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Los “33”

Chile posee una larga historia en la minería, siendo la Gran Minería del Cobre el principal
sector económico del país, metal del cual es el mayor productor del mundo. El yacimiento
de la mina San José posee más de 100 años de antigüedad y previo al derrumbe de agosto
de 2010 bajo la actual administración ya había registrado accidentes, por lo cual estuvo
clausurada desde marzo de 2007 hasta su reapertura autorizada por Sernageomin el 30
de mayo de 2008. Los accidentes previos con consecuencias más graves corresponden al
ocurrido el día 3 de julio de 2010, sufrido por el minero Gino Cortés, quien perdió una de
sus piernas tras quedar debajo de un desprendimiento de varias toneladas. Durante el 2006,
en la mina San Antonio (propiedad de los mismos dueños de la mina San José y separada
de ésta por sólo metros), otro minero falleció, y en un accidente similar otro minero perdió
una de sus extremidades.89

El 5 de agosto de 2010, un derrumbe en la mina San José, un yacimiento ubicado en la


comuna chilena de Caldera, dejó atrapados a 33 mineros. Diecisiete días, después, el 22 de
agosto, fueron hallados con vida, aunque no pudieron ser rescatados hasta el 12 de octubre,
tras una faraónica operación para liberarlos de las entrañas de la tierra. Esta es la
reconstrucción de la vida de estos hombres, que el enviado especial Francisco Peregil tejió
con los testimonios de sus familias:

Todos sabían que se jugaban la vida en la mina San José. En 2004 murió allí mismo Pedro
González. Y en 2007, Manuel Villagrán. Los sindicalistas forzaron su cierre durante 2008,
pero los dos propietarios de la mina se las ingeniaron para volverla a abrir. El Gobierno
autorizó la reapertura, y el reclamo de los dueños para explotarla fueron los buenos salarios.
La compañía San Esteban pagaba hasta un 20% más que cualquier otra de su tamaño y
sector.

Ahora, el Gobierno del conservador Sebastián Piñera se ha volcado en el rescate de 33


hombres. El asesoramiento de la NASA, las perforadoras más potentes, la tecnología más
puntera del siglo XXI, la psicología más avanzada en situaciones de aislamiento extremo,
se han puesto al servicio de una situación provocada por unas condiciones laborales que
evocan el recuerdo de las minas de hace 100 años en Europa.
Desde los 700 metros de profundidad en que se encuentran, muchos de los atrapados han
prometido a sus parejas que se van a casar en cuanto salgan. Otros se resisten, a pesar de
que llevan lustros conviviendo con ellas y tienen hijos en común. Otros, que no veían a sus
madres desde hace años, les piden por carta que no se vayan de ese cerro, que sigan allí
esperándoles. Muchos vivían en pensiones de la ciudad de Copiapó, a una hora en autobús
de la mina. Trabajaban en turnos de 12 horas durante siete días y descansaban otros siete. Si
los llamaban, solían aceptar las horas extras en los días de descanso porque les pagaban el
doble que en una jornada normal. Si no, tomaban el autobús hacia sus regiones. Algunos
viajaban hasta 15 horas en dirección al Sur.

En el yacimiento de San José se podía cobrar el equivalente a unos mil euros, un sueldo que
no está al alcance en Chile de todos los abogados, ni periodistas, ni profesores de
universidad. Pero tal vez el dinero que les daban por un lado se lo estaban quitando por otro
al no instalar, por ejemplo, medidas de seguridad tan sencillas y obligatorias como una
escalera dentro de una vía de escape. Cuando la montaña se les vino abajo, los mineros
intentaron subir por una chimenea. Pero no había escalera alguna dentro de ella.

Si hubiesen muerto, tal vez todo seguiría igual. La noticia apenas habría llamado la
atención, como no la llamaron las otras muertes de mineros chilenos en años recientes.
Serían una cifra más que sumar a las anteriores. Al cabo de 17 días, de un mes o de dos, las
familias tendrían que haberse vuelto de la mina a sus casas. Ahora, a través de sus cartas, de
sus apariciones en vídeo y de los comentarios de sus seres más próximos, han cobrado
estatura humana. La sociedad puede apreciar los anhelos, las frustraciones, los problemas,
las cualidades que había en cada uno de ellos. La parte medio llena de la botella consiste en
pensar que el drama por el que atraviesan tal vez sirva para que nunca más en Chile se
vuelva a abrir una mina en semejantes condiciones.

