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CARACTERIZACIÓN DE LOS APORTES DE JULIO NÚÑEZ MADACHI A LA

FILOSOFÍA Y LA CULTURA DEL CARIBE COLOMBIANO

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ PUENTES

Docente – Asesor:

NUMAS A. GIL O.

Trabajo presentado para optar el título Profesional de Filósofo

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

PROGRAMA DE FILOSOFÍA

UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO

BARRANQUILLA, D E, I Y P

2017
TABLA DE CONTENIDO

RESUMEN…………………………………………………………………………… Pag.3

INTRODUCCIÓN........................................................................................................ Pag.4

1. EXISTENCIA CARIBENSE: CONDICIONES PARA LA FILOSOFÍA DESDE EL


CARIBE......................................................................................................................... Pag.6

1.1. VIDA Y SUCESOS DE UN FILÓSOFO DE RIO Y MAR......................... Pag.9

2. JULIO ENRIQUE BLANCO: NEXO ENTRE MAESTRO Y DISCÍPULO... Pag.18

2.1. ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DE LA OBRA DE JULIO ENRIQUE


BLANCO......................................................................................................... Pag.22

3. CARACTERÍSTICAS DE LAS APORTACIONES DE JULIO NUÑEZ MADACHI


A LA FILOSOFÍA Y LA CULTURA EN BARRANQUILLA.............................. Pag.29

3.1. ESCRITURA Y DIVULGACIÓN DE TEMÁTICA FILOSÓFICA,


LITERARÍA E HISTORICA.................................................................................... Pag.34

3.2. PARTICIPACIÓN Y FOMENTO DE ESPACIOS E INSTITUCIONES DE


ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA................................................................... Pag.49

4. BALANCE CRÍTICO DE LA APORTACIONES HASTA LA ACTUALIDAD...


Pag.54

CONCLUSIÓN........................................................................................................... Pag.55

BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................ Pag.56

ANEXOS...................................................................................................................... Pag.62
RESUMEN

La monografía que aquí se presenta radica en la recopilación, estudio y divulgación de la obra

del filósofo Julio Núñez Madachi. En ello es un punto importante su relación con Julio Enrique

Blanco, siendo su discípulo y amigo, cuya interacción le permitió el conocimiento y estudio

de su pensamiento, para posteriormente dar a conocer una nueva visión de la historiografía de

la Filosofía Moderna en Colombia. A las aportaciones de Julio Núñez Madachi al desarrollo

de la Filosofía en Barranquilla se le suman los estudios de Literatura Moderna y estudios

heterodoxos a la Historia Cultural de Barranquilla; el objetivo es hacer el primer estudio

general de un personaje qué se inscribe con méritos propios en la Historia de la Filosofía en

la ciudad de Barranquilla a finales de la segunda mitad del siglo XX.

Palabras claves: Filosofía Moderna en Colombia, Literatura Moderna en Barranquilla,


Aportes, Cultura del Caribe colombiano, Caribense.
INTRODUCCIÓN

En torno al conocimiento de la filosofía y a la consecuente praxis a filosofar desde el Caribe

que nos impregna, nos vemos interesados por saber acerca de nuestro lugar en la filosofía en

Colombia; no solo podemos abordar dicha catedra constatando los hechos más significativos

sino también los personajes que abrieron paso, fundando y asentando las bases para la posible

exploración y estudio pormenorizado desde un ámbito académico la filosofía. Es así que desde

este punto de vista, se buscaran los referentes en la historia de cómo sucedió la posibilidad

para que se estudiara y se enseñara Filosofía o precisando, la Historia de la Filosofía en la

ciudad de Barranquilla. Las vicisitudes, necesidades, hechos y acontecimientos que se

requirieron para que fuera una realidad.

Todo esto irremediablemente nos lleva a conocer la figura de Julio Enrique Blanco, como

filósofo referente para el surgimiento de lo que hoy es la Universidad del Atlántico y

posteriormente su Programa de Filosofía. Pero al constatar que no solo Blanco, sino muchos

otros personajes se daban a la tarea del estudio de la filosofía, ya fuera desde lo académico o

lo informal, se revela un campo de estudio bastante amplio donde ciertas figuras y lugares, se

mezclan en una emblemática historia. Es aquí donde la efigie de Julio Núñez Madachi, aparece

ante nosotros no solo como un estudiante de filosofía, luego como profesor de la misma, sino

cómo un auténtico filósofo que vive y transmite la filosofía por medio de su personalidad y su

corporalidad.
Consecuentemente nos vemos interesados por averiguar desde su misma voz y sus textos, dar

un testimonio de su existencia como ente clave para la consolidación de un legado, un rastro,

un nexo entre él y su maestro Julio Enrique Blanco de la Rosa. Estas son las razones que nos

impulsa a investigar su labor como docente y divulgador de la ideas de su maestro, como

continuador de esa In-tele-agencia que buscaba realizar y concretar ideas titánicas en torno a

una ciudad que iba y va creciendo a la par del mundo en sus distintas épocas.

Lo anterior se ve reflejado cuando se busca los referentes a la labor filosófica de Julio Núñez

Madachi, en torno a la vida y obra de Julio Enrique Blanco de la Rosa, la cual es muy conocida

y citada, a pesar de tener muchos años, aún se refleja en la admiración y respeto por parte de

colegas y entendidos. Y es que en su recorrido por los caminos de la filosofía nos topamos

con muchos referentes; desde su profesorado y publicaciones en la Universidad del Norte, su

papel fundamental en la fundación de los Conversatorios Filosóficos en la ciudad de

Barranquilla -de ininterrumpida activad-. La creación junto a colegas del Instituto de Filosofía

Julio Enrique Blanco, siendo su primer director e igualmente la Facultad de Ciencias Humanas

de la Universidad del Atlántico, con su Programa de Filosofía, consolidado así el efecto final

que su maestro y amigo no logro ver en vida. Además del despliegue del rigor de la escritura

filosófica, a la literatura y la historia de la ciudad y su posterior publicación en los diarios y

revistas culturales. Sobre todo, es hacer un balance general de su trabajo, desde sus falencias,

lo que ha trascendido y lo que ha desaparecido del mismo.

Son todos estos referentes y su misma presencia lo que nos lleva a optar su figura como sujeto

de estudio, ya que poco se ha escrito acerca de él y de otros personajes, que han tenido una

incidencia en el desarrollo y consolidación de la filosofía en el Caribe colombiano. Razones

de peso, en un intrincado sendero ya que se ha de escarbar entre sus libros, ensayos y


conexiones con toda una gama de personajes en esta ciudad del Caribe, ambiente y terreno

geográfico del cual como análoga ciudad alejandrina o las más antiguas colonias helenas, dio

cabida a un ser para filosofar y dejar una huella atemporal a los futuros filósofos para continuar

un hilo, un legado, para hacerlo propio; atreverse a pensar y actuar, viviendo la filosofía en el

Caribe colombiano.

1. EXISTENCIA CARIBENSE1: CONDICIONES PARA LA FILOSOFÍA

DESDE EL CARIBE.

Barranquilla, ciudad privilegiada de Colombia dado su particular nacimiento y desarrollo a lo

largo de los siglos, se nos revela como una ciudad, que no solo ha sido un lugar o territorio en

donde han confluido multitud de escenarios tanto económicos, antropológicos, culturales y

sociales, sino que se revela también como un enclave de un pequeño universo llamado Mar

Caribe; un vasto mar de múltiples riquezas, tanto étnicas como materiales, desde aborígenes

y sus sociedades centenarias desarrolladas en un ámbito espiritual y matemático-astronómico,

dada su conexión con el cosmos, pasando por utopías piratas, hasta llegar a proyectos

humanísticos en pro de la libertad y el desarrollo de una cultura caribense, propia.

Es ese mismo Mar, horizonte del cual emula en muchas etapas y lugares de la historia de la

filosofía, se dieron las condiciones para que surgieran personajes, vivencias, ideas y

pensamientos de los cuales muchos han llegado a nuestro tiempo, dada la universalidad de las

mismas, permitiendo así eventualmente su reproducción en diferentes condiciones pero con

los mismos anhelos humanos por el desarrollo de sí mismos y de sus semejantes. Y es que “El

1
Neologismo acuñado por Julio Núñez Madachi, para expresar ese particular forma de ser del hombre del
Caribe, una existencia cargada de una atmosfera de cultura universal en un mar que asemeja un
microcosmos.
mar Caribe como realidad y como metáfora ha vuelto a ese espacio familiar de la filosofía y

de la historia como filosofía” (Ferro, 1990).

Esta misma realidad del Caribe, ha hecho posible la consolidación de un legado filosófico.

Con distintas generaciones que han sabido atisbar y dar el lugar que nuestro contexto

existencial tiene para consecuentemente generar una forma o manera de pensar propia. Julio

Enrique Blanco, fue el pionero en hacerlo y dar unas bases sólidas para una filosofía creativa,

una “Metafísica del Ser Caribe” prototipo, arquetipo u “sofotipo” que él mismo pensó y

encarnó, siendo un ejemplo a seguir y admirar. Así lo tenía esclarecido desde su propia

vivencia.

“Atiende bien a cuanto voy a decirte y escríbelo claramente para los tiempos que han

de venir.

No temas repetir lo que voy a decirte por la crudeza cáustica de la verdad y justeza de

lo que anuncia.

Será ciertamente para que se admiren los andinos por lo que es posible en tu marina

ciudad natal y no lo es en las montañosas ciudades de ellos. Porque el mar es la apertura

de todas las vías de la historia, civilización y cultura de la humanidad, y la montaña es

la cerradura, atajo y rechazo de esas vías.” (Núñez, 1999).

Un ser u ente caribense, más allá de tener ínfulas de una palabra, concepto o raíz metafísica

y existencialista de los hombres del Caribe, encarnará un aquí y ahora, individuos dispuestos

a filosofar y a crear desde su propio legado, o, en su defecto, el de las filosofías que nos han

llegado universalizadas hasta nuestro tiempo; es decir de una ética, estética y epistemología
propias o prestadas, que den efectos concretos en la realidad social de nuestra ciudad. Y es

que el filósofo auténtico, aquel de antigua estirpe, producía consecuencias en sus congéneres,

manifestaba con su forma y estilo de vida el reflejo de un pensamiento que buscaba

transformar su realidad.

Así lo entendió Julio Núñez Madachi, al continuar y hacer propio ese legado para fomentar

nuevos espacios donde fuera la filosofía protagonista y poder continuar con la labor iniciaba

por su maestro y amigo. Todo ello en una Barranquilla donde a lo largo de su trasegar por la

misma, se hallaba en un ambiente económico en total decadencia, en parte por la mala

administración de los políticos de turno en su avaricia de poder económico y en un proceso

histórico de desvaloración de Barranquilla, como puerto principal de Colombia con el desligue

del entorno agrícola, totalmente ignorado y sin articulación con la ciudad.

Decenios que pese a la situación social alarmante, mostraba otro aspecto en el plano cultural.

Con el auge todavía latente de la literatura Latinoamérica, y en especial del Nobel de Literatura

Gabriel García Márquez y el acuñado “Grupo de Barranquilla”, se veía un campo fértil para

los estudios literarios que muchos personajes llevaban a cabo, entre los cuales Julio Núñez

Madachi se destacó, dada su formación académica, no solo como filósofo sino también como

crítico literario.

Por consiguiente, estas han sido las condiciones en que se desenvolvió un personaje que nos

invita a seguir una tarea filosófica; las nuevas generaciones de filósofos barranquilleros, han

de llevar la filosofía a la calle, seguir fomentando nuevos focos para popularizar la filosofía y

dar soluciones a problemas concretos, desde el ejercicio de la reflexión, y complementar la


tarea que desde la academia se ha venido forjando, que es el fortalecer ese legado filosófico,

cultural y académico en el que nos vemos inmersos.

