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Eco, U. (2009). Apocalípticos e integrados. Barcelona: GRAFOS, S.A.

MATERIAL PARA LECTURA CRÍTICA


29 de octubre de 2018
Terceros BGU
El mito de Superman
Una imagen simbólica que reviste especial interés es la de Superman. El héroe dotado con poderes
superiores a los del hombre común es una constante de la imaginación popular, desde Hércules
hasta Sigfrido, desde Orlando a Pantagruel y a Peter Pan. A veces las virtudes del héroe se
humanizan, y sus poderes, más que sobrenaturales, constituyen la más alta realización de un poder
natural, la astucia, la rapidez, la habilidad bélica, o incluso la inteligencia silogística y el simple
espíritu de observación, como en el caso de Sherlock Holmes. Pero en una sociedad
particularmente nivelada, en la que las perturbaciones psicológicas, las frustraciones y los
complejos de inferioridad están a la orden de día; en una sociedad industrial en la que el hombre
se convierte en un número dentro del ámbito de una organización que decide por él; en la que la
fuerza individual, si no se ejerce en una actividad deportiva, queda humillada ante la fuerza de la
máquina que actúa por y para el hombre, y determina incluso los movimientos de este; en una
sociedad de esta clase, el héroe positivo debe encarnar, además de todos los límites imaginables,
las exigencias de potencia que el ciudadano vulgar alimenta y no puede satisfacer.
Superman es el mito típico de esta clase de lectores: Superman no es un terrícola, sino que llegó
a la Tierra, siendo un niño, procedente del planeta Kriptón. Kriptón estaba a punto de ser destruido
por una catástrofe cósmica, y su padre, docto científico, consiguió poner a salvo a su hijo
confiándolo a un vehículo espacial. Aunque crecido en la Tierra, Superman está dotado de poderes
sobrehumanos. Su fuerza es prácticamente ilimitada, puede volar por el espacio a una velocidad
parecida a la de la luz, y cuando viaja a velocidades superiores a esta traspasa la barrera del tiempo
y puede transferirse a otras épocas. […] Es hermoso, humilde, bondadoso y servicial. Dedica su
vida a la lucha contra as fuerza del mal, y la policía tiene en él un infatigable colaborador.
No obstante, la imagen de Superman puede ser identificada por el lector. En realidad Superman
vive entre los hombres, bajo la carne mortal del periodista Clark Kent. Y bajo tal aspecto es un tipo
aparentemente medroso, tímido, de inteligencia mediocre, un poco tonto, miope, enamorado de su
matriarcal y atractiva colega Lois Lane, que le desprecia y que, en cambio, está apasionadamente
enamorada de Superman. Narrativamente, la doble identidad de Superman tiene una razón de ser,
ya que permite articular de modo bastante variado las aventuras del héroe, los equívocos, los
efectos teatrales, con cierto suspense de novela policiaca. Pero desde el punto de vista
mitopoyético, el hallazgo tiene mayor valor: en realidad Clark Kent personifica, de forma
perfectamente típica, al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado por sus propios
semejantes; a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier accountant de cualquier
ciudad americana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de su actual
personalidad, florecerá su superhéroe capaz de recuperar años de mediocridad.
Conciencia cívica y conciencia política
Las historietas de Superman poseen una característica en común con una serie de otras aventuras
de héroes dotados de superpoderes. Que en Superman los varios elementos se fundan en un todo
más homogéneo, justifica el hecho de que le hayamos dedicado atención especial. Y no es
casualidad que Superman sea, a fin de cuentas entre los héroes de que hablaremos, el más
popular: no solo es el más antiguo del grupo (data de 1938), sino que es también el más claramente
delineado, el que posee una personalidad más reconocible. Si a pesar de todo por las razones
aducidas, y por otras que mencionaremos, no puede ser definido como un tipo, es de entre todos
su congéneres el que con mayor motivo podría aspirar al título. Tampoco pasa desapercibido el
hecho de que en sus historias hay siempre un gramo de ironía, una complaciente indulgencia de
los autores que, mientras diseñan el personaje y sus vicisitudes, no dejan de ser conscientes de
estar montando una <<comedia>> y no un <<drama>> o una <<comedia de aventuras>>. Es esta
sabiduría en la dosificación de los efectos novelescos, este ver el personaje con un mínimo
indispensable de autoironía, lo que salva, en parte, a Superman, de la vulgaridad bajo-comercial, y
hace de él un <<caso>>. Sus congéneres no llegan a tanto, son fantasmas que se agitan de viñeta
a viñeta, de tal modo fungibles, que resulta totalmente imposible simpatizar con ellos, y mucho
menos amarlos.
Pero procedamos con orden. Entre los varios superhéroes, podemos distinguir entre aquellos que
están dotados de poderes ultrahumanos, y aquellos dotados de características terrestres normales,
aunque potenciadas en su grado máximo. […]
Entre los héroes dotados de características humanas, podemos citar, en primer lugar, la pareja