El director, Carlos Pinilla, no hace otra cosa que lo que los dueños siempre le han dicho:
mantener la mina en marcha. En caso de accidente, confía en que la dura diorita de la
rampa aguante y permita escapar a los mineros. Si cierra la mina, ordena salir a todos y la
mina no cede, su empleo peligra. Y ahí, cree él, quedan al menos otros veinte años de
producción.
El derrumbamiento

El estruendo y la onda expansiva interrumpen la labor de los 34 hombres que


trabajan en las galerías. El conductor del camión que subía, Raúl Villegas, es el único de
los 34 bajo tierra en ese momento que logra escapar. Al resto, el derrumbamiento les llega
como un rugido, cual si un enorme rascacielos se derrumbara a sus espaldas. Un bloque de
diorita de la altura de un edificio de 45 pisos se ha desprendido de la montaña y cae
atravesando los estratos de la mina y provocando una reacción en cadena que hace que se
venga abajo la parte superior de la montaña. En un despacho, a unos 30 metros por encima
de la bocamina, Carlos Pinilla, el director, oye el trueno, y su primer pensamiento es: “Si
hoy no había que barrenar…”. Pero llega a la conclusión de que seguramente se trata de
otra explosión dentro del pozo, lo cual no es preocupante. Pero el fuerte ruido no cesa.
Suena el teléfono y una voz dice: “Salga fuera y mire la bocamina”. Pinilla sale al sol de
mediodía y ve que se forma una nube de polvo como no ha visto en su vida.

Sepultados

La rampa está bloqueada de arriba abajo y de lado a lado por un muro de piedra. A Luis
Urzúa se le antoja “la losa del sepulcro de Jesús”. Los mineros se quedan paralizados como
quien se ve al pie de un acantilado de granito: la losa que tienen ante ellos mide más de
180 metros de alto y pesa 700 millones de kilos. Algunos de los mineros perciben ya la
enorme desgracia. “La hemos cagado”, dice un minero.

El asalto a la despensa

Se supone que el armario de la despensa guarda suficiente comida para 25 hombres durante
48 horas en caso de emergencia. [Mientras un grupo busca alguna ruta para salir a la
superficie, otro se amotina]. Víctor Zamora coge una cizalla para abrir el candado. Otro
minero, Franklin Lobos, le dice: “Un momento, yo tengo la llave”. Lobos piensa que no
hay más remedio que ceder ante esos hombres hambrientos. “Era absurdo pelearse”.

Los saqueadores comían a oscuras, con los frontales apagados, como avergonzados de su
hambre
Abre el armario y aparece el principal objeto de deseo de los amotinados: paquetes de
galletas. Son galletas para niños, de crema con sabor a limón. Se reparten varios paquetes
sin control, aunque algunos no los aceptan. Zamora diría más tarde que no pensó en lo que
hacía. “Tenía hambre. Era la hora del almuerzo. Casi no le di importancia”. Más tarde,
uno de los mineros recordaría oír a los saqueadores de la caja comiendo sentados a
oscuras con los frontales apagados, como avergonzados de su hambre, pero sin dejar de
romper y estrujar envases de plástico, entre chasquidos crujientes al masticar y sin poder
evitar que los que no comían los oyeran.
Los nombres de los 33 mineros fueron escritos sobre una roca por los familiares cuando todavía
no se tenía noticia de ellos. El día 17 llegó a la superficie la nota de la esperanza. Estaban vivos

Racionar la comida

A las 12.00 del segundo día están dentro del refugio los 33 hombres cuando Mario
Sepúlveda reparte las porciones de la comida diaria. Forman varias filas con 33 vasos de
plástico y echa una cucharada, o cucharadita, de atún en conserva en cada uno de
ellos, añadiendo un poco de agua a modo de caldo. Les entrega dos galletas y les dice:
“Que aproveche. Es delicioso. Que os dure”. Esa única comida, a mediodía, contendrá unas
300 calorías y tiene que sostenerlos hasta las 12.00 del día siguiente. [Beben el agua de la
refrigeración de las máquinas, turbia de aceite de motor].

