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El Plan de Dios en el Nuevo Testamento

Jack B. Scott

Capítulos 7 y 8
Capítulo 7
Epístolas a las iglesias en desarrollo
Introducción

Existen muchas semejanzas entre las cinco epístolas que vamos a estudiar
hoy: Efesios, Filipenses, Colosenses, y I y II Tesalonicenses. Las primeras tres
fueron escritas aproximadamente alrededor de la misma fecha y desde el mismo lugar,
Roma, durante los dos años que Pablo guardó prisión allí (acerca de lo cual
hemos leído en el libro de los Hechos). Las epístolas a los tesalonicenses fueron
escritas muy anteriormente (probablemente durante el segundo viaje misionero de
Pablo). Todas estas cartas que ahora estudiamos están dirigidas a iglesias, lo que nos
demuestra el crecimiento espiritual y madurez alcanzada ya, muy superior al de las
iglesias mencionadas en las epístolas que vimos en la lección anterior (Corintios y
Gálatas).

En el orden establecido por el canon encontramos una secuencia de gran


significado, que yo sugeriría en la forma siguiente: Efesios, llamado a una nueva vida
en Cristo; Filipenses, llamado al crecimiento espiritual; Colosenses, llamado a la
ciudadanía celestial; I Tesalonicenses, llamado a la perseverancia; y II Tesalonicenses,
llamado a la esperanza cumplida.

Es obvio que existe en estas epístolas mucho material reiterado; pero si


observamos cuidadosamente podemos ver que hay cierta progresión en los temas.
Será nuestro empeño destacar esa progresión según vayamos estudiando las epístolas
una por una.

Dos de las epístolas están dirigidas a iglesias en Asia: una en Éfeso y la otra
en Colosas. Las otras tres fueron escritas a dos iglesias en Macedonia: Filipo y
Tesalónica. Pablo visitó estas dos últimas iglesias en su segundo viaje misionero y el
resto durante el tercero. Las cartas a los tesalonicenses fueron escritas durante su
segundo viaje misionero.

¿Qué nos encontramos aquí?

EFESIOS: llamado a una nueva vida en Cristo


En esta carta Pablo habla de sí mismo como estando en prisión (3:1; 4:1). Se
refiere probablemente a su encarcelamiento por los romanos según hemos visto
descrito en el libro de los Hechos. Aunque existen algunos manuscritos antiguos que
omiten las palabras “en Éfeso” (1:1), asumiremos que esta carta fue escrita a esa
iglesia e incluso quizás a otras iglesias del Asia Menor. La salutación es, en sí misma,
muy breve y básicamente igual a las que podemos encontrar en otras cartas de Pablo.
Sabemos que Pablo trabajó durante varios años en Éfeso y que durante ese
tiempo prestó sus servicios en otras áreas cercanas; por lo tanto, había cubierto por
entero la provincia de Asia (He. 19:10). En su testimonio a los ancianos de Éfeso Pablo
les dice que en el tiempo que estuvo entre ellos les había enseñado todo “el consejo
de Dios” (He. 20:27). Por tanto, el pueblo había escuchado el evangelio tal como
lo hemos visto en la Epístola a los Romanos, o sea, el verdadero evangelio.
Por ello es que esta carta habla en primer lugar de la base o causa para la
exhortación que les hace Pablo y de la exhortación misma mediante la cual Pablo los
llama para que anden en el camino de la nueva vida en Cristo, la vida del pueblo
redimido por Dios.

1. Base para la exhortación que Pablo les hace (Ef. 1:3-3:21)

Pablo discute tres puntos: el plan de redención de Dios solamente en Cristo: el


proceso de esa redención aplicado a sus lectores; y el lugar que ocupó Pablo dentro
de ese plan y proceso. Estudiaremos ahora cada uno de estos tres puntos.

A. El plan de redención de Dios en Cristo (1:3-23).

Nos encontramos en esta porción el versículo al cual nos hemos referido con
tanta frecuencia: Efesios 1:4. Pablo afirma que todas las bendiciones de Dios
para sus hijos están compendiadas en la persona y labor de su Hijo, Cristo
Jesús (v.3). Hemos tratado de mostrar, comenzando con el libro de Génesis,
cómo Dios ha llevado adelante ese plan y cómo ha demostrado constantemente
a todos que la única esperanza que tienen sus hijos está cifrada en Cristo y no
en ellos mismos. El versículo 4 nos da un esquema del plan de redención según
la voluntad de Dios y ejecutado por medio de Cristo. Al referirnos
constantemente a ese propósito de Dios, podremos orientarnos correctamente
dentro del camino que Dios nos depara y que desea para nosotros.

También se nos dice que Dios nos predestinó para que fuéramos hijos suyos por
medio de Jesucristo (v.5). Esto quiere decir que aun antes de que Dios
comenzara a poner en efecto su plan de salvación, había determinado que
nosotros (los creyentes) fuéramos hijos suyos a través de lo que Cristo sería y
haría por nosotros. Esta doctrina de la predestinación (Dios predestinando todas
las cosas de acuerdo con su propósito) no es nueva, aunque el término mismo
pueda parecernos extraño. Jesús había enseñado esta doctrina con toda
claridad cuando los primeros seguidores comenzaron a llegarse hasta él (Mt.
11:25-27). Y cuando comenzaron a responder al evangelio después de
Pentecostés, una vez más les fue enseñada esta doctrina en las Escrituras (He.
2:47; 13:48). Por consiguiente, nuestra Confesión de Fe de Westminster está
correcta al declarar esta verdad (capítulo 3), la cual censura todo orgullo en los
evangelistas y trabajadores cristianos y concede toda gloria como resultado de
la proclamación y enseñanza del evangelio al único que la merece: ¡el Señor!

Lo que acabamos de exponer no constituye obstáculo alguno ni impide la libre


proclamación del evangelio a todos los hombres, como lo demuestra nuestro
Señor mismo cuando, después de declarar la doctrina de la predestinación,
ofrece libremente este evangelio a todos aquellos que sienten la necesidad y le
buscan. En todas partes vemos a Pablo y a todos los otros evangelistas del
Nuevo Testamento ofreciendo libremente el evangelio a todo el que quiera creer.
La manera en que los hombres son salvados es mediante la predestinación que
Dios ha hecho de ellos a través de Cristo para que sean hijos suyos; la forma en
que son llamados a él es mediante la invitación libre y abierta a todos los que
escuchan.

Se nos enseña que nuestra redención está en Cristo, lo cual viene a nuestro
conocimiento cuando creemos por primera vez, aunque ya esto Dios lo conocía
desde la fundación del mundo (vv.7-10). También, a través de Cristo, nos hemos
convertido en herencia de Dios, su pueblo santo que le pertenece
exclusivamente (vv.11,12; ver también Ex. 19:5,6), y también en Cristo hemos
sido “sellados” con el Espíritu Santo de la promesa, garantía para todos de lo
que Dios ha de hacer todavía por nosotros y a través de nosotros (vv.13,14).
Dios ha elegido redimirnos precisamente de esta forma para que toda la gloria
por nuestra redención pertenezca solamente a él (vv.6,12,14).

Pablo, reconociendo la reacción (su fe y amor) de estos cristianos de Éfeso a


este evangelio, desea que comprendan la enorme esperanza que el mismo
encierra para ellos (vv.15-18). Todo se resume en Cristo; por tanto, todo lo que
para ellos tiene importancia se relaciona con la gloria de Cristo, quien está ahora
sentado a la diestra de Dios y gobierna sobre todos los poderes de la tierra y el
cielo. Aquel que vino a triunfar sobre Satán en nombre de ellos está ahora sobre
todas las cosas; y todos los cristianos comparten en la plenitud de esa victoria
(vv.19,23; ver también Gn. 3:15).

B. Proceso de la redención aplicado a los creyentes (2:1-22).

A continuación Pablo se dirige a sus lectores para que puedan comprender que
esta doctrina tiene verdadero valor y significado para ellos, no solamente en un
futuro sino también en el presente. Al igual que todo hombre nacido en este
mundo como hijo de Adán, ellos estaban muertos en el pecado y en los delitos
(v.1). Por naturaleza propia, como todos los hombres, eran seguidores de
Satanás (príncipe de las potestades del aire), y, también por naturaleza, eran
enemigos de Dios, merecedores de la ira de Dios (vv.2,3). De nuevo tenemos
que esta doctrina no es nueva. Desde la caída de Adán las Escrituras nos
enseñan cómo todo hombre venido naturalmente a este mundo está
espiritualmente en el pecado (incapaz de responder a la voluntad de Dios hacia
ellos y en ellos mismos). Estaban en enemistad con Dios. Lo único que hace
ahora Pablo es volver a exponer lo que ya estudiamos en la Epístola a los
Romanos, capítulos 1,2. Hemos dicho con anterioridad que este tiene que ser el
punto de partida para poder comprender la labor de salvación de Dios en
nosotros. Comienza por nuestro reconocimiento de la maldad de todo hombre
nacido en este mundo. Por su propia volición ningún hombre se llega hasta Dios,
sino que continúa revelándose contra él por siempre jamás.

En este punto Pablo muestra cómo la gracia de Dios (el libre otorgamiento de su
misericordia y amor sobre. nosotros, que no lo merecemos) cambió todo aquello
para nosotros (vv.4,10). Fue iniciativa de Dios, como lo demuestra Pablo en
Romanos 5. Aquí, las tres palabras usadas constantemente en las Escrituras
expresan la voluntad de Dios de salvar a los pecadores que no lo merecen; esas
palabras son: misericordia, amor, gracia (vv.4,5). Dios demostró su misericordia,
amor, y gracia hacia nosotros mientras estábamos aun espiritualmente muertos
(v.5; ver Ro. 5:8). Pablo expresa con las más claras y contundentes palabras
que todo ello fue hecho solamente por la gracia e iniciativa de Dios, para que
nadie se gloríe (vv.8,9). Pero esto no significa que permanezcamos pasivos; ha
sido voluntad de Dios que por nuestro nuevo nacimiento y vida andemos ahora
en los caminos que los hijos de Dios deben andar (v. 10). Sobre este punto
volverá a abundar más adelante en su carta.

Lo que esto significa para los gentiles es que aquellos que una vez estuvieron
fundamentalmente excluidos (en el período del Antiguo Testamento) de
participar de las bendiciones y privilegios correspondientes a los hijos de Dios,
ahora, en Cristo, se han unido a todos los hijos de Dios. Tienen todos los
mismos derechos y privilegios que los otros hijos de Dios, como lo tienen Pablo
y los judíos (vv.11-22). Todos los creyentes son iguales en Cristo; no existen
privilegios especiales entre ellos; no hay ciudadanos de primera y de segunda
clase (v.19). Ello significa que constituyen por completo herencia de Cristo,
como lo eran los judíos creyentes en épocas del Antiguo Testamento; y pueden
esperar participar en la plenitud de la herencia al igual que los demás (1:11,14).
Pablo describe la familia de Dios como una tasa. Los cimientos están formados
por la Palabra de Dios escrita (los apóstoles y profetas), siendo la piedra
principal del ángulo, Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. Todo creyente
(judío o gentil) forma parte de ese edificio. Aún se está construyendo al añadirse
nuevos creyentes, hasta que quede terminado por completo a los ojos del
Arquitecto de nuestra salvación, el Cual ha de residir allí por siempre jamás con
su pueblo (vv.19-22).

C. Lugar de Pablo dentro del plan de Dios y del proceso de su redención (3:1-
21).

De manera similar a sus epístolas a los corintios y a los gálatas, Pablo habla
aquí de cómo Dios le concedió el privilegio de ser apóstol de los gentiles y le dio
a conocer su mensaje. Considera que este fue un gran privilegio y honor que
Dios le otorgó (v.8). Es por esto que deben comprender que aunque ahora él
sufra en la prisión, todo es parte de un plan de Dios hacia él en el cumplimiento
de su vocación (v.13). Tampoco debe sorprenderlos, por tanto, que Pablo se
interese por su bienestar espiritual y que ore continuamente por su crecimiento
espiritual; o sea, que lo que Dios comenzó en ellos pueda completarse (que ellos
puedan andar en las sendas que Dios les ha preparado; ver 2:10; 3:14-19). Les
recuerda, como lo hizo a los gálatas, que el poder para llegar a ser todo lo que
Dios desea proviene solamente de Dios y no de ellos mismos (vv.20,21).
Pablo los exhorta en lo que se refiere a la vida de los redimidos (Ef. 4:1-
6:20)

Pablo les habla entonces de la nueva vida en Cristo a la que han sido llamados y
para la cual fueron creados de nuevo en Cristo (2:10). Esto lo hace destacando tres
importantes aspectos: un nuevo andar (manera de vida); una nueva relación con
Cristo y entre si, y una nueva lucha.
. Un nuevo andar (manera de vida) (4:1-5:21).

En primer lugar son llamados a andar con dignidad en la vocación a que fueron
llamados (4:1ss). Esto es básicamente lo mismo que dijo Romanos 12:1,2, o
sea: iluminados por lo que el Señor ha hecho por vosotros, no andéis con orgullo
sino con humildad. Pablo hace notar que los dones del Espíritu son diversos,
pero que todos provienen de un solo Espíritu (4:4-10). Esto es muy similar a lo
que escribió en 1 Corintios 12:4ss y en Romanos 12. Pablo coloca a los
apóstoles en primer lugar dentro de la iglesia basándose en la importancia que
tiene el don por ellos recibido; después sitúa a los profetas.

