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Cosmogonía Masónica

El simbolismo masónico es realmente fascinante, debido a las múltiples


perspectivas desde el cual se lo puede estudiar y los diversos autores que
se pueden tomar para entenderlo.

El carácter cosmogónico del simbolismo masónico es muy marcado, y


autores como Mircea Eliade, Joseph Campbell y, principalmente, René
Guénon permiten comprenderlo.

A continuación, presento un extracto de “Simbolismo Masónico y


Cosmogonía”, el tomo VII de mi colección “Secretos de la Masonería”, en
el que explico principalmente el significado cosmogónico de la logia
masónica.

La particularidad de este análisis es la utilización de gráficos geométricos


(basándome principalmente en “Símbolos Fundamentales de la Ciencia
Sagrada”, “El Simbolismo de la Cruz” y “La Gran Tríada” de Guénon), que
permiten una mejor comprensión del simbolismo en general y descubrir la
importancia fundamental del símbolo de la Cruz de Tres Dimensiones y de las
fases herméticas de Solve y Coagula.

Simbolismo Masónico y Cosmogonía


(Extracto)
Tomo VII de la Colección “Secretos de la Masonería”
Por

DIEGO FIGUEROA
diegofigueroa.masonologia@gmail.com
(Buenos Aires, Editorial Fiat Lux, 2011)

INTRODUCCIÓN
Usualmente, la Masonería se define como “un sistema de moral ilustrado
por símbolos y velado por alegorías”. A lo largo de sus grados, y decorando
las Logias en las que los masones se reúnen y practican sus rituales, es
posible observar un simbolismo muy variado. Pero los símbolos y rituales
masónicos no sólo poseen un significado moral o filosófico, sino que
también, principalmente, contienen un proceso iniciático y cosmogónico,
expresando conocimientos que pueden hallarse en las más diversas y
remotas culturas de la humanidad, teniendo un carácter auténticamente
Universal.

El propósito de este trabajo es exponer el significado iniciático de los


símbolos masónicos, considerados tanto individualmente como en el
conjunto que conforman en la Logia. Del mismo modo, explicaremos el
significado cosmogónico de los rituales y de la propia Logia masónica, la
cual es un símbolo del Cosmos y una síntesis de toda la Vía Iniciática.

EL SIMBOLISMO COSMOGÓNICO DE LA LOGIA


Los conocimientos cosmogónicos de la Masonería ocupan un lugar
destacado en el simbolismo espacial y temporal de la Logia masónica, el
cual detallaremos a continuación.

El Espacio y el Tiempo Sagrados


Según Mircea Eliade, existe, por un lado, un Espacio sagrado y
significativo y, por el otro, otros espacios no consagrados, sin estructura ni
consistencia. Esta “no-homogeneidad” del espacio constituye una
experiencia primordial equiparable a una “fundación del mundo”. La
ruptura operada en el espacio producida por la manifestación de lo
sagrado es lo que permite la constitución del mundo, ya que revela un
“punto fijo” absoluto, un “Centro”, el eje central de toda orientación futura.
Para vivir en el Mundo es necesario primero fundarlo, ya que ningún
mundo puede nacer en el “caos” de la homogeneidad y de la relatividad
del espacio profano. El descubrimiento de un punto fijo, el Centro, equivale
a la Creación del Mundo.

El umbral que separa los dos espacios indica la distancia entre dos modos
de ser: profano y sagrado. El umbral es la frontera que distingue y opone
dos mundos, al mismo tiempo que es el lugar donde se comunican y se
efectúa el tránsito del uno al otro. En el interior del recinto sagrado queda
trascendido el mundo profano, y es ahí donde se hace posible la
comunicación con los dioses, por lo que “debe existir una “puerta” hacia lo
alto por la que puedan los dioses descender a la Tierra y subir el hombre
simbólicamente al Cielo. El templo constituye, propiamente hablando, una
“abertura” hacia lo alto y asegura la comunicación con el mundo de los dioses”
[Eliade, Mircea. Lo Sagrado y lo Profano, pág. 29. Madrid, Guadarrama,
1967].
Todo Espacio sagrado, entonces, implica una irrupción de lo sagrado que
destaca un territorio del medio cósmico circundante y lo hace
cualitativamente diferente. Las técnicas de orientación, por lo tanto, son
técnicas de construcción del Espacio sagrado, pero esto no se trata de un
trabajo humano, sino que el ritual por el cual se construye el mismo es
eficiente en la medida en que reproduce la obra de los dioses. El “Caos”
deviene “Cosmos” por una repetición ritual de la cosmogonía, es decir, el
acto divino de la Creación. Es en estos Espacios sagrados, que
representan el Universo, donde tienen lugar las iniciaciones:
Su techo simboliza la bóveda celeste, el suelo representa la Tierra, las cuatro
paredes las cuatro direcciones del espacio cósmico. (…) Se trata, en suma, de una
idea arcaica y muy difundida: a partir de un Centro se proyectan los cuatro
horizontes en las cuatro direcciones cardinales [Ibídem, pág. 46].
Por otro lado, al igual que el espacio, el Tiempo no es homogéneo y
continuo. Existen, por un lado, los intervalos de Tiempo sagrado
correspondientes a las fiestas y, por otro, el tiempo profano, la duración
temporal ordinaria. Por medio de los ritos, es posible pasar de la duración
temporal ordinaria al Tiempo sagrado, el cual es un Tiempo mítico
primordial hecho presente. Toda fiesta sagrada, entonces, consiste en la
reactualización de un acontecimiento que tuvo lugar en un pasado mítico,
“al comienzo”, por lo que participar de las mismas implica salir de la
duración temporal “ordinaria” para reintegrar el Tiempo mítico
reactualizado por la misma fiesta.

