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La política macroeconómica de corto plazo del próximo gobierno deberá atacar la inflación, reducir la distorsión de precios relativos, moderar el crecimiento del gasto público y concentrarlo en reducir la pobreza. Estas condiciones permitirán llevar adelante un plan de infraestructura que potenciará el desarrollo de la economía real, aumentando la inversión y el empleo de manera consistente y sin inflación, para aprovechar la oportunidad que aún nos presenta el mundo.
La política macroeconómica de corto plazo del próximo gobierno deberá atacar la inflación, reducir la distorsión de precios relativos, moderar el crecimiento del gasto público y concentrarlo en reducir la pobreza. Estas condiciones permitirán llevar adelante un plan de infraestructura que potenciará el desarrollo de la economía real, aumentando la inversión y el empleo de manera consistente y sin inflación, para aprovechar la oportunidad que aún nos presenta el mundo.
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La política macroeconómica de corto plazo del próximo gobierno deberá atacar la inflación, reducir la distorsión de precios relativos, moderar el crecimiento del gasto público y concentrarlo en reducir la pobreza. Estas condiciones permitirán llevar adelante un plan de infraestructura que potenciará el desarrollo de la economía real, aumentando la inversión y el empleo de manera consistente y sin inflación, para aprovechar la oportunidad que aún nos presenta el mundo.
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Los resultados del “modelo” económico kirchnerista son alta inflación,
severas distorsiones de precios relativos, situación fiscal ajustada y déficit de infraestructura, sin mejora significativa de los índices de pobreza ni de la inversión que permiten el desarrollo de largo plazo. Así, durante 2003-2011 se desaprovechó una oportunidad histórica para encaminar a la Argentina en el desarrollo sostenible. El objetivo de largo plazo es generar un desarrollo económico sostenible que logre consistentemente mejorar la calidad de vida de los argentinos y reducir la pobreza. Para ello, la política macroeconómica de corto plazo del próximo gobierno deberá atacar la inflación, reducir la distorsión de precios relativos, moderar el crecimiento del gasto público y concentrarlo en reducir la pobreza. Estas condiciones permitirán llevar adelante un plan de infraestructura que potenciará el desarrollo de la economía real, aumentando la inversión y el empleo de manera consistente y sin inflación, para aprovechar la oportunidad que aún nos presenta el mundo.
Introducción
El próximo presidente afrontará desafíos inminentes en el campo
macroeconómico e importantes asignaturas pendientes en el campo del desarrollo económico. Estos desafíos pueden resumirse en una alta inflación inercial, un tipo de cambio que pierde competitividad, severas distorsiones de precios relativos y una situación fiscal ajustada. El manejo de esa agenda de corto plazo no puede desentenderse de los objetivos de largo plazo: generar un desarrollo económico sostenible que logre mejorar la calidad de vida de los argentinos, crear puestos de trabajo de calidad, para reducir la pobreza, la desigualdad y la informalidad, para lo cual es clave un aumento sostenido de la tasa de inversión. Esta preocupante situación actual (que describiremos en mayor profundidad a continuación) es el resultado de un “modelo” económico que combinó políticas macroeconómicas extremadamente pro-cíclicas con intervenciones del Estado que desprecian patológicamente todos los principios de racionalidad microeconómica. Así, durante 2003-2011 se desaprovechó una oportunidad histórica para encaminar a la Argentina en el desarrollo sostenible; oportunidad presentada principalmente por la mejora de los términos del intercambio, situación que permanecería en los próximos años. Este hecho, sumado a la solvencia fiscal de largo plazo (la deuda pública total asciende a 52% del PIB comparado con más de 150% en 2002; pero la deuda neta de mercado es inferior al 30% del PBI) permite ser optimistas sobre el futuro económico si se logra un cambio de rumbo a partir de 2011.
