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Por eso queremos repasar hoy algunos de los hábitos de grandes escritores a la hora de ingerir
alcohol... ¡porque no todo va a ser hablar de hábitos de trabajo!
1. Ernest Hemingway
Aunque cuenta la leyenda que Hemingway bebía a diario un mojito durante sus años en Cuba, lo
cierto es que como diabético prefería bebidas menos dulces. Su favorita era la absenta, que
tomaba como parte del cóctel “Muerte en la tarde” (sí, como el libro), junto con champán, tal y
como explicó él mismo: “Pon un dedo de absenta en una copa de champán. Añade champán
helado hasta que coja una consistencia irisada y lechosa. Bebe de tres a cinco copas lentamente”.
Aunque bebió durante toda su vida, comenzó a perder el control después de un accidente de
avión en África. Se refugió en el alcohol para sobrellevar el dolor que le causaban sus heridas, y ya
nunca fue capaz de disminuir la cantidad, algo que agravaría su trastorno bipolar.
2. Ian Flemming
Ya hablamos aquí de la cantidad de alcohol que ingería James Bond en sus libros (una media de 92
copas a la semana), y aunque Ian Flemming no podía mantener ese nivel, el hecho de que fuera
capaz de acabarse una botella de ginebra al día él solo, indica que ambos compartían el mismo
gusto por el consumo excesivo de alcohol. Aunque en los últimos años cambió la ginebra por
bourbon después de que su médico le dijera que era mejor para su salud.
3. William Faulkner
En este caso los hábitos de trabajo y de bebida están relacionados, porque a Faulkner le gustaba
escribir siempre con una botella de whisky a mano, a poder ser, Jack Daniels. La tomaba en un
cóctel llamado ‘Mint Julep’ junto con azúcar, hielo, y hojas de menta machacadas. La receta aún se
encuentra en su casa de Rowan oak, así como el vaso de metal donde solía beberlo.
Aunque solía beber mientras trabajaba, era cuando acababa un gran proyecto cuando bebía a lo
grande, en ocasiones, hasta acabar inconsciente y varias veces salió herido de sus borracheras.
Se dice que el problema no era que fuese alcohólico, sino que apenas tenía resistencia a la bebida.
Débil a causa de una disfunción cardíaca, el beber le estimulaba, pero al mismo tiempo le sentaba
fatal. Aunque teniendo en cuenta que uno de sus amigos le llamaba “el tipo con la botella del
mejor brandy Benny Haven”, es posible que sí bebiera en exceso. Su bebida favorita sin embargo,
no era el brandy, sino el licor de huevo (con 7 huevos, leche azucarada, brandy. nata y nuez
moscada).
5. Hunter S. Thompson
Y si Poe tenía poca resistencia al alcohol, Hunter S. Thompson era el polo opuesto. Bebía a diario, y
en una ocasión un editor afirmó que lo había visto beber 20 copas de Wild Turkey doble (su cóctel
favorito) y luego salir caminando como si hubiera bebido una taza de té. Así, él mismo explicó que
“Odio recomendar las drogas, el alcohol, la violencia o la locura a cualquier otra persona, pero a mí
siempre me han funcionado” (así que quizá no merezca estar en esta lista).
6. F. Scott Fitzgerald
La ginebra era el único modo con el que conseguían mantener el ritmo de fiestas en los locos años
20, tanto él como Zelda, pero el escritor llevaba con problemas de alcoholismo desde su época
universitaria y nunca logró superarlos, lo que le llevó a tener, en los años 30, una salud muy
precaria. De hecho, afirmaba tener tuberculosis, aunque se cree que era solo un pretexto para
negar sus problemas con el alcohol.
7. Truman Capote
Otro al que le gustaba beber mientras escribía era a Truman Capote. Comenzaba la tarde
bebiendo café y té, y la terminaba a martinis (y se dice que mientras trabajaba en ‘A sangre fría’
tomaba 3 martinis dobles al día). Hay que decir en su defensa que su ritmo de fiestas también le
impedía pasar muchas horas alejado del alcohol y las drogas. En una ocasión le preguntaron que
creía que iba a pasar si no dejaba el alcohol y las drogas, y él respondió “La respuesta obvia es que
me suicidaré, de manera involuntaria”. Y efectivamente, murió de cáncer de hígado a los 59 años.
