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Francisco Javier Santiago Fernández, profesor de violin en el cpm Manuel Carra de Málaga.
Qué supone en realidad estudiar un instrumento musical, qué trabajo hay que invertir para dominarlo,
cómo hacerlo? Hay muchas respuestas posibles, muchos caminos, tantos como músicos.
Cada cual debe llegar a conclusiones individuales ya que el aprendizaje más natural y duradero parte
de una necesidad vital, personal, y no de imposi ciones dogmáticas cortoplacistas y miopes; pero la
enseñanza existe para acortar las etapas de dichos aprendizajes y alcanzar con ellos algo sólido, efi
caz y perdurable. Este artículo, que sólo es una reflexión, se ha fundamentado en la opinión de gran
des pedagogos, algún musicógrafo y, sobre todo, en la experiencia propia. Cada lector cogerá de él lo
que precise.
En ocasiones he oído decir que aquellos alumnos que tienen gran facilidad no necesitan comprender en
profundidad los mecanismos últimos del instrumento para hacerlo sonar bien, incluso de forma
excelente. Hasta cierto punto esto es verdad a edades tempranas, sin embargo, con la llegada de la
madurez se termina produciendo una simbiosis perfecta entre lo que sale de forma más o menos fácil y
su procesamiento intelectual; es decir, el buen músico no deja nada al azar y acaba por incorporar de
forma consciente y racional sus investigaciones técnicas e interpretativas pasadas y presentes. Esto no
pretende negar los automatismos necesarios adquiridos, sino hacer hincapié en la inevitable tendencia
hacia un análisis de los mismos.
La capacidad pedagógica es primero un don, una vocación, y cuando esto no sucede, se intenta
sistematizar de forma más o menos científica. Algo parecido ocurre con el aprendizaje instrumental;
pueden tenerse ciertas intuiciones o dotes naturales, pero llega un momento en que hay que apoyarse
en otros recursos. Además, el pragmatismo y la sistematización de datos, como esas series de televisión
de investigación criminal (C.S.I.) o médica (Hause) tan curiosas como irreales, en música
sirven de poco si no van acompañados de aspectos humanísticos que se resisten a la organización
científica, como imaginación, creatividad, lenguaje, intuición, expresión o emoción. Y para eso la música
tiene que gustar mucho por el sacrificio enorme que supone. Lo primero que le hace faltapués, a un
estudiante es enamorarse de su instrumento y de la música1.
Para dominar un instrumento se necesita una vida entera, siempre hay aspectos que mejorar y,
cuando nos damos cuenta, el tiempo ha pasado y las facultades físicas merman inexorablemente2.
El buen músico crece con el instrumento durante toda su vida, lo va conociendo, lo va queriendo (a
veces odiando, como decía Enescu), va desentrañando sus secretos de manera aparentemente alea-
toria, pero indudablemente ordenada y sistemática porque la tendencia natural le conduce a priorizar
aquellos elementos de estudio que en cada momento necesita.
Dejando claro que, si no se parte de unas cualidades mínimas, hay aspectos difíciles de desarrollar
como el talento, voy a formular unas preguntas, dirigidas principalmente a los alumnos, que pueden
ayudar a definir los conceptos:
¿Qué significa realmente estudiar un instru mento? Un compromiso. Para dominar un instrumento
necesitamos primero “saber” que lo queremos hacer y después ponernos a trabajar,
a “buscar” con determinación.
- ¿Puede el rendimiento mejorarse racionalizando la organización en el estudio? Sí. Una correcta
organización, que no deja nada al azar e incorpora progresivamente las novedades, será garan-
tía de progreso eficaz, y seguramente de éxito.
¿Cuál es el nivel máximo que podemos alcanzar?
En principio no hay límites. Dependerá fundamentalmente de tres factores: adquisición de discipli-
na, organización racional y escucha analítica.
La buena organización en el estudio permitirá desarrollar la técnica y la interpretación sin traumas y con
naturalidad, ya que una práctica excesiva producirá una atrofia del sentimiento3. Si, como vemos, es
deseable una correcta sistematización, ¿cómo puedo, entonces, organizar mejor el tiempo de estudio?
Cuando hablamos de técnicas de estudio, lo hacemos normalmente pensando en elementos aislados;
quizás por ello el alumno inexperto pocas veces lo ve desde el punto de vista organizativo o global.
