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CONTENIDO
5 De los Editores
Artículos
11 Iglesia y esclavitud en Cuba. JAVIER LAVIÑA
33 Sur les racines africaines, la rapport à la mort dans la representation
guadeloupeene du monde . ALBERT FLAGIE
43 El luto de sí mismo, Cuerpo, sombra y muerte entre los negros colombianos
del Chocó. ANNE-MARIE LOSONCZY
65 Lumbalù : ritos de la muerte en Palenque de San Basilio, Colombia. NINA S.
DE FRIEDEMANN
87 La ensenada de Tumaco : invisibilidad, incertidumbre e innovación. JAIME
AROCHA RODRIGUEZ
113 Las migraciones Maipures : diversas líneas de evidencias para la
interpretación arqueológica. ALBERTA ZUCCHI.
139 Manejo indígena de los espacios cultivados y la sucesión de la selva pluvial
tropical. BENHUR CERON SOLARTE.
157 La enfermedad genética en la cerámica Tumado - La Tolita. JAIME BERNAL
VILLEGAS, IGNACIO BRICEÑO
Crónica
169 Doctrina para negros. NINA S. DE FRIEDEMAN
175 La Guajira. Pastores y palabreros hasta en el mar. JAIME AROCHA
RODRIGUEZ.
179 Bagadó : terrenos de la Expedición Humana. NINA S. DE FRIEDEMANN
187 La Expedición Humana entre los Tunebos. JAIME BERNAL VILLEGAS
193 Monólogo a gritos : negros balquidados. TIBERIO PEREA ASPRILLA.
Documenta
201 Protocolo para el derecho territorial de Palenque de San Basilio.
209 Querella por matrimonio
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DE LOS EDITORES
El soplo divino que en la visión judeo-cristiana le infunde alma al cuerpo del hombre
convirtiéndolo en un animal racional, ha sido sustítuido por el soplo terrenal de la
revolución neolítica. Es el resultado del supernaturalismo que en los últimos años ha
imperado en sectores amplios de las ciencias sociales. Así la cultura surge en un
plano desvinculado de los sistemas de aprendizaje y comunicación que la precedieron
en el estadio de la vida homínida. Adoptar esta visión ha significado establecer una
separación abrupta entre la biología y la antropología.
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Se fue consolidando entonces, una tendencia que mientas por un lado excluía
grupos humanos del panorama de su estudio por otro, privilegiaba el examen de mitos
y ritos como indicativos del proceso de perfeccionamiento dela razón. Se incurría así,
en otra grave exclusión : aquella que permite ver ala cultura como intercambio
orgánico entre el ser humano y la naturaleza. Siendo esta dimensión la que
precisamente podría responder sobre la formación de ese continuo entre homínidos y
la gente de nuestra era, en especial si se aborda el perfeccionamiento de los medios
para generar significados comunes y para reducir la ambigüedad de los mensajes.
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Para la profunda exclusión que en Colombia han sufrido los grupos negros
como tema de estudio a nivel de formación universitaria en el terreno de la
antropología, esta apertura de la Expedición Humana es una oportunidad para iniciar
el rompimiento de dicha exclusión. Efectivamente, la Expedición ha abierto sus
puertas no solo para la investigación, sino que acoge a AMERICA NEGRA como un
órgano de comunicación entre disciplinas interesadas en estudios de étnicas negras,
indígenas y otras poblaciones de Colombia y aquellas que tengan relación con las
nuestras.
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JAVIER LAVIÑA
Doctor en Historia
Departamento de Antropología de América y Africa
Universidad de Barcelona
Esclavitud y trata negrera corrieron parejas desde 1440 1807, año este último en que
la trata se convirtió en clandestina, al decretarlo así Inglaterra, e iniciar la persecución
del tráfico. Pese a todo tanto las colonias españolas, como los Estados Unidos
continuaron manteniendo el comercio con Africa como fuente de obtención de
esclavos.
*
Una versión de este artículo fue presentada en la Conferencia Internacional sobre la persistencia de
las civilizaciones africanas en el Caribe . San Juan de Puerto Rico, junio de 1990.
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o incluso el esclavo que se mantenía en la península ibérica durante el siglo XVI poco
tenían que ver con el esclavo americano.
1
CORTES LOPEZ, J.L. “La esclavitud negra en la España del siglo XVI”, en la IIa. Semana de
Estudios Africanos. Barcelona 1989. Comunicación mecanografiada.
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La esclavitud española se rigió por las recopilaciones legales de las partidas y las
ordenanzas municipales, que regulaban los movimientos de los esclavos,
especialmente, durante la noche, sus derechos y las obligaciones de los amos para con
los esclavos. Pese a las leyes, se dieron frecuentes quejas por parte de los esclavos
sobre su situación, posiblemente, la proximidad de la justicia serviría de freno a los
abusos de los amos.
Hemos de esperar al siglo XVII, para que aparezca el primer tratado sobre la
esclavitud, escrito por el jesuita Alonso de Sandoval, Tractatus de instaurada
aethipum salute. Sandoval estuvo ejerciendo su ministerio en Cartagena de Indias,
uno de los principales puertos de arribada de esclavos y centro de distribución de
africanos por el continente americano. Desde su lugar de observación obtuvo
informaciones sobre las condiciones de los esclavos, el transporte, y sus formas de
vida en el continente africano. Las impresiones de Sandoval se transformaron en la
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2
Cfr. CORTES LOPEZ, J.L. Los orígenes de la esclavitud negra en España. P. 17. Madrid
Salamnca 1986.
3
Cfr. SANDOVAL, A. De. Un tratado sobre la esclavitud. Introducción, transcripción y traducción
de Enriqueta Vila Vilar. Madrid 1987.
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Por lo que respecta al bautismo de los bozales, los problemas le vinieron a Sandoval
por vía de la iglesia que ponía en duda la misión de Sandoval entre los esclavos recién
desembarcados en Cartagena, a los que tras un breve adoctrinamiento bautizaba; la
denuncia que recibió era que el jesuita se dedicaba a “rebautizar” negros que ya
habían sido bautizados en las costas africanas, y por lo tanto su labor era herética. La
Compañía de Jesús avaló las posiciones de Sandoval, si bien el provincial de
Cartagena, y la compañía en general, no estuvieran muy seguros de la función de
Sandoval, que llegó a cuestionar la esclavitud. Su opinión acerca de la presencia
africana en el Nuevo Mundo no aparece reflejada de forma clara en su obra, pero hay
que hacer mención a la labor de Sandoval entre los africanos, de los que llegó a tener
un profundo conocimiento.
La dedicación a los negros iniciada por Sandoval fue continuada por Pedro Claver,
que posteriormente sería canonizada y elevado a la calidad de santo y apóstol de los
esclavos.
4
RIVIERA, N.J., de Descripción de la isla de Cuba con algunas consideraciones sobre su población y
comercios. Compilación introducción de PORTUONDO ZUÑIGA, O. “un negro esclavo en Africa
sufre los rigores del más cruel y bárbaro cautiverio. De este pasa a el de leyes del país... Viene en fin a
ser un hombre de nuestra religión que nos sirve y trabaja contento...” p. 165. La Habana 1986.
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Los escrúpulos morales que había mostrado algunos clérigos y hombres de la iglesia
sobre la legalidad de la esclavitud de los africanos quedaban disipados al aceptarse
como norma general que los esclavos llegados a América tenían esta condición en
Africa y, que por lo tanto mantenían su estatus originario con tan solo un cambio de
área de servicio y de propietario.
Los primeros frailes que llegaron a América, parece que lo hicieron movidos por un
espíritu misional, y era frecuente verles encabezar las protestas contra los abusos
cometidos por los conquistadores.
5
El esclavo podía ser liberado por el amo en testamento, o teóricamente, podía comprar su libertad
pagando el precio que los tribunales ordinarios de justicia considerasen justo, o bien podía alcanzar la
libertad mediante coartación, que era su compra a plazos, entregando una cantidad regularmente hasta
cubrir el precio pactado con el amo. En Cuba la figura del coartado no fue infrecuente y dio lugar a la
aparición de un grupo importante de libres de color.
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Esta dedicación les acarreó un gran prestigio entre las autoridades civiles, y
ejercieron, en muchos casos, de consejeros. La “protección” que dispensaron a los
indígenas les valieron los primeros donativos, en forma de tierra que se tradujo en una
mayor independencia, al no depender las órdenes religiosas de los donativos de los
fieles. A medida que la iglesia aumentaba sus temporalidades, fue olvidando las
causas que había defendido en los primeros tiempos de la conquista y acercó sus
posiciones a las de los otros propietarios, los conquistadores.
Junto a los donativos que los indígenas dieron a la iglesia los frailes recibieron tierras
que los españoles, para tranquilizar sus conciencias y ganarse el paraíso, les dejaban
como herencia en el momento de la muerte.
La influencia sobre las conciencias que ejercía la iglesia fue el origen de su poder
temporal. Por un lado los fieles que tenían hijos que seguían la carrera eclesiástica se
apresuraban a dotarles para que pudieran vivir de acuerdo a su posición social, y la
posibilidad de salvar las almas de los fieles les alía la recompensa, a cambio de
grandes fundos.
6
Para ver el origen de la propiedad de la iglesia ver: CHEVALIER F. La formación de los grandes
latifundios en México. Pp. 183-322. México. 1975 TOVAR PINZON, H. Hacienda colonial y
formación social. Barcelona 1988. OTS CAPDEQUI, J.M. El régimen de la tierra en América.
CARRERAS. J.A. “Terratenientes e iglesia en Cuba colonial”. En Contradicciones de clase en el siglo
XIX. La Habana FLORESCANO, E. (ed.). Haciendas larifundios y plantaciones en América Latina.
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Ramón Anaya en un informe que elevó a la corona sobre los bienes que la orden
bethlemita tenía en Cuba en el año 1800 afirmaba que las propiedades y bienes de la
iglesia cubana serían suficientes para pagar la deuda del estado español. Aunque
posiblemente las apreciaciones de Anaya fuesen exageradas las temporalidades y
bienes del a iglesia eran abundantes. Un dato orientativo del crecimiento económico
de la iglesia vendría dado por el gran número de capellanes cubanos encontraron en la
iglesia el manto que protegía sus intereses y justificaba la esclavitud. El clero secular
y el regular se convirtió en Cuba en propietario de esclavos por la gracia del perdón
de los pecados y la generosidad de los hacendados.
La confluencia de intereses
Iglesia y empresa azucarera estuvieron ligados desde los inicios de ésta. Los ingenios
se edificaban bajo la advocación de un santo patrón que debía cuidar de la buena
marcha de la producción. Si el santo estaba demasiado ocupado en otros menesteres
celestiales y no atendía las peticiones de su devoto plantador, los propietarios
rebautizaban el ingenio en la confianza que el nuevo patrono fuese más generoso que
el anterior en el cuidado de los intereses terrenales del hacendado7.
Las estructuras productivas de los pequeños trapiches de vieja planta, con pocos
esclavos permitían a los propietarios tranquilizar sus conciencias y cumplir con el
sagrado deber de ocuparse espiritualmente de los esclavos, sin que por esto
aumentasen de forma alarmante los costos de la producción.
México 1978. MARRERO, L. Cuba: Economía y Sociedad. Vol. X. Pp. 59-150. Madrid 1984. LE
RIVERED, J. Historia económica de Cuba, Barcelona 1972.
7
CARRERAS, J.A. “Terratenientes e iglesia colonial” en Contradicciones... pp. 147-157. MORENO
FRAGINALS, M. “Iglesia e ingenio” en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí. “En su enorme
proliferación azucarera durante el siglo XVIII la zona habanera remeda un paraíso celestial con
14
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Así encontramos que para el miosmo año de 1775 la relación de clero/habitante era de
178 personas por clérigo.
esclavos: Santa María, San Antonio, San Nicolás, San José, San Rafael, Santa Isabel”. Pp. 10-28. La
Habana 1963.
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Pese a no poder hablarse de una iglesia rica como la de México o Lima, la iglesia
habanera o la de Santiago gozaban de buena salud económica que les permitía el
mantenimiento de la beneficencia de la isla, en parte debido a la dote que los cubanos
daban a sus hijos que escogían la carrera eclesiástica para que sobrevivieran de forma
acorde a su estatus social.
Por otro lado parte de esa beneficencia, que tanto en la península como en las
colonias corría por cuenta de la iglesia, se cubría con las aportaciones de los cabildos
o de los representantes del poder central que cedía solares o construían los hospitales
o casas de caridad cuya administración y tutela quedaba encomendada a la iglesia.
La Compañía de Jesús logró en pocos años fondos suficientes como para construir la
iglesia que posteriormente albergaría la catedral de la Habana, y avanzar la obras del
colegio de la capital. Pese a la prohibición expresa de las leyes para que la iglesia no
tuviera grandes propiedades, los censos de desamortización de Mendizábal nos dan
una muestra de la fuerza económica de la iglesia.
8
MARRERO, L. Cuba economía y sociedad. Vol. 13 p. 101.
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curas de España y América, que con la función de velar por la cura espiritual de los
fieles del ingenio distraían una buena cantidad de ingresos que en concepto de
diezmos correspondían a las parroquias de los términos municipales donde estaba
ubicado el ingenio.
La posición del clero en el ingenio era poco clara desde el punto de vista jerárquico,
su función era, teóricamente, el cuidado espiritual de los habitantes del ingenio, pero
de hecho controlaban la buena marcha de los negocios del propietario. Lo que podía
dar lugar a conflictos entre clérigos y mayorales que se sentían vigilados por la
presencia del doctrinero.
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Las buena relaciones entre hacendados y clérigos doctrineros tuvieron sus momentos
de tensión, y es digno de resaltar el hecho de que una parte de los hacendados cubanos
iniciase el bautismo de sus ingenios con nombres poco celestiales9. Este cambio de
actitud de los propietarios venían marcado por las profundas transformaciones que
sufrió la producción de azúcar cubana, especialmente a raíz de la independencia de
Haití. La antiguas haciendas se convirtieron, por efecto de la demanda europea, en
centro agroindustriales de cultivo y elaboración de caña y azúcar. De la relación
semipatriarcal que hubo hasta el despegue azucarero, que pasó a una relación de
explotación cruel de la mano de obra. La nueva mecánica productivista se cebó en la
dotaciones de esclavos a los que no se les exigía un rendimiento suficiente, sino el
máximo de producción.
Desde el punto de vista demográfico los ingenios, que habían tenido una población
fundamentalmente criolla, se africanizaron por la llegada masiva de esclavos
procedentes del continente negro.
Mientras no fue necesario el tiempo del esclavo para mantener la producción a costos
aceptables los propietarios permitieron que los negros recibieran enseñanza religiosa,
9
Cfr. MORENO FRAGINALS, M. El ingenio... vol I. Pp. 112-114.
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pero cuando se exigió del esclavo 16 horas diarias de trabajo, se acabó el tiempo de
los sermones.
Este cambio iniciado a finales del siglo XVIII marcó el inicio de los conflictos que
tuvieron iglesia e ingenio durante el período del auge azucarero cubano. El más leve
de todos ellos fue el relativo a la cristianización de los negros que preocupó al cura
Nicolás Duque de Estrada, autor del catecismo a que aludiremos, pero que marcaba ya
el nuevo espíritu que movía a los plantadores.
Los hacendados edificaron iglesias dentro de los ingenios para evitar el traslado de las
dotaciones a las parroquias, cada vez más alejadas de los centros productores. Si los
esclavos tenían que desplazarse para asistir a los oficios religiosos a los pueblos era
fácil que se produjeran huídas o altercados.
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Los días festivos que debían guardar los esclavos fue otra de las tensiones que
enfrentaron a autoridades eclesiásticas y propietarios de esclavos. La iglesia pretendía
mantener como fiestas de guardar la que marcaba el santoral como tales, mientras que
los hacendados querían que las dotaciones de esclavos trabajasen todos los días del
año. Los argumentos utilizados por la oligarquía no podían ser más sofisticados;
decían que los negros por naturaleza eran holgazanes y que de esta pereza nacían
todos los vicios que adornaban la vida de los esclavos, sí los días festivos estaban
ocupados tendrían menos ocasiones para pecar y de esta manera, salvarían sus almas.
Junto a esta cristianísima preocupación por la salvación de las almas de sus esclavos
los propietarios utilizaban otro nada desdeñable y piadoso argumento, lo que decía
mucho en favor de la clase hacendada que cuidaba de sus esclavos, como la santa
madre iglesia se ocupaba de sus hijos más necesitados de auxilio. Si los esclavos
trabajaban los días festivos, no ya en los campos de los señores, sino en producir
alimentos para ellos en sus conucos, obtendrían un preciado bien añadido a la
salvación, la libertad. Según decían los propietarios, los esclavos producían
alimentos en sus conucos que vendían, y con este dinero compraban la libertad no
sólo propia sino de la familia, así se explicaba el gran número de libertos que habían
en la isla de Cuba, fruto, siempre según lo mismos, del trabajo extra de los esclavos.
¿Cómo podía la Iglesia negar el derecho al trabajo de los esclavos en días festivos si
con él se obtenían tan divinos y humanos frutos?.
10
CFr. MORENO FRAGINALS, M. El ingenio... vol. II o. 121. El márques de Cárdenas de Monte-
Hermoso argumentaba que el traslado del cadáver de una mujer hasta el cementerio daría lugar a
desviaciones sexuales, por lo que se hacía necesario enterrar a los muertos en el propio ingenio
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Todas estas peticiones tan cristianamente argumentadas por los hacendados fueron
aceptadas, de mejor o peor grado, por la iglesia que de esta forma se aseguraba el
beneplácito de los sacarócratas.
El punto más conflictivo de las relaciones entre iglesia y propietarios en los años
finales del siglo XVIII fue, sin duda, el referente a los diezmos que debían pagar los
propietarios a la sagrado institución. La iglesia tenían un conocimiento bastante
exacto de la producción real de azúcar de los ingenios y no se conformaba con los
diezmos que pagaban los propietarios y exigían tributos más acordes con la realidad
de la cosechas. Por su parte los sacarócratas consideraban suficientes los pagos que
hacían y no estaban dispuestos a ceder ante las presiones que algunos clérigos
prentendían ejercer.
11
Las exportaciones legales de azúcar cubano pasaron de 5.550 toneladas en 1760 a 16.731 en el año
de 1791. La población de libres de color según el censo de 1774 era 30.847 individuos, lo que
representaba un 18.5% de la población total de la isla de Cuba mientras que en 1817 el porcentaje de
libertos era de un 20,5% respecto al total de la población.
21
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Los clérigos pretendieron revisar los libros de cuentas de los ingenios para recibir el
diezmo exacto, ante esta intromisión de la iglesia en la marcha de los ingenios, los
propietarios amenazaron con dejar de pagar los diezmos si los párrocos no dejaban de
inmiscuirse en los asuntos internos de la plantación.
Estas tensiones se fueron agravando a medida que los sacarócratas pretendían obtener
una rentabilización cada vez mayor de sus esclavos, y los asuntos espirituales pasaron
a ser recuerdos del pasado, los nuevos ritmos impuestos por la demanda internacional
hicieron de los viejos usos de la plantación recueros del pasado.
La iglesia mantenía pese a todo la fuerza que le daba su dedicación al cultivo de las
almas y el monopolio del cielo. Los clérigos eran conscientes de su fuerza, que podía
llegar a desestabilizar el poder de los plantadores. Ni la expulsión de la Compañía de
Jesús supuso el triunfo de los intereses de los hacendados ni las posteriores
desamortizaciones llevadas a cabo por los gobiernos liberales hicieron perder a la
iglesia su influencia ni su poder.
La cristinización
En el siglo XVII la cuestión religiosa de los esclavos quedó en manos de los frailes y
doctrineros a los que no parece que la suerte de los siervos les llamase la atención,
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solo Alonso de Sandoval y Pedro Claver mostraron preocupación por los esclavos,
pero su actividad fue estrictamente personal. Ninguna institución, de forma oficial, se
hacía eco de la suerte de los esclavos.
12
REAL CEDULA... en ORTIZ F. Los negros... p. 409
13
Representación hecha por los propietarios de Ingenios. La Habana 1790
23
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La actitud que tenían que tener los doctrineros hacia los esclavos era de gran respeto,
y debían entender que “cada negro tiene un alma racional, es decir, un vaso
precioso...”.
Si el capellán del ingenio tenía buena disposición hacia los esclavos la labor de
cristianización sería más fácil y daría mejores resultados. Los capellanes de ingenio,
24
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14
Cfr. CLARET Y CLARA, A.M. Carta pastoral....
15
Cfr. MARRERO, L. Cuba: economía y sociedad. Vo. XIII, p. 213
25
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Otro de los argumentos utilizados para desechar la idea fue considerar que,
finalmente, los suicidios no eran debidos tanto a las creencias religiosas de los
africanos, que efectivamente admitían la transmigración, como al propio hecho de la
esclavitud. Y que por lo tanto, mientras se mantuviese vigente l esclavitud se darían
los suicidios, porque eran, fundamentalmente, una muestra de resistencia a la
esclavitud. Esta observación denotaba un profundo conocimiento de la esclavitud y
de la oposición de los esclavos a su suerte16.
Duque Estrada recuerda que la cristianización es una obligación insoslayable del amo,
“advirertan a los amos, y adviértanlo bien q. no cumplen con la gravísima obligaci´ón
que tienen de instruir a sus esclavos ( y lo mismo es de los demás domésticos) con q.
solo sepan hablar como cotorras” la obligación es de hacer entender la doctrina, y no
solo la repetición de las palabras, “Para saber q, cosa Dios manda es preciso saber la
doctrina cristiana... pero q.se llama saber la doctrina Cristiana? Saber fablar palabras
no mas? No. Eso no se llama saber: saber se llama entender palabra mismo q. se
fabla”.
16
Cfr. MARRERO , L. Cuba... pp. 90-17. Vol. XIII. 17.
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Sin embargo, y frente a la opinión general de los doctrineros que aseguraban que los
negros eran incapaces de aprender, Duque reconoce las enormes dificultades que
tenían los esclavos bozales, “La capacidad de los negros (especialmente por la falta de
inteligencia de nuestra lengua) es mui corta”, pero asegura que el negro es susceptible
de cristianizar porque tiene un alma racional. El problema podía quedar totalmente
resuelto si se adoctrinaba a los esclavos de forma paulatina y no se intentaba
enseñarles el catecismo de una sola vez, “si se quiere enseñarles mucho a un tpo.
Sucedera lo q. con un frasco de boca estrecha, q, si le hechan e golpe un cubo de
agua, no le entra una gota siquiera; y por el contrario, si le hechan el agua gota a gota,
por estrecha q, sea la boca llega a llenarse”.
