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J o r y S t r o ng

CRIME TELLS, 2

E l c o w bo y d e C ad y
ÍNDICE

Avisos ...................................................................................... 3
Agradecimientos de marcas ................................................. 4
Capítulo 1 ........................................................................... 5
Capítulo 2 ......................................................................... 14
Capítulo 3 ......................................................................... 21
Capítulo 4 ......................................................................... 30
Capítulo 5 ......................................................................... 38
Capítulo 6 ......................................................................... 47
Capítulo 7 ......................................................................... 57
Capítulo 8 ......................................................................... 64
Capítulo 9 ......................................................................... 71
Capítulo 10 ....................................................................... 76
Capítulo 11 ....................................................................... 81
Capítulo 12 ....................................................................... 86
Capítulo 13 ....................................................................... 91
Capítulo 14 ....................................................................... 95
Capítulo 15 ..................................................................... 100
Capítulo 16 ..................................................................... 107
Capítulo 17 ..................................................................... 111
Capítulo 18 ..................................................................... 115
Capítulo 19 ..................................................................... 119
Capítulo 20 ..................................................................... 122
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA .............................................. 125

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Avisos
El material que viene a continuación tiene un alto contenido gráfico sexual y va
dirigido a lectores adultos. El cowboy de Cady ha sido clasificada como novela E–rótica
por al menos tres revisores independientes.
La Cueva de Ellora cuenta con tres niveles de lectura de entretenimiento
Romántica™: S (S–ensual), E (E–rótica) y X (X–trema).
Las escenas de amor S–ensual son explícitas y no dejan ningún espacio a la
imaginación.
Las escenas de amor E–rótico son explícitas, no dejan espacio a la imaginación y
ocupan gran parte de la novela. Además, algunos de los títulos clasificados como E
pueden contener material fantasioso que algún lector podría encontrar reprensible,
como la esclavitud, la sumisión, los encuentros sexuales entre dos personas del
mismo sexo, las seducciones forzadas, etc. Aquellos libros clasificados como E son los
más gráficos de la colección; es normal, por ejemplo, que un autor emplee palabras
como "follar", "polla", "coño", etc. en sus obras.
Los libros X–tremos únicamente se diferencian de los E–róticos en el lugar en que
se desarrolla la trama y en la ejecución del argumento. Al revés que los títulos E, las
historias designadas con la X tienden a contener temas polémicos, no aptos para
corazones asustadizos.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Agradecimientos de marcas
La autora agradece a los dueños de las marcas que aparecen mencionadas en su
libro el que le hayan permitido utilizarlos:

Starbucks; Starbucks U.S. Brands


Chevy: General Mortors Corporation
Harley: Harley–Davidson Motor Company
Jeep: Daimler Chrysler
Winchester: Olin Corporation
Gulfstream: Gulfstream Aerospace Corporation
Jack Daniels: Jack Daniel's Properties, Inc.
Volkswagon: Volkswagen Aktiengesellschaft
Jockey: Jockey International, Inc.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 1

Cady Montgomery barajó las cartas y se preparó para repartirlas. Si lo habían


calculado bien, su abuelo, Bulldog Montgomery, les llamaría a la oficina más o
menos a la misma hora en que alguien se estuviera llevando el bote de la partida.
Paseó los ojos desde la pila de fichas que había en el centro de la mesa hasta la
puerta de la oficina, para después volver a centrarse en sus dos hermanas. Por lo
general, Bulldog no tardaba demasiado en revisar un caso en potencia y decidir si
quería tomarlo.
Hasta que se medio retiró, Bulldog había sido uno de los detectives más
buscados en el mundo del juego. Los casinos del mundo entero le contrataban
cuando creían que les estaban estafando, ya fueran los jugadores o sus propios
empleados.
Seguía aceptando esos casos de vez en cuando, pero cuando lo hacía, solía
llevarse al menos a uno de sus nietos con él. Aquellos días, Bulldog estaba más
centrado en pasar todo el tiempo que pudiera con su familia. Por eso había montado
Pistas del Delito; en el argot del juego, la pista es lo que revela sin darse cuenta un
jugador sobre las cartas que tiene.
Ahora Bulldog aceptaba casos de lo más variados, cualquier cosa que le llamara
la atención o con lo que le pareciera que sus nietos podrían disfrutar investigando.
Además de Cady y sus hermanas, Erin y Lyric, en Pistas del Delito también
trabajaban sus primos, Shane, Braden y Cole. Y muchos Montgomery y Maguires
más aguardaban impacientes a que surgiera su oportunidad de trabajar para
Bulldog.
Cady sonrió. ¿Podrían irle mejor las cosas? Trabajaba con su familia al tiempo
que se forjaba una clientela como fotógrafa profesional de mascotas. Esa era otra de
las cosas buenas de trabajar con Bulldog: era flexible.
Repartió las cartas.
—¿Alguien ha visto quién ha entrado?
Erin se retiró un mechón de pelo rubio de la cara.
—No, estaba en el cuarto oscuro cuando nos avisó Bulldog.
Lyric recogió sus cartas y, al hacerlo, una cortina de rizos negros cayó sobre la
mesa.
—Alex Martin.
—¿Te refieres al Alex Martin de Valley Training Center, el bicampeón olímpico
de doma? —preguntó Cady.
Lyric asintió.
—¿Le conoces?

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—He hecho algunas fotos de sus cuadras.


—Qué suerte —dijo Erin, arrugando la nariz.
—Vamos a endulzar el bote —dijo Cady antes de coger sus cartas.
—¿La que gane va a Starbucks y nos trae un café mocha? —sugirió Lyric con
tono esperanzado.
Cady se echó a reír. Por muy distintas que fueran ella y sus hermanas, también
se parecían mucho.
—No, la que gane se queda con el caso.
Erin rió.
—Sigues escocida por la operación de vigilancia.
—Sí. —A Cady le dolía el cuerpo entero sólo de pensar en la cantidad de horas
que había pasado sentada en el coche de Erin, en el caso anterior—. ¿Aceptáis?
—De acuerdo —dijo Lyric.
—Está bien —asintió Erin.
Lo calcularon a la perfección. Justo cuando Cady mostraba la mano ganadora,
su abuelo abrió la puerta del despacho.
—Tenemos caso, ¿a quién le toca?
Cady se retiró del rostro la melena de rizos castaños.
—A mí.
—Todo tuyo entonces —dijo Bulldog.
Pasaron al despacho y se sentaron en sus sillas de siempre, aunque Cady tuvo
que achuchar al perro salchicha con manchas de su silla preferida antes de sentarse.
Gracias a uno de los casos de Lyric, los Montgomery y los Maguire estaban
inundados de diminutos perros salchicha.
Una vez hechas las presentaciones, Cady centró toda su atención en Alex.
—Ya sé que ya le ha hablado a Bulldog del caso, pero nos gustaría escucharlo
de su propia boca.
Alex asintió.
—No puedo daros muchos detalles, pero sí una visión general. Tengo una
amiga que entrena caballos en Bay Downs; la semana pasada cinco de sus caballos
dieron positivo en un control de cocaína. Los cinco corrieron el mismo día y ganaron;
las autoridades le han retirado la licencia, pero Adrienne es inocente. —Miró
brevemente a su abuelo—. Conozco sus relaciones con la industria del juego, por eso
he venido en busca de ayuda. Quiero que descubráis quién drogó a los caballos y por
qué, y que recojáis las pruebas suficientes para que le devuelvan a Adrienne su
licencia.
Cady juntó las cejas.
—¿Las autoridades de las carreras van a investigar el caso? Cinco casos en un
mismo día es bastante sospechoso, y supongo que la cocaína no es la droga que se
usa habitualmente.
Alex se encogió de hombros.
—Puede que hagan el amago de investigar, pero no están obligados a
demostrar que Adrienne es inocente, no cuando las pruebas dicen lo contrario. Las

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

carreras están controladas por la Ley aseguradora del entrenador, que entró en vigor
para mantener el negocio de las carreras "limpio"; básicamente, dice que el
entrenador es el único responsable de sus caballos.
—¿Así que Adrienne seguirá suspendida a no ser que pueda demostrar su
inocencia?
—Así es.
—¿Y qué dice Adrienne, aparte de que es inocente?
—Jura que no tiene ni idea de quién podría querer arruinarla.
—Tendremos que hablar con ella.
—Adrienne lo sabe. —Alex sacó una tarjeta de visita del bolsillo y garabateó en
la parte de atrás antes de entregárselo a Cady. Se movió en el asiento y, por primera
vez, pareció incómodo—. Hay una pequeña complicación que considero que
deberíais saber.
Cady gruñó para sus adentros; si había aprendido algo desde que trabajaba en
Pistas del Delito era que todas las historias tenían siempre algo más.
—Díganos, ¿cuál es esa complicación?
—Hay alguien más investigando el caso por el bien de Adrienne.
—¿Un investigador privado?
—No, pero es un agente del orden público… un sheriff, para ser exactos, de
algún pueblo perdido de Texas. —Alex hizo una mueca, como si hubiera mordido un
limón especialmente ácido.
Cady volvió a fruncir el ceño.
—Alex, eso no me encaja: ¿por qué iba a querer un sheriff de algún pueblo
"perdido" de Texas venirse aquí a investigar algo como esto?
Alex volvió a moverse incómodo, esta vez parecía menos sofisticado y más bien
preocupado.
—Al parecer, Kix es uno de los exnovios de Adrienne.
—¿El sheriff ha hecho algún progreso en el caso?
—Que yo sepa no —dijo Alex con gesto sombrío—. Aunque dice que no hay de
qué preocuparse, que él se ocupará de todo.
—¿Así que le ha conocido?
—Sí.
La curiosidad incitó a Cady a decir:
—¿Y?
Alex se puso tenso.
—Lo que yo piense de ese sheriff cowboy no es relevante; lo importante es
limpiar el nombre de Adrienne y que le devuelvan su licencia. Las carreras son su
mundo y su vida.

Kix Branaman se estiró en el antiguo sofá, viendo cómo la hiper–sofisticada


Adrienne enrojecía como una adolescente mientras terminaba de hablar con Alex
Martin. El amor… volvía loco a cualquiera. Kix sacudió la cabeza, feliz de tener la

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

piel curtida como un toro y de no haber padecido jamás esa aflicción.


Adrienne volvió a dejar el teléfono con cuidado.
—Han aceptado el caso. Una de las nietas de Bulldog Montgomery viene de
camino.
Kix levantó las cejas.
—¿Una mujer detective privado? A lo mejor deberías dejarle a Alex muy claro
que entre tú y yo no hay nada, para que dejara de tirar el dinero.
Adrienne frunció el ceño con enfado.
—Estás siendo de lo más machista, y no me gusta un pelo.
Kix se llevó una mano al corazón:
—Me estás cortando con tus palabras, Addy. Retíralas o no podré continuar.
Adrienne sacudió la cabeza.
—Creo que Alex tiene razón; es lógico que alguien de la zona te ayude.
Kix resopló.
—Sé más sobre cómo investigar que muchos investigadores privados. Y no me
digas que Alex está haciendo esto para ayudarme; en cuanto me lo presentaste se
comportó como un semental cuya yegua pasta un pelín demasiado cerca de otros.
El rostro de Adrienne enrojeció, pero no negó lo que decía. Kix sonrió. Venga,
hombre, Adrienne y él habían salido un par de veces, ¿por qué no? Se conocían
desde niños. Pero no había química entre ellos, pese a que sus familias lo desearan y
lo mucho que habría facilitado las cosas; era imposible crecer en su mundo sin
desarrollar un montón de cinismo sobre por qué le gustas a la gente y qué era lo que
esperaban de ti.
El timbre sonó y Adrienne se levantó de la silla como un resorte.
—Debe ser ella. —Lanzó a Kix una mirada entre exigente y suplicante—. Por
favor, Kix, compórtate.
—No te preocupes, Addy. Me comportaré, y tú estarás de vuelta en las carreras
en menos que canta un gallo.

Cuando Cady llamó a la puerta, lo único que le vino a la mente fue: "Joder, qué
bien se han portado las carreras de caballos con Adrienne McKay". La casa ante la
que estaba parecía sacada de las brillantes páginas del Architectural Digest. Cady casi
esperaba que una doncella o un mayordomo le abrieran la puerta; pero la mujer que
lo hizo no podía ser más que Adrienne. Joder otra vez. Adrienne parecía recién salida
de la portada de una de las revistas de moda y, junto a ella, Cady se sentía como
alguien que había venido corriendo por la carretera en un descapotable.
Adrienne retrocedió un poco y dijo:
—Muchas gracias por estar dispuesta a ayudarme. Me resultas familiar, ¿llevas
mucho tiempo siendo detective privado?
—No tanto, pero es posible que me hayas visto en las carreras. Trabajo también
de fotógrafa y he ido allí unas cuantas veces a hacer fotos.
Adrienne pareció acordarse de pronto.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Hiciste la foto de Joe Metzger y Challenger; la vi cuando fui a cenar a su casa.


Es maravillosa… capturaste el auténtico espíritu de Challenger.
Cady se sonrojó de placer.
—Gracias.
Adrienne le indicó con un gesto que pasara y la guió a través de varias
habitaciones, todas ellas elegantemente decoradas. Cady se sorprendió al ver gran
cantidad de huevos de Fabergé; estaban por todos lados, en estanterías o continentes
de cristal… todos ellos tentadoramente bonitos.
Acabaron en el despacho de Adrienne y a Cady se le secó la boca al ver al
hombre que había allí sentado. Parecía sacado de las páginas de un calendario de
"Cowboys sexies del Oeste". Alto, delgado, fabuloso… y por desgracia plenamente
consciente del efecto que tenía sobre las mujeres. La sonrisa que le brindó a Cady era
perezosa, atractiva e hizo que los pezones dieran contra la fina pared de su camiseta;
por no mencionar el remolino cálido y pegajoso en que se convirtieron sus entrañas.
—Vaya, querida, creo que eres la detective privado más guapa con la que me
haya encontrado nunca —dijo, mientras se levantaba del sofá en que estaba sentado.
La fotógrafa que llevaba Cady dentro apreció todo su ser, desde el pelo rubio y
alborotado, los cálidos ojos color chocolate, la nariz recta y los labios rellenos… hasta
el cuerpo esbelto y sin un gramo de grasa de más, y los vaqueros desteñidos,
especialmente en la zona tirante donde se le notaba la erección.
La risa que soltó cuando llegó a esa parte de su cuerpo hizo que Cady
enrojeciera como loca; levantó la vista de golpe y se encontró con que la examinaba
de la misma forma que acababa de hacer ella.
—Bueno, bueno… creo que empieza a gustarme la idea de trabajar con alguien
de la zona —murmuró.
—Kix, esta es Cady Montgomery —dijo Adrienne—. Cady, este es Kix
Branaman.
El cowboy dio un paso adelante y tomó la mano de Cady, quien se sintió
orgullosa de no derretirse cuando la fragancia de su colonia la envolvió. ¡Mierda!
Aquel tipo era una bomba de relojería andante llena de feromonas.
Kix imaginó que hasta la última gota de su sangre debía de estar concentrada
en su polla. Uau, ayudar a Adrienne acababa de convertirse en algo mucho más
divertido. Se había puesto cachondo sólo con ver a la mujer que tema enfrente. Y su
olor… Uff, fantaseaba con enterrar el rostro en aquel magnífico cuerpo y…
Adrienne luchó por no reírse de Kix. Parecía un gato que acabara de encontrar
leche. Sí, podía bromear todo lo que quisiera acerca lo curtidísima que tenía la piel, y
cómo el amor volvía loco a cualquiera, pero ella sabía que sólo era porque aún no
había encontrado a la mujer adecuada. ¿Hasta ahora, quizá? Adrienne suspiró. Si
saliera algo bueno de aquella pesadilla… se sentó en una silla, casi obligando a Cady
a que se sentara en el sofá.
Kix sonrió y se sentó junto a Cady. Sí, señor, aquellas vacacioncitas estaban
mejorando por segundos.
—¿Qué te ha contado Alex, Cady? —preguntó Adrienne, directa al grano.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Cady se obligó a dejar de pensar en la distracción que tenía junto a ella y se


concentró en recopilar información.
—No mucho; me contó que habías perdido la licencia después de que
descubrieran cocaína en cinco de tus caballos el mismo día.
—Bueno, por desgracia creo que esa es casi toda la historia. Es la peor pesadilla
de cualquier entrenador, ¡no puedo estar con los caballos las veinticuatro horas del
día! Cualquiera podría haberles suministrado la cocaína.
—¿Como potenciador?
Adrienne asintió.
—Ciertamente, aunque nadie en su sano juicio lo utilizaría. Todo el mundo sabe
que se les hacen tests de esa droga a menudo. No es necesario ser un delincuente
para saber que la gracia de dopar a un caballo consiste en darles algo para lo que aún
no tengan tests. Hoy en día todo el mundo sabe eso… ¡no hay más que ver las
noticias de deportes o las olimpiadas!
—¿Es normal drogar a los caballos?
—A veces se escuchan rumores; pero asumámoslo, tener a un caballo que se
mueve rápido o al que se droga para que no se dé cuenta de lo mucho que le duele el
cuerpo no es más que una parte de la ecuación. Si hace una mala salida, o se queda
encajonado tras otros caballos, podría perder la carrera. En las carreras de caballos no
hay garantías; además, para rizar el rizo, se informa inmediatamente de cualquier
apuesta sospechosa a las autoridades de las carreras.
—¿Vigila alguien a los caballos por la noche?
—Sí, Don. Es un policía retirado; Kix ya ha hablado con él. Don jura que no vio
ni oyó a nadie molestando a los caballos.
Cady se obligó a paliar la libido y osó mirar a Kix.
—¿Qué opinas del guarda?
Kix le brindó una sonrisa que le hizo pensar en chocolate caliente y en cómo
siempre lamía el bol hasta dejarlo reluciente cada vez que hacía una tarta.
—Bueno, querida, creo que lo único de lo que se le podría acusar es de
quedarse dormido en el trabajo.
Cady volvió a centrarse en Adrienne.
—¿Cuándo corrieron los caballos?
—El jueves. Y antes de que lo preguntes, te diré lo mismo que le dije a Kix: los
caballos que entreno pertenecen a mi familia o a mí. Por lo que sé, ninguno de mis
familiares está cabreado conmigo ni tiene problemas financieros y confía en ganar
dinero en las carreras.
Cady levantó la vista antes de que pudiera impedirlo. Adrienne no era la única
rica, debía de venir de una familia con dinero, con un montón de dinero, si todos
tenían caballos de carreras.
—¿Qué me dice que empleados a los que haya despedido o rivales celosos?
—No he despedido a nadie. En cuanto a rivales celosos… —Se encogió de
hombros—. No lo había pensado.
—No creo que haya sido un acto al azar.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Créeme, he estado devanándome el coco, pero no consigo pensar en nadie


que me odie tanto.
Cady se arriesgó a mirar a Kix de nuevo, sorprendida y un poco turbada por su
presencia más bien silenciosa. ¡Mierda! Estaba distrayéndola. Tenía los pezones aún
tan erectos que le dolían, y en lo único que podía pensar cuando le miraba era en las
ganas que tenía de hacer como que era chocolate y comérselo. No le extrañaba que a
Alex le preocupara competir con Kix; aquel hombre era sencillamente delicioso.
Volvió a centrarse en Adrienne.
—¿Cuánto tiempo llevas entrenando en Bay Downs?
—Empecé hace casi año y medio.
—¿Dónde estabas antes de esto?
—En Nueva Jersey y en Florida.
—¿Por qué cambiaste?
Adrienne vaciló antes de decir:
—Alex.
El corazón de Cady dio un respingo, aunque haría falta un terremoto, o una
partida de póquer con sus hermanas, para que admitiera lo mucho que le alegraba
oír aquella respuesta.
—¿Qué tal corren tus caballos?
—En general estoy contenta con ellos. —Adrienne hizo una mueca—. Tampoco
es que se ganen fortunas con esto por aquí; si quisiera ganar dinero, tendría que
llevarlos al sur o volverme al este.
—¿Santa Anita?
—Sí, y Del Mar.
—¿Qué beneficios te han aportado?
—Bueno, incluyendo a los caballos que me siguen interesando en la costa este,
más las ganancias por haber apostado por ellos, el año pasado obtuve unos
beneficios de más de cinco millones.
—No está mal.
—Lo suficiente para mantener a los miembros de la familia lejos de mí. —A
Adrienne le brillaron los ojos al sonreír.
En algún lugar de la casa se oyó un portazo y la sonrisa de Adrienne
desapareció al oír las pisadas que se dirigían hacia el despacho. Un segundo después,
una joven entró como una furia.
Era delgada y pequeñita como un jockey; y aunque no parecía haber salido de
la cubierta de ninguna revista de moda, el parecido entre Adrienne y ella era obvio.
—Joder, Adrienne, nadie quiere contratarme; ni siquiera como amazona de
ejercicio. ¡Nadie quiere saber nada de mí! Es como si creyeran que lo que te sucedió a
ti fuera pegadizo.
—Hablaremos después, Terry —dijo Adrienne, frunciendo los labios.
—¡Y una mierda, Adrienne! Mi vida se está yendo por el retrete por culpa de
este lío. —Apuntó a Kix con el pulgar—. Pensé que iba a arreglar todo esto; pero en
lugar de ello está aquí, sentado todo el puto día.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Kix se puso en pie para colocarse frente a la chica enfadada.


—Vale, Terry, creo que ya has dicho lo que venías a decir. Ahora, piérdete. —
Por toda respuesta, Terry intentó dar a Kix y a Cady le dio un vuelco el corazón,
sorprendida, pero se tranquilizó al oír la carcajada divertida que soltaba Kix—. ¿Qué
modales son esos? —dijo, al tiempo que agarraba a la chica del brazo y se lo doblaba
para aprisionarla contra su cuerpo—. Podemos hacerlo de dos formas —su tono se
volvió serio como el de un policía—. O te tranquilizas, o llamo para pedir un favor y
pasas la noche recapacitando en el calabozo.
—¡Suéltame!
—En cuanto decidas cómo quieres hacerlo, Teresa.
—¡Vete a la mierda, Kix!
Kix miró a Adrienne.
—¿Te importa llamar por mí?
—Kix…
—No, parece que Terry ha hecho su elección. Es lo suficientemente mayorcita
para saber lo que quiere.
Con expresión preocupada, Adrienne cogió el teléfono. Terry dejó de forcejear y
Cady pudo ver el momento en que la enfadada joven se dio cuenta de que Kix iba en
serio.
—Vale, está bien. Hablaremos después —murmuró Terry con el rostro
hinchado.
Kix la soltó despacio.
—Habla si tienes algo interesante que decir, pero cierra el pico si lo único que
quieres es fastidiar. ¿Comprendido?
Terry puso una mueca espantosa y Cady contuvo el aliento mientras esperaba a
que montara otra escenita. Hubo un silencio tenso antes de que Terry dijera:
—Que os jodan. Que te jodan. —Y salió de la habitación, cerrando la puerta de
golpe tras ella.
El suspiro de Adrienne era tembloroso mientras miraba a Cady y le ofrecía una
sonrisa avergonzada.
—Lamento que hayas tenido que presenciarlo. Es mi prima; por desgracia,
forma parte del acuerdo al que llegué con mi tío. Me dejaba sus caballos, y a ella.
—¿Vive contigo?
Adrienne volvió a suspirar.
—Sí, Terry vive aquí y trabaja para mí. Es jockey.
—¿Y es buena?
—Tiene un talento excepcional y la mayoría de las veces su personalidad es…
menos reprensible.
Kix resopló y volvió a sentarse en el sillón.
—Eso es cierto si la idea que tienes de "menos reprensible" es un perro rabioso
al que se ata en lugar de dejarlo suelto. Si estuviera yo al cargo, metería esos caballos
y a Terry en un cajón y pagaría lo que fuera por que se los llevaran de vuelta a casa,
porque te aseguro que si los mandas a contra reembolso nadie aceptaría el envío.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Cady hizo lo que pudo por esconder una sonrisa. Adrienne le frunció el ceño a
Kix, pero Cady pensó que a la otra mujer también le estaba costando no sonreír.
—¿Puedo ayudarte en algo más? —preguntó Adrienne.
—No, te llamaré si se me ocurre algo. Entretanto, me pondré en contacto con
algunas personas a las que conozco, a ver si se rumorea algo por el hipódromo.
La mano de Adrienne tembló un poco cuando la apoyó sobre un trofeo, y pasó
los dedos por las esbeltas patas de la figura de bronce de un caballo al galope.
—Agradezco mucho tu ayuda. Esto es como si me hubieran dejado en medio de
una pesadilla y fuera incapaz de despertarme.
—Mis hermanas también estarán trabajando en el caso, por si las necesitas.
Entre las tres descubriremos quién anda detrás de esto. —Se puso en pie y dijo—:
Bueno, será mejor que me vaya.
Kix también se puso en pie.
—Me voy contigo, muñeca. —Rodeó la mesa y abrazó a Adrienne—. No te
muevas de aquí, Addy.
Adrienne le devolvió el abrazo.
—Llámame si descubrís algo.
—Lo haré. —Le guiñó un ojo—. No me esperes despierta.
El corazón de Cady brincó de alegría antes de que se diera cuenta de que Kix
sólo estaba tratando de animar el ambiente, y no implicando que fuera a pasar el
resto del día con ella. Sonrió rápidamente a Adrienne y volvió hacia la puerta
principal; al cabo de medio segundo sintió la presencia de Kix tras ella.
—Ey —dijo, y el corazón de Cady empezó a trotar al oír su voz—. ¿Por qué
tanta prisa, cariño? Me parece que tendríamos que decidir cómo vamos a trabajar
juntos.
Cady se detuvo, pero no se volvió a mirarle por miedo a parecer idiota.
—A lo mejor podemos estar en contacto por teléfono —murmuró.
El ronroneo de la risa de Kix fue como una lengua cálida sobre su clítoris, y las
braguitas de Cady, que ya estaban húmedas, se humedecieron aún más. ¡Era letal!
Como si hubiera adivinado la dirección de su pensamiento, le susurró:
—No te preocupes, no muerdo a no ser que me lo pidan.
Cady cerró los ojos brevemente y deseó tener sus hormonas a raya.
Probablemente un tipo como aquel se las arreglara con su encanto y buen parecer.
¡Qué coño, probablemente fuera incapaz de contenerse! De hecho, a lo mejor ni
siquiera era capaz de lo que estaba haciendo. Se arriesgó a mirarle. Y una mierda, era
plenamente consciente de lo que hacía. Tomó aire con fuerza y dijo:
—De acuerdo, pero si vamos a trabajar juntos, ¿crees que serías capaz de
moderar tu faceta de cowboy cachondo? Me gustaría ayudar a Adrienne, pero
prefiero mantener una relación profesional entre nosotros.
La sonrisa de Kix fue lenta y segura.
—Lo que tú digas, querida, y como quieras.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 2

Cady no estaba segura de cómo había acabado con Kix en su camioneta, aunque
tenía la ligera sospecha de que sus hormonas habían ganado a su cordura. Aquello
era nuevo.
Bueno, al menos había conseguido imponerse en cuanto a quién conduciría.
Aquello ya era algo, ¿no? No se había vuelto completamente estúpida cuando Kix
había usado su encanto a pleno gas.
—Bien, encanto, ¿a dónde me llevas? —preguntó Kix mientras rebuscaba entre
sus CDs y escogía uno.
—Al Rancho Hermosa; es donde Erin, Cole y yo guardamos nuestros caballos.
Kix entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa.
—¿Te gusta montar?
El calor encendió el rostro de Cady cuando al ver las imágenes que su pregunta
le sugerían. ¡Mierda! ¿Por qué transformaba todo lo que decía en fantasía erótica?
—Sí —respondió, consciente de que respondía tanto a la pregunta de él como a
la suya propia—. ¿Tú montas?
—Cada vez que puedo.
Cady apretó las manos sobre el volante. "Me apuesto lo que quieras a que sí."
Kix se echó a reír. Vaya, no tenía ni idea de qué le pasaba con Cady, pero no
podía dejar de tomarle el pelo. Por supuesto, podía deberse a la tremenda erección
que llevaba desde la primera vez que la vio. Joder, esos ricitos y su cuerpecillo hacían
que quisiera llevársela a la cama y montarla desde el amanecer hasta el anochecer. Y
su discurso acerca de "moderar su faceta de cowboy cachondo" y limitarse a lo
profesional era como ondear un capote ante el toro bravo. Maldita sea, pero era algo
más.
Cady miró de reojo a Kix y se relajó al ver que parecía sumido en sus
pensamientos. De momento había conseguido controlarse, pero no estaba segura de
poder soportar el estar junto a él mucho rato… no es que no la hubieran seducido
antes, pero éste estaba muy lejos de su liga.
Nada más aparcar el coche, Cady vio a la principal razón por la que había
decidido parar allí primero: Miguel Hermosa. Tenía por lo menos setenta años, y
prácticamente se había criado en Bay Downs: primero limpiando establos, como
mozo de cuadra después, jinete de ejercicio y, por fin, jockey. Como muchos otros
jockeys, había perdido el norte con la bebida; tratando de aferrarse a un sueño que le
requería estar por debajo del peso que quería su cuerpo.
Miguel estaba sentado a la sombra de la zona de herrajes. En cuanto Cady salió
de la camioneta, se retiró el sombrero y dijo:

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Hola, querida, ¿qué te trae por aquí hoy?


Sin volverse, Cady podía sentir la calidez del cuerpo de Kix junto al de ella.
Presentó a los dos hombres y luego preguntó:
—¿Sigues teniendo amigos trabajando en Bay Downs?
—Nop. Están todos muertos o entraron en razón por fin. —Sacudió la cabeza—.
Aún conozco unos cuantos que creen que van a hacerse ricos en las tribunas.
—¿Jugadores profesionales?
Miguel resopló.
—Más bien locos. Se presentan los días que hay carrera y tiran su dinero por la
alcantarilla.
Kix se rió y Cady se preguntó cómo era posible que aquel ruido la deshiciera
por completo.
—¿Crees que querrían hablar conmigo? —preguntó.
—Claro, querida, no todos los días una joven preciosa está dispuesta a pasar un
rato con ellos. Red estará encantado de hacerlo, igual que Jimmy y Ernie.
—¿Cómo son?
—Es imposible que no les veas. Estarán sentados en primera fila, junto a la
pista. Red lleva un sombrero de cowboy de paja con una pluma roja; Jimmy parece
como si fueras a necesitar un calzador enorme para moverlo de un lado a otro: ese
hombre vive por y para la comida y las apuestas de caballos. Y Ernie es un tipo
bajito; a veces le llamamos Comadreja. Tiene una cara muy peculiar que recuerda a
una de ellas, pero aparte de eso, es un hacha escarbando y recopilando información.
—Gracias, Miguel.
—Cuídate, querida.
Cady no pudo evitar mirar de soslayo a Kix.
—Siempre —dijo.
Kix rió con suavidad ante lo que acababa de retarle. No veía el momento de
tenerla debajo. Joder, no veía el momento de tenerla encima; le daría una cabalgada
de todo–vale que no obtendría en ningún otro lugar. Mierda, le estaba volviendo
loco.
Cierto era que con apenas levantar un dedo tenía a todas las mujeres que
quisiera a sus pies. Entre que era sheriff, y que formaba parte del clan de los
Branaman, casi tenía que utilizar su porra para quitárselas de encima.
Un par de potrancas por el camino habían intentado jugar duro para
conseguirlo, pero Cady era el auténtico reto: una montaña de honestidad envuelta en
sensualidad. Probablemente fuera una gata salvaje en la cama… con el hombre
adecuado. Y tenía pensado ser ese hombre.
Kix sonrió. Sentía la atracción, y habría apostado su camioneta preferida a que
tenía el coño húmedo y aguardándole. Y sus pezones… llevaban igual de duros que
su verga desde el momento en que Adrienne les presentó. Ahora sólo tenía que
conseguir que dejara de bailar lejos de su alcance y aceptara lo que iba a pasar entre
ellos.
—No está mal, querida. Creo que la Comadreja parece el tipo adecuado con

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quien hablar —dijo Kix cuando estuvieron de camino hacia el hipódromo. No pudo
evitar la tentación de inclinarse hacia ella y retirarle los rizos que tenía sobre la cara.
Permitió que la tocara medio segundo, antes de ponerse roja y apartarse
bruscamente.
—¿Crees que serás capaz de quedarte en tu lado de la camioneta?
—Supongo que podría intentarlo si de verdad quieres que lo haga.
Cady le miró e inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho. Era
demasiado… viril… demasiado sexy… demasiado adorable… demasiado todo… y
definitivamente demasiado para ella.
—¿Seguro que eres sheriff de verdad?
—Sí, llevo siéndolo los últimos cinco años. —Sonrió, e inmediatamente se sintió
atraída por el brillo de sus ojos y el hoyuelo que se le formaba junto a los labios.
Subió y bajó las cejas—. ¿Quieres que saque las esposas o prefieres pasar
directamente a la porra?
Cady se obligó a volver a centrarse en la carretera, aunque las pasó canutas
para descartar las eróticas imágenes donde Kix la esposaba a la cama. No es que
hubiera estado nunca cerca de una experiencia como aquélla, pero con Kix… ¡uff! No
iba a liarse con él; no podía traerle más que problemas.
Cuando llegaron a Bay Downs, Cady sacó la cámara y se aseguró de tener
batería y carrete de sobra. Aparte de ser una tapadera genial para sus
investigaciones, le encantaba la fotografía; era una de las muchas cosas que tenía en
común con Erin y Lyric.
Kix levantó una ceja.
—¿No tienes cámara digital?
—No en los casos de Bulldog. Le gusta guardar los negativos.
Kix cogió la funda de la cámara y estudió la tarjeta laminada que había pegada.
—Cady Montgomery, Fotógrafa profesional. —Sonrió—. ¿En serio?
—Sí. —Cady se avergonzó en silencio al oír el tono a la defensiva que había
puesto.
—Habría apostado a que eras del tipo que hace las cosas en lugar de mirarlas.
—¿Qué significa eso?
Kix esbozó una sonrisa; que le dieran si no saltaba a la mínima.
—Sólo me sorprende que tomes fotos. Por experiencia, hay dos tipos de
personas: aquellos que se sientan a observar la vida pasar, y los que toman al toro
por los cuernos y lo montan por si sirve de algo.
Cady le frunció el ceño.
—Se puede ser fotógrafo profesional y vivir la vida al máximo, igual que se puede
ser bueno en más de una cosa. No todo el mundo… —sus ojos dijeron un "como tú"
en silencio—… es bueno sólo en una cosa. También soy buena detective privado y
una jugadora de póquer jodidamente aceptable.
Su risa la recorrió de arriba a abajo.
—Bien, querida, yo también soy bueno en muchas cosas. De hecho, juego
bastante bien al strip–póquer. A lo mejor podemos echar una partidita después, a ver

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quién es mejor… sólo para que no haya errores.


Antes de que pudiera evitarlo, los ojos de Cady bajaron hacia la erección aún
visible en sus pantalones.
—Paso.
Kix se rió.
—Cariño, podrías al menos pensártelo un poco antes de destrozarme el ego.
Subió los ojos hasta encontrarse con su mirada. Dios, era difícil resistirse a él.
Cady era un imán para los hombres con sentido del humor y no se tomaban a sí
mismos demasiado en serio.
—Me apuesto lo que quieras a que ni siquiera creciste en un rancho;
probablemente te criaras en la ciudad, viendo películas de vaqueros.
Kix se golpeó el pecho con la mano.
—Muñeca, acabas de hacerme polvo. Nací y crecí en el rancho Kiking A, cuna
de buenos caballos, buen ganado y hombres poderosos.
—De los cuales eres la excepción.
Kix aprovechó la oportunidad que había estado esperando y se movió hacia
delante, atrapándola entre el lateral de la camioneta antes de que pudiera escapar.
Paseó los dedos por sus sedosos rizos y le levantó la cara para que le mirara,
deleitándose por la forma en que se sonrojaba y sus ojos no ocultaban que le deseaba
tan desesperadamente como él a ella.
—Muñeca, no puedo dejar que ese insulto a mi virilidad quede impune. —
Hundió la cabeza y le cubrió los labios con los suyos.
Cady se derritió en cuanto la boca de Kix cubrió la de ella. Cuando le tanteó los
labios con la lengua para abrírselos y deslizarse dentro, se sintió como si alguien le
hubiera echado miel caliente en la boca.
El hombre sabía besar; eso no la sorprendió lo más mínimo, sino el hecho de
que no sólo le había dejado besarla, sino que no pudo evitar responder al beso.
Quería comérselo enterito.
Kix gruñó en respuesta y la atrajo aún más contra él, empujando la lengua
dentro y fuera a un ritmo que hizo que se le contrajera el coño y los pezones se le
tensaran. Cady se estremeció y se apretó contra él. Dios, debería estar prohibido o
encerrado; todo en él era pecaminoso y tentador.
Volvió a moverse, enterrando la polla más cerca de donde de verdad quería
estar. Joder, su atracción le tenía sintiéndose como un jinete de toros zarandeado y
pisoteado. Si no conseguía controlarse iba a acabar atado de pies y manos y
demasiado enamorado y arrepentido como para que le importara.
Los dos respiraban con fuerza para cuando el beso terminó. Cady consiguió
apartarse de él, volviendo a mirar la erección que daba contra los vaqueros.
Kix sonrió.
—Eres una distracción bastante poderosa, muñequita.
—Tengo nombre —murmuró Cady.
Kix volvió a apretarla contra su cuerpo, lo bastante cerca como para que su
erección diera contra ella. Cady se estremeció en respuesta; la carcajada de Kix fue

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baja y ronca mientras le susurraba un beso por el cuello antes de esconderse en su


oreja.
—Oh, tengo intención de utilizarlo a su debido tiempo, Cady, igual que tengo
intención de oírte gritar mi nombre.
Cady tenía los pezones tan erectos que le dolían. Cerró los ojos ante las
sensaciones que la bombardean; estaba inflamada y húmeda, y tan necesitada que
dudaba que la masturbación le ayudara en algo. Joder, ¿cómo se había metido en
aquel lío?
Kix le dio un beso en el cuello. Que le jodieran si tocarla no había sido un gran
error. Vale, podía hacer más de una cosa a la vez, pero ir por ahí con más sangre
concentrada en la polla que en el cerebro no tenía sentido. Sonrió. Estaba seguro de
que más tarde iba a alegrarse de tratar ese tema.
Cady se escabulló en cuanto Kix bajó las manos; se sentía como si su cuerpo
fuera a volverse del revés si volvía a tocarla. Se obligó a parecer contrariada y dijo:
—Adrienne cuenta con que la ayudemos… así que a lo mejor deberíamos
concentrarnos en eso en lugar de en nuestras hormonas descontroladas.
Esa mujer le estaba volviendo loco.
—Tú mandas, muñeca.
Cady tomó aire con fuerza y se dirigió hacia las tribunas.
Doblaron una esquina y se detuvieron al ver la manifestación que había allí
montada; bueno, "manifestación" quizá era decir demasiado. Había tres mujeres
sentadas en el suelo, con auriculares puestos, escuchando música y jugando a las
cartas. Otras dos personas, una mujer y un hombre, llevaban pancartas donde se leía:
"Fin de las carreras" y "No a la explotación".
—¿Crees que están protestando por turnos? Las tres sentadas parecen estar
tomándose un descanso.
Cady no pudo evitar decir:
—Eso mismo he pensado yo; me alegra saber que puedes pensar en algo aparte
del sexo.
Kix se echó a reír.
—¿Quieres decir que sé utilizar mi cabezota? —Se inclinó hacia delante y le
rozó la piel de detrás de la oreja con los labios—. Cuidado, muñeca. Tengo muy
buena memoria y creo en que cada uno obtenga su merecido… aunque para ello
tenga que imponer yo el castigo.
Cady trató de ignorar las escenas eróticas que implicaban su amenaza, pero ello
no evitó que volvieran a humedecérsele las braguitas. Si seguían así iba a acabar en
urgencias por deshidratación. ¡Y qué embarazoso podía ser eso!
Optó por ignorarle:
—Voy a hablar con ellos.
—Tú primero, muñeca. No quiero que me confundan con un ganadero y me
arranquen la piel a tiras o me empalen con esas pancartas. Te espero aquí.
—Creía que habías dicho que el rancho Kicking A era conocido por su buena
carne.

