Вы находитесь на странице: 1из 22

Clara E.

Molina

Traducido por
Elizabeth de Márquez

EDITORIAL MUNDO HISPANO


EDITORIAL MUNDO HISPANO
7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A.
www.EditorialMundoHispano.org

Nuestra pasión: Comunicar el mensaje de Jesucristo y facilitar la


formación de discípulos por medios impresos y electrónicos.

¡Oh, no! Mi esposo es el pastor. © Copyright 2010, Editorial Mundo


Hispano, 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, Estados Unidos de
América. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción o
transmisión total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso escrito de
los publicadores

Publicado originalmente por CrossBooks Publishing bajo el título


“The Pastor’s Wife: Missionary to the World: The Do’s and Don’ts of a Pastor’s Wife”.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia:


Nueva Versión Internacional. Usada con permiso.

Editores: Elizabeth Márquez de Cantú, Mario Martínez L.


Diseño de la portada: Pablo Ramírez Losada
Diseño de páginas: Mario Martínez L.

Clasificación Decimal Dewey: 268


Tema: Ministerio pastoral

ISBN: 978-0-311-42079-6
EMH Núm. 42079

2 M 8 10

Impreso en Colombia
Printed in Colombia
DEDICATORIA


Dedico este libro a:

Brett y Lynette Petrie


Por su amor, oraciones y generosidad.

Y al más importante de todos,


a mi esposo Bruno
por su amor incondicional por mí
y su extraordinario amor por Dios.
CONTENIDO
Prefacio 7

CAPÍTULO
1. ¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! .............................................. 9

2. ¡Oh, no! ¡El pastor de mi iglesia es mi esposo! ........................ 31

3. ¡Oh, no! ¡El pastor de mi iglesia es la cabeza de mi hogar! ...... 37

4. ¡Oh, no! ¡Yo administro el hogar de mi pastor! ........................ 45

5. ¡Oh, no! ¡Soy la esposa de un pastor! ....................................... 53

6. ¡Oh, no! ¿También yo fui llamada? .......................................... 73

7. ¡Oh, no! ¡Estoy criando a los hijos del pastor! .......................... 83

8. ¡Oh, no! ¿Vamos a ir al seminario? ......................................... 103

9. ¡Oh, no! ¡Vamos a empezar una iglesia! ................................. 115

10. ¡Oh, no! ¡No tengo ni una amiga! ........................................... 125

11. ¡Oh, oh! ¡Yo también soy mujer! ............................................ 133

12. Palabras finales ....................................................................... 147


Prefacio
¡Oh, no! Mi esposo es el pastor es un libro diseñado para bene-
ficio de todas las esposas de ministros y pastores, sin importar su
edad, cultura, idioma, educación o denominación cristiana. Este
es un libro para ayudarlas a ser mejores misioneras ayudando a sus
esposos a edificar una iglesia que glorifique a Dios. Como soy
esposa de pastor, compartiré mis experiencias en la iglesia que solo
otra esposa de pastor puede entender. Este libro no es un llamado
a la perfección, sino un llamado a caminar sobre las aguas por
fe. ¿Te estoy pidiendo que... qué? ¿Sobre las aguas? ¡Caminar
sobre las aguas! Pero, ¿no solo los perfectos son los que caminan
sobre el agua? De ninguna manera. Pedro caminó sobre las aguas
y no era perfecto (le cortó la oreja a un soldado, negó al Señor
Jesús, etc.). Pudo hacerlo porque estaba centrado en Jesús, pero
cuando lo perdió de vista empezó a hundirse. Literalmente nadie
puede caminar sobre las aguas (a menos que Dios se lo permita).
Yo no puedo hacerlo, ni tú tampoco, pero sí podemos caminar
sobre las aguas espirituales si mantenemos nuestra vida centrada
en Jesucristo.
Este libro está diseñado para ayudar a la esposa de pastor para
que abrace ese sagrado llamamiento y honre a Dios obedeciendo su
designación al servicio. Esta experiencia no es para todas. Las que
sí hemos sido llamadas debemos sentirnos privilegiadas y honradas
de que Dios haya elegido siervas indignas y comunes como noso-
tras para servirle como esposa de pastor. En las siguientes páginas
compartiré las cosas que sí debemos y las que no debemos hacer en
el ministerio. Las he aprendido de otras esposas de pastor así como
de mi experiencia. Algunas de estas fueron lecciones difíciles de
aprender y creo que al escribirlas, otras mujeres pueden recibir
ayuda y no sentirse desanimadas o confusas si les pasa algo simi-
lar.
7
Encontrarás ayuda para atender a tu esposo, hijos, la iglesia y
a ti misma. Asimismo, hallarás aliento y ánimo para hacer tu vida
como esposa de pastor más fácil, satisfactoria y placentera. Dios
llamó a mujeres como tú y como yo, con corazón que ama a las
personas, para servirle a él, manteniéndose en el lugar donde se
encuentran ahora como esposas de pastor. Dios no comete errores.
Si tu corazón anhela servir a Dios, una forma maravillosa de hacer-
lo es desde tu posición como esposa de pastor.

