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Universidad Nacional de Rosario

Facultad de Humanidades y Artes

Problemática del Pensamiento Argentino y Latinoamericano II

Curso curricular 2018

Prof.: Juan Giani

Título: “El mito del origen en el romanticismo de Rojas”

Tromen Perretta

Email: thromenp@hotmail.com

N° de legajo: P-2777/4

1
1.- Introducción

En este trabajo nos proponemos analizar los presupuestos y alcances del nacionalismo

que desarrolla el ensayista y poeta Ricardo Rojas, centrándonos principalmente en su libro

Blasón de plata. En la primera parte vamos a esclarecer el marco conceptual y la tradición

intelectual en los que creemos que hay que ubicar a Rojas para una mejor comprensión de su

doctrina política. Este marco es el de un romanticismo que busca resaltar la particularidad de

la propia nacionalidad, razón por la que se ve obligado a elaborar una mitología y una poética

del origen. Luego de establecido ese marco, examinaremos algunas de las características más

salientes de este tipo de nacionalismo a diferencia de otros, buscando aquello que vemos

como un saldo positivo (la posibilidad de un nacionalismo no xenófobo) pero también

marcando las limitaciones que le impone el punto de partida conceptual que ha elegido.

2.- Rojas como romántico

Los años del primer centenario argentino se caracterizan por una reacción al

positivismo y al cientificismo inmediatamente anteriores. A finales del siglo XIX la tendencia

intelectual que había dominado era un avatar extremado de la Ilustración y la secularización,

que constituyen uno de los principales cauces de la Modernidad. Al extremarse esta tendencia

racionalista, se empezaron a sentir los efectos negativos de darle rienda suelta al iluminismo.

Si bien es cierto que tradicionalmente se ve a la Revolución de Mayo como el momento

ilustrado en las tierras del Plata, y de este modo se considera a la generación siguiente, la del

’37, como la correspondiente a nuestro romanticismo, lo cierto es que esta generación había

terminado en sus últimos años mucho más cerca del positivismo que del romanticismo.

Mucho más acentuado aún era el cientificismo de la generación del ’80 y su fe en el

progreso. Al llegar al centenario, el laicismo y materialismo había llegado a trocarse en falta

de espíritu y ausencia de ideales. Así, en estos años sale a la luz un momento más

2
auténticamente romántico que el aparentemente romántico de mediados del siglo anterior. El

romanticismo europeo surge a principios del siglo XIX como una reacción a la Ilustración y

en particular a tomando como impulso las consecuencias indeseadas de la Revolución

Francesa. El romanticismo de Sarmiento y de Alberdi, empero, había sido una reivindicación

del republicanismo, el liberalismo y la ciencia moderna, esto es, de las consecuencias más

palpables de la Ilustración.

En este trabajo defenderemos que Ricardo Rojas encarna, él sí, la tendencia romántica

que retrocede ante algunas de las principales manifestaciones de la modernización del país,

viendo en el presente un instante de peligro. ¿Qué es lo que está en peligro en la Argentina

del centenario? Nada menos que la Nación. La doctrina de Rojas es un nacionalismo.

También el nacionalismo europeo surge en el seno del romanticismo a mediados de siglo. En

contra de la tendencia universalista y abstracta de la Ilustración, que aplana las diferencias y

vuelva a las naciones el resultado de un cálculo racional igual para todos los hombres y

formalmente equivalente para todos los lugares del mundo (puesto que todos los hombres son

iguales), el romanticismo realza los caracteres propios y particulares, lo que es irreductible,

“esa fórmula contraria a la patria –dice Rojas en referencia al universalismo abstracto-,

implica sustituir el grupo humano concreto por una humanidad en abstracto”1. En contra de la

fría razón, el romanticismo reivindica la pasión y el sentimiento. Puesto que el racionalismo

elimina todo lo substancial en favor de lo formal, en el romanticismo hay un resurgir de la

tradición, y es por eso que en esta corriente aparece la historia como la positividad productiva

de cada nación, irreductible a la negatividad abstracta de la razón.

Rojas es un romántico. Él mismo es explícito en este aspecto cuando declara que “se

hace necesario proclamar de nuevo la afirmación de los viejos ideales románticos”2. La

1
Rojas, Ricardo, La restauración nacionalista, UNIPE: Editorial Universitaria, La Plata, 2010, p. 61.
2
Ibid.

3
necesidad de la que aquí habla Rojas se deriva de lo que él llama en ese libro

‘cosmopolitismo’ y que más tarde llamará ‘exotismo’. Como todo romántico, Rojas reacciona

alarmado por la pérdida de algo que considera valioso y que se encuentra avasallado por la

civilización moderna. Esto que se encuentra en peligro en la Argentina de principios de siglo

es lo propiamente castizo del país, lo nacional o autóctono, y el peligro es la enajenación del

ser nacional, enajenación que tiene lugar principalmente por dos vías: la aceptación acrítica

de ideas foráneas por parte de los argentinos criollos y la inmigración de extranjeros que no

adoptan los ideales patrios; Rojas denuncia con respecto a lo primero un colonialismo

espiritual, la Revolución de Mayo se deshizo del colonialismo político pero subsistió el

colonialismo espiritual. En el centenario de esa revolución, nuestro autor proclama la

necesidad de reparar esa infidelidad a nuestro comienzo nacional, estableciendo un

nacionalismo espiritual como doctrina enlazada a la independencia de las metrópolis

europeas.

