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UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SARMIENTO

Maestría en Historia Contemporánea.

Seminario: Teoría e historia de la Historiografía.

Docente a Cargo: Profesor Alejandro Cattaruzza

Alumna. Nélida Tarpin.

DNI. 12345910

Cursada segundo trimestre de 2011.

Fecha de entrega Octubre de 2011.


INTRODUCCIÓN

En los últimos años el debate epistemológico entre los estudiosos de la historia se vio teñido por

una nueva línea interpretativa que tuvo su nacimiento en el curso de los años ’70 a partir de las

propuestas formuladas por un reducido grupo de historiadores italianos que participaban en un

emprendimiento común, la revista Quaderni Storici y de una colección dirigida por Carlo Ginzburg

y Giovanni Levi : Microstorie, en los ’80.

La confrontación de estas producciones tan heterogéneas entre sí dio lugar al surgimiento de in-

terrogantes y temáticas comunes que se vieron reflejadas en una práctica historiográfica llamada

microhistoria.

En la microhistoria se dan una serie de características que se desprenden del momento históri-

co que se estaba viviendo en aquellos años de crisis universal para la creencia que el mundo podría

ser transformado mediante líneas revolucionarias.

Al socavarse la hipótesis del cambio automático, es decir, la idea de un progreso constante en

uniformes y predecibles etapas en las que los agentes sociales se ordenaban de acuerdo con con-

flictos y solidaridades dados e inevitables, el aparato conceptual utilizado por los sociólogos para

interpretar esos cambios debía, al menos, ser modificado.

El fracaso de los paradigmas interpretativos tradicionales requirió, necesariamente, una revisión

completa y profunda de los instrumentos de investigación utilizados.

La microhistoria vino a ocupar un lugar preponderante en la nueva historia (...) “en cuanto prác-

tica se basa esencialmente en la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico

y en un estudio intensivo del material documental”. (1)

Cuando la microhistoria señala una reducción de escala se está refiriendo a un procedimiento a-

nalítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las dimensiones del objeto analizado.

La microhistoria, que nace con fuerza a partir del fracaso de los paradigmas en vigencia, es una

de las posibles reacciones frente a la crisis que pone su acento en redefinir los conceptos y en pro-
fundizar el análisis de las herramientas y métodos existentes.

En los siguientes capítulos, trataré de realizar un análisis de los momentos de crisis de los mo-

delos historiográficos dominantes, para luego centrar el estudio en los aspectos distintivos de la

microhistoria. Destacaré el resurgimiento de la narrativa como forma de explicación histórica, la

utilización de nuevas fuentes, la importancia de las disciplinas auxiliares y el estudio de los sec-

tores populares hasta ese momento anónimos.

Utilizaré esta última propuesta como punto de partida para abordar el texto de Carlo Ginzburg:

“El queso y los gusanos”, autor que es considerado uno de los más destacados y representativos de

la escuela italiana de Microhistoria.

En su obra muestra cómo es posible reducir la escala de observación reconstruyendo el mundo

intelectual, moral y fantástico de un molinero italiano del 1500 condenado a muerte por la Inquisi-

ción.

Esta descripción nos sirve, no para conocer los hechos en sí mismos, sino como vehículo de

análisis para la interpretación de los mecanismos internos de una sociedad particular.


CAPÍTULO I

A partir de la década del ´70 se fueron poniendo en duda las premisas en las que se apoyaban la

investigación histórica y la historiografía desde que se originó la historia como disciplina científica

en el siglo XIX.

Podemos determinar tres ejes fundamentales en los que se apoyó la ciencia histórica y que de-

terminan su carácter narrativo: la realidad, la progresión de tiempo y de acción y la intencionali-

dad.

Son justamente estas premisas las que fueron puestas en tela de juicio en el convulsionado si-

glo XX, cuando durante su transcurso se produce un cambio fundamental en el pensamiento. Se to-

ma distancia del concepto de una historia estudiada desde el poder, en particular desde el estado

europeo como centro de poder; para dar lugar a una historia social, con un enfoque más amplio

que llega a las capas de la población.

