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2.

Justificación patrística de la preocupación teológica por el análisis socio-político


Resumen1 y reflexiones por Juan Hernández Pico, S.J.
2.1.- Desde el punto de vista de la opción por los pobres.
Veamos, entre los Padres griegos, a:
San Basilio (330-379)
Sobre Lc 12, 16ss, Parábola del Rico Insensato:
- Insensibilidad del rico (cfr., p. 17). Comparar con insensibilidad de los ricos en
A.L., como parte de quienes en el mundo se adhieren al sistema capitalista en su
versión neoliberal globalizada.
- Acumulación insaciable (ibid.)
- Negación del papel de “administrador” de la riqueza (ibid.)
- (reflexión: todo ello presupone fe en Dios como “luz para buscar y encontrar
soluciones plenamente humanas” a los problemas en este mundo –GS 11-)
- Insensibilidad ante los sufrimientos de los pobres (ibid.).
- Desde los pobres, la lucha entre la tiranía del hambre y el amor del padre (vender a
sus hijos; hoy, prostituirlos, enviarlos a la migración, engancharlos en empleos con
salarios de hambre –p.ej. en El Salvador en la zafra, con $ 100.00 al mes, etc.) (ibid.
p. 18)
- “Si quieres graneros, ahí tienes las casa de los pobres” (ibid.)
- “Así son los ricos por haberse apoderado primero de lo que es de todos, se lo
apropian a título de primer ocupante (refl.: jurídicamente, primi capientis). Si cada
uno tomara lo que cubre su necesidad y se limitara a dejar lo demás para quienes lo
necesiten, nadie sería rico, pero nadie sería tampoco pobre” (ibid. p. 19). Refl.: Hoy
Ellacuría lo formula como “la civilización de la pobreza” vs. la “de la riqueza”, o
según otros, con miedo al sonido “de la pobreza”, “la civilización de la sobriedad
compartida” (ibid., 19, nota 2).
- “Avaro [eres]…, y ladrón… si estás apropiándote de lo que se te dio solo para que
lo administrases” (Ibid., p. 19).
- Apelación a Mt 25 (Ibid., p. 19)

Sobre Mt 19, 16ss, el joven rico que se fue triste:


- “Aparece…digno de alabanza y de censura y sin remedio…Pues reconoce al
Maestro verdadero y…[quiere] saber cómo conseguir la vida eterna. Pero…
no…grabó en su corazón [sus] enseñanzas, ni se decidió a ponerlas en práctica, sino
que, obnubilado por su avaricia, se retiró triste. Esto demuestra…la profunda
división consigo mismo.” Refl.: Se trata de un desenmascaramiento denunciante,
“porque, si es verdad lo que dices, de que has guardado desde tu juventud el
mandato del amor, y has dado a cada uno tanto como a ti mismo, ¿de dónde te viene

1
Ver: González Faus, J.I., Vicarios de Cristo, Trotta, 1991
esa abundancia de riqueza? Porque el cuidado de los pobres hace desaparecer las
riquezas...de modo que quien ama al prójimo como a sí mismo, no posee nada más
que su prójimo… Por tanto, en la medida en que abundas en riquezas, en esa misma
medida estás falto de caridad… (Ibid. p. 20)
- Refl.: Hay aquí ya, hace casi 1800 años, una denuncia de los deseos superfluos
imaginados como necesidades imprescindibles. El “diablo” tiene hoy el nombre de
“publicidad propagandística”: “…la verdad es que la mayor parte no pone tanto afán
en tener dinero por razones de comida y vestido, sino que el diablo se ha dado
buenas mañas en sugerir a los ricos infinitos pretextos para gastar: de modo que se
busca lo inútil como necesario, y nada les basta para sus necesidades imaginarias.”
(Ibid., pp 20-21)
- Refl: Denuncia Basilio las prácticas religiosas que satisfacen el ego y permiten
olvidar sin escrúpulos la palabra de Dios en la Carta de Santiago: “Una religión pura
e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su
necesidad y en no dejarse contaminar por el mundo” (Sant 1, 27): “Yo sé de muchos
que ayunan, hacen oración, gimen y suspiran, practican toda piedad que no
suponga gasto, pero no sueltan un dólar para los necesitados. Y ¿de qué va a servir
toda esa piedad? ¡No se les admitirá en el reino de los cielos!... En cambio, los que
discurren sensatamente habrán de pensar que las riquezas han sido dadas para
administrarlas, no para gastarlas en placeres y, caso de desprenderse de ellas.
Habrán de alegrarse como quien devuelve lo ajeno, no irritarse como aquel a quien
se priva de un bien propio. ¿Por qué, pues, te entristeces y te abate la pena cuando
oyes decir: ‘vende cuanto tienes’? ¿Qué responderás al juez, tú que revistes las
paredes y dejas desnudo al hombre? ¿Tú que adornas a los caballos y ni siquiera te
dignas mirar a tu hermano cubierto de harapos? ¿Tú que dejas que se te pudran los
alimentos y no alimentas a los hambrientos? ¿Tú que guardas el dinero y desprecias
al que muere por no tenerlo? ” (Ibid. pp. 21-22). Reflexionemos hoy en los trojes
repletos de cosechas superabundantes de cereales que se almacenan para que no
bajen los precios y no se usan para saciar el hambre en el mundo. O en la
especulación financiera que crea crisis como la que nos persigue desde 2007.
- Refl: En el fondo todo está la idea de Dios: Dios es compasión y misericordia. De
ahí la consideración final, aunque está mezclada con una imagen de Dios también
como Justicia. “¡A cuántos pobres no podría sacar de sus deudas un solo anillo
tuyo! ¡Cuántas casas que están cayéndose podría levantar! Una sola de tus arcas de
vestidos podría vestir a un pueblo entero que titita de frío. Y, sin embargo, nada se
te da de despachar al pobre con las manos vacías, sin temor alguno a la Justicia
eterna. No has sido misericordioso y tampoco alcanzarás misericordia…” (Ibid. p.
22)
- “Es como los borrachos, que si les pone más vino delante se les da más ocasión de
beber. Igual los ricos: cuanto más poseen más desean poseer…no les alegra lo que
tienen, por mucho que sea, sino que les entristece lo que les falta (o se imaginan
ellos que les falta)… (Ibid., p. 23)
- Refl.: Consideremos la gran actualidad de las siguientes palabras: “¿Hasta cuándo
habrá riqueza que sea causa de guerras, po la que se fabrican las armas y se afilan
las espadas?” O de estas otras: “Pero es que quiero gozar primero de mis bienes
durante mi vida. A mi muerte ya haré herederos a los pobres…Eso es: cuando ya no
estés entre los hombres te vas a volver un filántropo, amante de la humanidad.
Cuando te vea hecho un cadáver, te llamaré enamorado de tus hermanos. Muchas
gracias por tu generosidad: yaciendo en el sepulcro y disuelto en polvo, te has
vuelto magnánimo y magnífico en tus gastos.” (Ibid. p. 23) Refl.; Pensemos en
cuántos salarios bajos en las empresas de los ricos y cuántas Fundaciones creadas
para perpetuar la memoria de la generosidad de los ricos después de su muerte.
(Ibid., p. 23)