Un factor que Duque Estrada considera fundamental para enseñar la religión a los
bozales era la utilización de ejemplos que los esclavos pudieran comprender, y no
encontró mejores que los que ofrecía la propia plantación, lo que, posiblemente debía
causar el efecto contrario al deseado por el doctrinero. Sin embargo, Duque Estrada
establece una candorosa comparación entre Jesucristo y el mayoral en la explicación
del juicio final, “...Dios Padre, vendrá, como rey... a tomar cuentas a los buenos... y a
los malos... Ustedes saben bien como se toman cuentas de las tareas de la leña. El
lunes van todos los facheros al monte a cortar leña: va cada uno faciendo su pila
todos los días, y el sábado, o el lunes por la mañana es día de juicio, día q. toma la
cuenta mayoral. Con el q. tiene cabal su tarea no se mete mayoral; pero con el q. no
tiene cabal su tareea ya hai bulla, ya hai cuge... Así desde q.nacemos... tenemos
obligación de servirle (a Dios)... llega día del juicio... entonces vendrá N (nuestro) S
(señor) J (esú) C (risto) desde el cielo a tomar cuenta, a ver si hemos fecho nuestra
tarea... y a q. no ha cumplido su obligación lo castiga, como castiga el mayoral al q.
no cumple su tarea”.
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AMERICANEGRA
Sin embrago Duque parece darse cuenta de que la comparación no era del todo
apropiada, y rectifica a renglón seguido, “Pero Dios no face como mayoral, ni como
amo; sino como Padre... al q.cumple su tarea... le dice ven aora al cielo para estar
conmigo q.soi tu Dios, y tu Señor, y tu Padre a descansar para spre. Para spre”.
Pero tanto el mayoral como el amo daban más juego para establecer comparaciones, y
así, posteriormente establece similitud entre el papa y el mayoral, o a Dios como el
amo, eso sí, Dios es mejor que un buen amo. Es interesante ver la imagen del amo
que tienen que inculcar los capellanes en los esclavos, “... un amo bueno q.quiere q.su
esclavo le sirva bien le da Comida, Ropa, Machete, Azadón, y todo lo q,es preciso
para q.pueda trabajar, y cumplir con su obligación?. Pues amo puede ser mas bueno
q.Dios? No señores, Dios es mas bueno q.todos”. Para Duque Estrada un buen amo
es el que facilita los elementos necesarios para realizar el trabajo. Este ejemplo nos
puede dar idea de cual sería la situación real del esclavo. Si el capellán llama buenos
amos a los que dan de comer a sus esclavos, nos está indicando que al menos, en
algunos casos, los esclavos tenían que procurarse el alimento por ellos mismos.
Una idea que debía inculcarse a los esclavos era la de pecado y el castigo que lleva
acarreado la muerte en pecado. El pecado es como un corte de machete que por
28
AMERICANEGRA
mucho que se cure siempre deja marca, y para quitar esta mancha e ir al cielo es
necesario que el alma pase por el purgatorio, donde queda blanca, como el azúcar,
“La azúcar q.sale quemada, esa va a la canoas o al estanque de la miel, porque no
sirve mas q. para hacer Aguardiente. La azúcar q.sale buena, va a la casa de purga,
porq es menester q.se ponga blanca... los q. mueren con pecado mortal son como
Azúcar quemada: no sirve mas q.para ir a cosinarse a las pailas el infierno... los q.
deben alguna pena... van al purgatorio, hasta q quedan sus almas limpias, sin sucio...
como la Azúcar buena q no falta mas q ponerse blanca...”.
En páginas posteriores Duque de Estrada nos aclara cual era el mandado de Dios y las
obligaciones que Dios había impuesto a los esclavos, “El esclavo q cumple lo q debe
facer para llamarse buen esclavo, tener mucha cortecia con su amo, servirlo, porq
Dios quiere q lo sirva, quererlo mucho, porq Dios le manda q le quiera mucho”.
También define la actitud que deben tener los esclavos, “El cristiano q quiere servir a
Dios no come como la Mula (porq tiene gana), sino porq es preciso comer para
mantener la vida del Cuerpo, y el dice: voi a comer porq Dios quiere q mantenga mi
cuerpo... Si trabaja sin pensar q eso es bueno para servir a dios, trabajo como Mula;
pero si el piensa: Dios me (ilegible) el quiere q yo siva a mi amo, pues yo voi a
trabajar, por q Dios quiere”.
29
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La religión sirvió para que los esclavos africanos, en el supuesto de que fueran
receptivos a la doctrina asumieran su situación y se conformasen, y limasen las
diferencias. Los esclavos cristianos así, tenían que obedecer, servir al amo y “mas q
el otro le face malo a él, el no face malo al otros; ...eso es lo q le gusta a Dios... tomen
buen consejode lo q les da su Padre (capellán)... aprendan lo q les enseña q eso es
bueno pa.ustedes , no tengan corazón duro, no fagan como gente q está en guinea...
Ya Guinea se acabó, ya ustedes no volverán allá, ya son Christianos”.
BIBLIOGRAFIA
CARRERAS, J.A.
1976 Terratenientes e iglesia colonial. En Contradicciones de clase en el siglo XIX. La Habana.
CHEVALIER, F.
1976 La formación de los grandes latifundios en México. México.
FLORESCANO E. (Edit)
1977 Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina. México.
LAVIÑA JAVIER.
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AMERICANEGRA
LE RIVEREND, J.
1972 Historia económica de Cuba. Barcelona.
MARRERO L.
1984 Cuba: Economía y sociedad. Vol. X Págs. 59-150. Madrid
MORENO FRAGINALS, M.
1963 El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar. La Habana.
1963 Iglesia e ingenio. Revista de la Biblioteca Nacinal José Martí pp. 11-28. La Habana.
ORTIZ, F.
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1985 Descripción de la isla de Cuba con algunas consideraciones sobres su población y comercios.
La Habana.
SANDOVAL, A.
1986 Un tratado sobre la esclavitud. Introducción, transcripción y traducción de Enriqueta Vila
Vilar. Madrid.
TOVAR PINZON, H.
1987 Hacienda colonial y formación social. Barcelona.
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AMERICANEGRA
GUADELOUPEENE DU MONDE*
ALBERT FLAGIE
Doctor en Antropología,
Scep. Guadalupe (Antillas)
Jusqu`à quel point les peuples des Caribes sont-ils conscientes des racines africaines
originelles prèsentes dans leur propre culture?.
*
Una versión de este artículo fue presentada en la Conferencia Internacional sobre la persistencia de
las civilizaciones africanas en el Caribe. San Juan de Puerto Rico. Junio de 1990.
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AMERICANEGRA
Notre proposition générale postule que c`est dans le rapport à l`au delà, autrement dit
le mode de “penser la mort” que se manifeste le plus en Guadeloupe une tentative
d´identifications, I`Afrique.
Nous allons voir dans ce texte malheureusement trop court que cette tentative ne se
déroulera pas sur un registre conscient mais appartient plutot à un fond imaginaire
persistant ici ou là (dans les délires des maldes mentaux, dans certains rècits de
conversión, dans les écrits de certains romanciers et enfin dans les contes “de vie de
morts aux Antilles”), et qui vient couvrir des pratiques rituelles spécifiques.
La mort et son rituel restent fortement investis dans les sociétés antillaises. Le soin
tout particulier apporté à la toilette du défunt, le controle extreme exercé sur tout ce
qui lui appartient, la gestion rigoureuse de son départ sont là pour le rappeler, quelque
soit l’importance pris par la modernitè dans le rituel lui meme. De meme, en est-il la
persistance du rituel de la Toussaint ou pendant deux jours les morts sont, si on ose
dire, à la fete, tant l’atmosphère des dimetières durant les 1 er at 1 novembre reste
empreinte dans ambiance festive.
Dans les sociètès ou “le propre” garde encore les pas sur “le figurè, la mort reste est
un rapport social. Elle instaure un échange entre les ancétres et les vivants, entre la
terre et les cieux, en meme temps qu’elle rappele la force des alliances et l’exigence
communautaire.
Toute chose que l’observateur attentif a bien du mal à repérer dans la “mortalité” aux
Antilles. La mort semble à peine a concerner le jeu social, si ce n’est pour les vivants
de mettre une trève à quelques conflits de famille ou de voisinage et surtout, tenter
d’améliorer leur statut social.
33
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En fait, la situation des sociétés antillaises est tout autre. La mort n’est guère prèsente
comme moment de la vie sociale que comme ni d’ailleurs comme expression du
figuré. Comme disait si joliment l’editorial du Nº 5 de la revue CARE (1980) qui
consacrait à la mort un numéro spécial “la mort est devenue introuvable parce qu’elle
est aujourd’hui partout, depuuis la multiplication des accidents de la route jusqu’aux
déportations massives de population en passant par le fonctionnement
anthoropoémique des institutions”.
C’est vrai que la réalite sociohistorique de ces sociétés rappelle que la mort à toujours
été introuvable. N’ayant jamais pu pour des raisons sociopolitiques (la déportation,
l’esclavage et la dépendance) amener les hommes de la mort à l’ancestralité, la
société antillaise s’est toujours ouverte sur un manque, une incomplétude
fondamentale celle de l’absence de fondation.
Malheureusement, ce ne fut pas toujours le cas dans certains des pays à populations
afro-américaine et singulièrement aux Antilles Francaise lesquelles, avec la politique
34
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Esclaves massacrés, morts par accidents, morts par cyclones, morts par répression.
Tous des morts par vraiment mort, en “Stand by” dieron nous et donc finalement
disponibles, en attendent la reconnaissance et le positionnement final dans la lignée
des ancétres.
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dèmons, tandis que la partie centrale serait l’space ou si l’on prèfiere le monde des
vivants.
Ce dernier espace séparé des deux autres, chaque fois para une bande étroite
représentant l’une, à la charnière des espaces de Dieu et des vivants, un espace de
morts réputés positif. Les bons morts -c’est a dire ceux qui apaisès exerce une
influence bènefique sur les vivants -, les garde en quelque sorte, l’autre bande à la
frontière du monde des vivants et de l’espace du Diable est l’espace des mauvais
morts c’est à dire tous ceus quide leur vivants, soit par contrat avec le Diable soit par
le propres actes sont relégués dans un espace maléfique. Ils exercent une influence
nègative sur le vivants et seraient à l’origine des maints maladies ou accidents
mortels.
Si les espaces de Dieu et du Diable sont clairement dèfinis ainsi que celui des morts
dont le sort est dèfinitivemen cellé, l’espace des vivants se presénte comme un lieu où
les esprits des morts profilèrent. Ce sont tous ces morts en “stand by” qui semblent
partager leur temps entre une tentative auntant vaine que répetée du retour aux
sources de l’ancestralité par leur propres moyens et le l’attente de la reconnaisance
par les vivants, ce qui augurerait de cette ancestralité.
C’est à ce niveau que, croyons nous, se situe le plus l’inscription à una africanité que
rarement exprimée comme telle. En effet, le ballet de ces esprits de morts sanc
attaches et sans amarres donc livrés à eux mémes n’est pas sans direction. Dans
l’imaginaire guadeloupéen, tous ces esprits s’activent dès la tombée de la nuit et
prennent la direction de l’Afrique ancestrale, dans le but bien compris de s’y faire
admettre et ainsi se réinscrire dans la longue lignée des ancètres.
36
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Mais ayant pas recu les initiations nécessaires, ils sont rejettés. II importe alors pour
eux de regagner l’ile au plus vite, sous peinte d’enconurir la damnation éternelle si
par malheur ils se laissaient surprendre par les premiers rayons de soleil.
L’encombrement semble tel qu’a chaque voyage des attardés sont happés par la
damnation et vont alors renforcer la cohorte d’esprists en mal de vengeance et nul
chez les vivants ne sera à l’abri de leur vengeance.
Les autres, après le repos du jour supendus aux fromagers, repartirons le soir et ainsi
de suite...1
L’Afrique ardement souhaitée apparaìt dès lors inacessible et avec elle, le retour dans
le giron des ancètres. Mais l’espérance du retour demeura tant que sur place,
l’inscription des morts au sol par le jeu de la reconnaissance ne sera pas réalisée.
Ainsi, à l’Afrique dédaigneuse vient s’ajouter l’indicible souffrance du manque et la
sourde culpabilité de la non reconnaissance que la prolifération chaotique des églises
et des sectes tentera vainement de combler.
Cette ambibalence à l’Afrique sera exprimée par les romanciers tesls que Joseph
Zobel, Edouard Glissant, Aimé Cesaire, Maryse Conde et surtour Simone Scharz-
Bart. En effet plus que les autre auteurs cités c’est chez Simone Scharz-Bart que
l’imagination littéraire recontrera le mieux l’aventure anthropologique.
Comme le rappelle Fanta Toureh )1986), analysant l’imaginaire chez Simone Scharz-
Bart, cette dernière dans son livre Ti Jean ñ`horizon, (1979) structure son récit autour:
“D’une conception africaine qui ne sépare pas le monde des morts du monde des
1
Evidemment dans ces conditions le rapport aux mort peut plus se déployer que sur un mode
pérsécutif. En effeet cette disponibilité du mort est ressentie comme une menace autant de la part des
esprits eux-memes que de la malveillance des autres, certains des vivants pouvant à tous moment étre
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vivants, mais en fait deux mondes coexistants, dont les rapports harmonieux doivent
étre préservés par des rites accomplis par les vivants et par leur respects”.
Mais si le sol africain, le village natal de l’ainé figure dans la mémorie des villageois
comme le paradis perdu, la partie qui les attend qui reste toujours préte pour les
accueillir et effacer leur servitude, encore faut-il se souvenir du nom du village, et
surtout des paroles à prononcer (le mot de passe) ou, le mon du référent premier.
Tous ces éléments son bien sùr présents dans la représentation du monde des
Guadeloupéens et participe activement de la dynamique religieuse qui a cours dans
lìle. Comme nous l’avons dit plus haut, cela se traduit dans le croyance en l’errance
des morts, la manipulation de la maladie la Lyconthiopie, etc.
Dès lors la mort et la maladie apparaissent comme des signes de quimboiseurs (gadè-
zafè) et les èlus d’esprit de mort bien veillant ou d’un saint peuvent traduire.
Ainsi si la référence à l’Afrique n’est jamais formulée en tant que telle – le plus
souvent elle est niée voir rejetèe (soubarou, bossal, moudougue restent des termes
péjoratifs)- elle crée un certain niveau de conscience qui se traduit aujourd’hui par la
fréquentation de plus en plus importante de marabouts, africains réputés superieure
aux quimboiseurs.
tentés de capturer des esprits et les mettres à leur services pour assouvir leur désit de vengeance ou leur
volonté de pouvoir.
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EL LUTO DE SI MISMO.
CUERPO, SOMBRA Y MUERTE ENTRE LOS
NEGRO-COLOMBIANOS DEL CHOCÓ
ANNE-MARIE LOSONCZY
Doctora en Antropología, CNRS, Paris, Francia
Pensar la muerte para hacer que sea inteligible el estar vivo, poner en forma la
alteridad para que se pueda construir un identidad; la presencia de la muerte en los
enunciados rituales y narrativos de los descendientes de esclavos africanos que
pueblan la costa Pacifica de Colombia y la región del Chocó1 no aparece de manera
discontinua, como la cara negativa, simétricamente inversa, de las glosas sobre lo
vivo. Antes al contrario, parece constituir un importante recurso lógico para articular
el carácter móvil y ambiguo de la identidad humana y sus fases sucesivas de
construcción, desconstrucción y readaptación. Así, muerte y venida al mundo
constituyen dos momentos privilegiados en los que el tiempo individual oscila hacia
el tiempo social y cósmico, donde una cristalización particular de elementos
identitarios engendra nuevas relaciones entre lo interior y lo exterior, el cuerpo y el
mundo, el yo y la otredad.
1
Estas comunidades, implantadas en la parte inferior de los numerosos ríos y vías acuáticas de la selva
tropical del Chocó, practican la horticultura, la pesca, la caza y el lavado de oro, utilizando una
tecnología artesanal que data de los comienzos de la época colonial. Complejas relaciones interétnicas
les ligan desde esa época a los indios emberá cuyas pequeñas unidades residenciales siguen ocupando
la parte superior de las vías acuáticas. El material etnográfico presentado en este texto fue recogido
principalmente en el Alto y Medio chocó en el curso de dos misiones (1980 y 1982) efectuadas gracias
a los subsidios de investigación otorgados por la Universidad Libre de Bruselas.
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Para comprender los encadenamientos internos que establece este pensamiento entre
sueño, embriaguez y muerte, resulta imprescindible interrogarse sobre la concepción
afrocolombiana del cuerpo humano y de lo que lo anima. Su idea sobre la persona
humana cumplida postula que ésta se halla constituida por la conjunción de dos
“almas”. La primera es efímera como el cuerpo, constituyendo el signo de la
participación de los “divino” como tercer término indispensable para que el acto de
amor entre el hombre y la mujer, considerado como “asunto de lo humano”, se
convierta en “asunto de los divino”, es decir, concepción, engendramiento de la vida.
La glosa relativa a “lo divino” lo define como una esfera de “lo alto” del cosmos,
alimentada por el soplo de Dios y por su proximidad, en la que viven seres que
42
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durante su existencia humana han sido “marcados por El”. Esta marca les ha
conservado una identidad nombrada más allá de la muerte, así como una ubicuidad
entre esta esfera y el mundo de los hombres, ubicuidad que les permite intervenir en
el mismo aportándole una pizca de la original capacidad creadora de Dios. Si las
diferentes manifestaciones de Cristo y de la Virgen, así como el conjunto de los
Santos, pueden aparecer como las metáforas de un pasado presocial evocado por los
relatos míticos, en los que los primeros hombres inmortales vivían cerca de Dios,
dichas manifestaciones y dichos Santos constituyen sobre todo los intermediarios
entre El, que se hizo inaccesible a los hombres. Así pues estos últimos, participan
tanto del mundo de la creación como del de los humanos. Pasando por encima de la
radical discontinuidad que el pensamiento mítico afrocolombiano establece entre el
universo original del Dios creador y el mundo social de los hombres santos y
manifestaciones de la Virgen transportan al mismo algunas vibraciones de este “soplo
divino” sin el cual es impensable un surgimiento ex nihilo. Por ende, este “soplo
divino” tiene que participar necesariamente en el acto de amor de la pareja para que
tenga lugar el engendramiento del principio energético que estará en el origen de un
nuevo cuerpo humano. La entidad así creada se denomina “alma-fuerza – vital!; la
misma crece con el feto y se fija, al producirse el nacimiento, en la cabeza y en el
corazón: su manifestación exterior es el aliento. El momento de la muerte significa
su inmediato regreso a Dios y su disolución en el “aliento divino”.
El recién nacido sólo posee esta primera alma cuyo signo lingüístico es el nombre del
Santo que corresponde en el calendario cristiano al día del nacimiento. Pero este día
y ese nombre tienen que disimularse cuidadosamente durante la vida: la práctica
consistente en anunciar la venida al mundo antes o después de la fecha exacta, hace
que la misma sólo la conozcan la madre, la abuelo paterna, la comadrona y la propia
persona. Este día y este nombre son garantes no ya de la identidad individual, sino de
la integridad energética y de la vitalidad: por ende, su conocimiento le permitiría al
brujo, mediante ritos nocturnos y solitarios en la selva, acompañados de la
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Esta alma-fuerza vital invisible y soldada en el interior del cuerpo aparece como
“autista”, radicalmente no socializable; metáfora del hombre “en sí”, del grado cero
de la humanidad, sin relación con los otros, sin sueño y sin memoria, más acá del acto
de palabra del nombramiento. Su inmovilidad intracorporal, su invisibilidad y lo no-
dicho del secreto que garantizan su integridad, las glosas lo asocian a la vez a lo
natural precultural representado por el recién nacido, y al propio Dios. Este curioso
vínculo tejido entre el silencia de la naturaleza primera y el de Dios puede ilustrarse
recordando que, si el nombre de este último se menciona frecuentemente en las glosas
individuales como componente más fundamental de “lo divino”, en cambio nunca
ningún acto ritual afrocolombiano se dirige directamente a El. Los Santos así como
múltiples manifestaciones de la Virgen, de Cristo y del diablo, aparecen en cambio
como destinatarios o asociados de cualquier acto o palabra ritual, formando parte
integrante del espacio-tiempo de los hombres. Así mismo, los relatos míticos que
hablan de los orígenes, hacen coincidir el surgimiento de la condición humana
cumplida con el alejamiento definitivo de Dios, en ruptura radical con esta última
(Velásquez, 1959).
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Esta concepción, muy alejada de una ortodoxia católica y más cercana en cambio a
las cosmogonías bantúes2 y a la de los emberás vecinos, por esta figura de un
“Creador ausente”, reconoce sin embargo, que la presencia del “aliento divino”
constituye cada vez la condición del surgimiento de una nueva vida humana. Pero si
el silencio y la inmovilidad de Dios en los asuntos del mundo son constitutivos de la
existencia de la vida social entre hombres, su marca en la identidad humana
individual –el alma, que supone regir la autoconservación del cuerpo- no puede ser
más que silenciosa igualmente, inenunciable, emparentada con lo indecible que
caracteriza el estado prelingüístico de la naturaleza.
2
De Heusch, Luc, comunicación personal. Por otra parte, los documentos de archivo lo prueban: la
última gran oleada de esclavos llegados a las minas del Chocó y al litoral Pacífico a finales del siglo
XVIII provenían mayoritariamente de las etnias bantúes que poblaban el actual territorio de Angola y
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Sin embargo, para esta alma-sombra, suma de una historia individual que se mueve
entre lo nocturno y lo diurno, soporte del acto social de donación de nombre, la noche
constituye para ella y su vinculación con el individuo, un espacio-tiempo cargado de
ambigüedad. Esta noche, a la que se le atribuye “la penetración de la selva en el
pueblo” y “el levantamiento del alma de los muertos”, es por las fronteras y de los
límites entre uno mismo y la otredad, o salvaje y los doméstico, la vida y la muerte.
Tiempo de simbiosis indebidas, la oscuridad también loses de las separaciones
peligrosas; así, las movilidad onírica de esta alma, considerada por otra parte como
signo de una completa y sana identidad humana, la confronta con dos graves peligros
nocturnos. En primer lugar, con las palabras seductoras de un alma de muerto-
pariente o individuo del sexo opuesto –que puedan sumirla en una “fascinación”
malsana, la cual le hace desertar definitivamente el cuerpo vivo para ser arrastrada
hacia el mundo de los muertos. Este riesgo letal es considerado imparable, pues el
pensamiento afrochocoano no reconoce a nadie –salvo al brujo y a curanderos que
haya realizado un aprendizaje con chamanes emberá (Losonczy, 1986)- la capacidad
de dominar su alma-sombra de nocturna y el espacio onírico en el que ésta se mueve.
del Congo. Para más detalles, veáse Jaramillo, U.J. Ensayos sobre historia social colombiana,
universidad nacional de Colombia, Bopotá, 1968.
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Este doble carácter que la distingue del alma-fuerza vital, enteramente “divina”, es
considerada como causa de su fragilidad y de su fascinante e inquietante capacidad de
metamorfosis. Estas se despliegan en el silencio nocturno de la experiencia onírica,
en el que la irrupción de almas de muertos proyecta la imagen del futuro destino de la
sombra. Pero la cuestión que plantean acerca de los límites de la identidad y de la
relación entre cuerpo y alma-sombra también puede surgir en pleno corazón de la
existencia social, en el curso de una borrachera en la que la embriaguez crea un
espacio-tiempo distinto.
