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Para este ejemplo he usado tres cocos de tamaño mediano. Según la etiqueta,
procedentes de India. Probablemente los americanos serán de tamaño mayor,
aunque no estoy seguro de qué variedad se extraería más cantidad de aceite.
Se le practican dos agujeros en dos de las tres marcas que tienen en un extremo,
se vacía el agua del interior y procedemos a trocearlos.
Es el momento de ponerlos a secar al sol. En Málaga, pleno agosto, han bastado
dos días para que perdiesen humedad. Es un paso tedioso, pero necesario. La
pulpa toma un color grisáceo al secarse.
Ahora podemos decantarlo esperando dos o tres días a que caiga al fondo del
vaso ese sedimento o bien, filtrarlo. He usado un filtro de café, que tarda una
eternidad en cumplir con su labor, pero el aceite sale bien limpio.
Al día siguiente, al fin, este es el resultado: un aceite de coco transparente, con
todas sus propiedades y, lo mejor de todo, extraído por nosotr@s mism@s.
La cantidad extraída puede ser muy variable. El mero hecho de apretar mas o
menos la tuerca de presión influirá en ello, consiguiendo mas aceite si está muy
apretada ( se necesita bastante mas esfuerzo) o, en caso contrario, menos
cantidad ( y menos sudores).
De los 500 g. de pulpa de coco seco, tras su filtrado he conseguido unos 192 g. de
néctar divino en forma de aceite vegetal.
Espero no haberlo redactado mal y que os sirva para decidiros – o no- por este
modelo o por alguno eléctrico (todos made in China y bastante mas caros).
Muchos abrazos a todas y todos!