Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Vida
Juventud
Santo Tomás de Aquino (1650), de Murillo. Óleo sobre lienzo. 96x68 cm.
Tomás de Aquino nació en 1225 en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el seno
de una numerosa y noble familia de sangre germana.8 Su padre, Landolfo, descendiente
a su vez de los condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su
madre, Teodora, era hija de los condes de Taete y Chieti.
Cumplidos los cinco años, Tomás recibió sus primeras enseñanzas en la abadía de
Montecasino, de la que era abad un tío suyo. Ya por entonces, sus biógrafos Guillermo
de Tocco, Bernardo Guido y Pedro Calo destacan su singular devoción al señalar cómo,
desde bebé, se aferraba fuertemente a un papiro que tenía escrito el Ave María.9
Comenzó entonces su aprendizaje de gramática, moral, música y religión hasta 1239,
año en que el emperador Federico II decretara la expulsión de los monjes. Entonces, el
joven Tomás continuó su educación en la Universidad de Nápoles donde el estudio de
las artes liberales, el currículo educativo de la época, lo puso en contacto con los
principios de la lógica aristotélica.
En 1244, gracias a la amistad que había trabado con el Maestro General Juan de
Wildeshausen, ingresó en la orden mendicante de los dominicos hacia cuya vida austera
e intelectual se sentía atraído desde haberlos conocido anteriormente en un convento de
Nápoles. La decisión contrarió a su familia, que había planificado que este sucediera a
su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterados de que Tomás se dirigiría
a Roma para iniciarse en los estudios del noviciado, sus hermanos lo raptaron y
retuvieron durante más de un año en el castillo de Roccasecca con la intención de
disuadirlo de su ingreso en la orden. Tras haber sido tentado varias veces, logró huir del
castillo trasladándose a París para alejarse de su familia. El Aquinate sorprendió a los
frailes cuando estos vieron que se había dedicado a leer y memorizar la Biblia y
las Sententias de Pedro Lombardo, incluso había comentado un apartado de
las Refutaciones sofísticas de Aristóteles que eran las referencias para los estudios de la
época.
Formación universitaria [editar]
Obrar
Artículo principal: Anexo:Bibliografía de Tomás de Aquino
La obra escrita de Tomás de Aquino es inmensa: teniendo en cuenta que murió con
cuarenta y nueve años y considerando que al mismo tiempo llegaría a recorrer unos
10 000 kilómetros en viajes a pie, se comprende que su obra sea calificada por algunos
como una hazaña inigualable. Josef Pieper comentaba:
Apenas puede creerse todo lo que escribió los últimos años en París
Josef Pieper Doce lecciones sobre tomismo Ed. Rialp 1948, p. 27
Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes y sistemáticas,
son sus tres síntesis teológicas o Summas: Summa Theologiae, Summa contra
Gentiles y su Scriptum super Sententias. Aunque el interés y la temática principal
siempre es teológico, su obra abarca igualmente comentarios de obras filosóficas,
polémicas o litúrgicas. Resulta especialmente conocido por ser uno de los principales
introductores de la filosofía de Aristóteles en la corriente escolástica del siglo XIII y por
representar su obra una síntesis entre el pensamiento cristiano y el espíritu crítico del
pensamiento aristotélico. A lo largo de la historia se le han atribuido obras espurias, que
con el paso del tiempo han dejado de ser consideradas de su autoría. Así, sus obras se
encuentran divididas en:
Pensamiento
Fe y Razón
El pensamiento de Tomás de Aquino parte de la superioridad de las verdades de la
teología respecto a las racionales, por la sublimidad de su fuente y de su objeto de
estudio: Dios. Aunque señala que la razón es muy limitada para conocer a Dios, ello no
impide demostrar que la filosofía sea un modo de alcanzar conocimientos verdaderos:
En primer lugar porque no contradice a la teología, así lo dice:
Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de pensar
en su falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha
sido confirmado por Dios. Luego como solamente lo falso es contrario a lo verdadero,
como claramente prueban sus mismas definiciones, no hay posibilidad de que los
principios racionales sean contrarios a la verdad de la fe
Tomás de Aquino (2007, p. 53)
En segundo lugar, porque es la herramienta natural del hombre para conocer el mundo
y el Aquinate, como se ha visto, considera imposible pensar en la falsedad de la razón
por lo connatural que no es. No obstante, Tomás señala que de llegarse a una
contradicción real y no aparente entre una conclusión de fe y otra racional, la errónea
es la de razón puesto que Dios es infalible. Un ejemplo de contradicción aparente se
encuentra en la cuestión de la Trinidad:
Tomás, por razón, señala que "Dios es simple", y, por fe, que es "trino", pero para ser
trino (que no triple) hace falta ser uno, es decir simple, por lo que fe y razón no se
contradicen, sino que la gracia de la fe supone (acepta) y eleva (perfecciona) la
naturaleza, racional en este caso.
