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Universidad de los Andes

Facultad de Humanidades y Educación


Escuela de Letras
Cátedra: Literatura Venezolana III
Br. Yonhatan Jesús García
e-mail: yonhatan@gmail.com

EL SENTIDO DE LA POSMODERNIDAD EN HABITANTES DE TIEMPO


SUBTERRÁNEO

El poeta anuncia y sufre su propia demencia. Se entrega


y ama al laberinto que lo distancia de los hogares del
hombre. Descifra en la locura la verdadera voz
escrutadora de los tiempos modernos, y desde ahí le
solicita al futuro que avance, hasta retornar a la propia
nostalgia de los hombres, a la “edad de oro” perdida.

Nicolás Casullo

En Habitantes de tiempo subterráneo1 de María Luisa Lázzaro2, la experiencia del


viaje, como núcleo temático primordial, constituye el radio de representación ficcional
desde el cual se homologan aspectos sensibles de naturaleza aparentemente distinta, ya por
pertenecer a ámbitos reales cuya oposición se diluye en la reciprocidad de su diálogo
mutuo. Pues estamos hablando de un viaje bidimensional, un viaje que Lary Eliana,
personaje-narradora principal de la obra que nos ocupa, realiza confluentemente a través de
un proceso reconstructivo doble, que deviene en necesidad por recuperar tanto la memoria

1
María Luisa Lázzaro. (2006). Habitantes de tiempo subterráneo. 2 º ed. Mérida, Venezuela:
AEM/FUNDALEA/CENAL. La obra narra el trayecto de vida de Lary Eliana o Laly, personaje-narradora,
quien, aprovechando como argumento novelable un conjunto de legajos, puestos a su libre disposición por
Doña Elisa en su lecho de muerte, evoca progresivamente los aspectos, visiones y vivencias más relevantes de
su existencia, estructurada en sus tres fases primordiales: infancia, adolescencia y adultez. Por tanto, lo que
nosotros apreciamos en la lectura de esta obra, es un proceso de reescritura sustentada o basada en el
argumento tomado de los textos escritos por Doña Elisa.
2
Magister en Literatura Iberoamericana, mayormente conocida como poeta, novelista y ensayista, nace en
Caracas, en 1950, María Luisa Lázzaro. Egresada de la Escuela de Bioanálisis (1971) y de la Escuela de
Letras (1977) de la Universidad de los Andes. Entre sus obras destacan: poesía, Poemas de agua (1978),
Fuego de tierra (1981), Árbol fuerte que silba y arrasa (1988); novelas, Habitantes de tiempo subterráneo
(1990) y Tantos Juanes o la venganza de la Sota (1993); ensayos, Viaje inverso: sacralización de la sal
(1985) y La inquietud de la memoria en el caos familiar (1995); literatura infantil, Mamá cuéntame un cuento
que no tenga lobo (1984), Parece cuento de Navidad, Darlinda (1994).

1|Página
como la quintaesencia de un estado primigenio. Esto es, un viaje retrospectivo y un viaje
introspectivo, donde el ser restablece su pasado e interioridad.
Por un lado, el viaje retrospectivo, en tanto reivindicación de la memoria, surge de
la nostalgia por traer al presente, imágenes, voces, sensaciones y vivencias propias de un
pasado acaso glorioso, cuya muerte del padre de Lary constituye el punto divisorio entre la
estabilidad del ayer y la realidad caótica del hoy; espacio de representación éste desde el
cual la protagonista narra y viaja, a fin de hacer un recorrido por las distintas etapas de su
existencia: infancia, adolescencia y adultez. Así, la incursión descendente en el pasado
sirve a la narradora como proceso catártico o liberador ante la desdicha que supone vivir
como sujeto subalterno entre un mundo aún dominado por instancias y poderes
hegemónicos o patriarcales3. Tal como lo sugiere Adaías Charmell Jameson, a propósito de
Habitantes de tiempo subterráneo:

Mirar atrás, encontrarse con el pasado es una terapia sugerida a todo aquel que quiera encontrarse
consigo mismo y bajar a los mundos subterráneos, a los ínfimos mundos del recuerdo para poder
echar fuera el dolor de la muerte, los rostros que señalan, juzgan y humillan con el dedo índice y
hasta el falso rostro y la imagen aterradora del nombre de Dios como Ser que todo lo puede y todo lo
arregla. En Habitantes (sic.), el recuerdo protagoniza la narración, desempeña un papel generador de
verdades, creador de diferentes generaciones y voces que visitan el mundo de lo fantástico, y se
convierte en enunciador de nuevos capítulos y nuevos acontecimientos en el universo narrado, y en
la construcción y reconstrucción de imágenes vividas4.

