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El hombre como ser pensante y racional, en su mayoría, busca dar una explicación
lógica que sustente su existencia en globalidad y su porvenir, en pocas palabras, sería
encontrar una verdad que no puede ser manejada solo por algunos, sino compartida en su
mayoría. De la premisa anterior, se logra tomar la idea central que engloba a El libro de los
veinticuatro filósofos, ya que las ideas que se observan en un principio están centradas en el
neoplatonismo, donde imágenes, números y simbolismo ayudan a sostener las metáforas de
Dios como ser multiplicador y creador, que responden a la lógica creadora y que sostienen
importancia en la idea trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin embargo, estos
planteamientos se sostienen constantemente en la concepción circular de la trinidad que sería
procesión y regreso, porque como nos plantea el texto “todo el ser deriva de Dios y a él
retorna, del mismo modo, a la eterna procesión del Hijo (…) La bondad infinita del Espíritu
vive en el retorno a la unidad del centro” (p. 23). Esto refiere, a que Dios y todo lo que lo
rodea implanta la creencia de un mundo de procesión y regreso infinito a los patrones
establecidos, específicamente, en la biblia. La vida, en este sentido, era una replicación de la
biblia, lo que más adelante se planteará como la imposibilidad del desarrollo y progreso de la
sociedad, y específicamente del individuo porque lo estanca en un circular infinito. Aquel
concepto es constantemente utilizado en el libro para la explicación metafórica de la creación
que abarca la mónada y de modo que, puede explicar la idea de un tiempo y pensamiento
circular, y a su vez, la representación de la vida circular, pues esa era la verdadera
preocupación bíblica, lograr el éxito de reproducción de una sociedad que validara el canon
impuesto y lo replicara eternamente. Por ese motivo se puede comprender que la iglesia
escudada en el cristianismo logrará legitimar el orden social de la Edad Media, ya que “Dios
(…) irradia en el ser en sí mismo y en el todo” (p. 24), por eso penetra en la sociedad, y el
cristianismo puede así justificar su poder en la expresión de voluntad divina, pudiendo
jerarquizar y limitar al hombre en general.
Retomando las ideas de El libro de los 24 filósofos, se puede mencionar que fueron
tan acogidas como incomprendidas. Bien recibidas ante las propuestas que postula para
descifrar y responder a la pregunta “¿qué es Dios?” e incomprendido, en cuanto a la
multiplicidad de perspectivas para abordar la problemática. Esto último se puede observar
con la idea platónica con la que buscan definir a Dios, ya que si en el alma “existe” todo
aquello que Dios creador ha predispuesto, todo está a nuestra disposición. Esto quiere decir,
que el hombre sólo conoce aquello a lo que puede llegar por figuras arquetípicas, y sólo a
través de la razón puede llegar a Dios, sin embargo, con esa premisa existe un límite en el
pensamiento del individuo, porque la univocidad pone el acento en que cuando se dice algo
del ser siempre va a ser lo mismo (idea de pensamiento circular), pero en realidad la
existencia resulta ser equívoca, debido a que todos los individuos son distintas particiones de
un ser, es decir, se podría afirmar que hay más y que no necesariamente hay que volver a la
esencia del ser. Para Agustín, Dionisio y Eriúgena, Dios no puede ser explicado por medio de
palabras, pues se encuentra más allá de los conocimientos del alma, él resulta ser
pensamiento de sí mismo, se halla más allá de todas las ideas, de allí la premisa de
trascendencia. En el mismo modo en que Dios resulta ser inalcanzable, se encuentra la
existencia del amor en él, pues ha creado al hombre a su imagen y semejanza en acto de aquel
sentir entre y la criatura, por lo que, también le ha dado al hombre la libertad que él mismo
posee, lo que le permitiría al hombre pensar más allá y romper la idea del pensamiento
circular que lo limita.
Se podría señalar, que los veinticuatro filósofos terminan exponiendo definiciones que
se sustentan en las ideas ya expuestas, pues se valen de la nominalización de las ideas, de la
mónada, de la matemática y de todo elemento que logre articular una metáfora, que en sí
misma, consiga evidenciar la perfección de este creador. En resumidas cuentas, la metáfora
de la esfera representa la vida misma, como menciona Boecio, Dios es unidad, y la unidad es
la ley universal del ser, es decir, Dios es el creador y el mundo su criatura, sin embargo, por
su trascendencia, él no se confunde con la humanidad ni se deja alterar por ella. Si Dios
resulta ser tan maravilloso como los veinticuatro filósofos nos han expuesto en base a
metáforas que, en esencia, todas resultan apuntar a la misma idea, por qué se sigue
manteniendo la circularidad si se sabe que difícilmente llegue a un punto donde el retorno de
principio y fin no sea Dios.