Un día normal de trabajo, los hombres se toman el pelo unos a otros sin piedad, y el recurso
de Víctor Zamora para intentar tranquilizar a sus compañeros es burlarse de Yonni. A
Yonni le trae sin cuidado que sus hermanos mineros se burlen de él. Quiere verlos reír
porque, por la noche, los ve serios y desvalidos. Yonni observa que a uno de sus
compañeros le tiembla la mano y que otro sufre temblores en el tronco. Conoce algo de la
vida de esos hombres, y para él es evidente que les afecta la abstinencia de alcohol. Su
ansia de nicotina la han podido satisfacer a base de colillas de la basura, pero no hay restos
de bebida fuerte.

El pastor

A José Henríquez, evangélico devoto, sus compañeros le llamarán el Pastor porque cuando
comienza a hablar queda claro que sabe hablar de Dios y a Dios. Tiene 54 años y es minero
desde la década de 1970. Ha sobrevivido a cinco accidentes de mina, incluidos dos en el sur
de Chile, en el que perecieron casi todos los compañeros de su turno. Henríquez se pone de
rodillas e invita a los mineros a hacer lo propio. “No somos lo mejor de los hombres, Señor,
pero ten piedad de nosotros”, comienza Henríquez, y con esta simple afirmación
impresiona a algunos. Víctor Segovia es consciente de que bebe demasiado; Víctor Zamora
se encoleriza fácilmente; Pedro Cortez piensa en lo mal padre que ha sido con su hija…

“¡Levántate! Si sigues ahí tumbado en el suelo vas a morirte y te comeremos”. Y esas palabras
cobran sentido inviable en otras circunstancias. Claudio se pone de pie. Le tiemblan las
piernas
Frente al horror

Mario Sepúlveda se mantiene lo bastante entero y espabilado para apreciar cómo prospera
la degradación entre los hombres del refugio. Se fija en el frágil Claudio Yáñez, que apenas
se mueve y se encuentra en un estado lamentable. “¡Eh, concha de tu madre, incorpórate!
Levántate porque, si sigues ahí tumbado en el suelo, vas a morirte y te comeremos”. Dichas
por alguien que hace tantos días que no come, esas palabras de “te comeremos” cobran un
sentido inviable en otras circunstancias. “Más vale que te levantes porque, si no, vamos a
obligarte a patadas”. Sobresaltado, Claudio se pone en pie y todos pueden ver lo flaco que
está. Se ha levantado con gran esfuerzo sobre sus piernas temblorosas. “Era como ver a un
potrillo recién nacido que intenta caminar”, diría Omar Raygadas. Finalmente, el potrillo
endereza las piernas y da un paso.

La mano de metal

El trépano [taladro] ha abierto brecha a 688 metros de profundidad. Richard Villarroel y


José Ojeda se ponen en pie de un salto y echan a correr hacia donde se escuchó el ruido,
como una leve explosión. Richard coge de paso su llave inglesa, la más grande que tiene.
Golpea el trozo visible de tubo con alegría y desesperación; un clanc-clanc incesante para
anunciar la presencia humana al operario de superficie: “¡Estamos aquí! ¡Estamos aquí!”.
Los 33 mineros se reúnen rápidamente alrededor del tubo y el trépano. Carlos Mamani cae
de rodillas ante el taladro: “Sentí como si una mano hubiese atravesado la roca y llegado
hasta nosotros”.

“¡Están vivos todos los huevones!”