A diferencia de su estilo en 1 Corintios, Pablo enumera aquí ahora los diferentes


ministerios de la Palabra como profetas, evangelistas, pastores, maestros, sin
tratar de definir las responsabilidades individuales (v.11). Se aclara que todos
estos cargos diferentes tienen un solo propósito: edificar la iglesia en amor
(vv.12-16). Otra vez, al igual que en 2:19-22, Pablo presenta una iglesia como
edificada cuidadosamente por Dios. El primer objetivo de todos esos ministerios
de la Palabra es que los santos (creyentes, aquellos llamados para pertenecer
en toda santidad exclusivamente al Señor) sean perfeccionados, es decir,
llevados a la plenitud en términos de todo lo que Dios ha querido que ellos sean
(ver Gn. 17:1; Mt. 5:48). Esto estaría de acuerdo con el plan de Dios según se
expresa en Efesios 1:4.

El fin de estos oficios es el de ministrar: el trabajo unido de todos los miembros


individuales de la iglesia en el amor, manifestado a través de la ayuda mutua en
sus necesidades. El resultado es la edificación del cuerpo de Cristo (la iglesia).

La iglesia primitiva nos ofrece un hermoso ejemplo de esto en el ejercicio de los


diversos dones del Espíritu por aquellos que los habían recibido. El pueblo de
Dios fue llamado a la perfección por la enseñanza diligente de la Palabra de
Dios y por la oración. Así se desarrolló entre ellos una amante confraternidad,
cuidando los unos de los otros. Como resultado Dios se complació en hacer
crecer aquella iglesia, edificando así el cuerpo de Cristo (ver. He. 2:41-47).

Para llegar a andar en una forma digna del evangelio al que han sido llamados
no deben andar ya como lo hacían antes (4:17 ss). Como en Romanos 1, les
recuerda cómo andaban antes (vv.18,19) y los llama a que se renueven en el
espíritu de sus mentes (Ro. 12:1,2; cap. 6). Esto significa no solamente
abandonar los graves pecados de la vida anterior sino también comenzar a
hacer positivamente lo que es bueno y correcto de acuerdo con la verdad de
Dios (vv.25-32).

El estudio de la ley en Éxodo 20 enseña que el llamado de Dios consiste no sólo


en una vida negativa sino también positiva, tratando de alcanzar lo bueno. Por
tanto, no solamente tienen ahora que dejar de mentir sino decir siempre la
verdad¡ no sólo tienen que dejar de robar sino trabajar con sus propias manos
para ayudar a otros; no sólo tienen que dejar la conversación inmoral sino
comenzar a hablar de lo que es edificante para la vida espiritual de los demás.
Esto se presta a seria reflexión: puesto que el Espíritu Santo se encuentra ya
morando en ellos por siempre (fueron sellados por el Espíritu Santo hasta el día
de la redención), tienen que pensar en lo que hacen con sus cuerpos, no vaya a
ser que ofendan o lastimen al Espíritu, el cual, aunque agravado, no los
abandonará (v.30).

Es por ello que a esta nueva vida se la llama andar en amor (5:1ss). La base del
amor cristiano, como a menudo se ha hecho notar, es el amor de Cristo por
nosotros (v.2). La fornicación, impurezas, envidias, son manifestaciones de lo
que es desagradable ante los ojos de Dios y no debe existir entre sus hijos (5:3-
8).

Deben andar como hijos de luz (v.8). La Palabra de Dios los capacitará para
conocer —a través del Espíritu— lo que es agradable a los ojos de Dios (v.10). A
la luz de la Palabra de Dios, podrán discernir cómo deben andar los hijos de
Dios y distinguir todo aquello que se opone a la aprobación de Dios (vv.11-14).

Por último, este nuevo andar al cual han sido llamados es un andar de sabios
(5:15ss). Pueden andar como los sabios porque están guiados por la Palabra de
Dios, que a los ojos de Dios es el único camino hacia la sabiduría. Esto
comprende: aprovechar bien el tiempo (las oportunidades que se presenten de
servir al Señor); entender la voluntad de Dios; estar llenos del Espíritu Santo,
abandonándose plenamente a su dirección; y hablándose entre sí dando gracias
a Dios y alentándose mutuamente (5:19-21).

A. Una nueva relación con los demás (5:22-6:9)·

En Romanos Pablo habló brevemente de las nuevas relaciones que debían


existir entre los cristianos. Aquí amplía la idea.

Comenzando con la más íntima de las relaciones entre cristianos en la faz de la


tierra, nos habla de lo que Cristo debe significar en las relaciones entre marido y
mujer (5:22-33). Las esposas deben continuar obedientes a sus maridos, como
fue la voluntad de Dios desde el principio de la creación (I Co. 11:9; Gn. 3:16).
Pero ahora esta obediencia está relacionada con su obediencia al Señor. En la
sujeción a su marido la mujer se encuentra sujeta últimamente a Cristo. Si están
unidas a un hombre pecador o no muy sabio deben sufrirlo con el conocimiento
de que por ese medio demuestran su obediencia a Cristo, que es Cabeza sobre
todos nosotros (vv.22-24). Los maridos deben también amar a sus mujeres,
siguiendo el ejemplo del amor de Cristo por su iglesia (vv.25-32)

B. De inmediato vemos los efectos de la presencia de Cristo dentro de un


matrimonio y familia cristianos. La mujer es obediente en su obediencia a Cristo,
su Señor. El esposo ama a su esposa de la misma manera desprendida que
Cristo amó a su iglesia y se entregó por ella. La perfecta armonía que Dios quiso
para el matrimonio desde un principio será ahora restaurada (Gn. 2:24; Ef. 5:33).

Esa relación entre los padres también debe afectar a las relaciones con sus hijos
(6:1-4). Los hijos, al ver la obediencia de la madre al padre, podrán ver el deber
que tienen de rendir honor y obediencia a ambos. La contemplación del amor
que tiene el padre a la madre les ayudará a mantener ese mismo amor de sus
padres hacia ellos. Los padres nunca deberán mostrar cólera contra los hijos
(este es el significado del término “provocar a ira”). Deben aprovechar todo
momento y oportunidad para alentar y guiar a sus hijos en el Señor; es decir, en
el ejercicio de la disciplina de la misma forma en que Dios disciplina a sus hijos
bien amados.

Finalmente, la relación de los siervos (esclavos) —la más pesada de las tareas
jamás dada a hombre alguno sobre la tierra— hacia sus amos también debe
cambiar (6:5-9). Ahora bien, la obediencia del esclavo a su amo (dueño de
esclavos) ha de ser vista como un servicio a Cristo. Han de hacerlo no para
complacer a los hombres sino para agradar a Cristo. Por consiguiente, todo lo
que hacen en su labor como esclavos debe ser hecho bien, para gloria de Dios.
Es este su servicio razonable; son estas las buenas obras para las cuales fueron
creados en Cristo (Ro. 12:1; Ef. 2:10).

Los cristianos que poseían esclavos, de los cuales es obvio que había muchos
durante el siglo primero, debían igualmente tratar a sus siervos (esclavos) como
un ministerio a Cristo, no amenazándolos como hacían los paganos, sino en el
conocimiento de que no hay hombres libres ni esclavos porque ante Dios todos
los hombres son iguales (Ga. 3:28).

C. Una nueva lucha (6:10-20).

Durante los tiempos del Antiguo Testamento el Señor llevó a sus hijos con
frecuencia a batallas terrenales y los condujo al triunfo siempre que ellos
depositaban en él toda su confianza. Podemos observar esto bien temprano,
como en el caso de Abraham, que luchó contra los reyes de Mesopotamia
cuando invadieron a Canaán (Gn. 14). En aquel momento, el Señor, a través de
Melqúizedek, enseñó a Abraham que la gloria en el día de su victoria pertenecía
solamente a Dios (Gn. 14:19,20).

Más tarde, en tiempos del Éxodo, cuando los poderes de este mundo
amenazaban a su pueblo, el Señor lo hizo triunfar sobre sus enemigos: el faraón
de Egipto y los reyes de las naciones cananeas que obstaculizaban el camino
hacia la patria que él les había prometido (Ex. 14-17; Nm. 20-32; Josué). Pero
cuando ese mismo pueblo no le era fiel, el Señor les hacia sufrir derrotas a
manos de aquellos enemigos, como en tiempos de los Jueces y también
después.

En aquellos días el pueblo de Dios tomó en sus manos las espadas (armas) del
mundo y con ellas trajo la venganza de Dios sobre las naciones que habían
incurrido en su ira. Al igual que en Jericó; y muchas veces después, el Señor
ordenó que se arrasaran ciudades y pueblos enteros, usando un término que en
hebreo quiere decir “dedicados a Dios” (anatema) —totalmente consumidos Js.
6:17).

Pero por boca de los profetas Dios prometió un futuro diferente y mejor. Los
tiempos de guerra terminarían para el pueblo de Dios que confiaba en él. Las
espadas se convertirían en arados y las lanzas en segaderas (Is. 2:4). Como
pueblo de Dios no sería ya necesario que salieran a conquistar con las armas
del mundo, sino que saldrían a cultivar y a recoger la cosecha de las almas para
el Señor (ver I Co. 3:6-9; Lc. 9:62; I Co. 9:10,11).

Este parece ser el trasfondo de las palabras del Señor a Pedro en el Getsemaní.
En primer lugar, el Señor insistió en que los discípulos llevaran consigo sus
espadas al Getsemaní (Lc. 22:38). Después, cuando Pedro trató de usar su
espada para defender a Jesús, Jesús no se lo permitió (Mt. 26:52), indicando
con ello que los hijos de Dios ya no tendrían necesidad de luchar con las armas
de este mundo. Jesús aclaró que si su reino hubiera sido como un reino de este
mundo, entonces sus seguidores hubieran luchado con espadas. Pero su reino
no era de este mundo, y sus luchas no eran las luchas de este mundo (Jn.
18:36).

En Efesios 6 Pablo habla de la lucha de los hijos de Dios en este mundo. Es una
lucha verdadera y el enemigo poderoso (6:12). Consecuentemente, el Señor
ofrece una armadura a los hijos de Dios (vv.10,11). Esa armadura incluye todo lo
que se le ofrece a los hijos de Dios en el evangelio por la justicia de Cristo: los
dones y frutos del Espíritu con los cuales los hijos de Dios están equipados para
llevar a cabo su tarea (vv.13-17). Tienen una espada, la Palabra de Dios, que es
la espada del Espíritu (v.17). Con esta espada toman la ofensiva en el mundo
contra Satán y sus seguidores, destruyéndolos no con armas terrenas (armas de
hombres) sino con la proclamación de esa Palabra como testigos de Cristo. Así
arrebatan a Satán multitudes que antes estaban a su servicio, llevándolas el
Señor al penetrar la espada del Espíritu en sus corazones condenando sus
pecados, trayéndolos hasta el arrepentimiento de la fe (ver Ro. 10:14-17; He.
2:37ss). Mediante la oración, que es la línea de suministros de los soldados de
Cristo, y enarbolando la espada del Espíritu, esta nueva lucha ya ha comenzado
en el mundo entero: en Asia, en Europa, y mucho más allá (Ef. 6:18-20), y las
puertas del infierno no lograrán contenerla (Mt. 16:18,19).

El verdadero hijo de Dios no ruega porque se le otorgue una exención de


participar en la lucha, sino por el valor de luchar por tanto tiempo como sea la
voluntad del Señor (6:20; ver también He. 4:29).

La Epístola a los Efesios termina con una breve despedida (vv.21,24). Tíquico,
mencionado como portador de este mensaje, se describe en Hechos como
oriundo de Asia (He. 20:4).

FILIPENSES: llamado a la dedicación al crecimiento espiritual

Al igual que la Epístola a los Efesios esta carta fue enviada desde Roma durante el
mismo período de encarcelamiento. Después de una breve salutación (1:1,2), Pablo
declara el propósito que lo lleva a escribirles: darles las gracias por la comunión que le
han dado en la propagación del evangelio (1:5-8) y expresar sus oraciones para que
puedan aumentar y crecer cada vez más en lo que el Señor les tenga deparado (1:9-
11). En el contenido de la carta Pablo escribe con más detalle acerca de estos dos
tópicos.

1. Comunión con Pablo en la propagación del evangelio (1:12-26)

Pablo desea que estos cristianos recientes comprendan que desde un principio han
formado parte de una iglesia misionera activa. Al haberlo sostenido en su obra
evangelizadora, han contribuido por ello a propagar el evangelio (Ro. 15:26; II Co.
11:9; Fi. 4:15,16).

Les dice que ni aun sus cadenas en Roma han podido obstaculizar la continuación
de la proclamación del evangelio (vv.12-18). Dios ha continuado obrando a través
de ellos (vv.19,20). Pablo asegura que para él vivir es Cristo y morir es ganancia
(v.21), y como su misionero continuará sirviendo al Señor y a ellos en el evangelio,
con la seguridad de que será puesto en libertad para poder volver junto a ellos otra
vez (vv.22-26).