Si bien la nueva historia social criticaba a la ciencia histórica más antigua por haberse dedicado

ante todo a la narración y en menor grado al riguroso análisis científico, aún permanecía arraigada

a los paradigmas tradicionales.

La concepción de lo que es la historia y de quién la hace experimenta, con la propuesta de la Es-

cuela de Annales, un cambio fundamental.

Los Annales modifican el concepto del tiempo que ya dejará de ser considerado como un movi-

miento unidireccional (del pasado al futuro) y continúan con los esfuerzos sociocientíficos de la

ciencia histórica en el siglo XX. Pero al mismo tiempo van más allá de la historia social moderna

y persiguen una historia cultural.

“Esta cultura no es entendida desde el punto de vista de las ciencias humanas, no como el estilo

ideológico y estético de una alta capa social, sino como un enfoque antropológico, como el modo

de sentir y de vivir de toda la población.”(2)

Los esfuerzos de los franceses Febvre y Bloch dieron sus frutos y sacaron a la historia de su ais-
lamiento, entrelazándola con los aportes de la geografía y de la economía. A la influencia de estas

dos disciplinas, se añadió el enfoque sociológico de Durkheim que consideraba como el objeto
central de una ciencia de la sociedad a la conciencia colectiva en la que las normas, las costumbres

y la religión son elementos importantes.

Otra ruptura con la tradición, además del concepto de tiempo, es la pérdida de confianza en el

progreso y la fe en la primacía de la moderna cultura occidental en la historia.

Ya no hay un tiempo único que pueda servir como hilo conductor de una narración, tampoco

existe un punto de referencia que sirva como articulador de la narrativa, el concepto de nación se

disuelve.

Con la tercera generación de Annales, durante la cual la revista es dirigida por Braudel, la es-

cuela se erige como la cumbre del estructuralismo, deja de lado la historia de las mentalidades y se

aproxima a la economía-demográfica y social enfatizando un análisis macroanalítico, pues atiende

el nivel de la globalidad, de la estructura, como una realidad que el tiempo tarda en desgastar, es

una historia casi sin movimiento en el cual se desarrollan el tiempo medio y el tiempo corto.

Lo variable y disperso del tiempo corto cobra real significado dentro de esta infraestructura

casi inmóvil del tiempo largo, de la globalidad geográfica; (...) “Una historia casi inmóvil, la his-

toria del hombre en sus relaciones con el medio que lo rodea; historia lenta en fluir y en trans-

formarse, hecha no pocas veces de insistentes reiteraciones y de ciclos incesantemente reinicia-

dos.” (3).

Sin embargo las críticas a ese modelo se han sucedido desde su misma aparición, porque deja de

lado los mecanismos sociales situados en la realidad, ese magma de datos empíricos, de estrategias

sociales particulares que se inscriben en el orden de las ideas, de la cultura, y que no pueden estar

subordinados a un modelo construido a priori y en el cual aquellos sólo sirven como ilustración,

como complemento, pero que en realidad son parte fundamental para la comprensión de los fenó-

menos históricos.

Para Braudel , sin embargo, como observa Ginzburg, “la posibilidad de un conocimiento cien-

tífico de la singularidad (...) permanecía cerrado.” (4)

Luego de la dirección de Braudel, una nueva generación de historiadores como Goubert,


Le Goff, Duby, Le Roy Ladurie y Mandrou se lanzan a la búsqueda de nuevos objetos de estudio.