Al igual que un recinto sagrado constituye una ruptura de nivel dentro del
espacio profano, la actividad sagrada que se celebra en su interior señala
una ruptura en la duración temporal profana, ya que se desarrolla en un
Tiempo sagrado. El Cosmos, además, es homologable al Tiempo cósmico,
es decir, el “Año”, ya que ambos son realidades sagradas y creaciones
divinas. Esta “solidaridad” cósmico-temporal se revela en la estructura
misma de los edificios sagrados, ya que el Templo, que es la imagen del
Mundo, también comporta un simbolismo temporal debido a que simboliza
a la vez al Año, el cual se concibe como un recorrido a lo largo de las
cuatro direcciones cardinales. Esto significa que toda construcción
sagrada no sólo rehace el mundo, sino que también “construye el año”, es
decir, se regenera el Tiempo creándole de nuevo, con el propósito de
santificar el mundo por medio de su intersección en un Tiempo sagrado:

… el Mundo se renueva anualmente; en otros términos: reencuentra en cada Año


Nuevo la “santidad” original que tenía cuando salió de manos del Creador.
Puesto que el Templo es a la vez el lugar santo por excelencia y la imagen del
Mundo, santifica el Cosmos por entero y santifica igualmente la vida cósmica.
Ahora bien: a esta vida cósmica se la concebía bajo la forma de una trayectoria
circular. Se identificaba con el Año. El Año era un círculo cerrado: tenía un
comienzo y un final, pero tenía también la particularidad de que podía “renacer”
bajo la forma de un Año Nuevo. Con cada Año Nuevo venía a la existencia un
Tiempo “nuevo”, puro y santo porque no estaba desgastado aún [Ibídem, pág.
68-69].
La cosmogonía, entonces, comporta igualmente la creación del Tiempo y,
debido a que es el arquetipo de toda “creación”, el Tiempo cósmico que
hace surgir la cosmogonía es el modelo ejemplar de todos los demás
tiempos. El Año Nuevo, en efecto, es una reactualización de la
cosmogonía, que implica la reanudación del Tiempo en su comienzo, es
decir, la restauración del Tiempo primordial, puro, fuerte y sagrado que
existía en el momento de la Creación.

Por otro lado, el Tiempo profano desgastaba al ser humano, a la sociedad


y al Cosmos. Para abolir este Tiempo profano, se efectuaban ritos que
simbolizaban el “fin del mundo”, el regreso del Cosmos al Caos. Al
participar simbólicamente en la aniquilación y recreación del Mundo, el
hombre era creado de nuevo y renacía a una nueva existencia. De este
modo, el hombre se hacía contemporáneo de la cosmogonía y asistía a la
Creación del Mundo, recomenzando con una reserva de fuerzas vitales
intacta, tal como lo había estado en el momento de su nacimiento.

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La Logia y el Cosmos
La Logia masónica se considera como un símbolo del Mundo o del
“Cosmos”. También se considera un Templo, es decir, un recinto sagrado,
cuyo interior es propiamente, por oposición a las “tinieblas exteriores” que
corresponden al mundo profano, “el lugar iluminado y regular”, donde todo
se hace según el rito, o sea, conforme al “orden”.

El simbolismo de su estructura también implica la fijación de un Centro, a


partir del cual se funda el Mundo, es decir, comporta una cosmogonía. Del
mismo modo, el suelo de la Logia representa la Tierra, mientras que su
bóveda representa el Cielo, a la vez que sus paredes simbolizan las cuatro
direcciones del espacio cósmico, lo cual implica tanto un Espacio como un
Tiempo sagrados.

A continuación, entonces, analizaremos el simbolismo cosmogónico de la


Logia masónica, además de las conexiones que posee con el propio
proceso iniciático.

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Simbolismo Espacial y Temporal


