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APUNTE DE CLASE: AUGUSTE COMTE Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA.

Contexto histórico de surgimiento.

Cada época, cada etapa histórica, genera ideas que no son más que respuestas a ciertas crisis y fenómenos
sociales que producen cambios importantes en la vida social. En la Europa de fines del siglo XVIII, una serie
de transformaciones grandes y profundas en la realidad ofrecerán el marco para el surgimiento de las ideas
centrales que consolidaron a la sociología como una disciplina científica. Este contexto de transformaciones
estuvo compuesto por la llamada Doble Revolución: la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. Los
cambios producidos por ambos procesos, si bien hoy se los estudia a partir de sus efectos en el largo plazo,
para los intelectuales de la época fueron marcadamente abruptos y cataclísmicos.
La Revolución Industrial se desarrolló de manera progresiva a lo largo de medidas del siglo XVIII hasta
finales del siglo XIX, teniendo en Inglaterra su zona de mayor influencia. Este proceso no sólo se caracterizó
por las grandes innovaciones tecnológicas en maquinaria que revolucionaron las formas de producción
(reemplazándose los métodos artesanales o tradicionales de trabajo por maquinarias como la sembradora y el
trillado a vapor, las máquinas de hilar y la lanzadera volante, todas impulsadas por la novedosa máquina de
vapor), principalmente en el sector textil algodonero, metalúrgico y químico. Sino que, principalmente, la
revolución industrial se caracteriza por las grandes transformaciones económicas, sociales y demográficas,
por ella generada.
Se sucedieron grandes cambios en la distribución de la propiedad, producto principalmente de las “leyes de
cercamiento” (aprobadas por el Parlamento inglés entre 1760 y 1830) que permitieron que grandes
terratenientes legalizaran la apropiación de bosques y tierras comunales trabajadas por el campesinado. El
desplazamiento de sus tierras, sumado al decrecimiento de la demanda de trabajadores por la incorporación
de tecnología, llevó a que un gran número de campesinos se vean obligados a buscar refugio en las nuevas
ciudades, produciéndose un verdadero “éxodo rural”. Por su parte, en las ciudades comenzaron a surgir las
grandes industrias y fábricas que, con la incorporación de las innovaciones tecnológicas, aumentaron su
producción en una escala sin precedentes y reemplazaron a los antiguos talleres de artesanos, que no podían
competir frente a ellas. El gran crecimiento industrial demandaba una amplia cantidad de trabajadores, los
cuales fueron provistos por los campesinos que migraban desde las zonas rurales. Empleados en condiciones
de trabajo insanas y viviendo en condiciones paupérrimas, estos nuevos obreros industriales se constituyeron
en una de las figuras emblemáticas de este proceso.
Según R. Nisbet (1996), hubieron una serie de cambios y aspectos que trajo la Revolución Industrial que
despertaría la inquietud de los intelectuales de la época, provocando las primeras respuestas sociológicas
acerca de dichas problemáticas. Entre ellas, se destacan la situación de la nueva clase trabajadora, la
transformación de la propiedad, el surgimiento de la ciudad industrial, el desarrollo tecnológico y el sistema
fabril.
El otro gran suceso acontecido en esa época fue la Revolución Francesa de 1789. Concebida como la primera
revolución ideológica de la historia de Occidente, representó la muerte del Antiguo Régimen feudal y dio
origen a la acción revolucionaria contemporánea.
El Antiguo Régimen se basaba en una estructura socioeconómica de tipo rural (más del 80% de la población
era campesina), en la cual la posesión de tierras era la única forma de riqueza social y era un símbolo de
poder. La monarquía absoluta estaba a la cabeza del Antiguo Régimen. Junta a ella, se encontraba el clero y
la nobleza, quienes compartían privilegios políticos, judiciales y disfrutaban de exenciones fiscales para con
el rey. Tras ellos, se encontraba el tercer estado, en el cual se agrupaba a la población sin privilegios, desde
burgueses ricos y comerciantes, productores independientes, trabajadores urbanos hasta campesinos. Estos
últimos se encontraban bajo relación de servidumbre respecto del rey, cultivando las tierras de éste y
pagando altos impuestos.
Pero hacia el siglo XVIII, producto de la expansión del comercio y el desarrollo de la incipiente industria, un
grupo dentro del tercer estado, denominado como “burguesía”, comenzó a consolidar un gran poder
económico al manejar las finanzas, la industria y las transacciones comerciales. Pero se veían imposibilitados
de desarrollar una economía de tipo capitalista (la cual le permitiría aumentar sus riquezas) debido a las
trabas que la estructura de la sociedad feudal (con sus privilegios y derechos señoriales) le imponían.
Es así como se producirá la primera revolución social de masas de la época, donde confluyeron los ideales
revolucionarios e intereses de la burguesía con distintos levantamientos campesinos y de trabajadores
urbanos (sans-culottes). El derrocamiento de la monarquía y la promoción de los ideales democráticos, la
pérdida de poder de la Iglesia (representada en la expropiación de sus tierras) y el crecimiento de la figura
del Estado como representación de la voluntad general de los ciudadanos – concebidos ahora como iguales
ante la ley –, la abolición de los gremios y corporaciones y la promoción de la libertad del trabajo, fueron
algunas de las grandes transformaciones políticas y sociales que se sucedieron con el desarrollo de la
Revolución Francesa y que estimularían el pensamiento de los intelectuales a la hora de reflexionar sobre la
nueva sociedad que se estaba configurando.