Vemos, entonces, cómo esta incursión cede al recurso de la memoria una función
protagónica y transgresora de un vasto orden preestablecido, ya porque invierte valores,
develando, mediante la apropiación certera del espacio narrativo y ficcional, un conjunto de
“verdades” y “voces” silenciadas, subyugadas.
Por otro lado, el viaje introspectivo, en comunión dialógica con la memoria, de la
que toma la infancia como fase y tópico simbólico, constituye la incursión e irrupción del
plano consciente en el ámbito del subconsciente; es decir, el tránsito hacia el espacio y
tiempo subterráneos, en que habitan los seres y recuerdos más olvidados. Pues, así como la
memoria pertenece al ámbito de lo retrospectivo, el olvido pertenece al ámbito de lo
introspectivo. Para Lary Eliana el retorno a su infancia, pese al goce o al infortunio que ello

3
Tómese en consideración que estamos estudiando un discurso femenino, ya de por sí transgresor.
4
Adaías Charmell Jameson. “Habitantes de tiempo subterráneo. Pretexto y transfiguración”. En: Habitantes
de tiempo subterráneo. 2 º ed. 2006. Mérida, Venezuela: AEM/FUNDALEA/CENAL, pp. 216-217.

2|Página
supone, es una experiencia extraordinaria, a la vez que una necesidad medular para la
regulación ecuánime de órdenes no del todo opuestos:

Volver a la infancia es una dicha, algunas veces. Hay que estar preparado. Es posible que ese viaje
nos dé vértigo, que nos haga vivir las mismas fatalidades; sensaciones de fuego y sangre. Es posible
que nos atrape el mismo tiempo anterior y nos cueste regresar. De cualquier manera, tarde o
temprano hay que llamar al subconsciente, abrirlo, escucharlo.
En esa introspección lúdica entreví escenas nunca antes vistas, donde yo era la heroína de un mundo
trágico que no me pertenecía. No eran precisamente los sueños de niña; eran imágenes cortantes que
alguien había enterrado en el traspatio de mi primer hogar: en las cavernas.
El subconsciente parpadea, bosteza. Son los días que había guardado en el baúl, junto al pañuelo.
Siento ahora la necesidad de hurgar a pesar de las telarañas: trajes negros, grises, marrones; disfraces
de cuando fui ángel, reina, virgen; mi traje de la primera comunión5.

Tal como puede apreciarse, la cita anterior ya de por sí denota la compenetración y


relación dialógica entre el olvido y la memoria, homologando, por tanto, el subconsciente al
inconsciente. Es, en otras palabras, la comunión complementaria entre lo onírico y lo real,
en que lo introspectivo deviene en espacio representacional del sueño y lo retrospectivo en
espacio representacional de la vigilia. Ambos espacios configuran el sentido de
Habitantes… como discurso posmoderno, ya por aunar una serie de procesos y relaciones
transgresoras y rupturales, que tienen que ver con el modo de asumir el tópico del viaje, no
sólo como una homologación entre el sueño y la vigilia sino que este vínculo equitativo
supone, a su vez, la fragmentación del ser y la instauración de un estado de incerteza, cuyo
devenir se hace contestatario del uso de la razón moderna como forma imperativa de buscar
el verdadero conocimiento. Es decir, la obra de María Luisa Lázzaro orienta su universo
diegético y discursivo a través de la desmitificación del proyecto hegemónico de la
racionalidad moderna. Al respecto, vale la pena reproducir una definición que da Nicolás
Casullo sobre esta gran etapa de la historia evolutiva del hombre:

