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Miguel Altieri - ¿Qué es la

Agroecología?
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Miguel Altieri es Ingeniero Agrónomo de la Universidad de Chile,


desde 1980 es Profesor de Agroecología en la Universidad de
California, Berkeley. También es colaborador en materias científicas
de CLADES, consorcio de ONGs latinoamericanas que desarrolla
trabajos de desarrollo campesino con una base agroecológica y desde
1996 es el coordinador general de SANE (Sustainable Agricultural
Networking and Extension), programa auspiciado por PNUD para
promover la capacitación de enfoques agroecológicos en el mundo en
desarrollo.
Desde 1997 ha servido como Presidente del comité de ONGs del
CGIAR (Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional,
que agrupa a varios centros de investigación), con la misión de
influenciar la agenda de los centros internacionales de investigación
agrícola para el beneficio de los agricultores pobres de Asia, África y
América Latina.
Sus contribuciones en control biológico de plagas, agricultura
sustentable y últimamente sobre el impacto ecológico de la
biotecnología agraria, se encuentran plasmados en más de 200
artículos científicos y 7 libros, entre los cuales "Agroecología: bases
científicas para una agricultura sustentable" ha sido editado en 5
idiomas con una circulación mundial de más de 50 mil ejemplares.
¿Qué es la agroecología?

Es una ciencia que plantea un nuevo paradigma científico para el


desarrollo de la agricultura. En realidad, rescata lo que es
verdaderamente la ciencia, porque la que promueve la agricultura
industrial, agroquímica, biotecnológica, es una ciencia cooptada que
sirve a los intereses de las transnacionales. La agroecología no sólo
se basa en los elementos de la ciencia moderna, sino también en lo
que llamamos la etnociencia, o sea, el conocimiento de los propios
agricultores. Al inicio de su desarrollo la agroecología ha puesto
mucho interés en el trabajo con los campesinos de América Latina
porque rescata mucho el conocimiento ancestral de los Andes, de
Meso América. Por lo tanto, es una combinación de saberes que
resulta en una serie de principios que se transforman en formas
tecnológicas que finalmente nacen de lo que nosotros llamamos la
investigación participativa. Los agricultores forman parte del proceso
de investigación en un pie de igualdad con los universitarios o técnicos
especializados. La agroecología implica, entonces, un verdadero
cambio del paradigma científico, pero también de la práctica, de la
tecnología concreta de trabajo, de la relación con la tierra y con el
producto de ella.

¿Cuáles son las diferencias esenciales de esa nueva ciencia con


la actualmente hegemónica?
Todos los agricultores milenarios tienen una cosmovisión y han
desarrollado un sistema de clasificación y apropiación de la
naturaleza. La etnociencia consiste en ése saber generado por los
agricultores, no necesariamente milenarios, sino que también proviene
de aquellos que han trabajado varias generaciones en el campo. No
es necesario entrar en detalles acerca de cómo cada grupo étnico
trata a la naturaleza porque habría que lidiar con multitud de
cosmovisiones diferentes y de conceptos de etnobotánica. Nosotros
tratamos de rescatar los principios según los cuales esas
comunidades se han relacionado con la naturaleza. Y vemos que esos
principios son en realidad universales.

¿Son técnicas concretas?


No, son principios que generan técnicas.
Por ejemplo...
La diversidad, siempre la diversidad. Jamás el monocultivo. Pero en
los Andes será la mixtura de las papas nativas, y en el trópico medio
bajo será agroforestación, y en Mesoamérica serán policultivos de
maíz con frijol. El principio siempre es el mismo: la diversidad
ecológica. Otro principio esencial es la rotación de los cultivos, o dicho
de otra forma el reciclaje de los nutrientes con integración de
animales. Estos principios toman formas tecnológicas diferentes, pero
su esencia es siempre estable. Nosotros rescatamos ese
conocimiento como los grandes principios de la agroecología que
explican cómo funcionan los sistemas agrícolas, al igual que los
sistemas naturales. Si se toma una tundra por un lado, y un sistema
tropical húmedo por otro, se verá que los principios de cómo funciona
cada uno son exactamente los mismos, lo que pasa es que cada uno
toma su propia dinámica: la tundra es mucho menos diversificada que
el trópico, pero hay sucesión, hay competencia, hay flujos de energía.
En la agroecología no trabajamos con recetas ni con paquetes
tecnológicos sino con estos principios.

¿Por qué es importante la diversidad?