Emerge el último tubo de la perforación cubierto de barro. Los operarios echan agua y
aparece en el metal una marca roja que los mineros habían pintado.” ¿Estaba eso ahí
antes?” , pregunta el ministro. “¡No!” , contestan emocionados. Por fin tienen la
confirmación de que hay al menos un hombre vivo allá abajo. El ministro ve que hay algo
envuelto en la punta y lo coge. Son trozos de goma, debajo hay trozos de papel. [Los
mineros han pegado una docena de mensajes al tubo, pero solo llegan tres]. El ministro saca
con cuidado un papel húmedo. Lee en voz alta. “El trépano abrió brecha en el nivel 94…” .
Empieza a leer otra nota. “Querida Lilia. Estoy bien”. Mientras lee, un peón ha desplazado
con el pie los trozos de goma que el ministro ha tirado al suelo. Hay algo dentro. “Es otra
nota”, advierte alguien. El ministro la abre. “Estamos bien en el refugio. Los 33”.
“Vivos”. Aquellos 33 cabezas huecas siguen con vida. “¡Todos los huevones!”. De pronto,
todo son vítores y abrazos, y uno de los perforadores cae de rodillas. Algunos sollozan.

Como astronautas

La profesionalidad de los médicos en la superficie salva a los mineros. Toman la


decisión de “no meter comida por el agujero”para hacerla llegar hasta aquellos hombres
hambrientos que suplican por ella. Cualquier hombre que haya estado privado de alimento
durante un lapso de entre cinco y siete días, o más, está falto de fosfatos y potasio que el
organismo necesita para digerir carbohidratos. Cualquier atracón puede desencadenar un
fallo cardiaco. Esa fue una lección aprendida durante los días finales de la Segunda Guerra
Mundial, cuando los soldados mataron sin querer a muchos supervivientes de los campos
de concentración al alimentarlos con latas de raciones C (comida precocinada) y
chocolatinas. Las autoridades chilenas han consultado con expertos de la NASA y optan
por seguir su consejo de proceder “con suma frugalidad y lentitud”. Empezarán
suministrando a aquellos hombres alimentos por un total de 500 calorías diarias durante los
primeros días, proporcionadas por una bebida energética con suplementos de potasio,
fosfatos y tiamina (vitamina B).

Un animal en cautividad

Así se siente un animal en cautividad [Les anuncian que no podrán sacarlos hasta
Navidad, faltan casi dos meses]. Víctor Segovia escribe en su diario: “Los ánimos de todos
están muy bajos. Antes de que llegara la ayuda, había paz, rezábamos todos los días. [… ]
Ahora que ha llegado ayuda, en vez de estar más unidos, no hacemos más que pelearnos y
discutir”. Cada dos días, Víctor constata nuevos estruendos provenientes de las entrañas del
cerro, un recordatorio del desprendimiento de roca que los atrapó allí dentro. Por el
momento, lo único que puede hacer es esperar a que los rescaten y a que les den
comida… “Ahora sé cómo se siente un animal en cautividad, siempre dependiendo de una
mano humana que lo alimente”.

‘Gran hermano’

Las llamadas telefónicas son muy breves, de quince segundos al principio. Déjennos hablar
con nuestras esposas y nuestros críos, piden los mineros. [Y se quejan del paternalismo de
los psicólogos, que restringen las comunicaciones para evitarles ansiedad. En cambio, les
han puesto una línea de fibra óptica. Tienen señal de televisión]: Partido de fútbol de la
selección de Chile. El equipo chileno lleva camisetas con la leyenda “Fuerza,
mineros”. Uno de ellos graba a sus compañeros mientras ven el fútbol y el vídeo es
distribuido por el Gobierno. Los hombres sonríen y saludan a cámara. Víctor Segovia opta
por no sumarse a sus colegas porque no quiere que la gente del exterior piense que todo va
bien dentro de su prisión-caverna, cuando en realidad no es así. Con el tiempo, otros
mineros se rebelan también contra la idea de ser pececitos en un acuario para que todo el
mundo los contemple: durante unas horas tapan la cámara, que emite una señal de vídeo
continua hacia la superficie.
“¡Nos vamos a la playa!”

Estudiar para el examen de conducir mientras la vida de uno pende de un hilo es demencial.
Es uno de los delirios de la fiebre del dinero que Carlos Bugueño considera que se está
apoderando de él y de sus compañeros. “La plata [el dinero] estaba empezando a nublarnos
el juicio” , afirma. Los detalles de la vida fácil que les aguarda en el exterior vienen de
todas partes. El enlace por fibra óptica les trae la señal de un programa de televisión donde
anuncian que el Gobierno de la República Dominicana ha ofrecido llevar a los 33 mineros y
a sus familiares a un complejo turístico del Caribe. “¡Nos vamos a la playa!” , grita uno de
los soterrados. Los hombres llevan un mes sin ver la luz del sol y la mayoría no ha puesto
nunca el pie fuera de Chile.