El sueño y la embriaguez
Para los afrocolombianos, beber a solas y fuera de todo contexto ritual o festivo
constituye el síntoma inequívoco de un tipo de locura que sólo afecta a los hombres y
que se atribuye a menudo a un maleficio extraétnico de origen indio. En cambio, el
consumo colectivo de aguardiente de fabricación regional forma parte integrante de
las informales reuniones vespertinas de los hombres, de las fiestas del Santo Patrón,
de Navidad y de Pascua, así como de los velorios de la novena en los que participan
hombres y mujeres. La glosa negrocolombiana distingue al respecto dos tipos de
embriaguez que describe evocando sus respectivos efectos sobre el cuerpo y las
almas.
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Esta concepción muy poco cristiana del dominio del diablo sobre el alma-sombra, que
se aprovecha de un “vacío” del cuerpo, parece oscilar entre una lógica africana
subyacente de la “posesión infeliz” (de Heusch, 1971) y uno de los paradigmas
emberá de la patogenia, el cual la postula como la instrusión maléfica en el cuerpo de
espíritus “enviados” por un chamán enemigo.
Pero si el sueño pesado que sigue al exceso etílico consigue unir de nuevo cuerpo y
almas, el orden social taponará por su parte la brecha abierta en su seno por la
irrupción de actos y palabras que corresponden a una alteridad tan próxima como
irreductible, disculpando precisamente al individuo mediante el reconocimiento de
este vacío de identidad. Así se explica y justifica la frase que repetidamente
pronuncian los acusados negros ante unos jueces que se mantienen, por su parte,
perfectamente impenetrables a la teoría afrocolombiana de la identidad. “No fui yo
quien lo hizo, fue la mala borrachera”.
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Una vez descifrados estos signos funestos, y en un último arranque para hacer
retroceder a la muerte, los allegados del agonizante se dirigen a lo que se considera la
última fuente de la vitalidad humana; se prometen misas a lo “divino”, se rodea al
enfermo con estampas de Santos y de Cristos y se frota su cuerpo con agua bendita.
Estas prácticas parecen basarse en una concepción “energética” de lo “divino” y de
sus representaciones icononográficas. Como si tales condensaran una energía vital
que se pudiera movilizar gracias a su contigüedad con el cuerpo doliente a fin de
volver a juntar las almas huidizas. Esta es una concepción energética que recuerda la
de los emberá en cuanto a los bastones y figuras, habitáculos de espíritus con los que
el chamán rodea y soba el cuerpo del enfermo al efectuar ceremonias terapéuticas.
Pero el último recurso ritual será el lenguaje; oraciones dirigidas a los espíritus de los
parientes muertos del agonizante para que no “lo atraigan” al más allá. Y como
recurso final, llamada en susurro tres o nueve veces al oído del enfermo por el hombre
correspondiente al día de su nacimiento, signo lingüistico y receptáculo callado de su
alma-fuerza vital. El fracaso de dicho llamado implica la certeza del “fin de su
tiempo”, lo que importa ya, es ayudarle a pasar “al otro lado”.
Los allegados empiezan pues a organizar el funeral, a enviar mensajes a los parientes
ausentes, a preparar el ataúd y la tumba, a reunir una cantidad suficiente de tabaco, de
café, de aguardiente, de galletas y de velas para la novena. Pero al mismo tiempo, la
duración de la agonía plantea angustiantes preguntas acerca de todo lo que pudiera
secretamente “mantener aún la sombra agarrada” a este mundo. Si se sabe que el
agonizante posee objetos, oraciones o secretos de carácter mágico, los parientes los
buscan en la casa; una vez hallados, se queman las oraciones y secretos escritos,
después de haber sido recitados ante el agonizante, al cual se le dan a beber las
cenizas mezcladas con agua bendita. Los objetos de defensa o de agresión mágicos se
rompen en su presencia y se entierran en los linderos de la selva. La obtención, por
otra parte, del perdón público de los enemigos constituye el último recurso para
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Hay también personas “de entendimiento fuerte” a las que se les reconoce por su
amplio repertorio y por sus notables cantos. Durante toda la noche se han de recitar
cinco veces cada una de las diferentes invocaciones y oraciones, compuestas por el
rosario a la Virgen y numerosas otras plegarias en las que se evoca la vida de Cristo y
de los Santos. Las mismas constituyen un cuerpo oral de origen hispánico, expresado
en un lenguaje castellano arcaico (de Granda, 1974). En cambio, en el contenido de
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los cantos funerarios (salve, alabao y Santo Dios), se actualizan una concepción
original de la persona y de la muerte, aunque su lenguaje conste de algunas elementos
lexicales y sintagmáticos del español arcaico, y aunque su versificación en octosílabos
esté cerca de algunas formas de la antigua poesía popular hispánica3. Su evocación,
fuera del contexto ritual de la novena conlleva la prohibición de lo peligroso; aun en
el espacio ritual de la novena sólo pueden surgir a través de la voz de aquellos a
quienes el aguardiente ya les ha dado “la borrachera sabrosa”.
3
La poesía popular negroamericana parece marcada en todos sus géneros por las formas de la poesía
hispánica arcaica. Veáse al respecto, entre otros. Friedemann, N.S. de, en Revista Colombiana de
Antropología, Bogotá 1974, y Rahier, J.: La décima en la poesía popular afroecuatoriana, Ediciones
Abya Yala, Quito, 1986.
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Pues ¿qué dicen estas palabras venidas de una otredad que el ritual aproxima? Si
evocan el papel mediador de los Santos, de Cristo y de la Virgen cerca del espíritu-
alma en su penoso arranque del mundo de los vivos, el largo viaje hacia la esfera de lo
“divino”, donde el difunto será juzgado por Dios y asignado a su última morada en el
Reino de los muertos, también describen para los vivos este “otro lado” que es su
destino futuro. También la angustia, la tristeza y la resignación de una conciencia
humana que, descarnada, pero en la plenitud de su lucidez, contempla la vida y su
propia muerte. De estos cantos, sólo citaremos aquí aquellos que se repiten como
leitmotivs en el corpus de unos 70 alabaos y salves recogidos por nosotros en las
diferentes zonas del litoral Pacífico colombiano.
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Dormida la voluntad,
recuerdo el entendimiento.
Muerto de los cinco sentidos
Pero vivo el pensamiento.
La muerte se perfila en estas palabras como algo que dista mucho de ser un paso a “un
mundo mejor”. Al contrario: incluso quienes han realizado hasta el final el “trabajo
del morir” propio de la agonía, habiendo tenido por tanto una “buena muerte”, añoran
amargamente la vida. Este “otro lado” que constituye en lo sucesivo su destino como
un desteñido reflejo de la vida; sin luz, sin señas, sin límites, hecha de una eterna
monotonía. Todo lo que en la aventura humana hace soportable la oscura conciencia
de la ineluctabilidad de la muerte se pierde con el cuerpo y la sombra: la capacidad
de comunicarse con sus semejantes, la voluntad y “el entendimiento” que guían la
acción, los cinco sentidos que permiten conocer el mundo y “vivir sabroso”. Pero,
para este pensamiento, la división de la identidad que efectúa la muerte no aniquila la
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Pero este espíritu del muerto conserva al mismo tiempo una parte de su singularidad e
persona: cuando esta forma blanca, vaga, sin rostro ni piernas, los cuales perdió en el
aniquilamiento del cuerpo y la transformación de la sombra en espíritu, se aparezca a
los familiares una vez concluido el rito funerario, ya sea una noche sin luna, o en
sueños, se hará reconocer al anunciar con voz nasal su nombre de pila. Este signo
lingüístico descarnado (al que ya no corresponde un rostro) y su “pensamiento”, esta
capacidad de vivir su propia muerte y añorar la ida: he ahí los dos pilares de esta
identidad amputada y dolorosa que emergerá después de terminada la novena.
A esta identidad le corresponde una actitud ambivalente por parte de los vivos. Si el
espacio-tiempo de la novena está totalmente sometido a la presencia del espíritu, a
acoger sus palabras por los cuerpos y las voces, a ponerlo en contacto con lo “divino”
mediante las oraciones y las representaciones iconográficas de este último para
aligerar su luto por sí mismo y ayudarle a realizar su “partida”, el termino de la última
noche marca un corte a partir del cual toda contigüidad con él (salvo onírica) le será
implacablemente rechazada por los vivos. En efecto, el alba de esta última noche de
novena constituye el momento en el que el espíritu ha de abandonar definitivamente
los espacios de la vida: se “levanta el altar” de las imágenes santas, se apagan las
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velas y, después de haber recitado plegarias especiales para despedirse del difunto, se
canta:
Levanten la tumba
de cuerpo presente
se va un pecador
en vida y en muerte
Este conjunto de prácticas rituales no sugiere tan sólo que la contigüidad entre
muertos y vivos es peligrosa para la integridad de estos últimos fuera del contexto
ritual de las novenas. También constituye la respuesta a una idea subyacente en la
concepción del destino del ama en el más allá, influida por el catolicismo popular
hispánico, la que sugiere que los muertos nunca se separan totalmente del mundo de
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los vivos, que su nueva identidad de espíritu conserva algunos retazos de corporeidad
(reaccionan a los malos olores y a los golpes) y que, sobre todo, está habitada por el
irreprimible deseo de vivir, manchada por la opacidad (secretos) propia de lo humano,
y por el apego al amor humano. Por tanto, les corresponde paradójicamente a los
hombres tratar de concluir cada vez la obre imperfecta de lo “divino” y suplir la
impotencia que en últimas parecen tener todos los ritos para aniquilar la parte de
sombra, de los humano, en el espíritu del muerto. Corresponde a los humanos
restablecer incansablemente las fronteras entre el sí mismo y la otredad, no dejar que
lo otro, lo de afuera, haga intrusión desordenada en el mundo cultural, enviar los
muertos a la esfera divina.
61
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Esta figura conceptual también concurre para pensar la identidad como entidad móvil
cuyas prolongaciones franquean la disyuntiva entre vida y muerte. Pero esta figura
reflexiona el destino en el más allá del complejo de individuación sobra-nombre
como algo ligado a la existencia de una descendencia viva cuya alma-sombra puede
acogerla más allá de la muerte en el espacio de los sueños, y ayudarla con sus
oraciones diurnas a efectuar su último viaje al Reino de los Difuntos. Concepto
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paradójico donde los haya, el Anima Sola parece sugerir que sólo puede lograr su
paso definitivo al más allá aquél a quien sus vínculos humanos siguen aferrándolo en
el orden cultural y afectivo de la descendencia viva; que el elemento no visible de la
identidad de la sombra el nombre sólo sobrevive a su imagen móvil sin accidentes,
maleficios o esterilidad no han quebrado la cadena de la memoria que aquí aparece
identificada en sordina a la de la procreación, cadena que se despliega en la
experiencia onírica. En suma, esta figura conceptual sugiere que sólo es
auténticamente identificable quien sabe desdoblarse: ala vez, partir lo más lejos y
quedarse lo más cerca de lo suyo, él mismo múltiple tanto en el tiempo como en el
espacio.
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64
AMERICANEGRA
NINA S. DE FRIEDEMANN
Antropóloga,
Miembro de la Expedición Humana,
Pontificia Universidad Javeirana, Bogotá
Los palenques
*
Una versión de este artículo fue presentada en el II Congreso Interdisciplinario de la Sociedad para la
investigación en el Caribe. Viena, junio de 1990.
65
AMERICANEGRA
con la mediación del obispo Antonio María Casiani como canciller de paz
comprometía a los palenqueros a no aceptar negros huidos que allí buscaran refugio.
66
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67
AMERICANEGRA
Este hecho, por supuesto, propone el interrogante sobre cuál dominio cultural y étnico
tenía el Palenque en 1713. Porque doscientos cuarenta años mas tarde, cuando los
primeros estudios antropológicos descubrieron la comunidad y tomaron datos
lingüísticos (Escalante 1954), éstos empezaron a mostrar la prevalencia Ki-Kongo y
Ki-mbundo del conglomerado lingüístico bantú proveniente de zonas del Zaire
occidental y Angola septentrional (Congo y Angola) (Escalante y Bickerton 1971,
Granda 1978, Schwegler 1989).
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AMERICANEGRA
Desde luego que el aislamiento geográfico del Palenque, sin medios de comunicación
hasta el decenio de 1950, aunado al agobio de la discriminación sociorracial liderada
por la sociedad dominante en Cartagena de Indias, han contribuido a su permanencia
en el marco de una especie de cimarronaje republicano.
El cuagro
En Palenque, los cuagros empiezan a formarse desde la infancia cuando los niños y
niñas salen a jugar en la calle, frente a sus casas. El cuagro tiene dos mitades, una
femenina y otra masculina y como tal se localizan asimismo en cada una de las dos
69
AMERICANEGRA
mitades del poblado: arriba y abajo. Llegados a la pubertad, los miembros de cada
cuagro celebran su inauguración y le dan un nombre: Orisa, Flor del Campo o
Nailanga son algunos de ellos. La ceremonia implica la elección de un jefe masculino
y su contraparte femenina, la adopción de emblemas, trajes, adornos y el disfrute de
un baile y una comida que festeja el nañe y la yuca que siembran los hombres en el
monte y los patos y las gallinas que cuidan las mujeres en el poblado. Vestigios del
entrenamiento de las cuadrillas hasta hace pocos años podían documentarse en los
ritos y juegos de guerra que allí se celebraban durante las fiestas de Navidad, para los
días de semana santa y también en la inauguración del nuevo cuagro. La mitad
masculina de un cuagro del sector de Arriba podía fajarse a puños con los miembros
de la misma edad de un cuagro de Abajo y aismismo, la mitad femenina podía
enfrentarse también con su contraparte de la misma edad de un cuagro de Abajo.
70
AMERICANEGRA
En los últimos años, el lingüísta Armin Schwegler (1989, e.p., MS.) ha logrado
decodificar cantos fúnebres del lumbalú que en Palenque hacen parte de los ritos de la
muerte. Sus análisis iluminan áreas del pensamiento religioso del hombre negro en
Colombia. Así, en primera instancia, vale mencionar su dilucidación de la etimología
de la voz africana lumbalú, de origen bantú compuesta por dos elementos: lu un
prefijo colectivo y mbalu con el significado de melancolía, recuerdo o reflexión que
expresa el sentido de cantos de muerto. En Palenque, lumbalú es no sólo el ritual con
su ritmo y melodía, sino también el cabildo que lo ejecuta, cuyos miembros hombres
y mujeres, dueños de la sabiduría musical y textual de los cánticos y del baile del
muerto hacen parte de un cuagro cuyas edades oscilan entre los 60 y 70 años.
En un trabajo anterior (Friedemann 1988) sobre los cabildos negros que como
refugios de africanía existieron en la colonia, se anotó la importancia de su
desempeño enla difusión de creencias, música, instrumentos musicales, costumbres,
ritos y habla de los grupos africanos originarios y luego de aquellos negros criollos y
también de libres. Al hacerlo, se ha descartado que el bagaje cultural de los africanos
hubiera podido ser aniquilado completamente. Por el contrario, en términos de
Gregory Bateson en su libro Pasoso hacia una ecología mental (1972) los esclavos
llegaron con una información cifrada en lenguaje econográfico, traducido en
sentimientos y aromas, formas estéticas, texturas, colores y armonía, como parte de la
materia prima que forjó los sistemas de las culturas negras americanas. Así, en el
proceso de etnogénesis, elementos iconográficos de las sociedades africanas debieron
penetrar el lago del subconsciente de los portadores de las nuevas culturas, para surgir
en expresiones y circunstancias sociales que han sido objeto de investigación y que
actualmente se someten a análisis comparativos: rituales de funeraria, velorios,
carnavales o danzas acuáticas celebrados en amplios horizontes geográficos.
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AMERICANEGRA
Velorio y lumbalú
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Durante la época del Padre Claver, en los años 1600, los velorios con tambor y baile
alrededor del muerto en los cabildos de Cartagena se convirtieron en su profunda
preocupación. Llegaba al velorio, intenrrumpía la celebración, amenaaba a los
asistentes con látigo en una mano y un Cristo en la otra y les arrebataba la comida que
habían preparado para el ritual. A veces hasta se llevaba los tambores como rehenes.
Este relato del Padre Valtierra (1980:204), uno de los biógrafos del santo, muestra
durante la colonia, la existencia eprana de velorios funéreos entre negros que se
expresaban con el habla de los tambores, el canto y el baile.
73
AMERICANEGRA
Los velorios de muertos en Palenque de San Basilio comparten entonces sus ritos.
Solamente cuando se trata de un velorio con lumbalú, los cantos y bailes y el toque
del tambor sagrado, y la del pequeño yamadó o llamador constituyen la diferencia.
Los ritos principales con ocasión de la muerte en Palenque son el de los lecos, la
preparación del cadáver, el arreglo del altar de santos, la velación del muerto con
lecos, lumbalú y juegos de velorio, el sepelio en el cementerio, la novena de velación
que también puede ser con lumbalú y finalmente la levantada del paño. En un velorio
con tambor, el tambor sagrado lumbalú ha sido medular en el rito. Con una estatura
de 1.50 metros, antiguamente tenía piel de venado hembra al igual que su compañero
el tambor yamadó o llamador distinto a ahora cuando en ambos su membrana es de
cuero de vaca o chiva. Ambos tambores son percutidos por miembros del cabildo
lumbalú, compuesto por ancianos y ancianas de cuagros pertenecientes a las dos
mitades del poblado: Arriba y Abajo. Ellos a su vez conforman un cuagro mayor,
hoy dueño de la música y de los cantos fúnebres antiguos. A principios de este siglo,
el cabildo lumbalú según la narrativa palenquera, alcanzaba a contar con más de
treinta y ocho miembros. Su jefe masculino era Pedro Valdès, conocido como Batata,
intérprete del tambor sagrado y Bartola Navarro, la jefa femenina, quién a su vez era
la solista principal dentro del grupo de las cantadoras.
La importancia que todavía tiene este cuagro de ancianos par las comunidades negras
colombianas y para sus estudiosos reside en la tradición que mantienen en torno al
lumbalú. Para la histografía constituye un testimonio que evoca el poder político y
religioso que debió tener la institución del cabildo en el palenque cimarrón en la
colonia. En esa época, el zahorí a quien los españoles definieron como un jefe
implacable, era el jefe mayor del cabildo y por ende una figura de jerarquía en asuntos
religiosos, con el poder del habla del tambor. En el presente, tal poder se evoca en el
privilegio que Palenque le ha reconocido a los descendientes directos de Batata, se
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AMERICANEGRA
Muerte y lecos
Hasta hace unos años, por entre los callejones de Palenque, el golpe del tambor
sagrado lumbalú, llamado también pechiche y percutido por Batata, el jefe del cabildo
avisaba la muerte de cualquier persona.
Cuando la persona exhala el último suspiro, las mujeres que se hallan cerca del
cadáver inician el rito de los lecos que son lamentos que combinan gritos estentóreos
y ulular de voces donde se inserta el nombre del muerto. Jaramillo y Verchuur en
1974 anotan cómo las mujeres agarrándose con sus manos la cabeza y el cuello en
gesto desesperado salían a las calles del poblado y en cortejo recorrían el pueblo
anunciando el deceso con esos gritos y lamentos. Tales lecos son parte vital del
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velorio durante las nueve noches siguientes al sepelio y parecen conservar huellas del
pasado cultural africano. Porque entre las antiguas gentes de Loango (Balandier
1965:255), las mujeres lloraban y entonaban en rituales mortuorios los llamados
cantos de la casa de los muertos o cantos de lágrimas mientras que los hombres
ejecutaban canciones fúnebres con tambores, campanillas de hierro batido y trompetas
de marfil. Estos cantos de lágrimas, a su vez rememoran aquellos que acompañados
por toques de tambor se oían cuando morían los esclavos recién desembarcados de los
navíos negreros en Cartagena de Indias en los primeros cabildos de negros del siglo
XVII que existieron inicialmente como enfermerías (Fridemann 1988: 7). Al mismo
rito parece referirse el cronista Ulloa anteriormente mencionado, cuando habla de los
ecos que en los funerales en Cartagena llamaban al muerto por su nombre
esforzándose por entablar con él una última conversación en torno a las ejecutorias de
su vida.
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AMERICANEGRA
los difuntos se les mantiene la boca cerrada con un paño amarrado a la cabeza. Pero
antes de salir al cementerio debe retirársele para permitirle iniciar su nuevo camino
sin impedimentos que coarten la posibilidad de hablar o de comer.
Cuando muere un niño que aún no ha llegado a los 8 años, se considera que él regresa
a su estado de “angelito” y su espíritu se devuelve directamente al cielo. Entonces, se
le viste con un traje blanco, su madrina le regala una corona de papel y sus ojos, al
contrarios de los de los adultos muertos se le mantiene abiertos con unos palillos,
mientras yace en su ataúd. Y aunque el rito de los lecos se cumple, éste sólo es
permitido el primer día y noche del velorio. Persistir en ello puede ocasionarle al
angelito su imposibilidad de abandonar este mundo, convirtiéndose en una especie de
“duende” malévolo.
Una vez preparado el cadáver se le coloca sobre una mesa o entre el ataúd con cuatro
velas encendidas y con la cabeza mirando hacia la puerta de la casa, y se arregla un
altar con santos de la Iglesia Católica y personajes populares en vía de santificación
como José Gregorio Hernández.
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AMERICANEGRA
convertida en espíritu sale de la casa donde residió, entra en la tumba del cementerio
y luego la abandona para emprender el largo viaje.
De pronto, con la llegada de otras mujeres que iniciaron los lecos, su viuda, una
anciana, enjuta, vestida de negro empezó a saltar agitando los brazos por encima de la
cabeza doblando su cuerpo sobre el cadáver, en ritmo de convulsión dolorosa, con las
palmas de las manos extendidas en constante movimiento. Al cuarto mortuorio
entraron más mujeres, en tanto que grupos de hombres empezaron acomodarse en el
callejón frente a la casa. En velorios que observé posteriormente (el último en enero
de 1991), el patrón del uso del espacio siempre se repitió. Las mujeres en el interior
del cuarto mortuorio, alrededor de ataúd, sentadas contra las paredes; en el patio de la
casa y en la cocina donde se prepara el café, las bebidas aromáticas y también la
comida para parientes y amigos. En el espacio de la calle frente a la casa, los
hombres. Y para el velorio de un niño, niños y niñas permanecen en la calle.
En velorios con lumbalú, el jefe del cabildo debe sentarse sobre el gran tambor en la
puerta del cuarto mortuorio y de cara a la cabeza del difunto, mostrándole así a los
trazos del alma sombra que aún quedan en el cuerpo, los esfuerzos del tambor cuyo
golpe en otros rituales como los del Litoral Pacífico, abre las puertas del otro mundo
(Friedemann y Arocha 1986:402). A su lado el hombre del yamaró y en los espacios
entre la cabeza del difunto y los tamboreros, la cantadora y el coro de ancianas del
cabildo entonan los cánticos. Una vez iniciado el canto, en cualquier momento una
de las ancianas empieza el baile de muerto en torno al ataúd. Sube los brazos y toca
78
AMERICANEGRA
palmas con la mano. Las mujeres de cabildo la siguen, contonean sus cuerpos
suavemente, acercándose al cadáver y retirándose. El ritmo evoca el movimiento de
cuerpos en el agua, la expresión es de pesar. Se dice adiós con los mensajes y el
sentimiento de los lecos, con el gesto de las manos y con la palabra de los tambores y
de los cánticos.