Homilía en tiempo de hambre.


- “¿Cuál es la causa de todos estos desórdenes?... ¿Es que no hay quien gobierne el
universo? ¿Es que Dios, el mejor de los creadores, se ha olvidado de la historia? No,
la causa por la que no somos gobernados de la manera ordinaria es clara y patente.
Nosotros recibimos, pero no damos a nadie… Si Dios parece dejarnos de su mano
es porque nosotros hemos dejado al prójimo de la nuestra. La tierra se seca porque
el amor se ha marchado de ella. Por consiguiente, ya que estamos dotados de razón,
no nos mostremos más brutos que los animales. Estos usan como bien común lo que
produce la tierra. Rebaños de ovejas pastan sobre un monte único, caballos
innumerables se apacientan también en una sola y misma llanura, y todos ceden
unos a otros el goce del sustento necesario. En cambio nosotros escondemos en
nuestros bolsillos lo que es común y poseemos solos lo que es de muchos (Ibid., p.
24)

¿Implica lo dicho una desvalorización de los bienes de este mundo?


- En primer lugar hay que responder que si… fueran de suyo malos, no habrían sido
creados por Dios. “Toda creatura de Dios es buena, y ninguna debe ser rechazada
(1Tim 4, 4). Y en segundo lugar, el mandamiento del Señor no nos dice que
hayamos de rechazar los bienes…sino que los administremos… De modo que una
administración de ellos conforme al mandato del Señor, es ayuda grande para
muchas cosas necesarias (Ibid., p. 24.

San Juan Crisóstomo (244?-407)


Inhumanidad del rico
La verdadera humanidad está en amar a los pobres
- “Debes procurar ser un hombre para que la naturaleza no resulte mentirosa al
llamarte así…Me dirán que son hombres. Pero con frecuencia se es hombre solo de
nombre, no de sentimientos. Si yo veo que viven irracionalmente, ¿cómo llamarlos
hombres y no bueyes? Si veo que son rapaces, ¿Cómo voy a llamarlos hombres y no
lobos?”(Ibid., p. 30) “El rico será un hombre si ama al pobre, pero si se pierde todo
en sus negocios es una encina, si es de ánimo feroz será un león, si es rapaz será un
lobo, si taimado una serpiente…Aprende, pues, de una vez en qué está la calidad del
hombre…” (Ibid., p. 30, nota 1)

El rico es una persona esclavizada, aborrecida y adulada


- “Un esclavo no teme a su amo ausente. Pero el rico lleva dentro por todas partes a
su propio tirano. A donde quiera que vaya, va con él su pasión por la riqueza...Y…
en todas partes suscita envidias… (Ibid., pp. 30-31)
- “Me dirán: “Ya estás otra vez metiéndote con los ricos” Si ustedes no se hartan de
devorar y tragarse a los pobres, yo no me harto de echárselo en cara… “No te
persigo, sino que te llamo. Entra tú también el rebaño…Hablando como hablo,
hablo en favor tuyo, aunque tú no te des cuenta…No te persigo a ti sino a tu pasión.
No hago la guerra a ti sino a tu maldad. (Ibid. p. 31)

Las riquezas son buenas, si se comparten


- “Ya se lo he dicho mil veces: las riquezas, acompañadas de buenas obras, son
buenas ellas también.” (Ibid., p. 31)
- “El compartir radica en la naturaleza misma del cristiano… Por ahora solo pido que
recorten lo superfluo y se contente con lo suficiente. Y lo suficiente se define por la
necesidad de aquellas cosas sin las que no es posible vivir. Nadie pretende quitarte
el sustento necesario; pero estoy hablando de sustento, no de deleites; estoy
hablando de vestirse, no de lujo en el vestir. O por mejor decir: si miramos las cosas
hasta el fondo, el mayor placer está en la sobriedad.” (Ibid. p. 32)