1.1. VIDA Y SUCESOS DE UN FILÓSOFO DE RIO Y MAR

Julio Cesar Núñez Madachi nació el 24 de abril de 1948, en la ciudad de Barranquilla. Hijo

de Eugenia Madachi Sánchez, nacida en Curazao y de Jorge Núñez Peña proveniente de la

ciudad de Santa Marta. Los mismos influyeron muy poco en su educación y crianza, debido a

que ambos viajaban constantemente a Curazao por distintos motivos, no obstante, las

relaciones con los mismos, fueron muy buenas hasta el grado, -según confiesa en una

entrevista concedida en el año de 1994- (ver anexo No.1) que él llegó a influenciarlos

gratamente a ellos. Así devino en una familia de consanguineidad de 3 hermanos por parte de

su madre y 3 por parte de su padre.

Criado por parte de una de sus abuelas, muy querida y estimada por él, fue impositiva en lo

social, lo que le limitó la sociabilidad cuando niño. Así que pasó gran parte de la misma

dedicado a jugar, muchos de estos inventados por sí mismo, por medio de las mascotas de la

casa (gatos y perros); propias figuras de un naturalismo filosófico. Fueron estas circunstancias

las que forjaron una conciencia aislada y solitaria en su periodo infantil. Fue este el contexto

hogareño en el que cursó su primaria en la escuela Sexta de Varones, conocida hoy como

Colegio Simón Bolívar.

Desde su infancia hasta su adolescencia se vería ya personificada esa tendencia a la

introspección y reflexión -que conlleva una vida solitaria- con todo lo que le circundaba e

impregnaba en su memoria:
“El juego ya compartido, de tipo social, va a partir de los 13 años; es decir, la influencia

de mi abuela ayudó a determinar mi temperamento y carácter, y mi decisión de salir

adelante; pero debo ser sincero, realmente me hice solo, mis padre estaban distantes,

en Curazao, y puedo decir que fue una gestión muy personal la mía.

Recuerdo mucho una imagen de niño en una emisora. La Voz del Atlántico, en el

Paseo Bolívar, donde hoy queda un hotel, diagonal a la estatua de Bolívar, en los años

50, y fue un saludo que me dio el presidente de ese momento, Rojas Pinilla, militar, y

además me entregó un balón de fútbol; esa imagen la tengo constantemente en el

recuerdo.” (Del Castillo, 1994)

Esas mismas situaciones y acontecimientos a los que se veía sometido por distintas

circunstancias, hicieron que suspendiera sus estudios secundarios que luego retomaría y

culminaría en el INEM. “Mi ingreso al INEM fue decisivo para mi vida, yo entré en una edad

avanzada, mi reinicio de los estudios a nivel secundario fue tardío, pero ingresé y esa fue mi

salvación.”(Del Castillo, 1994). Pero paradójicamente esa interrupción de sus estudios le dio

la sensatez para desarrollar todo su potencial reflexivo:

“En cuanto a mi rendimiento académico en el INEM, puedo decir que la

costumbre de leer debido a mi madurez, me permitía tener una perspectiva más

amplia para captar las explicaciones, y a veces adelantarme al pensamiento

mismo del profesor, y eso me impulsaba a estar leyendo constantemente, lo cual

fue muy provechoso para mí.” (Del Castillo, 1994).


Fue ese mismo talante por la lectura lo que lo llevó a la filosofía, siendo la misma el inicio de

la interminable enseñanza y vivencia de esa labor que hasta la actualidad ha seguido

promulgando.

“(…) La filosofía, por su parte, fue una intrusa que en un momento dado se presentó

allí, cono una especie de necesidad de apoyo a la lectura para ayudarme a entender y

comprender la forma de pensamiento de algunos personajes, pero creo que una persona

que influyo mucho fue un filósofo y literato, Jean Paul Sartre, existencialista. Esa

ambigüedad en Jean Paul parecía que yo la hubiese estado viviendo y la asumí. El

estudio de Jean Paul Sartre me condujo al padre del existencialismo, Kierkegaard,

quien presenta aspectos maravillosos y muchos conflictos de tipo personal que me

atraían enormemente; luego me acerqué a Karl Jaspers, especialmente por unos

estudios suyos sobre estética y sicopatología que me impresionaron, pero siempre

llevaba la idea precisa de que la filosofía me condujera al método de interpretar los

textos; ya después, con Hegel y las lecturas que realizaba, la filosofía fue más doctrinal

y tomé en serio el mundo de la filosofía y opté por la cultura griega.” (Del Castillo,

1994).

Así que esa lectura inicial del existencialismo, sería el inicio más que indicado, para su

iniciación en los estudios filosóficos y añadidamente sus preocupaciones vivenciales que le

hicieron identificarse inicialmente con esa corriente de pensamiento, que más adelante, se

verían reflejados en su estilo de escritura, de enseñanza y encarnación de la misma.


Después de finiquitar los estudios secundarios consecuentemente Julio Núñez Madachi, se

inclinó a seguir sus estudios superiores, pero irónicamente su inicio no fue la filosofía de

forma profesional, la vida, y él mismo, tuvieron un rumbo inesperado:

“Inicialmente yo me inscribí como estudiante de derecho, en la Universidad del

Atlántico, pero era incómodo para mí, como estudiante universitario que apenas

iniciaba su actividad académica, saber que era el 110, según el orden de lista de la A

a la Z; Era imposible entrar al curso, de manera que abandone rápidamente la carrera

y se da la coincidencia de que abren la Facultad de Filosofía en la Universidad

Metropolitana, así que me trasladé allá; era una Universidad que se iniciaba y la

Facultad de Filosofía tenía como finalidad irrigar culturalmente todas las demás

facultades de salud, finalidad que en un momento dado cumplió, pero para el Consejo

Superior de la Universidad, esa oxigenación se convirtió en algo contraproducente, y

vieron la necesidad, después de 5 o 6 promociones, de cerrar la facultad. Comenzamos

entonces, un grupo de jóvenes, a crear un taller de literatura que fue integrado por

estudiantes destacados en ese momento y luego artistas y escritores como Mónica

Gontovnik en la poesía, Diego Marín en el ensayo, Ernesto Gómez en la crítica de

Cine, Eduardo Bermúdez como filósofo y escritor. Con ellos se configuro un grupo

interesante de estudiosos tanto de la Literatura como de la poesía, y se mantuvo un

nivel de estudio e investigación permanente. Después vendrá la creación del

Instituto de Filosofía “Julio Enrique Blanco”. ” (Del Castillo, 1994).

Ese grupo de estudiantes graduados de la Facultad de Filosofía de la Universidad

Metropolitana, entre los años 1980-1983. Egresaron como Licenciados en Filosofía y Letras,
Margarita Marín Contreras, Claudia Posada, Lácides Martínez y Mario Zapata, además de los

citados. Todos ellos organizaron el Centro de Estudios Filosóficos de Barranquilla, quienes:

“agitaron la reflexión racional por esa época en nuestra ciudad. Los intereses del grupo

oscilaban entre la literatura y la filosofía, siendo mentor del Centro el desaparecido

filósofo Carlos J. María. La producción de los integrantes empezó a divulgarse en la

revista <<Huellas>> de la Universidad del Norte” (Coley, 1997, p.42).

No solo esta generación de nuevos filósofos, donde está incluido Julio Núñez Madachi –

Graduado con un ensayo sobre la obra de Porfirio Barba Jacob: Aquarimántima: lo divino y

lo humano en el rapto de imaginaciones oníricas de Barba Jacob.-, publicaron en la Revista

Huellas, también muchos de ellos lo hicieron en el desaparecido Diario el Caribe por medio

de su Suplemento dominical Intermedio. El mismo fue la plataforma para que se dieran a

conocer los primeros trabajos sobre la figura de Julio Enrique Blanco, por parte de uno de sus

contertulios dialógicos. Así el 18 de mayo de 1980 en el ejemplar de Intermedio No 325

titulado Julio Enrique Blanco 90 años de vida. Aparecerían los textos, Notas aproximativas

para inquirir su valoración, Principio de una conversación con Julio E. Blanco y Un joven

de 90 años, que constituyen el primer esbozo de lo que sería el trabajo monumental entorno

a la figura de su maestro y amigo.

Pero la anécdota de cómo Julio Núñez Madachi conoció a su homónimo, es muy singular e

interesante:

“El contacto con Julio Enrique Blanco fue uno de los más significativos en mi vida.

Yo era un joven muy soberbio, aunque esa soberbia se había serenado un poco con mi

transcurrir por el INEM pues el logro moldear mi temperamento. Luego, mi carácter


se vio orientado y definido a partir de mi amistad con Julio Enrique. Mi relación se

estableció a partir de la necesidad de elaborar una tesis de grado para titularme como

filósofo; entonces me di a la tarea de buscar una cantidad de artículos de ese “filósofo

lechero”, como lo llamaban peyorativamente y me di cuenta de que era famoso a nivel

nacional e internacional, por sus escritos en varias revistas; en mi investigación en la

Biblioteca Departamental, le comenté mi propósito a Meira del Mar, quien fue el nexo

directo de la relación con Julio enrique Blanco. Al realizarle mi primera visita, yendo

recomendado por Meira, nos caímos bien de inmediato, y a partir de ahí, establecimos

una relación de amistad sincera y muy trascendental para mi vida y algo significativa

para él. Empezamos todos los sábados, todas las semanas y todos los años desde el 74

hasta el 86 en que él murió.

La enseñanza más grande que obtuve de Julio Enrique Blanco, fue el sentido de la

modestia, el rigor y la exigencia en el estudio, la estética de las relaciones humanas y

los principios morales.”(Del Castillo, 1994).

Fue gracias a la poetisa Meira del Mar, -cuyo seudónimo es el nombre de la misma Biblioteca

Departamental en la actualidad- la conexión para que ambos se conocieran y crearan un fuerte

vínculo; solo la muerte interrumpió el dialogo constante que mantuvieron. Y es gracias a esa

amistad filosófica la que permitió la colosal labor de dar a conocer la obra y vida del “Filósofo

Absoluto” como le calificaría su amigo en un libro que recoge parte de su correspondencia. Y

fue esa misma labor, la que mantiene viva la memoria y el ejemplo de un filósofo integral,

que replanteo los inicios de la Filosofía Moderna en Colombia. Y es por ese mismo trabajo

que algunos consideran a Julio Núñez Madachi, el “guardián incansable de su legado”

(Rodríguez, 2013, p.15).


Su experiencia como docente la iniciaría en la Universidad del Norte como paralelamente en

la Universidad del Atlántico, esto se puede constatar según Ábel Avila, quien hace una

pequeña biografía y bibliografía de Julio Núñez Madachi, (1995, p. 262). La evidencia que

hace constar su tiempo como “prestador de servicios profesionales” en un certificado afirma

que empieza desde el 2 de agosto de 1983 hasta noviembre de 1990. (Ver Anexo N. 2). No

obstante según lo expresado por Julio Núñez Madachi en una entrevista e igualmente el

certificado que serán anexados al final de esta monografía, su trabajo en dicha institución

empezó desde el año de 1981, siendo inicialmente archivista de la Biblioteca de dicha

Universidad. Una evidencia que contradice el certificado, es la Revista Huellas, Vol. 3 No. 7

del mes de septiembre de 1982. Allí, pagina número 2, por parte del editor, Lola salcedo

Castañeda, hay una breve descripción de su curriculum vitae.

”Es licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Metropolitana. Ha realizado

estudios de especialización en Filosofía Latinoamericana e Historia de Colombia.

Colabora en distintos suplementos literarios de la prensa barranquillera. Actualmente

es funcionario adscrito a la Biblioteca de la Universidad del Norte y profesor

catedrático en la Universidad del Atlántico.”

Igualmente en dicha revista se encuentran reproducido el texto José Feliz Fuenmayor la

poesía del “Hombre en transición”. Y 3 reseñas bibliográficas de los libros: Nea-apo-kalipsis

de Julio Enrique Blanco; Pensamiento Económico de Ben Seligman y Universidad a distancia

de Luis M. Peñalver.