El deseo de Dios para quienes leen este libro es que procuren la


santidad. Tú fuiste apartada entre todas las demás para servir como
esposa de pastor. Lo que debes y no debes hacer que menciono en
este libro es para que lo analices. Mi anhelo es que vivas las
palabras que dijo LeRoy Eims (autor y ex director de ministerio
público de los Navegantes): “La santidad no se produce cumpliendo
una lista de cosas que debemos hacer o no hacer; viene de la obra
sobrenatural de Dios en nuestra vida a medida que le obedecemos”.
Obedece a Dios y sométete a su voluntad para ti como esposa de
pastor. Ora pidiendo más hambre por la Palabra divina para disfru-
tar del llamamiento al servicio que Dios te ha hecho. Deseo que en
este libro encuentres la ayuda, ánimo y dirección que necesitas para
servir mejor como la primera dama de tu hogar y de la iglesia.

Bendiciones,

Clara E. Molina
Hebreos 11:1

8
C
“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer,
y los dos se funden en un solo ser”
Génesis 2:24.

uando tu esposo hizo realidad lo que dice Génesis 2:24: “Por


eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer,
y los dos se funden en un solo ser” al decir “sí, acepto”, él te
puso como la primera prioridad humana de su vida. Al dar el “sí”, tam-
bién hiciste una realidad en tu vida el versículo mencionado. Pero las
presiones y los negocios de la vida familiar y del ministerio pueden
hacer que esa declaración no parezca tan real. Uno de los requisitos que
Pablo establece en 1 Timoteo 3:2-7 para el que anhela ser pastor es que
debe ser “marido de una sola mujer” y tú eres esa “sola mujer” a que
hace referencia el versículo. La “sola mujer” se refiere a ti y no hay
nadie aparte de ti. Como esposa necesitas ayudar a tu esposo a que viva
feliz, disfrutando de esa “sola mujer” que ¡eres tú! y que Dios le ha
dado. Pero puedes echar a perder todo. Por supuesto que él debe man-
tener una comunión íntima con Dios para ser un buen pastor y marido,
porque debe amarte como Cristo amó a la iglesia (Efe. 5:25), pero tú
puedes ayudar a tu marido “el pastor” a que sea la clase de esposo que
debe ser y que tú quieres tener.
9
10 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

El trabajo de pastor está en la lista de los empleos más demandantes


del mundo, y este capítulo (y el resto de este libro) te va a ayudar a hacer
que el trabajo de servir a Dios sea más fácil para tu esposo, siendo una
buena esposa, siendo de apoyo para él en su ministerio y ayudándole a
disminuir el estrés. Las sugerencias que siguen son consejos útiles que
te ayudarán a amar a tu esposo y a ser la mejor “sola mujer” que Dios
quiere que seas.

Cómo amar a tu marido

Busca a Dios antes que cualquier otra cosa: Dios te dará gozo y
usará a tu esposo para hacerte feliz. Aparta tiempo para estar a solas con
Dios para que él enriquezca tu vida con agua fresca y viva todos los días.
Tú no puedes ministrar a tu esposo cuando tu fuente está vacía o no
recibe agua fresca, porque aunque no lo creas, el tiempo que pasas con
Dios enriquece tu vida y la de tu esposo. ¿Cómo? Tu andar con Dios es
un testimonio para tu esposo. Tú le puedes compartir las cosas que el
Señor te revela. Si permites que el Señor se comunique contigo diaria-
mente a través de su Palabra para indicarte cuáles son los deseos de su
corazón para ti, serás capaz de aconsejar mejor a tu esposo y en una
dimensión espiritual cuando él lo necesite.
Es vital que entiendas que Dios debe ser el gozo de tu vida y que él
te proporciona felicidad usando a otras personas y situaciones de la vida.
El gozo del Señor es nuestra fuerza y nuestro refugio, en especial cuando
las cosas van mal (lee Neh. 8 y medita en el versículo 10). Dios es el
único que nunca cambia ni cambiará debido a las circunstancias. Él es el
único a quien podemos acudir precisamente cuando todo lo demás nos
falla. Tu esposo te ama con un amor distinto al de Dios. El amor del
Señor es perfecto y totalmente incondicional, mientras que el amor y
pasión de tu esposo pueden aumentar o disminuir en relación directa con
su propio andar con Dios. El gozo que viene de Dios no se puede com-
parar con la pasión y amor que existen entre un hombre y una mujer. El
amor es una decisión, el compromiso es un contrato y el gozo solo puede
venir de Dios. He aprendido una de las cosas más importantes de la vida:
Mi gozo y felicidad se basan en lo que Dios ha establecido para mi vida,
no en lo que otras personas digan. Debido a que he entendido esto, me
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 11

puedo concentrar en lo más importante. ¿Y qué es lo más importante?