2. Pablo los llama a dedicarse al propósito de Dios en sus vidas (1:27-42)

Como habló a los creyentes en Éfeso, habla ahora a estos otros para que
respondan de una manera digna al evangelio de Cristo por el cual han sido
llamados a Dios (1:27-30). Al igual que Pablo ellos deben luchar por la fe del
evangelio y, también al igual que Pablo, no deben dejarse intimidar por sus
enemigos, sabiendo que sufrir por amor al evangelio es un privilegio otorgado
solamente a los creyentes (vv.29,30; Ro. 8:17,18). La exhortación que encontramos
a continuación y que Pablo llama “una exhortación en Cristo” consta básicamente
de tres partes: sentir una misma cosa (la mente de Cristo); trabajar en la propia
salvación hasta alcanzar toda su plenitud en el disfrute de la vida eterna; y dar
frutos en sus propias vidas de acuerdo con los propósitos de Dios para cada uno de
ellos.

A. Tener todos un mismo sentir: el pensamiento de Cristo (2:1-11).

Ya Pablo había hablado de este pensamiento, de esta mente de Cristo en 1


Corintios 2:16. Esto significa que al contemplar la humildad de Cristo al venir al
mundo para salvarlos —obedeciendo al Padre—, ellos deben aprender a ser
sencillos de pensamiento (2:2-8; ver también Ro. 12:10). Nos encontramos aquí
con una de las expresiones más claras y hermosas que pueda haber en todas
las Escrituras acerca de la humillación de Cristo. Esa humildad de Cristo, tan
importante para nosotros como medio de salvación, también nos es vital como
ejemplo de cómo debemos nosotros ser humildes: enseñanza impartida por
Jesús a sus discípulos cuando aún se encontraba en la tierra (Mt. 18:4).

Al igual que en el capitulo 1 de la Epístola a los Efesios, también se nos enseña


aquí acerca de la exaltación de Cristo. Nuestra salvación no solamente
comprende la obra de Cristo en la humillación sino también en la exaltación,
como lo demostró Pablo a los romanos (Ro. 4:25) y a los efesios (Ef. 2:6).

B. Esforzarse por hacer que la salvación que Cristo ha ganado alcance el


potencial máximo en la vida (2:12-18).

Ya que Cristo ha ganado para ellos tan gran salvación —con la posibilidad de
llegar a ser todo aquello que el Señor desea que lleguen a ser—, han de trabajar
en ella, comprendiendo que Dios está obrando en ellos para hacer lo que le es
agradable. El quiere que ellos cumplan su propósito, como lo expresa en Efesios
1:4 (Fi. 2:12-13).

A diferencia de los israelitas, que en el desierto murmuraban y se quejaban


constantemente mientras que Dios trataba de hacerlos cumplir su voluntad,
ahora ellos deben recordar la gran finalidad que Dios les tiene reservada como
testigos suyos en este mundo (vv.14-18). Nótese que la misión de llevar
adelante la Palabra de vida es el llamado de Dios a la lucha en el mundo de las
tinieblas (ver. Ef. 6:13ss).

Antes de pasar al tercer punto dentro del crecimiento espiritual, Pablo interpone
aquí una nota personal referente a sus planes y actividades a nombre de ellos.

C. Den frutos en sus propias vidas de acuerdo con la medida del plan de Dios
para ustedes (3:1-4:9)

Pablo empieza con un testimonio personal de cómo él mismo se ha esforzado


en su propia vida por alcanzar esa meta —el gran llamado de Dios en Jesucristo
(según se expresa en Ef. 1:4). Dice que aunque puede que él haya tenido
confianza en la carne (en su nacimiento natural y herencia como judío; 3:3-6), ha
considerado todo eso como inútil. En este respecto Pablo es muy explicito,
pensando, sin lugar a dudas, en cómo Dios rechazó lo inservible en el Antiguo
Testamento en el sacrificio de animales (Ex. 29:14; Fi. 3:7-8). Sabe
perfectamente que todos sus méritos carnales son absolutamente inaceptables
ante Dios, y así lo había enseñado en Romanos 2 y 3.

Pablo cambia todas las ganancias terrenas por Cristo y por el privilegio de poder
compartir los sufrimientos de Cristo, de manera de poder adelantar en su camino
hacia ese gran llamado (la meta de Dios) en Cristo (3:9-14). No se desespera
por los fracasos del pasado (como lo expresó en Romanos 7), sino que sigue
adelante hacia esa perfección que Dios ha creado para él como creyente.

Con este testimonio personal exhorta a los cristianos filipenses a hacer lo mismo
y mantener el crecimiento espiritual que han logrado hasta el presente y no dar
un paso en falso (vv.15,16). Es importante que sepan a quiénes imitar, porque
en la iglesia hay muchos que andan en el sendero que conduce a la perdición
(3:17-19). Andar los cristianos en el camino del Señor es lógico, porque son
ciudadanos del cielo y están preparándose para entrar en él (3:20-21).

Por último Pablo los llama a permanecer firmes en el Señor (4:1-9).


Específicamente dirige este llamado a dos mujeres de la iglesia de Filipos que,
evidentemente, ejemplificaban un choque de personalidades (v.2).
Implícitamente se dirigía también a todos en Filipos para que trabajaran con
ellas, ayudándolas en sus momentos difíciles (vv.3). La vida fructífera a la que
han sido llamados en el Señor incluye el regocijarse en el Señor en todo lo que
hacen, característica que faltaba visiblemente en los israelitas desde los tiempos
de Joel (Fi. 4:4). Regocijo en el Señor quiere decir no afanarse por las cosas que
necesitan, como había enseñado Jesús (Mt. 6:25ss; Fi. 4:6); deben confiar y
esperar en el Señor que les dará todo lo que han de necesitar (vv.6,19).

Teniendo como ejemplo a Pablo deben poner sus mentes en aquellas cosas que
agradan a Dios (vv.8-9).

Conclusión (4:10-23)

De nuevo vuelve Pablo, como al principio, a expresar su gratitud por las muchas formas
en que ellos lo han ayudado y alentado en momentos de pruebas y dificultades (vv.10-
18). Les asegura que todas sus necesidades serán cubiertas por el Señor (v.19).
Las palabras con que termina indican que durante su estadía en Roma ha podido llegar
a predicar el evangelio aun entre los que habitan en la casa de César (v.22).

COLOSENSES: llamado a la ciudadanía celestial

Salta a la vista la multitud de puntos similares que existen entre la epístola de Pablo a
los colosenses y la escrita a los efesios. En esta epístola Pablo menciona otra carta
que ha sido enviada a Laodicea, situada muy cerca no sólo de Éfeso sino también de
Colosas. Algunos eruditos piensan que la epístola a los efesios fue en realidad la
mencionada por Pablo en la carta a los colosenses (4:16). Algunos manuscritos
antiguos omiten las palabras “en Éfeso” en 1:1.

Después de una breve salutación Pablo expresa en los versículos 3 al 20 su gratitud y


las oraciones que eleva por ellos. Alaba su fe, amor, y esperanza (vv.4,5) y hace notar
que sus oraciones por ellos son porque estén llenos del conocimiento de la voluntad de
Dios y anden como es digno del Señor, llevando fruto y creciendo en fortaleza y poder
(vv.9-11).

Pablo da gracias luego en sus oraciones por la maravillosa salvación que Dios ha
llevado a cabo y aplicado tanto en él como en ellos (1:12-20). Como también lo hace en
la Epístola a los Efesios, Pablo alaba la obra del Padre, quien determinó nuestra
salvación y por Cristo nos libró del reino de Satanás (de las tinieblas) y nos lleva al
reino de su Hijo.

En este punto Pablo comienza alabar a Jesús (vv.14-20), recordándonos mucho de lo


que ya había escrito en las epístolas a los efesios y a los romanos (cf. Ro. 3:24; II Co.
4:4; Ro. 8:29; Ef. 1:10,22; Ro. 5).

Debemos observar en esta carta dos grandes e importantes puntos: que sus lectores
sean llenos del conocimiento del misterio del evangelio, y que puedan andar
dignamente y llevar mucho fruto.

Llenos del conocimiento del misterio del evangelio (1:21-2:15)

En este pasaje nos habla Pablo, más que en ninguna otra parte, acerca del misterio del
evangelio y de la importancia que tiene el comprenderlo. Este misterio es: “Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria” (1:27).

Al igual que en la Epístola a los Efesios, Pablo les muestra que han alcanzado la plena
reconciliación con Dios y con todos los hijos de Dios por medio de la qbra de Cristo
(1:21,22). Ellos, habiendo como los gálatas comenzando la vida en Cristo, han de
culminar su propósito solamente en Cristo y de ninguna otra forma, estando totalmente
sujetos a él (v.23). Por consiguiente, Pablo espera poder presentarlos perfectos en
Cristo, llevados a la perfección de la voluntad de Dios en ellos solamente por Cristo y
no de ninguna otra forma (vv.24-29).

Es evidente que habían llegado hasta los colosenses, al igual que había sucedido entre
los gálatas, aquellos que deseaban alejarlos de la dependencia absoluta y total en el
Señor y hacia otros evangelios (2:1-5). Pablo trata con toda su alma de impedir que
sean engañados por tales individuos.

De la manera que comenzaron con Cristo así deben continuar perteneciendo a Cristo
(vv.6,7). Ello recuerda las palabras dichas por el mismo Jesús a los discípulos en Juan
15, y también el Salmo 1, que describe al creyente “como un árbol” trasplantado junto a
la fuente de vida (Cristo).

Una vez más, Pablo exhorta a estos cristianos a no volverse hacia ninguna vana.
filosofía humana que pudiera alejarlos de una completa dependencia en el Señor a
medida que van creciendo espiritualmente (2:8-15).

Así pues, el gran misterio del evangelio es que la única esperanza que tienen de
alcanzar la gloria que Dios les tiene preparada está solamente en Cristo. Es llamado un
misterio porque es algo que el hombre natural no puede comprender y, por tanto, lo
rechaza por otro evangelio que adula al “yo” de los hombres y concede importancia a
su orgullo. Es un misterio porque ninguno de nosotros puede comprenderlo hasta que
el Señor ponga en nuestros corazones la fe para poder abarcarlo.

Después Pablo se dirige a ellos retándolos, solamente en Cristo, a andar en forma


digna del Señor, quien los ha salvado como lo ha hecho.

Andando dignamente, llevando frutos (2:16-4:1)

1. Principio del andar dignamente (2:16-3:4)

Deben evitar ser llevados por el camino erróneo de los que tratan de imponerles sus
propias normas y regulaciones acerca de cómo ser “un buen cristiano” (2:16-19).
Aquellos que insisten en que todos los cristianos actúen de cierta manera, de
acuerdo con normas creadas por ellos, en realidad lo que hacen es alejar a los
hombres de la salvación por la gracia de Dios a través de la fe y, en su lugar, hacia
una salvación lograda mediante ciertas condiciones y realizando ciertas obras de
falsa piedad. Lo que hacen, en realidad, es robar a los hombres del evangelio libre
de Cristo. Es por eso que los colosenses a quienes Pablo se dirige deben
permanecer firmes bajo la Cabeza de la cual debe provenir todo lo necesario en sus
vidas (v.19).

Pablo pone mucho énfasis en las mismas lecciones que enseñó a los gálatas y,
asimismo, se expresa en forma vehemente contra los que trastornan la paz de la
iglesia, allí y en Galacia. Los que establecen ordenanzas y prohibiciones dentro de
la religión como forma de lograr el crecimiento espiritual y la santificación, en
verdad, han dejado de depender del Señor para que los guie con su Palabra (vv.20-
23).

La solución para ellos es comenzar a pensar como ciudadanos del cielo que son
(3:1-4). En lugar de establecer un conjunto de reglas cotidianas a las cuales es
necesario ajustarse, debían elevar sus mentes hacia Cristo —el cual está sentado a
la diestra de Dios— y ocuparse simplemente de las cosas que a él le agradan,
guiados siempre por su Palabra en cada decisión diaria.

2. Este principio aplicado a la vida cotidiana (3:5-4:1).


Como ciudadanos del cielo, con la mente puesta en Cristo y en su gloria, podrán dar
muerte cada día a aquellas cosas que aun quedan de la vida pasada, claramente
condenadas por Dios (3:5-9). Los graves pecados del corazón y de la carne
mencionados en el versículo 5 subsisten en algunos creyentes. En esto deben
concentrar su atención y no en ordenanzas superficiales que son un espectáculo de
religión pero que en verdad no ayudan a controlar ninguna de esas bajas pasiones
(ver 2:21-23). Muchos que asisten a la iglesia son como el fariseo de la época de
Jesús que colaba el mosquito y se tragaba el camello (Mt. 23:24). Además de
aquellos pecados más notorios Pablo menciona también algunos otros que, aunque
menos llamativos, constituyen asimismo un mal a los ojos del Señor (vv.8,9). Ellos
tenían que liberarse de esos pecados, rezagos de la vida pasada aún por regenerar.

Asimismo, como ciudadanos del cielo deben revestirse —como elegidos por Dios
para ser santos (perteneciendo exclusivamente al Señor)— de las características de
Cristo (3:12-17). Estas características las podemos ver en Cristo: compasión,
ternura, humildad, mansedumbre, paciencia, comprensión, perdón, amor, paz
(vv.12-15). Tales cosas vienen solamente al brotar en sus vidas los frutos del
Espíritu: al morar ellos en Cristo y Cristo morar en ellos (v.16; ver Jn. 15:1-8).

Crecerán al rendir culto juntos, alentándose asi mutuamente. Aprenderán a hacer


todo lo que hagan no en obediencia a reglas que ellos, sus amigos, o su iglesia
hayan creado sino porque con ello rinden honor al nombre de Cristo (v.17).

Como antes a los efesios, dice ahora a los colosenses que esta manera de andar
afectará todos los aspectos de sus vidas (3:18-4:1).