La doctrina nacionalista por la que aboga Rojas es una metafísica del origen. Los

hombres tienen una patria en la medida en que se enraízan en lo que les es más propio y en el

suelo. El origen es pensado aquí a la vez en términos de comienzo y de proveniencia esencial.

No otra cosa sucede en el romanticismo europeo, allí la historia es vista en términos de caída

de una instancia de plenitud, por lo que el resultado tiende a ser visto como decadencia y este

diagnóstico cultural conlleva un programa político e intelectual, precisamente la restitución

del origen, o el retorno a él. Es por este motivo que el romanticismo se presenta muchas

veces como un movimiento de huida, porque el presente es visto como el momento de

máxima pobreza en comparación con un paraíso perdido. Piénsese en todas las novelas

caballerescas o que añoran la vida medieval, pre-moderna, pre-industrial. Piénsese también

en el lugar que ocupa la antigua Grecia para los pensadores y artistas alemanes del siglo XIX.

También en este aspecto debe considerarse que el romanticismo es una inversión del

4
pensamiento de las luces, puesto que para éste último el momento de mayor esplendor

histórico no está en el pasado sino en el futuro, los ilustrados no tienen dudas de que la

humanidad se dirige a lo mejor y que va en una escala ascendente en términos de mayor

felicidad y mayor sabiduría. Resultado de esa filosofía de la historia, el presente aparece

como completamente justificado frente al pasado, porque es el punto más alto alcanzado por

los hombres hasta el momento, y por el contrario, el pasado resulta considerado

privativamente como una nada, como lo primitivo que hay que dejar atrás. Es justamente el

ataque a lo inicial los que despierta el malestar de los románticos, que ven en este dejar atrás

la pérdida de algo valioso.

También Ricardo Rojas es un defensor y teórico del origen, al cual ve en riesgo. Por

un lado, denuncia que la filosofía del progreso, el materialismo y el individualismo socavan

el espíritu del pueblo argentino, cuya autoctonía se expresó en la revolución que nos dio la

independencia. La filosofía del progreso que domina a finales del siglo XIX y principios del

XX en nuestro país adopta ideas enciclopédicas y universales, lo que va en desmedro de lo

local y resulta un colonialismo intelectual o, como diríamos hoy en día, un imperialismo

cultural. Por otro lado, también considera que la realización de las ideas de Alberdi acerca de

la inmigración, o más bien de los discípulos de Alberdi, condensadas en el principio

‘gobernar es poblar’ llevaron a una situación peligrosa, a saber, la de “la política de

cosmopolitismo sin arraigo y de inmigración sin historia”3. La ahistoricidad y el desarraigo al

que aquí se aluden no son otra cosa que la vida que pierde o no desarrolla un enraizamiento y

que por lo tanto no es fiel al origen espiritual de la nación o al alma argentina. Rojas describe

la restauración nacional que él exige como la salvación del “fuerte espíritu nativo que nos

condujo a la independencia”4. El ensayista es entonces partidario de un retorno a las fuentes

3
Ibid., p. 88.
4
Ibid., p. 89.

5
de nuestra nacionalidad, al espíritu nativo, como programa político que nos puede evitar el

peligro de un progreso sin civilización.

Este es uno de los motivos fundamentales por los que Rojas reacciona contra el

desencantamiento del mundo llevado a cabo por el positivismo de finales del siglo XIX y

principios del XX: porque el origen, el espíritu nativo o el alma argentina no pueden ser

descriptos ni aprehendidos en el marco conceptual que le da esta corriente. De hecho es al

contrario, como el positivismo es incapaz de percibir el origen, lo sepulta para la vida

intelectual argentina. La incapacidad de la mera razón para capturar lo originario fue una de

las razones por las que el positivismo de todos los lugares y fechas se vuelca al sentimiento y

a la poesía: el origen no puede ser conocido positivamente, pero puede ser evocado

poéticamente. El que a nuestro juicio es su ensayo más importante y al que le prestamos más

atención, Blasón de plata, es todo él una mitología poética acerca del origen de la Argentina

y de la América, y muy especialmente del origen de los argentinos. Este escrito se abre con

un epígrafe (que, de modo más extenso, ya había sido citado en La restauración

nacionalista5) de Sarmiento: ‘¿Argentinos? Desde cuándo y hasta dónde, bueno es darse

cuenta de ello.’ Esta es la pregunta sarmientina a la que Rojas pretende dar respuesta,

justificándose en “[c]asi un cuarto de siglo […] sin que ningún argentino se adelantase para

contestarle”6, puesto que la cita proviene del último libro de Sarmiento, Conflicto y armonía

de las razas en América. Veremos que esta referencia a Sarmiento es decisiva, pues reaparece

continuamente como la gran autoridad, y hasta puede decirse que el proyecto de Rojas es

sarmientino de principio a fin, si bien Rojas es un discípulo rebelde. Pero la cita de Sarmiento

que aparece en dos libros tan decisivos es ella sola importante, porque en ella se resuelve la

pregunta por el nosotros, ‘¿quiénes somos nosotros?’ en la pregunta por el origen, y allí se