Podemos reafirmar, en parte, la veracidad de las palabras expresabas en la entrevista. Y

constatar los estudios de Postgrados realizados en la Universidad Santo Tomas, de Bogotá.


(Coley, 1997, p. 44). Al igual que la Especialización en Administración Universitaria en

A.S.C.U.N. e ICFES. (Ávila, 1995, p. 262).

Hayan sido, 9 o 10 años los pasados por dicha Universidad, lo importante es resaltar el paso

por la misma y el motivo no muy claro de su salida. Ya que las versiones de su retiro no están

del todos claras. La más factible es que haya sido por incitaciones de carácter sindical, ya que

pretendió forma dicha agremiación. En todo caso su salida por el motivo que haya sido, calo

hondamente en dicho personaje.

Desde la Revista Huellas publicando varios textos y siendo unos de los redactores de la

misma, hasta la publicación del libro compilatorio sobre la correspondencia filosófica entre

Julio Enrique Blanco y Luis López de Meza, su trabajo en la misma es de destacar y así lo

plasmó su actual Rector por más de 37 años:

“El mérito de Núñez Madachi, en éste como en otros trabajos sobre Blanco, ha

consistido en la organización y comentarios de los escritos de un pensador que no ha

recibido todavía la suficiente atención en la historia de la filosofía en Colombia y que

es, a todas luces, un verdadero innovador y filósofo representativo de lo que hemos

llamado el cosmopolitismo de los pensadores de la filosofía de la Costa.” (Ferro, 1988,

p. 2)

La importancia del trabajo en torno a la literatura de Julio Núñez se verá recompensada en

esta época siendo miembro del Consejo Regional de Colcultura, miembro del Comité de

redacción del Suplemento Literario del Diario el Caribe. (Ávila, 1995, p. 263). A su vez
desplegando sus conferencias en el entonces Teatro Municipal Amira de la Rosa, muchas de

ellas de corte sobre crítica literaria que al parecer aparecerían en un libro intitulado, Antología

crítica de la poesía del Atlántico. (Ávila, 1995, p. 263). De todo ello apenas hay registros

fotográficos de recortes de periódicos y referencias asiladas, un ejemplo es una conferencia

enmarcada en un ciclo de Literatura, con el título Ensayistas de la Costa Atlántica.

Todo esto dio fue terreno fértil para que se iniciaran los Conversatorios Filosóficos, a la par

que pasaba a la Universidad del Atlántico como profesor de planta, creando junto a José

Gabriel Coley y una comisión de profesores, el Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco.

Todo ello en el año de 1991. (2011, p.75)

En medio de todo ese trabajo, se casó 2 veces y se separó en 2 ocasiones, del último de ellos,

con la Señora Ruby Pérez tuvo 3 hijos. (Del Castillo, 1994).

Desde entonces, año 1991, hasta la actualidad Julio Núñez Madachi ha pasado por distintas

etapas en la Universidad del Atlántico. Fue director de la Biblioteca Julio Enrique Blanco

alrededor de 2 años, profesor catedrático del Instituto de Filosofía, profesor titular del

Programa de Filosofía adscrito a la Facultad de Ciencias Humanas para posteriormente ser

nuevamente catedrático. De todo ese periodo publicó el libro Julio Enrique Blanco: Dialogo

con un Hombre de Pensamiento y Acción Educativa, a la par de ensayos en las Revistas

STUDIA, INEYA, ALETHEIA, AMAUTA, entre otras.

En el capítulo 3 se hará un estudio periodizado, más a fondo de todo lo publicado, desde la

Revista Huellas, pasando por el Suplemento del Diario el Caribe, Revista Dominical del

Heraldo, hasta las publicaciones de la Universidad del Atlántico, el Observatorio del Caribe

colombiano, la Revista Olas y la Revista Catedra Gabriel García Márquez.


Así ha sido y así es, la vida y la obra de Julio Núñez Madachi, un filósofo que orbitó por

múltiples espacio, desplegó todo su saber y capacidad para darnos un relato biblio-biográfico

que se entrelaza y entremezcla, da fe y razón de sus andanzas en la filosofía y nos deja un

escenario para seguir actuando como esos hombres caribenses que han de continuar pensando

el Caribe.

2. JULIO ENRIQUE BLANCO: NEXO ENTRE MAESTRO Y DISCÍPULO

En cuanto a la indagación de su trabajo y posterior conocimiento desde la misma voz del

maestro, la impronta que él mismo dejó en su discípulo e igualmente la posible influencia que

Julio Blanco tuvo en Julio Núñez, se ha de indagar inicialmente cual era el pensamiento o la

impresión que tenía el maestro de su discípulo; así hemos podido dilucidar unas líneas en

torno a esa amistad filosófica que desde estudiante tuvo con esa “inteligencia solitaria”. Así

los expresó Blanco en una entrevista “(…) A propósito de éste joven, tengo la percepción de

que él tiene verdaderamente el don estudioso de la filosofía.” (Hermida, 1986, p. 11).

Dada a esa autentica propensión a la filosofía fue que Julio Núñez, entabló ese diálogo

constante como herramienta discursiva e interpretativa para ir esbozando y consolidando el

estudio a fondo y sistemático de la filosofía de la In-Tele-Agencia:

“J.N.M. Diálogo en forma sencilla.

J.E.B. Perfecto me parece entonces. Me gusta hablar con personas a quienes también

les gusta hablar conmigo en ese sentido. Conversar así sobre temas que, como los

últimos que usted acaba de insinuarme, son para mí de su complacencia.


J.N.M. Pero tengo entendido que el diálogo es un instrumento que, a diferencia de

otros (por ejemplo el musical), resulta de una gran eficacia cuando más o menos, y

guardando las distancias debidas, se mueve dentro de un sistema de categorías que

están a la misma altura vital. Me pone usted entonces en la embarazosa posición de

hacer de mí un colocutor a un nivel al que, como estudiante de filosofía que soy, aún

no he accedido.

J.E.B. habla usted con modestia. Pero quiero anotarle que a ese nivel se puede llegar

por la espontaneidad misma con que se va desarrollando la conversación. Recuerde

que el Sócrates de los diálogos de Platón lo sostenía así. Hacía que las mentes de sus

colocutores “parieran” los pensamientos que levantaban los niveles de sus temas,

extrayéndolos así de los “embarazos” en los fondos de sus conciencias.” (Núñez, 1998,

p. 27).

Diálogo socrático entre ambos, desde la indagación por la vida y obra del maestro, pasando

por el proceso de la creación de la Universidad de Atlántico, el ser del intelectual, la crítica,

la literatura, la política, el arte y distintos personajes históricos del pensamiento y del escenario

nacional. Terminando así en una prolija erudición de ambas partes en una casi interminable

conversación -grabada magnetofónicamente y perdida lamentablemente- la cual sería el

producto mismo de la confianza para la posterior divulgación parcial de la obra y el estudio a

fondo de la misma. La consecución del epistolario del “óptimo amigo” Luis López de Mesa,

mantuvo con Julio Enrique Blanco y así consolidar la visión propia del discípulo para con el

maestro y proponer el replanteamiento de la secularización de la filosofía a principios del

Siglo XX.
En cuanto a la influencia del maestro en el discípulo, se ha podido establecer esa constante

indagación por la cultura del hombre del Caribe colombiano, ese hombre caribense que desde

el ámbito literario en su mayor expresión lo ha develado en su singularidad de hombre

cosmopolita, y en su historia como terreno atípico para un desarrollo un tanto discontinuo ya

que es esa misma falta de continua reflexión filosófica la que nos ha develado la consecución

de un consciencia política de esa utópica ciudad alejandrina. Al respecto podemos constatar

esa preocupación e influencia en Julio Núñez Madachi:

"Las reflexiones que hemos hecho hasta aquí ponen de relieve la necesidad de una

reflexión filosófica de las sedimentaciones de la naturaleza del latinoamericano, en

cuyo horizonte se estructura la imagen del hombre del llamado subcontinente. Sin una

imagen del hombre ganada a partir de la reflexión filosófica de sus propias

sedimentaciones, las políticas de desarrollo constituirían como hasta ahora constituyen

un hacer sin proyectar a un proyectar sin hacer. Lo primero nos conduce a un nihilismo

cultural y lo segundo a formulación de utopías. Para superar este dilema es preciso

reflexionar nuestra cultura." (Núñez, 1984, p. 15).

Esa tendiente universalización que tiene la filosofía para indagar desde lo particular, para

hallar construcciones hacia lo universal y consecuentemente hacia lo práctico, devela una de

las grandes influencias de Blanco en Núñez. Además de esa modestia manifiesta en Blanco,

hará en Núñez una especie de fomentador y fundador tras el escenario, un actor en la sombras

para la terminación de su legado. Ya que teniendo conciencia del proyecto blanquista en el

cual:
“J.E.B. De acuerdo con los propósitos y programas que también oportunamente hice

saber, funde la Escuela de Bellas Artes como una unidad integral de música y de

pintura, a fin de que de ella, y por ella, irradiasen después las enseñanzas de las demás

artes que dan ornato y cultura a la existencia humana. Y más aún, indicando que,

allende éstas, debía tenderse a la creación de una facultad de humanidades, ya que

son las enseñanzas de éstas las que coronan, por decirse así, toda obra de genuina,

verdadera cultura, valor de lo humano dentro de una sociedad. Ante todo, con una

Facultad de Filosofía.” (Núñez, 1998, p. 92).

En definitiva la consecución de esa acción educativa, el Telos que coronaria el inicial Museo

del Atlántico y posteriormente la Universidad del Atlántico, era ese escenario donde fuera

posible la reflexión crítica, que permite la filosofía hacia la cultura para llevarla a esa genuina

humanidad universal. Julio Núñez Madachi de antemano tenía conocimiento de ello y cuando

las circunstancias y los personajes confluyeron él actuó en concordancia a lo que aprehendió

de su maestro:

“Obra de Julio Enrique Blanco, que al momento de querer ser consecuente y realizar

en el acto (con la creación de la U. del Atlántico) el “núcleo racional” de esa su

filosofía, se reveló como postulado moral indeclinable, el imperativo del deber que a

todo individuo, miembro de una sociedad y sujeto de una ciudad, manda a que

contribuya, no solo al logro del bienestar material, sino también al progreso espiritual

de esa sociedad.

De donde se infiere que la Universidad del Atlántico, como realización en acto, de la

idea más fecunda de Blanco, fue, como finalidad, el resultado de un proyecto

filosófico, pero, también, el cumplimiento de un imperativo ético; imperativo ético de


amplio espectro que debía proyectarse en “amplias ondas”, desde su núcleo central (la

Universidad ya como foco dinámico de cultura) hacia finalidades de orden social y

amplia cobertura cultural, en pro, siempre, del desarrollo material y el progreso

espiritual de la ciudad de Barranquilla, del departamento del Atlántico y la Costa Norte

de Colombia. Y aún más en amplitud de proyección cultural, en beneficio de la nación

y de todo el Caribe antillano.” (Núñez, 2002, pp. 69-70).

2.1 ESTUDIO Y DIVULGACIÓN DE LA OBRA DE JULIO ENRIQUE

BLANCO

Visto que la indagación de la vida filosófica de Julio Enrique Blanco, comienza a dar sus

frutos en esos diálogos constantes, en consecuencia Julio Núñez Madachi , empieza a dar a

conocer esas conversaciones iniciales juntos a su compañero de estudio Eduardo Bermúdez.

Que mejor forma de hacerlo un día después de su cumpleaños 90, el 18 de mayo de 1980 en

el ejemplar No. 325 del suplemento del Diario del Caribe: Intermedio, titulado Julio Enrique

Blanco 90 años de vida. En Principio de una conversación con Julio E. Blanco, ambos

indagan por los autores, que desde esa misma autodidaxia, forjo su intelecto desde su juventud.