Todo lo que Dios quiere de mi vida; eso es lo que importa.

Ora por tu esposo. Si no lo haces tú, ¿quién lo hará? La oración es


el mejor regalo que una mujer puede darle a su esposo. Nadie, ni su
madre, puede orar por él desde el punto de vista de su propia esposa.
Reconozco que puede ser difícil orar por él cuando las “cosas no están
tan bien” entre ustedes, pero es entonces cuando la oración es verdade-
ramente necesaria. Cuando Satanás trata de frustrar el plan de Dios para
tu esposo, necesitas seguir orando por él. La oración puede acercarlos
más a los dos. No puedes odiar o despreciar a la persona por quien oras.
Recuerda que Jesucristo nos pidió orar aun por nuestros enemigos.
Como esposa, a veces una se convierte en perseguidora. Si es tu
caso, ¡deja de hacerlo! (Mat. 5:44). Me dirás: “¿Yo, perseguidora?”. Pues
sí. Cuando traemos a colación los pecados pasados o los errores que
nuestro esposo ha cometido, cuando lo acusamos de cosas que supues-
tamente hemos perdonado y olvidado, lo estamos persiguiendo. Ora por
sus fallas, limitaciones y también por su vida de oración. A veces nos
enojamos por cosas que hace nuestro esposo pero que también nosotras
hacemos. Por eso es importante analizarnos antes de recriminarle algo.
Si no sabes cómo orar por tu esposo, pide al Espíritu Santo que te mues-
tre cómo y te aseguro que él lo hará. Puedes buscar algún libro que te
ayude. Orar por tu esposo te ayudará a cambiar tu actitud hacia él y a lim-
piar tu amargura. Generalmente nos centramos en lo que otros hacen
para lastimarnos, pero no en lo que nosotros hacemos para lastimar a
otros, y en casi todos los casos eso provoca amargura. Debes orar por tu
esposo y por las personas que te hieren, aunque no haya resentimiento o
amargura en tu corazón. Charles Ringma escribió lo que sigue en su libro
Seize the Day with Dietrich Bonhoeffer (“Aprovecha el día con Dietrich
Bonhoeffer” devocional de diciembre 8):

“La oración sincera por otra persona hace cambiar mi actitud. Es


imposible llevar a alguien amorosamente a la gracia de Dios
mientras mantenemos una actitud de amargura o resentimiento
hacia esa persona. Mi oración por los demás es una oración por
mí mismo, a medida que hago a un lado el resentimiento y
busco el perdón y la salud de Dios. La oración cambia las cosas,
en especial, al que ora”.
12 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

Asistí a una conferencia para mujeres líderes de la Unión Femenil


Misionera y una de las damas de mi grupo asistió a otro taller donde
aprendió el lema “¡Ora hasta que algo pase!”. Me gustó mucho y me lo
apropié. Yo oraré hasta que algo pase, porque Dios no se cansa de escu-
charme y me responderá a su tiempo. Mientras intercedemos por nuestro
esposo, prácticamente estamos orando e intercediendo por nosotras.

Respeta a tu esposo. Estamos llamadas a respetar a nuestros maridos


(Efe. 5:33) y hay muchas formas en que podemos faltarles al respeto.
Solo voy a mencionar algunas y después de leerlas seguramente tú
encontrarás muchas más:

El síndrome del pedestal. Una de las razones por las que les falta-
mos al respeto es que a veces ellos no llenan nuestras expectativas y
estándares, porque los hemos puesto en un pedestal. Esa expectativa está
basada en lo que quisiéramos que fueran ellos, no en lo que son. Tu
esposo y el mío deben vivir conforme a las ex- Tu esposo y el mío
pectativas y estándares de Dios, no los nuestros. deben vivir conforme
Vivir bajo nuestras expectativas es algo imposi- a las expectativas y
ble y peligroso. Después de todo, nuestra falta estándares de Dios,
de respeto se origina en parte por lo que perci- no los nuestros.
bimos como una falla de él. Nuestra frustración con su aparente fracaso
por no vivir como queremos o como dicta el mundo puede provocar falta
de respeto. ¿Adivina qué? Él es humano. Y solo Dios es digno de ser
puesto en un pedestal. Cuando pones a tu esposo en uno de ellos, segu-
ramente caerá y tú junto con él. Cuando pones a Dios en el pedestal, tanto
tú como tu esposo pueden caer, pero si es así, Dios los levantará.

