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Capítulo 3: La constitución subjetiva del niño (Mariana Karol)

“La escuela es una institución fundamental en la vida de los niños que da cuenta del
pasaje del mundo de lo privado al de lo público. En ese pasaje se ponen en juego
aspectos de la constitución psíquica del niño y de la continuidad de lo social”.
Hay tres condiciones que permiten la constitución subjetiva del niño: la función materna, la
función paterna y la del campo social.
Diversos estudios han demostrado que no existe un sujeto dado desde el origen, sino que
debe pasar por un complejo proceso para constituirse. Silvia Bleichmar y Piera Aulognier
hablan de diversos pasajes (de cachorro humano o infans a sujeto, de mundo privado a
mundo público, de universo endogámico a universo exogámico) que “implican un
complejo trabajo psíquico, una serie de condiciones mínimas y necesarias sin las cuales
el sujeto no es tal”.
En la constitución subjetiva debe estar el “Otro”, los contactos, de los que depende la vida
de un niño en los primeros tiempos. El contacto con la madre va a instaurar la sexualidad
(como placer, pulsión). La función materna codifica y violenta significaciones. La función
paterna, imprescindible también, será simbólica y no biológica. Será el representante de la
ley, el “primer agente de los otros y propiciará la salida al campo social.
En este proceso es importante el concepto de “yo”. Dice Piera Aulognier que el yo
interpreta lo percibido, poniendo sentido al mundo que lo rodea, y este pasaje se produce
a través del acceso al lenguaje. Es la palabra la que permitirá que el niño comience a ser
su propio intérprete, su propio enunciante.
“Pero el yo sólo puede pensarse a partir de las categorías de tiempo e historia, de un
tiempo historizado. El relato de los otros, a partir del cual el sujeto conocerá su origen,
será fundante para su yo y le permitirá construir su proyecto identificatorio, relacionado
con la salida al mundo exogámico, a la cultura y el campo social.
“La inscripción en lo social forma parte indisoluble y estructurante en la subjetividad de
cada sujeto”. Esto se logra en la medida en que “las cosas y los individuos sean para él
significativos, pasibles de ser cargados libidinalmente” (sublimación). Sin proceso de
sublimación no hay conocimiento, por lo que la escuela debe ofrecer, propiciar y facilitar
los “objetos públicos” necesarios.
Otro concepto que introduce Aulognier es el de “contrato narcisista” para referirse al
fundamento de la relación entre el sujeto y la sociedad. Este contrato va a permitir
conformar la ciudadanía y, a la vez, la singularidad. Hay una necesidad de transmisión (no
de repetición) como pasaje para construir la diferencia, por lo que deja un margen de
libertad.
La institución educativa es “lugar de pasaje fundamental en la vida de un niño”, lugar
privilegiado para desarrollar la función simbólica. El docente debe ofrecer símbolos
socialmente consensuados para que el niño construya sus propias significaciones. Es un
referente, un representante del discurso social. Por esto no debe repetir lo primario, sino
ofrecer algo distinto. En este sentido Graciela Frigerio habla de la necesidad de “volver a
crear triangulaciones”. Si el objeto de conocimiento no está en este triángulo, no hay
sentido en la relación entre el sujeto que aprende y el queenseña. Debe encontrarse el
equilibrio entre la singularidad y la transmisión de lo universa

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