“Te meto preso”

Sea como sea que se cuente la historia de aquellos hombres, quedará por determinar quién
se beneficiará de contarla. Tengamos cabeza, dicen varios de los mineros, y no
permitamos que otros ganen dinero con nuestro sufrimiento, como hacen siempre.
[Hacen un pacto de silencio, a propuesta de Juan Illanes, que se ha convertido en una
especie de asesor jurídico allí abajo]. Mario Sepúlveda se acerca a consultarle. Sepúlveda
no dice que tenga un contrato para dar una entrevista, pero el simple hecho de que le esté
preguntando de qué puede hablar despierta las sospechas de Illanes. “Mira, compadre -le
dice Illanes-, ándate con mucho cuidado. Porque entre lo que es tuyo y lo que es propiedad
del grupo hay una línea muy fina de separación. Si vos la cagáis, yo te meto preso. Dejemos
eso claro. No hay nada aquí abajo que sea solo tuyo. Nada. ¿Vas a decirme que si te
hubiéramos dejado encerrado aquí durante semanas sin compañía de nadie, completamente
solo, y luego viniéramos a rescatarte, te encontraríamos tan lúcido y en forma como ahora?
¿Has conseguido estar así tú solo, por tu cuenta? No, compadre. Vos llegasteis tan lejos
porque detrás de vos estábamos otros 32”.

El rescate

La cápsula entra en la caverna del nivel 135. Yonni Barrios, desnudo de cintura para
arriba, es el primero en acudir y saludar a González -el rescatador-, quien sale de ella con
su mono naranja inmaculado. A Yonni se le saltan las lágrimas y ambos hombres se funden
en un abrazo. “¡Ahí arriba hay la leche de gente esperándolos, muchachos!” , los anima
González. A González, el aspecto de los 33 hombres le recuerda el de un grupo de hombres
primitivos. Varios están desnudos de cintura para arriba, llevan pantalones cortos recogidos
por encima de los muslos que más bien parecen unos pañales y calzan unas botas que están
hechas trizas. “Era como si fueran una panda de cavernícolas”.

Primer derrumbe[editar]
El derrumbe en la mina ocurrió aproximadamente a las 14:51 (GMT-4) del jueves 5 de
agosto, pero la empresa San Esteban Primera S.A., propietaria del yacimiento, recién
informó del mismo a las 19:30, demorando el inicio de las tareas de rescate hasta las 22
horas.10 Ese mismo día se hicieron presentes los familiares de los mineros accidentados,
quienes se instalaron en carpas del otro lado del cerco de la mina formando un
asentamiento que sería conocido como Campamento Esperanza, que llegó a albergar a más
de tres mil personas.11
Primeras operaciones de rescate[editar]

Diagrama de la mina tras el accidente en el yacimiento San José de 2010.


