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Obtenidas por clonación células productoras de insulina

Vuelve la clonación terapéutica. La vieja idea de tomar el genoma de una célula de la piel de un paciente,
introducirlo en un óvulo y usar el embrión resultante para generar cultivos de células madre no solo sigue
viva, sino que goza de mejor salud que nunca. Científicos de Nueva York y Jerusalén acaban de mejorar la
técnica hasta el punto de hacer viable, por primera vez, su aplicación clínica en el futuro inmediato. Y han
conseguido clonar de esta forma, también por primera vez, células beta pancreáticas —las productoras
de insulina— a partir de una paciente de diabetes de 33 años. La ley norteamericana, sin embargo, va
muy por detrás de la ciencia en este caso.
La generación de células beta pancreáticas era uno de los objetivos prioritarios de la medicina regenerativa,
porque los científicos esperan que pueda ayudar a los pacientes diabéticos. La obesidad y la consecuente
diabetes de tipo 2 es el principal problema de salud pública de nuestros días, pues de él se derivan los grandes
matarifes —infarto, cáncer y neurodegeneración— en los países occidentales, y cada vez más en el mundo en
desarrollo, a medida que va importando el nefasto estilo de vida y nutrición de los países ricos.
La medicina regenerativa ha experimentado una revolución en los últimos años con la invención de un
segundo tipo de células madre, las iPS, o células de pluripotencia inducida, que no requieren la construcción
de un embrión humano, y que valieronhace dos años el premio Nobel de Medicina a su creador, el japonés
Shinya Yamanaka. Pero ni el comité Nobel —que también otorgó el premio a John Gurdon, el clonador del
primer animal— ni el resto de los científicos del campo han renunciado en ningún momento a la idea original.
Tal y como señalan en Nature Dieter Egli, de la Fundación de Células Madre de Nueva York, y sus colegas
de la Universidad de Columbia de la misma ciudad y la Universidad Hebrea de Jerusalén, las células iPS, por
mucho que puedan constituir el futuro de la medicina regenerativa, están actualmente plagadas de escollos de
cara a su aplicación clínica. “Las células iPS”, escriben, “son a menudo defectuosas en su diferenciación
(especialización en tipos celulares útiles para trasplantes), contienen patrones aberrantes de metilación
(modificación epigenética), y adquieren mutaciones somáticas”.
Un cuadro desolador en comparación con las células embrionarias clonadas, que estarían muy cerca de la
aplicación clínica de no ser por el entorno legal adverso. Entonces, ¿vuelve la clonación terapéutica?
“La respuesta es sí”, dice Egli a EL PAÍS. “La investigación en medicina regenerativa se ha concentrado con
fuerza en las células iPS desde el desarrollo de esta técnica en 2007 por el premio Nobel Shinya Yamanaka y
su equipo. Sin embargo, nuestro trabajo muestra que las células madre específicas de paciente derivadas por
transferencia nuclear (clonación) son una fuente viable para desarrollar terapias celulares”.
Al igual que otros científicos del campo, el jefe del equipo de Nueva York no ve razón para renunciar a una
línea de investigación prometedora por el mero hecho de que exista otra. “Todas estas tecnologías, incluidas
las células iPS y las células madre embrionarias derivadas por clonación, permanecen relativamente
inexploradas, y como no sabemos todavía qué estrategia será la más útil para la medicina, preferimos seguir
explorando todas las rutas”.
Pese a todo ello, Egli no tiene la menor crítica contra la concesión del premio Nobel al descubridor de las
células iPS. Más bien todo lo contrario: “El Nobel a Yamanaka ha galvanizado la investigación en células
madre y ha atraído una atención, un interés y una motivación sin precedentes hacia el campo al mostrar a los
científicos que la tecnología de las células madre tiene un potencial increíble; es verdad que, al mismo tiempo,
ha desincentivado a los laboratorios de la investigación en clonación; pero creemos que nuestro éxito en este
terreno establecerá un nuevo equilibrio, con ambas líneas progresando en paralelo”.
Otro factor que ha jugado en contra de la clonación humana es el célebre fraude del investigador coreano
Hwang Woo-Suk, cuyos ecos siguen sin apagarse más de una década después del escándalo. “Cualquier
fraude científico genera desconfianza en un campo de investigación”, reconoce el investigador de Nueva
York, “y este sigue siendo un problema tan real hoy como lo fue en la época; pero aquel trabajo concreto de
Hwang ya no es un factor significativo”.

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