El síndrome de “¿podemos hablar?”. La vida privada de tu esposo


y sus debilidades personales no deben discutirse en tu grupo de amigas.
En cierta ocasión asistí a un retiro de esposas de pastor y la esposa de uno
de ellos (que era ya mayor) decidió hacer de su esposo el centro de la
conversación. Fue realmente divertido y muchas de las mujeres pasaron
un tiempo muy entretenido riéndose de las cosas que ella contó de su
marido. Yo también me divertí mucho, hasta que me dí cuenta de que
era incorrecto. Empecé a darle gracias a Dios que yo no hice lo mismo
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 13

porque las otras esposas también lo hicieron. Cuando escuché predicar


a su esposo, mi mente ya estaba contaminada con las cosas malas que
ella había dicho de él y su predicación no me inspiró porque ya estaba
prejuiciada. Me prometí a mí misma nunca seguir su ejemplo. Dios quiso
que yo aprendiera esa lección para compartirla contigo.

El síndrome del liderazgo. La falta de respeto a veces se debe a que


no nos sometemos al liderazgo de nuestro marido. Si piensas que él no
es un buen líder, pídele a Dios que lo convierta en uno, pero no trates de
tomar el liderazgo tú. Si lo haces, lo avergonzarás y le faltarás al respeto
frente a los demás. Los resultados serán que traerás más falta de respeto
hacia ti de parte de los que te observaron faltarle al respeto. Puedes ha-
cerle observaciones con amor en privado, pero sin que él sienta que le
estás faltando al respeto.

El síndrome de la humillación. Mientras esperas que Dios cambie a


tu esposo, asegúrate de no humillarlo deliberadamente. No hay necesi-
dad de avergonzarlo, ponerle apodos, gritarle en público o retirarle tu
afecto en privado solo porque no estás de acuerdo o estás enojada con él.
Todas esas son señales de falta de respeto. La falta de respeto por medio
de la humillación es un asunto grave en nuestra sociedad secular y como
cristianas necesitamos asegurarnos de que no llegue a nuestro hogar.
Debemos mostrar respeto tanto en público como en privado cuando
trabajamos junto a nuestro esposo.

El síndrome de “lo que debes usar”. He visto esposas de pastor


vestidas de tal forma que le faltan a Dios mismo, a su esposo (el pastor) y
a la congregación completa. La clave es la modestia. Es muy importante
estar conscientes de nuestra apariencia. Estamos al servicio de Dios, no
de la lascivia masculina. La espalda descubierta, pantalones demasiado
ajustados, vestidos tan apretados que difícilmente puedes caminar, blusas
transparentes y todo ese tipo de vestimenta es inapropiada para asistir al
templo. ¡Tu ombligo nunca debe ser el tópico de conversación en la igle-
sia! Necesitamos que los hombres de la congregación se concentren en la
predicación, no en la figura de la esposa del pastor. Las mujeres de tu
iglesia no deben estar preocupadas porque los ojos de sus esposos te miran
14 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

a ti en vez de escuchar la predicación del pastor durante el servicio


dominical.

El síndrome de la salutación. Cuida la forma en que saludas a las


personas, en especial a los varones. Algunos pueden interpretar mal tu
forma de hacerlo, como sucede en algunas culturas. Estudia la cultura en
la que te encuentras antes de llegar como esposa de pastor o visitante a
una iglesia. Un apretón de manos puede ofender o ser aceptable. Un
abrazo o un beso puede ser lo que se espere de ti o ser totalmente ofen-
sivos para otras personas.

No compares a tu esposo con el de otra. Tu marido es único. Y Dios


le dio su singularidad para compartirla contigo el resto de tu vida. Dios
lo hizo para su honra y gloria y los unió para que juntos lo glorifiquen
también. El compararlo con otro hombre te hará infeliz y vivirás descon-
tenta con la provisión de Dios para tu vida. Si le pediste a Dios un marido
después de haber recibido a Cristo como tu Salvador y él te concedió tu
petición, entonces te dio al compañero que pediste. Si cuando oraste por
un esposo se te olvidó pedirle a Dios algunos detalles o requisitos para él,
no es culpa del Señor que no hayas pedido específicamente. No compa-
res a tu marido con el vecino, porque nunca le pediste que te diera al
vecino. El Señor te dio al hombre con quien te casaste y si necesita
algunos cambios y ajustes empieza a orar. Nunca es tarde para pedir por
esos cambios. Solo recuerda esto, cuando pediste a Dios un compañero,
no anduviste visitando comercios como si fueras a comprar un auto. Tu
marido no puede cambiarse por un modelo más reciente cada año. No
puedes rentarlo, regresarlo, venderlo o que te lo quiten por falta de pago.
No es un motor que puedes reemplazar cuando se desgasta después de
cierta cantidad de kilómetros, ni puedes hacer que lo reparen gratis. Va a
necesitar mucha, mucha oración y confiar en Dios. Mientras tanto,
aprende a usar sabiamente el kilometraje.

