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Cinco

Cuentos
Gabriel Castro Rodríguez
Cinco
Cuentos

Gabriel
Castro
Rodríguez
2006, Gabriel Castro Rodríguez
Editorial Alianza de las Artes
Renzo Pecchenino 2404, TroncosViejos,
Villa Alemana.
(032) 2420447 / 09-0463883 / 08-4453443
mrojasvicencio@gmail.com
Cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la portada,
puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por
procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o
electrónicos, incluidas las fotocopias,
con o sin permiso escrito del editor.
Se terminó de imprimir esta
PRIMERA EDICIÓN en los talleres de Editorial Arte de la Alianza del Arte
en el mes de diciembre de 2006.

CUBIERTA
Grabado de Francisco de Goya

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


Para Marco Rojas Vicencio

y su familia

por toda su buena amistad

justo a tiempo.
entonces con la energía y las semillas
que esta tu cosecha magra amarga ahora te da
¿qué cómo y para quién siembras la siguiente?
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Yéndose a la Casa de su Madre

Fade into you


Strange you never knew
Fade into you
I think its strange you never knew
I think its strange you never knew

Fade into you - Mazzy Star

ÁNDATE A LA CONCHETUMADRE, escucha que le dice.


De inmediato lo anota para que no se le olvide.
Acabada la comunicación minutos después tacha lo que recién había escrito
y vuelve a anotar la expresión lo mejor que le permite el vaivén del tren (aunque es
más exactamente metrotren, por lo tanto para ser verídicos no le es para nada
difícil escribir. Sí ir rumbo a la casa de sus padres donde va a explicar urgente lo
inexplicable o lo evidentemente explicable y que alguien, él, obvio quién más, tiene
que hacer.)
Después de tachar escribe conchesumadre y al lado entre paréntesis: falta de
concordancia en el tratamiento de la segunda persona gramatical: Ándate (tú) a la
concha de su madre.
Piensa en la comodidad fonética con que la segunda versión extrae más
fluidez de la imprecación.

Desea tener a mano la descripción fonológica de la T y la S para apoyar tal


conjentura.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Sin embargo prefiere hilar más fino -y piensa sin evitar cierto tibio orgullo
durante esa tarde helada que justamente tal es su principal costumbre mental
desde no recuerda cuándo- para así trasponer la fisiología de la comunicación e ir
más allá hasta el territorio de la mente-corazón, zona explorada por el eminente
académico porteño Luis Gómez Macker: La T cambiada por S corresponde a una
contradicción profunda que poéticamente, recuerda trabajó nuestra joven poeta
Karen Toro para quien el Tú y el Usted fueron los significantes entre los cuales se
representa el significado del estado amoroso para cada una de sus fases -y bueno,
en este caso la del odio, piensa, que bien sabemos tan lejano de la amor no está
(“ódiame, por Dios te lo pido, porque el odio duele menos que el olvido, porque ten
presente que solo se odia lo querido")- y por lo tanto borra inmediatamente después de
esta rápida pero para él auspiciosa reflexión.
Se siente orgulloso mientras ocupa la cilíndrica gomita rosada en el extremo
superior de su lápiz de grafito amarillo HB2. Hace desaparecer la línea gruesa que
tachaba el conchetumadre y reescribe la palabra semi borrada.
También satisfecho ve que así queda patente la contradicción sosteniendo
firme el vehículo en la pista a un estado de cierta paz porque la entiende y por lo
tanto no todo está perdido.
En el fondo tiene dudas y él certezas: las escritas por él en su agenda.
Serie de raciocinios desde los cuales se desprenderían análisis -no aquellos
de los freudianos, obvio, ni siquiera aquellos de los de sus herederos díscolos o
duros- en fin puras cómodas y claras comprensiones.
En suma orden y no caos, se dice cerrando la agenda donde ha anotado todo.
Piensa que la explicación del incidente a sus padres se facilita y más encima
en seguida se da cuenta: ha registrado suficientes apuntes como para
próximamente escribir algo que resultará bastante distinto a este cuento.
Estira las piernas y se prepara para descansar las dos estaciones que le
quedan.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Ensaya mentalmente el siguiente poema que para pesar suyo nunca más
recordará con exactitud:
Quería aquilatar la
por milagro de la razón escamoteada
mitigación del tan profundo sinsabor.

Celebra con un sutil suspiro triste y comienza lentamente a cerrar los


párpados más por dejar de ver que por tener en realidad un sueño o cansancio con
justicia vivenciables desde este día en adelante.
Comienza su ceguera voluntaria sin fijarse hoy en la tapa de su agenda
descansando sobre su entrepiernas: Bajo el número 2006 en dorado está una vez
más, pero como si existiera para nadie por primera vez tal noche fría de otoño la
reprodución de uno de los más conocidos grabados de Goya: aquel donde aparece
un sujeto durmiendo apoyado sobre un monolito en el cual se deja leer que el sueño
de la razón produce mounstros.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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La Gentileza de la Casa

“'Cause she knows that


it'd be tragic
if those evil robots win
I know she can beat them.”

