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Historia de la traducción

Alberto Ballestero

Traductores, obispos y reyes.

Entre el siglo III a.C. y el siglo V d.C., la Península Ibérica era una provincia más del Imperio romano
donde el latín era lengua habitual y origen de las actuales (castellano, portugués, catalán y gallego),
hasta el punto de que hoy podemos explicar la etimología y la traducción de muchas palabras por
relación a su tronco latino común. Sin embargo, la evolución lingüística de la Península está
condicionada por las sucesivas ocupaciones, primero del norte (los pueblos germánicos) y después del
sur (los árabes), con traducciones bíblicas como la del obispo Ufilas o las del griego al latín realizadas en
el siglo VI por San Martín y San Pascasio.

En el siglo VIII, con la llegada de los árabes, el romance sigue su evolución hasta cristalizar en el siglo X
en las Glosas Silenses y Emilianenses, para tomar forma en el siglo XIII con Alfonso X, quien se empeño
en dotar de rango de lengua de cultura al romance castellano. Y así, desde que en 1819, Jourdain
acuñara el marbete Escuela de Traductores de Toledo, cualquier historia de la traducción referida a la
Edad Media española debería iniciarse formulando las siete preguntas de la retórica clásica —quis
(quién), quid (qué), ubi (dónde), quibus auxiliis (con qué ayuda), cur (por qué), quomodo (cómo) y
quando (cuándo)— con el fin de explicar cumplidamente el fenómeno alfonsí. Nosotros nos
conformamos con aportar algo de luz a la época.

Miniatura de las Cantigas de Alfonso el Sabio.Monasterio de El Escorial

Si hubiera que buscar un precedente a la Escuela de Toledo, la Casa de la Sabiduría de Bagdad sería
un buen ejemplo de la labor traductora ejercida entre los siglos VIII y XII por los árabes, hasta llegar a la
primera traducción literaria realizada en la Península en 1251, el Calila e Dimna. El modus operandi de
los trasladadores árabes y judíos era el trabajo en equipo, lo cual no impidió las traducciones
individuales, pero sobre todo se requería responsabilidad y esmero. Era más importante traducir bien
que traducir mucho o muy deprisa.

Además de Toledo, existieron núcleos de traductores como el de Tarazona, impulsado por el obispo
Miguel y dedicado a la traducción de textos científicos, que aportaron versiones de obras originalmente
escritas por autores hindúes o persas y de las que existían traducciones árabes. Gran parte de este
mérito se debe a la orden de Cluny, que contribuyó a tejer una red cultural que enlazaba lugares como
Ripoll, Barcelona, Sahagún, Osma, San Millán o Silos, y que mediante traducciones de textos latinos
aportó obras científicas de primera fila.

La lista de nombres propios está sujeta a incorporaciones y brilla con Alfonso X, pero es claro que la
traducción en Toledo se inicia gracias al arzobispo Raimundo y al canónigo Gundisalvo (Domingo
Gonzalbo), sin por ello olvidar a Gerardo de Cremona, el más conocido y prolífico, a Alfredo de Sareshel,
Miguel Scoto, el canónigo Marcos, Hermán Alemán, Pedro de Toledo, Hermán de Carintia o Roberto de
Chester.
Tras Alfonso X, la actividad traductora persiste con Sancho IV (1284-1295) en el trono y la nómina de
traductores ilustres se completa con nombres como el de Gonzalo de Berceo o ya en el siglo XIV con
Pero López de Ayala, Pérez de Guzmán, Fernández de Heredia o Beneyto de Santa María.
En el siglo XV, uno de los principales nombres de la historia de la traducción española es Enrique de
Aragón (1384-1434), aunque se considere a Enrique de Villena el primer traductor de la Eneida, no sólo
al castellano, sino a una lengua romance.

Gran parte de las traducciones realizadas en el siglo XV están vinculadas a la corte de los Mendoza,
sobre todo a Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, sin que por ello deba pasarse por alto el
trabajo de hombres como Alonso de Cartagena. Uno de los traductores patrocinados por Santillana fue
Pedro Díaz de Toledo, su capellán y obispo de Málaga, que hizo las primeras versiones de Platón al
castellano (Fedón y Axyochus). No menos importante fue Martín de Lucena, el Macabeo, ahijado del
marqués y traductor de los Evangelios.

Autores ilustres de la época, como Juan de Mena o el obispo de Ávila, Alfonso de Madrigal, el Tostado,
también tradujeron para Santillana o para el rey Juan II. Tras ellos, el relevo generacional correspondió a
traductores como Alfonso de Palencia o Jorge Rodríguez del Padrón. Todo ello sin contar la nómina de
traducciones anónimas, como el Libro de los gatos, Farsalia, Decamerón o las múltiples versiones de la
Biblia, entre las que destaca la Biblia de Alba.

Por último, resaltar dos datos: la llegada de la imprenta hacia 1470, con lo que ello supuso para la
difusión de las obras traducidas y la aparición en 1492 de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija,
que da idea del afianzamiento del castellano como lengua de cultura.

EL PERSONAJE: Ufilas (311-383)

Las tribus germánicas que participaron en el saqueo de Roma, durante el fin de aquel Imperio, no
aniquilaron a la Iglesia Católica romana junto al estado romano, porque veían en la religión de Roma una
parte de la tradición cultural de aquel Imperio. El jefe de la Iglesia en Roma, el Papa, sobrevivió a las
invasiones germánicas y acabó siendo un importante actor político por derecho propio.

La Iglesia Católica no perdió el tiempo y envió misioneros cristianos a las tribus paganas. Uno de los
más conocido fue Patricio quien, a pesar de haber nacido en Gran Bretaña, fue a Irlanda, se transformó
en el cristianizador de la isla y más tarde fue santificado por su trabajo. Pero el más famoso de ellos fue
Ufilas que trabajó entre los godos.

El obispo de Antioquia Ufilas, cuyos padres eran de origen godo y griego, tradujo toda la Biblia, excepto
el libro de los Reyes, porque pensaba que los godos ya eran un pueblo demasiado guerrero como para
adoctrinarlos sobre el particular. Censurando su traducción creyó que hacía un favor a Dios.

Bibliografía
Foz, Clara: El traductor, la Iglesia y el rey, Barcelona: Gedisa, 2000, 190 págs.

López Alcalá, Samuel: La historia, la traducción y el control del pasado, Madrid: Universidad Pontificia de
Comillas, 2001, 135 págs.

Ruiz Casanova, José Francisco: Aproximación a una historia de la traducción en España, Madrid:
Cátedra, 2000

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