Es esencial. No se trata de diversificar los cultivos porque sí, de
cualquier manera, como sembrar lechuga con tomate, por ejemplo.
Tratamos de crear combinaciones de cultivos y animales que creen
una sinergia, que se potencien en un sistema autorregulado. Pero
esas combinaciones tampoco pueden ser caprichos teóricos, sino que
deben estar basadas en el conocimiento profundo de las interacciones
ecológicas de cada lugar. Por ejemplo, si creamos un sistema que
resulta benéfico para desarrollo de ciertos insectos que matan plagas,
entonces ya no es necesario el pesticida externo, pero tampoco se
precisan "insecticidas botánicos" y ese tipo de cosas que usan
muchos agricultores orgánicos.
Otro principio es el del reciclaje de los nutrientes. Las formas en las
que se incorpora a la tierra la biomasa vegetal y animal, cómo se debe
utilizar de manera eficiente para que el sistema autorregule su materia
orgánica, la fertilidad del suelo. Hay muchas formas de hacerlo.

¿Cuál es la diferencia entre la agricultura orgánica y la


agroecología?
Bueno, en Estados Unidos, al menos, gran parte de la agricultura
orgánica que se practica actualmente se basa en la sustitución de
unos insumos por otros, siguiendo el mismo patrón que la agricultura
convencional. Conozco muchos agricultores orgánicos en California
que son muy dependientes de las empresas que fabrican los insumos.
Son otras industrias, más biológicas, pero a la vez es el mismo modelo
capitalista dependiente. Nosotros creamos un sistema en el cual no
hay dependencia.

¿Esa forma de vincularse con la naturaleza está más presente en


algunos países de América Latina más que en otros?
Históricamente esos vínculos están muy enraizados en culturas
tradicionales nuestras, en agriculturas milenarias. Ellos no le llaman
agroecología, pero es lo que practican en los Andes, en Meso
América. Cuando nace como ciencia, a fin de los años setenta, la
agroecología toma mucho auge en las organizaciones no
gubernamentales (ONG), en países como Chile, Perú, Bolivia. En esa
época las ONG trabajaban en un contexto de dictaduras en todo el
Cono Sur. En esos momentos habían enfocado la necesidad de los
agricultores pobres de implementar tecnologías que les permitieran
sobrevivir. Así se empezaron a implementar redes entre los grupos,
sobre todo andinos. Pero después ese movimiento llegó influenciar a
la academia, y también a institutos de investigación. El país donde
más se ha desarrollado la agroecología es Cuba, que desde la crisis
que empezó a vivir a fin de los ochenta se creó un grupo que se llama
Asociación Cubana de Agricultura Orgánica, que implementó un
proceso de desarrollo de agricultura orgánica basado en la
agroecología. El segundo país es Brasil. Allí la agroecología ya es un
movimiento social, sobre todo en el sur, Rio Grande do Sul, Santa
Catarina y otros estados, están empezando a utilizar la agroecología
como una herramienta de desarrollo de la agricultura familiar, pero lo
más importante es que ha penetrado en las instituciones estaduales,
como el Emater en Rio Grande do Sul.
Estamos trabajando en Brasil y para continuar con el programa de
entrenamiento de 400 investigadores y extensionistas de EPAGRI, la
institución del estado catarinenese responsable de la investigación y la
extensión agrícolas. El gobernador de ese estado ha dicho que en dos
años deberán desaparecer todos los agrotóxicos de Santa Catarina, y
segundo que tiene que haber una moratoria de cinco años para la
biotecnología hasta que se demuestre que su aplicación en agricultura
no causa impactos ambientales desfavorables. De hecho, cuando la
agroecología se asume como una política, causa enormes cambios
dentro de las estructuras.