Injusticia original de la riqueza


“Díganme ustedes, por favor: ¿De dónde proceden sus riquezas? ‘¿De mis abuelos por
medio de mi padre?’ … ¿Son capaces de irse remontando así por la familia y demostrar que
lo que poseen lo tienen justamente? No son capaces. El principio y raíz siempre es
forzosamente la injusticia. ¿Por qué? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre a
otro, ni tomó a uno y le dio grandes yacimientos de oro, privando al otro de este hallazgo.
No, señor, Dios puso delante de todos la misma tierra. Y, ¿cómo, siendo común, posees tú
hectáreas y más hectáreas, y el otro ni un terrón? ‘¡Me las transmitió mi padre!’, me
contestas. Y él, ¿de quién las había recibido? ‘De sus antepasados’. Pero es necesario
remontarnos aún más arriba y llegar al principio…
Y vamos a suponer que la riqueza sea justa y limpia de toda rapiña y que tú no eres
responsable de lo que robara tu padre. Lo que posees es fruto de rapiña, pero no lo robaste
tú. Y vamos a suponer que tampoco lo robó tu padre… ¿Diríamos solo por eso que la
riqueza es buena? De ningún modo. Y ustedes me replican: ‘¡Pero tampoco mala!’ No será
mala si tú no eres avaro y das de ella a los necesitados. Y tú insistes: “No señor. Mientras
no haga un mal, aun cuando no haga bien, no es mala’.
Muy bien: y ¿acaso no es mal tener uno solo lo que son bienes del Señor y gozar uno solo
lo que es común? ¿O es que no dice la Escritura: ‘Del Señor es la tierra y todo cuanto la
llena’? Pues si lo que tenemos pertenece al Señor común, también pertenece a los que son
siervos suyos como nosotros. Lo que es de Dios es todo común. ¿No te das cuenta de que
ese mismo es el orden establecido en las grandes casas? A todos se les da por igual su
ración de alimento, pues sale de los graneros del amo. La casa señorial está abierta en la
misma medida a todos los siervos. Comunes son también todas las cosas del Imperio: las
ciudades, las casas o los paseos son comunes a todos. Todos participamos de eso por igual.
(Ibid. pp. 32-33).
Si no pueden recordar todo lo que les he dicho, les suplico que se queden para siempre con
esto, que vale por todo: que no dar a los pobres de los bienes propios, es robarles y atentar
contra su vida. Recuerden que no retenemos lo nuestro sino lo de ellos (Ibid. p. 34)
La riqueza no es para Dios sino para los pobres
- Reflexión: El siguiente trozo es muy importante para ver que los reclamos post
Vaticano II en favor de una fe que no se contiene solo en la religión ni solo se
contenta con ella. provienen ya de los Santos Padres, ambos en seguimiento del
Evangelio.
- “En la última cena no era de plata la mesa ni la copa en que el Señor dio a sus
discípulos su propia sangre. Y, sin embargo, ¡qué precioso era todo aquello y qué
digno de veneración, como rebosante que estaba de Espíritu Santo! Así que si
quieren honrar de verdad el cuerpo de Cristo, no consientan que esté desnudo. No le
honren aquí con vestidos de seda, mientras que fueran le dejan perecer de frío y
desnudez. Porque el mismo que dijo “este es mi cuerpo”, es el que dijo “me vieron
hambriento y no me dieron de comer”. Y su palabra fundamenta nuestra fe.
- El sacramento no necesita preciosos manteles sino almas puras. En cambio los
pobres sí que requieren mucho cuidado. Aprendamos, pues, a pensar con
discernimiento y a honrar a Cristo como él quiere ser honrado. Porque la honra más
grata para aquel que la recibe es la que él mismo quiere, no la que nosotros nos
imaginamos. Pedro pensaba honrar al Señor no permitiendo que le lavara los pies, y
eso no era honra sino todo lo contrario. Así pues, dale al Señor el honor que él
mismo quiere, empleando tu riqueza en los pobres. Porque Dios no tiene necesidad
de vasos de oro sino de almas de oro.
- El Señor acepta ciertamente las ofrendas, pero mucho más la limosna. Pues en este
caso solo se aprovecha el que da; en el otro, el que da y el que recibe. En las
ofrendas es posible que solo se trate de un afán de presumir. En la limosna la
caridad lo es todo. ¿Qué le aprovecha al Señor que su mesa esté llena de vasos de
oro si él se consume de hambre? Sacien primero su hambre y luego, si sobra,
adornen también su mesa. ¿O van a hacer un vaso de oro y después no darle un vaso
de agua? ¿Y de qué sirve que cubran su altar de paños recamados de oro, si a él no
le procuran ni el abrigo indispensable?” (Ibid., p. 35).

Por lo que toca a los Padres latinos, veamos a:


Lactancio (250-317?)
Los cristianos nos consideramos todos iguales
- “…si nos llamamos recíprocamente, es porque nos consideramos todos iguales… no
existen para nosotros siervos, sino que a los mismos siervos los llamamos y
tenemos por hermanos en espíritu y servidores del mismo Dios que nosotros… Y
las riquezas tampoco son causa de superioridad entre nosotros, salvo cuando se
emplean en obras de solidaridad… Pues la justicia consiste en hacerse igual a los
inferiores, y cada cual estará más alto cuanto más justo sea…
- Muchos…, como los pobres no les pueden recompensar con nada, estiman que se
gasta inútilmente todo lo que se emplee en socorrerles. Este es el fundamento último
de aquella detestable sentencia de Plauto: ‘No merece alabanza quien alimenta al
mendigo, porque pierde aquello que da, y alarga una vida miserable en el pobre”.
(Ibid., p. 51)

Los préstamos a usura son una injusticia


- “Y si alguien presta dinero, no reciba usura, para que no pierda todo su mérito de
socorrer en la necesidad, y se abstenga de tomar lo ajeno. Conténtese con recibir lo
suyo, y esté dispuesto incluso a perder algo de ello para hacer el bien. Que es injusto
recibir más de lo que se presta. El que obra así se enriquece a costa de la necesidad
del otro.” (Ibid., p. 52)