En una exhortación final les ruega que oren por él para que pueda continuar
proclamando este misterio, y les insta a aprovechar toda oportunidad que se les
presente para extender el testimonio a otros (4:2-6).

Conclusión

Al final de su carta Pablo menciona algunas de las personas que se encuentran con él,
se supone que en Roma. Entre ellos están Onésimo, de quien se habla más en la carta
a Filemón (esclavo de Filemón pero creyente); Aristaco de Macedonia (He. 19:29);
Marcos de Jerusalén, primo de Bernabé (He. 12:12); Lucas, el médico amado; y
Demas, que más tarde abandonada a Pablo (II Tim. 4:10). Asi tenemos que, dos de los
cuatro autores de evangelios, Marcos y Lucas, se encontraban en esta época con
Pablo.

I TESALONICENSES: llamado a la perseverancia

Basándonos en los versículos 3:1ss de esta epístola, presumimos que Pablo escribió
esta carta desde Atenas durante su segundo viaje misionero. Pablo permaneció solo en
Atenas por algún tiempo, habiendo enviado a Timoteo de regreso a Tesalónica y a la
región circundante para que le informara acerca de las iglesias allí establecidas y de
cómo les iba. En el libro de los Hechos leemos acerca de esta parte del ministerio de
Pablo (He. 17:10-15).
Mucho de la primera parte de la carta está dedicado a encomiar a los cristianos
tesalonicenses por la firmeza que han demostrado en la fe, amor, y esperanza (1:2-
3:13). Al igual que en II Corintios, en esta sección Pablo nos narra su testimonio
personal de la labor que ha estado realizando y de las pruebas que ha enfrentado (2:1-
11). Les cuenta esto como un reto para que anden dignamente en Cristo (v.12).
Muy en particular elogia la acogida que han dado al evangelio y a las palabras que les
ha enseñado, no como palabras de hombres sino por lo que son en verdad: Palabras
de Dios (2:13). Este importante versículo nos lleva a una comprensión del concepto del
canon (aceptación y reconocimiento por la iglesia de la Palabra de Dios escrita). Esto
sugerida que los que recibieron originalmente la revelación de Dios a través de
escritores humanos sabían (guiados por Dios) cuando les fueron dadas que eran
Palabras de Dios y no de hombres. Por eso esas palabras se convirtieron en parte del
canon (aceptadas como la Palabra autorizada de Dios) desde el mismo momento en
que fueron dadas, y no después, como lo decidan luego los concilios de la iglesia.
Pablo escribe que Timoteo acaba de regresar después de haberlos visitado y le ha
dado un informe muy elocuente de la fe y amor que ellos muestran (3:6); es este
informe el que ha dado origen a esta epístola.
Como Pablo menciona específicamente esa fe y amor en ellos, podemos suponer que
su carta fue escrita especialmente para fortalecer sus esperanzas. En efecto, el resto
de la carta lo dedica a alentarlos en la esperanza del regreso de Jesús.
Aparentemente Timoteo había regresado con informes de que algunos entre ellos se
sentían descorazonados por la muerte de algunos creyentes y necesitaban ser
alentados a perseverar en la fe y en el amor que poseían.
Pablo les trata de estos temas, comenzando en 4:13. Como creyentes, ellos poseen
una esperanza que no tienen los que no creen; es decir, que los que han muerto en la
fe volverán a vivir de nuevo cuando Cristo regrese (4:13-17). Estas palabras de aliento
han de permitirles que se consuelen los unos a los otros con la espera en el regreso de
Cristo y les capacitarán para continuar al servicio del reino hasta que llegue ese día
(v.18).
Después Pablo les advierte, al igual que lo hizo Cristo, que nadie sabe cuándo será el
regreso del Señor, pero que ocurrirá de modo inesperado para la mayo da (5:1-3). Sin
embargo, no deben ser tomados por sorpresa a la llegada inesperada de Cristo; porque
si se mantienen ocupados haciendo la voluntad de Dios, ese día no les sorprenderá
(5:4-11).
Pablo termina esta epístola exhortándoles a mostrar ante todos su amor y júbilo en la fe
(5:12-22). De nuevo les urge a esperar y anticipar la llegada del Señor en todo aquello
que hagan (5:23,24).

II TESALONICENSES: llamado a la esperanza de la gloria

Solamente nos cabe suponer que cuando Pablo tuvo noticias de la acogida dispensada
a su primera epístola, se dio cuenta de que era necesario volver sobre el tema del
regreso del Señor. Aparentemente algunos estaban tan obcecados con esa idea que
habían dejado de trabajar y se habían convertido en una carga para los demás.
Pensando sólo en el inminente regreso de Jesús hablan dejado de esforzarse por
alcanzar la gran meta a que Dios los había llamado en la tierra. Esto lo suponemos a
través del contexto general de esta epístola, la cual, a todas luces, fue escrita poco
tiempo después que la primera.

De nuevo elogia Pablo la fe y esperanza que ellos poseen (1:3). Escucharon su


mensaje referente a la perseverancia y dan muestras de que ahora sufren tribulaciones
por amor de Cristo (1:5).

Pablo les recuerda que las tribulaciones del presente serán recompensadas (1:6-10).
Por una parte, Jesús a su regreso se encargará de Sus enemigos (vv.8,9), y por otra, a
la llegada de Cristo ellos serán recompensados con el descanso y la gloria (vv.7,10).
Pero ahora les recuerda que, mientras tanto, Cristo ha de ser glorificado en sus vidas al
cumplir ellos el gran propósito de Dios de ser lo que él quiere: santos, sin mancha,
viviendo en presencia de Dios en un lazo de amor (v.12; ver Ef. 1:4).

Comenzando en 2:1, Pablo discurre principalmente acerca de la segunda venida de


Cristo (2:1-12). Les advierte que no deben suponer que Cristo vendrá hasta que no se
manifieste “el hombre de pecado” (2:3). Este “hombre de pecado” es descrito con
algunos detalles (2:4-7). Este personaje es mencionado también en Daniel (11:36) y en
Apocalipsis (cap. 13). Jesús, al hablar de su regreso y de los últimos tiempos antes de
que ello ocurra, no menciona a nadie; pero si habla del deterioro de la fe que ha de
observarse en esos tiempos (Mt. 24:24ss).

Las características de este “hombre de pecado” son las siguientes: se opondrá a Dios y
exaltará todo aquello que es contrario a Dios y tratará de ocupar el lugar de Dios en la
adoración del pueblo (v.4). Puede ser identificado con el anticristo mencionado en las
cartas de Juan (1 Jn. 2:18). Un detalle que tanto Pablo como Juan destacan es la
posibilidad de que surja esta figura entre los hombres. Pablo observa que el espíritu de
iniquidad existe ya en el momento en que escribe estas palabras (2:7), y Juan declara
que había ya muchos anticristos en su tiempo. Es muy probable que la descripción
hecha en esta carta a los tesalonicenses fuera usada después por los cristianos
aplicándola al término “anticristo” y empleada asi por Juan al escribir su Apocalipsis
años después.

Lo que se quiere destacar es lo siguiente: antes del regreso de Cristo existirá, en la


persona de un solo individuo, un reto a Cristo y al evangelio que ha de engañar a
muchos, y. que aun podría hacer errar a muchos de los llamados si no fuera por
la gracia de Dios (2:9-12; cf. Mt. 24:23,24). Todo aquel que no haya amado la verdad
de Dios será engañado en aquel día e irá detrás del enviado de Satanás (2:9-12). ¡Es
esta una idea que da mucho que pensar!

Pablo vuelve luego a dar gracias por la firmeza que han demostrado en la fe (2:13-17) y
pasa al tema final de su carta. Utilizando como ejemplo su propio ministerio entre ellos
(3:1-7), les pide que se alejen de los que han cesado de seguirlo y de laborar en su
causa (3:6-9). De lo cual concluye que si hubiese alguno que no quisiera trabajar,
tampoco el tal debe comer (3:10-15). Es muy probable que ya algunos habían pensado
que Cristo regresaría tan pronto que no valía la pena seguir trabajando. De la misma
manera que algunos en nuestros días decidieron no trabajar más y se fueron hasta una
montaña a esperar la llegada del Señor. Pablo, pues, tuvo palabras muy severas para
aquellos que se aprovechaban de los demás. Consideró esto como una situación
intolerable e inexcusable a la luz del ejemplo que él mismo, Pablo, les había dado a
todos cuando estuvo allí entre ellos.

¿Qué otra información adicional nos puede ayudar?

La ciudad de Éfeso en Asia había ya tenido una larga y gloriosa historia en la época en
que Pablo se llegó allí de visita. Se hallaba situada en una fértil planicie junto a un río.
Su mayor renombre se debió al templo de Artemisa (Diana) construido alrededor del
año 600 A.C. La ciudad misma fue fundada alrededor del siglo VII A.C., en la época en
que Manasés regía sobre Judá, el reino del sur. Entonces también el estado espiritual
de Judá había descendido a un nivel tan bajo que el Señor determinó su destrucción.
Algún tiempo más tarde el famoso y rico Creso controló la ciudad y erigió hermosos
edificios, incluyendo el famoso templo de Artemisa. Poco después la ciudad pasó a
manos de Ciro de Persia, junto con otras ciudades del Asia, hasta que los efesios se
rebelaron y obtuvieron de nuevo su independencia.

Pasado algún tiempo sostuvieron relaciones amistosas con Persia y fue así que Jerjes,
al volver derrotado de Grecia, rindió tributo a Artemisa en Éfeso y dejó allí a sus hijos
para que estuviesen seguros. Uno de los residentes más famosos de Éfeso lo fue el
filósofo Heráclito.

En el siglo V A.C. Éfeso se unió a Esparta en contra de Atenas y en el siglo IV fue


conquistada por Alejandro Magno. Finalmente cayó en poder de los romanos en el siglo
II A.C.

Augusto hizo de la ciudad la primera de toda el Asia y durante su reinado Éfeso recibió
grandes honores y se fabricaron nuevos edificios. De acuerdo con la tradición, Éfeso
fue por largo tiempo la residencia de Juan el apóstol, después de la época de Pablo, y
allí vivió también, de acuerdo con la leyenda, María la madre de Jesús, después de la
ascensión del Señor. También se cuenta que fue el lugar en que murió Lucas. Pero
todas estas son simples tradiciones, no documentadas por ningún dato histórico
comprobado.

Filipos era un pueblo situado en lo alto de una colina que había sido mandada a
fortificar por Filipo II en el año 356 A.C. debido a que en sus cercanías existían minas
de oro. Es más conocida como el lugar de la famosa batalla de confrontación entre
Marco Antonio y Octaviano (más tarde Augusto César) contra Bruto y Casio (asesinos
de Julio César). Bruto y Casio fueron derrotados en la batalla (42 A.C.). Más tarde
Octaviano se sobrepuso a Marco Antonio, derrotándolo y quedando así como único
aspirante al trono imperial romano, al cual ascendió con el nombre de Augusto César,
emperador en los días de nacer Jesús.
Colosas era una importante parada en el camino desde Grecia a Persia. Es
mencionada por Herodoto y por Xenofonte, antiguos historiadores griegos. Era una de
las tres ciudades de la región que formaban una especie de triángulo. Se sabe muy
poco de esta ciudad antes de que Pablo la visitara y escribiera después su famosa
epístola.

Tesalónica, establecida en el año 315 A.C. por Alejandro Magno, se convirtió más tarde
en una de las principales ciudades de Macedonia. Se le dio el nombre de Tesalónica en
honor de la hermana de Alejandro Magno.

¿Qué significado tuvo esta revelación para el pueblo de Dios cuando le fue dada
originalmente?

En muchos aspectos estas epístolas del apóstol Pablo constituyen una explicación del
concepto introducido en la Epístola a los Romanos 12:1,2, relacionado con la
renovación de la manera de pensar del creyente. Enseñan cómo es que el cristiano
debe aprender a pensar como hijo de Dios.

En la Epístola a los Efesios los cristianos primitivos comprenderían que el fundamento


de la nueva vida en Cristo era la obra de Dios en y por Cristo. Jamás deberían
apartarse de esos fundamentos ni ir hacia otros terrenos de crecimiento espiritual. Todo
lo que era necesario se ofrecía en Cristo. También aprenderían lo que significaba esa
nueva vida: lo que significaba tener vida eterna en términos de la vida cotidiana en sus
relaciones de los unos con los otros y su misión de luchar por Cristo contra Satán y sus
seguidores.

En Filipenses aprenderían que la iglesia que agrada al Señor debe dedicarse


activamente a la obra de las misiones: ayudando al trabajo evangelístico, llevando el
evangelio hasta el mundo incrédulo, y enseñando todo lo que Cristo ha enseñado.
También verían la importancia que tiene la dedicación de cada individuo a alcanzar la
meta de Dios para cada creyente¡ a tener un solo pensamiento (el pensamiento de
Cristo); y a poner la salvación otorgada por la gracia a cada individuo al servicio de la
labor en la iglesia, con el fin de que, en sus propias vidas, las muestras de la obra de
Cristo pudieran ser conocidas de todos.

En Colosenses vedan la importancia de tener una orientación hacia el cielo; de no


dejarse guiar por religiones falsas basadas en qué se debe y qué no se debe hacer
dentro de cánones inventados por los hombres. Serían guiados por el pensamiento de
Cristo revelado en su Palabra, de modo que pudieran ser flexibles para aplicar la
Palabra de Cristo a cada situación de sus vidas, viviendo en la novedad del Espíritu y
no en la mortalidad de la ley.