Así hace un recuentro de los autores tanto en biología y física, como de filosofía y literatura

dieron el talante a su inquebrantable labor por el pensamiento. Además el texto Un joven de

90 años, donde Julio Núñez hace una pequeña biografía y un extenso catálogo de las

traducciones, tratados completos, ensayos y diarios publicados e inéditos, dando casi una

completa bibliografía de los publicado y por publicar hasta ese momento. También el ensayo
Notas aproximativas para inquirir su valoración, con el cual se hace una vehemente denuncia

en torno al abordaje y desconocimiento de la obra de Blanco:

"Las presentes notas son un modesto intento de abordar tan difícil empresa, con el

objetivo irreverente de fustigar a las inteligencias de nuestro medio tan acostumbradas

y satisfechas con la llegada aquí de los Gilard y Zuluagas, que hacen lo que nosotros

hemos sido incapaces de hacer." (Núñez, 1980).

Así pues estas “notas” son más que un estudio crítico y divulgativo del trasegar de la filosofía

blanquista. En ellas se elabora una cruenta contextualización de ese intelectualismo de antigua

estirpe “egipcíaco” con la metafísica kantiana y el relativismo eisteiniano, en un sistema

vernáculo de filosofía cientificista de la inteligencia.

En resumen, así iniciaría Julio Núñez su perito en torno a la obra de Blanco, no sin antes

constatar que mucho de lo publicado inicialmente, se volvería a reeditar, reproducir y divulgar

con un impacto tal vez limitado ya que no solía trascender lo local o lo regional.

“Así lo retrata quien es el guardián incansable de su legado y autor de dos libros de

recopilación de su autobiografía y su correspondencia, además de varios artículos de

prensa, y quien amablemente colaboró en nuestra investigación: el profesor Julio

Núñez Madachi. Muchos de estos dato personales provienen de diversas versiones

biográficas que en entrevistas privadas han sido publicadas por él, pues desde 1980 ha

divulgado su pensamiento en varias publicaciones regionales –lamentablemente- sin

lograr trascender ese espacio.” (Rodríguez, 2013, p.15).

Y es que ha sido tal vez esa limitante lo que no ha dejado salir a luz toda la obra inédita de

Julio Enrique Blanco, ya que por falta de interés no ha sido, más bien deviene tal vez factores
de índole económica u otro problema el que no nos permita tener unos tomos de la obra

completa de tan ilustre filósofo. Por su parte Julio Núñez Madachi ha quedado en deuda al no

publicar un borrador que actualmente se halla todavía inédito: La filosofía como metafísica de

la inteligencia: Diálogo filosófico y científico con Julio Enrique Blanco.

Por otra parte es innegable la continua labor por dar a conocer los textos y publicaciones de

su maestro, como vimos en el suplemento Intermedio del Diario el Caribe también se

publicarían en los ejemplares No. 418 y 420 de 1982, el trabajo en torno a la Correspondencia

Filosófica con Luis López de Mesa, que luego sería presentando en forma de libro bajo la

editorial de la Universidad del Norte. En dicha publicación hallamos una carta fechada el 20

de agosto de 1986, unos meses antes de la muerte de Blanco en donde muy amistosamente le

da las gracias en recuerdo de su gran amigo Luis Eduardo López de Mesa, con el cual tuvo

ese gran flujo epistolar, recordando siempre la visión que ambos compartían del desarrollo del

país. “A usted, amigo Julio Núñez y al vehemente deseo de llevar a cabo la publicación del

“Epistolario” a que acabo de referirme, se debe la labor que ha llevado para el logro de ella”

(Nuñez,1987, p.11 ). Trágicamente no vería en sus manos dicha publicación pero ante todo,

sabiendo que su legado estaba en buenas manos.

Con respecto a esa recopilación de cartas comentara Jesús Ferro Bayona:

“(…) Tres años después, y cumplida una labor titánica de compilación, Núñez

Madachi publica “Correspondencia Filosófica (1917 - 1966)” entre Julio E. Blanco y

Luis López de Mesa, trabajo que recoge más de cincuenta años de coloquio epistolar

en el cual se condensan estos dos grandes pensadores de nuestro siglo. Es un libro de


referencia obligada para entender la historia de las ideas filosóficas en

Colombia.” (Ferro, 1988, p.3).

Y más que obligada, es el reconocimiento tanto a Blanco como a López, de esa labor casi

desértica de secularizar desde su pensamiento y acciones un país en un terreno fértil para

despertar su mayoría de edad. Así fueron pocos los que asumieron esa responsabilidad.

Igualmente en el prólogo del mismo Núñez, tajantemente sella en definitiva ese

reconocimiento:

“La correspondencia que aquí se ofrece (…) constituyen un valioso documento en

cuanto se refiere a la actividad filosófica en Colombia y al desarrollo de nuestra cultura

en general. Aquellos que se interesen por la filosofía latinoamericana y por el

desenvolvimiento del pensamiento filosófico nacional encontrarán la forma no sólo de

llenas las numerosas lagunas nacionales, sino también la de poder valorar el esfuerzo

de ambos por despertar, a comienzos de siglo, la conciencia ideológica del país y la

intención de elaborar conceptos originales en filosofía, todo con el deseo de que

Colombia iniciara la elaboración de ideas atrevidas que la colocaran en trance de

nacionalidad pensante y no meramente comentadora de culturas foráneas. Para que

Colombia, en fin, se adelantara -tal como lo señalara en ese entonces Julio E. Blanco-

un poco a la Argentina, Brasil y México: países que estaban trabajando con más ahínco

en estos aspectos de “cultura superior; adelantarse en la expresión de algunos

conceptos originales y no meramente reflectores de la vieja cultura eurasiática”.”

(1987, p.14).
La Universidad del Norte fue la plataforma, mientras estuvo laborando en la misma, donde

Julio Núñez Madachi pudo divulgar sus estudios de la obra de Blanco e igualmente su rector,

al publicar parte de la obra del mismo. Es así que en el ejemplar No. 7 de la Revista Huellas,

hallamos en las reseñas bibliográficas, una reseña de la obra Nea-apo-kalipsis. Libro de

revelaciones por razonamientos:

“Pues bien, en este libro el filósofo barranquillero Julio Blanco intenta dar una

respuesta a través del análisis y la descripción, pero fundamentalmente por

razonamiento de la funcionalidad de esas complejas estructuras que conducen a la

auténtica sabiduría de la especie humana ya en sus niveles superiores de cultura.”

(Núñez, 1982, p.28)

Libro eminentemente de estilo narrativo de experiencias vivenciales y teorizadas a partir de

las mismas. Contenido original de su filosofía desde su propia concepción autobiográfica, de

estados de conciencias y razonamientos especulativos. Un libro bastante extraño que el mismo

Núñez no le daría un buen fortunio:

“Muy poca atención se le ha presentado a este importantísimo libro de don Julio

Enrique Blanco: sin embargo, creemos que si NEA-APO-KALIPSIS permanece y

habrá –quizás- de permanecer inerte, potencialmente inerte por largo tiempo, y que

muy a pesar del tema que trata, de ideología difícil de como prender, apreciar y

aparentemente inútil, habrá de tener en el tiempo una luminosa aurora, como producto

de verdadera cultura filosófica” (1982, p. 29).

Y al parecer el tiempo le ha dado la razón, ha sido más de 30 años desde esta reseña y poco o

nada ha calado este, al parecer, esencial libro en la filosofía engendrada por Blanco. Y el
mismo continuara así, desconocido, entre colegas y los no estudiosos de su obra. Tal vez sea

la poca publicación en su tiraje o el dar a conocer el mismo, que se hace desconocer el mismo.

En la misma Revista Huellas No. 14 de 1985 publicara La Dimensión Metafísica de la

Inteligencia, una prolongación de aquellas “Notas aproximativas” pero ahondando en la vida

y en la filosofía de Blanco con una cronología anexada:

“Considerando, entonces el curso del material que hasta el presente Blanco ha

publicado, en un orden meramente cronológico, la filosofía o sistema de filosofía que

ella expone se puede tratar de resumir esquemáticamente así: primero, como una

inteligencia –IN-TELE-AGENCIA– o actividad que obra interiormente efectos finales

que es la base de todo ser. Cuya esencia es la de su pensar, el cual, fluyendo, se

estructura y, estructurándose así mismo, esquematiza la estructura del ser.

Es así inmanente en su pensar y trascendente en su ser, para lo cual se da como impulso

inteligente, impacto noético: flujo de noeses (pensamientos) que interior,

inmanentemente aún, se estructura en categorías, noemas (centros acumulativos de

duración y extensión), y arquetipos. Tales estructuras son, por tanto fluyentes siempre,

siempre dinámicas, nunca estáticas, se mueven continuamente, son actividad

incesante, como lo es la categoría de la causalidad que, con la correspondiente

corriente de noeses, que arrancan de la inteligencia absoluta produce, al transcurrir, el

noema del tiempo. Produciéndose de manera similar el noema del espacio. Y también

similarmente más adelante los arquetipos. Todo esto como en un primer ciclo en que

se realizan las estructuras de la esencia -actos necesarios de la inteligencia- que en su

propia inmanencia fundamentan entonces la trascendencia.


Como en un segundo ciclo la naturaleza viene entonces a producirse como un proceso

telescópico, actuando por la causalidad que es su instrumento, del tiempo, del espacio

y de ciertos arquetipos, hasta culminar en la sustantivación de sus primeros elementos.

La energía y sus tipos: electrones, protones, fotones, etc., que resultan de dicho

proceso.” (Núñez, p. 28).

Esto es una metafísica inmanente o una inmanente metafísica, del reino eidético al

materialismo atomista. Proyecto de sistema filosófico arriesgado y un tanto anacrónico, más

de una genialidad y estilo brillante. Cuasi posmoderno salvando las distancias y las

apariencias. Blanco hace de la filosofía un filosofar autentico y propio en un lugar donde la

filosofía no tiene mucha relevancia, aun así ella misma fue pensada para penetrar esa áspera

cultura y producir esos “efectos finales”, de una cultura genuina, autentica y universal, que

muy al parecer estamos todavía en proceso de ese efecto final.

Y finalmente la Dimensión espacial y temporal originaria en la vida de Julio Enrique Blanco,

publicado el No. 28 de abril de 1990. En este texto nos trasladamos al pasado, a la niñez de

Blanco y la Barranquilla de finales del Siglo XIX. Documento histórico y biográfico más que

interesante ya que narra esa atmosfera y las trasformaciones ocurridas en la ciudad, tanto

cultural, política y socialmente, siendo Blanco el eje central de esta crónica vivencial de una

ciudad y un hombre que nace y se desenvuelve en la misma:

“Acorde, pues, a como ocurrían las cosas que iban transformando a los pobladores,

que a su vez transformaban en ciudad su aldea, había comenzado, también, para Julio

Enrique, el tránsito de su niñez a su adolescencia. Había venido creciendo

paralelamente con el embrión de la ciudad. Embrión vasto en desarrollo que será


percibido en general, a través del prisma del niño Julio Enrique, que era también un

embrión a su manera: el de un adolescente.” (Núñez, p. 16).

Era así que hombre y ciudad estaban entrelazados y no es de extrañar que la reflexión

filosófica que emprendía en la misma, tendría que sufrir los efectos de ese filosofar desde el

Caribe colombiano.

En definitiva la vida y obra de Julio Enrique Blanco, estudiada y divulgada por Julio Núñez

Madachi ha tenido una mediana divulgación, tanto a la hora de publicar sobre su filosofía o

su vida, tanto como la reproducción, reedición y promoción de esos mismos escritos que dan

cuenta de su maestro. El tiempo dirá si Julio Blanco tendrá su merecido lugar en la Historia

de las Ideas en Colombia, ya que desde la concepción de él mismo, poco o nada se preocupaba

él por tales méritos o por publicidad de ser un pionero en la Filosofía Moderna en Colombia,

desde la ciudad de mar y de rio que permitió el despliegue de su filosofía.