San Jerónimo (347-419)


Sobre la injusticia de la riqueza
- “Con razón habla el Evangelio de riquezas “injustas” [Lc 16, 9], pues todas las
riquezas no tienen otro origen que la injusticia y no se puede hacer uno dueño de
ellas a no ser que otro las pierda o se arruine… Oye al Apóstol que nos enseña: ‘no
se trata de que para otros haya desahogo y para ustedes escasez, sino que su
abundancia alivie justamente la escasez de ellos, para que también su abundancia
alivie vuestra penuria’ (2Cor 8, 14). Por eso dice el Señor en el evangelio: ‘El que
tenga dos túnicas que dé una al que no tiene ninguna’ (Lc 3, 11)…Y si uno se viera
sometido a los fríos del Norte o a las nieves de los Alpes, que para soportarlo hacen
falta no dos ni tres túnicas, sino incluso las pieles de las bestias, ¿estaría obligado a
desnudarse para vestir a los demás? Por aquí se ve que con la palabra ‘túnica’ se
expresa todo lo necesario a nuestro cuerpo para remediar la debilidad del hombre,
que nace desnudo y sin defensas naturales contra el frío… Por eso dice el Apóstol:
‘Teniendo qué comer y con qué cubrirnos ya no deseamos más’ (1Tim 6, 8). Por
tanto: si tienes más de lo que necesitas para vestir, distribúyelo a los que no tienen,
y reconoce que les eres deudor de ello. (Ibid., p. 53)

Sobre el rico Epulón (Lc 16, 19-30)


- [Al rico Epulón no se le acusa en la Escritura de poseer sus riquezas inicuamente,
nio de haberlas derrochado con meretrices, ni de ser asesino o de haber cometido
cualquier otra atrocidad. Si examinas lo que dice el evangelio, verás que su mayor
pecado entre todos los pecados fue su soberbia: en su hartura y en su abundancia no
tuvo conmiseración de aquel que estaba echado a su puerta cubierto de llagas. Se
ensoberbeció con tantas riquezas y placeres, y despreció la pobreza de Lázaro [refl.:
ver el vínculo entre soberbia e insolidaridad.]. No tuvo en cuenta los sufrimientos de
los pobres ni los derechos comunes de la humanidad, ni la necesidad de que el
hombre tenga una sensibilidad humana [refl.: una vez más, la humanidad] Y, en las
calamidades humanas se compadezca de algún modo de los que son de su misma
condición”. (Ibid., pp. 53-54)

El pobre es un semejante nuestro


- “Ya sé que hay muchos ricos a quienes la pobreza les revuelve las tripas, aunque
sean piadosos, y por eso suelen recurrir a la mediación de otros para practicar la
solidaridad y son misericordiosos con el bolsillo más que con las manos. No quiero
atacar a estos ni interpretar su debilidad temperamental como falta de fe. Pero si soy
comprensivo con la sensibilidad de estos, no puedo menos de empeñarme en
ensalzar hasta los cielos la calidad y la fuerza del amor. La grandeza de su fe
sobrepasa todas estas repugnancias… Aquel al que despreciamos y no podemos
mirar porque su vista nos da náuseas, es un semejante nuestro, hecho del mismo
barro y los mismos materiales que nosotros.” (Ibid. p. 54)

San Ambrosio de Milán (339-397)


Sobre 1Re 21: La viña de Nabot y el Rey Ajab y su esposa Jezabel.
El destino común de la tierra:
- “La tierra ha sido creada en común para todos, ricos y pobres…Ustedes, ricos, no
desean tanto poseer como quitar a los demás lo que tienen, Cuidan más de expoliar
a los pobres que de su propia ventaja…El mundo ha sido creado para todos, y unos
pocos ricos intentan reservárselo…” (Ibid. p. 55)
- “Me replicarán lo que suelen decir ustedes, los ricos: que no debemos socorrer al
que Dios maldice y quiere que sufra necesidad. Yo te digo que los pobres no son
malditos, ya que está escrito: ‘Bienaventurados los pobres porque de ellos es el
reino de los cielos’. Y no del pobre, sino del rico, dice la Escritura: ‘Maldito sea
quien recibe usura del trigo’ (Prov 11, 26).” (Ibid. p. 56)

Por lo tanto, al dar de lo tuyo estás pagando una deuda:


- “El pan que das al pobre te alimenta a ti. Porque quien se compadece del necesitado
se cultiva a sí mismo con los frutos de su humanidad [refl. Una vez más aparece la
cuestión de quién es verdaderamente humano.] … Porque no le das al pobre lo tuyo,
sino que le devuelves lo suyo. Pues lo que es común y ha sido creado para uso de
todos, estás usurpándolo tú solo… Por eso, al ayudar, no das gratuitamente lo que
no debes, sino que pagas una deuda” [refl. Una vez más, la cuestión del compartir
como pago de deuda].
Esclavitud de la avaricia:
- [Y una vez más, la cuestión de la servidumbre de la avaricia.] “Pero todo el que usa
de su patrimonio a su arbitrio, que no sabe dar con largueza y repartir a los pobres,
es siervo de su hacienda en lugar de ser señor de ella”. (Ibid. p. 56)
- [una

Reiteración de Mateo 25
- “Quien se burla del pobre irrita al que lo creó. Y llegará el día en que dirá: ‘tuve
hambre y no me diste de comer’. Por lo tanto, pongamos todo nuestro empeño en no
causar ningún ultraje a cualquiera de estos pequeños, para que no sienta el Señor
que le injuriamos a él mismo en ellos”. (Ib. P. 58)