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—Y por supuesto que sí, pero yo no soy ganadero. AI parecer, siempre he


trabajado en el lado podrido de la pala, supongo que por eso acabé metiéndome a
sheriff.
Cady sonrió y le miró a la cara. Dios mío, ¿cómo iba á resistirse a él? Sólo su
sentido del humor ya le hacía desear envolver ese cuerpo con el suyo y cabalgar
como nunca antes.
Cady sacudió la cabeza y caminó resuelta hacia los manifestantes; no se
mostraron del todo amables hasta que no vieron la cámara de fotos.
—¿Eres del periódico? —preguntó el hombre. Era de estatura media, con el pelo
castaño, bigote y ojos que no paraban de moverse de un lado a otro, como si temiera
perderse algo.
—No, soy fotógrafa profesional. —Cady vio cómo el interés del hombre
disminuía y movía de nuevo los ojos, que sólo volvieron a centrarse en ella cuando
dijo—: ¿Por qué protestáis, chicos?
La mujer miró primero al hombre. Al ver que éste no contestaba, dio un paso
adelante y Cady no pudo evitar comparar su piel morena con la complexión
excesivamente pálida de aquella mujer.
—¿Sabes lo que ocurre con los caballos de carreras cuando ya no sirven? —
preguntó la manifestante.
Cady lo sabía bastante bien, pero decidió seguirle el juego.
—No.
—Acaban al otro lado del océano, como cena de alguien. O de comida de perro.
Pero antes de llegar a ese punto, van a subastas donde pujan por ellos al peso;
después, meten esos magníficos caballos en camiones de dos pisos y los llevan al
matadero. Viajan desde aquí hasta Texas sin comida ni bebida, sin poder tumbarse y
sobre su orina y sus heces. —La mujer sé detuvo para tomar aire.
—¿Cómo sabes que eso es lo que les ocurre a los antiguos caballos de carreras?
—preguntó Cady. No dudaba que algunos de ellos probablemente acabaran en el
matadero, pero desconocía cuál era el porcentaje que lo hacía; ese tipo de
información no era algo que los de las carreras estuvieran dispuestos a compartir. A
ese respecto, el tema del excedente de caballos no era algo de lo que la comunidad
ecuestre quisiera hablar. Cady y Erin habían hablado sobre ello bastante,
especialmente después de haber ayudado a un amigo escritor haciendo fotos de
caballos que se vendían al kilo en subastas,
La manifestante fue a donde las otras tres protestantes seguían con su descanso.
Allí había una mochila verde, pegada a la pared del edificio; metió la mano y volvió
con un libro que le tendió a Cady. Ésta lo miró el tiempo suficiente para ver que lo
había editado el Frente por la Libertad de los Animales. Se estremeció. "Si vas a cenar
con el demonio, asegúrate de llevar tu propia cuchara." Jamás se enredaría con ellos
como había hecho Lyric.
—Chicos, ¿os importa que haga un par de fotos?
—¿Para qué quieres fotos nuestras? —El hombre del bigote parecía
desconfiado.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Soy fotógrafa; he venido a hacer fotos de las carreras.


Los ojos de la mujer brillaron de emoción.
—¿Trabajas en algún libro? Como esos libros de Un día en la vida de…
—Bueno, aún es pronto para saberlo —dijo Cady—. Primero tengo que ver
cómo salen las fotos.
—¿Qué opinas, Danny? —preguntó la rubia a su compañero.
Este se lo pensó antes de encogerse de hombros.
—Vale.
La mujer corrió junto a las tres manifestantes que estaban sentadas, quienes se
quitaron los auriculares y escucharon lo que tenía que decirles. Un minuto después,
los cinco estaban sujetando pancartas y Cady empezó a nacerles fotos. Cuando hubo
terminado, sacó los formularios de autorización.
A los manifestantes no les emocionó la idea de tener que firmarlos, pero lo
hicieron cuando les explicó que no podría utilizar las fotos sin su consentimiento. Era
cierto, y era también una de las razones que más le gustaban de combinar su trabajo
como detective con la fotografía; prometer la fama siempre tentaba a la gente para
proporcionar todo tipo de información.
Para cuando Cady volvió a donde Kix la esperaba, las tres manifestantes habían
vuelto a ponerse los auriculares para volver a su descanso. Kix sacudió la cabeza.
—Buen trabajo, muñeca, aunque creo que he visto manifestantes más
apasionados en el mitin de "Salvad los árboles".
Pagaron la entrada y pasaron por el torniquete.
—Espera —dijo Cady, volviéndose para comprarle un programa de las carreras
a un hombre que parecía a punto de quedarse dormido. Luchó por no oler la mezcla
de sudor y alcohol mientras aceptaba su dinero y le entregaba el programa—.
¿Mucho trabajo?
El hombre gruñó.
—No hay nadie, igual que siempre. No sé ni por qué me molesto en venir.
Cady se volvió hacia Kix; le miraba sorprendido.
—¿Tienes intención de apostar?
—Me gusta apostar a los caballos —dijo Cady a la defensiva. Tampoco es que lo
hiciera a menudo… bueno, vale, casi nunca.
Kix meneó la cabeza.
—Es tu dinero, muñeca. ¿Dónde vamos?
—¿No tienes nada que investigar tú sólito?

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Capítulo 3

—Vaya, muñeca, no estarás queriendo librarte de mí, ¿verdad? Que sepas que
no funcionaría. Hoy soy todo tuyo.
Le miró a la cara rápidamente y se mordió la lengua; había puesto cara de
bueno. Cady movió la cabeza.
—Vamos a buscar a los amigos de Miguel.
—Después de ti, muñeca.
Tal y como había predicho Miguel, sus amigos estaban sentados en la fila más
cercana a la pista. La pluma del sombrero de Red se movía arriba y abajo mientras su
dueño rompía las papeletas de su apuesta y las lanzaba al aire.
Jimmy estaba hincando el diente en un perrito caliente; Ernie la Comadreja
tenía el morro metido en el Daily Racing Form.
Cady se sentó junto a Red y sonrió a los tres hombres antes de decir:
—Hola, soy Cady Montgomery y éste es Kix Branaman. Miguel Hermosa nos
dijo que os buscáramos; nos dijo que lo sabéis todo acerca de las carreras.
Jimmy empezó a reír socarronamente.
—Así es. —Le tendió una mano fornida—. Jimmy, pero mis amigos me llaman
el Barrido.
—¿Por qué? —preguntó Kix mientras sacudía la mano que le ofrecían.
Red se echó a reír.
—Por la forma en que apuesta. No tiene pelotas… eh, disculpe el lenguaje,
señorita Cady. Siempre apuesta al tercero.
Cady rió.
—No pasa nada. —En las carreras de caballos había tres opciones: al primero, al
segundo o al tercero. Apostar al tercero significa que el caballo puede llegar el
primero, el segundo o el tercero, y aun así recibes tu dinero. Así era como apostaba
Erin las pocas ocasiones en que habían ido al hipódromo; Lyric, por supuesto,
siempre apostaba a combinaciones complejas que implicaban distintos caballos y
distintas carreras. Cady apostaba por lo que mejor le pareciera cada momento,
aunque solía apostar al primero o al tercero, en lugar de dividir la diferencia y
apostar que un caballo iba a colocarse el primer o segundo lugar.
La Comadreja le tendió la mano a Cady.
—Ernie, querida amiga, así me llamo. —Miró a sus amigos y añadió—: Puede
que otros me llamen de otra forma, pero en compañía de alguien como usted,
prefiero que me llamen Ernie.
—Ernie, pues.
Red se quitó el sombrero antes de tenderle la mano a Cady primero y a Kix

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después.
—Yo soy Red.
—Encantada de conocerle —dijo Cady.
Red sonrió.
—Si no le importa, tenemos que hacer nuestras apuestas después podremos
hablar.
Cady se volvió hacia la tribuna; había más gente dentro, en torno a las pantallas
de televisión, que fuera viendo las carreras.
—No hay mucha gente por aquí —le dijo a Kix.
Él se encogió de hombros.
—Adrienne me dijo que las cosas se habían puesto difíciles Tienen mucha
competencia con los clubes de cartas, además de Internet y el estado de Nevada. Es
bastante complicado competir contra todos ellos.
Cady miró el programa.
—¿Qué carrera toca?
Jimmy resopló:
—La segunda.
En la segunda carrera participaban diez caballos; Cady hojeó los nombres,
luego sonrió a Kix mientras sacaba un par de dólares y se los daba a Red.
—Slick Moves, al tercero.
Ernie la Comadreja pegó un silbido.
—Jovencita, ese potro nunca ha merecido la pena. Está a cincuenta contra uno.
Cady miró a la pantalla que mostraba las probabilidades y su sonrisa se hizo
aún mayor cuando volvió a mirar a Kix.
—Sip, me parece bien, aunque las probabilidades que tiene de cruzar la línea de
meta sean algo exageradas.
Kix se rió y sacó un billete de cinco dólares.
—Creo que la dama subestima al potro. Apuesto cinco dólares a que Slick
Moves gana.
Ernie sacudió la cabeza.
—Deberíais guardar vuestro dinero. En la siguiente carrera intentaremos
ayudaros.
El altavoz anunció que las ventanillas de apuestas para la segunda carrera
estaban a punto de cerrar, así que Red corrió a la más cercana. Unos segundos
después reapareció con las papeletas.
Slick Moves era un castaño nervioso que salió de la pista de entrenamiento
brincando y resoplando.
—No te confíes —dijo Jimmy—, quemará toda esa energía antes de que llegue
al cajón de salida; siempre lo hace. —Señaló su Racing Form como si contuviera toda
la información del mundo al respecto.
En la línea de salida, Slick Moves estaba el quinto. Red sacudió la cabeza y dijo:
—Vas a necesitar un milagro con ese caballo. Va a tener que hacer una buena
salida y ponerse en cabeza, o acabara encajonado al final y sin posibilidades de

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ganar.
La campana sonó y el comentarista gritó:
"¡Y ahí van!". De ahí en adelante, relató segundo a segundo lo que sucedía en la
pista.
Slick Moves salió regular pero enseguida se metió en el pelotón del medio. En
cuanto doblaron la primera curva Cady lo perdió de vista, pero en la recta de atrás
volvió a verle y estaba ganando posiciones.
Había conseguido encontrar un hueco y empezaba a acortar la distancia que
había entre él y los dos primeros. Cady se puso en pie y empezó a animarle a gritos.
Cuando los caballos entraron en la recta final, el jockey de Slick Moves usó la
fusta y el potro castaño brincó hacia delante, dándolo todo. En la línea de llegada
consiguió alcanzar al caballo que iba en cabeza y ganarle por menos de un
centímetro.
Presa de la emoción, Cady se abrazó a Kix. Éste sonrió y aprovechó el contacto
para morderle el lóbulo de la oreja y susurrarle:
—Parece que las probabilidades están de mi lado. No te preocupes, querida, no
necesitarás ninguna fusta para que este semental llegue a la meta. —Una punzada de
deseo recorrió el cuerpo entero de Cady.
—Por Dios —exclamó Red asqueado, y por unos segundos Cady se puso roja.
Pero cuando rompió su papeleta y la tiró al aire, se dio cuenta de que estaba
maldiciendo la carrera, y no el sugerente comentario de Kix.
—¡Compórtate! —susurró antes de soltarse de Kix y volver a su asiento.
—Ey, pásame un caramelo, ¿quieres? —dijo Jimmy, señalando la bolsa que
tenía a sus pies.
Red sacudió la cabeza pero se inclinó hacia delante.
—Tienes que dejar de comer y beber cada vez que pierdes; ya necesitamos una
horma para levantarte de ahí.
Jimmy resopló.
—La suerte va a cambiar y, cuando lo haga, me pondré a régimen.
Ernie la Comadreja miró a Cady.
—¿Por qué has hecho esa apuesta? ¿Sabes algo que no sepamos?
Cady miró a Kix.
—Me ha gustado el nombre.
—Por Dios —repitió Red.
Jimmy resopló y mordió el caramelo gigantesco que tenía en la mano.
Ernie sacudió la cabeza y murmuró:
—La suerte del principiante.
—¿Puedo preguntaros algo, amigos? —dijo Cady después de que los tres
hombres hubieran decidido sus apuestas de la siguiente carrera.
—Claro, jovencita —dijo Ernie.
—¿Habéis oído algo de caballos dopados con cocaína?
Jimmy puso gesto serio.
—Sucedió el jueves; había apostado por dos de los caballos que acabaron

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cuartos. —Escupió al suelo—. A lo mejor habría ganado algo de dinero si los caballos
ganadores no hubieran corrido dopados. Pero, tal y como funcionan las carreras, las
apuestas se hacen en tiempo real, así que te pagan cuando el caballo gana. El
entrenador se mete en problemas si resulta después que el caballo estaba dopado.
Red le miró con gesto comprensivo.
—Jodida entrenadora loca.
Cady sintió cómo se tensaba Kix e inmediatamente le puso una mano en el
brazo. Se distrajo un minuto con el calor que emanaba de él y que fue derecho a su
coño. Mierda, tocarle era como tocar oro fundido. Sacudió la cabeza para librarse de
la imagen.
—¿Por qué creéis que lo hizo la entrenadora? Parece algo bastante estúpido. —
Cady le guiñó un ojo a Red—. Incluso para una mujer.
El viejo se volvió del color de la pluma de su sombrero. Antes de que pudiera
responder, Jimmy se metió en la conversación:
—Hay algo raro en todo eso, estoy seguro. Nunca he visto nada igual, ¡cinco
caballos el mismo día!
Ernie asintió.
—Por ahí dicen que alguien debe de odiar a Adrienne McKay.
Cady se emocionó al oír aquello.
—¿Tienes alguna idea de quién?
—No he oído ningún nombre —dijo Ernie, sacudiendo la cabeza.
Cady se inclinó hacia delante.
—¿Pero crees que alguien dopó a sus caballos para que la suspendieran?
Ernie se encogió de hombros.
—No se me ocurre ninguna otra cosa que tenga sentido. Existe una ley que
establece que el entrenador es completamente responsable de sus caballos; se hizo
para mantener limpias las carreras. El problema es que es una auténtica pesadilla
para los entrenadores. Imagina que un entrenador echa a algún mozo de cuadra por
no hacer bien su trabajo; bien, si el mozo se cabrea, podría echarle alguna sustancia al
animal y arruinar con ello al entrenador.
Cady conocía la ley de la que hablaban, pero no dijo nada.
—¿Y las autoridades de las carreras no investigarían el asunto para tratar de
esclarecerlo?
Jimmy sacudió la cabeza.
—No es su trabajo.
—Me parece bastante injusto. —Cady miró a Ernie—. ¿Se os ocurre alguien que
quisiera arruinar a McKay?
Jimmy resopló.
—Probablemente sucediera porque a alguien no le gusta el jockey con su mismo
nombre.
—Sí, es una auténtica resentida. —Red no había abierto la boca desde hacía un
rato—. Le jode no haber nacido siendo hombre; tiene la personalidad de un perro
rabioso. —Cady logró contener la risa a duras penas—. No es propio de mujeres

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pelearse.
Jimmy soltó un bufido.
—Pero le dio una buena patada en el culo a ese otro jockey, ¿cómo se llamaba?
—Valdez —respondió Ernie.
—Os aseguro una cosa —continuó Jimmy—: No voy a apostar nada por ese
Valdez. Que una jockey te patee el culo… ya es malo que una chica te gane a caballo,
pero que te machaque con los puños… ¿a dónde vamos a llegar?
La voz del comentarista interrumpió la conversación. El tiempo para hacer las
apuestas estaba a punto de finalizar. Puesto que Cady quería ir a cobrar su papeleta,
se ofreció a hacer las apuestas.
Jimmy le entregó un billete de cinco dólares.
—Apuesta por el caballo al que vayas a apostar tú, pero a tercero.
Red puso los ojos en blanco.
—Por Dios, Jimmy, échale un par de huev… narices; échale un par de narices,
por una vez en tu vida.
A Jimmy no pareció molestarle lo más mínimo.
—Tengo que ceñirme a mi estrategia.
Ernie la Comadreja sacudió la cabeza y le entregó un billete de diez dólares a
Cady.
—Tom Cat, primero.
Kix se rió y le dijo:
—¿Te importa hacer mi apuesta, muñeca?
Cady levantó las cejas.
—Déjame adivinar: Tom Cat.
—Sí, me gusta su nombre. —Kix le dio su papeleta premiada—. Cóbralo y
apuesta cincuenta. Creo que hoy es mi día de suerte.
Su sonrisa recorrió el cuerpo de ella como una avalancha de deseo caliente.
—En tus sueños.
Kix se rió.
—Oh, sí, muñeca, ¿quieres saber cuáles son?
Cady sacudió la cabeza, empezaba a pensar que tal vez la mejor forma de
controlarle era ignorándole.
Cady hizo las apuestas y merodeó unos minutos por la tribuna, observando las
pantallas de televisión que emitían carreras de otros hipódromos. Había contadores
automáticos dispuestos estratégicamente para que los jugadores pudieran utilizar los
cajeros o sus tarjetas para hacer sus apuestas en cualquiera de las carreras; hasta las
de Hong Kong.
Sacudió la cabeza y empezó a volver a donde estaban los hombres, pensando en
lo bien que había hecho Bulldog cuando enseñó a sus nietos a jugar al póquer y a
apostar, insistiendo siempre en que utilizaran dinero contante y sonante. Las
lecciones más dolorosas llegaban cuando la paga de una semana acababa en el
bolsillo de otro, pero al final todos ellos habían adoptado la regla de oro de Bulldog:
decide cuánto dinero vas a querer gastarte antes de empezar, y no pongas ni un duro

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más.
—Ya creía que te habías fugado con nuestro dinero —bromeó Red cuando Cady
volvió. Ésta se echó a reír y les entregó las papeletas.
—Fast Dancing —se quejó Jimmy cuando vio la papeleta que tenía en la
mano—. Ese caballo odia correr sobre arena; es un caballo de hierba. —Señaló su
Daily Racing Form como si fuera la Biblia.
Puesto que Cady no tema ni idea de qué decía el Daily Racing Farm, se encogió
de hombros y dijo lo primero que se le ocurrió:
—Oye, sus razones tendría su entrenador para haberlo cambiado.
Red volvió a ponerse el sombrero.
—En eso tiene razón.
Jimmy volvió a gruñir, pero en cuanto los caballos enfilaron hacia los cajones de
salida, se inclinó hacia delante para volver a mirar a Fast Dancing. El castrado zaino
no parecía tan feroz como Slick Moves, pero hizo un círculo antes de meterse en el
cajón.
—Puede que consigamos algo.
Les costó un rato colocar a tocios los caballos. Un potro tordo se negaba a entrar
en el cajón y a ello siguió una batalla: cinco hombres contra un caballo. Ganaron los
hombres, pero; sólo porque el caballo no estaba completamente dispuesto al
ofrecerles resistencia.
Un segundo después los caballos salieron del cajón y lucharon por obtener el
mejor sitio posible en la pista. Fast Dancing se puso entre el grupo de cabeza y, al
final, ganó por un cuerpo de ventaja.
—Dios mío —dijo Red—, no me digas que lo elegiste por el nombre.
Cady se rió y miro a Kix; estaba rompiendo su papeleta con gesto de disgusto.
Ernie la Comadreja sacudió la cabeza.
—La suerte del principiante.
Jimmy gruñó y se valió de los apoyabrazos para tomar impulso y levantar el
trasero del asiento.
—Voy a cobrar mi cheque. —Tenía el rostro congestionado de levantarse.
Cady se reunió con él en las escaleras que daban a la parte interior de las
tribunas.
—¿Venís aquí todos los días?
—Sí, Ernie, Red y yo venimos siempre que el hipódromo esté abierto, haga
bueno o malo.
—¿Qué opinas de los manifestantes que hay en la entrada? ¿Crees que dañan al
hipódromo?
Jimmy se rió.
—Panda de gamberros; ni siquiera se molestan en venir salvo los fines de
semana. Y no siguen a los caballos cuando se los llevan a Golden Gate Fields.
—¿Cuánto tiempo llevan manifestándose?
—Desde principio de año. —Estaba resoplando, sin aliento, para cuando
llegaron a la ventanilla. El cajero contó sus ganancias y, cuando Jimmy las tuvo en la

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mano, se llevó los billetes a la boca y les dio un beso.


Cady se rió y le copió cuando le dieron su dinero.
—¿Vas a apostar a la siguiente carrera?
Jimmy sacudió la cabeza.
—Nunca apuesto a la cuarta carrera, me da mala suerte.
Red llegó justo a tiempo para oírle; miró a Cady y se echó a reír.
—Su cuarta mujer le dejó sin blanca cuando le dejó. Desde entonces no ha
vuelto a ser el mismo; odia el cuatro. —Le dio su programa a Cady—. ¿Por quién vas
a apostar en la cuarta? Voy a poner un par de dólares a tu caballo.
Cady leyó los nombres, pero ninguno de ellos le llamó la atención.
—No se me ocurre ninguno.
—Déjalo mientras la suerte te sonríe —dijo Jimmy.
Cady esbozó una sonrisa de disculpa y Red se encogió de hombros antes de ir a
la ventanilla a apostar.
Jimmy se puso en la cola del bar y Cady suprimió una sonrisa, recordando
cómo había asegurado que se pondría a régimen en cuanto empezara a ganar.
—¿Han suspendido a algún otro entrenador por controles de dopaje
últimamente? —preguntó.
—Sí, hace un par de semanas suspendieron a Tiny Johnson. —Jimmy resopló—.
Aunque en su caso han tardado demasiado en acusarle de algo; ese tipo es de lo más
deshonesto.
—¿Alguien más?
Jimmy tardó unos segundos para pedir dos perritos calientes, patatas fritas y
una Coca–cola gigante.
—¿Por qué te interesa tanto?
—Simple curiosidad.
La mujer tras el mostrador le dio a Jimmy su pedido.
—Seguramente Ernie sepa qué se rumorea; se codea con tipos de ese mundillo.
Cady pidió una Coca–cola Light y unas patatas gigantes, pensando que las
compartiría con Kix. Para cuando volvió a su sitio y vio la sonrisa que le brindó al
darse cuenta que había pensado en él, ya casi se había arrepentido.
—¿Por qué suspendieron a Tiny Johnson? —le preguntó Cady a Ernie.
—Antihistamínicos. Le multaron y le suspendieron tres meses.
—¿Antihistamínicos? No me parece tan grave.
Ernie se encogió de hombros.
—Nunca se sabe qué tipo de sanciones van a imponer. Tenía un caballo con
problemas respiratorios, así que le dio antihistamínicos para que mejorara. Por
supuesto, aseguró habérselo dado días antes de la carrera, pero no hay forma de
saber la verdad. Si quieres saber mi opinión, las autoridades sólo estaban buscando
algo por lo que inculparle.
—Jimmy dice que ese tipo es de lo más deshonesto, ¿por eso querían culparle
de algo?
—Naah, cuestión de politiqueo. La familia Johnson tiene muchos caballos en las

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carreras. Son una familia grande, pero al parecer siempre están tirándose los trastos.
Los caballos salieron de la pista de calentamiento y se relajaron antes de
dirigirse a los cajones de salida. A Cady no se le ocurrió ninguna otra pregunta, así
que sacó la cámara y empezó a hacer fotos.
—¿Quieres dar una vuelta? —preguntó Kix, después de que hubiera gastado un
carrete entero y hubiera puesto uno nuevo.
—Claro.
Se pusieron en pie, despidiéndose de los amigos de Miguel. Cuando Ernie le
ofreció la mano para estrechársela, Cady sintió la fresca y suave textura del papel.
—El hipódromo es interesante —le dijo—. Siempre están sucediendo cosas,
jovencita. Sólo hay que saber a quién preguntar.
Cady retiró la mano y la cerró sobre el trozo de papel que le ofrecía hasta que
Kix y ella estuvieron fuera de la vista. Cuando por fin miró a ver qué era, vio que
tenía en la mano un trozo del programa de Ernie; había un nombre ahí escrito:
Roberto González.
—No está mal, muñequita, no está nada mal. —Kix la abrazó y le besó el cuello,
enviando oleadas de placer y deseo por todo el cuerpo de Cady—. Creo que voy a
tener que representarte. —Bajó la mano para cubrirle el trasero y pegarla contra su
erección—. Y después voy a tener que enseñarte a utilizar correctamente todo el
equipo.
El coño de Cady sufrió un espasmo y, durante tinos segundos, fue incapaz de
resistirse a las imágenes que le brindaba su imaginación. Se sintió como si estuviera
preparándose para subir por un precipicio y no pudiera detener al caballo que
montaba.
—¿Qué hacemos ahora?
—En estos momentos mi estómago me pide algo más que patatas fritas. ¿Te
apetece una pizza?
El estómago de Cady ya se había olvidado de las patatas fritas. Se apartó de Kix
y dijo:
—Me gusta lo de la pizza; no conozco esta zona demasiado bien, pero hay una
pizzería cerca de mi casa.
—¿Qué te parece si compramos una pizza y nos la comemos en tu casa?
Adrienne va a no sé qué fiesta con Alex esta noche, y te aseguro que odiaría acabar
encerrado en su casa con Terry.
—No sé por qué eso no me preocupa demasiado; he visto que la manejas
bastante bien.
Kix sonrió.
—No te dará miedo quedarte a solas conmigo, ¿verdad? Prometo portarme bien
y centrarme en el caso mientras cenamos, muñeca, palabra de Boy Scout.
Cady tenía la sensación de haberse metido derecha en la boca del lobo, pero eso
no impidió que su corazón bailara alegremente al pensar en pasar más tiempo con
Kix.
—¿Has sido Boy Scout alguna vez?

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Kix le sonrió de manera irresistible.


—Primero cuestionas mi virilidad y ahora mi honor. Allí de donde vengo, eso
sería razón suficiente para retarte a un duelo a media noche.
Cady puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar que se le escapara una
sonrisa. Oh, Dios, estaba metida en un lío.
—De acuerdo; pero sólo por el caso… es la única razón por la que te invito a mi
casa.
La polla de Kix dio un brinco de alegría… anticipándose. Puede que su
muñequita se estuviera diciendo que la única razón por la que le invitaba a su casa
era el caso, pero su cuerpo decía otra cosa. Prácticamente le estaba suplicando que la
enlazara y se ocupara de ella.

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Capítulo 4

En cuanto aparcaron frente a la casa de Cady, ésta supo que iba a tener que
hacer una ensalada rápida, pues no habría pizza suficiente para todos. Hizo una
mueca. A veces, el edificio de viviendas de la compañía que Bulldog les dejaba tenía
sus inconvenientes; era genial en cuanto a seguridad y compañía, pero cuando se
trataba de llevar a miembros del sexo opuesto, en fin…
Erin y Lyric salieron inmediatamente de la casa de al lado, la de Erin, antes de
que a Cady le hubiera dado tiempo siquiera a abrir la puerta de su casa. Lyric miró
detenidamente a Kix y dijo:
—Tú debes de ser el cowboy. No me extraña que Alex esté preocupado; soy
Lyric.
La risa de Kix atravesó a Cady y le encogió el corazón. Tomó aire con fuerza y
decidió no apenarse si Kix decidía tirarle los tejos a alguna de sus hermanas.
—Kix, ¿no? —preguntó Erin; ¡cómo si alguna vez olvidara un nombre!—. Yo
soy Erin.
—Kix Branaman, a vuestro servicio, señoritas.
Cady le miró a los ojos; el que no hubiera oído ninguna implicación sexual en la
palabra "servicio" no significaba que no la hubiera. Sus ojos se encontraron; él los
abrió un poco más y luego sonrió, como si supiera exactamente qué había estado
pensando.
—¿Habéis cenado, chicas? —preguntó Cady.
Lyric miró la caja de pizza que llevaba Kix.
—Aún no.
—Te ayudo con la ensalada —se ofreció Erin.
Mientras cenaban, Cady y Kix contaron a las hermanas de ésta los
acontecimientos del día. A Cady le sorprendió el comportamiento de Kix; había
esperado que flirteara descaradamente con Erin y Lyric, o al menos que se
comportara como el cowboy que llevaba dentro. Pero mientras hablaban sobre el
caso, no le costó imaginarse a Kix como el sheriff que era: serio, profesional y
meticuloso; aunque nada de ello consiguió detener sus fantasías eróticas.
—No hay demasiadas pistas; salvo lo del tipo ese, Robert González —dijo Erin
mientras ayudaba a recoger los platos—. ¿Por qué te pasaría Ernie una nota en lugar
de decírtelo sin más.
Cady se encogió de hombros.
—No lo sé. Jimmy me contó que a Ernie le gusta codearse con la gente del
hipódromo; a lo mejor Ernie intuyó que estábamos investigando pero no quiso decir
nada abiertamente, puesto que nosotros tampoco lo habíamos hecho.

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Lyric frunció el ceño.


—Podría ser. ¿Así que mañana vais a ir a por González?
Cady asintió.
—Estoy tratando de decidir qué hacer, si acercarme a las oficinas del
hipódromo y hacer algunas preguntas o no.
Lyric se puso en pie y fue junto a la encimera, donde abrió un armario y sacó
una baraja de cartas y fichas de póquer.
—¿Y por qué no te quedas fuera de la pantalla del radar? Ve como fotógrafa
profesional y echa un vistazo alrededor.
Erin asintió.
—Los manifestantes se lo tragaron; además, eres fotógrafa de verdad. Ya has
trabajado alguna vez en el hipódromo, ¿no?
—Un par de veces, pero sigo estando relacionada con Bulldog.
Lyric se encogió de hombros.
—¿Y? Puede que la gente se pregunte si tú también investigas o no, pero como
no lo confirmas, no lo sabrán a ciencia cierta. Que Kix se pase por las oficinas.
Cady miró a Kix.
—¿Qué opinas?
Él esbozó su sexy sonrisa tejana.
—Trabajo en equipo, muñeca… Tú usa la tapadera de la fotógrafa mientras yo
deambulo por las oficinas y me presento… puede incluso que saque la placa y le dé
brillo.
Cady se lo imaginó haciéndolo. Claro que las oficinas estaban llenas de mujeres;
puede que les interesara más ver cómo le sacaba brillo a otra cosa. Bajó los ojos sin
querer, pero la mesa no la dejaba ver.
Kix se echó a reír y Cady se sonrojó. Volvió la cabeza hacia otro lado, pues no
quería que viera cómo le miraba.
Lyric puso las cartas y las fichas sobre la mesa.
—¿Juegas, Kix?
—La verdad es que juego mal al póquer; se lo he dicho antes a Cady. Ponedme
a prueba.
Jugaron hasta que Lyric tuvo que marcharse, seguida poco después por Erin.
—¿Puedo ayudaros en algo? —preguntó Erin, ya en la puerta principal.
Cady se acordó de los rollos que había utilizado en el hipódromo.
—¿Tienes que hacer algo en el cuarto oscuro?
—De camino allí, en cuanto llegue a Starbucks, ¿quieres que revele las fotos que
has hecho hoy?
—Te lo agradecería. —Cady sacó los rollos y se los entregó a Erin, mientras Kix
se reunía con ellas en la puerta.
—Te dejaré las pruebas sobre la mesa. —Erin hizo una mueca—. Hasta mañana
por la noche no me veréis el pelo. Tengo un día de lo más completo; además, tengo
que ir a San Francisco.
—¿La entrevista para el programa de perros? —preguntó Cady.

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Erin suspiró.
—Sí, deseadme suerte.
Cady abrazó a su hermana.
—Buena suerte, pero estarán locos si no te contratan para el anuncio.
En cuanto la puerta se cerró tras Erin, Kix atrajo a Cady hacia él.
—Por fin solos, muñeca.
Se estremeció al sentir la erección de él contra su pelvis, el calor que le quemaba
la piel y la mirada lasciva en sus ojos.
—Puedo llevarte a casa de Adrienne —le dijo, aunque su cuerpo protestaba
ante la mera idea de separarse de él.
Kix se rió antes de hundir la cabeza en el cuello de Cady.
—Creo que haría falta toda una cuadrilla de policías para sacarme de aquí,
ahora que te tengo donde quería.
La risa de Cady delataba su nerviosismo.
—¿Y qué ha sido de la palabra de Boy Scout?
Kix le besó el cuello con la boca abierta, finalizando con un mordisquito que
envió una oleada de deseo hasta el inflamadísimo clítoris de Cady.
—Si recapacitas, muñeca, te darás cuenta de que prometí comportarme bien
mientras cenábamos. —Le chupó el lóbulo antes de pasar a recorrerle la oreja en sí—.
Pero ya hemos terminado de cenar y de hablar sobre el caso.
Levantó la cabeza y Cady casi se desmaya ante la intensidad de su mirada.
Nunca antes la habían mirado así; nadie le había mostrado tan abiertamente que la
deseara, ni había utilizado una mezcla tan irresistible de humor y sexualidad.
Kix le dio tiempo de sobra para zafarse, pero Cady no quería. Estaba ansiosa y
dolorida de deseo; llevaba así todo el día. Tenía el clítoris igual de inflamado y
sensible que los pezones, pero además quería, al menos por esta vez, "limitarse al
placer", como solía decir Lyric.
Cady le besó, gimiendo de placer cuando sus labios se unieron. Kix se movió
sobre ella, agarrándola contra la pared mientras le chupaba el labio inferior. Cady se
arqueó, apretando los pechos contra el torso de él; Kix gruñó y deslizó las manos
entre ellos, desabrochándole la camisa.
Los muslos de Cady prendieron fuego y no pudo evitar abrir bien las piernas
para rodearle y frotarse contra su pene. Kix jadeó y luego le metió la lengua en la
boca al mismo ritmo que movía la polla contra el monte de Venus de ella protegido
por la ropa.
La falta de aire les separó.
—Muñeca, eres como un chupito de whisky —dijo Kix, moviendo los ojos hacia
donde le había abierto la camisa.
Cady le observó el rostro mientras le desataba el cierre frontal del sujetador y le
liberaba los pechos.
—Preciosos —susurró, y se le oscurecieron los ojos mientras le frotaba los
pezones con los pulgares.
Se estremeció entera y se le humedecieron las braguitas. Gimoteó, suplicando

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más cuando las callosas manos de Kix le cubrieron los pechos, subiéndolos y
apretando el uno contra el otro.
Cogió los pezones entre los dedos, alternando entre caricias suaves y pellizcos
casi dolorosos. La parte inferior del cuerpo de Cady se apretó más contra él.
Kix rió quedamente, apretando los dedos sobre los pezones.
—Te gusta, ¿verdad, muñeca? —Soltó uno de los pezones, se inclinó hacia
delante y lamió la aureola antes de metérselo en la boca.
Cady le agarró la cabeza con las manos; hundió los dedos en el pelo de Kix y le
mantuvo contra sus pechos mientras se arqueaba, ofreciéndole más, deseando que la
mordiera y la chupara y se la tragara enterita.
Pasó al otro pecho, sujetándolo firmemente con una mano y sin dejar de chupar,
mientras con la otra le desabrochaba los pantalones y la hundía en sus braguitas. La
verga le dio un brinco al sentir su húmeda sensación entre los dedos.
Hizo lo que pudo por no poner a Cady a cuatro patas y embestirla como un
toro salvaje. Lo único que le impedía hacerlo era el deseo que sentía de hundir la
cabeza entre sus piernas y probar la miel que empapaba sus dedos.
Cady gimió y le llenó la mano de más fluidos… de su deseo. Kix gruñó y se
apartó un poco, con el rostro tenso y los ojos en llamas.
—Cady, muñeca, no estoy seguro de cuánto voy a poder durar en cuanto
empiece a montarte. Te deseo desde el momento en que entraste en el despacho de
Adrienne. —Arrastró el dedo por la húmeda raja de Cady y por su clítoris antes de
retirar la mano de los vaqueros.
El cuerpo de Cady intentó seguir el dedo de Kix por instinto. Se arqueó hacia él.
—Por favor, no pares.
Kix se inclinó hacia ella, cubriéndole los labios con los suyos.
—Dime qué quieres, muñeca. ¿Quieres que me beba tu leche y te chupe el
clítoris hasta que grites de placer? ¿O prefieres que meta la lengua en tu dulce
canalillo y te folle con ella hasta que te corras?
Cady se aferró con fuerza al pelo de Kix.
—Todo, lo quiero todo.
Le puso las manos en la cintura para quitarle los vaqueros y las braguitas.
Luego se detuvo un momento, saboreando la primera vez que la veía desnuda: el
triangulito castaño y perfecto de su vello púbico, los labios inflamados de su sexo, el
clítoris erecto… pidiendo a gritos la boca de él.
Con un gemido, se arrodilló frente a ella, agarrándole la suave piel del trasero
con las manos y tirando de ella mientras hundía la cabeza en su coño. El cielo. Su
olor, su sabor. La atacó como si fuera un hombre hambriento; lamiéndola,
chupándola, mordiéndola y empujando con la lengua, saboreando el sonido de sus
gemidos, de sus gritos y súplicas, y por fin el oírla gritar su nombre cuando se corrió.
Kix se retiró; tenía el rostro encendido y respiraba como un caballo en la recta
final.
—Dudo mucho que consiga llegar más allá del salón, muñeca.
Se detuvieron junto al sofá, arrancándose la ropa y tirándose al suelo en una