Yoshimi Battles the Pink Robots -The Flaming Lips

EL MAESTRO NOS MINTIÓ todo el tiempo, me dice el Godoy y yo le


pregunto, de qué maestro me hablas. Entonces exclama: ya lo sabías y me mira a
los ojos con una expresión alegre cruzada por el pánico.
Niego con la cabeza y le explico: nunca lo consideré maestro y no por la
posibilidad de que nos estuviera mintiendo (lo cual no se me había ocurrido, o
mejor, nunca me importó).
Cuando hablaba yo dirigía la mirada hacia la ventana y pensaba en mis cosas
y hartas eran las que tenía para pensar ese año. Ignorar no es lo que uno hace
cuando habla un verdadero maestro.
Estaba cada vez más al borde de hastío intelectual e incluso físico, aunque
esto último no es tan cierto porque en realidad el 2006 estuve débil todo el tiempo
y todavía no sé decir si era porque no quería comer bien o por eso de andar
rumiando el reciente pasado dilapidado como si esa actividad pudiera conducirme
a alguna parte. Fe en la razón, Aristóteles, fe en la razón, Pascal, fe en la razón,
Descartes.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Al final lo único que me empezaba a pasar cada vez más era sentirme tan
angustiado que mirar por la ventana también lo hacía para que no me vieran con
los ojos llenos de lágrimas pues sentía que se me venía el mundo abajo poco a poco.
Ni siquiera de una sola vez. Esto no le pasa a uno si está en presencia de un maestro
¿O sí?
Le dije que por lo tanto para mí ese tipo no fue mi maestro ni nada sino
simplemente la música de fondo que ni siquiera escuchaba de tan terrible que me
sentía.
En un año de calma quizás diga que sus anécdotas y arengas implícitas me
servían de algo y porque lo escuché estoy vivo. Pero te mentiría, le dije a ver si
reconocía el parafraseo.
El Godoy se quedó callado mirándome con esa mirada suya. Así que seguí:
Ni lo escuchaba ni lo respetaba ni nada. Y la culpa no era del maestro, sí, culpa, no
responsabilidad, culpa. La culpa era mía: Nunca debería haber venido a esas
reuniones en tal estado, no me hacía bien. Ni siquiera mal. Simplemente fue un
intento, infructuoso por cierto, de no sentirme tan solo. Además abrigaba la
estúpida esperanza de que de pronto la vería pasar por fuera del café, detenerse,
entrar y escuchar cómo me llamaba por mi nombre. Sonriendo pero con firmeza
diría, vamos tonto.
El Godoy sin mi complicidad ni preocupación sino más bien con un interés
mío comparable al que se le puede poner al amigo con quien se fue al cine y que
permaneció despierto mientras uno roncaba de tan patética la película y que ahora
pretende contársela, así mismo dejé que me explicara que el maestro no había sido
exiliado ni lo habían torturado ni había sido del FPMR ni había estado en la Cuesta
Achupallas y que las visibles secuelas sicológicas y físicas, esas no las mentía, me
aclaró, eran ciertas, pero la verdad es que fueron resultado de una dipsomanía
arrastrada desde la adolescencia y parada literalmente en seco pocos meses antes
de que lo conociéramos. Por eso podía y necesitaba horas de horas tomándose con
nosotros litros de cafés con leche y hablándonos y hablándonos todos los miércoles
de ese año.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Le pregunto al Godoy cómo supo que el viejo nos mintió.


