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de una construcción?
Respuesta
La autoridad municipal puede ordenar la demolición de una obra cuando su funcionamiento está
prohibido legalmente, constituye peligro o riesgo para la seguridad de las personas y !a
propiedad privada o la seguridad pública, o infrinjan las normas reglamentarias o de seguridad
del sistema de defensa civil.
Explicación
El procedimiento de demolición básicamente deberá contener las siguientes actuaciones:
2. Dar plazo para el descargo del ciudadano/a infractor/a, brindando todas las garantías del
debido procedimiento, como es el ejercicio del derecho de defensa.
4. Ejecutar la demolición a través del ejecutor coactivo o en su defecto con el auxilio de la Policía
Nacional
Asimismo podrá ordenar la demolición de obras e instalaciones que ocupen las vías públicas o
mandar ejecutar la orden por cuenta del infractor; con el auxilio de la fuerza pública o a través
del ejecutor coactivo, cuando corresponda.
Base Legal
Artículo 46° y 49° de la Ley N° 27972 Orgánica de Municipalidades
1. No autorizada en suelos destinados a viales, zonas verdes, bienes de dominio público o lugares que
tengan legal o administrativamente reconocido su valor paisajístico, ecológico, artístico, histórico o
cultural, o por los mismos motivos hayan sido considerados de especial protección.
2. No autorizable en suelo no urbanizable.
Nos encontramos ante la primera de todas las normas de título XVI del Libro II CP que se denomina así:
“De los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del patrimonio histórico y del
medio ambiente”, que se encuentra en su capítulo I titulado “De los delitos sobre la ordenación del
territorio”.
En el derecho actual nadie pone en duda que las leyes relativas a esta materia (ordenación del territorio)
responden a una necesidad de los tiempos que vivimos, pues no sería concebible hoy en un Estado de
Derecho en el que estuviera permitido que cualquiera pudiera construir o realizar obras en cualquier
clase de terreno conforme a su sola voluntad. El respeto de esas normas se encuentra en la línea de unos
intereses públicos que han de tener prioridad sobre los meramente privados.
Lo prohibido en el artículo.319.1 del CP constituye un daño material y físico contra esos intereses
públicos, defendidos aquí por un ayuntamiento que vela por que sus vecinos y visitantes puedan disfrutar
de unas zonas verdes o bienes de dominio o uso público, en la línea de protección del medio ambiente a
cuyo servicio se encuentra la conservación de unos lugares particularmente protegidos por el legislador.
El artículo.319 CP castiga conductas objetivamente graves y dolosas que ataquen un bien jurídico
comunitario (la utilización racional del suelo y la adecuación de su uso al interés general); y por ello, el
análisis del tipo debe realizarse desde la perspectiva de la “antijuridicidad material”, aplicando en su
caso el principio de mínima intervención, cuando no se aprecie, afectación del bien jurídico tutelado, ya
que los tipos penales no pueden servir como mero reforzamiento de la autoridad administrativa, sin
contenido material de antijuridicidad.
Aunque en la práctica pueda levantarse un edificio en casi cualquier lugar que nos propongamos, como
se puede suponer no todos los terrenos son aptos para proceder a ello, normalmente deben efectuarse
unos trabajos previos que convierten el terreno en solar.
La antijuridicidad del delito de urbanismo
La necesidad de que el bien jurídico protegido haya resultado materialmente afectado por la conducta
enjuiciada, parece emerger como exigencia indefectible desde el punto y hora en que la común
estructura de los diversos tipos incluidos en el precepto, y aun en el capítulo, abona que la sanción penal
responda a comportamientos material y no sólo formalmente lesivos de lo que mediante la ordenación
del territorio trata de protegerse, bien por conculcación directa de los valores a preservar, o
indirectamente por la infracción de la normativa que los regula, pues ni parecen criminalizarse figuras
obedientes a una pura contravención de trámites desligados de su correlativo impacto ambiental o
territorial, ni se sancionan tampoco todas las posibles conductas contraventoras, sino exclusivamente las
de impacto más inconveniente, más álgido, o de mayor categoría en relación con la intensidad de la
protección (suelo no urbanizable o suelo especialmente protegido).
Lo que evidentemente pugna desde interpretaciones lógicas y sistemáticas con otro punto de vista
inclinado a sancionar por simples contravenciones de no efectiva repercusión negativa para el territorio
en la forma que viene dispuesta su ordenación, lo que incluso podría afectar al principio de
subsidiariedad en atención a la comentada protección dispensada sobre los supuestos que más
gravemente afectan al bien jurídico protegido.
Además, en ambos casos, los Jueces o Tribunales, motivadamente, podrán ordenar, a cargo del autor del
hecho, la demolición de la obra, sin perjuicio de las indemnizaciones debidas a terceros de buena fe.
Alega el constructor aplicación indebida del art. 321 CP 95, lo que es acogido por el TS, que señala que
es claro que el acusado destruyó un edificio y ello de forma dolosa con un dolo directo de primer grado,
pero a diferencia de lo que considera la sentencia recurrida, no nos encontramos ante un edificio
“singularmente protegido”, ya que de los hechos probados no se derivan datos suficientes para afirmar
como presupuesto fáctico de una condena penal que nos encontramos ante un bien “de valor histórico,
artístico, científico, cultural o monumental” conforme lo exige el art. 323 CP 95.
Nos encontramos ante un delito de resultado en el que la producción de un daño concreto (destrucción o
alteración grave de un edificio) es necesario para la consumación del delito, lo que permite su punición
en casos de tentativa, cuando ya la ejecución hubiera comenzado. No así en los casos de conspiración,
proposición o provocación, al no existir al respecto previsión legal concreta.