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maraña de piernas y brazos, luchando por mantener el máximo contacto posible. El


cuerpo de Kix era tal y como había imaginado Cady: su polla hinchada y gruesa, con
la cabeza roja y húmeda.
Volvió a chuparle los pechos, besándolos y lamiéndolos como si fueran una
tentación a la que no podía resistirse. Cady buscó su pene y le empujó el mango
hasta llegar a la cabeza. Él gimió, mojándole la palma con gotas de su semen; Cady
utilizó el lubricante para jugar con él, hasta que puso la mano sobre la de ella y
movió las caderas hacia arriba y hacia abajo, metiendo y sacando la polla de las
manos.
Sus empellones se fueron haciendo más rápidos y fuertes, hasta que gruñó y se
soltó de ella, manteniendo aún su mano sobre la polla, más para no correrse que para
hacerlo. Cady le miraba maravillada, a él y su placentera agonía.
—Kix —susurró.
Resopló sin aliento, sintiéndose como un potro ante su primera yegua.
—Cady, muñeca, no voy a poder aguantar mucho más. —Alargó la mano para
coger sus vaqueros y sacó un paquetito de aluminio que abrió con los dientes.
—Trae.
Kix gimió al verla.
—Hoy no, muñeca. Como me toques no duraré nada. —Cady se echó hacia
delante, mirando hipnotizada cómo se ponía el condón sobre la erección.
Cuando terminó, la tomó en sus brazos y se recostó en el suelo, colocándola
sobre él para después rodar y que se quedara debajo de ella, con las piernas abiertas
y el coño ansiando su pene. Cuando le rodeó las caderas con las piernas, hizo lo que
pudo por no correrse al primer empellón.
Pero quería tomarse su tiempo, saborear aquella primera vez con ella. Así que
se inclinó hacia delante, cubriéndole la boca con la suya, tentando a su lengua para
que saliera a jugar; para que bailara, empujara y se retorciera hasta quedarse
jadeando, rechinando y, al fin, tiritando de tal forma que en un único movimiento
coreografiado y al unísono, su polla se deslizara dentro de ella.
Se quedaron los dos quietos un segundo, mirándose fijamente, atrapados en un
instante de perfecta unión, y después ninguno de los dos supo contenerse más.
A Kix le entró fiebre y sólo pudo pensar en montar a Cady, empujar hasta el
fondo y llenarse de los sonidos de su placer. Algo primitivo dentro de él le gritó que
parara y arrancara la barrera de látex para que pudiera sentir el estrecho canal de
aquella mujer. Luchó contra la idea penetrándola aún más hondo; sus empellones se
volvieron más frenéticos, igual que los de ella. Cuando Cady llegó al orgasmo, Kix se
unió a ella, sacudiéndose, resoplando y gruñendo como el semental que cubre a una
yegua, mientras el flujo de semen caliente salía de su verga.
Permanecieron allí, enrollados, varios minutos después, los dedos de Cady
imitando los de él mientras le acariciaba la espalda.
—Espero que no pretendas que salga corriendo de aquí para llevarte a casa de
Adrienne ahora mismo —bromeó Cady, y el corazón de Kix se llenó de ternura al
apreciar la inseguridad que había en sus palabras. Mierda, era tan jodidamente

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honesta.
Kix le besó el cuello.
—Esto no ha sido más que el calentamiento, muñeca. Aún no he terminado
contigo.
Ella se echó a reír y se levantó para mirarle a la cara.
—¿Crees que aún no controlo suficientemente bien el equipo?
—Ni lo más mínimo. —Le dio un beso rápido—. ¿Preparada para la cama,
muñeca?
—Antes prefiero darme una ducha.
Kix sonrió.
—Me gusta cómo suena eso.
Cady se calentó aún más.
—Mi ducha no es muy grande.
—Nos doblaremos.
Fueron al cuarto de baño y Cady enrojeció. Era su fantasía preferida, pero ahora
se sentía extraña. Kix la apretó contra su cuerpo.
—¿Quieres que te recoja esta preciosa mata de pelo para que no se moje? —
Cady se estremeció y asintió. Frotó la mejilla contra el pelo de ella y luego le retiró
con cuidado el pelo de la cara.
Cady se metió en la ducha y cogió la pastilla de jabón. Kix la siguió, alargando
la mano, pero ella sacudió la cabeza.
—Yo primero.
Dios, menudo cuerpo. Durante unos segundos, lo único que pudo hacer Cady
fue quedarse mirándolo. No sobraba ni un gramo de grasa en ningún lado y estaba
perfectamente proporcionado.
Bajó la mirada hacia la verga de Kix y, cuando pegó un saltito en
reconocimiento, Cady le miró a los ojos. Su coño volvió a humedecerse cuando vio la
sonrisa perezosa y la mirada apreciativa de sus ojos.
Se enjabonó las manos y dejó la pastilla de jabón para pasar a enjabonarle el
pecho. Su pene volvió a dar un brinco, se le endurecieron los pezones y, cuando
Cady pasó los dedos sobre ellos, Kix gruñó y dio un paso hacia ella, apretando su
polla, ahora erecta, contra la piel mojada de ella.
Cady le pellizcó los pezones para después moverse y dejar que el agua aclarara
el jabón, antes de inclinarse y lamerle los puntos más sensibles con la lengua. Kix
gimió y la envolvió con sus brazos, apretándola contra él.
Cady le torturó como le había torturado él a ella antes, pasando de un pezón al
otro, sin dejar de usar los dedos ni la lengua, y la succión de su boca para ponerle a
cien.
Cuando estuvo jadeando y empujando la pelvis contra ella, pasó a atacar más
abajo: primero le recorrió los costados y el abdomen con las manos, para después
hacerlo con la boca.
Su polla brincó y le dio en la mejilla, exigiendo que le prestaran atención
mientras Cady se arrodillaba y exploraba la suave piel que había sobre el abdomen

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de Kix. Se apartó de él y miró hacia arriba, volviéndose loca de placer al ver la


expresión hambrienta en el rostro de Kix.
Kix se agarró a las paredes de la ducha para impedir que Cady se diera contra
ellas, agarrándola para que pudiera meterse la verga en su boca caliente y pequeña.
Cada célula de su cuerpo se había tensado de emoción; y de miedo a que no le diera
lo que de pronto supo que necesitaba para seguir viviendo.
—Cady, muñeca… —una súplica gutural que se le escapó.
Cady enrojeció y le susurró:
—No lo he hecho nunca. Vas a tener que decirme cómo te gusta.
La polla de Kix prendió fuego, y una satisfacción primitiva le atravesó el
corazón y el alma.
Su pene dio un brinco y Cady se inclinó hacia delante, rodeando tentativamente
la cabeza encendida y palpitante con la lengua. Kix gimió involuntariamente y cerró
los ojos para rendirse al placer que le estaba proporcionando. Mierda, cómo deseaba
correrse en su boca.
Abrió la boca un poco más, invitándole con pequeñas succiones, y él empezó a
bombear con pequeños empujones. Cady le puso las manos en las caderas y él apretó
el trasero. Los gemidos que emitía mientras chupaba, empujándole más hacia dentro
con cada empellón, hizo que las bolas se le tensaran. En contra de su voluntad, la
presión empezó a llenarle y a avisarle de que no iba a durar mucho más.
Por mucho que quisiera correrse en su boca, quería volver a meterla dentro de
su cálido y tenso coño. Se apartó con un gemido, jadeando.
—Estoy demasiado cerca, Cady, muñeca.
—No me habría importado —dijo Cady, enrojeciendo de forma adorable y
provocando una oleada de felicidad en Kix.
La ayudó a ponerse en pie, abrazándola contra él.
—Otra vez será, muñeca, puedes apostar lo que quieras. Ahora mismo se me
ocurren cosas mucho mejores.
Cady sonrió contra el hombro de él.
—No creía que hubiera nada mejor para un tío que una buena mamada.
Kix se echó a reír.
—Bueno, más o menos. Te estaría mintiendo si te dijera lo contrario. Pero desde
el momento en que me dijiste que te gustaba montar, he estado soñando con que me
montaras a mí.
Cady le besó la piel húmeda.
—Yo también he soñado lo mismo.
—Bien, muñeca, pues vamos a montar.

Más tarde, Kix envolvió a una Cady durmiente y se preguntó cómo había
ocurrido aquello. No había habido aviso previo, ni forma de saber que iba a suceder.
Le había pillado completamente desprevenido, de alguna forma. Pero los
sentimientos desconocidos que se perseguían en su corazón como perro detrás de su

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cola no dejaban hueco a la locura.


Debería estar luchando como un toro al que atan para marcar; pero en lugar de
ello estaba despierto, echo un ovillo sobre una mujer, su mujer, y preocupándose por
si iba a poder mantenerla a salvo si la investigación se torcía.
Mierda, no le gastaba nada la sensación de lo que estaba sucediendo en el
hipódromo, no conseguía averiguar el delito, ni quién estaba tratando de involucrar
a Adrienne. No tenía ningún sentido, así que no había forma de saber cómo iba a
acabar; ni si las cosas se pondrían feas o se volverían más peligrosas.
Kix frotó la barbilla sobre la cabeza de Cady, mientras ésta murmuraba algo en
sueños, acurrucándose más cerca de él y provocando que una nueva oleada de placer
recorriera el cuerpo de Kix cuando el culo de Cady dio contra su polla.
—Mierda, eres una distracción, Cady, muñeca, pero dudo mucho que pueda
sobrevivir sin ti.

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Capítulo 5

Para Erin, San Francisco no era más que una pesadilla claustrofóbica. Los
edificios daban unos contra otros y bloqueaban la vista del cielo; además, había
demasiados coches, demasiadas pocas plazas de aparcamiento, policías de tránsito
en cada esquina y exceso de gente por todos lados. Iba a ponerse a híperventilar en
cualquier momento, en cuanto entrara en la ciudad, pero la idea de que le dieran el
trabajo como fotógrafa oficial del gran concurso Cow Palace hizo que condujera en
busca de un sitio donde aparcar, que pusiera el parquímetro y que se pegara con la
marabunta de gente para llegar al despacho de Bob Levy.
No le conocía, pero sabía que era un tipo importante dentro del mundo de los
concursos caninos; antiguo presidente del Club Canino Americano y ávido amante
desde hacía mucho tiempo de los dogos falderos. El concurso Cow Palace era el
concurso canino por excelencia de la costa oeste, y el hecho de que el club canino de
San Francisco lo organizara lo hacía aún más prestigioso. La única forma de
pertenecer al club era por nacimiento, no se podía rellenar una solicitud y pagar la
cuota. Sólo estaba allí porque uno de sus clientes la había recomendado cuando el
fotógrafo de siempre del club canino fue derrocado por la política del club.
Erin cruzó los dedos mientras entraba en la sala de recepción de Levy. Sería
fantástico que consiguiera el trabajo; además, había trabajo suficiente como para que
Cady la ayudara.
Se mordió el labio al pensar en su hermana. El calor que emanaba entre Cady y
el cowboy habría bastado para que el aire de casa de Cady se volviera sensual. Erin
esperaba que Cady supiera lo que estaba haciendo.
Hasta el momento, Cady siempre había sido más parecida a ella: cauta, en lo
relacionado con el sexo opuesto. Lyric, por otro lado, siempre había ido con osadía
hacia donde ninguna mujer sensata se habría dirigido.
Erin se estremeció. Sí, vale, ser cauta estaba bien; no tenía más que mirar al
nuevo marido de Lyric para confirmarlo. Kieran era un auténtico macho alfa; de esos
que prácticamente sudan testosterona y dominio… claro que Lyric también se lo
ponía difícil y disfrutaba cada segundo de ello. En otras palabras: estaban hechos el
uno para el otro.
Pero no, gracias. No, gracias a un macho dominante. Y un "no, gracias" especial
a cualquier hombre que trabajara estableciendo la ley y el orden. No quería saber
nada de policías, especialmente de sargentos como Kieran; ni de investigadores
privados (había visto a sus primos en acción) o caza recompensas. No quería tener
que preocuparse cada vez que su marido se marchaba a trabajar por que le fuera a
pasar algo y no volviera a casa.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Se abrió una puerta y, mientras Levy la invitaba a pasar a su despacho, Erin se


obligó a centrarse en su inminente entrevista. Era mucho más joven de lo que se
había esperado; pero el viejo dicho acerca de que todo dueño se parece a su perro, o
viceversa, era cierto con él. Era regordete, calvo y con la nariz chata, muy parecido a
la raza que se había pasado promocionando media vida: los dogos falderos.
Erin dejó su carpeta sobre la mesa de Levy antes de tomar asiento. Levy se
acomodó en una silla acolchada e inmediatamente cogió la muestra de fotografías
que le había dado y las ojeó. Una vez terminado, volvió a dejar la carpeta en la mesa
justo cuando Erin por fin pareció acomodarse en su silla. Se le cayó el alma a los pies.
Hacía años que no la rechazaban tan de inmediato.
Levy levantó la vista.
—Un trabajo precioso. El trabajo es suyo si lo quiere.
La sorpresa hizo que Erin guardara silencio un buen rato.
—¿Y ya está? ¿Así, sin más?
El hombre asintió y sonrió.
—He visto su trabajo en un par de periódicos; la carpeta no ha hecho más que
confirmar lo que ya sabía. Supongo que quiere el trabajo.
—Me encantaría cubrir el programa.
—Bien, bien. —Miró el reloj—. Tengo que llegar a otra reunión. —Cogió un
sobre color manila y se lo dio a Erin—. Mi secretaria le ha preparado un sobre con
toda la información; míreselo y llámeme si tiene cualquier duda. —Se levantó de la
silla y Erin le imitó. Los dos se quedaron sorprendidos al oír el rugido de unas voces
enfadadas desde fuera de la ventana.
Levy frunció el ceño y se acercó a la ventana para mirar fuera.
—Malditos manifestantes.
Erin se reunió con él junto a la ventana. Las vistas desde su despacho eran muy
distintas a las que había visto al entrar, desde el otro lado del edificio. Bajo ellos
debía de haber doscientos manifestantes gritando y levantando pancartas; rodeados
de igual número de policías con uniformes azules.
Hizo una mueca. No echaba de menos los trescientos setenta y siete días que
había sido policía.
—¿Por qué protestan?
—Hoy están en contra de las pieles. —Levy resopló—. Menudo lío; ni siquiera
merece la pena venir a la oficina. Los clientes no quieren acercarse. Hacen tanto ruido
que ni siquiera puedes oír tus propios pensamientos.
La multitud entonó una nueva consigna. Erin volvió a mirar la escena,
preguntándose si merecería la pena hacer alguna foto. Retrocedió al ver al hombre
que encabezaba el gentío; se parecía mucho al tipo al que había fotografiado Cady en
Bay Downs. Cerró los ojos, concentrándose para ver las fotos de Cady que había
revelado anoche. Era bastante buena con las caras y el tipo que se manifestaba ahí
abajo coincidía con el de las fotos de Cady.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

En cuanto abandonó el despacho de Levy, se dirigió a la manifestación. La


gente parecía ansiosa y tensa; los policías que acordonaban a los manifestantes
estaban concentrados en mantener el orden.
Además de los hombres que rodeaban a los manifestantes, había otros cuantos
a caballo, e incluso hombres apostados en tos edificios. Erin les vio junto a las
ventanas abiertas, radio en mano, esperando a identificar a los alborotadores.
Los equipos de televisión y de radio se mezclaban con los manifestantes, con los
micrófonos y cámaras listos. Erin sospechaba que no los decepcionarían. Se detuvo el
tiempo suficiente para sacar la cámara de su funda, y enseguida apuntó el objetivo
hacia la multitud, tratando de obtener una imagen de los manifestantes que había en
cabeza.
Le costó lo suyo, pero cuando por fin lo consiguió, Erin sintió la emoción de la
victoria. El hombre que había al frente de la protesta era el mismo que había dirigido
al grupo de Bay Downs. Puede que allí no estuviera más que por estar, pero aquí
cantaba a voz en grito y con pasión su consigna.
Erin rebuscó en la memoria el nombre del manifestante: Danny algo… Danny
Meyers, ¡ese era el nombre con el que había firmado en el formulario de
consentimiento! Levantó la cámara y empezó a hacer fotos; aquella versión de Danny
podría competir con cualquiera de los manifestantes pro–árboles con los que había
bromeado Kix.
Acababa de terminar su primer carrete de fotos y estaba poniendo el segundo
cuando un hombre bajito como los jockeys se abrió paso entre la multitud para
colocarse junto a Meyers. Por la expresión de éste, conocía al hombre, pero no se
alegraba de verle. Intercambiaron unas palabras, luego Meyers sacudió la cabeza
diciendo que no. El tipo bajito se enfadó, se puso rojo y le espetó algo al
manifestante. Meyers miró a un lado y otro antes de entregarle su pancarta a la mujer
que tenía al lado, y los dos hombres se alejaron de la multitud. Erin comprobó que el
carrete se hubiera insertado correctamente antes de seguirles con el corazón en un
puño de anticipación y nerviosismo.
Se mantuvo a una distancia prudencial, aunque a ninguno de los dos tipos
parecía preocuparles que los vieran juntos. Discutían, aunque Meyers parecía llevar
la voz cantante. Cinco manzanas más allá, se detuvieron junto a un viejo Volkswagen
naranja.
Meyers abrió el maletero y sacó una caja del tamaño de un tarjetero. Erin hizo
una foto justo cuando le entregaba la caja al tipo bajito. Intercambiaron un par de
palabras más y después se separaron sin entregarse nada más.
Erin se metió en una callejuela y esperó a que se perdieran de vista antes de
volver a la manifestación. Meyers había vuelto a protestar, ondeando la pancarta
bien alto y chillando a voz en grito. Los observó un par de minutos más hasta que,
justo cuando estaba a punto de marcharse, una mujer con un abrigo largo de piel
salió de la tienda que había frente a los manifestantes.
Erin sacudió la cabeza, sorprendida pero sin estarlo, preguntándose quién en su
sano juicio era capaz de ponerse un abrigo de piel y pasearse frente a los

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

manifestantes.
Meyers soltó su pancarta y sacó un bote de spray del bolsillo de la camisa. Un
instante después corría hacia la mujer y, antes de que la policía pudiera detenerlo,
consiguió pintar de rojo sangre el abrigo de piel de la mujer.
Otro manifestante se abrió paso y utilizó su bote. La mujer se quedó allí de pie,
gritando y chillando mientras la multitud rugía enardecida.
Erin hizo fotos del suceso pese a estar en contra del suceso melodramático que
estaba teniendo lugar. No es que no simpatizara con la causa, que sí; pero era una
trama previsible, representada una y otra vez por los que utilizan las pieles y los que
están en contra de esa práctica. Se preguntó cuántas veces había aparecido en los
periódicos la imagen de un abrigo de piel pintado con spray rojo sangre; dudaba
mucho que aquello fuera a cambiar nada.
Un tercero intentó unirse a los otros dos, pero antes de que pudiera pintar él
también el abrigo, los policías intervinieron y sacaron a los tres tipos. Erin consideró
que ya había visto suficiente. Volvió a guardar la cámara en su bolsa, ansiosa por
llamar a Cady y contarle lo que había visto. Ojalá hubiera forma de revelar el carrete,
pero iba a tener que esperar a la noche; tenía varias citas pendientes que, en lugar de
acercarla a casa, la alejaban.

Cady se estremeció de pensar que se había despertado acurrucada junto a Kix,


con su erección matutina presionada contra ella de tal manera que sólo tuvo que
moverse un poco para que se deslizara en su raja ya húmeda y empezara a entrar y
salir despacio, como si quisieran retrasar el momento de levantarse y empezar el día.
Casi esperaba sentirse rara por despertar junto a él, en la cama de ella, y tener
que llevarle después a casa de Adrienne. Pero no fue así… y eso le preocupaba. Le
gustó la idea de hacerle el desayuno y darle una taza de café caliente a primera hora
de la mañana; perfecto. Darle un beso antes de que bajara de la camioneta y entrara
en casa de Adrienne no hizo sino que deseara volver a verle.
No lamentaba haberse liado con él. Le hacía sentirse viva, deseada y feliz como
nunca antes se había sentido; y tenía toda la intención de saborear cada momento,
pero… Se le encogió el corazón, el aviso de cómo iba a sentirse cuando se marchara.
Cady apartó esos pensamientos de la cabeza.
Sin lamentaciones. Ése iba a ser su lema. Y, mientras tanto, tenía que trabajar en
el caso de Adrienne y hacer más fotos.

Cady se encontró con Grady Windbuxn en la puerta de la parte de atrás de Bay


Downs. Le había contratado para hacer varias fotografías de los tres yorkshires de su
madre. La primera vez había sido un regalo sorpresa de navidad para su madre: una
foto de los tres perros vestidos de marineritos. A su madre le habían encantado las
fotos, así que Grady la había contratado de nuevo para regalarle otro, esta vez por su
cumple, y ahora tenía pensado hacer un tercero.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Cuando Cady vio su nombre en la agenda, recordó que tenía un caballo de


carreras bastante interesante. No pudo salirle mejor la jugada; en especial después de
que aceptara conseguirle un pase para acceder a las cuadras del hipódromo y así
poder hacer más fotos.
—¿Quién es su entrenador? —preguntó Cady cuando se dirigían hacia las
cuadras.
—Un joven, Mike Beck, se sacó la licencia hace un par de años. ¡Pero está
buenísimo!
—¿Cuántos caballos tiene?
—Siete, incluido uno suyo. Los dos míos son sólo de reclamo, pero creo que
podré sacarles un buen precio. Su caballo es distinto; la primera vez que pisó una
pista ganó la carrera, y ha ganado otras dos veces desde entonces. El caballo se llama
Dynamite Blast; es un magnífico potro castaño.
Grady se dirigió hacia un despachito que se veía que en su día había sido un
granero. Un tipo joven con una gorra roja de los San Francisco 49ers estudiaba una
tablilla mientras masticaba sin cesar un chicle.
—¿Estará listo? —preguntó Grady.
—Sí, claro. Lo estará. —Mike levantó la vista y Grady les presentó antes de
girar la muñeca para comprobar la hora en su Rolex—. Bueno, chicos, tengo que
marcharme.
Mike se levantó de la silla.
—¿Qué tal si te hago un tour rápido de la zona? Si ves algo que te interese
fotografiar, dímelo y paramos. Podemos empezar por la pista de entrenamiento. —
Comprobó el reloj y tiró un chicle gigantesco a la papelera, para casi inmediatamente
sacar un paquete y meterse uno nuevo en la boca.
En cuanto llegaron a la pista de entrenamiento, vieron a una amazona
montando una yegua torda por el raíl que tenían en frente. La yegua resoplaba y
jadeaba, ansiosa por salir a (a pista. Cady miró a su alrededor y pensó que quizá un
par del resto de los jinetes eran también mujeres; en la lista del programa del
domingo pasado no había visto ni un nombre de mujer. Cuando se lo mencionó a
Mike, éste se encogió de hombros.
—Sí, los propietarios de la zona siguen siendo un poco quisquillosos a la hora
de dejar que una mujer monte a sus caballos los días de carrera.
Cady observó a la joven controlar habilidosamente la excitada yegua mientras
galopaba por la pista. La yegua se resistía y luchaba a cada paso que daba.
—A mí me parece que si las mujeres sirven para ejercitar a los caballos, también
sirven para montarlos el día de la carrera. —Apuntó a la amazona con la cámara.
—Los caballos se ponen muy nerviosos el día de la carrera; muchos de los
propietarios no creen que una mujer tenga fuerza suficiente para controlar al caballo
en ese tipo de situaciones. —Levantó las manos a modo de rendición antes de que
Cady pudiera dar su opinión—. No estoy diciendo que esté de acuerdo. Para serte
sincero, creo que muchas veces las mujeres tienen mejor mano con los caballos; pero
si un propietario me dice que "no" a una mujer jockey, yo tengo que decir "vale". El

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propietario es quien paga la cuenta. —Se encogió de hombros—. Aunque sí que


utilizo a muchas mujeres para que ejerciten a los caballos.
—¿Así que no hay mujeres jockeys en Bay Downs?
—Sólo una: Terry McKay.
—¿Y es buena?
—Sí. —Le salió atropelladamente, pues se acababa de meter otra pastilla de
chicle en la boca—. Impetuosa, con el temperamento de un perro enjaulado; pero sí,
tiene buena mano con los caballos y para correr.
—¿Le cuesta conseguir que la dejen correr?
—Antes no; hasta la semana pasada, montaba un montón de caballos. Ahora
dudo mucho que consiga montar ni para ejercitarlos.
—¿Qué sucedió?
La yegua torda y su amazona se acercaron por la pista. Mike las saludó.
—Esta es mi última. ¿Quieres un café?
—Claro.
De camino hacia el granero donde tenía su despacho, Cady trató de pensar en la
forma de volver al tema de Terry McKay. ¿Lo había dejado pasar intencionadamente,
o se había distraído? Al final, decidió preguntar sin más. Qué demonios, era un tema
perfectamente legítimo.
—¿Qué sucedió con la mujer jockey? ¿La pillaron haciendo trampas o algo así?
Mike se echó a reír.
—No, nada de eso. Su prima es entrenadora; o, mejor dicho, lo era. Muchos de
los caballos que montaba Terry eran de su prima; ahora que han suspendido a
Adrienne, Terry no tiene a quién montar; además, la gente suele ser supersticiosa.
Algunos sencillamente no quieren verse involucrados en problemas.
—¿Cómo es que suspendieron a su prima?
El rostro de Mike se volvió confuso.
—La semana pasada detectaron cocaína en cinco de sus caballos.
—¿Cinco?
—Sí. —Mike miró a Cady—. Bastante raro. Muchos de ellos tenían bastantes
probabilidades de ganar… y Adrienne nunca me había parecido el tipo de
entrenadores dispuesto a drogar a sus caballos para ganar. Joder, ni siquiera lo
necesita; todo el mundo sabe que tiene dinero. Toda su familia tiene dinero. Además,
es lo suficientemente lista como para saber que los controles de drogas detectarían la
cocaína, a no ser que pensara que lo había cubierto por otro lado, o que estuviera
comprando otra cosa. Tal y como he dicho, no tiene mucho sentido.
Cady se acercó más.
—Por lo que dices, parece que los haya drogado otra persona.
Mike miró a su alrededor.
—No lo sé; sólo digo que me parece bastante raro. Cinco el mismo día; ¡hay que
ser un completo idiota! En cuanto un caballo gana, va derecho a la cuadra, donde
toman una muestra de orina. Sin excepciones. Sin sorpresas. No se realizan pruebas
toxicológicas al azar, donde se puede confiar en las probabilidades para decidirse a

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

arriesgarse.
—¿Tenía algún enemigo? ¿Alguien que quisiera verla fuera de las carreras? ¿O
crees que, simplemente, alguien estaba celoso de ella por su dinero?
—¿Quién sabe? —Mike se encogió de hombros—. Es una dama con clase; una
especie de extraña, pues su familia tiene dinero y le presta los caballos. A lo mejor
alguno de los chicos está celoso porque juegue con los tipos grandes de Nueva Jersey
y Florida, ¿pero y qué? Es buena entrenadora, y se mantiene al margen. No se mete
con nadie.
—¿Lleva algún caballo especialmente bueno ahora mismo?
—Son todos buenos, pero no tiene ningún Cigar o Secretariat, si es a lo que te
refieres. —Pasaron entre un par de cuadras y vieron la oficina—. Tengo que hacer un
par de llamadas mientras se hace el café.
—Me quedaré aquí y haré un par de fotos.
La amazona de ejercicio llevó a la yegua torda a su cuadra para darle una ducha
matutina. Cady se puso a un lado y le hizo unas cuantas fotos antes de ir hacia donde
había un caballo castaño atado a un caminador, al parecer feliz de dar vueltas y
vueltas al mismo círculo, manteniendo el ritmo que le marcaba el caminador. Mike se
unió a ella un par de minutos después y le entregó una taza de café.
—Me he arriesgado y le he echado leche y azúcar al tuyo.
—Perfecto.
Hablaron de caballos mientras se bebían el café. Cuando vaciaron las tazas,
Mike dijo:
—Ya deben de haber sacado los tractores y escarificadores para adecuar la pista
principal; ¿quieres sacar algunas fotos de eso?
—Me interesa todo.
Mientras se dirigían a la pista principal, dijo:
—Grady me ha contado que Dynamite Blast es tuyo. Le vi correr en la cuarta
carrera del domingo.
—Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Ya he ganado dos clientes
gracias a él. —Mike sacudió la cabeza—. De eso se trata. Cuando eres un entrenador
de poca monta, que acaba de empezar, consigues dos tipos de propietarios: los
baratos, que no pueden permitirse pagar a otro, y los que ven que tienes un caballo
ganador y creen que tienes algún tipo de poder que funcionará con su viejo jamelgo.
Cady se echó a reír.
—¿Cómo demonios acabaste en este mundillo?
—Nací para ello. Mi viejo era entrenador; trabajé esporádicamente en
hipódromos de joven, y para mi padre como mozo. Ejercitaba caballos hasta que
crecí demasiado. Al final compré un reclamo y empecé a entrenar.
—¿Tu padre entrena aquí?
—Nop, murió de cirrosis, hará unos cinco años.
—Qué duro, perder a un padre así.
—Sí, mi chico no me perderá así.
—¿Tienes hijos?

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Mike se rió.
—Un chico, aunque mi mujer dice que es un demonio cuando está despierto, y
un ángel cuando duerme.
Cady sonrió, apostando a que Mike era un buen padre; e inmediatamente se
imaginó a Kix en ese mismo papel. Esa idea la devolvió a la realidad con la crudeza
del jinete que cae y choca contra el suelo duro.
Se le contrajo el corazón. Una noche de magnífico sexo, no implicaba que fueran
a pasar el resto de sus vidas juntos. No iba a lamentarlo, pero eso no significaba que
su fantasía fuera a tener un final feliz. En cuanto limpiaran el nombre de Adrienne,
Kix volvería a Texas. "Así que no cometas ninguna locura, como enamorarte
perdidamente."
Sintió una presión en el pecho y tuvo la extraña sensación de que ya era
demasiado tarde, ¿cómo iba a no enamorarse de él? Era magnífico, divertido y leal
con sus amigos. "¡Basta!"
Cady se sacudió mentalmente para dejar de pensar en ello y se obligó a salir de
la espiral a la que le llevaban sus pensamientos para observar la escena que tenía a su
alrededor y sus ojos dieron con un contraste que pedía una foto a gritos: un tipo
extraordinariamente alto, gordo en términos políticamente incorrectos, hablaba con
un hombre que debía de ser jockey.
Les enfocó con la cámara y le dio al zoom. Mike siguió su interés y se echó a
reír.
—Sí, la imagen no está mal. El jockey es Ángel Valdez, monta muchos de los
caballos de Luke Johnson. El otro es su agente; no sé su verdadero nombre, pero todo
el mundo le llama Gordo. No parece importarle.
Un par de fotos después, Cady acercó el objetivo aún más para intentar captar
sus expresiones. Gordo parecía enfadado, le temblaban los carrillos al hablar. Se pasó
un dedo por el cuello de la camisa, gesto que, por lo desgastado que lo tenía y las
marcas de grasa, parecía hacerlo mucho. El jockey parecía igual de enfadado, aunque
sus movimientos eran más volátiles.
—¿Para quién has dicho que monta Ángel Valdez? —preguntó Cady cuando
volvieron a emprender la marcha.
—Luke Johnson.
—Johnson, ese nombre me dice algo…
Mike se echó a reír.
—Debería. Parece que, cada vez que doblas una esquina, te encuentras con un
Johnson. Gran parte de Bay Downs les pertenece.
—¿Cotiza en bolsa?
—Sí. Se pueden comprar acciones a través de un broker o en las oficinas del
hipódromo. Casi todo el que trabaja en el hipódromo tiene acciones, pero la mayoría
pertenece a los miembros de la familia Johnson. Llegado el caso, por mucho que
todos los jockeys, agentes, mozos, empleados y demás unieran sus acciones, sus
votos no superarían a los de la familia. Si los Johnson votaran todos juntos, claro.
—Asumo que no es así.

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—Ni de cerca. Siempre hay alguno enfadado con algún otro.


Cady recordó que Jimmy le había dicho que habían suspendido a Tiny Johnson.
—Supongo que Tiny Johnson pertenece a esa familia.
—Sí, es el sobrino de Luke. Se odian a muerte; pero, entre tú y yo, son más
parecidos de lo que les gustaría. Tiny es un entrenador de poca monta, al contrario
que Luke, que tiene un montón de caballos ganadores. Claro que también tiene un
montón de caballos reventados… los destroza. Acaban al otro lado del océano, como
plato principal de cualquiera; ni siquiera sirven para venderlos como caballos de
paseo. En mi pueblo eso también es ser mal entrenador.
Cady estaba a punto de decir que estaba de acuerdo con ello cuando oyeron el
sonido penetrante de una sirena por las cuadras. Se volvió y el miedo se apoderó de
ella: el aire se estaba llenando de humo negro.

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Capítulo 6

Un camión de bomberos entró corriendo por el camino, pasando a Cady y a


Mike de largo, que habían doblado una esquina para ver que había un establo en
llamas. Los hombres gritaban en español y en inglés, unos sacaban a los caballos
frenéticos de sus cuadras mientras otros trataban de contener las llamas con
regaderas hasta que el camión de bomberos llegara y se hiciera cargo.
Cady le quitó la tapa a la cámara e hizo fotos del suceso que estaba teniendo
lugar ante ella. En cuestión de minutos, los bomberos le habían ganado la pelea a las
llamas; unos cuantos minutos después, los espectadores empezaban a irse para
volver a sus respectivos quehaceres.
Un tipo con un cronómetro al cuello se detuvo junto a ella.
—Malditos mozos, siempre andan cocinando en los guadarneses. Esto podría
haberse convertido en una jodida pesadilla —dijo, antes de marcharse pisando
fuerte.
Cady bajó la cámara y se volvió hacia Mike, quien detuvo a un hombre fornido
y le preguntó:
—¿Sabes si ha habido algún caballo herido, Caesar?
—Están todos bien; alguien lo vio a tiempo. Creo que sólo había unos quince
caballos allí, el resto estaban en la pista de entrenamiento o compitiendo fuera.
Podría haber sido mucho peor, podría haberse propagado hasta las cuadras de Luke,
y tiene las cuarenta cuadras repletas. —El hombre sacudió la cabeza—. Ya van tres
incendios desde enero; tienen que dejar de cocinar en los guadarneses. Tenemos que
ponernos todos serios a ese respecto, Mike. Les he dicho a mis chicos que ya se
pueden ir olvidando de trabajar para mí como les pille haciéndolo.
Mike asintió y el otro siguió su camino. Cady sacó un cuadernito de notas del
bolsillo de atrás.
—¿De quién era ese establo?
—Lo comparten seis entrenadores: Tony Silva, Jason Randal, Dennis Hess y Ed
Patterson, cada uno con unos cinco caballos; Jamie Johnson y Alex Harrison tienen
otros diez cada uno. —Mike se volvió hacia Cady—. ¿Quieres ver algo más?
Comprobó la hora y sacudió la cabeza; era casi la hora de encontrarse con Kix.
—Hoy no, tengo que llegar a una sesión de fotos. Muchas gracias por
enseñarme esto, te lo agradezco mucho.
—Oye, siempre que quieras. ¿Sabrás salir de aquí?
—Sí, gracias.
A Cady se le aceleró el pulso al ver a Kix apoyado en todo su esplendor de
cowboy contra la caseta de seguridad. Cuando le sonrió y la abrazó, el corazón se le

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puso a mil.
—Justo a tiempo, muñeca.
No pudo resistirse a darle un beso en los labios, y Kix respondió apretándola
con más fuerza y sujetándole la cabeza para poder entrar y salir de su boca a su
antojo, mezclando su lengua con la de ella y haciendo que la sangre se le concentrara
directamente en el coño.
—Cady, muñeca, cuánto te he echado de menos.
El corazón le dio un brinco, pero arrugó la nariz y dijo:
—Tampoco hace tanto que te dejé en casa de Adrienne.
—Muñeca, no puedes darle a un hombre un chupito del mejor whisky y esperar
que se marche a casa sin desear otro trago. —Sus palabras le lamieron los pezones,
provocando que se le pusieran rígidos. Se estremeció, recordando la sensación de la
lengua y la boca de Kix sobre su piel.
Cady dirigió su atención a la parte donde sus pantalones cubrían a duras penas
la incipiente erección. Y su mente fue detrás; a lo mejor podían tomarse un
descansito…
Pero entonces recordó por qué no podían hacerlo. Tenía una sesión de fotos de
verdad y, por alguna razón, no se veía llamando a su cliente para decirle: "Siento
cancelar nuestra cita. Ha pasado algo muy grande y tengo que conseguir que me la
meta si no quiero morir de lujuria insatisfecha".
—¿Qué has descubierto de Roberto González? —preguntó Cady.
—Que es ayudante de entrenador y trabaja para Tiny Johnson.
Cady levantó las cejas.
—¿El tipo al que suspendieron porque su caballo tenía antihistamínicos en el
organismo?
Kix sonrió.
—El mismo.
—¿Adrienne le conoce?
—Sí, dice que es mal entrenador… pero no se le ocurre por qué iba a tener nada
en contra de ella. Al parecer no le gusta nada la igualdad de oportunidades.
—¿Has hablado con Tiny?
—Aún no, muñequita.
—¿Y con Roberto González?
Kix sacudió la cabeza.
—Es gracioso, pero los dos están algo desaparecidos desde que ando
preguntando por ellos.
Cady se mordió el labio inferior y Kix cerró los ojos para controlar la ola de
lujuria que le atravesó la polla. Cómo ansiaba morderle los labios, los pezones, la piel
que tenía sobre el abdomen, el clítoris, el… Joder, lo cierto era que quería recorrer
cada parte de su cuerpo con los labios y la lengua.
—¿Crees que ya se han enterado de que estás investigando para Adrienne?
A Kix le llevó un minuto sacar la mente de las braguitas de Cady y volver a la
conversación. Se obligó a levantar la vista, a mirarla a los ojos, y le encantó ver que se

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sonrojaba.
—Es difícil de saber. Algunos sinvergüenzas tienen el desparpajo suficiente
para pasar de la ley… al menos a corto plazo. Puede que Tiny y González tengan
algo más entre manos y temen que lo descubra antes de tiempo.
—¿Has sacado la placa?
—No me ha hecho falta. —Kix no pudo evitarlo. Se inclinó hacia delante y le
besó en los labios—. Un poco de mi encanto tejano me ha valido para que esas
mujeres de las oficinas del hipódromo se lanzaran prácticamente a darme respuestas.
Cady no sabía si deprimirse o reírse. Anoche, algún rincón de su cerebro, uno
muy pequeño y casi sin hormonas, sabía que acostarse con él iba a complicar las
cosas. El hecho de que tuviera el suficiente sentido común como para no flirtear con
Erin y con Lyric no significaba que no fuera a valerse de todo su encanto cuando
alguna otra le llamara la atención.
El corazón de Kix se revolvió al ver la cara de Cady y se inclinó hacia delante,
mordiéndole el labio inferior y chupándoselo brevemente antes de decir:
—Claro que sólo les dejé ver mi encanto en modo interrogación. —Presionó su
erección contra ella y cerró los ojos brevemente cuando el cuerpo de Cady se relajó,
acunándole. Encajaban a la perfección—. Reservo mi auténtico fuego seductor para
ti.
Cady se echó a reír y le dio un abrazo antes de retroceder.
—Hablando de fuegos, ¿seguías por ahí atrás cuando prendió fuego el establo?
—No, oí las sirenas, pero estaba en las tribunas. ¿Saben ya cuál ha sido la
causa?
—No hay versión oficial, aunque creo que todo el mundo coincide en que los
mozos estaban cocinando. —Juntó las cejas—. Oí a alguien decir que ya iban tres
fuegos desde enero. Me parecen demasiados fuegos.
Kix se encogió de hombros.
—Puede. Depende de con qué estuvieran cocinando los mozos. Los hornillos y
las cocinas de camping no deben de ir muy bien con tanta paja. Le preguntaré a
Addy.
—¿Te has enterado de algo interesante en las oficinas?
—Nada que pueda compartir aún.
Cady frunció el ceño; no le gustó nada cómo había sonado aquello. ¿Significaba
aquello que podía acostarse con ella pero no compartir con ella el caso? Su corazón
retrocedió un paso. A lo mejor debería dejarlo pasar como una noche para el
recuerdo y dejarlo así; sabía que acostarse con él sólo complicaría las cosas.
—Tengo que ir a hacer unas fotos. Supongo que te veré mañana.
A su muñequita le pasaba algo, pero Kix no sabía qué hacer en aquel momento.
Tenía un par de pistas que quería investigar, pero no quería arrastrarla a ella hasta
que no estuviera seguro de que estaría a salvo. Luego, después de comprobar
aquello, tenía que volver a casa de Adrienne y adecentarse para acudir a una función
de propietarios y entrenadores en San Francisco. Era el tipo de cosas que odiaba
hacer, pero sabía que sería una oportunidad única para conocer a gente, merodear

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por ahí y hacer preguntas… y con suerte encontrar el motivo para que quisieran
drogar a los caballos de Addy. Pero eso no significaba que quisiera dormir solo
aquella noche, ni con nadie que no fuera Cady.
Le acarició los rizos con los dedos de una mano.
—No sé a qué hora voy a volver de San Francisco, pero si no es muy tarde me
gustaría pasar por tu casa.
Vaciló un minuto, lo que hizo que el corazón de Kix latiera algo más fuerte que
de costumbre, pero al final dijo:
—A mí también me gustaría.