Algunas personas critican la opción cubana por la agricultura orgánica


porque consideran que el gobierno hizo un cambio meramente
instrumental sin una revisión profunda del modelo convencional.
Es así a nivel de la cúpula dirigente del Ministerio de Agricultura y
Ganadería. Para la mayoría de ellos fue un cambio meramente
oportunista. Pero a nivel de base, los grupos que promovieron la
agroecología, crearon un proceso de capacitación con los principios
de la agroecología, proceso en el cual participamos activamente. De
hecho, se logró crear una masa crítica no sólo de profesionales sino
también de agricultores practicando la agroecología. Y eso es
independiente de las políticas del gobierno. Se trata de un verdadero
movimiento de masas. El grupo gestor de este proceso, la ACAO, fue
suprimido, lo terminaron.
¿Cómo lo terminaron?
Lo colocaron bajo la supervisión y dependencia del gobierno y con un
control muy fuerte. Pero yo he regresado a Cuba varias veces, y el
movimiento ya es imparable. Comparto, entonces, esa crítica, pero
este grupo fue muy inteligente, y utilizó como siete años para hacer
una educación masiva de lo que es la agroecología. Se hicieron
seminarios, cursos a distancia, bibliotecas móviles, se crearon "faros
agroecologicos" que eran establecimientos modelo de producción
adonde acudían de visita cientos de agricultores cada mes. Yo creo
que en Cuba ese movimiento de base es imparable.

¿Se puede decir que los países del Cono Sur son los más
refractarios a este tipo de planteos?
Chile, Argentina y Uruguay, sí. Son países que están completamente
entregados al modelo agroexportador. El campesinado ha perdido
mucha fuerza, las ONG fueron corrompidas o absorbidas por el
sistema. El aparato público fue desmantelado así como la crítica
académica, y es el sector privado el que dirige las políticas. En Brasil
sucede lo contrario, allí el aparato público está vivo. Podrá tener sus
problemas, pero también admite mucha crítica interna. En los países
del Cono Sur prácticamente se ha suprimido el diálogo. Estuve en
Argentina recientemente, todas las personas me dijeron que no existe
allí un diálogo, ni siquiera un debate sobre los vegetales transgenicos.
Se organizan foros, coloquios, pero las empresas y los funcionarios
públicos los ignoran, lo que es una clara muestra de pensamiento
poco democrático.

¿En qué países la agroecología ha llegado a la academia?


En varios países europeos como España, Italia y otros. En la
universidad española de Córdoba ya se desarrolló un doctorado en
agroecología, y existe una maestría para latinoamericanos que cuenta
con el apoyo del gobierno de Andalucía. De allí salen unos 35
latinoamericanos cada año formados en esta nueva ciencia, tanto a
nivel de doctorado como de maestría. En Italia hay algunos polos
importantes de irradiación de estos principios, incluso en Estados
Unidos también los hay. No son aún masivamente reconocidos, pero
sí son respetados y tienen mucha actividad, publicaciones de
investigaciones que demuestran la viabilidad científica de la
propuesta. En ese sentido, existe una preocupación de no quedarse
sólo en la crítica, sino de mostrar alternativas concretas y con las
mismas herramientas científicas, de manera de que no haya duda de
que la agroecología está respaldada por un conocimiento
desarrollado. Lentamente se comienza a lograr generar impactos en
las políticas públicas. Por ejemplo en Berkeley, la ciudad donde
vivimos, los movimientos de consumidores, de cultivadores orgánicos,
de ambientalista y otros lograron que la ciudad decidiera que todas las
meriendas que se ofrecen deben ser elaboradas exclusivamente con
productos orgánicos. Estamos hablando de 42 mil bocas que
diariamente se alimentan así. Eso ha abierto un importante mercado
para los agricultores orgánicos periurbanos y aún más lejanos que
está creando una revolución. También hay prefecturas del PT en
Brasil que adoptan políticas parecidas y logran cambios radicales. Esa
es una característica esencial de nuestra propuesta, la de provocar
modificaciones a nivel local, regional, pero no meterse con el rollo
globalizante porque en ese nivel no hay manera de competir con el
poder.