En general, esta evolución ha sido descripta como un estallido de la historia o como la “historia

en migajas”, debido a la fragmentación que originó la crisis de los modelos evolutivos. Estos au-

tores, pese a la variedad de enfoques metodológicos e ideológicos, sus obras presentan puntos en

común. En ninguna de ellas existe un punto central o una institución central que pudiera servir

como hilo conductor de una historia, en la que las acciones de las personas desempeñan un papel

decisivo. El estado y la economía quedaron integradas en un estudio global de la sociedad

Los Annales reflejan los cambios más relevantes en el pensamiento histórico del siglo XX, pe-

ro le confirieron su propio carácter, si bien las estructuras siguen figurando en un plano preponde-

rante, se les confirió una dimensión mental. (...) “El foco de atención se desplazó de las estructu-

ras y de los procesos hacia las culturas y los modos de vida, pero sin disolver necesariamente la

unión entre los dos polos.” (5)

El modelo estructuralista marxista desarrollado con amplitud a través de la figura de Althusser a

finales de la década del ´40 encontró oposición, incluso por parte de los propios marxistas, espe-

cialmente en Gran Bretaña. Para el modelo estructuralista de Althusser, las relaciones sociales ob-

jetivas son decisivas para el desarrollo de la conciencia de clase, para un gran número de marxistas

angloparlantes e italianos (Thompson, Hobsbawm, Ginzburg, Levi...), la conciencia desempeña

un papel fundamental. Continúa siendo marxista la insistencia entre la conciencia y el modo de

producción, y en el conflicto entre los que ejercen la dominación y los que son dominados; lo nue-

vo es el realce de la conciencia y de la cultura como factores decisivos en la acción social La histo-

ria es ahora considerada desde abajo partiendo del carácter conflictivo de cualquier sociedad.

Un importante impulso para esta historiografía partió de Eduard P. Thompson quien se enfren-

tó a los seguidores del estructuralismo de Althusser; para él la ideología, las culturas, los sistemas

de valores se convierten en temas centrales, incluso el concepto de clases adquiere nuevas redefi-

niciones al observar que la misma se construye a través del tiempo, con la toma de conciencia de

clase, es un concepto histórico y no sólo una categoría o construcción sociológica

La formación de la clase obrera, concretamente de la clase obrera inglesa, (...) “es a un tiempo
un desarrollo en el ámbito de la historia política y cultural y en el de la historia económica. No fue

el producto automático del sistema de fábricas. Y del mismo modo no debemos imaginarnos tam-

poco una fuerza externa, la Revolución Industrial, que actúa sobre un material humano en bruto in-

definido y no diversificado para, al final, producir una nueva raza de seres vivientes. Los cambios

en las relaciones de producción y en las condiciones de trabajo causados por la Revolución Indus-

trial no fueron impuestos a ningún material en bruto, sino al inglés nacido libre.” (6)

La crítica a los modelos surgidos en los años setenta y ochenta tanto en los países occidentales

como en los del socialismo real dio lugar a una respuesta interesante que se tradujo en la exigencia

de hacer una historia “microhistórica” de la vida cotidiana.

Para historiadores como Levi o Ginzburg la microhistoria va a surgir como una posible respues-

ta a los nuevos interrogantes de análisis que el estructuralismo no puede contestar.


CAPÍTULO II

“El enfoque microhistórico aborda el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado

mediante diversos indicios, signos y síntomas. Es un procedimiento que toma lo particular como

punto de partida (particular que es altamente específico e individual y sería imposible de calificar

como caso típico) y procede a identificar su significado a la luz de su contexto específico.” (7)

Para Levi la microhistoria es una práctica historiográfica basada en una reducción de la escala

de análisis para poder describir estructuras sociales globales sin perder de vista la realidad del in-

dividuo y su espacio social, así también los pequeños indicios que esta aproximación permite ob-

servar.

Este nuevo tipo de investigación difiere con respecto a los modelos estructurales, en que aque-

llos, al contrario de la microhistoria que parte de lo anómalo para hipotetizar un modelo posible,

eligen un objeto de estudio típico o seriable. De ahí que los datos empíricos, para la microhistoria,

constituyen un material indispensable para elaborar un modelo donde la continuidad histórica es

conocida solamente a posteriori.