Para cuando Cady hubo terminado de hacer todas las fotos que tenía
concertadas, era ya casi de noche. Le gustaba cómo habían quedado todas, lo que
contrastaba con lo que le parecía lo suyo con Kix ahora que había tenido tiempo de
pensarlo. ¿Por qué le había dicho que le apetecía verle esa noche? ¿Qué había pasado
con su decisión de dejarlo en una magnífica noche de sexo y olvidarse?
La forma en que su coño se estremeció y los pezones se le tensaron fue
respuesta suficiente. Vale, una noche salvaje se quedaba demasiado corta si se trataba
de Kix; pero eso no significaba… Cady suspiró, no quería mentirse a sí misma. Tenía
la pésima sensación de que, en lo referente al cowboy de Texas, ya había perdido la
batalla.
Tenía que reagruparse; se centraría en trabajar sobre las pistas que fuera
descubriendo y trataría de recordar que su cliente, el de Pistas del Delito, era Alex
Martin. Si tenía eso en mente, no se vería obligada a contarle todo a Kix… a no ser
que él también estuviera dispuesto a compartir información con ella. Por lo que
sabía, no había ninguna norma que dijera que no podía disfrutar el momento y
trabajar en un caso a la vez. Mira a Lyric…
Cady se detuvo en seco y se echó a reír. A lo mejor su hermana no era el mejor
ejemplo; había acabado casada con Kieran tras haber mezclado el sexo con uno de
sus casos.
Eso no significaba que Cady no adorara por completo a su cuñado, que sí; era
un tipo increíble para Lyric y un auténtico semental en la cama, pero no era lo que se
dice una persona de trato fácil. Y para encontrarle el sentido del humor habría que
escarbar entre un montón de capas de testosterona y machismo.
No, gracias.
Sus fantasías no iban en línea con las de Lyric… Un estremecimiento fulminó
aquella mentira. Vale, la idea de que la esposaran a la cama se le había pasado un par
de veces por la cabeza, y también que la zurraran —aunque no estaba muy segura de
que fuera a gustarle—, pero sí, no le importaría saber de qué iba todo aquello. Y el
que un hombre la penetrara por donde no debería…
Así que sí, era curiosa. La curiosidad era algo natural.
Y las historias de Lyric no habían hecho más que empeorar las cosas.
A lo mejor la próxima vez que jugara a las cartas con Lyric y con Erin, y la que

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perdiera tuviera que contar su última hazaña sexual, ¡tendría algo interesante que
decir!
Claro que, ¿de verdad era inteligente por su parte seguir con Kix?
Cady aparcó la camioneta en el parking de gravilla del rancho Hermosa. Lo que
necesitaba era pasar un buen rato con su caballo para despejarse.
El rancho estaba formado por dos pastos enormes, uno para yeguas y el otro
para caballos castrados; algunos días podías pasarte horas buscando tu caballo. Pero
esta vez Cady tuvo suerte, Joker estaba junto a un grupo de diez caballos que
merodeaba por la puerta.
Cogió la cuerda y la cabezada que llevaba en la parte trasera de la camioneta y
fue a buscar a su palomino, que resopló y se abrió paso a través del resto de caballos
para llegar junto a Cady y acogerla cálidamente.
—Ese es mi caballo preferido. —Le dio un beso en la frente y le rascó el cuello
antes de ponerle la cabezada—. Hoy no me da tiempo a montarte, pero te daré algo
de pienso y te desenredaré las crines y la cola.
Cady se tomó un minuto más para acariciar a Dealer's Call, el caballo castaño
de su primo Cole, y a Aces High, el de Erin, antes de llevar a Joker a la cuadra que
compartía con Cole y con Erin. Echó algo de pienso en un cubo y el caballo volvió a
resoplar.
—Ya, ni que estuvieras muriéndote de hambre. —Puso el cubo en el gancho y
sacó el material de limpieza.
Miguel Hermosa se le acercó justo cuando estaba terminando de desenredarle
el pelo de la cola.
—Hola, jovencita. ¿Lista para vender ese caballo?
Cady sonrió, consciente de que lo decía en broma. Miguel coleccionaba
caballos; no parecía poder evitarlo, claro que ella le comprendía.
Los caballos eran preciosos a la vista, y relajantes. Te daban muchos menos
problemas que un novio, y eran mucho más leales. Además, eran mejores que un
psiquiatra y mucho más baratos. Eso es lo que siempre le respondía a su primo
Braden cuando la tomaba el pelo porque montara caballos en lugar de hombres.
—No, aún no. —Se colocó donde pudiera peinarle bien las crines a Joker—. Ha
habido un fuego en el hipódromo.
—¿Algún herido?
—No.
—¿De quién era el establo?
Cady sacó el bloc de notas del bolsillo.
—Tony Silva, Jason Randal, Dennis Hess, Ed Patterson, Jamie Johnson y Alex
Harrison. ¿Conoces a alguno de ellos?
Miguel resopló.
—Sólo a Jamie Johnson, y es lo suficientemente retorcido como para haberle
prendido fuego él sólito si pudiera sacarle algo de provecho. Solía montar para él.
Estaba borracho casi todo el día; me sorprende que la bebida aún no le haya matado.
—¿Es uno de los Johnson a los que prácticamente pertenece el hipódromo?

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Sí. Jamie y Luke, hermanos, aunque no lo parezca por cómo se odian.


—He oído hablar de Luke; los propietarios le consideran buen entrenador.
—Sí; cuando llevas más de cuarenta caballos, alguno te tiene que salir ganador.
Pero te lo aseguro, jovencita, como entrenador deja bastante que desear. Destroza a
los caballos como si no valieran nada. Pero los propietarios no lo ven así; lo único
que les importa es verle junto al caballo ganador, noche tras noche. Así que cada vez
que acaba con un caballo, hay otro propietario listo para ocupar la plaza que quede
libre. —Miguel se detuvo el tiempo suficiente para liarse un cigarrillo—. Jamie
tampoco es mejor, empezó demostrado algo de talento como entrenador, pero nunca
consigue ganar lo suficiente para pagar sus deudas. Si hubiera algún atajo, Jamie
derribaría a quien hiciera falta para llegar primero.
—¿Y qué tiene que ver Tiny con Jamie y Luke?
—Es su sobrino. Su madre murió; pero no sé mucho de él. No era más que un
crío cuando dejé de trabajar en el hipódromo. Aunque eso está lleno de Johnsons,
algunos son primos segundos o terceros. —Miguel sacudió la cabeza—. Ya no
conozco a la mayoría, ni tengo interés en conocerlos. Cuando dejé de montar me
prometí a mí mismo dos cosas: que no volvería al hipódromo y que no volvería a
beber.
Cady se marchó a casa un poco más tarde, pensando en la familia Johnson. Al
parecer, su nombre aparecía una y otra vez y, de momento, no había escuchado nada
bueno sobre ellos. ¿Era posible que uno o varios de ellos estuvieran en contra de
Adrienne McKay y aquella hubiera sido su forma de arruinarla? Adrienne estaba en
San Francisco, así que no podía preguntárselo. Pero siempre le quedaba la
posibilidad de Internet. Cady sonrió. ¿Cómo había conseguido desenvolverse la
gente y sobrevivir hasta entonces sin Internet?

Aquél era el tipo de reuniones que odiaba Kix. Desde fuera, parecían un
montón de peces preciosos nadando juntos en un acuario carísimo. Desde dentro,
eran como una jauría de tiburones.
A su madre le habría encantado; pero había crecido siendo una Nicholson y
poseían casi tantos campos de petróleo como los Branaman. Kix bebió un poco de
whisky y brindó en silencio por sus antepasados. Por el rancho A Kicking, hogar de
buenos caballos, buen ganado, buenos hombres y algún que otro maravilloso pozo
de petróleo. Ahora, si consiguiera resolver el asunto ese de los caballos de Addy y
convencer a Cady de que deseaba conocer Texas…
La polla le dio un brinco al pensar en su muñequita y se apartó de la barra.
Cuanto antes empezara a investigar, antes podría llegar a casa de Cady. La forma en
que le había mirado y la vacilación antes de invitarle a que se pasara por su casa
cuando terminara allí le tenían preocupado.
Era espinosa como un erizo y asustadiza como una potra a la que no hubieran
satisfecho aún por completo… Dios, era una combinación imposible de resistir. Y el
hecho de que no viera los pozos de petróleo o su placa cuando le miraba, bueno, no

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

le extrañaba que prácticamente le hubiera entregado la cuerda para que le atara.


Kix se dirigió hacia su anfitrión, Andy Barwig, el propietario de un caballo
llamado Expansión. Adrienne conocía más al caballo que al propietario, aunque
aquello no era ninguna sorpresa.
Barwig estaba rodeado de mujeres guapas y hombres bien vestidos, todos ellos
pendientes de sus palabras.
—Asumámoslo —estaba diciendo Barwig cuando Kix se deslizó junto a una
mujer elegante que le dirigió una mirada que habría asustado hasta a una piraña—,
no tenemos la tradición de Louisville Downs o del Derby de Kentucky; ni siquiera
tenemos el nombre ni el reconocimiento de Santa Anita o Del Mar. La única forma de
que las carreras de caballos prosperen aquí es que empecemos a verlas por lo que
son: un deporte de apuestas, no de espectadores. Botes grandes, buenos nombres de
caballos, establos para entrenadores de calidad y apuestas simultáneas alrededor del
mundo, ahí es donde están el dinero y la acción. Es imposible que compitamos con
los casinos sí no hacemos algunos cambios; como no espabilemos, desapareceremos.
Unas cuantas mujeres y hombres asintieron, conformes. La piraña que Kix tema
al lado aprovechó para lamerse los labios y decir:
—No te pareces a Alex Martin, pero creo haberte visto venir con Adrienne. —
Hizo una especie de mohín al decir el nombre de Adrienne.
Kix sintió que centraban la atención en él y decidió seguir adelante y poner sus
cartas sobre la mesa. Después de la visita a las oficinas del hipódromo, supuso que
no tema sentido, ocultar quién era y qué hacía allí. Sonrió, se presentó y dijo:
—Estoy seguro de que os habéis enterado del problemilla que ha tenido
Adrienne en el hipódromo. Bueno, pues he venido a ayudarle a solucionarlo.
Una de las mujeres se rió con disimulo tras la mano.
—¡Vaya, qué seguro de sí mismo!
Kix le sonrió mostrándole los dientes, aunque cualquiera con dos dedos de
frente se habría dado cuenta de que su sonrisa no le llegaba a los ojos.
—Es lo que tiene ser sheriff, tejano y un Branaman, señora.
Eso provocó una nueva oleada de risitas y que la mujer que tenía a su lado le
rozara un pecho contra el hombro. El hombre que había a la derecha de Barwig, Luke
Johnson, si Kix no se equivocaba, asintió.
—Bien, pues buena suerte. Creo que nadie de esta sala cree en serio que
Adrienne tuviera nada que ver con lo de los caballos dopados. Aun así… las leyes
son importantes. Nos movemos en un ambiente duro y muy competitivo hoy en día;
tenemos que mantener las carreras como un deporte honesto.
—No podría estar más de acuerdo —dijo Kix con voz dura—. Es importante
comportarse con honestidad, por eso me dedico a asegurar que se cumple la ley y a
que los que la incumplan se las vean con la justicia.

Cady se sobresaltó al oír el timbre. Pese a alegrarse de ver a Erin con las fotos
que había hecho el día de la manifestación contra las pieles, no pudo evitar sentir una

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

pequeña decepción porque no fuera Kix.


Erin levantó las cejas.
—Supongo que estabas esperando a otra persona, ¿eh? Interpreto que no se
marchó anoche, después de que Lyric y yo nos fuéramos.
—Como si no lo supieras.
—Bueno, era algo difícil saberlo con certeza, puesto que le trajiste aquí en tu
camioneta. —Erin se echó a reír—. Oye, puede que eso es lo que hago yo mal; la
próxima vez que salga con un tío, conduciré yo, así luego puedo traerme a la
víctima… digo cita, a casa… creo que me gusta lo de tener público cautivo. No tienen
salida, a no ser que quieran venderse por dinero para el taxi o avergonzarse
llamando a alguien para que venga a buscarle.
Cady sacudió la cabeza.
—Si lo que intentas es que sienta lástima por ti y te deje ganar al póquer, ya
puedes ir olvidándolo. Sabes que podrías tener a cualquier tipo si quisieras; a ver,
¿qué clase de tío no querría a alguien que parece una muñeca californiana? Si sólo…
Erin levantó la mano y le enseñó los carretes de fotos.
—Una palabra más y no te doy esto.
Cady cedió. En lo referente a los consejos sobre hombres, todo lo que le dijera a
Erin, ésta podría decírselo a ella también. Entre trabajar para Bulldog y tratar de
forjarse una reputación como fotógrafas profesionales, además de ayudar a Lyric a
veces con sus casos y de montar a caballo… bueno, no es que a ninguna de las dos les
sobraran las oportunidades o el tiempo para enamorarse… y luego estaba el
problemilla de que las dos eran igual de cautas en lo referente al sexo opuesto.
¿Cómo no iban a serlo si habían visto a sus primos en acción? "Fóllatelas y olvídalas"
parecía el lema de los solteros de las familias Maguire y Montgomery.
—Tengo los labios sellados —dijo Cady, y Erin le entregó los carretes.
—Lo siento, no me ha dado tiempo a revelarlos. Acabo de llegar y estoy molida;
me voy derechita a la cama. —Una camioneta Chevy gris aparcó justo enfrente de
casa de Cady. Erin sonrió—. Creo que tú también te vas a ir a la cama. Aprovecho
para irme. —Pero se quedó a observar cómo salía Kix de la camioneta—. No me
importaría encontrar a alguien como él, aunque preferiría que fuera profesor a
policía… —Se inclinó hacia delante y abrazó a Cady—. Te veo mañana. No me
molestaré en decirte que sueñes con los angelitos… ¿quién los necesita con un tipo
así al lado?
La risa de Cady siguió a Erin por la entrada.

El corazón de Kix se agrandó de placer al ver a Cady. Joder, podría


acostumbrarse a aquello… llegar a casa y que su mujer le esté esperando, suave y
feliz… aunque supuso que se reía por algo que le hubiera dicho Erin, probablemente
acerca de que llegara tan tarde. Pero hasta eso le pareció hogareño; le gustaba lo
mucho que la familia significaba para Cady. Para él también lo era. No veía a sus
padres y sus hermanos todo lo que le gustaría, pero sabían que una llamada bastaba

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

si le necesitaban.
Kix abrazó a Cady en cuanto estuvo lo suficientemente cerca. Qué bien se sentía
abrazándola, sintiendo su suave cuerpo adaptarse al suyo.
Cady le dio un beso en los labios y él gimió, acercándola aún más mientras le
cubría los labios con los suyos, exigiendo una bienvenida más profunda. Cuando
gimoteó, en voz baja y necesitada, la polla amenazó con salírsele de los pantalones.
Kix se apartó un poco y le susurró:
—Muñeca, creo que será mejor que entremos. —Al ver que una oleada de calor
le recorría el rostro, Kix sintió su urgente respuesta cerca del corazón. Era adorable.
Llegaron hasta el cuarto de estar antes de lanzarse sobre el sofá y caer encima
de ella; su lengua volvió a juguetear con la de ella mientras luchaba por
desabrocharle los botones de la camisa y el cierre delantero del sujetador.
Cuando le cubrió los pechos con las palmas de las manos, la pelvis reaccionó
golpeando con fuerza contra ella. Jadeando, se levantó un poco para poder mirar lo
que sus manos estaban tocando.
—Cady, tienes los pechos más bonitos del mundo. Y esos pezones… —Se
inclinó hacia delante para lamer primero una aureola y después la otra—. Podría
pasarme el día entero chupándolos y no cansarme nunca.
Cady se estremeció y arqueó la espalda hacia él, ofreciéndole un pezón
brillante; Kix gruñó, agarrando, chupando y lamiendo el brote sensible hasta que la
tuvo jadeando y estremeciéndose bajo él, arrancándose con fervor la ropa en el
esfuerzo de sentir el contacto de sus pieles.
El deseo recorrió la espalda de Kix y la sangre se le concentró en la polla
cuando Cady le bajó la bragueta y metió las manos en los calzoncillos.
—Oh, Dios, muñeca, sigue así y no me hago responsable de lo que suceda —
jadeó cuando Cady le cogió las pelotas con una mano y empezó a masturbarle con la
otra.
Su pene se hizo más duro, grande y húmedo en la mano de ella, y se estremeció
al sentir la incipiente necesidad de ponerla a cuatro patas y montarla como un
semental hace con su yegua.
—Muñeca —gruñó contra sus pechos—, como no te la meta inmediatamente
me voy a correr sobre tu coñito húmedo y caliente.
Cuando movió la mano hacia el bolsillo del pantalón, Cady le detuvo. Levantó
la cabeza y vio cómo enrojecía ligeramente:
—Tomo la píldora —le susurró, y la polla dio un brinco ante la idea de cabalgar
su húmeda y estrecha cueva sin barreras de por medio.
—Joder, Cady, vas a acabar conmigo. —Se puso en pie y se quitó la ropa como
pudo, la idea de la piel contra su piel hacía que la polla le doliera y la necesitara
como nunca antes.
Se obligó a contenerse, a ayudarla a quitarse el resto de la ropa para después
hundir la cara entre sus piernas y pasarle la lengua una y otra vez sobre su clítoris
inflamado hasta que se corrió. Sólo entonces la bajó del sofá, colocándola de tal
forma que su culito quedara en pompa, con las piernas abiertas y los labios de su

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

coño inflamados y abiertos para él.


Kix la cubrió entonces, hundiendo la polla en su estrecho y húmedo orificio con
un único y poderoso movimiento. Cady gritó, cerrándose como un puño sobre la
carne de Kix y provocando una respuesta en él.
Mierda. No estaba seguro de poder aguantar más de un par de empellones.
—No te muevas, muñeca —gruñó contra su hombro, suave y femenino.
Por toda respuesta, las paredes de su coño le apretaron aún más fuerte y supo
que estaba perdido. Incapaz de detenerse, empujó dentro y fuera de ella, tratando de
no sucumbir al placer y a la necesidad de presionar contra el cuello de su útero y
empaparla de su semilla.
Cady gimió y le rogó con su cuerpo, colocándose de forma que pudiera
penetrarla más y más dentro con cada empellón.
Kix le lamió y le chupó el cuello, luchando contra la necesidad de mantenerla
quieta, como controla el semental a su yegua, hasta que al final perdió la batalla y le
mordió el hombro. Cady se ablandó bajo él, volviéndose aún más sumisa, y Kix le
puso una mano sobre el clítoris, apretándolo y frotándolo hasta que gritó, sus
músculos internos se contrajeron sobre la polla segundos antes de que el fuego le
recorriera la espalda, tensándole las pelotas antes de atravesarle la polla y se corriera
con tal fuerza que le pitaron los oídos.

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Capítulo 7

—Diez a uno a que hay cocaína en esa caja —dijo Lyric mientras ella y Cady
comparaban las fotos que Erin había tomado con la foto que había hecho Cady de
Ángel Valdez hablando con su agente.
—Te estás tirando a la piscina.
Lyric se encogió de hombros.
—Oye, a mí me parece un intercambio de drogas. ¿Cómo, sino, explicas lo de
las fotos de Erin? ¿Se te ocurre alguna otra razón por la que un manifestante contra
las carreras de caballos y un jockey iban a reunirse y pasarse algo?
A Cady no se le ocurría nada, y aquello la frustraba.
—Vale, supongamos que es un intercambio de drogas y que se trata de coca,
entonces deberíamos suponer también que: A, Valdez está enganchado y lo compra
para él mismo o, B, planea drogar a otros caballos, lo que no tendría ningún sentido.
En primer lugar, es posible que montara para Adrienne y, en segundo, aunque no lo
hiciera, ¿qué sentido tiene arruinarla porque Terry le hubiera pateado el culo? ¿No
sería mejor tratar de arruinar a Terry?
—¿Quién sabe? El motivo sólo tiene que tener sentido para quien comete el
delito. —Lyric sonrió—. Dios, cómo desearía haber visto la pelea; así sabría algo más
acerca del estilo de Valdez.
—Créeme, no querrías vértelas con Terry McKay.
—No hace falta ser el mejor amigo de alguien para presenciar una pelea cuerpo
a cuerpo.
Cady puso los ojos en blanco. Gracias a Dios que Kieran estaba ahora de por
medio; hasta entonces, Erin y ella habían llegado a preocuparse de verdad de que su
hermana menor se perdiera en el lado salvaje.
—Tengo que comprobar esto. Probablemente tengas razón y sea un intercambio
de drogas, pero podría no tener nada que ver con el hipódromo o con lo que les
sucedió a los caballos de Adrienne. A lo mejor Danny y Valdez se conocieron en el
hipódromo; o puede que las manifestaciones de Danny en el hipódromo sean su
tapadera para forjarse una nueva clientela de adictos a la coca. Por lo que dijo Erin, el
Danny al que los polis redujeron en la manifestación en contra de las pieles no se
parecía en nada al que vi yo; la única razón por la que habría que llamar a la policía
en Bay Downs habría sido que los manifestantes holgazaneaban y estaban sin hacer
nada.
—Tienes la dirección de Danny en el formulario de consentimiento, ¿verdad?
—Sí.
—Pues enséñale las fotos y a ver qué dice.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

A Cady se le revolvió el estómago. Era mejor observando y haciendo preguntas


que enfrentándose directamente a las personas. A lo mejor Kix…
Como si le hubiera leído la mente, Lyric dijo:
—Ni se te ocurra. Que Kix sea tu "artillería pesada". —Subió y bajó las cejas—.
Claro que, teniendo en cuenta la maravillosa erección que suele experimentar cuando
estás cerca, probablemente me esté quedando corta. Así que cambiaré mi frase: Que
sea tu cañón; si no consigues sacarle nada a Danny, deja que Kix le muestre su placa
y trate de persuadirle. Lo mismo con Valdez.
Cady lo recapacitó. Ella era quien llevaba la investigación para Pistas del Delito;
Bulldog querría que se encargara ella, y no cualquier otro… bueno, salvo sus primos.
Además, no tenía ni idea de dónde estaba Kix…
Vale, cierto, tampoco es que hablaran mucho del caso anoche… y de alguna
forma —se ponía colorada sólo de pensarlo— había conseguido escapar sin contarle
si su viaje a San Francisco con Adrienne le había dado alguna pista. Así que no tenía
por qué llamarle ahora que ellas sí que tenían una buena pista.
Cady incrementó su resolución de no dejar que su relación con Kix interfiriera
en su trabajo como detective.
—Abordaré a Danny en el trabajo.
Lyric asintió.
—Mejor. Tengo un par de cosas que hacer para un nuevo caso; prométeme que
me llamarás si no le encuentras en el trabajo y acabas yendo a su casa.
—Te llamaré. —Y, puesto que Cady no había oído nada acerca de un nuevo
caso, preguntó—: ¿Un caso de Pistas del Delito o tuyo propio?
—Propio. Un crío ha perdido a su tarántula en una casa de Saratoga y tienen
una fiesta programada para mañana por la noche. Por lo que me ha contado la
secretaria social de su madre, la fiesta es extremadamente importante; me han
ofrecido el doble de mis honorarios si consigo encontrar al bicho ese antes de
mañana a mediodía, cuando los del catering empiecen a aparecer.
Cady se echó a reír. Shane, Braden y Cole siempre ponían los ojos en blanco al
escuchar los casos de Lyric como "detective de mascotas", pero Cady estaba orgullosa
de su hermana.
—La encontrarás.
—La pregunta es, ¿la encontraré antes de que alguien la vea y se desmaye… o,
peor aún, la pise?

En cuanto Cady aparcó en el parking del control de animales, deseó habérselo


pensado dos veces. Sólo había estado en el allí una vez, cuando una amiga quiso
adoptar a un gatito. Y una vez había sido más que suficiente.
Habían ido durante la temporada alta de gatitos y se habían encontrado con
una cola de gente esperando a llevarse su excedente de animal. Cady se estremeció
ante el eufemismo. Aquel día, la cola iba desde un mostrador en algún punto del
edificio, hasta la puerta principal y dando la vuelta a la esquina.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Incluso ahora, el recuerdo de aquello hizo que a Cady se le revolviera el


estómago. No hacía falta ser un genio para deducir que muy pocos gatitos
encontrarían un hogar.
Cady tomó aire y se obligó a entrar. No vio a Danny en ninguno de los
mostradores, ni en la tienda de animales. Unas escaleras llevaban a las oficinas
administrativas, pero por alguna razón no conseguía imaginárselo allí. Sólo quedaba
la zona de la perrera. Cady se cruzó de brazos y atravesó la puerta que llevaba a
donde se alojaban los perros, e inmediatamente deseó haber probado primero en
casa de Danny.
El refugio estaba infestado de perros; en cada jaula había tres o cuatro, y todos
parecían acercarse a ella, ladrando y moviendo las colas… tratando de convencer a
Cady de que se lo llevara.
"Vale, puedes controlar esto". Pero mientras se movía entre las hileras de
perreras supo que no podía; la imagen de sus rostros esperanzados se le grabaron en
la memoria; la maldición y bendición de un fotógrafo. Mucho después de haber
salido del refugio, seguiría viendo a aquellos perros en su mente y preguntándose
cuáles habrían encontrado un hogar y cuáles no.
"Una hilera más y podré irme a casa. No les mires a los ojos; conseguiste no
adoptar un perro salchicha la vez que Lyric acabó con casi doscientos en casa". El
estómago de Cady rugió. "Claro que esos perros no corrían el riesgo de acabar
destrozados como estos de aquí".
Llegó hasta la última perrera de la última fila antes de que su resolución se
fuera a pique. Estaba perdida.
Un pastor alemán enorme, prácticamente negro, le llamó la atención y Cady se
arrodilló frente a él, metió los dedos por la malla de la perrera y le acarició la oreja. El
perro se quedó quieto, mirándola fijamente con sus penetrantes ojos amarillos. Le
acarició un par de minutos más antes de ver la cartulina que había en su jaula.
—Así que te llamas Ranger, tienes cinco años y tu dueño te entregó. —La parte
delantera de la cartulina tenía una línea amarilla de subrayador.
Justo cuando Cady se estaba preguntando qué era aquella línea, una joven se le
acercó. Se detuvo frente a la jaula de Ranger y Cady se puso en pie.
—¿Lo han adoptado?
La mujer señaló la línea amarilla de la tarjeta: CE.
—¿CE?
—Cuarto de eutanasia. —Señaló la sección de la tarjeta que indicaba la edad del
perro—. Nadie va a querer un perro viejo, especialmente uno grande, y necesitamos
espacio en la perrera.
A Cady se le encogió el corazón.
—Sólo tiene cinco años.
—Aquí son muchos. —La mujer sacó una llave del bolsillo y empezó a abrir el
candado.
—Lo adoptaré yo.
La joven vaciló, se encogió de hombros y sacó un bolígrafo del bolsillo para

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garabatear PA en la tarjeta. Antes de que Cady pudiera preguntarle, dijo:


—Potencialmente adoptado; así nadie lo sacará y se lo llevará al CE mientras
rellenas el papeleo. Pero no durará mucho tiempo.
Cady la sonrió agradecida pese a tener el corazón en un puño y mariposas en el
estómago.
—¿Dónde tengo que ir? —"¿Qué he hecho?"
—Los formularios están junto a la puerta; cualquiera tras el mostrador puede
ayudarte.
Cady se lo agradeció y se fue por donde había venido. Vale, ¿qué era lo peor
que podía pasarle? Imágenes de muebles mordidos y sin patas le llenaron la mente.
"Vale, no pienses en eso. Todo va a salir bien. Fotografío animales de compañía, los
conozco y puedo aprender lo que no sepa. Además, no estoy sola en esto. Lyric y
Erin me apoyarán; las dos tienen perros. Joder, ahora casi todo el mundo de nuestra
familia tiene un perro salchicha. No es que sea lo mismo que un perro alemán,
pero…"
Quince minutos después de haber rellenado un formulario y habérselo
entregado a la mujer que había tras el mostrador de adopciones, un hombre alto y
negro salió de detrás de una puerta y la llamó. Se presentó como Marcus y guió a
Cady hasta su puesto de trabajo; le llevó sólo un minuto hacer el papeleo. Cuando
Cady le entregó un cheque, se sintió de pronto amenazada por el pánico. Ranger ya
estaba vacunado, así que debía llevárselo en el momento.
—Ni siquiera tengo collar y correa —dijo, lo primero que le vino a la cabeza.
—Entregamos a los perros con uno de esos collares de usar y tirar, pero será
mejor que pares en nuestra tienda de animales y le compres un collar y una correa de
verdad. Vas a necesitarlas. —Echó un vistazo al papeleo—. Ranger pesa sesenta y
cinco kilos, decididamente, te recomiendo un collar y una correa de verdad. Es
demasiado perro.
Marcus se puso en pie, obligando a Cady a levantarse también… y enfrentarse
con la realidad de lo que acababa de hacer.
—Mira —dijo—, hay poca gente así que puedo ayudarte.
Cady le sonrió agradecida y le siguió a la tienda de animales. Cogió un collar
verde caza y una correa a juego y pagó. Marcus cogió un par de collares más, por si
acaso el que habían escogido no era de su talla.
Mientras escoltaba a Cady de vuelta a la perrera, pensó en la misión que la
había llevado a la perrera y dijo:
—El otro día conocí a alguien que trabaja aquí, un tipo llamado Danny Meyers.
Estaba protestando en Bay Downs; pero no le veo por aquí.
Marcus sacudió la cabeza.
—Danny se ha metido en un buen lío. Ayer no apareció por el trabajo, ni hoy
tampoco. La jefa está bastante cabreada; normalmente le da un poco de cancha
porque sale a manifestarse por las causas que ella defiende; pero esta vez no ha
llamado.
Cady pensó en la foto de Erin donde Danny salía pintando el abrigo de rojo.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—A lo mejor le han detenido.


Marcus se encogió de hombros.
—Le arrestan día sí y día también. Le tienen un par de horas encerrado y lo
sueltan; las cárceles están demasiado llenas como para meter a todos los
manifestantes.
—Ah. —Se detuvieron frente a la perrera donde estaba el nuevo perro de Cady.
Volvió a mirar fijamente a Cady con sus penetrantes ojos amarillos y luego movió la
cola. Fue un movimiento sutil, nada de demostraciones exuberantes, pero fue directo
al corazón de Cady.
Aquello iba a salir bien. Ey, le haría mucha compañía. Cady sonrió al
imaginarse a Ranger montado en la parte delantera de su pick–up con ella. Era lo
suficientemente grande, y fiero, como para no tener que volver a preocuparse porque
alguien quisiera robarle el equipo.
Marcus abrió la perrera y entraron. El collar que había escogido Cady le iba
perfectamente; cuando enganchó la correa, Marcus dijo:
—Parece que ya estáis. Buena suerte con él.
—Gracias, creo que va a salir todo bien.
A cada momento que pasaba, se sentía más segura de que había hecho lo
correcto. Ranger era perfecto para ella.
Pese a que los perros se abalanzaron sobre él y le ladraron, el perro no
reaccionó. Caminó con majestuosa dignidad junto a Cady, e incluso se sentó
automáticamente cuando Cady se detuvo junto a su camioneta.
Abrió la puerta y había empezado a decirle que saltara, pero se lo pensó mejor.
Ahora que ya no estaban dentro de la perrera, sino solos, no había forma de ignorar
que su nuevo compañero apestaba.
—La próxima vez —le prometió Cady mientras le llevaba a la parte posterior de
la camioneta y abría la puerta para que subiera. Ranger saltó sin protestar.
Cady se aseguró de atarlo antes de subirse a la parte de delante y coger el
móvil. El corazón se le aceleró un poco al ver que Kix la había llamado. Por unos
segundos, se quedó mirando el teléfono y mordiéndose el labio inferior,
preguntándose si debería llamarle y contarle lo de que Danny no había aparecido en
el trabajo; después recordó la decisión que había tomado antes y llamó a Lyric.
—¿A que no lo adivinas qué? Danny ha hecho pellas en el trabajo.
—A lo mejor sigue en la cárcel.
—Eso pensé, pero su compañero dice que le arrestan constantemente y que
normalmente le sueltan enseguida.
—Es posible. Las cárceles de California deben de tener colgado el cartel de
"completo". ¿Así que vas a su casa?
Cady echó un vistazo por el espejo retrovisor y vio a Ranger. Lyric lo
descubriría antes o después.
—Tardaré treinta o cuarenta minutos en llegar.
—Que sean cuarenta y cinco y así te acompaño.
—Vale. —Y antes de colgar le dio a Lyric la dirección de Danny.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Cady sacó su agenda y miró en la parte de atrás, donde anotaba los nombres y
teléfonos. Una de las ventajas de fotografiar animales de compañía era que conocía a
mucha gente dentro del mundo canino. En cuestión de minutos tenía una cita
concertada para Ranger; mientras le lavaban, tal vez Lyric y ella consiguieran sacarle
alguna respuesta a Danny Meyers.

—Ese Volkswagen se parece al de la foto de Erin —dijo Lyric al poco de llegar a


donde estaba Cady. Arrugó la nariz—. Bonito lugar. ¿Llevas mucho esperando?
—Un par de minutos. —Cady miró a un lado y otro de la calle. La mayoría de
las casas tenían barrotes en las ventanas y tartanas aparcadas en el jardín.
Decididamente, aquel no era el tipo de lugar donde querría estar. Por muy mal que
oliera, lamentó haber dejado a Ranger en la peluquería canina en lugar de haberlo
traído aquí.
—¿Preparada? —preguntó Lyric.
—Sí. Vamos allá.
Cruzaron la calle y fueron a la casa de Danny. Había un par de periódicos
amarillentos frente a la puerta, y el timbre se había salido y todos los hilos colgaban
fuera.
—Qué bien —dijo Lyric.
Cady golpeó con fuerza la puerta un par de veces.
La casa estaba en silencio; no se oyeron ruidos ni movimientos.
Volvió a intentarlo, aún más fuerte.
—No oigo nada, ¿tú?
—Tampoco. ¿Vamos por atrás?
La sola idea de merodear por aquel barrio le puso los pelos de punta.
Lyric sonrió.
—No te preocupes, aquí debe de parecer de lo más normal ver a alguien
merodeando.
Cady no tenía forma de retroceder; fuera o no, Lyric iría. Su hermana era
mucho más pragmática y, mientras que Erin y Cady eran de lo más prudentes, Lyric
no solía parecer preocupada por el riesgo. Aun así, Cady se sintió obligada a
advertirle:
—De acuerdo, pero nada de romper ventanas y entrar. —Lyric se rió por lo bajo
y fue a la parte de atrás.
El jardín trasero de la casa era un desastre de coches destartalados y malas
hierbas que les llegaban hasta las rodillas. Cady vio a una rata sobre la valla medio
partida; el bicho ni se molestó en esconderse cuando pasaron a su lado.
Atravesaron el jardín y llamaron a la puerta de atrás. Seguían sin obtener
respuesta. La ventana de la puerta estaba cubierta con una especie de cortina
mugrienta; Cady puso la cara todo lo cerca que pudo del cristal pero sin llegar a
tocarlo.
Había un fregadero y una serie de cuartos. Cady se movió hacia la izquierda

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para ver más, al hacerlo, se encontró con una mano y un antebrazo y el corazón se le
paró un segundo. Retrocedió un paso antes de volver a mirar; la mano y el antebrazo
estaban sobre la mesa. No conseguía ver a la persona a la que pertenecían, así que
volvió a retroceder.
—Ahí hay alguien.
Lyric se movió para mirar por la ventana, y luego golpeó la puerta.
—Puede que esté muerto. Ni siquiera se ha movido. Hay una ventana sobre
esas latas de ahí.
Cady volvió a llamar, consciente de a dónde llevaba aquello y queriendo
impedir un arresto por entrar sin autorización; pero Lyric tenía razón, el brazo que
había sobre la mesa no se movió.
Volvieron por donde habían venido hacia el lateral de la casa. Esta vez, Cady
vio que la ventana que había sobre las latas estaba rota, abierta unos centímetros. La
peste era increíble y las alarmas empezaron a sonar en su cabeza, en especial al ver la
cantidad de moscas que entraban y salían de la cocina por un agujerito. Aun así, se
obligó a trepar con cuidado sobre las latas y a mirar por la ventana.
La mano y el antebrazo pertenecían a Danny, sí, pero al parecer no iba a
necesitarlos… al menos en esta vida.

