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Uno de los pozos de Loma Campana, en la Patagonia argentina, donde YPF explota petróleo no
convencional con la técnica del 'fracking'.
El jefe de seguridad habla con tono firme. Sólo se puede andar por las zonas
autorizadas, y es obligatorio en todo momento el uso del traje ignífugo, el casco y
las gafas protectoras. A unos 100 metros hay un cartel que reza: Punto de
Encuentro. "Es adonde hay que dirigirse si suena la alarma de incendio o
accidente". La idea de un incendio en un terreno plagado de pozos petroleros no
es tranquilizadora, pero el encargado de controlar la actividad en este sector de
Loma Campana, la pequeña porción en la que actualmente trabaja YPF en el
yacimiento argentino de Vaca Muerta, asegura que siguiendo las indicaciones no
se corre ningún peligro.
En cualquier caso, los alrededor de 4.000 trabajadores involucrados en la
explotación de este reservorio de petróleo y gas no convencional –operarios de
equipos de perforación y de estimulación, 'recorredores' de pozos, constructores
de caminos, supervisores ambientales, ingenieros, chóferes que entregan arena y
agua, ayudantes…– tienen unos sueldos muy por encima de la media en
Argentina. "Es un trabajo duro", zanjan los jefes al preguntar las razones.
Más allá de los riesgos ciertos o supuestos, la organización del trabajo exige
condiciones laborales agotadoras en una zona con temperaturas extremas: el
clima neuquino registra máximas de 40 grados y mínimas de 14 bajo cero.
Con esta explicación intentan despejar una de las mayores objeciones que se le
hacen alfracking: la de la posibilidad de que estos trabajos contaminen acuíferos.
"En un lugar como Neuquén esto es imposible porque los acuíferos están a una
profundidad de 300 metros y nosotros trabajamos tres kilómetros más abajo",
sostiene uno de los ingenieros del pozo.
Una vez que el agujero está hecho se intuba con caños de acero y se sella con
cemento "para evitar cualquier tipo de filtraciones". Los especialistas de YPF
descartan así otro peligro señalado por los movimientos antifracking. El Instituto
Geológico y Minero de España asegura en un informe que "existen evidencias
científicas de que la contaminación de acuíferos, especialmente por metano y
sólidos disueltos, se podrían transmitir a través de las fracturas producidas, a
través de fisuras [...] e incluso a través del casing (tuberías) de antiguos pozos
deteriorados".
En YPF ponen el énfasis en la calidad de los materiales y técnicas utilizados en la
actualidad. Porque la estimulación hidráulica se utiliza en la industria petrolera
desde hace mucho tiempo. En Argentina, desde 1959. Sin embargo, "la técnica se
ha ido perfeccionando debido a la complicación que presentan los reservorios de
roca esquisto" (los llamados no convencionales), explican. Lo que no sabemos ni
podemos saber es cómo actúa esa tecnología a largo plazo, o qué consecuencias
podría provocar, porque su historia es demasiado corta.
Cuando ha cumplido con su tarea, la torre 'camina' hacia otro punto para agujerear
otra vez. De hecho, se las llama walking rigs. Pueden trasladarse hasta 15 metros
en una hora y media. Esto reduce mucho los costes porque ahorra tiempo: no hay
que desarmar y volver a armar. Los pozos pueden estar a una distancia de
aproximadamente 350 metros, para evitar problemas o filtraciones durante la
estimulación.
Cuando llega esa etapa la actividad se multiplica. Hay hasta un centenar de
personas en el pozo, y se congregan entre 15 y 20 camiones con motores
conectados a mangueras, listos para meter en el pozo una mezcla de agua, una
arena especial y productos químicos a altísima presión.
En total, son dos meses de trabajo las 24 horas para poner un pozo en
funcionamiento. Durante los primeros tres años suele haber "surgencia natural",
explican los expertos frente a uno de los pozos en funcionamiento, donde apenas
se ven las terminaciones de una tubería y un cartel identificativo. Después hay que
recurrir a un aparato de bombeo –esos sí son los que aparecen en las películas–
que en estas latitudes, inspirados por la fauna autóctona, los petroleros llaman
'guanacos'. Una vez en funcionamiento, un pozo puede producir durante tres
décadas. Pero todo esto aún no lo saben a ciencia cierta. No hay ningún pozo
tiene edad suficiente para comprobarlo. Los especialistas sí coiniciden en que un
pozo 'no convencional' no se comporta igual que uno convencional. "Hay al
principio una curva muy alta de producción que luego baja más abruptamente",
reconocen.