Ontología[editar]
Ante rem (Anteriores a las cosas): En la mente de Dios, por ser Creador del mismo,
como arquetipo de los entes de la realidad material.
In rem (En las cosas): Como estructura que conforma la especie de un objeto
singular. Está mezclado con la materia, por lo que, como tal, en el aspecto sensitivo
es potencial e imperceptible.
Post Rem (Posteriores a las cosas): Como conceptos lógicos, abstraídos de los entes
reales materiales y, necesariamente por lo dicho arriba, inmateriales.
Existencia de Dios[editar]
La demostración de la existencia de Dios, ofrecida en una formulación sintética a través
de las así llamadas "Cinco Vías" es un punto breve en la magna obra de Tomás. No
obstante, su exposición es tan completa y sistemática que ha hecho sombra
a Platón, Aristóteles, Agustín de Hipona o Anselmo de Canterbury y se ha convertido en
el modelo de la filosofía clásica respecto a éste punto.17
La Primera Vía se deduce del movimiento de los objetos. Tomás explica mediante la
distinción de acto y potencia, que un mismo ente no puede mover y ser movido al
momento, luego todo aquello que se mueve lo hace en virtud de otro. Se inicia, pues,
una serie de motores, y esta serie no puede llevarse al infinito, porque no habría un
primer motor, ni segundo (es decir, no habría comunicación de movimiento) por lo tanto
debe haber un Primer Motor Inmóvil que se identifica con Dios, principio de todo.
La Segunda Vía se deduce de la causa eficiente (pues todo objeto sensible está limitado
por la forma, de ahí que no sea eterno y sí causado). Se inicia, por lo tanto, una serie
de causas análoga a los motores que termina en una Causa Incausada, identificada con
Dios, creador de todo.
La Tercera Vía se deduce a partir de lo posible. Encontramos que las cosas pueden
existir o no, que pueden pensarse como no existentes y por lo tanto son contingentes.
Es imposible que las cosas sometidas a la posibilidad de no existir lleven existiendo
eternamente pues en algún momento habrían de no existir. Por lo tanto debe haber un
Ser Necesario que se identifica con Dios, donde esencia y existencia son una realidad.
La Cuarta Vía se deduce de la jerarquía de valores de las cosas. Encontramos que las
cosas son más o menos bondadosas, nobles o veraces. Y este "más o menos" se dice en
cuanto que se aproxima a lo máximo y (ya que los grados inferiores tienen su causa en
algo genéricamente más perfecto) lo máximo ha de ser causa de todo lo que pertenece
a tal género. La causa de la bondad y la veracidad se identifica con Dios, el Ser
máximamente bueno.
La Quinta Vía se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Tomás recuerda cómo
los cuerpos naturales, siempre o a menudo, obran intencionadamente con el fin de lo
mejor, muchos incluso sin conocimiento. Llegó a decir, fiel a Aristóteles, que cada ente,
como causado, debe tener un orden dado, tanto por razón de su forma (esencia) como
de su existencia y, remontándonos en la serie de causas finales, esto sólo es posible si
hay un Ser supremamente inteligente, que es Dios.
Muchas de las numerosas críticas a esta propuesta de Tomás se deben a tres fenómenos:
Lectura imprecisa
Se le ha criticado que no explicaba la solución a la serie de infinitos, ni la
contingencia de los cuerpos o que emplea el principio de razón suficiente y mal18
pero ninguna afirmación es cierta, como se puede ver.
No admitir algunas premisas
Un caso notorio a este respecto es el del científico e intelectual Richard
Dawkins quien señaló, entre otros, tres aspectos imposibles de las Cinco Vías:
Que la causalidad habría de aplicarse igualmente a Dios, por ser supuestamente
objeto de estudio (y de causa) por lo que no sería tal (citando a Immanuel Kant).
Que también los valores negativos, como "la hediondez", necesitaban de un
máximo igualmente, por lo que Dios no sería tal.
Por último, que la omnipotencia de Dios le haría conocedor de su futuro y apto
para negarse a sí por lo tanto no sería tal (Richard Dawkins exhibe en otras obras
las múltiples contradicciones lógicas de Dios, como las referidas a
la omnisciencia, la bondad absoluta, la atemporalidad o su origen). 19
Las premisas que Dawkins no admite son:
Influencias y repercusiones[editar]
Tomás, aun siendo teólogo, destacó por haber leído y estudiado exhaustivamente a
todos los intelectuales referenciales del momento, filosóficos incluidos, de ahí que
pudiera alcanzar una síntesis tan extensa y consistente. Los materiales para su
pensamiento son de muy diverso origen:
En primer lugar de Platón. A él se le debe cierta doctrina de la participación (aún no
plenamente metafísica), para explicar la relación entre Dios y las criaturas, así como la
cuestión de los grados de perfección. Tomás también conocía a los estoicos como
antecedentes de la idea tomista de ley natural.