Relación entre el ser la tierra común a todos y la misericordia


- …la misericordia…se ejercita primero con los pobres, en el hecho de juzgar común
lo que da la tierra y lo que produce la naturaleza para uso de todos, y que lo que
tienes tú lo distribuyas entre los pobres, y ayudes a tus compañeros y semejantes.
(Ibid. p. 58)

Los pobres, por humanos, son más tesoros que el oro


- ¿Por qué han tolerado que tantos pobres murieran de hambre, cuando poseían
ustedes oro con el que procurar su alimento? ¿Por qué tantos esclavos han sido
vendidos y maltratados por sus enemigos sin que nadie los haya rescatado? ¡Mejor
hubiera sido conservar los tesoros vivientes que no los tesoros de metal! (Ibid. p.
59)

Tan preciosos como los cálices que contienen la sangre del Señor son los que sirven para
rescatar personas de la muerte
- “Los misterios de la fe no requieren oro, y lo que no se puede comprar con oro
tampoco se dignifica más con el oro. El ornato de los sacramentos es la redención
de los cautivos. Vasos verdaderamente preciosos son los que sirven para redimir a
los hombres de la muerte.” (Ibid. p. 59)
- Juan Pablo II se expresó así en la encíclica “La Preocupación por la cuestión social”
(Sollicitudo rei sociales, 1987), actualizando a los Santos Padres: “Ante los casos de
necesidad no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los
objetos preciosos del culto divino; al contrario, podría ser obligatorio enajenar estos
bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ella. Como ya se ha
dicho, se nos presenta aún una jerarquía de valores –en el marco del derecho de
propiedad- entre el tener y el ser sobre el cual el tener de algunos puede ser a
expensas del ser de otros” (Srs 31). Actualizó así una cita de San Juan Crisóstomo
que incluía manteles y lámparas de adorno, pero que también es coherente con el
trozo de San Ambrosio mencionado inmediatamente antes. [Comenta González
Faus: “Puede que no esté mal evocar también el poquísimo caso que le hemos hecho
en la Iglesia.” (Ibid. p. 59, nota 6]

San Agustín (354-430)


[Escribe González Faus: “Pese a su importancia en la tradición teológica, san Agustín no
brilla particularmente como profeta de los pobres. Más bien se inicia con él una corriente
que será más rígida en lo sexual que en lo social, y que estará más atenta a los derechos de
los “buenos” (poco a poco identificados con la Iglesia) que a los derechos de los “hombres”
(infieles o fieles)… A pesar de esto, Agustín repite en varios momentos algunas enseñanzas
de la tradición precedente. Como por ejemplo estas cuatro: la injusticia de la riqueza, la
necesidad de dar lo superfluo, la ‘hipoteca social’ de la propiedad y la dignidad del pobre.
Citaremos un ejemplo de cada uno de estos puntos.]
- Sobre la injusticia de las riquezas

“ ‘Hazte amigos con las riquezas injustas’ (Lc 14, 9). Las riquezas son injustas o
porque las adquiriste injustamente, o porque ellas mismas son injustas, por cuanto
tú tienes y otro no tiene, tú abundas y otro vive en la miseria. En cualquier caso,
hazte amigos con estas riquezas inicuas ( a las que los injustos llaman simplemente
riquezas) y obrarás sabiamente. ‘Inviértelas’ para no verte defraudado…”
- “Busquen lo que necesita la obra de Dios, no lo que necesita su codicia. Pues su
codicia no es obra de Dios como lo son su cuerpo, su alma y su figura. Investiga las
cosas que son necesarias y verás qué pocas son…Los bienes superfluos de los ricos
son necesarios a los pobres. Y siempre que posees algo superfluo, posees lo ajeno.”

- “En realidad, el oro y la plata pertenecen solo a aquel que sabe usarlos… Y es que
quien no usa justamente, no posee legítimamente. Y si alguien que no posee
legítimamente, se proclama dueño de algo, no será esta palabra de poseedor justo,
sino injusticia de usurpador sinvergüenza.” (Ibid. p. 60)

- “Que nadie sienta soberbia por dar al pobre. Pues Cristo fue pobre… que nadie sea
soberbio cuando socorre al pobre, ni diga en su corazón: yo soy el que recibe, yo le
admito en mi casa, él carece de techo. Quizá careces tú de cosas más importantes;
quizá ese a quien acoges es justo y si él necesita pan, tú necesitas verdad, él necesita
techo y tú el cielo, él carece de dinero y tú de justicia…

Miras al pobre y le desprecias; y no piensas que es hombre como tú. Hombre:


posesión querida y amiga de Dios. Hombre: por cuya causa ha sido afirmado el
cielo, extendido el mar, fundada la tierra…¿Vas a atreverte a despreciar al hombre
pobre por quien Dios creó tantas y tales maravillas, más aún, por quien el Hijo de
Dios asumió la carne humana…padeció muerte… y resucitó rescatando con su
sangre a aquellos a quienes el diablo tenía esclavizados… (Ibid. p. 61).

San León Magno (390-461)


Sobre la conexión entre la dignidad del pobre y la encarnación del Hijo en Jesús de Nazaret
- “Quien alimenta a Cristo en el pobre, coloca su dinero en el cielo… que el hombre
no tenga en poca estima a ningún hombre. No despreciemos la naturaleza que el
Creador hizo suya propia. ¿Acaso será lícito negar a cualquiera de los que sufren lo
que Cristo declaró que se empleaba en él mismo?... Hay algunos ricos que piensan
que ellos, aunque no suelen soltar un dólar para ayudar a los pobres de la Iglesia, sin
embargo, como guardan todos los demás mandamientos y actos meritorios de la fe y
de la moral, solo tienen una falta venial de una virtud. Pero resulta que esta virtud es
tan grande que, sin ella, nada aprovechan todas las demás, aunque las tengamos…
Esta virtud [la misericordia] es la que hace útiles a todas las virtudes.” (Ibid. p. 63)