La Logia tiene una forma rectangular (o un cuadrado largo) y cada uno de
sus lados posee diversas correspondencias espaciales y temporales. En
primer lugar, cada lado se asocia a un punto
cardinal: Norte, Sur, Este y Oeste. Cada lado, además, se corresponde con
las fases del curso aparente del Sol durante el día: el Norte corresponde a
la Medianoche; el Este, por donde sale el Sol, a la Mañana; el Sur, donde el
Sol se encuentra en su meridiano más alto, corresponde al Mediodía; y el
Oeste, por donde se pone el Sol, a la Tarde. Del mismo modo, cada lado
se asocia con las estaciones por las que atraviesa el Sol a lo largo del año:
el Invierno corresponde al Norte, la Primavera al Este, el Verano al Sur, y
el Otoño al Oeste. En consecuencia, también se encuentran representados
los Solsticios y los Equinoccios: el eje Norte-Sur corresponde a los Solsticios
de Invierno y Verano, es decir, es un Eje Solsticial, mientras que el eje
Este-Oeste corresponde a los Equinoccios de Primavera y Otoño, es decir,
es un Eje Equinoccial.
Por otro lado, si bien no siempre se la representa, usualmente la parte
superior de la Logia se encuentra rodeada por la “Cadena de Unión”, que
es el símbolo del “marco” del cosmos, que “liga” y “une” todos sus
elementos entre sí y que posee un carácter celeste, lo cual explica su
posición. La Cadena de Unión tiene nudos de trecho en trecho, que son
usualmente doce, correspondiendo así a los signos del Zodíaco, el cual
constituye la “envoltura” del cosmos, es decir, el “marco celeste” en cuyo
interior se mueven los planetas. En algunas Logias, por lo tanto, en lugar
de la Cadena de Unión se representan los Signos del Zodíaco en la parte
superior de las mismas, correspondiendo el signo de Capricornio al Norte,
el de Aries al Este, Cáncer al Sur y Libra al Oeste [En cuestiones
simbólicas no hay una única forma de hacer las cosas, lo que se debe a la
pluralidad de significados que tienen los símbolos y a los múltiples puntos
de vista desde los cuales se pueden abordar, por lo que la posición de los
signos del Zodíaco en la Logia puede variar. Sin embargo, el sentido de la
posición que presentamos aquí quedará expuesto con las consideraciones
que vendrán a continuación]. Todas estas correspondencias podemos
apreciarlas en la Figura 1:
Las Circunambulaciones Rituales
Las circunambulaciones son movimientos circulares que se realizan
alrededor de un eje o punto central. Los movimientos que se realizan en la
Logia no son antojadizos ni al azar, sino que tienen un carácter ritual, es
decir, responden a un orden determinado y poseen un sentido específico.
Las circunambulaciones rituales que efectúan los masones en la Logia se
realizan en torno al centro de la misma. Estas circunambulaciones se
efectúan en un sentido horario, es decir, en el sentido de las agujas del
reloj. Este movimiento tiene diversos significados y, teniendo en cuenta las
correspondencias espaciales y temporales que ya mencionamos,
representa más específicamente varios ciclos del Sol. En primer lugar,
representa el Ciclo Diario del Sol: de Medianoche a la Mañana, de la Mañana
al Mediodía, del Mediodía a la Tarde, y de la Tarde a la Medianoche. En
segundo lugar, representa el Ciclo Anual del Sol: del Solsticio de Invierno al
Equinoccio de Primavera, del Equinoccio de Primavera al Solsticio de
Verano, del Solsticio de Verano al Equinoccio de Otoño, y del Equinoccio
de Otoño al Solsticio de Invierno. Por último, representa el Ciclo Zodiacal,
es decir, el movimiento que realiza el Sol atravesando cada signo del
Zodíaco: Capricornio (signo cardinal que corresponde al Norte), Acuario,
Piscis, Aries (signo cardinal que corresponde al Este), Tauro, Géminis,
Cáncer (signo cardinal que corresponde al Sur), Leo, Virgo, Libra (signo
cardinal que corresponde al Oeste), Escorpio y Sagitario. Podemos
apreciar cada uno de estos ciclos en la Figura 2:

Orden Terrestre y Orden Celeste


En la Logia es posible distinguir dos órdenes: un Orden Terrestre y un
Orden Celeste. El Orden Terrestre representa el Ciclo Anual, mientras que
el Orden Celeste, por su parte, representa el “Curso del Sol en el Cielo”:

… según la ley general de la analogía, ambos órdenes deben, en su correlación


misma, ser mutuamente inversos, de modo que el más alto para un orden es el más
bajo para el otro, y recíprocamente; así, según la expresión hermética de la Tabla
de Esmeralda, “lo que está arriba (en el orden celeste) es como lo que está abajo
(en el orden terrestre)”, o también, según las palabras evangélicas, “los primeros
(en el orden principial) serán los postreros (en el orden manifestado)” [Guénon,
René. Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XXXV, pág.
204. Buenos Aires, Eudeba, 1969].
Teniendo en cuenta que el Ciclo Anual se divide en dos mitades, una
“Ascendente” y otra “Descendente”, es posible establecer las
correspondencias de cada uno de los órdenes. En el Orden Terrestre, que
representa el Ciclo Anual, el Norte corresponde al Solsticio de Invierno y
al signo de Capricornio, mientras que el Sur corresponde al Solsticio de
Verano y al signo de Cáncer. La fase Ascendente es el movimiento que se
dirige del Norte al Sur, mientras que la fase Descendente es el movimiento
que se dirige del Sur al Norte. En el Orden Celeste, que representa el Curso
del Sol en el Cielo, el Norte corresponde al Solsticio de Verano y al signo
de Cáncer, mientras que el Sur corresponde al Solsticio de Invierno y al
signo de Capricornio. La fase Ascendente es el movimiento que se dirige
del Sur al Norte, mientras que la fase Descendente es el movimiento que
se dirige del Norte al Sur. Estas correspondencias podemos apreciarlas en
las Figuras 3 y 4:
El “Curso del Sol en el Cielo”
Como vimos anteriormente, en el Orden Terrestre tenemos representado
el Ciclo Diario del Sol, el Ciclo Anual y también el Ciclo Zodiacal, en el cual
el signo de Capricornio corresponde al Norte y el signo de Cáncer al Sur.
Este Ciclo Zodiacal podría ser considerado como el “curso del Sol en el
cielo”, es decir, el curso del Sol a través de cada signo del Zodíaco.
Teniendo en cuenta esto, y si el curso del Sol en el cielo está representado
en el Orden Terrestre, cabe preguntarse a qué se refiere, entonces, el
“Curso del Sol en el Cielo” del Orden Celeste.

Esta cuestión se resuelve teniendo en cuenta que el mundo terrestre


puede considerarse aquí como una representación del “cosmos” en su
conjunto, por lo que el Cielo representa, entonces, el dominio
“extracósmico”. Esto significa que, desde este punto de vista, la
consideración del “sentido inverso” debe aplicarse al orden “espiritual”,
entendido en su acepción más elevada, con respecto no solamente al
orden sensible sino a la totalidad del orden cósmico.