Entonces me cuenta que conoció a uno que de verdad perteneció al FPMR y
ubica al maestro. El sujeto de quien no me mencinó su nombre le dijo que el
maestro ha sido un siempre un admirador ferviente de la causa pero jamás un
protagonista. Ni siquiera extra.
El Godoy me habla mostrando la misma cara de espanto-alegría y entonces
recién ahora me percato de que no solo es gesto de hoy sino de siempre. Recuerdo
es el mismo de cuando estábamos aquí sentados el 2006: Él de espaldas a la puerta,
yo donde estoy ahora al lado de la ventana y el viejo en esa silla pegada a la pared
dominando con su mirada dura a todos los que entraban, permanecían y salían del
café durante las horas mientras decía siempre lo mismo pero con distintas palabras
y argumentos: Qué vergüenza para Chile que el conchesumadre se muera de viejo.
Y entonces el Godoy con su cara de doble sentimiento asentía una y otra vez y me
miraba. Luego se tocaba la pistola que llevaba en la cintura. Seguro suponía que yo
también andaba armado y ese cruzar de miradas para él significaba complicidad,
acuerdo y decisión de salir del café en unas horas más y sin decirle nada de nada al
maestro partir al rodoviario, tomar bus a Santiago para ir a pitiarse al viejo.
Esperaríamos hasta el siguiente miércoles para preguntarle cagados de la risa si
había leído los diarios. Pero yo simplemente giraba la cabeza y miraba hacia afuera.
El Godoy seguro creía que yo me estaba imaginando cómo matábamos juntos al
viejo para que Chile no tuviera vergüenza. En realidad la vergüenza yo ya la tenía
pero no porque Pinochet se moría de viejo sino porque todo lo que yo había hecho o
dicho al principio de ese año de mierda y sus consecuencias las arrastraba o me
arrastraban todos los días. Durante esas fechas por ejemplo me convencía una vez
más indiscutiblemente de que yo era el rey de los huevones tal como se llama la
película que están dando ahora justo al frente y que el 2006 se estrenó.
Fuimos muy huevones, escucho que me dice el Godoy. No me doy vuelta
pero adivino que está mirando los mismos afiches de la película que yo miro y cree
que me lee el pensamiento. Mi pobre amigo siempre lo ha creído, este que no
merezco porque nunca lo contradigo ni lo saco del error, y a los amigos hay que
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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sacarlos del error. Aunque ahora considero que sería muy cómico que el Godoy
verdaderamente supiera lo que pienso y a pesar de ello se hiciera el tonto y a
cambio dijera puras evasivas como decir fuimos muy huevones, todo para no
meterse de lleno en los problemas que sí son reales. Y las legítimas amistades se
meten en los reales problemas por sus amigos. Con lo que me resulta entonces que
el amigo débil del par es Godoy y no yo. Vaya sorpresa.
Acaso tú nunca mientes, le digo sin despegar la vista de los que entran a la
función de las siete.
No me escucha o hace que no me escucha así es que le repito la pregunta
ahora mirándolo a los ojos con rabia. No me contesta, en cambio con su cara de
susto pero mostrando todos los dientes dice: Estás llorando.
Entonces me doy cuenta de que hay lágrimas, mocos y tanta pena en mí
como si todavía fuera el 2006, fuera estreno de El rey de los huevones y sentado
con nosotros estuviera el maestro tomando con sus dos manos tembleques una taza
de café con leche y hablara nuevamente de una vergüenza que he conocido tan bien
pero de muy distinto origen... o quizás no tanto.
Le digo al Godoy que es alergia.
Me dan muchas ganas de irme (mi vicio endémico) y dejarnos
recíprocamente solos para siempre pero permanezco sentado, nuevamente sin
ganas de nada como si todavía fuera aquella resaca del 2006.
Entonces me escucho pedir otro café con leche e inmediatamente después
dejo que me salga el llanto con todas sus fuerzas ya evidentemente no de alergia
sino que de una valiente pena por años encerrada sin un juicio justo.
El maestro es un héroe de verdad tanto o más que los héroes de verdad,
balbuceo entre hipos y sollozos.
Casi de inmediato recibo de la señorita del café una ración extra de
servilletas. Gentileza de la casa, me dice con cara de preocupada de que vaya a
espantarle una escasísima clientela todavía a tiempo para ver la reposición de la
versión cinematográfica del rey de los huevones.
La cual por cierto nunca he visto.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Dudo que el Godoy haya escuchado lo que dije en medio del llanterío y si lo
hizo, quizás si haya entendido algo.
Lo que es yo, ni palote.
Siempre me ocurre: digo y hago y después (muy tarde) me cae la chaucha.
El fantasma en la escalera le llaman los franceses.

Poco rato después de mi numerito nos despedimos con un abrazo fraternal


fuera del café frente al cine.
Según el Godoy (a quien por primera vez le veo en su expresión solo pánico)
yo ya estaba calmado porque, o a pesar de que, quedaba muy poca de la gentileza de
la casa.
Dejé eso sí por consejo suyo un remanente para el camino.
Por si te da nuevamente la güeá camino a tu departamento, esas fueron sus
palabras.
Prometimos juntarnos pronto otra vez allí mismo sabiendo bien que ese
acuerdo sería lenta pero minuciosamente olvidado conforme los metros entre
nosotros aumentara.
Algo de estéril vergüenza mutua de habernos enfrascado en una para
nosotros inédita situación incómoda podría explicar la muda pero evidente
despedida hasta un día indefinido, quizás incluso inexistente. A decir verdad más
por la parte del Godoy que mía porque yo después de todo más que avergonzado me
sentía aliviado, de algo, de alguien. Aunque admito la posibilidad de que quizás la
sensación de vacío me viniera por la presente liberación final de mi mismo amigo y
su amistad de años.
Acaso él por su parte tampoco sentiría vergüenza por el episodio sino otro
sentimiento (también alivio quizás). Pero fuera cual fuera a las finales significaba
por su parte también poner término indefinido a una larga amistad. De ahí
posiblemente el cambio de su expresión facial doble a una simple.
Por lo menos parecía impactarle la inevitable pérdida mutua.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Como sea, antes de irse en sentido exactamente contrario al que yo


empezaba a emprender me dijo: Te llamo sí sé más del maestro.
Claro, nos llamamos, le dije por mi parte ya sabiendo bien lo que había que
saber después de ese encuentro pero ninguno dijo ni entendió, salvo yo que traté
pero solo logré mocos, lágrimas y sollozos.