Batman y Robin; Green Arrow, Flash[…] Que tales personajes hayan sido todos construidos según
un esquema común, parece evidente. Pero si los estudiamos más atentamente veremos que
aquello que los une y que los unifica, en cuanto a mensaje pedagógico unitario, es un factor mucho
menos aparente.
Cada uno de ellos está dotado de poderes tales que podría, prácticamente, apoderarse del
gobierno, destruir un ejército, alterar el equilibrio planetario. […] Por otra parte, es evidente que
cada uno de estos personajes es profundamente bueno, moral, subordinado a las leyes naturales
y civiles, por lo que es legítimo ( y hermoso) que empleen sus poderes con fines benéficos. En este
sentido, el mensaje pedagógico de estas historias sería, por lo menos a nivel de la literatura infantil,
altamente aceptable, y los mismos episodios de violencia de que están sembrados varios de los
episodios, tendrían una finalidad en dicha reprobación final del mal en el triunfo de los buenos.
La ambigüedad de la enseñanza, aparece, sin embargo, en el momento que nos preguntamos qué
es el bien.
En este punto basta examinar a fondo la situación de Superman, que resumen en sí todas las
demás, por lo menos en sus coordenadas fundamentales.
Superman es prácticamente omnipotente […] Su capacidad operativa se extiende a escala
cósmica. Así pues, un ser dotado con la capacidad y dedicado al bien de la humanidad
(planteándonos en problema con el máximo candor, pero también con la máxima responsabilidad,
aceptándolo todo como verosímil), tendría ante sí un inmenso campo de acción. De un hombre que
puede producir trabajo y riqueza en dimensiones astronómicas y en unos segundos, se podría
esperar la más asombrosa alteración en el orden político, económico, tecnológico, del mundo.
Desde la solución del problema del hambre, hasta la roturación de todas las zonas actualmente
inhabitables del planeta o la destrucción de procedimientos inhumanos, Superman podría ejercer
el bien a nivel cósmico, galáctico, y proporcionarnos una definición de sí mismo que, a través de la
ampliación fantástica, aclarase al propio tiempo su exacta línea ética.
En vez de esto, Superman desarrolla su actividad a nivel de la pequeña comunidad en que vive […]
– si bien emprende con la mayor naturalidad viajes a otras galaxias, ignora, no digamos ya la
dimensión <<mundo>>, sino la dimensión <<Estados Unidos>>. En el ámbito de su little town el
mal, el único a combatir, se configura bajo la especie de individuos pertenecientes al underworld,
al mundo subterráneo de la mala vida, preferentemente ocupado, no el en contrabando de
estupefacientes ni –cosa evidente- en corromper a políticos o empleados administrativos, sino en
desvalijar bancos y coches – correo. En otras palabras, la única forma visible que asume el mal es
el atentado a la propiedad privada. El mal extraespacial no es más que un pigmento accesorio, es
casual, y asume siempre formas imprevistas y transitorias: el underworld es, en cambio, un mal
endémico, como una especie de filón maldito que invade el curso de la historia humana, claramente
dividida en zonas por una incontrovertibilidad maniquea, según la cual toda autoridad es,
fundamentalmente, buena e incorrupta, y todo malvado es hasta las raíces, sin esperanza de
redención.
En definitiva, el episodio de Superman nos confirma en la convicción de que no puede existir una
enunciación ideológica eficaz de que no puede existir una enunciación ideológica eficaz que no
resuelva el material temático en un modo de formar. Las historias de Superman constituyen un
ejemplo mínimo pero exacto de fusión entre varios niveles, homogeneizados en un sistema de
relaciones en que cada nivel reproduce, a diferente escala, límites y contradicciones de los otros.
Si la ideología ética de Superman representa, como así es, un sistema coherente, y la estructura
de las varias historias otro sistema, la <<saga>> de Superman se nos aparece como un
calibradísimo sistema de sistemas, del que no sería inñutil examinar también la naturaleza del
dibujo, las cadencias del lenguaje, la caracterización de los diversos personajes. Una breve
inspección a la psicología de Lois Lane, o del tipo de lazos que unen la familia Kent o la familia
Lang en Smallville, nos llevaría fácilmente a individualizar, a nivel de caracteres, una posición de
los varios problemas y una formulación de soluciones pedagógicas similares –estructuralmente- a
cuanto se verifica en otros niveles.
[…]
Y como en toda fábula, en la saga de Superman se desencadenan posibilidades de intriga que son
ignoradas, servidumbre exigida por el paso de la fábula evasiva a la llamada problemática.
Robadallo, robadallito, que príncipe eres
Si fuera por mí, no te lo pediría,
Pero la bruja de mi mujer,
Pero la bruja de mi mujer, así lo quiere.
Así invoca el pescador al pez encantado. Y todo aquello que pide la mujer, le es concedido, porque
así son las leyes de la fábula. Pero cuando la mujer pide convertirse en Dios, el pez se encoleriza,
y todo vuelve a la situación miserable en el que el pescador y su mujer se hallan antes. ¿Puede
una fábula alterar el orden del universo?

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