2. Desde el punto de vista del amor a la Patria y el sentido de la historia.


“En el día 24 de agosto del año 410 entraron en Roma…las tropas de Alarico2, saqueándola
a hierro y fuego. Aquel acontecimiento hizo temblar a los espíritus más fuertes del
paganismo y de la cristiandad, con una depresión moral que no respetó a los altos ni a los
bajos”3. Era la primera vez, después de casi 800 años, que tropas extranjeras invadían la
ciudad de Roma, capital del Imperio.
Veamos algunas de las reacciones de los Santos Padres
San Jerónimo (347-419)
Mientras estaba en Belén embebido en un Comentario al profeta Ezequiel, le llega la
noticia
He aquí que de improviso me llega una noticia. Pammaquio y Marcela han perecido
durante el asedio de Roma; muchos también de nuestros hermanos y hermanas han
muerto en el Señor. Yo he caído en tal abatimiento que día y noche solo pensaba en
la salvación común; me consideraba como cautivo de los santos: no podía decir una
palabra antes de recibir la confirmación, y, pendiente entre la esperanza y la
desesperación, padecía el martirio de las desgracias ajenas. Pero cuando la más
brillante antorcha de la tierra se apagó; cuando el Imperio romano fue herido en su
misma capital; cuando, para hablar más exactamente, la tierra recibió un golpe
mortal con esta sola ciudad, yo quedé mudo; quedé totalmente anonadado y me
faltaban las palabras buenas; mi corazón se estrujó dentro de mí, y en mis
reflexiones se encendió el fuego (Sal 38, 4): Y me vino a la mente aquella sentencia:
La música en el duelo está fuera de tiempo (Eclo. 22, 6)4.
San Agustín (354-430)
“No menos sensible a la desgracia común de Occidente, Agustín [obispo] de Hipona seguía
con espanto las noticias que le llegaban de Roma:”
Horribles noticias nos han llegado de mortandades, incendios, saqueos, asesinatos y
otras muchas enormidades, cometidas en aquella ciudad. No podemos negarlo:

2
Alarico era un joven caudillo militar, de 35 años. Prácticamente era el gobernante de Iliria (un
territorio que, desde Albania, pasaba por Serbia, Bosnia, Montenegro y Croacia). Pertenecía al
pueblo visigodo, procedente de las tribus que ocupaban el este de Europa. Murió el mismo año de
410 mientras intentaba controlar el Norte de África, gran granero del Imperio Romano.
3
San Agustín, La Ciudad de Dios (1º), Madrid, BAC, 1977, p. 7*.
4
San Jerónimo, In Ezechielem Prophetam I, praef.: PL 25, 15.
infaustas nuevas hemos oído, gimiendo de angustia y pena y llorando
frecuentemente sin podernos aliviar. No cierro los ojos a los hechos: el correo nos
ha traído muchas cosas y reconozco que se han cometido innumerables barbaridades
en Roma.5
“La cristiandad de África se sintió profundamente conmovida, porque la romanidad era
entonces un título de libertad, nobleza y señorío; y en un momento todo se quedó en el aire
o se vino abajo, aun para muchos cristianos, para quienes el Imperio y el orden romano y la
eternidad de su capital –la ciudad eterna- eran los guardianes de la civilización mundial de
entonces.”6
Hans Küng comenta así esta situación excepcional:
“10. Un gran peligro amenaza al Imperio.
…Inseguridad y derrotismo se abrían camino por doquier: si puede caer Roma, la
antigua capital, ¿qué podía estar ya seguro? ¿Cuál había podido ser la causa? Las
respuestas a la catástrofe fueron muy diversas.
Respuesta 1: La respuesta de la antigua Roma pagana, de la aristocracia culta
pagana (junto con los habitantes del campo = pagani, los últimos no-cristianos) que
huía a Cartago, era obvia: se trataba de la venganza de los dioses de Roma. Los
cristianos tienen la culpa del derrumbamiento del Estado romano. Ellos habían
socavado la idea político-religiosa del Imperio romano, habían rechazado el culto al
emperador, minando de esa manera la autoridad del Estado, del derecho, del
ejército. Ellos habían desterrado a los dioses y entronizado en su lugar al dios de los
cristianos, habían puesto a la ciudad bajo la protección de Pedro, Pablo y de tantos
otros mártires. Los cuales, sin embargo, no habían podido ofrecer protección
ninguna contra el asesinato, el pillaje, la violación, la deportación y el exterminio.
Respuesta 2: La respuesta de la nueva Roma cristiana: aquella catástrofe era el
castigo de Dios. La antigua Roma, según el testimonio de los bizantinos, había
crucificado, a través de su prefecto en Jerusalén, al Mesías e Hijo de Dios, había
perseguido cruelmente durante siglos a sus discípulos, y, siendo ya cristiana, había
seguido tolerando dentro de sus muros, hasta el final, el paganismo. Por eso, la
segunda y nueva Roma, la cristiana Bizancio, ya había tomado el relevo hacía
tiempo a la vieja Roma, que al final recibe su merecido por una política errada y una
fe falsa. [Naturalmente, en esta segunda respuesta está fuertemente presente la
ambición de poder de Bizancio contra Roma, es decir la lucha entre el Oriente y el
Occidente del Imperio romano.]
Respuesta 3. La respuesta de Agustín. Él, africano y latino, rechazaba por completo
la existencia y el mito de la Segunda Roma y por eso nunca se hizo eco de un
Imperio cristiano como unidad global. Su respuesta, extraordinariamente matizada,
la da en su última y dilatada obra, La ciudad de Dios. Pues como sus cartas abiertas
y sus sermones hacían poco efecto en Cartago, su amigo Marcelo, tribuno y notario
de Cartago, ante tanta crítica pagana y ante tanta desorientación y derrotismo de los
cristianos, le había pedido que saliera otra vez a la palestra con una publicación de
más envergadura. Agustín acepta el reto, elabora un cuidadoso plan y publica en
varias etapas una nueva y vasta obra: los 22 libros de La ciudad de Dios, a los que