Parto de la premisa: el conjunto de lo que denominamos técnicas de estudio se estructura
mediante distintos modelos de organización coherentes entre sí. Estos modelos variarán en función
del nivel de cada alumno y a lo largo del tiempo. No obstante, siempre habrá elementos invariables
(aunque con diferente dificultad) junto a elementos nuevos. Además, todo modelo organizativo debe
evolucionar y conllevará las necesarias mutaciones durante el curso para que puedan alcanzarse los
objetivos de la manera más lógica, rápida y eficaz. Un estudiante debe tener claro, al menos, cinco
principios que lo dispondrán al éxito:
2. EL TIEMPO DE ESTUDIO.
Debemos estudiar tanto como podamos sin superar el límite de lo razonable, que es no hacernos
daño. Hay que anotar el tiempo de que se dispone cada día, planificar mediante cuadrantes minucio-
sos semanales dicho tiempo sin dejar nada en el tintero. Estos cuadrantes deben variarse a lo largo
del curso según las necesidades de cada momento (pedid ayuda a los profesores). El reparto del tiem-
po podría parecerse a: más trabajo técnico en el 1er trimestre, equilibrio entre técnica y obras en el 2º
y 3º, más trabajo interpretativo cuando se acercan audiciones, exámenes o conciertos. Es muy
importante no obsesionarse con el cumplimiento de los cuadrantes; cada día tiene sus propios afanes, y
sinos hemos demorado en algún aspecto, ya lo haremos mañana.
3. LA ORGANIZACIÓN EN EL ESTUDIO.
Dice Fischer que un violinista debe siempre practicar a diario cuatro aspectos básicos: sonido,
afinación, vibrato y cambios de posición10. Son los más difíciles de mantener en forma, no así otros
elementos que podrán distribuirse a lo largo de la semana, o incluso demorarlos más tiempo. Basán-
dose en los principios de prioridad y de máxima dificultad para mantener en forma, todos los ins-
trumentos elaborarán sus cuadrantes respectivos. Será bueno cambiar el orden de estudio de vez en
cuando.
4. LA CONCENTRACIÓN.
Sin ella no hay eficacia ni éxito. Debemos trabajar siempre con la máxima atención posible,
sabiendo escuchar para detectar los errores. Para ello hay varios ejercicios que la favorecen: bastará
una combinación de respiración pausada y visualización (con los ojos cerrados durante un minuto);
p. ej., “imaginar” el alejamiento del propio instrumento o de una patata hasta desaparecer. Cuando
la concentración falla es porque estamos cansados; entonces hay que dejar de estudiar, despejar la
mente y estirar los músculos.
5. LA ACTITUD.
No hay otro camino que ser perfeccionista sin llegar a lo obsesivo. Esta actitud habrá que incul-
carla cuando no se tiene, y para ello se necesita vigilancia constante de todos los detalles que confor-
man la técnica y la interpretación. Al principio es siempre el profesor el que “piensa” por el alumno,
pero poco a poco debe ser el educando quien coja las riendas hasta hacerse independiente.
Después del trabajo debemos tener la tranquilidad de que ese día se ha hecho todo lo posible,
aunque haya sido menos de lo planificado. En sucesivos artículos profundizaré con más de-
talle en algunos de estos aspectos.
Notas:
1 Además de los cinco principios básicos que aparecen más adelante, todas las palabras o frases en
cursiva también se en-
tenderán así.
2 Después de profundizar en la biografía de un buen número de grandes violinistas en la historia,
Silvela afirma que, salvo
excepciones, éstos comienzan a perder sus facultades a partir de los 50 años. Afirmación que podría
extenderse al resto de
instrumentistas si no fuera porque hoy sabemos científicamente que con los años generalmente se
pierde audición en los
registros agudos, por lo que debe restringirse a instrumentos de dicho ámbito donde la afinación no
venga dada (SILVELA,
Z.: Historia del violín, Entrelíneas, Madrid, 2006).
3 FLESCH, C.: The Art of Violin Playing. Fischer, Chicago, 1924 y 1930.
4 Decía Shlomo Mintz, que “la técnica debe servir a la música y hay que poner un especial énfasis en
sacar a la luz lo que hay dentro
de ésta. Nunca la música debe estar al servicio de la técnica”. (BADENES, G.: “Entrevista a Shlomo Mintz”,
Ritmo nº 614, 1990)
5 MARTÍN, W.: Bariolage. Fundación Juan March, 1977.
6 STARR, W.: The Suzuki Violinist, Summy-Birchard Music, Florida, 1976.
7 DESCHAUSSEES, M.: El intérprete y la música. Rialp, Madrid, 1991.
8 BLUM, D.: Casals y el arte de la interpretación. Idea Books, Barcelona, 2000.
9 Para profundizar en este aspecto puede consultarse el artículo que publiqué en esta misma revista:
“La afinación en los
instrumentos de arco”, Intermezzo nº 23 y 24 (2003).
10 FISCHER, S.: Basics, 300 ejercicios y prácticas rutinarias para el violín. Peters, Londres, 1997.