Y mediante las cartas a los Tesalonicenses verían que debían perseveraren el servicio
a Cristo. No debían desalentarse por los tropiezos —ni aun por la muerte— de otros
cristianos, sino que debían mirar más allá de las pruebas de esta vida hacia el regreso
de Jesús, quien recibiría en sí mismo a su iglesia y a su pueblo. Empero también
tendrían que aprender que ha de haber un equilibrio entre la anticipación de la venida
del Señor, por una parte, y la dedicación, mientras estuvieran en el mundo, a continuar
laborando diligentemente por la gloria del Señor, por otra parte; sin tregua ni descanso
en esa misma labor antes del tiempo del Señor.

Con estas epístolas tendrían, pues, una buena guía para seguir por todo el camino de
la vida cristiana, desde sus cimientos o principios hasta su clímax en el momento de la
llegada de Cristo.

¿Qué significado encierra hoy para nosotros la lección de las Escrituras?

Como creyentes nos enfrentamos hoya las mismas necesidades con que se
enfrentaron en el siglo primero los primeros cristianos. Nosotros también tenemos que
rechazar el llamado a una vida santificada que no esté basada en la obra de Dios a
través de Cristo o que le quite gloria al Señor. Debemos estar absolutamente seguros
de que el terreno en que edificamos nuestra vida cristiana está sólidamente afianzado
en la persona y obra de Cristo y no sobre cimientos o normas humanas. Es preciso que
examinemos nuestras vidas para saber si es cierto que el evangelio ha hecho que
cambiemos nuestra forma de andar (de vivir) y nuestras relaciones con los demás,
comenzando en nuestros propios hogares. Es necesario que indaguemos para ver si
estamos verdaderamente dedicados a la lucha a la que hemos sido llamados por Dios,
si estamos totalmente deseosos de luchar contra los poderes de este mundo, usando la
Palabra de Dios como arma que nos lleve a la victoria.

Tenemos que estar conscientes de la importancia que encierra el hecho de que nuestra
iglesia se encuentre dedicada a la obra misionera (proclamación del evangelio a los
que no lo conocen; educación de los salvados en las enseñanzas de Cristo). A la vez,
hemos de ver si nosotros mismos estamos creciendo espiritualmente hasta llegar a lo
que el Señor quiere que seamos en la vocación Cristo. Es decir, debemos buscar que
el pensamiento de Cristo nos guíe para que, con Pablo, podamos afirmar que “para mí,
el vivir es Cristo”.

Y hoy día, cuando hay tantas cosas que desalientan a los creyentes de pagar el precio
del gran llamado de Dios a ser lo que él quiere que seamos, es necesario poner los
ojos en el futuro, en lo que Dios nos tiene reservado. También debemos esperar con
anhelo el regreso de nuestro Señor, deseosos de estar preparados para recibirlo. Sin
embargo, no debemos aminorar nuestras actividades en lo más mínimo aquí, en el
lugar y tiempo que ocupamos, con la seguridad de que cuando vuelva el Señor querrá
hallarnos ocupados en la tarea que nos encomendó.

Meditación y aplicación de la Palabra de Dios a nuestras vidas

1. ¿Comprendo que todo lo que era necesario para mi salvación fue hecho en Cristo?
¿Me doy cuenta de que estar muerto en mis pecados significaba que antes de ser
salvado no había nada que yo pudiera hacer que fuera aceptable a los ojos de
Dios? ¿Me doy cuenta entonces de que las obras que hago ahora y que son
aceptables al Señor son hechas dependiendo totalmente del Señor que me ha
salvado y del Espíritu que envió para permitirme hacer su voluntad?
2. ¿Qué cambios ha causado la nueva vida en Cristo en mi conducta diaria: en mi
trabajo, en la forma en que conduzco mi automóvil, en mis planes diarios, en la
forma en que hago frente a situaciones inesperadas? ¿Qué cambio ha causado mi
nueva vida en Cristo con relación a mi hogar: en la forma en que trato a mi cónyuge,
a mis hijos, hermanos y hermanas, padres? ¿Es mi matrimonio esencialmente
cristiano? En caso de que algún extraño visitase mi hogar, ¿se daría cuenta de ello?
3. ¿Siento que estoy en lucha contra Satán? ¿Sí? ¿No? ¿Por qué? ¿Me ha preparado
para estar mejor capacitado para usar las armas del Espíritu al dar testimonio ante
otros? ¿Me doy cuenta del lugar que me corresponde en mi iglesia y en mi
denominación para llevar a cabo la gran encomienda de Cristo?
4. ¿Cuál es el modelo que sigo en mi dedicación a Cristo: alguien a mi alrededor, la
mayoría de los miembros de la iglesia en que rindo culto, Pablo?
5. ¿Trato de esforzarme conscientemente por alcanzar la meta hacia la cual Pablo se
esforzaba por llegar al desempeñar mis rutinas diarias en mi negocio o en mi
trabajo? ¿En qué me esfuerzo por mejorar la forma en que vivo?
6. ¿Encuentro que me es fácil permitir que alguien me diga lo que yo tengo que hacer,
lo que debe hacer un cristiano, en lugar de pagar el precio de vivir con el
pensamiento de Cristo: dedicar diariamente algún tiempo al estudio serio de su
Palabra en lugar de ojear superficialmente las Escrituras?
7. ¿Me dejo desanimar fácilmente en mis empeños en la vida cristiana? ¿Dejo que las
penas y frustraciones detengan mi crecimiento espiritual? ¿Gusto de buscar y usar
excusas para no hacer lo que debo hacer como creyente?
8. ¿Hallo verdadero júbilo y animación al pensar que voy a reunirme con mi Señor y
saber que él ha de volver para conducirme hacia su morada para siempre? ¿He
tomado la actitud de saber que el mundo empeorará cada vez más y, por tanto, no
vale la pena continuar trabajando en la evangelización?
Capítulo 8
Las epístolas individuales: Timoteo, Tito, Filemón

Introducción
Tenemos ahora ante nosotros el último grupo de epístolas que pueden tenerse
como escritas por Pablo, aunque algunos incluyen también la dirigida a los hebreos.
Aunque estas cartas fueron dirigidas a personas amigas o colaboradoras de Pablo
en su ministerio, no se limitan en su contenido a asuntos relacionados
exclusivamente con esas personas sino que son mucho más amplias y forman parte
de la revelación total dada por Dios. Tienen, por tanto, autoridad sobre todos
nosotros y son de gran provecho al estudiar los consejos de Dios para su pueblo.
Dos de estas cartas fueron escritas a Timoteo y una a Tito. A menudo se las llama
“epístolas pastorales”, ya que tratan de las responsabilidades de esos pastores al
dirigir las iglesias en que prestaban sus servicios. La Epístola a Filemón es una
misiva personal que nos revela la compasión y sentimientos que encerraba el
corazón de Pablo.

Procederemos ahora a estudiarlas siguiendo este orden: 1 Timoteo, Tito, Filemón, y


II Timoteo, aunque no es un orden puramente cronológico, muy bien pudiera serlo.
El lugar exacto en que fue escrita la carta a Filemón no se ha podido determinar. La
mayoría de los investigadores están de acuerdo en que las tres epístolas pastorales
fueron escritas mucho más tarde en la vida de Pablo, mucho después de lo que se
nos narra en el libro de Hechos, estando él y acerca de su muerte. La Epístola a
Filemón pudo muy bien haber sido escrita durante su encarcelamiento mencionado
en los Hechos, aunque hay otros que piensan que no fue durante la prisión de
Pablo en Roma sino en algún otro lugar.

¿Qué encontramos aquí?

I TIMOTEO: recomendaciones a un pastor joven

Del contenido de las dos epístolas dirigidas a Timoteo podemos inferir que Timoteo
era algo tímido y reservado y vacilaba en asumir todos los deberes que le
correspondían como pastor. Sabemos también que Timoteo no gozaba de buena
salud (I Ti. 5:23). Había acompañado a Pablo desde su segundo viaje misionero
(He. 16:1ss). Su madre, Eunice, era una judía devota; su padre era griego. Pablo
había hecho que se circuncidara al comenzar a viajar con él, no porque fuese
necesario sino para acallar las críticas de que era hijo de un griego probablemente
no creyente (He. 16:3).

Como era su costumbre, en la breve salutación expone su propio ministerio como


autoridad para escribir esta carta (1:1). De modo exclusivo, en estas dos epístolas a
Timoteo, Pablo incluye en la salutación no solamente la acostumbrada de gracia y
paz sino que añade la misericordia. Quizás se debió a las necesidades físicas del
propio Timoteo (1:2; 5:23).
1. Renovación de un antiguo encargo (1:3-17)

Parece como si Pablo hubiera escrito esta carta desde Macedonia a Timoteo en
Éfeso, donde este había permanecido sirviendo como pastor de aquella iglesia
(1:3). Pablo había exhortado a Timoteo a permanecer allí mientras él continuaba
su viaje, a fin de que Timoteo prohibiera a algunos individuos el enseñar una
doctrina diferente de la que el mismo Pablo había enseñado (1:3-11). Pablo
había escrito con anterioridad a Éfeso señalando el lugar que les correspondía
ocupar a los pastores y maestros dentro de la iglesia para llevarla hacia la
unidad en Cristo (ver Ef. 4:11ss). Ahora urgía a Timoteo a asumir esas
responsabilidades que él le había encargado. Pablo había demostrado que el fin
o meta de todos los pastores y maestros era edificar la iglesia en la unidad por el
amor (Ef. 4:16); ahora subraya que la meta de los puestos que Timoteo asignará
a los que laboran en la iglesia de Éfeso es el amor, nacido de un corazón limpio
(1:5).

Es claro que en Éfeso existía el peligro de doctrinas falsas, contrarias a lo que


Pablo había enseñado, por lo que Pablo se sentía obligado a recordarle ese
peligro a Timoteo para que, a su vez, este se lo recordara a los demás que se
encontraban con él. Esta amenaza era aparentemente la misma que se había
cernido previamente sobre Galacia: individuos que trataban de hacer que la ley
judía fuese obligatoria para todos los creyentes (vv.7ss).

Al mismo tiempo, la preocupación de Pablo porque el amor reinara entre ellos


(1:5) puede indicar que existía el riesgo de que en Éfeso ese amor se perdiera
en la búsqueda de la doctrina pura. Es digno de mencionarse que mucho más
tarde, Juan, escribiendo como alguien que había vivido entre los habitantes de
Éfeso por largo tiempo, elogió su firmeza en la doctrina pero les reconvino por la
falta de amor entre ellos que ponía en peligro el servicio futuro al Señor (ver Ap.
2:1-7).

Pablo reconoce que él había sido antes de los que guardaban celosamente el
judaísmo de sus antecesores y por ello perseguían la iglesia; pero ahora da
gracias a Dios por haberlo librado de esa vida, ilustrada por los que como judíos
continúan dedicándose a molestar y perseguir las iglesias de Cristo en todas
partes (1:12-16). En esencia está diciendo: De no haber sido por la gracia de
Dios, hoy me contaría entre aquellos que persiguen el evangelio que yo predico.

Pablo termina este recordatorio a Timoteo con hermosas palabras de alabanza


al Rey eterno, inmortal, invisible, al único y sabio Dios (v.17), que cambió su vida
de forma tan radical.

2. Nuevas responsabilidades a Timoteo (1:18-6:21)

La nueva responsabilidad tiene que ver con la actitud de los creyentes dentro de
la iglesia (ver 3:15). Pablo empieza por autorizar la responsabilidad misma, que
es la Palabra de Dios (1:18-2). Señala que, en primer lugar, fue por la Palabra
de Dios que él fue llevado hasta Timoteo (v.18). Quizás se relacione esto con el
hecho de que Timoteo, desde su más tierna infancia, había sido instruido en las
Escrituras por su abuela y por su madre, lo cual dio lugar a que se relacionara
con Pablo cuando este visitó Listra por primera vez (He. 16:1ss: cf. II Ti. 1:5;
3:14ss).

La mención de la buena batalla recuerda a Timoteo esas mismas palabras que


fueron escritas a los efesios (Ef. 6:10ss). Conoceremos más detalles acerca de
Alejandro e Himeneo en otros lugares. Himeneo es mencionado de nuevo en II
Timoteo 2:17,18, donde sus doctrinas falsas se definen como un error
relacionado con la resurrección. Alejandro fue quizás el calderero mencionado
en II Timoteo 4:14 que se opuso a la obra de Pablo en Éfeso y también puede
ser el mismo Alejandro que, en otra ocasión, quiso hablar a nombre de los
cristianos de aquel lugar (He. 19:33). Estos dos individuos fueron disciplinados
por Pablo y más tarde abandonaron la iglesia (1:20). La buena batalla, por
consiguiente, incluye también el resistir a aquellos que se apartan de la Palabra
de Dios dentro de la iglesia.

Al comenzar el segundo capítulo Pablo enumera los diferentes aspectos de esta


responsabilidad que da al joven Timoteo, de modo que pueda llevar a cabo con
éxito su ministerio.

A. Que se digan oraciones por todos los hombres (2:1-7).

Estas palabras son muy parecidas a las que encontramos en Romanos 13. Se
destaca de modo muy especial que se hagan oraciones por los reyes y por todos
los que están en eminencia. Un ambiente de tranquilidad y paz es el marco
apropiado que Pablo desea para la proclamación del evangelio en cualquier nación,
lo cual constituye el objetivo principal de Dios para su iglesia (2:4ss).