De Aristóteles coge sus teorías principales, aunque con la perspectiva cristiana del ser,
como se ha visto antes. Los conceptos de forma y materia, acto y potencia, substancia
y accidentes y Dios como fundamento último de los movimientos de la realidad (primera
y quinta Vía). Asume toda su teoría del conocimiento y las bases de su antropología: la
concepción formal del alma, su división tripartita, etc. En Ética y Política recoge el
concepto y la clasificación aristotélica de la virtud y completa sus aportaciones sobre
la ley natural(base del derecho natural, que, aún defendido por John Locke e Inmanuel
Kant, es metafísico), y completa estos esquemas con la referencia a la ley eterna y las
virtudes teologales (ajenas a la misma cultura griega). Por otra parte, la Lógica la acepta
íntegramente desde su juventud.
Del pensamiento musulmán y judío, además de acoger sus comentarios
a Aristóteles destaca por su atención a Avicena en su distinción (aún inexacta, debido a
su esencialismo) entre esencia y existencia, y en la formulación de la Tercera Vía. Por
otro lado, de Maimónides recoge la defensa de la creación de la nada y su modo de
entender las relaciones entre la fe y la razón. En cuanto a lo cristiano, es fundamental
recordar su adhesión inquebrantable a la Biblia, los Decretos de los Concilios y los Papas
(destaca Gregorio Magno por sus tratados morales y pastorales). Entre los Padres de la
Iglesia destaca, eminentemente, Agustín de Hipona en la relación de los atributos de
Dios, la idea de la creación o la tesis de la inmaterialidad del alma, la cuestión de
la Trinidad entre muchas otras (afinadas por su aristotelismo)
De otros neoplatónicos como Pseudo Dionisio Areopagita asume los aspectos
neoplatónicos de sus obras, como el concepto de participación y las grados de
perfecciones, en clave teológica. De Boecio, sus aportes a los dogmas trinitarios y
cristológicos. Alberto Magno, en último lugar, le introduje en el conocimiento
de Aristóteles y le inició en la cuestión de los trascendentales.
Respecto a su influencia posterior, Tomás jugó un papel capital, nunca antes visto en
la Iglesia católica, como referencia y modelo de pensamiento, tanto en
la Inquisición como en el Concilio de Trento. En el siglo XV sus seguidores son muy
diversos: el canciller Juan Gerson, el inquisidor Tomás de Torquemada y Girolamo
Savonarola. En el siglo XVI defienden su doctrina y figura el papa Pío V (que lo nombró
Doctor de la Iglesia) y un buen número de distinguidos españoles como el fundador de
la Compañía de Jesús Ignacio de Loyola (cuya lectura él decreta en el Cap. 14, punto 4°
de las Constituciones24), el Doctor místico Juan de la Cruz (que emplea constantemente
sus principios para explicar los mecanismos espirituales), el cardenal Tomás
Cayetano, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Más tarde, asentando la reforma
contra el protestantismo en el siglo XVII, destacan el obispo Francisco de Sales, Juan de
Santo Tomás, Francisco Suárez y Domingo Báñez.
En el siglo XVIII, a pesar de la poderosa aparición del racionalismo y, a raíz de él,
el empirismo (entre ilustrados) y ontologismo (entre católicos como Nicolas de
Malebranche) cabe mencionar las aportaciones del cardenal Juan Tomás de Boxadors y
los obispos Alfonso María de Ligorio y Jacques Bossuet.
Ante las nuevas corrientes intelectuales como el idealismo romántico, nihilismo vitalista,
filosofía de la conciencia (Henri Bergson) y Fenomenología, así como una rama fideísta
ultra-católica (Louis Eugène Marie Bautain, Louis de Bonald y el joven Félicité Robert de
Lamennais), la Iglesia católica recomendó directamente a Tomás para un estudio veraz,
acorde a la fe católica. Ya en el siglo XIX Tomás es recomendado por los papas León
XIII (es famoso por su encíclica Aeterni Patris) y Pío X (destacó su motu propio Doctoris
Angelici) con el apoyo de los cardenales Désiré Félicien-François-Joseph Mercier, Tomás
Zigliara y Zeferino González, al tiempo que surgen los grandes inspiradores
del neotomismo: Pierre Mandonnet y Ambroise Gardeil. Y, al fin, en el siglo XX se trata
de los papas Pío XI (Studiorum Ducem), Juan Pablo II (formado en el Angelicum) el
canciller Etienne Gilson, Josef Pieper, Reginald Garrigou-Lagrange, Jacques
Maritain, Antonin-Dalmace Sertillanges y Sebastiaan Tromp.
En la Iglesia en general, es la referencia de los Concilios Trento y Vaticano I (en la
constitución Dei Filius), a la vez que se coloca como paradigma de estudios en general
en el Vaticano II (se vuelve a nombrar como autoridad a seguir en cuestiones
especulativas y metafísicas25) y en el Código de Derecho Canónico (can. 589 y 1366).
De hecho, hoy, numerosos escritos de los Papas vuelven constantemente a él.
Figura en el Calendario de Santos Luterano.