Ama a tu esposo. Dios nos ha mandado a amar a nuestros esposos


(Tito 2:4). ¡Con todo y sus verrugas! Si te pido que ames a tu esposo me
dirás: “¿Qué tipo de petición es esa? Me casé con él porque lo amo”.
Bueno, el amor es mucho más que decir “lo amo”. Cuando hablamos de
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 15

amor, la mayoría de nosotras piensa en la descripción de 1 Corintios 13


que habla de la excelencia del amor, pero muy pocas pensamos en el
amor como está definido en 1 Juan 4:7-21 en donde el amor se centra en
Dios, quien envió a Jesús a morir por nosotras. Si buscamos en el dic-
cionario la palabra “esposo”, hallaremos una descripción muy intere-
sante. La palabra esposo denota a un “hombre casado, administrador o
mayordomo de una casa, prudente y ahorrativo”.
La palabra “esposo” no incluye la connotación de amor hasta que se
le usa como adjetivo (Philandros —cuyo significado principal es amar
a un hombre), como en Tito 2:4, donde se instruye a las esposas a amar
a sus maridos. Muchas mujeres tienen un esposo como el que acabo de
describir, pero en Cristo tenemos un compañero, aliado, amante, amigo
y pareja de ministerio. Tu esposo es un don especial que Dios te dio.
Cuando Dios creó a Adán lo colocó entre animales y criaturas a su alre-
dedor, pero estaba solo. “Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que
el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gén. 2:18).
Dios esperó hasta que Adán necesitara realmente a su ayuda idónea.
Adán no pudo encontrar alguien de su clase. Entonces Dios hizo para él
una obra de arte llamada Eva. Para tu esposo, esa obra maestra eres tú.
Cuando Dios creó a tu marido ya había pensado en ti para él.
No es fácil amar a alguien (1 Cor. 13:1-13). Por lo general, el amor
requiere de un ingrediente vital: morir al yo. Ámalo, muéstrale tu amor
con acciones, porque estas hablan más fuerte que las palabras, y lo que es
más importante, dile que lo amas tantas veces Muéstrale tu amor con
como te sea posible. Un esposo debe experi- acciones, porque estas
mentar el amor real en su matrimonio. Hazte hablan más fuerte que
la pregunta: ¿le expreso amor a mi esposo? las palabras.

Estudia el mundo en que se desenvuelve tu esposo. Algunas esposas


no tomamos tiempo para investigar todo lo que rodea a nuestro esposo.
En otras palabras, una manera de amarlo es saber qué le gusta, qué
disfruta y qué piensa. Por ejemplo: Solía ver un partido de fútbol de vez
en cuando. ¡Luego me casé! Entonces aprendí a ver y entender el fútbol,
baloncesto, golf y otros deportes, porque quería ser parte del mundo de
mi esposo. Desde que nos casamos he ofrecido infinidad de fiestas anua-
les para ver el Super Tazón para que mi esposo pueda traer a casa a sus
16 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

amigos. En esas fiestas he conocido a sus amigos y he disfrutado de la


compañía de sus esposas. Todo ello se ha convertido en un evento de
ministerio.
Mi esposo también descubrió el golf y ese deporte se ha convertido en
todo un evento en nuestro hogar. A él le gusta y disfruta mucho jugarlo. Me
gusta que mi esposo juegue golf porque cuando está bajo presión, estrés,
o quiere apartarse un poco del mundo, va a jugar golf y regresa más
humano. Deja todas sus frustraciones en el campo de golf y disfruta del
juego. Es más, yo le regalé su primer juego de palos de golf. Esa fue una
buena inversión.
Investiga cuáles son sus comidas favoritas y prepáralas. Esto no
requiere de mucho tiempo. Puedes hacer tu
orgullo a un lado y preguntar a tu suegra cómo sus comidas favoritas
Investiga cuáles son

hacer la comida favorita de tu esposo (quizá y prepáralas.


termines mejorando la forma en que cocinas).
Investiga cuál es su pasatiempo favorito, su autor y las películas que
más le gustan. Pregúntale en qué lugares del mundo ha estado y cuáles
le gustaría visitar. Trata de disfrutar junto con él esas cosas.
Pregúntale sobre su pasado porque por lo general eso te hace cono-
cerlo más. Guardo el álbum de fotografías de mi esposo de cuando era
soltero (fue una verdadera experiencia de aprendizaje) en el cual aún
tiene fotografías de sus ex novias. Recuerdo cuando encontré algo que
parecía un poema que alguien le había escrito en alemán. Tenía una
amiga alemana a quien le pedí me tradujera lo que decía para que mi
esposo supiera su contenido. No me sentí celosa por su pasado porque
precisamente eso es, su pasado.

