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El fenómeno de las crisis económicas es ciertamente muy antiguo. Sin embargo, en las economías capitalistas las
crisis económicas asumen un carácter radicalmente distinto. Antes del capitalismo, las crisis eran básicamente un
resultado de una baja de producción causada por factores naturales o políticos, debido al insuficiente control de la
naturaleza por el hombre. En el capitalismo, las crisis aparecen como un fenómeno de superproducción: la sociedad
no es capaz de absorber la producción que puede generar. Sin embargo, existen necesidades no atendidas y, por
tanto, una demanda real para estos productos. De hecho, las necesidades de consumo son muy superiores a la
producción “excedente” que no encuentra mercado; lo que falta es demanda solvente, es decir, capacidad de
compra.
En este sentido, las crisis son fenómenos altamente “irracionales”. No hay ninguna racionalidad social en el hecho
de que haya hambre, desempleo, ociosidad, etc., cuando, al mismo tiempo, hay abundancia de productos que no
pueden ser consumidos y recursos productivos que no pueden ser utilizados. Si esta realidad es analizada fuera del
cuadro del aparato ideológico que justifica a la empresa privada y la califica como “libre” empresa, suprema
realización de la “racionalidad” productiva que el régimen de mercado promueve, tales fenómenos son
simplemente “irracionales” desde el punto de vista de los intereses de la comunidad.
La cuestión que se plantea es, pues, si son “necesarios”. Es una constatación histórica ineludible el hecho de que
ellos no suceden fuera del sistema capitalista. Hecha esta constatación, la pregunta que se plantea es la siguiente:
¿las crisis son un fenómeno intrínseco a este sistema o se deben a algunas deficiencias de su funcionamiento, que
podrán superarse mejorándolo? Es decir, ¿se deben a factores exógenos al sistema en cuestión que lo afectan solo
circunstancialmente?
En el pensamiento no marxista pueden distinguirse tres grandes modelos de interpretación de las crisis económicas:
uno que las relaciona con los mecanismos monetarios, otro con las innovaciones tecnológicas y un tercero que las
explica mediante una relación entre inversión y consumo.
a). La explicación monetaria. Los períodos de auge económico se caracterizarían por una oferta de bienes inferior a
la demanda existente y los períodos de crisis por una oferta superior a la demanda. Si el auge económico se ha
debido a una política inflacionaria que estimula el aumento de la demanda por mecanismos financieros artificiales
(sean recursos gubernamentales, crediticios o especulativos), se crea una deuda que deberá ser liquidada en algún
momento (la deuda pública, la ausencia de liquidez de los bancos, los límites de la especulación) y que lleva por lo
tanto a la necesidad de deflación que corrija los excesos creados anteriormente, generando una situación en que la
demanda se muestra inferior a la producción con todas sus secuelas de desempleo, superproducción, etc.
Dar a los mecanismos financieros un valor explicativo de la crisis, implica asumir como verdadera la utopía de un
crecimiento equilibrado, basado en las leyes estabilizadoras del mercado, y no tiene sentido hoy en día. La
concentración económica, al monopolio y a la necesidad de la intervención estatal, hacen inevitable el recurso a los
mecanismos financieros como parte de las políticas anticíclicas. Dicho esto, cabe destacar que los modelos
planteados por los monetaristas describen con exactitud el inexorable funcionamiento cíclico de dichos
mecanismos.
b). La interpretación tecnológica. Schumpeter parte de la noción neoclásica de equilibrio como una situación en que
cada firma, industria o establecimiento no tiene incentivos para hacer nada diferente de lo que está haciendo. En tal
situación puede haber crecimiento por efecto del aumento de la población sin innovación. El equilibrio se rompe
cuando, por un aumento del conocimiento y/o deseo de aumentar las ganancias, el empresario es llevado a innovar
pidiendo dinero prestado para construir sus plantas y equipos. Tal situación hace que otros lo sigan y se crea un
mecanismo acumulativo que lleva a la fluctuación del sistema hasta un punto en que la expansión encuentra sus
límites naturales, sea porque el impulso innovador se agota, o porque la quiebra del equilibrio produce desajustes
que exigen un período de reajuste.