Más o menos una hora después, instalado en mi atroz departamento


comienzo a escribir esto a ver si algo logro tardíamente entender algo, es decir
aparece el fantasma francés.
Salvo mis agradecimientos, porque me la malgasté toda, nada más queda de
aquella la gentileza de la casa.

* * *

Post Scriptum:
Si no fuera porque Borges lo escribió antes, hubiera escrito en vez de esto un
cuento en defensa (o por lo menos en explicación) de un Judas que no solo miente
como nuestro maestro sino que traiciona heavy y con este acto queda como queda
persecula secolorum.
Con tal acción desprestigiosa ambos ceden el paso.
Ceder el paso: hacerse oscura sombra esclava de héroes. Pero como me
importa explorarlo, ya que estoy en el fondo, me pregunto la buena pregunta: ¿Por
quién?
El ahorcado de las treinta monedas quiero pensar que optó por cederle el
paso a Jesús y no que era su destino (en tal caso no sería gracia).
Quiero al mismo tiempo pensar que nuestro maestro optó y no porque se le
hizo (ni estaba destinado) dejar pasar a los que así serían ellos -y no él- héroes
históricos detenidos torturados y cuando no, desaparecidos exiliados y combativos.
A los más cumple (tampoco quiero pensar que por culpa) con asumir su talento y/o
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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vocación por ser el evangelista quien miércoles a miércoles nos sermoneaba y al que
le cayera el sayo que se lo pusiera.
Quedo más tranquilo porque tarde pero antes que nunca entiendo qué le
quise decir al Godoy con eso de que el maestro (el nuestro) es un héroe de verdad
tanto o más que los héroes de verdad.
Vive la France!
Ojalá me haya entendido entremedio o bastante después de los mocos,
lágrimas y sollozos.
Es mi deseo ahora esta mágica otra gentileza de esta atroz casa (en cuando ya
hace rato acabada la otra) no ha secado, sino al contrario, haya tan finamente
destilado todas estas palabras digitadas hoy por este otro evangelista, de pacotilla
cierto… pero evangelista al fin.
Haciendo entonces, ya que estamos en esto, una trinidad al cuete (nuestro
maestro, Judas y un servidor) entonces quiero pensar que yo también cedí el paso
por un quien okey y soy también oscura sombra esclava por opción, talento,
vocación y no porque no me quedaba otra.
Por lo tanto ver o no ver El Rey de los huevones no es la cuestión.
Que así sea, es decir amén.
Y ahora sí punto aparte y final.

...pero moralina Post data:


Ah y en la medida en que se pueda a toda costa evitar mentir, pocos
argumentos lo justifican, casi todos asociados a la muerte, los demás mal apuntalan
una inseguridad, es decir un vicio.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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El Arte de Hacerlo
sin Condón

Todos los vecinos de mi barrio duermen siesta,


pero hay chicos que golpean puertas fastidiando:
piden pan y no dejan
escribir los mejores poemas sobre el hambre.

Alta Poesia - Ernesto Montealegre

“¿Por qué te preocupas por él?,


dice sin dejar de reirse.
Porque nadie lo hace, dice B.
Y porque era bueno.”

Vagabundo en Francia y Bélgica - Roberto Bolaño

CACHA A ESE DIRECTOR que se sube a recibir un premio por su película


sobre los gays de una Alabama profunda. Más provinciana (si es posible todavía
más) que todo el estado. Igual que Priscilla la reina del desierto pero este es un
documental.
¿No te parece una isla entremedio de los protagonistas que suben también al
escenario? Es decir no sientes que hay como una burbuja que lo protege, distancia y
diferencia de todos los demás del escenario (no hay presentador son solo ellos,
protagonistas y el director como envuelto en un condón gigante como en esa escena
con la mijita rica de la Priscilla Presley en Dónde está el policía.)
Pero cierto prejuicios míos no más porque mira la escena siguiente.
Ahora vemos al director sentado en una sala de edición (un gordito de barba
parecido al Michael Moore o al Peter Jackson. Están de moda los directores
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gorditos y barbones, acuérdate del Alex de la Iglesia) contando que después de la