Para esta nueva metodología de análisis se hace necesario el estudio minucioso de fuentes do-

cumentales poco investigadas que permiten identificar conductas de estratos sociales bajos o poco

documentados.

Las principales fuentes serán los registros parroquiales, actas notariales, catastros, sumarios ju-

diciales y documentos administrativos que, observados minuciosamente adquieren un nuevo senti-

do para el historiador, el cual deberá conocer y practicar otras disciplinas de apoyo tales como la

Antropología o la Psicología.

La principal dificultad que se le presenta al historiador es la imposibilidad de acceder a fuentes

escritas para el estudio de las clases subalternas, por lo tanto deben recurrir a testimonios escritos y

hallazgos arqueológicos.

Dentro de las denominadas sociedades civilizadas existen diferencias culturales que sólo apren-
dimos a reconocer a partir del tardío aporte de la antropología cultural. Una vez aceptado el hecho

el historiador se enfrenta a fuentes escritas doblemente indirectas, por ser escritas y a la vez; es-
critas por individuos vinculados a la cultura dominante. Esto significa que las creencias, ideas y es-

peranzas de los campesinos y artesanos del pasado nos llegan a través de filtros que actúan como

intermediarios deformantes de la realidad.

De allí la importancia que adquiere para el historiador los aportes contenidos en los trabajos an-

tropológicos, porque de lo que se trata es del estudio de los individuos, e incluso de un individuo

en particular, que le permita conocer a través de lo “particular diferente” las estrategias y conductas

del grupo, que en definitiva es el objetivo principal de estudio. Cabe aclarar que al decir lo particu-

lar diferente estoy haciendo referencia al análisis de lo irregular, lo anómalo, en contraposición a

lo serial, regular de los modelos estructurales, porque como observa Ginzburg: (...) “Cada configu-

ración social es el resultado de la interacción de innumerables estrategias individuales: una trama

que sólo la observación muy cercana permite construir.” (8)

La mutación de la escala de análisis es parte esencial de la definición de la microhistoria, cuan-

do un estudioso elige cierta escala de observación ésta se convierte en el instrumento de una parti-

cular estrategia de conocimiento.

(...) “Variar la distancia focal del objetivo no significa solamente agrandar (o reducir) las di-

mensiones de un objeto en la mira: significa modificar la forma y la trama.” (9)

Otro cambio de importancia será la nueva relación dada entre el autor y el lector conseguida a

través del resurgimiento de la narrativa como forma de expresión. El análisis científico, cuantita-

tivo y estadístico de los anteriores modelos cambia por un lenguaje más fluido y ameno, pero que

sin embargo no pierde cientificidad y seriedad. Además los historiadores de esta corriente hacen

una continua referencia con respecto a la accesibilidad, o no, a las diversas fuentes de estudio, es

decir, informan al lector como hicieron para adquirir los datos que manejan.

(...) “Por tanto nos encontramos ante elecciones explícitas de formas, (...) procedimientos

retóricos destinados a producir efectos de realidad, a mostrar que, aunque los historiadores no

hubiéramos estado allí, las cosas sucedieron como nosotros las contamos.” (10)

Para Revel esto no responde a una elección estética solamente, interviene una elección de orden
heurístico, por un lado porque invita al lector a participar en la construcción de un objeto de inves-

tigación y porque los asocia en la elaboración de una interpretación.

La microhistoria, en síntesis, al reducir la escala de análisis no elimina el conocimiento de ele-

mentos individuales para lograr generalizaciones amplias; acentúa vidas individuales y aconteci-

mientos ya que hasta (...) las disonancias más nimias aparecen como indicadores de sentido que

pueden tener carácter general.” (11)

Por último, y a modo de ejemplo de la temática desarrollada con respecto a la microhistoria,

trataré de acompañar lo expuesto con un breve comentario del texto de Carlo Ginzburg “El que-

so y los gusanos”.