El positivismo de Auguste Comte.

Considerado como el padre fundador de la sociología, Auguste


Comte (1798-1857) fue un pensador y filósofo francés que, a
comienzos del siglo XIX, buscó interpretar y comprender el
período de gran zozobra que la Doble Revolución había legado
en la Francia de la época. Discípulo del conde Henri de Saint-
Simon, de quien luego se separará por discrepancias ideológicas,
Comte buscará dar respuesta a las incertidumbres del contexto
político y social del momento, fundando una nueva escuela del
pensamiento a la cual denominó positivismo. Condensando sus
principales postulados teóricos en los libros “Cursos de filosofía
positiva” (1830) y “Discurso sobre el espíritu positivo” (1848),
sentó las bases de una forma de estudio de la sociedad que,
posteriormente, será conocida como sociología.
Comte parte de una concepción acerca de la sociedad distinta a la de su época, ya que la comprende como
una realidad distinta al sujeto individual. Esto es, la sociedad para Comte no es igual al conjunto de
individuos que la conforman, sino que constituye una entidad supra-individual, la cual posee un valor propio
y superior en relación a los individuos. A esta forma de entender la sociedad se la denomina como mirada
organicista y tendrá gran influencia en pensadores posteriores, siendo una concepción fundacional del
pensamiento sociológico. Por lo tanto, la sociedad para Comte no estaría determinada por las acciones de los
individuos que la componen, sino que, en tanto entidad supra-individual, obedece a una fuerza mayor. Para
Comte, esta fuerza mayor es el desarrollo histórico, lo que el denominará como el “avance de la
civilización”. De este modo, la primacía de lo social por sobre lo individual se ve expresada en lo que él
define como la “marcha general de la civilización”. Según ésta, el progreso de las sociedades se encontraría
basado en la evolución del conocimiento. Pero según el autor, esta evolución del conocimiento no responde a
un carácter azaroso, sino que se corresponde con un movimiento histórico determinado, el cual obedece a
ciertas leyes propias. La evolución del conocimiento no se da manera fortuita o al azar, ni responde a las
decisiones y voluntades de los individuos en particular. Sino que, por el contrario, se encuentra determinado
por leyes naturales que escapan a las voluntades del individuo.
Antes de realizar un abordaje en mayor profundidad del pensamiento de Comte, resulta necesario recuperar
dos presupuestos principales que atraviesan toda su teoría. Por un lado, Comte propone un reemplazo de la
imaginación como fuente del conocimiento, por la observación. La eficacia científica de un estudio sobre la
sociedad, para Comte, ya no podría basarse en las meras reflexiones abstractas y generales de un filósofo,
sino que deben corresponderse con los fenómenos observados. Debe haber una relación de conformidad
entre la teoría propuesta y los fenómenos que se pueden observar y registrar. Y, por el otro lado, se reemplaza
la búsqueda de “causas”, lo cual se identifica con la determinación del origen de la sociedad (como propone
el contractualismo respecto a la existencia de un acuerdo fundante de la sociedad), por el estudio de leyes
que expliquen las relaciones entre los fenómenos. Esto es, se abandona todo pensamiento que busque indagar
acerca de las causas que expliquen el origen de la sociedad, ya que representan suposiciones abstractas y
metafísicas incomprobables por medio de la observación científica. Frente a ello, Comte defiende la
búsqueda de dilucidar y descubrir las leyes que explican la evolución y cambios en la sociedad. Entendiendo