experiencia del documental y su premiación decidió salir del closet.
Y lamenta que su padre no se conforme con ello. Nos llamamos igual,
escucha como lo dice con una sonrisa triste.
¿Y te fijaste que en el documental se incluye el caso de un joven homosexual
salvajemente asesinado por una pandilla? Por supuesto simultáneamente al
homicidio lo erigen como ícono de la resistencia gay en aquella extremistamente
pacata provinciana zona dentro de un estado conservador norteamericano.
Inmortalidad justamente pervivencia que un autor también da con su
representación de alcances (también en este caso) masivos: el cine, la literatura, la
pintura, la fotografía.
Y cuando aquel que construye la representación del objeto se distancia (o
nunca estuvo cerca) de este y que yo siempre lo consideré el más artista (fucking
alquimia del arte Henry James) él o la que escribió una novela de putas sin serlo
y/o ni siquiera recurriendo a sus servicios, quien fotografió como Salgado a los
trabajadores explotados del mundo, sin serlo, Scorsesse que nos muestra a Jack la
Motta, al taxista fundamentalista o a las manadas de gansters de toda calaña sin
serlo ni una vez (aunque él cuenta que se crió en un barrio niuyorquino de
maleantes) pero igual ahora es un burgués distante que astutamente interpone su
lente, su mamá que asiste a todas sus direcciones, su traje caro (en todo caso
acuérdate del cameo que hace en Pandillas de New York, toda una confesión entre
líneas -o debería decir entre imágenes- a favor de lo que estoy diciéndote),
interpone los actores de muy buen pasar económico (Cuánto crees que gana de Niro
por película) al objeto que representa con sus películas.
Se protegen.
Como Botero pintando a Escobar asesinado.
Esos todos artistas tan distintos a Van Gogh (o Munch) que pintaba con los
colores y figuras que padecía o a este director que salió del closet y nada se
interpone entre ellos y su objeto.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Botero, Scorsesse, Salgado son como los asesinos del gay: brindan difusión,
inmortalidad, fijan para los tiempos que vienen contra la muerte física,
popularizan. Pero todo sin amor. Con protección. No se entregan.
Te hablo de ética no de estética.
Te hablo de bondad (o de su ausencia) no de inteligencia.
(Sí, cierto quién más brillante que Salgado, Scorsesse o Botero y quién más
leso que Van Gogh o Munch.)
Pero en un mundo perfecto bondad e inteligencia deberían ser sinónimos.
¿Te parece?
¿Sabes quién escribió algo así como del asesinato como una de las bellas
artes? Yo no me acuerdo, pero de lo que dice ese título te estoy hablando. Ciertos
asesinos son como ciertos artistas.
Los que soltaron la bomba desde el Enola Gay igual que Picasso pariendo su
Guernica. Libres de polvo y paja..
Supongo que el body art puede ser la respuesta ante la denuncia que pongo
entre tus ojos y la tele.
A ver qué haces. Porque yo quiero que hagas algo.
¿O sigues pensando que si no fuera por esos artistas brillantes ni siquiera
sabríamos de algunos errores y horrores? Y entre eso y nada, mejor eso.
¿O te quedas pensando en la autobiografía?
(En la buena no la de Britney Spears obvio)
¿Piensas en el autorretrato?
Robert Capa es uno de los padres de esta Iglesia que hoy te ofrezco.
La obra de arte como espejo crudo frente a su creador y no como
pulcramente cocinada representación obtenida por un teleobjetivo que nos proteja
(en cuanto artistas y público) de la sarna, el sida, el olor a/y la carne quemada.
Nos proteja en cuanto artistas y público de la muerte.
Hombre y mujer, su obra y viceversa.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Sino pura pose, fingimiento, autoglorificación mediante el cafichismo,