La principal contribución de este enfoque está ligada al estudio del rol económico de las innovaciones tecnológicas;
es decir, la comprensión de que un cambio tecnológico importante genera una ola de inversiones complementarias
que compone un ciclo económico más o menos delimitado. Esta hipótesis es plenamente confirmada por la
observación histórica. El defecto de Schumpeter es el de partir de una noción de equilibrio, que contradice la
noción de que el ciclo es intrínseco al sistema. Si el progreso técnico es un elemento intrínseco al sistema, no cabe
considerarlo como un factor de desequilibrio, sino que hay que elaborar una noción más dinámica del equilibrio del
sistema, la cual tendría que incluir las fluctuaciones. Por esto, el modelo schumpeteriano se queda en el plano
ideológico al plantear que el sistema podría mantenerse en una perspectiva de ascenso constante si fuera
permanentemente alimentado por nuevas innovaciones tecnológicas, que permitirían ir haciendo sucederse ciclo
tras ciclo. La innovación tecnológica acaba siendo una variable independiente que condiciona el movimiento de la
economía, y no, un elemento de una estructura socioeconómica, condicionado por ella y que actúa sobre sus otros
componentes.
c). Los modelos keynesiano y neokeynesiano. Puesto que el ingreso nacional es igual a consumo más ahorro, y
suponiendo que el ahorro es igual a la inversión, la posibilidad de un crecimiento económico continuado dependerá
básicamente de que el ritmo de las nuevas inversiones permita el consumo de la nueva producción.
A diferencia de los anteriores, aparece aquí una noción de equilibrio dinámico, en la cuál el crecimiento económico
y las fluctuaciones son inseparables de la relación entre capital y trabajo. Sin embargo, el talón de Aquiles de la
política económica derivada de estos planteos es la necesidad de ampliar constantemente el déficit público y
favorecer la inflación. La suposición de un sistema capitalista cuyos límites al desarrollo son esencialmente
técnicos (una cuestión de ajuste entre inversión y consumo bajo las más variadas formas) oculta las contradicciones
entre trabajo y capital, entre ganancia y remuneración de los trabajadores, entre crecimiento del consumo de las
empresas y de los capitalistas y crecimiento del consumo final de los trabajadores.
A pesar de permitir una acción estatal muy eficaz a corto plazo, tienden a llevar al sistema a una crisis muy aguda
al final de un crecimiento aparentemente sin fin, en la cual los keynesianos han sido desalojados del poder por los
típicos conservadores, que implementan los clásicos modelos de estabilización monetaria.
Consignas de trabajo
1) ¿Qué diferencia hay entre las crisis previas y posteriores al advenimiento del sistema capitalista?
2) ¿Por qué el autor encuentra que las crisis capitalistas son fenómenos “irracionales”?
3) En el último párrafo de apartado “Planteamiento general del problema” el autor plantea una pregunta que
estructura y ordena el desarrollo del texto. Explique con sus palabras la importancia de ese interrogante.
4) Complete el siguiente cuadro:
5) ¿Qué significa concebir “las relaciones entre hombres como fundamento de la vida económica”? ¿Por qué esto
sería la diferencia clave entre la “economía política” propuesta por el marxismo y las restantes teorías económicas?
6) Explique con sus palabras que entiende esta teoría por “crisis de realización” y por “crisis del proceso de
acumulación”. ¿Por qué, en ambos casos, se trataría de crisis ligadas a las “contradicciones de clase”?
7) Regrese al punto 3 de este cuestionario y explique cómo procede el autor, a lo largo del texto, para fundamentar
su respuesta a ese interrogante general. En otras palabras, explique cuál es su argumento y que estrategia utiliza
para exponerlo y hacerlo comprensible.