Ahora bien, como bien es sabido, cada libro se crea bajo un contexto determinado, un
claro ejemplo viene a ser la biblia, la que nos presenta una visión limitada del testimonio que
recoge la experiencia que sería vivir a Dios o la misma religión, porque no da pie a un
análisis racional, esta no presenta la explicación de un todo y tampoco mantiene la verdad
absoluta, pero aun así presenta una gran influencia que muchas veces anula el discurso de la
razón y fe para llegar él. Resulta que, la biblia sólo está respondiendo a un patrón cultural y
los problemas de la época, es por esa razón, que en la medida en que la sociedad va
cambiando y los filósofos van exponiendo nuevas teorías que cuestionan las de un principio,
que muchas veces se va a centrar más en el individuo y su experiencia empírica. Sin
embargo, volviendo a la noción de razón y fe, los argumentos que se han expuestos tienden a
responder a verdades intuitivas que constituyen la idea “de un saber teológico policéntrico
(...) y su explicación en términos análiticos y discursivos, conduce, a lo largo de un camino
de impulsos y rigor racional, hacia la luz incognoscible e infinita naturaleza divina” (p.11),
esto demuestra que sí la existencia de Dios es axiomática, quiere decir que se nos está
exponiendo una sola verdad, qué hay realmente con el pensamiento que pueda salirse de esta
verdad que se volverá más mística que filosófica. No por nada Auerbach se refería a la
cosmovisión bíblica de la Edad Media, en contraste con a la noción de Paideai griega y
específicamente a los relatos homéricos, como:
acaeceres cotidianos de aquel entonces, para lo cual el método exegético suministraba
las bases. Cuando esto ya no puede hacerse, a causa de un cambio de ambiente
demasiado violento, o por el despertar de la conciencia crítica, la pretensión de
dominio se encuentra en peligro, el método exegético es despreciado y abandonado,
los relatos bíblicos se convierten en viejas leyendas y las doctrinas que se han
desgajado de ellos pierden su cuerpo, y ya no penetran en la realidad sensible o se
volatizan en el fervor personal. (Auerbach p.13).
La cita es la respuesta a la reflexión planteada sobre lo limitado que resultan ser las
sentencias de los filósofos y también el pensamiento circular que englobó toda la época,
ayudó a levantar cuestionamientos que dio el paso de la escolástica a la vía nova, para luego
llegar al pensamiento moderno, donde se logra establece que el ser humano pasa de ser finito
a infinito, tomando más importancia él y saliéndose del tema Dios, y hasta cambiando su
modelo jerárquico social-espacial.
En conclusión, el libro a través de las sentencias nos expone definiciones que más allá
de dejar en claro o ser determinante para la comprobación de ese Dios como ser creador, hace
levantar nuevos cuestionamientos que nacen de la misma razón, y que buscan encontrar la
verdad, sin ser limitados. El modelo de filosofía de la Edad Media sólo responde a unos
pocos, no todos pueden acceder a ese conocimiento y, por ende, al plantear estos axiomas de
la existencia absoluta de Dios existía restricción a poder abrirse a nuevas formas de tomar la
razón. Además, hay que considerar que muchos de los pensadores filosóficos de la época
planteaban su pensamiento desde la posición cómoda de ser eclesiásticos, por lo que difícil le
resultaría salirse del modelo escolástico para definir la existencia o a Dios mismo, en base a
filosofía y razón. Solo me queda por comentar que es Dios mismo en su grandeza que coarta
la experiencia propia del hombre, si bien el cristianismo logró poner cierto “orden” y a
responder cuestionamientos sobre la vida en general, también limitó el uso de la razón para el
conocimiento propio del ser humano, siendo difícil de entenderse a sí mismo, debido a que
más que dar respuestas, el cristianismo y la imagen de ese Dios, se presentaban, desde mi
punto de vista, como un adoctrinamiento que comprimía la visión de mundo del hombre a un
solo ser y por ende, a este no le permitía ser en sí.
Bibliografía
El libro de los veinticuatro filósofos, Edición de P. Lucentini, 2002, Traducción C.
Serna y J. Pòrtulas, Siruela- Biblioteca medieval IX, Madrid
Auerbach, Erich. "La cicatriz de Ulises." en: Mimesis. La representación de la
realidad en la literatura occidental. Digital.