comercio cauteloso.
Leí a Bryce Echeñique definiendo la inteligencia como aquella acción que
produce beneficio masivo. En este caso para el autor, los representados y el público.
Goya qué ganó pintando Los fusilamientos del 3 mayo, qué ganaron con
aquella pintura los fusilados. Qué ganamos nosotros los espectadores.
Tú dirás inmortalidad de artista y retratados (Y sitial en el Louvre para
nuestro regocijo. ¿Está en el Louvre? ¿O en el del Prado? Donde chucha esté da lo
mismo. Tú me entiendes la idea) pero yo ahora me recuerdo de un compañero de la
universidad, periodista de un Diario de Provincia quien nos contó en su casa hace
muchos años a mí y a otro condiscípulo la siguiente historia:
Una vez recibió una llamada anónima al diario: En la estación de trenes
alguien se va a lanzar a las ruedas del automotor, le dijeron del otro lado de la línea.
¿Qué tal?
Nuestro amigo pocos minutos después (pueblo chico: infierno grande) en la
estación con la cámara colgando al pecho comenzó a examinar a cada uno de
quienes esperaban en el andén.
Anhelaba, eso sí sabiendo de lo poco común que era en un próximo suicida,
notar en algún rostro la decisión. Examinó con atención muchas caras y pese a lo
presupuestado -y lamentando de paso el estado siquiátrico que emanaba de esos
provincianos- podía haber sido cualquiera.
Entonces la reflexión que hoy recuerdo y que esa tarde en su casa nuestro
compañero periodista nos compartió abriendo la cápsula de su anécdota (y que era
quizás todavía una limpia, sutil y noble advertencia al otro amigo que me
acompañaba -quien avisa no traiciona- pues con él mismo tendría en el futuro
cercano un heavy episodio que es parte de otra historia) fue el ya obvio y pertinente
ejemplo para nuestra presente conversación: Cuando el suicida (nuestro amigo
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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periodista nunca dudó de la veracidad del aviso) vea que se aproxima el automotor
a la estación ¿Qué voy a hacer? se preguntó en mitad del andén con la cámara
absolutamente preparada para disparar en el momento adecuado.
¿Lo salvaré? ¿Sacaré la foto exclusiva?
El tiempo se dilataba, los pasajeros aumentaban, la reflexión no se resolvía o
quizás sí pero tal vez todavía costaba aceptar el resultado. Eso nos dijo, pongámosle
que por razones de suspenso (es decir razones estéticas no éticas. Ojo con eso.)
Si fuera cuento esto que ahora te narro, pienso qué notable final hubiera sido
que el suicidado esa tarde fuera nuestro condiscípulo fotógrafo, ahorcado con la
misma correa de su cámara hallándose incapaz de soportar las consecuencias a la
resolución frente un dilema ético que se proyectaría por toda su carrera, como
efectivamente te digo que lo vivieron tiempo después, no recuerdo cuánto, supongo
que no mucho, dos de los tres que participábamos de esta narración. Otro día te
cuento.
La anécdota termina cuando nos contó que de pronto vio que un hombre
lenta pero resueltamente se adelanta del numeroso grupo de pasajeros y camina
hacia el mismísimo borde del andén, demasiado como para que pase desapercibido
también para el atento conductor del automotor que ingresaba a la estación con sus
vagones si bien vacíos (el recorrido en ese tiempo empezaba en esta ciudad) pero lo
suficientemente pesados y a suficiente velocidad como para cumplir con el deseo
premeditado del suicida.
Se detuvo muy a tiempo y rápidamente la tragedia fue evitada para felicidad
de algunos (¿Crees que otro cuento podría escribirse con la del suicida frustrado?) y
evitada también, me imagino, para desgracia de la iconografía periodistica del valle
de Aconcagua, la región, Chile y, por qué no pensarlo ¿No crees tú? de todo el
mundo civilizado.
Civilizado sobre todo, dicen, gracias a nuestros brillantes fotógrafos,
pintores, cineastas y escritores que pueblan aquella sensible raza descrita
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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minuciosamente en los bellísimos libros de Arte, magníficas antologías de todos los


tiempos y en el Film & Arts.
La Iglesia que hoy he fundado entre la tele y tú, le repugna todo esto hasta la
náusea y sus plegarias todas terminan siempre con palabra grave y no aguda como
las otras tan equívocamente insisten en pronunciar como broche de oro de los
tontos.
¿Apago la tele y nos quedamos dormidos? Es súper tarde. Mañana quiero
levantarme temprano y escribir un cuento de todo esto.
Oye ¿Me escuchas?
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Salida de Libreto
con
Atardecer de Cruces vacías
(Queremos el Resto 2006)