Mirada desde sus matrices culturales más profundas, la modernidad es un mundo de


representaciones que, desde la titánica lucha de la Razón ordenadora, refundió valores, saberes y
certezas. Estableció paradigmas para la acción y la reflexión, para la crítica y la utopía. Fijó
identidades para la multiplicidad de lo real, denominadores comunes para el acceso al conocimiento
y códigos de alcance universal para interrogarse sobre las cosas y los fenómenos. Esta construcción
de la escena de la historia, si bien se presentó como permanente conflicto de intereses y
contradicciones económicas, sociales, nacionales y políticas, tuvo, sin embargo, como suelo
sustentador aquel universo narrativo que propuso el imperio de la razón, que situó al sujeto como
conciencia plena de los cursos históricos, que pensó el progreso tecnoindustrial como cultura
redentora de la humanidad. El proyecto moderno se edificó a partir de esta constelación de discursos

5
Lázzaro, op. cit., p. 46.

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hegemónicos, victoriosos, en tanto semantizacion integradora de un mundo secularizado, en tanto
teleológico horizonte para la realización de la historia 6.

En suma, son los vacios y las grietas dejadas por estos postulados u órdenes
preestablecidos, las vías de ruptura que hacen de la filosofía, la ciencia, la literatura norte-
euroccidental, la teosofía y la historia, discursos agotados frente al advenimiento de la
posmodernidad, de una nueva “conciencia develadora y recuperadora de la realidad, por la
heroicidad de ese viaje transgresor y reconciliador de los hombres con el mundo”7. Con
todo, Habitantes… sugiere la adquisición del conocimiento como consecuencia de la
exploración retrospectiva e introspectiva del ser, en un esfuerzo desaforado por resistir al
ejercicio de la razón puramente, a fin de aunarla al ámbito de la demencia. Se trata de una
compenetración dialógica, cuyo carácter lúdico-laberíntico recrea diversas relaciones
dicotómicas, memoria/olvido, razón/locura, vigilia/sueño8, vida/muerte,
realidad/imaginación, pasado/futuro, cotidiano/extraordinario, no necesariamente
antagónicas, sino complementarias. Relaciones éstas que instauran un estado de incerteza,
determinante para la fragmentación del ser, para su conversión en sujeto múltiple,
colectivo, heterogéneo. Así, desde la incertidumbre, en tanto estado representacional de un
espacio y tiempo intersticiales, Lary Eliana aparece como sujeto desindividualizado,
desprovisto de su yo particular:

Soy ese hombre dividido en dos. El niño que juega con rueditas. La niña que viste su almohada y le
canta. Soy el niño que cayó esta mañana del balcón. La madre que recibe a su niño en pedazos.
Soy ese pueblo incendiado, saqueado. El soldado muerto en cualquier calle de cualquier país en
guerra.
Soy el apocalipsis, el hombre contra el hombre, el hermano contra el hermano, el hijo contra el
padre. Soy el dolor de la vaca degollada, el padecimiento del toro con que juega el hombre al
martirio romano.
(…)
Soy la naturaleza, el sol, la lluvia, la simiente nueva. ¿Cuándo seré pan definitivamente? 9

6
Nicolás Casullo. (Comp.). “Modernidad, biografía del ensueño y la crisis (introducción a un tema). En: El
debate modernidad-posmodernidad. 2º ed. 1989. Buenos Aires, Argentina: Puntosur Editores, p. 18.
7
Ibíd., op. cit., p. 19.
8
Hay en Habitantes de tiempo subterráneo un capítulo crucial, que bien puede ejemplificar esta relación entre
la vigilia y el sueño. Para ello remito al capítulo, de la obra en cuestión, “Para empezar a vivir”. Lázzaro, op.
cit., p. 201-207.
9
Lázzaro, op. cit., p. 53-54.