3. CARACTERÍSTICAS DE LAS APORTACIONES DE JULIO NÚÑEZ

MADACHI A LA FILOSOFÍA Y LA CULTURA EN BARRANQUILLA

La caracterización de los aportes de Julio Núñez pasa por varias fases desde su papel como

filósofo de la cultura. Su filosofar tiende por varias temáticas; desde la enseñanza misma de

la filosofía hasta su despliegue en ensayos, comentarios y pensamientos propios y de autores

clásicos de la Historia de la Filosofía, el importante trabajo junto a su maestro Julio E. Blanco,

investigando y fomentando su obra y su figura; Igualmente el estudio de la obra de José Félix

Fuenmayor y la literatura moderna de Barranquilla; además aportando al estudio de la historia


de la ciudad; su papel en la creación de los espacios y entidades que la Filosofía necesito para

su decisivo desarrollo en la ciudad, ya que hoy podemos hablar de una consolidación de la

misma en Barranquilla.

Como se puede constatar en el capítulo anterior, el nexo entre Julio Núñez y Julio Blanco,

sería la primera caracterización de los aportes que se pueden dilucidar. Antes de proseguir con

las demás, podremos constatar el influjo y la recepción de ese aporte en torno a los estudios y

divulgación de la filosofía de Blanco. Por consiguiente haremos un sondeo del impacto de ese

trabajo en el ámbito local, regional y nacional.

Una reseña importante del libro de Correspondencia filosófica, es la que hace German Vargas,

miembro del llamado “Grupo de Barranquilla” en su espacio Ventana al mar. En ella da cuenta

un esbozo del mismo y da su opinión: “El profesor Núñez Madachi ha logrado realiza un

admirable trabajo que permite conocer, a través de su correspondencia, el pensamiento

filosófico de Julio Enrique Blanco y del profesor López de Mesa.”2. Y a su vez citando parte

del prólogo en tanto a ser un referente a la historia de las ideas filosóficas en Colombia.

Asimismo cabe resaltar la reproducción de parte de ese estudio de la correspondencia en la

Revista Olas, No. 1 de 1984, y parte de las cartas en Olas No.2 de 1984. Ello a nivel local. En

tanto al nacional, la Revista Tadeo, de la Fundación Universitaria de Bogotá, Jorge Tadeo

Lozano de 1987, reproduciría un comentario de libro por parte Abel Naranjo Villegas y la

Revista Cromos de 1987 reseñaría dicho libro como valiosa pieza en la Historia de la Filosofía

en Colombia.

2
Archivo personal de Julio Núñez Madachi. Sin título ni fecha.
Por otro lado la transmisión del lanzamiento de ese mismo libro por parte del programa Olas

TV en el canal Telecaribe, marca un hito sin precedentes en torno a mediatizar la filosofía en

la región. Dicho lanzamiento del libro conto con la participación del Rector de la Uninorte,

Jesús Ferro. Bayona. Julio Núñez Madachi, siendo el distinguido responsable del mismo.

Además de la familia de Julio E. Blanco, entre quienes se encontraban sus hijos y nietos.

Hay que considerar que estos aportes se enmarcan en torno a una nueva generación de

filósofos que venían consolidando el estudio de filósofos del Caribe colombiano. Uno de esos

jóvenes de esa generación es el filósofo Numas Armando Gil, quien fue el encargado de dar

a conocer la vida y obra del filósofo Rafael Carillo. Y es en torno a ese trabajo tanto

divulgativo y de reportaje donde a la hora de dar su propia visión de Julio E. Blanco, hallamos

como Julio Núñez sirvió de enlace para tal labor:

“Fue un treinta de diciembre de 1982, a las dos media de la tarde, cuando lo conocí

personalmente. Julio Núñez Madachi, siempre me había hablado de él. Me decía que

era puro, candoroso y muy puntual en todos sus actos. Que era anciano de edad, pero

joven en su pensamiento. Que duraba horas y horas enteras charlando sobre filosofía,

literatura, ética y de la vida de la ciudad más civilista de América Latina, como era

Barranquilla en épocas pasadas.

(…) La cita con Julio Núñez Madachi, su discípulo predilecto, habíamos acordado

llevarla a cabo en el Coliseo Cubierto Humberto Perea, pues desde allí era más fácil

llegar a su morada.

Estuvimos a eso de las dos de la tarde. Vivía en una especie de castillo. Nos abrió su

criada nos hizo pasar a la sala de espera. Al rato apareció el, con sus noventa un años

encima. Estaba vestido impecablemente de Blanco y su estatura no llegaba a un metro


con ochenta centímetros. Se veía entusiasta con la alegría a flor de labios; tal vez sería

por el hecho de reencontrarse con su discípulo. Me di cuenta que abrazo a Julio Núñez

como quien abraza a un hijo al que hace tiempo no veía.

Julio Núñez Madachi me lo presentó y pude estrechar su mano cálida y afectuosa. Al

instante nos invitó a que pasáramos al lado de la ventana que daba al jardín, pues allí

se podía escuchar el canto de las flores y dialogar sin ninguna interrupción.” (1993, p.

12-13).

Relato efusivo como entrañable, en torno a un eminente personaje que ante su sola presencia

e incesante diálogo, causaba tan trascendentes palabras al recordar tan memorable encuentro

en la primera de múltiples reuniones que sostuvo Numas Gil y Julio Blanco.

Siguiendo en torno a las aportaciones, es de recalcar que a Julio Núñez Madachi se le conoce

o cataloga como un filósofo de la cultura. Y si entendemos la Cultura como un entramado de

todas las actividades humanas que tienden al desarrollo de la sociedad a niveles avanzados;

desde lo artístico, lo literario y lo histórico, lo científico, lo arquitectónico, etc. Muchos de

estos en torno a la cultura del Caribe colombiano, han sido parte de la reflexión llevada por

Julio Núñez Madachi en variados escritos. Y entre esa labor tuvo méritos hallando y

rescatando parte de nuestra cultura. Uno de esos hallazgos es el rescate de un texto de la

pintora Cecilia Porras, emblemática mujer que entraría en contacto con nombrado “Grupo de

Barranquilla”. El cual fue publicado en el ejemplar No. 370 de Intermedio, suplemento del

Diario del Caribe el 12 de Abril de 1981. En dicho escrito a manera de nota introductoria

Julio Núñez nos esboza el contexto y la efigie de dicho escrito:


“A manera de presentación En 1949, y cuando se hacía inminente el encuentro con el

"Grupo de Barranquilla", la pintora cartagenera Cecilia Porras hubo de escribir la

presente nota. Lo hacía a manera de presentación a sus últimos cuadros, para una

modestísima muestra fotográfica que realizaba para entonces la Revista de la

Universidad Católica Bolivariana. Muestra que llevaba a cabo muy regularmente la

citada universidad con pintores jóvenes del país, y acompañadas casi siempre de

estimulantes notas de presentación de pintores ya consagrados, críticos, escritores y

hasta poetas. Cecilia sin embargo habría de hacer su propia presentación. Bien podría

decirse que era una perfecta desconocida. ¡En hora buena! Porque hoy esa su

presentación —de su obra de medio camino— que hemos titulado "Autorretrato" se

convierte en un valiosísimo documento que revela impresionantemente todos aquellos

angustiosos períodos de búsqueda y experimentación por los que transitó; la sinceridad

y lo hondo de su lucha interior, su profunda y a la vez sólida concepción estética. Así

como el grado de madurez alcanzado en el momento de/encuentro con el Grupo de

Barranquilla. Encuentro a través de Obregón o Grau que habría de ser decisivo en la

definición de su espacio plástico.

Se transparenta ya en estas líneas la agitación y el estremecimiento de su frágil y

bellísimo cuerpo, afiebrado ya, sin duda, por el "virus estético" que afectó por igual a

esa vigorosa generación costeña de los 50’s, virus estético o compromiso histórico

irreductible de poner los pies en su propia tierra sin perder de vista el lenguaje

universal de la comunicación estética. Hoy, Cecilia Porras no necesita presentación:

Las recientes muestras retrospectivas de sus cuadros en el Museo de Arte Moderno de

Cartagena, la Galería Buchholz y el Museo de Arte Moderno de Bogotá, son indicios

de que cualquier encomiástica presentación de sus virtudes artísticas no dejaría de ser


en cierta forma un riesgo tautológico. Su obra y —por qué no— su palabra la de este

Documento-Autorretrato, bien que podrían ser suficientes.”

Descripción más que detallada en torno a esa generación de artistas, que confluirían desde sus

distintos talentos para eclosionar la cultura barranquillera en dimensiones que aun hoy en día

resuenan con gran influencia. Se debe añadir que el hallazgo de ese escrito no es un hecho

aislado. Parte de esa labor de reconstrucción de la cultura barranquillera se volvió a constatar

con el rescate de dos cuentos recuperados por Julio Núñez. Pequeña Estampa de Alvaro

Cepeda Samudio y De mi diario de Ciro Mota (Alter Ego de José Félix Fuenmayor). Ambos

publicados en la revista Huellas No. 8 de la Universidad del Norte. Para Núñez Madachi, estos

autores representan ese espíritu Caribe en pos de la universalidad desde su realidad, crear una

obra partiendo de lo regional hacia lo universal:

“Vale decir, pues, que desde los momentos iniciales de sus respectivas trayectorias

literarias, se presentó en esta maravillosa generación de narradores una clara y firme

voluntad de expresar, en primera instancia, las realidades locales y regionales como

una imprescindible necesidad para acceder a lo universal. Curiosamente, todos

presentan en el momento inicial de sus trayectorias un profundo interés por lo regional

mucho antes de su encuentro. Será, pues, la identificación con su medio el paso inicial

para la universalización de lo costeño mediante la transmutación mítica de esa

realidad.” (1983, p.22).

En definitiva, estas serían –en parte- las aportaciones en torno a la filosofía y la cultura de

Barranquilla, tanto desde su estudio, rescate y divulgación. En consecuencia ampliaremos en


profundidad las demás aportaciones en su trasegar como figura importante de la ciudad y dar

una recopilación de todo lo escrito por él.

3.1. ESCRITURA Y DIVULGACIÓN DE TEMÁTICA FILOSÓFICA,

LITERARÍA E HISTORICA

Para empezar a abordar lo escritos y el estilo que caracteriza a Julio Núñez Madachi,

primeramente podemos constatar la concepción, el proceso y la técnica a la cual acudía a la

hora de redactar sus textos:

“Hay una expresión de Federico Nietzsche que dice: “Escribe con sangre y sabrás que

la sangre escribe”, y la traduzco así: escribir es difícil cuando se quiere escribir con

seriedad y responsabilidad, dándole un matiz nuevo y profundo a lo que se quiere

decir; eso exige demasiado. Para mí, la escritura es una labor de artesanía. Te cuento

que primero escribo a mano y lo hago más de 20 veces, y luego vuelvo a revisar, hasta

que lo transcribo a máquina 2 o 3 veces, lo que me va dando una idea más clara de lo

que quería desarrollar inicialmente, esas transcripciones le permiten a uno ir puliendo

el estilo y la idea.” (Del Castillo, 1994, p.12).

Por tanto, por lo que nos dice, al momento de abordar sus escritos se hallara ese producto de

una hipérbole de edición, rigurosa y exigente. Lo cual nos da una primera impresión a la hora

de interpretar sus escritos, hallar su marcado estilo, dilucidar vehementemente el rigor tanto

lógico como estilístico y sobre todo, los marcados temas que enmarcan sus concepciones

filosóficas.
Por lo que se refiera al primer escrito de carácter filosófico desde sus propios pensamientos y

reflexiones en torno a la situación de la filosofía en Suramérica, el ensayo Filosofía de la

marginación como marginación de la filosofía, publicado en el suplemento literario del Diario

el Caribe, Intermedio No.570 del 1 de abril de 1984. En el mismo se parte de una pregunta

realizada por Nietzsche: ¿Para qué ha servido la filosofía? Desde esa misma pregunta situada

en el contexto europeo y a su vez desde el suramericano, Julio Núñez hace un sondeo tanto

histórico como epistemológico. Dejando de relieve que desde el “descubrimiento, la

colonización y la posterior liberación del continente latinoamericano siempre ha sido pensado

desde la visión y el discurso de poder de la cultura aparentemente civilizadora.”(p.15) Y es

esa misma asimilación es la que impido y sigue impidiendo un pensamiento propio.