5
San Agustín, Sermo de Urbis excidio 3: PL 40, 718.
6
San Agustín, La Ciudad…, op.cit., p. 8*.
dedicó una gran parte de sus dos últimas décadas (413-426/27), durante las cuales
también escribió la mayoría de sus escritos anti pelagianos.
Los primeros diez libros, publicados apresuradamente, están dedicados a la
apología y a la polémica: los paganos, afirma, deberían ver en realidad que también
los antiguos dioses romanos fueron incapaces de mantener alejados de Roma el
hambre, las plagas y las guerras: piénsese tan solo en las Guerras Púnicas o en las
guerras civiles romanas. Comparado con la dura manera de proceder de los romanos
paganos, el comportamiento de los germanos cristianos casi puede ser calificado de
moderado. Es más: se puede considerar toda la historia de Roma como una larga
cadena de violencias y desgracias, que comienza con el fratricidio cometido por
Rómulo en la persona de Remo y que no se corresponde en modo alguno, porque
carece de justicia, con el Estado ideal que Cicerón describe en De re publica. El
objetivo del Estado es el mantenimiento de la paz en un orden basado en la justicia.
No se puede negar que lo que Agustín ofrece aquí es una atrevida –aunque
respaldada por innumerables citas de autores romanos- e inaudita desmitologización
de la historia de Roma.
Pero no solo es eso: al mismo tiempo presenta una desmitologización de los
antiguos dioses, un resumen de toda la apologética existente hasta entonces. No
solamente no son culpables los cristianos de la caída de Roma, sino que tampoco los
dioses son responsables del auge de Roma. Lo fueron, en lugar de ellos, las virtudes
–ambivalentes, por otra parte- de los antiguos romanos. Los dioses no solo carecen
de poder, sino que ni siquiera existen; sus atribuciones están repartidas de modo
arbitrario y se contradicen unas a otras. Dicho de otro modo: partiendo de la
distinción que hace Varrón entre una religión poética (religio fabulosa), política
(religio civilis) y natural (religio naturalis), Agustín –cien años después del giro
constantiniano- lleva a cabo una tan completa y razonada destrucción de toda la fe
greco-romana en los dioses que ya no fue necesaria ninguna otra apología posterior.
Pero Agustín se dirige también a los cristianos, quienes, de cara a los paganos y con
fines propagandísticos, aducían siempre como argumento, erróneamente, la
protección del Dios de los cristianos. El Dios en que creen los cristianos, dice
Agustín, no ha prometido en ningún momento que garantizaba bienes y dicha en
este mundo, para salvaguardar a los hombres de toda desgracia exterior. Quien cree
tal cosa no cree realmente en Dios ni comprende tampoco el sentido de su propia
vida. Ese sentido lo descubre solo quien es humilde de corazón ante Dios y quien,
en la peregrinación de esta vida, si no puede mantener siempre alejado el dolor,
puede, por lo menos, asumirlo. Solo el final traerá la liberación de todo mal y la paz
eterna. Hasta entonces, los sufrimientos pueden acrisolar y contribuir a buscar a
Dios, no solo por las ventajas terrenales sino por lo que Dios es en sí mismo. No hay
argumento al que Agustín no haya acudido en el curso de su obra para presentar una
teodicea de gran alcance, una justificación de Dios a la vista de tantos enigmas
insolubles como hay en este mundo. Y todo ello, con la meta de ayudar a fortalecer
la confianza ilimitada, la fe en Dios.
11. ¿Cuál es el sentido de la historia?
El destino del hombre, más aún, el destino de la humanidad: esa es para Agustín la
cuestión capital. Por eso su apología aboca, en los últimos doce libros, en una
interpretación a gran escala de la historia: el combate entre la “ciudad terrena”, el
Estado laico, la comunidad civil, y la “ciudad de Dios”, el Estado de Dios, la
comunidad de Dios. Esa gran confrontación entre Estado civil y Estado religioso es
el misterioso fundamento y sentido de la historia, que es al mismo tiempo historia
de la salvación y de la reprobación. Agustín describe su origen y comienzo, luego su
continuación a través de siete épocas, finalmente su final y su meta.
El origen de las dos comunidades civiles se remonta a tiempos remotos, cuando la
caída de los ángeles soberbios e híbridos hizo nacer, junto al Estado de Dios, un
segundo reino, el reino del demonio. Pero así se hizo necesario volver a llenar el
hueco abierto por la caída de los ángeles: cosa que llevarían a cabo los
predestinados del género humano, hasta que se volviesen a alcanzar el número
completo de los ciudadanos de Dios. Ahora bien, con el pecado de Adán, que abarca
así el Estado de Dios y el Estado del mundo, se repitió el pecado de los ángeles, la
soberbia, de tal modo que entonces se empezó a formar entre los hombres un Estado
terrenal, como polo opuesto al Estado de Dios. Sus primeros representantes son , por
un lado, Abel, el justo, y por otro, Caín, el constructor de ciudades, el fratricida, más
tarde Israel y los pueblos paganos, luego la ciudad de Dios, Jerusalén, y la ciudad
terrenal, Babilonia, y finalmente, al final de los tiempos, Roma, la nueva Babilonia,
y la Iglesia católica. Por eso, desde el inicio, son radicalmente distintos el Estado de
Dios y el Estado del mundo.
- Son distintos su señor y guía: por un lado, Dios; por otro lado, los dioses y
demonios.
- Son diferentes los ciudadanos: los elegidos, que adoran al Dios único y verdadero, y
los réprobos, que adoran a los dioses, los egoístas.
- Distinta es su actitud de fondo: el amor a Dios, que tiene sus raíces en la humildad y
que llega al desprecio de sí mismo, por una parte, y, por otra, el amor propio, que
tiene sus raíces en la soberbia y que llega al desprecio de Dios.

