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La creación del Arco Minero del Orinoco (AMO) contemplada en gaceta oficial
nro. 40.855, abarca una extensión de 112 mil Km² de los estados Bolívar, Amazonas
y Delta Amacuro, que representan un 12% de todo el territorio nacional, y tiene como
planteamiento el permitir a 150 empresas transnacionales la explotación de
minerales altamente codiciados como lo son: oro, diamantes, coltán, hierro, bauxita,
entre otros, en la mayoría de los casos mediante la técnica de extracción llamada
“minería a cielo abierto”. No obstante, el gobierno nacional, en vista del riesgo
ambiental que representa un macroproyecto de esta envergadura, ha creado el
Ministerio del Poder Popular del Desarrollo Minero Ecológico, cuyo objetivo esencial
es promover el uso de tecnologías y técnicas de extracción de minerales de formas
más amigable con el ambiente, además de controlar, desarrollar y operar proyectos
de esta índole, así como también el dar concesiones y autorizaciones a las distintas
empresas que pretendan aprovechar el rico tesoro minero que existe en el AMO.
La aplicación del gigantesco proyecto del Arco Minero del Orinoco, llevado
de la manera en que se plantea, representara un deterioro irreversible del
ecosistema que existe en los estados ya antes nombrados, ecosistemas que ya se
ven afectados por las distintas actividades mineras ilegales, que pasan
desapercibidas a los ojos de las autoridades pertinentes y, peor aún, en algunos
casos cuentan con el consentimiento del Estado para realizar dichas actividades.
La corrupción ha sido uno de los males que más ha afectado a los distintos
gobiernos de este país, y el aumento desmesurado de la misma en los últimos años,
así como la aparición de bandas delictivas que se “adueñan” y zonifican a su antojo
vastos territorios ricos en minerales codiciados, son algunos ejemplos del “buen”
desempeño del gobierno venezolano en materia de minería.