Nunca te quejes con tu esposo. Salomón tomó el tiempo necesario


(por dirección divina) para hablarnos de las quejas. Salomón dijo: “Más
vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer
pendenciera” (Prov. 21:9). Él también dijo: “Más vale habitar en el
desierto que con mujer pendenciera y de mal genio” (Prov. 21:19). Nos
dio una descripción vívida de lo que se siente ser objeto de las quejas
cuando dijo: “El hijo necio es la ruina del padre; la mujer pendenciera
es gotera constante” (Prov. 19:13).
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 17

Considera el grado de descontento que producen las quejas:

“Los techos de las casas en el tiempo del Antiguo Testamento


estaban abiertos como patios (cf. Deut. 22:8; 1 Sam. 9:25;
2 Rey. 4:10), así que era muy incómodo vivir en un lugar pe-
queño o en la esquina de un techo plano. Una mujer obstinada
y peleonera es literalmente como una gotera continua de la que
uno debe huir para no volverse loco” (John MacArthur).

Si en aquel entonces alguien vivía en el techo, significaba que estaba


solitario, separado y lejos del resto de la familia. Por eso solían cons-
truir el cuarto de huéspedes en los techos. La sunamita decidió ser
hospitalaria con Elías y construyó un cuarto para él (2 Rey. 4:10).
También usaban los techos para manifestar luto (Isa. 15:3, Jer. 48:38).

Otra versión de la Biblia traduce a la mujer contenciosa como la


“mujer pendenciera” y a la fastidiosa como “esposa rencillosa”. ¿Te gus-
taría que te consideraran una “gotera continua”? ¿Alguna vez has
llamado al plomero para que arregle una gotera que te estaba volviendo
loca? ¡Qué horror! Las quejas son la raíz de muchos males en el hogar.
Si quieres perjudicar el afecto de tu marido y su deseo de estar contigo,
o si quieres que él ponga sus ojos en otro lugar y te ignore, o si quieres
que sus amigos disfruten más tiempo de su compañía que tú, entonces
comienza a quejarte hoy. Recuerdo que antes de casarnos mi esposo me
rogó que no hiciera una cosa. Me dijo: “Mi Preferiría que me
abuela y mi mamá solían quejarse todo el golpearas en la cabeza
tiempo. Tengo tolerancia cero con las que- con un palo a que te
jas. Preferiría que me golpearas en la cabeza estuvieras quejando.
con un palo de béisbol a que te estuvieras quejando. Si me dices las cosas
una sola vez y te digo que escuché lo que dijiste, es suficiente. No me lo
repitas una y otra vez, porque si lo haces, querré estar lo más lejos posi-
ble de ti”. ¡Qué tremendo!
Antes de terminar el tema de las quejas quiero decirte cómo las ve el
mundo. Si somos quejumbrosas, estamos regañando y atormentando a
las personas. Eso se convierte en una fuente continua de ansiedad y
molestia. ¿Es eso lo que quieres que tu esposo piense de ti? ¿Es esa la forma
en que prometiste que vivirías con él “hasta que la muerte los separe”?
18 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

Desea a tu esposo y sé romántica con él. Es triste, pero casi todo


lo que hay en este mundo está relacionado con el pecado. Cuando Dios
creó a Adán y a Eva ellos decidieron pecar (Gén. 3:1-7). Y puesto que
Dios es justo, tenía que hacer algo al respecto. Aunque él amaba a Adán
y a Eva, y en su gracia no quería que vivieran separados de él por la
eternidad, tenían que sufrir las consecuencias En el caso de Eva,
de su pecado. No hay pecado que no tenga con- su pecado trajo
secuencias. En el caso de Eva, su pecado trajo consecuencias que
consecuencias que afectan a todas las mujeres afectan a todas las
hasta el día de hoy. ¿Qué tiene esto que ver con mujeres hasta hoy.
el amor y el romanticismo? Bueno, Génesis 3:16 dice: “A la mujer le
dijo: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con
dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará»”.

Creo que esta parte de la disciplina de Dios para Eva afecta nuestra
relación de amor y romance con nuestros esposos. Dios decidió que Eva
debía obedecerlo a él y también a Adán. Recuerda que desear a tu es-
poso no es una maldición, sino una bendición. Ese deseo va más allá de
la relación sexual, es parte de nuestra amistad y compañerismo mutuos.

En primer lugar, Dios no maldijo a Eva. Le dio un nuevo arreglo de


vida como consecuencia de su pecado y le dio una nueva perspectiva.
Piensa en esto: Dios no maldijo al rey David o a Salomón cuando peca-
ron y desobedecieron. Sí hubo consecuencias. El rey David pecó porque
cometió adulterio y tuvo que sufrir las consecuencias de su pecado a
través de sus hijos (2 Sam. 11:1-27, 13:24-39, 15:1-15; 18:14; 1 Reyes
19:27). Y habiendo sido Salomón el hombre más sabio del mundo, pecó
con su idolatría y sufrió cuando perdió la mayoría de su reino entre otras
cosas (1 Rey. 11:1-43). Si lees Génesis 3 con cuidado, podrás ver que
Dios usó la palabra “maldito” cuando maldijo a la serpiente por su
engaño y cuando maldijo a la tierra por el pecado de Adán. En ningún
momento maldijo a Adán o a Eva.