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Capítulo 8

—Está muerto —dijo Cady, e hizo una mueca al oír el chillido que le había
salido. Ni que fuera el primer muerto que veía en su vida; claro que siempre había
esperado encontrárselos, no como aquella vez.
Danny estaba sentado en la silla, pero tenía la parte superior del cuerpo sobre la
mesa de la cocina. Tenía los brazos abiertos, pero por lo poco que veía no había
herida, ni agujero de bala o sangre por el suelo de la cocina.
—¡Mierda! ¿Herida de bala? —preguntó Lyric.
—No hay sangre.
—Baja, déjame verlo.
Cady le cedió su sitio más que feliz y Lyric trepó.
—Joder, no me extraña que esas moscas merodeen por la ventana. —Bajó de la
lata—. Vale, tenemos dos opciones, Cady: te quedas aquí mientras me acerco a
comprobar la puerta trasera, a ver si está abierta, que lo estará, o te vienes conmigo.
Pero tenemos que hacerlo ya. Una vez dentro, una de las dos tiene que llamar a la
policía. Si algún vecino nos ve entrar, no queremos tener a los polis preguntando por
qué tardamos más de cinco minutos en llamarles.
Cady cerró los ojos brevemente; no estaba demasiado segura de querer ver a su
hermana en acción, pero al mismo tiempo, nunca había sido de las que se
escabullían. Suspirando, dijo:
—Vamos. —Y la mueca de Lyric le recordó a la de un niño al que le dicen que
puede hacer lo que quiera en una juguetería.
Se detuvieron junto a la puerta de atrás.
—De acuerdo —dijo Lyric—, una vez dentro presta atención a lo que toques. Si
es algo que tiene sentido, como el teléfono, por ejemplo, tócalo sin problemas, pues lo
sospechoso sería que no tuviera huellas. Si es algo que no tendría sentido, asegúrate
de no dejar ninguna huella.
Cady asintió. La idea de rebuscar en casa de Danny mientras las moscas
merodeaban alrededor de su cuerpo le provocaba náuseas. Vale, estaba muerto y ya
no le importaba, mientras que a Adrienne sí que le importaba recuperar su
reputación y su trabajo, pero aun así…
Lyric sacó un manojo de llaves, luego se inclinó y estudió la cerradura antes de
seleccionar una llave e introducirla. Giró la mano y la puerta se abrió. Se enderezó y
sonrió al ver la expresión en el rostro de Cady.
—Llaves maestras. Braden se las ganó a un jugador de póquer la semana
pasada en Las Vegas; además de jugador el tipo era ladrón. —Empezó a abrir la
puerta, pero se detuvo—. Si la policía pregunta, estaba abierta, ¿vale?

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Cady suspiró.
—Vale.
Lyric abrió la puerta de par en par y las dos pasaron, cubriéndose
inmediatamente la nariz y la boca con el brazo. Si el olor cerca de la ventana era
horrible, la peste de la cocina era mil veces peor.
Con la puerta abierta, Cady vio algo que no había visto antes: una jeringuilla y
una bolsita de plástico con polvo blanco, a escasos centímetros de la cara de Danny.
—¿Has visto eso, Lyric? Parece que tenías razón.
Las dos se pusieron junto a la puerta.
—Sí, parece cocaína. Puede que los polis se traguen que ha sido una sobredosis,
pero yo no.
Cady asintió despacio.
—Le preguntaré a Kix cuántas veces ha escuchado que alguien se haya chutado
con cocaína. Y tú puedes preguntárselo a Kieran. —Levantó la vista y vio un teléfono
junto a la puerta de la cocina—. Será mejor que llame al 112.
—Empezaré a investigar.
Cady hizo la llamada y luego rebuscó por la cocina, antes de pasar al salón. Era
pequeño, estaba lleno de libros acerca de los derechos de los animales y sobre cocina
vegetariana y no tenía ninguna prueba de la conexión entre Danny, Valdez y la
cocaína. La segunda habitación se utilizaba como gimnasio; Cady se detuvo junto a
la puerta el tiempo suficiente para determinar si había algo interesante, antes de
reunirse con Lyric en el cuarto de Danny.
—El que gane se lleva el bote con escalera de color —dijo Lyric, y Cady se
acercó a su hermana, que estaba junto a un cajón abierto. Dentro había cinco cajitas
idénticas a las de las fotografías de Erin.
Con el corazón en la garganta, Cady las abrió con cuidado.
La primera tenía una bolsita de polvo blanco, las tres siguientes estaban vacías
y la última contenía un fajo de billetes.
—Al parecer estaba traficando. —Cady cerró las cajitas con cuidado y el cajón
después.
Lyric frunció el ceño.
—Eso parece; no he encontrado ninguna jeringuilla, ¿tú?
Cady sacudió la cabeza.
—Nada en la cocina, en el salón o el gimnasio. No he llegado al cuarto de baño,
¿tú?
—Tampoco. —Señaló el otro lado de la cama de Danny con el pulgar—. He
comprobado todo lo demás de aquí salvo la mesilla de noche. Echaré un vistazo al
cuarto de baño y luego salimos; será mejor que nos demos prisa, el coche de policía
podría aparecer en cualquier momento.
Cady corrió a la mesilla de noche. Probó primero en el cajón: condones. Debajo,
en la balda, una pila de revistas porno. Había algunos folletos de protesta contra las
pieles esparcidos por la parte superior de la mesilla; cuando ya estaba a punto de
salir corriendo, la esquina de un cuaderno le llamó la atención. Lo sacó de entre los

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panfletos y vio que era una agenda.


Cady lo abrió y quiso bailar de alegría. Las últimas semanas, en los sábados y
domingos había escrito "Manifestación BD". BD, Bay Downs. Había una breve
anotación el día que Erin vio que arrestaban a Danny por pintar el abrigo de piel de
rojo: "manifestación contra las pieles, SF". Cady se metió la agenda en el bolsillo y
salió corriendo de la casa.
—¿Algo? —preguntó Lyric.
—Una agenda.
Lyric levantó los dos pulgares.
—Por favor, dime que lo tienes tú.
Cady asintió.
—¿Había alguna jeringuilla en el cuarto de baño?
—No, y me apuesto el cuello a que tampoco en la mesilla de noche.
—Revistas porno, condones y panfletos contra las pieles, además de la agenda.
El coche de policía apareció y un poli fuerte y con cara de pocos amigos se bajó.
Caminó hacia donde estaban con la mano sobre la pistola y Cady tuvo la sensación
de parecer completamente culpable; no le ayudaba saber que llevaba la agenda de
Danny en el bolsillo del pantalón.
El policía se dirigió a ella:
—¿Has llamado al 112?
Cady asintió.
—¿Dónde está la víctima?
—En la cocina.
El poli gruñó.
—A ver.
Le guiaron hasta la parte de atrás.
—Jesús —dijo en cuanto le llegó el olor y vio de dónde procedía—. ¿Es amigo
vuestro?
—No. —Cady se metió las manos en los bolsillos, más consciente aún de la
agenda que llevaba. Imaginó que cuanto menos dijera, mejor.
—Jesús —murmuró de nuevo el policía antes de hablar por la radio que llevaba.
Se movió por la cocina y miró la mesa—. Que me aspen. Treinta años en el cuerpo y
esta es la primera vez que veo golpearse así.
Cady y Lyric intercambiaron miradas. Cady hizo como si no supiera nada.
—¿Qué hay en la bolsa?
—Coca. —El poli sacudió la cabeza—. No he visto a muchas personas utilizarlo
así; la mayoría se contentan con metérselo por la nariz o son lo suficientemente
estúpidos como optar por el crack. Joder, desde que el éxtasis llegó a las calles y la
heroína volvió, ya no vemos mucha de esta mierda por la zona.
Otro policía apareció por el lateral de la casa, maldiciendo y cubriéndose la
nariz y la boca al entrar. Se detuvo al ver a Cady y a Lyric en la puerta.
—Minelli, ¿estás ahí?
—Sí, parece una sobredosis. Ve y avísalo, diles que lleva aquí un tiempo y que

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está bastante podrido.


Minelli se volvió hacia Cady y Lyric.
—Vamos a mi coche.
Cady le siguió con el corazón en un puño. "De acuerdo, respira hondo. No tiene
ningún motivo para cachearos y encontrar la agenda."
Minelli sacó una libreta del coche patrulla.
—A ver, chicas, ¿cómo habéis llegado hasta el cuerpo?
Cady decidió ajustarse a la realidad en la medida de lo posible.
—Queríamos hacerle unas preguntas acerca de un caso en el que trabajamos.
Minelli hizo una mueca.
—A ver vuestros carnés. —Los sacaron y Minelli gruñó—. ¿Sois familia de
Bulldog Montgomery?
—Nietas —respondió Cady.
Minelli entrecerró los ojos.
—No sabía que Bulldog llevara casos relacionados con drogas. —El silencio se
hizo pesado entre ellos. Cady sabía que el policía quería rellenarlo con información,
así que se mordió la lengua para no decir nada. Minelli volvió a gruñir—. El cuerpo
lleva aquí un buen tiempo, ¿habéis visto algo sospechoso?
—No —dijo Cady.
Minelli se giró hacia Lyric.
—¿Y tú?
—No; aparte del olor y las moscas. Eso es lo que nos hizo mirar por la ventana y
comprobar la puerta de atrás.
Minelli golpeó la libreta con el bolígrafo y debió de llegar a algún tipo de
conclusión silenciosa.
—Vale, podéis marcharos. Si os necesitamos para algo sabemos dónde
encontraros. —Cady y Lyric empezaron a marcharse—. Una cosa; la mayoría de las
mujeres se pondrían histéricas si se encuentran con una escena así, pero a vosotras
dos no parece afectaros. ¿Y eso?
Cady se relajó.
—Nuestro otro abuelo embalsamaba muertos. Cuando Bulldog no estaba cerca
para cuidar de nosotras, acabábamos en la funeraria con el abuelo Maguire. Hemos
pasado mucho tiempo jugando al escondite y merodeando por habitaciones en las
que no debíamos entrar.
Minelli gruñó y asintió. Lyric y Cady volvieron a sus coches.
—¿Vas a casa? —preguntó Cady.
—No, voy a casa de Erin. ¿Tú?
Cady sonrió, pensando en su nuevo perro. No veía el momento de que sus
hermanas vieran a Ranger.
—Tengo que hacer una parada y luego iré a casa.
Lyric levantó las cejas.
—Por la cara que has puesto, ¿esa parada incluye uno rapidito con Kix?
Cady se echó a reír y abrió la puerta de la camioneta.

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—No, pero en un rato lo verás.

Lyric estuvo tentada de pasar de largo cuando vio la Harley de su marido


aparcada frente a la casa de Erin. ¡Maldita sea! Debería haber sabido que Minelli
llamaría a Kieran en cuanto Cady y ella salieron de casa de Danny Meyers. Era tan
propio de los policías, mantenerse unidos… Y no ayudaba en nada que Kieran fuera
sargento y que el vicio de Danny fuera la coca. ¡Mierda! Rebuscó en los bolsillos, sacó
el juego de llaves maestras y lo metió debajo de su asiento. ¡No podía permitir que
Kieran las encontrara! Se vería obligado a confiscarlas y a ella se le caería el pelo con
Braden; su primo ya le tomaba el pelo lo suficiente con eso de que Kieran la había
domado. Oh, sí, no veía el momento de que Braden conociera a su media naranja;
descubriría que era muchísimo más divertido pasar los límites en casa, donde la línea
que diferenciaba el castigo de la recompensa podía estar deliciosamente borrosa, que
poner a prueba las leyes del exterior.
El coño de Lyric se contrajo y expulsó una oleada de placer que le humedeció
las braguitas sólo de pensar en los diversos castigos de Kieran. Oh, sí, adelante.
Aparcó frente a la casa de su hermana y gruñó al ver que el brillante 4x4 de Kix
aparcaba tras ella. Maldita sea. De policía uniformado a sargento y a sheriff, ¡qué
rápido corrían las noticias interesantes!
Debería haber esperado a que Cady llegara antes de decirle nada a Erin. En
lugar de eso, había puesto a su hermana al día y le había contado lo que encontraron
en casa de Danny cuando la llamó para decirle que iba de camino para allá. No había
sido su mejor movimiento. Sin duda, Erin debía de haberse sentido en la obligación
de informar a Kieran cuando le llamó.
Lyric comprobó su teléfono; no tenía mensajes. Curioso. Su marido sabía que
Erin le contaría lo que quisiera saber y que le daría la munición que buscaba. Sacudió
la cabeza. Pese a que Erin no había estado más que un año en el cuerpo de policía,
seguía siendo demasiado fiel a la ley y al orden. Su primo Cole era idéntico.
Probablemente tuviera algo que ver con ser los mayores de cada familia. Lyric
suspiró. A veces era un auténtico incordio.
A Bulldog no le importaba compartir información con la ley, siempre y cuando
beneficiara a Pistas del Delito y a los intereses de sus clientes. Aun así… Lyric
esperaba que Erin hubiera sabido callarse el pequeño detalle de la agenda de Danny
que había acabado en el bolsillo de Cady.
Kieran salió de casa de Erin y el corazón de Lyric dio un triple salto mortal al
ver su expresión sería y su pronunciada erección. Oh, sí, adelante. Apostaba su
propia Harley a que no estaría allí para cuando Cady volviera a casa.

Kix esperaba en las escaleras de casa de Cady, con las manos en las caderas, el
ceño fruncido y una erección bajo los pantalones desteñidos, y el corazón de Cady se
aceleró al verle. ¡No le extrañaba que Lyric siempre estuviera deseando llegar a casa

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cuando Kieran estaba cachondo, aburrido y esperándola! ¡Uau!


—Muñeca, ya me han dado la versión corta de lo que estabais haciendo Lyric y
tú, y puedes apostar ese precioso culito a que vamos a tener que hablar sobre ello —
dijo, en cuanto se bajó de la furgoneta.
—Bien, pero primero tengo que poner a Ranger cómodo. —Se hizo a un lado
para que el perro saltara.
La expresión de Kix pasó del enfado a la sorpresa.
—¿Te has traído un perro?
—Iban a matarlo.
—Te has traído un perro —esta vez sonaba divertido.
—Sí.
Esbozó su sonrisa perezosa y Cady supo que estaba perdida cuando le vio
dirigirse hacía ella con su movimiento de cadera de cowboy.
—Muñequita, ¿has salido esta mañana con la idea de conseguir un perro?
—Me acojo a la quinta enmienda —murmuró.
—Hmm, ¿me estás retando? —Su sonrisa se ensanchó y Cady pensó que iba a
inclinarse sobre ella para besarla, pero en lugar de ello alargó la mano para que
Ranger se la oliera. El perro movió el rabo de forma casi imperceptible.
—Le gustas —dijo Cady.
—Las mujeres y los perros me encuentran irresistible.
Cady puso los ojos en blanco.
—A lo mejor podrías hacer algo y meter la colchoneta y la comida del perro.
Kix se rió antes de acercarse un poco más y atraerla hacia el para darle el beso
que había estado esperando. Cuando terminó, frotó la nariz contra la de ella antes de
apoyar la frente en la de Cady.
—No creas que vas a librarte; tenemos una conversación pendiente sobre lo de
ir sola en busca de un sospechoso.
—Tampoco estaba sola; Lyric estaba conmigo.
—Bueno, a juzgar por lo que dijo Kieran, puede que eso fuera casi peor. Tengo
la ligera sensación de que no te habrías aventurado a entrar en casa de Danny si no
hubieras estado con tu hermana.
—¿Has hablado con Kieran?
—Oh, sí, muñeca. Hemos hablado largo y tendido sobre la idea de
independencia y la forma de hacer las cosas que tenéis las Montgomery. ¿Quieres
saber qué hacemos con los que infringen las normas en mi pueblo? —Pese al deje de
broma de sus palabras, su cuerpo decía otra cosa.
Cady resopló.
—Yo no he infringido ninguna norma.
—Entrar sin permiso en casa de alguien… —Al ver que se tensaba, Kix se
apartó un poco y le miró a la cara.
Cady se maldijo por pensar en la agenda que llevaba en el bolsillo de atrás. Para
cubrirse, dijo:
—No puede decirse que entráramos sin permiso. La puerta estaba abierta, y ver

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a Danny así… creo que teníamos una causa justificada para entrar.
Kix se rió.
—Oh, Kieran estaba prácticamente seguro de que la puerta estaría abierta;
siempre están abiertas cuando Lyric anda cerca. Tu hermana está siendo cacheada a
fondo.
Cady rió en voz baja.
—Supongo, y estará disfrutándolo como nunca. —Esperaba que Lyric hubiera
tenido tiempo de esconder las llaves; se sentiría culpable si su hermana se quedaba
sin su nuevo juguete por haberle ayudado a ella.
Ranger hundió el hocico en la mano de Cady.
—Tengo que llevarlo dentro e instalarlo.
Kix le dio un beso en los labios.
—No hemos terminado con la discusión; en mis años de profesión he aprendido
a escuchar la campanilla que resuena en mi cabeza. Y lo gracioso, muñeca, es que
empezó a sonar al ver que Erin dejaba de hablar justo cuando iba a contarnos a
Kieran y a mí lo que tú y tu hermanita encontrasteis mientras os comportabais como
ciudadanas ejemplares esperando a que la policía apareciera.

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Capítulo 9

La tregua duró el tiempo suficiente para que Cady diera de comer a Ranger y le
dejara husmear por el jardín de atrás antes de comprobar el resto de la casa para, por
fin, tumbarse sobre la colchoneta que le había puesto junto a la tele. En cuanto se
quedó quieto, Kix se metió en el espacio personal de Cady y dijo:
—Bueno, ¿qué? ¿Voy a tener que cachearte y esposarte, o piensas colaborar? —
Cady se mordió el labio superior—. Muñeca, me tienes casi desquiciado.
—Ese no es mi problema.
—La verdad, Cady, es que creo que en eso te equivocas. —Kix la abrazó con
fuerza por detrás y empezó a pasarle los labios por el cuello.
Cady se estremeció, pero siguió aferrándose a la idea principal:
—Tú tampoco es que me hayas tenido al tanto de lo que estabas haciendo.
Su risa hizo que Cady cerrara los ojos y pensara en el chocolate líquido y
caliente deslizándose para calentarte desde dentro.
Kix deslizó las manos hacia arriba y empezó a desabrocharle la camisa.
—Estoy dispuesto a compartirlo si tú haces lo mismo.
Cedió unos segundos, disfrutando de sus caricias y su jugueteo, pero el
remordimiento hizo que se tensara y tratara de apartarse. No era inmune a él, pero
eso no significaba que fuera a dejar que la utilizara… No, no iba a hacerlo, era injusto
para los dos… No iba a dejar que utilizara su encanto para pasar por alto el hecho el
hecho de que, hasta el momento, la única que compartía su información era ella.
Al ver que no la soltaba, dejó de revolverse y dijo:
—Por favor, Kix, suéltame.
Retrocedió, pero mantuvo las manos sobre los brazos de ella y la giró para
mirarla directamente a los ojos. Estaba claro que su muñequita estaba pensando en
algo, y tenía la extraña sensación de que, si no se lo sacaba, iban a acabar haciéndose
daño el uno al otro.
Se sentía como un perro a punto de que le dieran con un periódico enrollado y
le mandaran a su caseta, pero eso no impidió que se pusiera tenso e hiciera la
pregunta que ningún hombre quiere hacerle a una mujer:
—¿Pasa algo?
El silencio entre los dos se alargó demasiado y Kix estaba a punto de abrir la
boca para repetir la pregunta cuando Cady dijo:
—¿Lo has dicho en serio? Lo de compartir información. No tengo ni idea de qué
has descubierto hasta ahora… lo cual no me importa si estamos trabajando separados
y esto… —Enrojeció y movió las manos para señalarlos a los dos—… y esto es algo
completamente distinto… —Se sentó un poco más recta—. Me parece bien que cada

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uno haga su trabajo y los dos nos veamos fuera del caso; quiero decir que tú trabajas
para Adrienne y Pistas del Delito para Alex. —Tomó aire con fuerza—. Sólo necesito
saber dónde está la línea para que no termine sintiéndome… mal, cuando todo esto
termine.
Kix se quedó aturdido unos segundos. ¿Estaba hablando de cuando terminara
el caso, o lo suyo? ¿Estaba su muñequita diciendo que la estaba utilizando? Una
punzada de dolor le atravesó, seguido de su decisión.
Que le dieran si no sabía exactamente cómo manejar aquella situación; había
que hacer lo mismo que cuando un caballo te tiraba: volver a subirte y montarlo
hasta que se diera cuenta de que podía confiar en ti.
Abrazó a Cady contra él y le dio un beso antes de apartarse.
—Espera, muñeca. Tengo que coger algo de la camioneta antes de continuar con
esta conversación.
Cady le observó salir, nerviosa y con el corazón a mil por hora. Algo en su
forma resuelta de andar disparó las alarmas dentro de ella, haciendo casi que
lamentara haber dicho en alto lo que pensaba, pero qué demonios… en las relaciones
no sabía comportarse de otra forma que no fuera poniendo las cartas sobre la mesa
desde el principio.
Estuvo fuera unos momentos eternos e insoportables, y cuando volvió cogió a
Cady de la mano y la guió en silencio a la habitación, deteniéndose sólo para mirar al
pastor alemán y decirle:
—Quédate aquí, compañero.
Antes de meterla en el cuarto y cerrar la puerta tras ellos.
—Muñeca, me destroza pensar que no confías en mí. —Cady abrió la boca para
decir algo, pero la interrumpió con un movimiento de cabeza y besándola el tiempo
suficiente para que callara—: No digas nada, no lo niegues. En el fondo eso es lo que
te está pasando, y tengo intención de arreglarlo inmediatamente.
Un escalofrío de miedo le recorrió la espalda al ver que sacaba cuatro tiras de
cuero de los bolsillos de atrás y los ataba a la cama. Cuando empezó a desabrocharle
la camisa, Cady se sintió como si el corazón se le fuera a salir del pecho y huir de allí.
Su coño, por otro lado… Se estremeció, cerrando las piernas para calmar el dolor que
se había centralizado en el clítoris, la necesidad que provocaba que tuviera los labios
de su vagina inflamados y abiertos, húmedos de anticipación. ¿No había fantaseado
siempre que un hombre le hiciera aquello?
Aun así, su instinto de supervivencia luchaba por superar a sus fantasías. Trató
de apartarse, pero se encontró con la resistencia del brazo que le rodeaba la cintura.
Cuando le quitó la camisa y la dejó caer al suelo, su cara era el retrato de la
determinación masculina. Cady se tensó, esperando que el sujetador fuera detrás,
pero en lugar de ello Kix le besó el pecho, jugueteando con el borde de suave tela con
la lengua y los labios antes de frotarse contra los pezones cubiertos de tela. Cuando
escuchó su gemido, levantó la cabeza para ponerse frente a ella y mirarla a los ojos.
—Sólo voy a decir esto una vez, muñequita… Lo que quiero de ti no tiene nada
que ver con el problema de Adrienne, sino con lo que un hombre quiere de su mujer,

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y eso incluye el tener su confianza. —La besó con fuerza—. Al parecer, tenemos un
problemilla a ese respecto, pero pretendo solucionarlo ahora mismo.
Cady no pudo evitar estremecerse.
—¿Atándome?
Su oscura mirada fue respuesta suficiente. Le soltó el cierre delantero del
sujetador y el botón de los vaqueros. Cady le puso las manos en los hombros,
abriéndolas y cerrándolas sobre su camiseta mientras el miedo y la anticipación
luchaban. No estaba segura de poder soportar de verdad aquello, lo de estar
completamente indefensa.
—Te creo —dijo de pronto—, lo de que… lo de que esto no tiene que ver con el
caso.
Un músculo de la mandíbula de Kix se tensó.
—Me alegra oírte decir eso, muñequita. Si no te he contado qué he estado
haciendo, ha sido porque no he encontrado aún nada que merezca la pena contarte,
especialmente después del trabajo estupendo que tú sí que has hecho.
—Oh. —Sintió una segunda punzada de culpabilidad antes de que los vaqueros
cayeran hasta los tobillos—. Confío en ti, no tienes por qué…
Volvió a acallarla con un beso, éste oscuro y dominante.
—Muñeca, a no ser que me mires a los ojos y me digas que no quieres hacer
esto, no voy a parar.
Al ver que no decía nada, las cálidas manos de Kix se deslizaron por las caderas
de Cady hasta sus piernas, llevándose las braguitas a su paso. Se arrodilló frente a
ella para quitarle los zapatos y toda la ropa.
El rostro y los pechos de Cady se ruborizaron; la vergüenza se mezclaba con la
ansiedad y la excitación de estar desnuda mientras que él seguía vestido.
—Eres preciosa, Cady, muñeca —le dijo Kix, mientras le pasaba las manos por
las piernas, remando hacia arriba hasta ponérselas sobre el trasero y atraerla hacia
él—. Estás hecha para amar. —Casi con reverencia, frotó la mejilla contra su vello
púbico antes de hundirle la nariz en el clítoris inflamado y los labios vaginales.
El corazón de Cady le dio un vuelco; nadie le había hech sentirse así.
Le pasó la lengua suavemente por el clítoris antes de metérsela por la raja. Cady
gimió en respuesta y él empujó la lengua más dentro, haciendo que le fallaran las
piernas.
Se aferró a sus hombros y su risa ronca hizo que la sangre se le concentrara en
el coño inflamado. Kix le chupó el clítoris con rapidez, antes de ponerse en pie y
volver a atraerla contra su cuerpo mientras le llenaba el cuello y la oreja de besos.
—Podría quedarme horas ahí abajo. —Le pasó los dedos por la espalda—.
Ahora, súbete a la cama, muñeca.
Cady se estremeció ante la orden, ante las imágenes que la asaltaron.
—¿No vas a desvestirte primero?
Kix metió la pierna, cubierta con el pantalón, entre los muslos de Cady,
incrementando la sensación de ésta de vulnerabilidad mientras le lamía la oreja,
metiéndola y sacándola del oído.

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—No, muñeca. Ahora, súbete a la cama o me veré obligado a darte un cachete.


A Cady se le encogió el estómago cuando la soltó. El aire entraba y salía de sus
pulmones mientras retrocedía, deteniéndose al llegar junto a la cama. Por el rabillo
del ojo veía las cuerdas de cuero sobre el edredón verde caza.
Su decisión flaqueó y se quedó allí quieta unos segundos. Kix avanzó un paso y
Cady se fijó inmediatamente en sus manos.
—Puedo contar hasta tres si eso es lo que quieres. —Al ver que no se subía
inmediatamente en la cama, avanzó otro paso más—. Uno, muñeca.
El clítoris de Cady palpitó y ésta cerró las piernas con fuerza al sentir su leche
colándose entre los labios de su coño y resbalándole por los muslos.
Kix se acercó un paso más y Cady se quedó hipnotizada con su hambriento
rostro.
—Dos, muñeca.
Bajó los ojos hacia la imponente erección que cubrían los vaqueros y se sentó en
la cama, consciente en aquel momento de que cuando le diera el cachete querría
sentir su cálida piel contra la de ella. Kix dio un último paso y Cady se deslizó hacia
atrás, hasta quedarse completamente sentada sobre el edredón.
—Has estado bastante cerca —le susurró, agarrándole de las rodillas y
abriéndole las piernas para poder mirarla.
La polla le dio un brinco al ver la carne inflamada y resbaladiza de Cady, la
forma en que le brillaba la cara interna de los muslos, húmeda de deseo. Mierda,
pendía de un hilo para controlarse a sí mismo y Cady se lo estaba poniendo difícil.
—Túmbate, muñeca, y pon las manos sobre la cabeza —le ordenó.
La apertura de su polla dejó salir algo de semen al ver cómo se colocaba en la
cama, con los pechos temblando y la respiración errática. Kix alargó la mano para
tirar del pantalón, ahora demasiado estrecho debido a la erección, mientras luchaba
contra la necesidad de liberar su pene e introducirlo en su acogedora calidez.
Tomó aire con fuerza y se obligó a retirar la mano de los vaqueros. Cogió las
cuerdas y gateó por la cama, apretando los dientes ante la cercanía de Cady.
Primero le ató las muñecas a la cama, y luego los tobillos. El olor de su
excitación le nubló el sentido mientras su muestra de confianza le llenaba el corazón
de emociones.
Durante unos segundos eternos, lo único que pudo hacer era mirarla. Maldita
sea. Ahora comprendía por qué su hermano Jake no dejaba de decir que quería coger
a la mujer de la que se había enamorado y atarla a la cama.
Kix nunca había pensado demasiado en ello hasta que apareció Cady. Pero
joder… le gustaba saber que confiaba en él lo suficiente para dejar que la viera así…
abierta y vulnerable, dependiente de él para que le proporcionara placer.
No estaba seguro de cuánto iba a poder durar, pero una cosa era segura: no
podía soportar el hecho de no sentir su piel contra la de ella. Se puso en pie el tiempo
suficiente para quitarse la ropa y luego le cubrió el cuerpo con el suyo, gruñendo
cuando los jugos de ella le bañaron la verga.
Su boca encontró la de ella, que se abrió inmediatamente para él, arqueando la

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pelvis hacia él a modo de invitación. Se resistió un poco, pese a que se moría de


ganas de meterle la polla y sentir el tenso apretón de su cueva.
Kix gruñó y se apartó de su boca, mordiéndole y besándole el cuello hasta
llegar a sus pechos. Utilizó las manos para unirlos y así poder alternar entre sus
cimas endurecidas.
Cady se arqueaba con cada lengüetazo y, cuando empezó a chuparla, tensó el
trasero y movió las caderas, empujando el clítoris contra la erección de él.
—Más fuerte —le suplicó, cerca de correrse.
Puso más peso sobre ella y movió las caderas, frotándose contra su clítoris
inflamado y sin dejar de chuparle los pechos. Siempre había sido un hombre de
pechos pero, ahora que había estado con Cady, no creía que ningunos otros fueran a
ponerle como hacían los de ella. Cómo le gustaría hundir la cara en ellos y quedarse
así para siempre, mordiéndoselos, chupándolos y haciéndole el amor para siempre.
La polla se quejó cuando los gemidos de ella se hicieron más profundos; sintió
el calor de su semen y supo que se estaba corriendo antes de tiempo. Con un
gruñido, Kix se apartó de los pezones de Cady para volver a sus labios, metiéndole la
lengua en la boca al tiempo que su pene encontraba el camino hacia su húmedo coño.
Cady gritó y su cuerpo se arqueó bajo él. Entró y salió de ella con fuerza,
tragándose sus jadeos y sus gritos hasta que al final sus músculos internos le
agarraron con tal fuerza que tuvo que levantar la cabeza y gritar mientras su
hirviente semen y el placer casi insoportable le atravesaron la polla.
Entonces la desató, encontrando de alguna forma la energía para taparlos a los
dos con las sábanas, antes de apretarla fuertemente contra él.
—Mierda, muñeca —le susurró, y el pene se retorció como respuesta a tenerla
tan cerca—, quería haberte hecho el amor por todo el cuerpo antes de montarte.
Cady entrelazó las piernas con las de él y le besó. Seguía teniendo el corazón a
mil y las terminaciones nerviosas a flor de piel por lo que acababa de suceder entre
ellos. No estaba segura de haber podido aguantar más; había sido intenso…
aterrador… incómodo… y eróticamente adictivo.
—Puede que eso lo dejemos para otra vez —le susurró al oído.
Kix hundió el rostro en sus rizos y sonrió aliviado. Ahora que lo había probado
con una mujer, con su mujer, quería volver a hacerlo; aunque la próxima vez Cady
tendría más de un orgasmo. Maldita sea, estaba loco por ella.
El silencio se hizo entre ellos mientras sus cuerpos se recuperaban y
tranquilizaban. Cady le pasó los dedos por el costado, volviendo a pensar en el caso.
—¿Y exactamente qué has estado buscando?
Kix se giró y tiró de ella para ponérsela encima.
—He seguido la pista al hecho de que once entrenadores han sido suspendidos
desde que empezó el año. Por lo que sé, al menos seis de ellos probablemente sean
culpables de hacer trampas; del resto aún no sé nada. —A Cady se le puso la piel de
gallina cuando Kix le pasó un dedo por la espalda—. ¿Vas a contarme qué habéis
encontrado Lyric y tú en casa de Danny?

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Capítulo 10

—Una agenda. El problema es que utilizaba abreviaturas; y entre que iba a


recoger a Ranger y que estabas aquí cuando he vuelto, no me ha dado tiempo a
descubrir qué significa cada una.
La mano de Kix se detuvo en la espalda de ella antes de seguir hasta su trasero.
—¿He oído bien, muñeca? ¿Te has llevado pruebas de la escena del crimen?
Un nudo de preocupación empezó a formarse en el estómago de Cady.
—No era la escena de un crimen; los policías estaban diciendo que era una
sobredosis.
Kix resopló.
—No era la escena de un crimen todavía. Lyric y tú ya lo habíais supuesto; en
cuanto el forense le haga la autopsia, buscarán al asesino. —Le colocó la mano en
uno de los cachetes del trasero—. Si no estuviera volviéndome loco por amarte,
Cady, me sentaría y te daría una buena zurra en el trasero por haber hecho esa
locura.
Cady se estremeció en respuesta y los pezones se convirtieron en dos puntos
duros bajo el pecho de Kix. Se tensó al sentir que se empalmaba de nuevo.
—Te gustaría, ¿eh, muñequita? —Le besó y chupó el cuello hasta la oreja—. Te
gustaría sentir mi mano en tu trasero.
—Puede —le susurró, sintiendo cómo la sangre corría hacia su clítoris—. No
tiene por qué ser ahora, pero algún día… me gustaría probarlo.
Kix cerró los ojos ante la oleada de amor y lujuria que le atravesó. Era perfecta
para él… la respuesta a una plegaria que ni siquiera recordaba haber hecho. Era todo
lo que podía haber pedido y el hecho de saber que se estaba abriendo a él, confiando
como nunca había confiado en nadie, le dejaba igual de indefenso que un ternerillo
recién nacido.
La obligó a girar y se puso sobre ella, gimiendo cuando le envolvió las caderas
con las piernas y su pene se mojó en su húmedo y acogedor coño.
—Dios, Cady, estás tan buena…
Ella bajó la cabeza.
—Tú también, cowboy. —Sonrió y le mordisqueó el labio superior antes de
decir—: ¿O debería llamarte sheriff?
—Bueno, muñeca, si estuviera ejerciendo de agente del orden te habrías
encontrado ya con mi mano sobre tu precioso trasero. —Empezó a empujar dentro y
fuera de ella—. Pero ahora mismo mi verga no tiene intención de abandonar esta
esquinita del cielo, así que creo que lo mejor será que nos preparemos para la
cabalgada lenta y eterna de un cowboy. —Se agachó y le dio un beso—. Una

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

cabalgada lenta con unas vistas preciosas.


Cady enrojeció ligeramente. Era atractiva, pero nunca se había considerado
guapa, no en comparación con la asombrosa belleza de Erin o la salvaje sensualidad
de Lyric.
—Tú si que eres guapo —le dijo, tratando de ocultar su vulnerabilidad—. Y
mejor que el chocolate.
Kix se rió y le besó en los labios.
—Mejor que el chocolate. Hmm, parece un elogio poderoso.
—El más poderoso.
Puso más peso sobre ella, sujetando su cuerpo contra la cama y cambiando de
posición para meterle la polla más dentro. Cady se arqueó bajo él y le agarró con más
fuerza.
Kix gimió al sentir cómo los músculos de ella se contraían sobre su verga,
tratando de mantenerle hundido en sus húmedas profundidades. Quería tomárselo
con calma e ir lento, sentir sus pechos contra su torso, saborear cada centímetro de su
cueva y disfrutar con la forma en que sus pelotas golpeaban y se frotaban contra la
piel de ella, pero las jodidas se estaban empezando a tensar, avisándole que no
duraría mucho más.
Se quedó quieto, tratando de no llegar aún al orgasmo, pero Cady le susurró:
—Oh, Dios, Kix, no te pares por favor.
Le cubrió los labios con los suyos mientras deslizaba la mano hacia abajo,
acariciándole suavemente el trasero antes de pasar a explorar la grieta que había
entre sus cachetes. Cady se tensó, enviando una oleada de placentera agonía desde la
polla hasta la espalda de Kix. Joder, era tan estrecha… sería el cielo, o el infierno si lo
fuera un poco más.
Kix tuvo que cerrar los ojos cuando se le ocurrió la idea de ponerle un tapón
anal. Dios, ¿de dónde había sacado esa fantasía? Sabía que a su hermano le gustaba
hacer eso con sus mujeres; era una de las cosas con las que incordiaban a Walker
cada vez que se reunían y jugaban al póquer… Joder, aquello no era más que la
punta del iceberg cuando se trataba de lo que le gustaba a Walker. Kix nunca había
querido utilizar "extras"… pero se estaba excitando por segundos ante la idea de
meter la polla en un orificio aún más estrecho del que ya estaba.
Le acarició y frotó la piel arrugada del ano con los dedos mientras Cady le
apretaba con más fuerza la polla. Kix gimió, consciente de que no iba a poder
aguantar mucho más si no volvía de nuevo a los empellones. Se levantó un poco para
poder verle la cara mientras le deslizaba la punta del dedo húmedo de sus jugos en el
ano.
El rostro de Cady enrojeció con una mezcla de vergüenza y excitación, y el
corazón de Kix se fundió como el chocolate caliente.
—¿Quieres saber qué estoy pensando, Cady? —Metió el dedo un poco más—.
Estoy pensando que algún día me gustaría verte llevar un tapón anal, Cady. Me
encantaría vérmelas y deseármelas para darte por culo, ¿lo harías por mí?
Enrojeció aún más y, cuando le susurró un "si", su respuesta le puso al límite.