Diagnóstico
El modelo económico 2003-2011 se basó casi exclusivamente en mantener un
tipo de cambio real por arriba del equilibrio de mercado con el objeto de subsidiar a las industrias sustitutivas de importaciones y generar superávits comercial y fiscal. Ese modelo pudo sostenerse en la medida en que se devaluaba el dólar en el mundo, se mantenía un elevado superávit fiscal y se intervenía en el mercado cambiario para esterilizar el aumento de la oferta monetaria; pero, sobre todo, mientras se mantenía la brecha de producto surgida de la crisis de 2001-02. El crecimiento económico, basado principalmente en la utilización de capacidad instalada antes ociosa, hizo cada vez más difícil mantener el tipo de cambio sin un correlato inflacionario. Así surgieron – o se profundizaron – políticas de ingresos que buscaron reducir la tasa de inflación: retenciones a la exportaciones (y luego restricciones a la exportación), “acuerdos” de precios con productores y comercializadores y congelamientos tarifarios y subsidios. Como era de esperar, estas medidas no fueron efectivas contra la inflación y llevaron a que Argentina enfrente un problema inflacionario que genera inestabilidad macroeconómica, indexación de contratos y salarios y que reduce la monetización y la intermediación financiera. Pero además de no ser efectivas, estas medidas generaron severas distorsiones de precios relativos que produjeron cuellos de botella en sectores claves (el principal ejemplo es la energía) y un grave correlato fiscal. La creciente inflación está además erosionando la competitividad del tipo de cambio real. Mientras tanto, el gobierno se limita a intervenir el Indec. El tercer problema inminente es el desequilibrio fiscal: a pesar de una presión tributaria récord (que incluye 8,5% del PBI de impuestos altamente distorsivos), el déficit fiscal consolidado llegará a 3% del PBI en 2010. En parte, esto se debe a las mencionadas políticas de ingresos en materia de infraestructura y subsidios. Al comparar el gasto de 2009 con el promedio del período 1998-2001, se observa que el gasto primario total aumentó 5,4 puntos del PBI y que 4,1 de ellos se deben justamente a este nuevo papel asumido por el Estado. Aunque Argentina presenta solvencia fiscal de largo plazo, la dificultad para acceder a los mercados voluntarios de deuda genera problemas de liquidez que habrá que resolver en el corto plazo. Este desequilibrio fiscal profundiza el problema monetario: en 2009, el BCRA financió al Tesoro por un total de $ 24.000 millones y para 2010, el cierre del programa financiero requerirá utilizar reservas del US$ 6.500 millones y un monto similar en emisión de pesos para financiar al Tesoro. Junto con estos problemas de corto plazo (inflación, tipo de cambio, precios relativos y desequilibrio fiscal) se avizoran desafíos de largo plazo. Los principales son la persistencia de altos niveles de pobreza; un creciente déficit de infraestructura que limita el desarrollo; una tasa de inversión insuficiente para sostener un crecimiento de largo plazo superior al 5%, con limitada capacidad de ahorro doméstico y baja participación del ahorro y la inversión externos. Propuesta
Más allá de la retórica kirchnerista de “profundizar el modelo”, queda claro
que la inflación es inherente al modelo actual e inconsistente con un desarrollo de largo plazo. El principal desafío de corto plazo es reducir la inflación y tender a un realineamiento de precios relativos sin frenar la economía: es posible lograr crecimiento sin inflación que permita el desarrollo de largo plazo, y ese, más que maximizar el crecimiento de corto plazo, debe ser el principal objetivo de la política macroeconómica. En materia monetaria, proponemos un ataque gradualista y consistente al problema inflacionario basado en el establecimiento de un esquema de objetivos de inflación. Esto permitirá coordinar expectativas de precios y salarios, aplicando metas decrecientes en el tiempo y basados en proyecciones para los próximos 12 meses. Correlativamente, se propone un aumento de las bandas implícitas de flotación del peso que permita mantener un tipo de cambio real competitivo sin inflación. En materia fiscal, debemos contener el aumento del gasto a un nivel sostenible y velar por su progresividad. Los subsidios económicos (tarifas, energía, transporte) deben convertirse en subsidios sociales a quienes realmente lo necesiten, lo que permitirá complementar la inversión pública en infraestructura con la privada. Efectivamente, a mediano plazo es clave aumentar la competitividad sistémica de la economía con inversiones en energía, infraestructura y el aumento de la productividad. Como ejemplo, cabe señalar que los costos logísticos de la economía argentina llegan a 27% del PBI (frente a 24% en Brasil, 20% en Colombia, 19% en México y 15% en Chile). Sectorialmente, Argentina debe dejar de castigar a su agroindustria. Por eso proponemos la eliminación total de las retenciones1 en 5 años y la desregulación del sector (eliminación de subsidios cruzados, controles de precios, prohibición y cupos de exportación). Esto provocaría un boom de productividad para el sector que podría arrastrar al conjunto de la economía. Para todos los sectores, pero en particular para la industria, es clave reducir el costo del capital, lo cual se lograría rápidamente al reducir la incertidumbre fiscal y macroeconómica asociada a la inflación. Para la industria es fundamental, a su vez, la inversión en infraestructura (y especialmente en energía) que garantice su abastecimiento. A largo plazo, el desafío es bajar consistentemente el costo del capital y elevar la productividad. América Latina tiene el costo de financiamiento más bajo en décadas y altos precios de exportación: Argentina debe aprovechar esta oportunidad, y el actual “modelo” lo está impidiendo.
1Fundación Pensar, “Propuesta de eliminación de las retenciones al campo”, 3 de septiembre de 2010,
en http://fundacionpensar.org/wp-content/uploads/2010/09/Propuesta-de-eliminación-de-las- retenciones-al-campo.pdf Aviso Las opiniones contenidas en este sitio (documento) son responsabilidad exclusiva de la Fundación Pensar y no representan necesariamente la opinión o posición del Pro ni de sus miembros. La Fundación Pensar es una institución dedicada a discutir ideas que pone a consideración de la sociedad para enriquecer el debate público.