8. Raymond Chandler
En su caso no es que bebiese mientras escribía, sino que incluso le costaba hacerlo si no bebía.
Mientras escribía el guión de ‘La dalia azul’, tuvo que explicar a los productores que tenía bloqueo
de escritor, y que solo podría superarlo, escribiendo totalmente borracho. Y así lo hizo, a base de
gimlets.
Pero según sus amigos, el alcohol no solía sentarle tan bien, y cuando bebía se ponía de lo más
pesado y amenazaba con suicidarse. Por supuesto, al día siguiente, no recordaba nada.
Ya en los años 30, antes de que comenzase su carrera de escritor, lo habían echado de su trabajo
por beber demasiado, amenazar con suicidarse y acostarse con la mitad de sus compañeras de
trabajo.
9. Dylan Thomas
Se trata de uno de los primeros nombres que vienen a la mente cuando uno piensa en escritores
borrachos, porque murió de colapso cerebral tras haber exclamado orgulloso al salir de un bar:
“Me he bebido 18 whiskies seguidos. Creo que es un récord”. Lo cierto es que llevaba días con una
afección respiratoria que lo debilitaba, y todo lo que hacía era pasarse el día en la cama
durmiendo, pero su relación con el alcohol venía de mucho antes. En las autobiografías de su
mujer Caitlin Thomas, esta explica que la suya no había sido una historia de amor, sino de bebida:
“Nuestro único y verdadero amor era el alcohol”.
Otro gran fan de la absenta fue Oscar Wilde, quien comenzó a beber en exceso durante su exilio
en Europa (después de salir de la cárcel). Se pasaba el día vagabundeando por las calles y gastando
el poco dinero que tenía en alcohol, pero no en un alcohol cualquiera, su favorito era el champán.
Le gustaba tanto, que incluso le sirvió como analgésico en su lecho de muerte (aunque quizá
hiciese más el opio del que lo acompañaba).
10 escritores que quizá comenzaron a escribir antes de los 50, pero no consiguieron
publicar hasta bien entrados en la madurez.
1. Daniel Defoe
Hasta los 59 años, Defoe estuvo muy ocupado para ponerse a escribir ficción. Fue comerciante
(aunque casi siempre endeudado), tuvo 8 hijos, estuvo en la cárcel tanto por motivos
económicos como políticos, viajó por toda Europa, fue recaudador de impuesto y tuvo una
agitada y activa vida política. De hecho, su primera incursión en la escritura fue escribiendo
panfletos. A los 59, escribiría y publicaría su primera novela ‘Robinson Crusoe’, a la que seguirían
‘La vida del capitán Singleton’ o ‘Fortunas y adversidades de la famosa Moll Flanders’. Hoy es
considerado como uno de los padres de la novela inglesa.
2. Laura Ingalls Wilder
La autora de ‘La casa de la pradera’ comenzó a escribir ya bien pasados los 50 años, cuando
su hija (también escritora) la animó a dejar por escrito sus (duras) vivencias de infancia y
juventud como pionera, que incluían difteria, la muerte de un hijo, la ruina económica o el
incendio de su casa. Comenzó publicando esos textos en un periódico, ya bien entrada en la
cincuentena, y con 64 años publicó su primer libro: ‘La casa de la pradera’.
3. Frank McCourt
Otro caso paradigmático es el del escritor Frank McCourt, quien no empezó a escribir hasta que
se jubiló, tras años trabajando como profesor. Su primer libro se publicó cuando tenía 66 años,
y ganó un premio Pulitzer. Se trata de ‘Las cenizas de Ángela’, una novela autobiográfica en la
que cuenta su infancia en Irlanda.
4. Marqués de Sade
Aristócrata, ateo, libertino y revolucionario, pasó 27 años de su vida en cárceles y manicomios
varios. De hecho, comenzó a escribir con 40 años, mientras estaba encarcelado en La Bastilla.