El último día del velorio es el más importante. Aquellas personas que no asistieron
asiduamente lo hacen la última noche. El altar se arregla. Las velas se viste con
papel de colores blanco, negro y morado. Desde la mesa altar hasta el piso, se
arreglan unos peldaños a modo de escalinata por donde desciende el espíritu (alma-
sombra) para marcharse de la tierra. La concurrencia permanece alerta, el canto y el
baile de muerto, los tambores, los juegos en la calle, las plegarias se mezclan en un
ámbito tenso. El alma-sombra que ha estado vagabundo, flotando, moviéndose en su
casa, acerca a los amigos y los parientes oye los últimos adioses.
TRADUCCION
Arió Juan (n) Suko ee adiós, juan Suco, eeh
Y lombo y lombo y el lombo (pájaro negro
anunciador de muerte)
79
AMERICANEGRA
Cuando el muerto es un miembro del cabildo, el tambor retumba todas las noches y
las viejas cantan una y otra vez.
Yatongo Yatongo
i ta kadando ele, arió pa casariambé
arió, ai arió
En otro momento del velorio un hombre del cabildo y una mujer de la familia del
difunto salen a danzar con el mismo ritmo, en el centro de un círculo que forman los
tambores, la solista y el coro de ancianas. En tiempos de Batata el jefe del cabildo,
dice Escalante, (1954:284) “él se levantaba con su tambor para encabezar dos filas de
viejas que cantaban y bailaban en las cercanías”. Estas danzantes aunque no
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AMERICANEGRA
formaban parte del cabildo eran familias del difunto, y de todos modos hacía parte del
velorio en los espacios fuera del cuarto mortuorio.
Al avanzar la noche, los viejos cánticos del ritual dan cuenta de la historia de aquellos
que fueran los antepasados de los palenqueros:
TRADUCCION
Chi ma nlongo (soy de) lo del Congo
Chi ma (ri) luango (soy) los de Luango
Chi ma (ri) luango ri Angola De los Luango de Angola
Mona mi a bae pa casariambe Mi hijo se ha ido para el cementerio
(casa de hambre)
(Schwegler: en prensa)
Y también evoca siluetas de deidades que en el pasado africano debieron formar parte
de su pensamiento cosmológico.
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La descodificación del siguiente canto lumbalú hecho por Schwegler (en prensa) en el
cual la expresión de una canoa sin remos y sin canalete en las aguas del río Cauca se
traduce metafóricamente como un ataúd viajando por aguas fluviales hacia el otro
mundo, en primera instancia tiene reflejos del pensamiento de gentes africanas. Claro
que esta descodificación sugiere la posibilidad de que el canto que menciona al río
Cauca se hubiera originado en un palenque distinto al de San Basilio. Lo cual es
posible, si se tiene en cuenta la historia demográfica-cultural de este palenque en su
calidad de comunidad cimarrona, residuo de otras que en el siglo XVIII existían a lo
largo del río Cauca, y en las vecindades del San Jorge (Friedemann 1979; 70, véase
también mapa).
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En Palenque, en los últimos decenios, el uso del ataúd es corriente y algunas personas
prevenidas lo mandan hacer y los guardan en sitio particular de la casa. Así cuando
su muerte ocurre, el cuerpo preparado se coloca rápidamente en el ataúd.
Las esteras tejidas con hilos vegetales, en todo caso no han perdido vigencia en la
parafernalia fúnebre de Palenque y evocan por un lado la condición de movilidad de
los antiguos palenques y por otro los textiles usados en el viejo reino del Congo como
parte del maquillaje mortuorio. Los muertos de acuerdo con su categoría social eran
evueltos en finísimas telas y luego momificados con el humo espeso de fogones
permanentes (Balandier 1965: 256). De la choza mortuoria eran encaminados hacia
el poblado de los ancestros, un lugar situado en la creencia debajo de aguas fluviales o
de lagos.
En este punto, vale la pena señalar que estas imágenes acuáticas de Palenqeu sobre la
muerte también aparecen en el pensamiento en torno al otro mundo entre
comunidades negras del litoral Pacífico. Rogerio Velásquez (1961:64) las recopiló en
su trabajo sobre ritos de la muerte en el Chocó: en la marcha, el espíritu que ha
dejado el cuerpo tiene que atravesar un río en una barca. Y en los funerales de niños
en el mismo litoral, mi propia investigación de terreno documento los cantos de los
chigualos o velorios de niños muertos que también incluyen la imagen de las aguas
fluviales como el camino para llegar al otro mundo. Solamente que en el litoral, el
ritual es más explícito, porque allí el cadáver del niño sí se coloca en una canoa que
yace sobre el altar rodeado de imágenes de santos. Y frente a él, las cantadoras
entonan:
Que se embarca y se va
Buen viaje a la gloria se va
tu padrino y tu madrina
canalete te han de dá
Buen viaje!...
83
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(Friedemann 1966-69:74).
La otra frase es el entierro de las esteras, la ropa, los remedios y los paños que fueron
parte del trance de la muerte y arreglo del cadáver y que se consideran sucios. Todo
esto generalmente se transporta y se sepulta en una de las esteras dentro de una zanja
aislada en el mismo cementerio. Y la ruta que se recorre es distinta a la que toma el
cadáver.
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Una noche tras otra durante las nueve del velorio la rutina de los juegos de velorio
tienen lugar en el espacio de la calle entre los diversos cuagros. En los juegos se
personifica a animales variados: perros, pavos, culebras y el simbolismo es el
acoplamiento sexual y el retozo sensual (Friedemann 1983:73).
En los velorios de los niños, sus compañeros de cuagro juegan bolitas y dominó en la
calle, mientras las niñas permanecen sentadas adentro en la casa o en el solar con las
mujeres adultas.
La última noche; a las cuatro de la madrugada los grupos que recorrían el poblado
dramatizando escenas de la vida del difunto regresan al sitio del velorio. Es entonces
el momento de levantar el paño, es decir de deshacer el altar. Se apagan las velas, se
retiran los santos, el Cristo, los adornos de papel. La concurrencia hace un sendero de
honor que arranca desde la escalera del altar hasta la puerta de la calle. El espíritu del
muerto desciende los peldaños en la oscuridad y se dirige al cementerio donde está el
cadáver. De allí emprenderá su viaje al otro mundo.
85
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La cosmovisión y la comparación
Una comparación del ritual de la muerte en Palenque de San Basilio con los de otros
lugares, además muestra coincidencias que hacen referencia a cosmovisiones
similares. Así como en Palenque el cuidado en el vestido y el maquillaje del muerto
son representaciones importantes para iniciar el largo camino de la muerte hacia un
mejor mundo, donde podrá prestársele ayuda a parientes y amigos en la tierra
(Simarra 1988:2), también en Guadalupe (Flagie 1989:2) y en Haití se ejerce un
control extremo en todos los detalles. Alfred Metraux (1972:246) relata la escena del
baño y del arreglo del muerto de una manera muy reminiscente a la rutina que hasta
recientemente se seguía en Palenque (Friedemann 1987: 112). En Haití el cuerpo se
bañaba en una infusión de hierbas aromáticas con poderes especiales, los orificios de
la nariz y de las orejas se taponaban con algodón, la mandíbula se le sostenía con un
paño marrado a la cabeza, hasta la hora de conducirlo a la tumba. Y la ceremonia
como un acto social, era útil, igual que en Palenque para instaurar un intercambio
horizontal entre los vivos y otro entre éstos y los habitantes del otro mundo.
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Tanto un ritual como el otro, aluden a un universo de planos enlazados por caminos
que recorren los espíritus de los muertos que a su vez tienen que encontrarlos con la
ayuda ceremonial ofrecida por parientes y amigos vivos. El velorio durante nueve
noches cumple esa tarea. El alma vaga en su casa, y a medida que transcurren los días
se convierte en espíritu que al final del velorio toma su camino “tranquilo y contento”
(Simarra 1988). Desde luego que hay espíritus que se han quedado en Palenque,
algunos permanecen refugiados en la iglesia del poblado. Pero esta situación no
alcanza el dramatismo señalado por Flagie en Guadalupe (1989:2-8). Allí un número
apabullante de espíritus errantes y sin lazos con los vivos saturan la atmósfera
cotidiana. Son almas de muertos que carecieron del ritual tradicional de plegarias,
lamentos y cantos. Ya que no fueron conducidas a sus tumbas para salir de allí en su
viaje por el cosmos. Para prevenir esta situación, en Palenque cuando uno de sus
habitantes muere en un lugar lejos del poblado y cuando por alguna razón su cuerpo
no se encuentra, los familiares le organizan su velorio. Es una velación de cuerpo
presente donde en vez del cuerpo se utiliza una de los vestidos del difunto que se
coloca en el altar. En torno a este “cuerpo” presente, los palengueros dicen adiós al
espirítu.
Nota final
En 1954 cuando Aquiles Escalante publicó los primeros datos etnográficos sobre
Palenque de San Basilio, la tradición de la comunidad era el velorio con lumbalú en
los ritos de la muerte. Cuarente años después, tales ritos han sufrido un proceso de
cambio. Hoy hay un velorio con lumbalú al que se denomina velorio con tambor y
también hay un velorio sin tambor. Pero ambos comparten el mismo pensamiento en
torno a la muerte, a la transformación del alma-sombra en espíritu y al viaje de éste al
plano de las aguas en la visión del cosmos.
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Tanto en el velorio sin tambor como en el de lumbalú, una vez que el alma hálito deja
de cumplir su función animadora del cuerpo, la preocupación de los familiares y de la
comunidad se concentra en el destino del alma-sombra y su transformación en
espíritu. Este debe sentirse feliz mientras permanezca en la casa. Entonces el
acompañamiento provee situaciones que por un lado lo distraen y por otro le
preparan el camino para encontrar la vía de salida.
La distribución de los espacios donde actúan los grupos de edad y la división sexual
del ritual es claramente perceptible. Los hombres ocupan un lugar en la periferia y las
mujeres el medular. La expresión de la organización social y de la cotidianidad
aparecen nítidas: en Palenque de San Basilio la norma de acoplamiento sexual es
poligámica y las familias se desenvuelven en torno a la figura d ela madre y de la
abuela. Asimismo, en la textualidd del canto de muerto las quejas vernaculares
hablan mayormente de la pérdida del hijo por parte de la madre o por el dolor que su
desaparición ocasiona a los hijos. Las mujeres en el meollo del ritual tienen la voz de
los lecos y de los cantos sagrados en tanto que los hombres cuentan historias y hacen
hablar a los tambores pero percutiendo las membranas que tienen que ser de animales
hembras. Los cantos y el baile de muerto ejecutados por las mujeres en el espacio
medular del velorio, son la ritualidad sagrada donde la voz del tambor como en
muchas otras culturas que tienen huellas de africanía golpea a las puertas del otro
mundo que se abren para establecer la comunicación con los vivos o dejarle paso a los
espíritus que llegan de la tierra. Aquí vale mencionar cómo aún se recuerda que
Batata con su tambor se sentaba en la puerta del cuarto mortuorio que es el límite
entre el espacio medular femenino del ritual y la periferia masculina del mismo. Las
88
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Es precisamente contra las expresiones más visibles del ritual de lumbalú como son el
baile, el canto de muero, el golpe fúnebre del tambor y el hablar palenquera, que
durante decenios la sociedad dominante ha enfilado su censura con una visión
etnocéntrica y discriminatoria. Las consecuencias dentro del mismo poblado han
resultado en el ejercicio de una vergüenza cultural que ha erosionado la permanencia
de la tradición y el orgullo socio-racial de los palenqueros. Semajante panorama
empezó a cambiar en el último decenio. La divulgación de la importancia de la
lengua palenquera, la dilucidación del papel jugado por la cultura de los
descendientes de africanos en el transcurso de la región y del país, el aglutinamiento
de sentimiento de reivindicación por parte de ciertos grupos negros han constituido un
ímpetu para el cambio.
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LA ENSENADA DE TUMACO:
INVISIBILIDAD, INCERTIDUMBRE E INNOVACION*
Ensayo dedicado a
Gerardo Reichel-Dolmatoff
*
Una versión de este ensayo fue presentada en el foro Para, con, por, sobre y de la Cultura, convocado
por Colcultura, la Universidad Nacional de Colombia, Cinep, Fecode y la Corporación Colombiana de
93
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No tenía la intención de hacer tan explícito este último propósito. El viraje ocurrió
con la conferencia de Gabriel Restrepo dentro de la apertura a este foro, bien
bautizado con el título de Para, con, por, sobre y de la Cultura. Reiteró la fe que
muchos intelectuales han depositado en la educación como instrumento para alcanzar
el desarrollo. Mientras lo oía, mi memoria retrató con fuerza la página 59 del Libro
de los abrazos. En ella,. Eduardo Galeno habla de los nadies.
Teatro en Bogotá. Agradezco a Ignacio Zuleta, María Teresa Garrido y Ricardo Alonso su invitación a
dicho evento.
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Sus palabras evocaron el compromiso del antropólogo Marvin Harris (1971: 496,
497) por descorrer el velo tendido sobre una hipocresía llamada “gratificación
diferida”: quienes se autoproclaman redentores le exigen a la gente pobre que
posponga la satisfacción de sus deseos. Les importa poco que los medios de
comunicación de masa o el sistema financiero no cejen en una obstinada campaña
teneidnte a convertir caprichos vanos en necesidades cotidianas, igualando felicidad y
libertad con el darse gusto en antojos, y aleccionándola en que los préstamos de
bancos y usureros son señal de éxito personal.
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feriados que los cautivos de las minas realizaban para comprar su libertad atestiguan
la voluntad de orientar la vida siguiendo planes a muy largo plazo. Aún hoy, este
adalid de la región no cree que el cambio de valores que él le proponía a sus
compañeros quizás podría ser incompatible con las exigencias cotidianas del medio
ecológico y social dentro del cual se mueven.
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características de las redes usadas por los pesqueros industriales para catear la
abundancia en los distintos puntos de la ensenada.
La negación apriorística que los profesionales hacían de las calidades de los negros
además explicaba la figuración de estos últimos como conservadores, personas tercas,
empecinadas en no aceptar innovaciones tecnológicas como botes livianos de fibra de
vidrio o nuevos tipos de redes. Creencia que a los profesionales les impedía
percatarse de inventos y transformaciones que surgían ante sus propios ojos, según se
apreciará en el desarrollo de mi argumentación.
Debería de equivaler a una vergüenza nacional este registro actualizado del arragio de
la estereotipia racial y del ocultamiento de logros y atributos como medios de opacar
la autoimagen negra y, por lo tanto, de afianzar la dominación económica, social y
política. Peor aún si reflexionamos que en Colombia hemos completado cincuenta
años de ejercer la ciencia de la cultura, como Leslie White bautizó a la antropología.
Medio siglo que parecería tornar vanas no sólo nuestra pedagogía in pro de la
tolerancia, sino esfuerzos concretos en contra de las variadas formas de racismo
implícito que, como los realizados en el decenio de 1940 por los miembros del
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Hoy por hoy es difícil encontrar antropólogos que no se identifiquen con la tesis del
genetista Francois Jacob (1981) referente a que la diversidad en las formas de vida y
cultura representan un seguro contra las incertidumbres que causan los cambios en el
ambiente: la polifonía de rasgos, conductas, instituciones y símbolos es garantía en
contra de la extinción que podría acarrerar la impredictabilidad del porvenir. En
consecuencia, tendremos a rechazar tanto aquellos modelos de desarrollo entre cuyas
metas figure la unificación de la vida y el comportamiento, como las plataformas
políticas para las cuales el logro de la igualdad implique la identidad. Soñamos con
naciones y estados que le garanticen a su miembros iguales derechos a ser distintos
(Arocha 1990).
Nuestra concepción del sentido de la diversidad es inseparable del empeño por sacar
el concepto de cultura de los ámbitos exclusivos y excluyentes de la acumulación de
valores estéticos occidentales o de conocimientos transmitidos por los aparatos de
educación formal. Es el viejo esfuerzo por resaltar que la irrupción de símbolos no
sólo le permitió a los humanos incorporar medios para describir, recordar y recuperar
fenómenos de cambio, sino adquirir la capacidad de enseñarle a sus descendientes la
naturaleza y funcionamiento de inventos y creaciones.
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Con su ecología cultural, desarrollada a partir del decenio de 1930, Julián Steward
(1955: 30-42) abonó nuestros enfoques teóricos para darle la bienvenida al de Jacob.
En efecto, combatió el estereotipo que iguala adaptación con conservación. Por el
contrario, tradujo adaptarse como innovar y demostró que el proceso era tan continuo
como la dinámica de la naturaleza. Y que ésta siempre le estaba planteando desafíos
tecnológicos, económicos y organizativos a la imaginación humana (Steward 1955).
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Este legado es uno de los que más influye para que objetemos el que muchos
científicos sociales descalifiquen cambios culturales, mediante adjetivos como
atrasado, retrógrado o arcáico. Cito un caso que ilustra el problema: la Caleta viento
Libre es una de las aldeas de la región objeto de estas reflexiones. Allí viste gente a la
cual se le había conocido por sus cultivos de caña, arroz, plátanos y, en especial
cocos, en parcelas cercana a la orilla. Pero la sal que el maremoto de 1979 dejó sobre
la tierra, causó esterilidad y forzó a los antiguos cosechadores a escarbar los basurales
en busca de pedazos de cordel para hacer palangres, unas largas líneas de anzuelos
para capturar cangrejos. Se sostiene en el mar en posición horizontal y
semisumergida mediante líneas verticales, izadoras, usando piedras a manera de
plomo y trozos de icopor, también rescatados de los botaderos, como boyas.
Reciclando desechos, los caleteños ampliaron una actividad económica que
realizaban en aquellos momentos del ciclo agrícola anual, cuando el campo requería
menor labor. Especializándose en la pesca de jaiba, entonces rehicieron sus vidas.
Para quienes creen que evolucionar es progresar, este grupo humano se “atraso”.
Muchos antropólogos tenderíamos a decir que quizá sucedió lo contrario por cuanto
reacción ágil, pero en especial autónoma le aseguró su supervivencia y reproducción.
Uno podrí ser mas riguroso y evaluar la situación con respecto a la ley enunciada por
Leslie White:
Mientas otros factores se mantengan constantes, la cultura evoluciona a medida que crece la
cantidad de energía disponible por cabeza y por año, o a medida que crece la eficiencia de los
medios de hacer trabajar esa energía (Harris 1981: 550-554).
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Además de la relación entre tumaco y las metrópolis del norte, en este enfoque sobre
la cultura afroamericana de los pobladores de la ensenada figurarán vínculos de la
gente con su ámbito, algunas características de su evolución y uso de la energía, así
como reflexiones sobre diversidad y futuro, e inventiva e incertidumbre.
Etnicidad e innovación
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Lo he esgrimido en contra de aquella visión que persiste en ver a las culturas negras
de América como resultado de la herencia de patrones que permanecen más o menos
incólumes a lo largo del tiempo (Friedemann 1984b). Hace 20 años, la
afroamericanísta se guiaba por el “modelo de encuentro” postulado por Melville
Herskovitz (Mintz y Price 1977: 5). Esa interpretación tenía como punto de partida
una concepción mecanicista de los procesos de cambio, la cual especificaba el “área
cultural” como la coincidencia entre un territorio y complejos de rasgos culturales
(ibid). Así, los especialistas imaginaron a los esclavos como portadores si no de la
totalidad, por lo menos de varios componentes de un complejo cultural “africano
occidental” que habría chocado con su contraparte europea (ibid). La “pureza” de las
africanidades contemporáneas serían inversamente proporcional a la intensidad del
encuentro y podría medirse de acuerdo con escalas de relativa autenticidad,
comprando las expresiones culturales del Africa occidental, con las de nuestro
continente.
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tres siglos, en especial por las profundas transformación acarreadas, precisamente por
la esclavitud. (2) Cada grupo de esclavos embarcados a la fuerza en Africa tenía
procedencias étnicas disimiles; lo usual era que quienes compartían espacio en urcas y
filibotes, durante la travesía, ni hablaran los mismos idiomas, ni adoraran a los
mismos dioses, ni practicaran las mismas tradiciones artesanales. (3) Tampoco es
posible suponer que los esclavos hayan traído sus instituciones con ellos; la captura
de sacerdotes individuales no garantizó que todo un complejo ritual y teológico
atravesara el océano; algo similar puede decirse de los gobernantes y los sistemas
políticos, de los médicos y de la medicina, de los artistas y el arte o de los arquitectos
y el sistemas arquitectónico.
Ante tal heterogeneidad, ambos autores proponen considerar que lo homogéneo entre
los individuos capturados y exportados habrían sido las “orientaciones cognoscitivas”
o “supuestos básicos sobre las relaciones sociales y el funcionamiento de los
fenómenos reales” (pág 5). Esta propuesta permitió una reflexión que si bien hoy
parece obvia, ha sido aplicada: una sola orientación cognoscitiva puede manifestarse
mediante rasgos muy diversos. Así, expresiones africanas tan distintas como el
sacrificio de mellizos entre los ibos o la deificación de los mismos entre los yorubas
corresponderían a un supuesto único: los nacimientos inusuales tienen significado
sobrenatural y merecen un tratamiento distinto al de los alumbramientos normales
(ibid).
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por el hecho de que los cautivos exhibieran obvias destrezas manuales, culturales y
lingüísticas, todos compartían aquellos sistemas de coordinación y comunicación que
hacen posible el normal funcionamiento de una agrupación social. Sin embargo, por
lo menos al principio de la trata, la enorme heterogeneidad étnica de los esclavos
comenzaron a inventar cultura, amalgamando sus orientaciones cognoscitivas y
aplicándola al ámbito que les era extraño. Así comenzaron a ensayar y experimentar.
Y con una eficiencia quizás inalcanzada por el resto de la humanidad, los africanos en
América recrearon tecnologías, economías y formas de organización social,
reencarnaron a las deidades africanas en imágenes de yeso o en tallas barrocas de
madera, y desarrollaron nuevos lenguajes en su habla, música y gesto.
Además de servir como materia prima para reaccionar ante la incertidumbre, esa
inventiva sociocultural ágil se agigantó frente a las condiciones de cambio continuo
del litoral Pacífico. Nació un mundo posible con el sello de una pluralidad
observable tanto en la proliferación de oficios que una misma persona puede
desempeñar a lo largo de su vida (Friedemann y Arocha 1986), como en la
multiplicidad de escenarios dentro de los cuales se desarrollan las actividades de estas
personas (ibid.). De ahí su capacidad si no para subvertir, si para tornar inocuas las
ideas de progreso y atraso. Aplicadas a la ligera por los agentes externos de cambio,
contribuyen a devaluar la autoimagen de los negros, insuceso grave si se tiene en
cuenta que la actual propuesta estatal para “desarrollar” los recursos del litoral
Pacífico parecería visualizar el territorio como si estuviera vacío de creadores de
cultura, sea ésta amerindia o afroamericana.