5
Ibid., p. 216.
6
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, Librería La Facultad, Bs. As., 1922, p. 11.

6
dice que este origen traza también nuestras posibilidades últimas, el destino. El origen y el

destino de lo argentino aparecen ya, sin dudas, en Sarmiento, pero sólo medianamente se

puede decir que Sarmiento fuera un romántico. Sarmiento da por supuesta una teleología, la

cual, al no cumplirse, lo obliga a indagar acerca de nuestro origen, y como este origen es el

que impide la realización de ese télos, resulta de ello que el origen es fallido. En Sarmiento

hay una indagación por lo propio y por lo autóctono, pero siempre bajo la perspectiva de

perder lo propio, de deshacerse del origen. En Rojas es exactamente al revés, es el origen

perdido lo alarmante, y también aquí hay una teleología, pero aquí el destino coincide con el

origen, lo propio es valorado positivamente, y el problema es que hemos dejado atrás u

olvidado ese comienzo; por supuesto, sin la continuidad del comienzo, no hay posibilidad de

una referencia al comienzo y el destino histórico se pierde también.

El origen tiene un nombre muy claro en Rojas, este es el de indianismo. En contra de

la dicotomía sarmientina de civilización y barbarie, nuestro autor cree que ella no explica la

historia americana sino a lo supo en un período. La ley de la historia la encuentra en la

relación entre exotismo e indianismo “que designa la pugna o el acuerdo entre lo importado y

lo raizal”7. La metafísica del origen se desarrolla en una filosofía de la historia que explica la

totalidad de la historia, incluso, dice Rojas, “la que no se ha realizado todavía.”8 La ley de la

historia americana que Rojas afirma descubrir no sólo nos explica toda la continuidad de la

historia acontecida, sino también la que está por venir, porque el indianismo no sólo es origen

sino también destino.

Rojas no es solamente un pensador, sino que antes incluso que eso es un poeta. El

Blasón de plata es, entre muchas cosas, una poética del indianismo. En ella se invoca el

origen mítico o legendario de los argentinos. Ya en La restauración nacionalista había

7
Ibid., p. 174.
8
Ibid.

7
señalado nuestro autor la cercanía de la historia con la poesía épica, la disciplina de la historia

comienza como epopeya9, y sólo lentamente se va convirtiendo en una disciplina crítica.

También en su ensayo principal el tema a tratar es declarado desde el prólogo mismo como

un “mito heráldico” y poco después se identifican la leyenda y la historia10. El libro entero es

una evocación de las diferentes mitologías que han brotado de la tierra americana, y si en el

capítulo X11 se mencionan las hipótesis científicas más actuales acerca del origen de los

indios en América, es sólo para terminar coincidiendo con las diferentes mitologías acerca de

este mismo tema, tanto autóctonas como europeas: así como los indígenas recuerdan la

llegada de hombres del mar, así como los europeos fabularon la proveniencia cristiana o judía

de los indios, la ciencia viene a corroborar que las diferentes etnias locales son el resultado de

diferentes inmigraciones. La doctrina nacionalista es poética y mitológica por necesidad,

porque el origen de lo nacional no puede ser captado por la mera razón ni por las ciencias

positivas. Esto no es una objeción contra las ciencias ni contra el espíritu del progreso pero sí

una muestra de sus limitaciones. Como ya hemos dicho, la pregunta por quiénes somos se

plantea en términos del origen o de la proveniencia esencial. Esto no puede ser capturado por

la razón porque es una condición transcendental de nuestro propio ser, pero puede ser

instituido poéticamente.

A los ojos de Rojas, así como de muchos de sus contemporáneos, la Nación Argentina

se encuentra en peligro de disolución12. La disolución no le viene de otro, como podría ser el

caso de una amenaza bélica, sino desde algo interior, o más exactamente, por la ausencia o

falta de algo interior, del principio metafísico que mantiene unidas las diversas partes del

cuerpo común, esto es, el alma argentina. La situación spiritual es tal que enfrentamos la

9
Rojas, Ricardo, La restauración nacionalista, op. cit., pp. 49 ss.
10
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., pp. 9 y 13.
11
Ibid., pp. 90-98.
12
Rojas, Ricardo, La restauración nacionalista, op. cit., p. 211.

8
posibilidad de una Argentina sin alma, en la cual se pierda la búsqueda del bien común en

beneficio de los intereses individuales, del egoísmo y del materialismo. En tal caso, los

argentinos del presente (esto es, del centenario) se dividen entre quienes “quieren el progreso

a cosata de la civilización, (…) los que aceptan que la raza sucumba entregada en pacífica

esclavitud al extranjero” por un lado, “y los que queremos el progreso con un contenido de

civilización propia, que no se elabora sino en sustancia tradicional.”13 En breve veremos qué

quiere significar el autor con ‘civilización’ y ‘progreso’, pero detengámonos en lo siguiente:

es la substancia tradicional o substancia ética lo que evita la disolución.