4|Página
Asimismo, la incertidumbre, al igual que la memoria y el olvido10 ejerce una
función crucial en la descomposición y pérdida de la corporeidad propia, lo que implica,
además, una alegorización de la desrealización de la realidad así como la irracionalidad de
lo racional, en que el sujeto desde su intimidad liberadora incorpora a su esfera sensitiva los
padecimientos y sufrimientos del otro. Es la conversión de la mismidad en otredad. Todo
devenido de un proceso escritural que instaura la individualidad como entidad híbrida,
plural, donde la desintegración de lo subjetivo viene de la objetivación del yo en sujeto
multidimensional, capaz de aprehender la esencia verdadera de la existencia, sin las
ataduras limitantes de la razón moderna, ilustrada. Es la consciencia del discurso
posmoderno en un impulso desmedido por nominar y, primordialmente, por aunar
realidades, situaciones y caracteres que se pretendían relegadas a ocupar los polos opuestos
de un mismo universo.
Efectivamente, en Habitantes… esta consciencia irrumpe como mecanismo de
reflexión, revaloración y cuestionamiento irónico, profundo y complejo, sobre la herencia
de la modernidad en vía de desgaste. Modernidad que ha sido impuesta y aceptada sólo
desde la esfera de la racionalidad excluyente. La obra de Lázzaro aparece, entonces, como
palabra que cuestiona y desconstruye, retro e introspectivamente, lo que reconocemos
como realidad empírica y órdenes preconcebidos, a fin de representar, mediante la
experiencia del viaje, la incertidumbre, la fragmentación, el espacio y tiempo intersticiales,
una realidad acaso más aceptable y certera que la nuestra, ya por tratarse de una
cosmovisión que hace de ella un "sentido armonioso", en que confluyen y coexisten
caracteres de diversa naturaleza.
En ese universo novelado, la incursión e irrupción de este sentido/sinsentido de lo
real surge de la convergencia simultánea y de la relación dialógica entre esferas
contrastantes de la realidad. Pues, en Habitantes… puede hablarse, si se me permite, de tres
espacios representacionales: el de la vigilia, el del sueño y el de la escritura. En este
sentido, remito a consideraciones explícitas propuestas por Víctor Bravo en "La tres esferas

10
Así como la memoria desempeña un rol protagónico, el olvido no escapa de ejercer la misma función
dentro del orden diegético y discursivo en Habitantes de tiempo subterráneo: “Desprovista de imágenes, sin
memoria, sin el tiempo que corre apacible en los parques, me voy haciendo de pedacitos de historias
olvidadas”. Ibíd., op. cit., p. 37.

5|Página
de lo real"11, en cuyo texto el autor diferencia tres realidades que en su compenetración
dialógica proporcionan los signos formadores de lo real o mundo fenoménico. Estas
realidades son: la objetiva, la subjetiva y la intersubjetiva. La objetiva se corresponde con la
esfera de la razón y la ley; la subjetiva, con la esfera íntima de la individualidad, con su
razón e imaginación particulares; y la intersubjetiva, con la esfera de la colectividad, con su
condición socio-cultural que le define y le diferencia de otras localidades. Se trata de una
concepción tridimensional que no sólo ejemplifica lo que ocurre, delimitadamente, en los
tres ámbitos representacionales, ya mencionados, sino que justifica el espacio de la
escritura como figuración acertada de este carácter tridimensional. Es decir, la escritura, al
igual que el personaje femenino, se convierte, desde la transgresión profana de límites, en
espacio figurativo de los signos que han de proporcionar el sentido de lo real, en la medida
que se disuelvan las contrariedades epistemológicas del hombre, respecto a lo que puede ser
considerado real o no, vigilia o sueño, cordura o locura. Por lo tanto, en Lary Eliana opera
una transformación profunda de la razón e imaginación individuales, del discurso y la razón
ilustrada de la modernidad, donde la subjetividad, y por ende la escritura, se transmuta en
realidad intersubjetiva y, a su vez, en realidad objetiva. En entidad transgresora.
Todo gracias al tránsito del personaje hacia un estado de incerteza, cuya naturaleza
dicotómica, vigilia/sueño, permite concretizar la conversión del yo en consciencia
posmoderna, en tanto se entienda ese estado intersticial como ámbito propicio para la
reconciliación de las realidades objetiva, subjetiva e intersubjetiva, mediante la fluidez de
recuerdos, imágenes, rostros, sentimientos, deseos e intenciones varias del ser en su
existencia, que harán de estas realidades un conjunto cohesionado: transculturado. Se trata
de la inserción de la consciencia posmoderna en el escenario cultural universal. Inserción
crítica que involucra, en gran medida, un proceso descentralizador del logo-eurocentrismo,
"corroyendo las bases de la koiné literaria predefinida en términos de literaturas "más
viejas" y "mayores", de "troncos", "ramas principales" y "ramajes secundarios"12,
desplazando el sentido del discurso ilustrado como manifestación unívoca e imperativa de

11
Víctor Bravo. (1997). "Las tres esferas de lo real". En: Figuraciones del poder y la ironía. Caracas: Monte
Ávila Editores Latinoamericana, C.A., pp. 19-24.
12
Haroldo de Campos. (2000). De la razón antropofágica y otros ensayos. Comp. y tr. de Rodolfo Mata.
México: Siglo XXI editores, s.a., p. 3.