A comienzos de los años ’60 Ginzburg se ocupa de estudiar los procesos de inquisición entre los

siglos XVI y XVII con el fin de saber qué representaba la brujería para sus propios protago-

nistas. La dificultad que se le presentó fue que la documentación disponible estaba teñida con los

esquemas del origen culto de la brujería inquisitorial cerrando así la posibilidad de un estudio de la

brujería popular. (...) “La discrepancia entre las preguntas de los jueces y las respuestas de los acu-

sados (...) traslucía un profundo núcleo de creencias populares sustancialmente autónomas.” (12)

Ocupado en esas investigaciones, Ginzburg escribe “El queso y los gusanos”, en el libro trató de

reconstruir las ideas y las actitudes de un molinero friulano del 1500 procesado y después condena-

do a muerte por la Inquisición.

Las confesiones de Menocchio, el molinero, nos muestran un cúmulo de creencias populares in-

sertas en el conjunto de las ideas hegemónicas de las clases intelectuales de la época que hace que

exista lo que el autor denomina una circularidad cultural, reciprocidad de las culturas, entre las

cuales se establece un juego de relaciones y estrategias para imponer sus normas establecidas. La

cultura de las clases subalternas no permanece inactiva ante los cambios producidos en los niveles

superiores de la sociedad.

No era Menocchio un campesino típico, pero a pesar de su singularidad de la cultura de su tiem-

po y de su propia clase nadie escapa; para el autor el molinero es representativo, aunque se trate de
un caso límite. Las fuentes utilizadas por Ginzburg le permiten obtener una visión panorámica de

las ideas, sentimientos, fantasías y aspiraciones de Menocchio, y así poder reconstruir las reglas so-

ciales de una cultura popular formada por los comportamientos y actitudes de las clases subal-

ternas.

La escasez de testimonios y fuentes documentales constituyó el primer obstáculo para el autor,

pero no fue el único. La mención de culturas subalternas queda claro que existe una clase superior

y por lo tanto detentadora del poder. La pregunta se desprende con naturalidad, ¿a qué grado llega

su poder de dominio?, ¿es posible hablar de circularidad cultural entre ambos niveles?.

Aquí llegamos al punto que se presenta como el principal escollo metodológico de la investiga-

ción, ya que los testimonios de una cultura popular son orales y las fuentes escritas presentan la

particularidad de estar escritas por individuos pertenecientes, o al menos vinculados a la cultura

dominante.

Justamente radica en estas dificultades el mérito de este autor. Las confesiones de Menocchio

hacen posible la comprobación de la circularidad cultural, la invención de la imprenta le da al cam-

pesino la oportunidad de confrontar su mundo cargado de tradiciones y creencias agrarias en el que

se había criado con las lecturas que la cultura hegemónica le proveía. Por otra parte la Reforma le

confirió el coraje necesario para expresar sus sentimientos a los representantes del clero, deposita-

rios de la cultura escrita junto con los doctores de la clase superior.

(...) “Con claridad y lucidez inusitadas Menocchio articuló el lenguaje de que históricamente

disponía. Por ello en sus confesiones podemos rastrear, con una facilidad casi exasperante, una se-

rie de elementos convergentes, que en una documentación análoga contemporánea o algo posterior

aparecen dispersos o apenas mencionados. Ciertos sondeos confirman la existencia de indicios que

nos llevan a una cultura rural común.” (13)


CONCLUSIÓN

Sin lugar a dudas la microhistoria surge como una respuesta opositora al modelo estructuralis-

ta que la crisis de los últimos treinta años del siglo XX lo había desplazado de su condición de pa-

radigma indiscutible.

Esta actitud respondía a un eurocentrismo que no contemplaba la capacidad de las diversas cul-

turas para responder de una manera específica y particular al avance de sistemas que escapan al

alcance del individuo y por lo tanto, un modelo válido para una determinada sociedad, era presen-

tado como capaz de explicar otras realidades.