para Roberto Bolaño

ES COMO SI DE PRONTO te dicen que hasta su arresto y paseo viceversa


entre el Sanedrín, Herodes Antipas y Pilatos todo iba bien. Pero cada vez que se
derramó sangre, todo mal.
Entonces imagina que Dios desconecta al Tiempo.
Jesús sacado del círculo vicioso, poderes terrenos vencidos por el Milagro de
Milagros, apóstoles acompañando a su maestro pero sobre todo a las gentes
trayéndoles la paz -es decir la alegría - de saber que el poder humano ya nada
nunca más puede con el divino.
Por todo el mundo los muertos se levantan de las tumbas, los ciegos ven y los
paralíticos bailan.
La sobrepoblación no es problema por lo del milagro de los panes, la
extinción del tiempo y el consiguiente ensanchamiento del espacio.
Es el triunfo de la verdadera inteligencia es decir de la bondad.
Los antaño enemigos se despeinan unos a otros cagados de la risa por su
estúpido comportamiento.
Judas Iscariote lee y relee su libreto y al principio no entiende nada
¿Traición? ¿Monedas de oro? ¿Árbol donde colgarme? Luego entiende todo y lo
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entrega: se necesita todo el papel que exista para prender el asado al que estamos
todos invitados y organizan millones y millones y millones y millones y también los
mismos que puedes ver en ese profético gobelino de mercado persa donde se
representa La última cena de Da Vinci, pero en lugar de Jesús está la Marilyn que
ni cagando admite la muerte otra vez, por allá Marlon Brando (quien ya nunca más
le pegará a ninguna mujer) y por acá Bogart que promete no muy convencido que
va a fumar y tomar menos.
Einstein decide abandonar completamente las ecuaciones y consagra su vida
al violín, el cual inmediatamente comienza a tocar para la concurrencia.
Jesús por supuesto que está de acuerdo con que en su lugar a la mesa esté la
media mina, lo mismo Leonardo quien en verdad está más preocupado de
engrupirse a Pedro. Si bien hediondo a pescado igual está como le gustan: macizos
y rudos. Lo hace reir con lo de sobre esta piedra edificaré mi iglesia, lo del gallo al
amanecer y su crucificción al revés. Da por terminado el intento de seducción
confesándole que el santo sudario en realidad es su autorretrato.
Por todo el mundo se repite con los vivos y los resucitados la escena de este
planetario asado de carne vegetal.
Todos se preguntan en voz alta o calladamente por qué chuchas nos
habíamos estado muriendo y matando como huevones por tanto tiempo siendo que
podíamos pasarla tan bien.
Osama Bin Laden, Dios y varios presidentes de los Estados Unidos se
ofrecen voluntariamente para encargarse de los fuegos artificiales a fin de dar el
gran espectáculo cuando oscurezca. (Dios sabio ha desenchufado el Tiempo pero
no los atardeceres.)
A Albert ya se le unió Lennon, Mozart, Joey Ramone, Sinatra, Louis
Amstrong, Charly García (quien está evidentemente pasado de copas y otras
sustancias, pero en buena. Che, no la voy a cagar ahora que todo se arregló, dice.) y
un millar de gente que quiere amenizar. Nicanor Parra pregunta si puede tocar
guitarra (es uno de los que más ha aportado papel para los asados mientras recitaba
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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una y otra vez: después de todo la vida no tiene sentido, después de todo la vida no
tiene sentido.)
Pinochet y Allende son interrumpidos por Nietzche en mitad una densa
discusión política (que iba ganando Salvador) Se les ha acercado junto a un caballo
con el cual abrazado segundos antes sí que estaban conversando cosas relevantes.
Les pasa a cada uno un vaso de vino. Déjense de discutir güevadas e
intégrense al grupo, no sean desubicados, les dice señalando hacia el gentío que
rodea a Hitler y Chaplin quienes para regocijo de la multitud se imitan
mutuamente.

Varios niños le preguntan a un centurión si acaso les puede sacar el volantín


que se les quedó enredado en una de las tres cruces vacías, las cuales dicho sea de
paso manchan el atardecer más hermoso de todos los hermosos atardeceres que
han ocurrido sobre este hasta este día tan horroroso planeta.
Tú y yo nos reímos de lo lesos que hemos sido todos mientras le hacemos
una sillita de manos al centurión.
Es chiquito y liviano.
No te preocupes, te digo recordando a los de Asterix.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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Ornitología

“Sintió la presión de sus pantalones


contra las nalgas y el frío metálico
de la hebilla del cinturón.
«Hubo una vez una palabra»... (Toses)...
«Una palabra para designar todo esto»...
«Ahora sólo puedo decir: no temas»...”