En esa alternativa que acabamos de citar, la primera opción corresponde al exotismo y

la segunda corresponde al indianismo, aunque en ese texto Rojas aún no ha adoptado la

terminología. El indianismo es un modo de ser propio de la América que se imprime en las

formas de vida de sus habitantes y en la cultura que estos desarrollan; se asienta en un

conjunto de caracteres propios, de tradiciones y de costumbres, es decir, es el éthos de una

región. ¿Significa esto que el exotismo es una fuerza destructora, una suerte de anti-

principio? No, porque el indianismo es de orden metafísico, no es perecedero, y Rojas tiene

fe en su indestructibilidad, son vanos los intentos de destruir el alma argentina14. Pero si esa

no es una posibilidad, lo que sí alarma a Rojas es el olvido. El indianismo estampa su forma

en los argentinos en la medida en que estos tienen consciencia nacional, y esta consciencia

puede no desarrollarse o perderse. “Cuéntanse los enemigos de esa vieja raza argentina (…)

entre los mismos hombres de afuera, que han venido a pedir su hospitalidad; o entre sus

propios desertores, que visten de materialismo y liberalismo académicos su estolidez”15: los

unos llegan a la Argentina y no desarrollan una consciencia nacional, los otros se deshacen de

ella y adoptan ideas universales y sin patria. Ambos son manifestaciones de la Argentina que

13
Ibid., pp. 87-88.
14
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., p. 252.
15
Ibid., p. 246.

9
se pone en marcha bajo la filosofía del progreso, para ser más claros, los primeros son la base

social y los segundos son la élite de la Argentina progresista de finales de siglo XIX y

principios del XX.

El progreso se realiza en un plano físico y visible, y lo constituyen los medios de

producción, de intercambio, de consumo y de gobierno. La civilización se realiza en

un plano invisible y metafísico, y finca en la conciencia de la justicia, las

concepciones de la belleza, las especulaciones por la verdad.16

El autor de esas palabras no renuncia al progreso, pero sí denuncia su exclusividad. Él

está planteando uno de los problemas más importantes de principios del siglo en Occidente, a

saber, la autonomización de los medios y la instauración de una sociedad sin fines. La

ausencia de fines es consecuencia del olvido de lo propio, de la conciencia nacional que

responde al indianismo. La gran amenaza que ve cernirse sobre nuestra patria no es la del

progreso, contra el cual no tiene grandes objeciones, sino el que el progreso se desligue de los

verdaderos fines de la vida espiritual común y se marchite nuestra civilización. En otras

palabras, el nacionalismo de Rojas no es antiprogresista, incluye en sí los principales logros

de la filosofía del progreso.

Ante el olvido de lo propio que desemboca en la disolución nacional y en la pérdida

de lo común, Rojas propone un programa político que retorne a lo coligante de la

argentinidad. El olvido se combate fundamentalmente con la historia y la tradición, pero

también con el conocimiento del lenguaje y del territorio.

Si de entre los enemigos del indianismo se señalan fuertemente a los inmigrantes que

no se argentinizan, podríamos pensar que la propuesta de Rojas es hostil a ellos. El

romanticismo tiene en sí el peligro de volcarse a políticas identitarias que refuercen lo propio

16
Rojas, Ricardo, La restauración nacionalista, op. cit., p. 74.

10
a costa de volverse xenófobas y autoritarias, y es cierto que en años inmediatamente

posteriores, la Argentina vivirá el desarrollo de fuertes tendencias en este sentido. Sin

embargo, no es el caso de Rojas. Si bien es verdad que él fue un fuerte crítico de las ideas

universalistas y cosmopolitas, no menos verdadero es que a su doctrina nacionalista le

pertenece un credo democrático. Asimismo, ya hemos dicho que su propuesta exige una

fidelidad al comienzo nacional, a la Revolución de Mayo, por lo que Rojas considera que la

igualdad de todos los hombres es un producto del lento trabajo del espíritu indiano que salió a

la luz con la revolución, la democracia es un resultado del principio vital argentino.

3.- Consecuencias de este nacionalismo

Hemos señalado ya la importancia de Sarmiento para Rojas. En el capítulo XIX de

Blasón de plata, esta referencia vuelve a aparecer cuando rechaza la validez de la alternativa

‘civilización y barbarie’ como explicativa de la totalidad de nuestra historia17. Si bien en el

Facundo Sarmiento creía en la posibilidad de una asimilación de la barbarie por la

civilización (notoriamente, esta asimilación tenía una de sus vías principales en la educación,

lo que se repite en Rojas, pero cambia el tipo de educación), con el paso de los años y la

experiencia de la política concreta, esa esperanza se va apagando. En sus últimos escritos esa

alternativa se vuelve un conflicto insalvable que adquiere determinaciones etnológicas y

hasta racistas. Sarmiento termina por creer en la imposibilidad de la civilización en la

Argentina por la deficiencia irremediable de la ascendencia étnica de sus habitantes. Dejando

de lado los rasgos bio-raciales, Rojas también se empeña en una indagación acerca de la raza,

la cual hay que entender en el sentido de tipo autónomo y consistente, y también se va a

concentrar en una investigación acerca de la estirpe u orígenes de la raza, pero ahora

considerados positivamente.

17
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., pp. 173-174.