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Así, va surgiendo un imaginario popular sobre El Dorado para el siglo XXI. Incluye
un gigantesco almacén de canales transoceánicos, maderas, plantaciones de palma
africana, oro, platino, camarones y camaroneras, pero excluye a los moradores negros
e indígenas de la región (Villa 1990). Recuerda la forma como Laureano Gómez
(1928:59) se refería a nuestro país. “Somos un depósito de incalculables riquezas,
que no hemos podido disfrutar porque la raza no está condicionada para hacerlo (...)”.
Al poco tiempo de haber comenzado a realizar mis observaciones de terreno sobre las
artes, aparejos y técnica que emplean los pescadores de la ensenada de Tumaco, me di
cuenta de que la extracción, procesamiento y venta de productos marinos ocurría en
concordancia con la explotación de los manglares, el cultivo de la tierra y otras
actividades económicas. Por ello, tuve que ir ampliando mi visión para aprehender
semejante polifonía estratégica. Comencé a convencerme de que sin una
instrumentación tan plural, era difícil salirle al paso a un entorno que además de hostil
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por caliente y húmedo, es bastante impredecible. Los flujos y reflujos de las aguas le
cambian día a día la cara al paisaje; cada decenio, la corriente de El Niño altera el
clima y la disponibilidad de peces y cosechas, y las placas que forman la corteza
terrestre chocan frente a Tumaco, causando esos terremotos y maremotos que cada
tres o cuatro ilustros pueden borrar puertos y playas de la faz de la tierra.
El litoral Pacífico posee materias apetecidas por los mercados del Atlántico Norte:
maderas, oro, atún, pargo rojo, camarones y demás productos sujetos a aquéllos
estertores de auge y decadencia que dictan las leyes de la oferta y la demanda, pero en
especial, las de la especulación (Whitten 1970, 1974). Estos colapsos son tan
impredecibles y desestabilizadores como un temblor de tierra.
Frente a un hábitat tan deleznable como el andamiaje económico constuido sobre él,
parecería lógico que los pobladores de casi todo el litoral le den prioridad al preente,
construyendo un mínimo de ataduras. De ahí que esfuerzos como los de titulación de
tierras requieran una labor de convencimiento impensable entre habitantes de otras
regiones. O que después de pagar la cuota inicial de televisores, radiolas y planchas,
muchos tumaqueños no muestren interés ni por cumplir con las mensualidades, ni por
retener las posesiones materiales a la hora del embargo.
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La franja impredecible
La ensenada de Tumaco hace parte de la baja costa aluvial del litoral Pacífico, franja
que ese extiende 640 kilómetros hacia el sur, desde el Cabo Corrientes hasta la
provincia de Esmeraldas en el Ecuador y que presenta:
(1) adyacente a la orilla del mar, un cordón de bajos de barro y aguas pandas: (2) playas de
arena interrumpidas por caletas re reflujo, estuarios y vastos bajos de lodo; (3) una zona
de manglares, cuyo ancho por lo general es de 2.5 a 5 kilómetros; (4) a espaldas de los
manglares de agua salobre, una faja cenagosa de agua dulce, cuyo nivel cambia con la
mareas. Detrás de las ciénagas de reflujo, sobre tierras un poco más altas, la selva
húmeda ecuatorial que cubre prácticamente la totalidad de las tierras bajas del pacífico
(West 1957: 52, 53).
Este escenario figura entre los más húmedos del mundo. Recibe un promedio de
4.000 mm de lluvia anual, aunque llueve todo el año, ocurren períodos más secos en
los meses de febrero, marzo, septiembre, octubre y noviembre. Su temperatura
registra fluctuaciones de menos de un grado, con una media de 28ºC (págs. 22-39).
No bastante lo escaso en sabanas, es abundante en ese barro arcilloso tan
característico de los suelos ácidos y poco fértiles del trópico húmedo. Allí, las ruedas
tienden a enterrarse, a oxidarse y a podrirse. Si la gente las desecha, no es porque sea
bruta, sino por el peso de las restricciones ambientales. Ese hábitat de árboles
enormes y manglares agresivos es, además, inhóspito para bueyes, caballos y mulas.
Con pocas máquinas y menos animales de tiro, sus pobladores explotan la energía de
sus propios cuerpos para transformar su entorno y dar origen a ese sistema económico
basado en la polifonía.
El paisaje de la costa aluvial es igual porque “(...) la variación media en el nivel de las
aguas es de 2,5 a 3 metros y durante la estación lluviosa aumenta a 4 y 4,5 metros”,
cuando el efecto de los pleamares puede notarse en Barbacoas u otros sitios muy
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separados de la orilla del mar (West 1957:53). Las aguas ascienden por períodos de 6
horas y media, y bajan durante lapsos de la misma duración (Olarte 1978). La marea
comienza a subir una hora después de que la luna haya pasado sobre un lugar; como
cada día su salida se atrasa una hora, el comienzo de los flujos y reflujos siempre está
cambiando (Escovar 1921). Las alturas que alcanzan pleamares y bajamares también
cambian en cada lapso. Las “pujas” se dan durante los plenilunios, cuando el nivel
del pleamar es cada día mayor. Las “quiebras”, entre tanto, coinciden con las
semanas de cuarto creciente y cuarto menguante; para entonces, cada seis horas la
altura del flujo es menor. Es como si durante los ocho días de puja entrara más agua
de la que sale, mientras que en los ocho días de quiebra sucediera lo contrario (ibid;
Igac 1983a).
Los pilotos de los equipos de pesca con chinchorro tienen catálogos mentales de las
relaciones entre el ámbito y los fenómenos asociados con los cambios de marea. Por
ejemplo, hablan de que con el primero de quiebra hay que ir a La Bocana, porque
entonces allá la pesca es muy abundante. O dirán que en el segundo de puja siempre
es mejor salir a pescar a las 4 de la mañana. Por su parte, las recolectoras de las
conchas del manglar (pianguas) deben sobreponer sus mapas de los esteros con los de
las mareas a fin de navegar por dentro hacia los sitios de recolección. De otra
manera, tendrían que bogar en el mar abierto, hazaña muy riesgosa, dada la fragilidad
de sus embarcaciones. Y en El Chajal, los campesinos siguen con cuidado las
características de pujas y quiebras para determinar la óptima combinación de labores
agrícolas con la pesca. Por lo general, sacan tiburones durante las quiebras y se van a
sus fincas durante las pujas, cuando aumentan los peligros de la navegación.
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Esas molestias hacen parte del panorama complejo e incierto que siempre han
enfrentado.
A su vez, estos movimientos sísmicos levantan esas olas que arrasan playas como la
de la Caleta y poblaciones costeras como la de Ensenada en la bocana de Iscuandé
(Buzzard 1982: 4-6, Fridemann 1989: 116-120; Rosero 1981: 1,2: 1983; West 1957:
57-60). Entro los sacudones más avasalladores figuran los de 1836, 1868, 1906 y
diciembre de 1979.
Hoy la Caleta ya perdió ese aire de campamento de refugiados que todavía tenía en
1984. Gracias a la relativa prosperidad que llevaron los jaibas, la gente compró
trasmallo agalleros o chinchorros electrónicos (Machado 1990). Debido a su mayor
eficiencia, estas redes reemplazaron a los espineles. Por su parte, los períodos que
reducían a los pescadores a la inactividad porque el mercado de carne de cangrejo
estaba saturado, de nuevo ha sido llenado por el trabajo en las palmeras de coco. Y la
fertilidad de la tierra ha traído la nueva preocupación de qué hacer ante plagas como
la de cucarrones que aparecieron sin preaviso y, según dicen allá, están esterilizando
suelos y cocteros (ibid).
La aldea mundial
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Se dice que la televisión y los satélites convirtieron a la Tierra en una aldea. Sin
embargo, el pueblito existía mucho antes, conforme uno se percata al hacer estudios
sobre los esclavos y sus descendientes. Con la trata nació un comercio
transcontinental, cuya representación predilecta ha sido un triángulo (Friedemann y
Arocha 1986:117). En sus vértices están Europa, Africa y América, en una dirección
circulñan esclavos; en la otra, yuca y otros productos agrícolas. El puente desde
América a Europa llevaba oro, plata, y las que Mintz (1986) ha llamado “drogas del
proletariado”: café, tabaco y azúcar, regresaba con instrumentos de represión.
Pólvora, armas y caballos, telas y manufacturas de hierro. Algo comparable pasaba
con la conexión de ese continente con Africa.
Pero la bonanza no fue eterna. Los ingenieros químicos que se inventaron taninos
sintéticos quizás murieron sin imaginarse cómo Rafa y Camachito quedaban en la
ruina y, que con otros miles de negros, tuvieron que hacerle frente a la pobreza
regresando a sus fincas de las orillas de los ríos o a las minas familiares.
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Los vaivenes que alteran la existencia diaria de los pobladores del Pacífico es´tan
lejos de cesar. A finales de 1983, se aclaró que Roberto Soto Prieto habían planeado
y ejecutado el robo de 13,5 millones de dólares pertenecientes al Estado colombiano.
Tan pronto como este empresario huyo de la justicia colombiana hacia Austria,
comenzaron a cerrarse algunas de las empresas de las cuales él era accionista
principal. Dos de ellas funcionaban en Tumaco: un aserradero industrial y una
enlatadora de palmitos. Decenas de hombres y mujeres recibieron el año nuevo sin
empleo, preguntándose a quién reclamarle el pago de sus prestaciones. Muy pronto
este grupo de desempleados aumentó con quienes habían figurado en la nómina de la
desfalcada multinacional CalColombia. Quienes quedaron cesantes eran responsables
de los servicios de transporte y suministro para una mina industrial que extraía oro no
muy lejos de allí, en Payán, un puerto peuqeño sobre el río Mangüi. Parte de todo
este conglomerado de personas buscaba medios para retornar a los pueblos ribereños
de donde había emigado en busca de El Dorado.
La esclavitud quizás fue el primer vínculo de esta gente de origen africano con los
mercados del Atlántico norte. Hoy, el oro, las maderas, el petróleo y los camarones y
demás recursos marinos la ligan con la economía de metrópolis europeas y
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americanas. Por su papel nodal dentro de los circuitos que enlazan ambos
hemisferios, puertos como Tumaco con imanes para la población ribereña (Whitten y
Friedemann 1974). Figuran en los mapas que los negros dibujan en sus mentes para
ensoñar y planear su ascenso social. De ahí que tengan períodos de crecimiento
vertiginoso. Entre 1961 y 1976 se duplicó la población de Tumaco y hubo barrios en
los cuales llegaron a apretujarse ¡850 personas por cada cuadra! (Ochoa de Sandoval
1982:25-27). Sin embargo, suspendidas las actividades de las industrias de Soto y las
de CalColombia, es muy posible que hacia 1985 hubiera menos de las 200.000 almas
que los demógrafos le habían presagiado al puerto, con base en sus cálculos para el
decenio anterior. Y que hoy por hoy hay auna enorme presión alcista: 70% de las
pequeñas fincas de la ensenada ha ido a parar a manos de inversionistas de Cali,
Medellín y bogotá, ya sea para hacer plantíos de palma africana o para construir
piscinas camroneras (Machado 1990). Mientras alistan su salida hacia las zonas
marginales metropolitanas, los antiguos campesinos se instlan en los tugurios
tumaqueños.
Si bien es ciero que Guapi, Tumaco o El Charco ocupan lugares importantes en los
planes de vida que hace la gente del litoral, no figuran como mojones, sino como
peldaños temporales entre la selva y ciudades del interior, como Popayán, Cali y
Bogotá. La circulación por esos puntos toma los sentidos que dicten las fuerzas de la
geografía y del mercado.
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Cuando la mudanza toma la dirección contraria y hay que regresar del puerto a la
aldea ribereña, la gente se agarra de redes de parientes que le permiten reclamar
derechos étnico-territoriales, tanto por la vía materna como la paterna, y ya sea en las
explotaciones mineras artesanales comunales o familiares, o bien dentro del sistema
agrícola de tumba y pudre (Friedemann 1984a).
Fisonomías cambiantes
Como resultado de este movimiento, de continuo varían las caras qeu uno ve en un
barrio tumaqueño como el de Panamá. En junio de 1990, ya no estaba Cleofe Batioja,
maestro en el lance de chinchorros pejeros, ni su hija Mariluz, conchera disciplinada
del manglar de la isla de los Pájaros; Félix y Henry Quiñones también habían
abandonado su changa y, como los anteriores, se había marchado al Ecuador
(Machado 1990). Es posible que pronto los vuelva a ver si no en tumaco, quizás en
Popayán o en Bogotá, como me sucedió con Jorge Gruesso, mi anfitrión en El Chajal
o Italo Valencia, ayer motorista de la Anpac; hoy aspirante a primíparo en derecho de
la Universidd Autónoma.
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Un escenario como el de Tumaco puede llenar de razones a quien opine que donde el
Estado está ausente, hay violencia. Situado al suroeste del Departamento de Nariño,
1º 48’ latitud norte y a 78º46’ de longitud W de Grenwich, ese municipio tiene 3.800
km2 repartidos entre las islas de Tumaco, la Viciosa y el Morro, además de una
porción continental (Mendoza y Olarte 1976: 1,2). Todas estas superficies están
cubiertas por precarias redes de acueducto, alcantarillado y electricidad. Exigencias
para la prestación eficiente de estos servicios nunca han dejado de figurar en la
agenda de los paros cívicos que se repiten cada año desde 1980. En el último de
ellos, enardecidos los manifestantes amenazaban con buscar la anexión de su puerto
al Ecuador, La prensa bogotana se mofó de ellos, sin reflexionar que allá la gente
compra leche, huevos, café, cigarrillos, enlatados, manteca y aceite ecuatorianos.
Pesca con redes tejidas con fibras hechas en ese país, y salen al mar en canoas
impulsadas por motores comprados allá, sin los onerosos aranceles que cobran
gobiernos colombianos a los cuales no se les ha pasado por la mente subsidiar la
pesca artesanal.
Solidaridad
Volviendo al barrio Panamá, quizás sea difícil resistir la tentación de sostener que la
carencia de servicios públicos, añadida al muy apretado tejido de calles y casas,
podría crear una atmósfera de frustración propicia para las reacciones brutales y
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Hoy solo quedan los jirones de estos esfuerzos, amén de una comunidad escéptica y
reticente a mirar con buenos ojos los programas de cambio. Una de las lecciones que
lega esa experiencia se refiere al papel de los agentes externos. La universidad formó
a los ingenieros, sociólogos y economistas que, con voluntad de servicio comunitario,
intervinieron en la organización tecnológica y económica de la pesca artesanal. Sin
embargo, la educación superior también los dotó de dos atributos discutibles con
respcto a la promoción del bienestar de los pescadores: el primero, aquélla noción
valorativa de progreso, según la cual lo tradicional es rezago de un estadio que debe
superarse por atrasado e ineficiente, y la segunda, la arrogancia que impide apreciar el
sentido de los rasgos que la cultura local origina como respuestas creativas a ese
ámbito movedizo de la incertidumbre.
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Estados Unidos y Europa. Setenta años no es mucho tiempo para familiarizarse con
el mar y sus recursos. Empero, ellos experimentaron con las maderas, resinas y fibras
que ofrecían su entorno físico. Ensancharon y calafatearon las pequeñas canoas
tradicionales, y tejieron redes más grandes innovando así una tecnología de pesca para
responder a las nuevas demandas comerciales y a las características cambiantes del
territorio qeu cubrían en sus viajes. También desarrollaron mecanismos de
enculturación que le dieron continuidad a los grupos de pesca y recolección que
fueron formando.
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efectividad de los equipos. Sus rectificación, como la de otras, debería figurar entre
las prioridades los proyectos educativos.
Me parece que estas formas de subestimación pueden ser fatales frente a las nuevas
políticas agresivas del Estado para modernizar la explotación de los recursos de la
región. Nacen de las condiciones de marginalidad y discriminación socioétnica a las
cuales han sido sometidos los negros. Tanto la universidad, como la ciencia de la
cultura tienen la responsabilidad de evitar que se les siga negando el conocimiento
sobre su propio pasado, así como la información acerca de la evolución de las
sociedades africanas al momento de iniciarse la trata esclavista o sobre la realidad
contemporánea de etnias como la de los ashantis o la de los wolof, de las cuales fue
extraida parte de la fuerza esclava traída a Colombia. Con la historia, la antropología
debe de ser más agresiva en la difusión de esfuerzos como los de los bijagos por
establecer sociedades cimarronas al poco tiempo de ser desembarcados en Cartagena,
así como de la lucha librada por los esclavos de las minas del litoral Pacífico, quienes
trabajaban domingos y dís feriados con miras a comparar su propia libertad.
Tanto en Africa, como en América, la épica negra habla de conceptos sobre el futuro,
no sólo profundos, sino optimistas. En Colombia, a la academia, con la ciencia de la
cultura a la cabeza, les cabe la responsabilidad de explorar la manera de transmitir
éste y otros conjuntos de información a la población adulta de pescdores y
agricultores, y a los niños de las escuelas de primaria y secundaria.
Inversionistas de Bogotá y Cali cada vez fijan más sus miradas sobre el litoral. Sin
embargo, lo manejan a partir de la imagen del andén que la gente tan sólo ocupa a
“raticos”. Para ellos, pescadores-agricultores de lugares como El Chajal forman
poblaciones temporales que tan sólo valen por las fincas que cultivan. El valor de
éstas, a su vez, depende de que sean aptas para sembrar palma africana o construir los
estanques que alberguen la cría industrial de camarones. Estos dueños del capital no
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Como cualquier otro proceso que limite la autonomía de la gente o haga uniformes las
conductas humanas, en el litoral Pacífico, el debilitamiento de los nexos entre pesca
artesanal y economía campesina, le incumbre a los antropólogos. No por los
caprichos románticos que por lo generl nos edilgan otros científicos sociales, sino por
el afán de que se pierda muchos años de aquella experimentación autóctona que
respondió al desafío de selvas, ríos, manglares y ensenadas. También por la
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AMERICANEGRA
ALBERTA ZUCCHI
Antropóloga, PhD, Departamento de Antropología
Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas
Introducción
Hasta ahora son escasas las investigaciones arqueológicas que se han llevado a cabo
en la Amazonia que han intentado ir más allá de la simple descripción de formas
culturales y/o de su arreglo en marcos de referencia de carácter estilístico, geográfico
o cronológico. Si bien esto se ha debido en parte a lo fragmentario e incompleto de la
información, que ha dificultado tanto la formulación de hipótesis de carácter amplio,
como la construcción de modelos integrativos a macro escala, también ha tenido que
ver con el desinterés y/o rechazo hacia la utilización de otras líneas de evidencias
indirectas (Ej.: lingüística, tradición oral, etc.).
Hemos respetado la ortografía que empleó la autora en la denominación de las etnias e idiomas
indígenas venezolanos. A.N.
128
AMERICANEGRA
Con ello no pretendemos asumir que este tipo de enfoque sea necesariamente válido o
aplicable en todas las zonas y/o situaciones. Solo deseamos demostrar que las
evidencias indirectas (Lingüísticas, etnográficas y de tradición oral) si bien requieren
de un tratamiento especial, pueden hacer un aporte valioso que no debe ser
menospreciado y/o rechazado por el arqueólogo simplemente en base al ya conocido
principio de que “no necesariamente existe relación entre raza, lengua y cultura”.
Es indudable que la lingüística histórica puede proporcionar una valiosa base de datos
para la reconstrucción de los procesos demográficos del pasado, ya que en sociedades
sin estado, para que una lengua se extienda geográficamente es necesario que ocurra
un concomitante movimiento poblacional (Lathrp et a. 1985: 43). Por otra parte, una
población no amplía su territorio a menos de que existe un crecimiento demográfico
estable, o que una considerable extensión de su territorio haya sido devastado por
fenómenos naturales (Ej. Sequías, erupciones volcánicas, etc.) , o por mal manejo.
Las lenguas que integran la familia lingüística de Maipure son numerosas y tiene una
amplia distribución en Suramérica (Fig. 1), no obstante, la aplicación de la
1
Recientemente se ha sugerido establecer una distinción entre los términos Arawaco y Maipure. El
término Maipure se refería al grupo principal de lenguas definitivamente relacionadas, mientras que el
segundo denotaría a la familia lingüística que podría unir al grupo Maipure con otras lenguas cuyas
relaciones son más lejanas (Ej: Proto Guahibo, Proto Arauán, etc) (Payne 1989: 9-11).
129
AMERICANEGRA
130
AMERICANEGRA
FIGURA 2
Fuente: Lathrap - 1970
131
AMERICANEGRA
grupo que se dirigió hacia el Norte, desplazó a los ancestros de los Taíno de la zona
Orinoco, y se extendió hacia la Guayanas.
El primero de ellos es el de Rouse (1985: 9-21), el cual también se inspiró en las ideas
de Brochado (1984) sobre la expansión Tupi. Señala este autor que a partir del
Amazonas Central, los proto Arawacos se expandieron en dirección norte (Negro) y
oeste (Alto Amazonas). En la cuenca del negro (Fig. 3), se desarrolló el Proto
Maipure, y desde este sector sus hablantes iniciaron un movimiento en forma de
pinzas alrededor del Escudo de Guayana. Uno de los grupos (Proto Maipure Oriental)
bajó por el Amazonas hacia la costa atlántica, y, a través de este proceso se originó
una lengua (Palikur) que fue llevada a lo largo de la costa de las Guayanas. Otro
grupo (Proto Maipure del Norte) se movió desde el Negro por el canal del Casiquiare,
hacia el Orinoco y su Delta, y de allí hasta Guayanas (Lokono). De esta forma, esta
gente llegó a un sector cercano al que ocupaba el grupo proveniente del sur. En algún
punto de la ruta de los Maipure del Norte hacia las Guayanas, uno de los grupos se
desprendió y llevó a cabo la colonización de las Antillas. Según Rouse este
movimiento en forma de pinzas comenzó alrededor de los 2000 A.C. y se completó
aproximadamente en la época de Cristo (Rouse 1985: 11-12).
2
El trabajo de Noble no hace referencia a las investigaciones de Taylor.
132
AMERICANEGRA
Basándose tanto en los datos lingüísticos como en otros tipos de evidencias recientes,
a partir de 1987 el autor de este trabajo (Zucchi 1987, 1988) ha presentado sucesivas
versiones de un tercer modelo sobre la expansión Maipure en el Noroeste Amazónico,
al cual nos referimos más adelante.
FIGURA 3
Según Rouse 1965
133
AMERICANEGRA
El mismo autor también señala que entre los 2000 y 500 A.C., gente hablante del
Proto Guajito y llevando alfarería perteneciente a una Tradición Macro-Tocuyanoide
Ancestral (pintura polícroma curvilínea o incisión de línea ancha) estaba migrando
des de el Apure en donde, tomando un rumbo oeste se subdividió, tal como según el
auto, se puede inferir de las diversas tradiciones y subtradiciones Macro-
Tocuyanoides. Por otra parte, ligeramente después del inicio de la expansión anterior
o Proto Maipure habría penetrado al Orinoco Medio llevando la tradición Macro
Ronquinoide (Oliver 1989:489).