La microhistoria es efectiva porque supo afrontar la comparación en clave distinta y en cierto

modo opuesta, a través de la anomalía y no de la analogía; además porque demostró que cada con-

figuración social es producto de la interacción de innumerables estrategias individuales: “una trama

que sólo la observación muy cercana permite reconstruir.” (14)

En el texto de Ginzburg “El queso y los gusanos” el autor reproduce el mundo en que vivía este

particular molinero. Menocchio es la anomalía dentro de un mundo cambiante, su historia está es-

crita como una pesquisa judicial y se basa en los documentos de los dos procesos que sufre ante el

tribunal del Santo Oficio.

El método de exposición rompió con la manera habitual de escribir de la corporación histórica

cambió la relación entre una forma de exposición y un contenido de conciencia que ha llegado a

ser objeto de una interrogación explícita.

Los microhistoriadores consideran que una elección narrativa depende tanto de la experimenta-

ción histórica como de los mismos procedimientos de investigación. La invención de una forma

expositiva no genera solamente efectos de conocimiento, contribuye a la producción de un cierto

tipo de inteligibilidad en el interior de condiciones experimentales definidas. De allí que la forma

de la pesquisa, seleccionada para la exposición, adquiera un significado preciso ya que asocia al

lector al trabajo del historiador, a la producción de su objeto de estudio.


La microhistoria nos sugiere replanteos, el cambio de escala funcionó como forma de deso-

rientación en relación con las categorías de análisis y a los modelos interpretativos del discur-

so historiográfico dominante. Pero no sólo a esto, sino también respecto de las formas de expo-

sición existentes; transformó la naturaleza de las informaciones y la relación que el historiador en-

treteje con ellas.

(...) “La variación de escala le permitió pasar de una historia a otra (y, por qué no, a varias o-

tras). Esta es también la lección que nos sugiere la microhistoria.” (15)


CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) LEVI, Giovanni: Sobre microhistoria, en P. Burque (comp.), Formas de hacer historia, Madrid,
Alianza, 1993, pág. 122.

(2) IGGERS, Georg: La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales, Barcelona,
Labor, 1995, pág. 50.

(3) BRAUDEL, Fernand: El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época de Felipe II,


F. C. E., México, tomo I, pág. 17.

(4) GINZBURG, Carlo: La microhistoria. Dos o tres cosas que sé de ella, en Entrepasados, Nº 8,
año V, comienzos de 1995, pág. 53.

(5) IGGERS, G.: Op. Cit. pág. 62.

(6) IGGERS, G.: Op. Cit. pág. 75.

(7) LEVI, G.: Op. Cit. pág. 42.

(8) GINZBURG,C.: Op. Cit. pág. 68.

(9) REVEL, Jacques: Microanálisis y construcción de lo social, en: Entrepasados, Nº 10, Año V,
fines de 1995, pág. 145.

(10) REVEL, J.: Op. Cit. pág. 150.

(11) LEVI, G.: Op. Cit. pág. 141.

(12) GINZBURG, Carlo: El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores, 1981, pág. 21.

(13) GINZBURG, C.: Op. Cit. pág. 22.

(14) GINZBURG, C.: Microhistoria dos o ... Op. Cit. pág. 68.
(15) REVEL, J.: Op. Cit. pág. 159.

BIBLIOGRAFÍA

BRAUDEL, Fernand: El Mediterráneo y el mundo Mediterráneo en la época de Felipe II, F.C.E.,


México, 2 tomos.

GINZBURG, Carlo: La microhistoria. Dos o tres cosas que sé de ella, en Entrepasados, Nº 8, Año
V, comienzos de 1995.

GINZBURG, Carlo: El queso y los gusanos, Barcelona, Muchnik Editores, 1981.

IGGERS, Georg: La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales, Barcelona, Labor,
1995.

LEVI, Giovanni: Sobre microhistoria, en: P. Burke (com.), Formas de hacer historia, Madrid,
Alianza, 1993.

REVEL, Jacques: Microanálisis y construcción de lo social, en: Entrepasados, Nº 10, Año V,


fines 1995.

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