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Kix selló sus labios con los de él, metiéndole la lengua en la boca al ritmo de sus
caderas, mientras con la polla le acariciaba y llenaba el estrecho canal.
Tal vez hubiera empezado despacio, pero los sonidos que hacía Cady, la forma
en que se aferraba a él y se entregaba para que la amara, convirtió sus suaves
empellones en la salvaje y primitiva necesidad de copular que hizo que la montara
fuerte y rápido, metiéndosela hasta el fondo hasta que chilló y cubrió la cabeza
sensible de su pene con una oleada de calor. Los labios de Kix abandonaron los de
ella y un sonido gutural arrancó de lo más hondo de su ser mientras ola tras ola de
ardiente satisfacción le recorría la columna y le tensaba las pelotas antes de
atravesarle la verga con una explosión que le dejó jadeando y temblando sobre ella.
Más tarde, se sentaron en el sillón para repasar la agenda de Danny.
Empezaron con la presente semana. Cady señaló la anotación sobre la manifestación
del domingo en Bay Downs.
—Esto sigue preocupándome, especialmente después de lo que vio Erin. —
Movió la mano hacia la manifestación contra las pieles que había inscrita el lunes—.
Lyric cree que la manifestación contra las carreras podía ser una tapadera para
vender coca, pero no tiene sentido. Por una razón, en el hipódromo tampoco es que
haya exceso de posibles compradores y, además, es un sitio demasiado al
descubierto, ¿y para qué iba a tener otras cuatro personas con él? —Pensó en la rubia,
que parecía bastante apasionada con la causa, y en las otras tres que parecían estar
tomándose un descanso—. Es como una fotografía que no encaja perfectamente. Si
miras a la foto sin detenerte, parece estar bien, pero cuando la examinas más de cerca
ves que hay partes desenfocadas. Un manifestante de verdad habría intentado
convencernos de que no cruzáramos las puertas, pero Danny ni siquiera tenía folletos
para entregarnos, mientras que en su casa sí que tenía cientos de panfletos contra las
pieles.
—Tienes razón, no encaja. Y que conste que no creo que fuera allí a vender
droga; demasiado trabajo y demasiada inversión de tiempo. —Kix señaló las iniciales
BAR que aparecían el domingo, miércoles, viernes y sábado—. ¿Te suena de algo?
Cady sacudió la cabeza.
—Tampoco hay ningún AV el lunes, aunque supongo que eso tiene sentido.
Erin dijo que por la forma en que Danny se comportaba, no creía que esperara que
Ángel Valdez se presentara en la manifestación.
Kix pasó las páginas hacia atrás.
—Bay Downs y BAR están también escritos en las páginas anteriores. Aquí hay
un AV el martes a las nueve de la noche.
—Eso es dos días antes de que los caballos de Adrienne dieran positivo en coca.
—Sí, muñequita. —Pasó otra página y una oleada de miedo recorrió a Cady al
ver las iniciales FLA. Se estremeció y Kix le pasó una mano por los hombros—.
¿Tienes frío?
Tocó las iniciales.
—El Frente de Liberación de los Animales, ¿has oído hablar de ellos?
—Claro.

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—Lyric se las vio con ellos en un caso. —Cady pensó en la cicatriz que llevaba
su hermana en el costado. Un par de centímetros más arriba y la bala habría matado
a su hermana—. Kieran dice que prefiere enfrentarse al crimen organizado o meterse
en una pelea de bandas antes que vérselas con ellos… bueno, vérselas con la célula
con la que contactó Lyric. Me dan miedo.
Kix la abrazó.
—Me alegra oír eso, muñeca. Así no tendré que preocuparme porque vayas a
investigar eso; un poco de miedo puede hacer mucho por mantener a una persona a
salvo y sin problemas.
Cady volvió a estremecerse y luego recordó los panfletos que había visto en
casa de Danny.
—Si estaba en el FLA, dudo mucho que estuviera en una célula centrada en las
carreras de caballos. Parecía más interesado en los animales a los que matan por sus
pieles.
Kix asintió y siguieron pasando páginas hasta llegar al principio de la agenda,
encontrándose con el mismo modelo de iniciales una y otra vez, además de otras
anotaciones sobre manifestaciones, recordatorios de juicios y distintos cambios de
turno en el trabajo. Al principio de cada uno de ellos, aparecía la letra B.
—¿Te has dado cuenta de que cuando aparece la B no aparece AV? —preguntó
Kix.
—Sí. Es una pena que no tengamos más pistas; B podría ser cualquiera o
cualquier sitio.
Kix llegó a la segunda página del calendario antes de ver otras iniciales. Dos
días después de que Danny fuera a una cena en honor de los donantes, voluntarios y
personal que trabajaba para el refugio de animales, había anotado en su agenda: "10
p.m., BCC, San Francisco".
—Creo que será mejor que haga fotocopias de esto, por si acaso tenemos que
devolvérselo a la policía —dijo Cady mientras Kix cerraba la agenda.
Kix gruñó.
—"Por si acaso" no, muñeca, "cuando". ¿Tienes fotocopiadora aquí?
—En el despacho.
—¿Por qué no vas a sacar copias mientras yo hablo con Kieran?
Cady hizo una mueca; la idea de que Kieran y Kix trabajaran juntos no le
agradaba demasiado. Vale, Kieran era ahora mejor… más o menos… pero seguía
teniendo tendencia a pensar como los cavernícolas: el hombre se enfrenta al peligro;
la mujercita se queda en casa.
—Veo que habéis hecho buenas migas.
—Bueno, muñeca, cuando se trata de nuestras mujeres tenemos puntos de vista
muy parecidos.
—Eso es lo que me temía —dijo Cady, mientras se ponía en pie y se dirigía al
cuartito que había convertido en su despacho.
Kix se rió viendo cómo Cady se alejaba. Esa mujer le volvía loco. Puede que
Kieran hubiera conseguido una mujer preciosa y salvaje con Lyric, pero Kix no

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

envidiaba al sargento en lo más mínimo.


Sacó el móvil e hizo la llamada.
—¿Alguna novedad?
«El médico va a hacerle la autopsia mañana, antes del mediodía. Ahora mismo
tienen el caso archivado como muerte sospechosa, puede que suicidio. No hay
marcas de lucha en el cuerpo. Pero todo el mundo cree que al final había metido la
pata hasta el fondo; al parecer, la mujer a la que le pintó el abrigo en San Francisco es
la esposa de algún político importante.»
—¿Cuándo tendremos los resultados de la autopsia?
«No lo sé. Te llamo en cuanto sepa algo. Entretanto, he solicitado una orden
para que me den una copia de sus llamadas de teléfono.»
—Bien. Una cosa más, tengo una prueba extraviada que deberías recoger si al
final investigan el caso por asesinato.
«¡Hijo de puta!»
—Supongo que tu mujer no te ha dicho nada de la agenda que se trajeron a
casa.
«¡No me lo puedo creer! ¡Sabe cuáles son las reglas al respecto!»
Kix casi se echa a reír. Por alguna razón, dudaba mucho que la hermanita de
Cady siguiera las reglas al pie de la letra durante mucho tiempo. Sería todo un reto,
pero Kix tenía intención de que a Cady no se le pegaran esas mismas costumbres.
—Te mantendré al corriente —le dijo a Kieran antes de colgar. Se detuvo el
tiempo suficiente para asegurarse de que Cady siguiera en su despacho antes de
llamar a Adrienne y conseguir la dirección de Valdez, además de la confirmación de
que el jockey no tuviera ninguna carrera al día siguiente.
Iba siendo hora de hacerle una visitilla a Ángel Valdez. A lo mejor sólo con
mostrarle la placa y la foto del intercambio de coca Valdez se rendía y le contaba la
historia.
Cady volvió al cabo de unos minutos completamente emocionada.
—¡BAR es Betty Anne Remmick! Me he ceñido a la tapadera de que soy
fotógrafa, pero le he dicho que eres sheriff y que estabas investigando algo malo en el
hipódromo, sin especificar mucho. ¡Está dispuesta a hablar con nosotros ahora!
—¿Betty Anne Remmick?
—La manifestante… la rubia que me dio el panfleto y que parecía de verdad
interesada por la causa. Cuando fui a hacer las fotocopias, vi su formulario e hice la
conexión.
Kix se levantó del sillón, la cogió en brazos y le dio un beso.
—¡Estás hecha toda una detective, muñeca! Vamos a ver si conseguimos reunir
algo de información.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 11

Cady sintió lástima por Betty Anne Remmick; tenía el rostro rojo de haber
llorado.
Betty Anne se apartó de la puerta para dejarles pasar, sorbiendo por la nariz.
—Adelante.
Su casa era un desastre, pero no se debía al sufrimiento de Betty Anne. Había
cientos de panfletos esparcidos por todos lados y, allí donde no hubiera papeles o
ropa sucia, vieron platos amontonados con trozos de comida reseca.
Betty señaló un sillón sucio y desgastado y Cady se preguntó si sería muy raro
interrogarla sentada sobre Kix; luego recapacitó, pues el estar sentada sobre las
rodillas de Kix sólo le dejaría pensar en el sexo y ya se le estaba haciendo
suficientemente pesado pensar en otra cosa teniéndole cerca.
Se sentó al borde del sofá, ocupando el menor espacio de asiento posible
mientras observaba un calcetín de hombre y unos calzoncillos en la alfombra que
había bajo la mesita de café.
—Vuestra llamada fue como la respuesta a mis plegarias. Cuando me contaron
que Danny había muerto, fui a la comisaría. Al principio no querían contarme nada,
pero después empezaron a preguntarme si sabía que Danny traficaba con drogas. ¡Ni
de coña! ¡Él no era así! Después me dijeron lo de la sobredosis de cocaína… ¡eso es
mentira! Danny ni siquiera bebía sodas ni comía comida basura.
—A veces la gente puede engañarte —dijo Kix.
Betty Anne cogió un pañuelo y se sonó.
—Danny no. El y yo éramos así. —Levantó una mano con los dos primeros
dedos apretados—. Llevamos juntos desde principio de año.
—¿Cómo conociste a Danny? —preguntó Cady.
Betty Anne volvió a sorber la nariz y luego suspiró.
—Le conocí en una concentración. Él estaba más preocupado por los derechos
de los animales que por su bienestar, pero nos sentimos atraídos. —Miró a Cady a los
ojos—. Ya sabes cómo es; a veces ves a un tío y de pronto todo encaja. —Cady se
movió y acabó rozando a Kix. Le asintió a Betty Anne—. Bueno, pues así fue.
Después de la manifestación fuimos a su casa y… ya sabes. Fue tan bien como había
pensado; de ahí en adelante, empezamos a vernos cada vez que podíamos. Era
como… como… no sé cómo explicarlo… Completamente alucinante. Lo mejor.
—¿Por eso iba Danny a Bay Downs a manifestarse? —preguntó Cady—. ¿Por
ti?
Betty Anne empezó a juguetear con el panfleto que había sobre la mesita de
café.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—No, Bay Downs fue idea suya.


Cady seguía sin conseguir que esa pieza del puzzle encajara. Si la idea de
manifestarse en el hipódromo había sido de Danny, ¿por qué no se había
comportado como en la protesta contra las pieles?
—Mi hermana vio a Danny en la protesta contra las pieles de San Francisco.
Betty Anne se sonó la nariz.
—Yo no fui, pero uno de nuestros amigos me contó lo que sucedió. —Volvió a
empezar a llorar—. Yo tenía trabajo, a lo mejor sí hubiera ido… Danny era uno de los
chicos más valientes que he conocido nunca; estaba dispuesto a hacer lo que fuera
por una causa, si creía en ella.
—¿Le viste después de que le arrestaran? —preguntó Kix.
Betty Anne sacudió la cabeza.
—La última vez que le vi fue el domingo; vinimos aquí después de las protestas
y nos quedamos el resto del día.
—¿Por qué se interesó por las carreras de caballos? —preguntó Kix.
—No lo sé; él era así. Le interesaban un montón de causas distintas.
—¿Seguiréis manifestándoos el resto, ahora que Danny no está? —preguntó
Cady.
—No; a mí me gustaría. Cuando me enteré de qué les hacían a los caballos,
quise hacer algo, pero estaría sola. Los otros tres no van a volver.
Cady se echó hacia delante.
—¿Y eso?
Betty Anne volvió a juguetear con el panfleto; se movió incómoda en el asiento
hasta que al final suspiró y preguntó:
—No sacarás esto en tu libro, ¿verdad?
A Cady le costó un segundo recordar Un día en las carreras, el libro que los
manifestantes creían que estaba escribiendo.
—¿Qué no irá en el libro?
—Lo que voy a contarte.
—Si me dices que no quieres que salga, no lo meteré.
—Muchos no se sienten a gusto manifestándose; de todas formas, hay
demasiadas causas. Es difícil conseguir a más de una persona, especialmente los fines
de semana. Danny tampoco encontraba a nadie más que quisiera manifestarse, así
que me preguntó si conocía a alguien que estuviera dispuesto a venir si les
pagábamos.
—¿Así que Danny pagó a los otros tres manifestantes para que estuvieran allí?
Betty Anne asintió y luego añadió, a modo de defensa:
—También sucede en otras manifestaciones. Habríamos parecido estúpidos si
llegamos a ir los dos solos; pero cinco ya parecía una protesta en condiciones.
Kix miró a Cady y ésta supo que estaban pensando lo mismo: "sigue el dinero".
Era imposible que el trabajo de Danny en el refugio de animales diera lo suficiente
para poder permitirse el "alquiler" de los manifestantes, y quien los contratara no les
habría dejado estar allí sentados, pasando de todo como Danny.

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—¿Danny y tú reunisteis el dinero para pagar a los manifestantes? —preguntó


Cady.
—No. Danny se encargó de ello. —Betty Anne miró su apartamento—. A mí se
me va casi todo el salario en pagar este sitio y el seguro de mi coche.
Kix se inclinó hacia delante, el vivo retrato de la compasión:
—Betty Anne, ¿crees que Danny traficaba con drogas para pagar a los otros tres
manifestantes?
—¡No! —exclamó entre sollozos, y volvió a levantar los dos dedos—. Éramos
así; si hubiera estado haciendo algo así, lo habría sabido.
—¿Qué me dices del FLA? ¿Crees que le daban dinero a Danny para que
pudiera contratar a los manifestantes?
Antes de que Kix hubiera terminado de hablar, Betty Anne ya había empezado
a sacudir la cabeza con vehemencia.
—No. Él no estaba en el FLA lo hablamos y me juró que no era miembro.
Cady leyó entre líneas y preguntó:
—¿Y qué te hizo pensar que sí que lo era?
—No lo pensé. —El rostro de Betty Anne se cerró en banda y Cady supo que no
iban a conseguir sacarle lo que supiera o sospechara de la relación de Danny con el
FLA. De todas formas, tampoco importaba. Si el FLA había pagado a Danny, Cady
sospechaba que esperarían ver los frutos de su dinero, y habrían echado un vistazo
para asegurarse de ello.
—¿Viste alguna vez a Danny hablando con alguien que trabajara en el
hipódromo? —preguntó Kix, apoyando una mano en la rodilla de Cady mientras le
pedía en silencio que le pasara el sobre manila donde había metido las fotos de
Valdez y de su agente, y la de Valdez con Danny.
—No —dijo Betty, mirando el sobre.
Kix sacó la foto de Ángel y Gordo.
—¿Reconoces a estos hombres?
—No.
—Cuando estabas con Danny, ¿solíais ir a su casa u os quedabais aquí?
Se lamió los labios.
—Normalmente aquí, aunque a veces íbamos allí.
Kix la estudió atentamente antes de decir:
—¿Estás segura de que no reconoces a ninguno de estos hombres?
—Segura.
Deslizó los dedos en el sobre manila y agarró la otra foto sin llegar a sacarla.
—¿Viste alguna vez a Danny pasar cajitas del tamaño de un tarjetero?
Volvió a cerrarse en banda, pero esta vez parecía nerviosa y enfadada.
—No traficaba con drogas, pero si pensáis que sí, podéis marcharos ahora
mismo de aquí. —Miró a Cady con enfado—. ¡Me dijiste que querías ayudarme!
Cady se sentía atrapada, insegura de si debía hacer el papel de "defensora de
Danny" o mantenerse al margen de lo que hacía Kix.
Kix suspiró y sacó la foto lo justo para que se viera que se había tomado en una

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ciudad.
—Betty Anne, puede que esto te asuste, así que prepárate —dijo Kix—. En estos
momentos los policías que investigan la muerte de Danny no tienen una copia
porque me parece que alguien estaba intentando jugársela a tu novio; mañana le
harán la autopsia, si resulta que Danny fue asesinado, van a empezar a buscar el
porqué y hay muchas probabilidades de que lleguen a la conclusión de que le
mataron por traficar. —Kix levantó la mano para que no protestara—. Digo que eso
es lo que van a decir los policías que investigan la muerte de Danny; no tiene por qué
ser necesariamente la respuesta que más me guste. Por eso necesito tu ayuda, para
llegar al fondo de este asunto. —Sacó la foto y la dejó sobre la mesa—. ¿Has visto
alguna vez estas cajitas por su casa o en el coche?
Betty Anne se echó a llorar y se cubrió la nariz con el pañuelo empapado.
Sacudió la cabeza.
—Nunca.
—¿Has escuchado alguna vez alguna conversación sobre lo que ocurría en el
hipódromo?
—No hablábamos tanto —dijo entre sollozos—. Quiero decir sobre el
hipódromo. Solíamos hablar de otras cosas, como por qué a la gente le gustaba llevar
abrigos de piel o por qué era tan difícil que la gente se preocupara de dónde venía lo
que se comían.
Kix sacó un bolígrafo del bolsillo y escribió B, BCC y AV en el sobre manila.
—¿Te suena alguna de estas iniciales? Lo más seguro es que sean personas.
Betty Anne frunció el ceño, concentrada, y movió los labios mientras leía en
silencio las iniciales; pero volvió a sacudir la cabeza.
—No.
—¿Qué me dices de los amigos de Danny? —preguntó Kix.
—Los únicos a los que conocí cuando iba con Danny eran otros manifestantes o
a los de su trabajo; a veces iba allí cuando estaba trabajando. Y fui al banquete que
dieron a principio de año, pero no solíamos quedar mucho con otra gente, para ir al
cine ni nada.
Kix recogió las fotos y las metió en el sobre, luego cogió uno de los panfletos y
garabateó su número de teléfono.
—Si se te ocurre algo, llámame, ¿de acuerdo?
—Vale.

Se fueron un par de minutos después; ya en la camioneta de Kix, Cady dijo:


—Creo que decía la verdad en todo menos en lo del FLA.
—Yo también.
Kix la tomó de la mano y la puso sobre su muslo antes de cubrirla con la de él.
Cady miró a sus manos unidas. Era muy cursi, pero el que lo hiciera consiguió que el
corazón le diera un vuelco y el estómago se le revolviera tontamente.
—Creo que deberíamos hablar con Ángel Valdez —dijo Cady.

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—Todo a su debido tiempo, muñequita. Hoy hay carrera, así que puede que no
sea fácil cogerle sin nadie de por medio. —Kix le apretó la mano—. Te voy a decir lo
que creo, ¿por qué no vas a las tribunas, a ver si le sacas algo a Ernie la Comadreja? A
lo mejor consigues averiguar algo sobre el paradero de Tiny Johnson y Roberto
González, y sobre por qué Ernie te dijo algo de él al principio. Entretanto, iré a visitar
a otras cuantas personas, a ver si conseguimos que este puzzle empiece a cobrar algo
de sentido de una vez por todas. —Se llevó la mano a la boca y le dio un beso—. Y
después podemos encontrarnos en tu casa e intercambiar historias.

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Capítulo 12

Estaba seguro de que su muñequita no iba a perdonárselo cuando se enterara,


pero no pensaba dejar que nada la pusiera en peligro.
Valdez era la clave ahora mismo, pero no el hombre tras lo que estaba
sucediendo en el hipódromo; Kix se apostaba lo que fuera.
Seguía dándole vueltas a la situación; casi siempre favorecía la idea del dinero
cuando se trataba de los motivos para cometer un crimen. El problema era que aún
no había descubierto quién sacaba tajada desbancando a Adrienne.
El que Valdez estuviera implicado le descolocaba por completo; Adrienne le
había dejado correr con algunos de sus caballos y había ganado más veces que
perdido. Por lo general, nadie cortaba su fuente de ingresos sólo por vengarse.
Vale, Terry había pateado el culo de Valdez, pero por lo que le había contado
Adrienne, los caballos drogados no tenían nada que ver con el padre de Terry;
pertenecían a otros miembros de la familia. ¿Y qué hacía Valdez sacando la droga de
un manifestante en contra de las carreras a quien le pagaban por estar allí?
Apestaba. Lo había hecho desde el principio, pero empeoraba por momentos.
Alguien estaba moviendo unos hilos muy poderosos para cubrirse el culo y esconder
los motivos de verdad.
Kix se tensó ante la idea de que Cady llamara la atención de quien estuviera
detrás de esto. No quería que acabara muerta en algún "accidente"; porque todo
aquello trataba de eso, de alguien a quien le gustaba mantenerse en la sombra y
alejado de las acusaciones.
Bien, nada como el presente para intentar conseguir algunas respuestas. Kix
aparcó el coche frente a la dirección que le había dado Adrienne.

Red, Jimmy y Ernie estaban donde siempre. Dieron la bienvenida a Cady como
a un amigo al que hacía tiempo que no veían.
—Jovencita —dijo Ernie—. ¡Qué sorpresa y placer! Por desgracia, ya sólo queda
una carrera en el programa.
Red puso los ojos en blanco.
—Me alegro de verte, ¿sigues en racha?
Cady se echó a reír.
—Dame un segundo para que vea el programa.
Jimmy hundió la mano en la bolsa que tenía al lado y sacó un bollo, que mordió
haciendo ruido mientras miraba los participantes de la última carrera.
—¿Nunca vais a ver los caballos? —preguntó Cady. Había un recinto donde

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cualquiera podía ir a ver los caballos a medida que los sacaban y ensillaban, antes de
salir a la pista de calentamiento.
—No —dijo Jimmy—. Eso sólo consigue confundirte. —Golpeó su Daily Racing
Form—. Todo lo que necesitas saber está aquí.
Cady miró a Red para que se lo confirmara, y éste asintió con gesto serio.
—Si los números no mienten, ¿cómo es posible que los tipos como vosotros, que
sabéis interpretarlos, no salen ricos de aquí cada vez que vienen?
Ernie suspiró con dramatismo.
—Ah, jovencita, acabas de dar en el clavo de lo que vuelve del revés a los
profesionales como nosotros. Los caprichos del destino… el poder de los dioses…
—Jesús, Ernie —le interrumpió Red—. El problema es que los números no
cuentan la historia entera.
Jimmy asintió.
—A veces un caballo tiene un mal día, o un jockey la fastidia.
—Y a veces simplemente sucede —dijo Cady.
Red miró su programa.
—Creo que voy a empezar a jugar al bingo de mi parroquia en lugar de a los
ponies.
—Sería demasiado poco para ti —dijo Cady—. A no ser que vayas buscando
una buena viuda; entonces sí que puedes pasártelo bien en el bingo de la parroquia.
—Cuenta conmigo —dijo Jimmy después de acabarse una barrita de
chocolate—. Mi suerte con las mujeres es aún peor que con los ponies.
Cady sonrió.
—Bueno, pues vuestra suerte acaba de cambiar. Sigo teniendo parte de mis
ganancias. Chicos, ¿qué os parece si os invito a cenar algo cuando termine la última
carrera? ¿Hay algún sitio por aquí cerca?
Jimmy se levantó cómo pudo de la silla para ir a hacer su apuesta.
—Sticklers tiene las mejores hamburguesas y patatas de por aquí.

Los ojos del jockey se agrandaron al darse cuenta, demasiado tarde, de que
debería haber comprobado por la mirilla quién era antes de abrir la puerta. Kix se
metió en el apartamento y cerró la puerta tras él.
—Sabes quién soy y qué vengo a buscar —le dijo; le sacaba unas cuantas
cabezas.
—No sé nada.
—Mentira. —Abrió el sobre manila y sacó la foto del intercambio de coca.
—Madre de Dios.
Una oleada de satisfacción recorrió a Kix; podía oler el miedo brotando de sus
poros.
—Tienes problemas más serios aparte de dopar los caballos de Adrienne. Tu
compi de foto está muerto —dijo Kix, observando cuidadosamente la reacción de
Valdez.

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El jockey apartó los ojos de la foto y, si Kix estaba interpretándolo bien, el


miedo de Valdez acababa de alcanzar un nuevo límite y no porque fuera culpable de
haber matado a Meyers.
—La poli lo encontró muerto —le dijo Kix—. Ahora mismo no tienen su
agenda, ni ninguna copia de esto, así que no saben que te reunías con Meyers todos
los lunes. Esta es tu oportunidad de intentar llegar a un acuerdo, conmigo de
intermediario.
Valdez empezó a sudar por la frente.
—¿Qué quieres?
—Quiero saber quién te dijo que drogaras los caballos de Adrienne y por qué.
Valdez volvió a mirar la foto y Kix prácticamente se ahogó con el olor del
miedo que recorría al jockey, pero Valdez dijo:
—Nadie me dijo que lo hiciera, lo hice solo.
Kix sacudió la cabeza.
—Vuelve a intentarlo. No tienes nada en contra de Adrienne. —Los ojos del
jockey se pasearon por el apartamento como si estuviera buscando ayuda. Kix
sacudió la foto y la atención de Valdez volvió inmediatamente a ella—. Venga,
Valdez, ¿por qué cargar con el muerto de otro? Dime quién quería que suspendieran
a Adrienne y haré lo que esté en mi mano por que el juez sea bueno contigo.
Valdez empezó a sacudir la cabeza antes de que Kix terminara.
—Nadie me lo dijo, lo hice solo.
Kix apretó los dientes; estaba entre la espada y la pared. Valdez no iba a delatar
al culpable; estaba demasiado muerto de miedo. Y Kix no tenía jurisdicción en el
caso… mierda, el forense ni siquiera había determinado aún la causa de la muerte de
Meyers. La foto y la agenda eran, como mucho, pruebas circunstanciales.
Kix sacó la placa y un bolígrafo, e hizo sudar a Valdez un poco más; le hizo
sudar hasta que consiguió una confesión firmada en la parte posterior de la
fotografía.
No serviría de nada en un juicio, pero tampoco era necesario; no, si con ello
conseguía que quien estuviera tirando de los hilos de Valdez hiciera algo estúpido, o
si asustaba a Valdez y éste hablaba.
Aun así, a Kix no le hizo gracia la idea de dejar a Valdez allí. Era un riesgo
calculado, muy poco seguro para Adrienne. Si se veían obligados, podrían utilizar la
confesión para limpiar el nombre de Adrienne; pero por lo que respectaba a Kix, no
podía volver a Texas hasta estar seguro de quien hubiera intentado arruinar a Addie
no iba a intentarlo de nuevo.

Sticklers estaba a una manzana del hipódromo. La decoración era de lo más


ecléctica y, pese a que la señal de la puerta decía que el aforo de aquel lugar era de
sesenta y cinco personas, no debía de haber más de diez personas allí, incluyendo al
personal.
Jimmy se abrió paso hasta una mesa al fondo de la sala, y al cabo de unos

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segundos una camarera se les unió. Cady pidió una crêpe con fruta y un batido de
chocolate. Los hombres sacudieron las cabezas y dijeron que tomarían lo de siempre.
—La comida como esa va a acabar contigo —dijo Jimmy cuando la camarera
desapareció—. El cuerpo necesita una cantidad determinada de grasa para que todo
funcione. Es el lubricante.
Cady se inclinó hacia delante con expresión sería.
—Probablemente no debería contaros esto —les susurró—. Por eso gané el otro
día.
—¿El qué? —preguntó Jimmy, acercándose tanto que sus narices casi se
tocaron.
—Purificar el cuerpo y alma, ése es el truco. Nada de comida basura, ni sodas;
vivir sano y comer sano. Si adoptáis ese estilo de vida, vuestra mente se abre al
cosmo y podréis mirar el programa de carreras y "saber" sin más quién va a ganar.
La expresión de Jimmy mientras se veía dejando todo a lo que le tenía tanto
apego fue tan cómica que Red resopló y le golpeó el muslo, y Ernie se rió tanto que
se le saltaron las lágrimas.
Jimmy gruñó disgustado y se recostó sobre su silla.
—Por unos segundos me lo he creído. Teniendo en cuenta la mala suerte de
estos últimos días, habría estado casi dispuesto a hacer régimen… ¿pero entonces
qué me quedaría?
Un hombre bajito y calvo trajo las bebidas y las puso sobre la mesa. Red se
volvió hacia él:
—¿Qué tal, Russell? Parece que esto está tranquilo.
—No es ninguna novedad; este sitio está muerto una noche sí y otra también.
Solía estar hasta arriba los días de carrera, tuve que contratar a más personal y todo,
¡entonces sí que hice dinero! Pero no ha vuelto a estar así desde hace un par de años.
—Aparte del negocio —dijo Ernie—, ¿tú qué tal?
Russell se detuvo y miró a su alrededor, después se sentó y se inclinó hacia
delante. En voz baja, les dijo:
—Estaba deseando que aparecierais por aquí, ¿habéis oído algo acerca de que
vayan a cerrar el hipódromo?
Ernie miró brevemente a Cady a los ojos antes de decir:
—¿Qué has oído, Russell?
—Sólo una vez. Hace un par de semanas Valdez y González vinieron a tomarse
unas copas. Aquella noche andaba escaso de personal, así que estuve atendiendo las
mesas yo mismo. Estaban más borrachos que nunca, y mucho más habladores que de
costumbre, así que les pregunté si tenían algún cotilleo interesante… ¿por qué no
tirar algo de dinero en las carreras antes de que este negocio me deje completamente
seco?
«González dijo: "Yo sé un cotilleo, Russell. Di adiós a las carreras; dentro de
poco, lo único que va a haber allí son apartamentos y chalets".
»Eso hizo que Valdez también hablara, por lo que saqué en claro, dos de cada
tres palabras eran una maldición. —Russell sacudió la cabeza con tristeza—.

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Hablaban demasiado rápido en español como para que les entendiera, y cuando le
pregunté a González que a qué se había referido con lo de los apartamentos y chalets,
actuó como si hubiera estado bromeando.
»Después empecé a pensar en lo muerto que está el hipódromo últimamente y
en lo que pago yo de alquiler aquí; y la cantidad de dinero que deben de valer los
terrenos del hipódromo. Venga, hombre, es el único sitio por aquí para construir…
—Volvió a encogerse de hombros y miró a Ernie—. ¿Has oído algo de que vayan a
cerrar?
Antes de que Ernie pudiera responder, Red ahogó una patata frita en el
Ketchup.
—No los veo cerrando el hipódromo; ese sitio es una institución.
Russell sacudió la cabeza.
—Los tiempos cambian. Allá donde mires están tirando lugares para construir
viviendas unifamiliares y pisos. Tengo que decírtelo, y odio hacerlo, pero la razón
por la que me interesa tanto el rumor es porque me gustaría que fuera cierto. En los
viejos tiempos el hipódromo era beneficioso para los negocios; pero ahora no viene
nadie. Tengo unos cuantos asiduos del hipódromo que siguen viniendo, pero ya está.
Un montón de apartamentos y casas serían buenas para el negocio, la gente
empezaría a ver este sitio como su bar de siempre. A lo mejor incluso podría
permitirme contratar a más personal y tomarme unas vacaciones un par de veces al
año.
—Sigo sin verlo —dijo Jimmy—. Aparte de una institución, los Johnsons
tendrían que ponerse de acuerdo, y eso sí que sería complicado. Venga, ni siquiera se
hablan desde hace tiempo.
Russell hundió los hombros.
—Sí, eso es cierto.
La camarera llegó con la cuenta. Cady sacó el dinero y dejó buena propina, lo
que le valió una sonrisa agradecida.
Mientras volvían hacia el aparcamiento del hipódromo, Cady se puso junto a
Ernie.
—No has contestado a la pregunta de Russell.
Ernie sonrió en dirección a Cady.
—He escuchado cosas, cosas que me hacen pensar que Roberto es el hombre
con quien quieres hablar.
—El problema es que Roberto González anda desaparecido estos días.
—Para el sheriff de Texas que viene de visita sí, pero no para una fotógrafa que
además es nieta de Bulldog Montgomery.

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Capítulo 13

Kix seguía pensando en la reunión con Valdez cuando aparcó frente a la casa de
Cady. Mierda, si no estuviera seguro, habría jurado que lo que le revolvía el
estómago era la culpabilidad, y no que la hamburguesa que se había tomado le
hubiera sentado mal. Pero, qué demonios, ¿desde cuándo un sheriff compartía toda
la información que tenía con un civil? Aunque la civil en cuestión sea una
investigadora privada bastante buena y una mujer de armas tomar.
Reforzó su decisión. Empieza como pretendas seguir. ¿No había sido siempre
ese su lema?
Ni siquiera le había contado a Adrienne la conversación que había mantenido
con Valdez cuando paró en su casa a pedirle que guardara el sobre con la confesión
en la caja fuerte de su despacho, ¡y si alguien merecía saberlo era Addy! Pero ahora
mismo aún tenía demasiadas cosas de las que ocuparse.
La confesión y la foto de Valdez y Meyers, junto con el informe de la policía
acerca de la droga, probablemente bastaran para que Addy recuperara su licencia.
Pero necesitaba un día para perseguir a Tiny Johnson y tal vez hacerle sudar lo que
supiera… pues basándose en todo lo que había descubierto de aquel hombre, el
cerebro de Tiny no era mucho más grande que su nombre. Y estaba completamente
seguro de que Tiny era incapaz de urdir un plan complicado o reunir el dinero
necesario para financiarlo.
Suspirando, Kix cogió la bolsa del asiento del copiloto y bajó de la furgoneta.
Hiciera lo que hiciera, estaba jodido. Si le contaba a Cady lo que había hecho, tendría
que preocuparse porque se destapase la liebre y le hicieran daño; pero si no se lo
contaba inmediatamente, tenía todas las probabilidades de que le echara a los perros.
Hundió los hombros y se dirigió hacia la puerta principal. De acuerdo, no era
como el resto de mujeres, pero por experiencia sabía que todas acababan cediendo
con mucho amor. Y, mientras tanto, no había mejor defensa que un buen ataque.
La polla le dio un brinco al pensar en lo que estaba planeando. No había mejor
tiempo que el presente para experimentar, aunque Dios sabía que iba a pagarlo
después caro con sus hermanos, jugando al póquer. Rió y sacudió la cabeza. ¿A
dónde iban a llegar si tenía que guiarse por lo que le había contado su hermano
pequeño acerca de los tapones anales? Qué cojones, se había metido en aquella
tiendecita especializada y se había encontrado con más opciones que un ganadero en
una subasta.
Normalmente se enardecía de estar más que dispuesto a hacer preguntas duras
a extraños, pero en la tienda esa había tenido que controlarse… y eso que el hombre
que la regentaba había estado más que dispuesto a ayudar. Por la forma en que el

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tipo ese movía las pestañas y le miraba, Kix estaba convencido de que había tenido
más de una experiencia metiéndose cosas por el culo.
¡Kix no había querido entrar allí! No le importaba lo más mínimo lo que el tipo
ese hacía en su habitación ni con quién lo hacía, siempre y cuando no estuvieran
infringiendo ninguna ley. Pero no había querido escuchar ningún comentario
personal acerca de las virtudes de un aparatito u otro, pero como no tenía tiempo de
ir en busca de otra tienda donde, además, se encontraría con la misma variedad de
productos, había llamado a Walker.
Kix sacudió la cabeza. Oh, sí, esas cartas acabarían encima de la mesa. Era
imposible que Walter se lo callara; y la próxima partida de póquer que jugaran, Kix
estaba seguro de que acabaría arrepentido.

El corazón de Cady pegó un brinco al ver a Kix. Uff, la forma que tenía de
andar y su sonrisa le volvían del revés.
Ranger levantó la cabeza y se dirigió hacia la ventana, junto a ella. Le frotó las
orejas antes de ir a abrir la puerta. La mezcla del brillo de los ojos de Kix y su sonrisa
letal hizo que tuviera que apretar las piernas.
—He comprado una cosita, muñeca. ¿Por qué no vamos directos al dormitorio?
Cady miró la bolsa que llevaba en la mano y se le encendieron las mejillas.
¿Estaba diciendo lo que creía?
La sonrisa ronca de Kix hizo que le mirara a la cara. Se estremeció al ver lo que
había en ella. Parte de él bromeaba, viendo si de verdad consentiría en llevar a cabo
su fantasía; la otra se moría de curiosidad y deseo, y era mortalmente seria en cuanto
a sus intenciones.
Se lamió los labios nerviosa y Kix la abrazó.
—Confía en mí, muñeca.
—Lo hago —le susurró, permitiendo que la guiara hasta el dormitorio.
Kix se detuvo para sacar algo del bolsillo y dárselo a Ranger.
—Toma, compañero. —Al ver la expresión de Cady, dijo—: Chuches de perro.
—Luego la arrastró hasta la habitación y cerró la puerta.
Kix lanzó la bolsa a la cama y volvió a abrazar a Cady.
—Cuando no quieras hacer algo, no tienes más que decirlo —le susurró contra
la boca, antes de cubrirle los labios con los suyos, empujando, jugando y retorciendo
su lengua contra la de Cady hasta que el coño de ésta empezó a palpitar y frotó las
caderas contra su gruesa e incipiente erección.
La necesidad de respirar llegó después de la necesidad de sentir el contacto de
su piel contra la de ella. Casi desesperadamente, los dedos de Cady lucharon por
soltar los botones de la camisa; cuando lo hicieron, dibujó los músculos de su torso
con la mano para dirigirse después hacia las puntas duras de sus pezones.
Kix gimió, le agarró el trasero con las manos y le apretó la pelvis con más fuerza
contra la de él. Dios, qué difícil era pensar en nada que no fuera ponerse sobre ella y
meterle la polla hasta el fondo.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Cady, muñeca —susurró, parando para respirar y obligándose a ocupar las


manos en desvestirla.
Incluso los pocos segundos que le llevó quitarle la ropa le parecieron
demasiados. Cady se estremecía de deseo, maravillada ante el poder del cuerpo de
Kix, por la forma en que su polla palpitaba bajo su mano, con la cabeza brillante de
semen. Al pasar el dedo por la sedosa superficie, la respiración entrecortada de Kix,
la forma en que apretó el trasero y le dijo: "Estás matándome, muñeca",
incrementaron su confianza como nada antes. Quiso satisfacer a ese hombre, ser su
fantasía.
Con la verga de Kix aún en la mano, Cady se fue poniendo cómoda sobre la
cama. Kix se rió y la siguió, agarrándose a sus pechos en cuanto dio con la espalda
sobre la colcha. Cady arqueó la espalda y Kix respondió a su petición silenciosa; sus
lamidos pasaron a ser chupetones dominantes y mordiscos posesivos hasta que Cady
estuvo desesperada por tenerle.
—Por favor, Kix —le suplicó, tirándole del pelo con los dedos mientras abría las
piernas, plegaria silenciosa de que la penetrara. Gritó cuando se apartó de ella, le
puso las manos en las caderas y le dio la vuelta.
—Aún no, muñeca. Levanta bien ese culito precioso que tienes.
Cady se estremeció al sentir las ariscas manos de Kix acariciándole el trasero.
Una excitación nerviosa la recorrió mientras se ponía poco a poco de rodillas.
La polla le dio un brinco al ver que la obedecía, al ver la confianza que tenía en
él y que le hacía ir en contra de su naturaleza cauta y de su nerviosismo. Le pasó los
dedos por las mejillas del culo, deslizándolos hacia abajo hasta frotarle los muslos
cerrados. Joder. Todo en ella era una distracción. Estaba tan cachonda y húmeda, tan
inflamada que tenía el pene prácticamente en llamas de deseo de enfundarse en su
dulce coño.
Rodeó el pene con la mano que le quedaba libre, desesperado por reducir la
urgente palpitación que oía como un segundo latido de corazón.
—Abre las piernas —gruñó, apretando con fuerza la verga en cuanto Cady
obedeció y le mostró sus labios húmedos y gordos.
Gimió, incapaz de contenerse e inclinarse para pasarle la lengua por la raja,
para probarla.
—Joder, Cady, no me canso de ti —le susurró, retrocediendo y obligándose a
coger la bolsa que contenía el tapón, contento de haberse ocupado de prepararlo
antes.
Cady se puso tensa y Kix utilizó los dedos de la mano para volver a metérselos
en el coño, mojándolos así en su leche y utilizándola para facilitar la entrada al ano.
—Relájate, muñeca —le susurró, apartando los dedos y tomándose unos
segundos para abrir la tapa del lubricante y echarlo sobre el tapón, antes de volver a
presionárselo contra la piel fruncida del culo. Cady se estremeció, y él se movió para
poder besarle la columna hacia arriba hasta que la lengua y los labios le
atormentaron las orejas, sin dejar de introducirle cada vez un poco más el tapón por
el estrecho y virgen ano. Para cuando la parte plana de la base del tapón dio contra

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los cachetes, estaban los dos sudando y temblando.