las leyes científicas como estructuras que definen las relaciones entre los fenómenos sociales y que los dotan
de racionalidad (esto es, les dan sentido a dichos fenómenos), Comte propone el empleo de la observación de
los fenómenos sociales para encontrar aquellas leyes que expliquen el funcionamiento y las transformaciones
de la sociedad a lo largo de la historia. Para ello, es fundamental comprender que las leyes se caracterizan
por su invariabilidad, esto es, son externas a los individuos y no pueden ser afectadas por sus acciones y
pensamientos individuales. Las leyes son independientes a la voluntad de las personas individuales.
De este modo, el núcleo básico del pensamiento de Comte plantea que la realidad se encuentra sujeta a leyes
naturales que son independientes de cualquier voluntad y, en tanto relaciones entre fenómenos sociales que
se suceden a lo largo del tiempo, dan cuenta de la conexión entre diferentes etapas históricas que se
desarrollan de manera necesaria e inalterable (por su obediencia a dichas leyes). Esta afirmación constituye
la base del pensamiento o doctrina positivista.
Así, partiendo de esta perspectiva, se podría afirmar que Comte propone una concepción socioevolutiva del
pensamiento: las concepciones y pensamientos humanos deben ser considerados como fenómenos humanos
no sólo individuales sino también sociales. Los pensamientos propios de una sociedad no son iguales a la
sumatoria de los pensamientos individuales de los miembros de la misma. Por el contrario, para Comte el
pensamiento humano resulta de una evolución histórica colectiva y continua, en la que todos los elementos y
fases se suceden y se encuentran conectados por la obediencia a ciertas leyes invariables.
Una vez aclarados los presupuestos de los que parte Comte en su doctrina positivista, avanzaremos en
indagar acerca de cuál es la ley invariable que define la llamada “marcha general de la civilización”. Para
Comte, la ley natural que explica la “marcha progresiva del espíritu humano”, esto es, el desarrollo de los
modos de pensamiento e inteligencia humana a lo largo de la historia, es la denominada “ Ley de los tres
estadios”. Según esta ley, cada rama del conocimiento humano pasa necesaria y sucesivamente por tres
estadios teóricos diferentes: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado
científico o positivo. De esta manera, el pensamiento humano atraviesa a lo largo de la historia tres métodos
de filosofar cuyas dinámicas son distintas:
• Estado teológico: en este estadio, el ser humano dirige sus investigaciones y pensamiento hacia la
naturaleza íntima de los seres, hacia las causas primeras y finales de los hechos, esto es, hacia formas
de conocimiento absoluto. Frente a la abstracción de estas indagaciones, el ser humano tiende a
atribuir la explicación de los fenómenos a agentes sobrenaturales más o menos numerosos. Este
estadio alcanzaría su perfección cuando sustituye las numerosas divinidades por la acción
providencial de un ser único.
Para Comte, este estadio es el punto de partida necesario de la inteligencia humana.
• Estado metafísico: simple modificación del estado anterior, frente a las mismas indagaciones se
reemplaza la explicación de los fenómenos de agentes sobrenaturales a una única fuerza o entidad
abstracta. Esta entidad sería inherente a cada individuo y es capaz de engendrar por sí misma todos
los fenómenos observados. Alcanzaría su culminación cuando se pasa de concebir múltiples
entidades particulares a una única entidad general (como por ejemplo, cuando se le atribuye la
explicación de todos los fenómenos observados a la naturaleza).
Para Comte, este estadio está destinado únicamente a servir como una transición entre el anterior