134
AMERICANEGRA
Por otra parte, la revisión de la literatura etnográfica y lingüística reciente sobre los
grupos Maipures del Noroeste Amazónico, permitió observar que a lo largo del
tiempo diversos especialistas habían formulado hipótesis y señalado hechos, que no
solo permitían visualizar la expansión Maipure con una perspectiva diferente, sino
sugerir una posible asociación entre la alfarería del sector con estos grupos. Estas
hipótesis pueden ser sintetizadas como sigue:
135
AMERICANEGRA
Según diversos especialistas (Wright 1981; Wright y Hill 1986; Vidal 1987: 136-
137), los ciclos de mitos y creencias de los Maipures revisten una enorme
importancia, no solamente porque son códigos que contienen los principios y la
información que posibilita tanto la recreación o reorganización del orden social en
distintos contextos espacio-temporales, y con ello, la continuidad del grupo, sino por
que además sintetizan una parte de la historia sobre movimientos poblacionales del
pasado. Según Wright (1981: 14), estos ciclos también permiten la existencia de un
sentimiento de identidad étnica y cultural entre los diferentes grupos Maipures, el cual
se basa en la emergencia de los antepasados míticos de los sibs y de las fatrias en un
territorio ancestral común. Estos territorios se siguen visualizando como el centro del
mundo, independientemente de su posición geopolítica actual.
Por otra parte, en base a su experiencia entre los Piapoco, Vidal (1987: 119) ha
señalado que es indispensable diferenciar, tal como lo hace este grupo, la parte mítica
de la verdadera historia oral. Para éste y otros grupos maipures, la parte mítica refiere
a las hazañas, transformaciones y viajes llevados a cabo por los diferentes personajes
mitológicos. En cambio la historia oral, aún narrando eventos remotos, tiene como
protagonistas a los antepasados reales del grupo (Vidal 1987: 119).
136
AMERICANEGRA
En los mitos de diversos grupos Maipures se diferencian dos ciclos bien definidos. El
primero de ellos gira alrededor de tres personajes míticos: Iñapirrikuli o Napiruli
(Dios Creador), Amaru (su esposa) y Kaali-duapeni (hermano del creador y dueño de
la tierra y de todas sus especies). Este ciclo comienza en un mundo cerrado,
imperfecto y pequeño ( sus dimensiones son las de una comunidad). Iñapirrikuli
instaura el orden y crea a la gente sacándola de unos huecos que tienen una
localización geográfica específica, y que corresponde a diversos raudales del río Isana
y de sus afluentes. De éstos, los más importantes son Hípana y Enú-koa (Wright
1983: 33; Hill 1983: 35-36; 91-93; Vidal 1987: 121).
El segundo ciclo gira alrededor de Kuwai (héroe cultural con poderes sobrenaturales,
cuyo cuerpo está compuesto por todas las especies y elementos animales, vegetales y
inerales, con excepción del fuego), y de su madre Amaru (Wright 1981: 354-377; Hill
1983: 91-119, Vidal 1987: 122). Se caracteriza por la expansión del mundo a su
tamaño actual, la separación entre hombres y animales, así como por la
transformación de los primeros en seres culturales. Durante este ciclo también se
produjo el desarrollo agrícola, se instauraron los cultos secretos masculinos y las
ceremonias de iniciación de los jóvenes, y el Duwai también llevó a cabo
expediciones hacia diversos sectores de Suramérica.
137
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138
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1. entre los 4200 y 3800 A.P., gente hablante Proto Maipure penetró a la cuenca del
río Negro, dando origen al Maipure del Norte. Una vez en eta zona, esta
población se subdividió en diversos grupos ancestrales, cada uno de los cuales
ocupó un sector específico de la cuenca, en la forma siguiente:
Proto-Baré – Alto Negro y sus afluentes de la margen izquierda.
Proto.Manao y Proto Palikur – medio y Bajo río Negro.
Proto-Curripaco – Río Isana y sus afluentes.
Proto Baniba – Alto Guainía.
2. Entre los 2800 y 2000 A.P. algunas unidades sociales (fratrias y/o sibs),
pertenecientes a estos cuatro grupos emigraron desde los distintos territorios
ancestrales hacia otros sectores situados dentro y fuera de la cuenca del río Negro.
3. Las migraciones ocurridas durante este período parecen estar relacionadas con las
que se narran en las historias orales de sus descendientes.
Piapoco-Maipure-Sub-área 2
Guipuinave-Sub-área 3
Warekena-Sub-área 4 y 5
139
AMERICANEGRA
Yavitero-Sub-área 5
Baré, Mandahuaca y mawacwa – Sub-área 6 y 7
Volviendo al caso de los Piapoco, comenzaremos diciendo que los Hohodene (una de
las fratrias Curripaco o Baniwa del Isana) señalan que su lugar origen se encuentra en
el raudal de Hipana, que el orden de emergencia del grupo de hermanos míticos fue el
siguiente: 1. Uainuma, 2. Mauiliene (originalmente gente macu), 3. Moledakénai
(actualmente extintos), 4. Hohodene, 5. Adzanene, 6. El hermano menor de los
Adznene, y 7. Otros hermanos menores (Wright 1981: 557-560=. La historia oral de
este sub-grupo también relata que en tiempos remotos, uno de sus sibs denominado
Dayzodakénai, cuya gente habitaba el Ayarí, emigró hacia el Guaviare (Wright 1981:
11-12). Según Vidal (1987: 141), esta denominación podría estar relacionada tanto
con la autodenominación de los Piapoco (Dzáze, Tsáse-itàakéenái3.
3
Según los Piapoco, el Kuwai pertenecía a la fratria Tsáse-itàakéenái, su esposa Puméniru formaba
parte de la Malai-itàakéenái, mientras que el Kali-duapeni era miembro de la Káwiriali.itàakéenái.
Debido a esto, Vidal (1987:141) ha señalado la posibilidad de que estas tres fratrias representen las tres
primeras unidades sociales que fueron creadas a partir del sib primigenio (Dayzo-dakénai), que se
separó de los hohódene (gente Gallineta) en el Ayarí.
140
AMERICANEGRA
La historia oral de los Piapoco también refiere que una vez ocurrido el
desprendimiento del sib primigenio en el Ayarí (Fig. 4), sus integrantes emprendieron
un largo movimiento migratorio. Desde este río pasaron al Vaupés y lo remontaron
hasta las cabeceras, y luego, siguiendo un camino del Kuwai, pasaron el Alto
Guaviare (Waáwi-eeri) en donde permanecieron un tiempo. Durante este período en
“la casa de Kuwai-seri” en el Raudal del Zamuro, se produjo el primer proceso de
recreación societaria, a través del cual el sib primigenio, se convirtió en una nueva
fratria compuesta por cuatro sibs: a) Tsàse-itàakéenái, b. Káwiriali-itàakéenái, c.
Malái-itàakéenái y d. Néri-itàakéenái (Vidal 1987: 142-143).
141
AMERICANEGRA
FIGURA 4.
Una vez ocurrido lo anterior, la gente continuó el viaje por el Guaviare, y al llegar a
la desembocadura del Uva se dividió. Los Néri-itàakéenái penetraron por este
afluente, mientras que los demás permanecieron por mucho tiempo a lo largo de este
río. Con el tiempo, la población del Uva aumentó y llegó a formar una nueva fratria
integrada por tres sibs: a) Nêri-itàakêenái, b) Aiku-itàakêenái y c) Atsáwa-nai, es
decir los ancestros o “antigueros” de los Achagua. El último de estos sibs pronto se
separo de la fratria, y siguiendo un camino de sabana, emigró desde las cabeceras del
Uva hasta el Manacacías, y posteriormente, hacia el Meta. Según los Piapoco, esta
gente no volvió a vivir en el Uva, aunque continuó visitando a “sus abuelos Neri”, a
pesar de que éstos ya no eran sus capitanes, y ellos eran “otra gente que ya no
escuchaba (hablaba) el Piapoco” (Vidal 1987: 143).
142
AMERICANEGRA
actual barrio La Punta de San Fernando de Atabapo. Vidal señala que el mismo
reviste una particular importancia porque marca el comienzo de la diferenciación
étnica de los Piapoco (1987: 143-144).
143
AMERICANEGRA
A través de las fuentes históricas, Vidal (1987: 97-98) pudo reconstruir el territorio
Piapoco, el que correspondía a cada una de sus fratrias (Fig. 5), así como el de los
Maipures y de los Guipuinavis, otros dos grupos Maipures, una parte de cuyas
historias parece haber estado relacionada con la del primer grupo.
Las mismas fuentes también indican que para comienzos del siglo XVIII (1715), los
Caberre (Káwiri) constituian el grupo más numeroso de la zona Alto orinoco-
Atabapo-Guaviare (Gilij 1965 (I): 134; Ramos Pérez 1974: 94-95; Tapia 1966: 206 –
207). A partir de 1730, si embargo, su supremacía en el sector comenzó a declinar
debido a la penetración europea, a las enfermedades y a la llegada de los Guipuinavis
(Vega 1974: 94-95).4
4
Hasta el siglo XVIII el sitio denominado Nericagua fue un asentamiento Piapoco. Su nombre se
derivó del de su capitán nericagua, Neri o Nericaguami, quien pertenecía a la fratria Kawiri (Gilij 1965
(II). 114-115; (III). 86-87; Vidal 1987: 83).
144
AMERICANEGRA
(Atabapo) Caberre
Crucero Maracoa San Fdo. De Atabapo Guipuinavis
(Guipuinavi) (Atabapo)
TABLA I. Capitanes del Orinoco-Atabapo y composición étnica de sus pueblos. Período 1744-1756
145
AMERICANEGRA
Dado que el análisis de estos materiales aún esta en curso, nuestras observaciones
tienen un carácter preliminar. Los asentamientos del complejo más temprano son
pequeños, ribereños y se caracterizan por una alfarería desgrasada con caraipé y
arena5. Las formas de las vasijas son sencillas e incluyen boles (redondeados y
carenados) y ollas. La decoración se basa en la incisión rectilínea, aunque
ocasionalmente también se encuentra engobe rojo. Los asentamientos tardíos, en
cambio , tienen una mayor extensión y en algunas oportunidades presentan
montículos los cuales aparentemente sirvieron como base a las viviendas, y están
dispuestos alrededor de una plaza central. En esta alfarería se ha observado la
presencia de budares con bordes elevados, boles con asas tubulares, vasijas
naviformes, botellas con cuellos altos tubulares y pintaderas cilíndricas. En la
decoración se presentan apéndices (geométricos, antropomorfos y zoomorfos), caras
aplicadas sobre los cuellos altos de las botellas, incisión rectilínea paralela, engobe
rojo y pintura negativa (Zucchi 1987: 1988).
Por lo que respecta a la sub-área 3, en cambio, solo uno de los yacimientos (Buena
Vista), proporcionó material perteneciente a la fase nericagua. Los restantes también
son ribereños, pero tienen una superficie reducida y poca profundidad. Su alfarería
está desgrasada con caraipé y las formas incluyen boles, ollas, topias y budares de
borde elevado. También se ha observado la presencia de asas tubulares verticales y
pintura. Si bien aún no se poseen fechas absolutas, la presencia de fragmentos de
vidrio y objetos metal sitúan estos yacimientos en el período histórico (Siglos XVIII-
XIX) (Zucchi 1988).
5
Evans, Meggers y Cruxent (1959) también mencionan la presencia de cauixí, así como la mezcla de
cuaixí y caraipé en la alfarería de la fase Nericagua.
146
AMERICANEGRA
2. Dado que la distribución esapacial de los sitios cuyo material paertenece a los
complejos Iboa y Nericagua coinciden con el territorio de los Maipure y con el de
la gente de la fratria Kavirri (Piapoco), dicha alfarería puede señalar la ocupación
de estos dos grupos, mientras que las fechas de C14 asociadas, señalarían su
posición cronológica.
Por otra parte, cuando nos referimos a la migración Piapoco a partir del Ayarí,
mencionamos que el sitio La Punta revestía una particular importancia por haber sido
el lugar donde, según la historia oral, se llevó a cabo el segundo proceso de recreación
societaria. Los informantes señalan que como prueba de estos acontecimientos, los
antepasados dejaron “dibujos del Kuwai-seri”, los cuales no solo narran los eventos,
sino que señalan los símbolos que identifican a las diferentes fratrias y sibs (Vidal
1987: 143-144). Es precisamente en este sitio en donde se encuentra uno de los
yacimientos más importantes y extensos de la Fase Nericagua, el cual además, está
asociado a petroglifo.
Por último también vale la pena mencionar, que las alfareras Piapoco señalan que la
manufactura de cerámica es muy antigua en este grupo, pero que su estilo decorativo
sufrió una serie de cambios a lo largo del tiempo. Mencionan que al comienzo de la
misma estaba decorada en base a incisión, luego en una segunda etapa, se añadió la
aplicación y por último se pasó a la pintura (Vidal 1990). Esta misma secuencia de
cambio en las técnicas decorativa se observa entre el material de los dos complejos
arqueológicos y la alfarería actual de los Piapoco.
147
AMERICANEGRA
FIGURA 6.
4. Dado que la mayoría de las fechas de C14 obtenidas hasta el momento (Zucchi
1988) provienen de los niveles más profundos de los distintos yacimientos (Tabla
II), es posible establecer que las primeras ocupaciones de esta gente en el sector
ocurrieron entre los 100 A.C. y los 300 D.C.
148
AMERICANEGRA
Tabla II. Fechas de C14 obtenidas en los yacimientos sector alto-Orinoco-Atabapo-Caño Vaname.
5. Tal como sugieren las fechas de C14, así como el número , extensión y
localización de los yacimientos, la ocupación del Alto Orinoco parece haberse
intensificado y extendido especialmente entre los 800 y 1300 D.C., lo cual
parecería indicar que al comienzo de este período, ambas poblaciones Maipure y
Kavirri (Piapoco) ya eran considerables.
Finalmente, si se combinan las fechas de C14 con las que han suministrado los
cálculos glotocronológicos, es posible establecer una cronología tentativa del proceso
migratorio de la Piapoco. Los cálculos glotocronológicos indican que la separación
Curripaco-piapoco parece haber ocurrido entre los 250 y 50 A.C., mientras que la
separación entre este último y el Achagua, se sitúa entre los 1100 y 1350 D.C. (Oliver
1989: Vidal, comunicación personal). Por otra parte, las fechas de C14 señalan que
los primeros asentamientos correspondientes a la gente portadora de la cerámica del
149
AMERICANEGRA
complejo Iboa, ocurrieron entre los 100 A.C. y los 300 D.C. Esto parecería sugerir
que unos 100 a 150 años después de la salida del sib primigenio Dayzo-dakéenái del
Ayaría, sus descendientes no sólo habían ocupado el Guaviare, sino que ya habían
establecido algunos asentamientos en el Orinoco.
Por otra parte, tal como parecen señalar los datos arqueológicos, la ocupàción en este
último sector parece haberse intensificado durante el período comprendido entre los
800 y 1700 D.C., probablemente debido a un incremento poblacional, el cual también
podría explicar la migración de los Atsáwa-nai (ancestros de los Achagua) hacia el
Manacacías y el Meta. En relación a esto último es interesante mencionar que la
fecha de separación entre ambas lenguas, corresponde precisamente a este período.
150
AMERICANEGRA
Conclusiones
Los datos que hemos presentado a lo largo del trabajo evidencian la complejidad del
movimiento expansivo de las etnias indígenas cuyas lenguas pertenecen al grupo
Maipure del Norte. Si bien está claro que la reconstrucción de este proceso sólo está
en sus comienzos y es mucho lo que aún falta por hacer, es evidente que el enfoque
multidisciplinario no sólo produce excelentes resultados, sino que también facilita la
formulación de hipótesis más significativas, no sólo en términos arqueológicos, sino
en los de las otras disciplinas.
De esta manera, además, lograremos hacer que la historia cultural de las tierras bajas
tropicales, correspondiente al período precontacto, comience a presentar un panorama
más integrado y significativo, en el que se intente establecer en forma realista, una
relación entre las diversas tradiciones y/o estilos cerámicos y los grupos que las
elaboran. Para ello sin embargo es necesario que comencemos a visualizar a los
restos arqueológicos como evidencias de la prehistoria de las poblaciones indígenas
que señalan tanto los documentos coloniales como las historias orales de los grupos
autóctonos que aún habitan los sectores en donde éstos se encuentran.
Agradecimientos
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AMERICANEGRA
Existe una concepción generalizada en términos de creer que los indígenas de selva
pluvial tropical apenas realizan pequeñas transformaciones, entre ellas, talar y cultivar
una pequeña parcela y luego abandonarla para que la sucesión natural regenere la
cubierta espontáneamente. Investigaciones recientes permiten constatar lo contrario.
Se ha descubierto que el grado de manipulación de la selva es muy grande, lo mismo
que el manejo de los espacios cultivados. Las prácticas culturales de los indígenas en
el fondo difieren poco en cuanto a los métodos de cultivo y la carga de exigencia al
suelo: El proceso productivo está marcado por objetivos comunes y todos tienen un
profundo conocimiento del medio ambiente en el que se desenvuelven. De esta
manera logran un manejo sostenido de un ecosistema que seria fácilmente degradable
en otras circunstancias.
158
AMERICANEGRA
Según Devenan (1984: 349) los huertos caseros son la mejor expresión de las
prácticas de uso del suelo en los grupos indígenas y su finalidad es optimizar la
ganancia energética concentrando en una área pequeña gran cantidad de especies
útiles. Según Mejía (1987: 123) estas prácticas han conducido a la formación de los
antroposoles, es decir a suelos de tierra negra en la Amazonía.
Los “Cerrados”
Uno de los ejemplos más destacables corresponde a los Kayapó, quienes han
desarrollado variadas estrategias de manejo del espacio y del suelo. En primera
instancia examinan el terreno y la vegetación, luego diferencian 8 categorías de
manejo según los agrosistemas que pretenden administrar, pues los nutrientes
requeridos para ciertas plantas proceden de la ceniza y ésta a su vez depende de la
vegetación seleccionada para quemar, de modo que mientras en unas áreas se quema
hasta dos veces en otras solo se hace parcialmente; con este propósito la tala de
árboles se orienta de modo que unas áreas concentran más biomasa que otras, lo que
se traduce en suelos diferentes.
Una de las categorías de manejo del suelo se denomina “cerrados” o sea la creación
de zonas diferenciadas dentro de las rozas (Hecht y Posey 1989: 180: Posey
1988:89). Esta técnica consiste en la formación de anillos o franjas circulares de
asociación de cultivos especializados a partir de la quema y la fertilización orgánica.
El anillo central está dedicado a la siembra de batata dulce, este lugar es previamente
fertilizado con ceniza, residuos orgánicos y desperdicios, para el efecto se abren
159
AMERICANEGRA
En la franja exterior se plantan frutales, entre ellos bananas de varias clases (Musa
paradisiaca) e variedades de piña (Ananas stirus, 4 variedades de papaya (carica
papaya), melones (Cucurbita moschata), algodón (Gossypium heraceum), 4
variedades de nueces (Bertholletia excelsa, Cariocar villosum) y finalmente algunas
palmas, especialmente Orbignya phalerata (Hechet y Posey 1989: 182-186).
160
AMERICANEGRA
ya que la sucesión ecológica contiene alta concentración de plantas con una gran
diversidad de uso, razón por la cual los parches de selvas secundarias de origen
antropogénico son mucho más ricos y diversificados que las selvas primarias.
Dentro de esta secuencia, los Kayapó, primero cultivan especies de vida corta y baja
estatura, luego siembran frutales y plátanos que van a madurar después de varios
años: finalmente introducen árboles dran tamaño y ciclo biológico prolongado: tal es
el caso de la castaña que probablemente van a disfrutar los nietos ya que las primera
cosechas empiezan después de 50 años.
Dentro del manejo forestal de los Kayapó se aprecia lo que hasta ahora podría
expresar el máximo grado de manipulación de la selva conocido actualmente. Se
denomina “Apeté” a una isla forestal en la cual se puede encontrar alimentos,
medicinas, materias primas y otras plantas de interés especial, entre ellas, las que
ataen abejas y animales de caza; tambien proliferan plantas de usos muy específicos
como abortivos y anticonceptivos. Un inventario realizado en un “Apeté” del grupo
Kayapó, demostró que de 120 especies inventariadas, el 98% eran utiles y se
distribuían de la siguiente manera: plantas medicinales 72%; atractivos de caza 40%;
alimentos 25%; leña 12%; condimentos 8%; árboles para producir sombre 3% y con
usos diversos 30% (anderson y Posey 1987: 47).
161
AMERICANEGRA
debió ser muy difundida en muchos grupos indígenas, pues eran comunes largas y
prolongadas caminatas durante las cuales debían aprovisionarse de alimentos y otros
requerimientos. En estas condiciones, resulta poco práctico llevar utensillos y comida
para un número grande de personas; por consiguiente los indígenas , a lo largo de los
caminos y especialmente en lugares escogidos para pernoctar, han plantado diversas
especies, lo que ha dado lugar al la formación de agroecosistemas forestales. En estos
nichos los caminantes pueden disponer de alimentos, animales y vegetales, agua,
productos de limpieza corporal, como aceites, repelentes de insectos, hoja par
trenzados, material para construir una casa y particularmente plantas medicinales.
Posey expresa que los caminos entre Gorotire (la aldea principal) y las 13 aldeas de
los Kayapó suman 500 Kms., algunos senderos se han perdido pero en las márgenes
se puede observar diversas variedades de ñame, batata dulce y otros tubérculos no
identificados; además también hay frutales, Marantaceas, Araceas, plantas
medicinales y estanques de tortugas y peces. Anthony anderson y elizabeth van der
Bergh, a lo largo de 3 Kms. De trayecto contabilizaron 185 árboles plantados de
diferentes especies, 1.500 plantas medicinales y cerca de 5.500 plantas alimenticias
(Posey 1987: 178).
Referente a los Kayapó, Posey explica que a lo largo de los senderos el manejo
sostenido de estas plantaciones es permanente, por ejemplo cuando los indñigenas
defecan, aprovechan para sembrar tubérculos o semilla de castaña, siempre después
de la franja ya plantada, que cubre unos 5 metros, paralela al camino; de esta manera
amplían paulatinamente el área proveedora de recursos.
Campos cultivados
En cuanto a los índigenas Ka’apor que habitan el norte del Estado de Marañón
(Brasil) el área clareada inicialmente se considera comunal y después de la quema
162
AMERICANEGRA
Dentro de esta diversidad, los Ka’apor distinguen 6 zonas principales, las cuales
depende de la edad, grado de manipulación, especies, etc. Estas son: 1) huertas
caseras; 2) campos jóvenes con 2 años de uso después de la quema inicial; 3) campos
viejos, de 2 a 40 años depués de la primera quema, 4) campos abandonados entre 40 y
100 años de antigüedad; 5) selva madura y 6) vegetación o selva de pantanos (Balée y
Gely 1989: 131).
Los campos jóvenes tienen una extensión entre 0.5 y 1.5 Has., y se componen de
plantas cultivadas y especies espontáneas que no son propiamente maleza; el jardín
casero hace parte de los campos jóvenes y en conjunto tienen un manejo muy
intensivo, que decrece en dirección a la selva, donde se intensifica la caza (Balée y
Gely 1989: 131-132).