La primera obra que publicó fue ‘Justine’, ya con 51 años. Por supuesto, se prohibió, pero eso
no impidió que circulase de mano en mano durante todo el siglo XIX (al igual que muchas otras
de las perversas novelas del autor).
5. Charles Perrault
Perrault nació en una familia burguesa acomodada, lo que le permitió estudiar derecho y llevar
una vida dedicada al estudio y a ser secretario y bibliotecario de la Academia Francesa. Aunque
escribió durante toda su vida, se trataba básicamente de aburridas odas, discursos, diálogos,
poemas, y obras que halagaban al rey y a los príncipes. No sería hasta los 55 años cuando escribió
‘Cuentos de mamá ganso’ lo que supondría el inicio de un nuevo género literario: los cuentos de
hadas, y también de su fama como escritor.
6. Giuseppe Tomasi di Lampedusa
El príncipe de Lampedusa no tuvo especial interés por la creación literaria hasta los 58 años,
cuando tras asistir a un Premio Literario se puso a escribir ‘El gatopardo’. Lo terminaría 2 años
más tarde, pero las editoriales lo rechazaron sin muchas contemplaciones. No se publicaría
hasta un año después de su muerte, y sería todo un exitazo en Italia.
7.Raymond Chandler
Chandler es otro de los que dan mucha esperanza. Y es que comenzó a escribir con 44
años, cuando perdió su trabajo en una empresa petrolera en plena Gran Depresión, y pensó que
era el mejor momento para dar un vuelco a su vida. Poco después publicaría sus primeros
relatos, y la primera novela ‘El sueño eterno’ se publicaría cuando tenía 51 años.
8. Alberto Méndez
El autor de ‘Los girasoles ciegos’ estuvo relacionado con la literatura durante toda su carrera
profesional, ya que trabajó en diversas editoriales, pero no sería hasta sus últimos años de vida
cuando escribió los cuatro relatos ambientados en la Guerra Civil que componen su única
obra. Tenía 63 años cuando se publicó.
9. Isak Dinesen
La autora de ‘Memorias de África’ (cuyo verdadero nombre era Karen Blixen) pasó la mayor
parte de su vida en ese continente, regentando una plantación de café. La caída de los precios
le obligó a venderla y volver a su país Dinamarca, cuando contaba con 46 años. Es entonces
cuando comienza su carrera literaria bajo diversos seudónimos, y publica una colección de
cuentos con 50 años, poco antes de sacar su obra más famosa.
10. Sam Savage
Savage fue mecánico de bicicletas, carpintero, pescador de cangrejos, editor de poesía y
tipógrafo, antes de escribir, ya con 65 años, su primera obra ‘The Criminal Life of Effie O.’ una
novela en verso. Aunque es más conocido por ‘Firmin’, publicada cuando contaba con 66 años.
¿Cómo trabajaba el autor? Andersen mantenía un diario en el que anotaba lo que hacía. En una
entrada de 1845, en el período en el que estaba visitando a los reyes de Dinamarca (era ya un
autor muy célebre) apuntó su rutina diaria, que nos sirve ahora para entender cómo trabajaba.
8. Se levantaba y bebía café.
8 a 10. Escribe.
10 a 12. Se decicaba a pasear por un sendero de árboles en la zona del palacio y salir al campo.
Además de pasear, también leía, ¡cosía! y ordenaba sus cosas.
12. Era la hora de la comida y lo hacía “con vaso de porto”.
12 a 16. Después de comer le esperaba un período de actividad bastante variada. Primero se
tomaba una pequeña siesta. Luego se entregaba a una hora de caminata. Y complementaba el
tiempo con lectura y escritura.
16 a 17. Es la hora en la que se sirve la cena. Antes tenía que vestirse para ella (en el siglo XIX
había muchas normas de vestuario y la hora de la cena requería vestirse de gala).
Después de la cena, Andersen se entregaba al aburrimiento, ya que consideraba que aburrirse
era una parte importante de la vida. Charlaba un par de horas en la post cena y a las 10 estaba
en cama.
Bohumil Hrabal, 50 años.