Muchos dicen que la agricultura sin químicos tiene baja


productividad y que con ese sistema de cultivo no se genera
suficiente alimento para todo el mundo.
El problema del hambre en el mundo no tiene nada que ver con la
producción de los alimentos. Es un asunto de distribución. Hay 2 mil
millones de personas viviendo con menos de dos dólares al día. Existe
una mala distribución de la tierra y de su uso. En países africanos
netamente exportadores de alimentos la gente muere de hambre. El
70% del grano que se produce en Argentina, en el Cono Sur, es para
alimentar ganado. Toda la soja y la mandioca que se cultiva acá tiene
ese fin. Los sistemas agroecologicos son en realidad más productivos
que el sistema convencional (con químicos), no sólo en cuestión de
rendimiento, también porque proporciona una serie de servicios
ambientales. Es multifuncional. Algunos estudios que hemos hecho en
California sobre manzanos, por ejemplo, permitieron comprobar que
en ambos sistemas son igualmente productivos en el mediano y largo
plazo. Pero tienen una enorme diferencia en el impacto ambiental: el
del agroecológico es 30 veces menor que el convencional, siendo que
sólo medimos residuos de pesticidas y concentración de nitrato en
suelo, sin tener en cuenta biodiversidad y otros parámetros asociados.
Ese escaso impacto ambiental no está siendo compensado por la
sociedad. Creo que este tipo de enfoque puede empezar a influenciar
a los políticos para que entiendan que se debe premiar a esa gente y
castigar a los otros. Ya casi nadie hace comparaciones de
productividad porque está más que demostrado que la agricultura
orgánica, paradojalmente sin el apoyo científico de los aparatos
público y académico, es igualmente productiva que la convencional. Y
eso con escasos medios de investigación, mientras que los
convencionales tienen 50 o 60 años ininterrumpidos de apoyo
científico estatal, y apenas llegan a tener la misma productividad, pero
con un tremendo impacto ambiental que la sociedad está pagando
caro.

Otra crítica que se hace es que los vegetales orgánicos son más
caros, y que por lo tanto no son productos para el pueblo.
Desgraciadamente mucho de la agricultura orgánica está controlada
por intereses que no tienen nada que ver con el pensamiento de un
modelo alternativo. Están en eso porque se abrieron brechas en el
modelo neoliberal que premian ese tipo de agricultura. Lo hacen
estrictamente como un negocio, como harían cualquier otro negocio.
Pero existe tanto en Europa como en Estados Unidos un amplio
movimiento de crítica a esta postura que están planteando que los
aspectos sociales fueron ignorados por la agricultura orgánica, y que
es necesario cambiar eso. De hecho, ya se están implementando las
redes de distribución directa de los agricultores a los consumidores
mediante, por ejemplo, ferias orgánicas y las canastas semanales.
Pero atención: hay mucha agricultura orgánica que no es
agroecológica porque sigue siendo de monocultivo y de sustitución de
insumos, y además abasteciendo mercados elitistas. En las primera
discusiones que se promovieron en California para reglamentar la
certificación, varios grupos planteamos que se debía limitar la escala a
no más de 50 hectáreas, porque hay empresarios que tienen 2 o 3 mil
hectáreas que desplazan a los pequeños y medianos, y también
defendimos la posición de que se debía incluir una definición de
condiciones laborales aceptables para los trabajadores rurales
asalariados, pero todos esos reclamos quedaron fuera. En la
actualidad, en Estados Unidos la agricultura orgánica es mayormente
una etiqueta que dice que no se usaron tóxicos para cultivar esos
productos, pero no es un planteo sustentable porque ignora
completamente los aspectos sociales, La agroecología, en cambio, se
juega con base científica por un modelo de desarrollo alternativo de
atiende la equidad social, la seguridad alimentaria, la superación de la
pobreza. Es una propuesta política con base científica y, claro, de
izquierda.
¿Entonces por qué la izquierda tradicional en América Latina se
ha jugado históricamente por la opción productivista?
Porque la agronomía capitalista y la soviética fueron alimentadas
teóricamente por el mismo paradigma científico. La revolución verde
convenció igualmente a los estadounidenses, a los mexicanos, a los
soviéticos y a los uruguayos. Según ese esquema siempre habrá un
factor limitante en la agricultura, y cualquiera sea ese factor se deberá
usar químicos para superarlo, sin advertir que esa limitante era un
síntoma de una enfermedad más sistémica de la agricultura. La
agroecología desecha los síntomas y ataca las causas fundamentales
que son los desequilibrios biológicos en la tierra. Hay que crear las
condiciones para restaurar ese equilibrio.