163
AMERICANEGRA
Cuando los campos cultivados empiezan a ser abandonados, los Ka’apor prefieren la
domesticación de plantas asociadas con la atracción de animales de caza. De esta
forma la regeneración de la selva secundaria crea hábitats culturales y al cabo de
varios años el entorno exhibe diferentes configuraciones, cada una responde a
diferentes necesidades, no obstante, predominan las áreas creadas con propósitos de
caza.
Pra los Ka’apor los campos antiguos se consieran dentro de un rango que va de 2 a 40
años, otros de 40 a 100 años y también se incluye la utilización de campos con edad
prácticamente desconocida. Por consiguiente manejan simultáneamente varias zonas
forestales con diferente grado de desarrollo.
Los campos con pocos años de haberse abandonado todavía se utilizan, ya que
ofrecen recursos variados, entre ellos, yuca, batata dulce, ñame, papaya “cashew”,
banana y algodón, incluso los troncos viejos semiquemados sirven como leña. Estos
campos están matiados de un bosque joven, con una vegetación de hierbas y árboles
que no sobrepasan los 10 cms. De diámetro, donde también empiezan a dominar el
espacio palmas, lianas y algunos frutales como mangos y cítricos.
164
AMERICANEGRA
Los campos más antiguos cuentan con 40 años como mínimo, incluso algunos datan
de 400 años y están asociados a restos arqueológicos como cerámica quebrada, hachas
y huesos. En este caso están presentes indicadores de asociaciones de vegetación
diferentes, entre ellas palmas Astrocaryum vulgare, Maximiliana marina y orbinya
phalerata, también son comunes las Spondias mombin, Annona montna, hymenaea
courbatil y Theobroma speciosum.
En estos campos, el avande de la sucesión natural es tal, que de las 23 especies útiles
recolectadas por Balée y Gely 81989: 154-155) ninguna había sido plantada. La
utilidad de ellas se discrimina así: 14 alimenticias; 18 caza; 6 materia prima, 4
medicinales, ninguna comercial o estimulante; 3 para usos mágicos, 1 como adorno
personal y 7 con otras finalidades distintas a las registradas anteriormente.
Según estudios de Denevan 81984; en Balée y Gely 1989: 152) se sabe que estas
especies aparecen también en los campos viejos de los indios Bora del Perú, con los
cual se prueba que la formación de campos culturales en la selva es común a otros
grupos de la Amazonía.
Selvas culturales
Otro ejemplo sobresaliente del manejo de los recursos son los indios Kuikurú. Ellos
son grandes consumidores de yuca, conocen a profundidad la selva y los suelos
cultivables, además fertilizan con ceniza y materia orgánica, no bostante, cuando los
rendimientos bajan, no vuelven a sembrar en el mismo lugar. Se deduce entoces que
la sustitución de campos cultivables tiene alta frecuencia, por que cada área de cultivo
dura en promedio 3 años unicamente (Carneiro 1983: 91).
Según la demanda de yuca y los rendimietnos del suelo, los Kuikirú tienen 3
alternativas para manejar el suelo y el espacio, así: 1) si un indígena planta un nuevo
165
AMERICANEGRA
cultivo cada año, siempre tendrá 3 cultivos de yuca, 2) si planta el primer año, deja
pasar el segundo, planta el tercero, luego salta al cuarto y así sucesivamente, siempre
tendrá dos cultivos permanentes al mismo tiempo, 3) si solamente plant aun nuevo
cultivo cada segundo año, tendrá dos cultivos en algunos años y uno durante otros,
lógicamente las dos alternativas finales predominan porque permiten menor presión
sobre el espacio (Carneiro 1983: 92).
Después del cultivo controlan la sucesión de la selva, lo que les permite mantener una
amplia diversidad de bosques con diferentes edades, incluso angunos tienen más de
100 años y cada uno atiende diferentes requerimientos. Por otra parte los Kuikurú
también están familiarizados con las características individuales de los árboles por
separado y los identifican por las hojas, las semillas o cualquier otra parte de la planta
(Meggers 1985: 323).
Carneiro (1987: 49-50) refiere que para comprobar el grado de conocimientos que los
Kuikurú tienen de su vegetación, señaló una área de 674,5 metros2 y luego enumeró
172 árboles que tenían menos de una pulgada de diámetro a la altura del pecho, dicha
muestra fue clasificada totalmente por dos informantes indígenas. Carneiro procedió
a realizar otra prueba que conssitió en seleccionar una área de 3,048 metros cuadrados
de selva primaria y arrancar las simientes tiernas que empezaban a brotar. En total
había 153 plantas, las cuales fueron identificadas en 25 especies de árboles, 6 de
arbustos, 7 trepadoras y una gramínea.
Frente a esta respuesta, Carneiro reservó un test con mayor grado de dificultad que
consistió en recolectar las hojas caídas en un espacio de 0,3048 metros cuadrados.
Las de la superficie estaban completamente secas pero conservaban su forma, las que
estaban debajo presentaban avanzado estado de deterioro por la acción de los
descomponedores y más aún lo estaban las del nivel inferior, que se encontraban
atacadas por microorganismos. En total, se relectaron 190 hojas que fueron
166
AMERICANEGRA
Se estima que en un acre de las selvas culturales de los Kuikurú, existen 64 especies
útiles de árboles cuyo uso es el siguiente: 1) fabricación de artefactos, 29 para pintar o
ungir el cuerpo; 3) uso ceremonial y mágico; 4) uso medicinal; 5) frutos y nueces; 6)
leña; 7) cultivos en las rozas; 8) construcción de casa; 9) para amarre y para
extracción de fibras, 10) vegetación que figura en su mitología, 11) plantas
ornamentales; 12) para fabricar venenos; 13) para fabricar latex o resinas no
ornamentales; 14) hojas para limpiar o lijar; 15) para fabricar embarcaciones; 16) para
fabricar jabón y sal. Hay plantas de utilidad especial que son cuidadas con esmero, su
atención consiste en abonar el terreno con materia orgánica creadno montículos de
tierra fértil; entre estas plantas se mencionan Frema micrantha (ulmaceae) y otras
como inga (leguminosaeae) que fertiliza el terreno mediante la fijación de nitrógeno
(Balée 1989: 5-6).
Los indígenas Chácobo del alto Ivón (Amazonía Boliviana), también demuestran una
alta manipulación de las áreas de cultivo. En una hectárea inventariada, el 82% de las
especies son útiles en alguna forma y el área cultivada solo está en uso durante un
año.
Entre las especies asociadas a los huertos caseros están; mangos (Mangifera indica),
papaya (Carica papaya), aguacate (persea americana), limón (Citrus aurantifolia) y
uvas (C. Paradisi). Otros árboles menos comunes son Annona hypoglauca, Inga ef.
Edulis, Pouteria macrophylla y Theobroma sáeciosum. También existen arbustos en
los huertos; (Chacabo Eugenia sp., Myrcia sp., Psidium guajava, Bixa orellana,
Citrullus vulgaris y Sacharum officinarum), los cuales alterna con yuca (manihot
esculenta), maiz (Zea mayz), arroz (Oryza sativa), bananas (Musa paradisiaca), piña
167
AMERICANEGRA
En los bosques culturales de los Chácobo son abundantes además las Moraceas, de las
cuales hay al menos nueve especies frutales: Brosimun acutifolium, Obovatum,
Helicostylis tomentosa, Pereba guianensis, P. Mollis, Pseudlomedia laeyis, P.
Macrophylla, Sorocea quilleminiana y S. Muriculata. También provee abundantes
frutos Pourouma cecropiaefolia y P. Guianensis; las Melastomataceas, entre ellas
Bellucia aequiloba, B. Grossularioides. Son importantes también algunas Fabaceae,
Chrysobalanaceae y Miristicaceae.
Huertas
Los indígenas Runas del Ecuador (río Napo) empiezan a formar sus huertas a partir
del primer rastrojo que deja la yuca. Luego continúan talando y sembrando en
dirección hacia la selva, pero siempre en lugares adyacentes a los antiguos cultivos.
Al clarear la selva en una misma dirección, ellos crean un modelo líneal de cultivos
de campos forestales con diferente edad de crecimiento, los cuales se identifican por
el predominio de algunos recursos. Aunque en algunos espacios de selva secundaria
prevalecen las plantas colonizadas (Bellucia pentanera; Remijia asperula) también
168
AMERICANEGRA
Todos estos recursos son abundantes en las selvas de los Runas, no obstante, cabe
destacar la importancia del cultivo de chontaduro, de los cuales existen en promedio
20 árboles por hectárea. Irvine (1989:236) estableció que en tres campos
abandonados hace 5 años, cada palma produce entre 60 y 90 kilogramos incluyendo la
corteza y semilla, lo cual significa un rendimiento de 1 a 2 toneladas métricas. Al
mismo tiempo se comprobó que estas palmas de chontaduro contribuyen con el 56%
de los animales cazados, lo cual corrobora el manejo simultáneo de flora y fauna,
además de concentrar la recolección y consumo de recursos que normalmente en las
selvas primarias están dispersos.
169
AMERICANEGRA
En cuanto a los indígenas que habitan zonas de selva alta, no se registran formas de
manejo del suelo y del espacio mediante el sistema de parcelas policultivadas.
Seguramente la heterogeneidad climática, topográfica y de suelos dificultan establecer
asociaciones, pues u cultivo progresa mejor que otro según su adaptabilidad
altitudinal. Como resultado, en estos grupos predominan uno o dos cultivos de los
cuales depende la mayor parte de la subsistencia.
Estas apreciaciones resultan de comparar varios sistemas de uso del suelo en grupos
que habitan selva lluviosa de alta montaña, entre ellos los Amuesha de Perú,
localizados entre 200 y 1.700 metros sobre el nivel de mar (Salick 1989: 190); los
Yanoama del alto Orinoco que habitan territorios entre 100 y 1.500 metros de altura
(Smole 1989: 118) y los Awa-Kwaiker de la selva del Pacífico que se distribuyen
entre los 100 y los 1.800 metros sobre el nivel del mar (Cerón 1987: 203; 1988: 37-
170
AMERICANEGRA
Cabe destacar que en todas las parcelas hay supremacía casi total de cultivo de
plátano y sus mayores rendimientos están a los 1.000 metros de altura (Smole 1989:
117).
Se deduce entonces que los indígenas de alta montaña enfrentan un ecosistema más
lluviosos y con suelos muy pobres, razón por la cual acentúan algunos mecanismos de
manejo sostenido que garantiza su supervivencia. Por ejemplo, los Awa-kwaiker al
171
AMERICANEGRA
sembrar en áreas diferentes y en distintas épocas del año, reducen los riesgos de
escasez y aseguran alimento para los animales domésticos, que constituyen la base
fundamental de la economía indígena dirigida al mercado (Cerón 1988: 64-76; 1987:
206-208). Estas prácticas son útiles en los grupos indígenas antes mencionados y en
los Bora del Perú, que plantan maíz para las especies menores, las cuales venden en el
mercado (Denevan 1984: 349).
En términos generales estos indígenas no entran aún a una etapa plena de agricultura,
pues su tradición está más ligada a las actividades de caza, pesca y recolección, las
que se asumen con mayor disposición, incluso con un carácter recreativo, que les
genera mayores gratificaciones. En cuanto a los Awa-kwaiker, estas actitudes son
notorias y se corroboran en los escritos de Holm-Nielsen y Barfod (1984:121) y
Thomsen (1986:33-37). Efectivamente, estos indígenas, excepto el machete, no
disponen de objetos de labranza y tampoco están interesados en introducir nuevos
cultivos o actividades de producción que modifiquen su ética de tiempo. Es así como
los períodos de relajación consumen la mayor parte del día, pues no conciben tener
que producir más de lo que consumen o hacer un esfuerzo mayor del socialmente
necesario.
En estos aspectos, las conductas son comunes a otros indígenas, entre ellos los
Uambisa y Machinguenga de la alta Amazonía Peruana y los Yanomano del alto
Orinoco.
172
AMERICANEGRA
Entre las especies destacables por su utilidad señalan: el madroño (Rheedia madruno)
(R. Edulis, según Thomsen), lulo o naranjilla (Solanum quitoence), aguacate (persea
americana), piñas (Ananas comusos), guayaba (Psidium guajaba), guayabilla
(Psidium sp.) limones y naranjas (Citrus sp.)caimito (Chrysophyllum caimito) guabos
(Inga sp.) papaya (carica papaya), café (Coffea arábiga) ají (Capcicum sp.), tomate
del árbol (Cypomandra betacea) y chontaduro (Bactros gasipaes). Entre los
tubérculos están: Papa-cum (Colocassia sp. o Xanthosoma sp.), yuca (Manihot
utilissima), batata o camote (Ipomoea batata), arracacha (Arracacia xanthoriza).
Además se menciona: achiote (Bixa orellana) Chachafruto (Erythrina edulis), tabaco
(Nicotina tabacum) y calabazas (Cucurbita sp.); como materia prima aparecen hojas
de bijao (Calathea sp.); (Heliconia sp. según Holm-Nielsen) y la tetera (Quetenante
lutea).
Los indígenas Awa-kwaiker al igual que todos los grupos de selva pluvial mantienen
prácticas de manejo forestal dirigidas especialmente a la regeneración del bosque y
por tanto a la fertilización del suelo. Hasta hace poco el control de los espacios
cultivables y la sucesión ecológica se afianzaba en el sistema de parentesco, cuyo
efecto principal era establecer un modelo de densidad, residencia y desplazamiento
ajustado a la capacidad productiva de cada área ocupada.
En la actualidad este proceso está muy restringido debido a la reducción del espacio
físico, el aumento de la población y las influencias culturales lo que trae graves
repercusiones en el proceso de sucesión ecológica. El problema se agrava si tenemos
173
AMERICANEGRA
en cuenta que ésta es una de las áreas de mayor endemismo en Suramérica, ya que
existen evidencias de estar relacionada con el “refugio” del Chocó durante las
glaciaciones del Pelistoceno (Thomsen 1986: 35-36).
Mosaico forestal
174
AMERICANEGRA
Conclusiones
175
AMERICANEGRA
Según Posey (1987: 175*), la mayor importancia de la selva secundaria manejada está
en los incrementos de la caza y especialmente en la concentración de plantas
medicinales que paulatinamente se amplía mediante el sistema de trasplantes.
Por lo expresado anteriormente, se infiere que los factores culturales son muy
significativos en la formación de la selva secundaria. Con respecto a “tierras firmes”
de la Amazonía, Balée (1989:96*) plantea que el seguimiento de cierto tipo de
vegetación, puede convertirse en una evidencia arqueológica, pues existen
asociaciones de especies vegetales que son indicadores de asentamientos humanos en
el pasado.
176
AMERICANEGRA
5.9% de tierra firme Amazónica. Su rápida difusión se debe a que las raíces no se
afectan con las quemas , por tanto coloniza los espacios abiertos en forma vertiginosa
y alcanza a vivir unos 184 años (Balée 1989: 7-9: 1989: 97-99*).
La palma babassú fue un recurso indispensable para los indígenas, sus simientes son
ricas en proteínas y aminoácidos, los mesocarpios contienen almidón y carbohidratos
(Anderson y Posey 1985: 77-78).
177
AMERICANEGRA
Se mencionan además los montes con asociaciones de guadua o bambú (Guadua spp)
como señales de antiguos asentamientos y manejo de sucesión natural. Estas
evidencias se han encontrado en la Guayana y en el estado de Marañón (Brasil).
178
AMERICANEGRA
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La enfermedad genética en
la cerámica Tumaco-La Tolita
Introducción
Con este fin, en los últimos dos años hemos venido realizando un trabajo de búsqueda
de cerámica precolombiana colombiana, particularmente de la conocida como
Tumaco-La Tolita, clasificando todas aquellas piezas que de una u otra forma pueden
proveer información médica, particularmente relevante a la presencia de determinados
genes en esas poblaciones históricas. En este corto reporte se muestran algunos de los
resultados obtenidos, se trata de establecer paralelos con la patología observada hoy
en día en nuestro país, y se hacen algunas inferencias sobre el grupo humano cultor de
este arte cerámico.
182
AMERICANEGRA
Resultados
El Instituto posee una interesante colección que al estudiar en detalle permite hacer
algunas generalizaciones sobre la expresión de los rasgos físicos normales. Una vasta
proporción, más del 90% de las figuras vistas por nosotros, corresponde a expresiones
de rostros. Esporádicamente se encuentran en esta colección expresiones detalladas
del resto del cuerpo. Estudios de la mano humana se encuentran en solo tres piezas;
las demás simplemente la esbozan, lo cual no permite interferencias en trastornos
patológicos que involucran esta estructura anatómica. La mayoría de las figuras de la
cara posee un tocado, el cráneo elongado por la deformación inducida desde edades
muy tempranas, común en estos grupos, pendientes y narigueras. Estas piezas
decorativas puede, con frecuencia, interpretarse erróneamente como anomalías
estructurales.
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Una cerámica muy llamativa (Figura 4) ilustra el parto “vertical”, que podemos
deducir fue usado por estos grupos humanos con frecuencia. De hecho hoy en día es
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aún utilizado por algunos de ellos, como puede apreciarse en la talla contemporánea
de la Figura 5 obtenida entre los indígenas Ticuna.
Con respecto a entidades clínicas definibles, la colección del Museo Casa del
Marqués de San Jorge, nos reveló otra pieza con el síndrome de Morquio (Figura 6),
aunque de menor calidad, y 3 piezas (Figura 7) cuyas características físicas son
compatibles con la mucopolisacaridosis II (Figura 8), un trastorno metabólico de
herencia recesiva auto´somic. Finalmente la Figura 9, perteneciente a una colección
privada, muestra un tumor de la cara en todo su dramatismo, y en varias alcarranzas
se puede apreciar con mucha claridad una simetría facial que podría corresponder a
una parálisis del nervio facial derecho; sin embargo, es posible que sto represente
simplemente el proceso de masticación de la hoja de coca.
Conclusiones
Siguiendo a Taine (1968), la obra de arte se halla determinada por el conjunto que
resulta del estado general del espíritu y las costumbres ambientes. Por lo tanto, este
estudio, aunque preliminar, podría ser fuente de algunas inferencias sobre la
estructura biológica y aspectos culturales del grupo humano que elaboró la cerámica
Tumaco-La Tolita.
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tolerancia que debe tener alguna elaboración intelectual sobre la cual esté basada, y
podríamos aventurar que la tolerancia con la presencia de la enfermedad genética
podría ser indicativa de un grupo humano pacífico, no guerrero. Y, de hecho, hay
pocas representaciones bélicas en la cerámica. Tumaco-La Tolita. La ausencia de la
eutanasia indicaría también que una sociedad es estable en el espacio, esto es, que no
tiene que moverse incesantemente en el proceso de búsqueda de recursos. Por lo
tanto, este grupo humano debió tener asentamientos permanentes, lo cual está de
alguna forma apuntando por los conceptos que, desde el punto de vista ecológico,
emite Bouchard (1988).
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BIBLIOGRAFIA
BERNAL, JE., DURAN, CLEMENCIA: PAPIHA, S.S.
1989 HLA Antigens in the Uitoto indians and an urban population of Colombia. Human heredity,
Suiza.
BOUCHARD, J.F.
1988 En Arte de la Tierra. Cultura Tumaco. Editorial Colección Tesoros Precolombinos-Fondo de
Promociòn de la Cultura del Banco Popular. Bogotá.
BRICEÑO, IGNACIO
1990 Estudios de Genètica de Poblaciones en Saboyá (Boyacá) Tesis de Magister, Universidad
Javeriana, Bogotà.
TAINE, H.A.
1968 Filosofia del Arte. Espasa-Calpe, S.A. Madrid
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Crónica
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NINA S. DE FRIEDEMANN
Antropóloga
Miembro de la Expedición Humana
Pontificia Universidad Javeriana
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– los folios son eso, sólo folios- decía Laviña quién había llegado a participar con su
ponencia Iglesi y Esclavitud en el Congreso Persistencia Africana en el Caribe.
Un libro con este título pudiera parecer atávico, después de casi quinientos años d ela
presencia del cristianismo y el idioma castellano entre los descendientes de africanos
en América. No obstante, es más que vigente frente a la preocupación actual de la
pastoral católica en su programas para regiones como el Litoral Pacífico colombiano
habitadas mayormente por negros descendientes de esos africanos. Allí por ejemplo,
no puede entenderse la religiosidad y el ritual de su gente como algo menos que una
acomodación y muchos esfuerzos de interpretación de su cosmovisión a esa doctrina
que aunque con variaciones se inculcó primero a los cautivos africanos y luego a las
generaciones que les siguieron.
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“ pa nuestro ta seno cielo”, dice Duque Estrada que repetían en vez de “Padre
nuestro que estás en los cielos”.
Claro que la dedicación de los doctrineros según el manuscrito analizado por Laviña,
no era tampoco admirable, porque a juicio de cura Duque Estrada... “Tenían como fin
buscar un modesto acomodo... a cubierto de escaseces y (lo) menos principal (era)
adoctrinar a los negros”., Esto sumado al hecho de que en algunas haciendas los
propietarios encomendaran la cristianización de los niños y de los recién llegados a
los esclavos “viejos” surge como parte de las grietas que explican las huellas de las
religiones vernáculas en las culturas de los grupos negros contemporáneos.
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Al analizar Laviña las instrucciones para que los doctrineros utilizaran ejemplos que
los esclavos pudieran comprender, anota que la técnica causó un efecto contrario al
propuesto. Comparar a Jesucristo con el mayoral no fue muy efectivo.
“Dios padre vendrá, como rey... a tomar cuenta a los buenos y a los malos... ustedes saben bien cómo
se toma cuenta de las tareas de leña... con el que tiene cabal su tarea no se mete el mayoral, pero con el
que no tiene su tarea... ya hay bulla... Vendrá Jesucristo desde el cielo a tomar cuenta... y al que no ha
cumplido su obligación castiga, como castiga el mayoral al que no cumple su tarea”.
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-No podía moverme ni siquiera para rascarme la cabeza- escribió narrando con
picardía su aventura. Entre líneas se advertía que aún disfrutaba el sueño vivido de
respirar América después de trasegar con sus folios de historia durante años.
REFERENCIAS
LAVIÑA, JAVIER
1989 Doctrina para negros. Transcripción e introducción a Explicación de la doctrina cristiana
acomodada a la capacidad de los negros bozales. Barcelona: Sendai Ediciones. Láminas,
diagramas 128 pp.
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La Guajira
Pastores y palabreros hasta en el mar
Con orgullo Gerardo Ardila Calderón me acaba de entregar el primer ejemplar del
Libro La Guajira. Mientras leo la dedicatoria por mi memoria desfilan imágenes de
los cinco años que han transcurrido desde que comenzamos a compartir esta oficina.
Cuando él llegó al Departamento de Antropología de la Universidad Nacional, tenía
anteojos de aro dorado y con pasión hablaba de un libro que estaba editando. La idea
le había surgido a raíz de una serie de conferencias que había organizado para
contextualizar una exhibición promovida por Yanama con muestras de diferentes
tejidos de los Wayúu. Para entonces, esa organización que en castellano llamaríamos
labor en comunidad, ya había completado tres lustros de trabajo, en pro de las luchas
étnicas de La Guajira.