(teológico) y el siguiente (positivo).
• Estado positivo: en este estadio el espíritu humano renuncia a buscar el origen y destino de los
fenómenos (ya que reconoce la imposibilidad de descubrirlos científicamente) y se dedica a
descubrir las leyes efectivas de la realidad. Por medio de una mezcla de razonamiento y observación,
busca encontrar las relaciones invariables (esto es, independientes de los individuos particulares)
entre fenómenos que expliquen los hechos que se observan. Su perfección se daría cuando todos los
fenómenos observables puedan ser representados como casos particulares de un único hecho o ley
general. Pero en la medida en que este objetivo es inalcanzable, permanece como una utopía, una
suerte de meta ideal hacia la cual tiende el conocimiento humano.
Para Comte, este estadio representa el estadio fijo y definitivo al que todas las ramas del
conocimiento humano tienden.
Ahora, ¿cómo se relaciona esta teoría tan abstracta con la sociedad en la que vivía Comte? ¿En qué medida
la construcción de esta teoría permitiría dar respuestas a la situación histórica, política y social que se sucedía
en la Francia de comienzos del siglo XIX? En este sentido, Comte plantea que la sociedad de su época estaba
atravesando una crisis política y moral, cuyo origen se encuentra en lo que denomina como anarquía
intelectual. El estado de incertidumbre que produjo la Doble Revolución en la Europa de comienzos del siglo
XIX, fue interpretado por Comte como una crisis ocasionada por la falta de organización, el empleo
simultáneo de los tres modos de filosofía antes mencionado (teológico, metafísico y positivo) para explicar la
realidad en plena transformación. En la medida en que los individuos no puedan adherirse unánimemente a
una única doctrina social común y sigan coexistiendo los tres modos de pensamiento (que como vimos son
opuestos o antagónicos), Comte plantea que las naciones seguirán sumidas en un estado de revolución
permanente.
Frente a ello, Comte afirma que la filosofía positiva (esto es, el tercer estadio) es la única llamada a
prevalecer en este estado de desorden, ya que es la única que se ha encontrado históricamente en constante
progreso, obteniendo persistentemente avances científicos en el campo del conocimiento (a diferencia de los
otros dos modos de pensamiento que se encuentran en franca decadencia). Pero, para alcanzar su pleno
desarrollo, la filosofía positiva debe completar el sistema de las ciencias de la observación fundadas en la
física social.
¿Qué quiere decir esto? Según Comte, todas las ramas del conocimiento humano atraviesan invariablemente
por los tres estadios previamente nombrados. Pero esto no significa que lo hagan al mismo tiempo ni a la
misma velocidad, sino que responden a un orden particular. Este orden se encontrará definido por su objeto
de estudio, esto es, por las características de los fenómenos naturales que dicha rama del conocimiento o
ciencia estudia. Según Comte, el orden por el cual las distintas ciencias van progresivamente alcanzando su
estado positivo responde a la naturaleza de los fenómenos que estudia, más específicamente, a la generalidad
de los mismos. Esto es, las primeras ramas de la ciencia que alcanzan el estadio positivo son aquellas que
estudian los fenómenos naturales más generales, lejanos y simples, mientras que las últimas en alcanzarlo
son aquellas que estudian los fenómenos más particulares, cercanos y complejos. De este razonamiento,
Comte derivará una clasificación de las diferentes ramas de la ciencia según la generalidad de su objeto de
estudio y que ilustrará el progresivo advenimiento de las mismas al estado positivo:
Cuadro 1. Clasificación de las ciencias según Comte.

