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Humanamente creemos poder tener el control de todo aspecto de nuestras vidas, pero
pese a nuestras capacidades y cuidados las tormentas son inevitables. (Salmos 33:16-19)
El Señor deseaba seguir sirviendo y quiso aun aprovechar la noche para viajar a otra
región.
La humildad y amor del Señor se ve presente en todo el relato.
El Señor Jesús era un ser humano como cualquiera de nosotros, tuvo hambre, sed y
también cansancio, así se quedó el plácidamente dormido en la barca.
El Señor podía dormir tranquilamente porque su confianza estaba en el Padre (Salmos 3:5;
4:8)
Cuando estamos en la tormenta pareciera que Dios no está activo. (Salmos 42:3)
En nuestra desesperación en la prueba llegamos a dudar del amor de Dios. (Malaquías
1:2)
Con todo hay una pizca de fe que nos hace reconocer que solo el Señor puede librarnos.