11
La raza a la que Rojas dedica su atención es la del criollo, que es, ya se sabe,

encarnación del espíritu indiano. En realidad el criollo es la segunda encarnación de este

espíritu, siendo la primera la del indio. El indio es ancestro del criollo, si no necesariamente

por la sangre, lo es por ser el antecedente que formó antes el mismo espíritu. El indio y el

criollo son fundamentalmente semejantes porque ambos son el efecto del espíritu indiano que

se manifiesta como emoción del territorio, como sentimiento mítico que proviene de la tierra.

Por supuesto, este es otro rasgo romántico en Ricardo Rojas.

Cabe preguntarse, entonces, qué pasa con los inmigrantes, que ponen en peligro la

continuidad de la raza. Y aquí se manifiesta otra faceta del sarmientinismo invertido de

nuestro autor: en contra de las interpretaciones habituales, no hay un conflicto o

enfrentamiento de razas. Lo peculiar del espíritu indiano es la capacidad de absorber e

incorporar lo que le viene del exterior. El nacionalismo, en esta versión, no se cierra a lo

extranjero, sino que está siempre abierto.

Decimos que, como Sarmiento, Rojas retrocede a los orígenes de la estirpe para decir

algo acerca del presente. Estos orígenes son fundamentalmente dos, el indio y el español. En

su ensayo más importante acerca de estética, llama a la síntesis del exotismo y del indianismo

‘Eurindia’, la cual constituiría “una cultura nacional como fuente de una civilización

nacional”18. Esta es, para bien y para mal, una de las principales innovaciones de Rojas, la

afirmación de una esencia nacional que sin embargo no está completamente dada de una vez

y para siempre, sino que va incorporando novedades históricas. Esto no significa exactamente

que el alma argentina o americana cambie, porque lo que en realidad hace es determinarse,

enriquecerse. Entonces, no hay una dicotomía excluyente al estilo de Sarmiento, en la cual

los dos principios están contrapuestos y en duelo a muerte. Más aún, la inclusión de lo otro es

18
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo V, Eurindia. Ensayo de estética fundado en la experiencia
histórica de las culturas americanas, Librería La Facultad, Bs. As., 1924, p. 20.

12
fundamentalmente pacífica en Rojas, a tal punto lo es que frecuentemente da la impresión de

estar suavizando la historia y escondiendo el conflicto. Pero Rojas puede hacerlo porque

desde un primer momento su objetivo es dar una imagen mítica de nuestro origen. La historia

mítica que él reconstruye neutraliza sistemáticamente los conflictos y la violencia, aquí se

revela la función ideológica de su mitología del origen.

Sarmiento tiene una valoración sumamente negativa acerca de nuestros orígenes.

Rojas, por el contrario, la tiene positiva y denuncia el “prejuicio caucásico acerca de los

indios y el error patriótico acerca de los españoles”19. El doble desprestigio del origen no

puede resultar sino en una autoevaluación negativa, que es en efecto la que resulta de la

filosofía del progreso en nuestras tierras. Sin embargo, en términos de Rojas, el desprestigio y

la autoevaluación resultantes no son más que el efecto de la adopción de un punto de vista

exótico y anti nacionalista, que no permite ver en detalle la realidad propia.

La operación de pacificación de la inclusión del otro actúa ya en los mismos indios, en

sus relaciones entre sí. Al analizar la primera encarnación del indianismo en América, esto es,

los habitantes precolombinos, Rojas se detiene principalmente en los incas. A ellos les

atribuye “la misión de unificar todos los pueblos de las Indias, en la comunidad de un

gobierno, de una religión y un idioma.”20 Ahora bien, mientras que la unificación de los

pueblos de las Indias no podía hacerse más que mediante una acción imperial, y así fue

efectivamente en el caso de los incas que nuestro autor exalta, Rojas borra completamente la

violencia entre pueblos precolombinos. Así, al llegar a la descripción de la anexión de los

territorios que hoy son argentinos por parte de los incas, la llegada de los enviados del

imperio es descripta así: “Los Incas traían a las tierras conquistadas sus caminos, sus puentes,

19
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., p. 235.
20
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., p. 65.

13
sus siembras, sus telares, sus armas y sus leyes protectoras.”21 Rojas provee de las razones

por las que “los sencillos calchaquíes” estarían interesados en acoplarse e incorporarse a la

unidad territorial incaica. Y así, reconstruye a modo de leyenda “la favorable respuesta y el

augurio feliz ante los jefes emocionados de la tribu.”22 El interés fundamental de nuestro

autor es mostrar la posibilidad de incorporación de grupos extranjeros al cuerpo social, y

sobre todo mostrar que estos pueden aceptar la soberanía del país al que pasan a formar parte

y adoptar la consciencia que es propia de ese país. Es así que elogia la decisión de los

calchaquíes de convertir a sus dioses en dioses menores bajo la primacía del dios Inti, y la

decisión de acatar al Inca sin disolver los casicazgos locales. Es por eso que luego se

reconstruye con todo lirismo la escena en que se completó “este acto de vasallaje”23 de modo

totalmente pacífico, por la voluntad libre de los mismos que se convirtieron en vasallos y para

beneficio de ambas partes.