B. Que sean los hombres, y no las mujeres, los que dirijan esas oraciones
(2:8-15).

Las mujeres deberán vestirse de tal manera que rindan honor al Señor. Es decir, no
con lujos para impresionar a los demás sino realizando buenas obras que redunden
para gloria a Dios (vv.9,10). Las mujeres no han de dirigir el servicio de adoración ni
enseñar o gobernar dentro de la iglesia, en vez de los hombres. Pablo no basa sus
palabras en costumbres de la época sino que se remonta al propósito original de
Dios para el hombre y la mujer. Hace un llamado a ambos para que recuerden el
plan original de Dios en la creación y la lección de gobernar espiritualmente a Adán
(vv.11-14). Vemos aquí que la función primordial de la mujer es tener hijos como
parte del plan de Dios para la salvación del mundo (v.15). No quiere decir esto que
la mujer se salvará por el hecho de tener hijos sino que Dios decidió llevar a cabo
nuestra salvación mediante un hombre nacido de mujer. Tal es la razón de la
primera promesa de Dios: que la simiente de la mujer nos daría la victoria (Gn.
3:15). Llegado que hubo el momento, Cristo nació de mujer pero sin contacto de
hombre.

C. Que los dirigentes y oficiales de la iglesia estén capacitados


espiritualmente (3:1-16).

Nos encontramos aquí que el vocablo “obispo” (celador) se emplea como sinónimo
de “anciano”, utilizado por Pablo más tarde. El cargo de obispo se considera como
una posición deseable dentro de la iglesia que debe tratar de alcanzarse. Pero no
todos están capacitados para este oficio. Existen ciertas condiciones
imprescindibles para ocuparlo (vv.2-7).

Estas condiciones nos enseñan que el obispo, o anciano, debe llevar una vida
ejemplar como creyente en Cristo y estar bien capacitado para enseñar la Palabra
de Dios a otros. Debe ser capaz de gobernar su propio hogar, ya que tendrá que
presidir sobre la congregación de la iglesia. El término “anciano” nos está diciendo
que esa persona debe ser no un principiante sino un individuo con madurez
espiritual. El anciano debe tener una buena reputación no sólo dentro de la iglesia
sino también en la comunidad de creyentes.

No menos capacitados han de ser los diáconos en cuanto se refiere al carácter y


modo de vida; aunque no se menciona el requisito de que sean capaces de enseñar
(vv.8-13). Se concede especial atención a sus mujeres, las cuales deben
complementarlos en todos aspectos. Esto querría decir que en la elección de los
que han de ocupar cargos las cualidades de las esposas cuentan tanto como las de
los hombres mismos.

Pablo termina esta sección con una elevada apreciación de la iglesia, refiriéndose a
ella como “columna y baluarte de la verdad” (vv.14-16). Las palabras con que
termina este capítulo pueden ser las de un himno cristiano anteriormente
compuesto por Pablo.

D. Que Timoteo enseñe todas estas cosas a la iglesia (4:1-16).

Como había indicado ya en II Tesalonicenses (cap. 2), Pablo habla ahora de los
últimos tiempos de la historia de la iglesia, cuando algunos la abandonarán para ir
en pos de falsas doctrinas (4:1ss). Como características de su hipocresía se hacen
resaltar las violaciones de la libertad cristiana (vv.3-5).

Por consiguiente, el buen ministro debe preparar a su congregación para que pueda
hacerle frente a todas esas falsas doctrinas que vendrán y solamente podrá lograrlo
si él mismo se encuentra fortalecido por la Palabra y una sólida doctrina (vv.6ss). Es
por ello que debe conceder mucha importancia a su propio alimento espiritual y
examinar constantemente sus enseñanzas para saber si están de acuerdo con la
Palabra de Dios y firmes en la doctrina (vv.15,16).
E. Que Timoteo se lleve inteligentemente y sin prejuicios con los líderes
espirituales y otros miembros de la iglesia (5:1-6:2).

La primera parte del capítulo 5 (vv.1-17) parece referirse a las relaciones de


Timoteo con los miembros de la iglesia, no como oficiales de la misma sino como
grupos o clases de individuos. El vocablo “anciano” en el versículo 1 se refiere a
hombres mayores dentro de la congregación a los cuales se les debe gran respeto
por su edad, tal como los niños demuestran respeto por sus padres. La palabra
“viuda” (vv.3ss) aparentemente la usa aquí Pablo para señalar a aquellas mujeres
que aceptan su viudez y utilizan su tiempo y situación para servir a la iglesia en
forma adecuada. (Quizás Dorcas sea ejemplo de ello, aunque no se le aplique el
término de “viuda”; He. 9:36-42.) Estas mujeres merecen la ayuda de toda la iglesia,
y cuando sus familias no puedan hacerlo, sus necesidades diarias deberán ser
cubiertas por la iglesia. Sin embargo, las viudas jóvenes no deben ser incluidas con
las de mayor edad sino alentadas para que vuelvan a casarse y tener hijos
(vv.11ss).

En el versículo 17 el término “anciano” se refiere evidentemente al cargo de obispo


del cual habla antes (3:1ss). El término “doble honor” se sobrentiende generalmente
como “honorarios por su ministerio”; es decir, honor debido al puesto que ocupan y
honorarios materiales por su labor. Pablo cita otras partes de las Escrituras en
apoyo de su enseñanza (v.18).

Existen maneras de tratar con los ancianos que demuestran no ser dignos de su
cargo (vv.20-22), pero la mejor es la prevención, teniendo especial cuidado al
nombrar a un individuo para ese cargo.

La exhortación personal a Timoteo (vv.23-25) era para alentarlo a que tomara vino
como medicina, ya que parece ser que él no se atrevía a hacerlo por temor a que
los demás lo considerasen como pecado de su parte.

Los versículos con que termina esta sección se refieren a los siervos (esclavos) y
complementan las palabras que ya vimos en Efesios y Colosenses con respecto a
este tema (6:1,2).

F. Que Timoteo rechace toda otra doctrina diferente a la enseñada por Pablo
y se esfuerce por servir de ejemplo a los demás (6:3-16).

La doctrina que Pablo enseña está firmemente basada en las palabras de


Jesucristo, de quien Pablo la recibió, como lo muestra la Epístola a los Gálatas (I Ti.
6:3). Por lo tanto, si cualquiera quisiere enseñar otra doctrina, lo hace por vanidad,
rechazando la doctrina de Pablo (6:3-5). Aquí Pablo muestra su preocupación
respecto a los que enseñan por razones malvadas, que predican solamente por
ganancia (6:5-10). Recordemos cómo Dios acusó también a muchos de los profetas
del Antiguo Testamento por esa misma razón. Muchos deseaban impresionar a las
congregaciones de creyentes con debates y discusiones acerca de palabras huecas
y teologías confusas, impulsados solamente por el afán de riquezas. Era evidente,
pues, que la predicación de un evangelio simple y directo no era lo suficientemente
lucrativa.

Pablo termina su carta a Timoteo con un serio llamado y amonestación,


exhortándolo a continuar valerosamente la lucha a la cual ha sido llamado y a
esforzarse por alcanzar la meta de plenitud que el Señor le ha puesto (vv.11,14 ).
Debe mirar hacia Cristo como ejemplo de buena confesión y proseguir hasta el
máximo la vida eterna que le ha sido otorgada a través de Cristo (12,13). Pablo
termina sus recomendaciones con hermosas palabras de alabanza al Rey de reyes
y Señor de señores (vv.15,16).

G. Que Timoteo exhorte a los ricos a depositar sus esperanzas en Dios y no


en sus riquezas (6:17-19).

Aparentemente el amor a las riquezas constituía un gran riesgo entre los creyentes
de Éfeso. Las palabras de Pablo vuelven ahora a insistir en este tema. Les recuerda
que las riquezas que poseen han de ser consideradas como cualquier otro don
otorgado por el Espíritu: algo que debe ser usado para gloria de Dios y no para
satisfacer caprichos personales. La mención de las buenas obras traen a la mente
las palabras de Efesios 2:10.

Es muy posible que también Jesús, al acusar a la iglesia de Éfeso de abandonar su


primer amor (Ap. 2:4), se estaba refiriendo al peligro que había de que se
convirtieran en demasiado amantes del dinero en lugar de amar a Dios.

H. Que Timoteo guarde las encomiendas que se le han dado (6:20-21).

Una vez más cita Pablo todas las recomendaciones y encargos hechos a Timoteo,
especialmente desde 1:18 hasta este momento. Para guardarlos, Timoteo debe no
solamente perseverar en aquellas cosas que se le han encomendado sino también
alejarse de todo lo que pueda impedirle cumplir con su cometido.

TITO: un llamado a la sana doctrina

Nos encontramos en esta epístola con una salutación mucho más extensa que en
las otras (1:1-4 ). En la misma, Pablo incluye algo con respecto a su propio llamado
y algo de la grandeza del evangelio que predica. Como hemos observado antes,
Tito no es mencionado en los Hechos: pero aparentemente era un joven que
conoció a Pablo en Antioquía y que más tarde se le había unido en sus viajes
misioneros. Al escribirse esta epístola, Tito se encuentra evidentemente en Creta,
en donde Pablo lo ha dejado a cargo de las iglesias allí establecidas. Pablo le está
dando instrucciones para llevar a cabo sus responsabilidades en esa iglesia, como
lo había hecho con Timoteo en Éfeso.
El tema que hilvana toda la epístola es el de la sana doctrina (firmemente basada
en la Palabra de Dios).
1. Forma de mantener una sólida doctrina: una dirección sólida (1:5-9)

Es menester nombrar ancianos en las iglesias de Creta para detener a aquellos


que quieren hacer errar a la iglesia; pero los ancianos qué se nombren deberán
ser hombres intachables, que se consideren a sí mismos siervos de Dios y
administradores de su iglesia (v. 7). Han de demostrar ser amantes de la
Palabra de Dios y tener la capacidad para enseñar la doctrina a los demás (v.9).

2. Necesidad de una doctrina sólida: detener las falsas enseñanzas (1:10-16)

Muchos se habían llegado hasta las iglesias de Creta llevados por motivos
malsanos y enseñanzas erróneas; por tanto, era preciso tomar severas medidas.
Era necesario que Tito estuviera respaldado por hombres buenos que lo
apoyaran en censurar a aquellos que buscaban destruir la iglesia con sus
dañinas enseñanzas (vv.13-16). El consejo inteligente y sabio que Pablo da
ahora a Tito es que, en primer lugar, se rodee de hombres que tengan absoluta
firmeza en la fe y sean capaces de enseñar, a fin de que, junto con Tito, puedan
hacerles frente a los que buscan problemas impulsados por el afán de riquezas
(cf. Ed. 9:1-4).

3. La meta de una sana doctrina: una vida recta (2:1-3:2)

Esta es la nota dominante de esta epístola. Pablo muestra cómo han de


alcanzarse dentro de la iglesia los conceptos expresados en Efesios 4:11-16. La
iglesia estará estrechamente unida en el amor y será edificada al hablar y
enseñar el pastor acerca de todo aquello que lleva a una doctrina sana (2:1). A
su vez, los miembros mayores de la iglesia deben dar el ejemplo a los jóvenes
(2:2-6). Muy digno de observarse aquí es el encargo hecho a las mujeres
cristianas de más edad para que instruyan y sirvan de guía a las más jóvenes y
las prepararen para ser buenas esposas y madres.

Pero el centro de todo lo que se refiera al crecimiento espiritual de la iglesia


debe ser su ministro, Tito. Él dará ejemplo en sus relaciones con los miembros
de las buenas obras a las que han sido llamados por el Señor (2:7-8). Aun a los
esclavos que hubiera dentro de su iglesia debe enseñarles a llevar la situación
que les ha tocado en suerte dando gloria a Dios (2:9-10).

La razón de este interés en llevar una vida apropiada es que el Señor nos ha
redimido para que, aun en este mundo, vivamos gloriosamente para él, en
anticipación del momento en que él habrá de recibirnos en el cielo. Dios desde
un principio deseó tener de modo exclusivo un pueblo libre de pecado, celoso de
buenas obras (2:14; ver Ef. 1:4; 2:8-10; Ex. 19:4-6).

4. El corazón de una sana doctrina: un evangelio firme (3:3-11)

Pablo muestra que el evangelio sano y firme que él ha predicado y enseñado en


todas partes declara que hubo un tiempo en que todos vivíamos en pos de
intereses pecaminosos, apartados de Dios (v.3). Pero Dios, movido por su
misericordia y amor por nosotros, nos ha salvado, no porque hubiéramos hecho
alguna buena obra, sino solamente por su propia caridad, haciendo que
volviéramos a nacer en su Espíritu Santo (vv.4,5).

Es por esta obra realizada por Dios que somos poseedores ahora de la vida
eterna; lo que quiere decir que ahora, como creyentes en Cristo, somos
capaces, por primera vez, de hacer buenas obras (obras que agraden a Dios).
Hemos sido salvados solamente por obra de Cristo, no por obra nuestra;
asimismo nuestras buenas obras se harán dependiendo de Cristo y no por
nuestros propios medios (vv.7,8). Cualquier doctrina basada en nuestras propias
fuerzas y no en la ayuda que nos presta Cristo debe ser rechazada por Tito.
Todo individuo que se rebele en contra de las amonestaciones de Tito debe ser
expulsado (vv.9-11).Al terminar su carta, Pablo hace mención a ciertos planes
que tiene en mente y, de nuevo, pide a todos los cristianos que realicen buenas
obras. Es muy posible que hubiera surgido en Creta el mismo problema que en
Tesalónica: algunos no querían trabajar y, por ello, constituían una carga para
los demás (vv.12-14; ver II Ts. 3).