Así la historia del mundo, como la historia individual, transcurre en seis períodos
configurados según el esquema de la semana de la creación, la cual se convierte, en
la historia del mundo, en semana cósmica. Desde su creación, el mundo ha recorrido
seis grandes épocas. Para Agustín era una evidencia, desde la perspectiva de la
Biblia, el carácter perecedero de las culturas, la realidad de los cambios bruscos de
época y de los “cambios de paradigma” [esto último lo introduce Küng]. Ahora
bien, con Jesucristo vino al mundo en persona el señor del Estado de Dios: el
Hombre-Dios como punto culminante de la historia del mundo. Desde entonces, la
humanidad vive en el sexto día de la semana universal, en el tiempo final, al
término del cual estará el Juicio final. Ello se anuncia en la caída del último Estado
terrenal, el Imperio romano, que en la persecución de los cristianos se reveló como
el Estado del diablo, pero que tiene el mérito de haber asegurado la paz que también
aprovecha al Estado de Dios. No obstante, Agustín tiene una actitud desconfiada
incluso frente al Imperio cristiano, puesto que en él siguen actuando poderes
paganos. Sobre el futuro del Imperio romano (de Oriente o de Occidente), no dice
casi nada. En cambio, para él, es incontestable que el reino de Dios posee, en este
mundo terrenal, una figura empírica: la Iglesia católica. Ella es la encarnación
concreta, la forma visible del reino de Dios en la tierra, sin ser idéntica, por otra
parte, al reino de Dios, puesto que también en ella actúa el Estado terrenal. Agustín
está convencido de que solamente Dios conoce a los elegidos.

Agustín, evidentemente, no es un historiador en el sentido moderno, sino un teólogo


que interpreta la historia y que no se interesa preferentemente por la evolución de la
humanidad sino por el plan de Dios. Y sin embargo, a diferencia de Homero y
Virgilio, su objetivo no es la mitología de la historia, sino la verdadera historia y su
causa última. Sirviéndose de la Biblia y de los historiadores antiguos, Agustín
quiere alcanzar un doble fin: presentar innumerables detalles históricos con toda
clase de paralelismos y analogías, alegorías y tipologías, y, de ese modo, ofrecer
una sinopsis razonada de la historia universal, vista como la gran confrontación
entre fe y no fe, humildad y soberbia, amor y ansia de poder, salvación y
reprobación: todo ello desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad.. Por eso es
Agustín quien ha creado en el cristianismo la primera y monumental teología de la
historia cuya influencia se hará sentir en la totalidad de la teología medieval de
Occidente e incluso en la teología de la Reforma, y hasta en los umbrales de la
secularización de la historia con la Modernidad. Antes de Agustín no hubo en la
Antigüedad ni filosofía de la historia ni teología de la historia. Fue él quien dio
forma concreta a la idea judeo-cristiana –muy distinta de la imagen circular indo-
helenística- se que la historia es un movimiento que Dios dirige de modo lineal
hacia un final: la ciudad eterna de Dios, el reino de la paz, el reino de Dios.

Así pues, aquel “magnum opus et arduum”, aquella “obra grande y ardua” estaba
concluida. Pero apenas habían pasado dos años cuando Agustín, quien por entonces,
dada su avanzada edad, ya se había buscado un coadjutor con derecho de sucesión,
se enteró de que los vándalos, de religión arriana, que en el transcurso de una sola
generación habían atravesado toda Europa, desde Hungría y Silesia hasta España y
Gibraltar, avanzaban ahora por la costa norteafricana de Mauritania. En el 430
Numidia fue devastada por los vándalos, e Hipona llevaba ya tres meses en estado
de sitio. El anciano de 75 años, atacado por la fiebre, vio llegado su fin. Pidió que le
colgaran de la pared los salmos de penitencia de David y pasaba el tiempo en
oración. Siendo una persona a quien siempre le había gustado estar rodeado de
amigos y que detestaba estar solo, quiso morir en soledad. Agustín, el líder
teológico-espiritual indiscutido del norte de África, murió el 28 de agosto del año
439 –exactamente veinte años después de la conquista de Roma por los godos-,
antes de que los vándalos rompieran el cerco de defensa. La hegemonía mundial de
Roma estaba quebrantada también allí, en África, mas la teología de Agustín
conformaría la historia del mundo en otro continente, el europeo.
Pero hasta el día de hoy, aquel –pese a sus limitaciones- incomparable teólogo y
estilista nos hace pensar no solo en el sentido de la historia sino también en el
sentido de nuestra vida cuando, en las frases finales de su Ciudad de Dios, conjura
la séptima edad del mundo, aquel indescriptible e indefinible octavo día en que Dios
lleva a término la labor de la creación, la Iglesia alcanza la meta de su peregrinación
y el mundo reconoce a su Señor: “La séptima edad del mundo será nuestro sábado,
cuyo final no será la noche sino un eterno día octavo, el día del Señor, que
santificado por la resurrección de Cristo, prefigura el eterno descanso del espíritu e
incluso del cuerpo. Allí seremos libres y veremos, veremos y amaremos, amaremos
y alabaremos. Eso es lo que será el fin sin fin. Pues qué otro fin es el nuestro sino
llegar al reino que no tiene fin?”7

7
De Civitate Dei, XXII, 30.

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