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La dependencia, ¿culpa de quién?

Guillermo Arosemena Arosemena

La mayoría de los historiadores de nuestra región tienen una idea equivocada de los hechos
históricos. La cita que sigue es de un historiador peruano, pero igual texto, con más o menos
palabras, también se encuentra en escritos de historiadores ecuatorianos: “¿cuál fue el con-
tenido concreto de la independencia de una metrópoli, que lejos de hacer de la sociedad
peruana una sociedad realmente libre, no hizo sino desplazarla a las esferas de dominio de
las nuevas potencias hegemónicas del universo, en una situación igualmente depen-
diente?”. Historiadores mejicanos, centroamericanos, etc., hacen pregunta similar. En ellos
prevalece la victimización histórica, viejo rubro de exportación de la región: culpar a otros
de propios errores. A un historiador guayaquileño le comentaba que a los historiadores de
Asia, continente que logró la independencia 130 años después, no se les ocurre hacer esa
pregunta. Muchos países asiáticos nos han superado en nivel de vida, educación, avance
tecnológico, etc. La misma Vietnam, tan pobre como Corea del Sur en los cincuenta, en
pocos años tendrá un nivel de vida parecido al nuestro. La pregunta que debe hacerse es:
¿por qué al independizarnos mantuvimos la herencia española: leyes comerciales caducas,
injusto y excesivo sistema tributario, monopolios, etc.? ¿Por qué no se innovó y no hubo
visión de futuro? ¿Por qué continuamos con la política económica de la dependencia?
En La riqueza y pobreza de las naciones, del historiador David Landes, hay un comentario
del autor, que dos décadas después de haberse escrito, sigue siendo gran verdad: “La
doctrina de la dependencia ha sido el rubro de exportación más exitoso de América Latina
[...]. Al promover una propensión mórbida de encontrar culpables en todos menos en uno
mismo, ellos patrocinan la impotencia económica”. Nuestros historiadores siguen pensando
en lo mismo: somos víctimas de los imperios. Debe terminar el complejo de inferioridad; los
asiáticos fueron rápidos en comprender el comentario de Adam Smith de que no hay al-
muerzo gratis, es el interés propio lo que hace prósperos a los países.

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