6|Página
estas literaturas, aparentemente superiores, como representaciones absolutas de cualquier
orden epistémico-discursivo, ficcional o no. Es decir, Habitantes…, en tanto expresión
descentralizadora de este discurso, vehicula un proceso subvertido de valores a través de
una escritura, cuyo acto creativo surge de la compenetración retro e introspectiva de la
experiencia del viaje, donde el personaje femenino aparece como sujeto especial, dotado de
una sensibilidad aguda y guiado por intuición e instinto13, en vez de la razón ilustrada, en
que la experiencia estética de la palabra, a la vez que viaje, se asume como labor artesanal y
proceso revelatorio:

Comencé a trabajar la palabra como un artesano, limando asperezas auditivas y visuales, puliendo
bocetos. (…). No importaban distractores ni ruidos. Mis oídos se resguardaban en el manto de la
concentración total. Comencé a desdoblarme en distintos personajes del teatro interno. Me
transformé en agua, fuego, tierra; águila; tigre; roca, arena. Me disfracé de pájaro blanco que nadaba
en charcos ficticios de sangre. (…). Desde entonces un océano de lenguaje y figuras me impregnó
para siempre.
La poesía se fue haciendo excrecencia de la tierra y del espacio intangible. Desdoblamiento,
deslumbre, clarividencia, futuro, pasado fecundo. Intuición. (…). Depuración del pensamiento y las
manos. Estado de sueño-vigilia. Arranca el yo, lo desintegra, y a pedazos lo va formando con nueva
carne, memoria y ciencia14.

Vemos, pues, cómo la escritura y el sujeto que la produce se convierten en realidad


intersubjetiva, en fragmentación, en lugares que reúnen en sí otras realidades, donde el
sueño y la vigila ocupan indistintamente la misma esfera de representación, transmitiendo
sensaciones homologas: “No puedo ser distinta a la oscuridad de mi sol interior”15, dice la
narradora. En este sentido, “La sensibilidad deviene así lugar donde confluyen voces, y
como forma extrema-pura-de la intensidad: la escritura como manifestación de la
intensidad del ser (…)”16. Es decir, se trata de una escritura intuitiva, más que racional,
donde el ser participa del misterio de una realidad pluridimensional.

13
Dice la narradora, Lary Eliana: “Me gustaría que alguien acertadamente me dijera qué hacer, cómo, en qué
momento, dónde. Tampoco sirve. Soy poco moldeable. Me he guiado por intuición, instinto tal vez”. Lázzaro,
op. cit., p. 36.
14
Ibíd., op. cit., p. 148.
15
Ibíd., op. cit., p. 38.
16
Víctor Bravo. “Para habitar el tiempo subterráneo”. En: Lázzaro, op. cit., p. 212.

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Asimismo, el cuerpo, al igual que la escritura y el personaje, en tanto
descorporeidad y fragmentación heterogénea17, puede tomarse como sentido alegórico; por
un lado, de la desrealización de lo real, y, por el otro, como revelación del estado impuro y,
por lo tanto, del estado mestizo de las cosas y órdenes que han instituido el mundo: "Nos
fuimos dando cuenta de que las culturas en general son mestizas de algún modo…", refiere
Ana Pizarro18. En este sentido, la descorporeidad y heterogeneidad, de Lary Eliana, no se
reduce únicamente a lo corporal, sino que, mediante su naturaleza dicotómica, real-irreal, y
síntesis sincrética de sentidos diversos, ramifica su sentido hacia aspectos múltiples de la
cultura:

En la superficie y en la hendidura del cuerpo concurren los universos simbólicos de las culturas. Es
posible de este modo reconstruir el mapa de una cultura por las huellas y jeroglíficos de su
corporeidad. Casa y horizonte, alberge y universo se afirman de manera recurrente en la imaginación
simbólica, como extensiones del cuerpo. Y el cuerpo como metáfora y síntesis del universo y de las
más imprevisibles formas del afuera 19.