Inicialmente el rescate estuvo a cargo del tercer comandante de Bomberos de
Copiapó, Álvaro Urrutia, junto con Integrantes de la brigada de emergencias de minera
Carola y la supervisión de la Minera Punta del Cobre que llegó a apoyar las labores de
rescate, despliegue que fue supervisado posteriormente por la ministra del Trabajo y
Previsión Social, Camila Merino, el subsecretario de Minería, Pablo Wagner, y el director
nacional del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), Alejandro Vío.12
La Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi) confirmó ese
mismo día la identidad de 34 mineros encerrados en el yacimiento.1 La gravedad de la
tragedia no fue difundida por los medios de comunicación chilenos en la noche del 5 de
agosto sino a la mañana siguiente, al tomar la información entregada por la Onemi y
calificar el tamaño del derrumbe. La noche del 6 de agosto se comunicó que un minero que
se quedó dormido al momento del accidente había sido registrado erróneamente en la lista
de la Onemi y se confirmó de manera definitiva que los mineros atrapados bajo tierra eran
33.
En las primeras 48 horas los mineros intentaron salir subiendo por la escalera de seguridad
de la chimenea de ventilación del refugio, ubicado a 688 metros de profundidad, pero la
evacuación no pudo concretarse, porque la empresa minera no había terminado de construir
la salida de emergencia. Los mineros enviados para explorar esa salida llegaron hasta los
235 metros de profundidad y quedaron a solo 20 metros de los rescatistas, cuando debieron
volver al refugio. Poco después la vía de escape quedaría bloqueada por un segundo
derrumbe.13
Segundo derrumbe y cancelación del rescate[editar]
El ministro de Minería, Laurence Golborne, se encontraba en Ecuador como parte de la
comitiva presidencial. Golborne viajó a Chile la tarde del viernes 6 y se trasladó al lugar del
desastre la mañana del sábado 7 de agosto.12 Una vez allí comunicó a la prensa y a los
familiares de los mineros, que había ocurrido un nuevo derrumbe que bloqueó
definitivamente la chimenea de ventilación a través de la cual se había planeado rescatar a
los mineros.14 El presidente Sebastián Piñera suspendió su asistencia a la posesión del
presidente colombiano Juan Manuel Santos para viajar a Chile.15
Luego de que la falta de escaleras y el segundo derrumbe cancelaran la posibilidad de una
evacuación por la chimenea de ventilación del refugio,16 el gobierno consideró que no
había más esperanzas y anunció que habían cancelado las tareas de rescate.17 Las protestas
de los familiares llevó a retrotraer la decisión y el gobierno designó al ingeniero André
Sougarret, quien decidió realizar un pozo que comunicara la superficie con el refugio,
mediante máquinas perforadoras de exploración minera, para establecer contacto con los
mineros atrapados.18 Este operativo se realizó utilizando hasta 10 equipos de sondaje,
algunos de punta diamantada y otros denominados de aire reverso, equipos de distinta
tecnología y eficiencia.19
Perforación de un pozo al refugio[editar]
Los trabajos de perforación comenzaron en la madrugada del día 9 de agosto y avanzaron
velozmente,2021 lo que inicialmente implicó algunos contratiempos. Tras días de trabajo, y
a 510 metros de profundidad, se encontró un taller abandonado, lo que inicialmente
despertó controversias y falsas expectativas,22 sobre todo por la compleja topografía de la
mina.
El martes 10 de agosto, llega al Campamento Esperanza la Virgen de la Candelaria, junto a
San Lorenzo, con motivo del día del minero, donde se celebró una misa a las 11 de la
mañana por el Obispo de Copiapó entonces, Monseñor Gaspar Quintana. El jueves 19 de
agosto, a dos semanas del desastre, una sonda hincada a 760 metros por debajo del cerro
San José arrojaba una trayectoria errónea al no dar con el refugio ubicado a 700 m de
profundidad.23 Tras haber implementado perforadoras de mayor precisión,24 se logró dar
con el refugio de emergencia.
El 11 de agosto, el entonces presidente Piñera destituyó a la plana mayor
del Sernageomin (Alejandro Vío, Exequiel Llanes y Rodolfo Díaz), debido a las anomalías
detectadas en la fiscalización de la mina San José.25
Llegada al refugio[editar]
El domingo 22 de agosto, alrededor de las 7:15, una segunda sonda consiguió «romper
fondo» a 688 metros de profundidad, llegando a una rampa que estaría a 20 metros del
refugio. La noticia llenó de esperanzas a los familiares y cercanos a los atrapados que,
debido al fallido trabajo de la primera sonda, ya casi no creían que los mineros se
encontrarían con vida. Luego, alrededor de las 14:55 horas, se dieron a conocer los