El relato acerca del origen que estructura su pensamiento le exige a Rojas proyectar en

el indianismo (el cual es el origen) aquello que pretende ver realizado en el futuro inmediato,

es por este motivo que tiene que postular la incorporación pacífica de los pueblos de las

Indias al imperio incaico. El nacionalismo de Rojas tiene la ventaja de no cerrarse al

extranjero y de no proponer la supresión del otro, pero lo hace al costo de invisibilizar el

conflicto inherente a toda anexión.

Sin embargo, el indio es sólo una primera versión o encarnación del indianismo. Rojas

construye una figura mítica del indio en la cual éste pertenece fundamentalmente al pasado,

no es un problema actual. Es casi como si el indio fuera un espejo para que podamos observar

lo que fuimos, como una figura ya pretérita del espíritu de la tierra. Los naturales están

21
Ibid., p. 66.
22
Ibid.
23
Ibid., p. 69.

14
muertos y prácticamente no tienen historia cierta ni monumentos24. Es así que el indianismo

necesitó formar un nuevo tipo o una nueva estirpe, cuya irrupción sucedió en las revoluciones

de independencia. Si en vez de formarse el criollo se hubiera vuelto al dominio de las razas

precolombinos, eso habría sido “una restauración regresiva, en nombre del principio incaico,

pero en detrimento de la solidaridad humana.”25 Vemos entonces que el nacionalismo

espiritual justifica el presente y marca una dirección hacia el futuro, pero todo eso al costo de

darle al indio un lugar ya superado. A tal punto está justificada la supresión de los pueblos

indígenas que Rojas la pone en boca de ellos, y más aún, de sus principales profecías y en la

sabiduría de sus reyes. El capítulo XIII de Blasón de plata es una explicación de la aceptación

del destino final de esta primera encarnación del indianismo. La destrucción de la dominación

precolombina en esta tierra había sido profetizada en el himno del rey Nezahualcoyotl26 y

esta verdad era compartida por el inca Huayna Capac27. Así, la extinción no es algo que les

vino desde afuera, no fue producto de la violencia y de ningún modo se puede culpar a los

conquistadores, sino que era un destino trágico, anunciado y asumido como lo más propio.

No son sólo las relaciones entre diferentes pueblos indígenas las que se vuelven

míticamente pacíficas y no sólo son sus conquistas las que se vuelven incorporaciones

voluntarias de los conquistados. Exactamente lo mismo sucede con las relaciones entre indios

y españoles. Ya hemos dicho que, Rojas construye unos indios sapientes de su extinción

inminente como un destino trágico, no se trata de una violencia que se ejerce desde afuera,

sino de un pueblo que cumple con su destino histórico, entregándose a la destrucción.

También la conquista es transfigurada en términos de entrega y de auto-donación de los

indígenas a los conquistadores. Tal es la descripción de la anexión por los primeros

24
Ibid., p. 72.
25
Ibid., p. 186.
26
Ibid., p. 114.
27
Ibid., pp. 116-117.

15
exploradores españoles, desde Colón mismo, y es también la de la conquista realizada en lo

que ahora es Argentina. Hay dos caracteres que Rojas le atribuye una y otra vez a los indios,

sin dudas porque son dos virtudes que también es necesario ensalzar en la Argentina del

centenario: la fraternidad y la hospitalidad. La llegada de los europeos a América fue recibida

como si de dioses amigos se tratara, dice nuestro pensador, y así describe el primer momento

de acoplamiento de las tierras americanas al dominio español: “En medio de aquel pacífico y

no esperado acatamiento, los descubridores tomaron posesión de la tierra.”28 Los españoles

no habrían sido los que forzaron la conquista, porque fueron los indios los que desde un

primer momento “se adelantaron a recibir al extranjero, con los brazos abiertos como la cruz

de amor que él mismo alzaba en los aires.”29 Rojas reconstruye poéticamente el modo en que

los locales reaccionaron ante la llegada de los exploradores de las carabelas en términos de

“lo más puro de la fraternidad indiana” y de “el símbolo de la hospitalidad.”30

Sin dudas Rojas necesita establecer de este modo el primer contacto entre ambas razas

porque es preciso borrar del origen la violencia atribuida a ambos lados. En una continuación

extrema de la inversión de las tesis de Sarmiento, Rojas sostiene que la violencia no es lo que

caracteriza a nuestro ser en común porque no es lo que caracteriza a nuestro origen. Rojas y

Sarmiento coinciden en que lo que hay en el origen es determinante para definir quiénes

somos y cuál es nuestro destino, pero difieren en la caracterización del origen y por lo tanto

también difieren en sus consecuencias. La Argentina no es el teatro en que se represente el

conflicto insalvable y a muerte de dos estirpes violentas, sino que es el lugar de fusión

pacífica de dos (o posiblemente más) razas generosas, fusión que da lugar a una nueva

estirpe, la criolla.