“Las recepciones de la filosofía europea asumieron las formas de escolástica,

iluminismo, positivismo y utilitarismo, revelan la función ideológica que la filosofía

europea ha cumplido en América Latina. El propio quehacer filosófico de algunos

pensadores aislados no puede ser calificado como pensamiento propio, puesto que

constituye no como el devenir de una conciencia propia sino la repetición del

pensamiento filosófico europeo.” (1984, p.15)

Para Núñez la solución sería la propia reflexión de nuestra cultura, desde nuestra propia

idiosincrasia y nuestra cosmovisión, tal como Luis López de Mesa y Julio E. Blanco trataron,

pero lo paradójico es que ellos mismos, en su afán de universalidad y originalidad terminaron

usando conceptos y categorías de tradición del viejo continente. Y ante esa marginalidad que

se halla la filosofía en América Latina, que solo puede producir una filosofía marginal y que

del autor tampoco escapa, da su tajante sentencia:


“Es obvio entonces que el espíritu del suramericano es dionisíaco, báquico. Es cierto

que esta vuelto hacia el interior (los deseos), que se expresa en lo fantástico. Este

espíritu se deja ilustrar con la obra de dos suramericanos: J.L. Borges y G. García

Márquez.” (1984, p.16).

Ante su propio diagnostico cabe resaltar que sus escritos filosóficos tendrán ese aire un tanto

melancólico pero con la convicción de filosofar desde el Caribe esa existencia y cultura

caribense que se refleja en sus propias concepciones vivenciales y del aprendizaje de esas

filosofías foráneas que en parte dan luz a esa condición humana, naturaleza propia de todo

hombre de se cultiva a sí mismo.

Por consiguiente la obra filosófica de Julio Núñez Madachi, entrara en un diálogo constante

entre sí mismo y los pensadores clásicos de la filosofía. Así tanto a la hora de comentar a

ciertos autores como también al momento de tráelos en asociación entre sus propios

pensamientos. Un ejemplo de esa simbiosis son las Notas para una filosofía del reposo y del

descanso, escrito durante un encierro en una habitación durante un puente festivo entre los

días 6 a 8 de mayo de 1989. Y luego publicado en la Revista Dominical del periódico el

Heraldo el 9 de julio del mismo año. En torno a esa situación se despliega toda la capacidad

reflexiva en torno a estas dos actividades elevadas a conceptos. Es así que al mejor estilo

dialéctico y metafísico inicia su reflexión contraponiendo estos dos conceptos.

“El descanso expresa una antítesis: descanso adverso a cansancio. Siendo el descanso

la búsqueda de la compensación al trabajo y sus fatigas sea material o intelectual. En

esta forma corresponde al sentido original de la palabra relajación, relaxatio, que


expresa el significado de lo que abandona, las penas de los esfuerzos corporales o

espirituales que se han concentrado e intensificado en una labor u otra.

El descanso es pues, como una dis-tracción de la acción, sea del cuerpo o del intelecto.

Es como un recogimiento en sí de lo que se ha distendido, extendido, exteriorizado, y

necesita entenderse, abstraerse de lo exterior, concentrarse. Un rompimiento

momentáneo, o más o menos duradero con los vínculos que atan al ser de la existencia

y necesita desatarse en el ser de la esencia, para reponerse, es decir, energizarse en la

potencialidad que capacita para la renovación de la acción abandonada, relajada, la re-

posición en ésta. Y como en el descanso así entendido y practicado hay una especie de

diversión, di-versión o versión divergente de las fuerzas potenciales que se han hecho

actuales en una labor u obra, en él hay también delectación: la delectación de lo que

se restablece a sí mismo.” (p.2).

Y es en ese mismo reposo donde el ser se despliega para renovarse, donde se da una

dislocación interna, para entrar en una especie de inactividad potenciadora.

“Lo escrito sobre el descanso se relaciona directamente con lo que se puede decir del

reposo. ¿Pero, qué es el reposo en relación con el descanso? algo que significa una

fase nueva, más asentada, del descanso. Pues busca un mayor recogimiento o

concentración que el mero descanso: Habría en él una mayor relajación, aflojamiento

o soltura de fuerzas y esfuerzos.

(…)Justamente a partir del punto y momento en que más allá del descanso, por la

intermisión de todo acto, retención de causas y efectos, por el reposo, que solo es un

grado más allá del descanso -donde aún no se ha llegado en posición, capacidad o

aptitud de continuar en posición, capacidad o aptitud de continuar avante en la


operación por medio de la cual se hace continuo por la esencia del ser la existencia de

este mismo ser.

Hay entonces como un avance de grados, que son también gradas, en el recogimiento

del alma que busca el descanso de sus esfuerzos, la concentración de éstos en el

equilibrio que les da reposo y que en su ultimación viene a ser como una sublimación

del reposo y del descanso, en la quietud completa.

En esta última fase se cumple una especie de volatilización de todo movimiento, toda

agitación y toda inquietud e la acción y de la animación a la acción, para que el alma

se halle en sí sola dentro de la quietud máxima que le es posible. Y, separada del

mundo de los sentidos, se aquiete inefablemente en el mundo de los intelectos, es decir,

de la pura, abstracta inteligencia que sólo se contempla a sí misma.” (p. 2-3)

Toda esta disertación en torno a los estados mentales que se alcanzan en medio del reposo y

el descanso, la asociara con los estados eudemonistas de los sabios y filósofos griegos, tales

como la ataraxia, la epojé y la autarquía. Pero fue tal la reflexión universal en torno a esos

estados mentales que sospecho, dado que igualmente ese recorrido por esas fases mentales,

son tan similares a los estados meditativos y de contemplación que plantean las filosofías

orientales.

Con relación al comentario del pensamiento y la vida de filósofos de la filosofía occidental,

podemos hallar múltiples ensayos donde demuestra un total dominio y despliegue en torno los

conceptos y temáticas de dichos autores. En Schopenhauer y los riesgos del filosofar, antes

los 3 riegos que amenazaron su vida según Nietzsche: la soledad y aislamiento; la duda de la

verdad; las limitaciones humanas. Núñez recalca la salvación de los supuestos peligros a los

que se veía Arthur. En el primero, el gozo del sabio solitario que con su presencia y el placer
estético –escuchando a Beethoven- es feliz en su soledad, con jocosidad y pasión por la misma.

En el segundo riesgo más allá de seguir las sendas kantianas de la verdad tanto de la metafísica

como del agnosticismo, hallo su propia verdad “Por la introspección que él viviera

profundamente de la voluntad que para él vendría a manifestarse como la raíz y fuente de

todo, justamente del mundo como voluntad y representación.” (Núñez, 1987, p.3). Y

finalmente el tercer remedio ante ese riesgo fue su inquebrantable eudemonismo, con la

voluntad de ser y existir.

Asimismo en el ensayo La filosofía ante la intimidad del amor, donde plantea que la angustia

existencial de Kierkegaard se debió a su impotencia sexual y su frustrado amor con Regina

Olsen alias Cordelia, una interpretación bastante freudiana. O el ensayo Los humanistas y el

ideal de paz, donde desde los ideales humanistas planteados por Erasmo de Rotterdam y Juan

Luis Vives, promulgan la paz desde la doctrina cristiana que aboga por la reconciliación y el

amor al prójimo, exhortando a los príncipes y monarcas a acabar con el periodo tan belicista

de su tiempo, trayendo ambas reflexiones a nuestro propio conflicto interno de su momento.

Ambos textos publicados originalmente en la revista Dominical del Heraldo seria

posteriormente reeditados y publicados en la Revista Aletheia No.2 e Ineya No.2

respectivamente.

Por lo que se refiere a la literatura moderna en Barranquilla, José Feliz Fuenmayor es el mayor

referente del estudio pormenorizado por parte de Julio Núñez. Como se ha podido constatar

desde el año 1980, en el mes de agosto la selección de poemas que aparece en Intermedio con

Poesía inédita o desconocida de José Félix Fuenmayor y a principios de septiembre José Félix

Fuenmayor o la poesía del “Hombre en transición”. Constituyen el valor inicial en torno a la

reconstrucción de la historia de la literatura moderna en la ciudad. Así en La poesía del


“Hombre en transición”, plantea la relación de la prosa y la personalidad del autor a la hora

de concebir su obra dando a su vez el talante para adelantarse a sus contemporáneos:

“En este momento inicial y transcendental de nuestra cultura literaria es cuando

“Musas del Trópico” –libro insular que muy poco tiene que ver con la poesía escrita

en Colombia para 1910- realmente adquiere notable significación. Porque si bien es

cierto que los trabajos tanto de Fuenmayor (25 años), como de Rasch Isla (21) y

Leopoldo de la Rosa (22) son las expresiones más cualificadas de ese momento,

también es cierto que los trabajos de estos dos últimos no adquieren aun el grado de

madurez y originalidad de los versos de Fuenmayor, ni por la ambición de cambio en

el oficio poético que “Musas” entraña.” (Núñez, 1982, p.14).

Y es que frente al modernismo que se iba imponiendo en los escritores de la época, Fuenmayor

se aleja ante esa propia vertiente de forma independiente y su novedad se dio al hecho que “el

genio poético de Fuenmayor supo (mucho antes) decantar con maestría los elementos

extraños, las influencias raizales e imprimirle a la poesía genes de su propia personalidad: de

ahí su autenticidad.”(Núñez, 1982, p.14). Finalmente se nos revela que esa misma autenticidad

se debe al influjo de dos momentos, dos transiciones que penetran al ingenio de José Félix:

“De esa generación de poetas ninguno como él experimentó, tanto de espectador como

de protagonista, el drama del acelerado proceso de modernización de su “vieja

Barranquilla”; el final de una forma tradicional de vida y la consolidación gradual de

la realidad urbana. (Barranquilla, de incipientes formas precapitalistas -comercio- a

formas pre y capitalistas dependientes más desarrolladas: comercio e industrias).

Todo su arte está “imprentado” por esta condición de “HOMBRE-TRANSICIÓN”.


Hombre transición escindido entre dos épocas que sufre ante la impotencia para

descifrar el arcano de un maremágnum social.”(Núñez, 1982, p.16).

Es esa misma modernidad la que escinde la obra y la personalidad del autor, sublimación de

la fatalidad en transición de edades y periodos del hombre y la ciudad que le inspira y lacera

la existencia.

En consecuencia la obra de Fuenmayor estará “llena de tensiones” y “transiciones”, las cuales

se perfilaran en sus personajes a lo largo de su obra y culminaran en la preocupación de la

senectud y la muerte, tensiones y transiciones que culminan con el relato vivido en las

postreras de la vida. Estilo y prolongación narrativa que se impregnaran a la siguiente

generación de escritores y a su máximo representante. Así lo dejara plasmado Núñez Madachi

en el texto Longevidad y muerte en la narrativa de José Félix Fuenmayor:

"Tanto en su relato del 27 La triste aventura de 14 sabios, como en la misma Cosme,

se manifiesta ya esta preocupación por describir el hombre viejo, el adulto mayor,

como lo denomina la psicología moderna y establecer la actitud que éste adopta frente

a su propio devenir, su propio envejecimiento y muerte.