FILEMÓN: un ruego a la compasión

Ahora tenemos la más corta de todas las epístolas escritas por Pablo, la dirigida a
Filemón, un amigo cristiano que vivía en Colosas. Es en relación con uno de sus
esclavos que había escapado, llamado Onésimo (ver Cl. 4:9). Aparentemente,
Filemón era el mentor espiritual en Colosas (v.2).

Pablo comienza recordando las bendiciones de que ha disfrutado en la compañía


de Filemón, al que parece tener gran estima (vv.4-7). Basado en ello, Pablo urge a
Filemón a tratar amablemente a su esclavo prófugo, Onésimo, el cual
aparentemente escapó de Filemón y buscó refugio en Pablo, habiéndose convertido
después a la fe bajo el ministerio de Pablo mientras este se hallaba en la prisión
(vv.8-11).

Pablo envía a Onésimo de regreso a Filemón con la esperanza de que este le


permita volver de nuevo junto a Pablo y acompañarlo en su ministerio desde la
prisión (vv. 12-14). El mismo Pablo ve la huida de Onésimo como quizás necesaria
para que Filemón pueda volver a ganar a Onésimo, no como esclavo, sino como
hermano en la fe (vv.15-17).

Pablo está dispuesto a pagar a Filemón cualquier deuda o gastos en que este haya
incurrido por culpa de la huida de Onésimo; pero le recuerda que, después de todo,
fue él mismo, Pablo, el que lo condujo al conocimiento de Cristo, y por ello, en cierto
sentido, Filemón les es deudor a su vez a Pablo (vv.18-20).
Aunque no se lo pide abiertamente, Pablo espera que Filemón le dé la libertad a
Onésimo, quizás para que este pueda regresar a ayudarlo en su ministerio (v.21).
No sabemos el resultado de esta epístola; pero muy a principios del siglo II, uno de
los primeros padres de la iglesia menciona el hombre de Onésimo como obispo de
Éfeso. Puede que haya sido otra persona, pero eso no lo sabemos con certeza.

II TIMOTEO: consejos a un joven pastor

Probablemente fue esta la última de las epístolas escritas por Pablo. Su contenido
encierra una profunda emoción, reflejando los momentos en que Pablo comprendía
que se acercaba su muerte. Escribe desde la prisión. No habla ya de viajes o planes
futuros. Hace un recuento de su propio ministerio y encomienda ahora la obra al
joven Timoteo para que continúe el ministerio comenzado por él. También en la
salutación incluye su saludo habitual de gracia, paz, y misericordia (1:1,2).
¿Qué cosas desea decir un fiel ministro ya en sus últimos días, cuando ve que se
acerca su fin, a un joven que va a continuar los rumbos del ministerio comenzado
por él?

1. Hacer un inventario de herencia espiritual (1:3-18)

Pablo reconoce su propia herencia espiritual como judío y después recuerda a


Timoteo la suya (1:3ss). Observa en particular la verdadera fe que existía ya en
su abuela, después en su madre, y que también ahora vive en Timoteo (1:5).
Pero, por encima de todo, Pablo le recuerda su ordenación como ministro, lo
cual no debe olvidar jamás (v.6).

Es obvio que Timoteo se sentía desalentado o quizás simplemente temeroso de


las obligaciones que su vocación demandaba. De todas maneras, Pablo lo
exhorta a no avergonzarse del evangelio —en palabras que nos recuerdan a las
dirigidas a los romanos (Ro. 1:16,17). Timoteo no ha de avergonzarse; en primer
lugar, porque el evangelio es poder (vv.8-10), y después, por el ejemplo que le
ha dado el mismo Pablo (vv.11-12). Pablo nos ofrece ahora un glorioso
testimonio de la confianza que tiene depositada en el evangelio (v.12 ).

Es necesario que Timoteo vea la responsabilidad que tiene de mantenerse fiel al


evangelio ya la sana doctrina que le han sido encomendados (vv.13,14).

Esta sección termina con algunas de las palabras más tristes escritas por Pablo
en cualquiera de sus cartas. Podemos inferir de las mismas, por lo menos de la
mayoría de ellas, que en aquellos días los creyentes de Asia (la provincia que
incluía a Éfeso) lo habían abandonado, y quizás también a la doctrina que él,
Pablo, les había enseñado (1:15-18).

2. Encarga también a otros lo que tú has recibido (2:1-13)

Timoteo no solamente ha de interesarse en su ministerio presente sino que debe


hacer que el ministerio de la Palabra continúe aun después que él se haya ido.
Por consiguiente, debe preparar a otros para que enseñen esa misma doctrina
sana que le ha sido enseñada y que él está ahora enseñando a otros.

Para poder hacerlo Timoteo tiene que aprender a pelear la buena batalla en la
lucha por Dios, de la cual había hablado Pablo con anterioridad (2:3-6). Pablo se
presenta a si mismo como ejemplo que ha de seguir Timoteo, quien por tanto
tiempo trabajó junto a él y sabe de todos los sufrimientos que ha padecido por
amor al evangelio (vv.7-10). Pablo refuerza la fe de Timoteo repitiéndole
palabras que aparentemente eran conocidas por este y usadas por los cristianos
dedicados al Señor (vv.11-13).

3. Tener conocimiento de la oposición al evangelio y estar preparado (2:14-


3:17)

Muchos de los sufrimientos en el evangelio de que habla Pablo se debían a los


falsos profetas y maestros que se introducían en la iglesia (2:14-19). Hombres
como Himeneo y Fileto, que han creado grandes problemas dentro de la iglesia
con sus discusiones acerca de simples términos y palabras y que han hecho que
muchos se alejen por el mal camino. Es necesario que Timoteo haga frente a
tales enemigos de la verdad y los deseche (vv. 17-19). Pero para poder hacerlo,
él mismo tiene que ser diligente en su preparación y uso de la Palabra de Dios
(2:15).

Jamás debe Timoteo abandonar su congregación ni considerar a ninguno de sus


creyentes como, incapaz de alcanzar la redención, sino que debe prepararse
para poder enseñar la verdad a todos los hombres, con la esperanza de que
Dios conduzca a algunos de los que están en contra de la verdad a arrepentirse
y abrazarla en la fe (vv.20-26). El incesante llamado que Pablo hace a Timoteo
es estar preparado (vv.20-21).

La amenaza a la iglesia contra la que se tiene que preparar Timoteo es señalada


para los últimos tiempos, cuando, como asegura Pablo a Timoteo, muchos en la
iglesia dejarán de amar al Señor para seguir cualquier otra cosa (3:1-9). Serán
amantes de sí mismos, del dinero, del placer, pero no del bien (vv.1-4).
Engañarán a muchos con una actitud externa de piedad que no tiene poder
alguno (presencia) de Dios. Son réprobos en lo que se refiere a la fe, pero
tendrán éxito en hacer errar a muchos que ahora se encuentran dentro de la
iglesia (3:5-9). Es evidente que Pablo está preparando a Timoteo para el
momento en que comience la deterioración espiritual de su iglesia y le exhorta a
estar dispuesto para hacerle frente. De la misma manera, se recordará, había
advertido a los tesalonicenses respecto a los últimos tiempos.

Timoteo tiene, en realidad, una sola forma de prepararse: es la ya señalada por


el Señor (3:10-17). Timoteo tiene que comprender que, según pasa el tiempo,
los esfuerzos de Satán por obstaculizar la verdad irán en aumento y harán que
muchos se pierdan (vv.10-12); pero Timoteo no debe confiar en ningún plan o
idea concebida por los hombres ni en métodos nuevos para retener a la grey o
para disponerse al asalto. Tiene que continuar en lo que ya se ha probado que
da resultados; en las Escrituras (vv.14,15). Solamente en las Escrituras
encontraremos las armas necesarias a los ojos de Dios (v.17).

Las palabras de Pablo en este pasaje nos recuerdan las del Señor a Jeremías
cuando llamó al profeta siendo un joven. La misión de Jeremías era declarar la
Palabra de Dios, hablada por el profeta, para que se arrancara y destruyera y
rompiera en la iglesia todo aquello que ofendía al Señor y fuera levantada y
edificada solamente con lo que era grato a sus ojos (Je. 1:4-10). Comparemos
esas palabras de Jeremías con la descripción que ahora nos da Pablo acerca
del poder de la Palabra de Dios escrita (3:16,17).

Primero, hallamos que todas las Escrituras son en verdad Palabra de Dios que
él nos da en su plan y propósito de salvación y que fueron escritas por hombres
guiado por el Espíritu de Dios. Por lo tanto, la Escritura es provechosa
(concebida) para la enseñanza. Esto quiere decir que la asignatura básica
dentro de la iglesia debe ser la Palabra de Dios, las Escrituras. Todo aquello que
se enseña en el hogar y en la iglesia debe estar encaminado hacia una
comprensión más clara de lo que encierra ese Libro.

Las Escrituras son también muy valiosas para amonestar. La palabra griega
utilizada en la traducción significa “hacer caer”. Con esto entendemos que a
través de las enseñanzas de las Escrituras todos los hombres serán juzgados,
haciendo que todo aquello que en sus vidas ofende al Señor sea sacado a la luz.
Entonces serán condenados. Hemos visto cómo algunos individuos en el
Antiguo Testamento fueron juzgados en vida por los pecados cometidos, como
Jacob, David, y Ezequías. La Palabra de Dios —espada del Espíritu— penetra y
discierne el corazón de los hombres, cosa que simples palabras humanas no
pueden conseguir. De esto encontramos un buen ejemplo en Pentecostés (He.
2), cuando Pedro predicó las Escrituras.

Algo que es necesario tener presente es que cuando Pablo se refiere a las
Escrituras está pensando no solamente en los escritos del Nuevo Testamento
sino en todas las enseñanzas de Dios: tanto el Antiguo como el Nuevo
Testamento. Olvidarnos del Antiguo Testamento en nuestras enseñanzas
equivale a olvidarnos de las tres cuartas partes de la Palabra de Dios. En tal
caso, no podemos esperar que los hombres sean juzgados y examinados como
deben serlo.

Las Escrituras ponen al descubierto al hombre; lo juzgan y condenan. También


sirven para enseñarle corrección. Así tenemos que la Palabra de Dios no
solamente nos escudriña (al decir la verdad y poner a la luz todos nuestros
pecados) sino que también nos guía y ayuda a corregir nuestras faltas. Como
dijo el Señor en el Salmo 19: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el
alma.” (v.7).

De nuevo tenemos que las Escrituras son de ayuda para instruir en justicia. A
través de toda la Biblia el Señor ha insistido en que la enseñanza de la Palabra
de Dios debe comenzar en el hogar, a los niños, desde su más tierna edad.
Volviendo al Salmo 19, recordemos que las Escrituras bastan para convertir en
sabio al simple (v.7). La sabiduría se alcanza solamente conociendo y
aprendiendo a aplicar la Palabra de Dios a nuestras vidas. Las palabras que
Pablo nos dice ahora, expresando la meta de la justicia en todas nuestras obras
como hijos de Dios, nos recuerdan la meta que Dios impuso a la simiente de
Abraham muchos siglos antes (Gn. 18:19).

Pablo describe de un modo más completo la meta de Dios para sus hijos en el
versículo 17: A fin de que el hombre sea completo (perfecto), enteramente
preparado para toda buena obra. Recordamos que este es el propósito señalado
en Efesios 2:10. Ahora podemos comprender por qué Pablo en Éfeso, y
probablemente en dondequiera que fue, procuró predicar la Palabra de Dios en
su totalidad (toda la Palabra escrita), obedeciendo la gran encomienda de Dios
(Mt. 28:20; He. 20:27).

4. No apartarse del ministerio, no importa lo que suceda (4:1-5)

Desde luego que no todo el mundo está dispuesto a ser juzgado o a sentarse a
escuchar lo que tiene que decir la Palabra de Dios. Muchos tratarán de cambiar
la iglesia a la medida de sus deseos. Otros tratarán solamente de escuchar lo
que les agrada o está de acuerdo con su propia filosofía de la vida. Estarán
dispuestos a pagar a falsos maestros y guías que les den lo que ellos quieren
recibir, ¡y pagarán muy bien por ello! Es en vista de ello que Timoteo ha de
perseverar en predicar solamente la verdad (v.2). Debe hacerlo sea o no el
momento apropiado, aun cuando muchos de sus seguidores se aparten y vayan
en pos de otros evangelios más atrayentes. Timoteo ha de cumplir siempre con
ese ministerio al que ha sido llamado, sin sustituirlo por otro más suave o
agradable quizás pero que pudiera poner en peligro la fe (v.5).

Testimonio final de Pablo (4:6-8)

Como final Pablo nos da ahora su propio testimonio de lo que quiere decir con
“cumplir su ministerio”. Ve que el final de su propio ministerio está muy cerca ya.
Examina su vida y se encuentra satisfecho de que siempre procuró ser fiel en medio
de todos los padecimientos y pruebas. Ansía estar con el Señor y ver la gloria
venidera. Pero no se considera como algo único y especial: hay muchos otros como
él que aman la venida del Señor y a los cuales él se unirá.