Un día encontré a Ardila muy agitado porque en Colcultura le habían refundido los
manuscritos de los ocho conferencistas. A medida que se desahogaba, centrifugaba
las gafas, sujetando una de las patas con la mano derecha. Semanas más tarde, me
contó que Jairo Aníbal Niño había localizado las cuartillas perdidas, pero que la
nueva administración del Instituto no estaba interesada en la publicación. Mientras
agitaba las antiparras, me dijo que salía hacia Alianza Editorial a ver qué lograba.
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Cuando esa empresa propuso bajar los costos, Ardila dijo no, y con razón sacó el libro
de allá; quedarse hubiera implicado – entre otros recortes – no publicar las fotos
inéditas que el profesor Gerardo Reichel-Dolmatoff había donado. Ante la fiereza de
los giros que ese día le propinaba a sus gafas, me arriesgué a preguntarle si los vidrios
no irían a salir disparados. Pero él que no, que los aros “eran buenísimos”.
Otras resultan de sumarle aportes de los demás escritores congregados a mis charlas
con Gerardo. Tal es el caso de la que para mí reviste mayor preocupación: la
desaparición del palabrero y de sus prácticas para arbitrar conflictos. A los extraños,
esos tribunales populares que se forman alrededor de ese mediador les parecen
violentos, dada la dureza de las palabras y lo amenazante de los gestos. No ha sido
fácil que quienes no pertenezcan a la tradición guajira comprendan que esas
conductas están ritualizadas y que la teatralidad ayuda a que los contrincantes hablen
mucho, vuelvan mil veces sobre el mismo tema y así hagan explícitas amarguras y
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resentimientos o vean ángulos ocultos, cuya significación puede ser evidente para una
sola de las partes, y cuyo surgimiento desemboca en transacciones equitativas.
La publicación da fe del dilema que se le presenta al escritor entre las lealtades hacia
la academia y hacia los grupos de base. De ahí que incluya la visión diáfana que
expresó Iris Aguilar, adalid indígena e impulsora de Yanama, acerca del futuro al cual
aspiran los wayúues, precedida de intrincadas elaboraciones epistemológicas como la
que Alberto Rivera hace en referencia las bases cartesianas del concepto occidental
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Trato de imaginar cómo habría sido la publicación si este equipo hubiera dejado de
serle fiel al lenguaje esotérico y hubiera explorado formas guajiras para hablarle a tu a
tu a Yanama. Quizás el resultado habría consistido en un enorme realce de la
sinceridad, del afecto, del compromiso, y demás virtudes castigadas por la
desvinculación que se supone fundamenta la objetividad. Por ejemplo, en el índice
no aparecería el frío Primera Parte, sino Memoria, expresión cálida que Gerardo usa
en su introducción y en la contracarátula para resumir el sentido de aquella sección
que recoge los artículos de Pérez Preciado, Ardila y Oliver sobre el pasado wayúu.
En el artículo de Wilder Guerra, las hermosísimas narrativas mitológicas no
formarían apéndices, sino vértebras de ese texto de por sí iluminador, sobre un mar
convertido en corral y unos pastores que optaron por manejar a los peces como si
fueran rebaños. Pero no cualquier clase de rebaños, sino aquéllos que les permitieron
retener la libertad que, en opinión de ellos, sus congéneres habían perdido al adoptar
el pastoreo de vacas y cabras. Para los apalaanchis, los demás wayúues se volvieron
esclavos de sus animales.
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Hoy, Gerardo ya no usa gafas de alambres dorado, pero tiene el libro al que tanto
amor le ha dedicado. Mi deseo es que la próxima publicación no le cueste centrifugar
otros lentes hasta aniquilarlos de nervios. Pero mucho menos, otro viacrucis.
REFERENCIAS
ANONIMO
1991 Los Wayúu: ¿de El Espinal a Río de Janeiro? El Espectador, marzo 11: 1 al 8A
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Bagadó: Terrenos de la
Expedición Humana
NINA S. DE FRIEDEMANN
Antropóloga
Miembro de la Expedición Humana
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá
Esa fue la fórmula simplificada que nos presentó la bióloga chocoana Camen Judith
Asprilla a algunos de quienes viajaríamos a esa zona del litoral en octubre de 1990.
En la práctica, el traslado de investigadores y equipo fue un poco menos fácil.
Además se trataba del terreno que iniciaría la primera etapa del proyecto perfiles
etnogenéticos del habitante negro en el litoral Pacífico. Al grupo de Jaime Bernal V.,
e Ignacio Briceño., genetistas; Nina S. De Friedemann, antropóloga; Olga Clemencia
Arango, fonoaudióloga; Clemencia Durán y Carmen Aaprilla, biólogas y Wilson
López, fotografo, se unió la enfermera y salubrista chocoana Norte Arce del Hospital
de Quibdó.
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A la mañana siguiente, después del arribo a Quibdó y cuando el grupo con rumbo a
Bagadó se encontraba en la estación de buses “El Progreso”, listo para viajar a Yuto,
nos dimos cuenta que afortunadamente en el ajetreo del equipaje, sólo la maleta con
las provisiones de comida se había esfumado! Una hora gastó el vehículo en recorrer
25 kilómetros hasta Yuto por una carretera angosta y saturada de huecos. En el borde
del río vi nuevamente el “dichoso” ferry que conecta a Quibdó con Istmina y Tadó en
la zona del río San Juan. Igual que dos y medio años atrás, a lado y lado del Atrato
filas de buses, camperos, camiones y decenas de personas esperaban su reparación.
Al pie del ferry inmóvil, se mecía la canoa que viajaría por el Andáfueda: cargaba
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- Qué va, si uno está pa’hogarse, se ahoga con salvavidas... he recorrido sin
salvavidas todos los ríos del Chocó – remató riéndose. Sin embargo, las pocas horas
del grupo en Quibdó en compañía del personal del hospital, habían servido para
confirmar informes sobre los percances de las embarcaciones en el Andágueda y los
numerosos naufragios que sufren tanto las gentes de la región como los visitantes.
Así, cuando la embarcación agobiada del equipaje y con alrededor de 20 pasajeros
despegó del borde arenoso del Yuto debajo de un cielo cargado de nubes variados
tonos grises, los que habíamos viajado desde Bogotá, apretamos nuestros cuerpos
contra el chaleco que al menos yo sentía como un cofre guardían de mi vida.
El Canal es una obra de ingeniería a la cual Nora Arce y los compañeros de viaje
oriundos del lugar llamaron socarronamente “nuestro canal de Panamá”.
Efectivamente, el canal hecho hace 70 años por la Chocó Pacífico, la compañía
minera extranjera fue una solución al problema que ocasionó la construcción de un
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dique o como allí lo llaman, un trinche. Los dos níveles del cauce y una caída de
agua represada produjeron energía eléctrica para operar las dragas explotadoras de oro
e iluminar los campamentos.
El canal, cuyas esclusas manejan dos empleados, más parece ahora un túnel de miedo,
que deja pasar las canoas con la carga, mientras los pasajeros caminan el trecho de La
Vuelta para volver a embarcarse.
Una vez ida la compañía extranjera, se acabó la generación de energía para el poblado
La Vuelta. Lo que resta de las grandes turbinas y los campamentos abandonados son
fantasmas de una operación económica de enclave capitalista, cuyo saldo más notorio
entre la gente de la región son las narrativas de ese pasado.
En Bagadó hacía una semana que el fluido eléctrico no llegaba, y quince días que la
señal de televisión no entraba. Catorce meses atrás la comunicación de Telecom por
teléfono y telégrafo habían dejado de funcionar. El puesto de policía tenía su radio
teléfono dañado y los siete policías vivían aburridos en una edificación frente al
colegio de niñas regentado por monjas. Soñaba con las novias y las esposas que
estaban abajo en pueblos de Andágueda o del Atrato. Paseaban arriba y abajo la calle
empedrada que en un extremo tenía la Residencia de San José, donde se hospedó la
Expedición Humana, y al otro la tienda de los paisas que ofrecía desde licores hasta
ropa para recién nacidos.
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Un viaje al poblado de Cujandó, hora y media en canoa con motor, río arriba
partiendo de Bagadó, pasando por los poblados de Chambaré, La Sierra, Muchichí, El
Salto y Playa Bonita, permitió recolectar información valiosa tanto antropológica
como médica. El Cuajandó, frecuentemente el firmamento de estrellas se oscurece
con bandadas de murciélagos que martirizan a la población. En Muchichí, las 24
casas del caserío miran el río por encima de la silueta de piedras descomunales que
según Eliseo Arboleda, uno de sus habitantes, están allí desde el diluvio. Arismelo
Machado Mosquera, otro viejo de San Marino contó diferente: que en el siglo XV, en
el tiempo de los reyes magos cuando éstos pelearon en el cerro de La Vieja, se
derrumbaron las piedras que llegaron hasta San Marino y Muchichí.
Otro viaje a Engrivadó más arriba de Cuajandó que involucró al médico Ignacio
Briceño y a la bióloga Carmen Asprilla en trabajos específicos de vacunación les dio
también la oportunidad de localizar casos de enfermedades que por su incidencia
familiar proponen el escrutinio particular de la genética. Por ejemplo la frecuencia de
la mudez y de la sordomudez en familias de parientes consanguíneos se encontró en
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varios poblados del Andágueda, cuyos apellidos además confirman el lazo social. El
albinismo es también un caso frecuente en el mismo marco de consanguinidad y redes
de parentesco distribuidas en poblados a lo largo del Andágueda. Además, fue
notoria la aparición de casos de parálisis que impiden la movilidad de las personas
jóvenes y también de mediana edad, con causas que no han sido definidas aún.
Aunque el personal médico registraba sorpresas continuas con estos hallazgos, la
mayor fue la de ser entrevistados en San Marino por miembros de una guerrilla que
deseaban conocer detalles sobre el trabajo que allí en esa zona realizábamos. El
médico Briceño y la bióloga Asprilla contestaron las preguntas de los jóvenes que
luego se internaron en la maraña de la selva húmeda.
En el grupo de investigación, la visita a los sitios de minería del oro ocasionó diversas
reacciones. Para Carmen Asprilla nacida y criada en Andagoya bajo el estrépito de
las dragas de la Chocó Pacífico y luego graduada en la Universidad Javeriana, la
revelación fue ella misma y la historia de sus antepasados africanos. Largos años con
sus ojos en microscopios de biología la habían mantenido ausente de reflexiones
sobre su identidad.
Para quienes nunca habían visto minería en el litoral, el escenario de arenas auríferas
reverberando debajo del sol y sus trabajadores sudando a mares y moviéndose como
hormigas lavando las arenas, rompiendo la roca o haciendo canalones, constituyó el
clímax de la expedición. Los verdaderos sujetos del programa de investigación
llamados en el título “el habitante negro del litoral Pacífico”, con su carga de historia
y la contingencia de su presente y futuro adquirían dimensiones descomunales.
Frente a ellos, Briceño quería atrapar con avidez visceral la complejidad de la
organización minera, el manejo de la fuerza laboral y la filosofía de la gente en torno
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Y siguen sin diferir tanto de los descritos en la colonia por el cronista Fernández de
Oviedo:
“...de la tierra cavada hinche bateas de tierra, é otros indios toman aquellas bateas con la tierra
é llevanlas al agua... e vacían aquellas bateas que truxeron en otras mayores... e los
acarreadores vuelven por más tierra, en tanto que los lavadores lavan aquella primero se les
truxo...”.
A este tipo de minería sin mayores recursos tecnológicos o de capital y con tan escaso
beneficio para sus trabajadores, Rogerio Velásquez, el antropólogo chocoano, la
llamó en 1955 minería del sacrificio y en 1978 Aquiles Escalante la señaló como
minería del hambre. Pues bien, en Bagadó y en general en los poblados del
Andágueda, la minería es básicamente la misma de antaño, con la excepción de que
algunos grupos han logrado conseguir crédito para comprar motobombas y con éstas
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Por supuesto que tal vez por mi experiencia de trabajo años antes entre mineros del
oro mi reacción fue más acerada que la del resto del grupo. Sentí la descomunal
impotencia del conocimiento científico frente al poder del Estado y de muchos
gobiernos que solamente de palabra han anotado el valor de la investigación social
pero que en la práctica han ignorado los resultados publicados y ampliamente
divulgados. Viendo a los mineros de Bagadó, hablando con los de Muchichí y
Cuajandó, protagonistas de la Expedición Humana, no podía espantar del
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pensamiento el texto del decreto gubernamental 2655 del código minero de 1988 que
han despojado de sus tierras seculares a mineros como los que hablaban con nosotros.
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Hasta el último momento pensamos que no sería posible realizar este viaje de trabajo
que habíamos diseñado con tanta antelación. La situación de orden público en la
región de los Santanderes, no parecía ofrecer la tranquilidad que se requiere cuando se
viaja en misiones de investigación y servicio como lo hacemos con la Expedición.
Cancelado el viaje, a pocos días de su iniciación, se recibió en nuestras oficinas una
llamada del municipio de Chitagá; al Personero municipal, Alfonso Cabrera, se le
sentía en la voz la decepción ya que nos acompañaría y él mismo se había preocupado
por organizar todos los aspectos operativos de nuestro viaje. No sin pensarlo mucho,
cedimos a su entusiasmo y el viaje se resucitó en cuestión de horas. Viajamos en
avión a Cúcuta; pareciera que con el tiempo se han ido acostumbrando a nuestro
enorme equipaje en las aerolíneas, y cada vez tenemos menos problemas para aforar
los morrales, llevar los microscopios a la mano del piloto, y nuestro voluminoso
equipo de mano disperso en todos los sitios posibles de la cabina. Nos recibió en
Cucúta el Secretario de Gobierno, Dr. Jairo Arbeláez, quien amablemente tomó
mucha parte en el proceso de organización de nuestro viaje; en la noche conversamos
pormenores de la estadía en la región, y dejamos todo listo para comenzar la jornada
bastante antes de que saliera el sol.
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otra de las habilidades que se desarrollan en la medida que nos lo ha venido exigiendo
el trabajo de la Expedición, dormidos en cualquier parte, hasta el punto de haber
añorado algunas veces la silla plástica y la varilla que en este bus servían de cama y
almohada para un reconfortante final de noche. En San Bernardo de Bata, ya cerca al
final de nuestra primera etapa, hicimos un alto para un completo desayuno, algunas
compras menores y una pequeña caminada para estirar las piernas. Ya se habían
unido a nosotros el Personero y el Cura Párroco de Chitagá, y el encargado de asuntos
indígenas de la Gobernación, indígena Barí, de nombre Fidel Waysisira. Cerca de dos
horas más tarde, y al filo del medio día, llegamos a donde termina la carretera que
debe unir a Bata con la carretera que va por el otro lado de las montañas entre
Saravena y Santander. El sitio, conocido como La Punta, es una pequeña casa a
donde se dan cita mañanera quienes viajan hacia la cordillera.
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Trayecto recorrido por la EXPEDICION HUMANA en la visita hecha a los indígenas Tunebos y Bari.
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Después del desayuno partimos hacia Los Tunebo; algunos hicimos un parte del
trecho a pie, pues no había bestias frescas suficientes para todos; sin embargo una
hora más tarde todos íbamos ya montando. El trayecto no es largo; cuatro horas de
trocha en bestia y a medio día estabamos ya en la casa de Jorge, un Tunebo que habita
la casa grande de la finca comprada a un colono. Hubo una larga conversación con el
grupo indígena para lograr su anuencia a nuestro trabajo. En la tarde se hizo bastante
consulta médica y se tomaron unas pocas muestras para iniciar el análisis, en lo que se
empleó toda la noche, gracias a la planta portátil que nos prestaron en Cúcuta. Si en
el mesón nos hizo frío, en la reserva Tunebo éste era aún más acerado, y tremendo
aguacero que entraba indiscriminadamente por ventanas y techos haciéndonos pensar
a veces que sería más seco afuera de la casa. Los días pasados allí fueron de intenso
trabajo; el laboratorio no cesó de procesar muestras día y noche, y al tomar nuestras
bestias para retornar al Mesón habíamos hecho suficientes estudios genéticos para
tener una muestra representativa de la población. Sin embargo, llevamos con
nosotros muestras de sangre de otros voluntarios para procesar tan pronto fuera
posible.
Nuestra última noche en El Mesón fue inolvidable. Música, buen humor y algún
aguardiente nos permitieron relajarnos un poco y olvidar los largos días de trabajo y
frío. Las dulzainas salieron otra vez de nuestros maletines y recordamos tonadas
llaneras que acompañaban a voces nuestros anfitriones. Entre risas afloraron las
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Al amanecer nos despertó el ruido del ajetreo; en la cocina se preparaban las grandes
arepas de plátano; en el corral se ensillaban las bestias. Emprendimos el camino en
medio de una llovizna que nos acompañó todo el camino; en partes, la neblina cerrada
apenas permitía ver el azul fuerte de los plásticos que nos protegían del agua.
Aunque alegres del trabajo realizado, dejamos la región con la tristeza de no poder
compartir por más tiempo la amistad franca y abierta de unos colombiano, que
aislados del país y sus procesos, trabajan con denuedo por un mejor futuro.
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Monólogo a gritos:
Negros blanquiados
Yo: soy un negro blanquiado!.. no lo callaré más, lo gritaré fuerte para que rebote en
todas partes y regrese a mis oídos.
Soy un negro blanquiado!..
Soy un negro blanquiado, ahora tendido en mi viejo catre: al alcance de mi mano el
despertador marcando las 5 de la mañana cuando el sol aún niega su calor aquí en la
capital.
Síii.. lo gritaré una y otra vez para que hiera profundo los oídos del mundo.
Soy un negro blanquiado!
Inmensa pasarela de desfiles masivos de modas en las tardes soleadas entre gente
afanada y rabiosa: no saludaré a ningún otro negro... debo en los lugares públicos
ignorarlos, ni siquiera mirarlos: no se por qué ellos tratan de hablarme aún sin
conocerme, por el solo hecho de tener también sombreada la piel: cuando llegue seré
con todos muy cordial. Me alegra mucho y me llena de orgullo ser el único negro en
la institución; mis paisanos saben que trabajo en el norte pero ninguno sabe dónde,
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sólo mi madre sabe: le escribí contándole la suerte que tuve de que me aceptaran
como profesor en un colegio de gran categoría, sé que al enterarse se habrá puesto
dichosa y se olvidará como yo de todas las penalidades, los trabajos serviles y las
vergüenzas que juntos pasamos para que yo llegara a ser alguien... por supuesto le
recomendé no dar a nadie la dirección donde trabajo ni donde vivo; los pocos
paisanos con quienes nos tratamos me han aconsejado que no me junte con negros y
que mucho, muchísimo menos me revuelva con ellos para que no vayan a creer que
somos iguales. No me reúno con negros, ni voy a los sitios donde acostumbran
encontrarse para hacer bochinche de las vidas de los demás, para que me respeten
andaré con blancos, seré muy servicial con ellos, haré lo que quieran con tal de que
me acepten y me consideren uno de ellos, a pesar de ser negro. Además no diré nunca
de dónde es mi familia ni en qué lugar nací; no contaré que soy del Chocó porque la
gente piensa que todo chocoano es negro y yo viéndolo bien no tengo la piel tan
oscura como algunos con quienes hasta el solo divisarnos me da pena...
Bueno, ya va siendo hora de levantarme; hoy tengo que, de nuevo, echarme alized al
cabello, no soy de pelo tan malo y con un poquito que me aplique mi pelo quedará tan
lindo como el de Marlon Brando; luego me iré a saborear un buen desayuno... pero
ahora caigo en cuenta; no se qué pasa desde que vine aquí a la capital hace más de
diez años. No puedo disfrutar como en mi tierra de las comidas, de la música, del
baile; si acaso un poco de los licores... es como si viviera en un gran escenario con
una máscara muy ajustada que me raya la piel causándome heridas... gozo lo que
goza un actor representando un personaje que disfruta... ¿será porque me convertí en
un blanquiado?
¿Por qué tuve que blanquiarme?... Me blanquié porque el suplicio a que me sometía
por ser como soy era proporcional a la distancia a que estaba de los modelos blancos.
Para evitarme la vergüenza de los antepasados esclavizados; para escabullirme de mis
orígenes de expropiados hasta de sí mismos pues somos propiedad de los amos.
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Para borrar con la mentira del blanqueamiento todo el pasado de humillación de mis
progenitores, mi niñez de privaciones, mi temprana juventud de angustias.... Porque
me rechazaban de mil formas en todas partes como un sistema vivo rechaza el cuerpo
extraño en su interior... Me blanquié para valer algo dentro de las escalas racistas en
donde el blanco es el elemento de máxima positividad, de excelsitud; el blanquiado es
el cero, el invisible, y el negro es al total negatividad.
Entonces un mal día me puse el disfraz de blanco detrás del cual yo viviría; no sabía
que este disfraz embrujado me robaría la vida para asumirla él erigiéndose un
monstruo que me aplasta!
Quiero vivir no en este cruel disfraz, sino en mis propios huesos, en mi sangre que
galopa en mis venas, en mis carnes.... en mi piel!..., en mi piel borde del universo
sombreada por el toque de todos lo existente.
Quiero volver a sentir que siento, Despertar!.. Viviirr, vivirr!, ha despertado el reloj,
las cinco y media, debo levantarme una vez más, vestirme el disfraz. Malaya sea!
Ha terminado el día he regresado a mi catre otra vez, de nuevo debo gritar soy un
negro blanquiado; hoy debo gritar más fuerte hasta desexorcisarme de este maleficio.
Soy un negro blanquiado! Que revienten mis oídos, quiero desembrujarme... Porque
hoy sin esperarla sorpresivamente vino de Orodó mi madre y fue al colegio donde
trabajo mientras yo estaba en un salón con alumnos; preguntó el rector por mi.. dijo
que era mi madre.
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Tras los cristales de los ventanales la veo observando todo con sus cabellos trenzados
en dos monas a la chocoana, su rostro sosegado, grandes candongas pendiendo de sus
orejas, su vestido aunque pobre con esmero arreglado, zapatos de pacotilla,
sosteniendo su aguerrido cuerpo de minera imperturbable sin las presunciones de
capitalina... la veo cimarrona pura ajada y ya encorvada por los avatares para
levantarme... Entonces mi disfraz responde ahogando mi alma: ella no es mi
madre!... y salgo más que a recibirla a despedirla!; me le acerco, no puedo
escabullirme de su cálido abrazo: salimos del colegio y llora, me ha escuchado decir:
ella no es mi madre!... Ella que tan buena fue conmigo llora... Yo también lloro ahora
de nuevo aferrado a su cuerpo para no derrumbarme mientras murmura – hijo mío, no
importa que me niegues, soy vieja, pobre y “fea”; soy una negra, siempre luché para
que a usted no lo pisotearan como a mí... venía mirar que lo había logrado... no
importa que usted tenga que negarme... -.
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Es tarde ya. Se aprietan las tinieblas de la noche... ahora puedo dormir como nunca
profundamente, me acomodo; tranquea a mi viejo catre, me cubro con pesadas
cobijas, me borran las sombras, duermo...
No puede ser!... grito automatizado. Sí mijo – insiste piadosa mi tía aún abrazándome
en medio de las corrientes afectivas de los de allí presentes dirigidos a mi – murió de
ataque al corazón... durante la tarde después de que regresó de visitarte estuvo todo el
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VACIO! VACIOOOOOOO
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