Por lo tanto, el Orden Terrestre se refiere al dominio cósmico, físico y


material [Es necesario tomar ciertos recaudos respecto del término
“material”, ya que “la dualidad “espíritu-materia” nunca se planteó de forma
absoluta e irreductible hasta la época cartesiana; los antiguos, principalmente los
griegos, ni siquiera concebían la noción de “materia” en el sentido moderno de
la palabra, como no lo hace la mayoría de los orientales en la actualidad: en
sánscrito no existe ninguna palabra que responda a esta noción, ni siquiera de
lejos” [(Guénon, René. Introducción General al Estudio de las Doctrinas
Hindúes, pág. 127. Buenos Aires, Editorial Losada, 2004)]. La única
expresión que tiene el sánscrito para todo lo que puede ser concebido o
percibido en el mundo manifestado es nâma-rûpa, cuyos dos términos
corresponden a lo “inteligible” y a lo “sensible”, considerados como dos
aspectos complementarios referidos, respectivamente, a la esencia y a la
substancia de las cosas., mientras que el Orden Celeste se refiere al
dominio extracósmico, metafísico y espiritual, siendo ambos mutuamente
inversos. De esto se desprende que el Sol del Orden Terrestre es un Sol
“físico”, mientras que el del Orden Celeste es un “Sol Espiritual”, o sea que
el “Curso del Sol en el Cielo” se refiere exclusivamente al dominio
espiritual.
Respecto a esta expresión de “Sol Espiritual”, para comprender
adecuadamente su sentido es necesario tener en cuenta la distinción que
se efectúa en las doctrinas tradicionales ente el “Sí mismo” y el “Yo”. El
“Yo” se refiere a la simple individualidad humana, mientras que el “Sí
mismo” es el Principio trascendente y permanente del cual el ser
manifestado, por ejemplo el ser humano, es sólo una modificación
transitoria y contingente, que no afecta al Principio. Es inmutable en su
propia naturaleza y por él existen todos los estados del ser, cada cual
dentro de su dominio o grado de existencia. Se refiere tanto a los Estados
Manifestados (que pueden ser, por un lado, Formales o Individuales, y, por
el otro, Informales o Supraindividuales) como a los Estados No
Manifestados (las posibilidades no susceptibles de manifestación y las
posibilidades de manifestación en modo principial). El “Sí mismo” es “una
determinación inmediata, primordial y no particularizada, del principio que se
llama en sánscrito Atma o Paramatma y que podemos, a falta de un mejor término,
designar como “Espíritu Universal” [Guénon, René. El Hombre y su Devenir
según el Vedanta, cap. II, pág. 39. Buenos Aires, C.S. Ediciones, 1990].
El “Sí mismo”, entonces, es el “Sol Espiritual” que brilla en el centro del ser
total, y el rayo emanado de él (identificado con el término Buddhi, es decir,
el intelecto superior, que es la expresión del “Sí mismo” en la
manifestación) ilumina en su integralidad al estado individual,
relacionándolo en su totalidad con todos los estados manifestados,
individuales y no individuales, del mismo ser y, más allá de éstos, con el
centro del ser total. Debido a esto, el centro de cada estado, tanto el
humano como cualquier otro, en el cual se proyecta este rayo espiritual,
puede ser tomado como base para la realización de la “Identidad
Suprema”, el cual es el fin último de la realización iniciática.
Orientación Polar y Orientación Solar
Un aspecto que llama la atención es que, si consideramos las Figuras 3 y
4, podemos observar que el Orden Terrestre tiene un sentido de
circunambulación horario, es decir, en el sentido de las agujas del reloj,
mientras que el Orden Celeste tiene un sentido de circunambulación
antihorario, es decir, en el sentido contrario a las agujas del reloj. Es
posible preguntarse a qué se deben estos dos sentidos y por qué no tienen
el sentido inverso, es decir, el Orden Terrestre un sentido antihorario y el
Orden Celeste un sentido horario. El motivo de esto queda explícito
teniendo en cuenta lo que afirma la tradición extremo-oriental (Taoísta)
acerca de las cuestiones de orientación:

En la época primordial, el hombre estaba perfectamente equilibrado en cuanto a


la complementariedad de yin y yang; era yin o pasivo por relación al Principio y
yang o activo por relación al cosmos o conjunto de las cosas manifestadas; se
volvía pues, de manera natural, hacia el Norte, que es yin, como hacia su propio
complemento. Por el contrario, el hombre de las épocas posteriores, a
consecuencia de la degeneración espiritual que corresponde a la marcha
descendente del ciclo, ha devenido yin por relación al cosmos; debe por tanto
volverse hacia el Sur, que es yang, para recibir la influencia del principio
complementario de aquel que se ha hecho predominante en él y para restablecer,
en la medida de lo posible, el equilibrio entre yin y yang. La primera de esas dos
orientaciones puede llamarse “polar”, mientras que la segunda es propiamente
“solar” [Guénon, René. La Gran Tríada, cap. VII, pág. 67. Barcelona,
Paidós, 2004].
Considerando esto, tenemos dos orientaciones posibles. La Orientación
Polar, mirando hacia el Norte, se denomina así ya que es posible observar
el giro aparente de las estrellas alrededor del Polo, mientras que
la Orientación Solar, mirando hacia el Sur, recibe esta denominación ya que
es posible observar el recorrido aparente del Sol durante el transcurso del
día.
Estas dos orientaciones están vinculadas estrechamente con el sentido de
las circunambulaciones rituales en las distintas formas tradicionales. En la
Orientación Polar, el centro se encuentra hacia la izquierda, por lo que la
circunambulación se efectúa de derecha a izquierda, es decir, la
circunambulación se efectúa en un sentido Antihorario. En la Orientación
Solar, el centro se encuentra hacia la derecha, por lo que la
circunambulación se efectúa de izquierda a derecha, es decir, la
circunambulación se efectúa en un sentido Horario. La Orientación Polar
se encuentra vigente, por ejemplo, en la tradición islámica, mientras que
la Orientación Solar se encuentra en las tradiciones hindú y tibetana.
Curiosamente, la escritura árabe tiene un sentido de derecha a izquierda,
mientras que el sánscrito y la escritura tibetana tienen un sentido de
izquierda a derecha, es decir, la dirección de la escritura de las lenguas
sagradas de estas formas tradicionales se corresponde con el sentido de
las circunambulaciones rituales, tal como podemos apreciar en las Figuras
5 y 6:
En el caso de la Masonería, actualmente la circunambulación es Solar, lo
que se corresponde con la orientación de las catedrales medievales, pero
“parece haber sido, por el contrario, inicialmente polar en el antiguo ritual
operativo, según el cual el trono de Salomón estaba situado a Occidente y no a
Oriente, a fin de permitir al que lo ocupaba contemplar la salida del Sol”
[Guénon. La Gran Tríada, cap. VII, pág. 72], lo que se corresponde con la
orientación del Templo de Salomón y con el sentido de la escritura hebrea,
es decir, de derecha a izquierda.
Estas dos orientaciones, Polar y Solar, se corresponden respectivamente
a dos vías: la “Vía del Cielo” y la “Vía de la Tierra”. La primera es superior a
la segunda, ya que marca la diferencia entre la época primordial y las
posteriores épocas de degeneración espiritual. Además, se puede ver en
ambas vías una relación inversa entre el movimiento del Cielo y el
movimiento de la Tierra, lo que se encuentra en rigurosa conformidad con
la ley general de la analogía, lo cual sucede siempre que se está en
presencia de dos términos que se oponen de tal forma que uno de ellos es
como un reflejo invertido del otro.
En síntesis, el Orden Terrestre tiene un sentido de circunambulación
horario porque responde a una modalidad de orientación Solar, que se
corresponde con la “Vía de la Tierra”, mientras que el Orden Celeste tiene
un sentido de circunambulación antihorario porque responde a una
modalidad de orientación Polar, que se corresponde con la “Vía del Cielo”.