En segundo lugar, Dios no creó los dolores del parto; lo que hizo
fue multiplicarlos en gran manera. Los dolores ya eran parte de dar a
luz. Esos dolores deben recordarnos que debemos alejarnos del pecado
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 19

y enseñar a nuestros hijos (que ya traen una naturaleza pecaminosa) a


apartarse de él. No importa cuán solas estemos al momento de pecar,
nunca pecamos a solas. Tus pecados siempre hallarán la manera de salir
a luz. El pensamiento de pecar proviene de las tentaciones de Satanás y
de nuestra naturaleza pecaminosa.

En tercer lugar, en ese mismo versículo Dios estableció una jerarquía


en el hogar: la mujer debe someterse al liderazgo de su esposo.

Ahora que lo hemos entendido bien, podemos retomar el tema del


amor respecto a “...desearás a tu marido”. ¿Alguna vez has extrañado a tu
esposo sexualmente? Así debería ser. ¿Te encuentras atraída sexualmente
hacia tu esposo y a nadie más? Deberías estarlo. ¿Podrías explicar por
qué deseas a tu esposo sin importar lo que haga? Bueno, pues el versículo
que estamos estudiando tiene la respuesta. Dios decidió que tú desearas
a tu esposo sin importar lo demás. Podemos enojarnos, llorar, gritar (o
quizá no), hacer las paces con él y luego ir a la cama con él y todo queda
atrás. Estamos programadas naturalmente para desear a nuestros espo-
sos, pero como dije antes, ese deseo no se limita a lo sexual. En una
relación matrimonial saludable, las mujeres extrañamos la compañía de
nuestro esposo cuando está lejos. Deseamos hablar con él para compar-
tir nuestros pensamientos, invertir tiempo para estar juntos y escucharlo
compartir sus pensamientos más íntimos. Tenemos la necesidad de com-
partir con él todo lo que somos, sentirnos amadas y comprendidas por él,
porque estamos unidas mental y físicamente a él. Además, en una relación
matrimonial piadosa deseamos seguir el liderazgo espiritual de nuestro
esposo.
Eso es normal, chicas. Antes de que se me olvide quiero contarte que
cuando hablamos del deseo sexual es importante recordar que debemos
honrar nuestra relación con nuestro esposo en la alcoba. Por favor
recuerda que lo que sucede en la cama es privado y muy personal. Lo que
hagas en la cama con él es asunto tuyo. La privacidad de tu vida conyu-
gal te pertenece a ti y a tu esposo; nadie necesita enterarse de ello (excepto
cuando necesiten ayuda profesional: busquen ayuda si hay alguna
disfuncionalidad en su lecho conyugal que provoque dolor físico o emo-
cional). Mantén tu recámara limpia, linda y acogedora, porque es tu
20 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

santuario privado con tu esposo. Y lo más importante es que te manten-


gas atractiva para tu esposo sin importar tu edad. Mi esposo siempre dice:
“Solo porque hay nieve en el techo no significa que no habrá fuego en la
chimenea”.

¿Sufres porque practicas el SDS? El SDS es una práctica que


puede arruinar tu matrimonio. El SDS (Sistema de dormir en el sofá) no
es amor incondicional; es amor que se basa en las circunstancias o los
hechos. Mandar a tu esposo a dormir al sofá denota falta de amor incon-
dicional y una señal de rechazo. Puedo decir abiertamente que jamás he
practicado ese sistema en nuestro hogar. Si compartes la cama con él aún
cuando estás enojada, le expresas amor incondicional y compromiso. No
dije tener relaciones sexuales cuando estás enojada. Algunas veces la
cercanía entre los dos soluciona los problemas en vez de empeorarlos.
Las señales de un corazón perdonador son la humildad, amor, compasión,
perdón, aceptación, dedicación y compromiso. Antes de casarnos, mi
esposo y yo nos hicimos la promesa de que siempre nos perdonaríamos
sin importar lo que hiciéramos para lastimar nuestro matrimonio. ¡Dios
nos ha probado en esa área!

No uses el sexo como arma para desquitarte de tu esposo o para


premiarlo. Tu cuerpo le pertenece a él y el suyo a ti. 1 Corintios 7:4, 5
dice: “La mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su
esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino
su esposa. No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y
sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a
unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de
Satanás, por falta de dominio propio”.
El sexo es un regalo de Dios para que lo disfrutemos y para que per-
petuemos la raza humana. No se debe usar para El sexo es un regalo
manipular. El deleite sexual es parte de amar a tu de Dios para que lo
esposo. La Biblia dice que debes enfocarte en disfrutemos y para
agradar a tu esposo. Aun el apóstol Pablo sabía que perpetuemos
que si la mujer era casada, su vida involucraba la raza humana.
amar a Dios y a su marido (1 Cor. 7:32-34). Esto No se debe usar
no significa que la mujer casada ame menos al
para manipular.
¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! 21

Señor. Creo que la casada ama, confía y obedece más a Dios que la
soltera, porque tiene una mayor responsabilidad en su vida diaria.
Cuando las cosas van mal ora, clama a Dios, ayuna, busca al Espíritu de
Dios y recuerda que necesitamos ser imitadoras de Jesús. Él nunca cam-
bia. Su amor por nosotras es eterno y le costó la muerte en la cruz.
“¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos!” (Heb. 13:8).