Amberes – Roberto Bolaño

… y de patitas en la calle las mismas alguna vez sobre los hombros de las
estrellas de Terciopelo Negro films. Todo por mis risitas estas que al principio el
Carlos me dijo son tu marca registrada y que al final de cuentas ni él yo ni nadie
suponía que iba a ser marca maldita.
Dime tú quién iba a suponer que este mi montón de pajaritos, así el Carlos
bautizó hace un año esta risa, iba a ser mi ruina en el cine para adultos.
Estos mismos mis pajaritos soltados de pronto sin aviso previo ¿Los
escuchas? ¿Cierto que son lindos? Antaño felicidad mía y de todos los actores, el
equipo y por supuesto de los fanáticos seguidores de mi carrera que iba
despegando, actualmente solo felicidad mía, como siempre. Bueno y dices que
ahora tuya. Lo mismo dijo el Carlos hace un año.
Ese mismo día cuando me echó me reía un poquito sentada en la cuneta
frente a la casa de Carlos esperando algo que no va iba suceder así es que mejor
decidí hacer parar un colectivo al centro y mientras me tomaba un mokaccino
express de 300 de la máquina que hay en la galería Aeropuerto me puse a pensar
qué sería de mí y mis pajaritos sueltos.
Nadie me cree que ya tengo 18, sobre todo cuando me río y se me van de una
plumada tres años. Cierto mi cuerpo es de mujer pero mis pajaritos me llevan
volando a la infancia. Algunas, muchas se ponen trenzas, calcetines de vuelitos,
jumper, yo solo tengo que ponerme contenta, estado casi permanente de mi
carácter y ya tienen a la alguna vez apetecida niña-mujer de Lolita audaz, Inocente
y perdida, Liceana Hot, Colegiala de día mujer de noche y Ángel de Charlie mi
preferida porque es de espionaje.
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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No te creo que no hayas visto ninguna. Una apareció hasta en internet lo que
al Carlos le molestó mucho porque se la piratearon. Fotos mías hay muchas
también, pero no es lo mismo porque aunque me reconozco linda nunca es lo
mismo sin escuchar mi risa la cual aunque me ha hecho pasar lo que te cuento igual
la quiero porque es representación de mi alegría interior que es verdadera más que
cualquier otra cosa en este ambiente donde todo es mentira o peor es verdad sin
sentido. Claro porque las corridas -precoces por culpa de mi risa- de los hombres
son de verdad pero puro vaciado y nada más, lo mismo las palabras, los quejidos,
los gritos. Las tetas, los culos, las erecciones pura cirugía y química. Lo único de
verdad y con sentido que en todo el año cuando estuve en esto del cine para adultos
y puedo jurar que lo es, modestia aparte, son mis pajaritos desatados.
Claro, es cierto que en esto del cine para adultos o en el cine a secas ¿Qué es
verdad? Nada. Por lo tanto me quejo de algo que es asunto de las raíces de este
arte. Apuesto no sabías que los inventores del cine fueron unos franceses, unos
magos antes de dedicarse a esto: Los hermanos Lumiere.
Por lo tanto qué más verdad se le puede pedir a un arte nacido del sombrero
de unos magos. En medio de toda esa farsa lo único verdadero ha sido mi risa.
Por eso me echaron, no fue porque los actores se desconcentraban creyendo
que cuando yo me reía no estaba caliente o yéndome sino me burlaba del tamaño
de su pene o de la cara que ponían o del pecho frotado en aceite de coco o creían
que me reía de lo que decían de mis tetas, de mi culo o de mi chorito rasurado y
tatuado con un pajarito entre el ombligo y mi rajita rosada.
No me echaron porque mis pajaritos se soltaban por toda la habitación
tapando las luces, las cámaras y le cagaba la erección al tipo, lo hacía eyacular antes
de tiempo o le hacía sentirse ridículo escuchándose decir entre mis risas y sus
palabras te lo voy a chupar todo.
Mis pajaritos son alegría verdadera por supuesto no de estar ahí con el
musculoso sujeto de corte de pelo ridículo haciéndomelo por detrás con el
camarógrafo encima, las luces cocinándonos y el Carlos fumándose un pito
mientras hablaba por celular con uno de sus hijos.
Mis pajaritos se me salían a cada rato porque me siento feliz no más.
Me da lo mismo el tamaño del pene del sujeto, su peinado, lo que dice o no
dice, me da lo mismo el tamaño nada de mal de mis pechugas o de mi poto, todo
me da lo mismo excepto mi alegría. Esa no me da lo mismo, estar alegre no me da
lo mismo porque fue lo único verdadero en esa cama, en esa ducha o sobre ese
sillón, mi risa que no era para el cine, demasiado linda ¿Cierto? y dulce y
contagiosa qué más quisiera yo pero no resultó así en un ambiente de puras
ilusiones y cero realidad no podía irme bien como en un principio el mismo Carlos
Cinco Cuentos - Gabriel Castro Rodríguez
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quiso creer porque esta mi risa al principio no te deja indiferente ¿Cierto?. Esa es la
idea, no la mía sino la virtud de mi talento, de mi don.
Pero en determinados lugares, con determinadas personas y después de un
tiempo tanta alegría, tanto pajarito puede ser veneno.
Por eso me echaron: les envenenaba la simulación, se las mataba y les metía
volando en bandadas la realidad y eso pocos lo soportan sobre todo los que están
en el asunto del arte.
Al final el condón no es el que se ponen en el pene sino el que se ponen en el
alma y no te hablo solo del cine de adultos sino que te estoy hablando de la vida
misma, la cotidiana.
Ahora mismo que estamos conversando los dos ¿Te pusiste condón?
¿Quieres protegerte? Protegerte de ti mismo en todo caso porque de mis pajaritos
estos no hay nada que temer salvo que no ames a la realidad y su belleza.
SE TERMINÓ DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
EN EL MES DE DICIEMBRE DE 2006
EN LOS TALLERES GRÁFICOS
DE LA EDITORIAL ARTE
DE LA ALIANZA DEL
ARTE REGIÓN DE
VALPARAÍSO
CHILE


“1) Nunca abordes los cuentos de uno en uno, honestamente,
uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de
su muerte.

2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco


en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve
en nueve o de quince en quince.

3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan


peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero
lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los
espejos amantes.”

Números,
Consejos sobre el Arte
de escribir cuentos.
Roberto Bolaño

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