Es, en nuestro sentido, la extensión de la consciencia posmoderna desde la


corporeidad fragmentada. A su vez, cada uno de estos aspectos o mecanismos, el viaje, la
inversión de valores (descentralización de órdenes preconcebidos), la escritura liberadora y
develadora, y la fragmentación, instauran un discurso sincrético donde la palabra,
compenetrada con diversas unidades semánticas (o semiológicas) de carácter alegórico-
simbólicos, como la corporeidad, irrumpe la incerteza, como estado de proyección de
sentidos múltiples. Es la ramificación ilimitada, intrínseca y extrínseca de significados; es
decir, lo de adentro siempre en relación dialógica con el afuera: lo otro en diálogo o
17
No obstante, lo corporal no sólo constituye un espacio de representación heterogénea y descorporeizada,
sino un espacio que en su recuperación se hace identitario y diferencia. Un espacio necesario de recuperar, a
fin de dar continuidad a la existencia: “Si pudiera volver a empezar. ¿Dónde está mi cuerpo? Mi cuerpo,
¿dónde mi cuerpo? Necesito recuperarlo. Por favor, ¿ha visto usted mi cuerpo? La gente me asusta, sin voces
ni gritos. Masas amorfas. El viento y la neblina nos va moldeando. Seres gelatinosos me sonríen. Me atrapan.
Me absorben. Quieren jugar conmigo. Se sienten igualmente solos. Mi cuerpo. Mi cuerpo. Por favor
devuélvanme mi cuerpo. Mi templo cuerpo, del espíritu, del templo. Ese no, mi cuerpo. Quiero mi cuerpo, un
segundo, otro siglo. Mis manos. Quiero mis manos, esas no, las mías. No importa si están estropeadas las
uñas. Esas uñas no, las mías, las mías. Mis dedos, mis gestos. Mi rostro. Ese no. Quiero mi rostro, aquel de
ojos amarillos. Mis ojos, esos no, los míos. Mi nariz, quiero la misma. Mi cuerpo, por favor devuélvanme mi
cuerpo. Ese no. Quiero mi cuerpo. Por favor, mis manos, mi rostro, mi piel, mis cabellos. Ese no, quiero mi
cuerpo. Mi cuerpo”. Lázzaro, op. cit., p. 200.
18
Ana Pizarro. (1994). "De ostras y caníbales: problemas de historiografía y biculturalismo". En: De ostras y
caníbales. Reflexiones sobre la cultura latinoamericana. Chile: Editorial de la Universidad de Santiago, p. 71.
19
Víctor Bravo. (1997). "Lo grotesco y el horror a lo corporal", op. cit., p. 125.

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comunión vehemente y sumisa con lo mismo. Así, la incerteza, como estado intersticial,
además, y en relación con el proceso narrativo, puede concebirse como proceso iniciático
(o de tránsito), cuya experiencia del viaje sirve a la figura femenina como motivo de
ascenso o de introspección hacia estados puros y superiores de consciencia, donde el ser en
compenetración con el intersticio, la incerteza, y en diálogo íntimo consigo mismo,
experimenta, sin ataduras, libre, su propia disolución, su desindividualización, su
transformación en consciencia colectiva. Es la conversión del yo en pensamiento y en ser
universal, totalizante. Es la incursión del yo desindividualizado en la unidad creadora, en
las fuentes primordiales de la existencia. Donde realidad y ficción, razón y locura, vida y
muerte, orden y caos, quietud y movimiento, semejanza y diferencia, mismidad y otredad,
se instauran como constitución indistinta de un mismo rostro, de una misma unidad
indivisible.
Además de la corporeidad, hay otro elemento simbólico que provee, a esta
conversión del yo en individuo múltiple, a este proceso iniciático, a este contacto dialógico
del yo con las fuentes primordiales de la existencia, su sentido de revelación profunda, la
soledad. En Habitantes… la soledad también deviene, por lo tanto, en estado liberador y
revelatorio, crucial en la consciencia posmoderna. Ante el desamparo de dios y la
desasistencia constante de la figura masculina genera, por un lado, una visión
desmiraculizada del mundo, y, por el otro, una visión irónica respecto a la relación de
géneros. Haciendo referencia a la existencia cuestionada de dios, dice la narradora lo
siguiente:

Definitivamente no existes.
(…)
El cielo es sólo una mancha azul con formas blancas; más allá, espacio y galaxias. El paraíso son
las alegrías. El infierno: los sufrimientos. El purgatorio: esta vida desde que se nace hasta que se
muere. Dios: cuando es bueno. Diablo: cuando se es malo. Asunto concluido.
(…)
¿Y Jesús, el Cristo? La historia dice que fue crucificado y que hizo milagros y que murió por la
humanidad y se dijo ser su hijo. Es verdad que existió, cierto que fue crucificado por bueno, por
enseñar la hermandad y la paz. Dicen que fue un Iniciado, así como tantos hombres en la historia
que dieron su vida por un ideal. Pero ves, no sirvió de mucho. Dos mil años han pasado y la
humanidad sigue siendo la misma. El hombre de hoy es el mismo pagano de ayer. ¿Dónde lo que
necesito saber? ¿Quién me dará la explicación valedera? Libros y más libros, de todas las religiones.
¿Dónde la verdad? ¿Quién puede decirme para qué el hombre pobló la tierra?
(…)

9|Página
Cada quien tiene una misión qué cumplir, viene a lo que tiene que venir. Unos son peldaños, otros
suben por ellos. Todo lo que acontece al hombre parte de sus propias elecciones 20.

Es la manifestación irónica de la soledad, como revelación inexorable, donde lo


divino y lo demoníaco, lo sagrado y lo profano, son sólo expresiones de los goces o
sufrimientos padecidos por el hombre, más que consecuencias de castigo o recompensa, por
parte de una deidad inexistente. Con todo, la soledad, mediante la desintegración del yo,
otorga un conocimiento sobre la misión real del ser en el mundo, donde son las elecciones
propias, y no las de un dios, la verdadera causalidad del devenir humano. Pero esta soledad,
no proviene únicamente de la desprotección divina, sino de la desasistencia de lo
masculino, y de las instancias patriarcales, potentadas, conformadoras de una sociedad. En
esto la lucha entre géneros, poderes y clases sociales diversas configuran una realidad
caótica, alienante, en que los más subyugados padecen la mayor de las orfandades. Es el
caso de Lary Eliana, para quien la escritura constituye su más preciado refugio, a la vez que
espacio de subversión. Pues no es casual que sea, en Habitantes de tiempo subterráneo de
María Luisa Lázzaro, la figura femenina el principal elemento simbólico de ruptura y
transgresión de instancias hegemónicas, ya por tratarse de una de las figuras mayormente
relegadas a ocupar las márgenes de una cultura y sociedad, y, por lo tanto, eje
representacional de la consciencia y discurso posmodernos. Es la transformación de la
mujer sumisa en mujer subversiva, en todo el buen sentido de la palabra.

20
Lázzaro, op. cit., p. 77-79.

10 | P á g i n a
REFERENCIAS

Directa

Lázzaro, María L. (2006). Habitantes de tiempo subterráneo. 2 º ed. Mérida,


Venezuela: AEM/FUNDALEA/CENAL.

Indirecta

Bravo, Víctor. (1997). "Las tres esferas de lo real" y "Lo grotesco y el horror a lo
corporal". En: Figuraciones del poder y la ironía. Caracas: Monte Ávila Editores
Latinoamericana, C.A.

Campos, Haroldo de. (2000). De la razón antropofágica y otros ensayos. Comp. y


tr. de Rodolfo Mata. México: Siglo XXI editores, s.a.

Casullo, Nicolás. (Comp.). “Modernidad, biografía del ensueño y la crisis


(introducción a un tema). En: El debate modernidad-posmodernidad. 2º ed. 1989. Buenos
Aires, Argentina: Puntosur Editores.

Pizarro, Ana. (1994). "De ostras y caníbales: problemas de historiografía y


biculturalismo". En: De ostras y caníbales. Reflexiones sobre la cultura latinoamericana.
Chile: Editorial de la Universidad de Santiago.

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