FÍSICA CELESTE O FENÓMENOS GENERALES + generales


ASTRONOMÍA DEL UNIVERSO + simples
FENÓMENOS DE + abstractos
LOS CUERPOS FENÓMENOS DE LOS + alejados
BRUTOS CUERPOS TERRESTRES
FÍSICA DESDE UN PUNTO DE
VISTA MECÁNICO
FÍSICA TERRESTRE
FENÓMENOS DE LOS
QUÍMICA
CUERPOS TERRESTRES
DESDE UN PUNTO DE
VISTA QUÍMICO

FENÓMENOS
FISIOLOGÍA RELATIVOS A LOS
FENÓMENOS DE
INDIVIDUOS + particulares
LOS CUERPOS
VIVOS FENÓMENOS + complicados
FÍSICA SOCIAL RELATIVOS A LA + concretos
ESPECIE + cercanos

De este modo, si la ley de los tres estadios enunciaba el progreso de la inteligencia, entonces la ley de la
clasificación de las ciencias da el orden necesario de ellas.
Partiendo de ambas leyes, Comte afirmará que las diversas ciencias han logrado alcanzar, en mayor o en
menor medida, su estado positivo, exceptuando una: la física social. Frente al contexto de crisis moral y
política que se vivía en la Francia de la época, la propuesta de Comte es adoptar una nueva doctrina positiva
basada en la conformación y desarrollo de una rama del conocimiento que él denomina como física social.
Esta rama de la ciencia partiría de comprender a la sociedad, no como el producto de las decisiones y
pensamientos individuales de los sujetos, sino como una realidad mayor o superior, que se encuentra sujeta y
determinada por el estado de civilización en el que se encuentra en el marco del “avance progresivo de la
civilización”. Y el objetivo de esta rama del conocimiento, al llegar a su estado positivo, es poner en
evidencia, mediante estudios científicos, la existencia de esta ley natural que define la marcha de la
civilización. Ya que, según el autor, al tenerse conocimiento de la ley que define esta marcha, los cambios y
transformaciones que la misma produce (y que en ese momento llevaron al estado de crisis que se vivía en
Francia) se darían de manera más rápida y pacífica. Por lo tanto, la física social debe encargarse de facilitar
la transición definitiva del estado de anarquía moral e intelectual al nuevo estado social (positivo), de la
manera más pacífica posible. La llegada a dicho estadio permitiría la reorganización de la sociedad, la
eliminación del clima de crisis existente, y el avance continuo y progresivo de la sociedad en la marcha
civilizatoria.

Bibliografía.

• Comte, A. [1854] (1977). “División general entre las opiniones y los deseos”. En A. Comte Primeros
ensayos. México D.F., Fondo de Cultura Económica.
• Comte, A. [1830] (1981). Curso de filosofía positiva. Primera y segunda lecciones. Buenos Aires,
Aguilar.
• Comte, A. [1848] (1984). Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid, Editorial Orbis Hyspamérica.
• Comte, A. [1822] (2000). Plan de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad.
Madrid, Editorial Tecnos.
• Fernández, A.J. (2008). “El primer positivismo”. Revista Conflicto Social, Año 1, N°0, pp. 25-40.
• Forte, M.A. (2008). “Comte: la utopía del orden”. Revista Conflicto Social, Año 1, N°0, pp. 7-24.
• Horen, B. (2001). “El mito de la modernidad: razón y sujeto social”. En Apuntes para una sociología
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• Kolakovski, L. (1981). La filosofía positivista. Ciencia y filosofía. Madrid, Cátedra.
• Nisbet, R. (1996). “Las ideas-elementos de la sociología”. En La formación del pensamiento sociológico
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• Rodriguez Bustamante, N. (2013). La sociología del joven Comte. Documento de Cátedra, Universidad
de Buenos Aires.

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