primeros indicios del estado de los mineros, ya que al retirar la sonda, ésta salió con marcas
de pintura roja, como muestra de que había mineros con vida, y a las 15:17 el
presidente Sebastián Piñera mostró una nota enviada desde el interior del refugio de la
mina, escrita en una hoja de papel con lápiz color rojo, y confirmando que los mineros se
encontraban con vida, que decía:
Estamos bien en el refugio los 3326
La noticia provocó la alegría de todas las personas que se encontraban en la mina, y de todo
el país, desatándose una verdadera fiesta nacional, en que la gente salió a celebrar a las
calles, reuniéndose en puntos donde normalmente se celebran triunfos deportivos, como
Plaza Italia en la capital, mientras que las personas que se encontraban en la mina
entonaron el himno nacional de Chile, generando reacciones en la prensa nacional e
internacional. Unas horas más tarde, mediante una cámara de video para inspección
establecieron contacto con los mineros, captando las primeras imágenes de los atrapados.
Al día siguiente, se procedió con la re-hidratación de los mineros: Se les envió agua,
bebidas isotónicas así como medicamentos. Aproximadamente a las 11 de la mañana, se les
entregó un cuestionario para que respondieran e informaran sobre su estado de salud, el que
resultó con 5 de cada 10 mineros con estrés. Estos elementos estaban contenidos en un
dispositivo denominado «paloma», que consta de una tubería de PVC de alta resistencia
cuyo diámetro le permite desplazarse con holgura por el interior de la perforación.
Ese mismo día Radio Cooperativa publicó declaraciones de Alejandro Bohn, uno de los
dueños de la mina, en las que anunciaba que la empresa no estaba en condiciones de
garantizar el pago de los salarios de los mineros, ni los seguros por accidente laboral, que
desencadenaron severas críticas desde todos los sectores.27
El jueves 26 de agosto los mineros enviaron un video donde se grabaron a ellos mismos,
saludando a sus familias. El video, que fue mostrado en televisión, emocionó a todo el
país.28 En el mismo, se mostraron con aparente buen ánimo y nuevamente entonando
el himno nacional chileno, recorriendo el mundo, noticia que encabezó las primeras páginas
de los medios internacionales
Superadas estas dificultades técnicas, se precisó preservar la frágil salud de los 33
afectados, por lo cual se les suministró de ropa especial que les permitiría salir sin
contratiempo alguno. Se les dotó con cascos especiales similares a los que usaban en labor
diaria, Lentes filtrasol de alto grado para evitar daño por iluminación repentina, arneses y
vendajes especiales en partes críticas del cuerpo como lo son las piernas esto en un esfuerzo
por disminuir la probabilidad de que algún sobreviviente pudiese desarrollar trombosis
venosa, además de seguirles suministrando bebidas isotónicas y otros medicamentos
requeridos dada la situación.
El jueves 7 de octubre el ministro de minería Laurence Golborne anunció que un posible
contacto para rescatar a los mineros sería el sábado 9 de octubre, ya que la perforadora T-
130, apodada como "Plan B", había superado el día anterior los 500 metros de perforación
y hasta el día de la noticia ya llevaba 535 metros perforados, lo que indicaría que dentro de
dos días la perforadora podría comenzar a sacar a los mineros atrapados.34 Además, el
ministro junto con el de salud, Jaime Mañalich, realizaron un ensayo general del rescate en
la mina.35
Finalmente el sábado 9, la máquina perforadora del "Plan B" logró llegar hacia donde aún
se encuentra el taller de la mina, aproximadamente a las 8:05 horas.
El ministro Laurence Golborne precisó que el siguiente paso que se desarrollaría era el
levantamiento de barras, lo que se calculaba tomaría unas seis horas, y los familiares de los
mineros reaccionaron con profunda emoción y corrieron hacia donde se encontraban las 33
banderas en honor a los trabajadores atrapados, para celebrar y hablar a los medios de
comunicación.36
El Gobierno de Chile presumía sacar a los mineros del refugio el martes 12 de octubre a
partir de las 20:00 hora de Chile (23:00 UTC) y durante el transcurso de los días 13 al 15,
aunque finalmente lo hizo durante el transcurso del día 13 sin ningún inconveniente. Según
un estudio, los mineros que recibieron una mayor atención mediática mundial, por el
número de noticias en las que fueron protagonistas en los días alrededor del rescate fueron,
por orden: Florencio Ávalos (primer rescatado), Mario Sepúlveda (segundo rescatado), Luis
Urzúa (último rescatado), Carlos Mamani (cuarto rescatado, boliviano, único minero no
chileno), Mario Gómez (rescatado en novena posición, el mayor, de 63 años).

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