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Las Puertas Solsticiales


La doctrina de las “Puertas Solsticiales” se encuentra explícita en la
mayoría de las tradiciones, teniendo una gran importancia simbólica. La
puerta de “entrada” se designa usualmente como la “Puerta de los Hombres”,
por la que los profanos, que no han sobrepasado aún el estado humano,
pueden ser iniciados en los Misterios Menores. Por otro lado, la puerta de
“salida” se designa, por oposición, como la “Puerta de los Dioses”, es decir,
aquella por la cual pasan solamente los seres que tienen acceso a los
estados supraindividuales.
Estas dos Puertas Solsticiales de entrada y de salida son también dos
puertas “zodiacales”, es decir, cada una se asocia no sólo a un Solsticio
sino también a un signo del Zodíaco. La Puerta de los Hombres, entonces,
corresponde al Solsticio de Verano y al signo de Cáncer, mientras que la
Puerta de los Dioses corresponde al Solsticio de Invierno y al signo de
Capricornio. Además, la fase Ascendente está puesta en relación con
la “Vía de los Dioses”, y la fase Descendente con la “Vía de los Antepasados”,
siendo la Puerta de los Hombres la que da acceso a la Vía de los
Antepasados y la Puerta de los Dioses la que da acceso a la Vía de los
Dioses. Debido a esto, las Puertas deben situarse en el inicio de las dos
fases correspondientes, es decir, la Puerta de los Hombres en el Solsticio
de Verano y la Puerta de los Dioses en el Solsticio de Invierno, siendo
inversa su posición según se considere el Orden Terrestre o el Orden
Celeste, como podemos observar en las Figuras 7 y 8:
Sintetizando todas estas cuestiones, podemos afirmar que existen dos
órdenes posibles. En el Orden Terrestre, que representa el Ciclo Anual, el
Norte corresponde al Solsticio de Invierno, al signo de Capricornio y a la
Puerta de los Dioses, que da acceso a la realización de los Misterios
Mayores. Por otro lado, el Sur corresponde al Solsticio de Verano, al signo
de Cáncer y a la Puerta de los Hombres, que da acceso a la realización de
los Misterios Menores. La fase Ascendente es el movimiento que se dirige
del Norte al Sur y se asocia con la Vía de los Dioses. La fase Descendente,
por su parte, es el movimiento que se dirige del Sur al Norte y se asocia
con la Vía de los Antepasados.
En el Orden Celeste, que representa el Curso del Sol en el Cielo, el Norte
corresponde al Solsticio de Verano, al signo de Cáncer y a la Puerta de los
Hombres, que da acceso a la realización de los Misterios Menores. Por
otro lado, el Sur corresponde al Solsticio de Invierno, al signo de
Capricornio y a la Puerta de los Dioses, que da acceso a la realización de
los Misterios Mayores. La fase Ascendente es el movimiento que se dirige
del Sur al Norte y se asocia con la Vía de los Dioses. La fase Descendente,
por su parte, es el movimiento que se dirige del Norte al Sur y se asocia
con la Vía de los Antepasados.
El Orden Terrestre y Celeste en la Logia Masónica
Como afirmamos anteriormente, la posición de los signos del Zodíaco en
la Logia puede variar debido a los diversos significados que puede tener
un mismo simbolismo. Es posible, entonces, colocar el signo de
Capricornio en el Norte y el de Cáncer en el Sur, con lo que se estaría
representando el Ciclo Zodiacal desde el punto de vista del Orden
Terrestre. También se podría colocar el signo de Cáncer en el Oeste y el
de Capricornio en el Este, con lo que se representaría la Puerta de los
Hombres en Occidente, por donde se ingresa a la Logia (al “cosmos”) y la
Puerta de los Dioses en Oriente, por donde se saldría del dominio cósmico
hacia el extracósmico, es decir, hacia el “Oriente Eterno”. Pero colocando
el signo de Cáncer en el Norte y el signo de Capricornio en el Sur, se
estarían representando los dos Órdenes a los cuales hicimos referencia:
el Orden Terrestre y el Orden Celeste, la modalidad Solar y la modalidad Polar,
la “Vía de la Tierra” y la “Vía del Cielo”, lo cósmico y lo extracósmico, lo
físico y lo metafísico, lo “material” y lo espiritual.
Todo esto se representaría en la Logia, por un lado, con
las Circunambulaciones Rituales que efectúan los masones en sentido horario
y, por el otro, con la disposición de los Signos del Zodíaco en la parte superior
de la Logia en sentido antihorario, con el signo de Capricornio en el Sur y
el signo de Cáncer en el Norte (Figura 9). De este modo, podemos apreciar
que la doctrina de las Puertas Solsticiales, con las implicancias iniciáticas
que posee, se ha mantenido y conservado en el simbolismo masónico.
Por último, agregaremos que las Puertas Solsticiales se encuentran
relacionadas también con el simbolismo del dios Jano, que es
el ianitor (“portero”) que abre y cierra las puertas del Ciclo Anual con las
llaves que son uno de sus principales atributos, una de oro y la otra de
plata, que corresponden, respectivamente, a los Misterios Mayores y los
Misterios Menores. Esto es importante porque, en la antigua Roma, Jano
era el dios de la iniciación a los Misterios y también de los Collegia
fabrorum, las corporaciones de artesanos, las cuales le tributaban un culto
especial y en cuyo honor celebraban las dos fiestas solsticiales
correspondientes a la apertura de las dos mitades ascendente y
descendente del ciclo zodiacal. Esta costumbre continuó siendo practicada
en las corporaciones de constructores, pero, con el Cristianismo, estas
fiestas fueron identificadas con los dos San Juan, de invierno y verano. De
este hecho proviene la conocida expresión de “Logia de San Juan” que se
ha conservado en la Masonería, la cual es la continuación directa de
dichas corporaciones y que aún hoy sigue celebrando las fiestas
solsticiales, contando con un ritual específico destinado a esto.
La Logia y la Cruz de Tres Dimensiones
Un símbolo fundamental para comprender el Proceso Iniciático y
Cosmogónico de la Masonería es la “Cruz de Tres Dimensiones”.

Como vimos anteriormente, las correspondencias espaciales de la Logia


masónica ubican a cada punto cardinal en cada lado de la misma, con lo
cual queda conformada una “cruz de dos dimensiones”, como podemos
observar en la Figura 10:
Recordemos, entonces, las medidas simbólicas de la Logia según los
propios rituales masónicos. Al respecto, el catecismo del grado de
Aprendiz de Memphis-Misraim expresa lo siguiente:

-¿Cuál es la forma de vuestra Logia?


– Un cuadrilongo
– ¿En qué sentido está su extensión?
– De Oriente a Occidente
– ¿Y su largo?
– Del mediodía al septentrión
– ¿Su altura?
– De zenit a nadir [Ritual del Primer Grado, Rito Antiguo y Primitivo de
Memphis-Misraim, Gran Logia Simbólica de Argentina (Manuscrito de
1824), pág. 57].
Por otro lado, el catecismo del grado de Aprendiz del Rito Escocés
Rectificado afirma:

-¿Cuál es la figura de la Logia?


– Un “cuadrado largo” (rectángulo en profano).
– ¿Cuál es su largo?
– De Oriente a Occidente.
– ¿Cuál es su ancho?
– Del norte a mediodía.
– ¿Cuál es su profundidad?
– Desde la superficie de la Tierra hasta el centro.
– ¿Cuál es su altura?
– Tantos codos que no se pueden contar [Instrucción por preguntas y
respuestas para el grado de Aprendiz Francmasón, Ritual de Aprendiz,
Rito Escocés Rectificado (redactado en 1782), pág. 116. En otros rituales
masónicos, se especifica que el alto de la Logia se extiende “de la superficie
de la Tierra a la Bóveda Celeste”, siendo su cobertura “el cielo estrellado, donde
todos los buenos masones ansían llegar”].
Para poder representar esto, es necesario apelar al uso de la “Cruz de Tres
Dimensiones”, la cual se forma colocando la cruz de dos dimensiones sobre
un plano horizontal y atravesándola en su centro por una recta vertical.
Tenemos así como resultado la Cruz de Tres Dimensiones, formada por
tres ejes: dos ejes horizontales y un eje vertical.
El eje vertical formado por el Cenit-Nadir es el Eje Polar, es decir, la línea
fija que une los dos polos y alrededor de la cual todo gira, siendo así el eje
principal, mientras que los otros dos ejes horizontales son secundarios y
relativos. De estos dos ejes, el eje Norte-Sur es el Eje Solsticial, mientras
que el eje Este-Oeste es el Eje Equinoccial. Estas correspondencias
espaciales de la Cruz de Tres Dimensiones podemos observarlas en la
Figura 11:

Teniendo en cuenta el eje vertical, la cruz horizontal podrá girar de derecha


a izquierda o de izquierda a derecha, es decir, con un sentido Polar o con
un sentido Solar, lo que está estrechamente vinculado a los dos sentidos
de la Cruz Esvástica [La Cruz Esvástica es uno de los símbolos más
difundidos y se la encuentra desde el Extremo Oriente hasta el Extremo
Occidente, e incluso entre ciertos pueblos indígenas de América del Norte.
Es esencialmente el “signo del Polo”, y simboliza un movimiento de
rotación que se cumple en torno de un centro o de un eje inmutable. El
punto fijo, que simboliza el Centro, imprime a todas las cosas el
movimiento, el cual representa la vida, por lo que la Esvástica es un
símbolo del papel vivificador del Principio con respecto al orden cósmico.
Desde el punto de vista del simbolismo masónico, el conjunto de
cuatro gammas (letra griega que tiene forma de escuadra) colocados en
ángulos rectos los unos respecto a los otros forma la Esvástica, que es un
símbolo, al igual que la Letra G, de la Estrella polar, que es a su vez el
símbolo y la sede efectiva del “Sol central oculto” del Universo. Además,
la parte “quebrada” de los brazos de la Esvástica se considera como una
representación de la Osa Mayor vista en cuatro diferentes posiciones en
el curso de su revolución en torno de la Estrella polar, a la cual corresponde
el centro donde las gammas se reúnen, quedando estas cuatro posiciones
relacionadas con los cuatro puntos cardinales y las cuatro estaciones].
Considerando todas estas relaciones espaciales, es posible afirmar que la
Cruz de Tres Dimensiones es la representación geométrica de la Logia masónica. Los
dos sentidos de rotación de la Cruz de Tres Dimensiones, entonces, son
los dos sentidos en que los masones circunambulan ritualmente en la
Logia, tanto en la “Apertura” como en la “Clausura” de los Trabajos
masónicos. Es decir que los masones, al realizar el ritual, se convierten
ellos mismos en un símbolo.
Los “Tres Mundos”
La Logia masónica, al ser considerada como un Templo, también nos
conduce a la representación de los “Tres Mundos”, ya que “como
consecuencia de su situación en el centro del Cosmos, el templo o la ciudad
sagrada son siempre el punto de encuentro de las tres regiones cósmicas: Cielo,
Tierra e Infierno” [Eliade, Mircea. El Mito del Eterno Retorno, pág. 27. Buenos
Aires, Emecé Editores, 2006].
El centro de la Logia es, propiamente, un Axis mundi (“Eje del Mundo”),
alrededor del cual se extiende el “Mundo”, es decir, el eje se ubica en el
“medio”, en el “Centro del Mundo”. Sobre este eje, además, se encuentran
el Infierno, el centro de la Tierra y la “puerta” del Cielo, realizándose el
pasaje de una región cósmica a otra a través del mismo.
Como vimos anteriormente, el suelo de la Logia representa la Tierra,
mientras que su Bóveda representa el Cielo, en cuyo centro se encuentra
la Letra G o la Estrella Polar como símbolo del punto más alto del cielo
visible y, por ende, del Cosmos. En cuanto al Infierno, éste puede
representarse por la Cámara de Reflexiones de las iniciaciones
masónicas, la cual se encuentra simbólicamente por debajo de la Logia.
De este modo, el Eje atraviesa y comunica estos “Tres Mundos”, que
pueden representarse por medio de la Cruz de Tres Dimensiones (Figura
12).
Solve y Coagula
Considerando que los dos principios del yin y el yang deben entenderse
como complementarios, aunque sus acciones en los diferentes ámbitos de
la manifestación aparezcan externamente como contrarias, se puede
hablar de la doble acción de una fuerza única o de dos fuerzas producidas
por la polarización de ésta y centradas en los dos polos, que producen, por
las acciones y reacciones que resultan de su diferenciación, el desarrollo
de las virtualidades contenidas en el “Huevo del Mundo”, el cual es la figura
de aquello a partir de lo cual se efectuará el desarrollo del “cosmos” hasta
su estado de plena manifestación.
La acción, entonces, de esta doble fuerza cósmica está en relación con las
fases inversas y complementarias de toda manifestación, que se deben al
predominio alternante del yin y el yang: evolución e involución, desarrollo y
envolvimiento, desenroscamiento y enroscamiento, marcha descendente
(catábasis) y marcha ascendente (anábasis), salida en lo Manifestado y
entrada en lo No Manifestado. Esta doble acción es la “espiración” y
“aspiración” universales por las que se producen, según la terminología
hermética, las coagulaciones (Coagula) y las disoluciones (Solve), y que “en
todos los grados, en los órdenes macrocósmico y microcósmico, se encuentran
fases correspondientes en todo ciclo de existencia, pues son la expresión misma
de la ley que rige el conjunto de la manifestación universal” [Guénon. La Gran
Tríada, cap. V, pág. 56].
Los términos Solve y Coagula se asocian con la acción de las corrientes
ascendente y descendente de la fuerza cósmica, es decir, con las acciones
respectivas del yang y el yin. Las condensaciones (Coagula) proceden de
las influencias terrestres y dan nacimiento a los compuestos individuales,
mientras que las disipaciones (Solve) proceden de las influencias celestes
y vuelven a llevar a los elementos de esos compuestos a sus principios
originales. Son, entonces, los efectos de las atracciones del Cielo y la
Tierra, siendo así cómo los seres son modificados por ellos desde su
aparición en el mundo Manifestado hasta su retorno a lo No Manifestado.
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Solve y Coagula, entonces, se refieren a las dos fases, inversas y