(...)Bajo el marco de estas ideas puede señalarse entonces que con Fuenmayor, primero

y luego con García Márquez, se inicia en la literatura colombiana el panorama más

completo y significativo de la vida en su senectud. Con ello se quiere significar que,

en sus obras, la participación de los personajes ancianos no sólo es recurrente sino

también muchas veces relevante. Véanse La hojarasca, El coronel no tiene quien le

escriba, Cien años de soledad y también El otoño del patriarca, cuyo título es más
que significativo. O revísense las notas De mi diario de José Félix. O sus obras del 28

al 29, La aventura de los 14 sabios y Cosme, y en especial La muerte en la calle..."

(Núñez, 1985, p. 4-5).

En cuanto a la literatura Nacional, el ensayo Aquarimántima: lo divino y lo humano en el

rapto de imaginaciones oníricas de Barba Jacob, no solo nos revela ese estudio a fondo de la

obra y la vida de los autores a quienes aborda minuciosamente sino que nos revela también,

las propias concepciones literarias de Julio Núñez Madachi, que van desde la concepción

trágica de la vida y la existencia como a su vez la forma elevada de universalización ensoñada

de la propia existencia por medio de la vivencia plasmada como un realista sin tapujos.

“La ensoñación nos da el mundo de un alma, ha dicho Bachelard y es evidente sin

dónde, que a través del análisis de Aquarimántima, -esta ensoñación hecha poesía-, se

puede penetrar en los procedimientos psicológicos que aclaren los estados mentales

por donde el poeta tuvo que pasar para crear esa misma poesía que así se va analizando

ya. Entonces se comprende cómo fue que la ulterior composición poética del bardo

hubo de continuar en su imaginación como ensueño, en onírica pesadilla, variando aún

más las imaginaciones de lo que iba fantaseando para seguir anunciando la meta de su

composición.” (Núñez, 1995, p.33).

Y eran esas ensoñaciones, de elevadas y bajones imaginaciones bruscas, las que en un proceso

de estados incoherentes entre, vigilia, subconsciencia y sueños se proyectaban en la creación

de su poesía. Las cuales a lo largo de depuraciones mutarían en la imaginación de su vida y

su obra. Lo hacían un “héroe originario de Aquarimántima, épico y trágico en vez de místico.”

(Núñez, 1995, p.36).


“Aquarimántima venía a ser en sí, en suma, lo que al fin al cabo tenía que ser: el

poema de la tragedia del espíritu de Barba Jacob. El sonámbulo andariego,

transmigrante de todos los dolores, peregrino de abyecciones y poeta de frustrada

elaciones místicas. Era que la senda de la verdadera mística habría sido –como seguirá

siendo- difícil y terrífica.” (Núñez, 1995, p.36).

Asimismo en una audaz y atrevido escrito intitulado La presencia de la filosofía y la ciencia

en la novela contemporánea, se hallaría la simbiosis de literatura y filosofía. En el mismo a

modo de subtitulo aparece (Notas para un Ensayo de Epistemología Literaria). Tal ensayo no

logró consolidarse y solo nos queda estas notas con tentativa de ensayo. En estas notas se nos

describe la relación entre ciencia y literatura, y la intrínseca relación que tuvo la física cuántica

en la transformación de la novela contemporánea:

“El panorama que la literatura ha ofrecido en los últimos ochenta años es el de una

coincidencia asombrosa de identidad con las gnoseologías contemporáneas. La

revolución del conocimiento que ha experimentado el hombre de nuestro siglo, que

tuvo su caldo de cultivo en los siglos precedentes y alcanzó su mayor plenitud en el

actual, empujó provocó en el escritor contemporáneo inquietudes y actitudes

científicas y filosóficas de gran envergadura y actualidad; de tal forma, que el escritor

se hizo catalizador de la sabiduría de su tiempo. Si las ciencias, en su normal proceso

de especialización, se desintegraban y atomizaban y el saber perdía unidad y por ende

la posibilidad de brindarnos una visión coherente de la existencia, la literatura vino a

asumir –como tal parece- este compromiso y el novelista a constituirse en el gran

“sintetizador” que ensayaba a partir de su intuición una posible dimensión de ella.”

(Núñez, 1987, p.47).


Por consiguiente, traza una relación de ciertos autores con relaciones intrínsecas entre la

novela, la filosofía y la ciencia. Iniciando con Robert Musil, quien aparte de ser ingeniero fue

el primero en acometer el estrechamiento de esas disciplinas.

“Su estilo científico, su íntima relación interior con el espíritu de las matemáticas y de

la física cuántica, su manera exquisita de hablarnos del mundo objetivo sometido al

subjetivo, renegando de la lógica aristotélica y de la artificial división cartesiana entre

res cogitans y res extensa, entre conciencia y naturaleza, permiten situarlo por encima

de muchos novelistas que enfocan el mundo según las teorías científicas de principios

de siglo.” (Núñez, 1987, p. 49).

Es decir que el estilo para concebir la nueva novela iba siempre abierta en su estructura, el

narrador o el personaje estaba constantemente en movimiento y en cambio, en una renovación

esencial de sus cualidades.

“Para Musil la finalidad de la vida humana es análoga a ciertos problemas matemáticos

que no tienen solución general, pero que se prestan a soluciones parciales, cuya

combinación permite acercarse a la solución general. Razón por la cual el mundo

vivido por “El Hombre sin Atributos” –título magistral de su obra- no es más que un

enorme laboratorio donde se experimenta todas las óptimas posibilidades humanas.

De esta forma – en la obra de Musil- lo científico y lo filosófico devienen en ficción y

en arte, y la realidad adquiere entonces, una pluridimensionalidad extremadamente

complicada de expresión y configuración.” (Núñez, 1987, p. 49-50).

El siguiente autor es Marcel Proust y su relación con la filosofía de Bergson. Este escritor

“cuyo estilo es un instrumento de precisión científica al servicio del conocimiento.”(Núñez,


1987, p.50) estuvo familiarizado con toda clase de ciencias las cuales fueron sus instrumentos

a la hora de crear sus personajes:

“…la obra de Proust resulta ser –al igual que la de Musil- una reconstrucción unitaria

de nuestra experiencia. Y, al igual que la del escritor austríaco, no tiene como fin la

realización de un esquema pre-establecido, sino la edificación de un mundo posible.

Quiere como sus propias palabras lo testimonian: “recomposer ce qui est senti nous

de la vie”. Al igual que Musil, Proust tampoco busca suministrar juicios definitivos

sobre hechos y caracteres. La sola presencia del narrador “Marcel”, que mediatizar la

relación escritor-realidad lo pone de manifiesto.” (Núñez, 1987, p.50).

Pero de tajo hay una diferencia entre ambos autores, ya que la para Musil la concepción radical

de su dinámica es la indeterminación, en Proust esa misma dinámica es reflexiva en tanto se

desliga del tiempo. Y esto se debe a la impregnación “de lo científico como de lo filosófico.

De las cuales difícilmente podemos hablar si no es en relación con la filosofía de Henri

Bergson y la teoría de la relatividad de Einstein.” (Núñez, 1987, p.50).

Muy en boga las teorías y conceptos de ambos pensadores, la concepción que tendría Proust

del tiempo sería subjetivo, tiempo de memoria y vivido, inclinando la balanza hacia el

intuicionismo bergsoniano:

“En realidad a través de Bergson había descubierto lo que para él sería genuino tiempo

real, “el tiempo vivido” profundamente en lo íntimo del espíritu, donde el filósofo

francés había hallado la intuición de lo radical, la iniciación metafísica, casi mística,

en ese “radical” que sería precisamente “el querer puro”, que sería el generador de

aquel tiempo y, con éste, del contenido de la existencia. La obra de Proust vino a ser
–como tal parece- un reflejo consecuente de la filosofía científica y metafísica de

Bergson.

(…) Tanto para Bergson como para Proust, el tiempo intravertido en la intuición nos

permite vivir la realidad desde dentro y de una manera mucho más realista, que vivirla

bajo las condiciones del determinismo casual de las leyes físicas.” (Núñez, 1987, p.50).

Podemos considerar estas notas imprescindibles a la hora de plantear el influjo de la ciencia y

la filosofía en la novela contemporánea. Se podría seguir dilucidando el mismo, pero el punto

qué queremos indicar es que estas reflexiones no son de solo este texto, en Carl Sagan. De la

estética del cosmos a la poesía de la ciencia, igualmente hallamos este despliegue crítico en

tanto dilucidamos que tanto la literatura como la ciencia juegan un papel importante a la hora

de dar cuenta de la existencia humana. Y es que el mejor científico es aquel que lograr

transmitir sus conocimientos y conceptos de una manera clara y concisa, así, el texto inicia

recalcando que Max Planck, Albert Einstein, Heisenberg y el mismo Sagan buscaron siempre

transmitir su jerga y complejas ideas científicas a un lenguaje más simplificado, y recalca que

esta tradición inicio con Galileo y Descartes. Sagan fue un sobresaliente en este campo, tanto

en la expresión estética con el uso de metáforas, casi rozando la poesía y dando entender el

componente ético de la ciencia, como forma de entender al cosmos y a nosotros mismos. Así

no los da a comprender citando a Sagan:

“Es esencial que para nuestra simple supervivencia (he aquí lo ético) que

comprendamos la ciencia. La ciencia es una delicia (he aquí lo estético): la evolución

nos ha hecho de modo tal que el hecho de comprender (saber la verdad) nos da placer

(lo bello, lo estético) porque quien comprende tiene posibilidades de sobrevivir (saber

actuar, de nuevo lo ético).” (Núñez, 1998, p.100).


En cuanto a las aportaciones de carácter histórico, la peculiaridad de las mismas es que son

contadas, solo dos textos podemos destacar que tienen una importancia: Barranquilla: una

postal de fin de siglo (de la nostalgia al olvido), una crónica espacial y geográfica que nos

sitúa inicialmente a finales del siglo XIX, la pequeña villa llamada Barranquilla, es el

escenario donde confluyen un desarrollo económico, social, político y cultural. Desde la

propia dinámica como enclave portuario, se nos relata esa metamorfosis a ciudad. Con el

desarrollo mercantilista de un capitalismo pujante, la influencia étnica y el cambio de

costumbres debido a la inmigración europea. La comparación con otras ciudades del país y el

exponencial crecimiento hacia una ciudad industrial, donde la modernidad y la eclosión de un

cosmopolitismo material como cultural hacen de Barranquilla una estampa dorada, un hito

histórico que solo queda en lo anecdótico, en el recuerdo y la nostalgia que nos revela a

mediados del siglo XX, el auge que tuvo la ciudad gracias a su puerto y su gente pujante.

Asimismo es de resaltar el texto Periodismo y modernidad en la costa Atlántica, donde Julio

Núñez trata de revelar las causas -al mejor estilo detectivesco- del asesinato del periodista y

director del Diario La Nación Pedro Pastor Consuegra. La hipótesis que plantea es que dicho

asesinato no es más que la confrontación de los 3 poderes que en su tiempo dominaba la

ciudad, la política, la religión y el periodismo moderno que se venía forjando en la ciudad.

Dicho asesinato se debió a la cruzada por “la verdad” que abanderaba Pastor Consuegra y

debido al choque y la pugna con los otros poderes, no sería más que una víctima del contexto

bélico de la época, donde solo sería una víctima que anunciaba lo que se venía a venir en

Colombia y sus guerras civil, que hasta el día de hoy no han terminado.
3.2. PARTICIPACIÓN Y FOMENTO DE ESPACIOS E INSTITUCIONES DE

ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA

Inicialmente pudimos constatar en el primer capítulo que la participación de Julio Núñez

Madachi en la creación del Centro de Estudios Filosóficos de Barranquilla, solo sería apenas

el inicio de esa labor mancomunada a la hora de crear entidades y espacios donde el estudio

filosófico y literario fueran los protagonistas. Esto eventualmente se puede constatar a lo largo

de su trabajo en las Universidades del Atlántico y Universidad del Norte, las cuales seria la

plataforma para seguir fomentando el estudio cultural de la ciudad y a su vez la plataforma

para dar a conocer su trabajo.