Cady sintió ganas de llorar… gritar… suplicar, pero lo único que consiguió fue
susurrar:
—Por favor, Kix.
Suficiente.
Cubrió el cuerpo de ella con el suyo y presionó la cabeza de la polla contra la
apertura de su raja.
—Dios, muñeca, estás tan prieta —gimió, metiéndosela como pudo y enviado
oleadas de sensaciones que atravesaban a Cady, el placer y el dolor tan íntimamente
unidos que la abrumaban.
Kix se sentía como un toro salvaje resoplando. Nunca se había follado nada tan
pequeño, y estaba a punto de matarle de placer. Hundió la cabeza en el hombro
sudoroso de Cady mientras le metía los últimos centímetros de verga y luchaba
contra la necesidad de entrar y salir de ella con fuerza.
—Tranquila, muñeca —le susurró desesperado contra la suave piel del hombro.
Sus gemidos y súplicas estaban terminando con su control, de la misma forma que el
tenso apretón de su cueva le producía una agonía placentera.
La polla le palpitaba y presionaba, tenía las pelotas tensas y al rojo vivo ante la
necesidad de correrse. Pero no quería moverse, no quería abandonar ese momento de
éxtasis puro. Quería saborear la sensación de que los cálidos músculos de Cady le
apretaran y mecieran la verga, mientras su delicado y precioso cuerpo se estremecía
sumiso bajo él.
Joder, no había contado con que aquello le gustara tanto, con enfrentarse al
hecho de que pudiera necesitarlo. Aunque debería haberlo hecho, debería haberse
dado cuenta de que todo lo que estuviera relacionado con Cady era adictivo.
Cady se movió, apretando hacia atrás y enviando una oleada de ardiente deseo
al mango de Kix, amenazando su control. No pudo evitar responder a su silenciosa
súplica, moverse dentro y fuera, despacio al principio y más rápido y fuerte después,
igualando sus gemidos y jadeos a los de ella mientras los llevaba más y más arriba,
hasta que los dos cedieron al placer de un orgasmo que les dejó sin sentido.

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Capítulo 14

Cady salió del cuarto de baño, fresca después de la ducha, justo cuando Kix
volvía a guardarse el móvil en el bolsillo; por la expresión tensa de su rostro, supo
que las noticias no eran buenas.
—¿Qué ha pasado?
—Han encontrado coca en el casillero de Terry, en el hipódromo.
Se colocó frente a él para verle, examinando mentalmente las diferentes
posibilidades.
—¿Y qué dice Terry?
—Jura que jamás ha tocado esa mierda y que no tiene ni idea de cómo ha
llegado hasta ahí.
—¿La crees?
—Sí; creo que casi siempre está rabiosa como un perro salvaje, pero no es tan
tonta como para tomar cocaína y perder la oportunidad de montar. Venga, creo que
eso es lo único bueno que puedo decir de ella: tiene un sueño y está persiguiéndolo,
sin contar con su personalidad.
—¿Van a hacerle alguna prueba de toxicología?
—La han mandado a un laboratorio para hacerle una prueba de sangre. Pero
desde esta mañana está suspendida; no puede poner un pie allí siquiera.
—Esto no parece favorecer a Adrienne. —Cady sacudió la cabeza—. ¿Por qué
ahora? ¿Por qué no dejaron la droga en el casillero de Terry el mismo día que los
caballos de Adrienne dieron positivo?
El rostro de Kix se endureció, pero tenía un ligero brillo de culpabilidad en los
ojos, y pese a todo lo que había pasado entre ellos, Cady de pronto tuvo la espantosa
sensación de que volvía a estar ocultándole algo importante.
—Tengo que irme —dijo.
—¿Vas a casa de Adrienne?
Los ojos le brillaron ligeramente antes de asentir; fue algo tan ligero que, si
Cady no hubiera aprendido del mejor, de Bulldog, no se habría dado cuenta de ello.
La calidez que embriagaba su corazón se evaporó. Al parecer, para él la
confianza sólo iba en una dirección.
—Me gustaría ir contigo.
El silencio se alargó un momento eterno y tenso antes de que dijera:
—¿Por qué no nos reunimos en casa de Adrienne en una hora? Tienes que
encargarte de Ranger y yo quiero pasarme primero por el hipódromo y hablar con
algunos tipos sobre esto. Addy me ha dicho que las autoridades el hipódromo tienen
la potestad de buscar drogas ilegales, pero a no ser que alguien sea peligroso o esté

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montando bronca, no van causando problemas.


—¿Vas a intentar averiguar quién anda detrás del registro de su casillero?
Kix asintió y se acercó a donde estaba ella, de pie y envuelta sólo con la toalla.
Desrizó un dedo entre sus pechos y luego usó la toalla para tirar de ella, inclinarse y
darle un beso espectacular.
—Dame una hora, después nos encontraremos en casa de Adrienne.

Cady se vistió, dejó a Ranger en el jardín de atrás antes de haberle dado de


comer, y luego decidió darle un paseo antes de desayunar ella. Tenía el estómago
revuelto, como si acabara de bajarse de una montaña rusa con demasiados giros y
cuestas empinadas. La sensación se había hecho más profunda, cambiaba de forma y
pasaba de Kix al caso para cuando Cady por fin pudo echarle un vistazo al periódico
y vio el artículo a final de página:

Un jockey se tira del puente Golden Gate

El cadáver de Ángel Valdez, conocido jockey de Bay Downs y Golden Gate


Fields, fue encontrado por los guardacostas esta mañana, a quienes les había
llamado un pescador tras encontrar el cuerpo sin vida del jockey debajo del puente.
Según las autoridades, el coche de Valdez estaba aparcado cerca de la entrada al
puente. No se ha encontrado ninguna nota, pero en el coche había una cantidad
sustancial de cocaína. Las autoridades sospechan que Valdez estaba drogado
cuando murió, pero no podremos confirmar ese hecho hasta que el forense no
complete la autopsia.

El primer instinto de Cady fue llamar a Kix. Llegó incluso a coger el teléfono
antes de recordar la vacilación y el destello que había visto en sus ojos.
En lugar de ello, cogió el periódico y a Ranger y se fue a casa de Adrienne.
Kix ya estaba allí, enzarzado en una pelea con Terry McKay. Pararon cuando
Adrienne llevó a Cady al despacho.
—Supongo que ya os habréis enterado de la noticia —dijo Cady, tomando
asiento y poniendo el periódico doblado en su regazo.
Adrienne levantó las cejas:
—¿Qué noticia?
La sensación de montaña rusa volvió con fuerza y Cady supo que Kix no había
pasado por el hipódromo.
—Han encontrado a Valdez en la bahía. Ahora mismo las autoridades hablan
de que podía ir puesto hasta las cejas de coca cuando saltó del puente.
Cady le tendió el periódico a Adrienne, pero Terry gritó algo sin sentido y lo
agarró. En cuestión de segundos, Terry había hundido la cara en las manos y
sollozaba sin consuelo.
Adrienne se sentó en el sofá junto a su prima y le pasó una mano por la

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espalda, mientras Cady y Kix esperaban a que la tormenta pasara.


A Kix no le hizo falta ver la expresión de Cady para saber que se avecinaban
problemas; su muñequita sabía que no había estado siendo sincero con ella.
Mierda, había ido directo a casa de Valdez cuando debería haber ido al
hipódromo; si lo hubiera hecho, se habría enterado de la muerte del jockey.
Se le encogió el estómago y le entraron ganas de vomitar; había vuelto a hacer
mal su movimiento. Había supuesto que quien estuviera tras esto se retiraría o haría
alguna estupidez, como ir tras él. No había contado con que el jockey fuera a acabar
muerto. Y no estaba dispuesto a tragarse lo del suicidio, no después de que mataran
a un manifestante y lo hicieran pasar por una sobredosis.
Mierda, lo único que quería era resolver todo ese entuerto y poner a Cady a
salvo. Ahora iba a tener que ser sincero respecto a la visita que le hizo a Valdez; no
podía ocultar las pruebas, no cuando la policía investigaba la muerte de Valdez, no
cuando estaba prácticamente seguro de que el forense iba a decretar que la muerte de
Valdez había sido un asesinato.
Y en cuanto le contara a Adrienne lo de Valdez, iba a insistir en que fueran
derechos a las autoridades del hipódromo para que le devolvieran su licencia. Kix no
la culpaba de ello, pero… Joder, eso ni siquiera era lo peor. Cady iba a cabrearse.
Kix se frotó el pecho. Hacer daño a Cady y mirarla a los ojos mientras lo hacía
iba a ser como un puñal directo al corazón.
Los sollozos de Terry remitieron y fueron reemplazados por tragar saliva y
sorberse la nariz.
Kix se encargó de preguntar, aunque con un deje de compasión:
—Superemos esto y dejémoslo de lado, Terry. Empieza a hablar de Valdez.
—Fui tan estúpida —dijo Terry entre hipos—. Pensaba que me quería.
—¿Salías con él? —Adrienne parecía no entender nada—. ¡Pensaba que le
odiabas!
—Y le odio. Ahora. —Terry se detuvo el tiempo suficiente para respirar
hondo—. Le pillé en una cuadra follándose a una de las amazonas de ejercicio.
—¿Eso fue el día que te enzarzaste en una pelea con él? —preguntó Kix.
—Sí.
—¿Sabías que tomaba coca?
Terry asintió.
—Discutíamos sobre ello casi todas las veces que fui a su apartamento. Empezó
a tomarla después de la caída esa que tuvo en enero. A veces perdía los nervios, y
decía que la coca le ayudaba. Tenía familia que dependía de él, decía; la mayoría de
lo que ganaba lo mandaba a México.
Adrienne asintió despacio.
—Recuerdo esa caída. —Tomó aire despacio—. Cuando los caballos dieron
positivo en coca, ¿sospechaste de él?
Terry no quiso mirar a su prima a la cara.
—El que le pillara follándose a esa puta no significa que fuera a arruinar tu
carrera para joderme a mí. Montaba para ti a veces; siempre decía que eras buena

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entrenadora. Y le gustaban tus caballos.


—Responde a la pregunta —gruñó Kix—. ¿Sospechaste de él?
Terry le brindó una mirada llena de odio; volvía a ser ella misma.
—Sí, ¿satisfecho? Sospeché de él, pero huía de mí, así que no conseguí hablar de
eso con él en ningún momento. Tú eres quien debía solucionar ese tema, ¡así que no
me culpes a mí porque no hayas conseguido hablar con Ángel antes! —Se levantó de
la silla y salió del cuarto, deteniéndose sólo para cerrar la puerta con un golpetazo.
Adrienne pasó una mano temblorosa por el borde del sofá y dijo:
—¿Y ahora qué?
Kix suspiró; mejor que Terry se hubiera marchado, así no presenciaba lo que
venía a continuación. Miró a Cady y se puso tenso al ver que le miraba con cautela y
en tensión. Se giró de nuevo hacia Addy y dijo:
—Tráeme uno de los sobres que te di para que guardaras en la caja fuerte; el
que tiene una C en la esquina.
Los ojos de Adrienne se tiñeron de sorpresa y un deje de esperanza mientras iba
a la caja fuerte que tenía tras el escritorio. Kix se inclinó hacia delante, con la
intención de tomar a Cady de la mano, pero sintió una punzada de dolor al ver que
ésta se hundía aún más en la silla para apartarse de él.
Adrienne volvió con el sobre. Kix lo cogió y lo abrió, sacando una fotografía de
Valdez y Danny, junto con la copia de la confesión.
—Quería esperar a utilizar esto —dijo, dejándolas sobre la mesa—, pero puede
que ahora que Valdez está muerto no sea la mejor idea. —Miró a Adrienne a los
ojos—. Los originales están en tu caja fuerte. No lo toques, ni le digas a nadie que los
tienes. La policía va a querer echarle un vistazo, puede que quiera llevárselos como
prueba, y sería mejor que no estuvieran llenos de huellas.
Adrienne asintió y dijo:
—Creo que esto es suficiente para limpiar mi nombre. Quiero una copia.
Su voz tenía toda la determinación que había esperado oír Kix.
—Volviendo al hipódromo no acaba esto, Addy. Seguimos sin saber quién anda
detrás, quién quiso suspenderte.
—Lo sé, pero de momento es suficiente para que las autoridades del hipódromo
dejen de creer que fue por culpa de Terry. Necesito volver a correr.
Cady se puso en pie abruptamente.
—Y yo tengo que ir a atar unos cuantos cabos sueltos.
—Te acompaño a la puerta. —Kix se levantó del asiento y fue a tomarla del
brazo, pero Cady se apartó de nuevo.
—No hace falta; las autoridades querrán hablar contigo sobre la confesión de
Valdez.
—Te acompaño a la puerta —dijo entre dientes.
Cady se puso recta y se giró sin hablar, concentrada en huir de allí sin echarse a
llorar frente a él. Cuando la cogió del brazo antes de que se subiera al coche, se puso
tensa y dijo:
—¿Cuándo hablaste con Valdez? ¿Anoche? —Vio la respuesta en sus ojos. Se

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

había encontrado con Valdez antes de ir a su casa y… Cady se sintió humillada al


recordar lo vulnerable que había estado, lo que le había permitido hacer. El dolor
siguió a la humillación. Habían ido de la puerta al cuarto en un tiempo record, sin
tiempo a discutir el caso. El sexo como distracción. No tenía que analizar la noche
anterior para ver la verdad. Trató de zafarse—. No te molestes en contestar, Kix.
Suéltame.
—No hasta que me hayas escuchado, Cady.
—Pues habla.
Le bastó una mirada para saber que no iba a creerse nada de lo que le dijera.
Joder. Tenía que intentarlo y hacerla entrar en razón. Tenía que arreglar las cosas,
pero no sabía cómo hacerlo.
—Muñeca… —empezó a decir, con el corazón a mil por hora y dolorido al ver
cómo temblaba, al ver cómo la miraba sin creerle—. Cady, muñ…
Cady se soltó, consciente de que no podría soportar oírle sin derrumbarse. Al
oír cómo la llamaba… Cady sentía que se ahogaba.
Hundió la cabeza para intentar ocultar las lágrimas que le inundaban los ojos.
—Tengo que irme, Kix. Por favor, no nos avergüences a los dos hablando. De
ahora en adelante, si encuentro algo se lo comunicaré a Alex para que se lo cuente a
Adrienne. Que te lo cuente ella.
Se quedó paralizado al verla llorar; el tiempo suficiente para que Cady huyera.
Y después se maldijo por no haberla agarrado y haberse aferrado a ella hasta que le
hubiera hecho entender que la amaba, que hacía lo que era natural en él, que sólo
estaba asegurándose de que su mujer estuviera a salvo.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 15

Para cuando consiguió salir de la urbanización de Adrienne, el corazón le latía a


dos por hora. Vale, sabía que Kix le partiría el corazón, pero en parte…
"Sin lamentaciones. No voy a lamentarlo; eso me prometí a mí misma."
Le había hecho sentir cosas que nunca había sentido; le había dado la confianza
que necesitaba para hacer cosas que nunca había hecho, pero con las que había
fantaseado. No iba a lamentar haber experimentado nada de ello; aunque la próxima
vez se andaría con más ojo.
Podía volver a ser cauta; Erin y ella siempre habían sido reservadas en lo que se
refería a sus relaciones con el sexo opuesto, así que no era nada nuevo. Un sollozo se
le atragantó en la garganta y las lágrimas rodaron por su cara.
Ranger se puso en pie en el asiento de atrás y gimió; Cady se secó las lágrimas
con las manos.
—Estoy bien, chico. De ahora en adelante sólo llevaremos tú y yo el caso, junto
con un poquito de la ayuda de Erin y Lyric.
Gracias a Bulldog, los Montgomery y los Maguire habían aprendido a jugar con
las cartas que les tocaran y no se avergonzaban por retirarse si tenían una mano
mala; aunque eso no significaba que fueran a dejar de jugar.
Llamó a Erin, deseando escuchar la voz de su hermana.
—¿Estás en alguna sesión de fotos?
—No, estoy en Pistas del Delito. —Hubo una pausa—. ¿Estás bien?
Dejó escapar un suspiro lastimero.
—Lo estaré.
—¿Kix?
—Sí.
—¿Quieres hablar de ello?
—Por teléfono no.
—¿Qué te parece si nos encontramos en el rancho y vamos a dar una vuelta?
—Tengo que hacer unas cuantas búsquedas en Internet.
—Lyric está aquí; espera.
Un segundo más tarde, Lyric estaba preguntando:
—¿Te has peleado con Kix por la agenda? —Su voz delataba lo que pensaba de
esa posibilidad.
—No. —Después, consciente de que no tenía sentido tratar de callarse lo que
había pasado, Cady dijo—: Pensaba que estábamos trabajando juntos, pero al parecer
no era así.
—¿Te ha utilizado?

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

A Cady se le revolvió el estómago; se negaba a creer que la había estado


utilizando, no lo soportaría.
—No. Consiguió que Ángel Valdez confesara anoche, pero no me lo ha contado
hasta esta mañana, en casa de Adrienne… cuando se ha visto obligado a hacerlo.
—¿Y qué excusa te ha puesto? —preguntó Lyric con enfado. Cady ahogó un
sollozo.
—No me he quedado a preguntárselo. —"No quiero arriesgarme a que me
mienta y empeore las cosas". Cady respiró hondo e intentó recuperar la respiración.
Si pudiera centrarse en el caso y olvidarse de eso, podría… olvidarse de esto
también. A lo mejor después, cuando no lo tuviera tan reciente, podría ver las cosas
con perspectiva y comprender por qué hizo lo que había hecho, pero ahora mismo lo
único que quería era escapar del dolor—. No importa, Lyric, lo superaré. No ha
funcionado, eso es todo… además, tampoco es que lo nuestro tuviera ningún futuro;
no tardará en irse a Texas.
—Creo que está…
—Lyric —la interrumpió Cady; no quería seguir hablando de Kix.
—Sólo iba a decir que está loco. Ni que dejaras a muchos hombres acercarse a
ti… Está loco, y es un idiota por haberte hecho daño, y espero que tenga la polla…
A Cady se le escapó una risita llorona y Lyric lo dejó, momento que aprovechó
Cady para decir:
—Hay muchas posibilidades de que Adrienne recupere su licencia, aunque
Alex nos contrató para que descubriéramos quién andaba detrás de ello. A lo mejor
Valdez sólo quería vengarse de la prima de Adrienne, pero creo que hay algo más.
Quiero mirar un par de cosas, ¿tienes tiempo para buscarme unas cuantas cosas en
Internet?
—Claro; sin problema. Además, quiero ver tu perro. ¿Qué te parece si me ocupo
de él mientras Erin y tú montáis un rato?
Cady se sintió algo más contenta. En su familia las noticias volaban; Erin debía
de haber visto a Ranger y se lo habría contado a Lyric.
—Lo recogí en el refugio de animales; estaban a punto de llevárselo a la sala de
eutanasia. —Cady se estremeció—. Dios mío, Lyric, no sé cómo puedes soportar ir
allí un día y otro.
—Hago lo que tengo que hacer. ¿Tienes algún tipo de información sobre el
perro?
—Poco. Sé que tiene cinco años y que lo han vacunado.
—Si me das una copia de los papeles de adopción investigaré un poco.
—Sería genial. Puedo pasarme por casa y recogerlos. Además, debería dejar la
agenda de Danny en la oficina también, por si Kieran la necesita. —Cady se mordió
el labio inferior—. ¿Te ha confiscado la llave maestra?
—Estuvo cerca, pero se distrajo un poco castigándome por… —Lyric se rió y
Cady se imaginó a su hermana poniendo los ojos en blanco—… haber sido una mala
influencia para ti. ¿Te lo puedes creer?
Una oleada de dolor la recorrió al recordar a Kix bromeando con darle unos

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azotes y en lo que aquello había desembocado. Contuvo el aliento esforzándose por


mantener las lágrimas a raya. De ahora en adelante, nada de policías, detectives ni
cazadores de recompensas, ni nadie que estuviera relacionado con las fuerzas del
orden. De hecho, puede que absolutamente nadie por un tiempo; pensaba pasar más
tiempo con su negocio de fotografías, y puede que le preguntara a Cole si podía
ayudarle con sus clínicas de póquer, o incluso acompañar a Braden a alguno de sus
torneos de póquer. Iba a estar tan ocupada que ni siquiera le quedaría tiempo para
pensar en K… en el sexo opuesto.
—¿Sigues ahí? —preguntó Lyric.
—Sí, estaba pensado. —Después, para ocultar la naturaleza de sus
pensamientos, añadió—: Sólo para que lo sepas, es posible que Danny perteneciera al
Frente por la Liberación de Animales; aunque creo que lo más seguro es que
estuviera en un grupo dedicado únicamente a manifestarse contra las pieles y la
producción industrial de animales de granja.
—¡Mierda! Kieran va a volverse loco. Me obligará al arresto domiciliario si se
entera. ¡El agente especial Lucero sigue en el caso!
Cady no pudo evitar sonreír. Era difícil no sentirse agradecida por la forma en
que Kieran y Lyric se compenetraban el uno con el otro; hasta que apareció, Cady
estaba siempre preocupada por su hermanita. Ahora ya no.
Lyric ya no se arriesgaba tanto como antes; sí, su hermana seguía hablando
mucho, seguía teniendo una relación más bien inexistente con las leyes —en especial
con aquellas que consideraba que no tenían nada que ver con ella—, pero por lo
general el lado salvaje de Lyric se había tranquilizado; al menos fuera de la
habitación, o de la cocina, o de la entrada… o de cualquier sitio donde estuvieran
Kieran y ella cuando estallaban y prendían fuego.
—Entonces supongo que el equipo de Pistas del Delito debería solucionar este
problema cuanto antes para que no te encierren —dijo Cady—, y si te sirve de
consuelo, no creo que el FLA esté detrás de esto. Así que esto es lo que pienso: Kix
me contó que había al menos once entrenadores más suspendidos por drogar
caballos desde comienzos de año, y sé que ha habido tres despidos en el hipódromo.
Me pregunto si habrá habido algún otro suceso extraño o no, y si los rumores acerca
de que el hipódromo va a cerrar han llegado a Internet.
—Bien pensado; estás preguntándome si hay alguien creando un poco de caos
para que cierren el chiringuito. Estoy en ello. —Hubo una mini pausa—. Ah, oye,
Erin me ha dicho que se iba ya para ir poniendo a Jocker y Ace mientras te pasas por
aquí.
—Estaré allí en un par de minutos.

Por mucho que lo intentara, Kix era incapaz de sacarse a Cady de la cabeza.
Mierda, se sentía peor que un perro a quien castigan por haber hecho algo mal y lo
sacan a la calle.
Tenía el estómago revuelto y la conciencia despellejándole vivo; joder, lo único

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

que quería era asegurarse de que estuviera a salvo. Pero, al final, se le había dado la
vuelta y le había mordido el culo.
La había jodido, era lo suficientemente hombre para reconocerlo; para pedirle
perdón, si le hubiera dado la oportunidad de hacerlo.
Pero aquello no eran más que posibilidades.
Se sentía como si alguien le estuviera estrujando el corazón; su mente era una
película rayada en el momento en que Cady le miraba con labios temblorosos y los
ojos llenos de lágrimas, el cuerpo rígido y aferrado a su orgullo mientras su
confianza en él se resquebrajaba como una pieza de cristal.
Kix se pasó una mano por el pecho. Ese no era el tipo de problemas del que
podía salir con un ramo de rosas y palabras bonitas; ni con amor. La mano que le
apretaba el corazón cerró un poco más el puño cuando le saltó el contestador y colgó.
Joder, ahora no tenía ni idea de qué hacía ni de dónde estaba, no tenía forma de
mantenerla a salvo.
Se sintió condenadamente impotente, y no le gustaba.
Kix apretó los dientes y se obligó a volver al caso. Ya iba siendo hora de acabar
con aquello de una vez por todas; cuanto antes lo hiciera, antes podría volver a
centrar toda la atención en la cosa más importante de su vida: su relación con Cady.
Y que fuera lo que Dios quisiera, pero si tenía que secuestrarla y mantenerla
prisionera en A Kicking hasta que le perdonara y le dejara volver a su vida, ¡pues
que así fuera!

Lyric observó con gesto serio cómo se alejaba la camioneta de Cady. Si no


estuviera casada con un policía, se habría planteado muy en serio la idea de ir a
buscar a Kix y patearle el culo por haber herido a Cady.
Sí, Cady y Erin siempre habían sido de las duras, pero a ella no le engañaban;
tampoco es que se arriesgaran lo suficiente como para que las hirieran a menudo, en
especial cuando se trataba del sexo contrario. Lyric sacudió la cabeza. Quería a Erin y
a Cady con toda su alma y no las cambiaría por nada del mundo, pero a veces le
costaba pensar que se habían criado en la misma familia.
Oh, sabía a qué se debía su precaución, no era difícil de ver: de la retahíla de
corazones rotos que sus primos dejaban a su paso. Crecer con eso no era
precisamente la forma de confiar en las relaciones sentimentales pero, ¡maldita sea!,
¿por qué tenía que sucederle precisamente aquello la primera vez que Cady decidía
arriesgarse y limitarse al placer?
Lyric apretó los puños. No necesitaba más que un minuto a solas con Kix; un
buen gancho de derecha mientras le hincaba la rodilla en un sitio que estaba segura
de que no iba a olvidar con facilidad. Se lo pensaría dos veces antes de volver a hacer
daño a Cady… si es que su hermana le dejaba volver a acercarse nunca.
Lyric suspiró… no se trataba del "si", sino del "cuando". Cady era demasiado
blanda como para darle la espalda a Kix. Conociéndola, cuando Kix consiguiera dar
con ella escucharía su explicación, le diría que lo comprendía y que no le odiaba, y

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

después se haría un muro con su dolor y lo utilizaría con el siguiente hombre que
intentara acercase a ella.
Mierda, lo que de verdad le jodía era que Kix y Cady hacían muy buena pareja.
Maldita sea, Lyric habría apostado todo su dinero por ellos.
Lyric volvió a concentrarse en el magnífico pastor alemán que se había colocado
al lado de la puerta como si esperara a que Cady volviera. Bueno, al menos Cady
tenía a Ranger; los perros eran fantásticos para llorar con ellos y que le escucharan a
uno sin vergüenzas y sin riesgo de que fueran contando después tus secretos. Sí, los
perros podían ser auténticos salvavidas. Marcó el número de su contacto en el
refugio de animales; era hora de descubrir algo más acerca del nuevo compañero de
Cady.
Un par de minutos después, tenía lo que estaba buscando: un nombre, Jackson
Ford, y un número de teléfono. Llamó inmediatamente.
Al tercer tono, la voz de un hombre respondió:
«Jackson.»
—Le llamo por Ranger.
«¿Qué pasa con ese puñetero perro?»
—Un amigo lo ha visto en el refugio de animales y está pensando en adoptarlo.
«Ese jodido perro es un arma letal. La mierda del refugio no debería exponerlo
para adoptar; le habría metido un tiro en el jardín trasero si no estuviera seguro de
que los vecinos me habrían denunciado después; menuda panda de gilipollas.
Cuando firmé los papeles la chica del refugio dijo que lo sacrificarían.»
—¿Por que quiere que lo sacrifiquen?
«Porque el jodido se me echó encima. Ese hijo de puta me habría matado si
hubiera tenido dos dedos de frente. Por suerte tenía un móvil de dos por cuatro y el
idiota de él mordió el teléfono en lugar de mi mano.»
—¿De dónde sacó a Ranger?
«El gilipollas de mi hijo se lo trajo a casa. Le dije que no trajera al chucho ese;
tengo un par de Rottweilers y me costaba Dios y ayuda mantenerlos separados. Lo
último que quiero es que se me echen encima por molestar a los vecinos o por que los
perros se peleen.»
—¿Así que el perro es de su hijo?
«Ya no. El jodido idiota está en Elmwood. Le dije que ese jodido perro no
estaría aquí cuando saliera; al muy idiota le han cogido por robar y falsificar cheques.
No tiene cerebro, ni los cojones para hacer esas cosas de marica.»
—¿Cuánto tiempo tuvo su hijo a Ranger?
«El muy imbécil lo compró justo después de salir del trullo la última vez.»
—¿Cuándo?
Ford no hizo ningún esfuerzo por tapar el auricular mientras gritaba:
«¿Cuándo fue la última vez que salió, Junio?»
«Enero», gritó la voz de una mujer.
«El muy imbécil no llevaba fuera ni un año.»
—¿Tiene alguna idea de dónde sacó su hijo el perro?

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

«De unos amigos en San Diego. Mierda estúpida, nadie te da nunca nada gratis;
ese perro es una jodida arma letal.»
—¿Sabe quiénes eran esos amigos?
«No. Tengo mis propios problemas, no necesito más. No trae a sus amigos a
casa.»
Jackson Ford colgó, pero aquella conversación no había hecho más que
incrementar la curiosidad de Lyric. Elmwood. Nunca había visitado una prisión…
Claro que sería mejor que se lo consultara a Kieran antes. No es que necesitara su
permiso, pero era policía, y le importaba bastante su reputación.

El corazón de Kix se aceleró al oír el teléfono, pero se contuvo al ver que era
Kieran. Mierda, contra toda lógica, había esperado que se tratara de Cady.
«Estás viviendo al límite», le dijo Kieran nada más descolgar el teléfono. «Y
como favor personal, te agradecería que echaras a correr si ves a Lyric yendo hacia ti.
No quiero que arresten a mi mujer por asaltarte.»
Kix rió sin ganas.
—Veo que las noticias vuelan.
«Y la lealtad familiar es espantosa. ¿Supongo que no le contaste nada a Cady
acerca de la confesión de Valdez porque estabas tratando de protegerla?»
—Algo así.
«No es que no esté de acuerdo con tu forma de pensar, pero los Montgomery y
los Maguire no se toman ese tipo de cosas muy bien.»
—¿Tienes alguna idea de dónde está Cady?
Kieran resopló.
«No es que esté en la lista de hombres de confianza de las hermanas
Montgomery en estos momentos. Por alguna razón, hasta mi mujer parece creer que
los hombres de la ley nos mantenemos unidos. No ha querido contarme nada y,
cuando intenté persuadirla, el perro de Cady se me echó encima como un perro
policía. Te aseguro que el ver todos esos dientes me quitaron la erección de golpe.»
—Lo tendré en cuenta —dijo Kix, feliz de que le hubiera avisado y de saber, al
menos, que Cady tenía cierta protección—. ¿Sabes algo del forense?
«Sí, el caso de Meyers ha pasado a homicidios. El forense encontró
tranquilizantes en su cuerpo; creen que estaba ya muerto cuando le chutaron la
coca.»
—¿Y qué me dices de sus llamadas?
«Nada. Al parecer utilizaba el teléfono para llamar a su novia y al trabajo. Eso
cuadra si pertenece al FLA; probablemente use cabinas telefónicas y móviles de usar
y tirar para las llamadas importantes.»
—Mierda. ¿Tienes contactos en el departamento de policía de San Francisco?
«Esto que te digo es extraoficial, igual que me lo han contado a mí. La única
persona a la que llamó Valdez anoche fue a Luke Johnson. Al parecer fue tarde,
después de tu visita. Puede que te interese llamar al detective Giancotti, dicen que él

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

es quien está al cargo de la investigación preliminar de la muerte de Valdez. Ahora


mismo me decantaría por cualquiera de las dos: suicidio o asesinato. He de suponer
que la confesión que te hizo es ya pública.»
—Sí, no he conseguido impedir que Adrienne la usara; quiere que le devuelvan
su licencia. Es posible que esté ahora mismo con las autoridades del hipódromo.
«Es una lástima que no pudiera aguantarlo otras veinticuatro horas; podrías
haberlo utilizado para sorprender a quien matara a Meyers y, por qué no, a Valdez.»
Kix suspiró. «Tengo que ir a la oficina del capitán; otra advertencia, del caso de
Meyers se encarga Butler, de homicidios, la relación con el hipódromo es más
compleja de lo que le gustaría. No va a querer pasar por alto la coca y la posibilidad
de que fuera un traficante de drogas de la competencia.»
—Eso podría serme de gran utilidad en estos momentos. Tengo que solucionar
este tema de una vez por todas.
«Cuanto antes, mejor… y yo te lo agradeceré enormemente. No te creas, una
mujer Montgomery en pie de guerra no es lo que más me apetece encontrarme al
llegar a casa.»

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 16

Estar rodeada de caballos consiguió que el mundo de Cady recuperara su


normalidad. Entre montar a Jocker, llorar y hablar, se sintió más tranquila y más
centrada que antes de llegar al rancho.
—Ha sido una idea genial, muchas gracias.
Erin se rió suavemente.
—Todos para uno y uno para todos. ¿Cuál es tu siguiente paso?
—No dejo de pensar en lo que dijo Russell anoche; si unes los problemas de
Adrienne a los tres incendios, a algunas de las demás suspensiones y a los
manifestantes, el motivo prácticamente salta a la vista y te da lleno en la cara.
—Alguien quiere cerrar el hipódromo.
Cady soltó la cuerda de Jocker del poste.
—Si estuviera más organizado, apostaría porque el FLA estaba detrás de esto.
Pero si estaban pagando a los manifestantes, querrían que su dinero fuera rentable.
Aun así, no estoy segura de que se arriesgaran a herir a los animales.
—¿Así que crees que alguien relacionado con la construcción o con los
desarrollos inmobiliarios anda detrás de esto? ¿Alguien que pretende construir
chalets y apartamentos donde ahora está el hipódromo?
—Es posible, aunque no estoy segura. ¿Te acuerdas de la foto que hice del loro
en el hombro de su dueño y con el Wall Street Journal de fondo?
Erin se echó a reír mientras se dirigían a la puerta que daba al pasto.
—Esa foto era genial, ¿no se llamaba Wall E. Street el loro?
Cady sonrió.
—Sí, Wally para sus familiares y amigos. Su dueño es inversor, pensé en darle
un toque y pedirle que le echara un vistazo a las acciones de Bay Downs. Creo que
necesito saber qué ganaría alguien echando mano de las tierras sobre las que está el
hipódromo.
Erin silbó suavemente.
—Buena idea. A lo mejor también descubres que alguien ha estado comprando
acciones para forzar el tema.
Se detuvieron el tiempo suficiente para abrir la verja del pasto y meter a sus
caballos antes de soltarlos y observar cómo se alejaban galopando para unirse al
resto de la manada. Cady sonrió; se encontraba mucho mejor.
Mientras volvían hacia el parking, Erin suspiró:
—Bueno, tengo que ir a una sesión de fotos, y después Bulldog me ha invitado
a cenar.
Cady levantó las cejas. No es que ella o sus hermanas no fueran a menudo a

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

casa de sus abuelos, pero por lo general era la abuela quien las invitaba.
—¿Qué sucede?
Erin se movió incómoda.
—He rechazado un caso hoy.
Cady se sorprendió tanto que se paró en seco y casi se cae hacia delante.
—¿Bulldog te ha pedido que te encargaras de un caso y lo has rechazado?
—Sí.
Cady tomó a su hermana del brazo.
—Vale, me has escuchado llorar y hablar de Kix, ahora me toca a mí, ¿Qué ha
pasado?
—Dasan Nahtailsh.
—¿El caza recompensas?
Erin asintió.
—Se ha reunido con Bulldog esta mañana. Quiere que Pistas del Delito se
encargue de investigar trampas en un casino indio.
Cady frunció el ceño; lo que decía Erin no tenía ningún sentido.
—Ya has trabajado antes en casos de casinos.
—Pero no así. Dasan le dijo a Bulldog que la mejor forma de hacerlo era ir
encubierta, haciéndose pasar por su mujer.
—Vale, eso deja fuera a Braden, Shane y Cole. Y no veo a Kieran aceptando que
Lyric simule ser la mujer de otro, aunque Dasan y él se conozcan. Así que eso nos
deja a ti y a mí, y sigo sin estar demasiado segura de por qué lo has rechazado.
Erin hizo una mueca.
—Me atrae.
—Erin, deberías estar muerta o ser extremadamente lesbiana para que no te
atraiga; ese tipo es una fantasía andante. En la boda de Lyric la abuela Maguire
prácticamente tuvo que apartar a las mujeres de Dasan con su bastón para poder
acercarse a hablar con él.
Al ver que Erin se quedaba callada, Cady estudió a su hermana con más
intensidad y sintió las primeras huellas de sorprendente incredulidad.
—Té preocupa que tengas que dormir con él. —No es que Cady no
comprendiera la tentación, pero Dasan era un caza recompensas y Erin siempre
había sido tajante en cuanto a que nunca se liaría con ningún hombre cuyo trabajo
pudiera ponerla en peligro. Aunque la verdad era que Erin casi nunca se liaba con
nadie.
Los chicos la habían atacado aun antes de que tuviera pecho, pero en lugar de
convertirla en una vanidosa, la habían vuelto aún más conservadora. Y pese a que
Erin jamás lo admitiría en voz alta, Cady siempre había pensado que su hermana
deseaba en secreto un hombre que la dominara y que se ocupara de ella.
Desan podría ser aquel hombre.
Cady no había pasado demasiado tiempo con él, pero le recordaba a las novelas
románticas en las que los indígenas americanos secuestraban a sus mujeres y las
dominaban a conciencia.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Con un estremecimiento, Cady se obligó a volver a la conversación.