Permite que tu esposo tenga tiempo a solas para relajarse. Yo no


entendía esto cuando nos casamos y me tomó algún tiempo compren-
derlo. Cuando mi esposo llegaba a casa del trabajo quería pasar unos
minutos viendo la televisión sin hacer nada. En cambio, yo regresaba a
casa como el conejito de las pilas Energizer y quería que él hiciera lo
mismo. Me podía relajar hasta después de hacer los quehaceres del hogar,
cuando los niños ya estaban dormidos y yo quería que él fuera como yo.
Aprendí que cuando le doy el espacio que necesita al llegar a casa es un
mejor padre, esposo y compañero. Si no le doy oportunidad de relajarse
esos minutos, está de mal humor el resto de la noche sin poder relajarse.
Él me pidió esos minutos y aunque no lo entendía por completo, era algo
que para él era importante. Con el tiempo he ido Los hombres que
madurando y ahora entiendo que los hombres que aman su hogar, lo
aman su hogar lo convierten en su refugio, en el convierten en su
lugar donde se pueden relajar, donde pueden ser refugio.
ellos mismos, donde se sienten respetados y el lugar donde sus necesi-
dades son totalmente satisfechas. Aprendí que cuando llega a casa
(excepto durante emergencias, claro está), después de darme un beso a
mí y a los niños, necesito darle su espacio y mantener a los niños
ocupados para que él pueda relajarse.

Sirve a tu esposo como al Señor. Hay ocasiones en las que no


queremos servirnos ni a nosotras mismas. Y también las hay en que no
queremos servir a nuestros esposos en cosas como lavar o cocinar por
falta de contentamiento, amor y comprensión. Esto podría ser porque no
somos su mamá o simplemente porque sabemos que ellos pueden
hacerlo por sí mismos y no queremos que nos traten “como a su sirvienta”.
Debemos servirlos y amarlos sin importar nuestros sentimientos. Un día
me encontraba realmente enojada, no con mi esposo sino por algo que
22 ¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

hizo (hay una gran diferencia entre los dos motivos). Él tenía que salir
corriendo a la iglesia y me pidió que le planchara una camisa (él sabe
planchar muy bien) y lo hice. Mientras lo hacía, mi hermana menor me
llamó y me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. Le respondí: “planchando
una camisa para Jesús”. Empezó a reírse y me pidió que le explicara lo
que quería decir. Le dije que en realidad no quería plancharla y tuve que
hacerlo como para Jesús para hacerlo con buena actitud. Cuando tu
corazón no quiere servir, de todos modos sirve; y cuando lo hagas, Dios
te bendecirá pues él cambiará tu corazón. En ocasiones el servicio no
significa que tengamos que hacer algo física-
mente. Puedes servir si escuchas, eres pa-
Siempre recuerda que
ciente con él, le ofreces dirección y ánimo. necesita que lo sirvas,
debes servirlo como él

Siempre recuerda que debes servirlo como él ¡no como tú quieres


necesita que lo sirvas, ¡no como tú quieres servirlo!
servirlo!

Escoge el mejor momento para platicar con tu esposo acerca de


temas importantes. En ocasiones es difícil escoger el mejor momento,
sin interrupciones, y con la mejor actitud para hablar con tu esposo
acerca de lo importante. Por ejemplo, he aprendido a no hablar con mi
esposo cuando está viendo la televisión o cuando trata de relajarse,
porque le provoco estrés y quizá solamente recordará el cinco por ciento
o menos de lo que le dije. He aprendido y sigo aprendiendo a decir las
cosas al grano y lo que quiero que sepa (me gusta dar muchos detalles
cuando hablo). Decidí también que no es buena idea darle malas noticias
antes de ir a predicar. Siempre oro por él antes de su predicación, pero
si le doy malas noticias acerca del dinero, la muerte de alguien, lo que
hizo hace dos semanas que me molestó u otros problemas, puedo destruir
la efectividad de mis oraciones a favor de él y quitarle la concentración
antes de pararse ante la congregación. Podemos ser indiscretas o hablar
en un mal momento.
A veces necesitamos esperar el tiempo justo, el lugar adecuado, usar
las palabras correctas y recordar que no se trata de mí, sino de lo que es
importante. Eso es servir a mi esposo. Cuando oras y eliges el momento
adecuado para hablar con él, puedes hacerte la pregunta: “¿Qué saco yo de
esto?” y “¿por qué es tan importante hablar en el momento adecuado?”.

Вам также может понравиться