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Thomas Szasz. (1970). En Ideología y enfermedad mental.

El mito de la enfermedad
mental (Capítulo 2). Buenos Aires: Amorrortu.
Ángela Prada A.
En el segundo capítulo El mito de la enfermedad mental del libro “En Ideología y enfermedad
mental” de Thomas Szasz se plantea la inexistencia de la enfermedad mental y tiene la
intención de contrarrestar la tendencia prevaleciente de negar los aspectos morales de la
psiquiatría.
Para iniciar, el autor presenta los conceptos de enfermedad mental que existen y plantea el
por qué es un término mal empleado.
Se plantea la “subjetividad” existente frente al juicio médico en cuanto una enfermedad
mental; concluyendo consecuentemente que la orientación ético-social del psiquiatra influirá
en sus ideas sobre lo que anda mal en el paciente, sobre lo que merece un comentario o
interpretación, sobre la dirección conveniente en que debería darse el cambio; teniendo en
cuenta que la observación de los síntomas psíquicos como signos de enfermedad cerebral
se basan en dicha influencia. Cabe aclarar que esta subjetividad se da en la psiquiatría al
entenderse como el estudio de los problemas personales. Al mismo tiempo, se propone el
término de enfermedad cerebral cuando se habla de una enfermedad biológica referida al
cerebro o al sistema neurológico.
Por otro lado, se describe la enfermedad mental como una alteración en la conducta que
puede llegar a perturbar la armonía social y se aclara que dicho término se inventó
originalmente como una manera abreviada de expresar tales tipos de conducta. Esta
alteración se mide en función de valores éticos, jurídicos y psicosociales, sin embargo, se
busca una solución por medio de la medicina por lo que es lógicamente absurdo suponer que
contribuirán a resolver problemas cuya existencia misma se ha definido y establecido sobre
fundamentos no médicos.
Con respecto a la psiquiatría prevalente en nuestro tiempo (entiéndase por el trato de
enfermedades mentales reales y objetivas como lo son las enfermedades orgánicas), Szasz
afirma que lo anterior es en verdad una especie de propaganda psiquiátrica: su finalidad es
crear en la mente popular la creencia en, que la enfermedad mental es algún tipo de entidad
nosológica, como una infección, por consiguiente; uno podría contraer una enfermedad
mental, trasmitirla a otros y finalmente curarse de ella.
Concluye que la enfermedad mental (tomándolo como los inconvenientes que tiene el hombre
para llevarse bien con su semejante), existe o es real en el mismo sentido en que las brujas
existían o eran reales. Ligando así, a la enfermedad mental con una terapia que siga
lineamientos médicos o psicoterapéuticos. Esta relación propicia a la cuestión de la
responsabilidad del hombre a ocultar sus acciones tras la concepción de la enfermedad
mental, siendo esta capaz de explicarlo todo.

Teniendo en cuenta lo anterior, el autor concluye que la adhesión permanente al mito de la


enfermedad mental le permite al hombre evitar enfrentarse con la significación personal, en
la medida de que la salud mental, concebida como la ausencia de enfermedad mental, les
asegura que harán automáticamente elecciones correctas y seguras en la vida. Propone que
la enfermedad mental es un mito cuya función consiste en disfrazar y volver más asimilable
la amarga píldora de los conflictos morales en las relaciones humanas.

En mi opinión, el autor propone una interesante perspectiva frente a la felicidad y la


responsabilidad social por medio de la enfermedad mental. Del mismo modo, invita a la orden
de prioridades, al coraje y la moralidad en nuestros actos; cosas que muchos textos ya no
hacen, y mucho menos por medio de un argumento de este tipo, lo cual es fascinante. Por
otro lado, si bien es cierto su punto respecto a Freud y la “falta de importancia que le da a la
ética”; podría considerarse que el hecho de que la de por sentada invita a que sus seguidores
la den por sentada también, lo que implica desarrollarla y mantenerla en todo tipo de
actividades u investigaciones.

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