complementarias, que rigen el proceso de la Manifestación Universal. El
paso de la Unidad (la No Manifestación) hacia la Manifestación es, desde
el punto de vista de la Unidad, una disolución (Solve) a la que corresponde
un movimiento centrífugo, mientras que, desde el punto de vista de la
Manifestación, es una coagulación (Coagula) a la que corresponde un
movimiento centrípeto. Inversamente, el paso de la Manifestación hacia la
Unidad es, desde el punto de vista de la Unidad, una coagulación (Coagula)
a la que corresponde un movimiento centrípeto, mientras que, desde el
punto de vista de la Manifestación, es una disolución (Solve) a la que
corresponde un movimiento centrífugo.
Debido a la analogía entre Macrocosmos y Microcosmos, las dos fases
de Solve y Coagula encuentran su correspondencia en el ser humano, ya
que se las relaciona con las dos fases de la respiración (aspiración y
espiración) y con el doble movimiento del corazón, el cual también consiste
en una expansión y una contracción alternadas. Del mismo modo, se
asocian con los “canales” sutiles (nâdîs) del cuerpo humano, habiendo tres
principales: idâ se encuentra a la izquierda y es femenino y negativo,
mientras que pingalâ se encuentra a la derecha y es masculino o positivo,
correspondiendo ambos a la “polarización” de las corrientes vitales; el
tercer “canal” es sushumnâ, que ocupa una posición central. También se
encuentran presentes en otros aspectos de la manifestación individual
humana (como la facultad mental y los estados de sueño y vigilia) y, por
extensión, en el resto de los seres vivos. Igualmente, se hallan claramente
presentes en el simbolismo masónico, lo que se justifica debido al carácter
cosmológico de la Iniciación masónica.
Apertura y Clausura de los Trabajos
Durante la “Apertura” de los Trabajos masónicos, se realiza un ritual según
el cual las circunambulaciones en la Logia se efectúan en sentido horario,
que es el movimiento que estudiamos en primer lugar. Durante la
“Clausura”, en cambio, los movimientos se efectúan en un sentido
antihorario, es decir, exactamente inverso al anterior. Esto debe
relacionarse con lo que ya explicamos respecto al sentido Solar y Polar de
las circunambulaciones rituales, pero también con las dos fases
de Solve y Coagula.
La Apertura de los Trabajos masónicos se inicia con la entrada ritual en la
Logia. En el Rito de Memphis-Misraim, la misma se efectúa ingresando por
el Oeste y dando tres giros, en sentido horario, alrededor del Centro de la
Logia:

Se ejecuta la entrada reverentemente, haciendo una primera vuelta, por el Norte,


después una segunda completa, luego de lo cual cada uno toma su lugar.
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Por su parte, la salida de la Logia, al finalizar la Clausura de los Trabajos,


se realiza en un sentido exactamente inverso:

La Salida de la Logia ocurre en secuencia contraria a la de la entrada. El


Venerable Maestro baja de Oriente por el Norte. Todos se retiran del Templo
conducidos por el Maestro de Ceremonias, haciendo dos vueltas por el Norte y
saliendo en la tercera vuelta.
La Apertura implica un movimiento centrípeto, es decir, una condensación
(Coagula), mientras que la Clausura implica un movimiento centrífugo, es
decir, una disolución (Solve). Por lo tanto, el movimiento que se realiza en
la Apertura y Clausura de los Trabajos reproduce exactamente el
movimiento de la Doble Espiral, el cual también puede representarse por
los dos giros de la Cruz Esvástica (Figura 13):
Por otro lado, los términos “Apertura” y “Clausura” también se relacionan
con el “Poder de las Llaves”, es decir, con el poder de “abrir” y “cerrar” la
Logia, o sea, el Cosmos. La “Apertura” es una coagulación (Coagula) y la
“Clausura” una disipación (Solve), vistos ambos desde el punto de vista de
la Manifestación [La “Apertura” o la acción de “abrir” es propiamente una
disolución (Solve), mientras que la “Clausura” o la acción de “cerrar” es
propiamente una condensación (Coagula). La aparente contradicción se
resuelve situándose en el punto de vista Metafísico, por lo que la Apertura
y la Clausura de la Logia, o, en otras palabras, la creación y disolución del
Cosmos, son acciones que pertenecen propiamente a la Unidad].
Es necesario agregar que en la Logia Masónica el “Eje del Mundo” puede
representarse por medio de una Plomada, descendiendo exactamente en
el Centro de la misma, sobre una Cruz Esvástica, la cual simboliza el Polo
Terrestre. La Plomada, además, puede pender de la Letra G o la Estrella
Polar, ubicadas en el centro de la Bóveda, como símbolo de la Unidad o el
Principio. La Apertura de los Trabajos puede representarse, entonces,
como el paso de la Unidad a la Manifestación (Coagula), y la Clausura como
el paso de la Manifestación a la Unidad (Solve).
Éste es sólo un ejemplo de la presencia de Solve y Coagula en el
simbolismo masónico, las cuales tienen una importancia fundamental ya
que encierran lo que podría denominarse el “Secreto Iniciático de la
Masonería”.

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