Notas personales al cerrar Pablo su epístola (4:9-22)

Las últimas palabras de Pablo nos hacen ver cómo continúa su actividad hasta el
mismo final. Todavía hay muchos reunidos a su alrededor a los cuales continúa
instruyendo y guiando. Desea que Timoteo le traiga algunos libros y materiales de
estudio, dando señales de que no está dispuesto a cesar en su labor hasta que el
Señor lo llame. Continúa teniendo absoluta confianza en el Señor que está a su
lado (v.17).

De esta manera damos nuestra última mirada a Pablo, el apóstol de Jesucristo a los
gentiles. Es la imagen de un hombre que no se sienta a esperar que llegue el final,
sino que al llegar ese momento y el Señor lo llame consigo lo encontrará ocupado
en las labores que él mismo le encomendó.

¿Qué otra información adicional nos puede ayudar?

Ya hemos presentado alguna información extrabíblica con respecto a Éfeso, donde


trabajó Timoteo, y a Colosas, donde residía Filemón. Miremos ahora hacia Creta, la
isla del mar mediterráneo donde Tito sirvió como pastor de las iglesias. Creta es en
tamaño la quinta isla del Mediterráneo y puede ser localizada en el mapa de
Palestina en los tiempos de Jesús. Creta tiene una ilustre historia desde la más
remota antigüedad. La cultura primitiva de la isla es conocida bajo el nombre de
Minoica Anterior, y duró casi que hasta el año 2000 A.C., alrededor de la época en
que Abraham abandonó Ur y comenzó su jornada hacia Canaán. Las excavaciones
arqueológicas han encontrado los restos de una brillante civilización durante ese
período y aun más tarde, habiéndose descubierto ruinas de palacios de
considerable tamaño. Se han efectuado hallazgos que indican que existía en Creta
una sociedad de tipo muy avanzado.

Alrededor de 1700 A.C., en los días en que Jacob se dirigía a Egipto, un gran
terremoto destruyó la mayor parte de la civilización cretense; pero la cultura minoica
continuó y se volvieron a edificar grandes palacios, se crearon obras de arte, y
también se inventó un lenguaje escrito. Los barcos minoicos llegaron quizás hasta
España. Su lenguaje escrito era muy semejante al usado por la escritura griega
primitiva, y es muy posible que muchos griegos provenientes de tierra firme se
establecieran allí.

Alrededor de 1450 A.C., durante la época del Éxodo desde Egipto hacia Canaán,
otro gran terremoto y la explosión de un volcán cercano destruyeron casi toda esta
nueva civilización.

Nunca jamás pudo Creta volver a elevarse a su antigua gloria. Los griegos
primitivos se encontraban fascinados por los mitos y leyendas que fluían de Creta.
Al cabo, los romanos llegaron a la isla y la conquistaron en el primer siglo A.C. Se
sabe que hubo judíos viviendo en Creta por lo menos desde el siglo II A.C. Algunos
judíos provenientes de Creta se hallaban presentes cuando Pentecostés (He. 2:11).
Cuando Pablo fue llevado en cadenas a Roma, el barco en que iba navegó a lo
largo de la costa sur de Creta (ver mapa). Es muy posible que algún tiempo más
tarde Pablo fundara allí la iglesia servida por Tito cuando Pablo le escribió su
epístola.

¿Qué significado tuvo esta revelación para el pueblo de Dios cuando le fue
dada originalmente?

En el tiempo en que se escribieron estas epístolas, especialmente las pastorales, ya


las herejías estaban comenzando a surgir en la iglesia y abundaban los falsos
maestros. Mucho de lo que Pablo había alcanzado comenzaba a desmoronarse
ante los ataques de los enemigos del evangelio que él predicaba. Por este entonces
ya la atracción del celo misionero iba declinando y los jóvenes pastores
encontraban que no iba a ser fácil continuar predicando el evangelio enseñado por
Pablo, ni que tendría gran acogida entre los miembros de la congregación.
Al pasar los años y viendo Pablo que su propio ministerio llegaba al final, es
indudable que sentiría preocupación ante la posibilidad de que no se pudiera
continuar predicando la verdad después de su muerte. Por doquier surgían nuevos
retos a la naciente iglesia, a la cual era imprescindible armar y equipar para que
pudiera hacer frente a los mismos.

Pablo dedicó gran atención al establecimiento de una organización dentro de la


iglesia y a que se efectuara un culto ordenado. Pero, por encima de todo, era muy
importante que los principales estuvieran afianzados en la fe y en el conocimiento
de la Palabra de Dios.

Era esencial que los dirigentes tuvieran una base sólida en la Palabra de Dios y
estuvieran bien preparados para enseñar esa Palabra y lo suficientemente maduros
como para no desvirtuarse y seguir a otros que enseñaban un evangelio diferente.
La lucha de la cual Pablo había advertido a los efesios se encontraba en todo vigor.
Había muchos que, habiendo sido anteriormente seguidores de Pablo, ahora lo
abandonaban a él y a su causa, yendo en pos de ministerios más atrayentes y
lucrativos. Siempre estaba presente la tentación de llegar a un arreglo para hacer
que la congregación se mantuviera unida. Ceder a tal tentación hubiera constituido
un verdadero desastre para las iglesias establecidas por Pablo.

A través de estas epístolas Pablo enseñó a un pastor joven a prepararse y a estar


dispuesto en su ministerio teniendo como base la Palabra de Dios y la sana doctrina
que Pablo le había enseñado, y a examinarse a si mismo constantemente no fuera
que, en su vida y conducta cotidianas, hubiera dejado de aplicar la Palabra a su
propia vida. Debía constituir un ejemplo, tanto en la predicación como en su vida,
del evangelio que predicaba.

Por otra parte, por medio de estas cartas a los pastores, Pablo enseñó a las iglesias
justamente lo que era necesario para continuar teniendo una fe sólida y fuerte. Se
requerían hombres fuertes y fieles al Señor, oficiales que administraran la iglesia y
que fueran maduros en la fe y bien capacitados para enseñar la Palabra. Se
requería un culto y una enseñanza de la Palabra ordenados, dirigidos por esos
hombres. Las mujeres debían ver el lugar que les correspondía en el culto y servicio
de la iglesia como subordinado, pero no insignificante.

Cuando fuera necesario debía mantenerse y aplicarse la disciplina en la iglesia. Si


no eran disciplinados, algunos se apartarían de la verdad y llevarían a otros con
ellos, tratando de destruir la unidad de la iglesia. Era necesaria una dirección capaz
de hombres maduros, los ancianos, que aplicara la disciplina y distinguiera entre
herejía y verdad. Por lo tanto, no se podía permitir bajo ningún concepto que se
abandonaran los consejos dados por Dios.

Los ministros jóvenes no debían desalentarse si surgía alguna oposición o si su


función como dirigentes era cuestionada. Debían continuar la obra a la que habían
sido llamados, sin importar quiénes estuvieran a favor o en contra. Su parte era
alcanzar la aprobación de Dios, no la de los hombres.

El estudio de la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta nuestros días sirve
de apoyo a las enseñanzas de Pablo y verifica el hecho de que cuando la iglesia ha
permanecido fiel a lo que Pablo escribió, ha sido bendecida por el Señor, aunque es
cierto que nunca ha estado totalmente libre de problemas y persecuciones. Cuando
la iglesia se ha desviado de lo que enseña la Palabra de Dios, escrita por Pablo en
estas epístolas, entonces todo ha ido de mal en peor para todos sus miembros.

¿Qué significado encierra hoy para nosotros la lección de las Escrituras?

Vivimos en una época en que tal parece que el vigor de las iglesias en las
denominaciones más antiguas está desapareciendo. Muchas doctrinas falsas se
han inmiscuido en las iglesias y en varias denominaciones, a menudo de un modo
sutil. Ello ha sido la causa de que algunas denominaciones e iglesias de hoy día se
hayan debilitado y carezcan de fuerzas para proclamar el evangelio predicado por
Pablo.

Como resultado de todo lo expuesto anteriormente, muchas de las denominaciones


más antiguas han introducido toda clase de innovaciones y enseñanzas concebidas
con la idea de atraer la atención de los individuos más exigentes.
Las juntas de misiones y agencias de esas denominaciones, tan activas al principio
de este siglo, son ahora totalmente inefectivas y en muchos casos se han retirado
totalmente de la lucha.

Otra consecuencia que podemos comprobar diariamente es que han surgido


innumerables denominaciones nuevas; algunas tratando de conservar las antiguas
verdades; otras, alejándose radicalmente de la autoridad de las Escrituras para
establecer un “nuevo evangelio”, que no es otra cosa que las mismas viejas herejías
con una nueva máscara.

¡Cuánto necesitamos hoy, como denominaciones, estudiar las palabras dirigidas por
Pablo a los pastores jóvenes! Las cosas que él destacó en su momento son tan
vitales a la iglesia moderna como lo eran a las iglesias del primero siglo. Nosotros,
como parte de una nueva denominación que trata de mantener el antiguo evangelio
establecido —el cual jamás es antiguo en realidad— debemos comprender con qué
facilidad las iglesias del primer siglo se deterioraron y alejaron de la verdad, aun
muchas de aquellas fundadas por el mismo Pablo. Lo que necesitamos hoy para
poder asegurar la fortaleza de nuestra denominación no está en una multitud de
modernismos o actividades mercantiles sino en una sólida y sana enseñanza de la
Palabra de Dios. Si nuestros miembros no se entrenan mejor en la Palabra de Dios
y en la sana doctrina de lo que han estado en el pasado, veremos con toda
seguridad que la historia de nuestra denominación como iglesia fuerte y fiel será de
corta duración.

Lo que acabamos de decir puede aplicarse no solamente a la denominación como


un todo, sino también a las congregaciones individuales.
Es absolutamente imprescindible que en nuestras iglesias locales demos nuestro
apoyo a todo esfuerzo que se realice por educar a los miembros en la Palabra de
Dios, tomando en serio la labor de lograr que nuestros laicos estén instruidos en la
verdad y aprendan a aplicarla en sus vidas. Aquellos oficiales de la iglesia que no
se interesen en estudiar la Palabra y que no estén dispuestos a defender la
denominación deben ser eliminados. Los pastores que prediquen la Palabra a la
ligera y que pasen por alto su estudio constante y fiel predicación —exponiendo la
Palabra ante todos para que la aprendan y crezcan en ella—- deben ser despedidos
por los presbiterios.

Satanás no descansa nunca y tiene gran interés en entrar en las denominaciones


nuevas para destruirlas a la menor oportunidad si no tenemos cuidado. Hay dos
caminos para conservada paz en una iglesia: el primero consiste en no hacer
absolutamente nada y, por tanto, no constituir un peligro para Satanás (él dejará a
esa iglesia tranquila y habrá paz, ¡la paz de un cementerio!); el otro camino, es
presentar batalla por la verdad del evangelio de Dios y luchar contra Satanás allí
donde tiene sus más sólidos bastiones. Con toda seguridad que, en este caso, la
lucha será ardua y grandes las tribulaciones, pero también tendremos paz con Dios
y la ventaja de permanecer en calma en medio de la tormenta al prevalecer la paz
de Cristo en los corazones de cada uno de sus creyentes. Este último camino de
lograr la paz es el único verdaderamente digno de ser andado.

Meditación y aplicación de la Palabra de Dios en nuestras vidas

1. ¿Están ocupados por hombres maduros y fieles los puestos de mayor


responsabilidad en mi iglesia? Cuando ha llegado el momento de elegir ancianos
y diáconos, como miembro de la iglesia que soy ¿he otorgado cuidadosa
atención a las condiciones que presenta la Biblia para ocupar esos puestos?
¿Existen en mi iglesia individuos que han sido elegidos para esos cargos porque
son adinerados o tienen prestigio?
2. ¿Predica fielmente la Palabra el ministro de mi iglesia? ¿Me importa más que
me entretengan durante el culto en la iglesia que el ser instruido por el ministro?
Cuando se busca a un nuevo ministro, ¿qué es lo que yo busco, qué es lo que
me interesa con respecto a sus capacidades? ¿Me importa más que él termine
su sermón antes de las doce que aprender todo lo que el Señor ha querido decir
a través de él en ese día?
3. ¿Me daría cuenta de cualquier doctrina diferente a la proclamada en las
Escrituras, caso que algún día la escuchara? ¿Hasta qué punto me preparo a mí
mismo mediante el estudio de la Palabra de Dios para poder ser capaz de
empuñar la espada del Espíritu en la lucha cristiana, asaltando los bastiones de
Satán (el mundo) y llegando hasta aquellos que se han perdido? ¿Creo que es
un asunto que corresponde solamente al ministro? ¿a los maestros de la
Escuela Dominical? ¿por qué?
4. ¿Qué clase de programas de educación cristiana existen en mi iglesia? ¿Están
sus actividades centradas alrededor de la Biblia? ¿Son bien usadas las horas
dedicadas al estudio durante la Escuela Dominical y en otros momentos? ¿Están
bien preparados los maestros? (no quiere decir que sean elocuentes sino bien
preparados).
5. ¿Cómo es que son llamados los jóvenes al ministerio y preparados bajo la
supervisión de la denominación a la que pertenezco? ¿Tienen conocimientos de
la Palabra de Dios aquellos que han sido entrenados? ¿Sirven de ejemplo a los
demás en su forma de vivir y en sus prácticas? Una vez que han sido
ordenados, ¿se dedican constantemente al estudio de la Palabra? ¿Tiene ello
algo de importancia para mí?

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