28
Ibid., p. 101.
29
Ibis., p. 102.
30
Ibid., pp. 103 y 104 respectivamente.

16
También en estas latitudes de la América la conquista tuvo lugar como fusión pacífica

del espíritu indiano que, si era conquistado militar y políticamente, era conquistador espiritual

y racialmente. “Los exploradores que después del descubrimiento llegaron al Río de la Plata,

encontraron la mismo hospitalidad que en las Antillas”31, dice el poeta y pensador. En este

capítulo XII de la obra que nos interesa, Rojas insiste una y otra vez en que los indios que

aquí habitaban eran fundamentalmente generosos y abiertos con el extranjero, destacando que

estos les proveyeron a los españoles “las vituallas e informes necesarios para avanzar en la

exploración.”32 Aquí, en el Río de la Plata, lo mismo que en el resto del Nuevo Mundo, los

indígenas eran en su gran mayoría pacíficos y estaban dispuestos a ayudar a los europeos que

llegaban también en paz. Sin dudas esta apertura y fraternidad que Rojas describe histórico-

míticamente se translada al tiempo del centenario de la República como programa político,

pues, como ya hemos insistido, el origen es también el destino.

La minimización del conflicto también tiene lugar en esta parte del continente, pues

Rojas niega todo el carácter belicoso atribuido a los indios e incluso da razones que lo

justifican cuando no es posible negarlo. La violencia, en este relato, fue excepcional y “siguió

siempre a los tributos injustos, a los vejámenes de que era víctima la tribu inferior a manos

del extranjero armado.”33 Incluso el hecho de violencia más famoso de los indígenas hacia los

españoles, la muerte de Solís a manos de los charrúas, es planteado como una excepción. Los

charrúas eran una de las pocas tribus hostiles, la emboscada no se repitió, y además la ocasión

“hubiera sido sin trascendencia si la persona casualmente herida no fuese el jefe de la

expedición.”34 Expurgando así de violencia al comienzo de nuestra historia en el Río de la

Plata, la belicosidad de los autóctonos contra los invasores no puede ser una mácula de

31
Ibid., p. 106.
32
Ibid., p. 109.
33
Ibid., p. 106.
34
Ibid., p. 107.

17
vergüenza para los primeros, pues fue siempre defensiva, ellos aceptaron mansamente el

yugo pero se vieron obligados a hacer la guerra en defensa de la libertad, la tierra, la justicia o

la vida misma. Lejos de ser un defecto, la defensa de lo autóctono frente a la disolución en

manos del extranjero es una virtud, de la que se deriva el patriotismo y nacionalismo que

Rojas pregona. El nacionalismo nace del sentimiento del territorio, y la defensa de la tierra35

es lo primero que requiere, esto es algo que heredamos de los antecesores indianos. En pocas

palabras, en todas partes del territorio del Plata “todos se sublevaron más tarde, como lo

habían hecho los querandíes de Buenos Aires, cuando el blanco les resultó un opresor.”36 Por

lo demás, los indígenas del territorio del Plata participan de la solidaridad social que nos dicta

el indianismo a través de la emoción de la tierra, por lo que “su hospitalidad no debe

sorprendernos.”37

Pero si el antagonismo irreconciliable no es lo que explica nuestra historia, puesto que

no hay una antítesis del origen, ¿qué hay? La respuesta de Rojas es el mestizaje guiado por el

cauce subterráneo del indianismo. El indianismo es el principio que explica el alma argentina,

es su esencia, pero no es una esencia cerrada e inmutable, que necesite exteriorizarse en una

pureza o no exteriorizarse en absoluto. Si bien el indianismo explica nuestra historia sólo en

su oposición al exotismo, no es una oposición excluyente. Al menos no lo es desde el lado del

indianismo, sí lo es a veces (pero no siempre, es decir, no necesariamente) desde el lado del

exotismo. Aquí se revela el aspecto más amable de la metafísica de la historia de Rojas, lo

indiano no expulsa sino que incorpora las sucesivas exterioridades culturales que se le

colocan delante. La relación de unos indígenas con otros es la de asimilación en una cultura y

en una unidad territorial (el imperio incaico, por ejemplo), y la relación de los habitantes

precolombinos con los conquistadores europeos también es la de la lenta pero necesaria

35
Ibid., p. 108 Por ejemplo el “movimiento del río natal y de la raza”.
36
Ibid., p. 110.
37
Ibid., p. 111.

18
fusión en un nuevo tipo de indianismo. El indianismo, según esta lógica, es “el origen y

continuidad de nuestra historia”38, entendiendo aquí “continuidad” como la lógica de su

despliegue y concatenación. Así es también como hay que entender el movimiento presente y

futuro de la historia en estas tierras, y del mismo modo que el espíritu indiano, emanado del

territorio mismo y de su sentimiento, logra fusionar las razas en un tipo autóctono y en unos

ideales autóctonos, lo mismo hay que esperar de y para los inmigrantes de principios de siglo.