En particular el papel de Julio Núñez Madachi, junto a José Gabriel Coley en la creación –en

el entonces llamado Teatro Municipal Amira de la Rosa- en el segundo semestre del año 1990

de los Conversatorios Filosóficos, fue un trabajo que venía consolidándose de tiempo atrás

con la ayuda del entonces director del teatro, Alfredo Gómez Surek. Los antecedentes y

hechos son las conferencias que a los largo de los años 80’s llevo a cabo Núñez Madachi. Así

la conferencia del 12 de noviembre de 1985 de Julio Núñez, titulada Esbozo de la Historia

Cultural de Barranquilla, inscrita en el ciclo de conferencias “Barranquilla 75 años”

Igualmente la conferencia titulada La literatura regional en el contexto de la literatura

contemporánea, del 5 de junio de 1987. La misma conferencia seria comentada y criticada en

la prensa local, por parte de German Vargas.

Consecuentemente toda esta labor daría sus frutos en el año de 1990, ya que se celebraría en

la ciudad el X Foro Nacional de Filosofía en el teatro, siendo Julio Núñez Madachi y José

Gabriel Coley miembros del comité coordinador, participando con los textos: Semblanza de
Julio Enrique Blanco y La Filosofía y la Costa Caribe, respectivamente. (Ver Anexo No.3).

Participaron en el evento destacados miembros de la comunidad filosófica del país, entre ellos

el fallecido Guillermo Hoyos, Daniel Herrera, Victor Flioran, Bruno Mazoldi, Roberto

Salazar, Rubén Jaramillo, Jorge Aurelio Díaz (Entonces Presidente de la Sociedad

Colombiana de Filosofía). Este espacio dio como resultado mediato la creación del Instituto

de Filosofía Julio Enrique Blanco, con el cual se crea la Cátedra Julio Enrique Blanco para

posteriormente nacería el Programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico.

Como nos informa José Coley, los intentos por la elaboración del Programa de Filosofía se

venían forjando desde el año de 1988 y fue avalado por el rector de aquel entonces (2011,

p.74). Pero fue luego de dos años:

“(…) a principio de 1991, salió de la rectoría el reemplazo del Dr. Camargo, y al

sucesor tampoco le gusto la propuesta del Programa de Filosofía pero, como paños

húmedos, nos encargó a la tarea de realizar otro proyecto para crear un Instituto de

Filosofía que llevaría el nombre de “Julio Enrique Blanco”, ya recién fallecido, como

tributo al filósofo fundador de la Universidad del Atlántico en el cincuentenario de la

Institución. No obstante el Instituto sería el germen de la futura facultad de Ciencias

Humanas.” (Coley, 2011, p.75).

Y fue gracias al trabajo que llevo a cabo dicho Instituto, y su Catedra Julio Enrique Blanco

que a lo largo de los años, fue la plataforma para invitar a filósofos nacionales e

internacionales.

“A partir de ese momento, la labor del Instituto ha sido infatigable tanto en el interior

de la Universidad del Atlántico, como en la ciudad de Barranquilla e incluso en el


Departamento. En el interior del primer Centro Educación Superior de la Costa Caribe

colombiana, se ha cumplido toda una serie de jornadas que van desde conferencias

hasta seminarios y cursos; los cuales han sido impartidos por filósofos de la región,

del país y hasta internacionales, tales como Numas Armando Gil, Boris Bustamante;

Rubén Jaramillo, Adolfo León Gómez y Pablo Guadarrama, para señalar Botones”

(Coley, 1997, p. 45).

Uno de esos primeros cursos fue sobre Filosofía Política con su entonces primer director Julio

Núñez Madachi, donde se “analizaron conceptos de poder, Estado y derecho en las obras de

Tomás de Aquino, Erasmo, Hegel, Marx, Rousseau entre otros.” "Hablar de filosofía política

en nuestro país es raro".

"Nuestra política se fundamenta principalmente en la historia y la ciencia política. Además

precisó que en la mayoría de los trabajos sobre el tema se vinculan, se confunden o se traslapan

conceptos acerca de estas dos materias y muy pocas veces respecto a filosofía política.

El interés del Instituto es impartir un curso que sea de utilidad no sólo a profesores del área,

sino a todos los profesionales que estén preocupados por el fenómeno político del país. Esto

con la finalidad de analizar aspectos políticos de actualidad bajo el marco teórico-conceptual

de los más grandes pensadores de la cultura universal. Para de esta forma hallar elementos

teóricos que puedan ser útiles para el análisis especifico de la política en Colombia."3

Fueron estos cursos, además de especializaciones y los cuales fueron la proyección social de

la filosofía a toda la comunidad profesional de la región.

3
Archivo personal de Julio Núñez Madachi. Sin fecha ni título.
“Pero el Instituto se propuso, dentro de sus líneas de extensión, proyectarse hacia el

magisterio departamental. Es así como a finales de 1991, se implementó el curso

<<Actualización Filosófica>> por 90 horas. Al curso asistieron treinta docentes,

quienes en la evaluación final, platearon la necesidad de que la Universidad, por medio

del Instituto, organizara cursos de postgrado a nivel de especialización, por contar

nuestra Institución con un potencial selecto de diez profesores con Magister en

Educación con énfasis en Filosofía latinoamericana y cinco con Magister en

Desarrollo Educativo.” (Coley, 1997, p. 46).

Un año más tarde se haría un curso sobre “Filosofía de la Educación” donde participaron 60

docentes de la región. Las 10 conferencias serian recogidas en el libro Filosofía de la

Educación (Coley, 1997, p. 46). Se halla bastante esclarecido el papel de suma importancia

que promulgaba el Instituto a nivel local y nacional, como plataforma de irrigación de los

estudios filosóficos.

“Otro hecho relevante es el que lograron el Instituto de Filosofía de la Universidad del

Atlántico y la facultad de Filosofía de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, cuando

coorganizaron el II Foro Nacional de Filosofía Colombiana, del 11 a l4 de Octubre de

1993, en donde participaron cerca de 200 asistentes, siendo el evento u nexito regional

con representativa nacional.

El tema de este evento fue <<Axiología y crisis de valores en Colombia>> y

participaron filósofos de la talla de Daniel Herrera, Cayetano Páez, Numas Armando

Gil, Rubén Darío Maldonado, Eduardo Bermúdez, Wilderson Archbold, Julio Núñez

Madachi, etc.
¿Será por gratitud, la UNAM y COLCULTURA eligieron a Barranquilla en agosto de

1994 sede para el I Congreso sobre Filosofía y Cultura del Caribe, con personalidades

tan importantes y trascendentes como Leopoldo Zea; el cual se celebró con éxito

rotundo?” (Coley, 1997, p.47).

Era un hecho que la proyección nacional e internacional del Instituto dio sus frutos y estos se

vieron reflejados en la publicación por medio del Fondo de Publicaciones de la Universidad

del Atlántico, los libros: Conversatorios Filosóficos, reflexiones docentes; Rafael Carillo,

pionero de la filosofía moderna en Colombia de Numas Armando Gil; Epistemología de las

ciencias naturales de Jairo Solano; Modernidad y modernización, un compromiso filosófico;

Ética y Política, memoria 1 y 2; Epistemología y filosofía de la ciencia, selección de ensayos

universitarios. Todos ellos publicados bajo la dirección de Julio Núñez Madachi, José Gabriel

Coley y Numas Armando Gil, quienes fueron directores del Instituto en distintos periodos.

Por otra parte, el aporte en torno al periodo de poco más de un año al frente de la Biblioteca

“Julio Enrique Blanco” por parte de Julio Núñez Madachi fue de gran importancia. Gracias a

la experiencia adquirida como archivista de la Biblioteca de la Universidad del Norte, trabajó

en pos de la renovación y actualización de la bibliografía de la misma. La adquisición de

nuevos ejemplares y la nomenclatura de los mismos. Y es que para Julio Núñez “La Biblioteca

representa una especie de índice o brújula orientadora de la vida académica y de sus

progresos”. (1993, p.12). (Ver Anexo No.4).


4. BALANCE CRÍTICO DE LA APORTACIONES HASTA NUESTROS DÍAS

En resumen, los principales aporte que hasta la actualidad han calado en el tiempo son

primeramente, el reconocimiento a Julio Núñez Madachi como pionero en el estudio

sistemático y abordaje sobre la figura de Julio Enrique Blanco, la divulgación de su

pensamiento y la obra del mismo. Sin embargo hay que manifestar que a pesar de que es un

referente obligado al momento de conocer el pensamiento blanquista, una de sus flaquezas

fue el dejar inconclusa la divulgación y la obra completa de Blanco así como uno de esos

diálogos filosóficos-científicos que quedo sin ver la luz.

No obstante a la hora de las referencias a la obra de Blanco, es impensable no hallarlo como

un referente obligado. Así lo demuestran los estudios de por ejemplo su colega Eduardo

Bermúdez a la hora de abordar su periodo de juventud. O en tanto es citado tanto por sus

ensayos La Metafísica de la Inteligencia o la Correspondencia Filosófica.

Por otro lado igualmente en torno a la obra de José feliz Fuenmayor es una figura de peso, y

en general a nivel de los estudios literarios es un referente en su labor investigativa tanto en

la poesía como en los cuentos de autores costeños. Así lo recalcan investigadores de la talla

de Ramón Illán Bacca a la hora de reconocer sus estudios sobre literatura y relacionados con

la revista Voces y Julio E. Blanco. Todo este trabajo se vería recompensado cuando se le

nombró miembro del Consejo Regional de Literatura y a su vez, siendo invitado a la feria del

Libro de Bogotá en 1985 y posteriormente en 1994.


En tanto al fomento de la Filosofía en Barranquilla, Los Conversatorios Filosóficos que se

hacen cada lunes en ambos semestres de cada año, ya tienen 27 años ininterrumpidos siendo

éste uno de sus mayores aportes que han trascendido en el tiempo. No obstante es de lamentar

la pérdida del Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco debido a la reestructuración

financiera que se vio la Universidad del Atlántico en el año de 2006. Sin embargo en el tiempo

que estuvo con activo cumplió con debidamente con sus objetivos dando la plataforma para

la creación de la Facultad de Ciencias Humanas y su Programa de Filosofía. No obstante

creemos que en un futuro no muy lejano dicho Instituto puede ser revivido y ser fusionado

con la Facultad; Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas cumpliendo así uno de los efectos

finales que el fundador de la Universidad tenia estipulado.

CONCLUSIÓN

En definitiva las aportaciones de Julio Núñez Madachi a la filosofía y la cultura del Caribe

colombiano se diversifican en una amplia gama de escenarios. Desde su propia experiencia,

la filosofía tomo su manifestación en la forma de vivir y manifestarse. Sea en forma de gestos,

escritos, su particular forma de docencia, el rescate de la obra de Julio Blanco; la continuación

de ese legado filosófico, el advenimiento de entidades y espacios filosóficos. Se puede

corroborar que sus aportaciones van ligadas a su forma de concebir la existencia, del contexto

de un periodo singular de la ciudad donde la filosofía resurgió para no flaquear.

Es el impulso que la misma filosofía tuvo a finales del pasado siglo, que ésta monografía solo

indaga en uno de múltiples personajes que contribuyeron a su afianzamiento. Así estas

caracterizaciones son una perspectiva de un amplio periodo en la historia de la filosofía


barranquillera. Julio Núñez Madachi culmino su aporte, participando en la colocación de un

busto de su maestro en la entra de la Universidad que el mismo creo, cerrando así un ciclo,

una epopeya caribense que aún tiene capítulos por manifestar, nuevas indagaciones por

plasmar, y que es un imperativo propio en las nuevas generaciones de filósofos del Caribe

colombiano dar a conocer la historia de la Filosofía en Barranquilla.

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ANEXOS

Anexo#1.
Anexo #2.
Anexo#3.
Anexo#4.

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