
rán reproduciendo dinámicas sociales en el mundo, provoca que millones de per-
las que terminen siendo las mujeres las sonas mueran antes de tiempo y que la
que asuman el mayor peso en la provi- tierra sea expoliada sistemáticamente po-
sión del cuidado, no de forma elegida, niendo en riesgo el futuro común.
sino impuesta, o a descargarlo sobre otras La espiritualidad del cuidado nos
mujeres según la jerarquización de raza y ayuda a identificar la íntima relación
clase, como sucede con «las cadenas glo- entre las personas empobrecidas, la ma-
bales de cuidados». Para que el cuidado yoría de la cuales son mujeres y niñas,
no sea un privilegio sino un derecho, es y la expoliación del planeta y «la cul-
urgente un cambio de conciencia y que el tura del descarte» –en la que hay vidas
Estado y la sociedad civil no lo dejen en que valen más que otras dependiendo del
manos del mercado y el máximo benefi- género, del color de la piel, del lugar de
cio, con las subsiguientes consecuencias nacimiento, del tener o no papeles– y la
de explotación y precarización de las mu- violación sistemática de los derechos de
jeres migradas, que son las que profesio- la tierra. No hay cuidado sin conciencia
nalmente, cual ejército invisible, lo están de interdependencia. Somos, existimos
cargando sobre sus espaldas. y habitamos como parte de un conjunto
vivo amplio del que afectamos y somos
afectados y afectadas. La interdependen-
Acuerpar una espiritualidad cia deriva de la precariedad de la vida,
del cuidado que solo puede resolverse en común.
¿Cómo gestionar entonces la interdepen-
La Creación es la actividad creativa y dencia en términos de reciprocidad y no
cuidadosa de un Dios también madre que de explotación o desigualdad?
nos invita a formar parte de la comunidad La espiritualidad del «cuidado» es un
cósmica, a ser jardineras y amantes, co- reto a nuestro modo de ser, estar, hacer y
creadoras y amigas de un mundo que nos relacionarnos en el mundo, estando aten-
da la vida y el sustento, y que es el cuerpo tos y atentas a lo pequeño, lo marginal,
de Dios; un Dios que como terca artesana lo frágil como lugar donde Dios se nos
está empeñada en reconstruirlo, en tejerlo revela. Pero es sobre todo un reto «des-
de nuevo, con el hilo de oro de la espe- feminizarlo», porque a las mujeres se nos
ranza, la compasión de los corazones y sigue imponiendo como un mandato de
la justicia, y, para ello, cuenta con nues- género y no como una elección libre. El
tra complicidad, urgiéndonos al cuidado. cuidado no es un atributo femenino ni un
Además, el cuidado es una relación amo- valor propio, específico de las mujeres,
rosa con nosotras mismas, con la realidad sino un valor universal que toda la hu-
manidad debe recuperar, no solo en los a Jesús» también desde esta dimensión.
ámbitos privados, sino también en los Volver a Sicar (Jn 4) como un lugar co-
sociales y políticos. La sensibilidad del tidiano y de cuidados que se transforma
cuidado en el caso de las mujeres pasa en un lugar «político» por la fractura de
en primer lugar por el autocuidado, por fronteras de género, de raza, de religión
la responsabilidad con una misma, con que en acontecen en él «de parte de Je-
sus deseos más hondos con el cultivo de sús» y por la nueva conciencia y empo-
los propios talentos (Mt 25,14-30), pues deramiento que experimenta la mujer sa-
para el sistema patriarcal seguimos sien- maritana. Pero «Volver a Sicar» significa
do la mitad de alguien, seres complemen- también recuperar la materialidad de la
tarios y auxiliares, con vidas siempre en vida y asumir nuestra propia vulnerabi-
función de otros. El cuidado desde una lidad constitutiva como lugar de revela-
perspectiva liberadora para las mujeres ción y encuentro con el Dios que en Jesús
no consiste tanto en «ser personas para se encarna como ternura y cuidado, más
los demás», sino en «ser personas con los allá de toda frontera y división sexual o
demás». de género.
La reciprocidad y la mutualidad en las
relaciones entre géneros son asignaturas Pepa Torres Pérez
pendientes en nuestras sociedades y en Teóloga y activista de Lavapiés
las iglesias. Para recuperarlas, las cristia- (Madrid). Colabora con
nas y los cristianos tenemos que «volver Cristianisme i Justícia

1. También denominada «posfeminismo» o «nuevos feminismos».


2. Alonso, Marta (2011). El cuidado, imperativo de la bioética, Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, p. 35.
3. Boff, Leonardo (2002). El cuidado esencial. Ética de lo humano. Compasión por la tierra, Madrid: Trotta, p. 75.
4. Comins Miguel, Irene (2017). ¿Hacia qué modo-de-ser-en el mundo? Por una pedagogía del cuidar, Docu-
mentación Social. (187), Caritas española, p. 147.
5. León, Carolina (2017). Trincheras Permanentes. Intersecciones entre política y cuidados. Logroño: Pepitas de
Calabaza.
6. Pérez Orozco, Amaia y López Gil, Silvia (2011). Desigualdades a flor de piel: Cadenas globales de cuida-
dos, Madrid: ONU Mujeres, p. 21.
7. Pérez Orozco, Amaia (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto
capital y vida, Madrid: Traficantes de sueños, p. 79.
8. Federici, Silvia (2012). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Ma-
drid: Traficantes de sueños.

Imprime: Ediciones Rondas SL - ISSN: 1135-7584 - DL: B-45397-95

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