¿Pudo haber existido en la izquierda un cierto menosprecio del


saber popular, del conocimiento campesino?
Lo dice la historia. Cuando la Fundación Rockefeller comenzó a
pensar en la revolución verde envió una comisión de científicos a
México y cometieron el error de invitar a Carl Sauer, que era geógrafo.
Escribió él un informe en solitario, en el que decía que si un grupo de
agrónomos estadounidenses agresivos iría a México para llevar el
maíz de Iowa y de Ohio, sucedería un catástrofe que describió con
bastante detalle. Esa catástrofe es exactamente lo que está
sucediendo desde hace varias décadas en el mundo. Sauer fue
sustituido en la comisión por otro que no hacía críticas. La revolución
verde no sólo significó el cambio de una variedad por otra, sino la
supresión de todo un conocimiento acumulado durante milenios. Lo
mismo está pasando ahora con la biotecnología: las instituciones
públicas son cooptadas por las transnacionales. La universidad de
Berkeley donde yo trabajo recibe 50 millones de dólares anuales de la
Novartis. Eso crea un sesgo institucional del cual emerge una visión y
se suprimen las otras. A nosotros nos intentan suprimir a menudo. Y
eso es muy peligroso para la sociedad, porque las opciones, la
diversidad de enfoques empieza a desaparecer. Ni siquiera los
agricultores soyeros convencionales que usan químicos ya no tienen
muchas opciones: o Roundup o nada. O entran en el juego o quedan
fuera. En Estados Unidos, como en Argentina, disminuye la cantidad
de agricultores dedicados a la soya, pero aumenta la cantidad de
hectáreas. Porque esa tecnología alienta la concentración de la tierra.
En Estados Unidos el sistema de subsidio, creado por el lobby de los
grandes empresarios agrícolas, otorga 40 dólares por acre a quienes
tienen menos de 400 acres, pero le da 400 dólares por acre a quienes
tienen más 400 acres. Es una agricultura sin agricultores.
La biotecnología es la fructificación del modelo de la revolución verde
y es impulsada por los mismos actores. Yo no distingo entre
agroquímicas y transgenicos. Nuestra idea es condenar igualmente a
ambas agriculturas porque están podridas.

¿La imposición de la revolución verde en América Latina puede


tener alguna relación con la generalización de las dictaduras en
ese período?
No sé si ambas cosas tienen un vínculo directo, pero no pienso que
las estrategias de desarrollo rural que impulsa el gobierno de Estados
Unidos sean diferentes a su política externa. Todo surge de la misma
concepción. La dominación tiene muchos campos, y una manera de
dominar ha sido educar al mundo científico latinoamericano con una
mentalidad al servicio de ese modelo. Cuando llegué a California me
di cuenta de que en Chile me habían enseñado agronomía
californiana. Todos mis profesores habían hecho uso de un convenio
por el cual completaron su formación en California. Nunca me
enseñaron agricultura campesina. En mi opinión, tanto la revolución
verde como la biotecnología actúan de manera fascista, porque
suprimen la disidencia. A mí no me han podido echar de la universidad
porque va contra los principios del centro de estudios, y además
porque soy profesor titular del máximo nivel, pero las ganas no han
faltado. El costo de hablar esto públicamente es muy alto, enseguida
empiezan a tildarte de pseudo científico, antiprogreso, y segundo te
cortan todos los fondos. Por eso es que allá ahora hay mucha gente
que ya no habla. La represión es muy grande.

¿Puede haber un cambio de modelo agrícola si no se produce un


cambio social general?
Sí, de hecho esos cambios se están dando ahora mismo.
Recientemente participé en una actividad en la cual evaluamos 208
proyectos provenientes África, América Latina y Asia, y estimamos
que hay 9 millones de campesinos que han adoptado el modelo
agroecológico, cubriendo aproximadamente 30 millones de hectáreas,
con una producción de 1,7 toneladas de grano por hectárea en zonas
marginales. Estos pequeños ejemplos son los que denominamos
"faros agroecologicos", porque influencian a su entorno y crean redes
entre agricultores por donde pasa el conocimiento. No sé si la suma
de los cambios locales provocará un cambio global, pero pienso que
es posible. Cómo se dará eso en el futuro, lo ignoro, pero hay mucha
gente buscando nuevos caminos.

Principales publicaciones
Altieri, M.A. and Liebman, M.Z. 1988. Weed management: Ecological
guidelines. In: Weed Management in Agroecosystems: Ecological
Approaches. M.A. Altieri and M.Z. Liebman, eds. CRC Press, Boca
Raton, Fl.
Altieri, M.A. 1990. Agroecology and rural development in Latin
America. In: Agroecology and small farm development. M.A. Altieri,
S.B. Hecht, eds. CRC Press, Florida, pp. 113-118.
Altieri, M.A. 1993. Crop Protection Strategies for Subsistence Farmers.
Westview Press, Inc. Boulder, CO, 197 pp.
Altieri, M.A. 1994 Biodiversity and Pest Management in
Agroecosystems. Haworth Press, Inc., NY.
Altieri, M.A. 1995. Agroecology: The science of sustainable agriculture.
Westview Press, Boulder, CO. Revised and expanded edition

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