Вы находитесь на странице: 1из 2

guran como un período continuo de incursiones dentro de los confines del Imperio romano,

llevadas a cabo para saquear o robar1 por personas armadas de grupos que habitaban a lo
largo del limes septentrional: pictos, caledonios, sajones en Britania; frisones, francos,
alamanes, burgundios, marcomanos, cuados, lugios, vándalos, jutungos, gépidos, godos
(Tervingios en Occidente y Greutungos en Oriente)2 las tribus tracias de carpos y sármatas de
yázigas, roxolanos y alanos, así como de bastarnos, escitas, boranos y hérulos a lo largo de los
ríos Reno y Danubio y a orillas del Mar Negro.

Desde tiempos de Marco Aurelio, durante las guerras marcomanas (165-189) que las tribus
germánico-sármatas no ejercían una presión tan fuerte en los confines septentrionales del
Imperio.

El creciente peligro para el Imperio se debía principalmente a un cambio con respecto a siglos
anteriores en la estructura tribal de su sociedad: la población, en constante crecimiento y
empujada por los pueblos orientales, necesitaba nuevos territorios para expandirse: de lo
contrario las tribus más débiles desaparecerían. Por ello se vio la necesidad de unirse en
federaciones étnicas de grandes dimensiones, como las de los alamanes, francos y godos. La
idea era agredir con mayor eficiencia al vecino Imperio o defenderse de la irrupción de otras
poblaciones bárbaras fronterizas. Para otros estudiosos, además de la presión de las
poblaciones externas, hay que contar con el contacto y la comparación con la civilización
imperial romana (sus riquezas, lengua, armas, organización) como motivo para que los pueblos
germánicos quisiera restructurarse y organizarse en sistemas sociales más robustos y
permanentes, capaces de defenderse mejor o de atacar seriamente al Imperio.3

Por su parte, Roma, ya desde el siglo I d. C. buscaba impedir la penetración de los bárbaros
atrincherándose detrás del limes, es decir, de la línea continua de fortificaciones que se
extendía entre el Rin y el Danubio, construida precisamente para contener la presión de los
pueblos germánicos.4

La ruptura, por parte de las poblaciones bárbaras que se encontraban a lo largo del limes, fue
facilitado también por un período de grave inestabilidad interna que aquejaba el Imperio
romano durante el siglo III. De hecho, en Roma había un continuo alternarse de emperadores y
usurpadores (la anarquía militar). Las guerras intestinas no solo consumían inútilmente
importantes recursos durante las reyertas entre los distintos contendientes, sino —más grave
todavía— terminaban por desguarnecer precisamente las fronteras sometidas a la agresión de
los bárbaros.

Como si esto no fuese suficiente, a lo largo del frente oriental de Mesopotamia y Armenia a
partir de 224 la débil dinastía persa de los partos había sido sustituida por la de los sasánidas,
que frecuentemente comprometió severamente al Imperio romano, obligado a sufrir ataques
que a menudo se unían a las invasiones, menos implicantes pero de todos modos peligrosas,
llevadas a cabo a lo largo del frente africano por tribus bereberes de moros, bacuatos,
quinquengentianos, nobates y blemios.

Gracias a la sucesiva división, interna y provisoria, del estado romano en tres partes (en
Occidente el Imperio galo, en el centro el Imperio romano propiamente dicho y el Oriente el
Imperio de Palmira) el Imperio logró salvarse de una caída definitiva. Pero solo tras la muerte
de Galieno (268), un grupo de emperadores-soldados de origen ilirio (Claudio II, Aureliano y
Probo) logró reunificar el Imperio en un solo bloque, aun cuando las guerras civiles que se
habían subseguido por casi 50 años y las invasiones bárbaras habían obligado a los romanos a
renunciar tanto a los Agri decumates (dejada en manos de los alamanes alrededor de 260), sea
a la provincia de la Dacia (256-271), sometida a las incursiones de la población autóctona de
los carpos, godos tervingios y de los sármatas yazigos.5

Вам также может понравиться