El nacionalismo de Rojas no es expulsivo ni xenófobo porque es ante todo optimista, no cree

en una decadencia de la raza argentina en manos de los extranjeros porque tiene fe en su

argentinización, como tiene fe en la argentinización de los capitales extranjeros. Por

supuesto, esto no quita que haya una alarma por este asunto, y por momentos el ensayista

parece decir que tenemos que actuar ya o nos veremos ante la pérdida de nuestros caracteres

y costumbres más propias, pero el tenor general de su obra prima la idea de que la

argentinización de los inmigrantes es un hecho ineluctable, en el que actúa una necesidad

subterránea, o más exactamente, una necesidad territorial. “Esta lenta infiltración europea

podría impurificar pero no destruir al hombre americano, (…) puesto que tiene éste en su

apoyo la fuerza caracterizante del territorio indiano, la gloria y la experiencia de su pasado,

las leyes políticas de la sociedad que gobierna y las disciplinas intelectuales de la educación

que dirige.”39

El tipo criollo, encarnación del indianismo, sucesor del indio, no se pierde, sino que se

enriquece con cada nueva incorporación. Así, el criollo es heredero de las virtudes del indio y

del español40, a saber, la capacidad para el arraigo de una civilización americana del primero

y, del segundo, la comprensión de las ideas universales y la práctica del progreso, de modo

tal que las dos razas no antagonizan sino que se complementan en la nueva raza en la que se

38
Ibid., p. 237.
39
Ibid., pp. 242-243.
40
Ibid., p. 238.

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funden. El exotismo no altera al indianismo, sino que, al ser absorbido, el indianismo se

vuelve más concreto y más determinado; el exotismo gana, por su parte, la supervivencia en

un marco más amplio y en una realidad concreta que él mismo sería incapaz de llevar a cabo.

De allí se explica la exigencia que hace en el pasaje que ya hemos citado de Eurindia, y que

ahora transcribimos más ampliamente: “No queremos ni la barbarie gaucha ni la barbarie

cosmopolita. Queremos una cultura nacional como fuente de una civilización nacional”41.

Esta frase sería escandalosa para Sarmiento, y la referencia a él es clara. Bárbaros no son para

Rojas los incultos sino que retoma su sentido romano, en el cual los bárbaros son los

extranjeros42, de modo que la barbarie aquí rechazada no es otra cosa que el exotismo. El

indianismo no es incompatible con la civilización, más aún, su apertura a lo otro nos la

facilita. La posibilidad de rechazar como bárbaro lo antinacional y también el hecho de que lo

nacional pueda ser bárbaro o civilizado apunta a la capacidad del indianismo de

perfeccionarse en la medida que incluye en sí a lo otro de sí, pero siempre con la condición

de que no se enajene en el cosmopolitismo, que no deje de ser nacional.

4.- Conclusiones

Hemos repasado primero cuáles son las elecciones conceptuales que hace Rojas para

elaborar su doctrina nacionalista y los motivos que aduce. Rojas se nos muestra como un

romántico preocupado por la desaparición de los caracteres propios y tradicionales ante el

avance del cosmopolitismo que implicó la modernización nacional. Frente a ello, Rojas

recurre a la pregunta sarmientina acerca de los orígenes de lo propio. Vimos que una y otra

vez Rojas construye su doctrina en referencia a Sarmiento pero invirtiendo sus valoraciones.

La pregunta por el origen es posible solamente para el tipo de pensamiento romántico que

41
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo V, Eurindia. Ensayo de estética fundado en la experiencia
histórica de las culturas americanas, op. cit., p. 20.
42
Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, op. cit., p. 174.

20
Rojas elabora y hace necesaria una centralidad de la historia, pero esta historia conecta con la

poesía y la mitología, pues el objeto en el que se afana el autor, el origen, no es aprehensible

más que por esos modos de lenguaje. Rojas elabora entonces una mitología del origen, el cual

se vuelve también destino, por lo que esta mitología del origen tiene una repercusión directa

en los problemas vivos de la Argentina del centenario, particularmente en el problema que a

Rojas más le preocupaba, el de la argentinidad o falta de ella de los inmigrantes pero también

de la élite extranjerizada. Rojas aboga por la posibilidad de argentinizar a unos y a otros, pero

para hacer manifiesta esta posibilidad, Rojas tiene que proyectar en el origen lo que debe ser

el destino, esto es, la asimilación pacífica de los elementos extraños en la autoctonía de la

estirpe argentina, así como la fusión pacífica en una comunidad que, mediante el sentimiento

de la tierra, el recuerdo de la tradición y la difusión de la lengua, permanece siendo argentina

y americana, pero se va enriqueciendo y determinando cada vez más.

El nacionalismo de Rojas tiene una particularidad comparado con otros modos de

nacionalismo que se conocieron en este país, particularidad que a nosotros nos parece una

ventaja, a saber, que es de credo democrático y no xenófoba, abierta a las diferentes formas

de otredad. Sin embargo, esto tiene un costo, Rojas se ve impulsado a proyectar en el pasado

una forma pacífica de asimilación y fusión que borra los conflictos y la violencia que esa

incorporación requirió. La doctrina nacionalista del autor que hemos analizado encuentra sus

límites cuando se ve forzada a suponer una imagen idílica de las relaciones que entablaron los

diferentes grupos que se encontraron en las tierras del Plata, siendo este encuentro más

parecido a un choque que a la aceptación mansa de una nueva realidad.

21
Bibliografía:

Rojas, Ricardo, La restauración nacionalista, UNIPE: Editorial Universitaria, La

Plata, 2010.

Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo I, Blasón de Plata, Librería La

Facultad, Bs. As., 1922.

Rojas, Ricardo, Obras de Ricardo Rojas, tomo V, Eurindia. Ensayo de estética

fundado en la experiencia histórica de las culturas americanas, Librería La Facultad,

Bs. As., 1924.

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