—¿Te preocupa acostarte con él? —repitió.
Erin asintió levemente y se frotó las palmas de las manos contra los vaqueros,
en un gesto nervioso.
—Sabes que es un chamán, ¿verdad?
—Sí.
—Desde el día que dispararon a Lyric he estado soñando con él. —Se lamió los
labios—. A veces son sueños… mmm… sexuales, pero no siempre. —Se encogió de
hombros—. No puedo explicarlo, pero no son sueños normales; no parecen sólo mis
sueños.
—¿Has hablado con la abuela Maguire de ello? A lo mejor estás…
Erin sacudió la cabeza con vehemencia.
—No es el sexto sentido de los Maguire. Mira a Lyric y Braden, los dos lo han
tenido desde niños. Esto es distinto… como si viniera de fuera, no de dentro.
Cady vaciló antes de preguntar:
—¿Estás diciendo que crees que el responsable de tus sueños es Dasan? ¿Que es
algún tipo de magia de chamán?
Erin se encogió de hombros y se frotó los brazos.
—Parezco loca, ¿verdad? Demasiado trabajo y muy poco sexo, eso es lo que
dirían Braden, Shane o Cole. Venga, hasta Lyric lo diría.
Cady se mordió el labio inferior. Nunca había visto a Erin así.
—Creo que Lyric habría dicho que deberías aprovechar el momento. Y a lo
mejor es cierto…
Erin la interrumpió con un movimiento de cabeza.
—No. Con Dasan no.

La casa de Nathaniel Bradshaw estaba hecha para entretener a sus clientes. Era
lujosa, llena de detalles, estaba limpísima y, al igual que la casa de Adrienne McKay,
podría haber aparecido entre las páginas del Architectural Digest.
La mujer trofeo número cuatro guió a Cady hasta el despacho de Nate donde
estaba Wally el loro sentado en su árbol artificial y atacando con vehemencia un
juguete con forma de humano mientras su dueño y gurú de las inversiones se
inclinaba sobre una mesita, con las gafas colgando precariamente de la nariz para
estudiar los periódicos que tenía en frente.
Nate levantó la vista cuando Cady entró.
—He estado estudiando los números; no tienen nada de espectacular. ¿Te
gustan esas acciones por alguna razón en especial? Sé de unos cuantos que están
ahora mismo ardiendo.
Cady sacudió la cabeza.
—Tiene que ver con un caso en el que estoy trabajando. No es exactamente
confidencial, pero sí muy delicado.
Nate se enderezó y Cady vio un brillo especulativo en sus ojos.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—La discreción y yo somos muy buenos amigos. ¿Tiene esto algo que ver con el
jockey que encontraron muerto en la bahía?
—Puede.
—Bien, ¿qué buscas?
—Si el dinero podría explicar algunas de las cosas que han estado pasando
últimamente en el hipódromo. En particular, trato de descubrir si es cierto el rumor
del posible cierre de Bay Downs para construir casas y chalets en su lugar. Pero estoy
abierta a cualquier sugerencia. Usted es el experto en este tipo de cosas, así que si
algo le sorprende…
Nate ya se había puesto a ojear los papeles que tenía sobre la mesa, mientras los
dedos de la mano derecha volaban por las teclas de la calculadora. Exclamó
quedamente algo antes de pasar al ordenador y trabajar ahí. La siguiente vez que
miró, los ojos le brillaban de emoción.
—Si el rumor es cierto, este activo está valorado muy por debajo de su valor.
Podría valer hasta cuatro veces más de lo que vale ahora.
—¿Cómo lo sabe?
Señaló una de las hojas que tenía sobre la mesa.
—El activo principal de Bay Downs es la zona de las tribunas; en otras palabras,
el edificio. La tierra se vende a precio de coste, pero el coste no refleja el valor real del
mercado. Esas tierras valdrían una fortuna para cualquier promotor, especialmente
para alguien que quisiera construir residencias en él.
Cady intentó traducir lo que le estaba diciendo para que cuadrara con su caso.
Si estaba entendiendo bien a Nate, el activo de Bay Downs era el perfecto candidato
para que alguien apostara por él… pero sólo si se cerraba el hipódromo.
Dejó de pensar un momento. Adrienne le contó que el año anterior había
ganado cinco millones entre las ganancias de las carreras y las apuestas por sus
propios caballos. Además, todo el mundo sabía que Adrienne venía de una familia
adinerada; entre ella y su familia, podrían comprar las acciones necesarias para que
el hipódromo no se cerrara, e incluso incrementar el coste del activo para que no
estuviera infravalorado.
Motivos suficientes para que drogaran los caballos de Adrienne y le retiraran la
licencia… ¿Pero era motivo suficiente para matar a Meyers y Valdez o prender fuego
a tres cuadras y arruinar a entrenadores menos conocidos?
Cady suspiró, frustrada. Si pudiera hablar con Roberto González… A lo mejor
tenia la última pieza del rompecabezas, la que aclaraba todo. Ernie le había dicho que
González quería hablar con ella… bien, pues necesitaba que hablara, ahora.
—¿Le choca algo más? —le preguntó a Nate.
—Este último año ha incrementado el número de acciones que ha cambiado de
mano; no es suficiente para convertirlo en el blanco perfecto de una correduría, pero
decididamente basta para que me interese, ahora que me lo has enseñado.
Cady le dio las gracias a Nate y se encaminó al hipódromo para rebuscar
alguna otra respuesta, y para estar cerca por si González decidía hablar.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Capítulo 17

La peste a alcohol y fracaso embargó a Cady en cuanto puso un pie en el


cubículo oscuro al que Jamie Johnson consideraba su oficina. El entrenador gruñó y
dijo:
—Déjeme adivinar, usted es la detective de la que tanto he oído hablar. Habría
supuesto que se habría tomado el día libre para celebrar que Adrienne McKay ha
recuperado su licencia. —Abrió un cajón para sacar un vaso empañado que colocó
junto al que había sobre la mesa—. ¿Un trago?
Cady sacudió la cabeza mientras un ligero estremecimiento de preocupación le
recorría la columna vertebral. No había imaginado… aquello. Había supuesto que a
Adrienne le devolverían su licencia y que habría rumores, pero había esperado que el
protagonista fuera Kix, no ella.
—¿Le importa que me siente? —preguntó Cady, colocándose junto a una silla
llena de polvo.
Jamie movió una mano.
—Claro, claro. —Le dio un trago a la bebida color ámbar que tenía en el vaso.
Al ver que no decía nada más, Cady empezó:
—Corre el rumor de que van a cerrar Bay Downs, ¿ha oído algo al respecto?
Jamie resopló.
—¿Se refiere al rumor de que van a trasladar Bay Downs a Sonoma, de las
cuadras de muestrario y de cómo va a salvar las carreras en el norte de California?
A Cady se le aceleró el pulso; había querido tantear el terreno y le habían
pillado las arenas movedizas. Salió como pudo de la ignorancia.
—¿No lo cree?
Jamie abrió los brazos.
—Yo sigo estando en el mismo agujero, esperando a que la suerte me dé un
respiro. No sé por qué, pero no veo a ese capullo moviendo el culo hasta aquí para
compartir su visión conmigo. —Vació el vaso para enseguida volver a abrir el cajón
de antes y sacar una botella de Jack Daniels medio vacía con la que rellenar el vaso.
—¿El capullo al que se refiere es su hermano Luke?
El rostro de Jamie se trocó en una mueca de desagrado.
—Si quiere seguir hablando conmigo, no vuelva a mencionar el nombre de mi
hermano.
—Entonces, ¿quién quiere trasladar el hipódromo a Sonoma?
—D. Capullo Barwig, el propietario de Expansión y de otro par de caballos
buenos. El muy arrogante prueba un poco de victoria y se cree que tiene todas las
respuestas.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Cady casi se tropieza con Luke Jonhson y otro hombre cuando salió de la
oficina de Jamie.
—Lo siento —dijo, reconociendo a Luke de la búsqueda que había hecho de la
familia Jonhson. El hombre que le acompañaba también le era familiar—. Usted es
Luke Johnson, ¿verdad? —Vio que Luke la reconocía, pero asintió y dijo:
—¿Y usted es?
Su primer instinto había sido preguntarle por el rumor, pero el ver que
simulaba no conocerla la puso sobre aviso.
—Cady Montgomery.
—Ah, la nieta de Bulldog Montgomery. —Juntó las cejas—. ¿Qué le trae por
aquí? Tengo entendido que han revocado la suspensión de Adrienne.
—Yo también —dijo Cady, esquivando la pregunta y evitando confirmarle que
había estado investigando para Adrienne. Comprobó la hora y mintió—: Tengo que
ir a una sesión de fotos. Un placer conocerle.
Quería quedarse un poco más por allí, paseando y manteniéndose cerca por si
Roberto González aparecía, pero tras el encuentro con Luke Johnson desechó la idea
y decidió volver a Pistas del Delito para ver si investigaba un poco sobre Barwig, el
propietario de Expansión.
Pero cuando llegó a la camioneta se encontró con un papel doblado en el
limpiaparabrisas: Roberto González estaba por fin dispuesto a hablar con ella. La
estaba esperando en Sticklers.
Se subió a la camioneta y condujo hasta allí, con el corazón en un puño al ver
los mensajes que Kix le había dejado en el contestador. Llegaría al fondo de aquel
caso, pero no iba a engañarse; deseaba que Kix estuviera allí, con ella, no para que la
protegiera, sino por estar con él, compartiendo aquello con él y haciendo brillar más
los colores de su vida.
Cady respiró hondo y apartó a Kix de su cabeza mientras borraba sus mensajes.
Para que eso funcionara ambos tenían que compartir información, igual que ambos
tenían que confiar el uno en el otro.
Salió de la camioneta y se metió en Sticklers. Russell no estaba allí, pero la
camarera que había estado trabajando la noche en que Cady invitó a Red, Ernie y
Jimmy a cenar sí; sonrió a Cady.
—Siéntate donde quieras. Aparte del tipo que hay al fondo, no tengo más
clientes.
—He quedado con alguien. —Cady miró al fondo, al hombre hispano que había
allí sentado—. ¿Sabes quién es?
La camarera levantó las cejas sorprendida.
—Claro, es Roberto. Entrena en el hipódromo.
Cady asintió aliviada.
—Gracias.
Roberto se puso en pie y le tendió la mano cuando Cady se le acercó, y puesto

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

que estaba comiendo Cady también pidió algo. El silencio se apoderó de la mesa en
cuanto la camarera desapareció. Cady estaba deseando hacerle mil preguntas, y sabía
que se estaba arriesgando por no planteárselas todas de golpe antes de que se
arrepintiera, pero su instinto le decía que dejara que Roberto empezara la
conversación, que fuera a su ritmo, que lo hiciera a su manera. No empezó hasta que
la camarera volvió con la comida de Cady.
—Ángel no se suicidó —dijo Roberto sin acento en la voz pese a ser hispano—.
Era católico y su familia dependía de él en México.
—Entonces, ¿quién crees que le mató?
Roberto miró a su alrededor y, pese a que nadie más había entrado después de
Cady, bajó la voz:
—Luke.
Cady se sintió incómoda al recordar su tropiezo con Luke Johnson y su
pregunta silenciosa de qué hacía por las cuadras.
—¿Por qué Luke?
—Le dijo a Ángel que drogara los caballos de Adrienne.
A Cady le embargó la emoción.
—¿Te lo dijo él?
—Sí.
—¿Erais amigos?
El rostro de Roberto se congestionó; pasó un minuto largo antes de que dijera:
—Sí.
Al ver que no decía nada más, Cady volvió a la carga:
—¿Sabías que Ángel se drogaba?
Otro movimiento de cabeza.
—Sufrió una caída y se ponía nervioso.
—¿Sabías que se la compraba a uno de los manifestantes?
—No, nunca le pregunté de dónde la sacaba.
—¿Por qué me has dejado una nota en la camioneta?
—¿Sabes que trabajo para Tiny?
—Sí. ¿Tiene algo que ver con lo que está pasando en el hipódromo?
—No forma parte de ello, pero sabe algo al respecto. —Roberto se acomodó en
el banco de vinilo sobre el que estaba y Cady comprendió que acababa de ganar la
batalla que estuviera teniendo lugar en su fuero interno—. No tengo tarjeta de
residencia —dijo, e hizo la conexión con él.
—Así que no puedes acudir a la policía para contar lo de Valdez ni nada porque
temes que te deporten.
—Sí.
—No puedo prometerte nada, salvo que intentaré ocultar tu nombre y que le
preguntaré a Bulldog si conoce a alguien que pueda ayudarte con tu inmigración.
Roberto vaciló un segundo antes de decir:
—Por lo general, Tiny no tiene muy buenos caballos ni buenos propietarios. El
año pasado estaba pelado de dinero: el tipo del heno quería que le pagaran en

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metálico al hacer la entrega, los herradores no querían herrar sus caballos a no ser
que se les pagara por adelantado y un par de veces compré comida para los mozos
porque Tiny no tenía suficiente para pagarles. Pero hace un par de meses antes de
que empezara el año, de pronto parecía tener un montón de dinero. Le dijo a todo el
mundo que lo había ganado en Las Vegas, y que no era más que el principio de una
buena racha. —Roberto se encogió de hombros—. A mí no me importaba de dónde
viniera con tal de que yo pudiera seguir entrenando a los caballos. Pero una noche
me pasé por las cuadras para ver a los caballos y me encontré a Tiny en la oficina con
un fajo de dinero. No bebe tanto como Jamie, pero aquella noche estaba borracho y
hablador, y se reía por lo estúpido que era Luke, por cómo un imbécil era el único
que ponía por escrito sus actividades ilegales en un plan de negocios.
—Así que crees que Tiny estaba chantajeando a Luke.
Roberto asintió y miró a Cady con angustia y casi suplicándole:
—No sabía a qué se refería Tiny con lo de las actividades ilegales. Cerré los ojos
y no le di más vueltas; sentaba tan bien no tener que preocuparse por el dinero… Lo
único que quería era ganar la experiencia suficiente para poder llegar a entrenar por
mi cuenta. No comprendí qué estaba sucediendo hasta que Ángel se desplomó y me
contó lo de que había drogado a los caballos de Adrienne y a un par más aparte.
Luke sabía lo de la coca, y sabía que Ángel necesitaba dinero para su familia de
México. —Roberto respiró hondo—. También sabía que los papeles de Ángel eran
falsos, que estaba utilizando el número de la seguridad social de su primo para
poder quedarse en los Estados Unidos y montar. Ángel no tenía elección; debía hacer
lo que Luke le pidiera.
—¿Sabes dónde está Tiny?
Roberto vaciló un minuto antes de escribir la dirección en una servilleta de
papel.
—Está en casa de su novia. La chica se ocupa de los caballos que guardan ahí
provisionalmente.

Todas y cada una de las terminaciones nerviosas de Kix estaban cargadas de


frustración. Se sentía como si estuviera de pie frente a una pared y se golpeara la
cabeza contra ella. Los policías que trabajaban en los casos de Meyers y del jockey
habían dicho prácticamente lo mismo: "Gracias por la información; a partir de ahora
nos encargamos nosotros", con el subtítulo de "No necesitamos que ningún cowboy
sin jurisdicción aquí nos enseñe cómo se hacen las cosas en la gran ciudad".
Y por encima de todo aquello, Cady no le había devuelto ninguna de las
llamadas. Joder, no podía soportarlo. Cogió el teléfono y volvió a llamarla, pero le
saltó el contestador.
—Tenemos que hablar, muñeca. Por favor, llámame.

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Capítulo 18

Cady se pasó por Pistas del Delito para recoger a Ranger, y el corazón se le
ensanchó de placer al ver que la estaba esperando junto a la puerta, con los ojos
brillantes de devoción y su pequeño movimiento de rabo que le decía lo contento que
estaba de verla.
—Aparte de sacar el perro policía que lleva dentro cuando Kieran apareció por
aquí, Ranger se ha pasado la tarde casi entera junto a la puerta, esperando a que
volvieras —dijo Lyric mientras Cady acariciaba las orejas de su perro.
—¿Cómo que "sacar el perro policía que lleva dentro"?
Lyric se rió.
—Bueno, Kieran vino a buscar la agenda. Puesto que es hombre, y policía,
cometió el error de tratar de defender a determinado sheriff de Texas. Las cosas…
mmm… se caldearon un poco… y Ranger acabó enseñándole los dientes a Kieran.
Cady se sintió alarmada, aunque Lyric no parecía demasiado preocupada.
—¿Cómo? ¿Ranger ha atacado a Kieran?
—No. —Lyric miró al perro—. No. Se comportó como un perro policía: ladraba
y gruñía, manteniendo a Kieran a raya. Le di unas cuantas órdenes y el perro
respondió a la perfección, creo que ha recibido algo de entrenamiento. Si quieres
podemos llevarle a Protección Plus Caninos y pedirle a Deuce McConachie que lo
mire.
—Claro.
—Pero prepárate, Deuce es un tío de infarto. —Lyric subió y bajó las cejas
varias veces—. Puede que después de conocerle quieras apuntarte a clases de
Schutzund con Ranger.
Cady se tensó y, pese a que sabía que su hermana sólo bromeaba, dijo:
—Creo que voy a tomarme un respiro de hombres.
Lyric sacudió la cabeza, pero por suerte se abstuvo de decir nada.
—¿Alguna novedad en el caso?
Cady asintió y le contó la visita a Nate, y de lo que se había enterado hablando
con Jaime Johnson y Roberto González.
Lyric frunció el ceño.
—Barwig. Ese nombre me suena… Un segundo. —Abrió una carpeta donde
estaban los papeles de adopción de Ranger y un montón de papeles más que Cady le
había llevado para que se leyera. Unos segundos después, Lyric sacó algo que
parecía un periódico—. Aquí está. Hay un anuncio sobre el banquete en honor a los
voluntarios, donantes y personal que organiza cada año el refugio de animales. Una
de esas personas era Helen Barwig. Según esto, fue esencial para recaudar fondos

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

para construir una zona para "familiarizarse", que la gente pudiera visitar con sus
mascotas en potencia antes de adoptarlas.
Cady sentía el latido de su corazón en los oídos. La agenda de Danny decía algo
acerca de ir a la fiesta; fue a su mesa.
—¿Menciona a su marido?
—Sí, se llama Andrew. —Lyric encendió el ordenador y escribió su nombre. En
menos de medio minuto su relación con Danny se hizo evidente.
—Andrew Barwig, propietario de Barwig Construction Company —dijo Cady—.
BCC.
Lyric ya había alargado la mano para coger la carpeta del caso y sacar la página
de la agenda de Danny que habían fotocopiado. Dos días después del banquete,
Danny se había reunido con BCC en San Francisco a las 10 p.m.
Sin que le dijeran nada, Lyric volvió al ordenador e investigó un poco más.
—La sede de Barwig está en San Francisco.
Un par de teclas más y Lyric sacó una foto de Barwig en Bay Downs, junto a
Luke Johnson. A Cady se le puso la piel de gallina al reconocer al hombre que había
visto con Luke cuando salía del despacho de Jaime.
—A ver, lo más seguro es que Barwig sea la B que aparece a principios de cada
mes en la agenda de Danny —dijo Lyric, haciendo que Cady dejara de prestar
atención a la pantalla del ordenador y se centrara en las hojas fotocopiadas de la
agenda de Danny.
Cady se sentó en una esquina de la mesa.
—También es posible que Tiny Johnson le haya estado chantajeando a él, y no a
Luke.
—Yo apuesto porque él es el cabecilla de la operación, y el que mayor tajada va
a sacar de todo esto. —Lyric sonrió—. Aun a riesgo de que te enfades y me regales
una de tus muecas despectivas, sé de un sheriff de Texas que va a lamentar haber
decidido jugar al llanero solitario cuando decores este caso con un buen lazo y se lo
restriegues por la cara… y con suerte le rompes la nariz en el proceso.
—Lyric…
—Vale, vale, lo siento. Bueno, la verdad es que no, sólo me jode que te haya
hecho daño; me basta una palabra tuya para… —Lyric bajó la voz para imitar a un
gángster—… Tengo amigos dispuestos a hacerle una visitilla y mostrarle lo mal que
se ha portado… lenta y dolorosamente.
Cady no sabía si echarse a reír o a llorar; le entristecía lo de Kix pero le alegraba
sobremanera el tener unas hermanas tan maravillosas. Se echó hacia delante y abrazó
a su hermana con fuerza.
—Por ahora vale; resolvamos este asunto de una vez por todas.
Lyric le devolvió el abrazo.
—Tú mandas.
Cady se retiró y preguntó;
—¿Te ha contado Kieran qué dijo el forense de la autopsia?
—Asesinato; le encontraron tranquilizantes en el cuerpo. Probablemente va

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estuviera muerto cuando le inyectaron la coca.


—¿Y Valdez?
—Aún sigue en el aire. Kieran ha llamado a un colega del departamento de
policía de San Francisco y les hizo ver que su caso podría estar relacionado con el
asesinato de Danny. —Lyric se encogió de hombros—. Pero ni idea de qué van a
hacer; anda que no hay gente cada día que se tira por ese puente… el caso es que no
nos enteramos. La única razón de que Valdez apareciera en las noticias era que le
conocían por montar en Golden Gate Fields, si no, probablemente no nos hubiéramos
enterado tan rápido. Estos últimos años los periodistas se han puesto muy serios con
eso de no dar ideas al resto informando de los suicidios.
El comentario de Lyric atravesó a Cady como una descarga eléctrica.
—¿Recuerdas la reunión del club de fotografía al que te arrastramos Erin y yo?
—¿Te refieres a esa en la que tuve que repetiros a las dos un millón de veces
que tu discurso sobre "retratar a mascotas con premio" era lo mejor de este mundo
después de la invención de la Harley? ¿Esa reunión?
Cady se echó a reír, avergonzada aún por lo estresada que se había sentido de
tener que hablar delante de toda aquella gente.
—Sí, esa. ¿Te acuerdas de El Morboso?
—Oh, sí, claro que me acuerdo. Le habían concedido permiso para montar su
cámara y grabar el puente veinticuatro horas al día, los siete días de la semana
durante un año. Dios, me puso los pelos de punta hablando acerca de montar un
libro de sobremesa sobre el puente Golden Gate… y sus suicidas. Se le iluminó la
cara cuando me contó que ya tenía las fotos de tres tipos suicidándose. —Lyric abrió
los ojos mucho—. Mierda, Cady, puede que tenga las fotos de Valdez tirándose.
—¿Puedes localizarle? Quiero intentar arrinconar a Tiny Johnson.
Lyric se puso en pie y fue a los archivos.
—Me pongo a ello. Seguro que Erin guarda una copia del programa junto con
algunos números de teléfono.
Cady cogió la correa de Ranger y se la enganchó al collar.
—Llámame si encuentras algo.

Kix aparcó el coche blanco lejos del bordillo, con cuidado de alejarse lo
suficiente para que Cady no le viera. Daba auténtica lástima. Lo más seguro era que
sus hermanos pusieran el grito en el cielo si le vieran así, reducido a alquilar un
coche que Cady no reconociera y perseguir a su mujer hasta que la pillara a solas y
pudiera hablar con ella.
No era uno de sus mejores momentos.
Claro que, si no conseguía que le perdonase, su futuro iba a convertirse en un
montón de tardes en blanco.

"Ummm…", pensó Lyric al ver cómo Dante Giancotti, el detective de San

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Francisco al que habían asignado el caso de la muerte de Valdez, se bajaba de su


coche de policía. "¿Quién habría imaginado que todos esos chicos malos acabarían
siendo policías?".
—Cielo, como no dejes de mirarle así te va a doler el culo una semana entera
cuando acabe contigo —gruñó Kieran; no le gustaba nada la forma en que su
mujercita miraba a otro poli.
Se movió para pegarse a ella, aferrándose a la espalda de Lyric de una forma
que proclamaba "¡Mía!" a los cuatro vientos, y su endemoniada mujer tuvo la osadía
de reírse y frotarse contra su polla, provocándole con ello una oleada de lujuria. En
cuanto la llevara a casa…
Lyric sonrió. Por mucho que le excitara el haber conseguido hablar con El
Morboso para organizar aquella reunión y repasar el carrete que tenía en el puente,
un par de minutos con Kieran bastaban para ponerla a cien y desear que todo aquello
acabara para poder volver a casa. Oh, sí, ya estaba empalmado, y el tenerle por ahí
con una erección le hacía la boca agua y le humedecía el conejito. Lyric decidió
atormentarle un poco más por puro placer. Le lanzó una mirada picantona y
retadora:
—Estoy casada, Kieran, no ciega, pero me apuesto lo que quieras a que a tu
hermana le gustaría.
Todos y cada uno de los músculos del cuerpo de Kieran se tensaron. Hijo de
puta, no había visto venir esa. Se le revolvía las entrañas sólo de pensar en que su
hermanita pequeña tuviera una entrevista con Bulldog. Joder. No quería verla junto a
los primos de Lyric, especialmente Braden, y menos aún quería que Giancotti
merodeara a Calista. Aunque sólo uno de los rumores que corrían sobre aquel poli
fueran ciertos, ya era uno de más.
El poli en cuestión se estaba acercando demasiado rápido como para que a
Kieran le diera tiempo a responder a Lyric, y por la sonrisita en su boca, se deleitaba
en algo. Kieran apretó a Lyric con más fuerza, como un perro guardián con su hueso.
—Acabemos con esto de una vez —gruñó.

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Capítulo 19

Cady se sintió incómoda por primera vez al girar un camino de barro y


encontrarse con un cobertizo a lo lejos, una vieja caravana y un par de coches al lado.
Cuando Roberto le dijo que la novia de Tiny cuidaba de los caballos a los que
apartaban del hipódromo hasta que curaran sus heridas y volvieran a estar listos
para correr, Cady se había imaginado alguna casita agradable, no un lugar en
deterioro y perdido del mundo.
Alargó la mano y le frotó la oreja a Ranger.
—Esta vez me acompañas —le dijo. El que estuviera con ella le hacía tener más
confianza en sí misma. Como si intuyera su miedo, el pastor alemán miraba
fijamente por la ventana con los ojos alerta y el cuerpo tenso y listo para la acción.
No había forma de acercarse a Tiny sin que se diera cuenta, no en aquel campo
abierto y con el reguero de polvo que estaba dejando su camioneta. Casi esperaba
que alguien saliera de la caravana o del cobertizo, especialmente ya que había dos
coches. Al ver que nadie lo hacía, pensó en darse la vuelta y marcharse por donde
había venido, pero no había razón para pensar que aquello fuera una trampa, ni que
estuviera en peligro. Abrió la puerta y se bajó, tirando suavemente de la correa para
que Ranger la siguiera.

Al detective Dante Giancotti le divirtió ver la forma en que Kieran Burke


protegía y agarraba a su mujer. No es que no tuviera un bonito culo, que lo tenía,
pero estaban allí por trabajo y Dante jamás mezclaba los negocios con el placer. Ni se
liaba con mujeres casadas. ¿Para qué complicarse la vida?
Prefería que sus mujeres fueran fáciles y le gustaba compartirlas con su
hermano.
Fin de la cuestión.
Ponía la mano en el fuego a que nunca sentiría lo que Kieran por su mujer.
—¿Listos? —les preguntó, y se acercaron al edificio de apartamentos, siguiendo
a Lyric. Tres tramos de escaleras después un cretino de pelo negro les abrió la puerta
de uno de los apartamentos, pasando de la anticipación al terror al ver que Lyric no
iba sola. Pasaron a una habitación a oscuras decorada con la idea de seducir.
¿Velas y vino helado?
Dante gruñó. Mierda. A él siempre le funcionaban los condones y la cerveza
helada. Se inclinó hacia delante y encendió la luz sin dejar de mirar a Kieran. Tenía
que concederle que sabía mantenerse frío. El Morboso, sin embargo, sudaba como un
cerdo.

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

—Estos son polis —dijo Lyric, y Dante pensó que El Morboso iba a mearse en
los pantalones. Por costumbre, paseó la vista por la habitación y a punto estuvo de
soltar una carcajada. No es que fueran a necesitarlo con aquel tipo, pero ya tenían
con qué presionarle: Cannabis Sativia. En la repisa de la cocina.
El Morboso se lamió los labios y se puso tras el ordenador.
—La cámara lo grabó anoche. El asesinato. Eso es lo que buscáis, ¿no? El
asesino debía de saber que era imposible que las cámaras del puente no podrían
verle con la niebla; mi cámara tampoco podría haberlo hecho si la niebla hubiera
estado más alta, como de costumbre. —Volvió a lamerse los labios—. Cuando hayáis
acabado con ello, ¿creéis que puedo usarlo para mi…? —La mirada de Dante le cortó.
Se colocaron frente a la mesa. El Morboso le dio a la tecla y la película pasó
hacia delante, mostrando cómo Luke Johnson guiaba a un Valdez apenas consciente
hasta la esquina del puente y le empujaba después hacia la muerte.

El corazón de Kix le dio un vuelco al ver que Cady dejaba la carretera principal.
No le gustaba todo aquello, y menos aún el hecho de que estuviera yendo sola.
Apretó el acelerador y se metió por el camino de tierra justo cuando Cady se
bajaba del coche. Al ver que se detenía y le miraba, se sintió aliviado de ver que
estaba bien.
—Quédate donde estás, muñeca.
Pero sus palabras apenas habían terminado de salir de su boca cuando algo la
sorprendió. Se volvió hacia el cobertizo y Ranger tiró de ella hacia delante,
arrancándole la correa de las manos y precipitándose hacia la entrada. Dio un par de
pasos detrás del perro y Kix sintió como si el corazón fuera a estallarle por miedo a
perderla.
El corazón siguió latiéndole a mil por hora aun después de que se cubriera
detrás de su camioneta. Apretó el freno y se detuvo junto a ella, apenas consciente de
haberse bajado del coche hasta tenerla apretada contra él.
Cady hundió la cabeza en su pecho y dejó que la abrazara dos minutos antes de
apartarse y decir:
—Alguien ha disparado en el granero. He oído dos tiros.
Del interior del granero les llegaron los ladridos furiosos de Ranger. Kix soltó a
Cady y cogió una pistola del coche de alquiler.
—Quédate ahí mientras lo compruebo.
—Llamaré al 112.
Kix asintió y se dirigió al granero.
Cady le observó, con el corazón latiéndole en los oídos y la garganta cerrada de
miedo. Si le sucediera algo… Para cuando llegó a la puerta, se había sacudido de
encima el miedo y estaba llamando a emergencias.
Kix imaginó que encontraría un cuerpo en el granero, y lo hizo.
Tiny Johnson yacía sobre un montón de paja, con un agujero de bala en mitad
de la cabeza y una pistola en la mano.

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Dos disparos. Uno a Tiny. Y otro con la pistola en la mano de Tiny para que su
piel tuviera residuos de pólvora. El único problema era que no había salpicaduras de
sangre en la mano de Tiny.
Era un error fácil de cometer, igual que el pensar que nadie buscaría más bolsas
de coca o jeringuillas en el caso de Meyers.
Lo que Kix no había imaginado era encontrarse al perro de Cady ladrando y
abalanzándose sobre Andrew Barwig, mostrándole los dientes como un perro
policía. Que le jodieran si no era una imagen maravillosa.
Kix se acercó, recordando la orden que su ayudante utilizaba con el perro del
departamento, y le dijo a Ranger:
—Sitz.
Al ver que el perro obedecía, Kix ordenó a Barwig que se tumbara boca abajo,
con las manos extendidas en el suelo y por encima de la cabeza, tras lo que gritó a
Cady que todo estaba bajo control y que llamara a Ranger para que volviera a la
camioneta.
Se oyó la sirena de un coche de policía a lo lejos.
—Vaya, parece que tenemos compañía, Andy. No sé por qué, pero no creo que
se traguen lo del suicidio esta vez. ¿No crees que nos ahorrarías bastante tiempo si
confesaras…? —Su comentario fue recibido con el silencio—. No, no es tu estilo. Tú
eres de los que les gustan los abogados. Aunque puede que te interese saber que la
policía de San Francisco ha detenido ya a tu amigo Luke, y no me parece del tipo de
hombres que saben estarse callados.
Una segunda sirena se unió a la primera y las dos parecían ya cerca. Pese a la
escena del granero, el corazón de Kix corría de anticipación. De joven, le gustaban los
forcejeos con terneros; ahora prefería arrestar al malo. Pero ahora mismo ninguno de
los dos competía con la idea de reencontrarse con Cady y conseguir que aceptara sus
disculpas, y después su propuesta de matrimonio. No iba a dejarla escapar tan
fácilmente; ni de broma.

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Capítulo 20

Cady se sintió al borde de una tormenta de emociones para cuando aparcó la


camioneta frente a su casa. El que Kix apareciera de pronto, y al darse cuenta de que
la había estado siguiendo, para después sentir terror ante la idea de que entrara en el
cobertizo, y alivio al ver que salía y destapaba la caja de Pandora de las dudas y los
quebraderos de cabeza… y la esperanza.
No estaba segura de poder soportar hablar con él en aquellos momentos, pero
la determinación en su mirada cuando le dijo: "Te sigo hasta casa", junto con el hecho
de que ya había salido de su coche de alquiler y se dirigía a ella, borraron de golpe la
posibilidad de retrasar aquello. Salió del coche avergonzada por cómo temblaba.
Kix estaba nervioso como una hoja. Joder, su felicidad dependía de cómo
manejara aquella situación.
Tomó aire con fuerza para controlar los nervios, con el corazón expandiéndose
y contrayéndose, a punto de explotar con la necesidad de cogerla en brazos. Pero
cuando vio cómo se estremecía ligeramente, no supo contenerse. La apretó contra el
cuerpo y le pasó la mano por la espalda mientras frotaba la mejilla contra sus suaves
rizos.
Le gustaba tanto estar en sus brazos que Cady se quedó allí, empapándose de
su calor hasta que dejó de temblar. Pero se apartó enseguida al pensar en todo lo
pasado.
Tiró de la correa de Ranger para que bajara del coche, tras lo que se volvió y se
dirigió a la casa. En cuanto dejó al perro suelto, sintió una muesca y el frío metal
contra la muñeca.
Cady bajó la vista para ver las esposas y vio después cómo Kix se ponía la otra
él.
—Muchos hombres bajarían la vista y verían grilletes, muñeca, pero yo veo
seguridad. Ahora puedes callar y ser buena, o podemos convertir esto en un rodeo y
un deporte de espectadores, sea como sea vamos a hablar y después vas a recoger tus
cosas y venirte conmigo a Texas.
La tormenta emocional contra la que había estado luchando cobró la fuerza de
un huracán y los ojos se le inundaron de lágrimas. Kix volvió a abrazarla.
—No hagas eso, Cady, cariño, por favor, no llores. Primero escúchame, y si
después quieres golpearme, hazlo. Pero no llores ni huyas, por favor. Joder, Cady, no
podría soportarlo. Te quiero.
Al ver que Cady no decía nada, se le revolvió el estómago y tuvo que tragar con
fuerza.
—Di que me perdonas, querida. Sé que te he hecho daño y lo siento mucho;

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

mucho más de lo que puedo expresar con palabras. Estaba pensando con el corazón
en lugar de con la cabeza. No quería verte en peligro.
Cady cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el pecho de Kix; el latido errático
de éste le demostraba que sentía la misma montaña rusa de emociones que ella.
Le creía. Pero creerle era la parte fácil. Pero eso no significaba que no le hubiera
dolido.
Tomó aire con fuerza y levantó la cabeza para mirarle a los ojos preocupados y
ver su vulnerabilidad, su desesperada necesidad de ver que aceptaba sus disculpas y
tener una segunda oportunidad.
Sin lamentaciones. Desde el principio se había hecho esa promesa a sí misma en
lo referente a Kix. Y ahora mismo lo único que lamentaría sería echar por la borda la
oportunidad de una vida en común si dejaba que su orgullo se interpusiera en el
camino del amor.
Le quería. Total y completamente. Más de lo que nunca podría imaginar. Era
todo lo que había querido siempre…
Aunque quizá un poco de precaución no le vendría mal. Tenía que saber que,
cowboy o no, ella quería que aceptara por completo quién era y lo que su trabajo
implicaba.
—Estoy bien. No estoy enfadada. Y me gustaría seguir viéndote. La mayoría de
los casos de Pistas del Delito en los que trabajo son bastante inofensivos, pero
siempre cabe la posibilidad de que uno de ellos se me atraviese. Tienes que aceptar
eso, Kix, y dejar de intentar protegerme escondiéndome información.
Kix se alegró de saber que contemplaba la posibilidad de un futuro con él.
—Confío en ti, muñeca. Eres lista y muy capaz. Además, nos tienes a Ranger y a
mí para ayudarte.
Cady frotó la mejilla contra la camisa de él.
—¿Así que lo dices en serio? ¿Quieres que pase una temporada contigo en
Texas?
Kix se retiró para que pudiera verla.
—Toda la vida, Cady. Quiero que te cases conmigo. —Y luego, antes de que
pudiera empezar a preocuparse por su familia, añadió—: Tenemos un jet y un piloto
en el rancho A Kicking. Siempre y cuando pases la mayor parte de las noches en
nuestra cama, puedes ir y venir todo lo que quieras.
Cady levantó las cejas.
—No está mal.
Kix sonrió y le dio un beso.
—Te encantará el rancho. Criamos caballos y hombres buenos, y tenemos unos
pozos de petróleo que no están nada mal. Ahora, no me hagas sufrir más, Cady, y
dime si te casarás conmigo.
—¿Y si te digo que te quiero y que quiero casarme contigo? —Fue a ponerle las
manos alrededor del cuello, pero las esposas se lo impedían—. Y que quizá deberías
quitarme esto.
—Por ahora, muñeca. Pero creo que podríamos encontrarle cierto uso en

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

nuestra habitación.

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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

JORY STRONG
Jory escribe desde niña, y nunca ha dejado de soñar despierta. Cuando no está en su
ordenador, perdida en las musas y conjurando nuevos héroes y heroínas, le gusta leer, montar
a caballo o dar paseos con sus perros.
Si quieres saber más: www.cuevadeellora.com

EL COWBOY DE CADY
Cuando el sheriff Kix Branaman acude en ayuda de una amiga, lo último que se
imaginaba es que fuera a enamorarse de una de los investigadores privadas del caso. Pero una
mirada a Cady Montgomery es suficiente para que le entren deseos de darle una cuerda par
que le ate de pies y manos.
Nada más ver aparecer al sheriff de Texas, Cady Montgomery es consciente de que
lleva las palabras “peligro” y “rompecorazones” escritas con mayúsculas en la frente. Alto,
delgado y fabuloso, Kix podría haber estado entre las páginas del calendario “Vaqueros Sexy
del Oeste”.
Cady prefiere centrarse en el caso, mantener el corazón fuera de peligro y las hormonas
a raya; pero le va a costar lo suyo con el sheriff por ahí cerca…

CRIME TELLS
1. Lyric's Cop (2005)
2. Cady's Cowboy (2005) – El Cowboy de Cady (2008)
3. Calista's Men (2005)
4. Cole's Gamble (2008)

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JORY STRONG EL COWBOY DE CADY

Título original: Cady's Cowboy


© 2005, Jory Strong
© de esta edición: 2008, El tercer nombre, S.A.
Almirante, 9, 2º dcha. 28004 Madrid
© de la traducción, María Alonso
© Cubierta: Ellora's Cave Publishing, Inc.
ISBN: 978–84–96693–44–9
Depósito legal: M–43629–2008
Printed in Spain
Impreso en España por Top Printer

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